JORNADA SEGUNDA


Salen don JUAN y MOSQUITO
MOSQUITO: Vuelvo a decirte que hay medio para curar tu dolor. JUAN: Mosquito, en tanto rigor, ¿cuál puede ser el remedio? Don Tello ha determinado el dar a Inés a don Diego, y ha despreciado su ruego y su palabra ha empeñado; no hay medio en tanta aflicción. MOSQUITO: Dígote que le ha de haber. JUAN: Necio, ¿cómo puede ser? MOSQUITO: ¿Hay tal desesperación? Ese hombre ¿no es un rocín? Luego tu duda es crüel. JUAN: Pues ¿qué medio hay para él? MOSQUITO: El medio de un celemín. JUAN: ¿Búrlaste de mi dolor? MOSQUITO: Pues si no me quieres creer, ¿qué tengo de responder? No desesperes, señor, que en esto hay medio y remedio y tataramedio y todo. JUAN: Pues viviré de ese modo. MOSQUITO: Y ha de ser pared en medio. Pero para aqueste efeto, tu licencia me has de dar de lo que yo he de trazar. JUAN: Ésa yo te la prometo. MOSQUITO: Pues, señor, yo, conocida la liviandad de don Diego, deseando tu sosiego, hallé el medio por su herida. Alabéle con intento a tu prima la condesa, que ya de viuda profesa se le anda el casamiento. Abrió tanto ojo a la mía, y muy fïado de sí, dijo, "Si ella me ve a mí, yo me veré señoría." Yo le prometí llevar donde ella verle pudiera, y él dijo, "De esa manera, condesa, de par en par." Si trazamos que en él cuaje esta esperanza, después despreciará a doña Inés y al viejo y a su linaje. Conque tú puedes tratar de tu boda a tu placer porque él, por encondecer, no ha de querer emprimar. JUAN: Sí; mas no halla mi desvelo modo de verlo logrado. MOSQUITO: Pues veslo aquí ejecutado como el huevo de Juanelo. Tú con tu prima has de hacer que un favor no le recate. JUAN: ¡Jesús! ¡Qué gran disparate! ¿Yo me había de atrever con mi prima a esa indecencia? Demás de que ausente está en Guadalupe, aunque acá no se sabe de su ausencia; pues su casa está asistida como si ella aquí estuviera. MOSQUITO: Pues mejor de esa manera la industria está conseguida. JUAN: ¿De qué modo? MOSQUITO: Con mi maña. Yo tengo aquí una mujer que fingirá, sin caer, la Princesa de Bretaña; tan sabia que por su cholla dijo aquel refrán feliz, "De las hembras, la Beatriz, y de las aves, la olla. " Ella, que mi industria anima, por finísima embustera, es tan delgada tercera que se sabrá fingir prima. Sin costarte más trabajo que permitirme la empresa, le haré tragar la condesa envuelta en el estropajo. JUAN: ¿No es fuerza que eso se ajuste con las crïadas? MOSQUITO: Mejor. Pues ¿qué crïadas, señor, se niegan para un embuste? JUAN: Si de ese modo ha de ser, yo permitirlo no puedo. MOSQUITO: Si ha de saberse el enredo, ella, ¿qué puede perder? Y si éste te escarba aún, ¿hay más de hacer yo el papel in solidum, sin que en él entres tú de mancomún? JUAN: Sin que me des por autor, hazlo tú. MOSQUITO: Pues, caballero, ¿soy yo tan pobre embustero que he menester fïador? JUAN: Si lo logras de esa suerte le darás vida a mi amor. MOSQUITO: Pues vete luego, señor, que conmigo no han de verte y vienen aquí los dos con mi señor. JUAN: Mi sosiego fío de ti. MOSQUITO: Vete luego. JUAN: Pues adiós.
Vase don JUAN: Salen don TELLO, don MENDO y don DIEGO
MOSQUITO: (¡Válgame Dios! Aparte ¿Sin importarme, esto noto? ¿Quién en tal bulla me mete? Mas esto es que un alcahuete siente mucho ahorcar el voto). TELLO: Sobrino, esto es atención. DIEGO: Tío, eso es mucho apretar; yo me tengo de alabar en cuanto fuere razón. TELLO: No puede serlo alabaros neciamente de galán; y donde damas están no es luciros sino ajaros. DIEGO: ¿Ésa, señor, se usa aquí? TELLO: Y en todo el mundo. DIEGO: Eso no, que sería mentir yo si dijera mal de mí. TELLO: Tampoco os digo eso yo. DIEGO: Pues si yo tengo buen talle, ¿tengo de echar en la calle la gala que Dios me dio? TELLO: ¿Perderéis vos lo galán por no alabaros, modesto? No os desairéis vos en esto, que otros os alabarán. DIEGO: Peor es eso que esotro. TELLO: ¿No es mejor que aplauso os den? DIEGO: Pues lo que a mí me está bien ¿para qué lo ha de hacer otro? TELLO: En otro os está mejor. DIEGO: Y si callan en mi mengua, ¿para qué tengo yo lengua? MOSQUITO: Para ir a Roma, señor. DIEGO: ¿Yo a Roma? ¿Por qué accidente? MOSQUITO: A absolveros. DIEGO: Bien, por Dios. ¿Maté yo alguien? MOSQUITO: (No, que vos Aparte de todo estáis inocente.) MENDO: Señor, tu atención se apura y es en vano refrenarle. TELLO: Y ignorancia en mí irritarle por tan ligera locura. ¿Qué importa que él se alabe de galán para que Inés desprecie el noble interés que por su sangre le cabe? Resístanlo o no sus pechos, pues conviene a sus recatos, he de hacer que los contratos esta noche queden hechos. Hijos, yo voy a sacar vuestros despachos. Adiós, que aquesta noche los dos os habéis de desposar porque estiméis a mi amor lo mismo que él os estima. DIEGO: Eso estímelo mi prima, que es a quien le está mejor. TELLO: Tú, Mosquito, ten cuidado de acompañarlos.
Vase don TELLO
MOSQUITO: Sí haré; yo los acompañaré, como canten ajustado. DIEGO: Muy cansado está mi tío. MENDO: Por viejo está impertinente. MOSQUITO: (Aquí entro yo bravamente). Aparte ¿No hay más hablar, señor mío? DIEGO: Mosquito, ¿qué hay? MOSQUITO: Que he informado a la condesa de suerte que a instantes espera verte. DIEGO: ¿Qué dices? MOSQUITO: Que te he alabado de modo que me ha pedido que yo te lleve a su casa. Pero tú de lo que pasa no te has de dar por sabido sino fingir un intento con que irla a visitar, que en viéndote, no hay dudar que se cuaje el casamiento. DIEGO: Pues caerá. MOSQUITO: (Eso para nobis). DIEGO: ¡Sólo de oírlo se incita! Pues ¿qué hará la condesita en viéndome el coramvobis? MOSQUITO: Pues, si tomas mi consejo, ve luego. DIEGO: Eso quiero hacer. Mas antes he de volver a repasarme al espejo. Espérame aquí. MENDO: Mirad que están mis primas aquí. DIEGO: ¿Me han visto? MENDO: Pienso que sí. DIEGO: No importa, con brevedad de ellas me despediré. Espérame tú allá fuera. MOSQUITO: Pues dispónlo de manera que vamos luego. DIEGO: Sí haré. MOSQUITO: (Voy a avisar a Beatriz Aparte por que se ponga en adobo, que ha de tragar este bobo la condesa fregatriz).
Vase MOSQUITO. Salen doña LEONOR y doña INÉS
LEONOR: Aquí está don Diego, hermana. INÉS: Pues yo me quiero volver, que ansí le doy a entender lo que ha de saber mañana.
Vase doña INÉS
MENDO: Nunca el sol tarde salió a quien con su luz da vida. LEONOR: A vuestra fe agradecida, por mí antes saliera yo. MENDO: Con vuestra gracia mi amor, de méritos tan desnudo, sólo mereceros pudo tan venturoso favor. LEONOR: Supuesto, don Mendo, el trato de mi padre, a vuestro amor debe mi agrado el favor que permite mi recato. DIEGO: Si eso a vos, señora, os mueve, ¿mi prima quiere enojarme? ¿Por qué no viene a pagarme los favores que me debe? LEONOR: Está indispuesta. DIEGO: ¿De qué? LEONOR: Saliendo aquí, de repente le dio agora un accidente. DIEGO: ¡Miren si lo adiviné! Dila por el corazón; y es preciso que esto sea, y de otra vez que me vea ha de pedir confesión. MENDO: ¿Y de eso no te lastimas? DIEGO: Pues ¿tengo la culpa yo? MENDO: Pues ¿quién lo hace, si vos no? DIEGO: Mi talle, que es mata-primas. MENDO: (¡Que en este error tan cerrada Aparte esté su imaginación!) DIEGO: Digo, ¿el mal de corazón la dejó muy apretada? LEONOR: No ha tenido ella ese mal. DIEGO: Pues ¿qué mal ha padecido? LEONOR: No estar buena. DIEGO: ¿Y eso ha sido causa de retiro tal? LEONOR: Pues ¿no es bastante el tener alguna indisposición? DIEGO: ¿Cómo es eso? Con la unción había de venirme a ver. LEONOR: A tan necia grosería y delirio tan extraño castigará el desengaño que recataros quería; y agora os haré saber que mi hermana está muy buena, y por no darse esa pena no os quiere salir a ver. Y aquí, para entre los dos, dejad empresa tan vana, porque es cierto que mi hermana no se ha de casar con vos. DIEGO: (¡Miren el diablo, la gana Aparte por donde brota el humor!) MENDO: ¿Qué dices? DIEGO: Que la Leonor tiene celos de su hermana. Y aqueso de "entre los dos" ¿es cierto? LEONOR: Esperadlo a ver. DIEGO: Digo, y ¿es eso querer tratar de pescarme vos? LEONOR: El que de necio la pierde no ofende la estimación. DIEGO: ¿No lo escucháis? Celos son, con su puntica de verde. MENDO: Si hacéis favor del desdén, bien descansado vivís. DIEGO: Pues si vos lo consentís, yo lo consiento también. LEONOR: Señor don Diego, si fuera sin mi padre vuestro intento, por risa y divertimiento la ignorancia os permitiera; porque no puede haber cosa que más pueda deleitar que veros disparatar en vanidad tan graciosa. Pero, no pudiendo hacer por él desprecio de vos, por mi hermana o por las dos, pues nos llegáis a ofender, os advierto que en secreto desistáis la pretensión o llegaréis a ocasión de ajaros más el respeto. DIEGO: ¿Pensáis doblarme? Pues no, que eso, por lo que sentís, vos sola me lo decís.
Sale doña INÉS
INÉS: No lo digo sino yo. DIEGO: Oigan el demonio, estotra lo ha estado oyendo, a la cuenta, y sale también celosa. Si se arañan es gran fiesta. INÉS: Señor don Diego, si el lustre de la sangre que os alienta a su misma obligación se sabe pagar la deuda, ninguna puede ser más que la que agora os empeña, pues una mujer se vale de vuestro amparo en su pena. La dificultad está, para que más os suspenda, en que, siendo contra vos, os pido a vos la defensa. Mas cuanto puedo deberos os pago en querer atenta que, si habéis de ser vencido, vuestro el vencimiento sea. Mi padre, señor don Diego, a cuya voz tan sujeta vivo, que por voluntad tiene el alma mi obediencia, trató la unión de los dos tan sin darme parte de ella que de vos y del intento al veros tuve dos nuevas. Casarme sin mí es injusto; mas dejo aparte esta queja porque al blasón de obediente tiene algún viso de opuesta. La aversión o simpatía con que se apartan o acercan las almas pende en el cielo de influjo de sus estrellas. Ésta es más o menos grave, según es más la violencia de los astros que la influyen o la sangre en que se engendra; de donde la inclinación no puede ser acción nuestra, pues sin albedrío un alma o se inclina o se desdeña. Siendo ansí, cuando yo os diga que mi inclinación no es vuestra, no os ofendo en la razón aunque en el gusto os ofenda. Esto supuesto, señor, no sólo eso el alma os niega, mas a mi pecho y mis ojos hace horror vuestra presencia. Desde el instante que os vi discurrió un hielo en mis venas, a que no halla el alma amparo más que el que de vos intenta. Y advertid que ya os declaro mi aversión con tal llaneza porque antes he prevenido que la inclinación no es nuestra; y estoy a vuestro decoro y a vuestro amor tan atenta que os di primero el escudo por no ofender con la flecha. Casarme con vos, don Diego, si queréis, ha de ser fuerza; pero sabed que mi mano, si os la doy, ha de ser muerta. De caballero y de amante faltáis, don Diego, a la deuda si, sabiendo mi despecho, vuestra mano me atropella. De caballero, porque, por gusto o por conveniencia, no hacéis precio de la vida de una mujer sin defensa; de amante, porque en tal caso corre el cariño perezas, y aquí sin mi voluntad queda agraviada la vuestra. Vencer mi aborrecimiento o mi desdén, si lo fuera, con porfías y festejos, fuera garbosa fineza; pero valeros de un medio donde no está la violencia de parte de vuestro amor sino de quien me sujeta, y arrastrarme sin vencerme, es acción tan descompuesta que aja la galantería, el amor y la nobleza. Luego en dejarme, aunque agora mi sentimiento os lo ruega, más garbo en vos que en mi alivio vuestro decoro interesa. Pero aunque de estas razones pudiera bastar cualquiera, no quiero yo que esta acción hagáis por ninguna de estas sino porque yo os lo pido, que pues la acción es la mesma, no os quiero yo malograr el mejor fin que hay en ella. Vos, don Diego, habéis de hacer a mi padre resistencia, y escoged vos en la causa la razón que más convenga. Aborrecedme, injuriadme, que yo os doy toda licencia para tratar mi hermosura desde desgraciada a necia. Despreciadme vos a mí, que yo os doy palabra cierta de tenéroslo por bien, aunque sepa que es de veras. Esto os pido, y el secreto que requiere acción como ésta; pues por último remedio a vos mi dolor apela. Haced cuenta que una dama a vencer otro os empeña, que es lance que no le puede excusar vuestra nobleza. Teneos vos, para venceros, por otro en la competencia, y lograd, de vos mandado a vos vencido, la empresa. Que si por el gran contrario más la vitoria se precia, vos no podéis escoger enemigo de más prendas. Sabed, don Diego, una acción que es por entrambos bien hecha. Por mí, porque yo os lo pido; por vos, porque en vos es deuda. Y advertid que yo a mi padre, por la ley de mi obediencia, para cualquiera precepto el "sí" ha de ser mi respuesta. Si vos no lo repugnéis, yo no he de hacer resistencia, y si deseáis mi mano, desde luego será vuestra; pero mirad que os casáis con quien, cuando la violentan, sólo se casa con vos por no tener resistencia. Y agora vuestra hidalguía o el capricho o la fineza, corte por donde quisiere, que, cuando pare en violencia, muriendo yo, acaba todo pero no vuestra indecencia, pues donde acaba mi vida vuestro desdoro comienza. DIEGO: (¿Pudo el diablo haber pensado Aparte más graciosísima arenga para disfrazar los celos, y está de ellos que revienta?) Señora, todo ese enojo nace, con vuestra licencia, de celos que os da Leonor. Si teméis que yo os ofenda, os engañáis ¡juro a Dios!, que ¡por vida de mi abuela! y ansí Dios me deje ver con fruto unas viñas nuevas, que plantó mi padre en Burgos, que es lo mejor de mi hacienda, como yo nunca la he dicho de amor palabra, ni media, que ella es la que a mí me quiere, y si no, dígalo ella. MENDO: (Tener no puedo la risa Aparte de tan graciosa respuesta. LEONOR: Hermana, este hombre no tiene sentido y en vano intentas que se reduzga a razón. INÉS: Sean celos o no sean, señor don Diego, yo os pido, porque una dama os lo ruega, que aquí me deis la palabra de hacer por mí esta fineza. DIEGO: (No haré yo tal hasta ver Aparte cómo pinta la condesa). Señora, eso es una cosa que es para dormir sobre ella. Yo me veré bien en ello para daros la respuesta, que aquí tengo yo un agente que es quien mejor me aconseja. INÉS: Pues ¿qué hay que pensar en esto para que nadie os advierta? DIEGO: Pues ¿no queréis que me informe si puedo hacerlo en conciencia? LEONOR: ¡Hay más raro desatino! DIEGO: Eso es porque vos quisierais que respondiera que sí para verme libre de ella y echarme luego la garra. INÉS: Ya vuestra locura necia pasa el término de loca, y a mí que hacer no me queda más que volver a advertiros que cuanto os he dicho atenta os lo repito ofendida; y si tras esta advertencia os queréis casar conmigo, aunque mi sangre os alienta, sois hombre indigno de honor. Pensad o no la respuesta.
Vase doña INÉS
DIEGO: ¿Qué llama indigno? Escuchad. LEONOR: Eso, don Diego, es perderla de muchas veces. Haced lo que Inés os aconseja, o en mayor desaire vuestro parará su resistencia.
Vase doña LEONOR
DIEGO: ¿Desaire? MENDO: Tened, don Diego; un hombre noble ¿qué espera oyendo este desengaño? DIEGO: Hombre, ¿no ves que te quemas, y Leonor, porque me adora, es quien causa esta revuelta? MENDO: (¡Vive Dios, que es imposible Aparte sacarle de la cabeza esta aprensión!) Pues, don Diego, ¿en qué conocéis que tenga fundamento ese cariño? DIEGO: ¿Hay más graciosa simpleza? Bueno sois para marido si no entendéis esta lengua. Pues ¿no veis que hablan los ojos y la Leonor está muerta? Si no es que vos, por casaros, no miráis delicadezas. MENDO: ¡Vive Dios!, que a no saber que habla la ignorancia vuestra más que la malicia en vos, de esta sala no salierais sin ser el último aliento necedad tan desatenta. Pero, pues es incurable vuestra locura, ella mesma de tanta desatención la que os dé el castigo sea.
Vase don MENDO
DIEGO: ¿Hay tonto como mi primo? Pero a mí, allá se lo avenga. Yo me voy a ver si puedo derribar esta condesa, y si no saliera cosa, fijas las dos primas quedan. Yo escogeré entre las dos y, cuando todas me quieran, a más moros, más ganancia, que el turco tiene trescientas.
Vase don DIEGO. Salen BEATRIZ, de condesa viuda, MOSQUITO y una CRIADA
BEATRIZ: ¿Qué me dices, Mosquito? ¿Vengo buena? MOSQUITO: Beatricilla, estás hecha una azucena. BEATRIZ: De condesa viuda tengo aseo. MOSQUITO: Puedes ser la viuda de Siqueo. CRIADA: Y no tema que en nadie duda deje. MOSQUITO: ¿Qué llama duda? La creerá un hereje. CRIADA: Eso importa ocultarlo a los crïados y sólo los que estamos avisados lo habemos de saber. MOSQUITO: Claro está eso. Beatricilla, caerá como con queso. BEATRIZ: Y ¿dónde está? MOSQUITO: A la puerta le he dejado y, fingiendo yo entrar con el recado, subí a ver si ya estabas prevenida y me ha admirado el verte ya vestida, que apenas ha un instante que desde casa te envié delante. BEATRIZ: Rabio yo por lograr tan buenos ratos. MOSQUITO: Seis veces se ha limpiado los zapatos. BEATRIZ: Llámale, pues, que muero por hablarlo. MOSQUITO: Mira, Beatriz, si quieres acertarlo, cuanto hablares sea escuro y confuso; habla crítico agora, aunque no es uso, porque si tú el lenguaje le revesas, pensará que es estilo de condesas; que los tontos que traen imaginado un gran sujeto, en viéndole ajustado a hablar claro, aunque sea con conceto, al instante le pierden el respeto; y en viendo que habla voces desusadas, cosas ocultas, trazas intrincadas, para dar a entender que lo comprenden, le dicen que es gran cosa y no la entienden. Conque si le hablas culto, prevenida, te tendrá por condesa, y entendida. BEATRIZ: Pero si él me pregunta algo corriente, forzoso es responderle vulgarmente. MOSQUITO: De ningún modo, que ese no es su paso. BEATRIZ: Y si él pregunta, "¿Cómo estáis?", acaso, ¿qué le he de responder? MOSQUITO: En garatusa. "Libidinosa, crédula y obtusa." BEATRIZ: Pues ¿qué ha de entender él, si eso no es nada? MOSQUITO: Acaso entenderá que estás preñada. BEATRIZ: Déjame a mí, que yo sabré hablar culto cuando importe, que no ha de ser a bulto. MOSQUITO: Pues él viene hacia acá, voy a sacarle, que aquí don Juan también ha de escucharle.
Sale don DIEGO
DIEGO: Mosquito, ¿está aquí? MOSQUITO: ¿No ves que es la que está en esta pieza? DIEGO: ¿Es ésta? ¡Rara belleza descubre por el envés! BEATRIZ: ¿Quién anda en los corredores? Míralo, Isabel. DIEGO: Ya ha hablado. Hasta el tono es delicado; en fin, manjar de señores. CRIADA: ¿Quién es? DIEGO: Respóndele apriesa. MOSQUITO: Diga usted cómo don Diego, mi señor, quisiera luego ver a mi sá la condesa. CRIADA: Ya la tenéis avisada. Entre. DIEGO: El norte lo asegura. CRIADA: ¡Jesús, qué extraña figura! DIEGO: Ya ha caído la crïada, Mosquito, ¿ves lo que pasa? Todo caerá. MOSQUITO: Aqueso es llano; mas, señor, vete a la mano, no caiga también la casa. DIEGO: El cielo guarde esa aurora. BEATRIZ: La vuestra sea bien venida. DIEGO: (No he visto en toda mi vida Aparte mejor bulto de señora.) BEATRIZ: ¿Qué intento os lleva neutral a mis coturnos cortés? DIEGO: (¡Jesús, cuál habla! Esto es Aparte estilo de sangre real.) Señora, bueno he venido. MOSQUITO: (Qué quieres te preguntó). Aparte DIEGO: Estar bueno quiero yo; luego bien he respondido. BEATRIZ: (De risa me estoy cayendo Aparte y disimular no sé). DIEGO: (También me parece que Aparte va la condesa cayendo). BEATRIZ: En fin ¿venís rutilante a mi esplendor fugitivo, para ver si yo os esquivo a mi consorcio anhelante? DIEGO: ¿No ves, Mosquito, al hablarme, con qué gracia me enamora? MOSQUITO: Pues ¿qué es lo que dijo agora? DIEGO: Todo aquesto es alabarme. Si yo aquí os he parecido como vos significáis, cierto que no lo arriesgáis porque soy agradecido. BEATRIZ: Explicaos de una vez. DIEGO: Hablaros de espacio intento. BEATRIZ: Pues apropincuad asiento. DIEGO: Mosquito, ya pica el pez. MOSQUITO: Ya yo le he visto tragar. DIEGO: Yo soy cebo de mujeres. MOSQUITO: (Ahora digo que tú eres Aparte linda caña de pescar). DIEGO: Hablarla importa con frases de un estilo levantado. MOSQUITO: (Sí, que el estilo acostado Aparte es para cuando te cases.) DIEGO: Vuestra fama sonorosa, con curso, no de estudiante, sino de trompa volante... (¡Bravo pedazo de prosa!) Aparte MOSQUITO: (Bueno va; adelante pasa). Aparte DIEGO: ...desde Burgos me ha traído a daros en mí un marido que sea honor de vuestra casa. BEATRIZ: Súbito, no meditado, vuestro pretexto colijo.
Hablan aparte MOSQUITO y don DIEGO
MOSQUITO: ¿Qué es lo que agora te dijo? DIEGO: Que lo aceta de contado. De ella desde hoy no me aparto. MOSQUITO: Pues ¿no te lo dije yo? DIEGO: Luego vi que el pez picó. MOSQUITO: ¿Qué hará en viendo que es lagarto? BEATRIZ: Algo de bobería en vos presumo en cándido pecho. DIEGO: (¡Jesús, qué favor me ha hecho! Aparte Buena pascua te dé Dios). MOSQUITO: (De risa el tonto me apura. Aparte Prosigue, que ya está tierna). DIEGO: (Ahora me alabó la pierna.) Aparte Pues si vierais mi cintura por dentro, os admirara su medida tamañita, porque a mí el sastre me quita dos dedos de media vara. MOSQUITO: En eso no hay que dudar. DIEGO: Y aun me la achica después. MOSQUITO: Mas la media vara es de vara de torear. DIEGO: Eso, en torear, no hay hombre como yo. Con un jüez en Burgos salí una vez, y tembló el toro mi nombre. Yo me, anduve por allí en la plaza hecho un Medoro y no osó llegarse el toro a treinta pasos de mí. MOSQUITO: ¡Bravas suertes! DIEGO: Y hasta el fin ningún rocín me mató. MOSQUITO: Pues si a ti no te alcanzó, seguro estaba el rocín. DIEGO: Paréceme que un poquito vos estáis de mí pagada. BEATRIZ: Adusta, si no implicada. DIEGO: Toma si escampa, Mosquito. MOSQUITO: (¡Jesús! A Beatriz aprisa Aparte señas le haré por detrás, porque si esto dura más he de reventar de risa). BEATRIZ: Remito, por lo que expreso, la locución otro día.
Levántase
DIEGO: ¿En efeto seréis mía? BEATRIZ: Cogitación habrá en eso. DIEGO: Ése sí al alma regala. BEATRIZ: Pensáislo con juicio agreste. DIEGO: (¡Mira qué favor aqueste! Aparte ¡Ah, bien haya aquesta gala!) BEATRIZ: Adiós. DIEGO: Hasta nuestras bodas. CRIADA: (¡Bravo tonto!) Aparte BEATRIZ: Ya os entiendo.
Vanse BEATRIZ y la CRIADA
DIEGO: La mujer se va cayendo, pero lo mismo hacen todas. MOSQUITO: (Lográronse mis cuidados). Aparte ¿Qué dices de aquesta empresa? DIEGO: Que la mujer es condesa de todos cuatro costados. MOSQUITO: (Ahora entra aquí don Juan Aparte para acreditar el caso). Señor, si esto va a este paso, tus dos primas ¿qué dirán? DIEGO: Volaverunt. MOSQUITO: Yo querría que lo sepas recatar. DIEGO: Ya bien puedes empezar a llamarme señoría. JUAN: ¡Hola! ¿Mateo? ¿Benito? Dentro ¿No hay algún crïado aquí? ¿Qué modo es éste? MOSQUITO: ¡Ay de mí! DIEGO: ¿Qué es esto? MOSQUITO: ¡Cristo bendito! ¡Don Juan! Eso que no es nada, primo de aquesta señora, y celoso. DIEGO: ¿Eso hay agora? Pues requeriré la espada. MOSQUITO: Y ¿qué hemos de hacer con eso? DIEGO: ¡Voto a Dios si me habla en nada, que a la primer cuchillada le rebane como queso! MOSQUITO: ¿Qué, eres valiente? DIEGO: Los chinos son enanos para mí. MOSQUITO: ¡Ay, Madre de Dios, que aquí se matan como cochinos!
Sale don JUAN
JUAN: Siempre en casa ha de haber priesa Pero, don Diego, ¿aquí estáis? Pues ¿qué en la casa buscáis de mi prima la condesa? DIEGO: ¿Yo? JUAN: Sí. DIEGO: No lo puedo creer. ¿A mí?... JUAN: ¿No habéis escuchado? DIEGO: (¡Vive Dios, que me he turbado Aparte y no sé qué responder!) JUAN: ¿No habláis? MOSQUITO: Yo, señor, de un tiro con mi señor iba al Prado, y aquí nos hemos topado por la plaza del Retiro.
Hablan aparte don DIEGO y MOSQUITO
DIEGO: ¿Qué haces? MOSQUITO: El diablo lo fragua. ¡De quien me parió reniego! JUAN: ¿Por qué no me habláis, don Diego? MOSQUITO: Tiene la boca con agua. JUAN: ¿Qué dices? MOSQUITO: Que él iba aprisa, y se entró aquí. JUAN: ¿A qué se entró? MOSQUITO: Yo...cuando...sí...¿qué sé yo? Los dos íbamos a misa. JUAN: ¡Villano! ¿Es eso burlar de mí? DIEGO: (Ya yo me cobré, Aparte y ansí lo remediaré.) Don Juan, yo os vengo a buscar. JUAN: ¿Vos a mí? DIEGO: A solas os quiero. JUAN: Pues por mí, yo solo estoy. DIEGO: Pues vete tú. MOSQUITO: Ya me voy. (Clavóse este majadero). Aparte
Vase MOSQUITO
JUAN: Ya estamos solos. DIEGO: Don Juan, yo me caso con mi prima, que, aunque ella no me merezca, en efeto, ha de ser mía. Yo, en efeto, como digo, vengo aquí, porque en mi vida... (¡Por Dios, que he perdido Aparte el hilo de lo que decir quería!) JUAN: Proseguid. DIEGO: Ya voy al caso; la memoria es quebradiza. Desde Burgos a Madrid hay cuarenta leguas chicas... Pienso que hay más...No, no hay tantas. JUAN: Pues eso ¿a qué se encamina? DIEGO: Las leguas ¿no son del caso? JUAN: Pues el camino ¿a qué tira? DIEGO: ¿Tan poco importa el camino? JUAN: Pues ¿qué importa? DIEGO: ¿Esto no estriba en resolución? Pues ¡alto! Señor mío, yo quería saber de vos a qué intento entráis en cas de mi prima. JUAN: Pues ¿por qué lo preguntáis? DIEGO: ¿Por qué? ¡La duda es muy linda! Porque he de ser su marido. JUAN: (¡Vive Dios, que la salida Aparte que ha buscado, aunque el engaño que yo deseo acredita, pues lo hace por deslumbrarme, a un grave empeño me obliga, que aunque es necio es caballero!) DIEGO: ¿No habláis? ¿Me dais con la misma? Pues yo esto vengo a saber. JUAN: La pregunta es tan indigna que no merece respuesta, pero si ha de ser precisa, yo os la daré. DIEGO: No, tened, que yo tengo en esta villa más de cuatrocientas damas que a mi casamiento aspiran. Yo os lo digo por si acaso vuestro amor a Inés se inclina, que yo alzaré mano de ella, porque vuestra bizarría me ha enamorado y no quiero que os dé mi boda un mal día. JUAN: Yo os digo que no os respondo. DIEGO: Según eso, ¿vuestra mira no debe ser a Inés, sino a Leonor? JUAN: Ésa misma es la pregunta pasada, que ya tenéis respondida. DIEGO: ¡Ah, cómo os di yo en el alma! En los ojos se averigua: Leonor es la que os abrasa. JUAN: No hagáis vos respuesta mía la que yo no os quiero dar, y si el negarlo os irrita, ya os digo... DIEGO: No os enojéis, que aquesto ¡por vida mía! es querer ser vuestro amigo. JUAN: Mi voluntad os lo estima; mas no hablemos más en esto. DIEGO: Mi duda está conclüida. Quedad con Dios. JUAN: Él os guarde. DIEGO: Y entended que en mi caricia tenéis el lugar de un primo. JUAN: Deuda es de mí agradecida. DIEGO: (No es nada el equivoquillo. Aparte Mi ingenio es todo una chispa). Quedaos, no paséis de aquí. JUAN: No me excuséis que yo os sirva. DIEGO: Yo os iré sirviendo a vos. JUAN: Yo he de lograr esa dicha. DIEGO: (¡Ah, qué bien que se la pego!) Aparte JUAN: (Ya él me ha creído la prima). Aparte
Vanse don JUAN y don DIEGO. Salen MOSQUITO y BEATRIZ, de criada
MOSQUITO: Dame cuatro mil abrazos, ingeniosa Beatricilla, que has hecho el papel mejor que pudiera Celestina. BEATRIZ: ¿Parecía yo condesa? MOSQUITO: ¿Qué es condesa? Parecías fregona en patios mayores. BEATRIZ: Y si él creyó la postiza, ¿en qué ha de parar el cuento? MOSQUITO: Pues eso ¿no lo imaginas? En que te cases con él. BEATRIZ: ¿Yo? ¡Madre de Dios bendita! Primero fuera beata de aquestas arrobadizas. MOSQUITO: Calla, boba, que don Juan, que es a quien le va la vida, lo ha de pagar por entero, y de la paga la liga tomarás tú y yo la media. BEATRIZ: Eso de la media explica, porque tiene muchos puntos. MOSQUITO: Entremos en casa aprisa, que aquí en el zaguán estamos a riesgo de una avenida. BEATRIZ: Vamos, no me vea el viejo. MOSQUITO: ¿Y hemos de entrarnos a frías? ¿No me darás un abrazo? BEATRIZ: Y quince. MOSQUITO: ¿Con eso envidas?
Sale don DIEGO y cógelos abrazados
DIEGO: Grande empresa he conseguido, y escaparme fue gran dicha. Pero ¿qué miro? BEATRIZ: ¡Ay, Dios mío! Don Diego, y a letra vista, nos ha cogido. MOSQUITO: ¡Jesús! DIEGO: (0 estoy loco o juraría Aparte que es la condesa).
BEATRIZ dale a MOSQUITO
BEATRIZ: ¡Villano! ¿Tú a mí engañarme querías? ¡Viven los cielos, traidor, que en ti he de vengar mis iras! MOSQUITO: (¿Qué haces, mujer del demonio?) Aparte BEATRIZ: ¡Traidor! ¿Tú a engañarme ibas? ¡A una mujer de mi estado le finges alevosías! DIEGO: (¡Viven los cielos, que es ella!) Aparte Señora, pues, ¿qué os irrita este pícaro, que os hallo en una acción tan indigna y en tan indecente traje? BEATRIZ: Siendo vuestra la malicia, ¿lo dudáis, mal caballero, que con aleves caricias engañáis nobles mujeres? ¿Es bien robarme la vida prometiendo ser mi esposo, estando con vuestra prima para desposaras hoy? DIEGO: Señora, ¿quién tal mentira os ha dicho? (¡Vive Dios, Aparte que sabe ya la cartilla!) MOSQUITO: (¡Remediólo bravamente!) Aparte BEATRIZ: Yo lo sé de quien me avisa de todos vuestros engaños, y por ver vuestra malicia con mis ojos, he venido, llena de ansias y fatigas, disfrazada y sin respeto, donde he sabido que es fija la boda para esta noche. MOSQUITO: (¡Oh gran Beatriz, fondo en tía!) Aparte DIEGO: (No es nada lo que obra el talle. Aparte ¡Tome, si purga, la niña!) Señora, ¡viven los cielos! que aunque está ya prevenida, es sin mi consentimiento, y porque quedéis vencida, yo haré aquí un remedio breve. BEATRIZ: ¿Cuál es? DIEGO: Daros una firma con tres testigos. BEATRIZ: Pues yo, ¿qué he de hacer de ella, ofendida? DIEGO: Sacarme por el vicario, si este tío me da prisa. MOSQUITO: Esto es peor, que en mentando el ruin, es sentencia fija que ha de cumplirse el refrán. El viejo viene. BEATRIZ: Sería gran desdicha que me viera en una acción tan indigna. DIEGO: ¿Os conoce? BEATRIZ: No, mas basta que me vea. DIEGO: Pues, aprisa, escondeos. BEATRIZ: ¿Dónde puedo? DIEGO: Detrás de esa puerta misma. BEATRIZ: Todo es decente en un riesgo. Mirad que mi honor peligra en que ninguno me vea.
Vase BEATRIZ
DIEGO: Si viniera Atabaliba y Montezuma, no os viera hasta costarme la vida. Disimula tú, y finjamos que bajábamos de arriba. MOSQUITO: Pienso que el viejo lo ha visto, que trae aceda la vista.
Sale don TELLO
TELLO: ¿Don Diego? DIEGO: ¿Tío y señor? TELLO: Es deshecha esa alegría; ¿paréceos acción decente que en casa de vuestra prima habléis con una mujer tapada la tarde misma que con ella os desposáis? DIEGO: ¿Yo mujer? MOSQUITO: (¡Ay Beatricilla!, Aparte que aquí dio fin el enredo). TELLO: Negarlo es buena salida, acabando yo de ver que está en mi casa escondida. DIEGO: Mirad, señor, que es engaño. TELLO: ¡Vive Dios!, que si porfía vuestro desacato, yo la he de sacar. DIEGO: Poca prisa; porque esta casa es vedada, y está la guarda a la mira. TELLO. Pues ¿a mí me decís eso? DIEGO: A vos y a vuestras dos hijas. TELLO. ¿Yo no he de entrar en mi casa? DIEGO: A eso, ni vos ni mi tía. TELLO. Villano, ¡viven los cielos!, que de tan grande osadía tomaré satisfacción. DIEGO: Aunque perdiera mil vidas, no habéis de ver esta dama.
Empuñan las espadas
TELLO: Pues yo haré que lo permitas.
Sale doña INÉS por la puerta del medio y don JUAN por otra
INÉS: Padre y señor, ¿vos la espada? JUAN: Don Tello, aquí está la mía. TELLO. Para el castigo que intento sobran armas a mis iras. DIEGO: (¡Esto es peor, vive el cielo!, Aparte que si don Juan ve a su prima, no tiene salida el lance). TELLO. Villano, a esa mujercilla sacaré yo de este modo. DIEGO: Detente, señor, y mira que esta dama es de don Juan, con mucho estrecho, y peligra su honor y mi vida en esto. TELLO: ¿Quién? ¿Esa dama? DIEGO: Esta misma. INÉS: (¡Ah, traidor! ¿Qué es lo que escucho? Aparte ¿Esto encubierto tenía?) TELLO: (¡Buena la intentaba yo! Aparte Turbado me ha la noticia.) ¡Cuerpo de Dios! ¡No dijerais que aquesa mujer venía a ampararse a vos de un riesgo! Llamadla e idos aprisa, que yo os guardaré la espalda. Tapaos, señora; y seguidla. DIEGO: Señora, venid tras mí.
A doña INÉS
Perdonad, señora prima; que yo con quien vengo, vengo.
Vase con BEATRIZ tapada por delante de ellos
MOSQUITO: (Escapóse Beatricilla; Aparte salto y brinco de contento. Mas preciso es que la siga, que librarla de este bobo es acción no menos fina).
Vase MOSQUITO
TELLO: (Detener yo ahora a don Juan, Aparte porque no pueda seguirla. será lo más importante). Don Juan, fuerza es que yo siga a don Diego por si acaso en este empeño peligra. Quedaos vos aquí. JUAN: Eso fuera faltar yo a la deuda mía sabiendo que va con riesgo. TELLO: Es que para la acción misma os he menester yo aquí. JUAN: Siendo así, aquí está mi vida para arriesgarla por vos. TELLO: Mi amistad de vos lo fía. Hasta que él esté seguro le guardaré yo esta esquina.
Vase don TELLO
JUAN: Inés, señora, a este lance queda mi fe agradecida, por hablarte con seguro. INÉS: Si eso a engañarme camina, ya no lo podrás, ingrato; pues tu traición conocida, por no dudarla, me ha puesto el desengaño a la vista. JUAN: ¿Qué es lo que decís, señora? ¿Yo traición? ¿En qué imaginas que la tenga una fineza que no hay luz que la compita? INÉS: Pero hay luz que la descubra, y a bien poca se averigua; pues es tal tu desenfado, que tienes dama tan fina que, ofendiendo tu decoro, a un hombre que no ha tres días que está en Madrid, tus finezas y su liviandad publica. JUAN: Señora, ¡viven los cielos! que, ajeno de esas malicias, no puedo entender tu queja ni sé de qué se origina. INÉS: Pues yo no ajena, don Juan, de tu traición fementida y ya más desesperada negándomelo a la vista, te lo diré, aunque al decirlo mayor empeño se siga, piérdase lo que se pierda, donde se pierde mi vida. Esa dama que a su amparo aquí a don Diego le obliga, tú eres de quien la recata, y ella de ti se retira; y pues sabe un forastero que es tan tuya que peligra hallándola tú con otro, mira si es tu alevosía tan recatada que al verla de mucha luz necesita. Y sabiendo que la he visto, sabrás que más en tu vida no has de ponerte a mis ojos, que yo, pues la culpa es mía en dar el alma a un traidor, pues mi suerte me castiga, obedeciendo a mi padre, me vengaré de mí misma. JUAN: Oye, señora... INÉS: Es en vano. JUAN: Tente, por Dios. INÉS: Más me irritas. JUAN: Pues ¿no me oirás? INÉS: ¿Qué he de oírte? JUAN: Que ha sido ilusión. INÉS: Mi dicha. JUAN: ¿Quién te ha dicho esos engaños? INÉS: Don Diego, que lo publica, y yo que lo vi. JUAN: ¿No sabes su locura? INÉS: Si porfías, harás, don Juan, que en mi ofensa, pase a despecho la ira.
Vase doña INÉS
JUAN: ¡Vive el cielo que este necio ha de costarme la vida! Iré a buscarle y a ver de dónde nace este enigma.

FIN DE LA JORNADA SEGUNDA

El lindo don Diego, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 26 Jun 2002