JORNADA SEGUNDA


Dicen dentro, a un lado PALAS, a otro MERCURIO, y a otro ANDRÓMEDA y PERSEO
PERSEO: Seguirte tengo, aunque te entres al centro más pavoroso. ANDÓMEDA: Aquí me hallarás, Perseo, rayo y sombra, en humo y polvo.
Sale ANDRÓMEDA de una parte a otra y se entra y múdase todo el teatro al pasar con estos dos versos. ANDRÓMEDA y PERSEO tras ella, como que la ha perdido de vista, y lo que se descubre es la gruta del sueño y MORFEO, viejo venerable sobra unas hierbas de su significación, como son beleños y cipreses, y sale PERSEO
PERSEO: ¿Qué lóbrega estancia es ésta en cuyos cóncavos hondos delirios son cuantos veo, fantasías cuantas toco? ¡Oh tú, caduca deidad que con nombre de reposo paréntesis de la vida, eres la muerte del ocio! Dime, si una sombra sigo, ¿cómo --¡ay, infelice!-- cómo entre tantas no la encuentro en sitio tan pavoroso? Si aquí tras ella llegando... --¡mas ay!-- que cuando te invoco no ya los conceptos pero aun las palabras no formo. Recíbeme a tus umbrales que ya a tus fuerzas me postro, viva peña entre tus peñas, vivo tronco entre tus troncos.
[Duérmese PERSEO y canta MORFEO]
MORFEO: "Felice infelice joven, pues en un instante propio eres de unos dios ceño y eres cuidado de otros, lo fiera de una deidad temple de otra lo piadoso, y quédese en mi silencio informe el amor y el odio. Quién eres has de saber, y, en aquel instante proprio, aún has de ignorar quién eres viendo que no es nada todo."
[Habla PERSEO como entre sueños]
PERSEO: ¿Cómo es posible --¡ay de mí!-- que si yo una vez me informo, vuelva a quedar con la duda? MORFEO: "Agora te diré cómo. Representadle ilusiones su nacimiento, de modo que le vea y que no sea creído después de los otros."
Vase [MORFEO] y descúbrese el retrete con DANAE, vestida de dama y y una DUEÑA, y cuatro DAMAS con ella cantando [y sigue hablando PERSEO como entre sueños]
PERSEO: ¿Mi madre entre tantas reales pompas, estrados y adornos? ¿Qué es esto, cielos? DANAE: Cantad, por si algún aliento cobro. DUEÑA: Canten haciendo labor; que bien puede hacerse todo.
Cantan
DAMAS: "Ya no les pienso pedir más lágrimas a mis ojos porque dicen que no pueden llorar tanto y ver tan poco." DANAE: Bien a la fortuna mía corresponden letra y tono pues lo que lloro y no veo son mi consuelo y mi enojo. Mi consuelo, pues no tienen mis penas más desahogo que el de la piedad y el llanto que en estas prisiones formo, y mi enojo, pues al ver que de él el alivio gozo le aborrezco de manera que por no gozarle sólo... DANAE y DAMAS: "Ya no les pienso pedir más lágrimas a mis ojos." DANAE: ¿Para qué, piadosos cielos --si es, cielos, que sois piadosos-- en dar a un infeliz vida quitáis de la vida el logro? Si a vivir presa nací, no nacer fuera más proprio; que no es lisonja de un preso el dorarle el calabozo. Si para llorar sin ver me habéis dejado los ojos, para todo los quitad o dádmelos para todo. Ved que quejosos de mí no quieren uno sin otro. DANAE Y DAMAS: "Porque dicen que no pueden llorar tanto y ver tan poco." DANAE: ¿Qué delito cometí para que tan riguroso mi padre me la castigue? Si enamorado Lidoro de un retrato, a verme vino, ¿qué causa es de que celoso tema tanto de su amor y fíe de mi honor tan poco que me prenda? Mas, ¡ay triste! ¿Para qué gimo ni lloro? Cantad, cantad repitiendo una y otra vez a coros.
Dentro música, y empieza a llover oro
COROS: "El que adora imposibles llüeva oro que sin él nada se vence y con él todo." DANAE: Oíd. ¿Qué nuevo acento es el que por los aires oigo? DAMA 1: No sé, señora, mas sé que aún ése no es el asombro. DANAE: ¿Pues qué? DAMA 2: Que de la dorada techumbre el artesón roto se viene abajo, lloviendo sobre nosotras el oro que le esmaltaba. DAMA 3: Es en vano, que el que llueve a lo que noto; es de más sagrada nube. DAMA 4: Sea él fino, aunque es hermoso, y venga como viniere.
Cogen todas [el oro]
DAMA 1: Sin duda que algún dios mozo, recién heredado, quiere aplausos de generoso y echa el oro por ahí que le dejó en patrimonio el viejo dios de su padre. DAMA 2: Coge, Laura." DAMA 3: Ya yo cojo. Desde hoy, senora, he de ser de escaparate y biombo.
Vase
DAMA 4: Mañana hago treinta estrados que ya cinco o seis son pocos.
Vase
DUEÑA: Yo el solar de la montaña que fue de mi abuelo compro. DAMA 1: Por vida de cuantos hay que si mi dote recojo y una vez rica me veo, que no ha de gozarme esposo letrado. Espada y guedeja ha de ser mi matrimonio. PERSEO: ¿Qué dulce sueño me tiene aún más que dormido, absorto? DANAE: ¿Qué prodigio es éste, cielo?
Baja el águila y en ella JÚPITER, vestido de Cupido
JÚPITER: "Ya yo a tus dudas respondo."
Cantan dentro
"El que adora imposibles llüeva oro; que sin él nada se vence y con él todo." JÚPITER: "Hermosísima beldad, en cuyo divino rostro por uso de lo desdichado se ha vengado de los hermoso, Favonio, el galán de Flora, que es el que penetra sólo tu alcázar porque no hay alcaide para Favonio, con sus flores me ha pintado tus perfecciones, de modo que a tu fama los oídos se han rendido sin los ojos. Y para llegar a verte del aire mismo celoso divirtiéndome las guardas aquesta lluvia dispongo."
Canta
"...el que adora imposibles llüeva oro; que sin él nada se vence y con él todo." DANAE: Alada deidad, ¿quién eres; que tus señas desconozo; que el oro, el ave y las alas piensan uno y dicen otro.
Baja al tablado y vuela el águila
JÚPITER: "Júpiter soy aunque ves que de las plumas me adorno de Amor; que para llegar a tu vista más dichoso depuesto el ceño sagrado, depuesto el semblante heroico con que los rayos esgrimo y los relámpagos formo, liberal y hermoso quise que me vieses, y así tomo de la ave, de Cupido la ala, y el metal de Apolo. Si bien sólo esto bastara que para llegar airoso a los ojos de una dama, no hay más gala que el soborno;"
Canta
"...el que adora imposibles llüeva oro; que sin él nada se vence y con él todo." DANAE: Si eres Jove, como dices, y es fuerza que seas piadoso, duélete de mí. No quieras que de tu afecto amoroso sea trofeo mi vida. Decreto hay, que al punto propio que entre aquí, aunque sea deidad, me echen derrotada al golfo del mar. JÚPITER: "Yo sabré ampararte cuando alguien te diere enojo.' DANAE: ¿No es mejor no darle tú que vengar que los dé otro?
Ásela [JÚPITER] de las manos
JÚPITER: "¿Cuándo lo fue el rendimiento?" DANAE: Ahora lo es. ¡Cielos, socorro! JÚPITER: "Porque sus voces no escuchen, decidme conmigo vosotros..."
Canta
"...el que adora imposibles llüeva oro; que sin él nada se vence y con él todo." DANAE: Aunque los cientos confundas, mi voz saldrá sobre todos. ¡Cielos, piedad; favor, cielos! ¡Socorro, dioses, socorro!
Cantan
MÚSICA: "El que adora imposibles llüeva oro; que sin él nada se vence y con él todo."
Cúbrese toda la gruta de MORFEO y el retrete, y vuelve a quedarse la selva como antes estaba, con las caserías nevadas, quedando admirado PERSEO
PERSEO: ¡Oye, aguarda, escucha, espera! ¡Que aunque seas poderoso, Júpiter, vengaré en ti de mi madre! Mas, ¿qué loco del sueño despierto? Pues nada veo, nada oigo de cuanto veía y oía. ¿No es éste aquel sitio propio donde mentida ilusión contra el sangriento destrozo de una fiera, me pidió favor? Sí, pues, como...
Sale DANAE, de villana
DANAE: ¿Cómo, Perseo, cuando caminan al templo llevados todos de dos tan nuevos prodigios, tú aquí te has quedado sólo? A cuya causa a buscarte como esposa y madre torno. PERSEO: ¿Quién vio aquellas majestades y ve estos sayales toscos? DANAE: ¿Qué te suspende? PERSEO: No sé. DANAE: ¿Qué tienes? PERSEO: No sé. DANAE: ¿Qué ahogo te aflige? PERSEO: No sé. DANAE: ¿Qué pena lloras? PERSEO: No lo sé tampoco. DANAE: ¿Nada sabes? PERSEO: No sé nada, y pienso que lo sé todo. DANAE: ¿Cómo? PERSEO: No sé. DANAE: ¿Al "no sé" vuelves? PERSEO: Conmigo hiciste lo propio, y déjame. No me apures obligándome a que absorto te pregunte, ¿qué se hicieron tus galas y tus adornos, tus faustos, tus majestades, presa entre los reales solios de un alcázar? Mas, ¿qué digo? Mienten las voces que formo, mienten los sueños que creo, y las fantasmas que ignoro. DANAE: Perseo, de cuanto has dicho nada entiendo. PERSEO: Yo tampoco. DANAE: Dale al aire lo que es suyo. PERSEO: Sí, haré; pues basta estar loco sin que sepan que lo estoy. DANAE: ¡Qué sentimiento! PERSEO: ¡Qué ahogo! DANAE: ¡Qué confusión! PERSEO: ¡Qué delirio! LOS DOS: ¡Qué pasmo!
Dentro FINEO y otros
FINEO: ¡Qué horror! LIDORO: ¡Qué asombro! PERSEO: Segunda vez de la boca me ha quitado licencioso el aire el suspiro. DANAE: ¿Quién de la lengua y de los ojos, embargándome el gemido, me ha embarazado el sollozo? PERSEO: Cuantos al templo subieron parece que temerosos vienen al valle. DANAE: ¿Quién duda que Júpiter riguroso les ha respondido? PERSEO: Yo no lo dudaré. Si noto que a dios que sueño en delitos, no es mucho hallarle en enojos. Y, si es consuelo del triste la sociedad del ahogo, callemos en nuestras penas y oigamos las de los otros.
Sale BATO
BATO: Yo no entiendo aquestos dioses que andan siempre con mosotros en oráculos, habrando allá por sus circumlquios que nadie hay que los entienda. PERSEO: ¡Bato! BATO: ¡Válgame el dios Momo que es dios de los que habran más que deben! PERSEO: No temeroso huyas de mí; que ya quiero ser tu amigo. BATO: ¿De qué modo? Porque hay modos en amigos y hay modillos y hay modorros. PERSEO: Agradeciéndote el que me desengañes tú solo. BATO: Oigan. Ya la purga va obrando. También y todo era golloria el querer que obrase al instante propio. DANAE: Dime a mí, ¿qué hubo en el templo que vuelven tan tristes todos? BATO: Que hicieran sus sacrificios los dos, y al uno y al otro Júpiter respondió... LOS DOS: ¿Qué? BATO: Dos casos bien espantosos. LOS DOS: ¿Qué son? BATO: De uno no me acuerdo bien, mas del otro tampoco. Y, pues ya aquí los he dicho voy a decirlos a otros, que no hay cosa como andar con sus nuevas de retorno uno engañando a otros tantos, a otros tintos y a otros tontos.
[Vase BATO] y salen FINEO, LIDORO, POLIDITES, CARDENIO y villanos
LOS DOS: ¿Qué les habrá sucedido? FINEO: ¡Triste pena! LIDORO: ¡Fiero asombro! FINEO: No hay consuelo para mí. LIDORO: Ni para mí le ha de haber. POLÍDITES: Aunque con vosotros fui al templo para saber vuestras respuestas, y oí la voz de Júpiter, no entendí de su sentido el sentido que causó vuestro temor, y así os pido me la repitáis. FINEO: Mal yo podré con discursos sabios articular mis agravios ni sus venganzas porque, al pronunciarlas, no sé si aliento tendrán los labios. "Ofrecida al monstruo muera Andrómeda," su confusa voz dijo, horrible y severa, "pues con solo eso se excusa de Trinacria la ira fiera." Con que dos desdichas lloro: si al oráculo no creo, el sacrilegio no ignoro; y si le creo, trofeo de un monstruo hago a la que adoro, de suerte que a un tiempo me hallo entre creerlo y dudallo, fiel de uno y otro castigo pues muero yo si lo digo, y ella y todos si lo callo. LIDORO: En mí de no menos fiera respuesta su deidad usa, pues dijo de esta manera, "De la sangre de Medusa uno y otro alivio espera." De modo que da a entender que hasta que haya quien dé muerte a Medusa, no ha de haber quien nos pueda defender de persecución tan fuerte. POLÍDITES: De las dos respuestas creo, habiendo oído cada una de por sí, que se hace una. LOS DOS: ¿Cómo? POLÍDITES: Repita el empleo cada cual de su fortuna. FINEO: "Ofrecida al monstruo muera Andrómeda; que esto excusa de Trinacia la ira fiera." LIDORO: "De la sangre de Medusa uno y otro alivio espera." POLÍDITES: Luego bien se da a entender que uno de otro haya de ser el remedio. Y, siendo así, que ya no tenéis aquí que esperar, pues el poder de Júpiter, indignado hoy con los dos, ha mostrado en uno y otro sentido que está en Venus ofendido y está en Minerva agraviado. Sin otra particular causa de oculto destino que a mí me obliga a guardar el puerto, ése es tu camino y el tuyo también el mar. Id en paz. FINEO: Dudando iré. ¡Ay, Andrómeda! ¿Qué haré entre callar o morir!
Vase [FINEO]
LIDORO: Tus pies beso. Fuerza es ir; mas yo, Danae, volveré.
Vase [LIDORO]
POLÍDITES: Cardenio, yo también quiero dejar la aldea. CARDENIO: Señor, no es éste el favor primero que viene, como favor, tardo y se vuelve ligero. POLÍDITES: El cielo or guarde, Dïana. DANAE: Él aumente vuestra vida.
[Hablan aparte POLÍDITES y LIBIO, su criado]
POLÍDITES: (¡Qué beldad tan soberana! Aunque ves que mi partida finjo, Libio, sólo es gana de quedarme retirado de ese monte en lo intricado por si alguna ocasión veo en que hablar pueda el deseo a esa esfinge que ha robado con su hermosura, su brío, y su ingenio mi albedrío; pues pensé que le tenía, y era porque no sabía que era suyo y no era mío.)
[Vanse el rey POLÍDITES y LIBIO]
DANAE: Padre, de un grande pesar cuenta te quisiera dar. CARDENIO: Pues de aquí nos retiremos. DANAE: Ven conmigo; que tenemos muchas cosas que tratar. PERSEO: (Pues de mí se han recatado Aparte dejarlos quiero. ¡Oh, hado! Dime sin tanto desdén si fue soñado mi bien; pero, ¿qué bien no es soñado?)
Vase [PERSEO]
DANAE: Sabrás, padre, que ya están nuestros sucesos...
Dentro voces
VOCES: ¡Aparta! ¡Ténganse! DANAE: ¡Ay de mí! CARDENIO: Hacia allí oí ruidos de cuchilladas. Voy a saber si es Perseo.
Vase [CARDENIO]
DANAE: Tras ti iré.
Sale LIDORO
LIDORO: ¡Detente, aguarda! Que yo he fingido este ruido porque su industria me valga para hablarte.
Salen POLÍDITES y LIBIO al paño
POLÍDITES: Sola el viejo la dejó. Bien es que salga; mas otro --¡ay de mí!--- por mano me ganó. LIBIO: Pues oye y calla. DANAE: Lidoro, ¿pues no bastó la seña de que callaras, para que la obedecieras? LIDORO: Con gente, sí, pero... DANAE: Aparta. LIDORO: Estando sola, ¿cómo es posible que mi esperanza que llora tu muerte, pueda? DANAE: No prosigas. ¡Basta, basta! Que importa mucho que nadie sepa quién soy. POLÍDITES: Oye y calla. que aquí, sin duda, algún grave secreto hay que los dos guardan. LIDORO: Si por un retrato tuyo, bella Danae soberana... POLÍDITES: ¡Danae dijo! ¿Si es aquélla que es asunto de la fama? LIDORO: ...vine a verte; si celoso Acrisio tu padre, a causa de nuestras enemistades, te encerró en aquel alcázar que apenas rompió Favonio, veloz amante de Laura, si de él, no sé por qué... DANAE: ¡Ay triste! LIDORO: ...transcendiendo su venganza de crüel a escandalosa, de terrible a temeraria, en un derrotado leño supe que te echó a las aguas, y sobre tantas fortunas te hallo en traje de villana. ¿Cómo es posible que deje, a costa de via y alma, de socorrer tus desdichas, de socorrer tus desgracias, y saber, Danae, en qué puedo ampararte?
Sale CARDENIO
CARDENIO: No fue nada el ruido. Ven, Diana bella.
Sale POLÍDITES
POLÍDITES: Detente, Danae, no vayas... CARDENIO: ¿Qué escucho? DANAE: ¿Qué oigo? LIDORO: ¿Qué veo? POLÍDITES: ...sin que primero mi saña castigue dos osadías, contra mi decoro ambas, bien que la tuya, extranjero, mandándote que te vayas y habiendo vuelto, parece que hay sagrado que la valga, y así, a precio de que sepa de ti quién es esta rara perfección, quiero a la queja hacer de tu vida gracia. Vete, pues, y advierte que si aquí otra vez... LIDORO: Señor... POLÍDITES: Nada me digas. LIDORO: ¡Ay infelice! Yo me iré pues mi contraria suerte, para volver sólo a perderla, volvió a hallarla. ¡Ah, fortuna de extranjeros, por cuántos desaires pasan!
Vase [LIDORO]
POLÍDITES: ¿Cómo, bárbaro villano, cuando tengo puestas guardas a estos montes y a estos mares porque nadie entre ni salga sin que yo lo sepa, vos ocultáis en vuestra casa quizá la beldad que espero, de quien mis reinos aguardan los trofeos, las victorias y los aplausos que sabia anticipa en las estrellas la luz de la judiciaria? ¡Vive el cielo, que a mis manos has de morir! DANAE: ¡Señor...! POLÍDITES: Nada ha de valerle tu ruego porque eres tú a quien agravia. CARDENIO: Señor, yo...
Sale PERSEO
PERSEO: ¿Qué es lo que miro? POLÍDITES: ¡Muere, traidor! PERSEO: Ten la daga, señor, y emplea... DANAE: ¡Ay de mí! PERSEO: ...su cuchilla en mi garganta que mejor cortará en estos bríos que en aguellas canas. POLÍDITES: Levanta, Perseo, del suelo, que tú y Danae... PERSEO: (¡Pena rara! Aparte Danae dijo.) POLÍDITES: ...desde hoy habéis de deberme tantas finezas que la primera su vida es... LOS DOS: Beso tus plantas. POLÍDITES: ....y porque no aquí se quede el principio a mi esperanza, ¡Libio! LIBIO: ¿Señor? POLÍDITES: A la corte es bien que al instante partas y que prevenido vuelvas de carrozas, joyas, galas, y todos los aparatos que convienen a una infanta de Epiro. Y a ti, porque iguales extremos hagas con los dos, mi amor te ofrece darte ejércitos y armadas con que vengues tus agravios y restituyas tu patria. Porque has de saber, Perseo, que eres de sangre tan alta que en aquesta obligación me pone el cielo, venganza de la tiranía de Acrisio, tu abuelo, que en una barca al arbitrio de la espuma pobre, sola y derrotada a Danae contigo en brazos al mar, sin vela ni jarcia entregó a las fieras ondas. Paréceme que te extrañas de que lo sepa; pues no lo extrañes porque crïadas, si con oro callan, Danae, dos días, cuatro no callan. Y así, pues con tus sucesos hoy mis sucesos se enlazan, dándose la mano a un tiempo tu noticia y mi esperanza, ven conmigo en tanto que Libio de la corte traiga lo que he mandado, y vosotros, pastores de estas montañas, venid a pedirme albricias. TODOS: ¡Vivan Perseo y Dïana! POLÍDITES: No digáis Dïana, Danae es el nombre que la ensalza. PERSEO: ¿Si es que sueño todavía? Pero sueñe o no, me basta ser hijo de mis delirios para emprender cosas altas. GILOTE: ¡Viva Danae, y tú perdona a quien se pone a tus plantas! PERSEO: Alzad, amigos, que todos habéis de ser en tan raras fortunas interesados. DANAE: De confusa y de turbada, nada a responder acierto. CARDENIO: Ni yo acierto a decir nada. DANAE: Padre, adiós. CARDENIO: En dos pedazos el corazón me arranca. POLÍDITES: Venid, y si fue hasta aquí vuestra fortuna contraria, ya favorable será.
Vanse [TODOS] y sale la DISCORDIA
DISCORDIA: No será, porque mi rabia impedir sabrá sus dichas.
Sale MERCURIO y canta
MERCURIO: "Sí será, porque mi instancia todas sabrá hacer que llegue a cumplirlas y lograrlas." DISCORDIA: ¿Qué es esto, traidor Mercurio? ¿No basta--¡ay de mí!--, no basta que con tan pública nota me echase del cielo Palas sino que en la tierra tú también me persigas? MERCURIO: "Calla, y persuádete a que yo asistirle tengo en cuantas acciones intente." DISCORDIA: Pues, yo tengo de embarazarlas con mayor poder, y ansí al arma, Mercurio. MERCURIO: "Al arma, Discordia. Y viva quien venza."
Vase la DISCORDIA y sale BATO
BATO: ¡Bravas novedades andan en estos montes, pardiez! Que dicen que la arrogancia de Perseo va saliendo verdad. Éste de las alas me lo dirá. Callabero, ¿es verdad el runrún que anda de que es príncipe Perseo y que su madre Dïana es una reina?
[Siempre MERCURIO habla] cantando
MERCURIO: "Verdad es." BATO: ¡Ay, Dios, y qué bien canta! No vi tan buen pajarote jamás en tronco ni rama. Vuelva a decirme otra vez si es verdad. MERCURIO: "Verdad es clara." BATO: ¡Ay Dios, y qué gorgoritos que tiene aquí en la garganta! ¿Es algún ruin-señor? MERCURIO: "Sí." BATO: Lo creo en Dios y en mi alma que aunque lo señor no veo lo ruin sí. MERCURIO: "¿Dónde?" BATO: En la barba. MERCURIO: "Ya que te agradas de mí, págame lo que te agradas de una cosa." BATO: Sí, haré. MERCURIO: "Tras esa mujer te anda por donde quiera que fuere y sábeme cuanto trata; que cuando tú me lo digas, yo te aseguro la paga." BATO: Yo lo haré, e iré tras ella por donde quiera que vaya, a cuyo efeto me quedo escondido entre estas matas desde donde alcanzo a verla. MERCURIO: "Con aquesta vigilancia sin que se guarde de mí, vendré a saber cuánto trata para que anden mis favores delante de sus venganzas."
Vase [MERCURIO] y vuelve a salir la DISCORDIA por otra parte, recatándose
DISCORDIA: Hermosa deidad de Juno divina, dime, pues sola te invoca mi voz, ¿cómo consientes los ojos de Argos que aduerma Mercurio también al pavón? Mira que van en tu ofensa y mi ofensa Palas altiva y Mercurio traidor, mejorando aquestas fortunas y que yo no puedo lidiar con los dos. Escucha mi acento.
Sale JUNO en una tramoya pasando y canta
JUNO: "Ya escucho tu acento, Discordia, y verás que te amparo y te doy tales armas que puedas con ellas lidiar esa diosa y vencer ese dios." BATO: Otro pájaro canta en el aire y no menos bien está. ¡Vive ños, que pienso que andan los dioses en celo! DISCORDIA: Pues, ¿qué arma ha de ser que esperándola estoy? JUNO: "Recibe esta vara, y sacude con ella las duras entrañas de aquese terror; que expira entre nieve el fuego que guarda por muerta pavesa de su corazón. A su golpe el Báratro todo verás que obedece, y rasgando veloz sus entrañas en cuyo Cocyto la Hidra y Cerbero primer guarda son. A su contacto adormece con ella el uno y el otro tartárico horror, y pasa a las Furias y di que dispongan de Danae y Perseo la persecución. Con cuya asistencia no dudo, Discordia, que pueda tu aliento sangriento y atroz no sólo embotar a Mercurio y a Palas, en ésta lo fiero, en aquél lo veloz; pero de Jove, mi adúltero esposo la publicidad de dorada traición y si a las luces del sol la sacare empañe también las luces del sol."
Cruza [JUNO] el teatro y desaparece
DISCORDIA: Pues ya que me dejas la vara en la mano, verás que al Vesuvio de Acaya feroz hoy, rasgando las duras entrañas, penetro lo horrible y descubro lo atroz. BATO: Bien raras cositas me han sucedido pero, con todo, tras ella me voy. DISCORDIA: ¡Oh, tú, duro centro! BATO: Allí se ha parado. Bien para echar a este parte estoy. DISCORDIA: Al precepto de Juno tus senos franquee al acento infeliz de mi voz y, en disonante música opuesta a la de los dioses, oíd mi invocación.
Cantan dentro las tres FURIAS
FURIAS: "¿Qué quieres, Discordia? Que ya a tu obediencia nos mandan abrir Proserpina y Plutón." BATO: ¡Ay de mí! ¿Qué demonios es esto? DISCORDIA: ¿Quién habla a esta parte? BATO: Un maldito mirón que se ha metido en garitos del diablo sin qué, ni por qué, a mirar tal visión. DISCORDIA: Ya que seguirme quisiste-- y aun a mí este horror me espanta-- ve tú delante; que un miedo de otro miedo se acompaña. BATO: ¿Yo delante? Aqueso no; que a mí el ir detrás me mandan. DISCORDIA: Pasa adelante.
Aparece la HIDRA de siete cabezas
BATO: ¡Ay de mí! ¡Qué mal manojo de caras! DISCORDIA: No temas. BATO: No es fácil eso. DISCORDIA: Pues a buen lado te apartas.
[Aparece CERBERO] de tres cabezas
BATO: Tres bocas tiene sin ser pistola, boleta o llaga este, a un tiempo perro, gozque y perro braco, y de falda. DISCORDIA: Toma esta vara y con ella sacude aquellas gargantas y esas fauces. BATO: ¿Qué son frauces? DISCORDIA: Llega. BATO: Llegue ella y su alma. DISCORDIA: En virtud de Juno, duerme, Hydra, y tú, Cerbero, calla, y vosotras responded, oh Furias, que encarceladas yacéis. FURIA 1: "¿Qué nos atormentas?" FURIA 2: "¿Qué nos quieres?" FURIA 3: "¿Qué nos mandas?" DISCORDIA: Que de este centro saliendo, me ayudéis a que deshaga de Perseo las fortunas que ya su gran nombre ensalza. FURIA 1: "Yo ofrezco alterar las ondas de suerte que sus armadas, al primer paso que den, corran en el mar borrasca." FURIA 2: "Yo, donde fuere perdido, furias le sembraré tantas que la menor será amor con celos, sin esperanza." FURIA 3: "Yo ese amor y esa tormenta creceré a penas tan raras que le pondré en los mayores riesgos, tormentas y ansias." DISCORDIA: Pues con esa condición yo aceto las tres palabras; y, en fe de que asistiréis las tres siempre a mi venganza salid del centro y volved a cerrar de sus entrañas el duro horroroso seno. BATO: Eso no hasta que yo salga, seor Cancerbero, Hidra adiós; y veámonos mañana.
Vase [BATO]
LAS TRES: "Ve segura, que a las tres tendrá siempre tu esperanza prontas para tu obediencia." DISCORDIA: Pues, Furias, al arma. LAS TRES: "Al arma." DISCORDIA: Que tengo de ver, si el infierno os desata, qué vale Mercurio ni qué puede Palas.
Vanse y cúbrese todo. Salen FINEO y CELIO
FINEO: A tierra, a tierra, y haciendo alto todos, nadie llegue primero que yo a las plantas de Andrómeda, que la breve esfera de aquella quinta hizo su fábrica verde o bien de su oriento ocaso o mal de su ocaso oriente. CELIO: Dicha ha sido que tan presto saliera a tierra la gente antes de verse asaltada de dos contrarios crüeles. FINEO: ¿Cómo? CELIO: Como apenas vio la foca el varado huésped de sus ondas cuando horrible las turbadas alas mueve haciéndole que zozobre al espolón de su frente al tiempo que amotinado de espuma el imperio leve montes de piélagos hace que al sol la cerviz encrespen. FINEO: ¡Oh mar, y de cuántas vidas eres deudor! CELIO: ¡Triste suerte mandó a la armada que vimos que hecha ciudad de bajeles, a Epiro iba. FINEO: Al cielo gracias que arribé yo, aunque no tiene mucho de piedad el que para ser vencido vence. ¿Avisaste, Celio --¡ay triste!-- a cuantos conmigo vienen que a nadie a decir se atreva el oráculo inclemente de Andrómeda? CELIO: Sí, señor, bien que inútil me parece. FINEO: ¿Por qué? CELIO: Porque no hay secreto que entre muchos se conserve; y más cuando de un peligro están los demás pendientes. FINEO: Cumpla mi amor con mi amor que menos inconveniente es quitar a todos vida que dar a Andrómeda muerte.
Sale el REY de Trinacria, ANDRÓMEDA y damas
REY: Por las señas del bajel conocí que el tuyo fuese. No tanto porque su porte, velas y jarcias me acuerden, cuanto porque lo que previne que otro ninguno pudiese sulcar estos mares, pues nadie sin los intereses particulares, tocara las amenazas crüeles de ese bandido pirata que nunca en mi daño duerme. FINEO: Mayores riesgos, señor, es justo que yo desprecie en tu servicio, y mayores peligros e inconvenientes en el de Andrómeda a quien suplico, después que bese tus pies, que me dé licencia para que rendido intente poner los labios adonde ella las plantas; pues tienen tan buenas señas labios que no es posible que yerren el sitio, pues al hermoso contacto de fuego y nieve cuantos va ajando en jazmines viene brotando en claveles. ANDRÓMEDA: Guárdete el cielo. (¡Ay Fortuna! Aparte ¿Dónde dicen que estar suelen Sirtes y Escilas, si al fin, sin que unas y otras encuentre un aborrecido parte, y un aborrecido vuelve?) REY: ¿Qué hay, Fineo, del intento que te ausentó? ¿Ahora enmudeces? ¿Mirando al cielo suspiras? Y si los ojos no mienten, ¿las lágrimas que recatas bien, como hurtadas las viertes? ¿Qué es esto? FINEO: No sé, señor; mas sí sé. (¡Amor, no me afrentes!) Júpiter en Venus bella, por los informes aleves de las ninfas de Nereo, ofendido está, de suerte que con víctimas humanas desea satisfacerse. Vírgenes vidas, aun no de amor las nevadas sienes domadas al yugo, que fácil peso y carga débil, han de ser su sacrificio si ya de su sed ardiente la hidropesía no apaga sangre de Medusa aleve. Medusa, monstruo africano, cuyo cabello de sierpes coronado, es duro asombro de cuantos desde su albergue basilisco de las vidas en duros troncos convierte. Su sangre, de nuestro monstruo es el tósigo que puede, con su veneno postrarle con su tosigo vencerle. De suerte que, hasta que haya quien uno matar intente no es posible morir otro; y aún no es el mayor mal éste, sino alguno que quizá es fuerza que yo reserve, porque es tan escandaloso, tan riguroso, tan fuerte que aun callado mata. Mira lo que hará dicho. REY: Suspende la voz, Fineo. Y pues no hay medio que nos consuele, muramos todos a manos de esta venenosa peste hasta que Venus aplaque tantas cóleras y cesen las repetidas querellas de las Nereidas crüeles. ANDRÓMEDA: Ya extrañaba yo que había consuelo que tú trajeses. FINEO: Pues aun, si bien lo supieras, lo extrañaras de otra suerte. ANDRÓMEDA: ¿Cómo? FINEO: Como sólo hay uno para todos, y no debes saber tú de él. ANDRÓMEDA: No me espanto; que si tú le traes, no puede ser consuelo para mí. FINEO: Por más, señora, que esfuerces de tus aborrecimientos los no olvidados desdenes, por lo menos esta vez no me quitarás que llegue a saber yo para mí que es mucho lo que me debes. ANDRÓMEDA: ¿Yo? FINEO: Sí. ANDRÓMEDA: ¿Qué te debo? FINEO: Nada. ANDRÓMEDA: Nada y mucho. ¿Cómo puede ser? FINEO: Como es mucho, señora, para que yo... ANDRÓMEDA: Di. FINEO: ...lo aprecie; y nada para que tú lo agradezcas, que quien quiere tan rendido como yo, tan constante, y tan prudente nunca es mucho lo que calla, siempre es poco lo que siente. ANDRÓMEDA: Huélgome de no saber la causa porque no quede en obligación. FINEO: Y yo me huelgo de que te huelgues; que no es poca granjería de un triste hacer un alegre. ANDRÓMEDA: No lo estoy yo, que antes sufro destemplados accidentes de muchas melancolías que la tregua que hoy conceden sólo es ignorar que haya que tenga que agradecerte. FINEO: Pues ignorarlo no importa; que el que una fineza ofrece por ganar las gracias, no la sirve sino la vende. ANDRÓMEDA: Eso es decir que la hay, y basta para que deje de ser fineza. FINEO: No basta; que hay unas de tal especie que, aunque se dicen, se callan. ANDRÓMEDA: ¿Cómo? FINEO: Como no se pueden adivinar y se quedan dichas y calladas siempre. ANDRÓMEDA: Tan poca curiosidad la mía es que no me mueve a saberla. FINEO: Eso me basta para que yo serlo piense. ANDRÓMEDA: Y esotro, para que cansen groserías tan corteses. ¡Hola! LAURA: ¿Señora? ANDRÓMEDA: Un venablo me da, Laura. LAURA: Aquí le tienes. ANDRÓMEDA: Ninguna al monte me siga. Quieren los cielos que encuentre con alguna fiera en quien tan necios desaires vengue.
Vase [ANDRÓMEDA]
FINEO: ¿Cuándo, Laura, han de tener término las altiveces con que siempre me ha tratado? LAURA: Tarde o nunca me parece; porque tarde o nunca hay quien lo que es natural enmiende. FINEO: Luego, ¿tarde o nunca --¡ay triste!-- será posible que lleguen a enmendarse mis desdichas? Y así habré de vivir siempre diciendo...
[Habla] dentro la DISCORDIA
DISCORDIA: ¡Ay de mí, infelice! FINEO: ¿Qué nuevo lamento es éste? LAURA: Están tan acostumbrados a repetidos desdenes estos montes y estos mares que no hay quien saber intente quien se queja; bien que allí derrotado me parece que ha dado en tierra un pequeño esquife.
[Habla] dentro PERSEO
PERSEO: ¡Cielos, valedme! FINEO: Menos la segunda voz que la primera me mueve porque de mujer aquélla me pareció, y pues no puede a lástimas de mujer noble oreja ensordecerse, seguir tengo el boreal norte de su suspiro.
Vase [FINEO]
LAURA: Crüeles hados, ¿cuándo han de acabarse tantas ansias?
[Sale al paño] la DISCORDIA
DISCORDIA: Cuando llegue la venenosa sed mía en sangre a satisfacerse de Perseo, por quien hoy Mercurio y Palas me ofenden. Y pues que las desatadas Furias su armada acometen de suerte que no hay bajel que por rumbos diferentes no haya arribado, dejando en su amparo solamente un esquife, que a esta playa le ha sacado, en ella intenten perseguirle mis rencores, a cuya causa pretenden darle en Fineo un contrario tan poderoso, tan fuerte, que con sus celos le mate o, por lo menos, le empeñe a que muera despechado. A cuyo fin será este bosque de amor y de celos, teatro en que represente sus tragedias su fortuna. Y para que el acto empiece, --¡ay infelice de mí!-- repetiré tantas veces cuantas muevan a Fineo que, tras mis ecos, se acerque donde vea sus desdichas. Atención, orbes celestes, al mayor de mis engaños.
[Hablan] dentro PERSEO vestido de galán y BATO, de soldado ridículo
PERSEO: ¡Valedme, cielos! BATO: Valedme a mí también, si es que hay piedad para los sirvientes.
Salen [PERSEO y BATO]
PERSEO: ¿Qué intricada selva es ésta, donde las iras crüeles del mar nos han derrotado? BATO: Muy lindo descuido es ése pues, ¿a quién se lo preguntas? ¿Sé yo más de que imprudente después que de aquel infierno, que te he contado otras veces, salí, te hallé de una armada general y, por hacerte lisonja, quise seguirte pasándome neciamente a ser escudero andante? ¿Sé más de que tus bajeles embestidos de las Furias que desatadas te ofenden, apartados unos de otros todos de vista se pierden? ¿Sé más que por tomar tierra en un esquife te metes conmigo? Pues, ¿qué me haces preguntas impertinentes? PERSEO: Mira si acaso descubres población, cabaña o gente por aqueste despoblado. BATO: ¡Muy linda flema te tienes cuando ves que en todo el monte sólo hay riscos con que encuentre. PERSEO: ¿Para qué, deidad injusta, que a cargo mi vida tienes, verdad los sueños hiciste de aquella sombra aparente? ¿Para qué la revelaste por extraños accidentes a Polídites quién era Danae? ¿Para qué, inclemente, le pusiste en que la armada a la conquista me diese de mi patria si al primero paso a mi dicha previenes que para dar con los males sólo acechase los bienes? Dejárasme en mi desdicha sin que de un punto a otro hiciese la cuna de mis pesares sepulcro de mi placeres. Mas, ¿qué temo de los hados ni contrastes, ni vaivenes; que nunca crece a ser grande el que sin desdichas crece? Sígueme por esta parte.
Sale ANDRÓMEDA
ANDRÓMEDA: Allí las hojas se mueven. Sin duda, allí alguna fiera emboscada yace. Muere a la acerada cuchilla de mi venablo. PERSEO: Detente, divino asombro, porque, si es que mi vida te ofende, a menos costa del golpe tienes lograda mi muerte. ANDRÓMEDA: Galán joven es. No en vano vista y acción se suspenden. DISCORDIA: ¡Ay, infelice de mí! ¿No hay quien a amapararme llegue?
Vase [la DISCORDIA] y sale FINEO [al paño]
FINEO: Si llamas huyendo, ¿cómo habrá quien contigo encuentre? Mas, ¡ay infeliz!, ¿qué miro? ¿Cúyo, errado acento, eres que me llamas con piedades y con rigores me ofendes? PERSEO: ¿Para qué segunda vez, hermosa deidad, pretendes que con tus sombras me alumbre y con tus luces me ciegue? Para rendirme a tus plantas no es menester que ensangrientes el asta, que ya tú sabes cuán sin peligro me vences. FINEO: ¿Gallardo joven --¡ay triste!-- a Andrómeda humildemente postrado adora? Estas ramas me oculten hasta que llegue a ver si mienten mis celos; mas, ¿cuándo los celos mienten? ANDRÓMEDA: Extranjero peregrino, enmudecida dos veces me tienes a tus acciones y a tus razones me tienes. ¿Cuándo me viste otra vez? PERSEO: Si importa que yo me deje engañar--porque quizá alguien en tu alcance viene-- yo lo haré; pero no quieras que conmigo no me acuerde de otra vez que vi tus soles para mi menos crüeles. ANDRÓMEDA: ¿Tú me has visto otra vez? PERSEO: Sí. Por señas de que tú eres a quien debo honor y vida. ANDRÓMEDA: Hombre, ¿tú a mí, qué me debes? FINEO: Sin duda que ella me ha visto y disimular pretende. PERSEO: Débote el primer aliento para que imagine y piense que soy más de lo que soy al ver que me favoreces llevándome donde vea de aquél, mi primer oriente, el extraño origen. ANDRÓMEDA: ¿Yo? ¿Dónde, cómo u de qué suerte? BATO: Mas, ¿qué la hace creer él que la ha visto otra veces? PERSEO: Tú lo sabes. ANDRÓMEDA: No sé nada, y déjame. No me fuerces a decirte que te engañas. Y que para que pretendes valerte de otras traiciones si puedes, joven, valerte de tu gala y de tu brío. ¿Pero quién mi aliento mueve? ¿De cuándo acá --¡ay infelice!-- se dieron mis altiveces al partido del agrado? Miente el labio, la voz miente, huya el peligro. PERSEO: Eso no. ANDRÓMEDA: Suelta. PERSEO: Aguarda. ANDRÓMEDA: Aparta. PERSEO: Tente, que no ya como otra vez has de ser sombra aparente que desvanecida huyas. ANDRÓMEDA: Pues, ¿quién podrá detenerme?
Sale FINEO, empuñando la espada
FINEO: Yo podré para que veas, dando a ese joven la muerte a tus ojos... ANDRÓMEDA: ¡Ay de mí! PERSEO: ¿Uno de los dos no es éste que vi en el templo de Acaya? FINEO: Que el duelo de las mujeres está en que ellas nos agravien y en que en los hombres se vengue. Muera un infeliz a manos de un feliz, y quien merece de ti el honor y la vida que confiesa que te debe. PERSEO: Primero será la tuya de mi espíritu valiente trofeo. BATO: Esto nos faltaba. ANDRÓMEDA: Tente, joven. Fineo, tente. FINEO: Deja que quien muere mate. PERSEO: Deja que mate quien muere.
Dice la DISCORDIA dentro
DISCORDIA: Ya que conseguí el principio, conseguir el fin no deje. Llegad todos; que a Fineo dan dos extranjeros muerte. BATO: No da sino solo uno; que yo soy, si bien se advierte, cero veces cero, nada.
Salen el REY [de Trinacria] y soldados
REY: Muera quien mi sangre ofende. PERSEO: ¿Qué es morir? Todos sois pocos como a mí este sol me aliente. BATO: No son, señor, sino muchos. Huye. PERSEO: ¿Qué eso me aconsejes pudiendo morir matando? BATO: Pues si el consejo no quieres, mira cómo yo le tomo.
Vase BATO
ANDRÓMEDA: ¡Quien vio confusión más fuerte! FINEO: Esperad. No le matéis. REY: ¿Pues tú su vida defiendes? FINEO: Sí, porque no ha de morir con tan generosa suerte como a vista de quien ama desesperado y valiente. No quiero que muera airoso a vista de lo que quiere porque el acero y los ojos no le equivoquen la muerte y muriendo de la herida que muere del amor piense. Y, pues que en llegando a celos, no hay pundonor que no cese; pues el que siente más noble es quien más infame siente. Civilmente de los dos mis sinrazones me venguen. Quien me acuse de tirano de ingrato, fiero y aleve, vea sus celos, verá que el más atento y prudente puede callar con desprecios, pero con celos no puede. Quien pierde una dama, menos sensible dolor padece para que muera, que cuando para otro galán la pierde. El Oráculo, que yo callé sacrilegamente, manda que al sañudo, al fiero monstruo, Andrómeda se entregue. No creáis a mis desdichas; creed a todos los que vienen conmigo. Y pues del silencio mi ceguedad os absuelve. Hablad todos, decid todos si es verdad que el cielo quiere que a Venus se satisfaga con la que a Venus ofende. Entregadle si queréis que vuestras desdichas cesen; cesarán también las mías si a la distancia se atiende de la lástima a la envidia; pues menos inconveniente será ver a la que adoro --ya que a perderla me fuercen-- en poder de quien la mate que en poder de quien la aprecie. REY: Oye... ANDRÓMEDA: Aguarda... REY: ...escucha... ANDRÓMEDA: ... espera... REY: ...tirano... ANDRÓMEDA: ...traidor... REY: ...aleve... ANDRÓMEDA: ...que celoso te recuso pues miente tu voz. CELIO: No miente. Esto Júpiter ordena y, pues ya público viene a estar, entregarla trata que sea al fin cuya fuere. Menos importa una vida que tantas como perecen. UNOS: Andrómeda muera. OTROS: Muera. REY: Vasallos y amigos fieles, no un despecho os ocasione a seguirle y a creerle. TODOS: La verdad es la que ha dicho. REY: Dadme plazo en que lo llegue a averiguarlo. CELIO: Una luna por mí el pueblo te concede.
Vanse
REY: Yo lo aceto. ¡Oh, si entre tanto mi fin y no el tuyo viese! ANDRÓMEDA: ¡Suerte injusta! REY: ¡Triste hado! ANDRÓMEDA: ¡Fiera pena! REY: ¡Estrella fuerte! ¡Ay, hija, lo que me cuestas!
Vase [el REY]
ANDRÓMEDA: ¡Ay, joven, lo que me debes!
Vase [ANDRÓMEDA]
PERSEO: ¿Qué es lo que pasa por mí? ¿Quién vio en un espacio breve tantas penas, tantas ansias, como mi vida acometen, como mi discurso asaltan, y mis pensamientos vencen? ¿Para qué le revelaste por extraños accidentes a Polídites, quién era Danae? ¿Para qué, inclemente, le pusiste en que la armada a la conquista viniese de mi patria, si al primero paso a mi dicha previenes que para dar con los males solo acechase los bienes? Dioses, si algún auxiliar de una hermosura se duele, de unos celos se lastima, de un amor se compadece, permitidme que me diga piadoso, humano y clemente, ¿de qué suerte podré yo volver por mí?
Sale MERCURIO, cantando
MERCURIO: "De esta suerte: Ama, espera y confía; porque no puede el que vence sin riesgo decir que vence." PERSEO: ¿Quién eres, hermoso joven, que dulce y veloz dos veces suspendes, no sin asombro, el aire en que te suspendes? ¿Quién eres, que tremolando los alados martinetes del sombrero y del coturno vuelas pájaro celeste? MERCURIO: "Soy quien de tus altos hechos, Perseo, a su cargo tiene; que la Discordia no logre las iras con que te ofende. Mercurio soy, que a animarte vengo, para que no entregues al acaso la esperanza, ni al valor al accidente. No temas, pues, de los hados ni contrastes ni vaivenes; que nunca crece a ser grande quien sin sobresaltos crece."
Llega al suelo
"Ama, espera y confía; porque no puede el que vence sin riesgo decir que vence." PERSEO: Perdóname, que de ociosa a tu persuación moteje, pues el brío a que persuades yo le tengo. MERCURIO: "Pues, ¿qué temes?" PERSEO: Que falten medios al brío con que generoso intente la ejecución. MERCURIO: "Pues, porque lo menos de mí no pienses, quiero de mi caduceo hacerte dueño. Con este cetro de áspides atado los ojos de Argos se aduermen. Aduerme con él los ojos de Medusa, porque llegues vencido un monstruo a vencer otro." PERSEO: Aunque es justo que acepte, humilde puesto a tus plantas, el alto don que me ofreces, ¿de qué suerte podrá el cetro asegurar que me acerque sin que a lo lejos su vista me mate antes?
PALAS, en una apariencia en alto
PALAS: "De esta suerte: Ama, espera y confía; porque no puede el que vence sin riesgo decir que vence. Yo que la deidad de Palas soy, a quien también competen tus triunfos porque no menos que a Mercurio me engrandecen, a su don vengo a añadirte este escudo transparente que de Estérope y de Bronte le dio la fatiga temple. Experiencia es que si el fiero basilisco a sí se viese a sí se mate porque en sí su veneno vierte." PERSEO: Sí, mas ¿cómo recibirle puedo? Porque no es decente pedirte que tú le bajes que si Mercurio desciende a la tierra. No es lo mismo que tú el alto solio dejes de tu epiciclo; que, al fin, deidad de otro sexo eres cuyo respeto me turba, me embaraza y me suspende, para que no te suplique que del orbe que transciendes abatas el vuelo; pues para que se privilegien mujeres que son deidades, no dejan de ser mujeres. PALAS: "Agradecida de oír tus atenciones corteses, quiero, que el camino partan rendimientos y altiveces. Y ansí, porque no descienda yo, ni tú recibir dejes el don, te envío esa nube. Baje ella y yo me quede, para que, puesto tú en ella, subas adonde te entregue el escudo."
Sube PERSEO en la nube
PERSEO: ¡Qué favor! MERCURIO: "Tú, Perseo, le mereces que eres de Júpiter hijo, y pues mi hermana lo quiere, conmigo hasta el cielo sube." PERSEO: Tu caduceo el tridente será con que yo, felice, piélagos de luz navegue. PALAS: "Sube a mi sagrado solio..." MERCURIO: "Sube a los orbes celestes..." PALAS: "...donde mi escudo recibes..." MERCURIO: "...donde mi favor te aliente..." PALAS: "...para que felice triunfes..." MERCURIO: "...para que dichoso reines..." PALAS: "...venciendo dificultades." MERCURIO: "...allanando inconvenientes." PERSEO: Ninguno habrá para mí que no postre, no atropelle como aqueste escudo embrace y este caduceo gobierne. LOS DOS: "Pues en esta confïanza digamos una y mil veces:" "Ama, espera y confía; porque no puede el que vence sin riesgo decir que vence."

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

Las fortunas de Andrómeda y Perseo, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002