ACTO TERCERO


Salen don MARTÍN y QUINTANA
MARTÍN: No digas más; basta y sobra saber por mi mal, Quintana, que murió mi doña Juana. Muy justa venganza cobra el cielo de mi crueldad, de mi ingratitud y olvido. El que su homicida ha sido soy yo, no su enfermedad. QUINTANA: Déjame contarte el cómo sucedió su muerte en suma. MARTÍN: Vuela el mal con pies de pluma, viene el bien con pies de plomo. QUINTANA: Llegué no poco contento con tu carta, en que fundé albricias que no cobré. Regocijóse el convento; salió a una red doña Juana; díjela que en breves días en su presencia estarías, que su sospecha era vana. Leyó tu carta tres veces, y cuando iba a desprender joyas con que enriquecer mis albricias, todas nueces, gran rüido y poco fruto, dijéronla que venía su padre y que pretendía convertir su gozo en luto dando venganza a su honor. Encontráronse a la par el placer con el pesar, la esperanza y el temor; y como estaba preñada fue el susto tan repentino que a malparir al fin vino una niña mal formada, y ella, al dar el primer grito, dijo: "Adiós, don Mar..." y en fin, quedándose con el "tín" murió como un pajarito. MARTÍN: No digas más. QUINTANA: Ni aunque quiera podré, porque en pena tanta tengo el alma a la garganta y a un suspiro saldrá fuera. MARTÍN: ¿Agora que no hay remedio, osáis, temor atrevido, echar del alma el olvido y entraros vos de por medio? ¿Agora llora y suspira mi pena? ¿Agora pesar? QUINTANA: (No sé en lo que ha de parar Aparte tanta suma de mentira.) MARTÍN: No es posible, sino que es el espíritu inocente de doña Juana el que siente que yo quiera a doña Inés y que en castigo y venganza del mal pago que la di se finge don Gil y aquí hace guerra a mi esperanza. Porque el perseguirme tanto, el no haber parte o lugar adonde a darme pesar no acuda, si no es encanto, ¿qué otra cosa puede ser? El no dejar casa o calle que no busque por hallalle, el nunca llegarle a ver, el llamarse de mi nombre, ¿no es todo esto conjetura de que es su alma que procura que la vengue y que me asombre? QUINTANA: (¡Esto es bueno ! Doña Juana Aparte cree que es alma que anda en pena. ¿Vio el mundo chanza más buena? Pues no le ha de salir vana porque tengo de apoyar este disparate.)
A él
A mí parecíame hasta aquí lo que escuchaba contar, desde el día que murió mi señora, que sería sueño que a la fantasía el pesar representó; pero después que te escucho que el alma de mi señora te persigue cada hora, no tendré, señor, a mucho lo que en Valladolid pasa. MARTÍN: ¿Pues qué es lo que allá se dice? QUINTANA: Temo que te escandalice; pero no hay persona en casa de mi señor [tan] osada que duerma sin compañía, si no fui yo, desde el día que murió la mal lograda porque se les aparece con vestido varonil diciendo que es un don Gil, en cuyo hábito padece, porque tú con este nombre andas aquí disfrazado y sus penas has causado. Su padre, en traje de hombre, todo de verde, la vio [una] noche, y que decía que a perseguirte venía, y aunque el buen viejo mandó decir cien misas por ella afirman que no ha cesado de aparecerse. MARTÍN: El cuidado causé yo de su querella. QUINTANA: ¿Y es verdad, señor, que aquí te llamas don Gil? MARTÍN: Mi olvido y ingratitud ha querido que me llame, amigo, ansí. Vine a esta Corte a casarme, y ofendiendo su belleza codiciando la riqueza de una doña Inés, que a darme el justo castigo viene que mi crueldad mereció. En don Gil me transformó mi padre; la culpa tiene destas desgracias, Quintana, su codicia y interés. QUINTANA: Pues no dudes de que es el alma de doña Juana la que por Valladolid causa temores y miedos y dispone los enredos que te asombran en Madrid. Pero, ¿piénsaste casar con doña Inés? MARTÍN: Si murió doña Juana, y me mandó mi avaro padre intentar este triste casamiento, no concluirle sería de algún modo afrenta mía. QUINTANA: ¿Cómo saldrás con tu intento, si una alma del purgatorio a doña Inés solicita y la esperanza te quita que tienes del desposorio? MARTÍN: Misas y oraciones son las que las almas amansan, que, en fin, con ellas descansan. Vamos, que en esta ocasión en el Carmen y Vitoria haré que se digan mil. QUINTANA: (A puras misas, don Gil, Aparte os llevan vivo a la gloria.)
Vanse. Doña INÉS y CARAMANCHEL
INÉS: ¿Dónde está vuestro señor? CARAMANCHEL: ¿Sélo yo, aunque traiga antojos y le mire con más ojos que una puente? Es arador que de vista se me pierde; por más que le busco y llamo nunca quiere mi verde amo que en sus calzas me dé un verde. Aquí le vi no ha dos credos; y aunque estaba en mi presencia, cual dinero de Valencia se me perdió entre los dedos; mas tal anda el motolito por una vuestra vecina, que es hija de Celestina, y le gazmió en el garlito. INÉS: ¿A vecina nuestra quiere don Gil? CARAMANCHEL: A una doña Elvira, desde que le sirvo, mira de tal suerte que se muere, señora, por sus pedazos. INÉS: ¿Sabéis vos eso? CARAMANCHEL: Sé yo que esta noche la pasó, cuando menos, en sus brazos. INÉS: ¿Esta noche? CARAMANCHEL: Sí, ¿os remuerde la conciencia?, y otras mil, que aunque es lampiño el don Gil, en obras y en nombre es verde. INÉS: Vos sois un grande hablador y mentís; porque esa dama es mujer de buena fama y tiene mucho valor. CARAMANCHEL: Si es verdad o si es mentira, lo que digo sé por él y por el dicho papel
Enséñasele
que traigo a la tal Elvira. Está su casa cerrada y mientras que vuelve a ella paje, escudero o doncella, que no debe haber criada que no sepa lo que pasa, y el papel la pueda dar, a mi amo entré a buscar por si estaba en vuestra casa. INÉS: ¿De don Gil es ése? CARAMANCHEL: Sí. INÉS: Pues bien, ¿por fuerza ha de ser de amores? CARAMANCHEL: Llegá a leer [vos] lo que podáis aquí,
Por entre las dobleces del papel
que yo, que siempre he pecado de curioso y resabido, las razones he leído que hacia aquí se han asomado.
Enséñale leyendo
¿Aquí no dice: "Inés vengo.. deseo me da... disgusto"? ¿No dice aquí: "plazo justo..." y allí: "noche... gusto tengo..." y hacia aquella parte: "tarde... amor... a doña.. a ver voy..." y a aquel lado: "[vuestro] soy...", luego: "mío. El cielo os guarde"? ¡Ved si es barro el papelillo! Todo esto es plata quebrada: saque vusté, si le agrada, el hilo por el ovillo. INÉS: A lo menos sacaré,
Quítasele
leyéndole, el falso trato de un traidor y de un ingrato. CARAMANCHEL: Eso nones; suéltele, que me reñirá don Gil. INÉS: Alcahuete, ¿he de dar voces? ¿He de hacer que os den mil coces? CARAMANCHEL: Dos da un asno, que no mil.
Ábrele y léele
INÉS: "No hallo contento y gusto cuando con vos no le tengo puesto que a ver a Inés vengo a costa de mi disgusto. Ya deseo el plazo justo de volver a hacer alarde de mi amor, y aunque esta tarde a ver a doña Inés voy, no os dé celos. Vuestro soy, dueño mío. El cielo os guarde." ¡Qué regalado papel! A su dueño se parece: tan infame que apetece las sobras de don Miguel. ¿Doña Inés le da disgusto? ¡Válgame Dios! ¿Ya empalago? ¿Manjar soy que satisfago, antes que me pruebe, el gusto? ¿Tan bueno es el de su Elvira que su apetito provoca? CARAMANCHEL: No es la miel para la boca del etcétera. INÉS: La ira que tengo es tal que dejara un ejemplo cruel de mí a estar el mudable aquí.
Un CRIADO
CRIADO: Mi señora doña Clara viene a verte.
Vase el CRIADO
INÉS: Pretendiente es también de este galán empalagado; a don Juan, que mi amor celoso siente, he de decir que le mate, y me casaré con él. Llevad vos vuestro papel
Arrójasele
a esa dama, que es remate del gusto que en él confiesa, que aunque no es Lucrecia casta para tan vil hombre basta plato que sirvió a otra mesa.
Vase
CARAMANCHEL: ¡Malos años la pimienta que lleva la doña Inés! No le comerá un inglés. ¡Qué mal hice en darla cuenta del papel! No fui discreto; mas purguéme en su servicio porque en gente de mi oficio es cual ruibarbo un secreto.
Vase. QUINTANA y doña JUANA, de hombre
QUINTANA: Misas va a decir por ti en fe que eres alma que anda en pena. JUANA: ¿Pues no es ansí? QUINTANA: Mas no deja la demanda de doña Inés. JUANA: ¡Ay de mí! A mi padre tengo escrito como que a la muerte estoy por don Martín, que en delito de que esposa suya soy y de adorarle infinito, de puñaladas me ha dado, dejándome en Alcorcón; que loco de enamorado por doña Inés, su afición a matarme le ha obligado. Escríbole que ha fingido ser un don Gil de Albornoz, porque con este apellido encubra la muerte atroz que mi amor ha conseguido, que todo es castigo injusto de una hija inobediente que contra su honor y gusto de su patria y casa ausente ocasiona su disgusto; pero que si algún amor le merezco, y éste alcanza en mi muerte su favor, satisfaga su venganza las pérdidas de mi honor. QUINTANA: ¿Pues para qué tanto ardid? JUANA: Es para que desta suerte parta de Valladolid mi padre y pida mi muerte a don Martín en Madrid; que he de perseguir, si puedo, Quintana, a mi engañador con uno y con otro enredo hasta que cure su amor con mi industria o con su miedo. QUINTANA: Dios me libre de tenerte por contraria. JUANA: La mujer venga agravios desta suerte. QUINTANA: A hacerle voy a entender nuevas chanzas de tu muerte.
Vase QUINTANA. Sale doña CLARA
CLARA: Señor don Gil, justo fuera, sabiendo de cortesía tanto, que para mí hubiera un día... ¿qué digo un día? una hora, un rato siquiera. También tengo casa yo como doña Inés; también hacienda el cielo me dio; y también quiero yo bien como ella. JUANA: ¿A mí? CLARA: ¿Por qué no? JUANA: A saber yo tal ventura, creed, bella doña Clara, que por lograrla segura, fuera, si otro la gozara, pirata desa hermosura. Mas como de mí imagino lo poco que al mundo importo, ni sé ni me determino a pretender; que en lo corto tengo algo de vizcaíno. Por Dios, que desde que os vi en la huerta, el corazón, nueva salamandria, os di, llevándoos vos un girón del alma que os ofrecí, mas ni sé dónde vivís, qué galán por vos se abrasa, ni qué empleos admitís. CLARA: ¿No? Pues sabed que mi casa es a la Red de San Luis; mis galanes más de mil; mas quien en mi gusto alcanza el premio por más gentil es verde cual mi esperanza y es en el nombre don Gil. JUANA: Esta mano he de besar
Bésasela
porque del todo me cuadre favor tan para estimar.
Sale doña INÉS [y queda apartada]
INÉS: Como me llamó mi padre, fuéme forzoso dejar a mi prima por un rato. ¿Mas no es el que miro, ¡cielos! don Gil el falso, el ingrato, el que cebando mis celos es de mi opuesta retrato? ¡La mano pone en la boca de mi prima! ¿No es encanto que hombre de barba tan poca se atreva a ser para tanto? ¡A qué furia me provoca! Quiero escuchar desde aquí lo que pasa entre los dos. CLARA: En fin, ¿os morís por mí? ¡Buena mentira! JUANA: Por Dios, que no me tratéis ansí. Desde el día que en la huerta os vi, hermosa doña Clara, para mi ventura abierta, ni tuve mañana clara ni noche segura y cierta, porque la pesada ausencia de la luz desa hermosura, sol que mi amor reverencia, noche es pesada y obscura. CLARA: No lo muestra la frecuencia de doña Inés que os recrea, y es todo vuestro interés. JUANA: ¿Yo a doña Inés, mi bien? CLARA: Ea. JUANA: Vive Dios, que es doña Inés a mis ojos fría y fea; si Francisca se llamara, todas las efes tuviera. INÉS: (¡Qué buena don Gil me para!) Aparte JUANA: (¡Mas si doña Inés me oyera!) Aparte INÉS: (¡Y le creerá doña Clara!) Aparte CLARA: Pues si no amáis a mi prima, ¿cómo asistís tanto aquí? JUANA: Eso es señal que os estima la libertad que os rendí y en vuestros ojos se anima, porque como no sabía dónde vivís y me abrasa vuestra memoria, venía por instantes a esta casa, creyendo que os hallaría alguna vez en ella. CLARA: Es lindo modo de excusar vuestro amor. JUANA: ¿Excusar? CLARA: Pues, ¿había más de preguntar por mi casa a doña Inés? JUANA: Fuera darla celos eso. CLARA: No quiero apurar verdades, don Gil. Que os amo os confieso y que vuestras sequedades me quitan el sueño y seso. Si un amor sencillo y llano [os] obliga, asegurad mi pena; dadme esa mano. JUANA: De esposo os la doy; tomad, que, por lo que en ello gano os la beso. INÉS: (¿Esto consiento?) Aparte CLARA: Mi prima me espera; adiós. Idme a ver hoy. JUANA: Soy contento. CLARA: Porque tracemos los dos despacio este casamiento.
Vase
JUANA: Ya que di en embelecar salir bien de todo espero. A doña Inés voy a hablar.
Sale ella
INÉS: Enredador, embustero, pluma al viento, corcho al mar, ¿no basta que a doña Elvira engañes, que no repara en honras que el cuerdo mira, sino que a mí y doña Clara embeleque tu mentira? ¿A tres mujeres engaña el amor que fingir quieres? A salir con esa hazaña, casado con tres mujeres, fueras Gran Turco en España. Conténtate, ingrato infiel, con doña Elvira, relieves y sobras de don Miguel, que cuando sus gajes lleves y la escribas el papel que mis penas han leído, a ti te viene sobrado, en fe de poco advertido, fruto que otro ha desflorado y ropa que otro ha rompido. JUANA: ¿Qué dices, mi bien? INÉS: ¿Tu bien? Doña Elvira, cuyos brazos sueño de noche te den, te responderá. ¡Pedazos un rayo los haga, amén! JUANA: (Caramanchel la ha enseñado Aparte el papel que me escribí a mí misma; y heme holgado, porque experimente en sí congojas que me ha causado.)
A ella
¿Que Elvira te da sospecha?; en lo que dices repara. INÉS: ¡No está mala la deshecha! Dígale eso a doña Clara, pues la tiene satisfecha su amor, su palabra y fe. JUANA: ¿Eso te ha causado enojos? ¿Luego nos viste? No fue sino burla; por tus ojos, que es una necia. Háblame, vuélveme esos soles, ea, que su luz mi regalo es. INÉS: ¡Y dirá, por que le crea: "Vive Dios, que es doña Inés a mis ojos fría y fea"! JUANA: ¿Pues crees tú que lo dijera si burlar a doña Clara de ese modo no quisiera? INÉS: "Si Francisca se llamara todas las efes tuviera". Pues si tantas tengo, y mira desechos de don Miguel, que por mis prendas suspira, casándome yo con él, castigaré a doña Elvira. Don Miguel es principal, y su discreción, al fin, ha dado clara señal que en amar mujer tan ruin y mudable hiciera mal. Por mi esposo le señalo: a mi padre voy a hablar, que pues a mi gusto igualo el suyo, hoy le pienso dar la mano. JUANA: (Esto va muy malo.) Aparte
A ella
¿Con remedios tan atroces castigas una quimera? Oye, escucha. INÉS: Si doy voces, haré que por la escalera os eche un lacayo a coces. JUANA: Por Dios, que por más cruel que seas, has de escuchar mi disculpa, y que soy fiel. INÉS: ¿No hay quien se atreva a matar a este infame? ¡Ah, don Miguel! JUANA. ¿Don Miguel está aquí? INÉS: ¿Quieres trazar ya alguna maraña? Aquí está; de miedo mueres.
A voces
Éste es don Gil, el que engaña de tres en tres las mujeres. Don Miguel, véngame dél; tu esposa soy. JUANA: Oye, mira... INÉS: ¡Muera este don Gil cruel, don Miguel! JUANA: ¡Que soy Elvira! ¡Lleve el diablo a don Miguel! INÉS: ¿Quién? JUANA: Doña Elvira ¿En la voz y cara no me conoces? INÉS: ¿No eres don Gil de Albornoz? JUANA: Ni soy don Gil, ni des voces. INÉS: ¿Hay enredo más atroz? ¿Tú doña Elvira? ¿Otro engaño? Don Gil eres. JUANA: Su vestido y [semejanza] hizo el daño. Si esto no te ha persuadido, averigua el desengaño. INÉS: ¿Pues qué provecho interesa tu embeleco? JUANA: ¡Vive Dios, que no ser don Gil me pesa por ti, y que somos las dos pata para la traviesa! INÉS: En conclusión, ¿he de darte crédito? No vi mayor semejanza. JUANA: Por probarte y ver si tienes amor a don Miguel pudo el arte disfrazarme y es ansí que una sospecha cruel me dio recelos de ti. Creyendo que a don Miguel amabas, yo me escribí el papel que aquel criado te enseñó, creyendo que era don Gil quien se le había dado, y dije que te le diera por modo disimulado y que advirtiese por él tus celos, y si intentabas usurparme a don Miguel. INÉS: ¡Extrañas industrias! JUANA: Bravas. INÉS: ¿Qué tú escribiste el papel? JUANA: Y a don Gil pedí el vestido prestado, que está por ti de amor y celos perdido. INÉS: ¿De amor y celos por mí? JUANA: Como el suceso ha sabido de don Miguel, cuya soy, no apetece prenda ajena. INÉS: Confusa y dudosa estoy. JUANA: Ingeniosa traza. INÉS: Buena, y de suerte que aún no doy crédito a que eres mujer. JUANA: ¿Pues cómo haremos que quedes segura? INÉS: Ansí se ha de hacer: vestirte en tu traje puedes, que con él podremos ver cómo te entalla y te inclina. Ven y pondráste un vestido de los míos; que imagina mi amor en ése fingido que eres hombre, y no vecina. Ya se habrá ido doña Clara. JUANA: ¡Buena irá! INÉS: (¡Qué varonil Aparte mujer! Por más que repara mi amor dice que es don Gil en la voz, presencia y cara.)
Vanse. Salen CARAMANCHEL y don JUAN
JUAN: ¿Vos servís a don Gil de Albornoz? CARAMANCHEL: Sirvo a un amo que no veo en quince días que ha que como su pan. Dos o tres veces le he hallado desde entonces. Ved qué talle de dueño en relación; ¡pues decir tiene fuera de mí otros pajes y lacayos!, yo solamente y un vestido verde en cuyas calzas funda su apellido, que ya son casa de solar sus calzas, posee en este mundo, que yo sepa. Bien es verdad que me pagó por junto, desde que entré con él hasta hoy, raciones y quitaciones, dándome cien reales. Pero quisiera yo servir a un amo que me holeara cada instante. "¡Hola Caramanchel! Limpiadme estos zapatos; sabed cómo durmió doña Grimalda; id al Marqués, que el alazán me empreste; preguntad a Valdés con qué comedia ha de empezar mañana", y otras cosas con que se gasta el nombre de un lacayo. ¡Pero que tenga yo un amo en menudos como el macho de Bamba, que ni manda, ni duerme, come o bebe, y siempre anda! JUAN: Debe de estar enamorado. CARAMANCHEL: Y mucho. JUAN: ¿De doña Inés, la dama que aquí vive? CARAMANCHEL: Ella le quiere bien, pero ¿qué importa, si vive aquí, pared en medio, un ángel? Que aunque yo no la he visto, a lo que él dice, es tan hermosa como yo, que basta. JUAN: Soislo vos mucho. CARAMANCHEL: Viéneme de casta. Este papel la traigo; mas de suerte simbolizan los dos en condiciones, que jamás doña Elvira o doña Urraca para en casa, ni en ella hay quien responda, pues con ser tan de noche, que han ya dado las once, no hay memoria de que venga quien lástima de mí y el papel tenga. JUAN: ¿Y que ama doña Inés a don Gil? CARAMANCHEL: Tanto que abriéndome el papel y conociendo lo que por él decía a doña Elvira hizo extremos de loca. JUAN: Y yo los hago de celos. ¡Vive Dios, que aunque me cueste vida y hacienda, tengo de quitarla a todos cuantos Giles me persigan! En busca voy del vuestro. CARAMANCHEL: ¡Bravo Aquiles! JUAN: Yo agotaré, si puedo, los don Giles.
Vase. De mujer doña JUANA y doña INÉS
INÉS: Ya experimento en mi daño la burla de mis quimeras: don Gil quisiera que fueras, que yo adorara tu engaño. No he visto tal semejanza en mi vida, doña Elvira: en ti su retrato mira mi entretenida esperanza. JUANA: Yo sé que te ha de rondar esta noche, y que te adora. INÉS: ¡Ay, doña Elvira ya es hora! CARAMANCHEL: Doña Elvira, oí nombrar. Aquélla sin duda es que con doña Inés está. El diablo la trajo acá, que estando con doña Inés mal podré darla el papel que mi don Gil la escribió, y ya su merced leyó. Hermano Caramanchel, a palos me vais oliendo.
A INÉS
¡Hola! ¿Qué buscáis aquí? CARAMANCHEL: ¿Sois vos doña Elvira? JUANA: Sí. CARAMANCHEL: ¡Jesús! ¿Qué es lo que estoy viendo? ¿Don Gil con basquiña y toca? No os llevo más la mochila. ¿De día Gil, de noche Gila? ¡Oxte, puto, punto en boca! JUANA: ¿Qué decís? ¿Estáis en vos? CARAMANCHEL: ¿Qué digo? Que sois don Gil como Dios hizo un candil. JUANA: ¿Yo don Gil? CARAMANCHEL: Sí, juro a Dios. INÉS: ¿Piensas que soy sola yo la que tu presencia engaña? CARAMANCHEL: Azotes dan en España por menos que eso. ¿Quién vio un [hembrimacho] que afrenta a su linaje? INÉS: Esta dama es doña Elvira. CARAMANCHEL: Amo, o ama, despídome: hagamos cuenta. No quiero señor con saya y calzas, hombre y mujer, que querréis en mí tener juntos lacayo y lacaya. No más amo hermafrodita, que comer carne y pescado a un tiempo no es aprobado. Despachad con la visita y adiós. JUANA: ¿De qué es el espanto? ¿Pensáis que vuestro señor sin causa me tiene amor? Por parecérseme tanto emplea en mí su esperanza. Díselo tú, doña Inés. INÉS: Causa suelen decir que es del amor la semejanza. CARAMANCHEL: Sí, ¿mas tanta? No, par Dios. ¿A mí engañifas, señora? JUANA: Y si viene antes de un hora don Gil aquí y a los dos nos veis juntos, ¿qué diréis? CARAMANCHEL: Que hablé por boca de ganso. JUANA: [Él humilde vendrá y manso,] y vos a él mismo le hablaréis, conociendo la verdad. CARAMANCHEL: ¿Dentro un hora? JUANA: Y a ocasión que os admire. CARAMANCHEL: Pues chitón. JUANA: En la calle le esperad, y subámonos las dos al balcón para aguardalle. CARAMANCHEL: Bájome, pues, a la calle. Éste me dio para vos,
Dásele
mas rehusé por doña Inés [la] embajada. JUANA: Ya es mi amiga. CARAMANCHEL: Don Gil es, aunque lo diga el Conde Partinuplés.
Vanse. Sale don JUAN, como de noche
JUAN: Con determinación vengo de agotar estos don Giles, que agravian por medios viles las esperanzas que tengo. Dos son. ¿Quién duda que alguno su dama vendrá a rondar? O me tienen de matar o no ha de quedar ninguno.
Sale CARAMANCHEL [y queda a un lado]
CARAMANCHEL: A esperar vengo a don Gil, si calles ronda y pasea, que por Dios, aunque lo vea, no dos veces sino mil, no lo tengo de creer.
A la ventana, doña INÉS y doña JUANA, de mujer
INÉS: ¡Qué extraordinario calor! JUANA: Pica el tiempo y pica amor. INÉS: ¿Si ha de venirnos a ver mi don Gil? JUANA: ¿Y dudas deso? (Para poderme apartar Aparte de aquí, me vendrá a llamar brevemente Valdivieso, y podré, de hombre vestida, fingirme don Gil abajo.) JUAN: El premio de mi trabajo escucho; mi Inés querida, si no me engaña la voz, es la que a la reja está. INÉS: Gente siento. ¿Si será nuestro don Gil de Albornoz? JUANA: Háblale, y sal de esa duda. CARAMANCHEL: Un rondante se ha parado. ¿Si es mi don Gil encantado? JUAN: Llegad y hablad, lengua muda. ¡Ah de arriba! INÉS: ¿Sois don Gil? JUAN: (Allí la pica; diré Aparte que sí.)
Rebozado
Don Gil soy, que en fe de que en vos busco mi abril, en viéndoos, señora mía, mi calor pude templar. INÉS: Eso es venirme a llamar, por gentil estilo, fría. CARAMANCHEL: Muy grueso don Gil es éste. El que sirvo habla atiplado, si no es ya que haya mudado de ayer acá. JUAN: Manifieste el cielo mi dicha. INÉS: En fin, ¿que a un tiempo os abraso y hielo? JUAN: Quema amor; hiela un recelo. JUANA: (Sin duda que es don Martín Aparte el que habla. ¡Qué en vano pierdes el tiempo, ingrato, sin mí!) INÉS: (No parece él.) ¿Sois, decí, Aparte don Gil de las calzas verdes? JUAN: Luego, ¿no me conocéis? CARAMANCHEL: Ni yo tampoco, par Dios. INÉS: Como me pretenden dos... JUAN: Sí. Mas vos, ¿a cuál queréis? INÉS: A vos, aunque en el hablar nuevas dudas me habéis dado. JUAN: Hablo bajo y rebozado, que es público este lugar.
Don MARTIN con vestido verde y OSORIO. [Quedan apartados y se acerca a los otros don MARTIN conforme indican los versos]
MARTÍN: Osorio, ya doña Juana muerta, como dicen, sea quien me persigue y desea, en la opinión de Quintana, que no goce a doña Inés; ya otro amante disfrazado el nombre me haya usurpado por ver cuán querido es, el seso de envidia pierdo. ¿Puede doña Inés amalle por de mejor cara y talle? OSORIO: No por cierto. MARTÍN: ¿Por más cuerdo? Tú sabes cuán celebrado en Valladolid he sido. ¿Por más noble o bien nacido? Guzmana sangre he heredado. ¿Por más hacienda? Ocho mil ducados tengo de renta, y en la nobleza es afrenta amar el interés vil. Pues si sólo es porque vino con traje verde, yo y todo he de andar del mismo modo. OSORIO: (Ése es gentil desatino.) Aparte MARTÍN: ¿Qué dices? OSORIO: Que el seso pierdes. MARTÍN: Piérdale o no, yo he de andar como él y me han de llamar don Gil de las calzas verdes. Vete a casa, que hablar quiero a don Pedro. OSORIO: En ella aguardo.
Vase. [INÉS habla] a don Juan
INÉS: Don Gil discreto y gallardo, poco amáis y mucho os quiero. MARTÍN: ¿Don Gil? ¿Cómo? Éste es sin duda quien contradice mi amor. ¿Si es doña Juana? El temor de que en penas anda muda mi valor en cobardía. En no meterme me fundo con cosas del otro mundo, que es bárbara valentía. INÉS: Gente parece que viene. JUAN: Reconoceré quién es. INÉS: ¿Para qué? JUAN: ¿No veis, mi Inés, que nos mira y se detiene? Diré que pase adelante. Entretanto me esperad. Hidalgo. MARTÍN: ¿Quién va? JUAN: Pasad. MARTÍN: ¿Dónde, si por ser amante tengo aquí prendas? JUAN: (Don Gil Aparte es éste, el aborrecido de doña Inés. Conocido le he en la voz.) CARAMANCHEL: ¡Oh qué alguacil tan a propósito agora! ¡Y qué dos espadas pierde! JUAN: Don Gil el blanco o el verde, ya se ha llegado la hora tan deseada de mí y tan rehusada de vos. MARTÍN: (Conocídome ha por Dios; Aparte y quien rebozado ansí sabe quién soy no es mortal, ni salió mi duda vana: el alma es de doña Juana.) JUAN: Dad de vuestro amor señal, don Gil, que es de pechos viles ser cobarde y servir dama. CARAMANCHEL: ¿Don Gil estotro se llama? A pares vienen los Giles. Pues no es mi don Gil tampoco, que hablara a lo caponil. JUAN: Sacad la espada don Gil. CARAMANCHEL: O son dos o yo estoy loco. INÉS: Otro don Gil ha venido. JUANA: Debe de ser don Miguel. INÉS: Bien dices, sin duda es él. JUANA: (¿Ya hay tantos de mi apellido? Aparte No conozco a este postrero.) JUAN: Sacad el acero, pues, o habré de ser descortés. MARTÍN: Yo nunca saco el acero para ofender los difuntos, ni jamás mi esfuerzo empleo con almas, que yo peleo con almas y cuerpos juntos. JUAN: Eso es decir que estoy muerto de asombro y miedo de vos. MARTÍN: Si estáis gozando de Dios, que así lo tengo por cierto, o en carrera de salvaros, doña Juana, ¿qué buscáis? Si por dicha en pena andáis, misas digo por libraros. Mi ingratitud os confieso, y ¡ojalá os resucitara mi amor, que con él pagara culpas de mi poco seso! JUAN: ¿Qué es esto? ¿Yo doña Juana? ¿Yo difunto? ¿Yo alma en pena? JUANA: (¡Lindo rato, burla buena!) CARAMANCHEL: ¿Almitas? ¡Santa Susana! ¡San Pelagio! ¡Santa Elena! INÉS: ¿Qué será esto, doña Elvira? JUANA: Algún loco; calla y mira. CARAMANCHEL: ¿Almas de noche y en pena? ¡Ay Dios!, todo me desgrumo. JUAN: Sacad la espada, don Gil, o haré alguna hazaña vil. CARAMANCHEL: ¡Oh quién se volviera en humo y por una chimenea se escapara! MARTÍN: Alma inocente, por aquel amor ardiente que me tuviste y recrea mi memoria, que ya baste mi castigo y tu rigor. Si por estorbar mi amor cuerpo aparente tomaste y llamándote en Madrid don Gil, intentas mi ultraje; si con ese nombre y traje andas por Valladolid, y no te has vengado harto por el malogrado fruto, ocasión de triste luto que dio a tu casa el mal parto, que no aumentes mis desvelos. Alma, cese tu porfía, que no entendí yo que había en el otro mundo celos, pues por más trazas que des, ya estés viva, ya estés muerta, o la mía verás cierta, o mi esposa a doña Inés.
Vase
JUAN: ¡Vive el cielo, que se ha ido, excusando la cuestión, con la más nueva invención que los hombres han oído! CARAMANCHEL: ¿Lacayo Caramanchel de alma en pena? ¡Esto faltaba! Y aun por eso no le hallaba cuando andaba en busca dél. ¡Jesús mil veces! JUANA: Amiga, averiguar un suceso me importa. Adiós. Valdivieso me espera abajo. Prosiga la plática comenzada, pues don Gil contigo está. INÉS: ¿No te esperarás, y irá contigo alguna criada? JUANA: ¿Para qué, si un paso estoy de mi casa?
A INÉS
Toma, pues, un manto. JUANA: No, doña Inés, que en cuerpo y sin alma voy.
Vase
JUAN: Quiero volverme a mi puesto, por ver si el don Gil menor es hoy también rondador. INÉS: En gran peligro os ha puesto, don Gil, vuestro atrevimiento. JUAN: Amor que no es atrevido no es amor; afrenta ha sido. Escuchad, que gente siento.
Sale doña CLARA, de hombre
CLARA: Celos de don Gil me dan ánimo a que en traje de hombre mi mismo temor me asombre; ¡a fe que vengo galán! Por ver si mi amante ronda a doña Inés y me engaña, hice esta amorosa hazaña; él mismo por mí responda. JUAN: Aguardad, sabré quién es.
Apártase don JUAN y llega doña CLARA a la ventana
CLARA: Gente a la ventana está; llegarme quiero hacia allá, por si acaso doña Inés a don Gil está esperando; que él me tengo de fingir por si puedo descubrir los celos que estoy temblando. ¡Ah del balcón! Si merece hablaros, bella señora, un don Gil que en vos adora, en fe que el alma os ofrece, don Gil de las calzas soy verdes, como mi esperanza. CARAMANCHEL: ¿Otro Gil entra en la danza? Don Giles llueve Dios hoy. INÉS: (Éste es mi don Gil querido, Aparte que en el habla delicada le reconozco. Engañada de don Juan, sin duda, he sido, que es, sin falta, el que hasta aquí hablando conmigo ha estado.) JUAN: El don Gil idolatrado es éste. INÉS: (¡Triste de mí! que temo que ha de matalle este don Juan atrevido.)
Llégase don JUAN a doña CLARA
JUAN: Huélgome que hayáis venido a este tiempo y a esta calle, señor don Gil, a llevar el pago que merecéis. CLARA: ¿Quién sois vos que os prometéis tanto? JUAN: El que os ha de matar. CLARA: ¿Matar? JUAN: Sí, y don Gil me llamo, aunque vos habéis fingido que es don Miguel mi apellido. A doña Inés sirvo y amo. CLARA: (El diablo nos trujo acá. Aparte Aquí os matan, doña Clara.)
Doña JUANA, de hombre
JUANA: A ver vengo en lo que para tanto embeleco, y si está doña Inés a la ventana todavía, la he de hablar.
Sale QUINTANA [y habla a un lado con doña JUANA]
QUINTANA: Ahora acaba de llegar tu padre a Madrid. JUANA: Quintana, persuadido que me ha muerto don Martín en Alcorcón, a tomar satisfación vendrá [aquí]. QUINTANA: Ténlo por cierto. JUANA: Gente hay en la calle. QUINTANA: Espera, reconoceré quién es. CLARA: ¿Don Gil sois? JUAN: Y doña Inés mi dama. CLARA: ¡Buena quimera! JUANA: ¡Ah caballeros! ¿Hay paso? JUAN: ¿Quién lo pregunta? JUANA: Don Gil. CARAMANCHEL: Ya son cuatro, y serán mil. ¡Endiablado está este paso! JUAN: Dos don Giles hay aquí. JUANA: Pues conmigo serán tres. INÉS: ¿Otro Gil? ¡Cielos! ¿Cuál es el que vive amante en mí? JUAN: Don Gil el verde soy yo. CLARA: (Ya he vuelto mi miedo en celos. Aparte A doña Inés ronda. ¡Cielos! Sin duda que me engañó. Dél me tengo de vengar.)
A ellos
Don Gil de las calzas verdes soy yo sólo.
[QUINTANA habla] aparte a doña JUANA
OUINTANA: (El nombre pierdes: dél te salen a capear otros tres Giles.) JUANA: Yo soy don Gil el verde o el pardo. INÉS: ¿Hay suceso más gallardo? JUAN: Guardando este paso estoy; o váyanse, o matarélos. JUANA: ¡Sazonada flema a fe! QUINTANA: Vuestro valor probaré. CARAMANCHEL: ¡Mueran los Giles!
Echan mano y hiere QUINTANA a don JUAN
JUAN: ¡Ay, cielos! Muerto soy. JUANA: Por que te acuerdes de tu presunción, después di que te hirió a doña Inés don Gil de las calzas verdes.
Vanse los tres
CLARA: (Pártome desesperada Aparte de celos. ¿Mas no me dio fe y palabra? Haréle yo que la cumpla.)
Vase doña CLARA
INÉS: Bien vengada de don Juan don Gil me deja. Querréle más desde hoy.
Vase
CARAMANCHEL: Lleno de don Giles voy. Cuatro han rondado esta reja; pero el alma enamorada que por suyo me alquiló del purgatorio sacó en su ayuda esta gilada. Ya la mañana serena amanece. Sin sentido voy. ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Que he sido lacayo de un alma en pena!
Sale don MARTÍN vestido de verde
MARTÍN: Calles de aquesta Corte, imitadoras del confuso Babel, siempre pisadas de mentiras, al rico aduladoras como al pobre severas, desbocadas; casas a la malicia, a todas horas de malicias y vicios habitadas: ¿Quién a los cielos en mi daño instiga que nunca falta un Gil que me persiga? árboles deste Prado, en cuyos brazos el viento mece las dormidas hojas, de cuyos ramos, si pendieran lazos, colgara por trofeo mis congojas, fuentes risueñas, que feriáis abrazos al campo, humedeciendo arenas rojas, pues sabéis murmurar, vuestra agua diga que nunca falta un Gil que me persiga. ¿Qué delitos me imputan, que parece que es mi contraria hasta mi misma sombra? A doña Inés adoro. ¿Esto merece el castigo invisible que me asombra, que don Gil mis deseos desvanece? ¿Por qué, Fortuna, como yo se nombra? ¿Por qué me sigue tanto? ¿Es por que diga que nunca falta un Gil que me persiga? Si a doña Inés pretendo, un don Gil luego pretende a doña Inés, y me la quita. Si me escriben, don Gil me usurpa el pliego y con él sus quimeras facilita. Si dineros me libran, cuando llego hallo que este don Gil cobró la dita. Ya ni sé adónde vaya ni a quién siga, pues nunca falta un Gil que me persiga.
Salen QUINTANA, don DIEGO, viejo, y un ALGUACIL
QUINTANA: Éste es el don Gil fingido a quien conoce su patria por don Martín de Guzmán, y el que ha muerto a doña Juana, mi señora. DIEGO: ¡Oh, quién pudiera teñir las prolijas canas en su sangre sospechosa, que no es noble quien agravia! Llegad, señor, y prendelde. ALGUACIL: Dad, caballero, las armas. MARTÍN: ¿Yo? ALGUACIL: Sí. MARTÍN: ¿A quién? ALGUACIL: A la justicia. MARTÍN: ¿Qué es esto? ¿Hay nuevas marañas?
Dalas
¿Por qué culpas me prendéis? DIEGO: ¿Ignoras, traidor, la causa, después de haber dado muerte a tu esposa malograda? MARTÍN: ¿A qué esposa? ¿Qué malogros? De esposo le di palabra; partíme luego a esta Corte. Dicen que quedó preñada. Si de malparir una hija se murió, estando encerrada en San Quirce, ¿tengo yo culpa desto? Tú, Quintana, ¿no sabes la verdad desto? QUINTANA: La verdad que yo sé clara es, don Martín, que habéis dado sinrazón de puñaladas a vuestra inocente esposa, y en Alcorcón sepultada pide contra vos al Cielo, como Abel, justa venganza. MARTÍN: ¡Traidor! ¡Vive Dios!... ALGUACIL: ¿Qué es esto? MARTÍN: Que a no hallarme sin espada, la lengua con que has mentido y el corazón te sacara. DIEGO: ¿Qué importa, tirano aleve, que niegues lo que esta carta afirma de tus traiciones? MARTÍN. La letra es de doña Juana.
Léela para sí
DIEGO: Mira lo que dice en ella. MARTÍN: ¡Jesús! ¡Jesús! ¿Puñaladas yo a mi esposa en Alcorcón? ¿Yo estuve en Alcorcón? DIEGO: Basta; Deja excusas aparentes. ALGUACIL: Despacio haréis la probanza, señor, de vuestra inocencia, en la cárcel. MARTÍN: Si quedaba en San Quirce, como muestran estas escritas palabras de su mano y de su firma, decid, ¿cómo pude darla la muerte yo en Alcorcón? DIEGO: Porque finges letras falsas del modo que el nombre finges.
[Salen] Don ANTONIO y CELIO
ANTONIO: Ése es don Gil. En las calzas verdes le conoceréis. CELIO: Sí, que éstos don Gil lo llaman. La palabra que le distes a mi prima doña Clara, señor don Gil, por justicia, ya que vuestro amor la engaña, venimos a que cumpláis. DIEGO: Ésa es sin duda la dama por quien a su esposa ha muerto. MARTIN: ¿Queréis volverme esa daga? Acabaré con la vida pues mis desdichas no acaban. ANTONIO: Doña Clara os quiere vivo y como a su esposo os ama. MARTIN: ¿Qué doña Clara, señores? Que no soy yo. ANTONIO: ¡Buena estaba la excusa! ¿No sois don Gil? MARTIN: Ansí en la Corte me llaman, más no el de las calzas verdes. ANTONIO: ¿No son verdes esas calzas? CELIO: O habéis de perder la vida o cumplir palabras dadas. DIEGO: Quitarásela el verdugo, levantando en una escarpia su cabeza enredadora antes de un mes en la plaza. [CELIO:] ¿Cómo? ALGUACIL: Mató a su mujer. CELIO: ¡Oh, traidor! MARTIN: ¡Oh, si llegara a dar remate a mis penas la muerte que me amenaza!
[Salen] FABIO y DECIO
FABIO: Ése es el que hirió a don Juan en la pendencia pasada. Con él está un alguacil. DECIO: La ocasión es extremada. Poned, señor, en la cárcel a este hidalgo. MARTÍN: ¿Hay más desgracias? ALGUACIL: Allá va, pero ¿por qué prenderle los dos me mandan? FABIO: Hirió a don Juan de Toledo anoche junto a las casas de don Pedro de Mendoza. MARTÍN: ¿Yo a don Juan? QUINTANA: ¡Miren si escampa! MARTÍN: ¿Qué don Juan, cielos? ¿Qué noche, qué casa o qué cuchilladas? ¿Qué persecución es ésta? Mirad, señores, que el alma de doña Juana difunta, que dicen que en penas anda, es quien todos nos enreda. DIEGO: ¿Luego habéisla muerto? ALGUACIL: Vaya a la cárcel. QUINTANA: Aguardad; que se apean unas damas de un coche y vienen aprisa a dar luz a estas marañas.
Doña JUANA de hombre, don PEDRO, doña INÉS, doña CLARA de mujer y don JUAN con banda al brazo
JUANA: ¡Padre de los ojos míos! DIEGO: ¿Cómo? ¿Quién sois? JUANA: Doña Juana, hija tuya. DIEGO: ¿Vives? JUANA: Vivo. DIEGO: ¿Pues no es tuya aquesta carta? JUANA: Todo fue porque vinieses a esta Corte donde estaba don Martín hecho don Gil, y ser esposo intentaba de doña Inés, a quien di cuenta desta historia larga, y a poner remedio viene a todas nuestras desgracias. Yo he sido el don Gil fingido, célebre ya por mis calzas, temido por alma en pena,
[A MARTÍN]
por serlo tú de mi alma; dame esa mano. MARTÍN: Confuso te la beso, prenda cara, y agradecido de ver que cesaron por tu causa todas mis persecuciones. La muerte tuve tragada. Quintana contra mí ha sido. JUANA: Volvió por mi honor Quintana.
[Don MARTÍN habla] a don DIEGO
MARTÍN: Perdonad mi ingratitud, señor. DIEGO: Ya padre os enlaza el cuello quien enemigo vuestra muerte procuraba. PEDRO: Ya nos consta del suceso y las confusas marañas de don Gil, Juana y Elvira. La herida no ha sido nada de don Juan. JUAN: Antes, por ver que ya doña Inés me paga finezas, tengo salud. INÉS: Dueño sois de mí y mi casa. PEDRO: Don Antonio lo ha de ser de la hermosa doña Clara. CLARA: Engañóme como a todos don Gil de las verdes calzas. ANTONIO: Yo medro por él mis dichas, pues vos premiáis mi esperanza. DIEGO: Ya, don Martín, sois mi hijo. MARTÍN: Mi padre que venga falta para celebrar mis bodas.
Sale CARAMANCHEL, lleno de candelillas el sombrero y calzas, vestido de estampas de santos con un caldero al cuello y un hisopo
CARAMANCHEL: ¿Hay quien rece por el alma de mi dueño, que penando está dentro de sus calzas? JUANA: Caramanchel, ¿estás loco? CARAMANCHEL: ¡Conjúrote por las llagas del hospital de las bubas, abernuncio, arriedro vayas! JUANA: Necio, que soy tu don Gil. Vivo estoy en cuerpo y alma. ¿No ves que trato con todos y que ninguno se espanta? CARAMANCHEL: Y ¿sois hombre o sois mujer? JUANA: Mujer soy. CARAMANCHEL: Esto bastaba para enredar treinta mundos.
Sale OSORIO
OSORIO: Don Martín, agora acaba vuestro padre de apearse. PEDRO: ¿De apearse y no en mi casa? OSORIO: Esperándoos está en ella. PEDRO: Vamos, pues, porque se hagan las bodas de todos tres. JUANA: Y porque su historia acaba don Gil de las calzas verdes. CARAMANCHEL: Y su comedia con calzas.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 22 Jun 2002