ACTO SEGUNDO


Salen el CONDE y don RODRIGO
CONDE: Esto me pasó, Rodrigo, con Alfonso, y declararos este secreto es mostraros la obligación de un amigo, y pues su alteza me ha dado la palabra de mirar por mi honor, y de olvidar a Elvira, con que ha cesado de vuestro retiramiento y su enojo la ocasión, y de mudar la intención del tratado casamiento, con vuestra licencia quiero pedirla al rey, para daros a mi Leonor, y alcanzaros el alto lugar primero que en su gracia habéis tenido y perdido sin razón; que éste es el fin, la ocasión es ésta que me ha movido a hacer que por la ciudad hoy, para veros conmigo, hayáis trocado, Rodrigo, del campo la soledad, por no poder, para veros, yo de la corte faltar, ni estas cosas confïar de cartas ni mensajeros. RODRIGO: Ni de vasallo la ley ni la de amigo guardara, si en vuestra verdad dudara en la palabra del rey; y en fe de esta confïanza, lo que pedís os permito, si bien, Melendo, os limito el volverme a la privanza. La gracia sí me alcanzad --que ésta es forzoso que precie, pues no hacerlo fuera especie de locura o deslealtad-- pero el asistirle, no; porque si Faetón viviera, fuera necio si volviera al carro que le abrasó. CONDE: Estáis agora enojado. RODRIGO: Corriendo el tiempo, no hay duda que el enojado se muda, pero no el desengañado. CONDE: Bien está; no he de exceder vuestro gusto; que a Leonor codicio, en vos, el valor, no la fortuna y poder. RODRIGO: Siempre me honráis. CONDE: Voy a hablar al rey. RODRIGO: Partid satisfecho; que aguardo con igual pecho el contento y el pesar.
Vase don RODRIGO
CONDE: Apenas llevo esperanza de conseguir mi intención. ¡Oh, terrible condición del poder y la privanza! Yo, que el agraviado he sido, vengo a ser el temeroso que aborrece el poderoso al que de él está ofendido. El rey es éste, y a solas viene hablando con Ramiro. A esta parte me retiro, porque las soberbias olas de su dicha y valimiento no me atrevo ya a romper, y a solas he menester decir a Alfonso mi intento.
Salen el REY y RAMIRO
RAMIRO: Si vuestra alteza del suceso mira las circunstancias, hallará que a Elvira adora Villagómez; que otra cosa no pudo ser con él tan poderosa que le hiciese oponerse a vuestro gusto, pues lo que manda el rey nunca es injusto. Y bien mostró el efeto que al conde reveló vuestro secreto, pues desvelado, atento y prevenido, y a deshoras vestido, de Bermudo, su hijo, acompañado, nos asaltó en el hurto enamorado. REY: Bien dices, claro está; porque Rodrigo no quisiera ser más del conde amigo que de su rey. Sin duda fue locura del amor, no de la amistad fineza, arrojarse a perder tanta grandeza, siendo mi gracia su mayor ventura. Vengaréme, Ramiro; por los cielos, no sufriré mi ofensa ni mis celos, aunque me atreva, pues palabra he dado, a oprimir el impulso enamorado. RAMIRO: (Esto está bien. Mi pretensión consigo, Aparte indignando a su alteza con Rodrigo; que me obligó a temer justa mudanza el cesar la ocasión de mi privanza, puesto que quiere el rey determinado la palabra cumplir que al conde ha dado.) REY: Melendo está en la sala. RAMIRO: Y me parece que aguarda retirado que vuestra alteza esté desocupado. Quiero darle lugar; y pues se ofrece ocasión, hoy espero la mano de Leonor con tal tercero. REY: Tuya será, Ramiro; mas es justo que la obligues primero, y que su gusto dispongas. Y que vamos paso a paso pide también la gravedad del caso; que se juzga violento hecho de priesa un grande casamiento. RAMIRO: Sola a tal prevención y a tal prudencia se puede responder con la obediencia.
Vase don RAMIRO
CONDE: (Ya quedó solo el rey.) Aparte REY: Melendo amigo. CONDE: Si de esa suerte os humanáis conmigo, si ese nombre merezco, no habrá cosa que juzgue en mi favor dificultosa. REY: A lo dificil no vuestra privanza, a lo imposible atreva su esperanza. CONDE: Dos cosas, gran señor, he de pediros: una es honrarme a mi, y otra es serviros. Que a Villagómez perdonéis es una, y en ésta os sirvo; que de su fortuna siente la adversidad el pueblo todo, y obligaréis al reino de este modo, y yo no sólo quedará pagado de mis servicios, no, más obligado; que a mi hija Leonor le he prometido. Y así, señor, es la segunda cosa que espero de esa mano poderosa, que permitáis que salga, haciendo dueño de Leonor a Rodrigo, de este empeño. REY: (¿Que es Leonor la que adora, y no es Elvira? Aparte Mas ya entiendo los fines a que aspira. Temiendo mi venganza, pues me ofende, así mis celos desmentir pretende; que siendo él hombre que en su honor y fama no sufrirá un escrúpulo pequeño, sabiendo que pretendo para dama a Elvira, y no para mi justo dueño, no quisiera a su hermana para esposa, a no obligarle causa tan forzosa.) CONDE: Mucho dudáis. Ya teme mi esperanza que especie de negar es la tardanza. REY: Conde, mucho me admira que a Rodrigo la ley, mejor que a mi, guardéis de amigo, anteponiendo a mi opinión su gusto, pues el nombre de fácil y el de injusto queréis que me dé el mundo; que es forzoso, si al que apartó de mí tan riguroso vuelvo a mis ojos, que tendrán por llano que o fui en culpar injusto, o fui liviano en volver a mi gracia al que perdella mereció por su error, estando en ella Si le habéis vuestra hija prometido, yo de mi mano la daré marido; que ni a vos está bien, ni os lo merezco, que emparentéis con hombre que aborrezco. Y no de lo que os niego estéis sentido, pues cuando vuestro intento me ha ofendido, Melendo, y yo con vos no me he indignado, no es poco lo que habéis de mí alcanzado.
Vase el REY
CONDE: ¡Ay, Melendo infeliz! ¡Ay, honor mío! Ya de la fe y palabra desconfío del rey. La causa dura y el intento, pues el efeto vive y el enojo. Proseguir quiere su liviano antojo; que impedir de Rodrigo el casamiento, es temer que le estorbe tal cuñado lo que a impedir tal padre no ha bastado. Aquí no hay que esperar; que es bien que muera quien la amenaza ve y el golpe espera. Melendo, el rey vuestra deshonra piensa; hüid que con un rey no hay más defensa.
Sale don BERMUDO
BERMUDO: Cuidadoso estoy, señor, de saber cómo te ha hablado el rey, o qué indicio ha dado de la mudanza en su amor. CONDE: Hijo, cierto es nuestro daño. Echada la suerte está; que por muchas causas ya la sospecha es desengaño. Alfonso es rey, bien lo veo. Prometió, mas es amante; no hay propósito constante contra un constante deseo. El remedio está en la ausencia; que al furor de un rey, Bermudo, la espalda ha de ser escudo, y la fuga resistencia. Del señor me hice vasallo por la ley del homenaje; pero su injuria y mi ultraje me obligan a renunciallo. BERMUDO: Bien dices, padre. A Galicia partamos; que allí serás solo el señor, y tendrás en tus manos tu justicia; pues si la naturaleza renunciares de León, sabrá el rey que iguales son tu poder y tu grandeza. CONDE: Por lo menos determino salir de la corte luego; y porque el rey, que está ciego, no nos impida el camino, no quiero agora partirme a Galicia, mas fingiendo que en Valmadrigal pretendo descansar y divertirme, le aseguraré, y allí dispondrá secretamente mi partida con la gente de Villagómez; que así no prevendrá mi intención Alfonso. BERMUDO: Bien lo has trazado. CONDE: Ya que vaya mal pagado, iré honrado de León.
Vanse el CONDE y don BERMUDO. (Salen VILLANOS, cantando y bailando esta letra; y JIMENA, villana, y RODRIGO, de campo
VILLANOS: "Quien se quiere solazar, véngase a Valmadrigal. Mala pascua e malos años para cortes e ciudades. Aquí abondan las verdades, allá abondan los engaños; los bollicios e los daños allá non deján vagar. ¿Quién se quiere solazar? ¡Sa!" JIMENA: Non bailedes ende más, non fagades más festejo; que finca el mueso señor todo esmarrido e mal trecho. Tiradvos; que en poridad yo, que por fijo le tengo, con él quiero departir sobre sus cuitas e duelos. VILLANO l: Bien digo yo que non pracen folguras al mueso dueño. VILLANO 2: Pues se ha venido a la villa, fecho le habrán algún tuerto.
Vanse los VILLANOS
JIMENA: Mi Rodrigo, ¿qué tenedes? Esfogad conmigo el pecho, si vos miembra que del mío vos di el primer alimento. Ama vuesa so, Rodrigo. A nadie el vueso secreto podedes mejor fïar; que como madre vos quiero. RODRIGO: De tu amor y tu intención, Jimena, estoy satisfecho; mas no hay alivio en mis penas, ni en mis desdichas remedio. Si descansara en contarlas, las fïara de tu pecho; mas con la memoria crece el dolor y el sentimiento. JIMENA: Si alguno desmesurado vos ha fecho algún denuesto, e por secreto joïcio non vos cumpre desfacerlo por vuesas manos, Rodrigo, maguer que ha tollido el tiempo tanta posanza a las mías, e que so fembra, me ofrezco a magollar a puñadas a quien vos praza, los huesos; que en toda muesa montaña non ye león bravo e fiero a quien yo con los míos brazos non dé la muerte sin fierro. RODRIGO: Ya sé tus valientes bríos, y los sabe todo el reino; pero la suerte se sufre, no se vence con esfuerzo; que bien conoces del mío que, a ser humano sujeto quien me ofende, sin tu ayuda, supuesto que te agradezco la voluntad, me vengara.
Sale un PAJE
PAJE. Un hidalgo forastero a solas te quiere hablar. RODRIGO: Entre. Y tú, Jimena, luego a verme puedes volver.
Vase el PAJE
JIMENA: De buen grado. (Pues secreto Aparte quiere fabrar, escochar sus poridades pretendo; quizás de esta maladanza podré saber el comienzo.)
Retírase JIMENA al paño. Sale el rey don SANCHO, de camino
SANCHO: Rodrigo de Villagómez, ¿conocéisme? RODRIGO: Si no niego crédito a los ojos míos, y si en lugar tan pequeño tanta grandeza cupiera, juzgara que es el que veo don Sancho, rey de Navarra. SANCHO: El mismo soy. RODRIGO: Pues ¿qué es esto? ¡Vuestra majestad, señor, solo y fuera de su reino! JIMENA: (¡Válasme, San Salvador!) Aparte SANCHO: Villagómez, mis sucesos me trajeron a León, y a Valmadrigal los vuestros; mas no estéis así; cubríos. RODRIGO: Señor... SANCHO: Rodrigo, cubierto ha de estar el que merece que un rey le visite. RODRIGO: Harélo porque vos me lo mandáis; que si el estar descubierto, rey don Sancho, es respetaros, cubrirme es obedeceros.
Cúbrese
SANCHO: Si fuérades mi vasallo, hiciera con vos lo mesmo; que de vuestra ilustre casa sé bien los merecimientos. Mas porque esta novedad con causa os tendrá suspenso, os diré en breves razones la ocasión. RODRIGO: Ya estoy atento. SANCHO: La bella Mayor, infanta de Castilla, a cuyo empleo aspiré, solicitó de suerte mis pensamientos, que yo en persona partí a Castilla a los conciertos, para obligar con finezas más que con merecimientos; mas no por esto he dejado de malograr mis deseos, porque a los más diligentes ama la Fortuna menos. El conde Sancho García, su padre, al fin ha resuelto hacer al rey de León, Alfonso el quinto, su yerno. Yo, perdida esta esperanza, de Castilla partí luego, y porque es tiempo de dar sucesores a mi reino, a doña Teresa, hermana de Alfonso, los pensamientos volví, y queriendo informar por los ojos el deseo, quise pasar por León disfrazado y encubierto, por ver primero a Teresa que declarase mi intento. Prevención fue provechosa, pues la libertad y el seso he perdido por Elvira, hija del Conde Melendo; y porque de la ventaja no dudase, ordenó el cielo que con la infanta la viese. Al fin la vi, que con esto, pues la conocéis, Rodrigo, he dicho lo que padezco que a darle la corona de Navarra me resuelvo. Pues como para tratarlo os eligiese, sabiendo que del conde de Galicia sois amigo tan estrecho, de la mudanza del rey y vuestro retiramiento me han informado, y así con dos fines partí a veros: uno, pedir que tratéis mis intentos con Melendo; y otro, ofreceros no sólo un estado, más un reino si a Navarra queréis iros, y si ganaros merezco, cuando Alfonso no rehúsa perder tanto con perderos. JIMENA: (¿Que al rey tenedes sañudo, Aparte Rodrigo? Mas en el suelo, ¿quién si non el rey podiera de mal talante ponervos?) RODRIGO: Señor, en cuanto a mi toca, la merced os agradezco; pero de Alfonso hasta aquí ni me agravio ni me quejo, para que me ausente de él; que de su privanza es dueño, y la agradezco gozada, y perdido no me ofendo. En cuanto a Elvira, señor... (Pues con ilícito intento Aparte la adora Alfonso, y don Sancho para legítimo dueño, perdone si en estas bodas quiero servir de tercero.) SANCHO: Rodrigo, ¿dúdáis? RODRIGO: Estoy pensando que es ofenderos admitir la tercería; que vuestros merecimientos, vanidad, no dicha sola, darán a Elvira y Melendo; y así, no es bien que mostréis desconfïanza. Vos mesmo ganad, señor, las albricias de su ventura con ellos. SANCHO: No os hago porque me falte confïanza mi tercero, sino porque nadie sepa que estoy en León. RODRIGO: En eso, del conde podéis fïar lo que fiáis de mi pecho.
Sale un PAJE
PAJE: En Valmadrigal ha entrado agora el Conde Melendo con sus dos hijas hermosas.
Vase el PAJE
RODRIGO: ¡Válgame Dios! (Ya recelo Aparte alguna gran novedad.) Él ha venido a buen tiempo. Yo le salgo a recebir y apercebirle el secreto, para que en viéndoos, señor, disimule el conoceros. SANCHO: Id delante; que yo os sigo.
Vanse el rey don SANCHO y RODRIGO
JIMENA: ¡Rodrigo, el Conde Melendo, sus fijas, el rey don Sancho en Valmadrigal! ¿Qué ye esto? 0 la Fortuna ensandece, o León finca revuelto.
Vase JIMENA. Salen RAMIRO y CUARESMA
CUARESMA: En efeto, ¿la privanza del rey animó tu amor para poner en Leonor, atrevido, la esperanza? RAMIRO: En mi valor y nobleza no fuera amarla delito; mas, por pobre, necesito de la gracia de su alteza para alcanzar su beldad. CUARESMA: Está bien; mas fuera justo no tomar cosas de gusto con tanta incomodidad; que rondar la noche toda, señor, sin haber cenado, es querer un desposado más su muerte que su boda. RAMIRO: ¿Aún dura? CUARESMA: ¿No ha de durar, pues aún el desmayo dura? ¿Piensas que soy por ventura Cuaresma por ayunar? Ayunar a la Cuaresma es precepto, mas ninguno podrá decir que al ayuno está obligada ella mesma. RAMIRO: Haz, pues, en ti consecuencia; que por Cuaresma o por santo, no te ayunarán, pues tanto aborreces la abstinencia. CUARESMA: Antes yo siempre entendí que comiendo bien, seré un santo y lo probaré, si escucharme quieres. RAMIRO: Di. CUARESMA: Quien come bien, bebe bien; quien bien bebe, concederme es forzoso que bien duerme; quien duerme, no peca; y quien no peca, es caso notorio que si bautizado está, a gozar del cielo va sin tocar el purgatorio. Esto arguye perfección. Luego, según los efetos, si son santos los perfetos, los que comen bien lo son. RAMIRO: Calvino sólo aconseje amar esa santidad. CUARESMA: La hambre es necesidad, y tiene cara de hereje, y fue tal la que pasé... del miedo no digo nada. Pero ya que está pasada, dime, ¿de qué fruto fue tanto trasnochar? RAMIRO: De hacer méritos con mi Leonor. CUARESMA: ¿Si no lo sabe, señor? RAMIRO: ¿No lo pudiera saber? CUARESMA: Sacó la espada un valiente contra un gallina, y huyendo el cobarde, iba diciendo, "Hombre, que me has muerto, tente." Acudió gente al ruido, y uno, que llegó a buscarle la herida para curarle, viendo que no estaba herido, dijo, "¿Qué os pudo obligar a decir, si no os hirió, que os ha muerto?" Y respondió, "¿No me pudiera matar?" Así, tú, porque pudiera saberlo doña Leonor, haces lo mismo, señor, que hicieras si lo supiera. RAMIRO: Dices bien, y un papel quiero que le diga mi cuidado y que Nuño, su crïado, le lleve. CUARESMA: ¿No es el portero de su casa? RAMIRO: Sí. A llamalle parte al punto con secreto. CUARESMA: Eso yo te lo prometo. Mándame, señor, que calle, que es una virtud que pocos gozan; y no sin cenar trasnochar y pelear; que ésas son cosas de locos.
Vase CUARESMA
RAMIRO: ¿Que dilate el rey mi intento, pudiendo, si el labio mueve, reducir a un punto breve tantos siglos de tormento?
Sale el REY
REY: Ramiro amigo... RAMIRO: Señor... REY: Ya conozco en mi impaciencia que es la misma resistencia incentivo del amor. Prometí mudar intento; pero con la privación ha crecido la pasión y menguado el sufrimiento; y cuando mal los desvelos resistía del amor, llegaron con más rigor a la batalla los celos. Los celos que me ha causado Villagómez me han vencido; que aunque a Leonor ha pedido y se muestra enamorado, bien sé que sale esta flecha de la aljaba del temor, y finge amor a Leonor por desmentir la sospecha. ¿Qué haré en confusión igual, cuando me obliga a morir el Amor, o a no cumplir la fe y la palabra real? RAMIRO: ¿Que Villagómez pidió a Leonor? REY: El conde ayer, para hacerla su mujer, a pedirme se atrevió licencia. RAMIRO: ¿Y qué respondiste? REY: Neguéla; que no me olvido de que te la he prometido. RAMIRO: No menos merced me hiciste que provecho a tu afición, si has de seguir tu cuidado; porque es tan loco, de honrado, Rodrigo, y en su opinión los breves átomos mira con tan necia sutileza, que estorbará a vuestra alteza, siendo cuñado de Elvira, como si su esposo fuera; sin advertir que las leyes en las manos de los reyes que las hacen, son de cera; y que puede un rey, que intenta que valga por ley su gusto, hacer lícito lo injusto y hacer honrosa la afrenta; pues del vasallo al señor es tanta la diferencia, que con ella es la inocencia recompensa del error. REY: Ramiro, con justa ley te doy el lugar primero por amigo verdadero, y vasallo que del rey venera la majestad y conoce la distancia; pues no hacerlo es arrogancia que se atreve a deslealtad. Sepa a lisonja o engaño lo que dices; que en efeto es la lisonja respeto y atrevido el desengaño.
Sale don MENDO, de camino, con dos pliegos
MENDO: Dame, gran señor, los pies. REY: Vengas muy en hora buena, Mendo; que estaba con pena de tu tardanza. MENDO: Ésta es del conde Sancho García, y las capitulaciones de las bodas que dispones, en este pliego te envía. REY: ¿Cómo está? MENDO: Bueno está el conde. REY: ¿Y Mayor? MENDO: También. REY: ¿Es bella? MENDO: La fama, señor, por ella sin lisonja te responde.
Dale los pliegos. Sale CUARESMA y habla aparte con don RAMIRO mientras el REY lee
CUARESMA: Señor... RAMIRO: ¿Qué tenemos? CUARESMA: Nada, y mucho peor. RAMIRO: No entiendo; háblame claro. CUARESMA: Melendo nos ha dado cantonada. RAMIRO: ¿Cómo? CUARESMA: Con su casa el conde de la corte se ha partido. RAMIRO: ¿Qué dices? CUARESMA: Lo que has oído. RAMIRO: ¿Y has sabido para adónde? CUARESMA: Dicen que a Valmadrigal se retira. RAMIRO: (¡Oh, santos cielos! Aparte ¿Esto más porque a mis celos crezca la furia mortal?) REY: Estas capitulaciones importa comunicar con Melendo. RAMIRO: Si a esperar su parecer te dispones, según agora he sabido, a Valmadrigal, señor, con Elvira y con Leonor esta mañana ha partido. REY: ¿Qué dices? ¡Sin mi licencia se ha ausentado de León; y para darme ocasión a que pierda la paciencia sin recelar mis enojos, a quien sabe que me ofende busca! Sin duda pretende quebrarme el conde los ojos, y sabe a poca lealtad y a conspiración su intento. RAMIRO: Tan breve retiramiento, señor, sin tu voluntad, o mucha resolución o poco respeto ha sido. REY: De cólera estoy perdido; ya no sufre el corazón el incendio, ya la mina de celos y amor revienta; que pues el conde se ausenta sin mi licencia, imagina que mi palabra rompía... Y ya lo hará mi pasión; que quita la obligación quien muestra que desconfia. Ven, Ramiro; que al dolor más dilación no permito. RAMIRO: Lícito es cualquier delito para no morir de amor.
Vanse el REY, don RAMIRO, y CUARESMA. Salen JIMENA, doña ELVIRA y doña LEONOR
JIMENA: Por la mi fe, Leonor, que yo vos quiero tanto de corazón, porque el mío fijo plañe por vueso amor, que nin otero, nin prado, fuente, bosque nin cortijo me solazan sin vos; e compridero fuera además maguer que el rey non quijo donar para las bodas su mandado, que las fagades vos, mal de su grado. ¿Qué puede lacerar en las sus tierras Rodrigo si por novia vos alcanza? De caza ahondan estas altas sierras, frutos ofrece el valle en abastanza. Fuya dende las cortes e las guerras, viva entre sus pecheros con folganza; su mosto estruje, siegue sus espigas, goze su esposa, e déle al rey dos figas. LEONOR: Resuelta es la villana. ELVIRA: Es a lo menos desengañada. LEONOR: Con el rey, Jimena, tienen por deshonor los hombres buenos sólo un punto exceder de lo que ordena. JIMENA: Non ye caso, Leonor, de valer menos, nin traspasa la jura, nin de pena justa será merecedor por ende, si face tuerto el rey, quien no le atiende. E Rodrigo, además, tiene posanza, si le asmare facer desaguisado, para que nin le venga malandanza, nin cuide ser por armas astragado. ¡E a Dios pluguiera que su aventuranza estuviera en la lid, maguer que he andado lo más ya del vivir! Que a fe de buena, que León se membrara de Jimena. Alfonso me perdone; que, ensañada, fablo lo que nin debo nin ficiera; mas como por mío fijo estó arrabiada, esfogo el mío dolor en tal manera. ELVIRA: (¡Pluguiera Dios que el alma enamorada Aparte como descansas, descansar pudiera, diciendo mi dolor y sentimiento, aunque las quejas se llevara el viento! ¡Ah, falso Alfonso! Si tu amor constante borrar de la memoria has prometido, ¿cuándo ha cumplido verdadero amante palabra en que el amor es ofendido? Advierte, pues, que en cada breve instante siglos perdiendo vas; que combatido es de otro rey mi pecho, y se defiende mal de un amor que obliga amor que ofende.
Sale don RODRIGO
RODRIGO: Náyades bellas de esta fuente fría, ninfas que gloria sois de esta espesura, ¿por qué esta soledad merece el día? ¿Por qué goza este soto la luz pura de vuestros claros soles? Leonor mía, bien de mi amor, si no de mi ventura, ¿por qué si al campo dan flores tus ojos, amor, en vez de flores, pisa abrojos? LEONOR: Porque un amante tan considerado, que entre la pretensión de los favores atento vive a la razón de estado, pisar merece abrojos y no flores; holgárame que hubierais escuchado a Jimena culpar vuestros temores, mas no teme quien ama; y así puedo culpar en vos más el amor que el miedo. Al rey, ni digo yo, ni fuera acierto que os opongáis, ni yo os lo consintiera; mas cuando, amante Júpiter, advierto que tocó al suelo la estrellada esfera, echo menos en vos el desconcierto que una afición engendra verdadera, y ver quisiera en vuestros pensamientos, si no la ejecución, los movimientos. No temió la venganza, no la ira del fuerte Alcides el centauro Neso, cuando ciego de amor por Deyanira, despreciando la vida, perdió el seso, y por huir la venenosa vira del ofendido, con el dulce peso corrió, y, muriendo al fin, vino a perdella, mas no la gloria de morir por ella. Si resistir al rey fuera injusticia, huir del rey no fuera resistencia; y trocar por Leonor y por Galicia a Alfonso y a León, no es diferencia tan grande, que debiera la codicia y ambición ser estorbo de la ausencia. Mas no lo hagáis, que ya me habéis perdido, pues nunca un mal amante es buen marido.
Vase doña LEONOR
RODRIGO: Aguarda, luz hermosa de mis ojos. JIMENA: Huyendo va como emplumada vira. RODRIGO: Síguela, mi Jimena, y sus enojos aplaca mientras hablo con Elvira. JIMENA: Si vos mismo, arrepiso, los hinojos fincados, non tirades la su ira, ¡mal año para vos, que de una pena tan cabal guarescades por Jimena!
Vase JIMENA
RODRIGO: (Sólo puede culparme quien ignora Aparte la precisa ocasión que me refrena, y más cuando al navarro, que la adora, muestra Elvira desdén, con que a mi pena aumenta los temores; pues si agora no puedo persuadirla, me condena a sospechar del todo que suspira por el amor de Alfonso.) Escucha, Elvira.
Salen el REY, don RAMIRO y CUARESMA, de camino. Hablan don RODRIGO y ELVIRA en secreto
CUARESMA: A gozar de la frescura del Soto, según me han dicho unos villanos, las dos, con un ama de Rodrigo del lugar se han alejado. REY: Suerte dichosa habrá sido, si ofrece la soledad ocasión al un designio de los dos que de León a esta villa me han traído. RAMIRO: ¿No era mejor, pues veniste, señor, a prender tú mismo a Rodrigo, receloso de que pierda a tus ministros el respeto, y se declare desleal y vengativo, en su poder y el del conde confïado y atrevido, ejecutarlo primero? REY: De mis intentos, Ramiro, el más principal es ver a Elvira, pues es motivo de los demás; y si tengo tanta dicha, que el sombrío bosque en soledad me ofrezca ocasión, me determino a no perderla. CUARESMA: Detente, que a Villagómez he visto. REY: ¡Y está con él sola Elvira! ¡Vive Dios!... RAMIRO: Mira si han sido mentirosas mis sospechas. REY: Ya el rabioso desatino de los celos me enloquece. Mas oigamos escondidos, pues ayuda para hacerlo la espesura de este sitio, lo que platican los dos. RODRIGO: Elvira, mucho me admiro de que con tal resistencia de liviana des indicios. Sin duda el amor de Alfonso te obliga a tal desvarío; que ¿por cuál otra ocasión despreciaras un marido que una corona te ofrece? REY: (¡Ah, cielos! Corona ha dicho.) Aparte RAMIRO: Ved si la conspiración alevosa que imagino es cierta. RODRIGO: Vuelve en tu acuerdo; cobra, Elvira, los sentidos; mira que Alfonso se casa en Castilla, y que contigo sólo en tu infamia pretende alcanzar gustos lascivos; y es locura que desprecies por un galán un marido que te adora y es su igual. REY: (Que es mi igual, dice, Ramiro. Aparte ¡Mataréle, vive Dios! RAMIRO: Bien lo merece. ELVIRA: Rodrigo, mucho me espanta y ofende que os arrojéis atrevido a decirme que pensáis que de liviana resisto; que esa licencia le toca sólo al padre o al marido y al deudo cercano apenas; y vos, ni sois deudo mío, ni mi esposo habéis de ser. REY: Ya la sospecha confirmo de que es él quien la pretende. .................... [ -i-o]. RODRIGO: Si no he de ser vuestro esposo, tengo, por ser el amigo más estrecho de Melendo, esta licencia.
Sale JIMENA y habla con don RODRIGO
JIMENA: Rodrigo, catad que unos cortesanos, en zaga de esos alisos, a vuesas fabras atienden. Yo, con estos ojos mismos, los vi pasar, e a sabiendas en pos de ellos he venido, cuidadosa que os empezcan, para vos dar este aviso. RODRIGO: ¿Y me habrán oido? JIMENA: ¡Aosadas! RODRIGO: Que están a ojo. Pues idos las dos; que quiero saber quién son, y si me han oído, examinar su intención y prevenir mi peligro. ELVIRA: Jimena, vamos. JIMENA: Elvira, caminad que ya vos sigo. (A la fe cuido ende ál; Aparte que de mal talante he vido los cortesanos, faciendo asechanzas a Rodrigo, e fasta en cabo, cobierta fincaré entre estos lentiscos.)
Retírase JIMENA
REY: Elvira se va; mas ya Villagómez nos ha visto. RAMIRO: ¿Qué determinas? REY: Matarle, que estoy loco de ofendido. RODRIGO: ¡Válgame Dios! ¿No es el rey? ¡Vos, gran señor!... REY: ¡Atrevido, falso, alevoso!... RODRIGO: Señor, advertid que soy Rodrigo de Villagómez, y quien de mi lealtad haya dicho o pensado cosa injusta, de vos abajo, ha mentido. REY: Mis oídos y mis ojos han escuchado y han visto con Elvira y contra mi vuestros aleves designios; y porque un vil descendiente con el público suplicio no manche la sangre ilustre de tantos nobles antiguos, pues es por las manos propias del rey honroso castigo, quiero ocultar vuestra culpa y daros muerte yo mismo.
Saca la daga el REY y tírale una puñalada, y RODRIGO, con la mano izquierda, le tiene el brazo
RODRIGO: Tened el brazo, señor. REY: Soltad. Matadle, Ramiro.
Sacan las espadas, y RODRIGO la saca con la derecha, sin soltar al REY
RAMIRO: ¡Al rey te atreves! ¿La espada sacas contra el rey? RODRIGO: Contigo la saco, no con el rey.
Sale JIMENA de entra las matas
JIMENA: ¡Ah, malas fadas! Rodrigo, yo me tendré con Alfonso, vos tened vos con Ramiro.
Coge en brazos al REY y métele dentro
REY: Suelta, villana. ¿A tu rey te atreves! JIMENA: Rey, el mío fijo defiendo, non vos ofendo.
Éntranse acuchillando RODRIGO y RAMIRO
CUARESMA: A matar tiran, por Cristo yo me voy a confesar, y vuelvo a morir contigo.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

Los pechos privilegiados, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002