JORNADA TERCERA


 
Salen CLEMENCIA y CLAVELA
CLEMENCIA: ¿De mí, en fin, estás, quejosa? CLAVELA: Mi amor te lo certifica. La voluntad te halla hermosa, el interés te ve rica, el parentesco amorosa, discreta el entendimiento, tierna la conversación; y ansí de Criselio siento, si tantos tus dotes son, que intenta tu casamiento. En la guerra te ha obligado, en la paz te ha pretendido, victorioso, si soldado, y si galán, preferido; luego es cierto mi cuidado. CLEMENCIA: Otro, Clavela, es el mío, del tuyo tan diferente que le juzgo a desvarío. Nunca de amor que es pariente lograr esperanzas fío. ¡Ay, prima mía! ¡Qué extrañas somos las mujeres! CLAVELA: ¿Pues? CLEMENCIA: Porque sepas si te engañas... ¿Ves mi libre desdén? ¿Ves, mis rigurosas entrañas? ¿Lo que al conde de Placencia aborrecí poderoso? ¿Lo que temí su presencia, pues por no verle mi esposo ni mi gusto en contingencia, el robo y fuerza fingí; que no llegó a ejecución, y con mi padre mentí vanas hazañas de Otón? CLAVELA: Yo, prima, supe de ti el aviso que tuviste del conde, tu amor ingrato; que su venida supiste, y que de su torpe trato, al bosque turbada huíste; el buen proceder de Otón; el por qué te disfrazaste, y por anticipación que al conde Enrique imputaste la no gozada traición. ¿Hay más que añadir a eso? CLEMENCIA: A Enrique desheredado; a Enrique sin padre y preso, sin amigos, sin estado, y estoy por decir sin seso; a Enrique que aborrecí, porque lo que soy publiques, a Enrique ya pobre... CLAVELA: Sí. CLEMENCIA: Pues a Enrique... CLAVELA: ¿Hay más Enriques? CLEMENCIA: Prima, quiero más que a mí. CLAVELA: ¿A quién tu afrenta intentó? CLEMENCIA: No sé que eso verdad sea. Sé que quien me lo contó me amaba, y que amor se emplea en engaños. CLAVELA: Bien sé yo de las muestras de afición, con que más Enrique siente tu desdén por su prisión, que cualquier fama desmiente que desdore su opinión. Pero hale el duque quitado el estado que tenía; murió su padre cercado, sin que un pueblo en Lombardía de tantos le haya quedado. Si rico fué aborrecido, no sé como pueda ser cuando tan pobre, querido. CLEMENCIA: Hazañas son del poder, a Dios siempre parecido. Añadir al oro, prima, esmaltes, cuando por sí el mundo tanto le estima, no es mucho; ni que a un rubí o un diamante que sublima hasta el sol su resplandor, guarnezca el oro opulento, y realce su labor; pues halla, en fin, fundamento el trabajo en su valor. Mas de una materia baja hacer una pieza noble, un escritorio, una caja, una imagen, que de un roble, al oro puro aventaja, ésa es majestad guardada a Dios sólo y al poder, que con grandeza elevada se autorizan con dar ser y valor a lo que es nada. Esto mismo hacer procura mi amor, pues porque a luz salga su poder y mi hermosura, busca un marido que valga, prima, no más que la hechura. CLAVELA: Mis celos has satisfecho, pues esa hechura saldrá a tu gusto y mi provecho. CLEMENCIA: Mi hechura sólo valdrá si hago al conde ya desecho. CLAVELA: Rosela sale. CLEMENCIA: Pues anda, y no temas que por mí pierda tu amor su demanda; que a mi Enrique el alma di, si bronce, ya cera blanda.
Vase CLAVELA. Sale ROSELA
ROSELA: En busca de vuestra alteza me trae, señora, un cuidado que ocasiona mi tristeza. CLEMENCIA: Como sea enamorado, a comunicarle empieza; que los de una facultad alivian su mal mejor. ROSELA: Es, gran señora, verdad. Mas, ¿paga tributo a Amor vuestra alteza? CLEMENCIA: Voluntad tengo a quien aborrecía. Decirme la tuya puedes mientras yo callo la mía. ROSELA: Segura con las mercedes que me has hecho desde el día que entré en palacio, quisiera, si de mí te satisfaces... CLEMENCIA: ¿Querrásme hacer tu tercera? ROSELA: Que fueses en unas paces, gran señora, medianera. CLEMENCIA: ¿Con quién los enojos son? ROSELA: Días ha que he sido amada con recíproca afición, aunque agora mal pagada de Otón. CLEMENCIA: Luego ¿sabe Otón querer? ROSELA: Ninguno lo ignora; ni él tan venturoso fuera si no amara, gran señora. CLEMENCIA: Bien dices. La planta y fiera, por dar fruto se enarnora. ROSELA: Cuando alcancé tu privanza, le traté con menosprecio, y con inorata mudanza le llamé ignorante y necio; porque llegó mi esperanza a prometerse por sí dar la mano a un potentado; que aunque plebeya nací, como mi hermano ha llegado a tanta dicha, creí subir donde mi ambición pretendió desvanecida. Sintió mi desdén Otón, y despreciado, me olvida. CLEMENCIA: Agravios y celos son espuelas con que Amor vuela, aunque un desprecio es bastante a apagar llamas, Rosela. ROSELA: De un hombre tan ignorante, que aun no le admite la escuela, ¿quién pensara tal ventura? CLEMENCIA: ¿Mujer eres de pensé-que? Desdicho has de tu cordura. Ahora yo haré que se trueque el aspereza en blandura de Otón; que si te ha querido y otra vez el fuego atizas, que amortiguaste ofendido, mientras duran las cenizas, no ha muerto al fuego el olvido. Yo despertaré sus llamas. ROSELA: Él viene, porque procures mi paz. CLEMENCIA: Si cuerda te llamas, ni en pensé-ques te asegures, ni desprecies a quien amas.
Vase ROSELA y sale OTÓN
OTÓN: Aguardando el Duque queda a vuestra alteza. CLEMENCIA: Y yo a vos. OTÓN: ¿Qué hay en que serviros pueda? CLEMENCIA: Conde, ¿no muestra ser Dios Amor con vos, que se hospeda en el más rústico pecho como en el alma más rica? OTÓN: No soy para él de provecho; mas a la guerra se aplica mi inclinación. CLEMENCIA: Ya habéis hecho en ella alarde capaz del valor que en vos se encierra, pero ya que es todo paz y se ha acabado la guerra, cuando reina Amor, rapaz, ¿en qué soléis ocupar el tiempo? OTÓN: Pues el más largo, ¿no es corto para pensar lo mucho que os soy a cargo y no he de poder pagar? CLEMENCIA: Vos, ¿qué me debéis á mi? OTÓN: Todo el ser que me ha ilustrado: la privanza a que subí; el haberme acreditado, fingiendo que yo vencí al conde Enrique; el sacarme de una granja al cargo honroso con que he venido a ilustrarme, y el haberme hecho dichoso. ¿Qué es lo más que podéis darme? CLEMENCIA: La dicha que es con exceso, es deuda al cielo debida. Yo no tengo parte en eso. Fingí de Enrique la huída; mas trayéndole vos preso, bien habéis beneficiado lo que dije en profecía; el título que os ha dado mi padre a intercesión mía, vuestro esfuerzo le ha ganado. Antes os soy tan deudora, que si es la paga mejor la que el Amor atesora, os he de hacer acreedor de un alma, Otón, que os adora. OTÓN: ¿A mí, señora? CLEMENCIA: Y tan bella, como la imaginación, transformada, Otón, en ella os dió en alguna ocasión ánimo para querella. OTÓN: Si no es que de mí os burláis, no sé, señora, a qué fin mi libertad inquietáis. No os entiendo. CLEMENCIA: A hablar latín no es mucho no me entendáis. OTÓN: Yo en mi vida tuve dama. CLEMENCIA: Pues hartas obligaciones a la que su dueño os llama tenéis. De aquestas razones sacad quién es la que os ama. OTÓN: ¿Yo obligaciones de amor?
Sale un PAJE
PAJE: El Duque a llamar envía a vuestra alteza. OTÓN: (Temor, Aparte refrenad a la osadía.) CLEMENCIA: Para saberlo mejor id esta noche al terrero, que hablando, conde, conmigo, con ella hablaréis.
Vanse CLEMENCIA y el PAJE
OTÓN: ¿Qué espero? Imaginación, si os sigo; imitar Faetones quiero. ¡Válgame Dios! ¿Si madama, para ensalzar mi ventura de todo punto, me ama? Mas ¿qué bárbara locura, necio pensamiento, os llama? ¿Yo de Clemencia? ¿Yo amado de quien el sol puede ser, no original, su traslado? Mas ¿no es Clemencia mujer? ¿Qué imposibles no ha allanado del amor el real decoro? Dicha, de mi parte os hallo; hombre soy, no la enamoro como a la asiriu el caballo, o corno a Pasife el toro. Refrenaos, lengua habladora, y no ofendáis tal valor. Pero ¿no me dijo ahora, "Os he de hacer acreedor de un alma, Otón, que os adora?" Mas, ¿por fuerza ha de ser ella? Sí, que mi "imaginación transformada," dijo, "en ella me dio tal vez ocasión y ánimo para querella." Si el ánimo es menester, cierta es la dificultad. Ánimo para querer, si no es para su beldad, ¿para qué otra puede ser? Pero, imaginación necia, ¿quién vuestra virtud contrasta? Clemencia a Enrique desprecia, y con ella no fue casta Penélope ni Lucrecia. Mas si me dijo madama, "pues hartas obligaciones a la que su dueño os llama tenéis, de aquestas razones sacad quién es la que os ama." ¿Yo a quién tengo obligación sino es sólo a su hermosura? ¿Quién ha sido la ocasión de mi invidiada ventura sino sola su afición? Pues si de aquí sacar quiero mi dama, que es ella digo. "Id esta noche al terrero, que hablando, conde, conmigo, con ella hablaréis." Grosero soy, pues en esto reparo. Si ha de hablar mi dama en ella, ¿qué dudáis, ingenio avaro? "Conmigo, hablaréis con ella." ¿Pudo decirlo más claro? Ea, confusión escura, pues ánimo es menester, el ánimo me asegura el ser Clemencia mujer y lo que es más, mi ventura.
Vase OTÓN. Salen CLEMENCIA y el DUQUE, su padre
DUQUE: Yo, Clemencia, haré por ti lo que me pides. CLEMENCIA: A Otón casarle será razón; palabra a Rosela di de suplicarte por ella. DUQUE: Bien; con Otón casará, y él en Rosela tendrá esposa discreta y bella. Dotaréla de mi mano, porque tú la quieres bien, y porque debo también mucho a Césaro, su hermano. Mas tú, que por todos ruegas, y casar quieres a Otón, ¿por qué a tu edad en sazón tan bonestos lazos niegas? Ya es bien que de este cuidado me libres, y pues soy viejo, obediente a mi consejo des sucesión a mi estado. Monferrato es tuyo ya; a Mántua, Clemencia, heredas, la más poderosa quedas de Lombardía, y podrá cualquier rey, si el interés ve de tu dote y belleza, dar corona a tu cabeza porque la mano le des. CLEMENCIA: Eso queda a cargo tuyo; que en mí no fuera razón exceder de tu elección. DUQUE: Pues si eso es ansí, concluyo con que ya tengo escogido, mi Clernencia, un noble esposo, no de suerte poderoso que al título de marido, siendo rey soberbio, añada el título de señor, sino a quien siendo menor que tú, la vida privada y estado por ti mejore, a tu gusto se sujete, por señora te respete y por esposa te adore. CLEMENCIA: (Si no es éste Enrique, el conde, Aparte cielos, decid ¿quién será? Pobre y sin estado está, y con mi amor corresponde. Pedidme albricias si es él, Amor. DUQUE: Vergonzosa y muda, mezcla el temor y la duda en ti el jazmín y el clavel. Razón será, despenarte: tu esposo ha de ser, Clemencia, Criselio. CLEMENCIA: ¿Quién? DUQUE: Su presencia es digna de enamorarte. Primo es mío, y su valor, igual a sus prendas claras, tanto, que si tú faltaras le hiciera mi sucesor. CLEMENCIA: Antes por ser tan cercano, ni le admito ni le apetezco; que bodas con parentesco no se logran. DUQUE: Ya es en vano resistir mi voluntad; que en fe de ser gusto mío, para que dispense, envío mañana a su Santidad a Césaro. CLEMENCIA: (Amor, ya os lloro Aparte malogrado.) DUQUE: Éste es mi intento. Sobre sangre, casamiento, dicen que es sobre azul, oro. CLEMENCIA: (0 será mi esposo Enrique, Aparte o la muerte me daré. Un papel le escribiré. Mi amor sus penas publique.) DUQUE: Cuerda y obediente eres; míralo y vuelve después. CLEMENCIA: Como ese hombre no me des, cásame con quien quisieres.
Vase CLEMENCIA
DUQUE: Ejecutaré mi gusto, o probarás mi rigor; mas no sufrirá mi amor que la case a mi disgusto. ¡Qué grande felicidad fuera si un padre engendrara como en el talle y la cara, en el alma y voluntad su semejanza! Mas Dios cría el alma y la da el ser, y así es milagro el hacer una voluntad de dos.
Sale CÉSARO
CÉSARO: De prevenir la partida que he de hacer a Roma, vengo. DUQUE: Mientras que yo no prevengo a Clemencia, persuadida a no hacer mi voluntad, ¿qué importan tus prevenciones? A ruegos y persuasiones responde con libertad que hasta el nombre le es odioso de Criselio, y porque vea si hacer mi gusto desea, le dé cuaquiera otro esposo, fuera de él. CÉSARO: (¡Buena ocasión Aparte la envidia darme procura, para atajar la ventura con que me atormenta Otón!) DUQUE: Es mi única heredera, ámola excesivamente, y aunque pudiera imprudente forzarla a que el sí le diera, mucho más debo a mi hija que a Criselio, y entregarla a quien aborrece es darla no esposo, muerte prolija. Pues mi palabra empeñada, y dejar mi sucesión, a falta de hijo varón, por mujer continuada, llévalo, Césaro, mal. Criselio, en fin, es mi primo; por valeroso le estimo, por discreto y por leal. Si casara con Clemencia, mi sangre se continuara, sin que por ella pasara a extranjera descendencia. En aquesta confusión que me aconsejes te pido. CÉSARO: De que no se case ha sido, gran señor, la causa, Otón; que ya que a este punto llego, traidor fuera, a no decir lo que llegué a ver y oír. Como Amor le pintan ciego no repara en calidad. Madama, gran señor, ama a Otón. DUQUE: ¿Qué dices? CÉSARO: Madama le muestra tal voluntad, que si no es a Otón, no creas que a otro dé la mano y sí. DUQUE: Agora se fue de aquí, y porque tu engaño veas, afectüosa me pide que con tu hermana Rosela case a Otón. CÉSARO: Ésa es cautela con que sospechas impide. Hácele tanto favor y con tal publicidad, que no falta en la ciudad quien satirice su amor; y quiérete deslumbrar con pedirte que le cases con mi hermana. DUQUE: Si probases lo que acabas de afirmar, yo la dicha trocaría de Otón de suerte que hiciese que envidiosos no tuviese. CÉSARO: A llamarle, pues, envía, y dile que luego quieres que se case con Rosela, verás cuál duda y recela; y que si fuerza le hicieres madama misma procura disuadirte el casamiento que te pidió. DUQUE: El sufrimiento a estos tiempos es cordura. No ha Otón de perder conmigo, aunque contra él atestigües, mi amor mientras no averigües méritos de su castigo. Vele a llamar. CÉSARO: (Si afrentado Aparte de mi liermana la aborrece, y por mujer se la ofrece el duque, es averiguado que ha de responder que no, y así queda satisfecha de Clemencia la sospecha, y de Otón vengado yo, que su ventura me tiene tal que fuera de mí estoy.) DUQUE: ¿No vas? CÉSARO: A llamarle voy. Pero él mismo, señor, viene.
Sale OTÓN
OTÓN: Ingenio siempre ignorante, ¿de cuándo acá discurrís, conjeturáis y argüís, si soy tan torpe estudiante? Dejad tanta consecuencia, y ya que hacerlas queréis, probad que os desvanecéis y que no me habla Clemencia. DUQUE: ¿Otón? OTÓN: ¡Gran señor! DUQUE: ¡Qué poco de vuestro aumento curáis, cuando a mí me desveláis por él! OTÓN: Si no es que tan loco me tenga el favor que siento, hacerme vos, gran señor, ¿qué aumento quiero mayor que el desvelaros mi aumento? DUQUE: Ya es tiempo de que os caséis, que se pasa el tiempo en vano; y si ha de ser de mi mano, como a Rosela la deis, a su dóte me obligáis. OTÓN: ¿Yo a Rosela, gran señor? DUQUE: Vos; pues. OTÓN: No me tiene amor. DUQUE: Engañado, conde, estáis; que en su nombre me ha pedido Clemencia este casamiento. OTÓN: ¿Quién, señor? DUQUE: Turbado os siento, CÉSARO: (No dirás que te he mentido.) Aparte OTÓN: Túrbome de que madama pida que me case yo con Rosela. DUQUE: ¿Por qué no, siendo Rosela su dama? OTÓN: Mire, señor, vuestra alteza que no pedirá por mí madama... DUQUE: Aquesto es ansí. (Mi sospecha es ya certeza. Aparte OTÓN: (¡Ay, soberbia presunción!) Aparte Señor, que se burlaría madama, o probar querría de esta suerte mi intención. DUQUE: ¿A qué efecto? ¿No es igual este casamiento? OTÓN: Yo ni digo sí, ni que no. Rosela tiene caudal y belleza apetecida para cualquiera valor; lo que yo dudo, señor, es que madama lo pida. DUQUE: ¿Pues qué hay de dificultad en eso? OTÓN: ¿No es cosa grave que cuando madama sabe no tenerme voluntad Rosela, quiera ofendella y darme esposa a disgusto de Césaro? DUQUE: Por mi gusto Césaro el suyo atropella. Andad, y dentro de un hora me dad la resolución de este casamiento, Otón. OTÓN: (Cayó la máquina agora. Aparte Locura que en viento labras, sobre arena edifiqué, y aun menos, pues levanté quimeras sobre palabras.)
Vase OTÓN
DUQUE: Bien probaste tu intención. Éste es de Clemencia amante; indicio he visto bastante en su necia turbación. ¿Qué haremos? CÉSARO: Darle la muerte; que el crimen de deslealtad es de lesa majestad. DUQUE: No pagaré de esa suerte bien lo mucho que le debo. Ya no pretendo casarle con tu hermana, mas sacarle de Mántua. CÉSARO: Tu gusto apruebo, aunque dejar con la vida a quien ayer levantaste del polvo y le sublimaste a tu privanza, convida a que otro como él se atreva a perturbar tu sosiego. DUQUE: ¿No dices que Amor es ciego? Pues si es ciego quien le lleva, y le da mi hija ocasión, cualquier yerro le disculpa; Clemencia tiene la culpa. Echando de Mántua a Otón y enviándole al gobierno del despojado marqués, podrá Criselio después no malograr su amor tierno; con este título honesto los inconvenientes quito. CÉSARO: Eso es premiar su delito. DUQUE: Lo que le amo manifiesto. Ven, y haré la provisión del estado a que le envío; y porque algún desvarío no haga Criselio, en razón del desdén con que Clemencia niega el pretendido sí, la palabra que le di, y de mi estado la herencia, también le he de asegurar con una cédula mía. CÉSARO: (Mi envidia en vano porfía Aparte a este idiota derribar. DUQUE: Crüel eres para juez. CÉSARO: (¿Gobernador Otón ya? ¿Más que su estado le da si le persigo otra vez?)
Vase el DUQUE, y sale el CONDE Enrique
CONDE: A buen término he venido por vos, Amor. De mi estado y libertad despojado; de Clemencia aborrecido; sin deudos y sin amigos que de mis males se acuerden; que los trabajos los pierden, o los vuelven enemigos. Pero, Amor, lo que más siento es de mi ingrata el desdén porque a quererme ella bien, gloria fuera mi tormento. CÉSARO: (Enrique es éste. Ya estoy Aparte contra Otón determinado; no gobernará el estado, ni vivirá, si puedo, hoy.) ¡Oh, Conde! CONDE: ¡Oh, Césaro amigo! CÉSARO: Con tal nombre me estimad; que yo os diera libertad, a poder dar el castigo a un bárbaro que merece y estorba vuestra ventura. CONDE: Libertad, no la procura mi amor; que aunque me aborrece Clemencia, contento vive padeciendo en su presencia. CÉSARO: Si como os ama Clemencia, y por dueño os apercibe el alma, no se opusiera la necia contradicción, Enrique, que os hace Otón, brevemente Mántua os viera su esposo, y del duque airado noble yerno y sucesor. CONDE: ¿Clemencia me tiene amor? CÉSARO: Mi hermana cuenta me ha dado de lo que por vos padece; lo que vuestra prisión llora, si os estima, si os adora, y si viéndoos se enternece. Pero Otón, que al duque hechiza, ignorante y ambicioso, pretendiendo ser su esposo, a Clemencia os tiraniza. A gobernar vuestro estado le despacha, y en secreto quiere esta noche, en efeto, ved si le tiene hechizado, que a Clemencia dé la mano, mientras Criselio lo ignora; que como sabéis la adora; y dándoos muerte inhumano, en tomando posesión de Monferrato, nombrarle por su marqués y dejarle de Mántua la sucesión. Esto en secreto he sabido y a decíroslo me atrevo, porque a lo mucho que os debo es bien ser agradecido. De esto último nada entiende Clemencia, a vuestro amor fiel, porque esta noche con él forzarle a casar pretende. En fin, dama, estado y vida de aquí a mañana perdéis, si remedio no ponéis. CONDE: Sin Clemencia, bien perdida será; déme fin crüel el duque. CÉSARO: Mejor remedio es quitar a Otón de en medio, que yo os prometo, muerto él, de obligar que el duque viejo trueque su enojo en amor. Ya veis que me hace favor y que estima mi consejo. CONDE: Pues de qué modo os parece se haga, y yo esté seguro del duque? CÉSARO: Pues que procuro lo que Clemencia apetece, fïad de mí vuestra suerte. Esta noche a Otón matemos, que a Criselio atribuiremos seguramente su muerte, que es su amante declarado, y el duque tendrá por cierto que alguno le ha descubierto el casamiento tratado con Otón, y que en venganza de su menosprecio y celos le ha muerto. CONDE: Ayuden los cielos vuestra industria y mi esperanza; que vuestro será mi estado, y es corta satisfacción. CÉSARO: Quedaremos, muerto Otón, vos contento y yo vengado.
Vanse los dos. Salen OTÓN y GILOTE
OTÓN: ¿Quedaba buena mi madre? GILOTE: Buena, contenta y segura de ver crecer tu ventura, y bendiciendo tu padre el día que te engendró. Los trigos a la barriga; las viñas--Dios las bendiga, y a Noé que las plantó-- señales mos dan cumpridas de hinchir hasta los capachos los cestos, y a los borrachos en llenarles las medidas. El ganado hasta los perros gordos para reventar, rebosando el palomar, lleno el soto de becerros. Borregos, Dios los aumente, ni en los rediles, ni cercos caben; como tú los puercos, no quitando lo presente. Los prados llenos de potros, y las yeguas también llenas las barrigas, porque apenas unas paren, que entran otros. Jugando el cura a la polla, el barbero y sacristén, damas y rentoy también. No hay hogar que esté sin olla, ni cuna sin dos chicotes. A todos hallé con vida, y a mi Torilda parida de un rapaz con dos cogotes. ¿Qué hay de nuevo por acá? OTÓN: Que me casa el duque. GILOTE: ¿Es cura? OTÓN: Rosela enmendar procura desdenes viejos. GILOTE: Sí hará; mas tú ¿qué dices a eso? OTÓN: Nuevas imaginaciones traen mi seso en opiniones. GILOTE: Pues quedaráste sin seso. ¿Podremos saber de dónde nace ese mal, o lo que es? OTÓN: Pregúntamelo. después; que sale Criselio.
Sale CRISELIO
CRISELIO: ¡Oh, Conde! OTÓN: ¡Oh, señor! ¿A dónde? CRISELIO: Vengo al duque, que por mí envía. OTÓN: Yo y todo a hablarle venía, porque de una hora que tengo de término para darle cierta respuesta, no queda nada ya. CRISELIO: Bien os suceda; porque yo temo enojarle según vengo alborotado. OTÓN: ¿Cómo? CRISELIO: Con descuido trata promesas que si dilata le han de alborotar su estado. Su primo soy, y Clemencia cuando me dé mano y sí gana. OTÓN: El duque viene aquí. Si le habláis llevad paciencia.
Sale el DUQUE con dos papeles
DUQUE: Primo. CRISELIO: Gran señor. DUQUE: Otón. OTÓN: Señor. DUQUE: A los dos estimo; A vos, Criselio, por primo, y A vos por inclinación.
Da a cada uno un papel
Tomad y leed los dos, que así pretendo obligaros;
A CRISELIO
a vos por aseguraros, y por honraros a vos.
Vase el DUQUE
CRISELIO: (¿Por asegurarme a mí? Aparte Mi determinación sabe.) OTÓN: (¡Por honrarme! ¿Qué honra cabe, Aparte propicios cielos, aquí?) GILOTE: ¡Oigan! ¡Cómo se han quedado cada cual con su sentencia! CRISELIO: (¿Si es cédula en que Clemencia Aparte el sí de esposa me ha dado?) OTÓN: (¿Si porque a Rosela admita, Aparte algún estado me da?) CRISELIO: (Suspensión, veamos va Aparte lo que contiene esta dita.) OTÓN: (Lo que dice quiero ver Aparte el papel que a honrarme viene.) GILOTE: Casa es cada cual que tiene su cédula de alquiler.
Lee alto
CRISELIO: "Antes que os caséis, importa a mi servicio y vuestro aumento, saquéis mentirosa a la envidia que os pretende descomponer conmigo, y esto ha de ser partiéndoos a Monferrato, por gobernador de todo su marquesado. Ocupad luego esa plaza, que sobre aquesta merced, cualquiera pretensión vuestra caerá mejor." El Duque.
Lee en secreto
OTÓN: "El amor que os tengo pasa por cualquier dificultad y contradicción, aunque haya no pocas para que os dé a mi hija Clemencia y con ella la sucesión de mi estado que procuran impedirme; y ansí para vuestra seguridad y en muestras de mi amor os doy esta firma de resguardo y mi palabra con ella, que otro no será su esposo que me herede sino vos." El Duque. CRISELIO: ¡Válgame Dios! OTÓN: ¡Dios me valga! CRISELIO: ¡Jesús! OTÓN: ¡Jesús! GILOTE: (Yo también Aparte me santiguo, que si ven algún diablo, porque salga, bueno es echar bendiciones.) CRISELIO: ¿Descomponerme procuran? LOS DOS: ¡Jesús! GILOTE: (Parece que curan Aparte por ensalmo lamparones.) OTÓN: (¿A mí palabra de esposo Aparte de Clemencia, y su heredero el duque?) CRISELIO: (Algún lisonjero, Aparte de mi privanza envidioso, me descompone atrevido; y para empezar a honrarme el duque y asegurarme la sucesión ha querido que gobierne a Monferrato, y haciéndome su marqués darme a Clemencia después. ¿Qué dudo? ¿En qué me recato, si en esta cédula corta asegura con certeza mi casamiento. ¿No reza--
Lee
"Antes que os caséis importa a mi servicio y aumento vuestro..."? Luego presupone, contra quien me descompone, por cierto mi casamiento. Pues si el duque le asegura, temores, ¿qué hay que dudar?) OTÓN: (Esto y más puede esperar Aparte el que tiene mi ventura. Yo apostaré que Clemencia a su padre ha declarado el amor que me ha mostrado, y él por hacer experiencia del que a Rosela he tenido, que de Césaro sabrá sucesos pasados ya, me mandó ser su marido, para saber si la quiero, o pasó más adelante mi pretensión que de amante. Esto en mi provecho infiero. De sangre ilustre desciendo; los Grimaldos y Fregosos en Italia generosos me dan el ser que pretendo. No perderá calidad conmigo su ducal casa.
Lee
"El amor que os tengo pasa por cualquier diticultad y contradicción, aunque haya no pocas para que os dé a mi hija Ciemencia." En fe de que mi ventura vaya siempre de bien en mejor, fácil será aquesta empresa, pues por escrito confiesa que me tiene el duque amor. Pues rompe dificultades, pues su heredero me llama, pues me promete a madama, pues sois sospechas verdades, Fortuna, tened segura la rueda sobre que fundo mi suerte, y seré en el mundo ejemplo de la ventura.) GILOTE: Encantado está este día. Hecho un papatoste estoy. CRISELIO: (Clemencia es mía desde hoy.) Aparte OTÓN: (Desde hoy es Clemencia mía.) Aparte CRISELIO: (Mi dicha este papel muestra. Aparte Id, amor, y pretended.
Lee
"Que sobre aquesta merced cualquiera pretensión vuestra caerá mejor." Pues por vos queda seguro este trato, ¡alto, Amor! ¡A Monferrato!) Conde, adiós. OTÓN: Criselio, adiós.
Vase CRISELIO
OTÓN: ¿Fuése? GILOTE: Ya se fue. OTÓN: ¿Qué aguardo? GILOTE: ¿Qué diablos tienes, señor? Di.
Lee
OTÓN: "Y en muestras de mi amor esta firma de resguardo y mi palabra con ella que otro no será su esposo." ¿Hay hombre más venturoso? ¿Tal oigo, Clemencia bella? GILOTE: O me despide, o procura decirme qué es lo que tienes. OTÓN: Vida, gusto, estado, bienes, amor, esposa y ventura. GILOTE: O enloquecernos los dos, o dime en qué eres dichoso.
Lee
OTÓN: "Que otro no será su esposo que me herede sino vos." Besa, besa este papel.
Se lo acerca a GILOTE
GILOTE: ¿Gánase alguna indulgencia? OTÓN: Gano por él a Clemencia. GILOTE: Quien la gana bese en él. ¿Qué dice? OTÓN: ¡Si tú supieras leer! GILOTE: Y como que sé. OTÓN: Pues lee aquí. GILOTE: Q, u, e, que. Por q comencé, ¿qué esperas? Bellaco agüero, por Dios. OTÓN: Suelta, torpe. GILOTE: Lee, ingenioso.
Lee
OTÓN: "Que nadie será su esposo que me herede sino vos." GILOTE: ¿No dice más? OTÓN: ¿Esto es poco? GILOTE: Clemencia está aquí, señor. OTÓN: Hasta en esto, tierno Amor tengo dicha. GILOTE: Y en ser loco.
Salen CLEMENCIA y ROSELA
CLEMENCIA: El duque me ha prometido que te dotará, y que Otón satisfará tu afición haciéndole tu marido. ROSELA: Beso tus pies.
Sale un PAJE
PAJE: Gran señora, el duque dice que al punto le veas. CLEMENCIA: (Lo que es barrunto. Aparte Querrá que el sí le dé agora a Criselio; pero aplique ruegos, promesas, rigor, que sólo dice mi amor, o morir, o ser de Enrique.) PAJE: El duque, señora, espera. CLEMENCIA: Hasta en dar prisa es crüel. Dale al conde este papel, y que importa considera.
Dale en secreto un papel a ROSELA, y vanse CLEMENCIA, y el PAJE con ella
ROSELA: (¿Para el conde, y sin nombrarle, Aparte papel madama me da, y que importa? ¿Quien será el conde a quien he de darle? En Mántua hay dos solamente, Otón y Enrique. ¿Qué haré? ¡Mas si Enrique conde fue, conde es de anillo al presente; aborrécele madama y por no verle se esconde, luego no es Enrique el conde a quien de esta suerte llama. De Otón me hablaba Clemencia antes de darme el papel, y estándome hablando de él nombrarle era impertinencia. Podrá ser, pues mensajera me hace, que en él le diga el dote con que le obliga y el estado que le espera si con mi amor corresponde. Lo que imagino será. Pero si aquí Otón está, y dijo, date éste al conde, no hay duda de que le vio; y dándola el duque prisa discretamente me avisa que para Otón le escribió. Llego a hablarle.) ¡Oh, señor conde! OTÓN: ¡Oh, Rosela!
Dándole el papel
ROSELA: Aquéste envía madama a vueseñoría, y si discreto responde, aunque viva descuidado de suerte tan venturosa, respete y adore esposa que le da en dote un estado.
Vase ROSELA
OTÓN: No hay ya que poner reparo en lo que Amor me apercibe. Pues que madama me escribe y Rosela habla tan claro, en Mántua es público ya mi casamiento. GILOTE: ¿Por eso estás tan fuera de seso? OTÓN: Si el duque su hija me da ¿no es, Gilote bien perdido? GILOTE: ¡Cómo! ¿A quien te da? OTÓN: A Clemencia. GILOTE: Ésa es linda impertinencia. ¿No dices que te ha pedido que te cases con Rosela? OTÓN: Ya de parecer mudó, y en popa mi amor rompió estorbos a remo y vela.
Lee el papel
"Conde, con la brevedad que a tanta prisa conviene, Clemencia afirma que os tiene rendida la voluntad. Pues anochece, gozad la ocasión que os corresponde, que el jardín os dirá adónde, la dicha es bien que os espere, que Criselio usurpar quiere. Clemencia, esposa del Conde." ¡Criselio estorba sin duda el bien que casi adquirí! ¿Qué he de hacer, triste de mí, si el duque parecer muda?
Entristécese
GILOTE: ¿Hemos menester ayuda? ¿Tan presto se ha destemplado la gaita, o habemos dado salto en vago? ¿Qué hay de nuevo OTÓN: Si amor de mi parte llevo, ¿qué estorbos me dan cuidado?
Alégrase
¡Alto! al jardín, que procura ser templo de mi trofeo, tálamo de mi himeneo, teatro de mi ventura. El duque me la asegura en e papel, donde afirma que su palabra confirma; pues cuando lo sepa airado, mostraré que me he casado con su gusto y con su firma. GILOTE: Hombre eres de tornasol; ya estás alegre, ya triste; ¿qué camaleón te viste catalufas de arrebol? OTÓN: Esta noche gozo a un sol. GILOTE: ¿Sol de noche? No sé adonde le haya. OTÓN: Un jardín le esconde, y este papel lo confirma, pues en él dice esta firma, "Clemencia, esposa del conde."
Vanse los dos. Sale el DUQUE, y CRISELIO
DUQUE: Ansí, Criselio, aseguro vuestra herencia y casamiento. CRISELIO: Y yo en agradecimiento de tanta merced procuro no salir de lo que ordena mi cédula y provisión. DUQUE: Tormento es la dilación, pero alivie vuestra pena la palabra que os he dado, primo, en ella.
Sale CLAVELA
CLAVELA: (Mi lealtad Aparte ha de decir la verdad, si hasta agora la he callado.) DUQUE: Clavela, pues ¿qué queréis? CLAVELA: Que volváis por vuestro honor. Madama ha escrito, señor, primero que la obliguéis a que a otro esposo dé el sí, al conde Enrique un papel pidiendo que vaya en él a verla... DUQUE: ¿Cómo? CRISELIO: ¡Ay, de mí! CLAVELA: Esta noche a su jardín, porque o ha de ser su esposa, o con muerte rigurosa dar a sus amores fin. Que lo remediéis es justo, pues el tiempo da lugar; que yo no es razón callar bodas a vuestro disgusto. Mirad que es de noche ya, y podrá ser que por obra ponga el conde el bien que cobra y esté, gran señor, allá. DUQUE: ¡Ay, cielos! ¿Pues tiene amor Clemencia a Enrique? CLAVELA: ¿Quién duda que el tiempo y frecuencia muda como la edad el rigor? Si esposo suyo le llama, claro está que bien le quiere. DUQUE: La sangre que de él vertiere apagará su vil llama. El no haberle yo quitado la vida causa todo esto. Mas no es tarde; vamos presto. Que eres mi sangre has mostrado. Yo Clavela, premiaré el aviso que me das. CRISELIO: (Nunca de mi parte estás, Aparte ciego Amor, rapaz sin fe. O tu fuego no me abrase o sé piadoso conmigo.) CLAVELA: (De esta vez al duque obligo Aparte que con Criselio me case.)
Vanse todos. Salen OTÓN y GILOTE, de noche
OTÓN: Señas del jardín me han hecho. Aquí, Gilote, me aguarda. GILOTE: ¡Miren a qué chimenea, con qué botas y lunadas! OTÓN: Yo, Gilote, te haré rico. GILOTE: Sal presto, que tengo el alma en la prensa del temor; que esos son pueblos en Francia. OTÓN: Ea, propicia Fortuna, este escalón no más falta para subir a la cumbre de la ventura más alta. Dadme la mano y veréis cómo celebro en estatuas vuestra memoria.
Vase OTÓN
GILOTE: Colóse, y creo que va a her colada. ¡Miren a qué Valdovinos que le guarde las espaldas, que es fïarlas del verdugo, y ya ven cómo las guarda! Gente parece que viene. Mi suerte es tan desdichada, que la traerá de Moscovia, cuando no la hubiese en Mántua.
Salen el DUQUE, CRISELIO y otros
DUQUE: Cortaréle la cabeza, ¡viven los cielos! mañana, siendo el tálamo un cadalso y los palacios la plaza. GILOTE: (Cabezas cortan, Gilote. Aparte ¡Que se cifren mis desaracias a donde quiera que voy del cogote a la garganta! Si en mi tierra, a mi mujer se te antojan mordiscadas, si aquí degüellan--¡San Blas!-- mi gaznate se os encarga.) CRISELIO: Aguardemos, señor, que entre, justificarás tu causa, sin que excusas le disculpen, y vendrá bien tu venganza. DUQUE: Dices bien; mas junto al muro siento un hombre. GILOTE: (¡Madre Urganda! Aparte convertidme en lagartija.) CRISELIO: ¿Quién va? GILOTE: (¡Oh, quién se transformara Aparte en moldura de estas piedras!) DUQUE: ¿Quién va? GILOTE: Todo lo que anda va, señores, su camino; el huésped a su posada, el arrïero a la venta y el que ha bebido a la cama. Va a ganar bollos el cura, la dama a caza de gangas, y yo, sin irme, me voy; testigos mis pobres calzas. DUQUE: ¿Quién sois? CRISELIO: ¿Sois el conde? GILOTE: ¿Yo? Condenada esté mi alma; que yo estó, en vez de ser conde, con desmayos que me acaban. DUQUE: ¿Qué hacéis aquí? GILOTE: ¿He de decirlo? Unas cámaras extrañas título dan a un lacayo de marqués de Camarasa. DUQUE: Decid quien sois o prendedle. GILOTE: Venga acá. ¿Puede ser nada un lacayo en este mundo? DUQUE: ¿Lacayo sois? GILOTE: Hasta el alma. CRISELIO: ¿De quién? GILOTE: Del conde, señores. DUQUE: ¿Luego mi jardín y casa ha escalado? GILOTE: Sí, señor; melones enteros cala. DUQUE: Echad en tierra esas puertas. GILOTE: La importante está ya echada; que no hallará cerrajeros que vuelvan a remendarla.
Salen CÉSARO y el CONDE Enrique, de noche, y acometen al DUQUE
CRISELIO: ¡Ay, cielos! CÉSARO: Éste es Otón. CONDE: Muera, pues, y mi esperanza viva. DUQUE: ¡Ah, traidores! ¿Qué es esto? ¡Hola! ¡Ah, gente! ¡Ah, de mi guarda! CÉSARO: El duque es, nuestro señor.
Salen ALABARDEROS y dos PAJES con hachas
DUQUE: Da voces. UN PAJE: Aquí están hachas y alabardas; no hay huír. CONDE: (Aquí con mi vida acaban Aparte mis desdichas.) DUQUE: ¡Conde Enrique! ¡Césaro! ¿Contra mí espadas? ¿A mí la muerte? CÉSARO: Señor, si merecen mis palabras crédito, a Otón y no a ti quisimos dar muerte airada. DUQUE: ¿Pues por qué? CÉSARO: Yo por envidia. CONDE: Yo por celos que me abrasan. DUQUE: ¿Celos, traidor, si Clemencia para su esposo te llama y a escalar mi jardín vienes con la noche que te ampara? CONDE: ¿Yo, gran señor? DUQUE: Tú, traidor. CRISELIO: A tí te ha escrito madama; y este lacayo es testigo de que vienes a gozarla. GILOTE: Yo no estoy para firmar.
A GILOTE
CONDE: ¿Vos contra mí tal maraña? ¿Conocéisme vos a mí? GILOTE: En mi vida le eché paja. CÉSARO: Éste es crïado del conde Otón. GILOTE: ¡Miren la bobada! Pues aquí ¿quién se lo niega? Si por aqueso barajan, ¿no ha que les estoy diciendo dos horas ya, que se casa con Clemencia el conde Otón; y por un papel o carta que le dio suyo Rosela, viene a her la encamisada que en las bodas se acostumbra? DUQUE: ¿Clemericia a Otón? GILOTE: ¡Qué pensaba! DUQUE: Derribad luego esas puertas. CRISELIO: Pues mis celos no me matan, poco a Clemencia he querido. CONDE: ¿Hay tal traición? CÉSARO: La venganza que el duque tomará de él, mi envidia quieta y amansa. CONDE: ¿Sin estado y sin Clemencia, y con vida? ¡Ay, fieras ansias!
Salen OTÓN, CLEMENCIA, CLAVELA y ROSELA
CLEMENCIA: Crüel, ¿qué traición es ésta? OTÓN: ¿Yo traición, cuando te llamas mi esposa, cédulas firmas y en este jardín me aguardas? DUQUE: Prended este hombre.
OTÓN se pone de rodillas
OTÓN: Señor, humilde estoy a tus plantas. DUQUE: No te levantarás de ellas con vida. OTÓN: Si tú lo mandas, dichosa será mi muerte; pero no sé que haya causa para tan crüel sentencia. DUQUE: ¿Cuando de afrentarme acabas, dices que no hay causa, infame? OTÓN: Por este papel, madama, que me envió con Rosela, como a su esposo me trata; a sus bodas me convida; y si vine a celebrarlas es por ser, señor, tu gusto. DUQUE: ¿Mi gusto? OTÓN: No habrá mudanza que niegue, duque, ser tuya esta cédula firmada de tu nombre, en que me das seguridad y palabra de casarme con Clemencia. DUQUE: ¿Yo? Para que gobernaras a Monferrato, te di la provisión. OTÓN: Hablen cartas. CRISELIO: A mí, gran señor, me diste la gobernación que acabas de decir. OTÓN: Y a mí de ser sucesor tuyo, esperanza. DUQUE: Troquélas. Vuestra ventura, Otón, estas cosas traza. Caballero noble sois de lo más limpio de Italia; lo que la ventura ha hecho no es bien que yo lo deshaga. Ella os casó con Clemencia. CLEMENCIA: Y ella ha sido quien me engaña; que yo el papel que escribí, con Roscla le envïaba al conde Enrique. ROSELA: Eso no, que si a Enrique me nombraras, yo fuera esposa de Otón, al conde dijiste. DUQUE: Basta; que la ventura se esmera en hacer por vos hazañas. Clemencia es ya vuestra esposa. CLEMENCIA: Hasta en aquesto le ampara su dicha, que le he cobrado tanto amor, que es suya el alma. DUQUE: Dadle, Criselio, a Clavela la mano, y seréis de Padua y de Cremona marqués. CRISELIO: Yo beso las tuyas francas.
A su padre
CLEMENCIA: Al conde Enrique perdona. DUQUE: Criselio tiene una hermana, su estado le restituyo si Enrique con ella casa. CONDE: Con el sí te doy, señor, debidas y justas gracias, sin que en tu sangre y la mía más enemistades haya. DUQUE: Otón, pues Césaro quiso daros muerte, ejecutadla en él, o haced vuestro gusto. CÉSARO: (¡Cielos! Esto me faltaba.) Aparte OTÓN: Doyle en fe de esa licencia dos villas, porque así paga a las letras envidiosas, cuando es noble, la ignorancia. CÉSARO: Disculparme es ofenderte. No hay en el mundo venganza como es el dar bien por mal, que afrenta y obliga. OTÓN: Basta. A Rosela, porque cumpla de ser condesa las ansias que ha tanto la traen inquieta, con el conde he de casalla de Florel. ROSELA: Beso tus pies. GILOTE: Tus padres, señor, acaban de llegar, que a verte vienen. DUQUE: Vamonos, pues, a ver a Octavia y a Grimaldo, pues que son vuestros padres. GILOTE: ¿Y sin nada me dejas? OTÓN: Por tuya queda la hacienda, prados y granja, principio de mi ventura. GILOTE: Vivas más que una madrastra. DUQUE: En vos Otón, quede ejemplo, con que inmortalice Italia lo que puede la ventura. OTÓN: Sin ella no valen nada sangre, hacienda, armas ni letras, pues es proverbio de España, "Ventura te dé Dios, que el saber poco le basta"

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 25 Jun 2002