JORNADA TERCERA


Suenan chirimías, y salen NINO, ARSIDAS, gente, y CHATO
UNO: ¡Viva Semíramis bella! Dentro OTROS: ¡Viva del Asia el asombro! Dentro TODOS: ¡Viva la que dio la vida Dentro a nuestro Rey generoso! ARSIDAS: Ya Semíramis e Irene vuelven a palacio. NINO: Loco de contento estoy al ver su nombre aplaudido. CHATO: Todos estamos acá, pardiez. UNO: ¡Tonto! ¿Cómo de ese modo... CHATO: Pues para entrar donde quiera, ¿qué más hay que hacerse tonto? Crïado de Semíramis so, y sabiendo que vos proprio acá mi ama os traéis, vengo, voy, ¿qué hago? Tomo y véngome acá también, o por esto o por estotro. NINO: Éste es un simple villano que desde Ascalón conozco; pues que Semíramis dél gusta, mandarás, Andronio, que le vistan de otra suerte; no ande aquí en traje tan tosco. CHATO: Vestida tengas el alma a penas de purgatorio. Entra, Mandroño, a vestir el soldado. UNO: De aquí a poco. TODOS: ¡Viva la que dio la vida Dentro a nuestro rey generoso! ARSIDAS: Ya la música otra vez suena, y ya se apean.
Vuelven a tocar, y salen SEMÍRAMIS e IRENE con muchas galas y damas
NINO: Dichoso yo, que merecí adorar dos beldades en un solio, dos soles en una esfera y dos diosas en un trono. SEMÍRAMIS: Más dichosa es quien de vos tuvo aplausos tan heroicos. CHATO: (¿Quién no dirá que mi ama Aparte siempre trajo aquel adorno? Pues yo me acuerdo de cuando eran pellejos de un lobo. Pero ¡cómo esas pellejas vemos hoy cubiertas de oro!) NINO: ¿Qué te ha parecido, hermosa Semíramis, bello monstruo de Asia, a cuyos rayos son tibios los rayos de Apolo, de la famosa ciudad de Nínive, del adorno de sus muros y sus calles, y comercio populoso? SEMÍRAMIS: Sí he visto, señor, y tengo de decir la verdad; todo cuanto hasta ahora he visto en ella... NINO: ¿Qué? SEMÍRAMIS: ...me ha parecido poco; mas no me espanto, porque objeto es más anchuroso el de la imaginación que el objeto de los ojos. Imaginaba yo que eran los muros más suntüosos, los edificios más grandes, los palacios más heroicos, los templos más eminentes y todo, en fin, más famoso. CHATO: (Tan loco nos venga el año Aparte cuando siembre mis rastrojos.) IRENE: En las entrañas nacida de un monte, en el seno bronco de unos peñascos crïada, ¿ánimo tan generoso y espíritu tan altivo engendraste? SEMÍRAMIS: Sí; que como pude allí discurrir mucho, no me contenté con poco. IRENE: Entra, pues, en mis jardines a ver si, ufanos y hermosos, te agradan. (Mas ¡qué cansada Aparte voy, no de mis celos solos, sino de haber oído tantos desvanecimientos locos!)
Vanse IRENE y las damas
SEMÍRAMIS: (¿Cómo en tan célebre día Aparte Menón falta de mis ojos? Mas ¿para qué le echo menos, si tantos aplausos logro sin él? Como éstos no falten, lo demás importa poco.)
Vase SEMÍRAMIS
NINO: Recatad, afectos míos, la dulce llama que escondo; que aun no es tiempo que sopladas sus cenizas del favonio, de amor el fuego descubran que arde ocultamente sordo. CHATO: Señor Mandroño, ¿es ya hora de que nos vamos nosotros? UNO: ¿Vos, sabéis qué es? CHATO: ¿Qué? Priesa de haber de vestirse un roto.
Vanse y sale MENÓN
MENÓN: De Siria el gobernador ésta envía con un proprio. ARSIDAS: (¡Ay, perdida prenda mía! Aparte NINO: Está bien... MENÓN: (¡Ay dueño hermoso!) Aparte NINO: ...que antes que para otra cosa sepa, el olvido que os propongo, quiero saber en qué estado está. MENÓN: En el que estaba proprio. NINO: ¿Qué es? MENÓN: Que haré cuanto pudiere; mas juzgo que puedo poco. NINO: Pues habéis de poder mucho. Dad la carta a Arsidas; todos los despachos por su mano lleguen a mí; que ya él solo me acierta a servir. ARSIDAS: Tus plantas me da a besar. MENÓN: No lo ignoro; pero mandadle a él lo fácil, y a mí lo dificultoso. NINO: Venid conmigo a saber si lo es o no cuidadoso. Vos leedla; y vedme, agora cualquier despacho estorbo.
Vase NINO
MENÓN: Tomad; y si acaso puede un desdichado a un dichoso dar algo, sea un consejo; y es que, atento, cuerdo y pronto sirváis, sin enamoraros, porque lo perderéis todo.
Vase MENÓN
ARSIDAS: Bueno es el consejo; pero ya es muy tarde cuando le oigo, pues yo solamente sirvo porque otra hermosura adoro. ¡Con qué temores que dudo! ¡Oh pliego, tu nema rompo!
Lee
"Gran señor: Estorbato, Rey de Batria, viendo que a los umbrales de su patria victorioso llegaste, y que aquella conquista perdonaste, soberbio y presumido que sea temor lo que omisión ha sido. Con esto, y con que a él se pasó huyendo Lidoro, Rey de Lidia, pretendiendo el uno de su imperio apoderarse segunda vez, y el otro en Siria entrarse, ejércitos previenen, y como en tal confianza se mantienen todos los naturales, divisos y parciales, a su rey esperando, sospechosos están, y yo aguardando la invasión. Pocas son las fuerzas mías si tú, señor, socorro no me envías." ¿Quién se habrá visto jamás tan confuso y tan dudoso, pues vengo a ser hoy conmigo secretario de mí proprio? Como a la Batria pasase deshecho, vencido y roto, habrá corrido esta voz que con Estorbato torno. ¿Qué haré? ¿Diré al rey quién soy? No; que de mí sospechoso, querrá asegurar conmigo aqueste nuevo alboroto. Callaré oculto hasta que la ocasión descubra el modo, que mejor me esté. ¡Oh, Irene, por ti en qué empeños me pongo!
Vase, y salen IRENE, SEMÍRAMIS y damas
IRENE: ¿En fin, que nada te agrada de un sitio tan deleitoso? SEMÍRAMIS: Es el desvanecimiento tal que en estas cosas pongo, que pienso hacerlas mayores en siendo Menón mi esposo. IRENE: ¿Estás muy enamorada de él, Semíramis? SEMÍRAMIS: Conozco que debo a Menón, señora, todas las dichas que gozo; y como de agradecida hay un término tan corto a enamorada, decir que lo estoy será forzoso; si bien es mi presunción tal, que... IRENE: Dilo. SEMÍRAMIS: Que me corro de que haya de ser mi dueño quien es vasallo de otro. IRENE: Salíos todas allá fuera.
Vanse las damas
IRENE: Ya, Semíramis, que toco esta plática, no puedo dilatar más mis enojos; y así, antes que me preguntes porqué a este empeño me arrojo ni qué me obliga, te mando que desde este instante proprio estés persuadida a que no ha de ser Menón tu esposo; porque, aunque vasallo, tiene dueño, si no tan hermoso, menos ingrato y más noble, menos vano y más heroico. Si el rey casarte mandare, con desdén ceremonioso has de fingir que no tienes gusto en este desposorio; y a él le has de dar a entender que le aborreces, de modo que, viéndose aborrecido, aborrezca; pues no ignoro que sabe una ingratitud pasarse de amor a odio. Y pues el rey hoy por este jardín ha venido, torno, Semíramis, a decirte que en esa puerta me pongo, sólo a mirar de la suerte que tus labios y tus ojos empiezan a introducir los desdenes rigurosos de tu fingida mudanza. Y así, por ahora sólo te advierto que desde aquí todas las acciones noto.
Escóndese IRENE, y salen NINO y MENÓN
NINO: Esto ha de ser porque está Semíramis ya aquí, y logro tan buena ocasión. Detrás de aquestas murtas me escondo. Llega, dándole a entender cuánto es tu afecto muy otro; advirtiendo, que me quedo donde cuanto digas oigo.
Escóndese el rey
SEMÍRAMIS: (¿Habrá rigor más violento?) Aparte MENÓN: (¿Trance habrá más riguroso?) Aparte SEMÍRAMIS: (¿Que aya de dar a entender Aparte yo que ingrata correspondo?) MENÓN: (¿Que haya de decir por fuerza Aparte yo, que lo que estimo enojo?) SEMÍRAMIS: (Sí, pues así le aseguro.) Aparte MENÓN: (Sí, pues así la reporto.) Aparte SEMÍRAMIS: (Aunque, si a la ira advierto...) Aparte MENÓN: (Aunque, si atiendo a mi enojo...) Aparte SEMÍRAMIS: (...que de la envidia de Irene Aparte dentro de mi pecho formo...) MENÓN: (...que de los celos del rey Aparte dentro de mi alma lloro...) SEMÍRAMIS: (...en fingir que le aborrezco...) Aparte MÉNÓN: (...en decir que no la adoro...) Aparte SEMÍRAMIS: (...sospecho que no haré mucho.) Aparte MENÓN: (...presumo que haré muy poco.) Aparte IRENE: (Ya se han visto. ¡Celos, tenga Aparte piedad mi industria en vosotros!) NINO: (Ya se hablan. ¡Consiga, celos, Aparte mi pena algún desahogo! SEMÍRAMIS: En mucho estimo, Menón, hoy a los cielos piadosos esta ocasión que me han dado de hablaros en mis enojos; que a dilatarse un instante, presumo que escandalosos reventaran el volcán de mi pecho, dando asombros al cielo, hasta que llegase o lo ardiente o lo ruidoso de mis quejas a deciros que, ofendida de vos, torno por consejo a aconsejaros no tratéis de ser mi esposo. IRENE: (No entra mal en el despecho Aparte Semíramis.) MENÓN: (¡Rigurosos Aparte cielos! Si ella no ha sabido que el rey está oyendo, ¿cómo me habla con tanto rigor? NINO: (¿Semíramis, ¡estoy loco!, Aparte sale al paso a su mudanza?) MENÓN: (¡Que sea, ¡ay de mí!, forzoso, Aparte siendo sus enojos falsos, hacer ciertos sus enojos!) Semíramis, aunque tengas quejas de mí, y aunque ignoro la ocasión, no te he de dar (¡quién vio más terrible ahogo!) Aparte satisfacciones, porque no puedo. (Atiende a mis ojos, Aparte hermoso imposible mío.) Esto a las quejas respondo; y en cuanto a que ser no quieras mi esposa, yo te perdono el desaire... (No hago tal.) Aparte de decírmelo en mi rostro; pues con eso has excusado que yo te diga lo proprio. SEMÍRAMIS: ¿Que tú lo dijeras? MENÓN: Sí. IRENE: (¡Él la desprecia! ¡Qué oigo!) Aparte NINO: (No empieza a fingirlo mal.) Aparte SEMÍRAMIS: (Si él, ¡Cielo!, está tan remoto Aparte de que Irene me está oyendo, ¿cómo me habla deste modo?) Pues si vos tan consolado estáis, que de mis enojos aun no preguntáis la causa, no añadamos unos a otros. Id con Dios. MENÓN: Quedad con Dios.
Hacen que se van
SEMÍRAMIS: (¡Qué sin afecto amoroso Aparte me llega a hablar y se vuelve!) MENÓN: (¡Con qué seco desahogo Aparte me deja ir y no me llama!) SEMÍRAMIS: (Pero el callar es forzoso.) Aparte MENÓN: (Pero el sufrir es preciso.) Aparte SEMÍRAMIS: (¡No hubiera un estilo como Aparte hablar callando!) MENÓN: (¡No hubiera Aparte de callar hablando un modo!)
A IRENE
SEMÍRAMIS: Para la primera vez que a servirte me dispongo, bien entablado he dejado el temor. IRENE: Ya lo conozco; pero quisiera que fuese más declarado el oprobrio. SEMÍRAMIS: ¿Más? IRENE: Sí.
A NINO
MENÓN: Para la primera lección que de olvido tomo, ¿no la he repetido bien? NINO: Sí, pero la has dicho poco. MENÓN: Pues yo creí que era mucho, y aun de lo mucho me asombro.
A SEMÍRAMIS
IRENE: Vuélvele a llamar, y asienta que no se trate en ser tu esposo.
A MENÓN
NINO: Vuélvela a hablar; dila que no has de hacer el desposorio. SEMÍRAMIS: Sí haré. (Hablen mis sentidos Aparte aquí, cumpliendo con otros.) MENÓN: Sí haré. (Mi dolor conmigo Aparte cumpla aquí, hablando en mí propio.) SEMÍRAMIS: Menón. MENÓN: Semíramis. SEMÍRAMIS: Pues ¿a qué tornáis aquí? MENÓN: Torno, yo no sé a qué. Decid vos, ¿porqué me nombráis? SEMÍRAMIS: Os nombro porque... Pero ¿qué sé yo? Cuando andáis tan cauteloso para deciros que os llamo... por deciros que me corro de haberos dado esperanza de que seréis tan dichoso que jamás me merezcáis. MENÓN: Pues yo volvía a eso proprio. SEMÍRAMIS: Sí; mas quiero yo decirlo; vos no lo digáis. MENÓN: En todo opuestos parece; que hoy, ingrato imposible, somos; pues yo no decirlo quiero, y que vos lo digáis tomo por partido. SEMÍRAMIS: ¿Qué os obliga? MENÓN: No sé. ¿Y vos? SEMÍRAMIS: También lo ignoro. MENÓN: Decidlo vos; que quizá tenéis... SEMÍRAMIS: ¿Qué? MENÓN: ...menos estorbo. SEMÍRAMIS: Quizá mayor. MENÓN No es posible. SEMÍRAMIS: No os entiendo. MENÓN: Yo tampoco; mas si vierais lo que paso... SEMÍRAMIS: Si supierais lo que escondo ... MENÓN: ...vierais... SEMÍRAMIS: ...supierais... MENÓN: ...que yo... SEMÍRAMIS: ...que yo... MENÓN: ...siento... SEMÍRAMIS: ...sufro... IRENE y NINO: (¿Qué oigo!) Aparte SEMÍRAMIS: ...porque... MENÓN: Decid. SEMÍRAMIS: Estoy muda; hablad vos. MENÓN: Estoy dudoso. SEMÍRAMIS: Pues adiós. MENÓN: Adiós, pues. Idos. (Pero así el silencio rompo.) Aparte Vos por esta parte. SEMÍRAMIS: Idos por estotra. IRENE: ¡Necia! NINO: ¡Loco!
Truécanse, y al entrar, MENÓN halla a IRENE y SEMÍRAMIS al rey
IRENE: ¿Qué has dicho? NINO: ¿Qué has hecho? SEMÍRAMIS: Yo, nada he dicho. MENÓN: Yo tampoco. IRENE: ¡Señor! NINO: ¡Irene!, ¿tú aquí? SEMÍRAMIS: ¡Muerta estoy! MENÓN: ¡Estoy absorto! IRENE: Sí, señor, (Disculpad, cielos, Aparte esta sospecha en mi abono.) porque a Semíramis dije que, aunque haya de ser su esposo Menón, estando conmigo no se atreva a hablar de modo que el respeto de mi sombra peligrar pueda en un solo átomo; y así escuchaba ofendido mi decoro. NINO: Yo no escuchaba por eso; que, habiendo tan alevoso descubiértome Menón, responderé de otro modo; pues él, Semíramis, quiere, que vos sepáis que os adoro. SEMÍRAMIS: (¿Qué es esto, cielos? ¡De mí Aparte enamorado el rey! ¿Qué oigo?) NINO: Semíramis, yo he querido salvar la voluntad mía de especie de tiranía. A este fin he prevenido facilitar el olvido de Menón, por merecer, sin ser yo tirano, ser dueño de mi voluntad, fïando de su amistad aún más que de mi poder. El lance de hoy es testigo del estado de los dos. Por andar fino con vos, traidor ha andado conmigo. No que os quiera le castigo, que fuera culpar mi amor dar el suyo por error; que me ofenda, sí, y es justo; pues quien es traidor al gusto a todo será traidor. ¡Hola!
Sale ARSIDAS
ARSIDAS: Señor. NINO: A esa fiera desconocida e ingrata, que a quien la alimenta mata, las armas quitad, y muera en la prisión más severa de Nínive; su castigo, que será escarmiento, digo, de toda Siria, pues hallo ser malo para vasallo quien no es bueno para amigo. MENÓN: Esta, señor, es mi espada; que no puedo en trance igual, darte mejor memorial que ella de sangre bañada. Mira ya a tus pies postrada la que fue rayo de Oriente; sólo pido que, prudente, adviertas que rayo ha sido, y que, así, no habrá ofendido a Júpiter eminente. Todo mi delito es que Amor hiciese delito. Tu perdón no solicito; antes, te pido me des una y muchas muertes; pues tan firme me considero en el afecto primero, que estimo el rigor; que ya lo que padezca será testigo de lo que quiero. El rey, Semíramis bella, porque te adoro, se ofende. ¿Qué prende en mí, si no prende también conmigo a mi estrella? ¿Ella no me influye? ¿Ella no es astro del cielo? Sí. Pues ¿qué importará que aquí prisión den a mi pasión, si también en mi prisión sabrá mi estrella de mí? Y ¿qué es estar preso? Muerto tengo de estarte adorando; que si las estrellas, cuando luz recibieron, es cierto crïan su influjo, hoy advierto que, antes de llegar yo a ellas, si quisieron las estrellas mi amor, que en ellas está, después y antes durará todo lo que duren ellas. NINO: Llevadle de aquí. Mas no; dejadle. Cobra tu acero; que otra experiencia hacer quiero yo de cuanto valgo yo. ¡Semíramis! SEMÍRAMIS: (¿Quién se vio Aparte en tal duda?) NINO: Aunque pudiera conseguir de otra manera de tu hermosura el favor, quiero deber a mi amor lo que a mi poder debiera. En tu libertad estás; que yo no he de ser tirano. Si a Menón le das la mano, a un infeliz se la das, en cuyo estrago verás las mudanzas de la luna; que si mi suerte importuna su amor no puede quitarle, podrá, a lo menos, negarle los bienes de la Fortuna. De mi gracia despedido, de mi Corte desterrado, de mis imperios echado, de mi gente aborrecido, mísero, triste, abatido, ha de vivir, sin honor, sin amparo y sin favor. Si con esto quieres ser su mujer, sé su mujer; que yo moriré de amor. MENÓN: Semíramis, si es que aquí quieres ser agradecida, acuérdate que la vida y el segundo ser te di. NINO: Que tú me la diste a mí, y que a pagarla me atrevo, te acuerda también. MENÓN: Yo llevo ventaja. NINO: Si a esto te mueves... MENÓN: Págame lo que me debes. NINO: Cobra lo que yo te debo. MENÓN: ¿Qué blasón más celebrado tendrá tu famoso nombre, que poder hacer a un hombre dichoso de desdichado? NINO: Porque sea infeliz tu hado, no te haga infeliz a ti. IRENE: Tiempo de pensarlo aquí la dad. SEMÍRAMIS: No le he menester a lo que he de responder, NINO y MENÓN: Luego ¿ya lo sabes? SEMÍRAMIS: Sí. Menón, aunque agradecida a tus finezas me siento, ningún agradecimiento obliga a dejar perdida toda la edad de una vida; que el que da al que pobre está, y con rigor cobra, ya no piedad, crueldad le sobra; pues aflige cuando cobra más que alivia cuando da. Si ya tu suerte importuna, si ya tu severo hado pródigos han disfrutado lo mejor de tu fortuna, la mía, que hoy de la cuna sale a ver la luz del día, la luz quiere; que sería error que una a otra destruya; y si acabaste la tuya, déjame empezar la mía. Si de un vicio la inquietud, de una virtud el indicio, vuelve la virtud en vicio antes que el vicio en virtud, más con la solicitud de mi vida vencer oso tu desdicha; que es forzoso que, una de otra acompañada, tú me hagas desdichada y yo no te haga dichoso. La vida que te debí, con tomarla la pagué; por ti lo hiciste, pues fue antes de saber de mí. La que yo a Nino le di la misma duda ha tenido; mas si él honrarme ha querido, ¿no será, Menón, error por seguir a un acreedor, dejar a un agradecido? Del rey en desgracia estás, sin privanza y sin estado; fugitivo y desterrado, de su vista huyendo vas. No puedo hacer por ti más hoy que el no ser tu esposa; que hermosa mujer, no hay cosa que tanto a un hombre le sobre, porque es sátira del pobre el tener mujer hermosa.
Vase SEMÍRAMIS
NINO: Pues de tu esperanza estás, Menón, tan desengañado, para siempre desterrado hoy de Nínive saldrás, sin que ya esperes jamás ver a Semíramis bella; que pues que te deja ella sin saberme tú obligar, no te quiero yo dejar ni aun el consuelo de vella.
Vanse, y queda solo MENÓN
MENÓN: ¿Vivo o muero? Cierto es que si viviera, este dolor, sin duda, me matara; y si muriera, es consecuencia clara que este dolor, sin duda, no sintiera. Luego vivo a sentir mi pena fiera y muero a no sentirla. ¡Oh, quién se hallara tan afecto a los dioses, que alcanzara el querer y olvidar cuando él quisiera! Privanza, honor, estado, rey y dama perdí, y sólo ha llegado a consolarme que aun ha dejado qué perder mi estrella. ¿Alma no tengo? Sí; pues hoy la fama condenado de amor podrá llamarme, porque aun el alma he de perder por ella.
Vase, y sale CHATO, vestido de soldado ridículo, con espada y plumas
CHATO: ¡Señor! ¡Ah señor! ¡Señor! Fuése, yendo paso a paso, sin hacer de mí más caso que de un enfermo un doctor; que ésta es la cosa de que menos se le da, a fe mía, pues viéndole cada día, parece que no le ve. Saber quije si es así una voz que ahora corrió de que a Semíramis no se le da un maravedí de todo su amor, porque la quiere el rey; y yo hallo que haría mal en pescudallo, supuesto que yo lo sé; que claro está que una dama más del rey lo querrá ser, que de otro propia mujer; porque aquello de la fama es fama, y póstuma ya, que ha mil días que murió; o si no, dígalo yo, o mi mujer lo dirá. ¿Qué importa a los que me ven ser de ella expulso marido, si yo ando en traje lucido, como bien y bebo bien?
Sale SIRENE
SIRENE: (Hasta que encuentre con él, Aparte toda Nínive he de andar, y aun en palacio he de entrar. Pescudarle quiero a aquél que allí está, si le vio acaso.) Soldado, decidme vos... CHATO: (¡Mi mujer es, vive Dios!) Aparte SIRENE: ...si habéis visto... CHATO: (¡Lindo paso!) Aparte SIRENE: ...a uno que se llama Chato. Tras Semíramis ha un mes que vino, por señas que es grandísimo mentecato. CHATO: ¡No le conozco, par Dios! Que un chato es, que aquí ha venido, narigón tan entendido, que no se acuerda de vos. SIRENE: ¡Ay Chato del alma mía! ¿Esto es lo que yo en ti tengo, cuando sola a verte vengo? CHATO: ¿Sola? SIRENE: Sin más compañía que mis lágrimas no más. CHATO: ¡Qué amor! Esto sí es tener un hombre honrada mujer. SIRENE: ¡Qué bravo soldado estás! No te había conocido. CHATO: Por eso me habrás buscado; que más un bravo soldado vale, que un manso marido. SIRENE: Ya la malicia es en balde; que ya Floro se ausentó. CHATO: ¿Y a falta de buenos, yo so buscado para alcalde? Pues por adonde venís, Sirene, os podéis tornar, que acá hay mucho que pensar, y aguarda Semíramis. SIRENE: Tras ti he de ir. CHATO: Y yo enojado más de una hora pienso estar; que esto es saber castigar.
Vase CHATO
SIRENE: Pues, para ésta, menguado...
Vase SIRENE. Salen NINO y ARSIDAS
NINO: ¿Eso contiene la carta? ARSIDAS: Esto la carta contiene. NINO: No me da cuidado el ver que Estorbato guerra intente contra mí, cuanto pensar que Lidoro con él vuelve. Por mi general te nombro, y así, a partirte resuelve a toda priesa. ARSIDAS: Tus plantas beso humilde; que bien puedes creer, mientras yo te sirvo, que Lidoro no te ofende. NINO: Después trataremos de esos despachos, y agora vete; que pues ya la oscura noche las alas nocturnas tiende, coronado de esperanzas mi amor, hasta que desprecie Semíramis a Menón, hablarla a solas pretende, porque el favor no embarace la asistencia de más gente; y así, mientras yo a su cuarto voy, tú desde aquí te vuelve.
Vanse ARSIDAS y NINO. Sale MENÓN
MENÓN: Pisando las negras sombras, imágenes de mi muerte, con la llave que tenía de los jardines de Irene, a Semíramis veré; que aun el metal muchas veces, siendo inanimado, ignora a qué nace; dígalo éste, labrado para favores, logrado para desdenes. Hablarla pienso; porque antes que de ella me ausente. El tropel de mis desdichas me aconseja que me queje de su ingratitud; que al fin un ofendido no tiene ni más favor que le ampare, ni más duelo que la vengue.
Sale NINO
NINO: Noche, aunque siempre hayas sido tercera de hurtos aleves, sélo esta vez de hurtos nobles tercera también. No siempre tu horror induzca a los males; guía un día hacia los bienes. MENÓN: Entraré en su cuarto, pues informado de que es éste estoy ya; y el corazón lo dijera sin saberle. NINO: Éste es su cuarto; mejor dijera la esfera breve, adonde en golfo de flores el sol más hermoso duerme. MENÓN: ¡Oh centro de mi esperanza! NINO: ¡Oh patria de mis placeres! MENÓN: ¡Qué triste piso tu umbral! NINO: Tu friso toco, ¡Oh, qué alegre! MENÓN: Pasos siento. NINO: Un bulto miro. MENÓN: Ya me es forzoso volverme. NINO: Ya me es forzoso seguirle. Aunque recatado intentes huír, aborto de las sombras, tengo de saber quién eres! MENÓN: La voz es del rey. Aquí no hay resistencia más fuerte que el hüir. ¡Quieran los dioses que ya con la puerta acierte!
Vanse, y vuelve NINO con la espada desnuda
NINO: Sin darme respuesta alguna, cobarde la espalda vuelve. Sabré quién es. ¿Quién al culto sagrado de estas paredes, licenciosamente osado, a tales horas se atreve?
Vuelve a salir MENÓN
MENÓN: Perdí el tino. ¡Hojas y ramas, pues sois de Amor delincuentes, toda la vida abrazadas, en vuestro centro escondedme! NINO: No podrán; que a mucha luz te sigue mi fuego ardiente. MENÓN: Yo no he de sacar la espada. Por esta puerta es bien que entre, a ver si encuentro por dónde me arroje, aunque me despeñe sobre las ondas del Tigris. NINO: Mal el hüir te defiende; que aunque huyas como cobarde, te sigo como valiente. SEMÍRAMIS: Pasos oigo y voces. Dadme una luz. Salir intente. ¿Quién aquí? ¿Menón, qué es esto? MENÓN: Venir yo a buscar mi muerte; y haberla hallado, que es harto, siendo infelice. NINO: ¿Tú eres, traidor? Mas ¿quién sino tú fuera traidor tantas veces? MENÓN: Sí; pero traición de amor, traición que honra más que ofende. NINO: ¿No te mandé que salieras de Nínive? MENÓN: Obedecerte quise. Salí; mas no hallé otro refugio sino éste. NINO: ¿Por dónde entraste? MENÓN: No sé. NINO: Aunque es tu honor, darte muerte yo, traidor, muere a mis manos. SEMÍRAMIS: No le mates, señor, tente. MENÓN: Suspende la ira, si es que celos del ruego no tienes. NINO: No; que son mis celos nobles, y rogados se suspenden; que si el vengarme interés es mío, cuando eso fuere, es interés del respeto de Semíramis el verse obedecida; y así, entre los dos intereses, quiero ser rebelde al mío por ser al suyo obediente. La vida te doy; levanta, pues Semíramis lo quiere. SEMÍRAMIS: Yo lo estimo, por pagarle, señor, y porque me deje, viéndose ya en paz conmigo; que si una vida le debe mi ser, dándole otra vida, ya ningún derecho tiene contra mí; y así, Menón, pues en paz estamos, vete, y déjame que yo logre de mi destino la suerte. NINO: Eso no; que es una cosa que a darle la vida llegue, y otra que no llegue a darle castigo; y así se medie; que viva, pues tú lo mandas, pero en prisión, pues me ofende. La escuadra que está de guarda en este cuarto de Irene, di, Silvia, que mando yo que hasta estos jardines entre.
SILVIA pone la luz en un lado y se va
MENÓN: Si me prendes, no me das vida, sino civil muerte. SEMÍRAMIS: Tenga, señor, libertad, siquiera por intereses de la vida que me dio. NINO: Ya está libre. ¿Qué más quieres? Y aun más he de hacer por ti. Si otra vez volviere a verte en su vida, le perdono, para que nunca te quede que pedirme más por él.
Salen los SOLDADOS con hachas
SOLDADO: ¿Qué me mandas? SEMÍRAMIS: Piadoso eres. NINO: Ya, que saquéis a Menón de palacio solamente, y con vida y libertad le dejad donde él quisiere. Pero mirad; de vos fío...
Habla aparte el rey NINO con el SOLDADO
MENÓN: ¡Oh fiera, lo que me debes! SEMÍRAMIS: ¿Te ha dejado libre? MENÓN: Sí. SEMÍRAMIS: (¡Cuánto un acreedor ofende!) Aparte NINO: ¿Habéisme entendido ya? SOLDADO: Y se hará de aquesa suerte. Vamos. MENÓN: Mucho temo, aunque libertad y vida lleve, Semíramis, que en mi vida yo no he de volver a verte.
Vanse MENÓN y los SOLDADOS
NINO: Semíramis. SEMÍRAMIS: Gran señor. NINO: ¿Hay más en que obedecerte? SEMÍRAMIS: Mejor dirás en que honrarme. NINO: Pues estás servida, llegue agradecido mi pecho a dar una y muchas veces los brazos por la elección que hoy en quedarte... SEMÍRAMIS Detente, señor, que si agradecida a tus honras y mercedes me mostré, de mi fortuna logrados los accidentes, que favorables conmigo se mostraron, cuando pienses que son favores de amor, más que me ilustran, me ofenden. NINO: Semíramis, un afecto persuadido fácilmente a una dicha, mal de aquel concepto se desvanece. Yo creí que eran favores hechos a mi amor haberte quedado en palacio, y ya más creeré que son desdenes. En mi poder estás hoy; yo te adoro neciamente; dejaré a tu rendimiento mi ventura. SEMÍRAMIS: No lo intentes; que primero que de mí triunfe Amor, me daré muerte. NINO: Detendréte yo las manos. SEMÍRAMIS: Soltarélas yo. NINO: Mal puedes; que las prisiones de amor no se rompen fácilmente. SEMÍRAMIS: Sí hacen, sí, cuando la lima del honor sus hierros muerde. NINO: Yo te adoro. SEMÍRAMIS: Tú me agravias. NINO: Yo te estimo. SEMÍRAMIS: Tú me ofendes. NINO: Venceráte mí porfía. SEMÍRAMIS: Sabrá mi honor defenderme. NINO: Si entre mis brazos estás, ¿de qué suerte?
Sácale la daga SEMÍRAMIS
SEMÍRAMIS: De esta suerte. Dándome muerte tu acero. NINO: Prodigiosa mujer, tente; que ya en mi sangre bañado estoy, viendo, osada y fuerte, esgrimir contra mi vida iras y rayos crüeles. ¡Mi mismo cadáver, cielos, miro en el aire aparente! Pálido horror, ¿qué me sigues? Sombra infausta, ¿qué me quieres? ¡No me mates, no me mates! SEMÍRAMIS: ¿Qué te acobarda? ¿Qué temes, señor, si este acero sólo contra mí sus filos vuelve? Contra mi pecho le esgrimo, no contra ti. No receles, pues a mi lealtad noble y a él juntos a tus pies nos tienes. NINO: ¿Qué ilusión, qué fantasía, formada en el aire leve, de mi muerte imagen triste, ya en sombras se desvanece? Sin duda, alguna deidad, mujer, en tu amparo tienes, que con agüeros te guarda, con anuncios te defiende, No quiero favor violento de tus brazos; vuelve, vuelve ese acero a mi poder, --¡con qué temor llego a verle!-- que mi palabra te doy que tu hermosura respete. Mas si tampoco es posible que sin ella viva y reine, haya un medio que se oponga entre gozarte y perderte. SEMÍRAMIS: ¿Qué medio, si es imposible? Que el Cielo mi honor defiende. NINO: El perderte como amante, pues que los dioses lo quieren, y gozarte como esposo. SEMÍRAMIS: ¿Qué dices? NINO: Lo que ha de verse. SEMÍRAMIS: El ser tu esclava serán mis rayos y mis laureles. NINO: Verá el mundo en tus aplausos cuánto a los dioses les debes. SEMÍRAMIS: Hija soy de Venus, y ella mis fortunas favorece. (Yo haré, si llego a reinar, Aparte que el mundo a mi nombre tiemble.)
Vanse, y sacan los SOLDADOS a Menón, sacados los ojos
MENÓN ¡Ay infelice de mí! Decidme, ¡ay, hado inclemente! ¿Dónde me lleváis, después que tiranos y crüeles me habéis sacado los ojos? SOLDADO: Mandato del rey es éste. Él nos dijo que en la parte que tú, Menón, escogieses, te dejáramos con vida y libertad de esta suerte. Tú a las puertas del palacio dices que quedarte quieres; en ellas estás, y en ellas libertad y vida tienes. El rey cumplió su palabra; de nosotros no te quejes.
Vanse los SOLDADOS
MENÓN Su palabra, es la verdad, cumplió el rey; mas con traición, pero, ¡oh tirana impiedad! ¿Qué muerte hay ni qué prisión como aquesta oscuridad? Mortales, si ya de aquí huyó la tiniebla fría de ese celestial rubí, y es para todos de día, aun de noche es para mí. Llorad, llorad la importuna suerte que en mi fe contemplo; sentid con piedad alguna; venid a ver un ejemplo del honor y la Fortuna. El que envidia daba ayer, mayor lástima os dé hoy; muévaos a piedad el ver que ciego y que pobre voy pidiendo para comer. En tragedia tan esquiva, sólo el consuelo reciba de lastimaros con ella. VOCES: La gran Semíramis bella, Dentro Reina del Oriente, ¡viva! MENÓN: ¿Qué dulces ecos despojos son del aire repetidos? Ya son menos mis enojos, pues me dejó mis oídos, ya que me quitó los ojos. "Semíramis" entender pude, y "reina." ¡Qué placer! Mas, ¡ay de mí!, ¡qué pesar! Que hasta no verla reinar no fue pérdida el no ver. ¿Quién me dirá qué es aquello?
Sale CHATO
CHATO: (No hay cosa como ser loco, Aparte si es que da en buen tema ello; es fácil, que poco a poco se va saliendo con ello. Semíramis dio en que había de reinar, y ya este día la van siguiendo su humor.) MENÓN: Oh tú que pasas, si horror no te da la suerte mía... CHATO: Perdone, hermano. MENÓN: No soy mendigo; repara en mí. CHATO: No tengo qué dar, y voy de priesa. MENÓN: ¿Eres Chato? CHATO: Sí. ¿Qué es esto que viendo estoy? ¿Tú de esta suerte, señor? MENÓN: Sí, amigo; que esto ha podido de mi Fortuna el rigor. Dime, ¿qué la causa ha sido de este festivo rumor? CHATO: No sé si hablarte podré; pero al fin la causa fue que hoy el rey a la persona de Semíramis corona por esposa y reina. MENÓN: ¿Qué te daré en albricias yo? Solamente me dejó por acaso mi desdicha este diamante. CHATO: Fue dicha grandísima; pero no hizo bien la suerte esquiva en que no sea esta centella tan grande como una criba. VOCES: La gran Semíramis bella, Dentro Reina del Oriente, ¡viva! MENÓN: Segunda vez he escuchado la voz. CHATO: ¿Qué mucho, si está en trono tan levantado, cerca de aquí? MENÓN: Tu cuidado, Chato, me lleve hacia allá; que si a verla no, si llego a oírla, consuelo tendré. CHATO: (Ya del diamante reniego, Aparte pues que ya por él seré desde hoy mozo de ciego.) Mas ya desde aquí la altiva fábrica del trono, y ella y el rey se ven.
Suenan chirimías
MENÓN: ¡Suerte esquiva! VOCES: La gran Semíramis bella, Dentro Reina del Oriente, ¡viva!
Descúbrese un trono, y en él sentados NINO, SEMÍRAMIS, e IRENE, ARSIDAS y gente
NINO: ¡Viva! Y de aqueste eminente laurel ciña su arrebol, dividido de mi frente; y pues es reina del sol, reina será del oriente. IRENE: Del tiempo dulces engaños cuente tu posteridad con felices desengaños, de una en otra edad, por siglos, y no por años. SEMÍRAMIS: El rendimiento y amor con que tu luz reverencio, por uno y otro favor agradézcale el silencio, que es el que sabe mejor. MENÓN: (Puesto que su voz oí, Aparte también ella me oirá a mí. El parabién la he de dar; todo es perder el hablar al modo que el ver perdí.) Gran Semíramis de Siria, cuyos aplausos ilustres, a par del mayor lucero, edades eternas duren, Menón fuí. Mi nombre digo, porque, al ver quién es, no dudes la que me dejó las voces, aunque me quitó las luces. NINO: ¡Qué atrevimiento! SEMIRAMIS: ¡Qué espanto! IRENE: ¿Quién sin llanto el verle sufre! ARSIDAS: ¡Qué lástima! SILVIA: ¡Qué desdicha! MENÓN: Ufano de que te juren hoy los imperios de Siria, que a otro norte se divulguen, llego a darte el parabién. Que fuí el primero que tuve parte en tus aplausos, sea el primero que pronuncie tus grandezas; que el querer, gran deidad, aunque me injuries, que triunfes, vivas y reines... pero aquí mi voz se mude, no a mi arbitrio, sino al nuevo espíritu que se infunde en mi pecho; pues me obliga no sé quién a que articule las forzadas voces, que no vivas, reines ni triunfes. Soberbiamente ambiciosa, al que agora te constituye reina, tú misma des muerte, y en olvido le sepultes, siendo aqueste infausto día universal pesadumbre de los vivientes; y en muestra de que presagios le anuncien, de cielos, astros y signos la gran monarquía deslustren.
Dentro ruido de tempestad y truenos
NINO: Calla, calla, que parece que hay deidades que te escuchen; pues obedientes se alteran, con mortales inquietudes, cielos, montes y elementos, que a tus voces se confunden, respondiéndote uno solo en idioma de las nubes. SEMÍRAMIS: La fábrica de los cielos sobre nosotros se hunde, a cuyo estallido todos los ejes del polo crujen. IRENE: Los montes contra los aires volcanes de fuego escupen, y ellos pájaros de fuego crían, que sus golfos surquen. El gran Tigris encrespado, opuesto al azul volumen, a dar asalto a los dioses, gigante de espuma sube.
Otra vez la tempestad
ARSIDAS: ¿Qué se nos ha hecho el sol, que de nuestra vista huye? CHATO: La artillería del cielo juega y pierde; pues ¡qué gruñe. SEMÍRAMIS: De Venus y de Dïana las competencias comunes se vengan, pues cuanto ayuda Venus, Dïana destruye. NINO: Pues no podrá; porque a mí no hay agüeros que me turben. Semíramis, a pesar de los portentos que influye tu vida, tu esposo soy. SEMÍRAMIS: Yo tu esposa, aunque procure Dïana con estos asombros quitar a mi fama el lustre. CHATO: Entre todo este alboroto, vuesas mercedes escuchen. Ya ven que esta loca queda hecha reina; a sus ilustres hechos, a sus vanidades y su muerte no se dude; que con la segunda parte os convida, Corte ilustre, quien más serviros desea, si aquestas faltas se suplen.

FIN DE LA PRIMERA PARTE DE LA COMEDIA

La hija del aire, Segunda parte


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 27 Dec 2002