LA ADVERSA FORTUNA DE DON BERNARDO DE CABRERA

Antonio Mira de Amescua

Texto basado en varios textos tempranos del LA ADVERSA FORTUNA DE DON BERNARDO DE CABRERA. Fue preparado por Vern Williamsen en el año 1976. El texto base para esta edición es el príncipe, Doce comedias de Lope de Vega Carpio y otros autores, parte veinte y nueve (Huesca: Pedro Blusón, 1634). Luego fue editado en forma electrónica en el año 1986.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


 
Salen don LOPE y LÁZARO, lacayo
LOPE: Las veces que considero del modo que me ha traído la Fortuna, le agradezco que me reserva el jüicio. "Que han de ser los hombres nobles", un sabio romano dijo, "en prosperidad modestos y en la adversidad sufridos". Diráme alguno que yo pocas desdichas he visto, que habiendo nacido pobre en mi mismo estado vivo. Porque solamente aquellos que estado humilde han tenido y que se ven levantados desdichados llama el siglo. Pero yo digo que son de mayor lástima dignos los que jamás en su vida prosperidad han tenido. Aunque se viva edad corta, es mejor haber nacido y en las cosas de fortuna puede decir que es lo mismo. En un tiempo a Zaragoza don Bernardo y yo venimos, decir puedo que la dicha de César truje conmigo. Mas la inconstante Fortuna que en este profundo abismo de la corte le echó a tierra y a mí me trae en bajíos. Cuatro títulos le han dado y en palacio tres oficios, y la Encomienda Mayor y hoy es el hombre más rico que en Zaragoza conocen. Mañana a ser su padrino llega el Príncipe don Juan que tanto el Rey le ha querido que con su hermana le casa. Sabe Dios que no le envidio sino que en su bien me alegro, porque en efecto es mi amigo. Él gobierna aquestos reinos tan amado y tan bien quisto, que todos al Rey bendicen porque su corte le hizo. Y a mí, que en las dos batallas, como la fama habrá dicho, desde el Ebro hasta el Danubio, desde el Bétis al Calixto, hice en servicio del Rey cosas que no se han escrito de Anibal ni de Escipión, César, Alejandro y Pirro. Nunca el Rey merced me ha hecho, sordo ha estado a mis servicios. Traidor y loco me llama cuando mercedes le pido. Entre aquestas desventuras una dueña que maldigo muchas veces me ha engañado con amor pienso que ha sido. Ella, en nombre de la Infanta muchos papeles me ha escrito, muchos favores me ha dado aquí al sereno y al frío. Al fin, los seis mil ducados que darme Cabrera quiso cogió el huésped y por deudas casi andamos fugitivos. Éste es, Lázaro, el estado en que en la corte vivimos: yo y el dichoso Almirante bien contrario y bien distinto. Al fin, estoy sin dineros con sólo aqueste vestido viejo, pobre y desdichado. LÁZARO: ¿Monda nísperos el mío? El primer sastre del mundo me dijeron que lo hizo. No perdiera por añejo a ser queso o a ser vino. Tal está, que andaré presto en carnes como Cupido, y diré que soy yo Eva que vengo del paraíso. También pudiera contar mis desgracias y peligros. Muchos son; pero yo callo. LOPE: ¿Por qué? LÁZARO: Porque no los digo. Si tú imaginas, señor, hacerte fraile benito, yo de mala gana ayuno y mis carnes disciplino. Fray Lázaro no es buen nombre, ni es bien regalo el cilicio; basta que aquí y en la guerra andamos tripivacíos. Tu amigo es el Almirante; así, señor, te suplico que en su servicio me dejes en pago de mi servicio. LOPE: Harélo de buena gana. LÁZARO: Tus pies beso, aunque no limpios, y vivas más de dos ciervos y cuatro cuervos marinos. Pero si la vida es tal, ningún bien yo te encamino, que el hombre pobre y honrado muere el tiempo que ha vivido. Pero, pregunto yo agora, ¿por qué al parque venimos esta noche de San Juan? ¿Hay otra de ochenta y cinco que por niña se te venda? LOPE: Yo diré a lo que he venido. Esta segunda Medea un tierno papel me ha escrito. Dice que venga esta noche porque quiere darme aviso de mis negocios, y quiere que yo sea su marido. Yo, que procuro venganza de las burlas que me hizo, pienso dejarla burlada si algunas joyas le quito. LÁZARO: ¿Y es bien hecho eso, Fray Lope? Casi huele a latrocinio; no lo mandará en su regla nuestro padre San Benito. LOPE: Moriré si no me vengo.
Suena ruido dentro
¿Qué será aqueste rüido? LÁZARO: Como es noche de San Juan van con músicas al río. LOPE: Esperemos, mientras pasan en sus márgenes floridos. LÁZARO: De buena gana lo hiciera a ser márgenes de vino. Aquí estaremos mejor.
Pónense a un lado y salen al balcón LEONIDA y DOROTEA
DOROTEA: No son cincuenta mis años, que a celos y desengaños me tiene vieja el amor. Muchos maridos me dan, y aunque todos buenos son, quise hacer la devoción de la noche de San Juan. Éstos que habemos trazado en mi niñez se decía, y del nombre que se oía venía a ser el desposado. LEONIDA: ¿Y es cierto? DOROTEA: Sin falta alguna. Oigamos; buen fin aguardo. LEONIDA: ¡Oh, quién oyera a "Bernardo"! DOROTEA: ¡Quién oyera Lope o Luna!
Salen don RAMÓN, don TIBURCIO y LISARDO, MÚSICO, tañendo y cantando
RAMÓN: Callen, oigan, atención. Haciendo, pienso que están la devoción de San Juan ésas. Démosles picón. TIBURCIO: ¿Cómo? RAMÓN: Diciéndolas nombres extraordinarios y cosas que las dejen temorosas. LEONIDA: Escucha, que suenan hombres. TIBURCIO: El Sofí y el Tamorlán. LISARDO: El Gran Turco podrá ser. Nunca será su mujer. DOROTEA: ¡Mala pascua y mal San Juan te dé Dios! RAMÓN: Esos deseos nunca se verán logrados. TIBURCIO: Para nadie están guardados, señora, tus ojos feos. LEONIDA: Desengañadas estamos. LISARDO: Eso no, será imposible.
Vase LISARDO
TIBURCIO: El Ebro corre apacible. RAMÓN: A los barcos vamos. TODOS: ¡Vamos!
Vanse los hombres
LEONIDA: No es devoción buena, a fe. DOROTEA: Ninguna, no, bien me dice, y treinta veces la hice después que viuda quedé.
Salen a otro balcón VIOLANTE y LEONORA
LEONORA: ¿Por qué espera al Almirante vuestra alteza, si mañana se ha de casar? VIOLANTE: Tengo gana de hablarle aquí como amante, que dicen que suele ser conversación más gustosa y para la de su esposa mil siglos podrá tener. Demás que quiero tratar cosas que importantes siento para nuestro casamiento. LÁZARO: En el balcón siento hablar.
Salgan los que pudieren tañendo y cantando, y LISARDO
MÚSICOS: "Las olas del Ebro llenas de oro van en la noche alegre del señor San Juan. Barcos enramados de verde arrayán rompen en el Ebro líquido cristal. Abundan las damas que en la puente están en la noche alegre del señor San Juan." LEONORA: Si ha venido el Almirante ya le tendrán enfadado éstos que aquí se han parado. VIOLANTE: Ellos pasarán adelante.
Salen don BERNARDO y ROBERTO, de noche
BERNARDO: La Infanta manda que en esta parte a visitarla venga para que viéndola tenga vísperas la grande fiesta. De mañana, ¡ah, dueño mío, qué favores manifiestos me dan! ¿Quién serán aquéstos? ROBERTO: Músicos que van al río. MÚSICOS: "Ebro corre aprisa por llegar al mar, porque el bien y el agua no saben parar. Que alegres cosas trocadas están en la noche alegre del señor San Juan." BERNARDO: Roberto, dos versos de aqueste cantar, "porque el bien y el agua no saben parar", me han dado gran pena. ROBERTO: ¿En agüeros das en la noche alegre del señor San Juan? BERNARDO: Fingidas sirenas que cantando estáis mudanzas del tiempo, Dios os haga mal. Las obsequias vuestras, cual cisnes, cantad en la noche alegre del señor San Juan. Después volveremos; vamos a rondar.
Vanse don BERNARDO y ROBERTO
LÁZARO: A cantar porfían. ¡Cómo cantan mal! LOPE: Diles que se vayan. LÁZARO: Váyanse a cantar en la noche alegre del señor San Juan, otro poco al río. LISARDO: Calle el ganapán. Porque algún cobarde lo quiere estorbar. LOPE: ¡Vive Dios, villanos, que os haga callar! LÁZARO: En la noche alegre del señor San Juan. LISARDO: Miente quien llama villanos a los que estamos aquí. LOPE: ¡Oh, traidor! ¿Mentís a mí? Muerte os darán estas manos. LISARDO: ¡Vive Dios, que es un león! Irémonos retirando. LOPE: Noble soy, que voy buscando mi honrada satisfacción.
Vanse huyendo los MÚSICOS
LEONORA: ¿Quién es hombre tan gallardo que pueda atreverse a tantos? VIOLANTE: ¿Quién puede reñir con tantos que no sea don Bernardo? Echarlos quiso de aquí como estorbaban. LEONORA: Él es. Voces daré. VIOLANTE: No las des, que él sabrá volver por mí. LEONORA: Pasemos a otras ventanas para verle acuchillar. VIOLANTE: Bastábame a enamorar con sus fuerzas más que humanas.
Quítanse del balcón y sale LISARDO, herido
LISARDO: Mortalmente estoy herido. Quien mal hace, mal recibe, y mal muere quien mal vive.
Cáese muerto. Salen don BERNARDO y ROBERTO
BERNARDO: Ya las músicas se han ido. Una señal hacer quiero que la Infanta me ha ordenado. ¡Jesús! ¿En qué he tropezado? ROBERTO: Ya tenemos otro agüero. BERNARDO: Un hombre muerto está aquí. ROBERTO: Sin duda que aquel rüido fue pendencia o caso ha sido. BERNARDO: Claro está que no es por mí. Sácale en brazos, Roberto, del parque, porque después a enterrar le llevaréis. ROBERTO: Es una torre este muerto. BERNARDO: Aquí te espero, arrimado a esta pared de la huerta.
Tómale ROBERTO en brazos y llévale
ROBERTO: En el umbral de esta puerta le pienso dejar echado.
Suenan golpes dentro junto a él (BERNARDO), como que cae alguna cosa
BERNARDO: ¡Válgame Dios! La pared a dó me arrimé se cae. Misterios secretos hay. En tal caso, detened, cielos, vuestras profecías.
Vuelve ROBERTO
ROBERTO: Vuélvete esta noche a casa; que a quien mañana se casa, sobrarán noches y días. BERNARDO: ¡Ay, Roberto! Si se advierte, la humana dicha es tan poco que entre la taza y la boca se suele esconder la muerte. La ocasión es desigual y vuela si no se toma. Por esperar perdió a Roma el africano Anibal. Jerjes se perdió, arrogante, por esperar a otro día. La angélica jerarquía se condenó en un instante. No dio la nación romana sustento a cuervo jamás sólo porque dice "cras", que quiere decir mañana. Torres que dejan el viento con chapiteles extraños, tardan en crecer cien años y cáense en un momento. Este tiempo que ha de haber hasta la mañana clara, para subir no bastara y basta para caer. En la Infanta, ¿qué esperanza, ni en el tiempo, he de tener, si del tiempo y la mujer ha nacido la mudanza? ROBERTO: Nadie parece, señor al balcón. BERNARDO: ¡Desdicha mía! ¡Oh, si ya rompiese el día la noche de mi temor! Vámonos. ROBERTO: Eso me alegra. BERNARDO: La suerte está echada ya. Amor, mañana saldrá. ¡Quiera Dios no salga negra!
Vanse. Salen VIOLANTE y LEONORA al balcón
LEONORA: Hasta la puente han hüido y ya vuelve el vencedor. VIOLANTE: Matado me ha a mí de amor. ¡Plega a Dios que no esté herido!
Salen don LOPE y LÁZARO
LÁZARO: Honradamente reñí con cuatro y, a ser de día jigote de ellos hacía. LOPE: Luego, ¿hallástele allí? LÁZARO: Bueno, a fe; ¿de quién huyeron? LOPE: Sólo la vaina perdí. Vete, Lázaro, de aquí por si alguno conocieron. LÁZARO: Yo me iré de buena gana; mas Lázaro te aconseja que estafes algo a la vieja si quieres comer mañana.
Vase LÁZARO
LOPE: ¡Ah, de arriba! LEONORA: Ya ha llegado el que tu alteza desea. LOPE: (En vela está Dorotea). Aparte VIOLANTE: ¿Quién es? LOPE: El que habéis llamado, por un papel, vuestro esposo. VIOLANTE: Es él; desciéndele a abrir. Esperad.
Bajan y quítanse del balcón
LOPE: Podré decir, señora, que estoy gozoso. Aquí soñé [a] veces un tesoro, que amarlo pude yo, no merecello; jacinto y cristal cándido y bello, perlas, rubíes y madejas de oro. Los ojos de la Infanta a quien adoro, los labios encendidos, el cabello, dientes menudos, torneado el cuello, que organiza una voz de ángel sonoro. La riqueza era mucha, yo su dueño, y en medio de esta buena suerte rompió el gallo la voz del león temido. ¡Oh, nunca despertara de este sueño! Que es un engaño regalada muerte, y el desengaño desdichada vida. (Una puerta abren pequeña). Aparte
Sale LEONORA a la puerta
LEONORA: Entrad, señor, sin cuidado. LOPE: (Según soy de desgraciado, Aparte me ha de cazar esta dueña). LEONORA: No temáis. LOPE: (Si está mi vida Aparte para algún bien conservada, plegue a Dios que tal entrada tenga próspera salida).
Vanse. Sale VIOLANTE
VIOLANTE: Cuando de casarme trato, no es el hablar deshonor, y así quiero que al recato de mi estado hurte Amor a este alegre noche un rato.
Sale LEONORA por otra parte
LEONORA: Ya está aquí arriba. VIOLANTE: Prometo, que el corazón está inquieto. Luces trae, y estaré aquí. que, aunque esposo, tendrá así más decoro y más respeto.
Entra LEONORA por velas y sale don LOPE
VIOLANTE: Dueño del alma, que ausente de ti el amor lisonjero hace que esté en vos presente, daros un abrazo quiero. ¿Venís herido? LOPE: Detente;
Abrázale VIOLANTE y sale LEONORA con velas
que el respeto guardas mal así al palacio real como a tu misma persona [.... -ona] que no imaginaba tal. VIOLANTE: ¿Qué hombre es éste? ¿Éste es cautela? LOPE: El que al balcón ha llamado. VIOLANTE: (Soy dormida centinela, Aparte y el enemigo se ha entrado al fuerte donde la vela). ¿Quién eres, hombre? ¿Quién? Di. LOPE: Si preguntaras quién fui, un desdichado dijera; pero ya estoy de manera que a veces no sé de mí. Dicen que hay hombres a quien dormidos sucede andar, hablar y reñir también, y éstos suelen despertar cuando algunas luces ven. Este letargo. ¡oh, ventura!, me ha dado mi desventura, pues trae un sueño incierto aquesta noche, y despierto a la luz de tu hermosura. VIOLANTE: ¿A qué has venido? LOPE: A morir. VIOLANTE: ¿Quién te trajo? LOPE: Mi desdicha. VIOLANTE: ¿Qué oficio tienes? LOPE: Sufrir. VIOLANTE: ¿Qué vas buscando? LOPE: La dicha. VIOLANTE: ¿De quién huyes? LOPE: Del vivir. VIOLANTE: Luego, ¿estás desesperado? LOPE: Del bien humano lo estoy. VIOLANTE: ¿Loco estás? LOPE: De enamorado. VIOLANTE: ¿Eres noble? LOPE: Noble soy, tanto como desdichado. VIOLANTE: ¿Eres desdichado? LOPE: Sí, desde el día en que nací, pues con hallar tu hermosura, que en otro fuera ventura, ha sido desdicha en mí. VIOLANTE: ¿Desdicha? Di de qué suerte. LOPE: Porque temo tus enojos y temo también el verte, que en tus manos y en tus ojos está dos veces mi muerte. VIOLANTE: ¿Luego estás enamorado? LOPE: Tanto como desdichado, que no sé cuál es mayor o mi desdicha o mi amor. VIOLANTE: ¿Cómo subiste? LOPE: Engañado. Cierto engaño, cierta duda me trae. Si está enojada, la piedad del pecho muda; mátame con esta espada. VIOLANTE: ¿Cómo la tienes desnuda? LOPE: Mientras que se puede estar en la vaina, ampara y honra y sólo para guardar vida, amigo, hacienda y honra la vaina se ha de quitar. Perdíla por no perder mi honor, que adelante pasa; que la espada y la mujer no deben salir de casa si honradas no han de volver. VIOLANTE: Dime, Leonora, ¿qué haré? LEONORA: Que se vaya. VIOLANTE: Lo abracé. Ha de morir; llama gente. LEONORA: Ten lástima, que es valiente como un César. VIOLANTE: Sí es, a fe. ¿Quién esas señas te dio? LOPE: A nadie la culpa des. Cierta mujer me engañó de tu palacio. VIOLANTE: ¿Quién es? LOPE: No puedo decirlo yo. Acusar es de hombre vil; el callar es fortaleza, y así, a la lengua sutil la encerró naturaleza con cadenas de marfil. Lo que ella una vez hirió tarde sana y siempre duele. Por título se nos dio, que ella siempre decir suele si su dueño es noble o no. VIOLANTE: ¿En efecto eres callado? LOPE: Tanto como desdichado. VIOLANTE: Para que cuentes gozoso que una vez fuiste dichoso, libre vas. LOPE: Voy admirado. Tu piedad al mundo asombre. VIOLANTE: ¿Cómo tu nombre no dices? Di tu nombre. LOPE: Es bien que el hombre con temores infelices calle de noche su nombre. Tiéneme el Rey odio fuerte, y moriré sin remedio. Venid, desdichada suerte, que sólo un hombre está en medio de mi vida y de mi muerte.
Vase don LOPE
LEONORA: ¿Hay suceso semejante? VIOLANTE: Encantado es este amante. LEONORA ¿Quién tanta aventura vio? VIOLANTE: A este hombre he visto yo hablar con el Almirante. En mi papel ha leído, que iba de favores lleno; callar mi amor no ha sabido. Quien para amante no es bueno, no es bueno para marido. Muchas veces le decía que me sirviese, que amor, aunque honesto, le tenía. (Y él, por servir a Leonor, Aparte fingió que no me entendía. De esto y ver que no ha venido esta noche, he colegido que es soberbio e indiscreto [...... -eto] y que a Leonora ha querido). Dijo una sabia mujer que en el marido ha de haber cuatro ces, si bien me acuerdo, casero, callado y cuerdo, y continente ha de ser. Y en el amante perfeto, que a su dama no hace agravio, cuatro eses, que es: secreto, solo, solícito y sabio tiene de ser en efeto. Y con razón he argüido que si el ingrato Almirante esta noche no ha tenido las cuatro letras de amante no tendrá las de marido. ¡Por vida del Rey mi hermano! Que no ha de darme jamás su falsa y soberbia mano. LEONORA: ¿Amas? VIOLANTE: Sí. LEONORA: Tú jurarás la vida del Rey en vano. VIOLANTE: En la mujer es violento amor, derríbalo el viento y el enemigo peor es la mujer que el amor trocó en aborrecimiento. No ama bien un ofendido; agravio y no amor se nombre el suyo, pues causa ha sido de que yo abrazase a un hombre que no ha de ser mi marido pero morirá si sé quién es. LEONORA: ¿Y si noble fue? VIOLANTE: Trocaré quizá el rigor por los brazos del favor con que al Conde levanté. (Ya mis favores no estima, Aparte sólo por Leonor me trueca, ella es el ser que me anima como hiedra fue, que sea el árbol donde se arrima. Como se ve levantado del Rey a tan alto estado, de puro desvanecido pequeños le han parecido los favores que le he dado.
Vanse. Sale don BERNARDO, vestido de gala
BERNARDO: En hora muy dichosa la noche huyendo va del alba hermosa. Tú eres, claro día, vida del hombre; que en la noche fría, en sueño o en engaño muerto está el hombre la mitad del año. Tú, sol, cuyos reflejos se miran como en lúcidos espejos en el cándido hielo del mar y en el cristal del nuevo cielo, que, a no eclipsarte, pienso que el mundo te llamara dios inmenso, en hora buena vengas. Tú luz serena sin prestarla tengas; no te hurten alguna los planetas, imágenes y luna; mas no será luz rica si a diez esferas no se comunica. Éste es el claro día que tanto ha deseado el alma mía. Dadme plumas y galas, que a ser de Fénix las doradas alas, dejara su hermosura, que fue raro mi amor y mi ventura. No hay gusto semejante al mío hoy si me dan a Violante. Galán no seré cuerdo si la modestia y la razón no pierdo. [Yo] su deidad invoco; vestidme galas, que me vuelvo loco.
Salen don LOPE y LÁZARO
LOPE: Vuestro casamiento sea muy en hora buena, Conde. El amor manda que os vea antes de partirme. BERNARDO: ¿Adónde? LOPE: A un convento de mi aldea. No consiente el mar salado un cuerpo muerto y helado; luego le arroja de sí, y la corte lo hace así con el pobre y desdichado. Echarme de sí procura, que sufrir no puede el peso de mi mucha desventura, y en mí cualquiera suceso es delito o es locura. Si el Rey está deseando culpa en mí que castigar, dos me están amenazando, que la menor es moral. [Le] maté a un músico. BERNARDO: ¿Cuándo? LOPE: Anoche. BERNARDO: ¿Por qué le has muerto? LOPE: Desmintióme. BERNARDO: ¿Saben cierto que eres tú? LOPE: Nadie lo sabe; mas, ¿qué culpa, leve o grave, del que es pobre se ha encubierto? ¡Qué diferencia que hacen la fortuna mala o buena! Unos tan dichosos nacen que nunca tuvieron pena. Otros hay que se deshacen; tienen ventura, y después caen otros, y al revés, que suben tras la caída. Y otros que toda su vida llena de desgracias es. De aquesta clase primera es y será siempre sólo don Bernardo de Cabrera, y yo soy el otro polo porque estoy en la postrera. Dijo un sabio que consigo iban sus bienes. Yo digo, según desdichado soy, que adondequiera que voy llevo mis males conmigo. BERNARDO: Si hizo naturaleza común toda la riqueza al principio, y la amistad guarda siempre esta igualdad, ni es desdicha ni es pobreza, don Lope, la que tenéis. En mí os da vuestra fortuna esta riqueza que veis. Sol seré de vuestra luna, tomad la luz que queréis. LOPE: Tanto, señor, me habéís dado que olvidarlo determino, y hoy vengo necesitado para hacer este camino de algún dinero prestado. BERNARDO: Prestado decir sería contra mi honor y mi fama, si no fuera profecía porque prestado se llama lo que se vuelve otro día. Pudiera estar agraviado de que me pidáis prestado lo que es vuestro. Mal colijo que en eso el cielo me dijo la mudanza de mi estado. Ya vendrá ocasión alguna, pero el sol se ha de poner para que salga la luna, y en haberos menester será varia la Fortuna. De este bolsillo y cadena os hago depositario, y alguna vez será buena, que viene en el mundo vario tras de la gloria la pena; tempestad tras la bonanza, tras el sol la noche fría, la muerte a la vida alcanza, y quizá vendrá algún día caída tras mi privanza. LOPE: No os pedí, Almirante, dado, porque pedir al honrado de cualquier modo avergüenza y el velo de la vergüenza es el nombre de prestado. No colijáis de mis labios que se han de trocar las suertes, ni pronostiquéis agravios, que el temor no es de hombre fuertes ni el agüero de hombres sabios. Antes el estado mío en que agora os pone Dios es firme, y así os suplico que os sirva Lázaro a vos. BERNARDO: La vez que le comunico gozo de él en hora buena. LÁZARO: Nunca la ventura tarda a quien el cielo la ordena.
Besa LÁZARO a don BERNARDO la mano, y sale ROBERTO
ROBERTO: El capitán de la guarda te busca. LOPE: ¡Cierta es mi pena! Ya la Fortuna me embiste con su poder y turbado el pensamiento resiste. BERNARDO: ¿Y es la culpa? LOPE: Haberme hallado la Infanta en su cuarto. ¡Ay, triste! Que razón el Rey tendrá, hoy las desdichas compiten con este pobre, que ya sólo tiene que le quiten la vida que Dios le da. Enojóse; muera pues, y así igual ,mi poder es, porque es Rey, que en paz y en guerra no cabe en toda la tierra, muerto cabe en siete pies. Así igualará mi suerte la del Rey, porque en la muerte no hay cosa que no me sobre; uno son el rico y pobre, rey, vasallo, flaco y fuerte.
Sale el CAPITÁN de la guarda
CAPITÁN: El Rey, mi señor, os llama y está esperando. LOPE: Sin duda que hoy mi sangre se derrama. BERNARDO: No será, si no se muda la vida de ésta que os ama. Luego voy. (Alegre día, Aparte ¿cómo me turbas así? Dejar las galas querría; puede el sentimiento en mí más que mi propia alegría).
Vanse el CAPITÁN, don LOPE y don BERNARDO
LÁZARO: Como culebra he dejado el pellejo desgraciado; hoy convalezco del mal y salgo del hospital de un amo tan desdichado. Si los dones honras son en el mundo fanfarrón, "don Lázaro don" me llamo; puedo tener con tal amo atrás y adelante "don".
Vase. Salen el REY, la Infanta y el conde de RIBAGORZA
REY: Para solemnidad del casamiento del hombre que más quiero en este mundo. que es don Bernardo de Cabrera, se haga sin las fiestas del reino y cortesanos, máscaras y saraos, cañas, torneos. Que para mí será cosa de gusto y es conocer al hombre más valiente que España tiene y menos venturoso. Es don Lope de Luna, cuyos hechos supe tan tarde que se está sin premio. En Zaragoza está y le han llamado porque quiero pagarle, que es justicia que los reyes a Dios nos parezcamos en hacer las mercedes, levantando la virtud de los hombres, que los reyes se diferencien de los otros hombres en ser [más] liberales. Alejandro un día que merced no había hecho dijo que no fue rey en aquel día. VIOLANTE: En extremos, señor, verle deseo y en cuanto al casamiento de Cabrera, a tu real majestad suplico ahora se deje o se dilate, porque importa. REY: ¿Qué novedad es ésta? VIOLANTE: No es pequeña, prometo, la ocasión. REY: Mira, Violante, que quiero tiernamente al Almirante. VIOLANTE: No es bien que prefiriera al amor propio al amor del vasallo. No repares en la palabra que le tienes dada ni en la publicidad del casamiento; que de hombres sabios es mudar consejo y no han de ser los reyes como ríos. REY: ¿Qué atrás puedo volver el curso humano? ¡Por mi vida!, que diga vuestra alteza la ocasión que le mueve, y si es enojo, por hacerme merced, de él se divierta. VIOLANTE: La humana voluntad es como cera; varias formas se imprimen y se borran en ella fácilmente. El gusto es vario y más en la mujer; lo que hoy desea aborrece mañana, y otro día lo que dejó otra vez estima y quiere. Ocasiones me ha dado el Almirante de que a tu majestad pida y suplique que cese el casamiento por agora. Ni a tu casa está bien que el que ayer era un escudero pobre, levantado del favor de un rey, hoy sea su hermano. Tu majestad sabrá si razón tengo. REY: Siempre he estimado tu gusto, [Violante]. Conde. RIBAGORZA: ¿Señor? REY: Al Príncipe se avise que entre de noche; cesen ya la fiestas; las galas y libreas que se bordan aprisa en el estado que estuvieren cesen. RIBAGORZA: ¡[Qué] novedad extraña es ésta! REY: Contra tu gusto yo no quiero fiesta.
Salen don LOPE y el CAPITÁN
CAPITÁN: Don Lope está aquí ya. LOPE: (De temor lleno). Aparte REY: En buen hora vengáis, don Lope amigo; escudo de Aragón y Cataluña, blasón de mi corona. LOPE: (¿Qué milagros Aparte son éstos, oh, Fortuna?) REY: Vuestros brazos quiero en los míos. LOPE: (Siéntome turbado. Aparte No puedo responder). REY: Besad la mano a la Infanta mi hermana. LOPE: (Apenas creo Aparte estos sucesos que en mi vida veo).
Don LOPE besa la mano a la Infanta
VIOLANTE: [..... vos.] Ya he visto el que el mundo alaba. (Ver dos hombres deseaba, Aparte y en uno he visto los dos: el que no tiene segundo, el que se atreve. ¡El que llama al balcón, grande es su fama! Con las alas cubre el mundo). LOPE: No sé si valor habrá para pedir yo la mano. VIOLANTE: Quien los brazos de mi hermano se atreve, que sí tendrá.
Don LOPE de rodillas
LOPE: Si queda en tu pecho sabio ira, el castigo detén; que no ha perdonado bien quien se acuerda del agravio. Si mi culpa has referido, mira que es buena señal [..... -al] de que estoy arrepentido. Subí a tu cuarto engañado, y no sé cómo haya sido que pecó en haber subido quien está tan derribado. VIOLANTE: ¿A quién servís de mis damas? LOPE: A ninguna sirvo, aunque amo; que estoy tan pobre, que a un amo servir pudiera. VIOLANTE: ¿A quién amas? LOPE: Sólo a ti he tenido amor. Desde que te vi te adoro; que el sol con sus rayos de oro alumbra al rey y al pastor. Y siendo sol tu hermosura. iguales rayos ha dado al humilde y desdichado como al grande y con ventura. No hay riqueza que no sobre a Amor desnudo y sin galas, y a veces deja estas salas y se va a casa de un pobre. Si a todos puede igualar Naturaleza en morir y nacer, puedo decir que también en el amor. Amar pueden un sujeto, un villano, un pobre, un rey como no exceda la ley del amor y del respeto. VIOLANTE: ¿Quién te engañó en causa mía? [Dime quién te enamoraba]. LOPE: Cierta dama me burlaba y en tu nombre me escribía. VIOLANTE: ¿Luego eres tú el que unos celos me pidió? LOPE: Mi engaño ha sido pensar que estaba querido de los ojos de estos cielos. VIOLANTE: ¿Desengañado amas? LOPE: Sí; que me pasa en este amor lo que a un paje que un doctor sanó de un gran frenesí. No le agradeció la cura porque alegaba que, sano, era un pobre cortesano siendo un rey en la locura. Yo en mis desengaños pierdo la luz que tus ojos dan. Loco he sido y su galán; ya es imposible ser cuerdo; porque es fuerza que te quiera por mi Infanta y mi señora, y porque tu rostro adora don Bernardo de Cabrera. VIOLANTE: Yo sabré quién es la dama y castigaré su culpa. LOPE: Piensa que amor la disculpa. VIOLANTE: Disculpada está si os ama, soldado fuerte y bizarro. (Aunque Infanta, soy mujer. Aparte Yo lo mismo pienso hacer que el artífice en el barro. Salió a disgusto un amante; quebrarle pienso y formar otro que me sepa amar y servir de aquí adelante. Si el Rey a Cabrera tuvo amor, con buena fortuna, luz he de dar a esta luna que hasta aquí eclipsada estuvo). Levántate. LOPE: Por consuelo podré, señora, tomar que así mandes levantar a quien está por el suelo. VIOLANTE: Quien tiene tus pensamientos, no ha menester fuerzas mías. LOPE: Amorosas fantasías torres fundan sobre vientos. REY: ¿Qué tratáis? VIOLANTE: Cosas de guerra. [...... -al.] En efecto, ¿al general mataste en su misma tierra? REY: Es valiente caballero. VIOLANTE: Y ya de justicia pasa que le ocupes en tu casa. REY: Sírveme de camarero, y escoge un hábito. LOPE: Beso pies de Rey que honrarnos sabe. REY: Hazle luego dar la llave. LOPE: (Loco voy de tal suceso). Aparte VIOLANTE: (Hoy sale del pecho mío Aparte Cabrera, y amor me ofrece Luna que crecer merece para llenar el vacío. Favor o muerte, conviene darle su bien o su mal o ha de borrar la señal de aquel abrazo que tiene). REY: ¿Piensa casarse tu alteza? VIOLANTE: Señor, no. REY: ¡Extraña mudanza! Mas, ¿qué mujer no lo alcanza por propia naturaleza?
Sale don BERNARDO
BERNARDO: (¿Qué tenéis, alma cobarde? Aparte ¿Qué novedades son éstas? ¿Qué no se hacen las fiestas ni entra el Príncipe esta tarde? El palacio está suspenso, el vulgo maravillado, [y] yo confuso y turbado, quimeras no alegres pienso. El Rey me mira; sospecho que está triste y con enojos, que el Rey descubre en los ojos el odio o el amor del pecho. La cara del Rey es luna que nunca está en un estado, y espejo en que ve el crïado su buena o mala fortuna). REY: (Ya el Almirante ha sabido Aparte la mudanza de la Infanta, porque su tristeza es tanta que el alma me ha enternecido. ¿Qué le podré responder para no darle pesar?) BERNARDO: (Animo, quiero llegar, Aparte que a nadie dañó el saber). ¿Vuestra majestad está bueno? ¿Qué tiene, señor? REY: (Lágrimas vierto de amor). Aparte La Infanta te lo dirá.
Vase el REY
BERNARDO: (Largo pienso que ha de ser Aparte mi pleito, pues se remite). Pueda yo si se permite, de vuestra alteza saber qué tristeza o suspensión es ésta. VIOLANTE: La que merece quien a su rey no agradece la merced y la afición.
Vase la Infanta
BERNARDO: En cobro puedo poner la vida desde este día, porque esta máquina mía hace señal de caer. Ya el mundo hace su oficio. Habló el Rey con aspereza. Por una piedra se empieza a asolar un edificio. Mundo vario, indiferente, no sé en ti cuál es mejor: tener grandeza y valor o vivir humildemente. El que no tiene envidioso vive en pobre y bajo estado, y el hombre que es envidiado tiene estado peligroso. En el bajo y pobre hoy no hubiera desdicha tanta. ¡Ingrato yo, bella Infanta! Mal me haga Dios si tal soy. Si subí, no es de admirar. Bajé al centro que es el suelo porque solamente al cielo suben para no bajar. ¿Qué envidioso cruel redujo al Rey a tanta mudanza? Como el mar es la privanza que tiene flujo y reflujo; crece en uno, en otro mengua. La envidia con ella lidia y como es mujer la envidia tiene por armas la lengua. Tanta desdicha y pasión como el carecer de amigos es el tener enemigos y no conocer quién son. Hay envidias insufribles como el alma es el privado, que envidian su buen estado enemigos invencibles. Subí, declinando voy. Cansóse quien me levanta. ¡Ingrato yo, bella Infanta! ¡Mal me haga Dios si tal soy!
Salen ROBERTO y LÁZARO
ROBERTO: Albricias nos puedes dar, que es don Lope... BERNARDO: ¿No está preso? ROBERTO: Camarero es del Rey. BERNARDO: Eso me pudiera consolar. No me caso, amigos, ya; la torre que he levantado se ha estremecido y temblado, señal que firme no está. Día claro y tierra fui, sol el Rey y su luz una; púsose en medio la luna y él se eclipsa para mí. Sólo Dios, que es soberano, tiene grandeza infinita, cuanto da a ninguno quita; mas cuando da el rey humano como no es igual a Dios, a uno quita, a otro da. La luna ha salido ya y no hay luz para los dos. De esta sombra, juego o nada hoy me quiero levantar, porque así pienso dejar a la Fortuna picada. De Osuna, Módica y Vas soy Conde, y el mar que brama hoy su Almirante me llama; ya no puedo subir más. Ganancia tengo y así es bien burlarme con ella de la Fortuna, antes que ella se venga a burlar de mí. De servir pienso dejar al Rey; pienso lo que pasa. Volverme quiero a mi casa; seguidme.
ROBERTO dice de rodillas
ROBERTO: Te he de dejar. Licencia pido. BERNARDO: Ésa doy. LÁZARO: Yo he de seguirte. BERNARDO: Levanta. (¡Ingrato yo, bella Infanta! Aparte Mal me haga Dios si tal soy).
Vase don BERNARDO
ROBERTO: Si a don Lope a servir llego, la misma será mi dicha. LÁZARO: Como tiña es mi desdicha, que yo a mis amos la pego. Desde aquí me quito el don; poco caballero fui, que está de Dios que nací para Lázaro Obregón.
Vanse

FIN DEL PRIMER ACTO

La adversa fortuna de don Bernardo de Cabrera, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002