LA HIJA DEL AIRE
Parte Segunda

Pedro Calderón de la Barca


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Salen MÚSICOS y SOLDADOS. Suenan cajas y trompetas y salen ASTREA con un espejo, LIBIA con una fuente, y en ella una espada; FLORA con otra y en ella un sombrero; todos los músicos descubiertos; detrás de todos, SEMÍRAMIS, vestida de luto, suelto el cabello, como vis- tiéndose, y todas las mujeres sirviéndola
SEMÍRAMIS: En tanto que Lidoro, Rey de Lidia, áspid humano de mortal envidia, viendo que yo, por muerte de Nino, el reino rijo, osado y fuerte, opuesto a mis hazañas, de Babilonia infesta las campañas; Babilonia eminente, ciudad que en las cervices del Oriente yo fundé, a competencia de Nínive imperial, cuya eminencia tanto a los cielos sube, que fábrica empezando, acaba nube; en tanto, pues, que ufano, altivo y loco mi valor y sus muros tiene en poco, porque vea su ejército supremo que su venida bárbara no temo, cantad vosotros, y a las roncas voces de cajas y trompetas que veloces embarazan los vientos, repetidos respondan los acentos; que aquéllos quellorosamente graves, y lísonjeramente éstos süaves, que me hablen es justo; aquéllos al valor, y éstos al gusto. Las almohadas llegad, idme quitando estas trenzas, irélas yo peinando.
Siéntase a tocar, sirviéndola todas con la mayor ostentación que se pueda
MÚSICOS: "La gran Semíramis bella, que es, por valiente y hermosa, el prodigio de los tiempos y el monstruo de las historias. en tanto que el Rey de Lidia sitio pone a Babilonia, a sus trompetas y cajas quiere que voces respondan; y confusas las unas y las otras, éstas suaves, cuando aquéllas roncas, varias cláusulas hacen la cítara de amor, clarín de Marte."
Toca un clarín y sale Friso por una parte y por otra LICAS
LICAS: Esta trompeta que animada suena, en golfos de aire militar sirena... FRISO: Este clarín que canta lisonjero, en jardines de pluma acude acero... LICAS: De paz haciendo salva, solicita que hoy a un embajador se le permita de Lidoro llegar a tu presencia. FRISO: Y para prevenir esta licencia, cubierto el rostro, viene. No sé el embozo qué misterio tiene. SEMÍRAMIS: Decid que entre al instante; que aunque me esté tocando, mi arrogante condición no da espera a que me aguarde quien hablarme quiera; y más siendo enemigo. Paréntesis haced vosotras, digo, la acción un breve rato; que no es ceremonioso mi recato.
Entra LIDORO con banda en el rostro, y quítasela al hacer reverencia
LIDORO: Hasta llegar a verte, cubierto tuve el rostro de esta suerte, por no desmerecer en tanto abismo, oh gran reina de Siria, por mí mismo, lo que a merecer llego como mi embajador. SEMÍRAMIS: Y no lo niego; pues si supiera que eras tú de ti embajador, de mí no fueras dentro de mis palacios admitido; pero ya que has venido, tratarte en todo intento como a tu embajador. Dadle un asiento en taburete raso y apartado, sin que toque en la alfombra de mi estrado. Di agora lo que intenta, embajador, el rey. LIDORO: Escucha atenta. Ya te acuerdas, reina invicta del Oriente, a cuyos hechos, para haberlos de escribir, coronista tuyo el tiempo, da pocas plumas la fama, poca tinta los sangrientos raudales de tus victorias, y poco papel el viento, ya te acuerdas de que yo, disfrazado y encubierto, por la hermosura de Irene, beldad que hoy muerta venero, deidad que ausente idolatro, y uno y otro reverencio, serví a Nino, esposo tuyo, que hoy, de la prisión del cuerpo su espíritu desatado, reina en más ilustre imperio. Y ya te acuerdas, en fin, de que a esta ocasión vinieron nuevas del reino de Lidia, mi feliz patria, diciendo que Estorbato, rey de Batria, tomando por mí el pretexto de la guerra, pretendía restituirme a mi reino y que yo le acompañaba; porque para dar por cierto el vulgo lo que imagina, basta pensarlo, sin verlo. Nino, embarazado entonces en otros divertimientos, hallándose bien servido de mí en la paz, y queriendo servirse de mí en la guerra, de general me dio el puesto, para el socorro de Lidia. ¿Quién creerá que a un mismo tiempo Arsidas contra Lidoro se viese nombrado, y siendo Lidoro y Arsidas yo, en dos contrarios opuestos, allí rey y aquí vasallo, marchase contra mí mesmo? A otro día, pues, que Nino reina te juró --no quiero acordarte de aquel día los admirables portentos, pues el cielo que los hizo sólo sabrá inferir de ellos si fueron de tu reinado o vaticinios o agüeros; y aun Menón también pudiera decirlo, siendo el primero que examinó tus rigores; pues vivió abatido y ciego, hasta que desesperado, o con rabia o con despecho, al Eufrates le pidió su rápido monumento. A otro día, pues, que Nino reina te juró --aquí vuelvo--, salí de Nínive yo, marchando a los palmirenos campos, que, cuna del sol, me alojaron en su centro. Aquí, cuando los de Lidia tremolar al aire vieron de Nino los estandartes, cobraron ánimo nuevo, como temor los de Batria; pero después que supieron que era yo quien los regía, se trocaron los afectos, creyendo todos que fuera, la parcialidad siguiendo, traidor a la confïanza que Nino de mi había hecho. Yo, pues, más que a mi interés, a mi obligación atento, de lo neutral de la duda me desempeñé bien presto; porque llegando Estorbato a verse conmigo en medio de los dos campos, así le dije, "De parte vengo de Nino; esta gente es suya; la confïanza que ha hecho de mí, engañado de mí, satisfacérsela tengo; que yo soy antes que yo, y no monta estado y reino más que mi honor." Quiso entonces convencerme con pretextos de que cobrar yo mi patria no era traición; y, en efecto, desavenidos los dos, él osado y yo resuelto, la batalla prevenimos, en cuyos duros encuentros llevé lo mejor; que como jugaba entonces mi aliento por otro, gané; que, en fin, tahur desdichado, es cierto que los restos gana cuando no gana en los restos. Volvióse a Batria Estorbato, desbaratado y deshecho, y yo, en el nombre de Nino, a Lidia aseguré, haciendo que solamente se oyese, "¡Viva Nino, que es rey nuestro!" Llegaron entrambas nuevas a sus oídos, y viendo de confïanza y valor en mí dos vivos ejemplos, admirado y obligado de mi lealtad y mi afecto, uno y otro me pagó con Irene, conociendo que tantas nobles finezas no se premiaran con menos. Dióme con Irene a Lidia, mi misma patria, advirtiendo que había de reconocerle feudatario de su imperio. En esta tranquilidad gozoso viví y contento, hasta que se subió a ser astro añadido del cielo, dejando en prendas de humana a Irán, hijo suyo bello, retrato de Amor, con quien sus soledades divierto. En este intermedio quiso el gran Júpiter supremo que súbitamente Nino también muriese. No puedo excusar aquí el seguir --perdóname si te ofendo-- la voz común, que en su muerte cómplice te hace, diciendo que al verte con sucesión que asegurase el derecho de sus estados, pues Ninias joven, hijo del rey muerto, afianzaba la corona en tus sienes, tu soberbio espíritu levantó máquinas sobre los vientos, hasta verte reina sola; fácil es de ti el creerlo. Esta opinión asegura el ver que hiciste, primero que él muriese, que te diese por seis días el gobierno de sus reinos, en los cuales, a los alcaides que fueron de Nino hechuras, quitaste las plazas fuertes, poniendo hechuras tuyas; y así en todos los demás puestos. Siguióse a esto hallar a Nino una mañana en su lecho, sin que antes le precediese crítico accidente, muerto. Y aun no falta alguien que diga que, en lo cárdeno del pecho lo hinchado del corazón, son indicios verdaderos de que del difunto rey fuese homicida un veneno, tan traidoramente osado, tan osadamente fiero, que, imagen ya de la muerte, hizo dos veces al sueño. También de tu tiranía es no menor argumento el ver que, teniendo un hijo de esta corona heredero, y tan digno por sus partes de ser amado --que el cielo le dio lo mejor de ti, pues te parece en extremo, sin nada de lo que es alma, en todo de lo que es cuerpo; pues, según dicen, la docta Naturaleza un bosquejo hizo tuyo, en rostro, en voz, talle y acciones--, y siendo hijo tuyo y tu retrato, le crías con tal despego, que de Nínive en la fuerza, sin el decoro y respeto debido a quien es, le tienes, donde de corona y cetro tiranamente le usurpas la majestad y el gobierno. De todos aquestos cargos, como hermano del rey muerto, pues fui de su hermana esposo, de quien hoy sucesión tengo, que a aquesta corona aspire, a residenciarse vengo; porque si es así que tú diste muerte, y yo lo pruebo, a Nino, tú, ni tu sangre, habéis de heredarle, y entro, como pariente mayor yo, en el perdido derecho de los dos; y como, en fin, de los reyes en los pleitos es tribunal la campaña, jurisconsulto el acero y la fortuna el jüez, con armas, hüestes vengo de ejércitos numerosos, que, inundando los amenos campos hoy de Babilonia, pongan a sus muros cerco. Porque no ignores la causa que para esta guerra tengo, como mi embajador quise hacerte este manifiesto; y así, en tanto que estos cargos se te articulan y de ellos no te absuelves, te has de dar a prisión, o yo cumpliendo, con haberlos intimado, podré, sin calumnia o riesgo de tirano, publicar el asalto a sangre y fuego, para que el cielo y la tierra vean cuánto soy tu opuesto; pues tú, como fiera ingrata, quitas la vida a tu dueño; y yo, como can leal, le sirvo después de muerto. SEMÍRAMIS: No sé cómo mi valor ha tenido sufrimiento hoy para haberte escuchado tan locos delirios necios, sin que su cólera ardiente haya abortado el incendio que en derramadas cenizas te esparciese por el viento. Pero ya que esta vez sola templada me he visto, quiero ir, no por ti, mas por mí, a esos cargos respondiendo. Dices que ignoras si fue aquel eclipse sangriento del día que me juraron o favorable o adverso; y bien la causa pudieras inferir por los efectos; pues no agüero, vaticinio sería el que dio sucesos tan favorables a Siria desde que yo en ella reino. Díganlo tantas victorias como he ganado en el tiempo que esposa de Nino he sido, sus ejércitos rigiendo, Belona suya, pues cuando la Siria se alteró, vieron los castigados rebeldes en mi espada su escarmiento. Sobre los muros de Icaria, cuando estaba puesto a cerco, ¿quién fue la primera que la plaza escaló, poniendo el estandarte de Siria en su homenaje soberbio, sino yo? ¿Quién esguazó el Nilo, ese monstruo horrendo que es, con siete bocas, hidra de cristal, en seguimiento de la rota que le di al gitano Tolomeo? En la paz, ¿quién las dio más esplendor, lustre y aumento a las políticas doctas con leyes y con preceptos? Pues cuando Marte dormía en el regazo de Venus, velaba yo en cómo hacer más dilatado mi imperio. Babilonia, esa ciudad que desde el primer cimiento fabriqué, lo diga; hablen sus muros, de quien pendiendo jardines están, a quien llaman pensiles por eso. Sus altas torres, que son columnas del firmamento, también lo digan, en tanto número, que el sol saliendo, por no rasgarse la luz, va de sus puntas huyendo. Pero ¿para qué me canso cuando mis obras refiero, si ellas mismas de sí mismas son las corónicas? Luego recibirme a mí con salva, al jurarme, todo el cielo, padecer de asombro el sol y de horror los elementos, pues siguieron favorables a esta causa los efectos, bien claro está que serían vaticinios y no agüeros. Decir que Menón lo diga es otro blasón, si advierto que ninguno pudo ser mayor; pues ¿qué más trofeo que morir desesperado de mi amor y de sus celos? En cuanto a que di a mi esposo muerte, ¿no es vano argumento decir que, porque me dio antes de morir el reino por seis días, le maté? ¿No alega en mi favor eso más que en mi daño? Sí; pues si vivía tan sujeto, tan amante y tan rendido Nino a mi amor, ¿a qué efecto había de reinar matando, si ya reinaba viviendo? Y cuánto le adoré vivo, como a Rey, esposo y dueño, ¿no lo dice un mausoleo que hice a sus cenizas, muerto? Decir que a Ninias, mi hijo, de mí retirado tengo, y que, siendo mi retrato, parece que le aborrezco, es verdad lo uno y lo otro; que como has dicho tú mesmo, no me parece en el alma, y me parece en el cuerpo. Y aunque tú que en lo mejor me parece has dicho, es cierto que en lo peor me parece, pues sería más perfecto si hubiera de mí imitado lo animoso que lo bello. Es Ninias, según me dicen, temeroso por extremo, cobarde y afeminado; porque no hizo sólo un yerro Naturaleza en los dos, si es que lo es el parecernos, sino dos yerros: el uno trocarse con su concepto, y el otro habernos trocado tan totalmente el afecto, que, yo mujer y él varón, yo con valor y él con miedo, yo animosa y él cobarde, yo con brío, él sin esfuerzo, vienen a estar en los dos violentados ambos sexos. Ésta es la causa por que de mí apartado le tengo, y por que del reino suyo no le doy corona y cetro, hasta que disciplinado en el militar manejo de las armas y en las leyes políticas del gobierno, capaz esté de reinar. Mas ya que murmuran eso, parte, Licio, y di a Lísias, ayo suyo, que al momento Ninias venga a Babilonia. Verán su ignorancia, viendo que es próvido en esta parte, y no tirano mi intento. Y agora, a la conclusión de tus discursos volviendo, ¿de qué vienes de estos cargos, Lidoro, a ponerme pleito? Ya que no me dé a prisión, sólo responderte quiero que ya echas de ver que aquí has entrado a hablarme a tiempo que estaba entre mis mujeres, consultando con ese espejo mi hermosura, lisonjeada de voces y de instrumentos; y así, en esta misma acción has de dejarme, volviendo las espaldas; pues aqueste peine, que en la mano tengo, no ha de acabar de regir el vulgo de mi cabello, antes que en esa campaña o quedes rendido o muerto. Laurel de aquesta victoria ha de ser; porque no quiero que corone mi cabeza hoy más acerado yelmo que este dentado penacho, que es femenil instrumento; y así, me le dejo en ella entretanto que te venzo. Y aunque pudiera esperar, fïada en aquesos inmensos muros, el asalto, no me consiente el ardimiento de mi cólera que apele a lo prolijo del cerco. A la campaña saldré a buscarte; pues es cierto que cuando no hubiera tanto número de gentes dentro de Babilonia, ni en ella, por Atlante de su peso, estuviesen Friso y Licas, hermanos en el aliento como en la sangre, y los dos generales por sus hechos de mar y tierra, yo sola hoy con mis mujeres pienso que te diera la batalla, porque un instante, un momento sitiada no me tuvieras. Y así, vete, vete presto a formar tus escuadrones; que si te detienes, temo que la ley de embajador su inmunidad pierda, haciendo que vuelvas por ese muro, tan breves pedazos hecho, que seas materia ociosa de los átomos del viento. LIDORO: Pues si a la batalla intentas salir, en ella te espero. LICAS: Y en ella verás que tiene vasallos cuyos esfuerzos sus laureles aseguran. LIDORO: En el campo lo veremos. FRISO: Sí verás, tan a tu costa, que llores, Lidoro, el verlo. LIDORO: Quien menos habla, obra más. LICAS: Pues a obrar más. FRISO: A hablar menos. LIDORO: Toca al arma. LICAS Al arma toca.
Vase LIDORO
SEMÍRAMIS: Dadme ese bruñido acero; seguidme todos, y tú, Licas, ostenta hoy tu esfuerzo; mira que anda por hacerte dichoso un atrevimiento. LICAS: No entiendo a qué fin persuades a mi valor, conociendo ya mi valor. SEMÍRAMIS: No te admires; que yo tampoco lo entiendo. Tocad al arma, y en tanto, vosotras tenedme puesto, mientras salgo a la campaña, el tocador y el espejo, porque en dando la batalla, al punto a tocarme vuelvo.
Vase SEMÍRAMIS. Suenan cajas, trompetas y ruido de armas y dicen dentro
VOCES: ¡Armas, armas! OTROS: ¡Guerra, guerra! OTROS: ¡Viva Semíramis! TODOS: ¡Viva! OTROS: ¡Viva Lidoro, y reciba la posesión de esta tierra!
Salen LIDORO y SOLDADOS
SOLDADO: Ya de los muros salieron diversas tropas, y ya tu gente dispuesta está. LIDORO: ¿Adónde, cielos, cupieron tantas gentes? ¿Qué ciudad tener pudo, sin espanto, en sus entrañas a tanto número capacidad? Cuerpos tomaron sutiles, sin duda, a tantos combates las arenas del Eufrates, las hojas de los pensiles. Del sol el nuevo arrebol las luces mira deshechas; que las nubes de sus flechas son noche alada del sol. VOCES: ¡Guerra, guerra! Dentro LIDORO: Ya hacia allí trabada la lid se ve. A morir matando iré.
Éntranse, y dase la batalla
LICAS: ¿Dónde estás, Lidoro? Dentro LIDORO: Aquí me hallarás; que nunca yo, aunque me siga la suerte, la espalda volví a la muerte. SOLDADO: El rey en la lid entró; seguidle, no le dejéis.
Vuelve a salir LIDORO herido, cayendo y tras él LICAS y FRISO, y por otra parte sale SEMÍRAMIS
FRISO: Mía será esta victoria. LICAS: Mía ha de ser esta gloria. SEMÍRAMIS: Esperad, no le matéis. FRISO: ¿Tú le defiendes? SEMÍRAMIS: Sí, que hoy, más que verle muerto quiero de mis armas prisionero. LIDORO: Rendido a tus pies estoy, ya que mis desdichas son tales, y ya que ninguna vez se puso la Fortuna de parte de la razón. SEMÍRAMIS: Haced que de la batalla el alcance no se siga. FRISO: Apenas de la enemiga hueste en el campo se halla más que la ruina; que en sumas tragedias, ya del Eufrates las arenas son granates y corales las espumas; y huyendo por los desiertos, de tus rigores esquivos, los que han escapado vivos van tropezando en los muertos. SEMÍRAMIS: Que yo me diese a prisión fue tu intento; y siendo así, será prenderte yo a ti debida satisfacción. Fiera ingrata me llamaste hoy, cuando a ti can leal; luego si con nombre tal me ofendiste y te ilustraste, tiranías no serán que yo en esta parte quiera, procediendo como fiera, tratarte a ti como can. De mi palacio al umbral atado te he de tener; allí has de estar; que he de ver si me le guardas leal y vigilante desde hoy; que si del can es empeño el ser leal con su dueño, desde aquí tu dueño soy. LIDORO: Es verdad; pero aunque eres tú mi dueño, y yo can sea, no es justo que en mí se vea esa lealtad que hallar quieres, maltratado; pues si agravia el dueño a su can, le pierde el cariño, y al fin muerde a su dueño con la rabia. A tus pies estoy rendido; no con tan grande rigor me trates. LICAS: El vencedor siempre honra al que ha vencido. Esto por merced, señora, de haberlo rendido yo, te pido humilde. FRISO: Yo no, que también le rendí agora, sino que su singular error castigues, porque nadie se te atreva en fe de que le has de perdonar. LICAS: Vence dos veces, piadosa. FRISO: El castigo es el vencer. SEMÍRAMIS: Dices bien, y eso ha de ser. LIDORO: Reina invencible y hermosa, dame muerte, y no con tanto oprobio quieras que viva. SEMÍRAMIS: Poco mi soberbia altiva se enternece de tu llanto. A un villano haced llamar, que desde Ascalón tras mí vino a Nínive, a quien di el oficio de cuidar de los perros de mi caza.
Sale CHATO, de vejete
CHATO: Aquí está Chato, señora; que para seguirte agora el temor no le embaraza de la guerra, porque ya sabía que habías de ser la que había de vencer, según declarada está en tu dicha la Fortuna. Y ¿qué razones más llanas que, estando lleno de canas yo, no tener tú ninguna, siendo los dos de una edad, cuarenta años más o menos, y con sucesos tan buenos yo como tú? SEMÍRAMIS: Levantad. ¿Qué sucesos? CHATO: ¿Pueden ser más iguales que enviudar los dos a un tiempo, y quedar sin marido y sin mujer? Pero ya que me he casado, sea para darme agora algún oficio, señora, que me saque de aperreado. ¿Qué me mandas? SEMÍRAMIS: Que del modo que alimentar, Chato, sueles mis sabuesos y lebreles, trates a ese hombre; y todo su manjar ha de comer; en mi zaguán han de verlo cuantos pasaren, y al cuello traílla le has de poner; y tú como él, si no le guardas, has de vivir. CHATO: Pues si él se me quiere ir, ¿qué le tengo de hacer yo? SEMÍRAMIS: Con aquesto, a la ciudad volvamos. Ven tú conmigo; que tienes de ser testigo mayor de mi vanidad. Al estribo te han de ver de mi caballo. LIDORO: ¿Ya estás vengada? LICAS: Reina... SEMÍRAMIS: No más. FRISO: Bien haces. SEMÍRAMIS: Esto ha de ser; que si de can blasonabas, quejoso no es bien te ofrezcas, pues te hago que parezcas lo mismo de que te alabas. FRISO: Con nueva salva reciba Babilonia victoriosa a su heroica reina hermosa. TODOS: ¡Viva Semíramis, viva! CHATO: ¡En buen cuidado esta vez la fortunilla me ha puesto! Sólo me faltaba esto al cabo de mi vejez. Si mi riesgo no remedia el desvelo y el cuidado, peor está que el soldado de la primera comedia. ¿Guardar yo, siendo esto así que en mi vida guardé un cuarto? ¡Guárdele otro! ¿No hace harto un hombre en guardarse a sí?
Suena la música de chirimías
¡Con qué grande majestad vuelve a la ciudad triunfante esta altiva, esta arrogante hija de su vanidad! Ya en su palacio la espera toda la gente; yo quiero ir allá, pues de perrero me he convertido en perrera.
SEMÍRAMIS habla dentro a LIDORO
SEMÍRAMIS: A este umbral has de quedarte, racional bruto, y de aquí ninguno pase.
Sale SEMÍRAMIS
ASTREA: Hoy en ti a Venus se rinde Marte, LIBIA: Dicha ha sido singular. SEMÍRAMIS: Astrea, toma este acero; Libia, el espejo; que quiero acabarme de tocar. El tono que se cantaba cuando aquel clarín sonó, prosiga agora; que yo me acuerdo bien de que estaba en oírle divertida; y una batalla, no es justo decir que me quitó el gusto que me tuvo entretenida. Vuelva, pues, donde cesó; y este bajel vuelva el bello golfo a surcar del cabello, donde varado quedó. MÚSICOS: "La gran Semíramis bella, reina del Tigris al Nilo..."
Tocan cajas y dicen dentro
VOCES: ¡Viva Ninias, nuestro rey! ¡Viva el sucesor de Nino! SEMÍRAMIS: Oíd. ¿Qué confusas voces son éstas? ¿Qué ha sucedido? Licas, ¿qué es esto?
Sale LICAS
LICAS: No sé, porque solamente miro, desde aquestos corredores, todo el vulgo dividido ocupar calles y plazas, ya en tropas y ya en corrillos; y sin saber más, mi afecto me trujo a hablarme contigo. SEMÍRAMIS: (Bien ese afecto me debes. Aparte Pero yo miento. ¿Qué digo?)
Dentro voces
VOCES: Viva nuestro invicto rey! OTRO: No dejemos ya regirnos de una mujer, pues tenemos príncipe tan grande. SEMÍRAMIS: Friso, ¿qué es eso?
Sale FRISO
FRISO: No sé, señora, porque solamente el ruido a tu presencia me trae. SEMÍRAMIS: Ya saberlo solicito.
Sale LISÍAS
LISÍAS: Aguarda, detente, espera; que pues que yo me anticipo, señora, a besar tu mano antes que Ninias tu hijo, sólo ha sido a darte cuenta de la novedad que ha habido. SEMÍRAMIS: Dilo, aunque para saberlo no me importa ya el oírlo. LISÍAS: Que viniese a Babilonia Ninias, de tu parte Licio me mandó, y a tu obediencia pronto se puso en camino. A Babilonia llegamos, donde el puente levadizo, viendo tu mismo retrato, nos dio paso sobre el río. A palacio caminaba el príncipe, agradecido a la dicha de llegar a tus pies en tan propicio día, que tú victoriosa triunfabas de tu enemigo. Su hermosura ganó en todos un afecto tan benigno, que, no diciéndolo nadie, todos dijeron a gritos... UNO: No una mujer nos gobierne, Dentro porque aunque el cielo la hizo varonil, no es de la sangre de nuestros reyes antiguos. VOCES: ¡Viva Ninias, nuestro Rey! Aparte ¡Viva el sucesor de Nino! SEMÍRAMIS: Calla, calla, no lo digas, pues ya esa voz me lo ha dicho, y es hoy sentirlo dos veces llegar dos veces a oírlo. Desagradecido monstruo, que eres compuesto vestigio de cabezas diferentes, cada una con su jüicio, pues cuando acabo de darte la victoria que has tenido, ¿de que soy mujer te acuerdas, y te olvidas de mi brío? VOCES: Sí, que Rey varón queremos. Dentro OTRO: Habiéndole en edad visto Dentro capaz de reinar, no es justo que reines tú, que no has sido sangre ilustre y generosa de nuestros Reyes invictos. SEMÍRAMIS: Es verdad; pero de dioses desciende mi origen limpio. Licas, de este atrevimiento venganza a tu valor pido. LICAS: Bien sabes de mí la fe y lealtad con que te sirvo; mas si el príncipe es, señora, de mi rey natural hijo, y tiene razón, y es pueblo, ¿quién bastará a reducirlo? FRISO: Yo bastaré, y de tu nombre la voz tomaré; que estimo más el ser vasallo tuyo. SEMÍRAMIS: Yo te lo agradezco, Friso; y Licas verá algún día cuánto en mi gracia ha perdido. (Estoy por decirlo; pero Aparte vame mucho en no decirlo. Mas detente; que ya es justo, en empeño tan preciso, mudar de consejo y dar a este vulgo más castigo del que de mí habrá esperado, si no del que ha merecido.) Formado cuerpo de tantos, que parciales y divisos os alimentáis de solas las novedades del siglo, bien sabéis de mi valor que pudiera reduciros al yugo de mi obediencia y de esta espada a los filos; pero quiero de vosotros tomar, con mejor estilo, mejor venganza. Esta sea, pues no me habéis merecido, que me perdáis desde aquí. Ya del gobierno desisto, de vuestro cargo me aparto, de vuestro amparo me privo. La viudez que no he guardado hasta aquí por asistiros, guardaré desde hoy; y así, el más oculto retiro de este palacio será desde hoy sepulcro mío, adonde la luz del sol no entrará por un resquicio. Ningún hombre me verá el rostro, siendo mi hijo, por serlo, de aquesta ley el primer comprehendido; y así, entrar no le dejéis a él, ni a nadie, a hablar conmigo. En sus manos, le decid, que el cetro y laurel altivo dejo; que dé a sus vasallos ese gusto de regirlos, hasta que a mí me echen menos; pues ya sólo el valor mío siente que se me parezca, porque no podrá el olvido borrarme de sus memorias. FRISO: ¡Señora! SEMÍRAMIS: Déjame, Friso. LICAS: Advierte... SEMÍRAMIS: Vos no me habléis. LISÍAS: Mira que... SEMÍRAMIS: Ya nada miro. Quédate, pueblo, sin mí. Todos me dejad. Conmigo nadie venga. Rey tenéis; seguidle a él. Un basilisco tengo en los ojos, un áspid en el corazón asido. ¿Yo sin mandar? De ira rabio. ¿Yo sin reinar? Pierdo el juicio. Etna soy, llamas aborto; volcán soy, rayos respiro. LICAS: ¡Qué ambicioso sentimiento! FRISO: ¡Qué sentimiento tan digno! LISÍAS: ¡Qué resolución tan ciega y sin tiempo! LICAS: Lisís, dinos: ¿Dónde el príncipe quedó, viniéndote tú? LISÍAS: No quiso acabarme de escuchar Semíramis. FRISO: Ahora dilo. LISÍAS: Viniendo a palacio ya, ese eminente obelisco, regular Atlante nuevo, nuevo fabricado Olimpo, mauseolo consagrado a las cenizas de Nino, preguntó qué templo era; y habiendo entonces oído que era el sepulcro eminente de su padre, así le dijo, "Salve, depósito fiel del mejor rey que ha tenido el mundo, si amor no hubiera borrado su nombre altivo. Salve, y de mí no se diga que la primer vez que miro de tu urna las cenizas, no doy de mi amor indicios. No he de llegar de palacio a ver los umbrales ricos, sin que primero vea el mundo que, a mi ser agradecido, es aquéste en Babilonia el primer umbral que piso, reverenciando postrado hoy en su fin mi principio." Y echándose del caballo, dentro entró, y al mármol liso que muerto le deposita y le representa vivo, besó la mano, pidiendo de su culto a los ministros le sacrifiquen; y él queda asistiendo al sacrificio, cuya acción piadosa más pudo alterar los motivos del pueblo. A buscarle vuelvo, y a decir cuánto ha sentido Semíramis sus aplausos, porque venga prevenido a desenojarla. ¡Dioses, doleos de su peligro! ASTREA: Padre y señor, ¿de esa suerte te vas, y habiéndome visto para besarte la mano, lugar no me has permitido? LISÍAS: ¡Ay hija! No a mi amor culpes, que esta novedad que admiro ha embargado los afectos hoy de todos mis sentidos.
Vase LISÍAS
LICAS: Aunque Babilonia hoy en confusiones y gritos alterada, hermosa Libia, cumpla con su nombre mismo, porque no excepta lugares, tiempos ni personas, dijo un sabio que amor y muerte eran los más parecidos; y así, pues las novedades que a todos han suspendido, a mí me han dado ocasión de hablaros, ose deciros, ¿cuándo seré tan dichoso que merezca el amor mío la suma gloria que espero y el grande amor a que aspiro? LIBIA: Ya vos sabéis cuánto, Licas, a vuestra fe agradecido, mi pecho os estima; pero esa ocasión que habéis dicho, no he de darla yo. La reina es dueño de mi albedrío. Pedidme a la reina vos. LICAS: Con esa esperanza vivo. FRISO: Yo, hermosa, divina Astrea, ya que ninguna he tenido, no os digo, ¿cuándo seré felice? Que sólo os digo ¿cuándo no seré infelice? Pues favor no solicito para ser amado; basta el no ser aborrecido. ASTREA: Tarde, Friso, porque en mí esos desdenes esquivos son naturaleza, y mal podéis nunca reducirlos. FRISO: Tan hallado estoy con ellos y por vuestros los estimo, que con ellos no echo menos el bien a que no me animo.
Tocan chirimías y dicen dentro
VOCES: ¡Viva Ninias, nuestro rey! ¡Viva el sucesor de Nino! LIBIA: Ya de más cerca se escuchan las voces que dan indicio de que ya el príncipe llega; y así, de esta cuadra idos los dos. LICAS: Aquí, a mi pesar, de vuestra luz me despido. FRISO: Yo no, Astrea, de la vuestra, porque sé que en esto os sirvo. ASTREA: No se va quien deja tantos pesares de haberle visto. FRISO: También vivo feliz yo, pues padezco. ASTREA: Si imagino que mi desprecio estimáis, ni aun desprecios tendréis míos. LIBIA: Adiós, Licas. LICAS: El os guarde. Vamos, porque es justo, Friso, que al príncipe le besemos los dos la mano. FRISO: Yo sigo a Semíramis en todo; y así, hasta que haya sabido si en esto pude enojarla, no le veré. LICAS: Esto es preciso, que es nuestro príncipe. FRISO: Ella nuestra reina, a quien yo sirvo. LICAS: Pues yo voy a verle. FRISO: Y yo de su vista me retiro.
Vanse los dos
LIBIA: ¿Hasta cuándo, hermosa Astrea, ingrato tu pecho altivo ha de negarle al Amor tributo? ASTREA: Aunque ves que a Friso aborrezco, no a mi pecho acuses con desvaríos de incapaz Amor. Bien sé qué es querer; y si te digo la verdad, mis pensamientos son más osados y altivos. LIBIA: ¿Cómo? ASTREA: Hija soy de Lisías; con Ninias, príncipe invicto, me he crïado. LIBIA: Ya te entiendo. Fuera de que ha interrumpido tu voz la música. ASTREA: (Aquí Aparte esperarán mis sentidos, locos de amor, a su dueño.)
Vanse. Tocan chirimías y sale todo el acompañamiento y detrás NINIAS en traje de camino, y a la puerta por donde sale está LIDORO atado con cadena y CHATO junto a él
VOCES: ¡Viva el sucesor de Nino! NINIAS: De todos vuestros aplausos hago a los cielos testigos, que, a disgusto de mi madre, ni los escucho ni admito. UNO: Tú eres nuestro rey, y tú solamente has de regirnos. NINIAS: Y ya que una obligación de hijo en el templo he cumplido, dejad que acuda a las otras, a mi madre agradecido. CHATO: (Cuando niño no era Ninias, Aparte a su madre parecido tanto, aquel rostro y aquéste, ¿quién no dirá que es el mismo?) NINIAS: Tened, no paséis de aquí. ¿Qué lástima es la que miro, cuando del real palacio la primera losa piso? CHATO: (Ella es, vestida de hombre Aparte o yo he de perder el juicio.) NINIAS: Hombre, ¿quién eres? LIDORO: Señor, de la Fortuna un delirio, un frenesí de la suerte, de los hados un prodigio, y del humano poder el escarmiento más vivo. CHATO: (Lo de un huevo a otro no es nada, Aparte que hay huevos no parecidos; que unos se dan a dos cuartos, y otros se pagan a cinco.) NINIAS: ¿Qué delito así te ha puesto? LIDORO: Haber infeliz nacido. NINIAS: ¿Delito es ser infeliz? LIDORO: Y no pequeño delito. NINIAS: Dime, ¿quién eres? LIDORO: Lidoro, rey de Lidia; y este aviso, pues te coge a los umbrales de reinar, príncipe invicto, sírvate de algo, observando cuerdo, atento y advertido, que pasar de extremo a extremo es de la Fortuna oficio. NINIAS: ¿Tú eres el que a Babilonia intentaste poner sitio? LIDORO: Sí, señor, y tú y tu padre alentasteis mis motivos. NINIAS: Eso no entiendo ni quiero entenderlo. Enternecido me han dejado tus fortunas, y aun me ha parecido indigno que así al vencido se trate; y si agora no te libro, es porque no sé si tienes más culpa que ser vencido. Y aunque la tengas, Lidoro, palabra doy al impíreo coro de los dioses que hoy no pida, a los pies rendido de Semíramis mi madre, en premio de que no admito un reino, sino que tengas la libertad que has tenido. LIDORO: Como can estoy atado, y así, como can me humillo, halagándote los pies humilde y agradecido.
Vase LIDORO
CHATO: No hará un bien sólo en librarle, sino dos, porque no vivo, ni como, ni bebo, ni duermo, ni hago otro ejercicio, guardándole. NINIAS: Pues, ¿quién eres? CHATO: Chato, aquél que cuando niño solía jugar con él. NINIAS: No te había conocido. CHATO: Yo tampoco, porque está a su madre parecido más que antes; todo su rostro cortado es aqueste mismo. NINIAS: Dime, ¿cómo estás tan viejo y tan pobre? CHATO: Como sirvo. NINIAS: Yo me acordaré de ti. CHATO: Y yo diré, Si me miro medrado, que como hay un diablo a otro parecido, un ángel a otro también.
Salen LICAS y FRISO
FRISO: ¿Que salir no haya podido de palacio, sin que todos vean que de él me retiro pesaroso de este aplauso? LICAS: En tanto, príncipe invicto, que al cuarto vas de la reina, mi señora, te suplico permitas besar tu mano. LISÍAS: Licas, gran señor, ha sido el vasallo que dio a Siria más victorias. NINIAS: Ya he oído vuestro nombre, y conocemos por vuestra persona estimo. LICAS: Conoceréis el vasallo que más desea serviros. NINIAS: Alzad del suelo. ¿Un hermano no tenéis? LICAS: Sí, señor; Friso. NINIAS: Pues ¿cómo, tan retirado, no llegas a hablarme? FRISO: Rendido a vuestras plantas estoy. NINIAS: Muy tarde y de espacio ha sido; y quizá algún día veréis que, aunque no caigo advertido en todo, lo entiendo todo, y uno entiendo y otro estimo. LICAS: ¿Porqué...? NINIAS: No hablo con vos, Licas. FRISO: Yo quise... NINIAS: Bien está, Friso. ¿Cuál es de mi madre el cuarto?
Salen ASTREA y LIBIA
ASTREA: Aqueste, príncipe invicto, a cuyos umbrales yo a besaros me anticipo la mano. NINIAS: Del suelo alzad; que en mis brazos os recibo, por deciros que el ausencia en mí nunca engendra olvido, porque vengo muy gustoso a veros amante y fino. ASTREA: Todo a mi fe lo debéis, mas callar ahora es preciso. NINIAS: Entraré a ver a mi madre. LIBIA: Ella, gran señor, nos dijo que nadie entrar se permita dentro aunque fueseis vos mismo. NINIAS: Si quien no fuera una dama aqueso me hubiera dicho, respondiera de otra suerte; pero a vos basta deciros que esos preceptos se entienden con todos y no conmigo. LISÍAS: ¡Qué prudencia! LICAS: ¡Qué cordura! LIBIA: ¡Qué severidad! ASTREA: ¡Qué brío!
Vanse, y quedan FRISO y LICAS
LICAS: ¡Que hayas, Friso, procurado el ser hoy del rey mal visto! FRISO: No es el rey, porque hasta agora reina Semíramis. LICAS: Digo que en todo mi opuesto eres. FRISO: Si tú no lo fueras mío, no lo fuera yo; demás de que si hacerme he querido mal visto de Ninias, tú de Semíramis. LICAS: Yo sigo la parte de la justicia, que Ninias es del rey hijo. FRISO: Pues yo la de la Fortuna, que Semíramis ha sido quien se ha sabido hacer reina. LICAS: Pues vamos por dos caminos, tú verás en el fin de ellos... FRISO: ¿Qué? LICAS: Que es mejor el mío. pues que lleva la razón de su parte. FRISO: Ése es delirio. Ten tú razón, yo fortuna, y verás que no te envidio.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

La hija del aire, segunda parte, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002