JORNADA SEGUNDA


Salen don MENDO y NUÑO, su criado
MENDO: ¿Quién os contó todo esto? NUÑO: Todo esto contó Ginesa, su crïada. MENDO: ¿El capitán, después de aquella pendencia, que en su casa tuvo, fuése? ¿Ya verdad o ya cautela, ha dado en enamorar a Isabel? NUÑO: Y es de manera, que tan poco humo en su casa él hace, como en la nuestra nosotros. Él todo el día no se quita de su puerta. No hay hora, que no le envíe recados; con ellos entra y sale un mal soldadillo, confidente suyo. MENDO: ¡Cesa! Que es mucho veneno, mucho, para que el alma lo beba de una vez. NUÑO: Y más no habiendo en el estómago fuerzas con que resistirle. MENDO: Hablemos un rato, Nuño, de veras. NUñO: ¡Pluguiera a Dios fueran burlas! MENDO: ¿Y qué le responde ella? NUñO: Lo que a ti; porque Isabel es deidad hermosa y bella, a cuyo cielo no empañan los vapores de la tierra. MENDO: ¡Buenas nuevas te dé Dios!
Dale [a NUÑO] un bofetón
NUÑO: A ti te dé mal de muelas, que me has quebrado dos dientes. Mas bien has hecho, si intentas reformalos por familia, que no sirve ni aprovecha. ¡El capitán! MENDO: ¡Vive Dios, si por el honor no fuera de Isabel, que lo matara! NUÑO: Más mira por tu cabeza.
Salen don ÁLVARO, el SARGENTO y REBOLLEDO
MENDO: Escucharé retirado. Aquí, a esta parte, te llega.
Retíranse [don MENDO y NUÑO]
ÁLVARO: Este fuego, esta pasión no es amor solo, que es tema, es ira, es rabia, es furor. REBOLLEDO: ¡Oh nunca, señor, hubieras visto a la hermosa villana, que tantas ansias te cuesta! ÁLVARO: ¿Que te dijo la crïada? REBOLLEDO: ¿Ya no sabes sus respuestas?
[Don MENDO habla aparte] a NUÑO
MENDO: Esto ha de ser; pues ya tiende lo noche sus sombras negras, antes que se haya resuelto a lo mejor mi prudencia, ven a armarme. NUÑO: Pues, ¿qué tienes más armas, señor, que aquellas que están en un azulejo sobre elmarco de la puerta? MENDO: En mi guardarnés presumo que hay para tales empresas algo que ponerme. NUÑO: Vamos, sin que el capitán no sienta.
Vanse [don MENDO y NUÑO]
ÁLVARO: ¡Que en una villana haya tan hidalga resistencia, que no me haya respondido una palabra siquiera apacible! SARGENTO: Éstas, señor, no de los hombre se prendan como tú. Si otro villano le festejara y sirviera, hiciera más caso de él. Fuera de que con tus quejas sin tiempo. Si te has de ir mañana, ¿para qué intentas, que una mujer en un día te escuche y te favorezca? ÁLVARO: En un día el sol alumbra y falta; en un día se trueca un reino todo; en un día es edificio una peña; en un día una batalla perdida y victoria ostenta; en un día tiene el mar tranquilidad y tormenta; en un día nace un hombre y muere; luego pudiera en un día ver mi amor sobra y luz, como planeta; pena y dicha, como imperio; fente y brutos, como selva; paz e inquietud como mar; triunfo y ruina, como guerra; vida y muerte, como dueño de sentidos y potencias. Y habiendo tenido edad en un día su violencia de hacerme tan desdichado, ¿por qué, por qué no pudiera tener edad en un día de hacerme dichoso? ¿Es fuerza que se engendren más despacio las glorias que las ofensas? SARGENTO: ¿Verla una vez solamente a tanto extremo te fuerza? ÁLVARO: ¿Qué más causa había de haber, llegando a verla, que verla? De sola una vez a incendio crece una breve pavesa; de una vez sola un abismo fulgúreo volcán revienta; de una vez se enciende el rayo que destruye cuanto encuentra; de una vez escupe horror la más reformada pieza. De una vez amor, ¿qué mucho, fuego de cuatro maneras, mina, incendio, pieza y rayo, postre, abrase, asombre y hiera? SARGENTO: ¿No decías que villanas nunca tenían belleza? ÁLVARO: Y aun aquesa confïanza me mató; porque el que piensa que va a un pelligro, ya va, prevenido a la defensa; quien va a una seguridad es el que más riesgo lleva, por la novedad que halla siacaso un peligro encuentra. Pensé hallar una villana; si hallé una deidad, ¿no era preciso que peligrase en mi misma inadvertencia? En toda mi vida vi más divina, más perfecta hermosura. ¡Ay, Rebolledo, no sé qué hiciera por verla! REBOLLEDO: En la compañía hay soldado que canta por excelencia, y la Chispa, que es mi alcaida del boliche, es la primera mujer en jacarear. Haya, señor, jira y fiesta y música a su ventana; que con esto podrás verla y aun hablarla. ÁLVARO: Como está don Lope allí, no quisiera despertarle. REBOLLEDO: Pues donLope, ¿cuándo duerme con su pierna? Fuera, señor, que la culpa si se entiende,será nuestra, no tuya, si de rebozo vas en la tropa. ÁLVARO: Aunque tenga mayores dificultades, pase por todas mi pena. Juntaos todos esta noche, mas de suerte que no entiendan que yo lo mando. ¡Ay, Isabel, qué de cuidados me cuestas!
Vanse don ÁLVARO y el SARGENTO, y sale la CHISPA
CHISPA: ¡Téngase! REBOLLEDO: Chispa, ¿qué es eso? CHISPA: Ahí un pobrete que queda con un rasguño en el rostro. REBOLLEDO: Pues, ¿por qué fue la pendencia? CHISPA: Sobre hacerme alicantina del barato de hora y media que estuvo echando las bolas, teniéndome muy atenta a si eran pares o nones. Canséme y dílo con ésta.
Saca la daga
Mientras que con el barbero poniéndose en puntos queda, vamos al cuerpo de guardia que allá te daré la cuenta. REBOLLEDO: ¡Bueno es estar de mohina, cuando vengo yo de fiesta! CHISPA: ¿Pues qué estorba el uno al otro? Aquí está la castañeta. ¿Qué se ofrece que cantar? REBOLLEDO: Ha de ser cuando anochezca, y música más fundada. Vamos y no te detengas, Anda acá al cuerpo de guardia. CHISPA: Fama ha de qiedar emtera de mí en el mundo, que soy Chispilla, la bolichera.
Vanse. Salen don LOPE y Pedro CRESPO, y algunos criados
CRESPO: En este paso, que está más fresco, poned la mesa al señor don Lope.
[CRESPO habla] a don LOPE
Aquí os sabrá mejor la cena; que al fin los días de agosto no tienen más recompensa que sus noches. LOPE: Apacible estancia en extremo es ésta. CRESPO: Un pedazo es de jardín do mi hija se divierta. Sentaos. Que el viento süave, que en las blandas hojas suena de estas parras y estas copas, mil cláusulas lisonjeras hace al compás de esta fuente, cítara de plata y perlas, poreque son en trastes de oro las guijas tmepladas cuerdas. Perdonad, si de instrumentos solos la música suena, de músicos que deleiten sin voces que os entretengan; que como músicos son los pájaros que gorjean, no quieren cantar de noche, ni yo puedo hacerles fuerza. Sentaos, pues, y divertidd esa continua dolencia. LOPE: No podré; que es imposible, que divertimiento tenga. ¡Válgame Dios! CRESPO: ¡Valga, amén! LOPE: ¡Los cielos me den paciencia! Sentaos, Crespo. CRESPO: Yo estoy bien. LOPE: Sentaos. CRESPO: Pues me dais licencia, digo, señor, que obedezco, aunque excusarlo pudierais.
Siéntase
LOPE: ¿No sabéis qué he reparado? Que ayer la cólera vuestra os debió de enajenar de vos. CRESPO: Nuna me enajena a mí de mí nada. LOPE: Pues, ¡cómo ayer, sin que os dijera que os sentarais, os sentasteis, aun en la silla primera? CRESPO: Porque nome lo dijisteis, y hoy, que lo decís, quisiera no hacerlo. La cortesía tenerla con quien la tenga. LOPE: Ayer todo erais reniegos, porvidas, votos y pesias; y hoy estáis más apacible, con más gusto y más prudencia. CRESPO: Yo, señor, siempre respondo en el tono y en la letra, que me hablan. Ayer vos así hablabais, y era fuerza que fuera de un mismo tono la pregunta y la respuesta. Demás de que yo he tomado por política discreta, jurar con aquel que jura, rezar con aquel que reza. A todo hago compañía; y es aquesto de manera que en toda la noche pude dormir en la pierna vuestra pensando, y amanecí con dolor en ambas piernas; que, porno errar la que os duele, si es la izquierda o la derecha, me dolieron a mí entrambas. Decidme, ¡por vida vuestra!, cuál es y sépalo yo porque una sola me duela. LOPE: ¿No tengo mucha razón de quejarme, si ha ya treinta años que asistiendo en Flandes al servicio de la fuerra, el invierno con la escarcha y el verano con la fuerza del sol, nunca descansé y no he sabido qué sea estar sin dolor un hora? CRESPO: ¡Dios, senor, os dé paciencia! LOPE: ¿Para qué la quiero yo? CRESPO: ¡No os la dé! LOPE: Nunca acá venga, sino que dosmil demonios carguen conmigo y con ella. CRESPO: ¡Amén! Y sino lo hacen es por no hacer cosa buena. LOPE: ¡Jesús mil veces, Jesús! CRESPO: Con vos y conmigo sea. LOPE: ¡Voto a Cristo, que me muero! CRESPO: ¡Voto a Cristo, que me pesa!
Saca la mesa JUAN
JUAN: Ya tienes la mesa aquí. LOPE: ¿Cómo a servirla no entran mis crïados? CRESPO: Yo, señor, dije, con vuestra licencia, queno entraran a serviros, y que en mi casa no hicieran prevenciones; que a Dios gracias, pienso, que no os falte en ella nada. LOPE: Pues, que no entran crïados, hacedme favor que venga vuestra hija aquí a cenar conmigo. CRESPO: Dile que venga tu hermana al instante, Juan.
Vase JUAN
LOPE: Mi poca salud me deja sin sospecha en esta parte. CRESPO: Aunque vuestra salud fuera, señor, la que yo os deseo, me dejara sin sospecha. Agravio hacéis a mi amor que nada de eso me inquieta; que el decirle que no entrara aquí fue con advertencia de que no estuviese a oír ociosas impertinencias; que si todos los soldados corteses, como vos, fueran, ella había de acudir a servirlos la primera. LOPE: (¡Qué ladino es el villano! Aparte ¡Oh, cómo tiene prudencia!)
Salen INÉS e ISABEL [y JUAN]
ISABEL: ¿Qué es, señor, lo que me mandas? CRESPO: El señor don Lope intenta honraros. Él es quien llama. ISABEL: Aquí está una esclava vuestra. LOPE: Serviros intento yo. (¡Qué hermosura tan honesta!) Aparte Que cenéis conmigo quiero. ISABEL: Mejor es, que a vuestra cena sirvamos las dos. LOPE: Sentaos. CRESPO: Sentaos. Haced lo que ordena el señor don Lope. ISABEL: Está el mérito en la obediencia.
Tocan guitarras [dentro]
LOPE: ¿Qué es aquello? CRESPO: Por la calle los soldados se pasean, cantando y bailando. LOPE: Mal los trabajos de la guerra, sin aquesta libertad se llevarán; que es estrecha religión la de un soldado, y darle ensanchas es fuerza. JUAN: Con todo eso es linda vida. LOPE: ¿Fuérades con gusto a ella? JUAN: Sí, señor, como llevara por amparo a vueselencia.
Dentro [dicen y luego cantan]
UNO: Mejor se cantará aquí. REBOLLEDO: Vaya a Isabel una letra. Para que despierte, tira a su ventana una piedra. CRESPO: (A ventana señalada Aparte va la música. ¡Paciencia!) MÚSICOS: "La flores del romero, niña Isabel, hoy son flores azules, y mañana serán miel." LOPE: (Música, vaya. Mas esto Aparte de tirar es desvergüenza. ¡Y a la casa donde estoy venirse a dar cantaletas!... Pero disimularé por Pedro Crespo y por ella.) ¡Qué travesuras! CRESPO: Son mozos. (Si por don Lope, no fuera, Aparte yo les hiciera...) JUAN: (Si yo Aparte una rodelilla vieja que en el cuarto de don Lope está colgada, pudiera sacar...)
[JUAN] hace que se va
CRESPO: ¡Dónde vais, mancebo? JUAN: Voy a que traigan la cena. CRESPO: Allá hay mozos que la traigan. TODOS: Despierta, Isabel, despierta. ISABEL: (¿Qué culpa tengo yo, cielos, Aparte para estar a esto sujeta?) LOPE: Ya no se puede sufrir, porque es cosa muy mal hecha.
Arroja don LOPE la mesa
CRESPO: Pues, ¡y cómo si lo es!
Arroja Pedro CRESPO la silla
LOPE: Llevéme de mi impaciencia. ¿No es, decidme, muy mal hecho, que tanto una pierna duela? CRESPO: De eso mismo hablaba yo. LOPE: Pensé que otra cosa era. Como arrojasteis la silla... CRESPO: Como arrojasteis la mesa vos, no tuve que arrojar otra cosa yo más cerca. (¡Disimulemos honor!) Aparte LOPE: (¡Quién en la calle estuviera!) Aparte Ahora bien, cenar no quiero. Retiraos. CRESPO: Enhorabuena. LOPE: Señora, quedad con Dios. ISABEL: El cielo os guarde. LOPE: (A la puerta Aparte de la calle, ¿no es mi cuarto? Y en él, ¿no está una rodela?) CRESPO: (¿No tiene puerta el corral, Aparte y yo una espadilla vieja?) LOPE: Buenas noches. CRESPO: Buenas noches. (Encerraré por de fuera Aparte a mis hijos.) LOPE: (Dejaré Aparte un poco la casa quieta.) ISABEL: (¡Oh, qué mal, cielos, los dos Aparte disimulan que les pesa!) INÉS: (Mal el uno por el otro Aparte van haciendo la deshecha.) CRESPO: ¡Hola, mancebo! JUAN: ¿Señor? CRESPO: Acá está la cama vuestra.
Vanse [todos]. Salen don ÁLVARO, el SARGENTO, la CHISPA y REBOLLEDO, con guitarras, y soldados
REBOLLEDO: Mejor estamos aquí, el sitio es más oportuno; tome rancho cada uno. CHISPA: ¿Vuelve la música? REBOLLEDO: Sí. CHISPA: Ahora estoy en mi centro. ÁLVARO: ¡Que no haya un ventana entreabierto esta villana! SARGENTO: Pues bien lo oyen allá dentro. CHISPA: Espera. SARGENTO: Será a mi costa REBOLLEDO: No es más de hasta ver quién es quien llega. CHISPA: ¿Pues qué? ¿No ves un jinete de la costa?
Salen don MENDO con adarga, y NUÑO
MENDO: ¿Ves bien lo que pasa? NUñO: No, no veo bien; pero bien lo escucho. MENDO: ¿Quién, cielos, quien esto puede sufrir? NUÑO: Yo. MENDO: ¿Abrirá acaso Isabel la ventana? NUÑO: Sí, abrirá. MENDO: No hará, villano. NUÑO: No hará. MENDO: ¡Ah celos, pena crüel! Bien supiera yo arrojar a todos a cuchilladas de aquí; mas disimuladas mis desdichas han de estar hasta ver, si ella ha tenido culpa de ello. NUÑO: Pues aquí nos sentemos. MENDO: Bien. Así estaré desconocido. REBOLLEDO: Pues ya el hombre se ha sentado --si ya no es, que ser ordena algún alma que anda en pena de las cañas que ha jugado con su adarga a cuestas. Da voz al aire. CHISPA: Ya él la lleva. REBOLLEDO: Va una jácara tan nueva, que corra sangre. CHISPA: Sí hará.
Salen don LOPE y Pedro CRESPO a un tiempo, con broqueles. [Canta la CHISPA]
CHISPA: "Érase cierto Sampayo la flor de los andaluces, el jaque de mayor porte, y el jaque de mayor lustre; éste, pues, a la Chillona topó un día..." REBOLLEDO: No le culpen la fecha, que el consonante quiere que haya sido en lunes. CHISPA: "Topó, digo, a la Chillona, que, brindando entre dos luces, ocupaba con el Garlo la casa de los azumbres. El Garlo, que siempre fue en todo lo que le cumple rayo de tejado abajo, porque era rayo sin nube, sacó la espada, y a un tiempo un tajo y revés sacude."
Acuchíllanlos don LOPE y Pedro CRESPO
CRESPO: Sería de esta manera. LOPE: Que sería así no duden.
Métenlos a cuchilladas y sale don LOPE
LOPE: ¡Gran valor! Uno ha quedado de ellos, que es el que está aquí.
Sale Pedro CRESPO
CRESPO: Cierto es que el que queda ahí sin duda es algún soldado. LOPE: Ni aun éste no ha de escapar sin almagre. CRESPO: Ni éste quiero que quede sin que mi acero la calle le haga dejar. LOPE: ¿No huís con los otros? CRESPO: ¡Huid vos, que sabréis hüír más bien!
Riñen
LOPE: ¡Voto a Dios, que riñe bien! CRESPO: ¡Bien pelea, voto a Dios!
Sale JUAN
JUAN: (¡Quiera el cielo, que le tope!) Aparte Señor, a tu lado estoy. LOPE: ¿Es Pedro Crespo? CRESPO: Yo soy. ¿Es don Lope? LOPE: Sí, es don Lope. ¿Que no habíais, no dijisteis, de salir? ¿Qué hazaña es ésta? CRESPO: Sean disculpa y respuesta hacer lo que vos hicisteis. LOPE: Aquesta era ofensa mía, vuestra no. CRESPO: No hay que fingir; que yo he salido a reñir por haceros compañía.
Dentro, los SOLDADOS
SOLDADO 1: A dar muerte nos juntemos a estos villanos.
Salen don ÁLVARO y todos
ÁLVARO: Mirad... LOPE: ¿Aquí no estoy yo? Esperad. ¿De qué son estos extremos? ÁLVARO: Los soldados han tenido, porque se estaban holgando en esta calle cantando sin alboroto y rüido, una pendencia, y yo soy quien los está deteniendo. LOPE: Don Álvaro, bien entiendo vuestra prudencia; y pues hoy aqueste lugar está en ojeriza, yo quiero excusar rigor más fiero; y pues amanece ya, orden doy, que en todo el día, para que mayor no sea el daño, de Zalamea saquéis vuestra compañía. Y estas cosas acabadas, no vuelvan a ser, porque la paz otra vez pondré, ¡voto a Dios!, a cuchilladas. ÁLVARO: Digo que aquesta mañana la compañía haré marchar. (La vida me has de costar, Aparte hermosísima villana.)
Vanse don ÁLVARO y los SOLDADOS
CRESPO: (Caprichudo es el don Lope; Aparte ya haremos migas los dos.) LOPE: Veníos conmigo vos, y solo ninguno os tope.
Vanse [todos]. Salen don MENDO y NUÑO herido
MENDO: ¿Es algo, Nuño, la herida? NUÑO: Aunque fuera menor, fuera de mí muy mal recibida, y mucho más que quisiera MENDO: Yo no he tenido en mi vida mayor pena ni tristeza. NUÑO: Yo tampoco. MENDO: Que me enoje es justo. ¿Que su fiereza luego te dio en la cabeza? NUÑO: Todo este lado me coge.
Tocan
MENDO: ¿Qué es esto? NUÑO: La compañía que hoy se va. MENDO: Y es dicha mía, pues con este cesarán los celos del capitán. NUÑO: Hoy se ha de ir en todo el día.
Salen don ÁLVARO y el SARGENTO
ÁLVARO: Sargento, vaya marchando, antes que decline el día, con toda la compañía, y con prevención que, cuando se esconda en la espuma fría del océano español ese luciente farol, en ese monte le espero, porque hallar mi vida quiero hoy en la muerte del sol. SARGENTO: Calla, que está aquí un figura del lugar. MENDO: Pasar procura, sin que entiendan mi tristeza. No muestres, Nuño, flaqueza. NUÑO: ¿Puedo yo mostrar gordura?
Vanse [don MENDO y NUÑO]
ÁLVARO: Yo he de volver al lugar, porque tengo prevenida una crïada a mirar si puedo por dicha hablar a aquesta hermosa homicida. Dádivas han granjeado, que apadrine mi cuidado. SARGENTO: Pues, señor, si has de volver, mira que habrás menester volver bien acompañado, porque al fin no hay que fïar de villanos. ÁLVARO: Ya lo sé. Algunos puedes nombrar que vuelvan conmigo. SARGENTO: Haré cuanto me quieras mandar. Pero, ¿si acaso volviese don Lope, y te conociese al volver? ÁLVARO: Ese temor quiso también que perdiese en esta parte mi amor; que don Lope se ha de ir hoy también a prevenir todo el tercio a Guadalupe; que todo lo dicho supe, yéndome ahora a despedir de él; porque ya el Rey vendrá, que puesto en camino está. SARGENTO: Voy, señor, a obedecerte. ÁLVARO: Que me va la vida, advierte.
Vase [el SARGENTO] y salen REBOLLEDO y la CHISPA
REBOLLEDO: ¡Señor, albricias me da! ÁLVARO: ¿De qué han de ser, Rebolledo? REBOLLEDO: Muy bien merecerlas puedo, pues solamente te digo... ÁLVARO: ¿Qué? REBOLLEDO: ...que ya hay un enemigo menos a quien tener miedo. ÁLVARO: ¿Quién es? Dilo presto. REBOLLEDO: Aquel mozo, hermano de Isabel. Don Lope se le pidió al padre, y él se le dio, y va a la guerra con él. En la calle le he topado muy galán, muy alentado, mezclando a un tiempo, señor, rezagos de labrador con primicias de soldado. De suerte que el viejo es ya quien pesadumbre nos da. ÁLVARO: Todo nos sucede bien, y más, si me ayuda quien esta esperanza me da de que esta noche podré hablarla. REBOLLEDO: No pongas duda. ÁLVARO: Del camino volveré; que ahora es razón que acuda a la gente, que se ve ya marchar. Los dos seréis los que conmigo vendréis.
Vase [don ÁLVARO]
REBOLLEDO: Pocos somos, vive Dios, aunque vengan otros dos, otros cuatro y otros seis. CHISPA: Y yo, si tú has de volver allá, ¿qué tengo de hacer? Pues no estoy segura yo, si da conmigo el que dio al barbero que coser. REBOLLEDO: No sé qué he de hacer de ti. ¿No tendrás ánimo, di, de acompañarme? CHISPA: ¿Pues no? Vestido no tengo yo; ánimo y esfuerzo, sí. REBOLLEDO: Vestido no faltará; que ahí otro del paje está de jineta, que se fue. CHISPA: Pues yo a la par pasaré con él. REBOLLEDO: Vamos, que se va la bandera. CHISPA: Y yo veo ahora porque en el mundo he cantado...
Canta [la CHISPA]
"...que el amor del soldado no dura un hora."
Vanse y salen don LOPE, Pedro CRESPO, y JUAN
LOPE: A muchas cosas os soy en extremo agradecido; pero, sobre todas, ésta de darme hoy a vuestro hijo para soldado, en el alma os la agradezco y estimo. CRESPO: Yo os le doy para crïado. LOPE: Yo os le llevo para amigo; que me ha inclinado en extremo su desenfado y su brío, y la afición a las armas. JUAN: Siempre a vuestros pies rendido me tendréis, y vos veréis de la manera que os sirvo, procurando obedeceros en todo. CRESPO: Lo que os suplico es que perdonéis, señor, si no acertare a serviros; porque en el rústico estudio, adonde rejas y trillos, palas, azadas y bieldos son nuestros mejores libros, no habrá podido aprender lo que en los palacios ricos enseña la urbanidad política de los siglos. LOPE: Ya que va perdiendo el sol la fuerza, irme determino. JUAN: Veré si viene, señor, la litera.
Vase [JUAN] y salen INÉS e ISABEL
ISABEL: ¿Y es bien iros sin despediros de quien tanto desea serviros? LOPE: No me fuera sin besaros las manos y sin pediros que liberal perdonéis un atrevimiento digno de perdón, porque no el precio hace el don, sino el servicio. Esta venera que, aunque está de diamantes ricos guarnecida, llega pobre a vuestras manos, suplico que la toméis y traigáis por patena en nombre mío. ISABEL: Mucho siento que penséis, con tan generoso indicio, que pagáis el hospedaje, pues, de honra que recibimos, somos los deudores. LOPE: Esto no es paga, sino cariño. ISABEL: Por cariño, y no por paga, solamente la recibo. A mi hermano os encomiendo, ya que tan dichoso ha sido que merece ir por crïado vuestro. LOPE: Otra vez os afirmo que podéis descuidar de él; que va, señora, conmigo.
Sale JUAN
JUAN: Ya está la litera puesta. LOPE: Con Dios os quedad. CRESPO: El mismo os guarde. LOPE: ¡Ah, buen Pedro Crespo! CRESPO: ¡Oh, señor don Lope invicto! LOPE: ¿Quién nos dijera aquel día primero que aquí nos vimos, que habíamos de quedar para siempre tan amigos? CRESPO: Yo lo dijera, señor, si allí supiera, al oíros, que erais... LOPE: Decid por mi vida. CRESPO: Loco de tan buen capricho.
Vase [don LOPE y habla Pedro CRESPO] a JUAN
En tanto que se acomoda el señor don Lope, hijo, ante tu prima y tu hermana, escucha lo que te digo. Por la gracia de Dios, Juan, eres de linaje limpio, más que el sol, pero villano. Lo uno y otro te digo; aquello, porque no humilles tanto tu orgullo y tu brío, que dejes, desconfïado, de aspirar con cuerdo arbitrio a ser más; lo otro, porque no vengas desvanecido a ser menos. Igualmente usa de entrambos designios con humildad; porque, siendo humilde, con cuerdo arbitrio acordarás lo mejor y como tal, en olvido pondrás cosas, que suceden al revés en los altivos. ¡Cuántos, teniendo en el mundo algún defecto consigo, le han borrado por humildes; y cuántos, que no han tenido defecto, se le han hallado, por estar ellos mal vistos! Sé cortés sobre manera; sé liberal y partido, que el sombrero y el dinero son los que hacen los amigos; y no vale tanto el oro que el sol engendra en el indio suelo, y que consume el mar, como ser uno bienquisto. No hables mal de las mujeres; la más humilde, te digo, que es digna de estimación; porque al fin de ellas nacimos. No riñas por cualquier cosa; que cuando en los pueblos miro muchos, que a reñir se enseñan, mil veces entre mí digo: "Aquesta escuela no es la que ha de ser". Pues colijo que no ha de enseñarse a un hombre con destreza, gala y brío a reñir, sino a por qué ha de reñir; que yo afirmo que, si hubiera un maestro solo que enseñara prevenido, no el cómo, el por qué se riña, todos le dieran sus hijos. Con esto y con el dinero que llevas para el camino, y para hacer, en llegando de asiento, un par de vestidos, al amparo de don Lope y mi bendición, yo fío en Dios, que tengo de verte en otro puesto. Adiós, hijo; que me enternezco en hablarte. JUAN: Hoy tus razones imprimo en el corazón, adonde vivirán, mientras yo vivo. Dame tu mano. Y tú, hermana, los brazos; que ya ha partido don Lope mi señor, y es fuerza alcanzarlo. ISABEL: Los míos bien quisieran detenerte. JUAN: Prima, adiós. INÉS: Nada te digo con la voz, porque los ojos hurtan a la voz su oficio. Adiós. CRESPO: ¡Ea, vete presto! Que cada vez que te miro, siento más el que te vayas, y ha de ser, porque lo he dicho. JUAN: El cielo con todos quede.
Vase [JUAN]
CRESPO: El cielo vaya contigo. ISABEL: ¡Notable crueldad has hecho! CRESPO: Ahora,que no le miro, hablaré más consolado. ¿Qué había de hacer conmigo sino ser toda su vida un holgazán, un perdido? Váyase a servir al Rey. ISABEL: Que de noche haya salido, me pesa a mí. CRESPO: Caminar de noche por el estío, antes es comodidad, que fatigo; y es preciso que a don Lope alcance luego al instante. (Enternecido Aparte me deja, cierto, el muchacho, aunque en público me animo.) ISABEL: Éntrate, señor, en casa. INÉS: Pues sin soldados vivimos, estémonos otro poco gozando a la puerta el frío viento que corre; que luego saldrán por ahí los vecinos. CRESPO: (A la verdad, no entro dentro Aparte porque desde aquí imagino como el camino blanquea veo a Juan en el camino.) Inés, sácame a esta puerta asiento. INÉS: Aquí está un banquillo. ISABEL: Esta tarde diz que ha hecho la villa elección de oficios. CRESPO: Siempre aquí por el agosto se hace.
Salen don ÁLVARO, el SARGENTO, REBOLLEDO, la CHISPA y soldados
ÁLVARO: Pisad sin rüido. Llega, Rebolledo, tú, y da a la crïada aviso de que ya estoy en la calle. REBOLLEDO: Yo voy. Mas, ¿qué es lo que miro? A su puerta hay gente. SARGENTO: Y yo en los reflejos y visos que la luna hace en el rostro, que es Isabel, imagino, ésta. ÁLVARO: Ella es; mas que la luna, el corazón me lo ha dicho. A buena ocasión llegamos. Si ya, que una vez venimos, nos atrevemos a todo, buena venida habrá sido. SARGENTO: ¿Estás para oír un consejo? ÁLVARO: No. SARGENTO: Pues ya no te lo digo. Intenta lo que quisieres. ÁLVARO: Yo he de llegar y atrevido quitar a Isabel de allí. Vosotros a un tiempo mismo impedid a cuchilladas el que me sigan. SARGENTO: Contigo venimos y a tu arden hemos de estar. ÁLVARO: Advertid, que el sitio en que habemos de juntarnos es ese monte vecino que está a la mano derecha, como salen del camino. REBOLLEDO: ¡Chispa! CHISPA: ¿Qué? REBOLLEDO: Ten estas capas. CHISPA: Que es del reñir, imagino, la gala, el guardar la ropa, aunque del nadar se dijo. ÁLVARO: Yo he de llegar el primero. CRESPO: Harto hemos gozado el sitio. Entrémonos allá dentro. ÁLVARO: Ya es tiempo. ¡Llegad, amigos! ISABEL: ¡Ah, traidor! ¡Señor! ¿Qué es esto? ÁLVARO: Es una furia, un delirio de amor.
Llévanla
ISABEL: ¡Ah, traidor! ¡Señor! CRESPO: ¡Ah, cobardes! INÉS: ¡Señor mío, yo quiero aquí retirarme!
Vase [ISABEL]
CRESPO: Como echáis de ver, ¡ah, impíos!, que estoy sin espada, aleves, falsos y traidores! REBOLLEDO: Idos, si no queréis que la muerte sea el último castigo. CRESPO: ¿Qué importará, si está muerto mi honor, el quedar yo vivo? ¡Ah, quién tuviera una espada! Cuando sin armas te sido es imposible. Ya airado a ir por ella me animo. ¡Los he de perder de vista! ¿Qué he de hacer hados esquivos que de cualquiera manera es uno solo el peligro?
Sale INÉS con la espada
INÉS: Ésta, señor, es tu espada.
Vase [INÉS]
CRESPO: A buen tiempo la has traído. Ya tengo honra, pues ya tengo espada con que seguirlos. Soltad la presa, traidores cobardes, que habéis traído, que he de cobrarla o la vida he de perder.
Riñen
SARGENTO: Vano ha sido tu intento, que somos muchos. CRESPO: Mis males son infinitos, y riñen todos por mí. Pero la tierra que piso me ha faltado.
Cae [Pedro CRESPO]
REBOLLEDO: ¡Dale muerte! SARGENTO: Mirad, que es rigor impío quitarle la vida y honor; mejor es en lo escondido del monte dejarle atado, porque no lleve el aviso.
Dentro [ISABEL]
ISABEL: ¡Padre y señor! CRESPO: Hija mía! REBOLLEDO: Retírale, como has dicho. CRESPO: Hija, solamente puedo seguirte con mis suspiros.
Llévanle y sale JUAN
ISABEL: ¡Ay de mí! JUAN: ¡Qué triste voz! CRESPO: ¡Ay de mí! JUAN: ¡Mortal gemido! A la entrada de este monte cayó mi rocín conmigo, veloz corriendo, y yo ciego por la maleza le sido. Tristes voces a una parte, y a otra míseros gemidos escucho, que no conozco, porque llegan mal distintos. Dos necesidades son las que apellidan a gritos mi valor; y pues iguales, a mi parecer, han sido, y uno es hombre, otro mujer, a seguir ésta me animo; que así obedezco a mi padre en dos cosas que me dijo: "Reñir con buena ocasión, y honrar la mujer." Pues miro que así honro a la mujer, y con buena ocasión riño.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

El alcalde de Zalamea, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 27 Dec 2002