EL CABALLERO DE GRACIA

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

Esta edición electrónica de EL CABALLERO DE GRACIA fue preparada por Vern Williamsen en 2000 para incluirse en esta colección. La edición que tomamos como base para fijar nuestro texto es la de COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, II (Madrid, 1907), NBAE, tomo 9.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Sale el CABALLERO de Gracia y LAMBERTO, su cuñado
LAMBERTO: Pues a mi cargo has quedado, tu remedio está a mi cuenta, y así quiero darte estado. CABALLERO: Si tu amor honrarme intenta, trueca el nombre de cuñado en el de hermano apacible; no fuerces mi inclinación, mira que es cosa terrible, sabiendo mi condición, casarme. LAMBERTO: Ya es imposible deshacerse este concierto. CABALLERO: ¿No ves que ya mi edad pasa de los límites, Lamberto, que piden bodas? LAMBERTO: Tu casa, como sin hijos han muerto tus padres, reduce en ti mi nobleza y sucesión. Palabra a Jacobo di de casarte, y no es razón no cumplirla. CABALLERO: Resistí a mis padres tantos años el peso del casamiento, Argel de penas y engaños, sirviéndome de escarmiento sucesos propios y extraños que ya en mis amigos veo, ya entre mis parientes toco, ya en varias historias leo, ¿y quieres volverme loco violentando mi deseo? LAMBERTO: Lo que no pudieron ellos podrá hoy mi autoridad. CABALLERO: Nunca enlaza amor dos cuellos por fuerza, ni hay voluntad que vaya por los cabellos. LAMBERTO: En individuos tributo, ¿será bien que tú seas menos que un roble tosco, que un bruto? .................... [ -enos] .................... [ -uto]. CABALLERO: Ya que tú casado estás con Isabela, mi hermana, el ser resucitarás de nuestra casa. LAMBERTO: ¡Qué vana excusa a mis ruegos das! No se estima por mujer la línea que ilustra al hombre y da al hijo todo el ser, pues del padre toma el nombre quien se quiere ennoblecer. Deja de filosofar y advierte que me encargó que te obligase a casar tu padre, cuando murió. Y que a Sabina has de dar, mi hermana, la mano y si, pues de Ferrara ha venido sólo a este efecto, o de aquí has de irte. CABALLERO: No es mal partido el último para mí; pues si es el conyugal peso de los cuerdos tan rehusado y a tantos priva del seso, más vale estar desterrado que no vivir siempre preso. Mi natural es más quieto, pues a la iglesia me inclino; déjame, si eres discreto, seguir aqueste camino, más seguro y más perfeto. LAMBERTO: Sabina es noble y honesta, y en fin, mi hermana, que basta; a mi gusto está dispuesta; la mujer ilustre y casta ni es liviana ni es molesta. De la tuya soy esposo, si tú lo eres de la mía, y a su dote caudaloso juntas tu hacienda, sería un parentesco dichoso el nuestro, y no habrá poder que en Módena nos iguale. Esto, Jacobo, ha de ser. CABALLERO: La hacienda, hermano, ¿qué vale en manos de una mujer? Gózala toda, y no intentes cautivar mi voluntad con tantos inconvenientes. LAMBERTO: Cuando mires su beldad, sus costumbres excelentes, su discreción y valor, aunque un mármol fueses frío, te has de abrasar en su amor. Jacobo, éste es gusto mío, no provoques mi rigor, en una quinta te espera, hoy las vistas han de ser; imita a la primavera en galas, porque es mujer de buen gusto, y no quisiera que en ti hallase imperfección que su amor desazonase. Háblala con discreción y finge, aunque no te abrase, que eres de su sol Faetón; no apartes los ojos de ella, suspira de cuando en cuando, tómala la mano bella. Si estás con otros hablando, hazla entender que, por ella, ni en lo que dices estás ni a propósito respondes, y de esta suerte verás qué presto en tu pecho escondes el gmór que huyendo vas y que empiezas a adorar lo que, por no conocer, hasta aquí te dio pesar; que esto de amar y comer no está en más que en comenzar. Voy a llamar quien te vista de vistas, porque has de ir luego.
Vase LAMBERTO
CABALLERO: Mejor me fuera el ir ciego que a tales vistas con vista. Cielos, para que resista tal violencia, dadme fuerza antes que Lamberto tuerza mi inclinación y la doble, que no es la voluntad roble que ha de dar fruto por fuerza. Yo estoy contento, mi Dios, con mi quieta soledad. ¡Aquí de Dios! Libertad, ¿por qué no volvéis por vos? Mas diréisme que entre dos conserva el Amor su estado, que la soledad da enfado; mas sólo da luz Apolo, que más vale vivir solo que no mal acompañado.
Sale RICOTE con una fuente, capa y gorra con plumas, y aderezo de espada dorada
RICOTE: El novio recoleto a vistas, Amor te llama; gorra con plumas, la fama te ofrece calza y coleto. Módena te espera toda con la novia en una quinta donde el abril mayos pinta; goza del pan de la boda que te amasa la belleza de una mujer, que ahora es miga toda, aunque después se te ha de volver corteza. Busca dientes de diamante, porque las mujeres son, por lo dulce, de turrón; por lo duro, de Alicante, y buen provecho te haga. CABALLERO: ¡Ah, Ricote, que haya dado en casarme mi cuñado! RICOTE: El nombre te satisfaga y haz lo que manda, no gruña, que es cuñado con ventaja, y en fe de serlo te encaja su hermana en lugar de cuña. Vístete si has de ir allá. CABALLERO: Bien sabes tú cuán pesado tiene de serme este estado. RICOTE: Si un yugo por premió da, ya sospecho las molestias de una mujer que es verdugo, que nunca se pone el yugo si no es para domar bestias. Diérante a ti andar de día de jubileo en sermón, no dejar congregación, no perdonar obra pía, disminuyendo procesos, consultando confesores, reprehendiendo jugadores, pagando deudas a presos, y de noche en hospitales, entre humildes ejercicios, desopilando servicios y bazucando orinales. En oyendo el esquilón, a pesar del lodo y vientos, acompañar sacramentos, dar a pobres tu ración. Volver a casa desnudo y rezando Ave Marías, cenar dos lechugas frías y un huevo entre asado y crudo. Dormir sobre una tarima, poco y mal, y cuando al alba hacen los pájaros salva, tener ya rezada prima. Que en este entretenimiento, que otros llamarán castigo, no estimarás en un higo el más rico casamiento. CABALLERO: Eso, Ricote, apetezco, y sin ello me hallo mal; mi inclinación natural es, poco en ello merezco; pero, en fin, me dan mujer. RICOTE: Casarte y tener paciencia, que no es mala penitencia si la acostumbras a hacer; que, en fe de lo que aprovecha, puedes hacer, si te casas, cuenta, señor, que te pasas a religión más estrecha. CABALLERO: Más con eso me molestas. RICOTE: Vístete si habemos de ir. CABALLERO: ¿Cómo he de poder sufrir tan terrible peso a cuestas? RICOTE: Como quien lleva la cruz del matrimonio, excelente; tú serás el penitente y yo el cofrade de luz. Mas mira: si al fin te casas y vivir seguro quieres, haz cuenta que las mujeres son castañas en las brasas --regalarlas y quererlas-- mas, si en fe de tus amores, se te suben a mayores porque no falten morderlas, ni tanta mano les des que vengan a ser cabeza, ni muestres tanta aspereza que las trates como a pies. Si de estos extremos dos quieres hallar el remedio, la virtud consiste en medio, que no sin misterio Dios, cuando a la mujer ser da, en fe de esta maravilla la formó de una costilla que en medio del cuerpo está. Y con esto emplúmaté, pues ya te has puesto- las galas. CABALLERO: ¡Ay plumas, servidme de alas, y de una mujer huiré! RICOTE: No me espanto que te pese, que es carga de ganapán, y si Dios se la dio a Adán aguardó que se durmiese.
Salen SABINA, ISABELA y CAMILO
SABINA: ¡Bella quinta! CAMILO: ¡Deleitosa! En ella la primavera, que en estas bodas espera verte de Jacobo esposa, también hace ostentación de sus galas al Abril. ISABELA: Mira en tazas de marfil brindar la murmuración de estas fuentes a la risa, que cuando a la sed provocas por ti se hace todas bocas. CAMILO: Mientras murmura te avisa, si no es que te reprehende, del mal pago que a Conrado con esta mudanza has dado. SABINA: Mi hermano su amor ofende, que a casarme me ha traído y es fuerza el obedecerle si por padre he de tenerle. Sabe Dios que he resistido su voluntad hasta aquí; está mi dote a su cuenta. ¿Qué he de hacer? ISABELA: Mi esposo intenta, juntando tu hacienda ansí con la de mi hermano, hacer de todas cuatro una casa. CAMILO: Cuando sepa lo que pasa, Conrado ha de enloquecer de pena y celos. SABINA: No hay ya quien de celos pierda el seso. CAMILO: Que te adora te confieso. SABINA: La ausencia le curará; que en Ferrara hay medicina y contrahierba de amor. CAMILO: Aunque el médico mejor es el tiempo, en fin, Sabina, si es amor enfermedad, mientras sus términos pasan, ¿qué ha de hacer cuando le abrasan memorias de tu beldad? Si él supiera que venías a más que a ver a tu hermano, y que usurparle la mano que suya juzgó querías, a otro Ariosto diera copia para escribir sus locuras. SABINA: Orlando hacerle procuras, aunque en mí es la historia impropia, que ni Angélica me llamo ni le dejo por un moro, pues ni es, Jacobo, Medoro, ni con liviandad le amo. A vistas vengo, ¿qué quieres? Lícito es ver. CAMILO: Es verdad; mas tenéis la voluntad en los ojos las mujeres. No saldrás libre de aquí; avisar quiero a Conrado, aunque si él fuera avisado no se apartara de ti; porque es la mujer, en suma, como el pájaro liviano, que en abriéndole la mano vuela, y si deja algo es pluma.
Vase
SABINA: En fin, Isabela hermosa, ¿tengo de ser tu cuñada? ISABELA: Y aunque en el nombre pesada en las obras amorosa. SABINA: ¿Jacobo de Gracia es discreto, cuerdo, apacible? ¿Es riguroso o terrible, conversable o descortés? Que habiendo de vivir tanto, con él, justo es que me informe si es a mi gusto conforme. ISABELA: Mi hermano es, amiga, un santo. No te pueden dar los cielos más segura compañía; no, temas, Sabina mía, que te desvele con celos; que jugándote tu dote tus joyas empeñe o venda; que desperdicie tu hacienda, que tus deudos alborote, porque no es de aqueste mundo, y aunque a su simplicidad dan nombre de necedad, cortesanos en quien fundo todo el caudal en engaños, en las cosas de importancia es cuerdo, aunque la ignorancia hace burla de sus años. Él, en fin, es importante para ser de ti querido y mejor para marido, hermana, que para amante. SABINA: Con eso me has enfriado el alma. ¡Jesús mil veces! ¿Marido santo me ofreces? Simple, hermana, le has llamado. Si he de creer a la fama ya sé que, subiendo el precio, apacible nombra al necio y sencillo al bobo llama. Él será, a lo que imagino, algún Junípero llano, mentecato por lo humano, devoto por lo divino. Que andará desatinado, y dirá que es por llaneza; traerá baja la cabeza, el cuello tuerto o bajado, y dirá que es vanidad lo que el uso galas llama. Y si en muestras que me ama saca a luz la voluntad, que no será en todos días, sino la Pascua de Flores, en vez de decirme amores me rezará Ave Marías. ¡Buena vida me prometo! ISABELA: ¡Por ser compuesto ha perdido! SABINA: Compuesto para marido, mejor es para soneto. Quien no ha sido buen amante mal buen marido será. Amor, aunque atado está al matrimonio constante, no pierde su inclinación, antes con él se aquilata. Sabrosos regalos trata, las galas su esfera son con que alivia los enojos que el enfado solicita, ya su esposa necesita a no apartar de él los ojos. ISABELA: De tu condición me espanto. SABINA: Viviré triste en extremo si por marido le temo y le respeto por santo.
Sale el CABALLERO de Gracia, muy galán, RICOTE, LAMBERTO y ESPERANZA
LAMBERTO: Por mostraros, mi Sabina, que en todo soy vuestro hermano, un esposo de mi mano daros mi amor determina. Que si en el vuestro se abrasa y os recibe por mujer, vendremos los dos a hacer una hacienda y una casa. Estimadle, que yo espero, si el sí y la mano le dais, que por él no maldigáis Jamás al casamentero. Turbada estaréis, ¿quién duda, que, como hoy las vistas son, en la novia es discreción de turbarse y el ser muda? Si no os ciega beldad tanta el ser cortés os inclina.
Al CABALLERO
Hablad, Jacobo, a Sabina. CABALLERO: Dios, señora, os haga santa. SABINA: ¿Por santidades comienza? RICOTE: Devota salutación para entrada de un sermón. LAMBERTO: El novio tiene vergüenza,. su turbación perdonad; que el más discreto, cuando ama, la primer vez que a su dama, ve, dice una necedad. RICOTE: ¿Una? El dirá más de ciento. CABALLERO: ¿Por necedad juzgáis vos el rogar, hermano, a Dios, que le haga santa? LAMBERTO: El intento es bueno, pero no viene a propósito. CABALLERO: Confuso estoy. LAMBERTO: El amor y el uso su idioma y estilo tiene. CABALLERO: Pues ¿qué había de decilla a fuer de los cortesanos? LAMBERTO: "Bésoos, señora, las manos," y luego arrastrar la silla y preguntar, "¿cómo estáis?" que es el común abecé. CABALLERO: "Bésoos las manos?" ¿por qué? Necedad en mí llamáis el decir que la haga santa Dios, ¿y en el mundo no veis .................. [ -eis] si su mal uso os espanta? Estornuda un caballero, y los que le corresponden, "bésoos las manos," responden, en pie, quitado el sombrero. Y los que Dios os ayude dicen, ¿no son cortesanos, en fin, que besan las manos al otro porque estornude? Miren qué merced les hace: traen luces cuando anochece, y descortés les parece el cuerdo que satisface con decir que Dios les dé buenas noches; solamente al besamanos consiente el uso necio, ¿por qué, si tú la luz no has criado, besarte es bien que permitas las manos y a Dios le quitas las gracias, que te ha alumbrado? LAMBERTO: Calla, y la costumbre admite, que esto se usa en nuestro idioma. CABALLERO: Y será ley de Mahoma, que disputas no permite. Yo no nací para esto; sácame, hermano, de aquí, y cásese otro por mí. LAMBERTO: Jacobo, no seas molesto; ya has venido, no es razón, si cortesano te llamas, que quedes entre las damas en mala reputación. No desdice el ser cortés de la virtud que te inclina; siéntate junto a Sabina; dile amoroso después la buena suerte y ventura que se te sigue de vella, que estás perdido por ella, que al sol vence su hermosura, que su discreción te admira. CABALLERO: ¿Eso he de decirle? LAMBERTO: Pues. CABALLERO: Tú debes de ignorar que es pecado el decir mentira. LAMBERTO: Eso es encarecimiento que usa el amor de ordinario. CABALLERO: Afirmando lo contrario de lo que imagino, miento. Si yo por mujer la tengo, ¿por qué sol la he de llamar, ni cómo podré afirmar que a verla perdido vengo, si no es porque el tiempo pierdo de que a Dios he de dar cuenta? Mentir un noble es afrenta; téngame por necio o cuerdo, cáusela gusto o enfado, mal o bien conmigo esté, porque yo no mentiré por cuanto Dios ha criado. LAMBERTO: Anda, hipócrita, que están por ti en pie, siéntate allí; lo que te enseño la di; sé cortesano y galán, que ¡vive Dios! si en desprecio de lo que mando que digas con amores no la obligas y te confirma por necio, que sí hará, porque es discreta, que en Módena no has de estar un hora, ni has de gozar tu herencia. CABALLERO: Poco me inquieta la codicia de mi hacienda; pero voy por no enojarte. ISABELA: Si basta, hermana, a obligarte mi amistad, aunque te ofenda el poco curso que tiene mi hermano en cosa de amores, házmele muchos favores; enamórale, pues viene a domesticarse un bruto con la costumbre suave, que, si lo que es amor sabe, tú verás, Sabina, el fruto que sacas de ser su esposa, y la vida que gozamos si juntas las dos estamos. SABINA: Por darte, Isabel hermosa, gusto, y agradar a mi hermano, lo que mandas quiero hacer; el galán tengo de ser esta vez, por lo que gano de estar en tu compañía. Toma esta silla, señor. RICOTE: (Albarda fuera mejor.) Aparte SABINA: Asentaos, por vida mía. CABALLERO: No haré cierto,. yo estoy bien, sentaos, mi señora, vos. (Sacadme de esto, mi Dios.) Aparte Sentaos, Lamberto, aquí. LAMBERTO: Bien. No soy yo el que a vistas vengo, aquése es vuestro lugar y éste el mío, porque hablar un poco a mi esposa tengo. SABINA: Por mi vida, que os sentéis. CABALLERO: Dos veces habéis jurado. ¡Jesús! Yo ya estoy sentado a trueco que no juréis.
Siéntase
Y si se hace el casamiento, quiéroos, señora, avisar que nunca habéis de jurar, porque es contra el mandamiento segundo. SABINA: (¡Pobre de mi! Aparte ¿Esto escucho y no me muero?) En muestra de lo que os quiero yo juro cumplirlo ansí. CABALLERO: Pues no juréis otra vez. SABINA: (¡Qué necio y qué escrupuloso! Aparte Libertad, con tal esposo ya desearéis mi viudez.)
Hablan aparte ESPERANZA y RICOTE
ESPERANZA: Y él, ¿cómo ha callado tanto? RICOTE: No sé por dónde empezar contigo, Esperanza, a hablar. ESPERANZA: Pues qué, ¿da también en santo? RICOTE: No; mas un poeta amigo, que en la corte de Castilla es águila y maravilla, hablando una vez conmigo, me dijo, viendo el ensayo de una comedia famosa, "Ya, hermano, es cansada cosa que entre fregona y lacayo siempre empiecen su papel con esto. ¿Y él no habla nada? ¿Y ella es soltera o casada? Porque esto de y ella y él era sagrado y chorrillo de toda plebeya masa, y ya en la corte no pasa lacayo con estribillo, y temo, si así le trato y allá me ven algún día, la grita y silbatería." ESPERANZA: Líbrenos Dios de un silbato.
Hablan aparte LAMBERTO e ISABELA
LAMBERTO: ¡Que se haya un hombre criado en mitad de Italia, que es madre del trato cortés, y que liciones ha dado a mil bárbaras naciones que su imperio han adquirido, y en más estima han tenido que sus ricas posesiones la urbanidad y crianza que de su trato sacaron y a sus patrias trasladaron con que el ser de hombres se alcanza, y que este bruto, Isabela, criado en la policia de vuestra casa y caricia, y en Módena, que es escuela del estilo y discreción, hablar con una mujer no sepa! ISABELA: Si es menester trato y comunicación para cualquier arte y ciencia, y aunque en el siglo ha vivido Jacobo, nunca ha tenido de sus cosas experiencia. La cortedad no os espante; tratadle en cosas de Dios, y veréis que quedáis vos torpe con él e ignorante. Cásese él, que esos extremos el tiempo los vencerá. LAMBERTO: Hablando con él está, lo que le dice escuchemos. SABINA: En fin, ¿no me decís nada? CABALLERO: Nada os digo, pues que callo; yo os prometo que no hallo cosa, señora cuñada, que deciros de momento. SABINA: Créolo, que amor desnudo a los principios es mudo, y el propio efeto en mí siento, que estoy muy enamorada, señor Jacobo, de vos. CABALLERO: Más vale estarlo de Dios, que yo no os importo nada. SABINA: Amaros para marido no es con intento liviano. Dadme, Jácobo, esa mano. CABALLERO: ¡Jesús! ¿la mano? SABINA: Encogido sois, dadle acá. CABALLERO: No hay que hablar, o estas son vistas o no. SABINA: Sólo a veros vengo yo. CABALLERO: Pues ver, pero no tocar. SABINA: Mal debo de pareceros. CABALLERO: No me parecéis muy bien. SABINA: Grosero sois. CABALLERO: Hago bien. SABINA: Criado entre caballeros poco su trato se os luce.
Levántanse
¡Quitaos allá, descortés! Si con vos el interés que toda Italia produce me dieran, no os estimara para calzarme el chapín. Tosco. ¡Miren a qué fin me trajeron de Ferrara! Cuando a vuestro cargo esté, Lamberto, el darme marido, porque vuestra hermana he sido --que desde hoy no lo seré-- haced de mí más caudal que el que aquí os he visto hacer; el matrimonio ha de ser en los consortes igual cuando no se menosprecia, y quien a un necio me da por marido, claro está que me ha tenido por necia; y eso en mí es injuria al doble, sabiendo quién es Sabina. Buscad, Lamberto, una encina con quien casar este roble, y hacedle antes desbastar, que se está con su corteza y no podrá la riqueza sobre ella un tronco dorar. Que, puesto que vine en vano, casarme a mi gusto espero, pues para casamentero tenéis tan pesada mano.
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ISABELA: Enojada, y con razón, va Sabina, hermana mía. ¡Qué necio es el que porfía forzar una inclinación!
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LAMBERTO: Si hallara capacidad en ti para reprehenderte, castigárate de suerte que de tu rusticidad quedaras arrepentido; pero no lo sentirás, porque tan bozal estás que te falta hasta el sentido. Pero a las obras remito lo que excuso de razones, si más en Módena pones los pies, si de este distrito no te vas, ¡viven los cielos! que como loco he de hacer que te salgan a correr los muchachos. Pagarélos para que en calles y plazas te persigan. Comunica, rústicos, en quien si aplica el vil natural que abrazas. Por la caperuza trueca las plumas, galas del noble; hiere con el hacha el roble, derriba su leña seca, y vendiéndola, sustenta tu bárbara vida, ansí, porque, si vuelves aquí en tu daño y en mi afrenta, yo vengaré el menosprecio que hoy con mi hermana has tenido con el castigo debido que se suele dar a un necio.
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ESPERANZA: Ricote, adiós. RICOTE: Esperanza, ¿es amarme el irte ansí? ESPERANZA: Ya no la tengas de mí, pues por aquí va la danza; participas de tu amo la poca dicha, perdona. La maza va con la mona, necio es el necio y el amo. Mientras con él estuvieres necias serán tus demandas que, en fin, dime con quién andas... RICOTE: Vaya. ESPERANZA: ...y diréte quién eres.
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RICOTE: ¡Buenos habemos quedado! ¿Qué habemos de hacer, señor? CABALLERO: Libróse del cazador el pájaro, el sentenciado del riguroso verdugo, del naufragio el marinero, del lobo el manso cordero, la libre cerviz del yugo, del pirata el mercader, y aún mayor mi dicha ha sido pues que librarme he podido, Ricote, de una mujer. ¡Oh, qué peso me han quitado de encima del corazón! RICOTE: Dicen que en cierta nación era por rey adorado aquel que a cuestas tenía la cosa de mayor peso, saliendo con el suceso quien más tiempo le sufría. Una vez se convocó al pueblo a elegir cabeza, y hubo quien tal fortaleza entre los demás mostró, que un enano, entero tuvo día y medio, sin que hubiese quien competir se atreviese con él; y al tiempo que estuvo casi el reino en su poder y el pueblo le engrandecía, salió otro que traía a cuestas a su mujer, y la gente convocada en su favor sentenció, que con la mujer no halló otra cosa más pesada. Mas si toca Dios de un hueso, ¿dónde piensas ir? CABALLERO: No sé. RICOTE: Con capa y gorra y a pie, ¿qué dirán de nuestro seso? Si tomas mi parecer, vuélvete, señor, a casa, que todo enojo se pasa. CABALLERO: Casa que huele a mujer no me la mientes, Ricote. RICOTE: Casarte han querido en ella, mas dan dineros con ella, que no hay esposa sin dote. Sólo a quien casarse atreve dineros y hacienda dan, que es pagar al ganapán la carga, por que la lleve. CABALLERO: Deudos en Bolonia tengo, a estudiar y a conocellos iré. RICOTE: ¿Deudos? ¡Fuego en ellos! Mal los conoces; no vengo en eso, aunque seguir quiero tu buena o mala fortuna. CABALLERO: Este traje me importuna. RICOTE: Una capa y un sombrero tengo allí, con ella irás mejor, si hemos de ir a pie; ven por ella. CABALLERO: ¡Que hoy libré! Voluntad, ya os tengo en más; que, aunque en tan terrible trance me habéis costado mi hacienda, bien podré, preciosa prenda, decir que os compré de lance.
Salen LAMBERTO, CONRADO, ISABELA y SABINA
LAMBERTO: Yo solo en vuestros celos soy culpado; como Jacobo corre por mi cuenta, su hacienda trajo, y siendo su cuñado, por mi industria y gobierno se acrecienta. Parecióme, poniéndole en estado y dándole a Sabina, que su renta junta a la mía, la aumentara doble, y una casa fundara rica y noble. Ni Jacobo ha tenido entendimiento para estimar la dicha de este día, ni yo noticia del honesto intento que os ha obligado a honrar la sangre mía. Mi hermana, con el mismo pensamiento, a mis consejos resistencia hacía, y aunque su honestidad cuerda callaba, sus ojos me decían que os amaba. Yo alabo su elección, y que os escoja por dueño suyo, sosegaos con esto. CONRADO: Si por esto Amor, por ser niño, se enoja, también, Lamberto; se apacigua presto. Sacóme de Ferrara la congoja furiosa de los celos que me han puesto en términos de hacer un desatino; mas tras la tempestad el iris vino. Yo os perdono mi agravio. SABINA: Y yo os adoro con más estima agora que primero, que poco precia, mi Conrado, el oro quien no conoce el hierro y el acero. Quien nunca empobreció no ama el tesoro, más ejemplos aplicarme quiero, que si los ojos hoy en otro he puesto, más claro sale el sol junto a su opuesto. CONRADO: En fin, ¿Jacobo me hizo competencia? ISABELA: Pluguiera a Dios que fuera para tanto. CONRADO: Yo, a lo menos envidio su inocencia. LAMBERTO: Que es un bruto. CONRADO: Mejor diréis un santo ¿Qué es de él? LAMBERTO: ¿Había de venir en mi presencia? De Módena le eché. CONRADO: De vos me espanto. LAMBERTO: Hágase hombre, si en su esfera cabe; sepa del mundo, que harto de Dios sabe. No me ha de entrar en casa en todo este año. CONRADO: Pues sabed que acusaros he venido de un huésped que os tendréis, si no me engañó, de no poco valor. Hoy ha partido veinte millas de aquí Julio Cataño, estimado en Italia y conocido en Roma por sus letras, sangre y celo; su tío es Cardenal de San Marcelo, Juan Cataño. LAMBERTO: Éste es en quien ha puesto la silla de San Pedro su esperanza. Si muere Sixto quinto es manifiesto que le ha de suceder. CONRADO: En su privanza presumo entrar, porque ha vacado un puesto que, si mi dicha y el favor le alcanza y con Sabina desposado quedo, enriquecer vuestros parientes puedo. Fáltale el secretario, y como supe que a Roma se partía, convidarle con esta quinta quise. LAMBERTO: Desocupe su espacio nuestro amor para hospedarle. CONRADO: Primero que otro aquesta plaza ocupe, si os parece, Lamberto, pienso hablarle esta noche. LAMBERTO: Haréis bien, que la tardanza, como el provecho vuela, no le alcanza. ¿Vas, Isabela, a prevenir la cena? ISABELA: Pavos hay y capones. LAMBERTO: Esta sala cuelguen de telas, que es capaz y buena. CONRADO: En esta quinta no hay ninguna mala. LAMBERTO: Maten vitelas. CONRADO: En la casa llena fácilmente se sirve y se regala a un príncipe, aunque venga de repente. LAMBERTO: Camas ahí prevenid para la gente.
Vase ISABELA. Sale RICOTE, después un CRIADO
RICOTE: Lamberto, caballeros, dad ayuda a Jacobo de Gracia, que, salteado de bandoleros, morirá sin duda, no siendo de vosotros ayudado; su bárbara codicia le desnuda y a un roble tosco de ese monte atado los dineros le piden que no tiene; huyendo mi temor la muerte viene. ¿Qué aguardáis? Cerca está, si tardáis tanto, dadle por muerto. Vamos, caballeros. LAMBERTO: O es hipócrita Jacobo o es santo. Si es santo, ¿de qué teme bandoleros? Dios volverá por él, causando espanto a ese escuadrón de salteadores fieros; si es hipócrita, pague con la vida lo que merece su virtud fingida. CRIADO: Monseñor está en casa. LAMBERTO: Pues salgamos a recibirle. RICOTE: ¡Que obligar no puede vuestra crueldad! CONRADO: A socorrerle vamos. LAMBERTO: Dios le socorrerá, no tengáis miedo. SABINA: Más razón es que a Julio recibamos. LAMBERTO: (Ojalá le matasen, pues heredo Aparte por mi mujer su hacienda.) RICOTE: (¡Al fin, cuñado!) Aparte SABINA: (De su desprecio el cielo me ha vengado.) Aparte
Vanse si no es RICOTE
RICOTE: Miren qué hay que esperar de aquesta gente. ¡Maldiga Dios quien en cuñados fía, viles madrastras cree, suegras consiente; que estos tres hacen una cofradía!
Sale el CABALLERO de Gracia, desnudo
CABALLERO: Ricote: ¿estás ahí? RICOTE: Señor. CABALLERO: Detente y no des voces, que excusar querría las injurias y enojo de Lamberto, que, si me ve cual vengo, será cierto. RICOTE: ¿Que, en fin, te desnudaron? CABALLERO: Harto ha sido dejarme vivo; ser piedad confieso. RICOTE: ¿Piedad cuando te quitan el vestido? CABALLERO: ¿Qué quieres? ¿no ves tú que viven de eso? RICOTE: Discúlpalos también. CABALLERO: Agradecido a quien le libra debe ser el preso. RICOTE: Donosa flema; no has de ser tan bueno que te dejes echarla silla y freno. CABALLERO: Dame esa capa, cúbreme y avisa a mi hermana, si puedes, en secreto de mi desgracia. RICOTE: Si está en camisa Lamberto, mala noche te prometo. CABALLERO: Haz tú que no lo sepa y vuelve aprisa, mientras aquí me escondo. RICOTE: Eres discreto, que en viéndote Sabina repudiada, fiestas les ha de hacer tu encamisada.
Vase. Salen JULIO del cobertizo del camino, LAMBERTO y CONRADO, y velos
JULIO: Bien sabéis obligar, señor Lamberto al hospedaje quedo agradecido. LAMBERTO: No ha un hora, Monseñor, que estaba incierto de esta dicha, que hubiera prevenido con la casa que ofrece este desierto, y regalos de Módena, el debido hospicio que se os debe y era justo. JULIO: Lo que no se previene da más gusto. ¡Agradable jardín! Yo no he rezado algunas Horas. Mientras se adereza la cena quiero echar este cuidado aparte. LAMBERTO: ¿No le habláis? CONRADO: ¿Cómo, si reza? JULIO: Déjenme solo. CRIADO: Todo está aprestado. CONRADO: ¿Adónde ha de dormir? LAMBERTO: En esta pieza. CONRADO: (Si me acomoda Julio con su tio Aparte y sale Papa, enriquecer confío.)
Vanse. JULIO empieza a rezar santiguándose, y responde el CABALLERO de Gracia desde donde está escondido
JULIO: Deus in adjutorium meum intende. CABALLERO: Domine ad adjuvandum me festina. JULIO: ¿Quién respondió? ¿qué es esto? CABALLERO: (¿Qué pretende; Aparte cielos, mi natural que a esto me inclina? Sin querer respondí; mas, si se ofende y hacerme dar castigo determina, viéndome así, ¿con qué disculpa intento disminuir mi necio atrevimiento?) JULIO: ¿Quién es el que está escondido tras esta murta? CABALLERO: (¿En qué dudo?) Aparte Un hombre, señor, desnudo del ingenio y del vestido. No mirando lo que hacía, cuando comenzó a rezar respondí, sin reparar que era vuestra señoria el que estaba aquí, llevado de un natural, que me obliga que cosas devotas siga. JULIO: ¿Cómo estáis ansí? CABALLERO: Un cuñado, que sabe mirar mejor por mi bien que yo estimalle, es causa que de este talle me esconda de su rigor. JULIO: ¿Quién es ése? CABALLERO: Es Lamberto. JULIO: ¿Y él os hizo desnudar? CABALLERO: Quísome, señor, casar, que es peor; soy poco experto en materia de querer, trájome a vistas aquí, no se contentó de mí la buena de la mujer; riñó Lamberto conmigo, de casa me desterró y el cielo, que conoció cuán digno soy de castigo, me entregó a unos bandoleros, a quien quedo agradecido, pues, quitándome el vestido y unos pocos de dineros, me dejaron con la vida. Volvíme aquí despojado, y entretanto que un criado envío para que pida otro vestido a mi hermana, aquí me quise ocultar de Lamberto y excusar de su cólera inhumana el enojo y la pasión. Salió vuestra señoria, y cuando rezar quería, llevóme mi inclinación tras sí, y aunque sea verdad, que no es fuerte esta disculpa, perdóneme, que no hay culpa donde falta voluntad. JULIO: Yo os la he cobrado notable. (¡Qué apacible sencillez) Aparte No hagáis temor que esta vez Lamberto enojado os hable; remediar esta desgracia quiero. CABALLERO: Del cielo tengáis el premio. JULIO: ¿Cómo os llamáis? CABALLERO: Señor, Jacobo de Gracia. JULIO: ¿Noble sois? CABALLERO: Bueno quisiera saber ser, que es de estimarse, que sólo el saber salvarse es nobleza verdadera. JULIO: Tal sea mi vida. ¿Habéis estudiado? CABALLERO: Señor, sí; artes en Bolonia oí. JULIO: Bueno, y ¿qué pluma tenéis? CABALLERO: Razonable, aunque alabada de algunos que bien me quieren, que siempre amigos prefieren lo que vale poco o nada. JULIO: Huélgome de saber eso. ¿Gustaréis de estar conmigo? CABALLERO: Yo, Monseñor, soy amigo de hablar verdades. Confieso lo bien que me puede estar el serviros y estimaros; pero no sabré adularos, porque ni sé lisonjear, ni dejaré reprehender lo que mal me pareciere por cuanto tesoro adquiere todo el humano poder. Querránme mal los criados, que mi buen ánimo ignoran, porque en palacio desdoran a quien no dora pecados, y quien vicios no consiente mal con señores lo pasa. JULIO: Este servicio a mi casa le faltaba solamente, y vos le habéis de ocupar. Reprehéndeme a mí el primero, que eso busco y eso quiero. Un hombre deseo hallar que las verdades me diga. ¡Hola!
Sale DECIO
DECIO: Monseñor. JULIO: Vestid este hombre; un baúl abrid. Escuchad. CABALLERO: (¡Que me persiga Aparte la inquietud de esta manera! Libréme de ser casado y del palacio el cuidado, agora, cielos, me altera. ¿Qué he de hacer si Dios lo quiere? Él me tenga de su mano.)
Háblale JULIO al oído de DECIO
JULIO: Un vestido de mi hermano le dad, y cuando estuviere en el traje que es decente, me avisaréis. CABALLERO: (¿En efeto Aparte he de servir?) JULIO: En secreto le tendréis, que es conveniente por agora. DECIO: Harélo ansí. JULIO: Idos con ese criado, secretario. CABALLERO: (Buen cuidado Aparte llevo. ¿Secretario a mí? ¿Qué pretendéis, vanidades?) JULIO: Andad, que si sois discreto, yo os confiaré mi secreto, y vos me diréis verdades.
Vanse. Sale ISABELA
ISABELA: Bien puede vueseñoría cenar, si ha rezado ya. JULIO: Quien en vuestra casa está, señora, excusar podía el camino, que ya siento, pues, según me han regalado, por no ir mal enseñado, en ella quedarme intento.
Salen CONRADO y LAMBERTO
ISABELA: Pluguiera a Dios, monseñor, que, como lo encarecéis, os sirviéramos. CONRADO: ¿Queréis que, por no darle favor, muera Jacobo en desprecio de quien sois? LAMBERTO: Impertinente estáis. ¿Quién hay tan valiente que pueda matar a un necio? JULIO: ¿Es hora ya de cenar? LAMBERTO: Presto lo poco se guisa. JULIO: La jornada me da prisa; yo suelo siempre pagar la posada adelantado, y así quisiera hacerlo hoy. A Roma, cual sabéis, voy, no poco de ésta obligado, como tengáis en su corte los dos pleito o pretensión y en ella mi intercesión alguna cosa os importe, contento haré la jornada, y si no, saldré corrido cual huésped que no ha tenido con qué pagar la posada. CONRADO: Buena ocasión se me ofrece, que le habléis por mí me importa. LAMBERTO: Aunque siendo ésta tan corta tanta merced no merece, quien pretende de ordinario no pierde tiempo o favor. Conrado sabe, señor, que buscáis un secretario, y porque para este oficio sé lo que es bien que presuma de su ingenio y de su pluma, estando en vuestro servicio quedaremos él y yo obligados. Determina ser de mi hermana Sabina esposo, y no se atrevió, si no es por mi, a suplicaros que esta merced nos hagáis. JULIO: Tarde, Conrado, llegáís; no puedo en eso ocuparos, pero mejoraros si con dueño más principal. De mi tío el Cardenal de San Marcelo entendí que desea acrecentar su casa. Ya sabéis que es en nobleza ginovés y en opinión singular, y que le han pronosticado que a Sixto ha de suceder; pues le voy agora a ver, yo haré de suerte, Conrado, que su secretario os haga, y a Lamberto, camarero, que así el hospedaje quiero satisfacer. LAMBERTO: Si ansí paga, monseñor, vueseñoría de dos horas el hospicio, ¿qué espera el que en su servicio su aumento y vida confía? JULIO: Al secretario llamad, Decio. DECIO: Voy, señor, por él.
Vase
JULIO: Negociad los dos con él y una memoria le dad para que me acuerde en Roma lo que los dos pretendéis, que presto lo alcanzaréis si él a su cargo lo toma.
Sale RICOTE; después el CABALLERO de Gracia con otro vestido
RICOTE: .................. [ -í] Tras mi desnudo escondido ando, y se ha desparecido. Mas ¿Monseñor está aquí? CABALLERO: ¿Qué manda vueseñoría? LAMBERTO: ¿Qué es lo que vemos, Conrado? CONRADO: Jacobo es, vuestro cuñado. LAMBERTO: ¡Mi cuñado! CONRADO: No desvaría la vista que en él me pinta su imagen. LAMBERTO: Bueno por Dios: locos estamos los dos. No ha un hora que de la quinta le eché, y avísannos luego que le roban salteadores, ¿y había de ser él? CONRADO: Favores son de su virtud, no niego lo que decís; mas tampoco lo que veo oso negar. RICOTE: Mi amo es éste a pesar de bellacos, o estoy loco. JULIO: Jacobo de Gracia, ved lo que Lamberto y Conrado os dicen. CONRADO: ¿Veislo? LAMBERTO: Encantado estoy. JULIO: Y cuenta tened de avisármelo después. LAMBERTO: ¿Qué es esto? ¡Fortuna escasa! JULIO: Aunque mal tendrá en su casa el cardenal a quien es en la suya tan avaro, que a vos de ella echaros pudo, y cuando volvéis desnudo no le osáis pedir amparo. Los dos vuestra pretensión le referid, si os agrada, porque no saldréis con nada si no es por su intercesión, que me he inclinado a quererle, al paso que vos, Lamberto, le aborrecéis, y estad cierto que en agradarle y creerle consiste el favor y gracia que buscáis, y no la espere en mí a quien no se la hiciere el Caballero de Gracia.
Vase
CABALLERO: No estéis, hermano y señor, de verme, triste y confuso. Dios estas cosas dispuso, tercero y intercesor. Con monseñor diligente prometo ser, sin venderos embelecos por dineros, mohatras del pretendiente; pues, contra las vanidades con que la mentira vive, hoy monseñor me recibe para decir las verdades, y porque a cenar se asienta, los brazos, hermano, os pido. Vamos. LAMBERTO: De puro corrido... CABALLERO: Callad, no hagáis de eso cuenta. Dichosa fue mi desgracia; gracias a Dios puedo dar. RICOTE: Y desde hoy te has de llamar el Caballero de Gracia.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

El caballero de Gracia, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002