ACTO TERCERO


Sale VITORIA
VITORIA: ¡Que conmigo le ha de dar don Pedro celos a Carlos! Pues ¿de qué suerte ha de darlos, si yo no le doy lugar? Oblígame a sospechar esta dudosa quimera que en mi amor don Pedro espera hacer esta duda clara y no sé si me pesara que don Pedro me quisiera. Cuando me da algún papel, en sus ojos habladores miro que me dice amores más apacible que fiel. Admití a Carlos por él; que puesto que sangre real le hizo gran Mariscal de Nápoles, si le quiero más es por el mensajero que no por el principal.
Sale ROMERO
ROMERO: (¿Quién quiere apararme allá Aparte Mil secretos, que le arrojo?) VITORIA: (Éste le sirve.) Aparte ROMERO: (¡Qué enojo!) Aparte VITORIA: Vení acá; llegaos acá. ¿Servís vos al secretario de Carlos? ROMERO: Sí, mi señora y soylo yo suyo agora sirviendo el vientre de armario. (¡Maldiga Dios tantas blancas Aparte como dieron a un doblón!) VITORIA: ¿Tiene don Pedro afción aquí, o en España? ROMERO: (¡Trancas! Aparte ¡Que me fuerzan a decir lo que escondo! Haced la cuenta de los palos. ¡Mil sesenta! Lengua, callar y sufrir.) VITORIA: ¿No respondéis? ROMERO: No me atrevo porque siendo respondón pierdo, señora, un dobló y más de mil palos llevo. VITORIA: ¿Palos por lo que os pregunto? ROMERO: No, pero en esto de hablar en dándome en deslizar, soy como calza de punto. Hele hecho pleito homenaje de callar a mi señor. VITORIA: Señal de que tiene amor aquí. ROMERO: Vaya esto de encaje, sin preguntarme otra cosa. En Burgos donde nació, a doña Leonor sirvió de Castro, rica y hermosa. Dejóle por un privado del rey, que siendo su amigo, le fue traidor, y en castigo de su traición, oleado de un espetón le dejó. vio a Nápoles, donde ha sido la pobreza que ha tenido tanta, que a servir entró a Carlos de secretario. Y con aquesto, chitón, que me la jura un doblón y habrá palo temerario. VITORIA: Debe de ser principal el don Pedro que decís, pues de esa suerte sentís que sirva al gran mariscal. ROMERO: Ya se le suelta otro punto a la cala del secreto. Es del rey don Pedro nieto, y en desdichas su trasunto. Persíguele el rey don Juan, porque recela el derecho que tiene al reino y sospecho que si sus contrarios dan con él, que acabe la historia que su padre comenzó cuando sin culpa murió en el alcázar de Soria. VITORIA: Ya yo sé el suceso todo de ese infante desdichado; que acá su fama ha llegado, y en la sustancia y el modo lo afirma su decendiente. ¿Mas dura de la Leonor la esperanza y el temor que tanto su ausencia siente? ROMERO: Señora, tecla me toca vuexcelencia, que me hurga el alma, y toda la purga se me ha venido a la boca. "Adiós ojo," dijo el otro secreto, sin reparar, vas matas y por rozar; mas vale aquí que en el potro. Doña Leonor se casó con el herido don Vela. Vuestra hermana se desvela por su amor. Contéla yo toda su historia y suceso y cierro pliego la di de doña Leonor, que aquí tiene de ser mi proceso. Además, ciego por él, contéla que el mariscal no era el autor principal de tanto sutil papel. Esto puede tanto en ella, que de mi amo enamorada... VITORIA: Oid, oid. ROMERO: ...y abrasada de celos de Leonor bella... VITORIA: Escuchad. ROMERO: Me preguntó su linaje y sus amores... VITORIA: Parad. ROMERO: ...del rey los rigores, cómo, por qué, cuándo huyó, sus desdenes, sus regalos, si la amaba, si escribía... Dame un doblá cada día y si no callo, mil palos... VITORIA: Detente , hombre. ROMERO: ...mas, por Dios, que aunque más el seso pierda, que de Vitoria se acuerda don Pedro. VITORIA: ¿De quién? ROMERO: De vos porque anoche soy testigo que don Pedro de Castilla dijo, "¡Ay bella Vitorilla! quién se casara contigo!" VITORIA: ¿Estás loco? ROMERO: Yo sutil, dije, "Cuando a hablarla vas, díselo una vez no más; diráselo el diablo mil." Pues él viene, averigualdo; que ya yo, señora mía, purgué cuanto yo sabía, y voy a tomar el caldo.
Vase ROMERO
VITORIA: Éste, entre burlas y veras, me ha dicho lo que temí. Con mis recelos salí. No son mis celos quimeras. No fue a la promesa ingrato. ¡Miren en qué el casto intento paró! ¡El aborrecimiento de la grandeza, el recato! ¡El publicar que hacía de su estado sucesora! Pues en vano se enamora, que don Pedro es prenda mía. Y si ella por más edad, a Amalfi hereda, yo heredo, si en don Pedro alegar puedo, amorosa antigüedad.
Sale don PEDRO, creyéndose solo
PEDRO: Al gran mariscal y a mí dijo que se dedicaba el papel que me enviaba y después que le leí mandándome responder, n hallo cosa que me toque y que al amor no provoque de Carlos. Esta mujer, que tantas cosas penetra me ha de sacar de sentido. Desde ayer acá he leído el papel letra por letra mil veces, y vive Dios, que cuanto más y más leo, dudo más, y menos veo de mi parte. VITORIA: ¿Aquí estáis vos, don Pedro? PEDRO: Hermosa señora, en idea trasformado, por estar en mí elevado, no sé si estoy en mí agora. VITORIA: En fin ¿habéis de dar celos conmigo al gran mariscal? PEDRO: Pídelos él, soy leal; si no los doy, opondrélos, cumpliendo la obligación en que me pone el deseo de verle discreto. VITORIA: Creo que estos vuestros celos son celos, don Pedro, a dos haces. PEDRO: ¿Cómo? VITORIA: Porque hacen por dos, obedeciéndole vos, por él guerra, por vos paces. PEDRO: No entiendo a vuesa excelencia. VITORIA: ¿Podéisle vos celos dar si no me fingís amar, hablándome en su presencia? PEDRO: No, señora. VITORIA: ¿Luego ya sois mi amante aunque fingido. PEDRO: No sé lo que soy o he sido. VITORIA: Eso el tiempo lo dirá. Pero si delante de él me estáis diciendo agudezas y proponiendo finezas de secreto firme y fiel; mientras Carlos esté loco sospechas averiguando, riendo yo y vos burlando, ¿seré yo para tan poco, que mientras digáis quimeras que de burlas propongáis, no os obligue a que volváis enamorado de veras? ¿No podréis obedecer, pues entráis tan sin temor por los umbrales de amor? PEDRO: ¡Ojalá que merecer pudiera tal mi ventura, dejando aparte el respeto que a Carlos debo y prometo! Esto es lo que se procura; pero, señora, ¡qué fuera que de burla semejante saliese yo vuestro amante! Nunca otro mal me viniera. VITORIA: Pero si habéis de empezar a dar a Carlos recelos, aquí viene a feriar celos; y os juro que ha de llevar tantos de mí, que corrido de habernos dado ocasión, maldiga la discreción que entre los dos le ha metido.
Salen CARLOS, que se queda al paño, y la DUQUESA, que sale poco después se queda también retirada
CARLOS: Rato ha que le dejé aquí. ¿Si habrá los celos hallado que me traen tan desvelado por el papel que le dí? DUQUESA: Sabrá don Pedro el amor que cara a cara no osé decirle, y remediaré si le adivina el temor que traigo, de que a mi hermana ama, cual le permití. Mas los dos están aquí. Toda sospecha es villana, y villano es el afeto que ha engendrado en mí el mirarlo.
Hablan aparte VITORIA y don PEDRO
VITORIA: Atento nos mira Carlos. Proseguid, pues sois discreto. PEDRO: Empiezo, pues.
Alto
Ya sabéis quién soy, y cuan bien nacido me hizo el cielo. VITORIA: Ya yo sé que vuestro padre fue hijo de don Pedro el Justiciero, a quien con falso apellido llaman crüel las historias que imprimen sus enemigos. Sé que una dama inconstante, aunque os amó a los principios, llevada del interés de un galán favorecido de vuestro rey, eclipsó las memorias en olvido como su amante en vil trato correspondencias de amigo. Y le hirió vuestra venganza mortalmente, y del castigo del severo rey huyendo fue Nápoles vuestro asilo. Destierro y necesidad os han de suerte abatido que servís a quien pudiera mejor, don Pedro, serviros. Mirad si sé vuestra historia DUQUESA: (El crïado fementido Aparte le ha dado cuenta de todo.) Lo que confuso me dijo, la relató por extenso. CARLOS: (Yo estoy en buen laberinto.) Aparte VITORIA: Decid, don Pedro, adelante. Proseguid la historia. PEDRO: Digo que, pues todo lo sabéis y habéis de mí conocido cuando os traigo los papeles de Carlos ponderativos, en los ojos... VITORIA: Ya, ya sé que os debo algunos suspiros y que os sirve mi memoria de medios preservativos contra rigores y ausencias que cohechan el olvido de doña Leonor de Castro. CARLOS: (Malos son estos indicios.) Aparte VITORIA: Sé también que los papeles que tanto alabo y estimo, teniéndoos a vos por padre, me venden otro adoptivo. CARLOS: (Peor es esto.) Aparte VITORIA: Y creed, don Pedro, que los estimo sólo porque se os parecen, como a sus padres los hijos. Autorízase con ellos quien muestra que simple ha sido en creer que ha de engañarnos, discreto por artificio, necio por naturaleza. CARLOS: (Vive Dios, que estoy corrido. Aparte ¿Hay deslealtad semejante? ¿Qué es esto, cielos? ¿Qué hechizos se me han entrado en el alma que me hielan encendidos? Matarélo, vive el cielo, si villano y fementido rompe don Pedro la fe de secretario y amigo. PEDRO: A la merced que me hacéis estoy tan agradecido, cuanto imposibilitado de volver retornos dignos. Pero creed que a no estar de por medio bien nacidos rspetos y obligaciones de la persona a quien sirvo que hubiera dicho la lengua lo que los ojos han dicho, explicando por palabras lo que publican suspiros. Mártir de mis pensamientos en esta ocasión he sido; que por estarle tan bien a Carlos ahora explico. ¿Tiénele amor vuexcelencia? DUQUESA: (La comisión ha excedido Aparte el ingrato, que le he dado. O no ha el papel entendido, o lo que es más cierto, está enamorado y perdido de mi hermana. CARLOS: (Yo me abraso Aparte de no sé qué. Yo me aflijo de un mal cuyo nombre ignoro. Culebras y basiliscos el alma me están royendo. Yo adoro, al paso que envidio.) VITORIA: ¿La duquesa tiene amor a Carlos? PEDRO: Hame pedido que celos con vos le dé, porque afirma que el oficio de estos es sutilizar los ingenios abatidos, porque necios y celosos son dos extremos distintos. CARLOS: (Si celos hacen discretos, Aparte celos deben ser los míos que mi entendimiento apuran y atormentan mis sentidos.) PEDRO: No repara más que en esto, que quisiera, y no me admiro verle al paso que galán, cortesano y advertido. VITORIA: ¿Luego vos, no enamorado, sino solo comedido, por obedecer mi hermana de mi amante dais indicios? PEDRO: Por lo uno y por lo otro; siento lo mismo que finjo, mándanme lo que deseo, y a un tiempo a dos blancos tiro. VITORIA: ¿Cómo estaré yo segura que no mentís? PEDRO: Persuadiros puedo yo lo que os adoro. VITORIA: ¿Y la Leonor? PEDRO: Ya la olvido. VITORIA: ¿Y mi hermana? PEDRO: Ya es de Carlos. VITORIA: ¿Y Carlos? PEDRO: Ya es su marido. VITORIA: ¿Y vos? PEDRO: Soy esclavo vuestro. VITORIA: ¿Y yo? PEDRO: Sois el dueño mío.
Vase VITORIA. Quédase la DUQUESA al paño y CARLOS se dirige a don PEDRO
CARLOS: Si no tuviera respeto a la casa donde estoy, villano, viérades hoy de mi venganza el efeto. ¿Para qué me hacéis discreto si multiplican agravios mis injurias en los labios para que más me atormenten; aunque no de un modo sienten los ignorantes y sabios? Vos infamáis el valor que el rey don Pedro os ha dado, competidor, de crïado, de secretario, traidor. Al derecho de mi amor mal oponerse podrán papeles que vuestros dan puerta a amorosos delitos. Mi causa hicieron escritos, y en mi nombre vencerán. Cuando el capitan venció, del señor se hace memoria; Al rey se da la vitoria pero a los vasallos no. La vitoria que hoy os dio vuestra industria y mi porfía, dcslealtad y alevosía será usurparla a mi amor; que pues soy vuestro señor, ha de ser Vitoria mía. Pero goce nuevo empeño de su amoroso cuidado, pues a quien fue mi crïado pretende elegir por dueño; que favorecida en sueño os juzgará inadvertida cuando mi venganza impida el logro que no tendréis.
Sale la DUQUESA
DUQUESA: Y cuando vos no os venguéis, le quitaré yo la vida. Que no ha de llamar esposo mi hermana a un hombre sin ley, fugitivo de su rey, y a su señor alevoso. Cuando yo a Carlos amara, que es verdad que he deseado verle por vos en estado que mi sangre y casa honrara, ¿tenéis vos merecimientos para poder pretender? Que en vos sólo alcanzo a ver pobreza y atrevimientos. Sois un loco, un desleal, unn bárbaro, un ignorante, un presumido arrogante, indigno que el mariscal os confïase su pecho... CARLOS: Sois un secretario infiel, discreto solo en papel, de vos mismo satisfecho, un amigo que rompió las leyes, sin hacer caso, de la amistad. DUQUESA: Carlos, paso, que basta reñirle yo. CARLOS: ¡Quien de los límites pasa de la amistad y prudencia! DUQUESA: Yo sola tengo licencia de reñir en esta casa. CARLOS: Si vos amparo le dais... DUQUESA: Yo no le doy a un villano; más no quiero que a la mano, cuando me enojo me vais. CARLOS: Vuexceiencia me perdone; satisfacción me dará.
A don PEDRO
Pues de vos me vengará quien castigaros propone.
A don PEDRO
DUQUESA: Yo haré que llevándoos preso a Castilla, en un cadalso a mí me venguéis por falso, y a vuestro rey por travieso. CARLOS: Yo le llevaré, si ansí vos, señora, lo ordenáis. DUQUESA: ¡Oh, Carlos! ¡Qué extraño estáis! Dejadnos solos aquí. CARLOS: Pues siendo yo el injuriado, que quiera vengarme ¿es mucho? PEDRO: Ya las injurias que escucho, mi paciencia han apurado. Carlos, porque os he servido, respeto os debo tener; privilegios de mujer señora, he reconocido aunque también dais indicios de ingratos, pues si los sabios vuelven gracias por agravios, dais agravios por servicios. Yo no he sido desleal; sino tan leal a los dos,
A la DUQUESA
que obedeciéndoos a vos, he servido al Mariscal. CARLOS: ¡Servirme a mi es pretender que mi dama vuestra sea! DUQUESA: ¡Servirme a mí quien desea a mi hermana por mujer!
A la DUQUESA
PEDRO: Pues vos ¿no me aconsejasteis que a Vitoria pretendiese?
Al mariscal CARLOS
Y vos que celos os diese, ¿no me mandasteis? ¿Para qué os quejáis de mí, si de esto tenéis memoria? Divertíme con Vitoria, y celos a Carlos di. CARLOS: ¿Celos son éstos? PEDRO: Son llave de Amor, con que medra y crece. CARLOS: ¡Oh celos! Esto merece quien compra lo que no sabe. Dijistes tanto bien de ellos, que por vos los procuré. Tan crüeles los hallé que me atormentáis con ellos. ¡No más celos en mi vida, no más, rabiosa pasión, tan costosa guarnición! DUQUESA: Carlos, yo estoy ofendida, y vos en el mismo estado con mi hermana que hasta aquí que os he querido finjí; mas ya sabéis que he dejado, por lo que a mi hermana quiero, en ella la sucesión de mi casa. En conclusión, casaros con ella quiero. Proseguid con vuestro amor, y quedad escarmentado de serviros de crïado que sabe más que el señor; que del presente que vemos, pues nos ha engañado ansí, desterrándole de aquí, vos y yo nos vengarémos. CARLOS: Por vos, bella Margarita, se sosiega mi esperanza, puees vuestro favor alcanza lo que un ingrato me quita. ¡No más celos, ni aun en sueños! ¡Que tales penas ofrecen! Pero siempre se parecen las dádivas a sus dueños.
Vase CARLOS
DUQUESA: Solos habemos quedado. PEDRO: Solos, pero yo ofendido. DUQUESA: Amante favoreeido, si de ausentes olvidado. ¡Buena ganancia habéis hecho! Ya os quiere mi hermana bien. PEDRO: Si vos me mostrais desdén, señora, ¿de qué provecho ha sido el ejecutar los remedios que dijistes? DUQUESA: Quíseos yo, si lo entendistes, divertir, no enamorar. Mas quien exceder procura remedios que el sabio da, de qué modo sanará echando a perder la cura? PEDRO: Pues, señora, ¡aquí de Dios! Si a Carlos decís que amáis, si que le hable me mandáis, si siendo tan cuerda vos, queréis curar mis desvelos con invención semejante, y empezando a ser amante, os dais a vos misma celos, ¿puedo yo saber secretos que palabras contradicen? DUQUESA: ¡Qué necios son los que dicen que sabáis hacer discretos! ¿Habéis leido el papel escrito a Carlos y a vos? PEDRO: Iba dedicado a dos; mas no hallo palabra en él que no haga a Carlos favor, sin hacer mención de mí. DUQUESA: ¿Leistesle bien? PEDRO: Leí hasta la tilde menor, y por Dios que es caso recio que ansí me desatinéis. DUQUESA: Basta, que desde que hacéis discretos, pecáis de necio. ¿Traeisle ahí? PEDRO: Sí , señora. DUQUESA: Leedle. PEDRO: Ya le leí, y no hay cosa para mí. DUQUESA: Leedle, acabad ahora. PEDRO: Ansí dice. DUQUESA: Comenzad. Túveos yo por avisado y Carlos os ha pegado, don Pedro la enfermedad.
Lee
PEDRO: Mariscal, si sois cuerdo, en esta empresa, amando, mucho vuestra dicha gana. Estimad los favores de mi hermana, pues que no dan disgusto a la duquesa. Proseguid, y pues veis lo que interesa con ella vuestro amor, la pena vana que tenéis, olvidad de la tirana voluntad, que vuestra alma tiene presa. Mirad que si os preciáis de agradecido eterna fama y triunfo de esta gloria gozoso ganaréis contra el olvido. Acordaos, y a vuestra alma haced memoria que siempre, de que sois de mí querido me acuerdo, mucho más que de Vitoria. En todo aqueste soneto que a Carlos, señora, di, ¿hácese mención de mí? DUQUESA: ¡En verdad que sois discreto! Todo casi es para vos. PEDRO: ¿Para mí? Si al mariscal nombráis, si en él liberal le favorecéis...Por Dios, señora, que pretendéis enloquecerme. DUQUESA: Pretendo que entendáis que yo os entiendo. Como a mi hermana queréis, ponéis tan poco cuidado en averiguar curioso ese papel misterioso que no habéis en él hallado lo que discreto penetra y el natural debe al arte. Leedle parte por parte, miradle letra por letra y hallaréis, al advertillas, un papel que encierra dos. Buscad ahí para vos un soneto en redondillas. PEDRO: ¿En redondillas soneto? DUQUESA: Cada día hay cosas nuevas y el ingenio todo es pruebas. Buscadle, si sois discreto. PEDRO: Un soneto italiano tiene sálo este papel. DUQUESA: ¿Pues no puede dentro de él venir otro castellano? PEDRO: No sé cómo. DUQUESA: Dadle acá. Limitado entendimiento es el vuestro. Estadme atento. PEDRO: Atenta y confusa está el alma. DUQUESA: Llegaos aquí.
Lee los primeros endecasílabos del soneto
Leyéndole de este modo, no habla el soneto todo con Carlos? PEDRO: Señora, sí. DUQUESA: Pues mirad si es para dos aunque en sentidos diversos. Lo postrero de los versos es, don Pedro, para vos.
Lee
Si sois cuerdo, en esta empres, mucho vuestra dicha gana. Los favores de mi hermana dan disgusto a la duquesa. Y pues veis lo que interesa vuestro amor, la pena vana olvidad de la tirana que vuestra alma tiene presa. Si os preciáis de agradecido, fama y triunfo de esta gloría ganaréis contra el olvido. A vuestra alma haced memoria de que sois de mí querido mucho más que de Vitoria. PEDRO: ¿Pues quiere vuesa excelencia que llegue yo a conocer solamente con leer versos en circunferencia, favores dados a oscuras, puestos para ostentación más de vuestra discrecián que de humanas conjeturas? Entre renglones escrito, ¿quién diera en este secreto? DUQUESA: Vos, don Pedro, sois discreto; mas discreto de poquito. Sed amante de Vitoria que con poco se contenta, y a vuestro destierro atenta, sabe toda vuestra historia. Con vos desposarse espera. El alma y la mano os dio. Andad, servidla, que yo me pasaré como quiera. PEDRO: Eso no, señora mía, perdóneme su afición; que tan bella discreción culpa el perderla sería. Yo salí con mi deseo. Con los celos que le he dado, es ya cuerdo y avisado Carlos; quejoso le veo. Que se queje no permita mi lealtad quien se acuerda de mi fama, ni yo pierda mi preciosa Margarita. Si pretendí inadvertido menoscabos de mi fe, a la mano que os besé perdón amoroso os pido. Negármela será en vano. Bien me queréis. ¿Qué dudáis?
Le toma una mano y se la besa
DUQUESA: Soltad. PEDRO: Si os desenojáis primero. DUQUESA: Soltad la mano. PEDRO: En ella estriba mi abono. DUQUESA: Soltalda y si no, me iré. PEDRO: Si os desenojáis, sí haré. DUQUESA: Soltadla, que yo os perdono.
Sale VITORIA
VITORIA: (¡Mano y perdón! ¡Ay tiranos engaños!
La DUQUESA habla bajo
DUQUESA: Mi hermana es. VITORIA: No pecáis de descortés, si a tantas dais besamanos. ¡Ay, hermana, en fin, crüel! No en vano mis quejas fundo. ¿Pretendos dejar el mundo, y méteste más en él? DUQUESA: ¿Pues tú a mí me reprehendes, cuando por cumplir tu amor, sabiendo que haces favor a don Pedro, y que pretendes olvidar al mariscal, quiero casarle contigo? Él viendo lo que le obligo, llegó cortés y leal, y la mano me besó. Poca liviandad arguyo, si ha de ser esposo tuyo. VITORIA: ¿Eso es cierto? DUQUESA: No sé yo si lo será, que has andado muy necia y muy maliciosa. VITORIA: ¡Yo tengo de ser su esposa! Perdona, si te he enojado. Luego ¿eso Don Pedro intenta? Si te casas, o me caso, viviremos las dos... DUQUESA: Paso, que hace, Vitoria, la cuenta sin la huéspeda tu amor. VITORIA: ¿Pues qué huéspeda hay aquí? DUQUESA: La huéspeda contra tí ha sido doña Leonor que ha un mes que en mi casa ha entrado. PEDRO: ¿Qué me dice vuexcelencia? DUQUESA: ¿Pues pudiera yo en su ausencia haberos sus señas dado, sin haberla jamás visto? PEDRO: Eso es imposible cosa. DUQUESA: Aquí está, amante y celosa. PEDRO: (¡Qué mal mi enojo resisto!) Aparte VITORIA: ¿Pues qué importa que aquí esté Leonor celosa o sin celos, si le obligaron los cielos a que la mano me dé don Pedro? DUQUESA: Bueno sería ofenderla ansí los dos!
A don PEDRO
¿Qué respondéis a esto vos? PEDRO: ¡Ay hermosa Leonor mía! DUQUESA: ¿Qué es eso? PEDRO: Satisfacer, contra mi celosa queja, a quien patria y padre deja sólo por venirme a ver. DUQUESA: ¿Luego la tenéis amor? PEDRO: ¿No he de ser agradecido a quien de España ha venido...? DUQUESA: Pues no ha venido Leonor, ni merecéis a Vitoria, ni yo desde ahora os precio, ni de inconstante y de necio se borrará la memoria que eternizáis desde aquí. ¿Hay condición más liviana? ¡Ya perdido por mi hermana, o ya perdido por mí! PEDRO: ¿Qué es aquesto, confusiones?
Sale ROMERO
ROMERO: Gracias a Dios que te he hallado. DUQUESA: Prended ¡hola! ese crïado.
Salen CRIADOS
ROMERO: ¿Pues por qué? ¿por seis doblones que he recibido. DUQUESA: Sacadle la lengua, y no por la boca. ROMERO: ¿Está vuexcelencia loca? Oiga primero. DUQUESA: Llevadle. Sois un deslenguado. ROMERO: Es mengua que de mi sangre he heredado; pero si soy deslenguado, claro está que estoy sin lengua. No me la saquen, señora, que hablaré por el cogote. DUQUESA: Llevadle y dadle un garrote. ROMERO: ¡Mas nonada! Acabe ahora. DUQUESA: Y esté presa en el castillo ese ingrato castellano. ROMERO: ¿No es bueno, que esté yo sano y muera de garrotillo? VITORIA: ¡Preso don Pedro! DUQUESA: Acabad. PEDRO: ¡Preso, señora! DUQUESA: Llevadle preso; pero no, dejadle... ¿Pero qué es esto? Aguardad.
Salen CÁRLOS, PRÓSPERO, y RUGERO
CARLOS: Señora, el rey don Fernando ha tenido de Castilla cartas, de que está en Amalfi don Pedro; y la paz antigua que con España conserva, a corresponder le obliga con el gusto de don Juan que en Burgos goza la silla. Para esto me ha mandado prenderle, y si sois servida, lo pondré en ejecución. PEDRO: ¡Siguiéronme mis desdichas! Yo vine huyendo de España, y parece cosa indigna de la clemencia de un rey prender a quien de él se fía. DUQUESA: Pues don Pedro ¿en qué le ofende? CARLOS: Recélase de que aspira a la sucesion del reino, y hay en fe de esto quien diga que le ampara Ingalaterra para lo cual necesita que con su prisión se atajen novedades y mentiras. Esto es lo que solo intenta el rey, que tan cuerdo mira lo que está tan bien a todos. DUQUESA: Menos, conde, a Margarita. Si le prendéis, dadme muerte. CARLOS: Ya yo sé, señora mía, que méritos de don Pedro gusto y libertad os quitan. Ejecutor de mi rey soy yo; mas reconocida la amistad que con él tuve, a aconsejaros me obliga el remedio de los dos. DUQUESA: ¿Y será? CARLOS: Que se redima la vejación con que os dé la mano de esposo, y viva él seguro, y vos contenta, dando principio a sus dichas; que yo alcanzaré del rey la paz que enojado os quita. DUQUESA: A consejos tan discretos sólo la admiración diga alabanzas, siempre cortas, mientras no son infinitas. Dadme, don Pedro, la mano. PEDRO: Vos sois dueño de mi vida. CARLOS: Y vos, hermosa Vitoria, cuyo amor al alma mía ha servido de maestro, cuyos celos sutilizan mi cortedad; si admitís una voluntad sencilla, dadme la mano, y licencia que por esposa os admita. VITORIA: Carlos, yo soy vuestra esposa. ROMERO: Y yo, quien fue de estas dichas causa, señora; por ellas, suspensión de la paliza y del garrote pretendo. DUQUESA: Yo os doy desde hoy de por vida el doblón. ROMERO: ¿Libre de palos? DUQUESA: Sí. ROMERO: Más que una abada vivas. PRÓSPERO: Nosotros gracias os damos, señora, por ver cumplidas tan bien vuestras esperanzas. PEDRO: Mientras todos solenizan celos que discretos son, Amor, que hace maravillas, dad ánimo a vuestro Tirso, para que despacio os sirva.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 22 Jun 2002