ACTO TERCERO


 
Salen el REY y PRÓSPERO, vestidos como de noche
REY: ¿Sirena Próspero, es dina de mi corona real? PRÓSPERO: Su belleza es peregrina, mas no a tu valor igual, puesto que en ti predomina. Pero escucha, que sospecho que a la ventana han salido Sirena y Laura. REY: En mi pecho, de que el sol ha amanecido, sus rayos señal han hecho.
Salen LAURA y SIRENA, a la ventana
LAURA: Déjame, Sirena mía, Decir mi amor a los cielos; que es de noche y tendrá celos del sol, que ausentó su día. En fin, ¿tu hermano se fue con Matilde? SIRENA: Las espías, Laura, de celos, que envías, puesto que vuelvan, yo sé que mienten, si eso te dicen; porque los que con mi hermano afirman que está en Rojano Matilde, se contradicen; pues ninguno hay que haya visto a don Íñigo con ella. LAURA: El alma es profeta, y della colijo el mal que resisto. No le hallaron mis crïados, cuando en muestras de mi fe, el presente le envié, a vuelta de mis cuidados. Por acudir a lo más, de servir al rey dejó. SIRENA: Supiéralo, Laura, yo, si se fuera. ¡Extraña estás! LAURA: Yo siento lo que ha perdido con el rey, por no ser cuerdo y lo que en perderle pierdo, me hace perder el sentido. Pero buena intercesora cuando vuelva, tendrá en ti don Fernando. SIRENA: ¿Cómo ansí? LAURA: Si el rey, Sirena, te adora, ¿qué no alcanzarás con él? SIRENA: Laura, ya te he suplicado que no, porque en este estado me tenga el tiempo crüel, pierda contigo el valor que de mi sangre heredé. Si cortés y galán fue conmigo el rey mi señor, mostró, al uso de palacio, lo que a las damas estima.
Habla el REY bajo a PRÓSPERO
REY: Príncipe, lición de prima oye aquí mi amor de espacio. ¡Que divino entendimiento! Alma, escuchad y aprended. SIRENA: ¿Quiéresme a mí hacer merced que mudemos argumento? LAURA: No, por tu vida, Sirena; que podrá ser que esté aquí el Rey, despierto por ti, pues no duerme amor que pena, y holgaréme, si te escucha, que en lo que le sirvo vea.
Llegando a la ventana
REY: Aquí está quien os desea hacer, Laura, merced mucha. LAURA: ¡Ay, Sirena, el rey! REY: También puede un rey ser rondador. LAURA: ¡Tanta merced, gran señor! REY: Lo que los ojos no ven, porque la noche lo impide, oír el alma desea; mientras su dicha no os vea, Hablad, palabras os pide.
Habla LAURA aparte a SIRENA
LAURA: Aprovecha la ocasión, Sirena, que a tu ventura ofrece el cielo. Procura cumplir con la obligación en que Fernando te ha puesto. SIRENA: Señor, ¿pues de noche envía Amor a un rey por espía? ¡Caso raro! REY: En este puesto vengo a ser posta perdida que en las amorosas leyes no se preservan los reyes. SIRENA: A riesgo tendréis la vida, si perdida posta os hace el Amor. REY: Decís verdad, pues perdí la libertad, de quien vida y gusto nace. Bien podéis de aquí sacar la fuerza que en un rey tiene el ciego dios. LAURA: Gente viene no os oigan, señor, hablar.
Apártanse a un lado el REY y PRÓSPERO. Salen RUGERO y TEODORO. RUGERO trae una carta
RUGERO: Firmé la carta. Que ejecutes luego importa, mi Teodoro, tu partida; que toda dilación es peligrosa. Al de Rojano ofrezco aquí, de parte del rey, que si le da muerte a Matilde, en cuyo amparo está, dará la mano a la infanta su hermana. Está la firma al vivo contrahecha. Parte al punto, y dásela en sus manos; que me importa, por lo ménos, gozar libre a Salerno, quitando de por medio a mi enemiga. Si pones diligencia, fácilmente puedes llegar can postas a Rojano mañana a medio día. TEODORO: ¿Y tú no escribes al duque, asegurando la promesa de aquesta carta? RUGERO: Adviertes cuerdamente. Espérame entre tanto que la escribo; que no quiero que Laura te detenga si en mi casa te ve, como acostumbra, sino que desde aquí te partas luego. TEODORO: Aguardo pues. RUGERO: Al punto saco el pliego.
Vase RUGERO
REY: ¿Fuéronse? PRÓSPERO: El uno solo se entró en casa, y el otro se ha quedado en esa esquina. REY: Pues llévale de aquí dos o tres calles. PRÓSPERO: Si alguno, gran señor, no lo socorre, yo sabré cómo riñe o cómo corre. TEODORO: (Dos hombres hay debajo de las rejas Aparte de Laura, y me parece que encaminan a mí sus pasos. Yo no soy más que uno...) ¿Quién va? (¡No me responde, y desenvaina! Aparte Huír, Teodoro, que será desgracia reñir sin causa, y no morir en gracia.
Vase TEODORO y PRÓSPERO tras él
LAURA: Señor, mi hermano pienso que está en casa. REY: Pues retiraos las dos, que no pretendo que sepa vuestro hermano mis amores, y dadme, mi Sirena, vos licencia para cursar mas noches este sitio. SIRENA: Vuestra esclava soy. REY: ¿Y no mi dama? SIRENA: Sois rey, humilde yo, frágil la fama.
Vanse LAURA y SIRENA. RUGERO sale con la carta, y habla al REY
RUGERO: Teodoro, mi dicha estriba en sola tu diligencia. No vuelvas a mi presencia, si a Matilde dejes viva. En esta carta del rey, aunque falsa, está el sosiego de mi estado. Parte luego, si a mi amistad guardas ley. Que pues otra falsa firma le quitó estado y honor, quitándome ésta el temor, a Salerno me confirma. Dile al duque de Rojano la suerte que se le ofrece, y de la infanta encarece la hermosura; que su hermano le espera; que el rey le hará el todo de su privanza; la lealtad que en su alabanza consigue, si muerte da a quien contra su señor conspira; y cuando le vieres, dile, en fin, cuanto supieres. REY: (¿Qué es esto, cielos?) Aparte RUGERO: Valor tienes, Teodoro. Haz de modo que salgas con lo que vas; muera Matilde, y serás señor de mi estado todo. ¿No respondes? ¿Qué recelas?
Disimula la voz el REY, rebozado
REY: Hacer callando es mejor, no nos sientan. El amor que te tengo pone espuelas al deseo que me lleva a darte gusto. RUGERO: Ya tienes postas, Teodoro. Si vienes con la deseada nueva, una alma somos los dos.
Dale la carta
REY: Esto y más haré por ti. RUGERO: ¿Tomaste la carta? REY: Sí. RUGERO: Vete. REY: Voyme. RUGERO: Adiós. REY: Adiós.
Vase RUGERO
REY: ¿Vio suceso semejante el mundo? ¡Ah traidor Bugero! Amor, daros gracias quiero; pues a no ser yo hoy amante, no supiera el trato falso de este traidor. Hoy verá Nápoles que el pago da al traidor un cadahalso.
Sale PRÓSPERO
PRÓSPERO: ¡Qué buenas fugas hiciera, a ser músico, el cobarde! Bien puedes hacer alarde de tu amor. REY: ¿Huyó? PRÓSPERO: Pudiera ser músico de interés, según pasacalles canta; que hacen pasos de garganta las gargantas de sus pies. ¿Qué es de las damas? REY: Despacio le diré cuánto favor por ellas me hizo el Amor. Cerca de aquí está palacio al capitán de mi guarda llamad luego. PRÓSPERO: Pues ¿qué ha habido? REY: Milagros me han sucedido. El cielo a Matilde guarda. Di que traiga un escuadrón de alabarderos. PRÓSPERO: ¿Qué es esto? REY: Aquí te espero. Ven presto. (¡Darla muerte! ¡Hay tal traición!) Aparte ¿No vas? PRÓSPERO: Sí, señor. REY: Aguarda, que más hará mi presencia. (Matilde, vuestra inocencia Aparte fue hoy vuestro ángel de guarda.)
Vanse. Salen don ÍÑIGO, con escopeta, y GALLARDO
ÍÑIGO: Esto está bien hecho ansí. GALLARDO: No sé yo que tan bien hecho. ÍÑIGO: Pues ¿qué querias? GALLARDO: Yo, nada. A la quinta nos volvemos tan medrados como fuimos. ¡Amante eres de provecho! Ya que a Mat¡lde llevamos a costa de los dineros que nos dio, señor, tu hermana, pienso yo que fuera bueno que dándote a conocer al duque su primo o deudo, entráramos en Rojano; y el favor agradeciendo con que le diste la vida, noble en reconocimiento, remediara tu pobreza, pues por Matilde nos vemos casi en pelota los dos. ÍÑIGO: ¿No eres más discreto que eso? GALLARDO: Fuimos a pata con ella, representando el destierro de Egipto, como le pintan. Por páramos y desiertos llegamos a media noche a la ciudad, y en abriendo las puertas de su palacio, entró tu señora dentro, despidiéndose amorosa; y los dos, de puro cuerdos, como insignias de meson, nos quedamos al sereno. ¡Cuerpo de Dios! ¿Fuera mucho, ya que fuimos arrieros de Amor, que el duque su primo nos pagara aqueste tercio? ¿Somos sastres del Campillo? ÍÑIGO: ¡Qué de respuestas que tengo que dar a tus necedades! GALLARDO: ¡Bien con ellas cenarémos! ÍÑIGO: ¿Parécete a ti que fuera decente que un caballero como yo, llegara ansí delante del duque, necio? Si supieran en Rojano que yo por Matilde he vuelto contra el gusto de mi rey, ¿no me culparan por ello? Más precio que no me hallase aquí el presente molesto de Laura, por no quedar mi amor a satisfacerlo, que cuantas riquezas trae a cuestas el mar inmenso. GALLARDO: Alto pues, ya que los dos a las reliquias volvemos de nuestra abrasada Troya, no hay sino cazar conejos vuesa merced; y yo darle, y hacer botones. ÍÑIGO: Primero iré a ver lo que el rey manda, pues me llamó. GALLARDO: ¿Agora? ¡Bueno! ¡Al cabo de cuatro días! ÍÑIGO: No ha pasado mucho tiempo. Cumpliré con mi lealtad, y quitaré los recelos de que acompañé a Matilde, que no deben ser pequeños. En anocheciendo, iré a verle, que no me atrevo a entrar en la corte ansí de día... Pero ¿qué es esto?
Salen LISENO hablando a un CRIADO
LISENO: Mandó el rey que le avisasen en llegando, porque él mesmo, recibiéndola, quería honrar ansí su destierro; y pues la hemos encontrado en el camino, primero que llegue a Nápoles, manda Próspero que le llevemos las nuevas de su venida. CRIADO: En esta quinta harán tiempo, miéntras sabe el rey que llega. ÍÑIGO: ¿Podrémos saber, Liseno, dónde vais con tanta prisa? LISENO: ¡Oh noble español! No espero malas albricias de vos por la nueva que al rey llevo. Sabed que por la princesa, de vuestras penas objeto, a pesar de desleales, su misma inocencia ha vuelto. Supo por un caso extraño las traiciones de Rugero el rey don Fernando invicto, y después de haberle preso, al de Taranto ha enviado y a otros muchos caballeros por ella, para que goce segunda vez a Salerno. Encontróla en el camino; porque el de Rojano, ejemplo de la lealtad en Italia, luego que supo el suceso de su desterrada prima, le dijo, "El valor que heredo de mi generosa sangre, no sufre que el vulgo necio vuestro honor en duda ponga. El rey es el juez, supremo de sus vasallos, y ante él que vamos los dos intento a averiguar la verdad." Y así a Nápoles partierou. Sale el rey a recebirlos; y miéntras a darle llego las nuevas de su venida, harán alto en este puesto. El ruido de los coches, si es que reparáis en ellos os dirá cuán cerca están. Si las albricias merezco de nuevas tan deseadas, de que lo mostréis es tiempo. ÍÑIGO: Perdonad, Liseno amigo, si no os pago como debo. En esta escopeta sola se ha cifrado cuanto tengo. ¡Albricias de pobre, en fin! La dádiva es como el dueño. Tomadla, y de mi creed, que a ser rey, fuera lo mesmo que de aquesta niñería, Liseno, de todo el reino.
Dale la escopeta
LISENO: Ésta estimo yo en el alma, como de tal caballero; y adiós, que llega Matilde.
Vase con el CRIADO
ÍÑIGO: Gallardo, ¿qué dices de esto? GALLARDO: Que estamos sin arcabuz, y seguros los conejos. ÍÑIGO: ¡Bueno es que en eso repares, cuando loco de contento, por la nueva de tal dicha, habías de hacer extremos! ¡Cielos, Matilde está libre! En fe del gozo que muestro, sacad el aparador que honra vuestro firmamento. Sol hermoso, ya Matilde es princesa de Salerno; entapizad de brocados aquestos montes soberbios. Luna, Matilde venció. Estrellas, signos soberbios, hoy Matilde entra triunfando; coronadle los cabellos. Elementos, haced todos, pues que sois invencioneros, fiestas a Matilde hermosa. Luminarias ponga el fuego, Vierta agua rosada el agua, tienda tapetes el suelo, aves, dadle el parabién, peces, romped el silencio. Sol, estrellas, luna, signos, montes, valles, elementos, peces, aves, brutos, plantas, ríos, lagos, mares, puertos, todos interesáis lo que intereso, y todos no igualáis a mi contento.
Vase don ÍÑIGO
GALLARDO: ¡Cielos! Don Íñigo ha dado la escopeta, y no tenemos qué comer sino tiráis estrellas a los conejos. Sol, don Íñigo está loco; pues sois luz, buscadle el seso, no le deje abuenas noches, que--¡vive Dios!--que lo temo. Luna, en sus cascos vivís. Cuatro cuartos por lo menos tenéis, dadnos otros tantos de ración, o ayunarémos. Estrellas, planetas, signos, ¿qué diablos os hemos hecho para influír en nosotros amores y no dineros? Aves, decidle a mi amo que sustentarle no puedo con botones y palillos, si en albricias los da luego. Peces, entraos por mi casa q aunque en carnal, comeremos pescado, como Vitorios, aunque os volváis abadejo. Brutos, aunque brutos sois, más lo es quien dio sin seso un arcabuz, que servía al hambre de despensero. Sol, estrellas, luna, signos, montes, valles, elementos, peces, aves, brutos, plantas, hambres, juros y reniegos, todos diréis conmigo que a tal tiempo quien la escopeta dio, o es loco o necio.
Vase GALLARDO. Salen PRÓSPERO, el DUQUE de Rojano, y MATILDE, bizárramente vestida con la pluma de PRÓSPERO en la cabeza, y ACOMPAÑAMIENTO
DUQUE: Aquí habemos de esperar mientras al rey dan aviso. PRÓSPERO: Gracias al cielo, que quiso a luz, princesa, sacar vuestra justicia; y la suerte que en veros restituída, mi esperanza agradecida en fe de mi amor advierte... MATILDE: Creed que en el alma tengo vuestras palabras impresas, y que de vuestras promesas agradecida, prevengo paga igual a vuestro amor, sin que os quede a deber nada. PRÓSPERO: En la desgracia pasada no fue bastante el rigor del rey, ni el veros ausente con dehonra tan notoria, a que amor en mi memoria no os adorase presente. Esta banda que me distes animando mi esperanza, dirá si hubo en mi mudanza. MATILDE: Andante firme anduvistes; pero en esto no presuma vuestro amor ser preferido; que yo, como no he adquirido de vos más que aquesta pluma, aunque mis joyas perdí mi hacienda, gusto y estado, en su valor he cifrado la fe que en vos conocí. PRÓSPERO: ¿Según eso, el rey tendrá el sí que espera de vos, desposándonos los dos? MATILDE: El rey es cuerdo, y verá que siéndole yo obediente, y haciéndoos tanto favor, es justo que a vuestro amor pague mi amor igualmente. DUQUE: Admirable recreación en otro tiempo sería esta quinta, prima mía, y cáusame compasión el verla asolada ansí. MATILDE: Mayor, duque, la tendréis, si a su dueño conocéis, pobre y retirado aquí por mi causa. DUQUE: ¿Cómo es eso? MATILDE: Lo que le debo os dijera si en persona no viniera, loco te mi buen suceso.
Salen don ÍÑIGO y GALLARDO
ÍÑIGO: Bien creeréis, señora mía, que en celebrar esta nueva nadie ventaja me lleva y aunque, en fe de esto, podía hacer exageraciones. Hable mi silencio aquí; que ya vos sabéis de mí que soy corto de razones. MATILDE: Ya yo sé que en vos se cifra más valor que encarecéis, y que en las manos tenéis la lengua, que habla por cifra. Fernando, el rey mi señor, don Íñigo, envía por mí; que quiere, honrándome ansí, trocar iras en amor. Y en prueba de esto, pretende darme esposo de su mano. Lo mucho que en éste gano, colíjalo quien me entiende. Pero sin vos, no me atrevo, don Íñigo, a desposarme; ni yo, si no vais a honrarme, podré pagar lo que os debo. Si vuestro amor me, respeta, en Nápoles os aguardo. ÍÑIGO: ¿Cómo?
Dice aparte a GALLARDO
¿Qué es esto, Gallardo? GALLARDO: (Las balas de la escopeta.) Aparte ÍÑIGO: ¡Que a casaros vais, señora! (¡Ay, ingratos desengaños!) Aparte ¿Con quién? MATILDE: Con quien muchos años ha que me sirve y adora. Su firmeza a premiar vengo. ÍÑIGO: ¿Podré yo quién es saber? MATILDE: Mirad vos quién puede ser de los que presentes tengo. PRÓSPERO: Don Íñigo, el rey conoce lo que a la orincesa quiero, y el mismo ha sido el tercero para que su mano goce. Si me honra vuestro valor, fuerza es que cumplido sea... fuera de que el rey desea veros y haceros favor. ÍÑIGO: (¡ Harto bien mi amor despacha! Aparte ¡Que esto escucho! ¡Que esto he visto! ¡Cielos!)
GALLARDO habla aparte a don ÍÑIGO
GALLARDO: ¡Oh! ¡Cuerpo de Cristo! ¡Con la princesa borracha! ¡Voto a Dios que es una puerca! ÍÑIGO: Calla, y déjame. GALLARDO. Ya callo.
Sale LAURINO
LAURINO: Señores, alto a caballo, que tenemos al rey cerca. MATILDE: Vamos pues. ÍÑIGO: (¡Amor injusto! Aparte ¡Al fin tirano, al fin ciego, al fin...!) MATILDE: Haced lo que os ruego, si os preciáis de darme gusto, y quedaos, Íñigo, a Dios... ÍÑIGO: (¡Qué hasta esto quiera obligarme!) Aparte MATILDE: ...porque no pienso casarme --¿entendéis esto?--sin vos.
Vase con su ACOMPAÑAMIENTO
GALLARDO: ¡Mas que nunca Dios la dé salud, ni trapo en que la ate! ÍÑIGO: ¡Que ansí Matilde me trate! ¡Que ansí se premie mi fe! ¡Cielos! ¡Tantos beneficios, tantos días de firmeza, gastada tanta riqueza, perdidos tantos servicios! ¡Mi hacienda y casa encendida, mal pagados mis empleos, mal premiados mis deseos! GALLARDO: ¡Y la escopeta perdida! ÍÑIGO: ¡A tantas obligaciones ingrata! ¿Y con vida yo? GALLARDO: Por Dios, que se le soltó gentil gato de doblones! ¡Bien nos remedió a los dos! ÍÑIGO: ¡Que a su boda ha de llevarme!
Remedando
GALLARDO: "Sí, que no pienso casarme --¿entendéis esto?--sin vos. ÍÑIGO: ¡Con un hombre, todo viento, todo plumas y palabras, te casas, y estatuas labras al desagradecimiento! ¡Con quien en la adversidad tan corto y avaro fue, que te vio salir a pie, y en prueba de su crueldad, a darte no se comide el socorro limitado del pobre mas desdichado que de puerta en puerta pide! ¡Un hombre, un mozo siquiera, que asegurara tu honor! GALLARDO: Un borrico de aguador, en que fueses caballera. ÍÑIGO: ¿Y a quien con voluntad tanta su pobre casa te dio...? GALLARDO: ¿Y en una tabla durmió, con medio tapiz por manta...? ÍÑIGO: ¿A mi amor tan verdadero, que a hacer por ti se dispuso...? GALLARDO: ¿Contra la costumbre y uso, a un lacayo botonero...? ÍÑIGO: ¡Cosas indignas, en fin, de mi nobleza y valor....! GALLARDO: ¡Yendo a pata mi señor, delante de tu rocín...! ÍÑIGO: ¿Pagas con dejar burlada mi fe, y os casáis los dos? ¿Tú eres noble? GALLARDO: ¡Vive Dios, que es una desvergonzada, y que no tiene conciencia; y si es mujer, salga aquí! ÍÑIGO: ¡Y que me mandes ansí, porque muera en tu presencia, hallarme en tu boda! GALLARDO: ¡Vos sois tan gentil Amadís, que iredes allá! ¿Advertís? ÍÑIGO: Pues, ingrata, vive Dios, que ha de ver la corte toda, a costa se mi quietud, mi amor y tu ingratitud. Hallarme tengo a tu boda, y muriendo de esta suerte, seremos con nombre igual, yo hasta la muerte leal y tú ingrata hasta la muerte.
Vase don ÍÑIGO
GALLARDO: Pues no ha de quedar por mí. Vaya, en este trance fiero, la soga tras el caldero. Soga soy. Ya voy tras ti. Muramos juntos los dos contigo quiero enterrarme, porque "yo no he de casarme --¿entendéis esto?--sin vos."
Vase GALLARDO. Salen el REY, el DUQUE de Rojano, MATILDE, PRÓSPERO y ACOMPAÑaMIENTO
REY: Princesa, toda mi corte de veros venir se alegra, a pesar de desleales, triunfando vuestra inocencia. Si engañado os castigué, con haceros hoy condesa de Valdeflor satisfago mi rigor y vuestras penas. Princesa y condesa sois. MATILDE: Esclava de vuestra alteza es el blasón mas ilustre que mi dicha estima y precia. REY: Duque, de vuestra lealtad habéis dado nobles muestras, y es razón, pues me servís, que salga yo de esta deuda a mi hermana os prometía quien, falseando mi letra, en fe de que todo es falso. Por mí os pidió la cabeza de vuestra inocente prima; pero yo que la nobleza de vuestra sangre conozco, he de cumplir su promesa. Esposo sois de la infanta. DUQUE: Si ansí vuestra alteza premia propósitos de servirle, ejecutados, ¿qué hiciera? Con sus pies honro mis labios.
Salen don INIG0 y GALLARDO. Hablan los dos retirados
GALLARDO: Dios ponga tiento en tu lengua. ÍÑIGO: A lo menos con mi vida, que ya mi muerte se acerca, quedaré libre de engaños y Matilde satisfecha. MATILDE: (¡Cielos! Don Íñigo es éste. Aparte Amor, bastan tantas pruebas. Prevenid a su lealtad coronas que sean eternas.) REY: Princesa, el conde de Anjou poderoso, dicen que entra contra mí, es necesario salir luego a la defensa. El príncipe de Taranto ha de ser en esta guerra mi capitán general y no dudo que la venza si agora le dais la mano; que amor que esperanzas premia, cuando con Marte se junta, la vitoria tiene cierta. Hacedme a mí este servicio. MATILDE: Corriendo por vuestra cuenta, Gran señor, mi ser y vida, obedeceros es fuerza.... ÍÑIGO: (¡Ay cielos!) Aparte GALLARDO: (¡Aquí fue Troya!) Aparte MATILDE: ...pero, pues que vuestra alteza servirle en esto me manda, y compara la experiencia a la muerte un casamiento, pues en fe de esta evidencia, los muertos y los casados son solos los que se velan, vuestra alteza aquí primero ha de ajustar ciertas cuentas, que están muy enmarañadas. REY: ¿Qué enigma es ése, princesa? MATILDE: Es un pleito de acreedores; mas dígame vuestra alteza ¿la satisfaccion no manda pagar en la especie mesma? REY: La que es rigurosa, sí. MATILDE: Luego, ¿es fuerza que quien deba palabras, pague en palabras, y obras en obras? REY: Es fuerza. MATILDE: Pues, príncipe de Taranto, yo que soy deudora vuestra de palabras y de plumas, razón es que os pague en ellas. En mi fortuna dichosa me obligastes con promesas; solo en palabras librastes vuestra aficion en la adversa; y ansí, en palabras os pago; y porque no sé que tenga, si no es sola aquesta pluma, de vuestro amor leve prenda, restituyéndoosla agora, quiero que Nápoles vea...
Quítase la pluma del tocado y dásela
...que os pago con igualdad, y salgo de aquesta deuda. Agora falta que pague obras que mi amor empeñan y dé por deuda pedida quien de mi olvido se queja.
Dirígese a don ÍÑIGO, y le presente al REY
Don Iñigo es, señor, éste, que viene ante vuestra alteza a hacer en mi ejecución, y pretende sacar prendas. Tres años ha que es ejemplo de valor y de firmeza, siendo su amor todo manos, si el príncipe todo lenguas. Tres veces me dio la vida; y es bien, pues es dueño de ella, que tome su posesión; y premiando su nobleza, en su favor sentenciéis a que yo su esposa sea. REY: Quien tan bien, Matilde, paga, bien es que crédito tenga sobre mi reino y corona, y que don Íñigo adquiera lo que es suyo de derecho. ÍÑIGO: Déme los piés vuestra alteza, y eche la culpa a mi amor de que de este modo venga.
Aquí debe aparecer SIRENA en el fondo del teatro
REY: Dadle a Matilde la mano; y pues hoy se pagan deudas, y en los reyes las palabras de obras firmes tienen fuerza, la que le ha dado mi amor a vuestra hermana Sirena quiero yo también pagar. Mi esposa es, y vuestra reina. ÍÑIGO: Todo el bien me viene junto, GALLARDO: ¡Oh bien perdida escopeta! ¡Oh bien perdidos botones! ¡Oh bien abrasada hacienda!
Sale SIRENA
SIRENA: Gran señor, pues mi ventura a vuestra real mano llega, cuando no es merecedora de los pies que humilde besa, y hoy pagan sus deudas todos, Laura está sin culpa presa, a cuya causa atribuyo lo que mi suerte interesa. No he de ser yo sola ingrata. REY: A mi gracia Laura vuelva, y si Próspero es su esposo, la haré del Ferro marquesa. PRÓSPERO: Por su intercesor os puse, gran señor, y si desprecia mi dicha tanta merced, han de decir en mi afrent que no soy más que palabras. SIRENA: Humilde a vuestra presencia a besaros los pies sale.
Sale LAURA
MATILDE: Pues yo, gran señor, merezca el perdón para su hermano. REY: Como salga de mi tierra, se le concedo por vos.
A don ÍÑIGO
GALLARDO: Y mis botones, ¿se quedan sin pagar, cobrando todos? ÍÑIGO: Gallardo, la quinta mesma de mis grandezas teatro, con fábrica insigne y nueva, en labrándola, será tuya. GALLARDO: ¿Y qué he de hacer en ella sin dineros? ÍÑIGO: Gozarásla con mil ducados de renta. GALLARDO: ¡Harto habrá para palillos! REY: Vamos, y ordénense fiestas que nuestras bodas serán en dando fin a esta guerra. ÍÑIGO: Deje palabras quien ama, que sin obras todas vuelan; porque palabras y plumas, dicen que el viento las lleva.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002