EL CASTIGO DEL PENSÉQUE

Tirso de Molina (Gabriel Téllez)

Este texto electrónico fue preparado por Vern Williamsen en 2000. Se basa en el texto de DOCE COMEDIAS NUEVAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA, PRIMERA PARTE, (Sevilla: Francisco de Lyra, 1627) que ha sido cotejado con la edición de don Juan Eugenio Hartzenbusch (COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, BAE 5, 1858).


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen don RODRIGO y CHINCHILLA
CHINCHILLA: ¡Gracias á Dios, señor mío, que ha permitido que pises tierra en flamencos países. RODRIGO: Mala bestia es un navío. CHINCHILLA: Más que mula de alquiler, si furiosa se desboca; pero, en fin, anda con toca lo que tiene de mujer la deshonra. RODRIGO: Por la vela, la llamas mujer tocada. CHINCHILLA: Y porque cuando le agrada, le sirve el viento de espuela. Da al diablo tal caminar; que si una vez tira coces, no servirá el darle voces, ni te podrás apear mientras le dura el enojo sino que a la primer suerte, con ser tan seca la muerte, has de morir en remojo. No hayas miedo, aunque lo mandes, que me mezca la Fortuna segunda vez en su cuna. RODRIGO: Ya estamos cerca de Flandes. Términos parte con él y con la antigua Alemaña esta apacible montaña. CHINCHILLA: Flandes todo es un verjel. RODRIGO: Cómo lo sabes? CHINCHILLA: Así se nos vende en nuestra tierra en lienzos. Allí una sierra; un ameno valle aquí, y en él dos gamos corriendo, que tambien corren en Flandes gamos pequeños y grandes, vanle tres galgos siguiendo, y al trasponer de una cuesta, le atajan dos caballeros mostrando en él sus aceros. Luego, con música y fiesta, dos damas de cardenillo, oyendo el amor sutil de un galán de peregil con un coleto amarillo, que asentado en una puente, a falta de silla o poyo, por donde corre un arroyo del orinal de una fuente, en servirlas se desvela. Luego en un jardín están tres damas con un galán, que tocando una vihuela las entretiene despacio, porque el sol no las ofenda, mientras sacan la merienda de un almagrado palacio con su puente levadiza, seis torres y cien ventanas. Acullá lanzan pavanas, que un flamenco soleniza... Por cualquier parte que andes, todo es fuentes y frescura. Esto es Flandes en pintura, y por esto, no hay más Flandes. RODRIGO: No sabes tú lo que va de lo vivo a lo pintado. CHINCHILLA: A Flandes hemos llegado; no nos llores duelos ya. RODRIGO: Si en él no nos va más bien que en Madrid, ¡buena venida hemos hecho, por mi vida! CHINCHILLA: Calla, y esperanza ten, que si eres hijo menor, y como tal, maltratado de un mayorazgo felpado, rico por ser el mayor, le heriste, con la licencia que da un hablar descortés, de hermanos segundos es Flandes valerosa herencia. ¿No traes cartas de favor para el archiduque? RODRIGO: Sí; mas basta ser para mí... CHINCHILLA: ¿Pues de qué tienes temor? RODRIGO: No está el archiduque en Flandes. CHINCIHLLA. ¡Muy buen despacho, por Dios, para no tener los dos un cuatrín! RODRIGO: Desdichas grandes me persiguen estos días. No hay remedio. ¿Qué he de hacer? CHINCHILLA: Si pudiéramos comer desdichas tuyas y mías, no echáramos el dinero menos; porque con mandar a la huéspeda guisar cuatro desdichas, primero que aquellas se digirieran, si hay para ellas digestión, porque hubiera provisión, otras tantas acudieran, y comiéramos los dos desde hoy más nuestras desdichas. RODRIGO: ¿Tantas tengo? CHINCHILLA: A ser salchichas, a vernos viniera Dios. RODRIGO: No he de ser en todas partes desdichado. CHINCHILLA: Ni hay lugar donde no sepa llegar con sus agüeros un martes. Si caminaran a pie las desgracias, imagino que por huír las de un camino, no nos siguieran. RODRIGO: No sé, aunque a Monblán he llegado, dónde me pueda hospedar. CHINCHILLA: Si no tienes que gastar, vamos al mesón del prado. RODRIGO: ¿Es tiempo de burlas éste? CHINCHILLA: ¿Pues de qué quieres que sea? RODRIGO: Cuando algún noble me vea podrá ser que dé o que preste. CHINCHILLA: ¿Preste aquí? ¡Vocablo extraño! Los negros lo entenderán que sirven al Preste-Juan. Un preste hace tanto daño como tiña o pestilencia. De peste a preste verás que hay una letra no más. En tan poca diferencia, nadie se querrá apestar por prestar.
Sale ROBERTO, hablando para sí en el fondo del teatro
ROBERTO: Tarde he venido. El tiempo me ha detenido. Él me puede disculpar. Pero--¡cielos!--¿no es Otón éste que a los ojos tengo? A famoso tiempo vengo. Llego a hablarle, que es razón. Pero no; a su padre quiero pedirle de su venida las albricias.
Vase ROBERTO
CHINCHILLA: Por mi vida, que para estar sin dinero, es nuestra flema muy buena. Busquemos una hostería, pues si en ella el patron fía sobre prendas cama y cena, hombre eres de muchas prendas, pues que tu nombre y blasón es don Rodrigo Girón. Sobre ellas, pues no hay qué vendas, cenarás. RODRIGO: Ya que he venido a Flandes desde mi tierra, serviré al rey en la guerra; que el noble que es bien nacido, sólo por sus hechos medra, y con fama celebrada saca fruto de la espada como Moisés de la piedra.
Salen LIBERIO, CLAVELA, LUCRECIA, y ROBERTO. Hablando LIBERIO con ROBERTO al salir
LIBERIO: ¿Otón? ROBERTO: Otón digo que es. LIBERIO: Si él fuera, ya hubiera entrado. ¡Mas él es! ¡Ay hijo amado!
Llegándose a don RODRIGO
Dame los brazos. Ea pues, deja a la naturaleza hacer su oficio de amor. RODRIGO: ¡Habláis conmigo, señor? LIBERIO: ¡Pues con quién? ¡Buena simpleza! ¿Qué dudas? Dame los brazos. RODRIGO: Darélos por cortesía.
Abrázale
LIBERIO: ¡Hijo mío! ¡Prenda mía! Vuelve y dame más abrazos. Clavela, abraza a tu hermano. CHINCHILLA: (Hecho me quedo un baulón.) Aparte CLAVELA: Llegad y abrazadme, Otón. RODRIGO: Ya soy quien en eso gano. Pero...
Habla CHINCHILLA aparte a su amo
CHINCHILLA: Llega, majadero, y deja peros ahora. RODRIGO: Alto, abrazadme, señora.
Abrázala
CHINCHILLA: (Ése sí que es lindo pero.) Aparte
A LUCRECIA
LIBERIO: Prevéngase su aposento y cena.
Vase LUCRECIA
CHINCHILLA: Si hay qué comer, vamos. (Dios nos vino a ver.) Aparte LIBERIO: Loco me tiene el contento. RODRIGO: ¿Qué es esto, señora mía? Señor, ¿qué es lo que decís?
Aparte a su amo
CHINCHILLA: Calla. CLAVELA: ¿Que aún os encubrís? RODRIGO: (¿Hay mas extraña porfía?) Aparte Yo llego en esta ocasion desde Castilla... LIBERIO: No quiero saberla. Entremos primero; que en buena conversación, después de alzada la mesa nos diréis ese suceso. RODRIGO: Señores...
Aparte a su amo
CHINCHILLA: ¿Estás sin seso? ¿De esta ventura te pesa? Hallas aquí padre y madre, qué comer y qué cenar, cuando acabas de llegar sin blanca; llámase padre tuyo un viejo, que en cajones para que vivas triunfando, le deben de estar maullando gatos llenos de doblones, y escúsaste, mentecato? Di que eres Otón, Enrico, Baldovinos, mono, mico, Herodes y Mauregato. LIBERIO: Si el temor de la desgracia que de aquí te hizo huír, hijo, te obliga a fingir, no temas. RODRIGO: (¿No es linda gracia Aparte aquésta?) LIBERIO: Porque Roberto está delante de ti, ¿te disimulas así? CHINCHILLA: Sí, por eso se ha encubierto. LIBERIO: Ya no tienes que temer. Cortó el cielo en años breves la vida al duque de Cleves. Viuda queda su mujer, moza, rica, y por su dote condesa de Oberisel.
CHINCHILLA habla aparte a un lado con don RODRIGO
CHINCHILLA: Señor, acota con él, o no cenarás gigote. RODRIGO: ¿Pues qué he de hacer? CHINCHILLA: Consentir, comer, conversar, contar, y a veces disimular, porque te importa vivir. Llegó una noche a una venta un licenciado sin cuarto, ni blanca. Estaba de parto la ventera, y no había cuenta de darle por ningún precio un bocado de cenar, ni cama en que se acostar, porque era el parto muy recio, y traía alborotada la venta. Llegóse y dijo el estudiante, "De un hijo la ventera está preñada. Si quieren que luego pára, tráiganme tinta y papel, y un ensalmo pondré en él de virtud notable y rara." Escribió solos dos versos. Cosiólo en un tafetán. Sacáronle vino y pan y otros manjares diversos. Diéronle paja y cebada a la bestia. Parió luego la ventera, mas no a ruego de la oración celebrada. Partióse, sin guardar cosa, el estudiante, estimado de todos y regalado. La huéspeda, codiciosa de ver lo que contenía la tal nómina o papel tan dichoso que con él, cualquier preñada paría, abriólo, y vio en él escrito "Cene mi mula, y cene yo, siquiera pára, siquiera no." Y riyeron infinito. Si padre y madre has hallado, cene mi amo y cene yo, siquiera sea, siquiera no, tu padre, agüelo o cuñado. LIBERIO: Ea, hijo, ¿que dudáis? CLAVELA: Hermano, ¿qué os detenéis? RODRIGO: Con la salva que me hacéis, pues todos me aseguráis, no es bien que mi fingimiento dure más. Vuestro hijo soy.
Sale LUCRECIA
LIBERIO: Otras mil veces te doy los brazos.
A LUCRECIA
¿El aposento está prevenido? LUCRECIA: Está, y la cena que se enfría. RODRIGO: Vamos pues, hermana mía. CHINCHILLA: (Hermana carnal será.) Aparte LIBERIO: Lucrecia, ten tú cuidado con éste... ¿Cómo os llamáis? CHINCHILLA: Chinchilla, porque os sirváis de mí. RODRIGO: Es muy leal crïado. LIBERIO: No llevaste, di, ninguno de esta ciudad? RODRIGO: Señor, no. CHINCHILLA: En Madrid me recibió un viernes, día de ayuno, que ha que dura un año entero. ¡Mire qué extraño rigor! Mas no hay ayuno peor que el ayuno del dinero. LIBERIO: Entrad, hijo, y descansad.
Aparte a su amo
CHINCHILLA: ¡Ah, don Rodrigo! Chitón. LIBERIO: Hija, a vuestro hermano Otón le dad la mano, y entrad.
Vanse don RODRIGO, CLAVELA, LIBERIO y ROBERTO; y al entrarse LUCRECIA la detiene CHINCHILLA
CHINCHILLA: Ce, si sabe el a, b, c, que 2sta es la tercera letra; aunque la mujer penetra otra mejor, que es la d. Dígame, doña rolliza, su nombre. LUCRECIA: Lucrecia. CHINCHILLA: Basta. ¿Es Lucrecis por ser casta? LUCRECIA: No, sino por ser castiza. CHINCHILLA: Dígame, ¿por qué ocasión nuestro dueño se ausentó, y cuándo huyendo salió de aquesta insigne región? Que yo no supe hasta aquí que era de Flandes, ni el nombre de Otón. Por un gentilhombre de Nápoles le serví, y se llamaba Lisardo. Sáqueme de aquesta duda, recetaréle una muda para ese rostro gallardo. LUCRECIA: ¿Impórtale mucho? CHINCHILLA: Quiero saber de esto la maraña; que como vengo de España, por saber cosas me muero. LUCRECIA: Pues sepa, y estéme atento, que Liberio, mi señor, es un hombre de valor, de hacienda y merecimiento. Tiene una hija doncella, que es Clavela. Ya la vio. CHINCHILLA: No es mocosa. LUCRECIA: No acertó. Tiene una falta. CHINCHILLA: ¿Es doncella? LUCRECIA: Sí. CHINCHILLA: Pues que tú lo autorizas, falta es, y más si hay engaño, porque hay mujeres hogaño como puentes levadizas. LUCRECIA: Tiene un hijo, que es Otón, pues que ya sabes su nombre. CHINCHILLA: Y no tiene falta el hombre en talle ni discreción. LUCRECIA: Este tal habrá tres años que en una casa de juego mató un hombre, y huyó luego. CHINCHILLA: ¡Peligros del mundo extraños! Pero ¿por qué le mató? Aunque en el juego se ofrecen mil cosas que lo merecen. LUCRECIA: No fue por el juego. CHINCHILLA: ¿No? Prosigue pues con tu cuento. LUCRECIA: Entró en los trucos un día al tiempo que se decía un lijero pensamiento de su hermana y un privado de Carlos, duque de Cleves parando palabras leves en obras... CHINCHILLA: Está obligado a no hablar el que pretende tomar venganza, y la toma. La honra es ley de Mahoma, que con armas se defiende. LUCRECIA: Hirió al privado de muerte, y temiendo la venganza del duque y de su privanza, escogió por mejor suerte el ausentarse de aquí. CHINCHILLA: Hizo bien. LUCRECIA: Murió el de Cleves, mudándose en tiempos breves las cosas... CHINCHILLA: Siempre es así. LUCRECIA: Quedó viuda la condesa, y por no estar bien casada, el segundarlo la enfada y solo el luto profesa, aunque príncipes y grandes no dejan de pretendella, viéndola muchacha y bella, y que en lo mejor de Flandes es dote suyo el condado de Oberisel, sin que quede hijo alguno que lo herede. CHINCHILLA: Sin hueso es ese bocado. LUCRECIA: Después que el duque murió, no hay quien la venganza pida a Otón. CHINCHILLA: ¡Dichoso homicida! LUCRECIA: Que aunque en Monblán quedó un hermano suyo, y tal, que de él la condesa fía su hacienda y casa, y podría, por ser hombre principal serle de harto daño a Otón, Amor que a imposibles vuela, le enamoró de Clavela; y es de modo su afición, y lo que a Otón ha deseado, que ha de dar envidias grandes, cuando sepa que está en Flandes. CHINCHILLA: A buen tiempo hemos llegado. Y ¿llámase el tal amante de Clavela...? LUCRECIA: Pinabel. CHINCHILLA: ¿Buen talle? LUCRECIA: No hay falta en él. CHINCHILLA: Antes que pase adelante, ¿qué hay de mi amor? LUCRECIA: ¿Qué sé yo? CHINCHILLA: ¡Ay fregatriz! Ese gesto me ha enamorado. LUCRECIA: ¿Tan presto? CHINCHILLA: Mucho ha que me enamoró el romance de Lucrecia; y si viviera Tarquino... LUCRECIA ¿Qué? CHINCHILLA: Viviera; mas convino que muriese. Acaba, necia; que tú y yo habemos de ser en excomunicación, como el papel y el borrón, que no se deja raer. ¿Hay ya voluntad? LUCRECIA: Tantica. CHINCHILLA: ¡Qué buenos carrillos! Hinche. LUCRECIA: ¡Ay qué Chinchilla y qué chinche! CHINCHILLA: Chinche que pica. LUCRECIA: Y me pica.
Vase LUCRECIA. Sale RODRIGO
RODRIGO: Si la historia de Amadís verdad pudiera haber sido, si me hubiera convertido, Chinchilla, en don Belianís, pudiera ser que entendiera que andando yo enamorado, llegué a un castillo encantado, mudándome una hechicera talle y cara; mas no es vana esta historia, si lo fue esotra, pues que ya hallé aquí padre y una hermana. CHINCHILLA: Un conde Partnuplés eres. RODRIGO: Entra y lo verás. CHINCHILLA: Alegre y ufano estás. RODRIGO: No quisiera que después pagáramos por entero. CHINCHILLA: ¿Cómo? RODRIGO: Si me han recebido aquí por Otón fingido y viniese el verdadero, ¿qué he de hacer? CHINCHILLA: Ya se habrá muerto. RODRIGO: Además de que no sé la causa por que se fue. CHINCHILLA: ¡Donoso temor por cierto! De todo estoy informado; Lucrecia lo desbuchó. Ya sé por qué y cuándo huyó tu original o traslado. Vámonos a pasear; que si has cenado, bien puedes, no nos oigan las paredes, que aun ellas saben soplar. RODRIGO: ¡Ay qué Clavela, oh Chinchilla! Qué amor, qué conversación! Qué cara, qué discreción! CHINCHILLA: ¿Hale dado ya papilla? ¿Hay babera? RODRIGO: No me pesa del parentesco que he hallado aquí. CHINCHILLA: Habránte preguntado muchas cosas sobre mesa. RODRIGO: Muchas. CHINCHILLA: Y tú respondido Ad Galatas? RODRIGO: Por no dar con todo en tierra, y quedar descubierto y conocido, les dije que me dolía la cabeza, y que después respondería. CHINCHILLA: Ésa es discreta bellaquería; mas ¿cómo te has escapado de los dos? RODRIGO: Envió por ella, por lo que gusta de vella, la condesa de este estado. CHINCHILLA: Es una viuda gentil, según me han dicho, señor. ¡Ojalá te hiciera amor...! RODRIGO: ¿Qué? CHINCHILLA: Aforro de su monjil. Ven, y daréte razón de lo que quieres saber. RODRIGO: En fin, ¿que Otón he de ser? CHINCHILLA: O ayunar, o ser Otón.
Vanse los dos. Sale la CONDESA, con unas cartas, CASIMIRO, PINABEL, y FLORO. La CONDESA habla a CASIMIRO
CONDESA: ¡Que mi hermano, el duque Arnesto con el conde Casimiro quiera casarme, y para esto me escriba con vos! Me admiro. Para casarme es muy presto. Un año ha que visto luto por mi esposo y vierto llanto que no tiene el tiempo enjuto; y no es bien, cuando él es tanto, hacer agravio a su luto. Viuda soy, moza y mujer, con un condado a mi cargo, que, aunque sola, podrá ser que con el discurso largo del tiempo, venga a tener para regirle prudencia; y cuando ésta me faltare, no está lejos su presencia, con que los daños repare de mi poca suficiencia. Cuanto y más que mis vasallos no se quejan hasta ahora de que no sé gobernallos; que al fin, como su señora legítima, sé estimallos. Pues yo no tengo heredero, no le estará a Arnesto mal serlo mío. Al fin, no quiero dar en el mundo señal de que fue el amor ligero; que tuve al duque de Cleves, mi señor, mientras vivió. Esto quiero que le lleves por respuesta. CASIMIRO: ¿Con un "no" a dar la muerte te atreves a un enfermo, que contando los términos de su vida, el "sí" dulce está aguardando, la esperanza entretenida entre las dudas de un "cuando"? Por los dos puedes traer el luto que has escogido, y vendrá, señora, a ser por un esposo fingido, y otro que lo quiso ser. Mal pagas la voluntad de Casimiro, a quien llevo el fin de su verde edad. CONDESA: Si no pago como debo al conde la voluntad, por no quedar obligada a pagarla, no la admito. Yo he quedado escarmentada, y con deseo infinito de no vivir mal casada; y así el conde que encareces, busque a su contento esposa, haciendo sus ojos jueces; porque el casarse no es cosa que se ha de probar dos veces. Aquesto escribo a mi hermano, y aquesto propio le di. CASIMIRO: Mira, señora, que es llano que si le niegas el sí de tu idolatrada mano, ha de arriesgar, aunque ofenda el Amor que es su homicida, su estado, porque se entienda que quien arriesga la vida por ti, arriesgará la hacienda. Mira que te ha de cercar en Monblán. CONDESA: No me amenaces; que quien no puede obligar a la voluntad con paces, con guerra no ha de bastar. CASIMIRO: Por rogártelo tu hermano... CONDESA: Que no hay ruegos para mí. Pártete; acaba.
Desviándose y hablando aparte con FLORO
CASIMIRO: ¡Qué en vano, colgada el alma de un sí, di entrada al Amor tirano! ¡Ay cielo! FLORO: ¿Qué hemos de hacer? CASIMIRO: ¿Qué? ¡Morir, desesperar. rabiar, sentir, padecer! FLORO: Mucho puede el porfiar; pero date a conocer; que si a ver si su belleza igualaba con su fama veniste, si Amor empieza a dar materia a tu llama y principio a su flaqueza, el saber que tú has venido, quizá le dará cuidado; que si ausencia causa olvido en el amante obligado, ¿qué hará en el no conocido? CASIMIRO: No, Floro; que Amor desnudo con las armas suele hacer lo que sin ellas no pudo. A Monblán he de volver cuando en el silencio mudo esté el descuido acostado. Mil tudescos, como sabes, en escuadrón concertado traigo, que serán las llaves de su alcázar torneado. Seré esta noche con ellos de aquesta Troya Sinón, y de sus despojos bellos otro Paris. FLORO: La Ocasión te dé, señor, sus cabellos.
Vanse CASIMIRO y FLORO
CONDESA: Nadie espere, Pinabel, tener de mi esposo nombre, pues murió el duque con él; que en la libertad de un hombre libre, soberbio crüel, no estriba bien la flaqueza de una mujer, a quien ves con mocedad y riqueza porque es locura el ser pies la que puede ser cabeza. Cansada de estar casada estoy. ¡Gracias a los cielos, que no lloro despreciada, ya desdenes, ya desvelos de una afición mal pagada! Si en el conyugal amor hubiera penas iguales para el esposo agresor, y sus obras desleales tocaran en el honor, como las de una mujer, perseverara en los dos el recíproco querer; pero que en la ley de Dios iguales vengan a ser los delitos del marido y la esposa; y que en el suelo haya el vulgo establecido venganza en leyes del duelo para el esposo ofendido, y no para la mujer. Ésa es terrible crueldad, suficiente a deshacer a amor, que sin igualdad, no sabe permanecer. PINABEL: Dios conserve a vuexcelencia en esta opinión honrada, que es digna de su prudencia. CONDESA: El ser dos veces casada juzga el mundo a incontinencia. Yo viviré con cuidado de no adquirir este nombre. PINABEL: Si no hay gobierno alabado en una casa sin hombre, ¿qué hará donde hay un estado? CONDESA: Hombre tiene, Pinabel, aquesta ciudad en vos, para regirse por él; y gobernando los dos, seguro está Oberisel. PINABEL: A vuestra excelencia beso los pies por tanto favor. CONDESA: De vuestra prudencia y seso conozco el mucho valor, y sé que en cualquier suceso no hará falta el duque muerto de quien fuisteis tan querido. PINABEL: Si a servir, señora, acierto a vuexcelencia, habré sido muy dichoso. CONDESA: Aquesto es cierto. PINABEL: Y para poderlo hacer mejor, pues que vuexcelencia casada no quiere ser, la vengo a pedir licencia... CONDESA: ¿Es para elegir mujer? PINABEL: Es para que intercesora vuexcelencia sea con ella. CONDESA: Es muy hermosa? PINABEL: Señora, en vuestra presencia bella no puede serlo el aurora; mas de vos abajo, vuela su fama por todo Flandes. CONDESA: ¿Quién es? PINABEL: Clavela. CONDESA: ¿Clavela? Méritos tiene muy grandes; pero en eso ¿qué recela vuestro amor? ¿No fue homicida su hermano del vuestro? PINABEL: Fue el que le quitó la vida, y con su hacienda heredé su amor. Quiero que le pida a su padre. Vuexcelencia, le mande me dé la mano; y usando de su clemencia, alce el destierro a su hermano, sin hacerle resistencia. CONDESA: Enviadlos a llamar. PINABEL: Ya, señora, eso está hecho y poco pueden tardar los dos. CONDESA: En vuestro provecho sois vigilante. PINABEL: En amar ¿quién no lo es? CONDESA: La elección que habéis hecho me contenta, que en belleza y discreción Clavela la fama aumenta de la flamenca nación. PINABEL: Ella misma entra, señora, a estimar y agradecer tal merced. CONDESA: Intercesora con ella os tengo de ser, pues que tanto os enamora.
Salen LIBERIO, CLAVELA, y LUCRECIA
LIBERIO: En que tenga vuexcelencia memoria de nuestra casa y nos traiga a su presencia, todos los límites pasa nuestra dicha. CONDESA: La experiencia, Liberio, que resplandece en vos, que tenga memoria de vuestras canas merece, y de Clavela, que es gloria, que como sol resplandece. CLAVELA: Por no quedar corta, callo, estimando la ventura, que en vos, gran señora, hallo. CONDESA: No es bien que tanta hermosura, y tan prudente vasallo, deje de participar de mi privanza y favor; y que toda esta ciudad estime vuestro valor y alabe vuestra beldad, y yo, que soy su señora, no la goce. CLAVELA: Mi vergüenza responderá por mí ahora. PINABEL: Su rostro hermoso comienza a imitar la blanca aurora. CONDESA: Ya sé que el dar muerte Otón a Enrico, de Pinabel hermano, fue la ocasión que perdiésedes por él el favor y estimación que el duque, que tiene Dios, hizo en negocios de peso, Liberio noble, de vos; pero aquel triste suceso podéis convertir los dos en un pacífico estado, como queráis. Pinabel, en vez de estar agraviado y pedir venganza de él, que alcance me ha suplicado le dé Clavela la mano. Ya sabéis que por la suya regirse mi estado es llano; y para que restituya la paz a su muerto hermano Liberio, el modo mejor y más común, es juntar prendas de sangre y amor, de quien puede resultar tanta nobleza y valor. Pues yo intercedo, no creo que habrá aquí dificultad. LIBERIO: Cuando en tan dichoso empleo faltara la calidad y la nobleza que veo en Pinabel, gran señora, y no interesara yo su amistad y paz que ahora a tan buen tiempo llegó, basta ser intercesora vuexcelencia para hacer de nosotros a su gusto. No tengo qué responder. Sólo, si os parece justo, será con el parecer de Otón, mi hijo, que está en Monblán. PINABEL: ¡Válgame el cielo! CONDESA: Si es discreto, él lo tendrá por bien. LIBERIO: Comunicarélo, y él vendrá, señora, acá a besar a vuexcelencia los pies. CONDESA: Clavela, ¿no habláis? CLAVELA: Si está dada la sentencia en el pleito que tratáis, gran señora, en la presencia de mi padre, ¿qué he de hablar? Serviros sólo apetezco. CONDESA: Venid, que os quiero enseñar mi alcázar.
Vanse todos, menos PINABEL
PINABEL: Si es que merezco, Amor, el cielo gozar de tan bella perfección, términos acorta y plazos; que es muerte la dilación de sus amorosos lazos. Voy a ver y hablar a Otón.
Vase. Salen don RODRIGO y CHINCHILLA
RODRIGO: ¿Hay sucesos semejantes? CHINCHILLA: Cuando los llegue a saber Madrid, los ha de poner en sus novelas Cervantes. Aunque en el tomo segundo de su manchego Quijote no estarán mal, como al trote los lleven por ese mundo las ancas de Rocinante, o el burro de Sancho Panza. RODRIGO: Basta, que la semejanza de este Otón, tan importante para mi necesidad y aumento de los cuidados, hoy libres y enamorados, tiene toda la ciudad engañada y persuadida que soy Otón. CHINCHILLA: Lindo cuento es llegar de ciento en ciento a darte la bienvenida, y decir uno espantado, "¿Cómo no me conocéis, si ha tantos años que habéis mi lado y mi casa honrado?" Y otro decir, "No entendiera que con tanta brevedad las leyes de la amistad, Otón, el tiempo rompiera." Y tú, mascando entre dientes ambiguas satisfacciones, como quien reza oraciones, dar los brazos a parientes que en toda tu vida viste. RODRIGO: Con todos cumplo callando, lo que dicen otorgando. Tú en aquesto me metiste. ¿Qué he de hacer? CHINCHILLA: El callar sabe vencer. No ha faltado loco que, viéndote hablar tan poco, dijo, "¡Qué necio y qué grave que viene el señor Otón! " Yo respondí, aunque lacayo "Como Otón no es papagayo, no habla aquí de ostentación, ni hay pena para los mudos." Mas nada hubo como ver el llegarte el mercader a pedir los cien escudos y tú, muy disimulado, decir, "No penséis, señor, que como el mal pagador, de la deuda me he olvidado. Venid a casa mañana; que mi padre os los dará." RODRIGO: En esto estoy puesto ya. La hermosura de esta hermana en Monblán me ha detenido; que si no, yo deshiciera con mi ausencia esta quimera. CHINCHILLA: ¿Háte Cupido escupido? RODRIGO: Desmandados pensamientos han dado en ser estudiantes, y como son principiantes, andan en los rudimentos. Pero en escuelas de Amor, con poca dificultad alcanza en su facultad borla y grado de doctor quien, para que no se excuse, el alma ofrece en propinas. CHINCHILLA: Ya parece que declinas con Clavela a musa, musae; pero no querrás pasar con el estudio adelante, por más que seas estudiante. Si llegas a conjugar con ella... RODRIGO: No sé, por Dios, lo que te responda en eso; que es hermosa te confieso. CHINCHILLA: ¡Noramala para vos!
Sale PINABEL
PINABEL: Los brazos que a la venganza pudieran dar otro tiempo debida satisfacción y muerte al atrevimiento, por el amor enlazados que a prendas del alma tengo, y de quien vos sangre sois, para abrazaros ofrezco. Seais, Otón, bien venido. RODRIGO: ¿Qué es esto, señor? Teneos.
Hablan aparte don RODRIGO y CHINCHILLA
Chinchilla, huyamos de aquí; que cada instante me veo en un mar de confusiones. CHINCHILLA: Con la industria y el silencio podrás salir bien de todo. Disimula, si eres cuerdo. PINABEL: Si pesadumbres pasadas, que en paces trocar deseo, os obligan a no hablarme, rompe al enojo el velo; que en mí no bastan agravios de un hermano, por vos muerto, a que, olvidadas pasiones, no os salga, Otón, al encuentro. Los cielos quieren que sea amigo y pariente vuestro; no neguéis a Pinabel lengua y brazos.
Aparte a su amo
CHINCHILLA: Ya di en ello. Éste es, señor, el hermano de aquel muerto caballero, causa de ausentarse Otón, y de todo este embeleco. Háblale y dale los brazos; pues ya te he contado el cuento de la historia. RODRIGO: Pinabel, si he dudado en responderos, la novedad lo ha causado que en vuestras palabras veo, aguardo de vuestras obras. ¡Gracias a Dios y a los tiempos, que mudan las voluntades!
Abrázale
PINABEL: La priesa de mis deseos atropella las palabras. Sabed que el Amor, tercero, entre enojos criminales, eternas paces ha puesto en pasiones ya olvidadas y hablando claro, yo quiero a vuestra hermana Clavela tanto, como al movimiento circular el primer móvil, y como la piedra al centro. La condesa mi señora, a mi intercesión y ruegos, se la pidió a vuestro padre, y respondió el cortés viejo a medida de mi gusto, como de su entendimiento prudencia se esperaba, a vos, Otón, remitiendo la ejecución de mi dicha; pues siendo noble, no creo dejaréis de efetüarla, y estimar mi sangre y deudo. Vamos, amigo, a palacio, donde Clavela y Liberio con la condesa os aguardan.
Habla aparte don RODRIGO con CHINCHILLA
RODRIGO: ¡Ay Chinchilla! ¿qué es aquesto? CHINCHILLA: Atambores en cuaresma. RODRIGO: (Por la puerta de los celos entré en vuestra casa, Amor. No saldré de ella tan presto.) La dicha que se nos sigue a nosotros en teneros por pariente y por amigo, es notorio y manifiesto. Cuanto a esta parte, no hay duda sino que seré el primero que por honrar nuestra sangre, trate vuestro casamiento. Sólo hay un inconveniente, que la industria hará ligero, suspendiendo algunos días las bodas. PINABEL: Siglos eternos serán los breves instantes. Pero ¿qué estorbo hay? RODRIGO: Yo vengo de Madrid, corte de España, patria y madre de extranjeros. Profesé en ella amistad con un noble caballero, que porque en Flandes nació, quiere bien a los flamencos. Es don Rodrigo Girón su nombre, a quien amo y quiero como a mí mismo, porque es conmigo un alma. CHINCHILLA: (¡Y un cuerpo!) Aparte RODRIGO: Mil veces, comunicando los dos, le dije el suceso que me desterró de Flandes, la hermosura encareciendo de Clavela de tal suerte, que aunque el amor que es perfeto entra al alma por los ojos, aquella vez entró dentro, como fe, por los oídos; y fue con tan grande extremo, que está pretendiendo un cargo en Flandes, sólo por esto. Prometíle a la partida, por la fe de caballero, si hallaba a Clavela libre, aguardar un año entero su venida, sin casarla; pero en Madrid, que es el cielo de ocasiones amorosas, y yo ausente, que era el cebo de su amor, ya habrá el olvido con él sus milagros hecho; que a la mudanza en la corte la dan casa de aposento. No he dicho nada hasta ahora a mi padre; que lo dejo para tratarlo despacio, por ser negocio de peso. Escribiréle esta noche que Clavela, como es cierto, está con vos concertada; y aunque las bodas suspendo por guardarle la palabra, se han de poner en efeto. Que suelte, y dé al desposorio lugar. ¿Qué decís? PINABEL: Que temo de mi desdicha que venga a estorbar mi casamiento don Rodrigo, con las alas de sus mismos pensamientos, que le traerán por los aires, para que llegue mas presto.
Tocan al arma dentro
Pero ¿qué alboroto es éste? RODRIGO: Tocar a rebato siento. PINABEL: ¡Válgame Dios! ¿qué será?
Sale LEONELO
LEONELO: ¡Notable caso! PINABEL: Leonelo, ¿qué enemigos nos asaltan, cuando estamos libres de ellos? LEONELO: El palatino del Rin, Casimiro, que viniendo curioso o enamorado hoy a Monblán encubierto, a saber por experiencia si son encarecimientos o verdades los que alaban nuestra condesa hasta el cielo, perdido por su hermosura, y a su amor correspondiendo, conforme su pretensión y cartas del duque Arnesto, en saliendo de Monblán, con un escuadrón tudesco, que en el bosque le esperaba, la vuelta ha dado, resuelto de conquistar por las armas lo que no alcanzaron ruegos; y no ha sido poca dicha de que no haya entrado dentro, cogiéndonos descuidados. PINABEL: ¿Hay mayor atrevimiento? Pero la condesa es ésta.
Sale la CONDESA con ACOMPAÑAMIENTO
PINABEL: Señora... CONDESA: ¿Que el mensajero era del duque mi hermano Casimiro, el conde? LEONELO: Él mesmo que nuestra ciudad asalta. CONDESA: Como no asalte mi pecho, poco importa. Pinabel... RODRIGO: Los piés, gran señora, beso a vuexcelencia. CHINCHILLA: (¡Por Dios, Aparte que es gentil hembra en extremo la viuda!) CONDESA: ¿Sois vos, Otón? RODRIGO: Y humilde vasallo vuestro.
Habla RODRIGO aparte al criado
¡Qué hermosa mujer, Chinchilla! CONDESA: Mucho me he holgado de veros. Yo prometí a vuestro padre daros, Otón, en viniendo, la plaza de secretario. Ya podéis servirla. RODRIGO: Vuelvo a besar a vuexcelencia los pies.
Hablan aparte CHINCHILLA y su amo
CHINCHILLA: Hucha de secretos eres. ¿Qué seré yo? RODRIGO: Calla. CONDESA: ¿Querrá el conde poner cerco a Momblán? LEONELO: Así se dice. CONDESA: Id Pinabel, repartiendo soldados por las murallas, que los que en presidios tengo, y los que de los estados del duque mi hermano espero, humillarán la arrogancia de aqueste amante soberbio.
Vase PINABEL
RODRIGO: Si en vez del papel y tinta que me dais sin merecerlo, me concedéis, gran señora, que escriba con el acero hazañas, con que os sirváis, con vuestra licencia trueco la plaza de secretario por la de soldado vuestro. CONDESA: Secretario y capitán podéis ser. Venid, tratemos lo que importa en este caso, porque sepa el conde necio que si en la constancia imito a la viuda de Siqueo, en fortaleza la igualo.
Vase la CONDESA con su ACOMPAÑAMIENTO
RODRIGO: ¿Hay tal mujer? ¿hay tal cielo? CHINCHILLA: ¿Qué te parece? RODRIGO: Un milagro, y entre crepúsculos negros de aquel luto, me parece un sol que está amaneciendo. CHINCHILLA: ¿Hate enamorado ya! RODRIGO: ¿Tengo yo merecimientos para tal ángel? CHINCHILLA: Patudo. ¿Y Clavela? RODRIGO: En ese empleo me ocuparé, que es mi igual. CHINCHILLA: ¡Bueno ha estado el embeleco con que a Pinabel burlaste! RODRIGO: El amor es todo enredos. CHINCHILLA: Vamos, señor secretario. RODRIGO: Si me fía sus secretos, mil veces dichoso yo. CHINCHILLA: Chamuscado te has al fuego de la viuda. RODRIGO: Así es verdad. CHINCHILLA: Parecerás pie de puerco. RODRIGO: ¿Por qué? CHINCHILLA: Porque se chamusca. RODRIGO: ¡Ay viuda hermosa! CHINCHILLA: ¡Ay babero!

FIN DEL ACTO PRIMERO

El castigo del penséque, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002