LA DAMA DEL OLIVAR

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

Esta edición electrónica de LA DAMA DEL OLIVAR fue preparada por Vern Williamsen en 2000 para incluirse en esta colección. La edición que tomamos como base para fijar nuestro texto es la de la QUINTA PARTE DE COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA (Madrid: Imprenta Real, 1636)


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO

Salen NISO, pastor viejo, MAROTO, CORBATO, ARDENIO, MONTANO, y LABRADORES
NISO: ¡Brava fiesta! CORBATO: Y la señora por quien se hizo, hermosa y mansa. MONTANO: Quien en servirla se cansa lo mucho que pierde ignora. ARDENIO: ¡Buen mayordomo! NISO: Y devoto. MONTANO: Pastor que el ganado deja por tan blanca y pura oveja, dichoso él. NISO: En fin, Maroto, vos habéis dejado el cargo con honra y fama. MAROTO: Y vendrá otro que me sacará de la puja rico y largo. NISO: ¡Qué buena estaba la igreja! MAROTO: Como pude la compuse; claveles en ella puse desde el altar a la reja. Verbena, espadaña y juncia por el suelo derramé; agua de trébol eché en las pilas. ARDENIO: Bien anuncia vuesa mucha devoción la que en el alma encubrís. NISO: Galán, Maroto, venís. MAROTO: Yo saco en la procesión todas las galas que tengo. El más pobre de Estercuel soy. CORBATO: Y el más devoto de él. MONTANO: Alegre en extremo vengo de haber visto cuán compuestas las calles de nuestra aldea estaban. MAROTO: Toda desea her a nuestra Virgen fiestas. MONTANO: ¡Qué de pinos que plantaron por ellas! Y las mujeres con qué gustos y praceres que las ramas adornaron con sus basquiñas de grana. CORBATO: No dejaron paramento, cual si huera el monumento, cortina o red aldeana que en las puertas y paredes no colgasen. NISO: Pescarán si en el mar del mundo están, el cielo con tales redes. ARDENIO: Pues a falta de pastillas no faltó incienso y espliego y aun estoraque, que el huego no quemase en escodillas, que por las calles a trechos daban gusto y devoción. MAROTO: ¡Oh, qué incienso es la oración, y qué grandes sus provechos! NISO: La fiesta, en fin, de septiembre en que nació nuesa estrella, ha estado extremada y bella. MAROTO: El labrador are y siembre los granos que el hielo cubre y restituye en agosto. Llene las cubas de mosto; coja la fruta en Octubre. Compre y venda el mercader en las herias y mercados, traten de armas los soldados, vista galas la mujer. Los sabios estudien leyes, tienten pulsos los dolores, dense placer los señores y ganen tierra los reyes. Mientras yo apaciento el hato donde el manso me conoce, el corderillo retoce y se encarame el chivato. Que más precio los halagos con que el mastín me hace fiestas, la leche en tarro, las fiestas que dan el deleite a tragos; a la noche en casa la olla, y al amanecer las migas, que de los ajos amigas, son deudos de la cebolla; y tras ellas una misa al alba en que el sacristén dice cantando el amén sobre el sayo la camisa, que cuanta riqueza guarda el avaro. MONTANO: A eso me acoto. CORBATO: Venturoso vos, Maroto, que el temor no os acobarda del señor, como al privado. MAROTO: Bueno me le ha dado Dios. ARDENIO: Medra su hacienda por vos. NISO: A buen amo, buen crïado. MAROTO: Don Gastón de Bardají, noble señor de Estercuel, ni es soberbio ni crüel. Desde que su pan comí mil mercedes Dios me hace. NISO: Mucho priva con el reye. MAROTO: Conoce su esfuerzo y leye, por eso le satisface. A conquistar a Valencia el rey don Jaime partió y consigo le llevó. NISO: Tiene en la guerra experiencia. Que os hallase me holgaría, cuando volviese, Maroto, casado. MAROTO: ¿A mí? MONTANO: ¡Juro al soto que había de her aquel día mil locuras de placer! MAROTO: No sabré yo her buen casado. NISO: Ya que en esto hemos tocado, hombre que está sin mujer, Maroto, no es hombre entero, pues le falta la mitad. MAROTO: La mitad, ¿cómo? NISO: Escuchad. ¿De nueso padre primero no dice el cura que a Eva durmiendo un día sacó? MAROTO: De sus huesos la formó. NISO: ¿Luego la mitad le lleva? MAROTO: No me casaré, aunque pueda, con mujer que en eso da, que al hombre le quitará la otra mitad que le queda. Y a fe que es cosa inhumana que, formándose de un hueso tan firme, tan duro y tieso, la mujer sea tan liviana. Dadla a la buena ventura; que es, al fin, la más hermosa, si de carne, peligrosa; y si de hueso, muy dura. ARDENIO: No decís mal. MAROTO: Y aun por eso las mujeres, Niso, son de tan mala digestión: que no se digiere el hueso. NISO: Pues mi Laurencia no es tal, ni en liviana o dura peca, que en lo amoroso es manteca y en lo honrado pedernal. No hay en Aragón mujer que mijor os pueda estar, y si os la vengo a pintar yo sé que la heis de querer. Sus años verdes y en flor, y su hermosura en la aldea, no hay borrico que la vea que no rebuzne de amor. Es de una imagen su cara. ¿Con qué la lava? Dirás con lleve el diablo lo más que un caldero de agua clara. Los cabellos, no dirán, son que al sol causan vergüenza, y cuando en cola los trenza en las rodillas la dan. La frente bruñida y lisa, las cejas son de amor arcos, los ojos, si no son zarcos, provocan a amor y a risa. Pues los carrillos, no hay mozo que no cante al descobrillos, "Más valen vuesos carrillos que el carrillo de mi pozo." De las narices no pocos han dicho, "Alegre estuviera, Laurencia, si amor me hiciera de vuesas narices mocos. ¿Pues qué la boca? Aunque pasa de raya, limpia y risueña; que no es bien que sea pequeña la portada de la casa. Los dientes altos y bajos, en hilera y procesión, piñones mondados son, a lo menos dientes de ajos. ¿Qué diré de los hocicos? Son que amapolas parecen cuando entre los trigos crecen. Pues los dos hoyuelos chicos que hace en riéndose, el cielo, a tener allá su cara, en ellos cro que jugara con el Amor al hoyuelo. Pues la barba, ¿qué otra cría más abajo de cristal? Con ella el mejor zagal barba a barba la abriría. Las tetas son naterones y los corpiños encellas, que mamara Amor en ellas a no, encubrir los pezones. Las manos, que nunca adoba, más brancas fueran que el pecho, a no haberlas callos hecho ya el cedazo, ya la escoba. La cintura puede entrar
Señala los dedos
aquí, y si amor navegara mejor su estrecho pasara --¡pardiez!--que el de Gibraltar. Pues aquella redondez, monte de nieve y cristal, rodará encima el brïal por ella Amor cada vez. Pues las piernas, si en el río lava, porque el cristal borre, corrido de verlas corre más aprisa y con más brío. Los pies calzan once puntos, cuando la aprieta el botín; mas sea ella honrada, en fin, que no miraréis en puntos. Pintada os la tengo toda, puesto que mal y en bosquejo, lo demás allá os lo dejo para el día de la boda. MAROTO: No del todo me despido de daros, Niso, placer, que, en fin, la buena mujer suele hacer bueno al marido; pero venga mi señor, que lo que ha de ser dirá. NISO: Rico dote se os dará, que aunque es mi hija la menor, por verla con vos casada, vos prometo dar, Maroto, un pedazo de este soto y media fanega arada de tierra, catorce ovejas y seis cabras con el perro, la barrosa y el becerro, una casa con sus tejas que no de techo pajizo, una cama con su ajuar, un San Miguel, que pintar en una sábana hizo mi abuela, que Dios perdone, y dos calderas también con su cuchar y sartén que rojas las migas pone.
Sale un CRIADO
MAROTO: Todo es bueno, y lo mejor, ser Laurencia vuestra hija. CRIADO: El puebro se regocija porque viene mi señor de Valencia y ha dejado al buen reye en Zaragoza. MAROTO: No en balde el monte le goza y se está riendo el prado, que no hay señor que le iguale. NISO: Bien podéis eso decir. CRIADO: ¡Ao! Vámosle a recebir; pero al encuentro mos sale.
Sale don GASTÓN, bizarro de camino
GASTÓN: ¡Oh, mis zagales, alcalde, Corbato, Ardenio, Maroto! NISO: Llegad, las manos besalde. MAROTO: No en balde se alegra el soto ni está verde el prado en balde viéndoos, señor, con salud en vuesa tierra y vasallos. GASTÓN: Huélgome con su quietud, que no puedo deseallos mejores. NISO: Por su virtud. MAROTO: ¿Cómo venís de la guerra, buen señor? GASTÓN: Gracias á Dios vitorioso. MAROTO: Nuesa tierra estaba triste sin vos GASTÓN: Es, en fin, mi estado y tierra. MAROTO: El ganado que apaciento, y por ser vuestro es dichoso, sin vos dejara el sustento. El cordero temeroso, que da los brincos a ciento, balaba por don Gastón; las ovejas os llamaban; y con ronco y triste son, por suspirar, rebuznaban los borricos, con perdón. Secábase el prado ameno, donde el hato flores pace, de luto y tristeza lleno, porque todo este mal hace la ausencia de un señor bueno. GASTÓN: Debéisme esa voluntad. NISO: ¿Qué ha habido de guerra? GASTÓN: Queda conquistada la ciudad de Valencia, donde pueda renacer la cristiandad que el mahomético profeta desterró por tantos años. Borró de ella el rey su seta llena de vicios y engaños. Ya queda segura y quieta, su mezquita consagrada, sus cautivos redimidos, su soberbia derribada y con blasones debidos eternizando su espada, el rey don Jaime glorioso, tan agradecido al cielo, que, devoto y generoso, premió con divino celo al estado religioso fundando cuatro conventos en ella. MAROTO: ¡Gran cristiandad! GASTÓN: Honró Dios los pensamientos de su liberalidad con milagrosos portentos; porque cerca de Valencia, al tiempo de conquistalla, para mayor evidencia de su amor, nuestro rey halla, animando su presencia, un retrato de aquel sol que, abrasando a Dios de amores, le vistió de su arrebol, un ramillete de flores, gloria del suelo español; un tanto monta del día; una suma del jardín que a Dios se aposenta y cría; un cielo en el suelo; en fin, una imagen de María, que en medio de aquella sierra el godo escondió del moro y en sus entrañas encierra aquel divino tesoro, feliz paz de nuestra guerra, desde que el campo asentó en su sitio el santo rey; Salomón que a Aragón dio, por defensa de su ley, el que por ella murió. Cada noche aparecía un resplandor soberano sobre el monte que escondía a la que a Dios hizo humano, que al sol competencia hacía. Música alegre sonaba, dando tal gusto el oílla, que la devoción juzgaba ser de ángeles la capilla y su autor quien la entonaba. Determinóse de ver el rey el misterio oculto que allí se podía esconder, y con religioso culto el primero quiso ser que, con la azada villana, para que todos trabajen, cavase. MAROTO: ¡Fe soberana! GASTÓN: Y hallando una hermosa imagen debajo de una campana, alegre con tal tesoro dio su vitoria por cierta. MAROTO: De placer devoto lloro. GASTÓN: Con los obispos concierta para que esté con decoro, que un monasterio real allí mismo se edifique a su devoción igual, y que a la Merced se aplique y se dé a su general fray Pedro Nolasco, piedra sobre quien Dios edifica la orden que por él medra, con el cuarto voto rica de la caridad, que es hiedra que a Dios alcanzan sus ramas. Orden de tantos favores, que, eternizando las famas de sus hijos redentores, los Fénix son de sus llamas. Fue el santo rey fundador de la orden militar dándola ser y favor, con que se quiso llamar, como Dios, rey redentor. Y, en fin, como era su hechura y de su celo heredera, darle la imagen procura de la que es de Dios esfera y cifra de su hermosura. Labró, en fin, en su montaña el templo, y hasta él con fiesta la coloca y la acompaña. La imagen del Puche es ésta que ha de ennoblecer a España; de que vengo tan devoto y envidioso, que quisiera, a merecerlo, Maroto, que de mi estado heredera viniera a ser. MAROTO: ¡Qué buen voto! Dome a Dios, mi buen señor, que es como suya esa fe, y que me muero de amor por ella, después que sé tan milagroso favor. Pero no se desconsuele; sirva y pretenda tal dama. Róndela, aunque se desvele, que a la casa de quien la ama venirse de asiento suele. Soltero es, no hay tal esposa como la virgen María, que es discreta y es hermosa, no pasa por ella día ni es en las galas costosa, que el sol de vestirla trata con cintas de resplandores, de estrellas sus trenzas ata, chapines trae de valores con sus virillas de prata, pues los adorna la luna; dote suyo son los cielos, do no hay temer la fortuna, y, en fin, no le dará celos, que es lo que más importuna. GASTÓN: ¡Oh, qué buen casamentero, Maroto, sabéis hacer! NISO: Pues sabed, señor, que quiero helle novio con mujer que vos aprobéis primero. ARDENIO: Al menos de nuesos votos lo que esto le importa sabe. MAROTO: De lo ajeno manirrotos sois. NISO: No es bien que en vos se acabe la casta de los Marotos. GASTÓN: Y vos ¿qué decís a esto? MAROTO: Que el casarse no es delito, y aunque es el estado honesto mijor, a vos me remito, en quien tengo el gusto puesto. GASTÓN: Pues si está en mi parecer, vamos agora a palacio, que hay mucho en esto que hacer, y ha de mirarse despacio esto de tomar mujer.
Vanse. Salen don GUILLÉN con hábito de Santiago, y LAURENCIA, como que ha cernido
LAURENCIA: Déjeme cerner mi harina. GUILLÉN: Laurencia hermosa, cerned pensamientos de mi amor, porque la harina apuréis de esperanzas candeales que con el agua amaséis de mis ojos, y cozáis en el horno de mi fe. Celos serán levadura, tan agria cuanto crüel, que os dará pan blanco y tierno. LAURENCIA: No le como si trechel. Mire que he de amasar hoy, vaya con Dios su mercé y a las bobas diga amores, porque yo ya sé quién es, GUILLÉN: ¿Quién soy? LAURENCIA: Amante común que enamora cuántas ve, mesón que todo lo acoge, fuente que da de beber a gente de toda broza, prado concejil en quien pacen de comunidad hierba que mata después. Yo no tengo más de un alma, sólo un dueño ha de tener, que con una voluntad a una sola quiera bien. GUILLÉN: Sola vos sois, sol hermoso, en quien me siento encender, fénix sola en hermosura. LAURENCIA: Vaya, señor don Guillén, y venda esos morrimullos a Constanza y a Isabel, burladas de sus promesas como Polonia e Inés, y perdone que me vo porque hay mucho que cerner. GUILLÉN: Aguardad un poco. LAURENCIA: Mire... GUILLÉN: ¿Qué? LAURENCIA: Que le enharinaré. GUILLÉN: Yo sé cuándo menos dura me escuchábades. LAURENCIA: Cerré las orejas con candados. GUILLÉN: Pues ¿por qué es tanto desdén? LAURENCIA: Porque tiene el corazón muy ancho y caben en él a gruesas, como botones, las pastoras que mantién. Caballero es de Aragón, sobre su pecho se ve la cruz que de Montalbán le encomendó nuesa fe. Pero ¿qué importa que traiga, mostrando que es hombre fiel, a los pechos la cruz roja si en ell alma el diablo tien? Los que son comendadores y caballeros como él damas sirven de palacio con estrado y con dosel. Deje villanas groseras de sayal y de buriel, que no es bien coma truchuela quien truchas puede comer. GUILLÉN: En fin, ¿ya me despedís? En fin, ¿ya no me queréis? LAURENCIA: No, que da mal fin a todas y un mal fin es de temer. GUILLÉN: Escuchadme una palabra. LAURENCIA: Ya le he oído más de diez y no quiero escuchar once. GUILLÉN: Acabad. LAIIREN. Apártese. GUILLÉN: No puedo. LAURENCIA: Pues ¡por mi vida!... GUILLÉN: ¿Qué? LAURENCIA: Que le enharinaré. GUILLÉN: Pues en esquiva habéis dado, y vos sola en Estercuel no estimáis mi voluntad, adiós. LAURENCIA: ¿Luego vase? GUILLÉN: Pues. LAURENCIA: Vaya con la maldición. GUILLÉN: ¿Qué más maldición queréis que partirme y no obligaros? LAURENCIA: En fin, ¿se va? GUILLÉN: ¿Qué he de hacer? LAURENCIA: Volved acá, caballero. No seáis tan descortés; que los noes al principio son síes en la mujer. No estáis ducho en conocernos, y pues no lo estáis, sabed que las palabras que habramos han de entenderse al revés. GUILLÉN: Pues ¿qué quieres? LAURENCIA: Que no os vais. GUILLÉN: Pues ¿tiénesme amor? LAURENCIA: Sí, a fe. GUILLÉN: ¿Mucho? LAURENCIA: Mucho, que es con celos. GUILLÉN: ¿Quién te los causa? LAURENCIA: Isabel. GUILLÉN: Aborrézcola. LAURENCIA: Mentides. GUILLÉN: Mucho sabes. LAURENCIA: Mi mal sé. GUILLÉN: ¿Dónde la vi? LAURENCIA: En el molino. GUILLÉN: Yo, ¿cuándo? LACREN. Vos, y antiyer. GUILLÉN: ¿Enamorado? LAURENCIA: Y perdido. GUILLÉN: Pues ¿qué la dije? LAURENCIA: "Mi bien." ................... GUILLÉN: ¿Hubo más de aqueso? LAURENCIA: ¿Pues? GUILLÉN: ¿Qué hubo? LAURENCIA: La embracijasteis. GUILLÉN: ¿Eso qué importa? LAURENCIA: ¡Oh, crüel! GUILLÉN: ¿Pues un abrazo? LAURENCIA: Es luchar, GUILLÉN: ¿Para qué? LAURENCIA: Para caer. GUILLÉN: Si tú me quieres... LAURENCIA: ¿Qué hará? GUILLÉN: Aborrecerla. LAURENCIA: ¿Y después? GUILLÉN: Ser amante tuyo. LAURENCIA: ¿Y luego? GUILLÉN: Adorarte a ti. LAURENCIA: ¡Qué bien! GUILLÉN: Yo lo juro. LAURENCIA: ¿De qué modo? GUILLÉN: Por tus ojos. LAURENCIA: Burlas ven. GUILLÉN: Por el cielo. LAURENCIA: Está muy lejos. GUILLÉN: Por mi fe. LAURENCIA: No guarda fe. GUILLÉN: Por mi vida. LAURENCIA: Moriráse. GUILLÉN: Por esta cruz.
Pone la mano en la del pecho
LAURENCIA: No la cree. GUILLÉN: Por Dios. LAURENCIA: Es un mal cristiano. GUILLÉN: Pues ¿por quién quieres? LAURENCIA: No sé. GUILLÉN: Fía en mí. LAURENCIA: ¿Sobre qué prendas? GUILLÉN: Sobre el alma. LAURENCIA: Iráseme. GUILLÉN: ¿No es prenda segura? LAURENCIA: No. GUILLÉN: ¿Por qué? LAURENCIA: Por que no se ve. GUILLÉN: ¿Quieres otra? LAURENCIA: Como fuere. GUILLÉN: Mis brazos. LAURENCIA: Arrédiese. GUILLÉN: ¿Qué recelas? LADREN, Que he cernido... GUILLÉN: ¿Pues? LAURENCIA: Y le enharinaré. GUILLÉN: Echemos cosas a un lado, Laurencia, de Amor laurel, de quien es mi amor Apolo, aunque más dichoso que él. Un mes ha que estoy perdido por ti, juzgando este mes por siglos de dilaciones, propiedad del bien querer. Yo he sabido que tu padre, de mi amor padrastro infiel, casándote darme intenta con celos muerte crüel. ¿Será, pues, razón, serrana, que esperanzas que sembré goce un tosco labrador de quien esposa has de ser? ¿Que un rústico sea hortelano, que coja de tu verjel la flor primera debida a la imagen de mi fe? Primero que tal consienta he de abrasar a Estercuel, y en venganza de mis celos Nerón seré aragonés. LAURENCIA: Pues ¿qué queréis que yo haga? GUILLÉN: Que esta noche entrada des a atrevimientos de amor que facilita el querer. Por las tapias de tu casa confïado subiré de que desvelada esperas, en tu huerta, y si una vez las primicias de tus gustos gozo, en bronce escribiré obligaciones que al tiempo jamás pueda deshacer. ¿Qué respondes? LAURENCIA: Que no vengas. GUILLÉN: ¿No, dices? Si te he de creer, y el "no" en la mujer es "sí," porque habláis siempre al revés, tu "no" misterioso adoro. Llega y dame... LAURENCIA: Apártese que está muy limpio. GUILLÉN: ¿Qué importa? LAURENCIA: ¿Qué? Que le enharinaré.
Vanse. Salen MAROTO, NISO, CORBATO, MONTANO, don GASTÓN y CRIADOS
GASTÓN: Maroto, lo que Niso me ha pedido está puesto en razón, y es justa cosa. En mis manos habéis comprometido la elección de casaros provechosa. Hoy de Laurencia habéis de ser marido, que es rica, cuerda, honesta y es hermosa, y Dios le dice a Adán cuando le cría que el hombre no está bien sin compañía. Cuando a medias se llevan los trabajos no pesan tanto, y es el yugo leve de Amor, que hallando alguno estos atajos a caminar con más valor se atreve; los altos reyes, los pastores bajos, para pasar la vida triste y breve, buscan mujer, en cuyo estado amable muestran que el hombre es animal sociable. La tortolilla con suspiros quiebra, viuda, los vientos por el bien que pierde, y mientras las exequias le celebra huye del agua clara y roble verde. Enlaza a su consorte la culebra. Si la hiedra amorosa al olmo pierde, da, pálida y marchita, testimonio de los bienes que causa el matrimonio. Un hombre solo triste vida pasa; los más breves pesares son prolijos; casado en paz, la más estrecha casa es alcázar y corte los cortijos. Cuando del monte deis la vuelta a casa, ¿hay gloria como, ver los caros hijos al lado tierno de la madre honesta que os sale a recibir y os hace fiesta? Esto ha de ser, Maroto; este es mi gusto; yo, que también casarme determino, quiero que en este estado santo y justo abráis a mis intentos el camino. En buena edad estáis, mozo robusto sois, y que llevaréis bien imagino la cruz del matrimonio. MAROTO: El que es prudente recela de tal cruz ser penitente. Pero, en fin, pues vos dais, señor, en eso, digo que de ella desde aquí me encargo, aunque tan grande cruz y más de hueso, en el camino de la vida largo derribará un gigante con su peso. CORBATO: Cirineos del mundo hay que ese cargo alivian. MAROTO: Nunca hará en su honra empleos el marido con tales cirineos. GASTÓN: Pues vengo a vuestra casa, Niso hermano, a tratar esta boda, haced que agora la desposada salga. NISO: Noble y llano, honráis nuestra humildad. CORBATO: Bien os adora todo Aragón, señor. NISO: Llamad, Montano, a Laurencia que, a fuer de labradora, o rastrilla o jabona, o cierne o cuece o a su hermanillo mientras hila mece.
Sale LAURENCIA
LAURENCIA: ¿Qué es, padre, lo que mandáis? NISO: Que agradezcáis el favor que nueso dueño y señor os hace, hija, y que pongáis la boca humilde en su pata. LAURENCIA: ¡Oh, mi señor don Gastón, bien venido! GASTÓN: Con razón de hermosa Estercuel os trata. Bizarra vasalla tengo en vos. NISO: ¡Oh! pues si viniera lavada, mijor pudiera llamarla hermosa. GASTÓN: Yo vengo, Laurencia, aquí, cuando menos a daros marido. LAURENCIA: ¿A mí? GASTÓN: Labradora bella, sí; y en vuestros ojos serenos miro la dicha y ventura de quien os ha de gozar. LAURENCIA: Pues ¿cómo me he de casar, señor, si aún no estoy madura? ¡Buenos están los engaños! GASTÓN: ¿Qué edad tenéis? LAURENCIA: Cumpliré, si al cura hemos de dar fe, para estas hierbas veinte años. GASTÓN: Luego, según vuestra cuenta, a buen tiempo vengo yo. LAURENCIA: Mi madre no se casó, señor, hasta los cuarenta, y tuvo a mucha ventura, según mi abuela contaba, que cuando menos cuidaba la casasen tan criatura. GASTÓN: Ya ese tiempo se ha perdido. CORBATO: Y como las que ahora nacen diz que lo primero que hacen es decir "taita, marido." GASTÓN: Vuestro padre determina que con Maroto tengáis el dueño que deseáis. Mi hermana ha de ser madrina y yo os he de apadrinar. ¿Qué decís? LAURENCIA: Tengo vergüenza. GASTÓN: Púrpura a salir comienza vuestro rostro a hermosear. Acercaos, Maroto, aquí, y habladla. MAROTO: ¿Hablarla qué importa, siendo una boda tan corta que no tiene más de un sí? GASTÓN: ¿Daisle vos de buena gana? NISO: Pues ¿no ha de darle si vos lo mandáis? CORBATO: ¡Verán los dos qué mudos están! GASTÓN: Mañana los desposorios serán. Vestíos, Maroto, de fiesta, que desposada como ésta merece el novio galán. Y quedaos, Laurencia, adiós, que la nueva os ha turbado. ................... [ -ado] ¡Envidia llevo a los dos! CORBATO: Cualquiera se la tendrá si su cara llega a ver. ARDENIO. Maroto, buena mujer os han dado. MAROTO: Ella dirá.
Vanse, quédase sola LAURENCIA
LAURENCIA: ¿Qué es esto, desdicha mía? ¿Cabrán, sí ya tengo dueño, en corazón tan pequeño dos huéspedes en un día? Don Guillén es el primero, y siendo abeja de Amor, le ofrecí la primer flor, derechos del jardinero. Es noble y quiérole bien, pues ¿por qué en tal alboroto tiene de usurpar Maroto derechos de don Guillén? Perdonará, pues espera a don Guillén mi fortuna y va a avisalle la luna, de amantes casamentera. Primero el cántaro llena aquél que llega primero, si Maroto vien postrero Dios se la depare buena.
Vase. Sale MAROTO
MAROTO: A la fe, mi Dios, que han dado en que he de tener mujer, yo soldemente sé her empleita y guardar ganado. ¡Pues meterme a mí en rencilla con una mujer! El cura diz que nunca está madura, porque, al fin, es de costilla. Es hacer que me descarne para ella y que pierda el seso. Aun si huera todo hueso y no cubierto de carne, no anduvieran diligentes tantos, hendo en la honra mella porque temieran mordella por no quebrarse los dientes... Yo no tengo si el rosario con quien en tales afrentas me aconseje y haga cuentas, que es el mejor secretario. Ahora bien, rezarle quiero que si ayuda a todos da, lo mijor me endilgará, que es divino consejero. ¿Yo cautivarme en un día? ¿Hay cosa más importuna que un muchacho en una cuna cuando llora? ¡Ave Maria!
Reja paseándose
"Virgen, la esposa más buena érades para mí vos; dígalo el ángel de Dios, pues vos llamó gratia plena. Mas cautivar mis praceres, pues nadie en toda la vida halló mujer que no pida entre todas las mujeres. ¿No es disparate, Jesú? Esto a enloquecerme basta; aunque si eres mujer casta, Laurencia, bendita tú. Que si libre de delito da de su honor testimonio al hombre en el matrimonio regocijado y bendito. Mas ¿qué esposo habrá que encuentre mujer a quien si quillotro la diga mío y no de otro es el fruto de tu vientre? ¿Casamientos ahora?, ¡Sús! Dejadme, que pierdo el seso. ¿Yo en casa con sobrehueso estando sano? ¡Jesús! ¿Yo riñendo cada día a quien sin tomar consejos como sea a la más lejos va a misa a Santa María? Pues que me encomiendo a vos, si no soy para casado, de tan peligroso estado libradame, madre de Dios. Santos, pues estáis vosotros en el eterno placer, libres de toda mujer y en paz, rogad por nosotros. Maridos, si de estos modos son las mujeres, tened mucha paciencia y sabed que rezo por mí y por todos. Pues si por quitar temores las mujeres no nacieran, muchos más los santos fueran y menos los pecadores. El alma su prisión llora. ¿Hay más riguroso paso, pues si que agora me caso me han de cautivar agora? Porque el trance que hay más fuerte y que más puede temblarse es al tiempo de casarse y en la hora de nuestra muerte. Haga a los solteros bien, Dios, guardando sus sentidos, dé paciencia a los maridos y digan todos Amén."
Salen don GUILLÉN y GALLARDO
GUILLÉN: Gallardo, si mi Laurencia aguarda cual prometió, Amor posesión me dio de la más bella presencia que celebra su deidad. GALLARDO: ¿Qué diablos hiperbolizas y hermosura solenizas? GUILLÉN: Pues ¿aquesto no es verdad? GALLARDO: No, por cierto, con perdón. ¿Es más de una labradora que estará cerniendo agora y quizá cantando al son que hace con el cedazo "A las tres ánades, madre," mientras que duerme su padre, que es el mayor villanazo que tiene todo Estercuel? GUILLÉN: Laurencia es un sol, un cielo. GALLARDO: Que has de enloquecer recelo. ¡Miren qué Dafne en laurel, qué Leucote vuelta incienso, o que Clicie en girasol! ¡Par Dios, si Laurencia es sol, que es muy puerco el sol! GUILLÉN: No pienso que estás en ti, si eso dices. ¡Oh, quién verla ya pudiera! ¡Oh, quién la hablara! ¡Quién fuera...! GALLARDO: Di, moco de sus narices. GUILLÉN: ¡Quién sus manos o cristales... GALLLARDO: ¿Besallas? GUILLÉN: Sí. GALLARDO: Buen galán besa, que quizá estarán lavando agora pañales. ¿Es posible, di, señor, que un caballero estimado, a quien mil damas han dado más fama que a Galaor, con esa flemaza agora el sayal grosero ensalza, tú, que los puntos que calza la más guardada señora sabes, botines deseas? GUILLÉN: Gallardo, ya estoy cansado de tanta seda y brocado. Las más graves son más feas. Hermosura que en la tienda se vende, ¿quién la ha de amar? GALLARDO: Si el afeite es rejalgar Bercebú que las pretenda. Tu opinión sigo en cuanto eso, que caras de solimán la muerte a un hombre darán, como píldora en un beso por no venderla, de balde. Hermosuras de retazos de sastre, hechas a pedazos de color y de albayalde, con que jalbegan las casas, como pared de mesón, caras como colación, cargadas de miel y pasas. GUILLÉN: Y miel virgen. GALLARDO: Es verdad, con que engañarnos pretenden, porque todas ellas venden postiza la puridad. No hay tienda si vas a ella, porque este discurso sigas, que en cintas, bandas o ligas no halles carne de doncella. Y pues en cintas las pinta el interés, no me engaño cuando sospeche que hogaño se usan doncellas en cinta. GUILLÉN: ¿Luego yo discreto soy en buscar sin compostura la natural hermosura de Laurencia? GALLARDO: Amigo soy de amor que huele a tomillo, y más tomillo salsero, que es carne con sal y quiero bien este trato sencillo; pero no has de encarecerlo con tanta exageración, que es plato de salpicón, aunque sabroso al comerlo, que después huele a cebolla; mas dirás que es polla bella y que por eso con ella quieres jugar a la polla. MAROTO: (Maroto, ¿no escucháis esto? Aparte Andaos a caza de bodas.) GUILLÉN: Estas labradoras todas, por lo simple y por lo honesto, me enamoran. ¡Si saliese y la seña hiciese ya! MAROTO: (¿Señas le ha de hacer? ¡Verá! Aparte ¡Oh, qué mal agüero es ése!) GUILLÉN: La gente de casa, Amor, ¿por qué no la habéis dormido? GALLARDO: Sobre la tapia ha salido tu labradora, señor.
Sale arriba LAURRNCIA
GUILLÉN: Sí, que la luna salió a enseñarme su presencia. MAROTO: (Trepadora sois, Laurencia; Aparte no os llevo a mi casa yo.) LAURENCIA: ¡Ce! ¿es Don Guillén? MAROTO: (¿Por la ce Aparte comenzáis, sin ser casada? Labradora sois letrada; ya llegáis al A B C. Pues bien sé yo, aunque villano, que si llegáis a la D, por más riqueza que os dé, que no heis de darme la mano.) GUILLÉN: Yo soy quien en vos viviendo, y sin vos muriendo en mí, por la vida vengo aquí que me usurpáis. LAURENCIA: Yo no entiendo aquesas algarabías; pero lo que os sé decir que aún no se ha echado a dormir mi padre. GUILLÉN: Desdichas mías le despiertan. LAURENCIA: Hablad paso y volved mañana acá; mas no, que en vano será, porque mañana me caso. MAROTO: (No conmigo, si yo puedo.) Aparte GUILLÉN: ¿Que os casáis? ¿Cómo o con quién? LAURENCIA: Con Maroto, don Guillén. GUILLÉN: ¡Ay, cielos! LAURENCIA: Sospirad quedo. GUILLÉN: Daré yo muerte a Maroto. MAROTO: (¿Qué más muerte que casarme?) Aparte GUILLÉN: ¿Luego podréis olvidarme el nudo de mi amor roto? LAURENCIA: Mandólo nueso señor don Gastón de Bardají. GUILLÉN: ¿Y habéis vos ya dado el sí? LAURENCIA: Más por fuerza que de amor. MAROTO: (Yo os le suelto desde agora.) Aparte GUILLÉN: Pues, Laurencia, aunque se abrase el lugar, antes que os case logrará quien os adora la posesión deseada que merece mi afición. MAROTO: (¿Y después como melón Aparte dármela a mí decentada? ¡Malos años para vos!) LAURENCIA: Ahora bien, desde aquí a una hora volved, que es temprano agora, y quedad, señor, con Dios. GUILLÉN: Dadme una mano primero. MAROTO: (De azotes la merecía. Aparte ¿Hay tan gran bellaquería?) LAURENCIA: No tien la tapia agujero por donde darla, y está tan alta, que no podréis alcanzarla, si volvéis presto, Amor lo ordenará. GUILLÉN: El Amor todo lo alcanza, que sabe hacer invenciones. Gallardo, si aquí te pones, podrá subir mi esperanza y alcanzar esta ventura. ¿Oyes? GALLARDO: Durmiéndome estaba. GUILLÉN: Ponte aquí debajo, acaba. GALLARDO: Pues ¿soy yo cabalgadura? GUILLÉN: No seas necio ni pesado. GALLARDO: Si subes no lo seas tú.
Pónese en cuclillas y sobre las espaldas don GUILLÉN, de pies
MAROTO: (¿Que aquesto se use? ¡Jesú! Aparte ¿El amo sobre el crïado? Miren cuál anda ya el mundo, unos sobre otros los vicios.) GALLARDO: Si son cortos los oficios en darte gusto me fundo; pero si van a la larga, desde agora te prevengo que, en pesando, me derriengo, y que me echo con la carga. MAROTO: (¡Lo que sufre un alcahuete!) Aparte GALLARDO: ¡A lo que obliga un señor! GUILLÉN: ¡Mi cordera! LAURENCIA: ¡Mi pastor! GUILLÉN: ¡Mi mayo! LAURENCIA: ¡Mi ramillete! GUILLÉN: ¿Que os casáis? LAURENCIA: Contra mi gusto. GUILLÉN: ¿Con un bárbaro? LAURENCIA: Un grosero. GUILLÉN: ¿Quién soy yo? LAURENCIA: Mi jardinero. GUILLÉN: Pagadme, pues. LAURENCIA: Esto es justo. GUILLÉN: ¿Y con qué? LAURENCIA: Con las primicias. GUILLÉN: ¿De vuestro amor? LAURENCIA: Claro está. GUILLÉN: ¿Cuándo? LAURENCIA: Esta noche será. GALLARDO: ¿No ahorraremos de caricias don Guillén? ¡Que me deslomo! MAROTO: (¿Qué esto sabe una mujer?) Aparte GALLARDO: Mas ¿que he de hacerte caer? GUILLÉN: Soy un pájaro. GALLARDO: De plomo. GUILLÉN: ¡Qué hermosa mano! LAURENCIA: Grosera que friega, barre y amasa. GUILLÉN: Es de nieve. MAROTO: (¡Y os abrasa!) Aparte GALLARDO: Que me matas considera. GUILLÉN: ¿Podré entrar luego? LAURENCIA: No sé. GUILLÉN: Ya el viejo se habrá dormido. LAURENCIA: Si vos estáis escondido mientras que voy y lo sé, entrad. MAROTO: (Bellaco va esto. Aparte Excusemos un pecado.
Da gritos
¡Ah de casa; que han entrado ladrones, acudid presto! Niso, Corbato, Montano, mozos, zagales, garzones, que andan ladrones, ¡ladrones! LAURENCIA: ¡Ay, cielo, vete! GUILLÉN: ¡Oh, villano! ¡Vive Dios, que has de pagarme el dar a la gente aviso! MAROTO: ¡Ladrones, ladrones! Niso, ¡Salid, que quieren matarme! ¡Ladrones! GALLARDO: Huye, señor, no te conozca esta gente.
Salen los PASTORES con chuzos
GUILLÉN: ¡Que así un bárbaro insolente haya estorbado mi amor! GALLARDO: Cada cual su hacienda guarda. GUILLÉN: ¿Que aquesto pase por mí? GALLARDO: Yo de burro te serví pero tú fuiste mi albarda.
NISO y ARDENIO
NISO: ¿En casa de la josticia ladrones? ¿Adónde están? ARDENIO: Ténganse al rey los ladrones. NISO: ¡Por Dios, que los he de ahorcar! GALLARDO: Huye, señor, que villanos ya sabes que en su lugar son reyes, y que los gallos cantan en su muladar. GUILLÉN: ¡Que este rústico grosero de mi suerte fuese azar que esta ocasión me impidiese! Mas él me lo pagará.
Vanse don GUILLÉN y GALLARDO. Sale don GASTÓN
GASTÓN: ¿Qué alboroto es éste, Niso? MAROTO: ¡Oh, señor! Vino a robar un ladrón aquí una joya de Laurencia. GASTÓN: ¿Cómo? MAROTO: Y tal, que si una vez se la quitan, aunque la percuren más, ojos que la vieron ir a vella no volverán. NISO: ¿Mas si fuese la patena con la sarta de coral? MAROTO: Patena y corales son dignos, Niso, de estimar. Y si arrancan la patena, la sarta se quebrará, derramando los corales que asidos con ella van. Este negro casamiento, si va a decir la verdad, me trae sin seso ni gusto desde esta mañana acá. Como el hombre que se vela, su mujer ha de velar, en fe que es vela el honor que el fuego suele quemar, a velar vine a estas puertas más celoso que galán, que un marido es como un muerto, pues le velan como a tal. De temores y sospechas cansado, que poco va de estar cansado a casado y más siendo a mi pesar. ¡A la fe que me dormí! Yo confieso que hice mal, que honra y sueño pocas veces se guardaron amistad. Echéme a aquestos umbrales; que un marido ha de imitar al mastín, que cuidadoso a las puertas tién de estar. Apenas que me dormí, cuando comencé a soñar que Niso me había vendido un hermoso colmenar. Yo, que no estaba contento con la compra, vi llegar a robarme la miel virgen dos osos de Montalbán. Como toda miel se pega, y sin cera no hay panal, y la cera junto al huego por fuerza se ha de quemar, viendo que se derretía pretendílo remediar, pues colmenas sin miel virgen aun no valen la mitad. Los celos, que son abejas, y ya zánganos serán, a los osos colmeneros iban locos a picar. Mas viendo su resistencia comenzaron a gritar, que sus voces son susurros, "¡Ladrones en el lugar!" Despertéme yo a mí mismo, y a fe que a no despertar, que de aquesta pesadilla, muerte me diera el afán. Salistes alborotados, y pues presentes estáis, sed testigos desde ahora que no me quiero casar. Colmenas tan peligrosas en campos de libertad, sin más guardas que a sí mismas, comprarlas es necedad. Si a una viña ponen cercas, y la guarda por demás el lanzón de un viñadero, pues las hurtan en agraz, ¿qué hará una colmena sola en el campo, a voluntad de cualquiera caminante sino comer y picar? A lo dulce no hay defensa, Niso, que aunque en el corral lo guardéis, hay quien las tapias de él se atreverá a saltar. Líbreme Dios de colmenas con pies, que se subirán en somo de las paredes si una vez en ello dan. Tienen alas las abejas, y como en corchos están, pesan poco y vuelan mucho, pican honras y se van. No curéis de persuadirme, que si me ha dado pesar aun durmiendo una mujer, despierto, decid, ¿qué hará? Primero que yo me case, aunque me lo rueguen más, torciéndomela cabeza llevaré la cara atrás. Esposo entonces seré cuando de aquel olivar nazca, en lugar de aceituna, mi esposa. No hay más que hablar.
Vase
NISO: Oye, Maroto... ¡Maroto! GASTÓN: Misterio tiene el hablar mi pastor de esta manera. Algo ha visto. NISO: Pues se va y mi hija menosprecia, vaya con Dios el gañán, que no es Laurencia mocosa ni peina canas. CORBATO: ¡Verdad! GASTÓN: El casarse, mis amigos, ha de ser con voluntad; no le forcemos la suya. NISO: ¿Qué llama, señor, forzar? ¿Peina canas mi Laurencia? CORBATO: Que es un simpre. NISO: Vaya en paz y no se case, hasta tanto que lleve la cara atrás. CORBATO: ¿Hay tal bruto? Siembre esposas aquí, quizás nacerá alguna que le enamore, cual dice, en este olivar.

FIN DEL ACTO PRIMERO

La dama del olivar, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002