ACTO SEGUNDO


Sobre unas peñas muy altas salen DORBÁN y ZABULÓN, pastores, y abajo CORIOLÍN, pastor
ZABULÓN ¡Ah del monte del Carmelo serranos! ¡Abajo, abajo! CORIOLÍN Tomado lo han a destajo. LOS DOS ¡Al valle! CORIOLÍN ¡Al valle, mi agüelo! El hambre mos trae de talle que andar a pie es trabajo, y ellos dalle abajo, abajo. ¡Serranos, al valle, al valle! DORBÁN ¡Ah del monte, ah de la sierra! ¡Al valle, al valle a la junta! Van bajando CORIOLÍN Dado le han. ¿A qué se junta, si sabéis, toda la tierra? ZABULÓN A ver si remedio hallamos al hambre que padecemos. DORBÁN Tres años ha que no vemos nube en el cielo. LISARINA Acá estamos todos. CORIOLÍN Lisarina, ¿vos, a qué venís? LISARINA Las mujeres también damos pareceres. ZABULÓN ¿Y serán buenos? CORIOLÍN ¡Par Dios! si los vuesos son del talle que los que Jezabel da, el dimuño os trujo acá. Ya habemos bajado al valle, ¿qué tenemos? DORBÁN Coriolín, la falta de bastimentos a personas y a jumentos amenaza triste fin. Sentaos y busquemos modo como no muera la gente.
Asiéntanse
CORIOLÍN Dadme vos con que sustente el estuémago, que todo se me desmaya de cuajo; o, pues son impertinentes, alquiladme boca y dientes con la oficina de abajo, que en mí no tienen que her. LISARINA Ya estamos todos sentados. DORBÁN Pastores, ya no hay ganados que esquilar ni que comer; a nadie el hambre reserva. Los cielos están con llave, ni por el viento vuela ave, ni alegra a los campos hierba; no hay arroyo que no trueque en polvo el agua que borra, río que a manchas no corra, fuente que ya no se seque. Todos la vida nos tasan por quitarnos el sosiego, que son los pecados fuego y hasta las fuentes abrasan. No se enmiendan nuestros Reyes, y así crecen nuestras quejas; comímonos las ovejas, no perdonamos los bueyes. Si yo a persuadiros basto, lo que vos vengo a decir y se nos han de morir las bestias por no haber pasto, mejor es que las matemos y a costa suya vivamos, pues como las dividamos el pueblo socorreremos. ¿Qué os parece? ZABULÓN Habéis habrado como Sanlimón, pardiobre; no perezca el puebro pobre, y más, que no haya ganado. DORBÁN Yo tengo una yegua flaca. ZABULÓN Yo, una mula. LISARINA Yo, un jumento. CORIOLÍN Yo, un rucio, pero no intento, aunque el hambre no se apraca, que por ingrato me arguya y tan mal pago le den, que es un borrico de bien; mi ánima con la suya cuando de este mundo vaya. LISARINA Por votos heis de pasar. CORIOLÍN ¿Votos? LISARINA No hay que repricar como la suerte vos caya. DORBÁN El más mozo es Coriolín del puebro, voto por él. CORIOLÍN Dorbán, siempre sois cruel. DORBÁN Yo entregaré mi rocín después que hayamos comido vuestro burro. LISARINA Yo eso quiero. Muera su burro primero. CORIOLÍN Y a vos ¿quién vos ha metido en los votos del Concejo? LISARINA Yo, que también so presona. ZABULÓN A nadie el hambre perdona; hed repartir el pellejo para almorzar por la gente, y el burro el siguiente día vaya a la carnicería, donde se pese igualmente: que éste es nueso voto y gusto. CORIOLÍN De capa os sirvió el pellejo; vote, mi burro, el Concejo sobre la capa del justo, que yo moriré con vos, pues que libraros no pudo el mi amor. LISARINA Venga el menudo, aderezaréle. CORIOLÍN ¡Adiós, el mi jumento del alma! Vivo queda quien vos pierde, mas porque de vos me acuerde, yo colgaré vuesa enjalma del cravo do está el mi espejo; vueso ataharre traeré al cuello por banda en fe que no os olvido, aunque os dejo. DORBÁN Esto está bien ordenado. Venid, daréisnosle. CORIOLÍN ¿Yo, traidor a quien me llevó en somo de sí asentado? ¿Con qué vergüença pudiera decirle a mi buen jumento, yo del vueso prendimiento corchete soy? ¿Qué dijera entonces el rucio mío? Vaya el Concejo a llevarle, pues se atreve a sentenciarle. DORBÁN Dejad ese desvarío, ¿estáis en vos? ZABULÓN ¡Ea, venid! CORIOLÍN Pues que ya llegó su plazo, Zabulón, dalde un abrazo y en mi nombre le decid, cuando le deis el segundo... LISARINA Coriolín, cansado estás. CORIOLÍN ...que no mos veremos más, (si no es en el otro mundo.) Aparte
Vanse. Sale ABDÍAS, solo
ABDÍAS Tres años ha, mi Dios, que las impías persecuciones ocasionan llantos, y en tus profetas y ministros santos la crueldad ejecuta tiranías. Tres años ha que de mi pecho fías, a pesar de amenazas y de espantos, tus fieles siervos, puesto que ha otros tantos que el cielo cierra la oración de Elías. En dos cuevas amparo y doy sustento a cien profetas tuyos, escondidos del poder de la envidia y los engaños. Ampara Tú, Señor, mi justo intento; clemente abre a mis ruegos los oídos; baste, mi Dios, castigo de tres años. Si hallare yo algún pastor de cuya simplicidad se confie mi piedad sin riesgos de mi temor... Mayordomo de la casa soy del Rey, y su privado; su gobierno me ha fiado, todo por mi mano pasa; pena ha puesto de la vida, con privación de la hacienda a quien ampare y defienda a algún profeta; perdida ha tres años que la tengo, pues por conservar mi ley voy contra el gusto del Rey y cien profetas mantengo. No hay hombre de quien fiarme. ¡Deparadme, eterno Dios, quien me ayude en esto, Vos!
Sale CORIOLÍN
CORIOLÍN Murria me viene de ahorcarme sin vos, el mi rucio amado, el mi lindo compañero; ¿vos, mi burro, al carnicero? ¿vos, por él descuartizado? ¿que habéis de morir, en fin? ¿que ya mi amor no os aguarda? ¿qué hará sin vos el albarda, si no la trae Coriolín? ¿qué la burra, o vos sin ella, de mi comadre Darinta, que estaba por vos encinta; viuda hoy y ayer doncella? ABDÍAS Oye, detente pastor. CORIOLÍN Si de un lazo no me escurro... ABDÍAS ¿Estás loco? CORIOLÍN Estó sin burro. ABDÍAS ¡Qué simple! CORIOLÍN Mire, señor, pues que no le ha conocido, no se espante si le lloro, que era como un pino de oro; jumento tan entendido no le tuvo el mundo. ABDÍAS Acaba. CORIOLÍN ¿Piensa que miento? Decían que las burras le entendían cuantas veces rebuznaba, pues, honesto, en mil sucesos que con las hembras se halló, nunca en la carne pecó, ¡que estaba el pobre en los huesos! Pues la vez que caminaba tan cuerdo hue de día en día, señor, que en todo caía, o al de menos tropezaba. Pues sofrido no hubo her, por más palos que le diese que alguna vez se corriese, que él jamás supo correr; pues aunque huese de prisa si a su jumenta oliscaba, al cielo el hocico alzaba, que hue una boca de risa; y con tener estas gracias y otras que callo, señor, me le llevan ¡ay, dolor! la cola y orejas lacias, a morir al matadero, do el carnicero le sise y el hambre después le guise. ¿Hiciera más un ventero? ABDÍAS (Esta sencillez podrá Aparte asegurar mi recelo.) CORIOLÍN Pondréme paños de duelo por él. ABDÍAS Pastor, oye acá, como me guardes secreto yo te daré otro mejor. CORIOLÍN Mas ¡arre allá! ABDÍAS Tu favor he menester. CORIOLÍN ¿En defeto que a quien secretos le guarda da burros y de comer? ABDÍAS Sígueme. CORIOLÍN ¿Y qué hemos de her si no le viene el albarda? ABDÍAS (Con éste puedo enviar Aparte a mis santos la comida, mientras el hambre atrevida y el temor no da lugar a que en público los goce nuestro mísero Israel. No temeré a Jezabel pues éste no la conoce, ni quién soy tampoco sabe.) CORIOLÍN ¿Quién tal dicha hallar pudiera? Echeme en la faltriquera el secreto, si tien llave. ABDÍAS Mi Dios, contra un Rey ingrato esta piedad os dedico. CORIOLÍN ¿Por un secreto un borrico? ¡Pardiez que compré barato!
Vanse. Salen ACAB, JEZABEL, JEHÚ y JOSEPHO
ACAB En fin, que contra Elías salen frustradas diligencias mías. JEHÚ Encantos de sus vuelos nos le arrebatan penetrando cielos; cuantos embajadores has despachado, dándoles favores, desde Grecia a Etiopia, por cuanto esmalta la florida copia fecunda de Amaltea, el mar de zafir baña, el sol rodea, sin perdonar desierto, valle, monte o collado, han descubierto sus fieles diligencias, sin tener nuevas dél. ACAB Las inclemencias del cielo que ocasiona no siempre han de ofender a mi corona. Hermosa prenda mía, ¿quién sino vos apaciguar podía mis pesares y enojos, si estriba mi descanso en vuestros ojos? Elías no parece, todo mi reino mísero perece, porque hechizos y encantos le niegan el sustento meses tantos, por ese vil profeta a quien el cielo todo se sujeta, a quien sus inflüencias la llave han dado. JEZABEL Abrásanme impaciencias; no muera yo hasta tanto que en sangre trueque Palestina el llanto que compasivo vierte, y a quien le causa, den mis manos muerte. ACAB Entre las flores bellas de este jardín, pues vos reináis en ellas, divirtamos pesares; pongan aquí la mesa y los manjares. JEHÚ Todo está prevenido en este cenador que, guarnecido de jazmines y nuezas, fino sitial es, tálamo de Altezas. ACAB Sentaos, pues, dulce prenda, que aunque el enojo vuestro pecho encienda, no tarda la venganza, aunque espaciosa, cuando al fin se alcanza. Cantad tonos süaves, alternándoos vosotros con las aves, que una y otra armonía divertirán la hermosa prenda mía.
Descúbrese una mesa con dos sillas y un aparador debajo de un jardín. Siéntanse, comen y los músicos cantan
CANTAN "Dos soles tiene Israel y que se abrase recelo el del cielo y Jezabel. ¿Cuál es mayor? UNO El del cielo OTRO Eso no, que el dios de Delo se eclipsa y cubre de un velo y el nuestro luce más que él." ACAB Buena es la dificultad de la letra, mas mi esposa, en fe de que es más hermosa, a Apolo da claridad. Cada día la deidad del cuarto planeta nace, y aunque al mundo satisface, cada noche también muere; mas quien a mi esposa viere que alumbra, deleita y vive, dirá que de ella recibe vida el sol y luz el suelo, y que la debe más que a él. CANTAN "Dos soles tiene Israel y que se abrase recelo el del cielo y Jezabel. UNO ¿Cuál es mayor? OTRO El del cielo. TODOS Eso no, que el dios de Delo se eclipsa y cubre de un velo y el nuestro luce más que él." ACAB ¿Quién ha compuesto esa letra? JEZABEL La adulación. Mas ¿qué es esto?
En cantando bajan dos cuervos por el aire y el uno arrebata un pan y el otro una ave asada y vuelven a volar, y levántanse
ACAB ¡Anuncios de mis desdichas, aves torpes del infierno! JEZABEL ¡Daldas la muerte, flechaldas! ACAB Quitad esa mesa. ¡Ah, cielos! tragedias y mortandades me intiman fúnebres cuervos; plumas de luto me anuncian el mísero fin que espero. Nuestras mesas contaminan las harpías de Fineo, presagios lloro infelices; el corazón en el pecho buscando al alma salida ya es tirano de mi aliento. ¡Llorad mi muerte, vasallos! JEZABEL ¡Rey, señor, esposo! ACAB Tiemblo, dudo, desmayo, suspiro, abrásome vivo, y muero. Los cielos son contra mí ¿Quién resistirá a los cielos? Mi mortal sentencia firman plumas de verdugos cuervos. JEZABEL ¿Qué afeminado temor desacredita el esfuerzo que un hombre, un Rey, un Monarca debe tener? Si en ti el miedo se apodera de ese modo, ¿de tus vasallos qué espero? ¡Gentil traza de animarlos! ¡mejor diré de ofenderlos! ¿Qué ejércitos de enemigos te hacen guerra a sangre y fuego? ¿Qué nubes arrojan rayos? ¿Qué terremotos el centro? Esto es cosa natural; el aire niega avariento las preñeces a sus nubes que fertilicen el suelo; perecen tus reinos de hambre, los montes están desiertos, las plantas se esterilizan, los valles sin hierba secos; a las aves y a los brutos les niega sus alimentos la tierra que, siendo madre, madrastra esta vez se ha vuelto. ¿Qué mucho, pues, que atrevidos busquen de comer los cuervos y que la necesidad haga pirata su vuelo? ¿No te avergüenzas, siendo hombre, que te anime el vil sujeto de una mujer, que se burla de mentirosos agüeros? Si no ignoras los hechizos, los engaños y embelecos de ese Elías, burlador de mi ley y tus preceptos, ¿qué mucho que en nuestro agravio obligue, para ofendernos, las aves que nos persigan, si le obedece el infierno? Su muerte a tu vida importa, a mi injuria, a tus deseos; muera Elías, dueño caro, y abrirán después dél muerto los tesoros a sus lluvias las nubes, que obedecieron los conjuros execrables que nos las vuelven de acero. ¡Buscalde, vasallos míos! que al que le hallare prometo hacerle, a pesar de envidias, el segundo de este reino; gozará nuestra privanza, estribará en su gobierno la guerra y la paz, su nombre quedará en bronces eternos. Si la lealtad no os anima, anímeos siquiera el premio; más oculto que él, el oro, la plata, el cobre y el hierro vive en las minas profundas y no se libra por eso de la avaricia del hombre, aunque le escondan sus cerros. La verdad vence al engaño, la virtud encantamentos. Baal os dará favor; id, que su ayuda os ofrezco. ACAB Tus palabras me dan vida, la respiración me has vuelto; en tu lengua Apolo asiste, él te influye esos consejos. ¡Seguildos, executaldos! Pero mirad, que os advierto que si volvéis sin Elías seréis al mundo escarmiento. ¡Por vida de Jezabel, que es sola el alma que tengo, que en una cruz afrentosa ha de hacer plato a los cuervos (porque no asalten los míos) el que atrevido, indiscreto, diere la vuelta a Samaria sin Elías, vivo o muerto! Esto os notifico a todos; si los castigos y premios ponen alas, escoged o coronas o destierros.
Vanse los Reyes
JOSEPHO ¡Qué crueldad! JEHÚ ¡Qué tiranía! JOSEPHO ¿Qué habemos de hacer? JEHÚ Perdernos o buscarle. ¡Adiós Samaria! JOSEPHO Imposibles pretendemos.
Vanse. Sale EL&Iiacute;AS
ELÍAS Tres años ha que escondido entre aquestas soledades, porque defiendo verdades, de todos soy perseguido. Vos, mi Dios, habéis querido que asperezas del Carmelo (porque celo el culto de vuestra ley) me amparen de un torpe Rey y de una mujer lasciva, porque viva cual bruto en esta montaña. ¡Cosa extraña que triunfe el vicio que engaña, que ande huyendo el que os es fiel, que reinen idolatrías, que el mundo aborrezca a Elías y que adore a Jezabel! Deste arroyo, que al Jordán tributa y Carit se llama, los cristales que derrama mi llanto imitando van. Secos los demás están, que cual mercader quebrado se ha alzado el cielo, todo rigores, sin pagar acreedores con inmensos tesoros de agua, que en censos cobraban, correspondientes, los vivientes, montes, prados, lagos, fuentes. Pero ya en arenas secas ni flores ni frutos nacen, porque los pecados hacen fallidas las hipotecas. ¡Perezcan, mi Dios, protervos! ¡Acábese la impiedad! ¡La sangre, Señor, vengad que derraman vuestros siervos!
Bajan volando los dos cuervos y traen en los picos lo que quitaron de la mesa del Rey
Pero ¿qué es esto? Los cuervos, de quien mi defensa fía la fe mía, a traerme de comer vienen; hora debe ser. ¡Ay, Señor de inmensos nombres! Si los hombres, porque a Jezabel obliguen, me persiguen, los brutos voraces siguen piedad que en ellos no vemos. ¡Qué bárbaros desvaríos! Venid, maestresalas míos, que todos tres comeremos.
Vase. Sale Raquel, sola
RAQUEL Busco alivio a mis desvelos, casa de placer, en vos, y enfermos de un mal los dos, entrambos lloramos celos. Las fuentes, los arroyuelos, las plantas, las verdes flores, los alegres ruiseñores, naranjos, vides y hiedras, si en amar fundan sus medras, con celos tienen temor; todo es celos, todo amor, pájaros, flores y piedras. Si en los arroyos y fuentes reparo, el temor me avisa que hay celos entre su risa, pues murmuran entre dientes. Celos las flores presentes lloran, que las acompañan, pues el vidrio en que se bañan las avisa (aunque lo ignoran) que si de sí se enamoran, de sí celosas se engañan. Estas vides, todas lazos destas hiedras Brïareos, ¿por qué trepan los deseos, ciñendo el muro a pedazos? ¿por qué con verdes abrazos crecen entre ajenas medras, sino porque hasta las hiedras, ejemplos del firme amor, tienen, celosas, temor que se les vayan las piedras? ¿Por qué con música y vuelos los ramilletes del aire compiten en el donaire, sino porque tienen celos? No afectan sino develos, no rondan sino temores, no cantan sino favores, no piden sino asistencias, porque donde hay competencias celos avivan amores. Más causa tienen mis males, mis llantos más pena admiten que, en fin, ellos si compiten, es entre opuestos iguales; mas yo que con celos Reales lloro agravios evidentes, bien podré, por más ardientes, juzgar mis celos mayores que los que abrasan las flores, las plantas, aves y fuentes.
Sale Nabot
NABOT De extraños bienes nos priva la tirana Jezabel. RAQUEL No es tirana, no es cruel la que, tierna y compasiva con vos, de suerte se ablanda que a su presencia os admite, estar junto a sí os permite, cubrir la cabeza os manda. Ya sois Grande de su Estado, ya con Acab competís, ya a su amor os preferís, ya os soñaréis colocado, ya usurpador de su silla. Quitarle el reino queréis y Raquel; pretenderéis que, hincándola la rodilla, la mano os llegue a besar. Blasonad lealtad y ley; decidnos que a Dios y al Rey debemos reverenciar, que estas dos cosas cumplís, ofendiendo al Rey y a Dios. NABOT Cara prenda ¿estáis en vos? ¿Yo a Dios y al Rey? ¿Qué decís? RAQUEL ¿No besastes una mano, no vasallo, amante sí, que yo, fiscal vuestro, vi, siendo a vuestro Rey tirano? NABOT Tenéis celos. No me espanto si la sospecha os cegó. ¿Yo a la Reina amor? RAQUEL ¿Vos? ¡No! ¡que sois leal, sois un santo! Lograd su amor descompuesto, ofended mi casta ley, que yo daré cuenta al Rey de lo que he visto.
Vase Raquel. Sale Acab
ACAB ¿Qué es esto? NABOT ¡Señor! ¿Vuestra Majestad en ésta su casa y quinta? No en balde se esmalta y pinta hoy de nueva amenidad. ACAB Parece que vuestra esposa quejas contra vos formaba. ¿Qué tiene? ¿Por qué lloraba? NABOT Quiere bien y está celosa. Ha dado en encarecer lo que aun ignora la fama. ACAB Deleitan celos de dama y enfadan los de mujer. Oíd a lo que he venido, que procuro ocasionaros a servirme para honraros. NABOT Basta haberlo pretendido para que yo, gran señor, eternamente obligado, ya esclavo, si antes criado, engrandezca este favor. ACAB Esta viña, que así llama vuestra quinta Jezrael, en cuyo ameno vergel Abril su copia derrama, como de mi casa está tan cerca (que esta muralla sólo se atreve a apartalla) me parece que será más bella si estorbos quito y, dilatando su espacio con el parque de palacio, ilustrarla solicito. Haré, si las incorporo, un huerto fresco, un pensil, que eternamente el Abril al de las manzanas de oro el nuestro fértil prefiera; si a servirme os animáis con ella, si me la dais, gozaréis otra más bella que vuestro caudal aumente, y aunque más distante esté, frutos copiosos os dé y al doble que aquesta os rente. Pero si os está mejor venderla, que no trocarla, yo gustaré de comprarla; señaladme su valor y convertiréosla en plata. No como Rey os la pido, cual mercader he venido que en posesiones contrata, puesto que obligado quedo siempre a acordarme de vos. NABOT No permita, señor, Dios que el patrimonio que heredo (y es solar de la limpieza que mis padres me dejaron cuando en ella vincularon memorias a su nobleza) se la quite yo a sus nietos. Gran señor, no ignoráis vos que en su Levítico Dios manda, por justos respetos, que no se puedan vender posesiones que en herencia toquen a la descendencia del primogénito; ver puede vuestra Majestad en el vigésimo quinto capítulo si es distinto mi intento de esta verdad. Y aunque en esta ley dispense el mismo legislador con el pobre y yo, señor, venderla y serviros piense, dándome el Cielo riqueza con que mi sangre acredite, si esta venta se permite solamente a la pobreza, ¿de qué suerte queréis vos que vaya contra mi ley? ACAB Yo, Nabot, soy vuestro Rey y no adoro a vuestro Dios. NABOT Yo, sí, señor, yo le adoro, yo me precio de cumplir sus preceptos y morir por ellos, aunque un tesoro me diérades, no apetezco ir jamás contra su ley. Perdonadme, que a mi Rey por mi Dios desobedezco. Mandadme lo que sea justo y veréis si soy leal. ACAB Podrá ser que os esté mal no haberme dado este gusto.
Vase
NABOT Cumpla con el Vuestro yo, Dios mío, que es lo que importa; toda humana vida es corta, porque a censo se nos dio. Si me mandare pagar el severo Rey con ella, ¿qué importa por Vos perdella si al fin es censo al quitar? Los celos apacigüemos de mi engañada Raquel; locuras de Jezabel ocasionan sus extremos. Temo a una Reina viciosa, un Rey me causa desvelos, mi esposa se abrasa en celos, y en fin, Rey, mujer y esposa mi sosiego traen en calma. ¿Qué haré si vienen a ser mi esposa, el Rey, su mujer, tres enemigos del alma?
Vase. Salen Lisarina y CORIOLÍN, pastores
LISARINA ¿Que me niegas, en efeto, dónde has estado hasta agora? CORIOLÍN Serrana pescudadora, un burro cuesta un secreto. Pues el otro me heis comido, no quiero que me comáis el que me dioren; ya estáis emburrada y ya os olvido. LISARINA Luego ¿no me quieres bien? CORIOLÍN ¡Como a la peste! ¿Yo a vos? ¿Hambre y amor? Ved qué dos para que se avengan bien. LISARINA Dime tú que por Birena estás perdido. CORIOLÍN Es verdá. ¿Tendréis celorrios? LISARINA Verá, no me dan los celos pena. Pero que me dejes siento por una... CORIOLÍN Quedo... LISARINA ...que tien la cara... CORIOLÍN Tratalda bien. LISARINA ...con cien burujones. CORIOLÍN ¿Ciento? Pues, ¿qué hacen los burujones para el amor? LISARINA ¿Eso dices? Mujer de chatas narices, hecha la cara a empujones, altibajos y repechos, los carrillos de pelota. CORIOLÍN Es su cara bergamota, mala vista y buenos hechos. Quítame el ser chata enojos, viéndola, cuando se para, de un golpe toda la cara sin que trompiquen los ojos. LISARINA Tú tienes gentil despacho. CORIOLÍN Cara chata es de hembra sola, pues faltándola la cola, no la pueden llamar macho; por eso la quiero más, pues aunque os cause celera, tien de una misma manera la de delante y detrás; más sana que a vos la hizo chata el Cielo. LISARINA ¿Qué me dices? CORIOLÍN La verdá, pues sin narices se ahorra de un romadizo, y si mos casare Dios hasta her un abolengo no importa eso, que yo tengo narices para los dos. ¿Estáis contenta? LISARINA ¡Para ésta! CORIOLÍN ¿Juráismela? Pues bonito soy yo; no se me da un pito de vos.
Salen dos soldados
SOLDADO 1 Hacia aquella cuesta, cuya cumbre besa el cielo, dos pastores me afirmaron que los cuervos se asentaron; de donde, abatiendo el vuelo, ignoran hacia qué parte guiaban. SOLDADO 2 Será a sus nidos. ¿Cómo fueron conocidos si no intentan engañarte? SOLDADO 1 Viéronlos llevar el pavo y el pan. SOLDADO 2 Si dan esas señas no hay duda que entre estas peñas está Elías. SOLDADO 1 ¡Oh, si al cabo de tres años que tras él andamos, le hallase yo! SOLDADO 2 ¿Qué? ¿Los cuervos hechizó? Bien le llama Jezabel embustero, encantador. SOLDADO 1 Estos sabrán dónde asiste. SOLDADO 2 Si le hallas dichoso fuiste. SOLDADO 1 Préndeme aquese pastor. CORIOLÍN ¿A mí prenderme? ¡Arre allá! ¿Ya yo mi rucio no he dado? LISARINA Préndanle, que es un taimado. SOLDADO 1 ¿Adónde el profeta está, que en este desierto habita? CORIOLÍN ¿Quién, señor? SOLDADO 1 Aquel profeta del Carmelo. CORIOLÍN ¿Ser poeta es pecado? Hay enfenita caterva de ellos doquiera; entre púbricos y ocultos, cómicos, críticos, cultos, hay chusma villanciquera y otras enfenitas setas que eslabonan desatinos; entre catorce vecinos los quince hallará poetas. SOLDADO 1 No te preguntamos eso. CORIOLÍN Pues ¿qué pescudan? SOLDADO 2 A Elías buscamos los dos. CORIOLÍN ¿A Herbías? ¿Y le cheren llevar preso? Pobre de él. SOLDADO 1 Tú le conoces, pues que te lastimas de él; premiaráte Jezabel, daráte hacienda que goces, si adonde asiste nos guías. LISARINA Señores, él le escondió. CORIOLÍN Un sastre conocí yo, que tuvo por nombre Herbías, y al tiempo del espirar le llevoren para lastre, como al ánima del sastre suelen los diabros llevar. SOLDADO 1 No disimules, villano, si quieres vivir. CORIOLÍN Acabe. LISARINA Sacúdanle, que él lo sabe. (Vengaréme por tu mano.) Aparte a él CORIOLÍN ¨Es por la chata? LISARINA Traidor, tú lo sabes, no hay que habrar. CORIOLÍN Acabe de declarar qué es lo que busca, señor, que tengo mucho que her. SOLDADO 1 Al profeta del Carmelo. CORIOLÍN ¿Poeta de caramelo? ¡Qué dulce debe de ser! ¿Por qué le cheren tan mal? Si es de miel, no le castigue. SOLDADO 2 Porque al dios Baal persigue. CORIOLÍN ¿Que persigue al dios Varal? Terrible pecado ha hecho. SOLDADO 2 Dinos dónde se escondió. CORIOLÍN En mi vida he vido yo dios Varal; será derecho. Mas si hemos de habrar de veras, ni conozco ese Herbías, ni por aquí en muchos días he vido si no son fieras, que a saberlo les prometo que me holgara de ser rico. LISARINA Miente señor, que un borrico le dieron por un secreto, y el secreto debe ser que al que ellos buscan esconda. CORIOLÍN ¿Pescudarlo ellos no bonda? ¿Dó le había de esconder? SOLDADO 1 Traelde, que por su mal el decírnoslo dilata. LISARINA Viuda ha de quedar la chata. CORIOLÍN Casaos vos con el Varal.
Vanse. Salen Jezabel y JEHÚ
JEZABEL Cuéntame lo que ha pasado. JEHÚ Después que tres años, seca, se quejaba por las bocas la tierra a Dios de sus grietas, buscando todos a Elías (como mandó vuestra Alteza) vino Abdías a encontrarle y mil misterios le cuenta, diciendo que resucita al infante de Sarepta, y en el hambre de su madre seis meses y más le aumenta el aceite con la harina; y que después en la sierra del Carmelo le alentaron los cuervos (serán quimeras) maestresalas, los manjares que, hurtándolos de tu mesa, le ministran; ¿qué no hará una vejez hechicera? Presentóse al Rey, en fin, y con osada soberbia dice ser aquel castigo porque al Dios de Moisén deja; pero que si pretende que fertilice la tierra el agua hasta aquí negada, junte todos los profetas de Baal, que si impetraren de su dios que el cielo llueva, él (como falso y perjuro) quiere perder la cabeza; pero que si no los oye ya a Elías su Dios alegra con el agua deseada, los otros la vida pierdan. Trescientos y más se juntan que la imagen reverencian del dios de Sidón que adoras, y una infinidad inmensa de todo el reino y provincias; y Elías con voz severa sobre la cumbre de un monte les dice de esta manera: "Pueblo de Israel, ingrato a Dios y a su ley suprema, ¿de qué sirve que, mudables, sigáis doctrinas opuestas? ¿Para qué andáis claudicando en dos partes, ya en las ciegas imágenes del demonio, ya en nuestra ley verdadera? No malogréis vuestro culto; si el Señor que está en mi lengua es Dios, seguilde constantes, si Baal, dalde obediencia. Yo he quedado solamente con vida entre los profetas que al Dios eterno servían; ochocientos y cincuenta son los que al falso Baal y a los dioses de las selvas sirven, y da de comer la impiedad de vuestra Reina. Yo solo, pues, y ellos tantos, hagamos todos la prueba de cuál dios (el mío o el suyo) es digno de reverencia. Dennos a todos dos bueyes y escojan los que blasfeman de mí, de los dos el uno, divídanle luego en piezas; pónganle sobre un altar, carguen sus aras de leña, pero no la apliquen lumbre, que yo de la suerte mesma pondré el otro, hecho pedazos, sobre otro altar, sin que tenga fuego para el sacrificio hasta que del Cielo venga. Invoquen ellos sus dioses, yo invocaré al que me alienta y aquel que piadoso oyere lo que sus siervos le ruegan y el holocausto abrasare, bajando desde su esfera llamas que el altar consuman: ése, Dios llamarse pueda." "¡Proposición admirable!" gritan todos. "¡Así sea! el reino lo quiere ansí: quien no lo cumpliere muera." Los de Baal levantaron un altar y en él aprestan la leña y el sacrificio, voces dan al cielo tiernas, y para que más le obliguen, rompen, señora, sus venas. Pero en vano, porque sordo Baal su favor les niega, vencidos. Levanta Elías (de las aras que por tierra echaste, por ser el Dios que Jerusalén respeta) otro nuevo que edifica con no más que doce piedras (en fe de los tribus doce), y alrededor dejó abierta una zanja como cava; pone el buey, pone la leña y doce cántaros de agua hace que sobre él se viertan; luego en el suelo postrado, la vista en el sol atenta, presente el Rey y sus tribus, dijo a Dios de esta manera: "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, haz hoy muestras que eres el Dios de Israel y yo siervo tuyo; sepan que he cumplido tus mandatos. ¡Oyeme, piedad inmensa! ¡Oyeme, Dios poderoso! porque Israel se convierta y diga que Tú, Señor, eres sólo Dios, y vuelva, los ídolos despreciando, reducido a tu obediencia." Con lágrimas venerables esto dijo, cuando apenas diluvios de fuego bajan que el sacrificio, la leña y hasta las piedras consumen, quedando la zanja seca de la agua que, derramada, dio a tal prodigio materia. "¡Vive el Dios de Elías!" pronuncian todos. "Los blasfemos mueran con Baal, su engañador, y quien por dios le confiesa!" Degolló por mano suya Elías a tus profetas sobre el arroyo que llaman del Cedrón, y luego llega al Rey y que se recoja le avisa, porque ya empiezan inundaciones de nubes a hacer con los campos treguas. Llovió tanto que no pudo hacer que no le cogiera Acab el agua en el campo; mojado, señora, llega a descansar en tu vista.
De dentro con música
UNOS ¡Viva Elías, que remedia la esterilidad pasada! TODOS ¡Viva, pues él nos sustenta! JEZABEL Vivirá si yo no vivo. ¡Por las deidades excelsas que adoro (a pesar del dios de ese rústico profeta), que he de lavarme las manos en las corrientes sangrientas del que mis dioses injuria y sus ministros desprecia! Yo le beberé la sangre. Yo pisaré su cabeza. ¡Loca estoy! No viva un hora quien reinando no se venga.

[FIN DEL ACTO SEGUNDO]

La mujer que manda en casa, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002