JORNADA TERCERA


Sale ISABEL como llorando
ISABEL: Nunca amanezca a mis ojos la luz hermosa del día, porque a su sombra no tenga vergüenza yo de mí misma. ¡Oh tú, de tantas estrellas primavera fugitiva, no des lugar a la aurora, que tu azul campaña pisa, para que con risa y llanto borre tu apacible vista! Y ya que ha de ser, que sea con llanto, mas no con risa. ¡Detente, oh mayor planeta, mas tiempo en la espuma fría del mar! Deja que una vez dilate la noche fría su trémulo imperio; deja que de tu deidad se diga, atenta a mis ruegos, que es voluntaria y no precisa! ¿Para qué quieres salir a ver en la historia mía la más enorme maldad, la más fiera tiranía, que en venganza de los hombre quiere el cielo que se escriba? Mas, ¡ay de mí!, que parece que es fiera tu tiranía; pues desde que te rogué que te detuvieses, miran mis ojos tu faz hermosa descollarse por encima de los montes. ¡Ay de mí, que acosada y perseguida de tantas penas, de tantas ansias, de tantas impías fortunas, contra mi honor se han conjurado tus iras! ¿Qué he de hacer? ¿Dónde he de ir? Si a mi casa determinan volver mis erradas plantas, será dar nueva mancilla a un anciano padre mío, que otro bien, otra alegría no tuvo, sino mirarse en la clara luna limpia de mi honor, que hoy desdichado tan torpe mancha le eclipsa. Si dejo, por su respeta y mi temor afligida, de volver a casa, dejo abierto el paso a que diga que fui cómplice en mi infamia; y ciega e inadvertida vengo a hacer de la inocencia acreedora a la malicia. ¡Qué mal hice, qué mal hice de escaparme fugitiva de mi hermano! ¿No valiera más que su cólera altiva me diera la muerte, cuando llegó a ver la suerte mía? Llamarle quiero, que vuelva con saña más vengativa, y me dé muerte. Confusas voces el eco repita, diciendo...
Dentro [Pedro CRESPO]
CRESPO: Vuelve a matarme, serás piadoso homicida; que no es piedad, no, dejar a un desdichado con vida. ISABEL: ¿Qué voz es ésta, que mal pronunciada y poco oída, no se deja conocer? CRESPO: Dadme muerte, si os obliga ser piadosos. ISABEL: ¡Cielos, cielos! Otro la muerte apellida, otro desdichado hay que hoy a pesar suyo viva. Mas, ¿qué es lo que ven mis ojos?
Descúbrese CRESPO atado
CRESPO: Si piedades solicita cualquiera que aqueste monte temerosamente pisa, llegue a dar muerte... Mas, ¡cielos! ¿Qué es lo que mis ojos miran? ISABEL: Atadas atrás las manos a una rigurosa encina... CRESPO: Enterneciendo los cielos con las voces que apellida... ISABEL: ...mi padre está. CRESPO: ...mi hija viene. ISABEL: ¡Padre y señor! CRESPO: ¡Hija mía! Llégate, y quita estos lazos. ISABEL: No me atrevo; que si quitan los lazos, que te aprisionan, una vez las manos mías, no me atreveré, señor, a contarte mis desdichas, a referirte mis penas; porque, si una vez te miras con manos y sin honor me darán muerte tus iras, y quiero ante que las veas referirte a mis fatigas. CRESPO: Detente, Isabel, detente. No prosigas; que desdichas, Isabel, para contarlas no es menester referirlas. ISABEL: Hay muchas cosas que sepas, y es forzoso que al decirlas tu valor se irrite, y quieras vengarlas antes de oírlas. Estaba anoche gozando la seguridad tranquila, que al abrigo de tus canas mis años me prometían, cuando aquellos embozados traidores, que determinan que lo que el honor defiende el atrevimiento rinda, me robaros; bien así, como de los pechos quita carnicero hambriento lobo a la simple corderilla. Aquel capitán, aquel huésped ingrato, que el día primero introdujo en casa tan nunca esperada cisma de traiciones y cautelas, de pendencias y rencillas, fue el primero que en sus brazos me cogió, mientras le hacías espaldas otros traidores, que la bandera militan. Aquese intricado, oculto monte que está a la salida del lugar, fue su sagrado. ¿Cuándo de la tiranía no son sagrados los montes? Aquí ajena de mí misma dos veces me miré, cuando aun tu voz, que me seguía, me dejó, porque ya el viento a quien tus acentos fías, con la distancia, por puntos adelgazándose iba; de suerte, que las que eras antes razones distintas, no eran voces sino ríos; luego en el viento esparcidas, no eran voces, sino ecos de una confusas noticias; como aquel que oye un clarín, que, cuando de él se retira, le queda por mucho rato, si no el ruido, la noticia. El traidor pues, en mirando que ya nadie hay quien le diga, que ya nadie hay que me ampara, porque hasta la luna misma ocultó entre pardas sombras, o crüel o vengativa, aquella, ¡ay de mí!, prestada luz, que del sol participa, pretendió--¡ay de mí otra vez y otras mil!--con fementidas palabras buscar disculpa a su amor. ¿A quién no admira querer de un instante a otro hacer la ofensa caricia? ¡Mal hay el hombre, mal haya el hombre que solicita por fuerza ganar un alma! Pues no advierte, pues no mira, que las victorias de amor no hay trofeo en que consistan, sino en granjear el cariño de la hermosura que estiman; porque querer sin el alma una hermosura ofendida, es querer una belleza hermosa pero no viva! ¡Qué ruegos, qué sentimientos, ya de humilde, ya de altiva, no le dije! Pero en vano; pues--¡calle aquí la voz mía!-- soberbio--¡enmudezca el llanto!-- atrevido--¡el pecho gima!-- descortés--¡lloren los ojos!-- fiero--¡ensordezca la envidia!-- tirano--¡falte el aliento!-- osado--¡luto me vista!... y si lo que la voz yerra, tal vez el acción explica. De vergüenza cubro el rostro, de empacho lloro ofendida, de rabia tuerzo las manos, el pecho rompe de ira. Entiende tú las acciones; pues no hay voces que lo digan. Baste decir que a las quejas de los vientos repetidas, en que ya no pedía al cielo socorro sino justicia, salió el alba, y con el alba, trayendo a la luz por guía, sentí ruido entre unas ramas. Vuelvo a mirar quién sería, y veo a mi hermano. ¡Ay cielos! ¿Cuándo, cuándo, ah suerte impía, llegaron a un desdichado los favores con más prisa? Él, a la dudosa luz que, si no alumbra, domina, reconoce el daño antes que ninguno se lo diga --que son linces los pesares que penetran con la vista--. Sin hablar palabra, saca el acero, que aquel día le ceñiste. El capitán, que el tardo socorro mira en mi favor, contra el suyo saca la blanca cuchilla. Cierra el uno con el otro; este repara, aquel tira; y yo, en tanto que los dos generosamente lidian, viendo temerosa y triste, que mi hermano no sabía si tenía culpa o no, por no aventurar mi vida en la disculpa, la espalda vuelvo, y por la entretejida maleza del monte huyo; pero no con tanta prisa, que no hiciese de unas ramas intricadas celosías; porque deseaba, señor, saber lo mismo que huía. A poco rato mi hermano dio al capitán una herida. Cayó. Quiso asegurarle... cuando los que ya venían buscando a su capitán en su venganza se incitan. Quiere defenderse; pero viendo que era una cuadrilla, corre veloz. No le siguen, porque todos determinan más acudir al remedio que a la venganza que incitan. En brazos al capitán, volvieron hacia la villa, sin mirar en su delito; que en las penas sucedidas acudir determinaron primero a la más precisa. Yo, pues, que atenta miraba eslabonadas y asidas unas ansias de otras ansias, ciega, confusa y corrida, discurrí, bajé, corrí, sin luz, sin norte, sin guía, monte, llano y espesura, hasta que a tus pies rendida, antes que me des la muerte, te he contado mis desdichas. Ahora, que ya las sabes, generosamente anima contra mi vida el acero, el valor contra mi vida; que ya para que me mates aquestos lazos te quitan mis manos; alguno de ellos mi cuello infeliz oprima.
Desátale
Tu hija soy, sin honra estoy, y tú libre; solicita con mi muerte tu alabanza, para que de ti se diga que, por dar vida a tu honor diste la muerte a tu hija.
Arrodíllase
CRESPO: Álzate, Isabel, del suelo; no, no estás más de rodillas; que a no haber estos sucesos que atormenten y persigan, ociosas fueran las penas, sin estimación las dichas. Para los hombres se hicieron, y es menester que se impriman con valor dentro del pecho. Isabel, vamos aprisa; demos la vuelta a mi casa; que este muchacho peligra, y hemos menester hacer diligencias exquisitas, por saber de él, y ponerle en salvo. ISABEL: (¡Fortuna mía, Aparte o mucha cordura o mucha cautela es ésta!) CRESPO: Camina. (¡Vive Dios que si la fuerza Aparte y necesidad precisa de curarse hizo volver al capitán a la villa, que pienso que le está bien morirse de aquella herida por excusarse de otra y otras mil, que el ansia mía no ha de parar hasta darle la muerte!) ¡Ea! Vamos, hija, a nuestra casa.
Sale el ESCRIBANO
ESCRIBANO: ¡Oh, señor, Pedro Crespo! ¡Dame albricias! CRESPO: ¿Albricias? ¿De qué, escribano? ESCRIBANO: En concejo aqueste día os ha hecho alcalde, y tenéis para estrena de justicia dos grandes acciones hoy. La primera es la venida del Rey, que estará hoy aquí, o mañana en todo el día según dicen. Es la otra, que ahora han traído a la villa de secreto unos soldados a curarse con gran prisa aquel capitán que ayer tuvo aquí su compañía. Él no dice quién le hirió; pero si esto se averigua será una gran causa. CRESPO: (¡Cielos, Aparte cuando vengarte imaginas, me hace dueño de mi honor la vara de la justicia! ¿Cómo podré delinquir yo, si en esta hora misma me ponen a mí por juez para que otros no delincan? Pero cosas como aquestas no se ven con tanta prisa.) En extremo agradecido estoy a quien solicita honrarme. ESCRIBANO: Vení a la casa del concejo y, recibida la posesión de la vara, haréis en la causa misma averiguaciones. CRESPO: Vamos.
A ISABEL
A tu casa te retira. ISABEL: (¡Duélese el cielo de mí!) Aparte Yo he de acompañarte. CRESPO: Hija, ya tenéis el padre alcalde, él os guardará justicia.
Vanse. Salen don ÁLVARO con banda, como herido, y el SARGENTO
ÁLVARO: Pues la herida no era nada, ¿por qué me hicisteis volver aquí? SARGENTO: ¿Quién pudo saber lo que era antes de curada? ÁLVARO: Ya la cura prevenida, hemos de considerar, que no es bien aventurar hoy la vida por la herida. SARGENTO: ¿No fuera mucho peor que te hubieras desangrado? ÁLVARO: Puesto que ya estoy curado, detenernos será error. Vámonos, antes que corra voz de que estamos aquí. ¿Están ahí los otros? SARGENTO: Sí. ÁLVARO: Pues la fuga nos socorra del riesgo de estos villanos, que, si se llega a saber que estoy aquí, habrá de ser fuerza apelar a las manos.
Sale REBOLLEDO
REBOLLEDO: La justicia aquí se ha entrado. ÁLVARO: ¿Qué tiene que ver conmigo justicia ordinaria? REBOLLEDO: Digo, que hasta aquí ha llegado. ÁLVARO: Nada me puede a mí estar mejor, llegando a saber que estoy aquí, y no temer a la gente del lugar; que la justicia es forzoso remitirme en esta tierra a mi consejo de guerra; con que, aunque el lance es penoso, tengo mi seguridad. REBOLLEDO: Sin duda se ha querellado el villano. ÁLVARO: Eso he pensado.
Dentro
ESCRIBANO: Todas las puertas tomad, y no me salga de aquí soldado que aquí estuviere; y al que salirse quisiere, matadle.
Salen Pedro CRESPO con vara, el ESCRIBANO, y los que puedan
ÁLVARO: Pues, ¿cómo así entráis? Mas... ¿qué es lo que veo? CRESPO: ¿Cómo no? A mi parecer la justicia ha menester más licencia, a lo que creo. ÁLVARO: La justicia, cuando vos de ayer acá lo seáis, no tiene, si lo miráis, que ver conmigo. CRESPO: Por Dios, señor, que no os alteréis; que sólo a una diligencia vengo, con vuestra licencia, aquí, y que solo os quedéis importa.
A los soldados
ÁLVARO: Salíos de aquí.
Al ESCRIBANO y los otros
CRESPO: Salíos vosotros también.
Al escribano
Con esos soldados ten gran cuidado. ESCRIBANO: Harélo así.
Vanse [el ESCRIBANO, los soldados, y los labradores]
CRESPO: Ya que yo, como justicia, me valí de su respeto, para obligaros a oírme, la vara a esta parte dejo, y como un hombre no más deciros mis penas quiero.
Arrima la vara
Y puesto que estamos solos, señor don Álvaro, hablemos más claramente los dos sin que tantos sentimientos como tiene encerrados en las cárceles del pecho acierten a quebrantar las prisiones del silencio. Yo soy un hombre de bien; que a escoger mi nacimiento, no dejara, es Dios Testigo, un escrúpulo, un defecto en mí, que suplir pudiera la ambición de mi deseo. Siempre acá entre mis iguales me he tratado con respeto. De mí hacen estimación el cabildo y el concejo. Tango muy bastante hacienda, porque no hay, gracias al cielo, otro labrador más rico en todos aquestos pueblos de la comarca. Mi hija se ha crïado, a lo que pienso, con la mejor opinión, virtud y recogimiento del mundo. Tal madre tuvo --téngala Dios en el cielo!-- ...Bien pienso que bastará, señor, para abono de esto, el ser rico, y no haber quien me murmure, ser modesto, y no haber quien me baldone; y mayormente viviendo en un lugar corto, donde otra falta no tenemos más que decir unos de otros las faltas y los defectos; y pluguiera a Dios, señor, que se quedara en saberlos. Si es muy hermosa mi hija, díganlo vuestros extremos, aunque pudiera, al decirlos, con mayores sentimientos llorar. Señor, ya esto fue mi desdicha. No apuremos toda la ponzoña al vado; quédese algo al sufrimiento. No hemos de dejar, señor, salirse con todo al tiempo; algo hemos de hacer nosotros para encubrir sus defectos. Éste ya veis si es bien grande, pues aunque encubrirle quiero, no puedo; que sabe Dios, que a poder estar secreto y sepultado en mí mismo, no viniera a lo que vengo; que todo esto remitiera, por no hablar, al sufrimiento. Deseando pues remediar agravio tan manifiesto, buscar remedio a mi afrenta, es venganza, no es remedio; y vagando de uno en otro, uno solamente advierto, que a mí me está bien y a vos no mal; y es, que desde luego os toméis toda mi hacienda, sin que para mi sustento ni el de mi hijo, a quien yo traeré a echar a los pies vuestros, reserve un maravedí, sino quedarnos pidiendo limosna, cuando no haya otro camino, otro medio con que poder sustentarnos. Y si queréis desde luego poner una S y un clavo hoy a los dos y vendernos, será aquesta cantidad más del dote que os ofrezco. Restaurad una opinión que habéis quitado. No creo, que desluzcáis vuestro honor porque los merecimientos, que vuestros hijos, señor, perdieren, por ser mis nietos, ganarán con más ventaja, señor, con ser hijos vuestros. En Castilla, el refrán dice que el caballo--y es lo cierto-- lleva la silla. Mirad,
Híncase de rodillas
que a vuestros pies os lo ruego de rodillas y llorando sobre estas canas que el pecho, viendo nieve y agua, piensa, que se me estás derritiendo. ¿Qué os pido? Un honor os pido, que me quitasteis vos mesmo; y con ser mío, parece, según os lo estoy pidiendo con humildad, que no os pido lo que es mío, sino vuestro. Mirad, que puedo tomarle por mis manos, y no quiero, sino que vos me los deis. ÁLVARO: (¡Ya me falta el sufrimiento!) Aparte Viejo cansado y prolijo, agradeced que no os doy la muerte a mis manos hoy, por vos y por vuestro hijo; porque quiero que debáis no andar con vos más crüel a la beldad de Isabel. Si vengar solicitáis por armas vuestra opinión, poco tengo que temer; si por justicia ha de ser, no tenéis jurisdicción. CRESPO: ¿Que en fin no os mueve mi llanto? ÁLVARO: Llantos no se han de creer de viejo, niño y mujer. CRESPO: ¿Que no pueda dolor tanto mereceros un consuelo? ÁLVARO: ¿Qué más consuelo queréis, pues con la vida volvéis? CRESPO: Mirad que echado en el suelo mi honor a voces os pido. ÁLVARO: ¡Qué enfado! CRESPO: Mirad que soy alcalde en Zalamea hoy. ÁLVARO: Sobre mí no habéis tenido jurisdicción. Es consejo de guerra enviará por mí. CRESPO: ¿Es eso os resolvéis? ÁLVARO: Sí, caduco y cansado viejo. CRESPO: ¿No hay remedio? ÁLVARO: El de callar es el mejor para vos. CRESPO: ¿No otro? ÁLVARO: No. CRESPO: Pues, ¡juro a Dios,
[Levántase y] toma la vara
que me lo habéis de pagar! ¡Hola!
Salen el ESCRIBANO y los villanos
ESCRIBANO: ¿Señor? ÁLVARO: ¿Qué querrán estos villanos hacer? ESCRIBANO: ¿Qué es lo que manda? CRESPO: Prender mando al señor capitán. ÁLVARO: ¡Buenos son vuestros extremos! Con un hombre como yo, en servicio del Rey, no se puede hacer. CRESPO: Probaremos. De aquí, si no es preso o muerto, no saldréis. ÁLVARO: Yo os apercibo que soy un capitán vivo. CRESPO: ¿Soy yo acaso alcalde [tuerto]? Daos al instante a prisión. ÁLVARO: (No me puedo defender Aparte fuerza es dejarme prender.) Al Rey de esta sinrazón me quejaré. CRESPO: Yo también de esa otra; y aun bien que está cerca de aquí, y nos oirá a los dos. Dejar es bien esa espada. ÁLVARO: No es razón, que... CRESPO: ¿Cómo no, si vais preso? ÁLVARO: Tratad con respeto. CRESPO: Eso está muy puesto en razón.
Al ESCRIBANO
Con respeto le llevad a las casas en efeto del concejo, y con respeto un par de grillos le echad y una cadena, y tened con respeto gran cuidado, que no hable a ningún soldado. Y a todos también poned en la cárcel, que es razón, y aparte, porque después con respeto a todos tres les tomen la confesión.
Aparte a don ÁLVARO
Y aquí, para entre los dos si hallo harto paño, en efeto con muchísimo respeto os he de ahorcar, ¡juro a Dios! ÁLVARO: ¡Ah, villanos con poder!
Llévanle preso. Vanse. Salen REBOLLEDO, la CHISPA, el ESCRIBANO y CRESPO
ESCRIBANO: Este paje, este soldado, son los que mi cüidado sólo ha podido prender; que otro se puso en hüida. CRESPO: Éste el pícaro es que canta. Con un paso de garganta no ha de hacer otro en su vida. REBOLLEDO: ¿Pues qué delito es, señor, el cantar? CRESPO: Que es virtud siento, y tanto, que un instrumento tengo en que cantéis mejor. Resolveos a decir... REBOLLEDO: ¿Qué? CRESPO: ...cuanto anoche pasó... REBOLLEDO: Tu hija, mejor que yo lo sabe. CRESPO: ...o has de morir. CHISPA: Rebolledo, determina negarlo punto por punto; serás, si niegas, asunto para una jacarandina que cantaré. CRESPO: ¿A vos, después, quién otra os ha de cantar? CHISPA: A mí no me pueden dar tormento. CRESPO: Sepamos, pues, por qué. CHISPA: Esto es cosa asentada, y que no hay ley que tal mande. CRESPO: ¿Qué causa tenéis? CHISPA: Bien grande. CRESPO: ¡Decid, cuál! CHISPA: Estoy preñada. CRESPO: (¿Hay cosa más grande? Aparte Mas la cólera me inquieta.) ¿No sois paje de jineta? CHISPA: No, señor, sino de brida. CRESPO: Resolveos a decir vuestros dichos. CHISPA: Sí, diremos y aún más de los que sabemos; que peor será morir. CRESPO: Eso excusará a los dos del tormento. CHISPA: Si es así, pues para cantar nací, he de cantar, ¡vive Dios!
Cantan
"¡Tormento me quieren dar!" REBOLLEDO: "Y, ¿qué quieren darme a mí?" CRESPO: ¿Qué hacéis? CHISPA: Templar desde aquí pues que vamos a cantar.
Vanse. Sale JUAN
JUAN: Desde que al traidor herí en el monte, desde que riñendo con él, porque llegaron tantos, volví la espalda, el monte he corrido, la espesura he penetrado, y a mi hermana no he encontrado. En efecto, me he atrevido a venirme hasta el lugar y entrar dentro de mi casa, donde todo lo que pasa a mi padre he de contar. Veré lo que me aconseja que haga, cielos, en favor de mi vida y de mi honor.
Salen ISABEL e INÉS
INÉS: Tanto sentimiento deja; que vivir tan afligida, no es vivir, matarte es. ISABEL: Pues, ¿quién te ha dicho, ¡ay Inés!, que no aborrezco la vida? JUAN: Diré a mi padre... ¡ay de mí! ¿No es ésta Isabel? Es llano, pues, ¿qué espero?
Saca la daga
INÉS: ¡Primo! ISABEL: ¡Hermano! ¿Qué intentas? JUAN: Vengar así la ocasión en que hoy has puesto mi vida y mi honor. ISABEL: ¡Advierte!... JUAN: Tengo de darte la muerte, ¡viven los cielos!
Sale Pedro CRESPO [con la vara]
CRESPO: ¿Qué es esto? JUAN: Es satisfacer, señor, una injuria, y es vengar una ofensa, y castigar... CRESPO: Basta, basta; que es error que os atreváis a venir... JUAN: (¿Qué es lo que mirando estoy?) Aparte CRESPO: ...delante así de mí hoy, acabando ahora de herir en el monte un capitán. JUAN: Señor, si le hice esa ofensa, que fue en honrada defensa de tu honor. CRESPO: ¡Ea, basta, Juan! ¡Hola!
Salen los labradores
¡Llevadle también preso! JUAN: ¿A tu hijo, señor, tratas con tanto rigor? CRESPO: Y aun a mi padre también con tal rigor le tratara. (Aquesto es asegurar Aparte su vida, y han de pensar que es la justicia más rara del mundo.) JUAN: Escucha por qué. Habiendo un traidor herido, a mi hermana he pretendido matar también... CRESPO: Ya lo sé. Pero no basta sabello yo como yo, que ha de ser como alcalde, y he de hacer información sobre ello; y hasta que conste, qué culpa te resulta del proceso, tengo de tenerte preso. (Yo le hallaré la disculpa.) Aparte JUAN: Nadie entender solicita tu fin, pues sin honra ya prendes a quien te la da, guardando a quien te la quita.
Llévanlo preso [a JUAN]
CRESPO: Isabel, entra a firmar esta querella que has dado contra aquél que te ha injuriado. ISABEL: ¿Tú, que quisiste ocultar nuestra ofensa, eres ahora quien más trata publicarla? Pues no consigues vengarla, consigue el callarla ahora. CRESPO: Que ya que,como quisiera me quita esta obligación, satisfacer mi opinión ha de ser de esta manera.
Vase [ISABEL]
Inés, pon ahí esa vara; pues que por bien no ha querido ver el caso conclüido, querrá por mal.
Dentro
LOPE: ¡Para, para! CRESPO: ¿Qué es aquesto? ¿Quién, quién hoy se apea en mi casa así? Pero, ¿quién se ha entrado aquí?
Sale don LOPE
LOPE: ¡Oh, Pero Crespo! Yo soy, que volviendo a este lugar de la mitad del camino donde me trae--imagino-- un grandísimo pesar, no era bien ir a apearme a otra parte, siendo vos tan mi amigo. CRESPO: ¡Guárdeos Dios! Que siempre tratáis de honrarme. LOPE: Vuestro hijo no ha parecido por allá. CRESPO: Preso sabréis la ocasión. La que tenéis, señor, de haberos venido, me haced merced de contar; que venís mortal, señor. LOPE: La desvergüenza es mayor que se puede imaginar. Es el mayor desatino que hombre ninguno intentó. Un soldado me alcanzó y me dijo en el camino... ¡Que estoy perdido, os confieso, de cólera!... CRESPO: Proseguí. LOPE: ...que un alcaldillo de aquí al capitán tiene preso; y, ¡voto a Dios!, no he sentido en toda aquesta jornada esta pierna excomulgada si no es hoy, que me ha impedido el haber antes llegado donde el castigo le dé. ¡Voto a Jesucristo, que al grande desvergonzado a palos le he de matar! CRESPO: Pues habéis venido en balde; porque pienso que el alcalde no se los dejará dar. LOPE: Pues dárselos sin que deje dárselos. CRESPO: Malo lo veo; ni que haya en el mundo creo quien tan mal os aconseje. ¿Sabéis por qué le prendió? LOPE: No; mas sea lo que fuere justicia la parte espere de mí; que también sé yo degollar si es necesario. CRESPO: Vos no debéis de alcanzar, señor, lo que en un lugar es un alcalde ordinario. LOPE: ¿Será más de un villanote? CRESPO: Un villanote será que, si cabezudo da, en que ha de darle garrote, ¡par Dios!, se salga con ello. LOPE: No se saldrá tal, ¡par Dios!, y si por ventura vos, si sale o no, queréis vello, decidme dó vive o no. CRESPO: Bien cerca vive de aquí. LOPE: Pues a decirme vení quién es el alcalde. CRESPO: Yo. LOPE: ¡Voto a Dios, que lo sospecho! CRESPO: ¡Voto a Dios, como os le he dicho! LOPE: Pues, Crespo, lo dicho dicho. CRESPO: Pues, señor, lo hecho hecho. LOPE: Yo por el preso he venido y a castigar este exceso. CRESPO: Pues yo acá le tengo preso por lo que acá ha sucedido. LOPE: ¿Vos sabéis que a servir pasa al Rey, y soy su juez yo? CRESPO: ¿Vos sabéis que me robó a mi hija de mi casa? LOPE: ¿Vos sabéis que mi valor dueño de esta causa ha sido? CRESPO: ¿Vos sabéis cómo atrevido robó en un monte mi honor? LOPE: ¿Vos sabéis cuánto os prefiere el cargo que he gobernado? CRESPO: ¿Vos sabéis que le he rogado con la paz y no la quiere? LOPE: Que os entráis no es bien, se arguya, en otra jurisdicción. CRESPO: Él se me entró en mi opinión sin ser jurisdicción suya. LOPE: Yo os sabré satisfacer obligándome a la paga. CRESPO: Jamás pedí a nadie que haga lo que yo me pueda hacer. LOPE: Yo me he de llevar el preso; ya estoy en ello empeñado. CRESPO: Yo por acá he sustanciado el proceso. LOPE: ¿Qué es proceso? CRESPO: Unos pliegos de papel, que voy juntando, en razón de hacer la averiguación de la causa. LOPE: Iré por él a la cárcel. CRESPO: No embarazo que vais, solo se repare que hay orden que al que llegare le den un arcabuzazo. LOPE: Como a esas balas estoy enseñado yo a esperar... (Mas no se ha de aventurar Aparte nada en el acción de hoy.) ¡Hola, soldado!
Sale un SOLDADO
Id volando, y a todas las compañías que alojadas estos días han estado y van marchando decid que bien ordenadas lleguen aquí en escuadrones, con balas en los cañones y con las cuerdas caladas. SOLDADO 1: No fue menester llamar la gente; que habiendo oído aquesto que ha sucedido se ha entrado en el lugar. LOPE: Pues, ¡voto a Dios!, que he de ver si me dan el preso o no. CRESPO: Pues, ¡voto a Dios!, que antes yo haré lo que se ha de hacer!
Éntranse. Tocan cajas y dicen dentro
LOPE: Ésta es la cárcel, soldados, adonde está del capitán. Si no os le dan al momento, poned fuego y la abrasad. Y si se pone en defensa el lugar, todo el lugar. ESCRIBANO: Ya, aunque rompan la cárcel, no le darán libertad. LOPE: ¡Mueran aquestos villanos! CRESPO: ¿Que mueran? Pues, ¿qué? ¿No hay más? LOPE: Socorro les ha venido. ¡Romped la cárcel, llegad, romped la puerta!
Salen el REY, don LOPE y los soldados, Pedro CRESPO, y los villanos. Todos se descubren
REY: ¿Qué es esto? Pues, ¿de esta manera estáis viniendo yo? LOPE: Ésta es, señor, la mayor temeridad de un villano, que vio el mundo. Y, ¡vive Dios!, que a no entrar en el lugar tan aprisa, señor, Vuestra Majestad, que había de hallar luminarias puestas por todo el lugar. REY: ¿Qué ha sucedido? LOPE: Un alcalde ha prendido un capitán y viniendo yo por él no le quieren entregar. REY: ¿Quién es el alcalde? CRESPO: Yo. REY: ¿Y qué disculpas me dais? CRESPO: Este proceso, en que bien probado el delito está, digno de muerte por ser una doncella robar, forzarla en un despoblado y no quererse casar con ella, habiendo su padre rogádole con la paz. LOPE: Éste es el alcalde, y es su padre. CRESPO: No importa en tal caso; porque, si un extraño se viniera a querellar, ¿no había de hacer justicia? Sí. ¿Pues qué más se me da hacer por mi hija lo mismo que hiciera por los demás? Fuera de que, como he preso un hijo mío, es verdad que no escuchara a mi hija, pues era la sangre igual. Mírese, si está bien hecha la causa; miren, si hay quien diga que yo haya hecho en ella alguna maldad, si he inducido algún testigo, si está algo escrito demás de lo que he dicho, y entonces me den muerte. REY: Bien está sustanciado. Pero vos no tenéis autoridad de ejecutar la sentencia que toca a otro tribunal. Allá hay justicia, y así remitid al preso. CRESPO: Mal podré, señor, remitirle; porque, como por acá no hay más que sola una audiencia, cualquier sentencia que hay la ejecuta ella; y así ésta ejecutada está. REY: ¿Qué decís? CRESPO: Si no creéis que es esto, señor, verdad, volved los ojos y vello. Aqueste es el capitán.
Aparece dado garrote en una silla don ÁLVARO
REY: Pues, ¿cómo así os atrevisteis? CRESPO: Vos habéis dicho que está bien dada aquesta sentencia, luego esto no está hecho mal. REY: ¿El consejo no supiera la sentencia ejecutar? CRESPO: Toda la justicia vuestra es sólo un cuerpo no más; si éste tiene muchas manos, decid, ¿qué más se me da matar con aquesta un hombre que esta otra había de matar? ¿Y qué importa errar lo menos quien acertó lo demás? REY: Pues ya que aquesto sea así, ¿por qué, como a capitán y caballero, no hicisteis degollarle? CRESPO: ¿Eso dudáis? Señor, como los hidalgos viven tan bien por acá, el verdugo que tenemos no ha aprendido a degollar; y ésa es querella del muerto, que toca a su autoridad, y hasta que él mismo se queje, no les toca a los demás. REY: Don Lope, aquesto ya es hecho, bien dada la muerte está; no importa error lo menos quien acertó lo demás. Aquí no quede soldado alguno, y haced marchar con brevedad; que me importa llegar presto a Portugal.
[A CRESPO]
Vos, por alcalde perpetuo de aquesta villa os quedad. CRESPO: Sólo vos a la justicia tanto supierais honrar.
Vanse el REY [y su acompañamiento, soldados, y labradores]
LOPE: Agradeced al buen tiempo que llegó Su Majestad. CRESPO: ¡Par Dios!, aunque no llegara no tenía remedio ya. LOPE: ¿No fuera mejor hablarme, dando el preso y remediar el honor de vuestra hija? CRESPO: Un convento tiene ya elegido y tiene esposo que no mira en calidad. LOPE: Pues dadme los demás presos. CRESPO: Al momento los sacad.
Salen REBOLLEDO y la CHISPA
LOPE: Vuestro hijo falta; porque siendo mi soldado ya, no ha de quedar preso. CRESPO: Quiero también, señor, castigar el desacato que tuvo de herir a su capitán; que, aunque es verdad que su honor a esto le pudo obligar, de otra manera pudiera. LOPE: Pero Crespo... ¡bien está! Llamadle.
Sale JUAN
CRESPO: Ya él está aquí. JUAN: Las plantas, señor, me dad; que a ser vuestro esclavo iré. REBOLLEDO: Yo no pienso ya cantar en mi vida. CHISPA: Pues, yo sí, cuantas veces a mirar llegue al pasado instrumento. CRESPO: Con que fin el autor da a esta historia verdadera. Los defectos perdonad.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002