EL LABERINTO DE CRETA

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

Esta edición electrónica de EL LABERINTO DE CRETA fue preparada por Vern Williamsen en 2000 para incluirse en esta colección. La edición que tomamos como base para fijar nuestro texto es la del COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, II (Madrid, 1907), NBAE, tomo 9.


Personas que hablen en él:
Sale MINOS por la plaza sobre un carro triunfal detrás de su ejército, y en el tablado gente de recibimiento del modo que se advierte en el papel aparte, y ARIADNA y DÉDALO para recibir a MINOS
ARIADNA: Mil veces triunfes en Creta. ¡oh, padre augusto! ¡Oh, monarca! ¡Asombro de cuanto abarca la luz del mayor planeta! Mil veces huelles sujeta la redondez que ya tienes a tus plantas, pues que vienes de aquistar cuanto dilata, y otras mil. Dafnes ingrata diadema ciña a tus sienes. Honren mis labios tus pies. MINOS: o, Ariadna; no, hija mía, que eres alba de mi día y celestial tu interés. No es bien que los labios des a los pies de quien te adora, si no es que con ellos Flora, cuando me aprestas laureles, me aprisione en tus claveles, grillos ellos, tú su aurora. Creta, que en el mar del Ponto ceñida de su profundo, es lo mismo que este mundo para el torpe vicio pronto. Las veces que me remonto a ejercitar mis crueldades en tantas diversidades y naciones de su esfera, por ser tu patria me espera con todas sus cien ciudades. Cien metrópolis, presuma eternizar de edificios inmortales, pues los vicios que la habitan son sin suma. Cuanto la escama y la pluma, el aire y el agua inquieta, cuanto el monte se prometa delicioso, cuanto el valle, todo he dispuesto que se halle mejorado en nuestra Creta. Aquí nos colma Minerva el espléndido licor, que el fuego consumidor para eterna luz conserva. Aquí la caza en la hierba, la sierra sus salvajinas, y en sus entrañas las minas de los monarcas metales hechizo de los mortales y de la virtud ruinas. Aquí, aunque en término angosto, cuelgan joyeles racimos de los sarmientos opimos, oro potable en su mosto. Aquí pródigo el agosto golfos de mieses que cría ondea el viento cada día, conque airoso el Amor saco, porque sin Ceres ni Baco dicen que Venus se enfría. Éste es mi reino, éste Creta, patria de aquellos jayanes, ya Curetes ya Titanes, que mi dominio sujeta. Los que al son de la trompeta de mi voz inobediente apenas en el oriente de sus instantes primeros desnudaron los aceros contra el mismo Omnipotente. Éstos y yo hemos vencido cuanto esos golfos abrazan; en mis deleites se enlazan cuantos son, serán y han sido. Mis estampas he esculpido en los cuellos megarenses, porque triunfen los cretenses mientras el alfanje afila ingrata a su padre Scila y tiemblan los atenienses. Reinaba en Megara Niso, y en un cabello fatal fundaba el trono inmortal que perdió su poco aviso. En solo un cabello quiso que su reino eternizase el hado, y que éste imitase de la púrpura al color, el cual, cortado, al rigor caduco se sujetase. Significábase en ello la vigilancia en la fe, tan delicada que esté en lo sutil de un cabello purpúreo, encendido y bello, porque la fe, toda llama, sangre en las aras derrama, y por su conservación mil héroes dieron blasón al martirio y a la fama. Scila fue la incontinencia de Niso, hija y subcesora, y ésta, al verme, se enamora de mi hipócrita apariencia, siendo sirena el delito que en lo torpe solicito, y cuando velar le importa, ella el cabello le corta y yo la vida le quito. Conquistéle el reino luego y, como el que engaños vende al paso que sirve ofende, al mar su perfidia entrego. Ésta es el escollo ciego ................... [ -ombra] que tanto su golfo asombra, que en la estrechez siciliana es de Caribdis hermana y Scila hasta aquí se nombra. Cerqué a Atenas, cuyo estrago, a pesar de sus escuelas, dominaron mis cautelas, temblándome su Areopago deleites que alisto y pago. Vencen la filosofía, cuando en sus fuerzas se fía. Demóstenes y Solones besan, con los Salomones, los pies a mi idolatría. Conquistéla, y en tributo impongo a su rey Egeo, cuando en su trono me veo, parias que entristezca el luto. Cada año en trágico fruto han de enviarme sorteados siete mozos destinados para pasto miserable del monstruo que, formidable, vive en sitios intrincados. El Minotauro, prodigio de Pasife y aquel toro que adulteró mi decoro, Cerbero del lago Estigio. Verá apenas el vestigio de el que el laberinto ignore cuando, hambriento, le devore; pues su furor me promete siete vicios para siete mancebos que Atenas llore. Dédalo fue su inventor, que es Dédalo el artificio en que se ofusca el juicio del lascivo pecador. No me ofende a mí el error de Pasife escandaloso, antes me tiene gustoso, pues más conmigo merece aquél que más se entorpece y llega a ser más vicioso. Ésta es, vasallos, la historia de mi felice jornada. Grecia queda conquistada; Minos triunfa de su gloria. Minos, a quien la memoria dedique altares divinos, cuyos lauros peregrinos en los templos y en las plazas, si Minos dice amenazas, celebren eterno a Minos.
Sale un TUDESCO
TUDESCO: Ya que a todos desafías y monarca te blasonas, Minos, de las tres coronas que usurpan tus tiranías, yo, que en las regiones frías del Boreas postré los cuellos de sus héroes y sobre ellos de la aurora y sol trasunto su nieve y sus rayos junto en mi cara y mis cabellos; mientras al orbe restauro la libertad que le oprimes, por más que ese bosque estimes cárcel de tu Minotauro, antes que merezca el lauro que a luchar con él me obliga, porque mejor le consiga y ponga fin a tu exceso .................... [ -eso] algún cretense me diga. DÉDALO: Tudesca es la presunción de tu traje y tus blasones, república entre cantones dividida tu nación. Mas, porque presto el Grisón, por ser su soberbia mucha, hará en sacrílega lucha a la fe guerra infelice, yo, que este laberinto hice, te le he de explicar. Escucha: Aquel jirón del mundo que intitulado Grecia de fábulas y engaños dio asunto a los poetas; aquél que, dividido en infinitas sectas, monarca se blasona de la milicia y letras, cuya filosofía de errores tantos llena a idólatras patriarcas confusas dio materias, Metrópoli obedece a la facunda Atenas, alcázar de las musas, asilo de las ciencias, si bien en opiniones contrarias y diversas, filósofos alista, discípula y maestra. Allí Sócrates puso antiguas sus escuelas que con moralidades humanos vicios templan; allí Platón dio fama y nombre a su Academia, como el estagirita de la Naturaleza misterios averigua y el cínico desprecia al Macedón monarca desde su cuba estrecha. Allí, en fin, griego Apolo, hornero al mundo, deja la fama que eterniza sus versos y Uliseas, y el orador süave, Demóstenes, deleita dueño de las pasiones humanas su elocuencia. En ésta, que es mi patria, ilustre yo por ella, mi padre fue el engaño, mi madre la cautela, mi nombre el artificio que en falsas apariencias, para ofuscar virtudes blasones sutilezas, Dédalo me intitulan, sirviendo de corteza a mis cavilaciones, para que más me teman, este apellido humilde, si acaso no es que quieran, porque invente dedales, que yo Dédalo sea. De todo lo ingenioso gané palma y diadema a cuantos hasta hoy día sutiles se veneran. Yo el inventor he sido del barreno, la sierra, el cepillo, el taladro, la plomada y la regla; y hallé la glutinosa y siempre útil materia que junta los divisos mármoles y maderas; pues si el licor faltara que sus cisuras pega, ni hubiera estatuarios ni fábricas excelsas. Yo solo, en vez de plumas, al leño que navega le di en alas de lino el uso de las velas. Yo, en fin, en simulacros, para que envidia tengan los Fidias y Lisipos, a imágenes de piedra doy casi ser y vida, pues hago que se mueran, cual si hospedaran almas sus ojos y cabezas. De suerte la ignorancia por todo esto me precia, que altares me dedica y divo me celebra; mas como las liciones socráticas, que enseñan a moderar costumbres y la verdad veneran, conocen mis engaños, y que la corruptela de mis cavilaciones tantos simples despeña, juntando virtüosos a muerte me sentencian si dentro de seis días no desocupo a Grecia. Salí, en fin, desterrado, y a Minos, rey de Creta, asilo de viciosos, se acogen mis tristezas. Hallé en su patrocinio privanzas y riquezas, pues siendo él todo engaños, yo todo estratagemas, siempre la semejanza de inclinaciones fieras haciéndose acogida, se abrazan y se hospedan. Era Pasife entonces esposa y compañera de Minos, rey tartáreo, y ella de vicios reina. Pasife, que es lo mismo que vil incontinencia, lascivia desbocada, frenética torpeza, de un toro, que de Europa ser robador pudiera, o en el abril florido constelación etérea, cuya armazón diamante vio el soto en su palestra postrar rivales brutos llevándose la presa de la consorte vaca. Amor sin competencia, aun en los incapaces se apaga entre tibiezas, confusos remolinos, cuello, frente y cabeza le arrugan, afectando robusticidad bella. La piel de dos colores a manchas blanca y negra, en los efectos tigre mejor que en la apariencia. De este, pues, bruto torpe, Pasife, amante ciega, de tal modo se abrasa, con tal rigor se quema, que, monstruo de apetitos, más desatinos ceba, mirándole lasciva, que el toro pace hierbas. La corte por los campos, intempestiva, deja, gozosa con su vista, llorosa con su ausencia; celos irracionales el alma la atormentan deseando transformarse en la rival juvenca, tejiéndole guirnaldas de rosa y madreselva, a sus vaqueros manda que le coronen de ellas. Sonoras campanillas hace que le suspendan al pecho, y que le adornen collares de oro y perlas. Así se precipita la humana incontinencia, ya semejante al hombre, al bruto y a la bestia. Desesperaba modos la adúltera resuelta, piélago de imposibles, infierno de impaciencias, hasta que dos volcanes la hacen caer enferma, dentro del alma el uno, pulsando el otro venas. Contóme sus congojas, compadecíme de ellas. Labré una hermosa vaca, que fue la copia mesma de la que el toro busca, con una capaz puerta del modo que el caballo que a Troya dio tragedias. Degüello, en fin, la viva, cubriendo la madera de estotra inanimada, la piel aún no bien seca, con propiedad en todo tan símil a la muerta, que el poderoso instinto de la naturaleza venció en el toro el arte, pues brama sólo en verla, maromas despedaza y encierros atropella. Entró entonces Pasife, y de la junta horrenda de tan bestial consorcio, el torpe amor engendra al Minotauro infame en cuyo cuerpo median lo irracional y humano, casi hombre y casi fiera. Nació el bastardo monstruo, nació en él la blasfemia de tantos heresiarcas contra la fe y la iglesia, hijo, como este bruto, del vicio que sin rienda por ensanchar lascivias los rayos del sol niegan. Temblaron los mortales, porque la voraz bestia destruye poblaciones, abrasa cuanto encuentra. Mandóme entonces Minos que, de mis agudezas, se valga el artificio para que al monstruo prenda, y yo, por que segura de él viva nuestra Creta, un laberinto formo con infinitas sendas de calles enlazadas, de marañosas selvas, de verdes descaminos que en medio el bruto de ellas, por más que a la salida le buscan leves vueltas, al paso que más andan más míseros se enredan. Aquí los condenados, sirviéndole de presa, primero su muerte hallan que la imposible puerta; aquí cada año llora la tributaria Atenas siete mancebos suyos que al hambre brutal pechan, señal de que si el sabio al vil deleite entrega la libertad del alma, inútiles sus ciencias, padece confusiones de míseras tinieblas a manos de aquel monstruo que el Caos eterno encierra. Cualquier desesperado que, por mostrar sus fuerzas, con este error del mundo inadvertido se entra por nuestro Laberinto, en fe de su soberbia, sirviéndole de pasto a muerte se condena; y ya que tan dichoso en esto alguno sea que célebre, le rinda y tanto se prometa, puesto que en los mortales es bárbara quimera pensar que se halle hazaña que postre su fiereza, como en lo marañoso de tanto árbol y selva se le imposibilita la libertad y puerta, errante por sus lazos, forzoso es que perezca en el estéril sitio, o de hambre o de impaciencia. Ésta es toda la historia, tudesco, que deseas saber, si tu arrogancia valiente persevera. Éste es el laberinto, su entrada mortal ésa. Su centro habita el monstruo. Con él venturas prueba, mas mira lo que haces, que si una vez te enredas, muriendo no hay librarte, por más que te arrepientas. TUDESCO: Por más que hiperbolices, por más que me encarezcas peligros fabulosos que te ha enseñado Grecia, no puedes ser bastante a que prodigios tema quien viene de Alemania a hacer su fama eterna. Mis brazos en la lucha harán un mármol piezas, y por tus embarazos mi espada abrirá sendas. Ya, por entrar Alcides por la tartárea cueva, bostezo todo llamas de la prisión etérea, también halló salida, a su pesar, por ellas. Alcides soy segundo, mas, ¿quién mi faena altera?
Tocan un clarín. Sale el REY de Etiopía sobre un camello, como el papel lo pinta
REY: Apóstata, sacrílego del cielo, peregrina impresión que tanto subes, exhalación fantástica, en el suelo te precipitas más desde las nubes Faetón, hechura del señor de Delo, que, amotinando angélicos querubes, por presumir aleves desatinos del averno dragón, te llaman Minos. Yo, el rey de la Etiopía, que aparente sólo construyo en montes de la luna, de donde el Nilo nace en la eminente pirámide que al sol sirve coluna, y de sus plumas coronó mi frente el pájaro prodigio cuya cuna sepulcro, atrio, sala y parasismo es Oriente y Ocaso de sí mismo. Yo, que al bruto jayán, cuyas espaldas sirven de pedestal a los castillos, que bélicos abaten las guirnaldas de los muros, si llego a combatillos, y entre rubíes, diamantes y esmeraldas atesoro el marfil de sus colmillos y esquivo de sus últimos encierros a montones la plata, el oro a cerros. Yo, en fin, de quien el sol está envidioso y cada vez que de su carro augusto rayos fulmina su rigor fogoso, al ébano vital siempre robusto trocara, si pudiera, el luminoso y dorado esplendor por el adusto color que baja mi abrasada esfera, porque etíope al sol el mundo hubiera. Yo la conquista de tu Creta elijo, de tu infiel laberinto yo el destrozo; su infernal Minotauro entre el prolijo, caos morirá en confuso calabozo. De Salomón y de Sabá soy hijo; Jerusalén, en el festivo gozo, conque asombró a mi madre aquel rey sabio, tálamo fue de su amoroso agravio. A Etiopía ilustró su descendencia, la ley de su Moisén hemos guardado hasta que, humana ya la omnipotencia del verbo Dios, pasible aunque increado, llegó a nuestra noticia su clemencia cuando Felipe, apóstol consagrado, porque mi reino a todos se anticipe, bautizó en Palestina a otro Felipe. Candaces, reina, es la primer cristiana que merecieron ver los abisinos; hijo soy suyo y, pues que Dios se humana, postrara en su fe tus desatinos. Ya, apóstata precito, la tirana confusión pereció; ya, infernal Minos, no han de oprimir los hombres tus venenos; Minos te llamas, ya has venido a menos. MINOS: Oh, prosapia de Cam, de Dios maldita, aborto de la noche, todo sombra, del cafre descendiente y trogoldita indigno que a mis pies sirvas de alfombra, entra en el laberinto, solicita la muerte al monstruo, si es que no te asombra su formidable forma. Entra en las redes, por que en sus lazos castigado quedes. REY: Espera, basilisco del infierno, que no te han de valer tus artificios. Teseo viene y es monarca eterno que te arroje a inmortales precipicios. MINOS: Deleite del amor lascivo y tierno, engolfadle en la selva de mis vicios. REY: ¿A él blasfemias? ¡Oh, dragón cobarde! MINOS: Vendrá Teseo a redimirte tarde.
Vanse todos y sale RISEL, rústico y gracioso
RISEL: Ellos deben de cuidar que es barro esto de morir. ¡Qué hobiese yo de salir, entre tantos, a pagar al tarascón el tributo, que esta tierra le promete! ¡Que fuese yo de los siete! ¡Ay, mi rucio! Poneos luto de hoy más por vueso Risel, que ya no vos llevará arre acá ni arre acullá al monte ni al alcacel.
Sale FILENO
FILENO: Ánimo, pues que la suerte te cupo y lo quiere Dios. RISEL: ¿Tendredes ánimo vos para el sorbo de la muerte? ¡Pardiez que es linda frema con que animáis mi desmayo! Diz que un hombre con su sayo, con su cáscara y su yema se mama el diablo novillo, y tal vez al que le toca se le cuela por la boca todo entero hasta el portillo. FILENO: El Minotauro es voraz. RISEL: ¿El vino-en-tarros ha nombre? Y decid, si llega el hombre y le habla homilde y de paz, con reverencia y mesura, ¿será tan desacatado que le coma? FILENO: Hanle cebado con toda humana criatura; lo que de hombre participas será su manjar y empleo. RISEL: Yo os voto al sol, si me veo una vez dentro sus tripas y el estuémago le escarbo, que en llegándome a sorber más le tengo de valer que seis libras de ruibarbo. Dejadme entrar allá dentro. FILENO: Pues ¿has de vivir comido? RISEL: ¿Por qué no? ¿Vos no heis leído que saliéndole al encuentro a un hombre sin más ni más cuando hueron a arrojarle se le tragó sin liscarle la ballena de Juan Bras? FILENO: Ésa fue una maravilla que usó Dios con su profeta. RISEL: Dejad vos que allá me meta y veredes la rencilla que el vientre conmigo tien; Fileno, yo os juro a un canto, que no han de armar preito tanto dos suegras y un escribén. Pero habrando ahora en juicio, decid, ¿no huera mijor que el reye, nueso señor, llevara a ese sacrificio, sin dar a su corte quejas, las viejas que en ella están? ¿Para qué diabros serán buenas, Fileno, las viejas? Lleve a un sastre mal ladrón que en la cruz de su tijera colgado aplique en la fiera las tripas para el pendón; a un tabernero que imite al signo Acuario mojado, porque tragándole aguado la tarasca le vomite; a un mesonero barriga que venda el gato por liebre y las sisas del pesebre mos pague vuelto en boñiga; pero ¿a un pobre labrador, habiendo tantas mujeres? FILENO: Risel, por tu patria mueres. RISEL: Moríos vos, consolador. FILENO: El Laberinto de Creta nos fuerza a tanta injusticia como ves. RISEL: El avaricia decrépita no se meta en hornos que el vino-en-tarros sin más ni más nos meriende. FILENO: Ya el mar, que el zafir extiende por campos de sol bizarros, nos ha ofrecido a la vista de Creta la injusta playa. RISEL: El Dimuño que allá vaya. FILENO: Si Teseo la conquista y a Minos llega a vencer, ¿de qué es tu necio temor? RISEL: De vino-en-tarros, señor, que a ser vino de beber no temiera los desgarros de su selva y laberinto; más leche, y no branco y tinto, es lo que se bebe en tarros; vino-en-tarros y avaricia decrépita es quien me aprieta. FILENO: Del Laberinto de Creta destrozará la malicia.
Dentro
VOCES: ¡Tierra! ¡Tierra! TESEO: Echa el batel. RISEL: Tierra dicen, hoy me entierran si en vino-en-tarros me encierran. FILENO: Ánimo, y adiós, Risel. RISEL: Luego ¿a Atenas os tornáis? FILENO: Aguárdanme sus vecinos. RISEL: ¿Y en poder de tarros vinos sin más cuita me dejáis, sin más arte ni más parte? FILENO: Dispónelo el hado ansí. ¿Qué quieres que haga por ti? RISEL: El que le deis de mi parte al mi rucio aqueste abrazo, al mi caro compañero. FILENO: ¿A un jumento? ¡Anda, grosero! RISEL: Diréisle que llegó el prazo del su Risel, ¡ah, mezquino!
Llorando
pero si una vez me escurro... FILENO: ¿Estás loco? RISEL: Estoy sin burro, que es peor. FILENO: ¡Qué desatino! RISEL: Como no le heis conocido no lloráis cual yo le lloro, que era como un pino de oro; jumento más entendido no le tuvo Grecia. FILENO: Acaba. RISEL: ¿Cuidas que miento? Decían que las burras le entendían cuantas veces rebuznaba, pues la vez que caminaba tan cuerdo hué de día en día, que siempre en todo caía o al de menos trompicaba. Pues ¿sofrido? No hube her, por más palos que le diese, que se enojase o corriese, que él nunca supo correr; pues si acaso algún rocín le guizgaba de repente, le asentaba entre la frente las virillas del chapín. Estas gracias y más tien, que es mi rucio sin segundo. Decid que vo allotro mundo y que haga por mi alma bien; que para que me conorte, cuando al infierno me parta, le enviaré de allá una carta con un celemin de porte; que en mi lugar quedáis vos, y que os lleve por los barros, y que, en fin, del vino-en-tarros le libre el cielo, y adiós.
Dentro
TESEO: ¡Alto! A tierra, mis soldados. FILENO: No temas, que este es Teseo, y ya triunfante le veo de los bosques intrincados. RISEL: Al mi rucio--¡hao!--lo primero y que de él me acordaré cuando en la caldera esté del señor Pero Botero.
Vanse. Sale ARIADNA sola
ARIADNA: Isla, que en tanto destierro prendes a tus naturales y con grillos de cristales sabes suplir los de hierro; de deleites infinitos abundas que nos enlacen, mas--¡ay!--que no satisfacen del todo los apetitos; experiencia de ellos hago y advierto en su desazón lo amargo en la posesión y en el hambre el empalago. ¿Qué importa que diferentes conviden a la ignorancia si les falta la sustancia y todos son aparentes? Minos, tirano, me nombra hija suya, y soy su esclava. Dichosa yo cuando andaba gozando de en sombra en sombra los amorosos sesteos de las fuentes y los prados, sin pensiones de cuidados, sin asaltos de deseos, que la presunción humana remite a la vanidad. Mi nombre era voluntad, sin ella soy Ariadna. En esta prisión prolija quiere el tirano que sea, porque crüel me posea, al tiempo que esclava su hija. Apoderóse de mí, y soy en mi adversidad voluntad sin voluntad, pues vivo sin ella aquí.
Sale FLORISO
FLORISO: Si, inquietando soledades aumentas, señora mía, tus tristezas de día en día y ansias a penas añades, ¿qué esperas mientras que llora prisiones tu adversidad sino que en tu tierna edad juntes tu ocaso a tu aurora? Pues lo crees y al sol deseas, que humanando resplandores facilite tus amores y a la sombra su luz veas, durmiendo a la protección de ese olmo alivian congojas, huecos que adulan las hojas de sus llamas pabellón. Yo le aceché que salía de la embarcación cansado Narciso, que enamorado se miró a esa fuente fría donde los rubios cabellos sus cristales perfilaban y aquí sólo le dejaban sus siervos, porque sin ellos templase a la sed la calma, y cuando al agua llegó los labios, luego la halló en dos búcaros con alma; al besarlos se reía la fuente que los copiaba, y como el rostro bañaba, juzgué que el sol se ponía, porque empezó a oscurecerse la comarcana región, que no hay mucha distinción entre el dormirse y ponerse.
Descúbrese TESEO durmiendo, como dicen los versos
Juzga, si en sueños abrasa y a cierra ojos da la muerte, qué ha de hacer cuando despierte, que yo doy la vuelta a casa.
Vase FLORISO
ARIADNA: ¡Qué poco lo encareciste en comparación tan baja! Concédale la ventaja el que de oro cumbres viste. ¡Ay, cielos! En él asiste no sé qué oculta deidad con toda la actividad que obstenta naturaleza. Océano es de belleza que se atreve a inmensidad. Más es que amor el que admito y el que adorarle me induce, que éste limpiezas produce y el otro engendra apetito. Abrásome sin delito y al paso que más le veo más honesta me recreo. ¿Qué será, si no es amor, un ardor que sin ardor es deseo sin deseo? Átomos de aljófar suda y en rayos que al viento extiende sol de sí mismo se enciende. ¡Ay Dios! Si abrasarse duda, compasión, démosle ayuda, no nos usurpen las flores en tan pródigos favores dichas que dan al verterlas. ..................... [ -erlas] ..................... [ -ores].
Llega a enjugarle con un lienzo el sudor, y TESEO despierta
TESEO: ¡Oh selvas que de engañar ponéis escuela al fingir, que avaras sois al cumplir, qué pródigas al pintar!
Ve a ARIADNA, levántase y cógela las manos
¡Ay, cielos! si esto es soñar, nunca el Amor me despierte. ARIADNA: No me toques, si perderte no intentas, joven hermoso, que cuanto más presuroso más te acercas a la muerte. Cuanto ves en mí es engaño, hechizos cuanto en mí admiras, un monstruo soy de mentiras, áspid que en flor cubre el daño. Huye, peregrino extraño, Circe que entre esta aspereza vendiendo falsa belleza son las frutas de Segor, dentro ceniza y horror y hermosas en la corteza. TESEO: Dices, Ariadna, verdad. Si yo no te conociera, si limpio mi amor no fuera, huyera de tu beldad. ¡Ay, humana voluntad! ¿Qué bárbaro desvarío del conocimiento mío te aparta? Hízote señora la Omnipotencia criadora de ti mesma y tu albedrío. Rindióte la torpe llama al basilisco de Creta, que esclava vil te sujeta cuando hija suya te llama. La ponzoña que derrrama su tiranía infernal te tiene, mi Ariadna, tal, y tal mis ojos te ven, que te hallas mal con el bien y juzgas por bien el mal. Desde el trono regio y sumo de mi padre descendí, Ariadna ingrata, por ti, y en tus brazos me consumo; dejas la luz por el humo, por la infructífera arena la estación de el cielo amena, delicias de él cornucopia, y siendo voluntad propia, voluntad te hiciste ajena. ARIADNA: ¡Ay, gozo del pesar mío! Redímame tu eficacia. TESEO: Omnipotente es mi gracia; dame tu libre albedrío, que de uno y otro confío efecto tan singular que al monstruo puede postrar; pero, aunque hombre y Dios nací, quien te redimió sin ti, sin ti no te ha de salvar. ARIADNA: Eso la fe lo celebra; tenme por tuya desde hoy, mi libre albedrío te doy, hilo es que el pecado quiebra.
Dale un ovillo de cordones de seda en- carnada
Pero en tus manos la hebra de aqueste ovillo indistinto en tu amante sangre tinto, aunque al Minotauro encuentres, nos sabrá librar cuando entres de su mortal laberinto. Cada uno por mitad corte esta araña en los dos, tú la gracia, que eres Dios, yo mi libre voluntad. Temo la hambrienta impiedad de Minos, dragón crüel. Ata al confuso vergel ése y lo que siendo así no te librará él a ti, tú sí a mí, por ti y por él.
Vanse. Salen MINOS, DÉDALO y otros
MINOS: ¿Nave en la plaza de guerra y en sus peñas no se ha roto? DÉDALO: Afirman que es su piloto Teseo y que ya está en tierra; y si es él ya Creta sabe que le tiembla y reconoce Neptuno. MINOS: Traerá a los doce Argonautas en la nave de la iglesia. DÉDALO: Su gobierno huracanes atropella, sin prevalecer contra ella las puertas del mismo infierno. MINOS: Habiendo yo atravesado tanto escollo en el camino, tanto del monstruo marino que ninguno se ha escapado desde el primer navegante ni ha de escaparse el postrero, ¿cómo de su golfo fiero sin romperse naufragante una nave tiene audacia de surcar su mar remoto? DÉDALO: Excepcionóla el piloto y preservóla la gracia. MINOS: ¿Cuándo? DÉDALO: En el primero instante que comenzó a navegar, y afirman que ha de quebrar con la quilla de diamante la cabeza a la serpiente, creyendo salirla al paso, para eclipsar con su ocaso la luz de su puro oriente. MINOS: Pues ¿por qué, si se cortó la materia de esa nave de aquel tronco y árbol grave que la culpa corrompió, de los naufragios de Adán no ha de tocarla ni una ola? DÉDALO: Porque es nave única y sola que de lejos nos trae pan que de Ángeles se intitula, y con dos naturalezas, entre cándidas cortezas, es Dios, y hombre la medula.
Sale TESEO
Pero--¡cielos!--el que veo, ¿no es el mismo de quien doy noticia? MINOS: ¡Temblando estoy! ¿Hombre o Dios eres, Teseo? TESEO: No eres digno tú, tirano, de que yo quién soy te diga; bien sé lo que te fatiga saber, si soy puro humano o aquel amoroso enjerto de quien tiembla tu poder y te ha de desvanecer tres veces en el desierto. Desvela tus confusiones, busca entre la densidad de tu ciega obscuridad para uno y otro razones, serás de ti mismo guerra. Cuando amor nacer me vió todo el cielo me cantó, "¡Gloria a Dios, paz a la tierra!" Di que Dios soy según esto. De un portal la choza baja trigo me escondió entre paja al hielo y la nieve expuesto. Di, pues, que el que en tanta injuria nace, tiembla, gime y llora, no es Dios, porque a Dios ignora la miseria y la penuria. Tres reyes me pagan censo postrados en el portal por Dios, por hombre y mortal, con oro, mirra e incienso; conjetura de estas parias lo que soy, mas no podrás, que hasta en ellas hallarás razones también contrarias. Porque si el incienso y oro por rey y Dios me pronuncia, mortal la mirra me anuncia, y juzgarás a desdoro que un Dios muera y necesite de mirra que le preserve y incorrupto le conserve, pues la razón no lo admite. La sangre ofreció al cuchillo de la ley mi amante llama, y quien su sangre derrama no es Dios, sino hombre sencillo. Más dudará tu temor de que Salvador me nombre, porque sin ser Dios un hombre, ¿cómo será salvador? De Herodes, rey idumeo, que a la inocencia destruye, huyendo salí, y quien huye, ni aun de hombre merece empleo; mas ¿cómo Herodes crüel, belicoso y arrogante, tembló de un desnudo infante si no halló deidad en él? ¿Cómo hambriento si es divino? ¿Quién habrá que hombre le crea, si en Canán de Galilea el agua transforma en vino? Entre estas ambigüedades y otras como ellas te ofuscas, mientras, ciego, atento buscas la luz por obscuridades. Atorméntate, homicida, verdugo tú de ti mismo, torpe, errante en el abismo de mi misteriosa vida, que enigma tuya he de ser porque te aflija y asombre, ya juzgándome puro hombre, ya Dios de inmenso poder, mientras el mundo restauro, que ya por ti es calabozo, tu laberinto destrozo y postro a tu Minotauro.
Vase
MINOS: Seguidle, vasallos míos, que un reino no admite a dos; ya sea hombre, ya sea Dios, pruebe mis rabiosos bríos, que, pues a su ser me igualo, si al monstruo llega a vencer, yo sabré hacerle poner a la vergüenza en un palo.
Vanse. Sale RISEL, temblando
RISEL: Los dimuños inventaron tantas calles y revueltas, rodeos y encrocijadas, atajos, ramblas y sendas. Zampáronme dentro el bosque, y en acuita de la puerta, sin topar con su salida, he andado más de tres leguas como jumento de noria, y después que ell hombre piensa que acaba con la espesura, cátale en el medio de ella. ¡Válgate el diabro por trampa! Devanadme esta madeja; al retortero el joicio y atili vobis la cuenda. Lo mismo heime aquí entrado que mandarme que me metan en medio de un guardainfante o de unas calzas tudescas; pues si ell hombre tiene sed, decid que hay fuente o alberca, ni aun charco en que se remoje. Ello, si habramos de veras, bella zahorí soy de agua, que pues siempre la despeñan desde las nubes abajo, no debe de ser por buena. Pero ¿qué ha de her un pobre huérfano de las tabernas, si llamando a un cuero, mama, en vez de un pezón encuentra un cabrozo o cabrahigo, o los brindis de ell arena, que es lo mismo que topar con los pechos de una dueña? Pues para matar ell hambre entrar y hallaréis la mesa en cada árbol que os convide con frutas verdes o secas. Bercebú lleve el piñón, dátil, bellota, ciruela, zarzamora, escaramujo, que he vido en toda la selva, que por más que haya espulgado nísperos, castaños, serbas, no me depare el dimoño ni aun legumbres con ser huerta. A la hé, que si encerraran a don Adán y doña Eva aquí en vez del Paraíso, que nunca doña Culebra se topara tan a mano la barbirrubia camuesa, y que, mal que les pesara, ayunaran mil cuaresmas.
Sale el MINOTAURO, como se dirá en el papel
¡Ay de mí, desmamparado! Mas hétele dónde llega el vino-en-tarros pantasma. ¡San Sansón, Santa Belerma, San Escápame de aquí! ¡San Sastre! ¿qué has dicho lengua? Pídele al cielo perdón, que sastre y santo es blasfemia. De hombre tiene la fachada y de toro la zaguera; el dimuño que pintase dos feguras tan diversas. De hueso trae los bigotes, alquiladle la madera para saleros de bodas, que no os faltará pimienta. Llamas por ellos vomita, y hué boba empertinencía, que toda armazón ganchosa del modo que injuria quema. Estas matas me agazapen. ¡Vióme! Rematamos cuentas. La cara hacia mí emberrincha. Transfórmeme Dios en suegra, que en peligros semejantes, por lo rezongoña y vieja, huirá de su vista un toro sin que el diablo la acometa. ¡Jesucristo, y cómo escarba!
Escarba
Yo jamás, señora bestia, habré mal del vino-en-tarros
De rodillas
ni contra su monstruencia dije chas ni mus jamás. Ansí, si es que tiene llenas de limpio trigo los silos de ambos vinos la bodega, chero decir branco y tinto, en catorce años no llueva, porque no se mos ahorque, y a gusto suyo lo venda. Ansí no acierte a su casa la ejecución en las deudas, el huego de las vecinas, ni en sus sembrados la piedra que en otros se desayune; porque si una vez me almuerza, y no le echan veinte gaitas, soy de sustancia indigesta. Zámpese un médico a mula, comeráse en una pieza treinta hespitales de viudas en virtud de sus recetas. Cómase a un pesquisidor, pero a este triste no--¡ahuera!-- que no le dejará entrañas, porque a todos mos las lleva.
Acométele y huye por el tablado, y luego anda alrededor de un árbol que ha de haber, y el monstruo tras él dando golpes en el tronco
¡Ay, que acomete a ojalarme! Esta encina me defienda. ¡Zape, ahí me las den todas! ¡Andarlo a la retortera! Veremos, pues, si jugamos los dos la gallina ciega, cuál, andando a la tahona, de los dos sabe más tretas.
Dentro
FLORISO: Aquí, Teseo divino, el Minotauro se encierra; redímannos tus hazañas de tan formidable fiera.
Vase el MINOTAURO
RISEL: Ancia allá las patas guía. Vaya muy enhorabuena y ciégale Sant Antón la vez que por acá vuelva. Mucho sudo, y no es almizcle.
Sale FLORISO
FLORISO: Hoy el mundo se remedia. ¿Quién eres? RISEL: ¿Quién lo pescuda? FLORISO: La esperanza. RISEL: Tarde llega, que ya yo he desesperado; vuesasté se harte de hierba, pues es verde la esperanza y serálo de las bestias. FLORISO: ¿Qué temes? RISEL: Ya está temido. FLORISO: Del laberinto de Creta saldrás hoy. RISEL: Pues ¿por dó salen dell avaricia discreta? FLORISO: Triunfará del Minotauro nuestro Teseo. RISEL: No creiga que cuando le despachare que a mí sus dichas me quepan. FLORISO: ¿Por qué? RISEL: Porque, pues, jamás las buenas suertes me aciertan. FLORISO: ¿Qué dices? RISEL: Las letanías. FLORISO: Ponte a mi lado, no temas. RISEL: ¿Si se hallare en todo ell orbe quien más desdichado sea que yo? FLORISO: ¿Tiemblas? RISEL: Tiemblo y sudo. Olerásme si te acercas. ¿Quieres ver cuán venturoso soy? Pues escucha. Una siesta soñaba que me había hallado un bolsón y dos talegas de doblones de a dos caras, tendidos sobre una mesa, y cuando empiezo a contarlos, al instante me despiertan, dejándome de la galla sin permitirme siquiera que entre sueños recrease mis sentidos con su cuenta. Soñé otra vez que me daban, sacándome a la vergüenza por las calles de mi villa, cuatrocientos de la penca. Iba yo, carivinagre, llorado de verduleras entre escribas y envarados, las espaldas berengenas, y a cada "esta es la josticia" me pespuntaba el gurrea los ribetes, cuatro a cuatro, cual le dé Dios la manteca. Consideren, pues, qué tal iría mi reverencia que--¡vive Dios!--que escocían como si huesen de veras; pues fué mi ventura tal, para que envidia me tengas, que hasta el último pencazo no desperté; de manera que cuando sueño doblones, al primero me recuerdan, y cuando azotes, me obligan que hasta el cuatrocientos duerma. ¿Hay bestia más desdichada?
Sale TESEO luchando con el monstruo
TESEO: No hay al poder resistencia de mi brazo, que es divino. Monstruo torpe, las cavernas infernales te sepulten.
Cae el MINOTAURO, húndese y salen llamas, y éntrase TESEO
FLORISO: Victoria, amorosa iglesia; entonadle epitalamios mientras al tálamo llega teñidas las vestiduras de la sangre que en la guerra, por redimir vuestros hijos, derramaron dichas muestras.
Sale TESEO y todos los que pudieren
TESEO: Emprended fuego, mis fieles, a ese laberinto y selva de deleites y lascivias, de errores y de blasfemias. Mi fe sea inquisidora, pues a los herejes quema, esparza el viento cenizas que contaminan la tierra, y seguidme adonde todos, en delicias siempre amenas, mis triunfos gocéis conmigo. FLORISO: ¡Viva edades sempiternas Teseo, nuestro monarca! RISEL: Viva, y siéntese a la diestra por los siglos de los siglos de su misma omnipotencia.
Éntranse, con música, y quedan FLORISO y RISEL
FLORISO: ¿Qué juzgas de esta victoria? RISEL: Que parece que la sueñan los temblores que aún me duran, que si me llamó mi aldea el recelo hasta este punto, ya es bien que aquel nombre pierda y el regocijo me llamen, pues me hace el alma gambetas.
Tocan dentro
FLORISO: Oye, pues, de sus victorias la música sacra y regia. RISEL: ¿Qué son éstas? FLORISO: Chirimías. RISEL: Pues ¿porqué no chirinuesas? FLORISO: Porque son de la esperanza cuando a posesiones llega.
Aparece TESEO en lo alto y el altar y cordero como se dice en el papel
TESEO: Carísimos alumnos del bautismo que en púrpura y cristal de mi costado ve engendrados quedáis conmigo mismo unidos al amor que os ha enlazado, del laberinto vil del torpe abismo a costa de mi sangre os he librado. Oíd de mis fierezas el empleo, por que sepáis quién es vuestro Teseo. Rey de Atenas intitulan a mi padre, Dios inmenso, porque en Atenas reinaron las ciencias del universo. Y como soy de mi padre la eterna sapiencia, el verbo, y el acto de intelección que de su mente procedo, a Atenas me dan por patria, esto es al entendimiento que de la sabiduría es potencia y es sujeto. Teseo tengo por nombre, que si en Grecia Dios y theos es lo mismo sincopado, ser theos lo que Theseo. Que Egeo se llama afirman a quien mi humano ser debo, pues que egere es el ser pobre, y yo de pobre me precio. Después que a ser hombre vine, y lo fui con tanto extremo que, las fieras en los montes conocen su alojamiento, los pájaros en sus nidos y el hijo del hombre, siendo de la Omnipotencia hijo, no tuvo dónde en el suelo la cabeza reclinase, porque el ser pobre apetezco. La rebelde Sinagoga, que de madre se me ha vuelto madrastra y supersticiosa Medea es de encantamentos, ingrata me ha perseguido, como dirá el menosprecio que hicieron de mi doctrina escribas y fariseos. La envidia de mis hazañas fue el mortífero veneno que provocó sus crueldades y consultó mis tormentos. Debelé las Amazonas, los vicios, digo, superbos, estériles de virtudes, pues que con no más de un pecho sólo las torpezas crían. Di muerte al tirano fiero de Tebas, quiero decir al príncipe del Averno. Eché del mar los piratas, del mundo los bandoleros, de las cortes los engaños, los monstruos de los desiertos, de Creta al dragón intruso, de su enmarañado enredo al lascivo Minotauro; bajé triunfante al infierno, y sus puertas desquiciando, los predestinados presos saqué y dejé a los precitos, porque allí nulla est redemptio. Si refieren las historias que a Ariadna menosprecio y con Fedra me desposo, sabed, fieles, que es lo mesmo que haber dado de repudio el merecido libelo a la Sinagoga ingrata, que fue mi esposa primero, por vuestra gentilidad, que es pasarse el Evangelio al lado diestro, dejando como rebelde al siniestro en mi sacrosanta misa monarca de mis misterios. Agora, pues, que arruinado el marañoso embeleco, del monstruo infernal hospicio, la libertad os he vuelto, gozad, regalados míos, los bosques verdes y amenos de mi jardín delicioso, de mis floridos recreos. En vez del vil Minotauro, la mansedumbre os ofrezco, que os sustente y que dé vida, de este cándido cordero. Desde el origen del mundo os dice Juan que está muerto, aunque para daros vida resucitó al día tercero; mas como se hace memoria en el altar incruento de mi triunfante pasión, vivo en la verdad y efecto y en la apariencia difunto; entre accidentales velos os convido a tres sustancias: divinidad, alma y cuerpo. Tendréisme hasta el fin del mundo tan continuo, tan perpetuo, que desde ahora me llame la fe juge sacramentum. Comeréisme cada día, mas no como el alimento que se convierte en sustancia del que le come perdiendo el ser que hasta entonces tuvo, que aquí, con modo diverso, el que come se transforma en el manjar, adquiriendo casi el ser del que es comido, porque amor invencionero con finezas jamás vistas es pródigo y todo excesos. Negaréme a los sentidos, las almas conmigo uniendo, juntando a la posesión la esperanza y los deseos, porque con modo admirable presente y ausente a un tiempo, por lo ausente deis suspiros y por lo presente afectos. No viéndoos os medrará vuestra fe merecimientos y gozándome comido aliviaréis los destierros de esta peregrinación, hasta que, con dulce vuelo, poseáis tronos augustos en las sillas de mi reino.

FIN DEL AUTO


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002