ACTO SEGUNDO


 
Salen el REY don Alfonso y don DIEGO Ordóñez
DIEGO: Desterraste al Cid, señor, y todos por varios modos, maldiciendo tu furor, se van con él. REY: ¡Vayan todos! Que solo quedo mejor. Dejadlos; que su arrogancia y mi enojo les destierra, que no será de importancia. Haciendo a los moros guerra hallan en ella ganancia. Allí pueden dar señal de su inquieto natural con belicosos efetos; que entre vasallos inquïetos peligra el respeto real, y cuando nadie quedara sino vos, bastante es don Diego Ordóñez de Lara para un rey. DIEGO: Beso tus pies. REY: Vuestra nobleza es bien clara.
Sale don GONZALO acuchillándose con el CAPITÁN de la guarda y otros
GONZALO: No hacéis, cobardes, si es cierto que vengando vuestra mengua tenéis manos como lengua. CAPITÁN: ¡Válgame Dios, que me ha muerto!
Cae muerto a los pies del REY
GONZALO: Vos érades el valiente. Sí, mas sólo en la apariencia. REY: ¿Espada en mi presencia? ¡Aquí de mi guarda, gente! ¡El capitán de la guarda muerto delante de mí! ¡Ah, de mi guarda, acudí! ¿Qué temor os acobarda? ¡Prended aquese traidor! GUARDA 1: Rinde las armas. GONZALO: ¿A quién? GUARDA 2: A nosotros. GONZALO: ¡Harto bien! Llegad si os deja el temor. Sólo reconoce al rey el filo de esta cuchilla; que es quien mi servicio humilla como la coyunda el buey. A sólo el rey la he de dar; quitaos viles lisonjeros; que quien arma caballeros bien los puede desarmar. A esos reales pies la arrojo. Castiga mi honrada furia si el dar venganza a mi injuria te causa, señor, enojo. REY: ¿Quién eres? GONZALO: No más de un hombre que, saliendo de su tierra, vino a servir a la guerra. REY: ¿Cuál es tu nombre? GONZALO: El Sin Nombre. REY: ¿Y el nombre propio? GONZALO: No intento decirlo, con tu licencia, que si quiere tu inclemencia castigar mi atrevimiento, y porque maté ese hombre manda hacerme algún ultraje, por no afrentar mi linaje no quiero decir mi nombre. REY: ¿Por qué, siendo prohibido, a aqueste lugar entraste y a mi capitán mataste aquí? GONZALO: Por descomedido. Quiso intentar mi deshonra, pero nadie la intentó sin pagar como él pagó; que aunque sin nombre, tengo honra. REY: ¿En qué te quiso agraviar? GONZALO: En que pidiendo licencia para entrar en tu presencia y tus reales pies besar no sólo me la negó sino que viendo la instancia que tuve, con arrogancia la mano para mí alzó. Darme intentó un bofetón mas di al intento importuno tal pago que fue todo uno el morir y su intención. REY: Y tú también morirás y tu loco atrevimiento será en mi corte escarmiento con que teman los demás. Lastímome de tu suerte que te he cobrado afición, pero no hallo razón con que librarte de muerte. No en vano fue establecida la ley, pues es caso llano que al que en palacio echa mano pierda por ella la vida. Y no sólo mano echaste sino en presencia del rey, menospreciando la ley, a su capitán mataste. Y agrava más el delito el ser hecho en ocasión que de mi coronación se alegra aqueste distrito; que temo, y con fundamento, pues que con sangre has manchado la corona que me han dado, mi fin ha de ser sangriento. Con todo aqueso, no sé lo que miro en tu persona que me vence y aficiona. Lástima te tengo a fe. Librarte el alma codicia pero siéntome acusar que cuando empiezo a reinar no empiezo a guardar justicia. Darte castigo es mejor; muere, amigo, y ten paciencia, que a veces es la clemencia más dañosa que el rigor. Pero por no aguar la fiesta no quiero que mueras hoy. Prendedle. GONZALO: La vida doy por la honra que me cuesta. REY: Llevad a aquese difunto cuya funesta memoria el descontento y la gloria del reinar ha puesto junto.
[Llévanle preso a GONZALO]. Llevan el cuerpo del difunto y sale un PAJE y luego un MORO
PAJE: Un moro quiere, gran señor, hablarte de parte de Jarife, rey de Mérida. REY: Déjale entrar. MORO: Alá guarde tu vida, aquésta me mandó dar en tu mano el rey de Badajoz, Baabdalí. REY: Muestra.
Sale RICOTE
RICOTE: (Entre la trulla que conduce el moro Aparte yo vengo; que me han dicho que mi dueño está en palacio condenado a muerte. De él pienso he de sacar alguna traza con que librarle de esta desventura). REY: Mirad, don Diego, lo que el rey me escribe.
Lee
DIEGO: "Hazén Jarife Baabdalí, rey de Mérida y Badajoz, a Alfonso, de este nombre rey de Castilla y de León: Sabed, pues, famoso rey, después de darte el parabién de los reinos que tan justamente heredas y mereces, y ofrecerme con perpetuas paces por tu amigo, te suplico no permitas dar amparo en tus reinos al Infante Suleimán, mi hijo; que queriéndole imposibilitar de la sucesión de mis estados, por ser el menor de tres que tengo, me ha intentado dar la muerte con una conjuración, que Alá ha descubierto, y con haber castigado los cómplices, sino es en él, que es la cabeza por haberse ido, a lo que me dicen, a favorecer- se de ti. Entrégamele preso y pagaréte tributo cada año y si no, desde aquí te publico la guerra y prometo de ir antes de un mes a cercar a Trujillo, que parte raya con mis reinos. Creo no despreciarás el tenerme por tributario. Alá guarde tu vida. De Badajoz a de junio del año [ ... ] según cuenta de los alarbes de y según la vuestra de los cristianos de [....]. Hazén Jarife Baabdalí REY: Dile a tu rey que estimo como es justo la amistad y tributo que me ofrece, que siento como propios sus trabajos, y que si viene Suleimán, su hijo a ampararse de mí, haré que mire lo que a su padre y [su] señor [se] debe, negándole el socorro, gente y armas que teme le han de despojar el reino; mas que prenderle y entregarle luego a su rigor y cólera no es justo lo haga un rey en cuyo amparo pone un príncipe su vida. Que yo espero sosegarle de suerte que le pida el debido perdón de su delito, y que pienso en la guerra que amenaza vencer escuadras y banderas moras. Aquesto le dirás por mi respuesta. MORO: Harélo así. Mahoma sea en tu guarda. RICOTE: (Este moro ha de ser motivo y causa Aparte de que mi industria libre a don Gonzalo).
Sale RICARDO, de camino
RICARDO: Da los pies, gran señor, a tu crïado, ayo de doña Blanca, hermana tuya, que como mandas vine yo a servirte y a traerte la infanta que entre peñas me tuvo por su padre tiempos muchos. REY: ¡Oh, mi Ricardo, alzad pues! Y mi hermana, ¿dónde queda? RICARDO: Media legua sola, que quisiera volar con sus deseos a darte el parabién del nuevo reino. REY: Alto, pues, castellanos y leoneses. Salid a recibir a doña Blanca; salidla a recibir; que desde el muro de mi alcázar veré su hermosa entrada, y tendré por agüero felicísimo su venida si estaba temorosa por ver a mis pies muerto el de mi guarda. DIEGO: Vamos. RICARDO: Vamos [todos, que ella nos aguarda].
Vanse todos menos RICOTE
RICOTE: Bravas quimeras tengo imaginadas después que aqueste moro a Burgos vino. Yo libraré a mi amo de la cárcel. Váyase el moro agora, que me importa. A consolar quiero ir a don Gonzalo; que tendrá ya tragada la escalera; mas yo le libraré. Que yo sé el modo; que soy Ulises griego y no Ricote.
Vase. Sale don GONZALO, preso
GONZALO: ¿Qué importa que la bala disparada sobrepuje a las nubes con su vuelo si, al caer[se] con más golpe en el suelo, la he de postrar su indignación pesada? ¿Qué importa que la nave ya engolfada en la borrasca con mortal recelo amaine, arroje al mar y pida al cielo, si al fin está a las olas condenada? ¿Qué importa, pues, que mi ánimo engañado me prometa el valor en que me fundo, si al fin me ha puesto en este triste estado? ¿Qué importa que por honra salga al mundo si todo le persigue al desdichado y yo soy en desdichas sin segundo?
Sale RICOTE
RICOTE: ¡Muy buen lance hemos [dado] en salir de nuestra tierra! ¡Bien podemos por la guerra fundar linaje y estado! Aquí estás, gracias a Cristo. En esto había de parar. Tus colores y el lugar donde has de morir he visto. En medio la plaza llana te tienen la horca puesta, y el rey sólo por su fiesta te da vida hasta mañana. ¡Muy bien te ha honrado Castilla! ¡Muy bien has vencido al moro! Ya, señor, tu muerte lloro. ¿No escuchas la campanilla? Pues, no es aquella voz vana que dice, porque te asombre, "Den, por Dios, para un hombre que han de ajusticiar mañana." ¿Qué hemos de hacer, don Gonzalo? GONZALO: Sufrir la muerte. No llores. RICOTE: Sin bubas tendrás sudores. Mañana tomas el palo. Estabas de seso falto cuando mataste aquel hombre. ¿Altamirano es tu nombre? Mañana te pondrán alto. GONZALO: No en vano, Ricote amigo, cual ves, mi nombre encubrí, pues, muerto, mi nombre aquí no tendrá ningún testigo. Ni podrá el tiempo tirano, ya que con muerte me infama, afrentar jamás la fama ni el nombre de Altamirano. Sólo afrenta el hado un hombre que gusta de padecer esta muerte por tener por nombre el que está Sin Nombre. Venga el verdugo y cuchillo que en defensa de un agravio doy mi enojo por muy sabio. Vete, Ricote, a Trujillo, y di que aunque de mi tierra saliste para buscarme que ha sido imposible hallarme que me habré muerto en la guerra. Mas, pues que te has de ir intento, porque en algo me despenes, heredes mis pocos bienes; breve será el testamento. Esta cadena te doy y en cada eslabón quisiera que un sol engastado fuera. Desterrado y preso estoy. Mal con prisiones y pena te pago, yo lo confieso; mas, ¿qué puede dar un preso sino grillo y cadena? No ha querido el cielo ingrato darme más que darte pueda. Sólo el retrato me queda. Toma también mi retrato porque persuadido estoy de que el verle en mi poder señal que le pueda ser jamás de saber quién soy. Toma, que en él hallarás de desdichas un abismo; que pues me doy a mí mismo no tengo que darte más. Mas, déjale, que aun pintado debo ser al mundo odioso y nunca serás dichoso si vas con un desdichado. Sácale fuera de aquí y rásgale, que me fundo en que no quede en el mundo memoria alguna de mí. Dame un abrazo y adiós. RICOTE: ¿Adiós dices de esa suerte? ¿Luego ha de poder la muerte dividirnos a los dos? No tiene vida Ricote pues la vida te dará, ¡vive Dios!, o perderá la lengua por el cogote. Guarda allá tus eslabones, que aunque tu largueza alabo, sin cadena soy tu esclavo, mi amor sirve de prisiones. ¿Yo dejarte por Trujillo? ¿Eso habías de pensar? Piensa que te he de librar y toma tu cabestrillo; que a la lealtad que te muestro tiene el oro por [nuestra], que de mí doy grande muestra pues desprecio este cabestro, que sólo aqueste traslado por verte siempre recibo, pues basta estar preso vivo sin que estés preso pintado, y esa cara macilenta, sin miedo, al cielo levanta. GONZALO: La muerte no es quien me espanta. RICOTE: Pues, ¿quién te espanta? GONZALO: La afrenta. RICOTE: Pues, ésa no te alborote; que con la vida te [brindo]. GONZALO: ¿Qué? ¿Has de librarme? RICOTE: ¡Qué lindo! Mal conoces a Ricote.
Vanse. Salen el REY don Alfonso y doña BLANCA, de camino, don DIEGO, RICARDO y otros
REY: Dos fiestas hacen cumplidas el reino en esta ocasión; que son, hermana querida, mi alegre coronación y vuestra alegre venida. Y con ser aquesto así, no sé, doña Blanca, aquí cuál es mayor de los dos; del veros venir a vos o el ver coronarme a mí. Pero mayor gusto siento en vuestra vista, pues ella hace cierto el pensamiento que sois, doña Blanca bella, el blanco de mi contento. BLANCA: Llenan la vista y caudal de su valor liberal los reyes como tu alteza el día que en su cabeza ponen corona real. Hoy quisiste coronarte y así no es mucho que heredes la largueza que ha de honrarte y que en día de mercedes me quepa tan grande parte. El de la mano horadada te llaman porque rasgada de hacer mercedes quedó, pero en ser tu hermana yo quedó la mejor librada. Esto me sobra, señor, no quieras con mano franca hacerme tanto favor, que soy Blanca y una blanca es de pequeño valor. REY: Sois hija del rey Fernando mi padre y señor, y cuando más de aquesto no os sublime, es razón de que os estime quien os estaba esperando. Fuera que vuestra persona por mí mismo, en confïanza, y de tal suerte os abona, que valéis aunque sois Blanca más que toda mi corona. Mi padre, cuando murió, vuestra honra me encargó, y así casándoos colijo dar muestras que buen hijo [de nuestro padre soy yo.] Id, hermana, a descansar; que pues dentro en mi palacio os [he] hecho aposentar; vuestros negocios de espacio podremos comunicar. BLANCA: Beso tus pies.
Vase
DIEGO: (¡Quién bastara Aparte a contentar mi ventura si su nombre sangre honr[ara], gozando aquesta hermosura, don Diego Ordóñez de Lara!) REY: Pues, don Diego, ¿qué os parece de mi hermana? DIEGO: Que merece, --¡Qué sublime!-- vuestra alteza la discreción y belleza que en su valor resplandece. Hoy la octava maravilla en doña Blanca se encierra. REY: Aunque veis que así se humilla sangre real de Inglaterra junto con la de Castilla, por parte de madre es mujer del reino inglés. DIEGO: Cuando nada de eso fuera, por ser tu hermana pudiera ser de inmortal interés. Y cuando eso no bastara, tú ni tu ilustre ventura, está cierto que [acertara] solamente su hermosura a que el mundo la adorara. REY: ¡Extraño encarecimiento! ¿Queréisla bien? DIEGO: A pensar que no fuera atrevimiento el poner en tal lugar mi atrevido pensamiento, no sé si Amor y su asalto viéndome de esfuerzo falto me sujetara a su ley, pero es hermana del rey y no oso subir tan alto. REY: Pues, don Diego, de mi mano os quiero honrar. Doña Blanca es vuestra. DIEGO: Por lo que gano hoy de aquesa mano franca, te quiero besar la mano. REY: Mi cuñado habéis de ser; que vuestro mucho valor no se puede engrandecer menos que con tal favor y con tan noble mujer. DIEGO: Beso tus pies. REY: Será igual este casamiento honroso, pues hoy da mi mano real a mi hermana noble esposo y a vos mujer principal.
Sale una MUJER, cubierta de luto. Híncase de rodillas a los pies del REY
MUJER: A tus pies, rey poderoso, como al más seguro puerto me acojo, porque es forzoso te acuerdes de que fue muerto a estos propios pies mi esposo. Tu capitán perdió aquí la vida, y yo el bien perdí a tus pies, y el atrevido aquí a tus pies han tenido a mí y a tu corte así. Cortó el hilo mi esperanza, y en uno cortó dos cuellos. Justicia a tus pies se alcanza y no me quitaré de ellos hasta que me des venganza. REY: ¿Qué es lo que me pides pues? MUJER: Que la muerte, señor, des a quien mi esposo mató o muriendo con él yo será el sepulcro tus pies. REY: Si por tu ruego importuno, a tu esposo diera Dios la vida, fuera oportuno matarle. No mueran dos. Basta que ya es muerto el uno. Perdónale y de mi mano un esposo cortesano te daré con quien olvides la memoria del que pides venganza, mujer. MUJER: Es en vano. REY: ¿No le quieres perdonar? MUJER: Mi lealtad es de tal ley que no es para sobornar. O haz justicia o no seas rey pues no mereces reinar. Tú quieres que el vulgo note tu piadosa remisión y por puntos se alborote. REY: ¡Hola, dadle en la prisión al homicida un garrote! MUJER: ¡Vivas mil años.
Vase
REY: La guerra más peligrosa que encierra en sus naciones el orbe, el mar que las naves sorbe, los temblores de la tierra, de un rayo la furia airada, el basilisco que mira o la víbora pisada no se iguala con la ira de una mujer agraviada.
Sale RICOTE, lacayo
RICOTE: ¿Helo de decir afuera? Basta ya el disimular; que no es bien que por callar así el hijo de un rey muera. Mahoma, rey, sea contigo. DIEGO: ¿Qué loco es éste? RICOTE: ¿Yo, loco? Váyase muy poco a poco que yo sé lo que me digo. Yo soy moro de nación. Por tal desde hoy, rey, me ten, y aquel mancebo también que tienes en la prisión. Basta decir, que del rey su padre huyéndose vino por no sé qué desatino que quiso hacer en su ley. Se fingió y mudando el traje de moro, quiso, señor, valerse de tu favor y teniendo por ultraje que tu capitán quisiese impedirle así el entrar a hablarte y negociar antes que el moro viniese, [el] que su padre envïó, tan colérico le vi, que sin advertir que aquí estabas, muerte le dio. Pues, temiendo el furor de tu cólera y creyendo que ser tu ley mansa viendo que le entregáis al rigor de su padre, que es un hombre notablemente crüel, por librarse, señor, de él te negó su patria y nombre. Y que ampararse de ti y servirte pretendió; él es Suleimán y yo su moro Zaquizamí. No pretendas que le maten. REY: Suspenso oyéndote estoy; casi crédito te doy. ¡Hola, su muerte dilaten hasta que se sepa cierto lo que aquéste me ha contado. Muestras das de fiel crïado por si el príncipe no es muerto. Mucho estimo tu lealtad. Para moro mucho vales. RICOTE: Somos los moros leales. (¡Mamóla su majestad!) Aparte REY: Será Suleimán mi amigo. Del rey su padre el furor di que no le dé temor.
Vanse
RICOTE: ¡Mahoma vaya contigo! No hay quién mis trazas reporte cuando las he menester. ¡Por Dios, que he de revolver de esta vez toda la corte!
Vase y sale doña BLANCA
BLANCA: Si cuando dejé el bosque no dejara en él la libertad que estimo y quiero, y de la rama de un roble grosero con un retrato el alma do colgara, no pongo duda yo que me agradara la corte, el rey, el noble, el caballero; que en el palacio rico y lisonjero la caza y primer vida sepultara. Mas, --¡ay!-- que aquel retrato me ha robado cuanto gusto tenía y dame enojos, sin él, la corte, el rey y su estado. Atéla a un roble duro por despojos; mas, ¿qué me sirvïó dejarle atado si está dentro las niñas de mis ojos?
Sale RICOTE
RICOTE: Sabe Dios, a lo que entiendo, que la forastera dama a quien hermana el rey llama es la que hallamos durmiendo. Extrañas quimeras trato si esto es verdad, pero aquí está sola. Es ella, sí, que ahorcado dejó el retrato. Y fue sin duda señal que quien colgaba el traslado supo estaba sentenciado [a] ahorcar el original.
Échale
Quiérole echar en el suelo y esconderé[me] después, y cuando pase a sus pies, que le vuelva [a] hallar recelo. De verle así de repente declarará en breve rato si ama al dueño del retrato o no. Traza es excelente. BLANCA: Extrañas melancolías me ha causado el ver la corte para que el contento acorte. Decid, locas fantasías, ¿qué esperanza es la que entabla el amor que conserváis? Mis pensamientos, ¿amáis acaso más de una tabla? ¿Sólo amáis una pintura? Olvidadla un poco; pues ésta es la corte que es de memorias sepultura. Sepultad la vuestra un rato; que no hay quien la resucite; pues para que no os incite, ahorcado dejé el retrato. No vendrá. Pierde el recelo; que bien atado quedó. Mas, ¿qué es lo que miro yo? ¿No es éste que está en el suelo? RICOTE: (Con aquesto a mi señor Aparte le doy libertad doblada. ¡Oh, qué buena maquinada le he dado al maquín Amor! Ya vio el retrato. Creerá que ha venido por el viento por arte de encantamiento. ¡Oigan! ¡Qué elevada está!) BLANCA: ¡Válgame el cielo! ¿Qué veo? ¿No es la imagen a quien di las llaves del alma? Sí. Mas, ¿si me burla el deseo? ¿Podrá ser que [pasó acá] lo que adora el pensamiento? ¿Suele retratar el viento si la empresa al caso va? Imagen, ¿por qué me asombras o sombra conmigo vas? Un cuerpo tengo, no más. No puede tener dos sombras. ¿Por qué solo te han dejado? ¿No tienes dueño? ¿Qué es de él? O es bárbaro o es crüel. Mas, ¿sabes lo que he pensado? Que adrede aquí te dejó quien mis desvelos concierta como muchacho a la puerta para que te críe yo. ¡Qué lástima que me has hecho! De suerte me has de obligar que te tengo de crïar como a niño y darte el pecho. Otra vez te le di yo, cuando en el bosque te vi; mas apenas te le di cuando otro te destetó. Aunque eres grande, sospecho, para comida tan blanda; porque [a] niño que tanto anda, necedad es darle el pecho.
[Sale RICOTE de su escondite]
RICOTE: ¡Válgate el diablo el retrato! Escondióte alguna bruja; pues aunque fueras aguja te hallara. ¡Qué mentecato soy! Siempre sola la bota tengo cuidado en guardar; que siempre tengo de andar con la faltriquera rota. Mas, ¿qué me canso en buscar si soy bestia desdichada? En mi vida perdí nada que la volviese a cobrar. BLANCA: (Un hombre busca en el suelo Aparte no sé qué) RICOTE: ¡Qu&eaccute; así perdiese el retrato! BLANCA: (Mas si fuese Aparte de aquéste el retrato, --¡cielo!-- sería fácil conocer su querido original). RICOTE: ¡Qué desdichado animal! ¡Las barbas he de perder una vez yo! ¡Voto a...! BLANCA: ¡Hola! ¿Qué buscáis? RICOTE: Lo que no hallo. Para jumento o caballo me falta sólo la cola. ¡Oh, infelice! BLANCA: ¿Qué buscáis? RICOTE: Al diablo. Un retrato busco, y buscándolo me ofusco. Pero vos lo preguntáis, señora. Perdón os pido; que no miré quién me hablaba con el enojo que estaba. BLANCA: Pues, ¿cómo aquí habéis perdido dentro [en] palacio el retrato? RICOTE: Entré para dar un pliego de importancia aquí a don Diego, y en sólo un momento y rato que estuve, [yo] le perdí. BLANCA: ¿Y cuyo era? ¡Por mi cuidado! RICOTE: Persona es, bien conocida. BLANCA: ¿Conocida aquí? RICOTE: No aquí. BLANCA: Pues, ¿dónde? RICOTE: En su natural. BLANCA: ¿Quién es? RICOTE: Un hombre encubierto que por temor de ser muerto anda así. BLANCA: ¿Y es principal? RICOTE: Tan principal como vos. BLANCA: ¿Cómo yo? RICOTE: ¡Cómo vos, pues! BLANCA: ¿Y no me diréis quién es? RICOTE: Muy bien lo hiciera, por Dios. Dijo que andar [al recato] le importa la vida. BLANCA: ¿Así? Pues, si me decís a mí quién es [os] daré el retrato. RICOTE: Mas... No, nada. BLANCA: Yo os prometo de dárosle. RICOTE: ¿Callaréislo? BLANCA: Callarélo [si diréislo], con un inmortal secreto. RICOTE: Pues, yo os daré noticia, aunque ser mudo me dijo. Del rey don García es hijo. BLANCA: ¿Del rey? RICOTE: Del rey de Galicia. Don Alfonso, el rey tu hermano, traza verle despojado del reino que le ha quitado, no sé si como tirano. Le tiene preso de suerte que el verle causa dolor, y al príncipe, mi señor, busca para darle muerte; que como a Galicia hereda, le quiere quitar la vida porque el reino no le pida ni moverle guerra pueda. Él fue quien durmiendo os vio, y a quien sentisteis dormida. Por defender vuestra vida de una fiera que os salió a daros muerte crüel, le fue el ausentarse grato dejándoos allí el retrato y toda su vida en él y en pago del pecho noble con que a la fiera mató. Vuelto a buscaros halló su imagen colgada a un roble. Hasta Burgos ha venido por vos con peligro cierto y por no ser descubierto nunca a hablaros se ha atrevido. Aunque lo aflige el dolor y pena de no saber si le habéis de aborrecer o estimar su firme amor. Teme que con pecho ingrato premiáis el amor que os digo, y en pena de su castigo le ahorcasteis el retrato. Este temor y recelo le da pena tan crüel que para sacarle de él yo eché el retrato en el suelo. Pues su original os ama no hagáis que su bien se acorte si asiste más en la corte peligra su vida y fama. Esta noche ha de robaros por el jardín del palacio consideradlo de espacio y podréis determinaros. No puedo aguardar respuesta porque mi señor me aguarda; si el terror os acobarda amor el camino apresta.
Vase
BLANCA: Espérate, aguarda, escucha. Fuése. ¿Qué haré? Que el temor, honra, venganza y amor andan en confusa lucha. Si me voy quedo sin fama, si se va quedo sin vida, es forzosa su partida y es insufrible mi llama. ¿Iréme? No; que es deshonra. Pues, ¿he de morirme aquí sin verle jamás? No. Sí. Viva amor; mas viva mi honra. Cualquier cosa me convence; ya el deseo, ya el honor; pero puede más amor. Iréme. Viva quien vence.
Vase. Salen don GONZALO y dos GUARDAS
GUARDA 1: El rey quien sois ha sabido, Suleimán de Badajoz, y aunque el delito es atroz la vida os ha concedido. Dice que aunque de otra ley, se os tendrá siempre el decoro en su corte que al rey moro, Jarife. GONZALO: ¿Qué moro rey? La persona habéis errado. ¿A quién el rey os mandó decir eso? Porque yo soy cristiano bautizado, errados venís. GUARDA 2: Señor, en balde disimuláis. Ya sé que quién sois negáis, persuadido del temor que a vuestro padre tenéis, creyendo que en su poder el rey os ha de poner; mas, porque os alegréis de aquese peligro vano, os promete nuestro rey que como toméis la ley de Cristo y seáis cristiano, os dará bastante gente para cobrar vuestra tierra y hacer a Jarife guerra. GONZALO: (¿No es la maraña excelente? Aparte Ahora bien quiero admitirlo; pues, en que moro han dado o es sueño o está encantado el mundo si no es Trujillo).
Sale RICOTE
RICOTE: (Aquí los guardas están. Aparte Mi amor estará espantado de ver lo que he marañado). ¡Oh, mi señor Suleimán, guárdate Mahoma, amén! Al rey he dicho tu nombre y quién eres. No te asombre; que yo miro por tu bien y era grande necedad, y en mí culpa conocida, que te quitasen la vida por no decir la verdad. GONZALO: (Ricote anda por aquí. Aparte Ya no hay porque me alborote). ¿Qué enredo es éste, Ricote? RICOTE: Tu moro Zaquizamí soy. Basta el disimular, y ven a besar la mano del rey; mas no seas cristiano que es lo que te he de rogar porque, si dejas la ley de Mahoma, desde hoy al rey tu padre me voy. Esto quiere Alfonso el rey. Sé buen moro. GONZALO: Ya no puedo disimular; mas fingí mi estado porque temí mi deshonra; mas, pues quedo seguro y en libertad, al rey invencible iré y los pies le besaré por su liberalidad. Que soy Suleimán confieso. Si al contrario de esto dije, fue por temor que a Jarife no me envïase el rey, preso. GUARDA 1: Pues, infante, ya no estáis preso. El rey os quiere ver, y por extenso saber si en esto os determináis de ser cristiano. GONZALO: De espacio en todo lo miraré, y en mi propio traje iré de mañana a su palacio. Decidle que las prisiones, que me quitan este puesto, me las ha en el alma puesto en tantas obligaciones. Y que, aunque el cuerpo confiesa librarse de estas paredes, entre sus largas mercedes mi libertad queda presa. RICOTE: Bien se traza. GUARDA 2: Pues, nosotros nos vamos. GUARDA 1: De aquí adelante nos mandad, famoso infante.
Vanse
GONZALO: Alá vaya con vosotros. Mi Ulises encantador, dame aquesos fieles brazos. RICOTE: Dejémonos de lampazos y huyamos de aquí, señor. GONZALO: La vida te debo, amigo. RICOTE: Otra maraña hay urdida, que querrás más que la vida. GONZALO: ¿Más que la vida? RICOTE: Sí, digo. GONZALO: ¿Qué cosa hay que más importe? RICOTE: Yo te lo contaré agora; que la ninfa cazadora que adoras está en la corte. GONZALO: ¿Aquí en Burgos? RICOTE: Aquí. GONZALO: Calla. ¿La dormida? RICOTE: La dormida, y está por tu amor manida. GONZALO: ¿Por mí? ¡Jesús! RICOTE: ¡Santa Olalla! Por ti, pues, y la has de hablar esta noche, aunque es hermana del rey, por una ventana y aun la tienes de robar antes de una hora. GONZALO: ¿De una hora? RICOTE: De una hora, pues. GONZALO: ¿Cómo? Di. RICOTE: ¿No serán las doce? GONZALO: Sí. RICOTE: Pues ven y sabráslo agora. Ven, y sabrás la maraña que tengo de nuevo urdida. GONZALO: Deudor te soy de la vida. No hay tal lacayo en España. RICOTE: Soy, al menos, tu Ricote. GONZALO: Vamos, que no tienes par. RICOTE: A fe, que se ha de acordar Burgos y el rey de Ricote.
Vanse y sale doña BLANCA a una ventana
BLANCA: Noche, por ser oscura, a amor propicia, si acaso tus estrellas hechas ojos vieren que un hombre roba mis despojos, de aqueste yerro calla su justicia. Cintia divina, así de la avaricia de tu esposo Plutón y sus enojos, libren los cielos tus cabellos rojos, que calles si me roba el de Galicia. Paredes altas, no digáis las quejas que me hace dar el ciego amor que encierro si acaso tenéis lengua como orejas. Jardín, si de tus flores me destierro, no lo digáis a nadie. Duras rejas, callad mis yerros, pues que [yo] soy hierro.
Salen don GONZALO y RICOTE como de noche
RICOTE: Aquesto le dije al fin, y sin aguardar respuesta me partí. La puerta es ésta. Ésta es la cerca y jardín. Aquesta reja imagino que cae a su propia cuadra, [................... -adra] El cielo te abra el camino para gozar a tu dama y si no, ¡alto de aquí! GONZALO: ¿Ella no me quiere? RICOTE: Sí. GONZALO: Pues si de veras me ama, no será el miedo o temor bastantes a detenella que por todo esto atropella cuando es necesario Amor. Tira una piedra, Ricote. RICOTE: Adiós ya. Ventura va. Una peladilla piedra como la que da Torote. ¡Ah, de la reja! ¿Sois vos la infanta, señora? BLANCA: Sí; mas no, pues no vuelvo en mí. RICOTE: Aquí venimos los dos, el príncipe y el crïado. GONZALO: ¿Qué príncipe? RICOTE: ¿Quiés callar? Que venimos a llevar respuesta de aquel recado. GONZALO: Enredador, ¿de qué rey me has hecho hijo de nuevo? RICOTE: Del de Galicia, y me atrevo a hacerte nieto de un rey. Calla y sirve estos potages; que así tu amor se remedia haciendo en esta comedia diferentes personajes, y habla si has de roballa. GONZALO: Es de manera el temor que tiene a vuestro rigor mi lengua, que tiembla y calla. Sólo sé decir que es cierta mi nueva ventura y vida si como rendís dormida admitís mi amor despierta. Y que si a mi fe leal pagáis con desdén ingrato, lo que hicisteis del retrato haréis del original. Que de estas rejas colgado, siendo verdugo el cordel, de una Anajarte crüel seré un Ifis desdichado. BLANCA: Aunque me impide el amor y me ataja la vergüenza a esforzarme ya comienza, príncipe, vuestro valor. Mi pecho os estima y ama; la voluntad está ciega que mucho entregue su fama a quien el alma le entrega. Con sólo veros recibo contento y gusto doblado; que si enamoráis pintado en vos idolatro vivo. Vuestra soy, negarlo es vano, y pues es cierto mi amor, mi fama, mi ser y honor está puesta en vuestra mano. RICOTE: Dejemos los cumplimientos, y pues hay lugar agora, bajad primero, señora, que se sepan mis intentos. Porque está de nuestra vida la muerte pared en medio. GONZALO: Al fin es ya sin remedio sin vos es muerte la vida. O venid o me matad, o quedad, señora, a Dios. BLANCA: Mal podrá vivir sin vos quien os dio la voluntad. Perdone el mundo tirano que lo contrario dispone el rey, mi hermano. Perdone que lo que aquí pierdo, gano. [.................. -enda] en ir, principe, con vos. RICOTE: Por el hombre, dijo Dios, su padre, madre y hacienda dejar tiene la mujer. BLANCA: Que os he de seguir al fin. RICOTE: La puerta está del jardín abierta, no hay que temer. Con la punta de la daga arranqué la cerradura. BLANCA: Ya bajo. GONZALO: Dio a mi ventura, Amor niño, justa paga. BLANCA: Ya estoy en vuestro poder. GONZALO: Y yo en la gloria mayor que me pudo dar amor. RICOTE: ¡Ofreceos a Lucifer! Dejaos de aquesos requiebros y salgamos de palacio. Os los diréis más despacio; que entre tomillos y enebros [..................... -oso] GONZALO: Dadme aquesa blanca mano, mi doña Blanca, pues gano tal dicha en ser vuestro esposo. BLANCA: Esta palma os da la palma de mi ya rendida fe, pues es justicia que os dé la mano quien os da el alma; mas aunque la mano ofrezco, estoy algo temerosa no estorbe el ser vuestra esposa vuestro deudo y parentesco. Sois hijo de don García, rey de Galicia, mi hermano, y temo daros la mano. RICOTE: ¡Buen temor por vida mía! Para que no te alborote agora ese impedimento, en aquese casamiento o[s] dispensará Ricote. Vamos de aquí.
Salen el REY don Alfonso, disfrazado como de noche y don DIEGO Ordóñez delante
REY: Soy rey mozo y así, don Diego, confieso que soy, aunque rey, travieso. RICOTE: ¡Nuestro gozo está en el pozo! No habéis querido salir de este lugar en una hora hasta que ha venido agora quien nos hará descubrir. Señor, ¿qué habemos de hacer? ¡No más si el cielo me escapa de este peligro. GONZALO: Mi capa, sé, Ricote defender cuánto y más a quien adoro. RICOTE: Mira por tu vida pues, que no nos valdrá después fingirte gitano o moro para librarte de muerte. REY: Vive hacia aquí una mujer que lo es de un mercader y es su belleza de suerte que cual Elena es hermosa, y cual Penélope casta. Ni mi poder la contrasta ni mi persuasión la acosa, y de suerte me aficiona que al mercader le daría por tan bella mercancía no sé si cetro y corona. DIEGO: No creyera jamás yo, señor, que en el mundo hubiera Penélope que dijera a medio sí, de un rey, no. El intento de ésta es claro, pues como tu amor entiende si por Lucrecia se venda es por vender siempre caro. ¿Cómo se llama? REY: Belisa. DIEGO: Volvámonos a palacio que si la olvidas de espacio ella te rogará a prisa. Ellas las lecciones dan. REY: Rondarla quiero; que es ley que quien no sirve por rey, sirva al menos de galán. BLANCA: ¡El rey es, mi hermano! ¡Ay, cielo! ¿Qué he de hacer? GONZALO: No hayas temor; que yo os guardaré. DIEGO: Señor, que suena gente recelo. REY: Dices verdad. Allí están hablando no sé qué gente. Quiero ver si soy valiente una vez, que soy galán. ¡Ah, caballeros! GONZALO: ¿Quién llama? REY: Quien en aquesta ocasión pretende saber quién son. RICOTE: Son dos hombres y una dama. REY: ¿Dama? RICOTE: Dama y cortesana. GONZALO: ¿Quieres callar? RICOTE: No, por Dios. REY: ¿Quién es ella, quién los dos? RICOTE: Ella del rey es hermana. REY: ¿Del rey? DIEGO: ¡Lindo disparate! GONZALO: ¿Qué es lo que dices Ricote? REY: ¿Y ellos, quién son? RICOTE: Don Quijote, y yo soy don Alpargate. REY: ¡Por Dios, que se fisgan de [mí]! Digan, ¿quién es? GONZALO: Un hombre. REY: ¿Cómo se llama?
Echan mano
GONZALO: El Sin Nombre. REY: ¿Sin Nombre se llama? GONZALO: Sí. REY: Pues, quien aun nombre no tiene, no es bien que lleve mujer. O la dama ha de perder o la vida. GONZALO: A prueba [viene]. DIEGO: ¡Dos son! ¡Bien puedo ayudarte! GONZALO: El que Sin Nombre se llama sabe defender su dama. DIEGO: Luz viene por esta parte. GONZALO: Pues huyes, miedo me cobras. REY: ¡Por Dios, que es valiente el hombre! Aunque dice que es Sin Nombre, no diremos que es sin obras.
Vanse el REY y don DIEGO
RICOTE: Ya se han retirado. [Vamos]. ¿No alabas mi habilidad? Hoy con la misma verdad al rey, tu hermano, burlamos. ¿Qué te parece el valor de tu esposo? BLANCA: Que le dan por valiente y por galán el premio Marte y Amor. A Alcides su fuerza igualo. RICOTE: Un don Gonzalo te quiere, que al que agraviar te quisiere, le dará un pasagonzalo.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

El caballero sin nombre, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Jun 2002