JORNADA SEGUNDA


 
Salen don MANRIQUE y el rey de NAVARRA
MANRIQUE: Don Guillén de Tolosa, cuyo estado, como hermano, heredó del conde muerto, viendo al de Fox, mi amigo, aprisionado, su dañada intención ha descubierto, porque con Aymerico concertado que guarde a don Gastón, tiene por cierto, después que a Fox y su condado rinda, ser dueño de Narbona y de Armesinda. Hásela el duque viejo prometido, y hasta que ella dé el sí de ser su esposa, la tiene en un castillo, donde ha sido Armesinda tan firme como hermosa; porque aunque a nadie el Duque ha permitido visitarla, sino es al de Tolosa, ni que la sirva más que una doncella, no puede persuadirla ni vencella. Aquesto, gran señor pasa en Narbona. Amigo soy de don Gastón; y tanto, que por la libertad de su persona daré la vida. Pues el cielo santo de Aragón te ha entregado la corona, con que tu nombre al moro causa espanto y obedecerte aqueste reino miro por sucesor del monje don Ramiro. Así pise las lunas africanas la victoriosa cruz de tus banderas, desterrando las barras catalanas al sarraceno vil de sus riberas, que el nombre que de justo y largo ganas, con don Gastón mostralle agora quieras, dándome gente y armas, con que pueda su estado defender, que a riesgo queda. Perderá el de Tolosa su arrogancia, y partiendo a Narbona en son de guerra, las lises quitaré, que le dio Francia, y las barras pondré de aquesta tierra. Gozarás a Narbona, si a tu instancia al Duque venzo, que la paz destierra, y libre don Gastón, será testigo de lo que vale un verdadero amigo. NAVARRA: Don Manrique, el amor que os he cobrado a vos y a vuestro padre, el conde muerto, por el rey de Castilla desterrado, y admitido en mi reino, os hará cierto cuanto deseo, que al antiguo estado de Castilla volváis; y tornen puerto allí vuestros trabajos; mas recelo que aun no quiere aplacar su enojo el cielo. Con el rey de Castúla, Alfonso Octavo, por cartas he tratado que os reciba en su gracia, mas lleva por el cabo la envidia a su rigor desde que priva con él don Lope de Haro, y temo al cabo que ha de ser imposible, mientras viva su enojo, y de don Lope la privanza, cumplir vuestra quietud y mi esperanza. Quisiera, don Manrique, para aquesto que, restaurando parte del estado que habéis perdido, os viera otra vez puesto conforme merecéis. Pues el condado, de Fox está en peligro manifiesto, preso su conde, y él casi usurpado, gozad de la ocasión. Yo os daré gente con que quede por vuestro fácilmente. A mí me está esto bien, porque es frontera Fox, de Aragón y, su áspera montaña, por donde Francia ha hecho guerra fiera diversas veces a Aragón y a España. Por aquesta razón, Conde, quisiera que, sacando mis gentes en campana, ganárades a Fox, que así procuro, que estemos, vos honrado y yo seguro. MANRIQUE: Señor, si la amistad que he profesado con don Gastón, permite, estando preso, tan grande ingratitud, que su condado le usurpe... NAVARRA: Don Manrique, dejaos de eso; mi amigo sois también; determinado tengo de hacer matarle, que os confeso que las guerras que ha hecho a esta corona piden satisfacción de su persona. Si estimáis mi amistad más que la suya, yo haré que, despreciando al de Tolosa, su hija el de Narbona os restituya y, conquistando a Fox, sea vuestra esposa. MANRIQUE: Primero el cielo santo me destruya, que, siendo yo su amigo, haga tal cosa. NAVARRA: Perderéis, no cumpliendo lo que os digo, por un amigo conde, un rey amigo.
Vase el rey de NAVARRA
MANRIQUE: ¡Qué notable tentación ha combatido mi pecho! La honra con el provecho grandes enemigos son. Si ha de morir don Gastón, sin que le dé libertad de Aymerico la crueldad con que mis ruegos resiste, porque su estado conquiste ¿en qué agravio su amistad? Mas--¡Oh, civil pensamiento!-- ¿tal comunicas conmigo? Preso don Gastón, mi amigo, su hacienda usurparle intento? Quimeras sin fundamento son; mas, si en prisión crüel muere, ¿qué he de hacer? Ser fiel, y a pesar de armas y miedo, libertarle; y si no puedo, morir en prisión con él. ¿Mandólo el rey de Aragón? Cuando el amigo es de ley atropella vida y rey. ¿Que importa, si entrambos son amigos? La obligación que tengo al rey, y su amor no ha de manchar mi valor, para que su intento siga, que no es amigo el que obliga a su amigo a ser traidor. Estas consecuencias claras, por más seguras elijo, que bien dijo aquél que dijo, "El amigo hasta las aras." Mas--¡ay, alma!--¿No reparas que a Armesinda me han de dar? Gran premio, no hay que dudar; porque si se ha de romper la amistad, sólo ha de ser por amor o por reinar. Interés y amor me llama pero, en fin, soy don Manrique; padezca yo, y no publique de mí tal caso la fama. Amo a quien amigo ama, sin poder mi libertad olvidar tanta beldad; pero atorménteme y muera mi amor, como quede entera la ley de nuestra amistad.
Sale TAMAYO
TAMAYO: ¡Válgame Dios! Y qué a pique de morir está un lacayo, si anda cual yo! MANRIQUE: Tamayo. TAMAYO: ¡Pardiez! señor don Manrique que no lleguemos a nietos con esta vida en Narbona. Ayer se vio la persona en temerarios aprietos. No soy bueno para espía. Mándame tú que haga plaza del mandil y la almohaza, o que juegue todo un día y la noche, aunque a mi padre pierda, y no me mandes ser podenco de una mujer; que no pare y es mi madre. ¡Bravas cosas hay de nuevo! MANRIQUE: ¿Cómo? ¿Hablaste a don Gastón? TAMAYO: ¡Sí! ¡Bonica es la prisión, y bonico es el mancebo! Ahí tenemos en el arca otra vida. No hay entrar una mosca en el lugar; y por toda su comarca se publica que eres muerto. MANRIQUE: ¿Que soy muerto? TAMAYO: Sí; y también que en volviendo don Guillén de Fox, que dicen que es cierto el haberse apoderado de su injusta posesión, le darán a don Gastón despachos en un bocado. MANRIQUE: ¿Que soy muerto yo? TAMAYO: Tú, pues. Y aunque entonces lo creí, y mandé decir por tí un real de misas, después que vi a Rosela quedé desengañado y corrido. Dice, que el haber fingido el duque tu muerte, fue porque Armesinda te adora, desde que a Narbona fuiste y muerte a don Ramón diste, como a su Endimión la Aurora. Tiénela su padre presa hasta que dé el sí de esposa A don Guillén de Tolosa; y como a voces confiesa que don Manrique de Lara sólo su esposo ha de ser, tu muerte finge, por ver si así su mal se repara y de su amor la revoca. MANRIQUE: ¡Qué! ¿Por eso lo ha fingido? TAMAYO: Sí; mas tan mal le ha salido la traza, que, como loca, sin que a nadie comunique, no hay en la torre lugar donde no vaya a buscar su Torneador don Manrique. Esto de Rosela sé. MANRIQUE: ¡Qué! ¿Tan de veras me ama? TAMAYO: Digo que a voces te llama. MANRIQUE: Tamayo amigo ¿qué haré? TAMAYO: Buscar algún hechicero que te lleve por el viento, por arte de encantamiento, que yo no oso ni quiero meterme más en dibujos. MANRIQUE: ¡Ay! ¡Quién la desengañara! TAMAYO: Pues, don Manrique de Lara, si eso intentas, busca brujos, que en Navarra y Aragón no faltan, y cumplirán tu deseo. MANRIQUE: En fin, ¿que están resueltos que don Gastón muera? TAMAYO: Como te lo cuento. MANRIQUE: No saldrán con su crueldad. ¡Mostrad quien sois, amistad! ¡Ah! ¡Fuera, vil pensamiento; que ha de vivir don Gastón, y de Armesinda ha de ser esposo, con el poder y armas del Rey de Aragón; que, pues favor me ha ofrecido como le usurpe el condado, diré que, determinado de darle gusto, he querido ganar a Fox y a Narbona. Combatiré hasta sacar libre a don Gastón, y dar señales de que me abona sangre de Lara y valor de España, porque después sepan que pisan mis pies al interés y al amor. Tamayo, tú has de dar traza como sepa que no he muerto Armesinda. TAMAYO: ¿Yo? Por cierto que cogiste linda maza. ¿Cómo será eso posible, si el duque tiene las llaves de la prisión, como sabes? Haz tú que sea invisible, o dame la traza y modo, pues que el peligro me das. MANRIQUE: Tú, Tamayo, la hallarás, que eres hombre para todo. Esto importa, y me está bien que si me tiene por muerto, es mujer, y será cierto el serlo de don Guillén. TAMAYO: Mas, que me tienen de dar un zaparrazo por ti, extraño. MANRIQUE: Haz esto por mí. Y vamos, que voy a hablar al rey, por dar a un amigo vida y libertad. TAMAYO: Yo voy a Narbona a morir hoy. ¡San Nuflo vaya conmigo!
Vanse don MANRIQUE y TAMAYO. Salen doña VIOLANTE, y don GASTÓN en la prisión
VIOLANTE: No me agradezcas a mí, don Gastón, este favor; agradécelo al amor, que, aunque quejosa de ti, la industria para librarte que ves agora me ha dado. Mi padre, contigo airado, manda al alcaide matarte esta noche, y a mi instancia, dando garrote a otro preso por ti, te libró. GASTÓN: Confieso que eres la lealtad de Francia. Confieso, doña Violante, que a poder mi voluntad usar de su libertad, quedara con ser tu amante, en la obligación mayor que un hombre puede tener; pero, ¿cómo puede ser si a Armesinda tengo amor? Echóse sobre la hacienda por ser acreedor primero; y así, aunque pagarte quiero si no es que palabras venda, que son solas las alhajas que me han quedado, no sé como pagarte podré, que en palabras pago en pajas. VIOLANTE: Don Gastón, no quiero más de que a tu estado te vuelvas y que en el alma resuelvas la obligación en que estás a mi amor, ya que mi hermana, tan lejos de amarte vive, que sólo admite y recibe una pretensión villana de un falso amigo que tienes, con quien mi padre la casa. GASTÓN: ¡Ay, cielos! Si aquesto pasa, ¿por qué a darme vida vienes? Morirme fuera mejor. VIOLANTE: (Celos ¿qué vais a decir? Aparte Mas, si vive de mentir y engañar siempre el Amor, con una mentira quiero probar si a Armesinda olvida don Gastón, que aborrecida, alegre suceso espero. GASTÓN: ¿Es don Manrique de Lara el amigo que me vende? VIOLANTE: Ése a Armesinda pretende, y solamente repara en que vivas, don Gastón; y así la ocasión ha sido de matarte. Ha intercedido por él, el rey de Aragón, y mi padre, a instancia suya, despreciando al de Tolosa, se la ofrece por esposa. GASTÓN: ¡Válgame Dios! ¡Que destruya el interés tal amor, tanta fe, tanta amistad, tanta nobleza y lealtad, tanto esfuerzo y tal valor! ¡Manrique!...¡ah, ingratos cielos! VIOLANTE: En notable riesgo estás, si aquí te detienes más. GASTÓN: ¡Manrique!... ¡ay, rabia ¡ay, celos VIOLANTE: Vete a Fox, y en él advierte que te di, Conde, la vida.
Vase doña VIOLANTE
GASTÓN: Mientes. Tú eres mi homicida. ¿Aquésta es vida? Ésta es muerte. Falsa amistad, ladrón disimulado, que lisonjea al que robar procura; perro que halaga lo que el manjar dura, para morder después que está acabado. ¿Cómo es posible que hayas derribado con el vano interés de una hermosura la más firme amistad y más segura que Francia vio jamás y España ha dado? Labra en palacio en el verano el nido la golondrina, que parece eterno, mas huye en el invierno y busca abrigo. De la falsa amistad símbolo ha sido. Labró el verano, pero huyó el invierno de mis trabajos el mayor amigo.
Vase don GASTÓN. Salen TAMAYO y ROSELA
ROSELA: De manera lo ha sentido, y tan fuera de sí está, que al duque le pesa ya de haber su muerte fingido. Teme que ha de enloquecer, y aunque más la desengaña, que vive y que está en España, no hay persuadirla a creer, sino que con don Gastón murió también don Manrique. TAMAYO: (No sé que traza fabrique Aparte para entrar en la prisión.) ¿En fin, que la crueldad de Aymerico llegó a tanto que al de Fox mató? ROSELA: Es espanto; no hay persona en la ciudad que su muerte malograda no sienta en extremo. TAMAYO: Y bien; ¿piensa salir don Guillén con la traza concertada? ROSELA: En conquistando el condado de Fox, se desposará con Armesinda. TAMAYO: Si hará, si no vuelve trasquilado. Don Manrique, mi señor, parte a su defensa, y lleva diez mil soldados a prueba de lealtad y de valor. Y pues don Gastón es muerto sin herederos, sin duda que luego a Narbona acuda; y en viniendo, ten por cierto que, vengando a don Gastón, será duque de Narbona. Y para honrar mi persona, dicen que tiene intención, armándome caballero, de hacerme caballerizo mayor; y aunque sea postizo el cargo, contigo quiero casarme! que eres rolliza. ROSELA: ¿Conmigo? TAMAYO: Mi fe te doy, si caballerizo soy, que has de ser caballeriza. En pago de esto quisiera que a Armesinda consolaras y que la desengañaras. ROSELA: Tamayo, aqueso es quimera. Ni me ha de creer, ni puedo entrar a verla ni hablarla. TAMAYO: ¿Pues cómo podré avisarla? ¿qué mujer hay, que un enredo no sepa para advertirla que mi señor vivo está? ROSELA: De ninguno lo creerá mejor que de ti. TAMAYO: A decirla vengo aquesto de Aragón. Pero ¿qué traza ha de haber para hablarla, si ha de ser entrando yo en la prisión, y no sabiendo volar? ROSELA: Guardándola el duque tanto, no sé como. TAMAYO: Haz tú un encanto. ROSELA: Ten ánimo para entrar dentro en un cofre cerrado que de vestidos la envío, y hablarásla. TAMAYO: ¿Cómo? Un frío de miedo el alma me ha dado. ¿Yo en cofre? ROSELA: Si tan leal eres siempre a tu señor, no es mucho esto. TAMAYO: De temor me suele venir un mal, siempre que estoy encerrado, con que se me ablanda el vientre. Si me viene después que entre, y estoy vivo embalsamado, ¿gustarás de verme ansí? ROSELA: Hoy le tienen de llevar. Si te quieres arriesgar, famosa traza te di. Determínate, Tamayo. TAMAYO: Vamos, tornaré sudores. ¿A qué no obligáis, señores, a un leal y fiel lacayo? ROSELA: Ven a enterrarte. TAMAYO: En salud me llevan. ROSELA: ¿Eso te espanta? TAMAYO: Mi sacristán eres. Canta cuando esté en el ataúd.
Vanse TAMAYO y ROSELA. Sale un alarde de soldados, tocando primero dentro un tambor, y don MANRIQUE detrás, con bastón de general
MANRIQUE: ¡El Conde don Gastón muerto, y su amigo con vida, y sin que tome la venganza del homicida un ejemplar castigo! ¡Oh, Duque fiero! espera, que si alcanza a tu Narbona el fuego de mi furia, no lograrás tu inútil esperanza. ¿Qué alarbe, qué villano de Liguria, por la codicia de un condado, hiciera a su mismo valor tan grande injuria? A Fox he defendido, y defendiera de tu avara ambición el mundo todo, por más que el de Tolosa se opusiera. Presto verás, si escalas acomodo a tus cobardes muros, que en España soy heredero del esfuerzo godo. Manrique y Lara soy. Si en sangre baña mi enojo tu ciudad, y no perdona niños y viejos mi sangrienta hazaña, no te espantes. Marchemos a Narbona, que la sangre del conde a voces pide venganza de la muerte que pregona. El Duque muera; aunque mi amor olvide a Armesinda, que no hay amor que ablande pecho donde un fiel amigo reside. Castigo grande pide injuria grande; mas--¡ay, cielos crueles!--¿qué castigo ................................ [-ande] la muerte vengará de tal amigo? ............................... [-ego] ............................. [-igo.] SOLDADO 1: Famoso don Manrique, marcha luego. Mete a saco a Narbona; muestra a Francia tu valor, y la guerra a sangre y fuego; que pues el de Tolosa y su arrogancia huyó furioso, y Fox por tuyo queda, ser tus soldados, es nuestra ganancia. SOLDADO 2: Aunque el rey de Aragón quejarse pueda que contra el duque de Narbona vamos, cuya antigua amistad la guerra veda, es tan grande el amor que te cobramos, y tan grande del duque fue el exceso, que tu gusto y su muerte procuramos. MANRIQUE: Cuando el rey sepa, amigos, el suceso, aunque era don Gastón contrario suyo, confesará el agravio que confieso. De su valor, su justo enojo arguyo. Marchemos a Narbona, y sus despojos gozad mientras me vengo y la destruyo. Doblad banderas y estandartes rojos; sacad pendones negros, y entapicen los vientos la color de mis enojos. El destemplado parche solemnice las obsequias y el luto que merece mi amigo malogrado y infelice, que contra el fiero duque el cielo ofrece un castigo cruel; mas, ¿qué castigo la muerte vengará de tal amigo?
Vanse todos. Sale doña ARMESINDA sola
ARMESINDA: Ya, aunque libertad me den, no la querrá mi firmeza, que libertad y tristeza pocas veces dicen bien. Llore el conde don Guillén; podrá ser me ablande ansi que como cuanto hay en mí es llanto, pena y dolor, vestido de mi color, quizá me obligará a un sí. Mas ¿para qué ha de querer el sí de un alma, trasunto del sepulcro de un difunto cuya vida solía ser? Ojos, ya es hora de hacer los funerales oficios, de vuestro pesar indicios, pues funda en vos cada día Amor la capellanía de estos tristes ejercicios.
Descúbrese un cofre en que estará TAMAYO; va respondiendo, sacando la cabeza y tornándola a meter. Prosigue ARMESINDA
ARMESINDA: ¿Es posible que murió don Manrique, y que estoy viva, cuando de su luz me priva la muerte, que le eclipsó? Lengua, responded que no, y engañadme un rato así. ¿Vive? Decid que sí. TAMAYO: Sí. ARMESINDA: ¡Ay, cielos! ¿Quién respondió el si que el alma oyó? TAMAYO: Yo. ARMESINDA: ¡Válgame Dios! ¡Con qué miedo oyendo esto quedo! TAMAYO: Quedo. ARMESINDA: ¿Huiré de aquí? Mas, no. TAMAYO: No. ARMESINDA: ¿Hay más temeroso ensayo? Voz, que mi muerte difieres, di, ¿soy yo quien eres? TAMAYO: Eres. ARMESINDA: ¿Y tú?...Desmayo... TAMAYO: Tamayo. ARMESINDA: ¿Quién es Tamayo? TAMAYO: Lacayo. ARMESINDA: ¡Válgame el cielo! ¿Hay tal cosa? No oso hablar de medrosa. TAMAYO: Osa. ARMESINDA: Voz, ¿de dónde me has hablado? TAMAYO: ¿Adónde estás? Embaulado. ARMESINDA: De oirle estoy temerosa. Que perdí el seso imagino. ¿Si es esto algún frenesí? Mas, no. ¿Qué quieres de mí, voz, que a mi mal vino? TAMAYO: Vino. ARMESINDA: Sin duda que desatino
Sale TAMAYO del cofre
TAMAYO: Vino quiero y vino pido, --¡cuerpo de Dios!--que embutido en un baúl más de un hora, por sólo hablaros, señora, ni he comido ni he bebido. ARMESINDA: ¡Ay, Jesús! ¿Quién eres, hombre? ¿Cómo entraste aquí? TAMAYO: No sé. En arca, como Noé. Tamayo soy no se asombre. Don Manrique, mi señor, tiene de vivir más años, a pesar de los engaños de tu padre, que Nestor. A esto sólo me ha envïado. Con las armas de Aragón va a tomar la posesión de aquel famoso condado, que será suyo, por muerte del conde, su gran amigo; y a mí, que siempre le obligo con hazañas de esta suerte, en el cofre que Rosela de vestidos te envió, mi industria me sepultó. Agradece mi cautela y dame albricias. ARMESINDA: Si es cierto que mi español vivo está, cualquiera joya será de poco precio. TAMAYO: No es muerto. ARMESINDA: Toma este diamante; ten esta cadena, este anillo; torna aqueste cabestrillo y aquestas perlas también. TAMAYO: ¡Cuerpo de Dios, y qué rico quedo esta vez! DUQUE: ¡Abrí aquí! Dentro ARMESINDA: Éste es m¡ padre, ¡ay de mí! TAMAYO: ¿Quién? ¿Cómo? ARMESINDA: El Duque Aymerico. TAMAYO: De esta vez me hace gormar oro y joyas. San Onofre, ayudadme, que en mi cofre quiero tornarme a embaular.
Métese TAMAYO en el cofre. Salen el DUQUE y doña VIOLANTE
DUQUE: Notable es la confusión en que estoy puesto, Violante. Si aquesto pasa adelante, temo la justa pasión que don Manrique de Lara muestra por su amigo, el conde. ARMESINDA: ¡Señor! DUQUE: Hija, hoy corresponde la Fortuna, hasta aquí avara con tu gusto. Aquí me escribe y manda el rey de Aragón que acudiendo a la afición de don Manrique, que vive, aunque lo contrario dije, te despose con él luego. Yo quiero cumplir su ruego y tu gusto, que me aflige el ver venir a Narbona don Manrique, en son de guerra, destruyéndome la tierra de suerte, que no perdona la vejez ni la puericia que su rigor fiero alcanza, diciendo que es en venganza del conde y de mi injusticia. Algún gran daño recelo, que me coge descuidado, y un español enojado es ira y rayo del cielo. ARMESINDA: ¿Sabe él que gustas, señor, que sea mi esposo? DUQUE: Sí. ARMESINDA: ¿Pues tan poco fías de mí y tan poco puede amor? ¡Bravatas son españolas! Pasen tempestad y truenos, verás los cielos serenos, y el mar amansar sus olas. Yo quiero desenojarle. VIOLANTE: Eso mejor lo haré yo, que Don Gastón no murió. DUQUE: ¿Cómo? VIOLANTE: Si juras de darle por esposa a Don Manrique, como dices, a mi hermana, yo haré que venga mañana a tus pies, Y que publique pesarle haberte enojado. DUQUE: Yo lo juro. Pero di, ¿Don Gastón es vivo? VIOLANTE: Sí; por mi industria se ha librado de tu rigor, dando muerte el alcaide a otro por él. DUQUE: Confieso que fui crüel. Contento estoy de esa suerte. Mañana entrará en Narbona: estarás, hija, avisada. ARMESINDA: ¡Cielo eres, prisión amada! DUQUE: Violante, por tu persona quedará libre mi estado de la cólera española; siendo bastante ella sola a venceros. Obligado voy. Hazle luego avisar, que yo quiero responder al Rey. ARMESINDA: Volvióse en placer mi temeroso pesar. VIOLANTE: (Esta vez de don Gastón Aparte he de ser esposa.)
Vase doña VIOLANTE y al irse el DUQUE, vuelve a salir TAMAYO, y cógele el DUQUE en el cofre, con los pies de fuera
TAMAYO: ¿Fuese? ARMESINDA: Sí, tal. TAMAYO: Mas si acá volviese DUQUE: Ansí Armesinda, razón será... ¿Qué es aquesto? Espera. TAMAYO: Cogióme vivo ¡por Dios! DUQUE: ¿Qué hacéis aquí? ¿Quién sois vos? TAMAYO: Un lacayo en su vasera. (El diablo mi suerte ordena.) Aparte DUQUE: ¿Quién sois? TAMAYO: (Ya no vivo más.) Aparte Yo, señor, soy un Jonás, y este cofre es mi ballena. ARMESINDA: Crïado es de don Manrique, que, con aquesta invención, entró agora en mi prisión para que me certifique de que su señor no es muerto. TAMAYO: Un Lázaro al natural soy, que huelo como el mal sepultado; mas, si es cierto que don Manrique ha de ser yerno tuyo, perdón pido. DUQUE: Grande atrevimiento ha sido; aunque me ha obligado el ver vuestra lealtad. TAMAYO: Yo me obligo de traerte a mi señor luego aquí, si tu rigor usa clernencia conmigo. Diréle que vivo está el de Fox, y que es su esposa mi señora y tu hija hermosa. DUQUE: Venid, pues; que importará, para que se certifique, que le desengañéis vos. TAMAYO: Tumba de mi muerte adiós ARMESINDA: Amor, venció don Manrique.
Vanse todos. Salen don GASTÓN y RENATO
RENATO: Fox, famoso don Gastón, a don Manrique de Lara reconoce. GASTÓN: ¡Ah, suerte avara! RENATO: Mandóle el Rey de Aragón que con sus armas y gente por fuerza la conquistase, y que con él se quedase, y venciendo fácilmente a don Guillén, de Tolosa la posesión le ha tomado. GASTÓN: ¡Ah, falso amigo! El estado me quitaste con la esposa. El cielo te dé un castigo que a quien te conoce asombre. pero bástate el de nombre de falso y traidor amigo Renato, yo me resuelvo de ira Fox, porque el amor que, como a propio señor me tienen todos, si vuelvo me dará su posesión RENATO: Temeridad es aquesa. De la gente aragonesa tiene puesta guarnición el rey, y el tener por cierto que no vives, causa ha sido de no haberte perseguido. GASTÓN: Su enojo y rigor advierto; pero dicen que mandó don Manrique que dejasen mis armas sin que borrasen lo que su traición borró, y que de Fox no ha querido llamarse conde; y mi muerte fingió sentir de tal suerte, que pienso que fue fingido que va a asolar a Narbona en mi venganza. RENATO: Con eso querrá encubrir el exceso, que su deslealtad pregona, en que después no no le culpe el mundo. GASTÓN: Tú dices bien; aunque la fama también su falsa amistad esculpe en el bronce de su afrenta, que nunca se ha de borrar. RENATO: Tu muerte ha de procurar, sin duda; porque si intenta ser esposo de tu dama y conde de Fox, ¿quién duda que se asegure y acuda a desmentir a la fama que en viviendo tú, ha de ser su infamia? GASTÓN: De aqueste modo, si soy desdichado en todo, ¿adonde he de ir, qué he de hacer? No puedo huir a Aragón, porque es su rey mi enemigo; Fox, anuncia mi castigo; Narbona fue mi prisión. Estoy por darme la muerte. RENATO: Una pobre fortaleza me dio la naturaleza, y, aunque pequeña, harto fuerte. Ésa te ofrezco y la vida. GASTÓN: Aunque la mía aborrezco, yo la admito y agradezco. Español, mi agravio pida al cielo venganza tanta, que de esta injuria te acuerdes. La vida pierdas, pues pierdes la ley inviolable y santa de la verdad pura y clara, aunque en la necesidad dicen que trae la amistad a las espaldas la cara.
Vanse don GASTÓN y RENATO. Salen doña VIOLANTE y don MANRIQUE de luto en cuerpo, y soldados con ellos
MANRIQUE: Nunca olvida los agravios la ley de la cortesía entre los nobles y sabios; ni la merced de este día es bien que solos los labios la agradezcan, que el venir a honrar vos el campo nuestro, basta, señora, a impedir aqueste rigor que os muestro. Hoy no se ha de combatir, aunque muerto don Gastón, y corriendo por mi cuenta su injusticia, inútil son conciertos, si el Duque intenta el darme satisfacción VIOLANTE: Conde, ni está la ciudad tan sola de armas y gente, que miedo Ó necesidad la obliguen; ni hay quien intente en ella que la amistad rompáis, que con don Gastón tuvísteis. Sólo he venido a desmentir la opinión que de su muerte ha tenido Narbona, Fox y Aragón. Si aqueste luto es señal del honrado sentimiento de un amigo tan leal, trocadle hoy por el contento, a vuestra tristeza igual. Don Gastón vive, que a ser muerto, no tuviera vida yo, pues aguardando ver una paga agradecida, soy amante, aunque mujer. Mi padre mandó matalle; pero por mi industria huyó, y el alcaide por libralle, la muerte a otro preso dio de su mesmo cuerpo y talle. Dióme palabra de ser mi esposo por tal favor; con que pudo entretener mis esperanzas, y amor y vos la experiencia hacer de esta verdad. MANRIQUE: Será poco, si vive, que mi contento me fuerce a volverme loco; pero duda el pensamiento. VIOLANTE: Si a creerme no os provoco, dad, vos, traza para hacer como os pueda asegurar. MANRIQUE: Sois, aunque ilustre, mujer; y es de cuerdos el dudar, si es de nobles el creer.
Sale TAMAYO
TAMAYO: ¿Qué es de mi señor? El luto deja, con que cubrir pueda la tumba del cofre astuto: ponte galas de oro y seda, y paga al placer tributo. Don Gastón resucitó, como yo resucité del cofre en que me metió tu amor. Todo aquesto sé de Renato, que llegó a Narbona, y de su vida ha dado cuenta a Aymerico. MANRIQUE: No hay quien mi contento impida, si eso es cierto. Ya publico la paz que mi guerra olvida. Hermosa doña Violante, ¡que está vivo don Gastón! ¡que es tu esposo! ¡que es tu amante! VIOLANTE: Y por el rey de Aragón lo serás de aquí adelante de Armesinda a quien te ofrece, juntamente con la paz mi padre. MANRIQUE: Mi dicha crece. Amor ciego, hazme capaz de tal bien. TAMAYO: ¿Qué te parece de aqueste lacayo? MANRIQUE: Toque otra vez templado el parche, porque el pesar se revoque, y a Narbona el campo marche. TAMAYO: Ya no temo rey ni roque. MANRIQUE: Den a los vientos librea los alegres estandartes, porque el sol mis dichas vea, y entapicen por mil partes el aire que los desea; que mañana haré testigo al mundo de cuán dichoso soy, pues a Armesinda obligo que me admita por su esposo sin ofensa de mi amigo. Y vos, que sois el valor de Francia y restauradora de don Gastón y mi amor, triunfad en Narbona agora de este campo vencedor. VIOLANTE: Sólo serviros procuro. (Si aquesto adelante pasa, Aparte por mentir, mi amor perjuro y con mi hermana se casa mis deseos aseguro, pues don Gastón pagará la vida que le ofrecí.) TAMAYO: Ese luto servirá de ornamento para mí, porque soy de requiem ya desde el entierro primero MANRIQUE: Vamos que vivo después a mi amigo ver espero, pues la media vida es un amigo verdadero. TAMAYO: Hoy me ha dado San Onofre la vida que había perdido, porque no hiciera Godofre tal hazaña. MANRIQUE: ¿Cómo? TAMAYO: He sido patriarca o patricofre.

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

Como han de ser los amigos, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002