EL COBARDE MÁS VALIENTE

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

Esta edición electrónica de EL COBARDE MÁS VALIENTE fue preparada por Vern Williamsen en 2000 para incluirse en esta colección. La edición que tomamos como base para fijar nuestro texto es la de COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, II (Madrid, 1907), NBAE, tomo 9.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Salen MARTÍN Peláez, PAYO Peláez, ÁLVARO, criado, y BOTIJA, villano
PAYO: ¿Hasta cuándo pretendías afrentar nuestras montañas, pues al sol de otras hazañas lucen en ti valentías? ¿Tú eres mi hijo? No aguardes que te dé tal nombre aquí, que no han de llamarme a mí padre de hijos cobardes. Tienes fuerzas superiores al más robusto león, y siempre tus hechos son regalos, gustos y amores. Cuando gano para ti labrando el campo sustento, marcha tú al campo sangriento por blasones para mí. ¿No ves que parece mal un necio entre hombres discretos, entre avarientos sujetos al oro, el que es liberal? Pues ¿qué pretendes, Martín, entre montañeses fieros, tan nobles como guerreros? Vete con Nuño y Laín, tus primos, que con tu tío el Cid, su fama acreditan, cuyas hazañas incitan a un mármol helado y frío. MARTÍN: Yo no estoy acostumbrado a ver paveses y cotas. PAYO: Pues ¿a qué? MARTÍN: A buscar bellotas. PAYO: Principio tiene el soldado. El Cid te dará valor. BOTIJA: ¿Y si no quiere tomallo? PAYO: Traelde luego el caballo Y las corazas.
Va ÁLVAR por ella
MARTÍN: Señor, ¿quieres que me maten luego? BOTIJA: (Lástima le tengo al pobre, Aparte que cuando fuerza le sobre a verle cobarde llego.) PAYO: ¿En los demás no es igual el peligro de la vida? MARTÍN: Padre, y ¿después de perdida? BOTIJA: (¡No ha preguntado muy mal Aparte el mozo! PAYO: Siendo por Dios y por su rey, no se pierde. BOTIJA: Pues yo he visto, Dios me acuerde, y aun sois buen testigo vos, a un ciento y más de soldados cantarles requiem amén. MARTÍN: Dice Botija muy bién. PAYO: Pues iréis acompañados los dos. BOTIJA: (Ya cantó el cuquillo Aparte por mí.) ¿En qué pequé, señor, que no conozco a Almanzor sino es para servillo? PAYO: Allá le conoceréis cuando con Martín salgáis al campo. MARTÍN: En poco estimáis a un hijo. PAYO: Bien lo sabéis. La guerra os despertará adonde echaréis de ver que en ella os puedo querer cuando os aborrezco acá. BOTIJA: ¿Qué ha de echar de ver, señor? Eso al amor contradice, que el santo evangelio dice que nos tengamos amor. Nuestro Señor Jesucristo dice también en su historia Yo tengo linda memoria. PAYO: ¿Qué dice? BOTIJA: Pues ¿no lo ha visto? Que el que el peligro buscare muera muerte supetaña. PAYO: ¡Hay simpleza más extraña! De quien el alma arriesgare, habla Dios, del cuerpo no, cuando por él se aventura la vida. BOTIJA: Mucho me apura. Como me quedara yo, diera por buena la ida.
Sale ÁLVAR con las armas
ÁLVARO: Las armas están aquí. PAYO: ¿Trajiste el caballo? ÁLVARO: Sí. BOTIJA: ¿Y alforjas? Que sin comida no alzaré los pies del suelo. PAYO: Este arnés has de llevar, hijo; procúrale honrar, que fue de Sancho, tu agüelo. BOTIJA: Mucho estas casacas pesan. PAYO: ¿No hablas? ¿no me respondes? MARTÍN: No, porque en el pecho escondes las crueldades que profesan las fieras. No soy tan ciego que no vea que me han dado carga, con que el moro osado, lidiando, me alcance luego. Menos pesado es mejor. Pues mi padre me destierra, así partiré a la guerra. PAYO: Y si muestra más valor el moro, y llega a las manos, sin armas te ha de herir. BOTIJA: Ahí entra bien el huir. PAYO: Son consejos de villanos los tuyos. BOTIJA: Lo que yo hiciera digo no más, que mi amo, cuando corra como un gamo será todo. PAYO: Considera, si de quien eres no das muestra, como buen soldado... BOTIJA: Sí dará, que es hombre honrado. PAYO: ...que no has de verme jamás. Caballo y armas te doy, que es de los nobles la herencia. MARTÍN: ¿Tan presto vuestra presencia me negáis? PAYO: Llorando voy, que es hijo al fin. MARTÍN: ¡Ah, señor! ¿Cómo sin echarme os vais la bendición? PAYO: ¿Lloráis, Martín? Yo tengo temor de su vida. ¡Ay, hijo mío! Mas ¿qué digo? Vaya y muera antes que afrentarme quiera. Al Cid, mi primo, os envío. Hijo, imitaréisle vos, pues hay tanta obligación, y alcánceos mi bendición, buen Martín, con la de Dios. BOTIJA: Écheme también a mi su bendición, y veremos cuál entre los dos extremos vuelve primero. PAYO: Si en ti vive de Sancha el amor, como la fama pregona, ya ves que es otra amazona en hermosura y valor y ha de buscar, cuando quiera rendirse al yugo amoroso, al marido valeroso. La guerra, Martín, te espera. Haz en ella alguna hazaña por amante y por soldado, que después, volviendo honrado, te dará nuestra montaña infinitos parabienes en los brazos de tu esposa. MARTÍN: Fortuna menos dichosa es la que aquí me previenes. Si mi tierno amor conoces, ¿por qué te quitas, señor, que en prendas de tanto amor regalados nietos goces? Permite que Sancha sea mi esposa, y mándeme luego que donde trocado en fuego el sol su carro posea, viva entre bárbaros viles o adonde sauces y chopos la borda cuajada en copos hilos de nieve sutiles. ¡Valientes fueron los godos, su nombre a los siglos dieron, espanto a Italia pusieron, mas no pelearon todos! Yo, que bien lo sabéis vos, entre la paz me gobierno, porque soy... BOTIJA: ¡Bobo es mi yerno! Es un ánima de Dios. Por no matar un cochino lo dejará de comer. PAYO: Mi voluntad se ha de hacer; ése es, Martín, el camino. Si os es la guerra molesta y os volvéis, quiero advertiros que saldrán a recibiros las garras de una ballesta.
Vase
BOTIJA: Ea, cerróse de campiña. ¡No nos echara a la tarde y no en ayunas! Aguarde. ÁLVARO: ¿Quién es? BOTIJA: ¿Cuándo se aliña jornada entre hombres cristianos sin tocar de la dispensa? Payo, mi señor, ¿qué piensa? ¿Somos cuerpos soberanos? ÁLVARO: Los pueblos por donde has de ir que han de regalarte espero. BOTIJA: Pues mientras llego al primero me puedo, hermano, morir; hagamos la alforja yo y tú. ÁLVARO: ¿Tú no ves que no hay lugar? Adiós. BOTIJA: Tráguete la mar, crïado de Belcebú. Fálteos, plegue a San Millán, en, poblado y en camino casi el agua, todo el vino, la carne os falte y el pan. Parece esta maldición que me la han echado a mi. MARTÍN: Amigo, vamos de aquí. BOTIJA: Pidiendo están confesión mis tripas. MARTÍN: No hay cosa alguna en nuestra humana opinión que no tema con razón vaivenes de la Fortuna. Perderé a manos del moro sin saberme defender la vida, para perder con tiempo el fuego que adoro. BOTIJA: Por lo que dices de fuego, tu Sancha viene hacia acá pisando hongos. MARTÍN: Será burla. BOTIJA: Pues, ¿soy yo ciego? MARTÍN: Pues di que brotando vienen, sus bellas plantas hermosas muchos claveles y rosas. BOTIJA: ¿No hay otras hierbas que tienen virtud para una ensalada? Cuanto pisa una mujer luego dicen que ha de ser ya la violeta morada, lirio azul, blanco jazmín, bello adorno del verano, haciendo que sea hortelano el cordobán del botín.
Sale SANCHA
SANCHA: Martín, ¿qué, por olvidarme, te vas a la guerra? MARTÍN: Así tuviera piedad de mí quien de ti quiere apartarme. Como la mayor belleza que en nuestro suelo español, sirviendo de espejo al sol formó la naturaleza tuviera celos de ti cuando mi amor procurara, pues sabes que le negara el corazón que te di. Y porque no te parezca lisonja, cuando mis labios haciéndole al sol agravios lo que él matiza te ofrezca, pregunta en tu pecho hermoso al alma que te ofrecí. Si parto, Sancha, sin mí, antes puedo estar quejoso de que presa en tu poder, mi alma a la tuya asida, me den tus ojos la vida para venirte a perder; pues, si habiéndome robado el alma, muerto quedara, mi padre no me ausentara del sol que miro eclipsado. SANCHA: Y muerto, ¿qué habías de hacer en mis manos rigurosas? MARTÍN: El sol, padre de las cosas, tiene divino poder para dar vida a las plantas, y yo, como planta nueva que a tus bellas luces prueba el ser a que me levantas, pudiera, Sancha, decir, muerto en Fénix amoroso, que era tu tema dichoso que nace para morir. SANCHA: ¡Oh, qué bien te has prevenido de que lisonjas no son! MARTÍN: Verdades del corazón, ¿cuándo lisonjas han sido? SANCHA: No te he visto tan discreto, o por decirlo mejor, tan amoroso pintor. MARTÍN: Voy en tu ausencia sujeto a la muerte, y como suele muriendo el cisne cantar, quise agora celebrar la mía. BOTIJA: ¡Mucho nos muele! Señora Sancha, si gusta, véngase su poco a poco. MARTÍN: Ya das de pesado en loco. BOTIJA: Pues una mujer robusta no vendrá contando cuentos a la sombra del rocín. SANCHA: Como gustara Martín, no me faltaran alientos para seguir a un soldado. MARTÍN: ¡Que tal diga una mujer! SANCHA: Para poderte volver el alma que tú me has dado te quisiera acompañar, que mal llevará la palma quien va a pelear sin alma. BOTIJA: Para eso ¿hay más que sacar del purgatorio un par de ellas? ................... ................... ................... [ -ellas]. .................. [ -una] Quédeme yo acá rezando , y se las iré enviando. MARTÍN: Tu amor te ha hecho importuna. .................. [ -iga] .................... .................... Darás ocasión que diga el Cid que llevo a la guerra afeminado el valor, cuando entre espanto y rigor pienso matizar la tierra con sangre morisca. BOTIJA: Aquí sin haber sido escolar hay quien comienza a dudar de lo que has dicho. MARTÍN: ¡De mí! ¿no sabes que a matar voy mil moros? SANCHA: ¿Quién lo dudaba? BOTIJA: Es verdad, no me acordaba, MARTNr. Rayo de los moros soy. BOTIJA: ¡Bien la medida le hinches! MARTÍN. Pienso matar, Sancha mía, diez mil moros en un día. BOTIJA: Muchos son, aunque sean chinches. MARTÍN:. ¿Qué dices? BOTIJA: Que yo también de un golpe, y tú lo verás, he de matar muchos más como me los pongan bien. SANCHA: ¡De un golpe solo! BOTIJA: ¿No basta? SANCHA: ¿Cómo? BOTIJA: De esta manera voylos poniendo en hilera como si fueran de pasta, y con más fuerza que un toro, dándole con un garrote al primero en el cogote topa en el segundo moro; luego el tercero, sintiendo el garrotazo que di, cae sobre el cuarto, y así van topando y van cayendo. ¿Hay quien esto no le cuadre? Esto es juntos y apretados, que si esperan apartados venga a matarlos mi madre. SANCHA: Mira que dicen que tiene Burgos, donde agora vas... MARTÍN: Pienso que celosa estás. SANCHA: Eso mi amor te previene; si alguna mujer tocares que no te abrases te digo. BOTIJA: Buen remedio. SANCHA: Dile, amigo. BOTIJA: No hablar en caniculares., MARTÍN: Primero verás arder las aguas, el aire, el fuego, y al sol de la lumbre ciego precipitado caer, y todo nuestro horizonte sin las que a tu sol reservo, vivir en el mar un ciervo y un delfín en ese monte que yo te olvide jamás. SANCHA: Primero que yo te olvide, el tiempo, que el tiempo mide, le verás volver atrás. BOTIJA: Primero verás [tornar] una lechuza que yo. MARTÍN: Quien de tu luz me apartó no me concede lugar para que más me detenga. Dame tus brazos, y adiós. BOTIJA: ¿Para abrazarse los dos es menester tanta arenga? SANCHA: ¿Tantos rigores conmigo? MARTÍN: Sancha: adiós. SANCHA: Adiós, Martín. BOTIJA: Aliñemos el rocín, que mañana yo me obligo que estas hembras tengan dueño que un galápago soldado no ha de faltar. MARTÍN: Yo he quedado como el que en profundo sueño en dulces glorias gozaba teniendo aquel bien por cierto; pero, viéndome despierto, echo de ver que soñaba.
Vanse MARTÍN y BOTIJA
SANCHA: ¿Cómo podré yo acabar con mi amor, sufrir su ausencia? Imposible es la paciencia en las que saben amar. Seguiréle, sin que intente ver lo que me está mejor, porque en contiendas de amor muere el honor más valiente.
Vase. Salen el REY y BERMUDO por una parte, y el CID, NUÑO Laínez, PEDRO Bermúdez y ORDOÑO por otra, y acompañamiento
REY: ¿Para ver a un rey salís de tantos hombres armado? CID: Señor, hanme acompañado, si la verdad advertís, aunque es gran dificultad que adonde llega primero la voz de algún lisonjero pueda caber mi verdad. Y en prueba, Alfonso, que aquí, con alma de engaños llena, os canta alguna sirena, basta no escucharme a mí. BERMUDO: ¡Al paso que sois guerrero os preciáis de mal mirado! CID: Callad vos, pues yo he callado el nombre del lisonjero. Mas, pues que vos desviáis tan contra justicia y ley de las orejas del rey la verdad que me escucháis, sin duda que tenéis dentro las mentiras que os escucha; acométenme en la lucha y hanme salido al encuentro. REY: Advertid que estoy presente. CID: No temáis que muestre bríos, porque los agravios míos llevo con serena frente. No negará mi amistad el que más mi ofensa intenta, que yo perdono la afrenta como al rey trate verdad. REY: Los que yo tengo a mi lado me la dicen más que vos. CID: Engañáisos, ¡vive Dios! REY: A no haberos desterrado hiciera un nuevo castigo en vos. Salíos de mi tierra. CID: Si de ésta el rey me destierra ya está en su tierra Rodrigo.
Da unos pasos atrás
REY: De Castilla habéis de ir en el plazo de tres días. CID: Temeréis verdades mías, pues no las queréis oír. Ya partiré desterrado del reino; pero mirad que a hombres de mi calidad más término les han dado para levantar su casa. Cuando desterrados van a los ricos hombres dan cuarenta días. REY: No hay tasa en mi gusto; el plazo os niego. CID: Pues la ley también negáis, y claramente mostráis que de cólera estáis ciego, pues ni en cuarenta podré, testigos mis infanzones, cargar, señor, los pendones que en vuestras guerras gané. No me neguéis lo que os pido, por éstos, sino por mí, a quien tantas veces vi defender vuestro partido. Oíd, don Nuño Laín; Pedro Bermúdez, llegad, y en prueba de mi lealtad, para tan honroso fin, mostrad las heridas fieras, sobrinos, a Alfonso agora, que, si bien no las ignora, las juzgará por ligeras, que yo iré muy satisfecho si dais para mi partida un día por cada herida de las que muestre su pecho. ORDOÑO: Pues ¿tan caro ha de costar que con sangre ajena y mía se ha de comprar cada día de los que le habéis de dar? NUNO: Muy corta dais la licencia, cuando entre el despojo opimo Álvar Fáñez, nuestro primo, queda cautivo en Valencia. PEDRO: Herido y preso quedó por vos en sangrienta lid; merezca por él el Cid el término que os pidió. REY: Doy a vuestro ruego aquí nueve días y no más. CID: No fui tan corto jamás en las victorias que os di. Desleal me habéis llamado, si a alguno lo habéis oído, cuantos lo han dicho han mentido, y en esta campaña armado, cual noble hidalgo español, cuerpo a cuerpo los espero desde que salga el lucero hasta que se esconda el sol. Y a no ser mi rey, es llano que me igualaran las leyes, pues sabes que muchos reyes me han besado a mí la mano. ¿Estos vasallos tenéis, Alfonso, y los desterráis, y--¡vive Dios!--que os quedáis con traidores? REY: No me deis a que os castigue ocasión, que hay fuerzas de rey en mí. CID: Esas fuerzas yo os las di con mi guerrero escuadrón. Aunque para hablar severo basta que nombre tengáis de rey, con que substentáis al enemigo más fiero. Vos podéis hablar, señor; pero no el que hablando lidia que llama, muerto de envidia, deslealtad a mi valor. Ponedle freno en la lengua, que son armas mujeriles, armas cobardes y viles de nobleza y valor mengua. REY: Pues yo gusto de ampararlos. CID: Si tanto sabor os trueca, con las riendas de Babieca daré vuelta a castigarlos. REY: ¡Cid! CID: !Alfonso! REY: Bueno está. CID: No está, señor. REY: ¿Qué decís? CID: Rey Alfonso, esto que oís. REY: Vamos, Bermudo. BERMUDO: El que va con su rey disculpa tiene si no responde. REY: Es verdad; id tras él, y procurad no andar sin él, que os conviene.
Vanse. Salen ABENÁMAR, rey moro, y ÁLVAR Fañez, sin espada
ABENÁMAR: ÁLVAR Fáñez, no pretendo de tu persona el rescate, aunque el mismo rey lo trate; de que lo trates me ofendo. Vete en paz, y al rey, tu tío, dale este abrazo por mí. ÁLVAR: Jamás en bárbaro vi tan piadoso señorío. Digo que en valor excedes a Alejandro. ABENÁMAR: Al fin irás. En casa del Cid, podrás hacerme en ella mercedes. ÁLVAR: Tú puedes, señor, hacellas a quien se rinde a tus plantas. ABENÁMAR: Tú puedes hacerme tantas, que venga a ser rey por ellas. ABENÁMAR: Pues ¿en qué las puede hacer a un rey un soldado? ABENÁMAR: (Dudo Aparte descubrirle el pecho.) Pudo hoy conmigo merecer tanto tu valor... (¿Qué digo? Aparte Ya estoy ciego. ABENÁMAR: No te entiendo. ABENÁMAR: (En vano el alma defiendo Aparte del fuego que adoro y sigo.) Dícenme que Sol y Elvira, del Cid, dos hijas doncellas, son, como los cielos, bellas. ÁLVAR: (¿A qué blanco el moro tira?) Aparte ABENÁMAR: Más que entre el bello arrebol de Elvira, divina aurora, blandamente luce agora, Sol, su hermana, como el sol. ÁLVAR: Pues ¿qué me quieres decir siendo moro, cuando es ella cristiana? ABENÁMAR: Que es Sol muy bella. ¿No me podrás permitir que esto diga? ÁLVAR: ¿Por qué no, supuesto que no la ofendes? ABENÁMAR: Piadosamente me entiendes. La fama, amigo, llegó de su hermosura, de suerte, que en veneno disfrazada me dejó el alma abrasada. Tuviera a dichosa suerte que tú le hablases por mí, que ansí tu favor podría vencer a mi cortesía. Mas quisiera darte aquí ................. [ -or] este papel que le lleves; en cuyos renglones breves verá mi profundo amor, porque pienso en mis fortunas, blasón del cristiano y moro, ofrecer al Sol que adoro postradas mis medias lunas. ÁLVAR: ¿Dícelo el papel también? ABENÁMAR: También el papel lo dice, porque mi amor autorice. ÁLVAR: Muestra... ABENÁMAR: Denme el parabién las mismas glorias de amor.
Rompe ÁLVAR el papel
ÁLVAR: Esto responde por mí doña Sol. ABENÁMAR: ¿Perdiste aquí el seso? ¿Con qué valor se ha armado tu atrevimiento para tan gran desvarío? ÁLVAR: No hubo más valor que el mío que tu primer movimiento castigó con divertir esa locura en que das, que a desvanecerte más fuera más dulce al morir a manos de un tigre fiero que sufrir mi enojo y furia. ABENÁMAR: ¿A un rey un cautivo injuria de quien ya vengarme espero? La muerte que ya te aguarda te obliga a hablar desa suerte. ÁLVAR: ¿Quién podrá darme la muerte cuando mi voz te acobarda? Pues te precias de soldado, no te valgas de traiciones; arroja tus escuadrones; como esté en el campo armado, y porque acortes los plazos, prueba este brazo español, verás, sin que pare el sol, partir tu gente á pedazos; que del varón sabio y fuerte, si en mí es la alabanza impropia, todo el mundo es patria propia, infeliz o adversa suerte. Y quien en prisión sujeto permite mengua en su honor, tiene al peligro temor lleno de infame respeto. Mas bien sé que el no arrojarte a venganzas atrevidas es por no perder las vidas que sientes que ha de costarte, pues matara mi furor a tantos en tu presencia, que no quedara en Valencia quien te llamara señor. ABENÁMAR: Mal en los hombres parece hablar. ÁLVAR: Engañado estás. Dame una espada y verás cómo la lengua enmudece. La lengua, estando agraviada, la honra tanto provoca, que revienta de la boca por convertirse en espada. ABENÁMAR: La que en la guerra perdiste con la libertad te doy, veré si ejecutas hoy lo que en la lengua ofreciste; porque en la espantosa lid donde te he de castigar quiero volverte a sacar de entre los brazos del Cid. ÁLVAR: Con humilde cortesía mi libertad te agradezco y con mi espada te ofrezco lo que vale por ser mía. Vale una ciudad cercada, y en pago de tu clemencia, pienso ganarte a Valencia, y dártela por mi espada.
Vanse. Salen MARTÍN Peláez y BOTIJA
BOTIJA: ¡A buena ocasión llegamos, que están haciendo novenas a San Pedro pescador! Ponte muy firme de piernas, habla gordo lo posible, porque dicen que en la guerra vale mucho un hombre ronco. MARTÍN: En el alma el pecho tiembla de ver que a tales varones un hombre cobarde ofrezca mi padre; la culpa es mía, y es bien que la pena sienta. BOTIJA: Ya salen en procesión, y pardiez ¡que vienen hembras con ellos! MARTÍN: Serán mis primas, Elvira y Sol. BOTIJA: ¡Guarda fuera! ¿Sol se llama? Abrasará quien se abrazare con ella. MARTÍN: Desvíate a un lado, necio. BOTIJA: ¿A un lado? ¿Soy faltriquera?
Salen el CID, con pendón. NUNO Laín, PEDRO Bermúdez, y ORDOÑO
CID: Pendón bendecido y santo, hoy un castellano os lleva por su rey mal desterrado, bien plañido por su tierra. No ha hecho traición al rey por obra ni por semeja, sino es que traición se llama defenderle sus fronteras. Por lisonjas de cobardes busco las ajenas tierras, desde lejos arrojado, que no osaren desde cerca. Pero agradézcanlo a Dios, que a Él solo es bien agradezcan que en su ofensa no descubro mi espada y mi cruz bermeja. BOTIJA: ¿No llegas? MARTÍN: Tengo temor de ver la grave presencia del Cid; espanto me pone. BOTIJA: Si fueran moros, ¿qué hicieras? Yo le diré que has venido. MARTÍN: Aguárdate, necio, espera. BOTIJA: Yo me arrojo. - ¡Ah, señor Cid! ORDOÑO: Un corito a hablarte llega; de lejas tierras parece. CID: Llegue en buen hora. BOTIJA: Así sea. MARTÍN: (Si tanto temor me han puesto Aparte sosegados en la iglesia, ¿qué será verlos lidiando al son de roncas trompetas? Jamás me hubiera obligado de mi padre la presencia.) CID: ¿Cómo no hablas? BOTIJA: No puedo. CID: Despide el temor, sosiega. Di a lo que vienes. BOTIJA: Señor.. venimos... soy de mi tierra y soy Botija también. CID: Pues ¿entre nosotros tiemblas? BOTIJA: Pues ¿no puedo yo temblar donde quisiere? MARTÍN: (Mi afrenta Aparte va publicando su miedo.) BOTIJA: Payo Peláez, bien se acuerda, tuvo un hijo, y este hijo quieren decir malas lenguas que salió travieso un poco, y salido, tenga en cuenta, riñó su padre con él, después de muchas pendencias, porque era acuchillador. MARTÍN: ¡Divinamente lo enmienda! BOTIJA: Por quítame allá esas pajas le sacó una vez las muelas a un barbero; pero fueron las que colgaba a la puerta. Díjole su padre entonces, "Vete, Martín, a la guerra." Despidióse y despedíme, y acá estamos todos. CID: Venga en buen hora mi sobrino. MARTÍN: (Porque a vuestros pies merezca Aparte nombre de vuestro soldado.) BOTIJA: ¿Venle aquí como una oveja? Pues todo el año es así. CID: El alma, Martín, se alegra de veros; seáis bien venido a la militar escuela donde el honor se acrisola. MARTÍN: Quien goza vuestra presencia tendrá valor que le envidien las naciones contrapuestas. CID: Visitad a vuestras primas, que Ximena yace enferma en Leon! MARTÍN: Voy a serviros. CID: Como a bisoño en la guerra, quiero en sucintas razones daros de su trato cuenta. No hay trabajos insufribles que el soldado no padezca. BOTIJA: (¡Mira con qué le saludan! Aparte ¡Por Dios que es linda la flema! Pues con buen compás de pies será bueno dar la vuelta a guardar treinta borregos.) MARTÍN: ¿Quién hay que ignorancia tenga de esos trabajos, señor? Y más quien viene a hacer prueba del valor que me ha prestado mi conocida nobleza. CID: ¿Qué os parece, caballeros? ¿Podremos, con la defensa de tan gallardo soldado, buscar moros en su tierra? BOTIJA: (¡Si lo pudiere excusar!) Aparte CID: Serán las victorias ciertas con su favor. MARTÍN: (Padre ingrato, Aparte ¿por qué permites que vean tu afrenta en mi cobardía? ¡Pluguiera a Dios que en la sierra me hubiera muerto algún oso!) CID: Sobrino, por nuevas prendas de mi amor, y porque espero que en vuestra defensa tenga mi pendón lugar seguro, mientras dure la novena le honraréis con vuestras manos. MARTÍN: Donde hay tantos que merezcan este honor... CID: A vos se os debe. BOTIJA (Él hará lo que no deba.) Aparte MARTÍN: Razón es obedeceros. BOTIJA: En oyendo las trompetas lo verán. CID: Vamos. BOTIJA: ¿Y a mí no me darán una vela? Iremos en procesión; si aguardan que la merezca, Botija soy, y en Asturias es mi casa sola vieja. ORDOÑO: ¡Solariega! BOTIJA: Y en mis armas las botijas de mi tierra pintan un braguero de oro. ORDOÑO: Pues ¿por qué? BOTIJA: Porque se quiebra.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

El cobarde más valiente, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002