ACTO TERCERO


Sale don LUIS, solo, con mascarilla de castrar colmenas
LUIS:             Amor, hoy como astuto me aconsejas
               que a pesar de tus celos y favores
               cogiendo de tus gustos verdes flores,
               labre la miel que en mi esperanza dejas.          
                  Ya sé que los amantes son abejas
               que, en el jardín que ostentan sus amores,
               labran pañales dulces, si temores
               no mezclan el acíbar de sus quejas.
                  Abeja soy, Amor. Dame palabra                  
               de darme miel sobrosa de consuelos;
               que la esperanza entre sus flores abra.
                  No sequen mi ventura tus desvelos;        
               que, si es abeja Amor y el pañal labra,
               los zánganos le comen que son celos.       

Sale ANGÉLICA
ANGÉLICA:         Pues, mi nuevo colmenero,
               ¿cómo os va con el oficio?
LUIS:          Ganancia con él espero;
               labrar buena miel codicio
               porque ha de ser de romero.                       
                  Un romero a nacer vino
               en el jardín y imagino
               que su flor morada crece.
               viendo que por vos merece
               ser romero y peregrino.                           
                  Plantóle vuestro favor
               rególe su confianza
               y creció con tal humor
               el verde de su esperanza
               y el morado de su amor.                           
                  La huerta de flores llena
               es vuestro favor que ordena
               esta fábrica abundante;
               mi lealtad y fe constante
               dentro el alma es la colmena,                     
                  la miel el regalo expreso
               de vuestro amoroso trato
               que da libertad a un preso.
               cera el alma en que el retrato
               vuestro está, señora, impreso.      
                  Ladrones son los desvelos
               que a hurtarme el caudal se aplican,
               pues no hay con temor consuelos
               y los zánganos que pican
               y comen la miel son celos.                        
                  Los susurros son las quejas,
               siempre nuevas aunque viejas,
               que el celoso pecho fragua;
               y los ojos dan el agua
               con que labran las abejas.                        
                  ¿Qué os parece?
ANGÉLICA:                          De importancia.
               Es miel que tanto aprovecha
               para mi gusto y ganancia.
LUIS:          Ya deseo la cosecha
               por gozar de su abundancia.                       
ANGÉLICA:         No temáis el desatino
               del zángano, pues que vino
               hoy a nuestro colmenar
               guarda que la hará soltar
               lo que hurtare en el camino.                      
LUIS:             Dadme a besar el cristal
               de esa mano celestial.

Bésasela
ANGÉLICA:      Mucha licencia os tomáis,
               Tomé.  Sospechas me dais
               de que no sois muy leal.                          
                  Parece que para vos                            
               mayor favor adquirís.
LUIS:          Que os adoro sabe Dios.
ANGÉLICA:      ¿Servís así a don Lüís? 
LUIS:          Somos una alma los dos.                           
ANGÉLICA:         La amistad no viene a ser
               tan grande, a mi parecer,
               que, aunque entre dos esté unida,
               no la deshaga y divida
               el gusto de una mujer.                            
                  ¿Cuándo publicó la fama,
               como agora lo hacéis vos,
               que junten tanto su llama
               dos amigos, que los dos
               amen a una misma dama?                            
                  No lo sufren los desvelos
               de un amante que a los cielos
               favor y firmeza pide.
               Cualquiera amistad divide
               el cuchillo de los celos.                         
                  Tomé, esa opinión es nueva;
               mal vuestro señor contrasta           
               lealtad que tal fruto lleva.
               No os tengo de hablar más.
LUIS:                                    Basta;
               que mujer sois, ¡y de prueba!                
                  Prueba ha sido; y vos sois fiel
               a don Luis.  ¡Dichoso él,
               pues es el primer amante
               que halla una mujer constante;
               que, en tan hermoso papel                         
                  donde su dicha firmó,
               firme la letra quedó
               como en el bronce; que alcanza
               cuanto pide su esperanza
               que inmobles los viento vio;                      
                  que seguro el bajel lleva
               por mar incógnita y nueva;
               que a un vidrio un golpe le dio
               sin quebrarse!  Que esto halló
               quien halló mujer a prueba.                
ANGÉLICA:         ¿Pues mi amor probáis?
LUIS:                                   Soy hombre
               que gusto probar la fe
               de una mujer.  No os asombre.
ANGÉLICA:      Incrédulo sois, Tomé.
LUIS:          Tengo de incrédulo el nombre.              
                  Pero dejando esto aparte,
               esta noche quiere darte
               cuenta don Luis de sus quejas,
               si a tu tribunal las dejas
               donde sueles asomarte.                            
                  Dime si gustas que a verte
               esta noche llegue aquí.
ANGÉLICA:      ¿Cómo podrá responderte
               de no un alma que dio un 
               contra el olvido y la muerte?                     
                  Haré mis ojos farol
               que a mi Leandro español
               luz como en Abido dé
               y, como Tisbe, estaré
               llorando hasta ver mi sol.                        

Sale doña INÉS
INÉS:             (¿Qué enredos, Amor tirano,    Aparte
               materia a mi llanto dan?
               Si acaso salen en vano...
               Mas, ¿qué es esto? Hablando están
               aquí Angélica y mi hermano.         
                  Quiero escuchar lo que dicen.)
ANGÉLICA:      Seré en la firmeza bronce
               aunque más me matiricen
               Dile que venga a las once.
LUIS:          Tus favores solenicen                             
                  cuantos Amor tras su carro
               lleva con triunfo bizarro.
               ¡Oh, venturoso Tomé!
               De aquéstas Indias seré
               otro segundo Pizarro.                             
                  Don Luis vendrá, señora,
               de Toledo a aquesa hora
               y, hurtando al Fénix las alas,
               hará de sus plumas galas.
INÉS:          (Buena ocasión tengo agora.     Aparte 

                  Si don Luis ha de ir a ver
               su dama esta noche,  Amor,
               una burla en mi favor,
               con tu ayuda le he de hacer.
                  De traje quiero mudar.                         
               Daré fuerzas a mi enredo;
               que adoro a don Pedro y puedo,
               de esta manera, engañar
                  mi propia imaginación.
               Aquí me quiero quedar;                     
               que Angélica ha de ayudar
               a mi amorosa invención.)

Vase doña INÉS.  Sale LINARDO
LINARDO:          Don Pedro te viene a hablar.

Vase LINARDO.  ANGÉLICA y don LUIS hablan aparte
LUIS:          ¡Siempre es de mi encuentro azar!
ANGÉLICA:      Perderá, si juega el dado,                 
               pues don Luis se le ha quitado.
               Labrad, Tomé, el colmenar,
                  y sospechas temerosas
               no os causen melancolía.
LUIS:          Beso tus manos hermosas.                          

Pónese a labrar las colmenas.  Sale don PEDRO
PEDRO:         Jurara yo, prenda mía,
               que estáis aquí, pues las rosas
                  que pisáis, por excelencia
               tienen matices mejores
               viviendo en vuestra presencia;                    
               hoy resucitan las flores 
               que marchitó vuestra ausencia.
                  ¡Venturoso el colmenar
               donde, hecho abeja el Amor,
               puede, contento, tomar                            
               de vuestras mejillas flor
               y de vuestro aliento azahar!
                  ¿Qué hacéis, prenda de mi vida?
ANGÉLICA:      La memoria entretenida
               daba a la imaginación                      
               por dueño del alma un don
               que con otro me convida.
PEDRO:            ¡Don!  ¿De quién?
ANGÉLICA:                          De un caballero
               digno de regir el coche
               de Febo claro y ligero                            
               que me enamoró la noche
               de san Roque.
PEDRO:                       Esos pies quiero
                  besar, señora.  Es así
               que yo aquella noche fui
               quien vuestro pecho ablandó.               
LUIS:          (Calla, necio, que fui yo     Aparte
               el que tanto merecí.)
PEDRO:            Pierdo de contento el seso.
               Ya con gusto soberano
               mi amor canta este suceso.                        
LUIS:          (Yo, pues que besé su mano     Aparte
               tengo de cantar el beso.)

Don LUIS canta entre las colmenas
"Que beséla en el colmenaruelo
               y yo confieso
               que a la miel me supo el beso."               

PEDRO:            Lición me da el labrador
               de lo que tiene de hacer
               en el colmenar mi amor;
               mas no os quisiera ofender,
               Angélica, mi temor.                        

Canta
LUIS:             "Y yo confieso
               que a la miel me supo el beso."

PEDRO:            No prive más un villano
               que yo con amor tirano;
               dejad que la nieve hermosa                        
               bese mi boca dichosa
               de vuestra angélica mano.
LUIS:             (Este zángano crüel     Aparte
               me pica y su muerte ordena.)
PEDRO:         Pagad mi amor firme y fiel.                       
LUIS:          (Abejón de mi colmena,      Aparte
               ¡mucho os llegáis a la miel!)
ANGÉLICA:         No seáis cansado agora.
PEDRO:         Cánsame mi amor molesto.
               Dadme esa mano que adora                          
               mi alma.  Haced, ángel, esto.

Quiere tomarle la mano, y métese don LUIS en
medio
LUIS:          Apartáos allá, señora;
                  que hay zánganos por aquí
               y temo os piquen.
ANGÉLICA:                        ¿A mí?
               Aqueso no os dé cuidado.                   
LUIS:          ¿No?  Pues estoy yo picado
               con andar cubierto así.
ANGÉLICA:         ¿Quién os picó?
LUIS:                              Un avechucho
               que anda aquí junto a los dos.
ANGÉLICA:      ¿Y haos picado mucho?                        
LUIS:                               Mucho.
               Caballero, andad con Dios.
               No os detengáis aquí mucho;
                  que habéis dado muestra clara
               a quien os mira a la cara
               que también picado estáis           
               y, si a picaros llegáis,
               temo que os salga a la cara.

A ANGÉLICA
PEDRO:            Picóme vuestra afició.
               Tiene el villano razón.

A don LUIS
Digo que habéis acertado                   
               en decir que estoy picado.
LUIS:          Estáis hecho un salpicón.
PEDRO:            Pues, idos enhorabuena;
               que ya picáis de curioso.
LUIS:          Vos picáis la miel ajena                   
               y yo sé picar al oso
               que se lleva la colmena
                  y picará a vuestra costa.
PEDRO:         Ya me pico en que no os vais
               ................... [ -osta].                     
LUIS:          No me espanto; que picáis
               de noche más que una posta.
                  Picado debéis de estar
               y así no os quiero dejar.
               ¿Qué, el no irme os perjudica?        

A ANGÉLICA
Para si el zángano os pica,
               esta red os quiero dar.
                  Tomas esa red sin miedo
               y en la cara os la poned;
               que yo defenderme pueso                           
               y no es mala aquesta red
               para quien sabe el enredo.
ANGÉLICA:         Yo me sabré defender.
               Tomé, amigo, andad con Dios.
LUIS:          ¿No se la quiere poner?                      
               Pues, señor, ponédsela vos.
PEDRO:         Tomé, no la he menester.
                  Dejadnos; ya os podéis ir.
LUIS:          Con ella os podéis cubrir;
               pero si a picaros van                             
               poca mella en vos harán
               que pies tenéis para hüír.
PEDRO:            ¡Oh, qué pesado villano!
LUIS:          Al fin soy hombre de peso.
               Vos debéis de ser liviano                  
               que corréis muy bien. (El beso     Aparte
               vuelvo a cantar de la mano.)

Canta
"Que beséla en el colmenaruelo
               y yo confieso
               que a la miel me supo el beso."               

PEDRO:            Dadme aquesa mano un poco,
               pues sabéis mi ardiente amor;
               que, si con los labios toco
               la nieve de su candor,
               volveráme el gusto loco.                   
ANGÉLICA:         Pues por tan poca ocasión
               no es bien que el seso perdáis,
               que será gran compasión.
LUIS:          (¿Otra vez os me pegáis     Aparte
               a la colmena, abejón?)                     
PEDRO:            Aquellas bárbaras quejas
               ofenden ya mis orejas;
               que, porque la mano os quiero
               tomar, lo dice el grosero.
ANGÉLICA:      Allá lo ha con sus abejas                  
                  Vuestro pensamiento es vano.
PEDRO:         Bella Angélica, acabad.
               Dadme este bien soberano;
               una mano me otorgad.

Toma don PEDRO la mano a ANGÉLICA, y métese
don LUIS en medio y dale a don PEDRO con la caperuza
LUIS:          Picóme, por Dios, la mano;                 
                  mas yo me sabré vengar
               aunque vos sepáis volar.
               Por aquí el abejón cruza
               pero con la caperuza
               le tengo de desvïar.                         
                  No os llegaréis más así.
               Yo le haré que aquí no aguarde.
PEDRO:         Villano, ¿en qué te ofendí?
LUIS:          Tras de un abejón cobarde
               ando, no más, por aquí.             
PEDRO:            Grosero, zafio, indiscreto,
               ¿no miras que aquí los dos
               estamos?  Tened respeto.
LUIS:          ¿Qué habéis?  ¿Helo yo con vos?
               Sólo en mi oficio me meto.                 
PEDRO:            ¿Pues tengo yo de pagallo?
ANGÉLICA:      ¿No os agrada su simpleza?
LUIS:          ¿Qué importa, si yo le hallo
               sobre vos; que en la cabeza
               os sacuda por matallo?                            
PEDRO:            ¿Hay bárbaro semejante?
ANGÉLICA:      Porque desde aquí adelante
               no os piquen más, Tomé hermano,
               los zánganos en la mano,
               poneos en ella este guante.                       

Le da uno
LUIS:             Besarla la suya quiero.
PEDRO:         Aparta, zafio grosero.
               Lo que no merezco yo
               ¿has de alcanzar tú?
LUIS:                              Pues,  ¿no?
ANGÉLICA:      Dejad a mi colmenero.                             
LUIS:             ¡Oh, venturoso Tomé!
PEDRO:         ¡Y yo, dedichado amante!
               Aqueste anillo os daré
               porque me deja ese guante.
LUIS:          ¿Anillo, yo?  ¿Para qué?         
PEDRO:            Porque es mayor galardón
LUIS:          Es un asno, con perdón,
               aunque no me maravillo...
               ¿Defenderáme su anillo
               si me pica el abejón?                      
                  Luego, traerle es en vano.
               Con el guante alegre quedo.
               ¿No ve, señor cortesano,
               que el anillo adorna un dedo
               y el guante toda la mano?                         
PEDRO:            ¿Que no me la quieres dar?
LUIS:          Daréla al diablo primero.
               Aquí le quiero guardar.
PEDRO:         ¡Venturoso colmenero!
ANGÉLICA:      Mi padre hoy al colmenar                          
                  ha de venir y a los dos
               no quiero nos halle aquí.
               Gustará de hablar con vos,
               mas temo...  Tomé, ven;
               que os he menester.  Adiós.                

Vanse ANGÉLICA y don LUIS
PEDRO:            No en balde, niño Amor, te pintan ciego,
               pues tus efectos son de ciego vano;
               un guante diste a un bárbaro villano
               y a mí me dejas abrasado en fuego.
                  A tener ojos, conocieras luego                 
               que soy digno de un bien tan soberano
               dejándome besar aquella mano
               que un labrador ganó.  ¡Costoso juego!
                  La falta de tu vista me lastima.
               Amor, pues eres ciego, ponte antojos.             
               Verás mi mal, mi desdichado clima.
                  Diérasme tú aquel guante por despojos;
               que el labrador le tiene en poca estima.
               Guardárale en las niñas de mis ojos.

Sale doña INÉS
INÉS:             ¡Oh, mi señor!
PEDRO:                           ¡Oh, Guzmán!        
INÉS:          ¿Sólo?
PEDRO:                 Púsose mi Apolo
               y quedé de noche y solo.
INÉS:          Tus amores, ¿cómo van?
                  Hablaste a Angélica?
PEDRO:                                 Sí.
INÉS:          ¿Y dio ferias a tu amor?                     
               ¿Has ganado algún favor?
PEDRO:         Gané, Guzmán, y perdí.
                  Ni es de acero, ni es de cera,
               y de suerte su amor toco;
               que ni el favor me trae loco                      
               ni el desdén me desespera.

Sale FELICIANO, al paño
FELICIANO:        (Bien puede ser que Guzmán     Aparte
               sea hombre y no mujer;
               pero no lo he de creer
               si los ojos fe no dan.                            
                  Yo sabré si es doña Juana
               que anda de paje encubierta.)
INÉS:          Ésta es, señor, cosa cierta.
               Adórate el aldeana.
                  A mí me dijo--así goce           
               lo que me obliga a perder--
               "Dile que me venga a ver
               aquesta noche a las doce;
                  que aguardándolo a una reja
               en centinela estaré,                       
               y con su vista daré
               satisfación a su queja."
PEDRO:            Dame esos pies.
INÉS:                            Quedo, quedo;
               que no estás en ti, señor.
               (Basta, que en enredador      Aparte

               he dado.  ¡Gentil enredo
                  pienso hacer aquesta noche!)              
PEDRO:         Fénix soy en dicha solo.
               Acaba, fogoso Apolo
               apresura más tu coche.                     
                  ¡Oh, más que dichoso amante!
               Los cielos favor me dan.
               Ven y darásme, Guzmán,
               casco, coleto y montante.

Vanse don PEDRO y doña INÉS
FELICIANO:        Basta, que ya muestra amor                     
               a este don Pedro, mi prima.
               Este concierto me anima
               a que pruebe su valor.
                  No es mujer Guzmán.  Ya quiero
               creerle; que si lo fuera                          
               y a don Pedro amor tuviera,
               no fuera así su tercero.
                  Esta noche he de salir
               y la calle he de guardar;
               que quiero experimentar                           
               si sabe don Pedro hüír.

Vase FELICIANO.  Salen don LUIS y CARRASCO
LUIS:             Esta noche me prevén
               el vestido que has guardado;
               que ya mi amor, bien pagado,
               corre próspero.
CARRASCO:                      Está bien.                 
                  Y yo, vuelto a ser lacayo,
               ¿he de acompañarte?
LUIS:                              Sí.
CARRASCO:      Para asegurarte a ti
               yo basto; que soy un rayo.
                  Aunque andar rondando rejas                    
               por estos pueblos es yerro,
               pues suele salir un perro,
               aguzadas las orejas
                  y a traición un hombre espera
               que sin saber dónde está,           
               antes que diga  "¿Quién va?",
               le lleva una pierna entera.
                  Pero, porque no me ofenda
               botas de vaca prevengo,
               muerda de ellas; que no tengo                     
               otras piernas en la tienda.
                  Como una san Jorge me pinto
               porque se ha de armar Carrasco
               de un embudo en vez de casco
               con un pellejo de tinto                           
                  con cuyas armas iré
               más valiente que va un rufo,
               pues con arrojar un tufo
               muerte de puño daré.
LUIS:             Plega a Dios no huyas después.          
CARRASCO:      ¿Hüír?  ¿Cómo he de poder
               si, acabando de beber,
               traigo grillos en los pies?
LUIS:             Ven, loco, que es noche ya
               y verás, aunque es oscura,                 
               salir del sol la luz pura
               que luz a mis ojos da.
CARRASCO:         ¡Ay, Dios! ¡Y qué ventolera
               traes debajo del sombrero!
LUIS:          Calla, cuero.
CARRASCO:                   Si soy cuero,                        
               sírvame el cuero de cuera.

Vanse don LUIS y CARRASCO.  Sale ANGÉLICA a su ventana
ANGÉLICA:         Movido de mis ruegos, Febo, el paso
               alargó de su carro rubicundo,
               espantado de verle todo el mundo
               tan presto madrugando de su ocaso.                
                  Vino la noche, y con el negro raso
               de sus ropas, causó sueño profundo,
               muerte que da a la vida ser segundo
               si no es a mí que velo y me abraso.
                  Amor me manda que velando aguarde              
               a quien, sin haber visto, me enamora.
               ¡Extraño fuerza!  ¡Grave desatino!
                  Temor me hiela porque me acobarde;
               mas llega tarde ya, que en mi alma mora
               por quien pienso seguir este camino.              

Salen don LUIS, de galán, y CARRASCO, de lacayo
LUIS:             Con una china encamina                    
               la seña de mi favor.
CARRASCO:      Busca otra seña mejor;
               que está muy lejos la China.
LUIS:             Di, mentecato, animal,                         
               ¿no tiene el suelo lleno
               de chinas?
CARRASCO:                   ¿Chinicas?  ¡Bueno!
               La China que Portugal
                  descubrió pensé decías.
               Esta china va; que es boba.                       

Toma una piedra muy grande
Más pesa de media arroba.
LUIS:          Ciertas son las dichas mías.
ANGÉLICA:         ¿Es don Luis?
CARRASCO:                      ¿Ves tu simpleza?
               Si yo esta china tirara,
               claro está que le quebrara                 
               a tu dama la cabeza.
LUIS:             No soy sino vos, señora,
               que si el alma es la que da
               el ser, y la vuestra está
               mi cuerpo animando agora                          
                  pues la mía recibís,
               a mí la vuestra pasó.
               Angélica seré yo
               y vos seréis don Luis.

A don LUIS
CARRASCO:         Conforme a aqueste despacho,                   
               Angélica viene a ser
               juntamente hombre y mujer
               y tú, señor, marimacho.
ANGÉLICA:         ¿Ésta es vuestra compañía
               Tomé?
LUIS:                  Conmigo se halla.                         
ANGÉLICA:      No me habla.  ¿Cómo calla?
LUIS:          Es mudo en presencia mía.
                  Concierto entre los dos fue,
               señora, ya que lo oís;
               que hablando con vos don Luis                     
               mudo estuviese Tomé.
                  Y agora, ya que yo acudo
               y con vos mi amor entablo,
               es razón, pues que yo hablo,
               que Tomé se quede mudo.                    
ANGÉLICA:         Debéisle mucha amistad.
               No tiene Tomé segundo.
               No hay otro Tomé en el mundo
               que tenga tanta lealtad.
LUIS:             Si importa que me acredite                     
               y no es la alabanza impropia
               cuando se hace en cosa propia
               aunque poco se permite,
                  sabed que tengo valor
               como puede dar noticia                            
               la nobleza que en Galicia
               me dejó mi antecesor.
                  Aunque la alabanza ultraja,
               porque al fin con ella medro,
               creed que igualo a don Pedro                      
               si no le llevo ventaja;
                  porque en fuerzas la ocasión
               prueba suficiente es
               del temor con que los tres
               huyeron de mi bordón.                      
                  En obligación es llano
               que me la tenéis a mí
               pues que la libertad os di
               cuando os la robó el tirano.
                  En amor eslo forzoso;                          
               pues los dos hemos mostrado
               que el mío es casto y honrado
               y el suyo torpe y vicioso.
                  En nobleza, mi nobleza
               es oro, aunque por ser pobre                      
               la truecan muchos por cobre;
               y así, si por la riqueza
                  que tiene don Pedro os cobra,
               cualquier desdicha me asalta
               que sin vos, todo me falta                        
               y con vos todo me sobra.
                  ¿Qué he de hacer, pues, si Fulgencio
               os quiere con él casar?
ANGÉLICA:      Antes se agotará el mar
               y el infierno con silencio,                       
                  y la mañana sin tarde,
               que el sol se divide en dos
               verá don Pedro, que a vos
               os deje por un cobarde.
                  Pues vuestro amor no resisto                   
               y os quise sin conoceros,
               creedme que he de quereros
               ya que os conozco y he visto.
                  Sola seré de don Luis,
               y en fe de que aquesto es llano                   
               dadme de esposo la mano.
LUIS:          Alma, ¿qué escucháis, qué oís?

Hablan bajo don LUIS y CARRASCO
Carrasco, Carrasco amigo,
               ponte aquí debajo, ponte,
               y servirásme de monte                      
               siendo de mi bien testigo
                  para que desde tu altura
               pueda seguro llegar
               la mejor mano a besar
               que dio mano a mi ventura.                        
                  Ea, sé conmigo franco.
               Ponte.
CARRASCO:              ¿No fuera razón,
               como llevan al sermón
               la silla, trujera un banco
                  para subir o una cuba,                         
               y fuera menos trabajo
               que no ponerme debajo?
LUIS:          Ponte, ponte porque suba.

Don LUIS sube sobre las espaldas de CARRASCO
Dadme esa mano divina,
               en quien mi gloria imagino.                       
ANGÉLICA:      Tomas, bello peregrino;
               que soy vuestra peregrina.
LUIS:             ¡Oh mano de quien asida
               mi esperanza se regala!
               ¡Mano hermosa que señala              
               hoy las horas de mi vida!
                  ¡Mano que da a mi ventura
               la ganancia en quien espero!
CARRASCO:      (¡Oh mano de algún mortero     Aparte
               de papel o de grosura!)                           


Habla CARRASCO bajo a don LUIS
Acortemos de lisonjas
               que aquésas son tretas viejas.
               Deja manos de entre rejas
               que son favores de monjas
                  y mira que eres de plomo.                      
LUIS:          ¡Dulce mano!
CARRASCO:                  (Volvió al tema.     Aparte
               ¡Cuerpo de Dios con la flema!)

Hablan bajo don LUIS y CARRASCO
¡Ah, don Luis, que me desplomo!
                  ¡Que pesas como el acero!
               Acaba.  Baja, señor.                       
LUIS:          ¿No ves que es fuego el amor?
               Luego yo seré ligero.

A ANGÉLICA
Mi bien, que os he de dejar.
ANGÉLICA:      Mi bien, ¿que no os he de ver?
CARRASCO:      (Amante de Lucifer,            Aparte 
               ¿que no te quieres bajar?)
LUIS:             Sin vos mi muerte se alarga;
               sin vos mi muerte publico.
CARRASCO:      (Yo, señores, soy borrico      Aparte
               y me he de echar con la carga.)                   

Deja caer a don LUIS
LUIS:             Necio, fin de mi sosiego,
               mentecato, impertinente...
ANGÉLICA:      Parece que suena gente.
               Adiós.
LUIS:                 Adiós.
ANGÉLICA:                   Volved luego.

Vanse ANGÉLICA, don LUIS y CARRASCO.  Sale FELICIANO, de noche
FELICIANO:        Este amante que a mi prima                     
               suele rondar, he de ver
               con qué valor y poder
               contra mi espada se anima.

Sale doña INÉS, vestida de mujer, a una ventana
INÉS:             (Gente suena.  Don Pedro es.      Aparte
               Yo le engaño de esta forma;                
               que si el ángel se transforma
               Angélica es doña Inés.)
                  ¡Ce!  ¿Es don Pedro?
FELICIANO:                           (Ésta es mi prima.      Aparte
               Yo quiero llegar a hablarla
               y he de fingir, por burlarla,                     
               que soy don Pedro.)
                                       
Llegándose
Ya estima
                  mi alma aqueste favor,
               ..............   [ -ojos],
               bello dueño de mis ojos,
               regalo de mi dolor.                               
                  Viéndoos piensa mi alegría
               que el sol paró aquí su coche,
               pues, dice el cielo que es noche
               y esa reja que es de día.
                  Ya nuesro oriente español               
               gozará por favor nuevo
               de día la luz de Febo,
               de noche a vos, que sois sol.
INÉS:             Muy lisonero venís.
FELICIANO:     Digo lo que en vos conozco.                       
INÉS:          (Aquesta voz desconozco.)     Aparte
               Si queréis como fingís,
                  Angélica que os estima
               con razón su amor entabla.
FELICIANO:     (No es ésta la voz ni habla     Aparte 
               de Angélica.  No es mi prima.
                  Maraña hay aquí, por Dios.
               Quiero ver en lo que para.)
               Será mi ventura clara
               favoreciéndome vos;                        
                  y así, pues mi ardiente queja
               a tal favor os obliga,
               dejad que mi pena os diga
               asido a esa dura reja
                  y estimaré esa merced                   
               por ventura soberana.
INÉS:          No es muy alta la ventana.
               ¿Podréis subir?
FELICIANO:                    Si hay pared,

Trepa
¿por qué no?  Dadme esa mano.
               si la merezco besar.                              
INÉS:          Ya nada os puedo negar.
FELICIANO:     (¡Oh dichoso Feliciano!)        Aparte
INÉS:             Es tanta la oscuridad
               que no os puede ver así.
FELICIANO:     (¿Éste, no es el paje?  Sí.    
               Ya me anima esta verdad.
                  Sí, que en tales aventuras
               del amante que bien ama,
               como el alma todo es llama,
               suele ver el alma a escuras.)                     
INÉS:             ¿No me habláis?  ¿Quién dificulta
               tanto favor?
FELICIANO:                 En consejo
               entró el alma, cuyo espejo
               sois vos.
INÉS:                   Y de él, ¿qué resulta?
FELICIANO:        Que os pida el alma una mano                   
               de esposa.  ¿Qué respondéis?
INÉS:          Que estimo que me la deis.
FELICIANO:     Mil glorias con eseo gano.
INÉS:             Veis aquí la mía en muestra
               de que el corazón os doy.                  
FELICIANO:     Seré vuestro desde hoy.
INÉS:          Yo desde hoy esposa vuestra.
FELICIANO:        Ya mi amor está premiado.
INÉS:          Yo soy sola la que gana.
FELICIANO:     (Yo he burlado a doña Juana.)     Aparte 
INÉS:          (Don Pedro queda burlado.)        Aparte
FELICIANO:        Gente suena.
INÉS:                         Pues forzosa
               será, señor, mi partida.
               Adiós, dueño de mi vida.
FELICIANO:     Adiós, bellísima esposa.            

Vase doña INÉS.  Sale don PEDRO, en traje de
noche
PEDRO:            Basta, que se me ha perdido
               Guzmanillo, y no sé adónde
               aquesta noche se esconde,
               pues, que me dejó y se ha ido
                  de aquesta suerte.

Salen don LUIS y CARRASCO, hablando bajo los dos en
toda la escena
LUIS:                              Detente,                      
               que hay rondantes en la calle.
CARRASCO:      ¿Hay más que llegar y dalle?
LUIS:          Calla.  Arrímate aquí enfrente.
CARRASCO:         ¿Quién diablos tiene aquí amores?
               ¿Si es don Pedro?
LUIS:                            Dices bien.                     
CARRASCO:      Mas no será; que también
               hay amantes labradores.
LUIS:             Calla, y mira si se van.
CARRASCO:      De aquesta pared soy yedra.
PEDRO:         Quiero tirar una piedra.                          
CARRASCO:      Por Dios, que hay otro galán.
PEDRO:            Aun la mano no se ve.
               ¿No hay una piedra en la calle?
CARRASCO:      Si acá llega, ¿no he de dalle?
PEDRO:         ¡Vive Dios, que me enlodé!            


Don PEDRO llega a limpiarse en la pared y toca en la cara a
CARRASCO
CARRASCO:         ¡Puf! ¡Cuerpo de Jesucristo
               con el sucio!
LUIS:                          Calla, diablo.
CARRASCO:      A ser mis barbas establo
               pasara.
LUIS:                 Calla.  ¿Qué has visto?
                  ¿Qué tienes, necio?  ¿Qué escarbas?                                       
CARRASCO:      Uno escarba y otro hurga,
               pues, sin ser día de purga,
               se purga sobre mis barbas.
LUIS:             Calla.
PEDRO:                   No sé en qué limpié
               la mano, que estaba blando.                       
               Gente parece que hablando
               está en la calle.  ¿Qué haré?
FELICIANO:        (Ahora bien.  Yo determino      Aparte
               ver si don Pedro es valiente.)
               ¡Ah, caballero!  ¿Qué gente?     
PEDRO:         Gente de paz.  ¿Hay camino?
FELICIANO:        Si dice primero el nombre,
               podrá ser.
PEDRO:                     ¿Importa acaso?
FELICIANO:     Sí, porque guardo este paso.
PEDRO:         Pues, yo soy...
FELICIANO:                    ¿Quién es?
PEDRO:                                  Un hombre.               
FELICIANO:        Quizá no sois sino bestia.
PEDRO:         Dígalo agora mi espada.

Meten mano y éntranse acuchillando
LUIS:          Ésa es pendencia excusada.
CARRASCO:      No haya riña ni molestia.
                  No han querido.
LUIS:                             Pues, ¿qué haces?  
               Sígueme, Carrasco. Ven;
               que yo los sigo también.
CARRASCO:      Yo basto para estas paces.

Vanse don LUIS y CARRASCO.  Salen FULGENCIO y ANGÉLICA
FULGENCIO:        Mañana has de casarte.  No repliques.
ANGÉLICA:      Aun es temprano agora.  Deja, padre,              
               prevenirme de galas y vestidos.                   
FULGENCIO:     Los desposorios han de ser secretos.
               Ya las tienes para ellos suficientes
               y tu esposo traerá para las bodas
               vestidos ricos y costosas joyas.                  
               A prevenirme voy.  Haz lo que mando.

Vase FULGENCIO
ANGÉLICA:      Primero prevendré mi triste muerte,
               pues antes que don Pedro, se previno
               para mi esposo el bello peregrino.

Salen don LUIS, de labrador, y doña INÉS, de
paje, sin reparar en ANGÉLICA
INÉS:             Tomé, en vano os encubrís.       
               Ya yo sé que caballero
               soi, aunque por colmenero
               aquese traje os vestís.
ANGÉLICA:         (Tomé y doña Juana están        Aparte
               hablando; quiero apartarme                        
               y de lo que es informarme.)
LUIS:          Engañado estás, Guzmán.
INÉS:             ¡Don Lüís!
ANGÉLICA:                    (El colmenero         Aparte
               es don Luis según el paje
               dice, y su trato y lenguaje                       
               es propio de caballero.
                  Ya cesaron mis enojos.)
INÉS:          ¿No me conocéis?  Ea, pues.
LUIS:          (¡Es mi hermana!)                  Aparte
                               ¡Doña Inés!    
               ¡Luz clara de aquestos ojos!                 
ANGÉLICA:         (¿Luz de sus ojos?  ¡Ay, cielos!
               Luz para él y no soy yo.
               Ya vuestra rabia llegó
               al alma, bastardos celos.)
LUIS:             Dame esos brazos, que aquí...           
INÉS:          Por ti hice este vïaje
               disfrazándome de paje.
ANGÉLICA:      (¿Qué oigo, cielos?  ¡Ay de mí!      Aparte
                  ¡Los brazos a otra mujer!
               ¡Y "de sus ojos", traidor,                   
               a otra mujer!  ¡Ay, Amor!
               ¡Ay de mí!  ¿Qué hemos de hacer,
                  alma, en desdicha tan llana?
               Ya dio mi vida al través.
               Engañóme doña Inés    
               con nombre de doña Juana.)
INÉS:             Los dos hemos de casarnos.
ANGÉLICA:      (¡No mientras viviere yo;        Aparte
               que la venganza me dio
               manos!)
LUIS:                    Ya no hay apartarnos.                   
INÉS:             Ya el cielo me dio marido.
ANGÉLICA:      (¡Traidora, aun no te le dio;        Aparte
               que sabré matarte yo.)
LUIS:          Extraño enredo va urdido.
ANGÉLICA:         (¡Y cómo si ha sido extraño;        Aparte 
               pues con extraño rigor
               has estragado tu amor;
               mas todo saldrá en tu daño!
LUIS:             Dispón, doña Inés, y ordena;
               que darte contento es justo.                      
INÉS:          Voy, pues, a tratar tu gusto.

Vase doña INÉS
ANGÉLICA:      (Irás a tratar mi pena.)         Aparte
                  ¡Falso, mudable, tirano!
               ¡Humo, sombra, arena, espuma!
               Que venís a ser en suma                    
               flor marchita y viento vano,
                  quimera de solo el nombre,
               sol en agua, nieve en fuego
               y, en fin, palabras de griego
               --que todo aquesto es el hombre--                 
                  goza ya a tu doña Inés
               pues por ti encubierta vino;
               que a don Pedro determino
               querer, pues más justo es;
                  que para ti mujer basta                        
               que de serlo no haga cuenta
               y, con disfrazar su afrenta, 
               pretendió afrentar tu casta.
                  Vuelve a tu primero traje
               y no me engañes jamás;              
               que en tu doña Inés tendrás
               mujer juntamente y paje.
                  Y a aquesta casa no acudas,
               villano y falso Tomé;
               que al fin mudaste la fe                          
               como los vestidos mudas.
                  Doña Inés, traidor, te aguarda.
               Ya no hagas caso de mí
               que a don Pedro el alma di.
LUIS:          ¡Oye, espera, escucha, aguarda!              
                  ¿Qué engaño es éste, Fortuna?
               Mi gusto, mi ser, mi gloria,
               mi regalo, mi memoria,                       
               mi cielo, mi sol, mi luna...
ANGÉLICA:         ¡Tu mal, tu guerra y nublado,             
               tu disgusto y tu tormento,
               tu pena y tu descontento,
               tu luna y sol eclipsado!
                  Que ya don Pedro ha de ser
               mi dueño.  Aquesto es forzoso              
               porque no ha de ser mi esposo
               quien quiso tan vil mujer.

Vase ANGÉLICA
LUIS:             ¡Oye!  ¡Partióse!  ¡Ay de mí!
               Voy; que irá a determinarse
               y la mujer, por vengarse,                         
               suele hacerse mal a sí.

Vase don LUIS.  Salen FULGENCIO y FELICIANO
FULGENCIO:        No sé qué bodas he oído
               de su padre y así quiero
               que se despose primero.
FELICIANO:     Muy bien lo habéis advertido.              

Salen don PEDRO, ANGÉLICA, y don LUIS, tras ella
ANGÉLICA:         Si he resistido hasta agora
               vuestro gusto, ya el mío es
               de serviros.
PEDRO:                      Esos pies
               me dad a besar, señora.
FULGENCIO:        Siempre con esa esperanza                      
               de tu obediencia viví.
ANGÉLICA:      (¿Qué he de hacer, triste de mí?       Aparte
               ¡Oh, cuánto puedes, venganza!)

Delirante
LUIS:             ¡Tal vez mis confusos ojos!
               ¡Tal mis oídos oyeron!                
               ¡Cielos!  ¿Cuyo extraña clima
               mis desdichas influyeron?
               Si al cielo mi amor subistes,
               ¿por qué le abatís tan presto?
               Sol, que de este sol hermoso                      
               me entregaste el carro bello,
               ¿por qué como a Faetón
               me has precipitado al suelo?
               Luna, con muchas mudanzas 
               muda mis glorias al tiempo,                       
               si creciste en mis favores,
               ¿cómo menguaste tan presto?
               Estrellas, que todas juntas
               fuistes en mi nacimiento
               en principios venturosas                          
               y en fINÉS de mal inmenso,
               si me habíades de dar
               fin tan mísero y funesto,
               ¿para qué fuistes propicias
               en mis principios modestos?                       
               Mar, que vivís en mis ojos
               aire en suspiros envuelto
               que forman nubes de llanto,
               si forman rayos ardiendo;
               animales, que a las cuevas                        
               os vais huyendo de miedo;
               aves, que ya no voláis
               porque os abrasan mis celos;
               peces mudos, y dichosos
               mucho más que yo por serlo,                
               pues que palabras sencillas
               en este estado me han puesto;
               montes altos, eminentes,
               ya habitaré en vuestros cerros
               por no vivir con los hombres                      
               donde vive quien me ha muerto;
               cielos, sol, estrellas, luna
               agua, tierra, fuego y viento,
               animales, peces, aves,
               montes altos, valles, cerros,                     
               celos me han vuelto loco porque celos
               acabarán mi vida con el seso.
               Hoy Toledo verá um loco
               que, escogiendo aquí su entierro
               como Sansón desdeñado,              
               gusta de matar muriendo.

Quítale la espada a don PEDRO y va tras todos
PEDRO:         ¡El colmenero está loco!
               La furia incita su pecho;
               que quien con todos se toma
               no puede llamarse cuerdo.                         
FELICIANO:     ¡Huye, pues, que despedaza
               hasta los árboles recios!
FULGENCIO:     ¡Hija, guárdate del loco!
PEDRO:         ¡Hüíd del loco, Fulgencio!

Huyen todos, dejando a don LUIS solo
LUIS:          Yo soy Orlando el furioso;                        
               que en aqueste sitio mesmo
               le dio Angélica fe y mano
               a Medoro.  El seso pierdo.
               Loco estoy.  Pero ¿qué mucho,
               si me enloquece el veneno                         
               de un falso y fingido amor,
               que pierda prudencia y seso?
               ¿Estoy vivo?  Pero no;
               que a manos de un desdén muero.
               Pues, si muerto, ¿cómo hablo?         
               Si no vivo, ¿cómo siento?
               Mas no soy yo; que yo fui
               un hombre alegre y contento.
               ¿Luego soy mi propia sombra?
               Sombra no, que tengo cuerpo.                      
               Quizá sueño mis desdichas;
               mas yo, ¿soy liebre que duermo
               en medio de mis cuidados
               con los dos ojos abiertos?
               Colmenas, ¿no sois vosotras                  
               testigos, aunque groseros,
               que Angélica juró aquí
               menospreciar a don Pedro?
               Dejad, abejas, la miel;
               labrad por ella veneno;                           
               que Amor, para que me amargue,
               acíbar su miel ha vuelto.
               Pero si vive en vosotras
               el zángano que me ha muerto,
               ¿cómo mi paciencia sufre              
               que no os abrase mi fuego?
               Soy loco, muero, estoy vivo;
               sombra soy y alma en cuerpo,
               duermo, velo, paro, corro,
               ciego estoy, topo parezco;                        
               y, siendo así, plantas, flores, 
               jazmINÉS, prados, almendros,
               abejas, colmenas, corchos,
               cera, acíbar, miel, veneno,
               sentid de mis locuras el exceso;                  
               pues falta Astolfo que me traiga el seso.

Derribe y rompe las colmenas.  Sale CARRASCO
CARRASCO:      Mirad si lo dije yo.
               Loco don Lüís se ha vuelto.
               ¡Ay de mí!  Su pobre juicio
               tomó las de Villadiego.                    
               ¿Qué es lo que tienes, señor?
LUIS:          ¡Oh mi ángel!  ¡Oh mi cielo!
               Gocen mis ojos tus ojos,
               mis brazos enlace tu cuello,
               bella Angélica del alma.                   
CARRASCO:      ¡Bueno está, por Dios, el cuento!
               ¿Yo Angélica, con más barbas
               que en albañil o arriero?
LUIS:          ¿No eres Angélica?
CARRASCO:                        No.
LUIS:          ¿Pues quién?
CARRASCO:                  Soy el bodeguero,                     
               Carrasco, lacayo tuyo.
LUIS:          ¡Ah, sí, conocerte quiero!
               Oye, escucha; ven acá;
               que quiero rasgarte el pecho
               porque a mi Angélica dicen                 
               la tienes guardada dentro,
               pues que huyendo de mi furia
               con Medoro o con don Pedro,
               como a Jonás la ballena,
               te la tragaste.
CARRASCO:                     ¡Oh, qué bueno!        
LUIS:          Desabróchate.
CARRASCO:                    ¿Qué dices?
LUIS:          Desabrocha, acaba, perro.
CARRASCO:      ¡Ay, Dios, que a coces me mata!
               Ya me desabrocho; quedo.
               Vesme aquí desabrochado.                   
LUIS:          ¡Oh, cándido y blanco pecho
               de aquella Angélica ingrata!
               Tengo de darte mil besos.
CARRASCO:      ¡Ay, que me muerde, señores!
LUIS:          Poco mal le haré se muerdo.                
               Si es de hierro el pecho tuyo,
               ¿qué importa que muerda en hierro?
CARRASCO:      ¡Cuerpo de Cristo contigo!
               ¿Soy yo de turrón o queso
               para comerme a bocados?                           
LUIS:          Aquí mi Angélica siento.
CARRASCO:      ¿Dónde?
LUIS:                   Dentro de tus entrañas.
CARRASCO:      ¿Dentro en mis entrañas?
LUIS:                                   Dentro.
CARRASCO:      Preñado debo de estar.
LUIS:          Preñado estás, yo lo veo.           
CARRASCO:      Pues ve a llamar la comadre.
LUIS:          No, no, que revientes quiero;
               porque es víbora que nace.
               Angélica, el pecho abriendo
               con esta daga, he de abrirte                      
               para que paras el cuerpo.
               Ponte a punto.
CARRASCO:                    Ya me pongo,
               pero aguarda, que ya vuelvo.

Vase CARRASCO
LUIS:          ¿Huyes, villano? Ya te voy siguiendo;
               que con las alas de mis celos vuelo.              

Vase don LUIS.  Salen ANGÉLICA, FULGENCIO, don
PEDRO, FELICIANO, y doña INÉS, vestida de dama
INÉS:             Pongo por testigo al cielo.
               Don Pedro me dio la mano.
PEDRO:         ¿Yo la mano?
INÉS:                      Aquesto es llano.
               Yo soy Guzmán; que el desvelo
                  de un hermano que perdí                 
               así me trujo, señor,
               y a fuerza de un casto amor
               como paje te serví,
                  hasta que ya he conocido
               que es el fingido Tomé,                    
               por donde el bien que anhelé
               de ser tuya he conseguido;
                  que cuando anoche pensaste
               que a tu Angélica las quejas
               de amor dabas en sus rejas,                       
               conmigo te desposaste.
PEDRO:            ¡Yo anoche te hablé ni vi!
               ¿Qué dices?
INÉS:                      No es bien que intentes
               negarlo. ¿Ya te arrepientes?
FELICIANO:     Todo eso me toca a mí;                     
                  que a mí me distes la mano
               si os merezco de mardio.

Sale un ESCRIBANO
ESCRIBANO:     Yo este casamiento impido
               como público escribano.
                  Vuestro padre don Fernando                     
               por vos en la corte dio
               la mano a otra dama, y yo
               soy testigo.
ANGÉLICA:                  (Albricias mando       Aparte
                  al corazón.)
PEDRO:                                ¿Qué decís?
ESCRIBANO:     Que luego a Madrid partáis                 
               donde ya casado estáis.
ANGÉLICA:      (Mi esposo será don Luis.)      Aparte

Salen don LUIS, conducido por CARRASCO y otro
CARRASCO:         Nuestros recelosos fuegos
               en esto habían de parar;
               desde hoy os han de llamar                        
               señora Mata-gallegos.
                  Mirad el daño que fragua
               un carto de hos de enojos.
ANGÉLICA:      ¡Ay, don Lüís de mis ojos!
               Fuentes los vuelve Amor de agua.                  
LUIS:             ¡Ay, Dios!
CARRASCO:                   ¿Cesó la molestia
               del disparate en que diste?

A ANGÉLICA
Para su desmayo fuiste
               la uña de la gran bestia.
ANGÉLICA:         Esposo, dueño y señor...         
LUIS:          ¿Por qué ese nombre me das,
               crüel, si casada estás?
ANGÉLICA:      ...ya es premiado vuestro amor.

A FULGENCIO
PEDRO:            Esta nueva me ha forzado
               y pido me perdonéis                        
               y que a Angélica caséis,
               porque me tiene casado
                  ya mi padre.
ESCRIBANO:                    Es cosa llana.
ANGÉLICA:      Pues, sabed que el colmenero
               es, señor, el caballero                    
               que de la furia villana
                  de don Pedro, me libró.
FELICIANO:     El señor fue el peregrino
               que sabéis salió al camino
               de que soy testigo yo.                            
                  Yo os suplico le caséis
               con mi prima, pues es justo
               que su valor os dé gusto.
LUIS:          Los pies pide que me deis.
FULGENCIO:        No, sino abrazos de padre.                     
ANGÉLICA:      Y yo la mano de esposa.
LUIS:          Dichoso soy.
ANGÉLICA:                  Yo dichosa.
CARRASCO:      ¿Acabóse el mal de madre?
                  ¡Bueno has andado conmigo,
               deshaciéndome a bocados?                   

A don LUIS
PEDRO:         Cesen enojos pasados.
               Dadme los brazos de amigo.
LUIS:             La ganancia e interés
               es mía.  Yo soy quien gano.
FELICIANO:     Y yo, porque doy la mano                          
               de marido a doña Inés.
                  Mi engaño aquí se deshaga,
               dándome perdón, señora.
INÉS:          Mi dueño sois desde agora.
FELICIANO:     Si don Lüís mi amor paga,             
                  venturoso soy.
LUIS:                             Mi hermana
               escogió noble marido.
CARRASCO:      Yo, por lo que te he servido
               quiero ser desde mañana
                  bodeguero de por vida,                         
               no bodeguero al quitar.
FULGENCIO:     Ese oficio os quiero dar.
CARRASCO:      Pues no tiene el rey tal vida.
FELICIANO:        Vos quedáis bien empleado.
CARRASCO:      Si es así, fenezca agora                   
               la discreta labradora
               mas no el servir tal senado.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 28 Dec 2002