AMOR ES MÁS LABERINTO

Sor Juana Inés de la Cruz

Texto basado en varios textos tempranos de AMOR ES MÁS LABERINTO. Fue preparado por Vern Williamsen para presentarse aquí en el año 1998.


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Cantan dentro la siguiente copla, y salen ARIADNA y FEDRA, Infantas, y LAURA y CINTIA, criadas
CORO 1: "En la hermosura de Fedra, y en la beldad de Arïadna, muestra Amor que hay mayorías donde no caben ventajas; porque de Amor conozcan en las hazañas, que sin dejar despojos, consigue palmas." ARIADNA: ¿Quién esta música ordena, Cintia? CINTIA: ¿Quién puede ordenarla, sino el Príncipe de Epiro y el de Tebas, que con tantas demostraciones os sirven, y en cuestiones cortesanas apurando los discursos, por dar a entender sus ansias, lo que por sí mismos lloran, por ajenas voces cantan? Y como sois Fedra y tú, aun más que en la sangre, hermanas en la belleza, os festejan con iguales alabanzas, y no como algunos necios, cuya adoración cansada, sólo piensa que a una sirve con lo que a todas agravia. FEDRA: Cortesana es la atención; mas oye, que otra vez cantan. CORO 2: "En el Príncipe Teseo, muestra la Fortuna varia que puede haber vencimientos, sin precederles batalla; porque Fortuna ordena que, en sus hazañas, haber pueda despojos, sin lograr palmas." ARIADNA: ¿Qué es esto? ¿Qué tristes voces, con cláusulas concertadas, parece que contradicen lo que las otras cantaban? CORO 1: "Pues cuando forman sus luces competencias soberanas, sin quedar una vencida, quedan victoriosas ambas." FEDRA: ¡Oh, qué distintos afectos explican sus consonancias; que aquí cantan lo que penan, y allí penan lo que cantan! CORO 2: "Tan infelizmente muere, que aun no merecen sus ansias que otro logre por trofeos el fruto de sus desgracias." ARIADNA: ¡Qué altivo sentir! ¡Qué bien muestra en tan noble arrogancia, que no merece ser pena, una pena tan hidalga! CORO 1: "Porque cuando es el exceso imposible en beldad tanta, recíprocamente vencen todo aquello en que se igualan." FEDRA: Buena letra; y el estudio es imposible que hallara proposición más atenta ni prueba más ajustada. CORO 2: "No siente el héroe la muerte; la afrenta sí, que es infamia que tan bajamente muera quien nació a vida tan alta." ARIADNA: Bien dice, porque sin duda que suelen ser, en el alma, más sensibles que el morir, del morir las circunstancias. ARIADNA Y MÚSICA: "¡Porque Fortuna ordena que en sus hazañas, haber pueda despojos, sin lograr palmas!" FEDRA Y MÚSICA: "Porque de Amor conozcan en las hazañas, que sin dejar despojos, consigue palmas!" ARIADNA: ¿Cúyas serán estas voces? LAURA: Sin duda, como este alcázar, empezando en un palacio, en un laberinto acaba de tan intrincadas vueltas y entretejidas lazadas que el discurso las ignora aunque las toque la planta, pues jamás ha entrado a verlas atención tan desvelada a quien no turben las señas de sus indistintas cuadras, porque con tal artificio las dispuso aquella sabia industria de su arquitecto, que, unas con otras trabadas, son unas, y otras parecen; son iguales, y son varias --prueba de esta verdad sea el que, sirviendo su estancia de triste prisión, adonde de tu padre la venganza a los atenienses pone, para que de sangre humana se alimente el Minotauro, monstruo de formas contrarias, no tiene más puerta que su dificultad, por guarda-- y como aqueste año estuvo la Fortuna tan airada contra Atenas, que dispuso que cayese la inhumana suerte en su Príncipe mismo, Teseo; por cuya causa su dolorosa familia, viendo que tu padre trata de entregarlo al fiero monstruo, y que un joven que de tantas prerrogativas el Cielo adornó--y cuando esperaban que a sus bélicos alientos, a sus ínclitas hazañas, cuando no dichosa vida, alta muerte coronara-- hoy es tan triste despojo de la ignominiosa Parca, que el que ayer mandaba un reino sirve a un bruto de vïanda; y execrando la injusticia con que Fortuna le trata, dicen que es, en sus desdichas, sólo de su muerte causa. LAURA y MÚSiCA: "¡Porque Fortuna ordena que, en sus hazañas, haber pueda despojos, sin lograr palmas!" ARIADNA: ¡Oh, qué dolor en mi pecho han causado tus palabras! Que le falta la nobleza a quien la piedad le falta. No sé qué atractivo tiene lo infeliz para las almas altivas, que sólo el serlo por recomendación basta. ¿Qué mucho, si perfecciona la miseria a la gallarda potencia de la piedad, haciendo que al acto salga? Pues en el más noble pecho, en la condición más blanda, fuera inútil la piedad si faltara la desgracia. ¿Y cuándo, Laura, llegó el Príncipe? LAURA: Ayer, con tanta majestad, como pudiera quien a coronarse entrara; pero aún no le ha visto el rey, y así es forzoso que haga el Embajador de Atenas la entrega. FEDRA: ¡Suerte inhumana! CINTIA: Pero ya tu padre, a quien los Príncipes acompañan, a recibir al cautivo sale aquí. FEDRA: Pues, Ariadna, si tú gustas, esperemos a ver una tan extraña maravilla. ARIADNA: Ya obedezco tu gusto, no por la causa de ver al preso ateniense a quien los hados maltratan, sino por hablar a Baco, cuya presencia gallarda va en mi pecho a sus finezas asegurando la paga. FEDRA: No diré yo de Lidoro eso, pues sus tiernas ansias tanto más me desobligan, cuanto obligarme más tratan. Y tengo en esto razón, pues demás de ser cansadas, finezas que hace el abuso deberlas sin aceptarlas, con tan grande improporción como querer que en las damas sea preciso el deberlas y voluntario el pagarlas, se ofende mi vanidad, de que quiera su ignorancia, forzándose a ser querida obligarme a ser ingrata.
Salen el rey MINOS, BACO y LIDORO, príncipes, RACIMO, lacayo, y TEBANDRO, capitán
MINOS: ¡Hijas! LIDORO Y BACO: ¡Beldades divinas! MINOS: El cariño con que os ama mi amor, no me ha permitido que pueda tener el alma contento, sin que vosotras lo gocéis. ARIADNA Y FEDRA: Tus reales plantas besamos por tal favor. ARIADNA: Y después de darte gracias, ¿cuál es el gusto, Señor, a que, con novedad tanta, nos convida tu cariño, y tu prevención nos llama? Pues es cierto que después que mi hermano, en quien estaban de tu reino y de tu amor fundadas las esperanzas, murió de los atenienses a las cautelosas armas, nunca oímos en tu voz, nunca vimos en tu cara el semblante sin tristezas, ni sin quejas las palabras. MINOS: De lo mismo que refieres, pudieras bien, Arïadna, claramente inferir cuál es de mi gusto la causa; pues el ofendido, sólo cuando se venga descansa. Murió en Atenas mi hijo --¡ay, infeliz prenda amada, no el referir me avergüence tu muerte, que no desaira su queja el que la pronuncia a vista de la venganza-- y aunque mi valor pudiera haberle dado a mi saña bastante satisfacción; pues ha tres años que airada, mi justa cólera tuvo a Atenas tan apretada, que después de otros partidos la forcé a que me entregara todos los años por feudo siete doncellas gallardas y siete nobles mancebos, aquellos a quien tocara la suerte entre todo el reino, sin que de entrar en la infausta suerte tuviese ninguno excepción, ni reservada aun la persona estuviese del Príncipe y las Infantas; para cuya ejecución, ministros de confïanza cada año a Atenas envío que echen suertes, y al que salga, fuercen a venir a Creta, donde tengo en las entrañas del Minotauro el sepulcro que mi enojo le señala; y aunque pudieran templar en parte, mi enojo, tantas malogradas juventudes, cuyas vidas desdichadas más que alimento a la fiera, se lo han dado a mi venganza, he quedado satisfecho nunca, que no se restaura con muchas que no lo son, una frente coronada; hasta que hoy, que la Fortuna, para Atenas tan contraria cuanto favorable a Creta, hizo que la suerte airada en el Príncipe cayese; porque en iguales balanzas, si fue Príncipe el difunto, lo sea el que satisfaga también por su infeliz muerte, y no quede Atenas vana de tener Príncipe, cuando por su causa, en Creta falta. Muera Teseo, y con él mueran de su infame patria las que en su valor tenían bien fundadas esperanzas; que no poco lisonjeo mi enojo, al pensar que acaba toda la vida de un reino reducido a una garganta. ARIADNA: Felices edades vivas porque vean que no empaña en ti el ardor del acero, la prudencia de las canas. FEDRA: Y porque conozca el mundo que vio tu sangre agraviada, que el clamor de aquella sangre, con otra sangre se aplaca. BACO: Yo, Señor, quedo corrido, pues con victorias tan altas, le dejáis a mi valor que os pueda servir en nada. LIDORO: Yo no, pues antes, señor, me dará vuestra enseñanza, para facultad de triunfos tantas lecciones de hazañas. MINOS: Cuánto, Príncipes invictos, esa voluntad, el alma os estima, no encarezco, hasta que la satisfaga con debida recompensa; que queda muy desairada la deuda que no se dice con las voces de la paga. BACO: Gran señor, vuestra promesa por satisfacción me basta; pues quien promete, ya da de contado la esperanza. MINOS: Escucha, Tebandro, a solas. TEBANDRO: ¿Qué me ordenas?
Hablan en secreto
LIDORO: Soberana Fedra, miradme siquiera; y no penséis que mis ansias os lo piden por alivio; que es tan poco interesada mi fineza, que aun tan leve alivio escrupulizara, a no saber que tenéis gusto en mis penas; y para que logréis el gusto, quiero que lo tengáis con mirarlas. FEDRA: La intención de darme gusto os estimo, mas se engaña vuestro discurso, si piensa que el veros penar me agrada; que bien puede una mujer que al mor no se avasalla hacer alarde de altiva, sin hacer gala de ingrata. LIDORO: Según eso, yo, Señora, podré tener confïanza, no de merecer, que aquesto fuera presunción bastarda, sino de saber que puedo servir, sin que en esto haga ofensa a vuestro decoro; que es alivio para un alma el saber que los servicios, si no merecen, no cansan. FEDRA: Valerme, Príncipe, quiero de vuestras mismas palabras, pues con ellas me excusáis la vergüenza de formarlas; de donde sacar podréis la consecuencia bien clara de que, quien no ofende amando en amar no desagrada. LIDORO: Según aqueso, Señora, bien pudiera mi esperanza. FEDRA: ¿Qué? LIDORO: Alentarse a vuestras luces feliz... FEDRA: No prosigáis, basta; que una cosa es permitirla, y otra cosa es alentarla. LIDORO: Grosero anduve; perdón os pide mi voz, que errada, esperanza dijo, donde aun no es lícito nombrarla; pero advertid que si tengo alguna, no es tan villana, que atenta a sus conveniencias sólo siga lo que alcanza, sino otra que, negativa, alcanzar espera nada; que hay esperanza que vive de no tener esperanza. MINOS: Tebandro, haz que venga luego el Príncipe.
Llégase TEBANDRO al paño y salen TESEO, LICAS, embajador, y ATÚN, criado de Teseo
LICAS: Ya a tus plantas tienes al embajador de Atenas, cuya desgracia le dio tan infausto cargo y comisión tan extraña, como que por feudo tuyo su mismo Príncipe traiga; acción de tanto dolor, que a haber sido voluntaria, hubiera antes escogido la muerte, que la embajada. MINOS: Alza del suelo, que quiero guardarte en todo las sacras exenciones que se deben a embajador. LICAS: Excusadas son tus mercedes, Señor, con quien no puede aceptarlas; que estando el Príncipe aquí, no era razón que gozara honores en su presencia un vasallo; y más con tanta desgracia, como estar él en una suerte tan baja, como la de prisionero, y yo gozando las altas preeminencias de mi cargo. MINOS: Discretamente reparas; mas haz que llegue Teseo, que aunque de verle la cara tuve nunca la intención, porque es en los reyes gracia dejarse ver, y los reos no es bien lleguen a lograrla, con todo quiero esta vez, incitado de su fama, ver al Príncipe, y saber de su boca sus hazanas, para que mejor se temple lo ardiente de mi venganza, viendo cuán grande es la ofrenda que sacrifico a sus aras. ATÚN: Por cierto que es el favor, como de su buena cara. LICAS: Llegue, Señor, Vuestra Alteza, que el Rey espera. TESEO: ¡Ah, tirana Fortuna! Aquí está, Señor, tu prisionero. MINOS: Repara que aunque vienes como reo, mi benignidad te trata este rato como a libre. ATÚN: Y también besa tus patas un Atún, que a ser comido viene por concomitancia, si no mandas otra cosa. ARIADNA: (¡Qué presencia tan gallarda! Aparte ¡Ay, infeliz! ¡Quién pudiera darle libertad!) FEDRA: (El alma Aparte se me ha enternecido al verle. ¡Quién su libertad comprara, aunque costara mi vida! MINOS: Haz, Teseo, de las altas proezas tuyas la suma. TESEO: La suma de mis desgracias pudieras decir más bien; mas, pues gustas de escucharlas, atiende. MINOS: Prosigue. FEDRA: (¡El Cielo Aparte te libre!) ARIADNA: (¡El Cielo te valga!) Aparte TESEO: Atiende para que sepas, en dos acciones contrarias en lo vario de una suerte, lo que pierdo y lo que ganas. ¡Generoso Rey de Creta, a cuyos gloriosos hechos sirven de cortos archivos las bibliotecas del tiempo; glorioso legislador, cuyo acertado gobierno, como da leyes al orbe, dará al abismo preceptos, porque podrá tu justicia, valor, rectitud y celo, introducir la concordia en el mismo desconcierto; cuyas veneradas leyes tendrán padrón tan eterno que estés en su ejecución reinando después de muerto! Yo--aunque ya sabes quién soy-- referir de nuevo quiero mi nombre, por si el olvido le sepulta, que es muy cierto que nadie conoce al que ve en baja fortuna puesto. Yo, pues, el Príncipe soy, que de Atenas heredero, antes pago sus pensiones que gozo de sus imperios. Poco te he dicho en decir que soy príncipe, pues pienso que es más que decir monarca decirte que soy Teseo. Y con razón, pues haber nacido príncipe excelso, se lo deberá a la sangre y no a mis merecimientos. Y no he de estimar yo más --aun siendo mi padre mesmo-- aquello que debo a otro, que no lo que a mí me debo. Que entre ser príncipe y ser soldado, aunque a todos menos les parezca lo segundo, a lo segundo me atengo; que de un valiente soldado puede hacerse un rey supremo, y de un rey--por serlo--no hacerse un soldado bueno. Lo cual consiste, Señor, si a buena luz lo atendemos, en que no puede adquiriese el valor, como los reinos. Pruébase aquesta verdad, con decir que los primeros que impusieron en el mundo dominio, fueron los hechos, pues, siendo todos los hombres iguales, no hubiera medio que pudiera introducir la desigualdad que vemos, como entre rey y vasallo, como entre noble y plebeyo. Porque pensar que por sí los hombres se sometieron a llevar ajeno yugo y a sufrir extraño freno, si hay causas para pensarlo, no hay razón para creerlo; porque como nació el hombre naturalmente propenso a mandar, sólo forzado se reduce a estar sujeto; y haber de vivir en un voluntario cautiverio, ni el cuerdo lo necesita ni quiere sufrirlo el necio. Aquél, porque en su cordura halla de vivir preceptos, y aquéste, porque le tiene su necedad satisfecho; pues no verás ignorante, en quien el humor soberbio no llene de presunción los vacíos del talento. De donde infiero, que sólo fue poderoso el esfuerzo a diferenciar los hombres, que tan iguales nacieron, con tan grande distinción como hacer, siendo unos mesmos, que unos sirvan como esclavos y otros manden como dueños. Luego no será altivez que cuando le debo al Cielo, de nacimiento y valor tan conformes privilegios, me precie de mi valor más que de mi nacimiento. Y porque veas con cuánto fundamento hacerlo puedo, escucha. Apenas había en mi rostro el primer vello dado las honrosas señas del corazón y del seso, cuando en vez de acompañarme de los pulidos mancebos que en la juventud de Atenas eran de la gala espejos, de Hércules me acompañé; que más quiso mi ardimiento, que preceptores de galas, tener de hazañas maestros. Alcancé en su compañía, entre otros muchos trofeos, el vencer las Amazonas; y no sin causa el primero de todos mis triunfos llamo éste, Señor, porque creo que el vencer a una mujer es el mayor vencimiento; porque ¿cómo vencer a un enemigo que a un tiempo aprisiona con la vista y lidia con el acero? Y cuando hermosa no sea, basta ser mujer, que el serlo es suficiente ventaja; pues demás de sus alientos, pelean de parte suya, mi lástima y mi respeto. Demás de que es muy difícil, alcanzado ya el trofeo, saber lograrlo con aire, porque es menester un pecho, para conseguir, altivo, y para gozar, modesto; que desluce la victoria el que quiere, desatento, que lo que costó un peligro se logre con un desprecio. Yo en Epidauro privé de la vida al hijo fiero de Vulcano, a quien el vulgo apellidó Corineto. Yo di muerte en Maratón al toro, que de tu reino siendo destrucción, pasó a ser de Atenas incendio. A la gran Tebas libré de la opresión de aquel fiero Creonte, cuya impiedad, opuesta a todos los fueros humanos, no consentía dar sepultura a los muertos. Maté también a Escirón y a Procusto, bandoleros tan sin piedad, que el segundo en un inhumano lecho, en que astuto recibía los incautos pasajeros, el que era lecho de alivio, hizo potro de tormento; pues, al que grande venía, cortar mandaba al momento toda la cantidad que le sobraba, y al pequeño, con no menor tiranía, mandaba extender los miembros, hasta que los nervios rotos, o descompuestos los huesos, ajustaban la medida que aquel tirano había hecho determinada mensura al tamaño de los cuerpos. No era de Sinis menor la crueldad, con que sangriento bárbaramente abusando de las fuerzas de que el Cielo liberal quiso dotarle, hizo de ellas instrumento para su ofensa mayor --¡oh, humano discurso ciego, qué no intentará tu error!-- pues obligando violento a dos árboles distantes, a que besasen el suelo con las superiores ramas, y atando después en ellos al peregrino, soltaba los árboles; y ellos luego, por cobrar su rectitud, se apartaban con tan presto movimiento que quedando dividido por el medio el cuerpo, ignoraba el alma por algún rato el suceso. Mas diole el Cielo el castigo en mi brazo, para ejemplo de que Él que sufre remiso, también castiga severo. De las victorias y triunfos que alcancé en el casamiento de mi amigo Piritoo, cuando los centauros fieros, o pervertidos del vino o incitados del deseo, quisieron robar su esposa, no me alabo; porque siendo el que es verdadero amigo "yo"--y no "otro yo," porque temo que es llegar a decir "otro," suponer otro sujeto-- y siendo suyo el agravio, es evidente argumento de que también era mío, y que yo reñí con ellos como ofendido y celoso; luego la acción de vencerlos no fue prueba del valor tanto, como del despecho celoso, que no hay alguno cobarde, si tiene celos. Por darle gusto a este mismo amigo, que con imperio gobernaba mis acciones tanto como mis afectos, bajando al abismo, quise, a pesar del Cancerbero, robar a Plutón su esposa, que, aunque no logré el intento, no perdí por eso el lauro; que en los casos tan inciertos, conseguir, toca a la dicha, pero intentar, al esfuerzo. Pero la mayor victoria fue, Señor, que amante tierno de la belleza de Elena, la robé. No estuvo en esto el valor--aunque el robarla me costó infinitos riesgos-- sino en que, cuando ya estaban a mi voluntad sujetos el premio de su hermosura y el logro de mis deseos de sus lágrimas movido y obligado de sus ruegos la volví a restituir a su Patria y a sus deudos, dejando a mi amor llorando y a mi valor consiguiendo la más difícil victoria, que fue vencerme a mí mesmo. Aquéstos, Señor, han sido los prodigios, los portentos que de mí canta la Fama, sin otros que no refiero o porque son muy sabidos o porque yo no me acuerdo; porque como no pensé jamás hacer lista de ellos, nunca tuve de contarlos cuidado, sino de hacerlos. Éste he sido, gran Señor; pero ya a tu saña expuesto, sólo me acuerdo de que no soy más de un prisionero. Sirva mi altivez, mi sangre, mis blasones, mis trofeos, de que quedes de tu enojo dignamente satisfecho, y quede libre mi patria de tan doloroso peso como este infeliz tributo; que yo moriré contento, si con mi muerte la libro de tan inhumano feudo. MINOS: Admirado me ha dejado, mas no me podrá ablandar; haz, Tebandro, ejecutar lo que te tengo mandado. Venid, Príncipes. LICAS: Atienda, Señor, Vuestra Majestad, que no es bien que una crueldad tan alto decoro ofenda; y advierta, si de Androgeo quiere la sangre vengar, que no ha de resucitar con la muerte de Teseo. Cuando la condición fiera admitió el reino al rendirse, ¿quién pudiera persuadirse, que en el Príncipe cayera? Cayó en él, ¡fiero rigor!, y él, sin hacer resistencia, fió de vuestra clemencia lo que pudo en su valor. Pues si en armas se pusiera, ¿quién dudará que constantes muriéramos todos, antes que el Príncipe se rindiera? Pero si tan comedida su atención, quiso mostrar que estima en más conservar la palabra que la vida, ¿por qué por una venganza, quiere Vuestra Majestad pagar con una crueldad, debiendo una confïanza? Perdón os pido postrado, Señor, pues si perdonáis, con perdonarle, quedáis más noblemente vengado; y no sin satisfacción, porque antes, la tendréis doble, que no hay para un hombre noble castigo, como el perdón. Pues--de su error convencido-- vive, siempre avergonzado de verse beneficiado de aquel a quien ha ofendido. Haced, pues, Señor, de modo que vida al Príncipe deis, que como a él le perdonéis, disponed del reino todo. FEDRA: (Quizá le perdonará Aparte mi padre con lo que ha oído.) ARIADNA: (Quizá escogerá un partido, Aparte de los muchos que le da.) ATÚN: (¡Que este viejo, por capricho, Aparte se muestre tan enemigo!) MINOS: Príncipes, venid conmigo. Tebandro, lo dicho, dicho. BACO: Ya yo voy. (¡Condición fiera!) Aparte LIDORO: Ya te sigo. (¡Rigor grave!) Aparte
Vanse el rey MINO, BACO y LIDORO
ARIADNA: (¡Oh! ¡Acabe yo, y él no acabe!) Aparte FEDRA: (¡Oh! ¡Muera yo, y él no muera!) Aparte RACIMO: Yo me voy a desquitar de lo mucho que he callado, pues he salido al tablado a solamente callar.
Vase RACIMO
TEBANDRO: Príncipe, afuera a esperaros voy, que querréis con suspiros, de los vuestros despediros, y no quiero embarazaros.
Vase
LICAS: Esperad, Señor; apenas puedo razones formar. ¿Así se ha de despreciar a un heredero de Atenas? ¿Con el Príncipe y conmigo se ha de usar tal tiranía? ¡Mal haya aquel que confía en piedad del enemigo! Mas ¿qué me quejo, si medio no hay en penas tan atroces? ¿Ni qué me canso en dar voces, cuando no les doy remedio? Mas, ¡vive Dios!, Rey injusto, que pues eres su homicida, has de pagar con la vida haber tenido este gusto. Pues a Atenas mi coraje va, y mi venganza, a alistar soldados, para vengar de su príncipe el ultraje. Yo voy a que Atenas fuerte castigue a Creta atrevida; y pues no le doy la vida, al menos vengue su muerte. Príncipe, si a dilatarse llega del Rey la venganza, y os libro, la confïanza, con vos ha de coronarse.
Vase
ATÚN: Gentil alivio, Señor, te quiere aqueste hombre dar. Déjese usted ahorcar, que yo quedo por fiador.
Quedan TESEO, FEDRA y ATÚN, LAURA. ARIADNA y CINTIA, al paño
FEDRA: Solo el Príncipe ha quedado. TESEO: ¡Ay infelice de mí! FEDRA: ¿Si podré hablarle? TESEO: ¡Que aquí haya mi valor llegado! FEDRA: Yo llego, ¡pena mortal! Mas pues es fuerza que muera, déle mi piedad, siquiera, el pésame de su mal; que cuando está desvalido, y sujeto a una inclemencia, no se opone a la decencia consolar a un afligido.
Llégase
Príncipe, si en un extraño pecho, piedad puede haber, bien podéis de mí creer, que me duele vuestra daño. Infanta de Creta soy, y aunque mi sangre ofendéis, más a mi piedad debéis aun de las señas que os doy. Y me holgara hallar un medio para poderos librar, que yo no os quisiera dar pésame, sino remedio. ARIADNA: Con Teseo--¡qué dolor!-- allí, Cintia, Fedra está; escuchemos, que quizá será piedad y no amor. TESEO: Yo Señora, la piedad os estimo del consuelo, que mal pudiera en un cielo faltar la benignidad; y de modo, Infanta bella, mi fe os queda agradecida, que quisiera tener vida para serviros con ella. Mas pues no tengo, al deberos para tanta recompensa, recibid vos la vergüenza de no tener qué ofreceros. FEDRA: No os quite la confïanza, Príncipe, esta desventura, que mientras la vida dura, tiene lugar la esperanza. Nunca la Fortuna queda se está, y si abatido os veis, antes que vos acabéis podrá volverse la rueda. Y así, pensad que habrá medio de remediar pena tanta, que entre el hierro y la garganta, puede caber el remedio. ARIADNA: Que quiere librarlo infiero, mas yo se lo estorbaré. CINTIA: ¿Por qué, Señora? ARIADNA: Porqué lo libraré yo primero. TESEO: ¿Con qué pagaré el cuidado de favor tan desmedido, sí aun queda lo agradecido, por lo corto, desairado? ¡Oh! ¡Quién con vida se hallara y a vuestros pies la pusiera, que yo por vos me muriera aunque nadie me matara! Mas siempre os lleváis la palma de ser mi dulce homicida; pues ha de quitar la vida por fuerza, quien roba el alma. ARIADNA: ¿Ves, Cintia, cómo rendido enamorándola está? CINTIA: Calla, Señora, que hará aquello de agradecido. ATÚN: Una muerte muy galana es la que escoges, Señor, que por las muertes de amor nunca se dobló campana. Y digo, si permitir quieres tan dichosa suerte, que de ésa que llamas muerte, también me quiero morir, y aun quiero que se dé prisa ese inhumano rigor; porque es morirse de amor, como morirse de risa.
Vuelto a LAURA
Y más cuandó en vos he hallado quien la muerte me dará. LAURA: El toro le quitará a vuested de ese cuidado, y verá cómo le saca el alma con gran decoro. ATÚN: ¿Para qué quiero yo toro, si tú puedes estar vaca? LAURA: ¿Y el nombre? ATÚN: Atún me han llamado. LAURA: El toro dará de él cuenta, que de carne se sustenta. ATÚN: A bien que yo soy pescado. LAURA: En ser carnicero emplea todo su conato fiero. ATÚN: Más que sea carnicero, como pescador no sea. FEDRA: Príncipe, puesto que vos el postrero habéis de ser de los siete del tributo, que a aqueste monstruo crüel, por mandado de mi padre se dan, no desconfiéis, que en este tiempo se puede algún camino ofrecer para salvar vuestra vida, y yo lo procuraré por cuantos caminos haya de conseguirlo, y creed que me importa que viváis, más de lo que vos podéis pensar. TESEO: Pues ¿por qué, Señora? FEDRA: No me preguntéis por qué, que lo que yo no declaro, no es bien que vos procuréis descifrarlo; y si allá a solas, de las premisas que veis, sacáis alguna ilación que juzguéis que os está bien, sacadla allá en hora buena, mas no me la consultéis.
TESEO y ATÚN hablan aparte
ATÚN: Enamórala, Señor, pues tan rendida la ves, que podrá ser que te saque de peligro tan crüel. TESEO: ¡Ay, Atún, que no me atrevo! ATÚN: ¿Melindres gastas también? No pensé que eras tan dama; pero déjate querer al menos, y hazte de cuenta que ella el Príncipe Fedro es y tú la Infanta Tesea. TESEO: ¿Quieres dejarme? ATÚN: Sí haré, que no soy la Infanta yo para quererte tener. TESEO: Según aqueso, Señora, lícitamente podré soltar a mi pensamiento las riendas. FEDRA: Eso no sé; porque ya eso es consultar, y fue lo que os ordené no hacer conmigo. TESEO: Pues yo el secreto guardaré de los discursos que hiciere, con tanto cuidado, que lo sienta el corazón, sin que lo llegue el labio a saber. FEDRA: Pues en aquesto quedamos; y adiós, porque sentiré mucho que hablando con vos, alguno me llegue a ver. TESEO: Pues adiós, Señora. FEDRA: Adiós. TESEO: Pero escuchad. FEDRA: ¿Qué queréis? TESEO: Que, pues me habéis dado vos licencia para que dé libertad al pensamiento, también al vuestro soltéis las riendas, para que ya que yo, por obedecer, no os puedo decir mi pena, de vos misma la escuchéis. FEDRA: Príncipe, adiós. TESEO: Pues, Señora, ¿por qué no me respondéis? FEDRA: Porque os está bien a vos. TESEO: ¿No responder, me está bien? FEDRA: Sí, porque si yo respondo, precisamente ha de ser que no, y sólo con callar os excuso este desdén; porque es el no repugnar, un tácito conceder. TESEO: Pues adiós, Señora. FEDRA: Adiós. TESEO: (¡Qué divina!) Aparte FEDRA: (¡Qué cortés!) Aparte
Vanse TESEO y FEDRA
ATÚN: ¿Oyes, Laura? LAURA: ¿Qué querrá el señor Atún? ATÚN: Querré que este escabeche de atún lo aderece tu laurel. LAURA: Nos veremos más despacio. ATÚN: Pues, ¿por qué no puede ser luego? LAURA: ¿Por qué me pregunta? ¿No sabe que es menester mil años de rendimiento para obligar mi altivez? ATÚN: ¿Mil años menester son? Pues perdóneme vuested, porque no puedo ser yo amante Matusalén. LAURA: ¿Luego quieres desistirte de mi amor? ATÚN: Sí. LAURA: ¿Pues no ves, que todo aqueste rigor no ha sido más que querer probar la fe de un lacayo, si es que en lacayos hay fe? ATÚN: Está muy bien; pero mira no te acontezca otra vez quererte fingir señora, porque no se avienen bien la tizne del estropajo y el humo de la altivez. LAURA: Pues adiós, picaril brío. ATÚN: Adiós, fregatriz desdén.
Vanse, y salen ARIADNA y CINTIA
ARIADNA: ¿Qué es aquesto, cielo injusto? ¿Qué es lo que pasa por mí, que lo acierto a padecer y no lo sé definir? ¡Ay de mí, que mal sabe hablar, quien sabe sentir! Apenas, Amor tirano, de tus flechas conocí que las hace más agudas quien las quiere resistir, cuando vi que sabes hacer más daño que herir. No siento, no, que pasaras mi corazón varonil, ni que del alado arpón que vibra tu aljaba vil el sutil oro, de mi sangre esmalte el carmín, Ni que pudiese tu engaño a mi altivez persuadir que consistía el vencer en dejarse antes rendir; que el servil, fuera sin celos estado feliz. Lo que sí siento, es que, cuando al ateniense gentil, del reino de mi albedrío la investidura le di, hallo aquí que muero por quien no muere por mí. CINTIA: ¿Qué es lo que dices, Señora? Recóbrate y vuelve en ti, que se niega al remediar quien se da toda al sentir. ARIADNA: Yo he de librarlo, pues tengo para que se libre, ardid; que aunque de Fedra sea amante, mi amor no ha de permitir que para mí, si le adoro, sea amante infeliz. CINTIA: ¿Cuál es el medio que tienes para librarlo? ARIADNA: Es sutil, porque con un hilo sólo, ha de triunfar y vivir; pues en la líd, sabrá al fiero monstruo soberbio rendir.
Sale BACO y quédase al paño
BACO: Si no me miente el deseo, la voz de Arïadna oí, que triste se lamentaba. Quiero escuchar desde aquí, puesto que no me ha sentido, que quizá podré inferir de sus voces su dolor. CINTIA: Señora, no estés así, que aunque sea de tu hermana amante, al que tú a rendir has llegado tu albedrío, no faltará algún ardid para que atento a tu amor la deje, y te quiera a ti. BACO: ¡Al amante de su hermana! ¿Qué es esto? ¡Triste de mí! Que lo quisiera saber y no lo quisiera oír. CINTIA: Mas di, ¿no quieres a Baco? ARIADNA: ¿Tal llegas a proferir, cuando me ves abrasar, cuando me miras morir, y cuando al galán de Fedra de manera me rendí, que aun libre no me quedó la parte de discurrir? Y así, deja los consejos, si es darme gusto tu fin --que en un amor obstinado, es ofender, advertir-- y ve que quiero buscar medios para conseguir mi intento. CINTIA: Vamos, Señora, que razón es preferir al que tú tienes amor, al que te le tiene a ti.
Vanse, y salen BACO y RACIMO
BACO: ¿Tal agravio llego a ver y persevero en vivir? Sin duda es por carecer, o de alma con que sentir, o de vida que perder. Cuando a esta injusta tirana con mayor fineza adoro, hallo que quiere, liviana, al amante de su hermana, que claro está que es Lidoro. ¿Que este ultraje sufra aquí mi dolor? ¡Ah, ingrata fiera!, ya que me dejas así, ¿no me dejaras, siquiera, por quien te quisiera a ti? Que aunque tan ingrata estás, es tan noble mi despecho, que juzgo que siento más que los celos que me das, la ofensa que a ti te has hecho. RACIMO: Bien lo has gritado, Señor; sosiegate y ten cordura, mas no es culpable el furor, que si Amor solo es locura, ¿qué serán vino y amor? Y aunque es tan grande insolencia, si la consecuencia saco no te ofendo, que en conciencia no es mucha la diferencia entre ser toro y ser Baco. Aunque también te confieso que es cosa muy enfadosa que te carguen con exceso, en la cabeza otra cosa, sobre su ordinario peso. BACO: ¡Loco, atrevido, villano! ¿Cómo mis ansias reprimo? RACIMO: Detente, Señor, que es llano que si tú aprietas la mano, corre peligro el Racimo. Mas un remedio he pensado, con que tendrá linda medra tu amor. BACO: Pues di, ¿qué has hallado? RACIMO: Que tú enamores a Fedra, con que quedarás vengado. BACO: Como tuya es la locura. RACIMO: Pues qué, ¿te parece malo? Requiebra tú su hermosura y taparás la rotura con cuña del mismo palo. BACO: Hacerlo quiero al instante; que aunque tus locuras toco, no es razón que a nadie espante el ver que apetezca un loco consejos de un ignorante. Ven, pues, para que advertido, si mi dicha a Fedra topa le diga mi amor fingido. RACIMO: Ella viene allí, que ha sido caer en la miel la sopa.
Sale FEDRA
FEDRA: Por si acaso se quedó de Teseo algún crïado en esta cuadra, de quien tenga noticia... Mas Baco está aquí, volverme quiero. RACIMO: Señor, acude al reclamo, y mira no se te vuele el pájaro de la mano. BACO: Temo no acertar, Racimo. RACIMO: ¿Qué importa? Llégate errando, que repite para amante, quien cursa de mentecato. Haz cuenta que eres poeta y que te hallas en un paso de comedia, donde es fuerza, sin estar tú enamorado, fingir otro que lo esté, y díle soles y rayos, ansias, desvelos, respetos, temor, silencio y cuidado, y atención sin esperanza, que es lo que corre en palacio, y verás cómo lo aciertas. BACO: Yo llego. Hermoso milagro, en cuyas aras divinas sirve el mismo Amor postrado de víctima a vuestro culto, porque fuera desacato que ardiera a incendio tan puro menos divino holocausto. FEDRA: Agradecida a la sangre estoy, Príncipe, pues hallo, que por serlo de Arïadna merezco favores tantos.
Sale LIDORO y quedase al paño
LIDORO: Buscando el desdén de Fedra vengo siguiendo sus pasos, que siempre son los desdenes imán de los desdichados. Mas con el Príncipe allí de Tebas, la miro hablando; no quiero salir tan presto, que es exponerme a que airado me desprecie su desdén, y a mí me basta el trabajo de sentirlo, sin que sepa otro, que estoy desairado. BACO: No dudéis de la fineza con que os adoro, si acaso por estimar a Lidoro me desdeñáis. FEDRA: ¿Desde cuándo he querido yo a Lidoro? LIDORO: ¿Qué es esto? ¡Celos, a espacio. No deis crédito al veneno, hasta que apuréis el vaso! FEDRA: Pues vos, Príncipe, ¿a Arïadna no servís? BACO: No vuestro labio la nombre, porque es hacer, contra las leyes de urbano, que yo quebrante grosero los términos cortesanos. Verdad es que, a los principios, por congruencias de estado, publiqué su galanteo; pero después de miraros (¡Ay Cielos, qué mal me animo!) Aparte ¿quién es de juicio tan falto (¡Que así ofenda lo que adoro!) Aparte que no se os rinda?
Sale LIDORO y saca la espada
LIDORO: A un agravio tan grande, sólo el acero reconviene. BACO: De mi brazo tendrás el justo castigo. FEDRA: ¡Qué empeño tan apretado! ¡Ah de la guarda! ¿Qué es esto? RACIMO: ¡Por Dios que tienen entrambos lindos filos de reñir! Mas si rompen a mi amo la cabeza, será bueno ver, una vez en el año, que tenga los cascos rotos quien tiene tan buenos cascos.
Sale el rey MINOS y envainan las espadas
MINOS: ¿Qué es esto? LOS DOS: Nada, Señor. MINOS: ¿Qué fue, Fedra? FEDRA: Que indignados (Aquí es forzoso fingir) Aparte por una cuestión que acaso se excitó, sin intención, estando los dos hablando cada uno de las grandezas y blasones de su estado, paró en porfía, porque cada uno intentaba el lauro para su patria, lo cual ocasionó que, empeñados de argumento en argumento, se encolerizasen tanto que... pero ya tú los viste. MINOS: Puesto que no ha habido agravio de por medio, yo os suplico depongáis el temerario ímpetu que aquí os incita. LIDORO: Por mí, Señor, acabado está, pues vos lo mandáis. BACO: Yo en obedecer no os hago servicio, Señor, alguno, pues que no estoy enojado con Lídoro, ni ofendido. MINOS: Pues vamos, Príncipes. BACO: Vamos. FEDRA: (Mucho llevo que temer.) Aparte MINOS: (Mucha sospecha me han dado.) Aparte LIDORO: (De celos y agravios muero.) Aparte BACO: (De cólera y celos rabio.) Aparte RACIMO: (Y yo me muero de risa, Aparte de ver tan grandes menguados.) LIDORO: (Mucho temo que reviente Aparte el volcán en que me abraso.) BACO: (Mucho temo que se asome Aparte esta pasión a los labios.) MINOS: (Mucho sentiré que pase Aparte el empeño a mayor daño.) FEDRA: (Mucho sentiré que sirva Aparte Baco a mi amor de embarazo.) RACIMO: (Mucho temo que de sed Aparte he de beberme a mi amo.)

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

Amor es más laberinto, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002