LAS FORTUNAS DE 
ANDRÓMEDA Y PERSEO

Pedro Calderón de la Barca

Texto basado en el de una edición suelta (s.l., s.f., 40 páginas) encontrada en la biblioteca particular de Vern Williamsen. Ha sido editado y corregido con el apoyo de la cuidadosa edición del manuscrito actualmente encontrado en la Houghton Library de Harvard University preparado y publicado por Rafael Maestre en 1994. Fue editado en forma electrónica y luego pasado al HTML para ser presentado en esta colección por Vern Williamsen en 1998.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Descúbrese el teatro de las caserías nevadas, dicen dentro y salen después BATO, GILOTE, ERGASTO y RISELO, villanos, [y tras ellos, sale PERSEO]
RISELO: ¡Huye, Gilote! GILOTE: ¡Huye, Bato! BATO: ¡Huye, Ergasto! ERGASTO: ¡Huye, Riselo! PERSEO: ¡Vive Júpiter, villanos, que habéis morir!
Sale RISELO
RISELO: Los fresnos me amparen.
Sale ERGASTO
ERGASTO: A mí los chopos.
Sale GILOTE
GILOTE: A mí los álamos negros.
Sale BATO
BATO: A mí las cepas y parras, los pampanos y sarmientos, árboles santos, pues siempre por ermitas los encuentro. GILOTE: El diabro mos trujo acá este mochacho soberbio para que mos mande a todos. ERGASTO: Cuando los montes cubiertos de nieve, tiene ateridos la ancianidad del invierno, es quando más solicita llevarmos por juerza a ellos, para que a sus caserías le sirvamos los ogeos. RISELO: Un lobo, que diz que anda en la sierra, es el intento con que hoy pretende llevarnos. ERGASTO: ¿Lobo? GILOTE: Sí. BATO: No es lo peor eso. RISELO: ¿Qué es? BATO: Que el lobo es un perdido, jugador, y mojeriego; que a ser un lobo apricado de estos que llaman caseros, el primero huera yo que huera donde él primero se metiera en mis entrañas GILOTE: Yo nieve ni lobo temo, sino es que tan atrevido, tan osado y tan resuelto que un día me quixo entrar en eso lóbrego seno, funesta gruta sagrada a la deidad de Morfeo, donde siempre andan visiones. ERGASTO: Nosotros mismos tenemos la culpa de que mos trate un rapaz con tanto imperio; que, si hubiera entre nosotros, aunque pesara a Cardenio que por nieto le ha crïado, uno que, osado y resuelto, le diera a entender quién es, a fe que tuviera menos soberbia. GILOTE: Muchos hubiera; que si les dijeran eso, quizá abajaran los bríos. BATO: Decidme, para saberlo, ¿es cierto que si supiera quién es, desde aquel momento no diera los mojicones que suele dar? ERGASTO: Y tan cierto que viviera desde allí más humilde y más modesto, sin atreverse a mirarnos a las caras. BATO: ¡Vive el cielo, que lo ha de saber de mí muy bien sabido! Pues puedo decirlo mijor que todos como testigo del cuento. Una sola enfecultad se me ofrece. He aquí que empiezo la historia. ¿Basta empezarla para que él se me esté quedo y no se atreva a mirarme a la cara? GILOTE: No, por cierto, porque la ha de saber toda. BATO: Pues entre otro, que no quiero; que, al principio de la hestoria, vea donde va el intento y, antes que ella llegue al fin, llegue yo al fin. ERGASTO: Para eso habrá una traza. BATO: ¿Qué traza? GILOTE: Nosotros te le tendremos de suerte que, aunque no quiera, todo te lo escuche. BATO: ¿Y luego? LOS TRES: Luego seguro estás. BATO: Manos a la labor; que reviento por decírselo en su cara dónde y cómo y cuándo, a trueco de que él no mire la mía
Sale PERSEO, vestido de villano
PERSEO: Villanos, ¿qué atrevimiento es llamaros yo y hüir? GILOTE: Como hacía tan mal tiempo, rehusábamos ir al monte. PERSEO: ¿Hácele para mí bueno? Pues el que pasare yo, bárbaros, viles, groseros, no le pasaréis vosotros? Venid conmigo. BATO: ¡Qué presto ha de bajar estos bríos! PERSEO: Que seguir la fiera quiero que escandaliza estos valles con tantos robos sangrientos de pastores y ganados. Hoy se la he ofrecido al templo de Júpiter que en las altas cumbres del monte es opuesto rebellín contra los rayos, los relámpagos y truenos que Acaya padece, a quien yo no sé por qué secreto aún más que todos adoro, más que todos reverencio. Siendo así, que no hay remota provincia, apartado reino que no envíe a consultarle los arduos casos; y, puesto que se la tengo ofrecida, hoy su armada testa tengo de clavar a sus umbrales. Ven, Ergasto. ERGASTO: Ya obedezco. PERSEO: Ven, Gilote. GILOTE: Ya voy yo. PERSEO: No te escondas tú, Riselo. RISELO: Ya voy tras ti. PERSEO: Ven tú, Bato. BATO: Déjame a mí, porque quiero estodiar toda la hestoria. PERSEO: ¿Qué historia? BATO: Una que te tengo de contar. PERSEO: ¿A mí? BATO: Sí. PERSEO: Pues, ¿qué historia es?
Abrázanse los tres con él, [PERSEO]
LOS TRES: Agora es tiempo. PERSEO: ¿Qué es esto? Pues, ¿cómo ansí a mí os atrevéis. GILOTE: Queremos que sepas que no hay razón de tratarnos con desprecio no siendo mijor que todos. ERGASTO: ¿Cómo mijor? ¡Ni aun tan bueno! PERSEO: ¡Viven los cielos, villanos! GILOTE: Bato, dile sus sucesos. BATO: ¿Está bien tenido? LOS TRES: Sí. BATO: ¿Bien, bien? GILOTE: Tan bien que no creo que se escape de mis brazos. ERGASTO: Yo aquesta mano le tengo. RISELO: Yo, estotra. BATO: Pues, finalmente como digo de mi cuento: PERSEO: ¡Que esto Júpiter permita! BATO: Desvanecido mozuelo, pisaverde de estos prados, pisapardo de estos cerros, ¿quién te imaginas y piensas que eres, para no tenernos mochísima estimación y mochísimo respeto? ¿Qué cosa es que cada día mos trates como a tus negros siendo tus brancos? ¿De qué nace el desvanecimiento? Si presumes que eres hijo de la hija de Cardenio nueso mayoral, te engañas; ni ella es hija, ni tú nieto. ¿Va bien? LOS TRES: Lindamente va. PERSEO: ¡Que esto consientan los cielos! BATO: Pues tenedle lindamente, no se deslinde el intento. Porque has de saber que un día, alterado el mar, corriendo fortuna, trujo un bajel a la vista de este puerto donde, encallando en los bajos, que son Escilas del griego piélago, del Negroponto, fue escollo de algas cubierto. Ni árbol, ni jarcia, ni vela traía el buque y, presumiendo que del deshecho del agua era ojeriza del viento, no causó más novedad que la lástima de verlo; hasta que unos pescadores que, de la cólera huyendo de Neptuno, a estas orillas volvían a vela y remo contaron que, al pasar cerca de aquel derrotado leño, habían escuchado humana voz que en mísero lamento favor pedía a los Dioses. ¿Va bien? LOS DOS: Muy bien. BATO: Pues, tenedlo hasta la postrer palabra. PERSEO: Ya no hay para qué, supuesto que más que esta fuerza atado me tiene esa voz suspenso. BATO: Aplacó su saña el mar y, en mirándole sereno, la curiosidad llevó a conocer si era cierto que había gente, pescadores y villanos. Uno de estos fui yo y, abordando al vaso, vimos una mujer dentro con un infante en los brazos que abrigándole en el pecho sin tenerle ella, le daba el calor y el alimento. Ni otra persona ni señas de haberla tenido vieron nuestros ojos. La piedad la sacó a la tierra...¡Tenedlo, que parece que se escurre y ya falta poco al cuento! PERSEO: No temas que, aunque decirlo no quieras, querré saberlo. BATO: Entre cuanta gente, pues a tierra sacó el suceso, fue uno Cardenio y, movido de ver el semblante bello de la mujer que aún estaba diciendo el delito honesto, si ya no de la inocente culpa, del infante tierno, en su casa la albergó, dándola el anciano viejo, obrigado a su hermosura, a su vertud y a su ingenio, nombre de hija. Ésta es tu madre y el infante tú. Y sopuesto que nunca por buena fue entregada al mar violento con tan grande desamparo, desabrigo y desconsuelo, ¿qué te persuade a pensar que eres más que un extranjero advenedizo pastor, hijo vil de un adulterio u de otra traición? Y así trata desde hoy de no vermos las caras, siendo desde hoy más humilde y más modesto. LOS TRES: ¿Tienes más que decir? BATO: No. GILOTE: Pues, cuidado; que le suelto. ERGASTO: Y yo también. RISEO: Y yo, y todo. PERSEO: ¿Esto sufro? ¿Esto consiento sin haceros mil pedazos? LOS TRES: Vamos de su furia huyendo.
Vanse los tres
BATO: ¿Para qué si se ha de estar quedito? PERSEO: ¡Bárbaro, necio, infame, loco, villano, qué has tenido atrevimiento para decirme en mi cara mi desdicha! BATO: ¡Estése quedo, y trate de no mirarme a la mía! PERSEO: ¡Vive el cielo que has de morir a mi mano! BATO: Algo se me olvidó al cuento; pues aún pega todavía. ¡Ay, que me mata!
Sale DANAE vestida de villana
DANAE: ¿Qué es esto? PERSEO: Esto es vengar en quien no tiene la culpa, tus yerros. BATO: Tenle, señora, que está más loco que antes y, habiendo oídolo todo, aún no quiere modesto ser. ¡Y es molesto!
Vase [BATO]
DANAE: ¿Siempre te tengo de hallar altivo, sañudo y fiero? PERSEO: ¿Razón tienes de reñirme, cuando no sólo no serlo mas ni aún atreverme a ver al sol debiera, sabiendo ya en tu fortuna mi agravio, y en tu traición mi desprecio? DANAE: ¿Qué dices? ¡Ay, infelice! PERSEO: Que, ¿por qué el nativo seno que a infame ser disponía mi infelice nacimiento no le hiciste mi sepulcro abortándome primero que darme a la luz del sol? O, ¿por qué, ya que pariendo víbora no reventaste, [a] aquel derrotado leño que fue mi primera cuna no hiciste mi monumento? ¿Por qué, antes que abrigaran las piedades de tus pechos, no me arrojaste a las ondas? Fuera mi desdicha menos, muerto en el primer umbral de la vida que no muerto al baldón de unos villanos que con todos tus sucesos me han dado en rostro, notado de advenedizo extranjero pastor, hijo de un delito, merecedor de aquel riesgo. DANAE: ¡Ah, Perseo! Tu soberbia en este trance te ha puesto; que no fueran ellos libres si tú no fueras soberbio. Pocas veces el humilde escucha baldones. PERSEO: Luego, ¿razón tienen? DANAE: Razón tienen. PERSEO: ¿No lo niegas? DANAE: No lo niego porque contra la razón no hay más razón que el silencio. PERSEO: En fin, ¿que la tienen? DANAE: Sí. PERSEO: Pues ya que la tienen ellos, tengámosla todos. Dime quién soy y quién eres, puesto que el presumir que soy más hará tu delito menos. Consuélame con que sepa si lo que alguna vez pienso, al mirar que no me viene el corazón el el pecho, es verdad; pues no hay latido que dé que no sea diciendo que no nació para verse de tosco sayal cubierto. Del extremo de una infamia pasemos a otro; que a precio de no ser villano vil te perdono cualquier yerro. Y, supuesto que no eres humilde hija de Cardenio, ¿qué puedes ser que no sea mejor? Dime, pues te ruego, ¿quién eres? DANAE: No sé quién soy. PERSEO: Pues, ¿quién fuiste? DANAE: Eso sé menos. PERSEO: ¿Quién fue mi padre? DANAE: No sé. PERSEO: ¿Por qué te echó airado y fiero al mar? DANAE: No lo sé tampoco. PERSEO: ¿Soy noble? DANAE: No sé. PERSEO: ¿Qué es esto? ¿Nada sabes? DANAE: No sé nada y no me apures; que, puesto que es secreto y soy mujer y no lo digo, no debo de poder decirlo. Y baste ver un prodigio tan nuevo como que en un pecho vivan juntos mujer y secreto. Pregúntaselo a los dioses. Quizá, enternecidos ellos, te responderán; que yo sólo con el llanto puedo decirte que hay soberano poder que me obligue a esto. PERSEO: ¿Por qué? DANAE: Por guardar tu vida. PERSEO: Yo desde aquí se la ofrezco y, pues me mata el dudarlo, haz que me mate el saberlo. Háblame claro. DANAE: Es en vano. PERSEO: ¿Cómo? DANAE: Como no me atrevo ni aún a respirar. PERSEO: ¿Quién cerra tus labios? DANAE: Poder supremo. PERSEO: ¿De quién? DANAE: De injusta deidad. PERSEO: ¿Qué pudo obligarla? DANAE: Celos. PERSEO: ¿Celos? DANAE: Sí. PERSEO: ¡Ay de mí! DANAE: ¿De qué suspiras? PERSEO: De que no tengo ya apelación a no ser hijo de delito, puesto que no hay celos sin delito. DANAE: Bien puede sin él haberlos. (O ingrata deidad de Juno, Aparte ¿en qué confusión me has puesto?) PERSEO: ¿Cómo? DANAE: No sé. PERSEO: ¿Al "no sé" vuelves? DANAE: Tampoco sé dónde vuelvo. Y déjame, no me aflijas; que no puedo, que no puedo decir más ni callar más. (Grande Júpiter supremo, Aparte ya que ocasionaste el daño, acude con el remedio.)
Vase [DANAE]
PERSEO: ¡Oye, aguarda! Mas, ¡ay triste! Que aunque seguirla pretendo, no sé qué oculto poder en viva estatua de hielo me ha transformado quedando sin alma, vida, ni aliento. ¡Oh, gran Júpiter, oh padre de los hados! Mas, ¿qué es esto? Al decir padre, no sé qué no usado, qué violento impulso me alborotó el corazón acá dentro como que le dan las llaves de las cárceles del pecho. Mas, si padre y hados dije ¿por qué juzgo, por qué pienso que fue una voz y no otra la que dio el latido, puesto que de él no puedo ser hijo ni de ellos dejar de serlo. ¡Oh, gran Júpiter, oh padre de los hados y los tiempos! Digo otra vez si a piedad te ha movido algún lamento, sirva de ejemplar al mío; que yo a tus aras ofrezco en víctima cuantas fieras el monte contiene. Al ruego te compadece de un triste que náufrago de los vientos navega a saber quién es en alas de un devaneo; que le persuade a que es más cuando le dicen que es menos. Y, pues mi madre lo calla, dime tú si habrá consuelo tal vez a mi duda.
Dentro la MÚSICA
MÚSICA: "Sí." PERSEO: ¿Qué armonïosos acentos oigo? ¿Si fue ilusión? MÚ:SICA: "No." PERSEO: Pues que ya en süaves ecos oigo las voces que suelen tener al aire suspenso cuando alguna deidad pisa la tierra, porque su acento métricamente sonoro suena más dulce que el nuestro, con él he de hablar. ¡Oh tú, deidad que escucho y no veo! Si eres mi oráculo, dime, ¿quién soy? MÚSICA: "Tú lo sabrás presto." PERSEO: ¿Quién me lo ha de decir? MÚSICA: "Nadie." PERSEO: Pues, ¿cómo puede ser eso? ¿Decirlo, y nadie? MÚSICA: "Llegando..." PERSEO: Prosigue; que no te entiendo. MÚSICA: "A decirlo sin decirlo, y a saberlo sin saberlo." PERSEO: "¿A decirlo sin decirlo, y a saberlo sin saberlo?" Ahora conozco --¡ay de mí!-- que es ilusión del deseo la que me persuade a que hablan conmigo los cielos; que ellos no usaran confusos enigmas, y más si atiendo a que todos los espacios del aire están tan serenos que apenas pequeña nube
Empieza a salir una nube
se decubre en todos ellos que Boreal carro triunfal sea de sagrado dueño de la voz, pues una sola, que allá en el perfil postrero del horizonte es apenas fingida garza del viento, no es capaz trono de hermosa deidad. Mas con todo eso preguntar quiero otra vez, --¡Oh tu sonoroso estruendo, háblame claro!
Dentro voces [primero] a una parte [y luego] a otra
VOZ: ¡To, to, Barcino! LIDORO: ¡A la cumbre! FINEO: ¡Al puerto! PERSEO: ¡Qué distinto voces ya de las que escuché primero responden! Pequeña tropa allí, allí bajel pequeño, el puerto y la población buscando vienen, a tiempo que de la parte del monte cazadores, y monteros salen también; pero a mí, ¿qué me importa todo esto sino seguir a mi madre? Y, pues que del rendimiento tal vez se vale el rencor humilde a sus plantas puesto, solicitar que me diga mi hado antes que llegue el tiempo. PERSEO y MÚSICA: "A decirlo sin decirlo, y a saberlo sin saberlo."
Vase, y mientas la MÚSICA se repite con las voces de adentro, viene creciendo la nube hasta la mitad del tablado donde se ha de abrir. Véese en un trono MERCURIO con alas en el sombrero y en los pies, y el caduceo en la mano, y PALAS armada con una asta en la mano, y embrazado un escudo en que ha de estar un espejo, y bajan a tierra y desaparécese la nube. Voces suenan dentro
VOCES: ¡To, to! Melampo, Barcino! POLÍDITES: ¡Al llano! LIDORO: ¡A la cumbre! FINEO: ¡Al puerto! MÚSICA: "A decirlo sin decirlo, y a saberlo sin saberlo." PALAS: "Ya, hermoso galán Mercurio, alado dios del ingenio que has querido que, dejando el sacro palacio excelso de Júpiter nuestro padre, la fértil tierra pisemos de Acaya haciendo sus montes volcanes de nieve y fuego, dime, ¿qué intento te trae a sus campos pretendiendo que yo en ellos te acompañe?" MERCURIO: "Oye, y sabrás el intento ya que, porque no le alcance el siempre sañudo ceño de nuestra madrastra Juno, contigo a estos montes vengo. Ya sabes, hermosa Palas, cuya beldad, cuyo acero las almas rinde a su agrado y las vidas a su esfuerzo, que de Júpiter divino hijo el infeliz Perseo, hermano es nuestro. Y ya sabes que, por temor de los celos de Juno no le declara, obligando sus depechos a que en rústicos sayales le deje vivir muriendo. Yo, compadecido hoy, de ver su ultraje, atendiendo a que Júpiter quisiera responder a sus lamentos si aquella infausta deidad de la Discordia, a quien dieron las altiveces de Juno en nuestro dosel asiento, sus soberanas piedades no embarazara, pretendo que interesados los dos solicitemos un medio que, sin decirle quién es, le diga quién es, haciendo que ni le pene el dudarlo ni le embanezca el saberlo." PALAS: "¿Qué medio puede ser ése? Que, como tú le des, quiero yo ayudarle; que también su mal, como hermana, siento." MERCURIO: "Yo le he de representar en las fantasmas de un sueño toda su historia, con que alentado a un mismo tiempo y desconfïado viva pues, ignorando y creyendo. Ni aquello le tendrá humilde ni estotro le hará soberbio; que, viendo por una parte quién es y por otra viendo que no es, las cercanías disfrazadas en los lejos, le harán que intente labrarse la fortuna, conociendo que para cierto es engaño lo que para engaño es cierto. A este fin le he de llevar con algún fingido objeto que le arrebate tras sí a la gruta de Morfeo donde, entre confusas sombras, ha de ver su nacimiento." PALAS: "Pues si has de fingir alguno, el más hermoso, el más bello, que puede para fingido prestarte lo verdadero es Andrómeda." MERCURIO: "En su imagen transformado hablarle pienso. Sola la dificultad que resta es que, Juno viendo el fin, no intente estorbarlo; a cuyo advertido afecto tú, Palas, mañosamente la has de asistir, pretendiendo apartarla la Discordia de su lado aquel momento." PALAS: Yo te agradezco. No solo lo piadoso del afecto pero también lo sutil de la industria te agradezco. Y, pues lo que a mí me toca, para reparar los riesgos del hado que le amenaza, es divertir el inquieto semblante de la Discordia que a pesar de todo el cielo conserva en el cielo Juno, yo desde aquí te lo ofrezco con ánimo; que, si no basta mañoso el intento, baste el valor a arrojarla del no merecido asiento a cuyo glorioso fin sobre las alas del viento otra vez a los umbrales de nuestra alcázar me vuelvo." MERCURIO: "Pues yo en esta confïanza hoy en la tierra me quedo a fingir una hermosura y a representar un sueño." PALAS: "Pues queda en paz." MERCURIO: "En paz partes porque llegue a un mismo tiempo." LOS DOS: "A decirlo sin decirlo, y a saberlo sin saberlo."
Vuela PALAS y vase MERCURIO. [Suenan voces] dentro
VOCES: ¡To, to! Melampo, Barcino. POLÍDITES: Al valle. LIDORO: Al campo. FINEO: Al puerto.
Salen POLÍDITES y CRIADOS
POLÍDITES: Retírese la gente y no prosiga la caza. CRIADO: ¿Qué es, señor, lo que te obliga? POLÍDITES: Habiéndome informado la desvelada posta del cuidado que asiste con afectos singulares en guarda de estos montes y estos mares, por esperar que un día --si no miente la docta astrología-- ha de venir una beldad a ellos, madre de un joven que ha de enriquecellos de triunfos, de que el sol será testigo. Habiéndome informado, otra vez digo, la atenta centinela, que vela el mar y la campaña vela, que unos y otros espacios ocupan de estos rústicos palacios extranjeras naciones, cuya nueva, hallándome cazando el que la lleva, en el monte me dio, saber deseo quién son.
Sale DANAE
DANAE: (Aquí a Perseo Aparte en las dudas dejé de mi fortuna. Vuelvo a buscarle por si acaso alguna razón puede en mi honor asegurarle, ya que posible no es desengañarle porque sellan mis labios, de Juno celos y de Jove agravios.) POLÍDITES: Solicita informarte de alguién. CRIADO: Una villana hacia esta parte viene. POLÍDITES: Al ver perfección tan soberana de una deidad en traje de villana, decidme --¡ciego estoy a luz tan pura!-- prodigio de estos montes --¡qué hermosura!-- ¿qué gente es la que ve vuestro horizonte sulcar el golfo y discurrir el monte? DANAE: Aunque decirlo quiera, no me es posible, que de la ribera ni de camino vengo. POLÍDITES: Esperad. DANAE: Haré mal si me detengo porque en alcance voy de otro cuidado. POLÍDITES: Ya no lo llevaréis pues le habéis dado. DANAE: Eso es lo que no entiendo. POLÍDITES: Bien fácil es; pues lo que yo pretendo decir es, que si os lleva un cuidado y le dais, será acción nueva darle y quedar con él. DANAE: ¿A quién le he dado? POLÍDITES: A quien le tiene ya de haber mirado vuestra rara belleza. DANAE: Es error; que no puede mi tristeza dar su cuidado a nadie, y bien lo pruebo, pues no es el que tenéis como el que llevo. POLÍDITES: ¿No es de amor? DANAE: Bien podría ser que lo fuese; pero no sería posible que lo fuese tal que mi amor al vuestro pareciese. Quedad con Dios. POLÍDITES: Oíd.
Sale PERSEO
PERSEO: ¿Qué es lo que veo? DANAE: (A mal tiempo--¡ay de mí!--llegó Perseo.) Aparte PERSEO: Hidalgos cortesanos, queda la lengua esté, quedas las manos... (¡Un nuevo fuego en mis entrañas arde!) Aparte ...que tiene la zagala quien la guarde. POLÍDITES: ¡Qué donairoso brío de joven! DANAE: Perdonad, que es hijo mío y, crïado en aquestas caserías, no sabe lo que son cortesanías. POLÍDITES: ¿Hijo es vuestro, o hermano? PERSEO: ¡Qué lisonjero chiste cortesano! ¡Hijo y muy hijo! POLÍDITES: ¿Y es de aquesta aldea? DANAE: Aquí nació. POLÍDITES: ¡Feliz la patria sea de una y otra hermosura soberana! ¿Cómo os llamáis? DANAE: Dïana. POLÍDITES: ¿Hija de quién? PERSEO: ¿Quién vio preguntas tantas? No le respondas más.
Sale CARDENIO, viejo y los villanos
CARDENIO: Dame tus plantas. TODOS: Y a todos mos las dé. BATO: No más que a vellas que su merced se quedara con ellas. POLÍDITES: Del suelo alzad. CARDENIO: Habiéndome contado vuestros monteros como habéis trocado el bosque por la aldea, vengo a saber, ¿qué dicha nuestra sea la que aquí os ha traído? POLÍDITES: Habiéndome informado que ha venido por tierra y mar a aqueste puerto gente, quise saber quién son. CARDENIO: Pues facilmente podrá informaros ella, pues de tierra y de mar llegáis a vella. DANAE: ¿Quién es, señor, aqueste caballero? CARDENIO: El rey. PERSEO: ¿Éste es el rey? Sin duda hoy muero.
Salen por una parte LIDORO y gente, y por otra FINEO y gente
LIDORO: Rústicos aldeanos, decid... FINEO: Decid, ilustres cortesanos... LIDORO: ...¿por dónde de esta cumbre antes podré vencer la pesadumbre? (Pero, ¿qué es lo que miro?) Aparte DANAE: (Lidoro es éste.) Aparte LIDORO: (Justamente admiro Aparte su hermosura y su seña. Fuerza es callar, pues a callarme enseña.) FINEO: Lo mismo mi deseo os preguntara y, pues mi duda veo en otros labios puesta, satisfaga a los dos una respuesta. POLÍDITES: Antes es bien que acuda a dos dudas mi voz con una duda. Quién sois saber pretendo primero que os informe. LIDORO: Yo siguiendo... (Fuerza es disimular) ...voy la ventura de la más infeliz, triste hermosura que vio el sol, cuya mísera fatiga a consultar a Júpiter me obliga. No puedo detenerme ni hablar puedo. FINEO: Yo tampoco; que pierdo, si me quedo, el mejor temporal para volverme al instante, que llegue a responderme el oráculo a una pregunta, hija también de otra fortuna. Perdonad; que hoy sin responder me vaya. CARDENIO: Ved que es el rey Polidites de Acaya con quien habláis. LIDORO: A vuestras plantas pido me perdonéis. FINEO: También a ellas rendido me sirva de disculpa saber que la ignorancia nunca es culpa. POLÍDITES: Ya que sabéis quién soy, saber es fuerza quién sois los dos. FINEO: Aunque el efecto tuerza de mi primer intento, ley el respeto es. Escucha atento. Casiopea de Trinacria, hermosa infelice reina --que las infelicidades son lunar de las bellezas-- de Cefeo, amante suyo, una hija tuvo tan bella que afrentó con su hermosura toda la naturaleza; puesto que desconfïada de hacer otra como ella en sus excelencias mismas apuró sus excelencias. Creció Andrómeda--que éste es su nombre--tan perfecta... ¿Pensarás que a decir voy que no hay nadie que la vea que no le enamore? Pues tan al contrario lo piensa; que no hay nadie que la mire que la ame; que no deja esperanzas para amarla a nadie que llegue a verla. Y ansí, en su primer instante la voluntad más atenta no es posible quedar viva viendo su esperanza muerta. Dígalo yo; pero eso no es del caso. Casiopea, mirando a Andrómeda un día que a la orilla lisonjera del Nereo festajada de las hermosas Nereidas, ninfas suyas, florecía el oro de sus arenas al contacto de sus plantas, desvanecida y soberbia, les dijo, "Decid a Venus, marítima deidad vuestra, que reina de la hermosura no se entitule; pues llega a ver que Andrómeda sola hay que ese imperio merezca; pues que ella sola debía ser de la hermosura reina." Ofendiéronse las ninfas; que, en tocando a esta materia de "más hermosa soy yo," no hay deidad que no lo sienta. Sumergiéronse en las ondas y, ofendidas por sí mesmas, en voz de Venus pidieron satisfacción de la ofensa. Nereo, sagrado río que en el mar gozoso entra, sólo por ver si en el mar con alguna espuma encuentra de las que fueron de Venus cuna, pues amante de ella son sus lágrimas sus ondas, sintió de fuerte la afrenta; que en toda Trinacia quiso vengarla y satisfacerla. Marino monstruo escamado, de cerúleas verdinegras conchas, con pies y con alas en sus bóvedas engendra, de sus entrañas aborta, y de sus senos revienta, tan disforme que si nada, tan tremendo que si vuela, brama el aire y gime el mar confundidos de manera que no se sabe si es aire o mar adonde llega; pues escupidas las ondas hace, cada vez que alienta, que el mar se suba a las nubes y el aire a las ondas venga a ocupar aquel vacío, haciendo la azul esfera mil desiguales montañas de nubes y de cavernas. Éste, pues, fiero vestigio, ésta, pues, marina bestia con su saliva las aguas de todo el río avenena, con su anhélito inficiona del monte plantas y hierbas y de todos los ganados el templado ambiente infesta. A la orilla no es posible llegar nadie que no sea pasto suyo. No hay bajel de cuantos al puerto llegan que no zozobre a su vista porque su estatura inmensa, si se mueve es huracán, escollo si se está queda. De suerte que horror y susto tienen a Trinacia hecha sepultura de sí misma en sed, hambre y pesta envuelta. De varios ritos ha usado, devota, la piedad nuestra, sacrificándola a Venus en sus altares diversas víctimas pero ninguna su sacra ojeriza templa. Yo, que más interesado que todos soy en su adversa fortuna porque infelice primo de Andrómeda bella espero lograr su mano siendo en tan gloriosa empresa el no merecerla medio de llegar a merecerla, a Júpiter en su templo que más antiguo celebra la anciandidad de los siglos que es ése, cuya eminencia sobre la siempre nevada cerviz de Acaya se asienta, ofrecí un precioso don que traigo conmigo en muestra del voto. Y así te pido, señor, que me des liciencia para penetrar su cumbre y saber de su respuesta qué sacrificios a Venus haremos con que se vea su beldad desagraviada y mi feliz patria exenta de este monstruo que le aflige, este susto que la cerca, este pasmo que la asombra, y este horror que la atormenta. POLÍDITES: ¡Extraño caso! DANAE: ¡Notable prodigio! PERSEO: ¡Rara extrañeza! No porque haya un monstruo, cuanto porque no haya quien lo venza. LOS VILLANOS: ¿Quién de oírlo no se admira? BATO: ¿Quién de escucharlo no tiembra? LIDORO: Aunque de esta novedad tan grande el extremo sea, oye, señor, que no menos extraña es la que me lleva al templo también a mí de Júpiter con la mesma acción, si bien es la causa en sus principios opuesta. (¡Ay, Danae, no sé si al verte Aparte palabras tendrá la lengua!) Yace a la falda de aquel monte africano que ostenta sobre su cerviz el cielo, bien que ya alguna experiencia mostró que sólo un cuidado aun más que sus rumbos pesa, yace pues, digo, a su falda una fábrica pequeña, casa de camnpo a una parte y a otra una intricada selva, cuya varïado país tiene siempre en competencia de primores, aquí el arte, y allí la naturaleza. Ésta, pues, noble alquería nativa cuna primera fue de Medusa, beldad tan sin ejemplar que apenas le vendrán las alabanzas que otro de Andrómeda cuenta, bien que no tan venturosa, cuya infelice experiencia dice que es más su hermosura cuanto es más triste su estrella. Entre cuantas perfecciones doró el cielo su belleza. En la que más se esmeró fue el cabello, cuyas hebras hiló el sol entre sus rayos, siendo su frente una esfera que trenzada anochecía porque amaneciese suelta. Dígalo el efecto, pues un día que a la ribera [d]el mar a peinar salió el rubio Ofir de sus trenzas, envidioso al ver Neptuno que el aire en su espacio tenga más bello golfo de ondas, cuyos piélagos navegan en bajeles de marfil conchas de nácar y perlas, pasó la envidia a deseo si ya no a codicia necia de presumir que podía enriquecer su soberbia con el oro de otras Indias, más ricas cuanto más cerca. Amante pues, suyo no, se valió de las finezas de rendido; que el amor de un poderoso no ruega cuando puede la caricia valerse de la violencia. Y ansí, un día que la vio en el templo de Minerva, que a las orillas del mar sobre sus rizos se asienta, desatando de sus ondas toda la saña violenta para sus tranquilidades se valió de sus tormentas. El templo inundó y entre el susto que a todos cerca, el miedo que a todos turba, el pavor que todos ciega, reservando de Medusa la soberana belleza, por fuerza logró su amor. Mas miente, miente mi lengua; que aunque consigue, no logra el que consigue por fuerza. Minerva, ofendida al ver los dos sacrílegas muestras que a su templo y su decoro hizo la ruina y la ofensa, no pudiendo de él vengarse, dispuso vengarse en ella; que un rencor que en el culpado no se satisface queda siempre rencor hasta que en el que puede se venga. Y viendo que fue el cabello causa de su amor primera, las hebras que fueron de oro trocó en rizadas culebras cuyo veneno en los ojos se comunica y se ceba, tanto que a ninguno miran que en tronco no le conviertan. Rabiosa vive en los montes, tan sañuda bandolera de las vidas que no pasa peregrino que no muera a su vista, racional basilisco de la selva. Nadie se atreve a matarla porque nadie que a ver llega su rostro vive. Y porque darla la muerte no puedan dormida, sus dos hermanas están en su guarda puestas de suerte que cuando una descansa la otra está en vela. Con que es posible que remedio este asombro tenga si ya Júpiter sagrado a quien yo traigo otra ofrenda como príncipe que soy de aquella Africana tierra --bien que príncipe infelice dado a fortunas adversas tanto que si hablara de otras no fuera la mayor ésta-- con su piedad no socorre, con su poder no remedia, este escándalo, esta ruina, este estrago, esta violencia, en sus oráculos dando a mis preguntas respuesta de cómo desenojar a la deidad de Minerva cuando libre mi patria de desdichas y miseras, ansias y calamidades, iras, muertes y tragedias. POLÍDITES: De vuestros raros sucesos tanto me admiran las nuevas que tengo de acompañaros al templo por ver qué llega Júpiter a responderos. (Mas miento --¡Ay zagala bella!-- Aparte por verte este rato más no doy a la corte vuelta.)
Vase [POLÍDITES]
FINEO: Guárdete el cielo.
Vase [FINEO]
LIDORO: Tus plantas beso. (¡Ay, Danae, quién pudiera Aparte hablarte!)
Vase [LIDORO]
DANAE: (¡Quien por no verte, Aparte Lidoro, ni que supieras de mí, se hubiera anegado en el mar!) CARDENIO: Ven, Diana bella, a ver Júpiter qué dice en maravillas como éstas. DANAE: Ven, Perseo.
Vase NISEA
PERSEO: Ya yo voy. GILOTE: Ven, Bato. BATO: Id vos norabuena que yo no pienso ir allá. ERGASTO: ¿Por qué? BATO: Porque no quijera ver nada que me acordase de que hay monstruos y culebras en el mundo; pues me basta saber que hay suegros y suegras, que hay cuñados y cuñadas, que hay tíos, tías y viejas, y viejos, y finalmente que ay... GILOTE: Di, ¿qué? BATO: Dueños y dueñas.
Vanse [los villanos]
PERSEO: ¿Loco pensamiento mío, que cuando ignoras quién eres pasar temerarios quieres de la duda al desvarío adonde te lleva el brío presumiendo, altivo y vano, que uno y otro horror tirano tú solo vencer podrás? ¿Si oyendo a un villano estás que aun no eres un villano? ¿Quién de Trinacia venciera el monstruo? Y de África, ¿quién venciera el pasmo también? ¿Para qué nadie pudiera decir que más que yo era? Pues a quien se hace por sí la fortuna es a quien vi dar mayor estimación que hijos de sus obras son los hombres; mas...
Dentro [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA: ¡Ay de mí! PERSEO: El "ay de mí" aquella roca antes que yo pronunció. No sin causa me quitó el suspiro de la boca pues es mi suerte tan poca que ni aun suspirar merece por el alivio que ofrece el "ay" de un triste; y assí no digo yo el...
Dentro [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA: ¡Ay de mí! PERSEO: Oírse más cerca parece. Mal haré si osado no descubro cúya es la ira que anticipada suspira porque no suspire yo.
Sale ANDRÓMEDA de cazadora
ANDRÓMEDA: Si el cielo, oh joven, te dio valor que desmienta el traje, siendo de tu vida ultraje, verse de sayal vestida, procura amparar mi vida de una fiera, antes que baje de ese risco donde --¡ay cielos! andando a caza la vi. PERSEO: Cobra el aliento y de mí fía, oh beldad, tus recelos que no esos azules velos en vano a mí te han traído. ANDRÓMEDA: Que no me siga, te pido, mientras yo escapo. PERSEO: Eso no; que mal podré vencer yo dejándome tú vencido. Si, mientras te dejo ir, ella de esos montes baja y en otra parte te ataja, ¿de qué te podré servir? Y ansí, pues he de morir en tu defensa, será bien que no te deje ya pues el riesgo de que huir quieres está donde tu estuvieres no donde la fiera está. ANDRÓMEDA: Eso es querer que yo hoy dé en un riesgo por huir, de otro. Ni me has de seguir, joven, ni saber quién soy. Y ansí, mientras yo me voy, buscar la fiera procura. PERSEO: ¿No ves que será locura de vario amor por hallar a una fiera aventurar el perder una hermosura? Contigo he de ir pues contigo va tu peligro. ANDRÓMEDA: ¡Eso no! Quédate. PERSEO: Mal podré yo acabarlo ya conmigo. ANDRÓMEDA: Pues, sígueme.
Vase [ANDRÓMEDA]
PERSEO: Ya te sigo.
Vase [PERSEO, y hablan dentro dos versos]
ANDRÓMEDA: Si a volar te atreves, mas... PERSEO: El viento se deja atrás.
Sale [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA: ¿Aún seguirme intentas?
Sale [PERSEO]
PERSEO: Sí. ANDRÓMEDA: ¡Ay, infelice de ti; que no sabes dónde vas!
Vase [ANDRÓMEDA]
PERSEO: Como vaya donde fueres no temo infelicidad.
Dentro [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA: Ya que mi velocidad, mísero joven, prefieres,
Sale [ANDRÓMEDA] y da vuelta
búscame si hallarme quieres en esta gruta. PERSEO: Aunque veo que en la gruta de Morfeo se ha entrado, tras ella voy.
Dentro [ANDRÓMEDA]
ANDRÓMEDA: Aquí me hallarás, pues soy la sombra de tu deseo.
Vase [PERSEO] y salen en lo alto luchando PALAS y la DISCORDIA
DISCORDIA: No hallará, porque primero le diré yo cuanto pasa a Juno. PALAS: "Calla, Discordia." DISCORDIA: ¿Cuándo la Discordia calla? ¡Sagrada deidad de Juno! PALAS: "No prosigas." DISCORDIA: Suelta. PALAS: "Aparta. No has de hablar." DISCORDIA: No he de callar. Mira que en el cielo Palas y que Mercurio en la tierra... PALAS: "Suspende la voz." DISCORDIA: Aguarda. Por declarar el bastardo hijo de Júpiter, andan en oprobio de tus celos; pues, si una vez le declaran sabrá el mundo que no estima tu mérito el que te agravia. PALAS: "Suspende la aleve lengua, mentida deidad, pues basta que el acento de tu voz sonando sin consonancia diga quién eres sin que lo diga también la saña de tu siempre escandalosa condición." DISCORDIA: En vano tratas que calle; y si, para esto de Juno agora me apartas, yo sabré volverme a ella. PALAS: "No harás; porque hasta que haya Mercurio el fin conseguido que pretende, a cuya causa con la bellísima imagen de Andrómeda llevar traza a la gruta de Morfeo a Perseo, mi esperanza te tendrá aquí." DISCORDIA: Mal podrás. PALAS: "Mira." DISCORDIA: Suelta. PALAS: "Escucha." DISCORDIA: Aparta o desde aquí daré voces. PALAS: "Pues mira; que, si no callas, te haré callar de otra suerte." DISCORDIA: ¡Qué soberbia con las armas que te dio Marte, rendido a tu hermosura y tu gracia, estás! Pero contra mí ni escudos ni arneses bastan porque, ¿qué puedes tú hacerme? PALAS: "Arrojarte de este alcázar." DISCORDIA: ¿Tú a mí? PALAS: "¡Yo a ti!" DISCORDIA: Pues si Juno en él me conserva y guarda, ¿de qué suerte podrás tú obligarme a que de él salga? PALAS: "¡De esta suerte! Recibid, montes, en vuestras entrañas esta mentida deidad que arroja del cielo Palas." DISCORDIA: ¡Ay infelice de mí! PALAS: "Sigue, Mercurio, la instancia sin temor que la Discordia ya de entre nosotros falta."

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

Las fortunas de Andrómeda y Perseo, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002