JORNADA TERCERA


Sale la VIRGEN del Rosario, una niña vestida con manto azul, y con ella todas las mujeres con tunicelas, y tocados de vírgenes
VIRGEN: Puras azucenas mías, gloria de la castidad, a mi Rosa despertad, que ya caen las sombras frías, y ya mi Hijo está esperando de la boca de su Esposa, la enhorabuena dichosa, que ella le da en despertando. Y yo estoy comprometida de despertarla a esta hora, porque al romper el aurora la tiene el sueño vencida. MÚSICOS: "Despierta, bella Rosa, las luces de tu Oriente, que el Sol no las ostenta hasta que tú amaneces. Despierta, que el Cordero ya va la tiernamente, para que tú le sigas donde quiera que fuere. Despierta, despierta tus luces alegres." VIRGEN: Rosa.
Dentro
ROSA: Divina Señora, ya voy. VIRGEN: Hoy te has descuidado, sacude el sueño pesado, levántate, que ya es hora.
Sale ROSA
ROSA: ¡Oh, Soberana María! Siempre tú mi aurora eres. MÚSICOS: "Despierta, Rosa, si quieres que tenga más plazo el día. Despierta, despierta tus luces alegres."
Vanse todos sino ROSA
ROSA: ¡Ay de mí! ¡Señora, espera! ¡Oh, qué visita he perdido! ¡Oh, sueño mal resistido!, ¡Oh, quién velando estuviera! ¡Ay, que me deja inflamado el corazón fervoroso aquel rostro tan hermoso que vi de luces bañado! ¡Ay de mí!
Sale BODIGO
BODIGO: ¿Quién anda allá? ROSA: Quien ya no vive consigo, quien está ardiendo. ¡Ay, Bodigo, qué regalo! BODIGO: ¿Dónde está? ROSA: Conmigo ha estado aquí ahora todo el centro del placer. BODIGO: ¿Vino en cosa de comer? ROSA: No vino sino la aurora, que entró a despertarme aquí, y se fue haciendo la salva. BODIGO: Pues esa no es sino el alba. ROSA: ¡El amor era, ay de mí! ¡Que perdí el gozo primero! BODIGO: Yo también soñando estaba con él, y que de él me hartaba, y agora de hambre me muero. ROSA: Yo ahora de verle acabo, y su luz tuve presente. BODIGO: Yo soñaba en una fuente de pepitoria de pavo. ROSA: Abrasada me ha dejado de las luces que arrojaba. BODIGO: Sí, que ello caliente estaba, pero ya se me ha enfriado. ROSA: ¡Oh qué dulzura tan bella perdí por estar dormida! BODIGO: ¿Dulzura? Pesa mi vida: ¿dónde está? Vamos tras ella. ROSA: Aquí ha estado, y su dulzura trocó el ausencia en acábar. BODIGO: ¿Vino en seco, o en almíbar? ROSA: Vino en la misma hermosura, y con dulce melodía llamó hasta que despertamos. BODIGO: Pues sigámosla, aunque vamos hasta la confitería. ROSA: El olor solo provoca a estimar sus maravillas. BODIGO: Por aquí huele a pastillas, pero no a cosa de boca. ROSA: Dulces del alma lisonjas, ¿dónde os fuisteis? BODIGO: Lindo cuento: se habrán ido a algún convento, que el dulce anda entre las Monjas. ROSA: Llamámosle, pues, Bodigo, tenga esperanza esta pena. BODIGO: Llamámosle en hora buena. ROSA: Divino amor. BODIGO: Buen amigo. ROSA: Dulce, y fiel amigo mío. BODIGO: Dulce en caja, o en bocado. ROSA: Y en mi pecho abrasado. BODIGO: Venga dulce, aunque sea frío. ROSA: Divino Amor, que de mí te retiras tan esquivo, mira que sin ti no vivo. ¿Dónde estás?
Dentro MÚSICA
NIÑO JESÚS: Cerca de ti. ROSA: Bodigo, ¿no has escuchado? BODIGO: Sí, ¿pues no tengo que oíllo? ROSA: ¿Qué es esto? BODIGO: Algún milagrillo será que viene cantando. ROSA: Milagro es, que ello se nota en lo dulce del sonido. BODIGO: Sin duda se me ha caído de esta faltriquera rota. ROSA: Amor divino, si vienes, hazme dichosa este día.
Dentro
MÚSICA: "Contigo estó, Rosa mía, que en tu corazón me tienes." BODIGO: Yo me salgo con ser santo. ROSA: Voz de tan rara dulzura de milagro es. BODIGO: Y de dura, porque es milagro de canto.
Sale el NIÑO JESÚS, y cantan dentro
MÚSICOS: "El más hermoso clavel de la mejor Rosa amante viene a lograr en sus hojas los olores más süaves." NIÑO JESÚS: Rosa. ROSA: Divino Farol. NIÑO JESÚS: Hoy buena aurora has tenido. ROSA: Bien se ve cuán buena ha sido, pues me ha traído este Sol. BODIGO: ¿Quién me causa estos enojos? Ciego estoy, y llego a oíllo, ¿si es milagro del campillo, que pone tan bien los ojos? Rosa, ¿dónde te aseguras? Nada veo en conclusión, ello soy santo chanflón y habré de pasar a escuras. NIÑO JESÚS: Hoy mala la noche ha sido con el dolor de garganta; mas por ser la pena tanta, este consuelo has tenido. ROSA: Con tu presencia, Señor, no hay mal que lo pueda ser. NIÑO JESÚS: Yo te vengo a entretener mientras dura ese dolor. BODIGO: Yo aquí oigo hablar, cierto es, mas nada ve mi cuidado. Yo este milagro le he errado, y me le he puesto al revés. NIÑO JESÚS: Rosa, yo quiero jugar contigo. ROSA: ¿Cómo ha de ser? Que yo no puedo perder, ni tú tienes qué ganar. NIÑO JESÚS: Juguemos, que tú dispones en mi amor estos cuidados. ROSA: ¿A qué, Señor? NIÑO JESÚS: A los dados, que es el juego de mis dones. Echa el dado, con que aciertes un afecto venturoso. ROSA: Échale tú, dulce Esposo, que en tu mano están mis suertes. NIÑO JESÚS: Toda suerte está en mi mano, mas porque mi amor se arguya, yo la remito a la tuya. Echa el dado. ROSA: En obedecerte gano. NIÑO JESÚS: Y en el dado también, Rosa, han ganado tus amores, que es de pareja mayores. ROSA: Mi suerte ha sido dichosa. NIÑO JESÚS: ¿Qué quieres, pues, si has ganado? ROSA: Que me quites pena tanta de este dolor de garganta. NIÑO JESÚS: Ya estás sin él. Echa el dado, que pues de ganancia estás, no malogres la ocasión.
Vuelve a echar el dado
ROSA: Vaya con tu bendición. NIÑO JESÚS: Perdiste con dos, y as. Mira, Rosa, que mal hace, aunque se juzgue más fuerte quien llega a fïar de suerte que tan presto se deshace. ¿Quien de sí fïarse puede, si tras el punto mayor, si puede echar el menor como a los más les sucede? BODIGO: Que aquí están hablando, es cierto, o me lo finge el oído. Yo debo de estar dormido, y sueño que estoy despierto. NIÑO JESÚS: Rosa, la suerte has perdido, ¿qué tengo yo que ganar? ROSA: Yo, Señor, ¿qué te he de dar? Toda tuya siempre he sido. NIÑO JESÚS: Algo he de ganar yo aquí. ROSA: Escógelo tú, Señor. NIÑO JESÚS: Sea un poco del dolor, que hoy le padezcas por mí. ROSA: Si le padezco por ti, no será dolor jamás. NIÑO JESÚS: Sí seré, y tú lo verás cuando me aparte de ti. ROSA: Ése será más rigor, si tú te vas, dulce Esposo. NIÑO JESÚS: Ya, Rosa, será forzoso por dar lugar al dolor.
Vase
BODIGO: ¿Qué miro? Ya ha amanecido, Rosa de mi corazón. ROSA: Bodigo, ¿qué suspensión ha sido ésa que has tenido? BODIGO: Ya soy santo consumado: Rosa, yo aquí me quedé en éxtasis, y ya sé qué es estar arrebatado. ROSA: ¿Cómo ha sido? BODIGO: Me dio un bote el espíritu, y la luz se cubrió con un capuz, la vista se fue al cogote, y yo así me estuve quedo viendo tanta obscuridad, mas si va a decir verdad, yo he tenido mucho miedo. ROSA: Mucho tu virtud se alienta, si ya te hace esa inquietud. BODIGO: Ello crece mi virtud sin que yo se lo consienta. ROSA: Fácil es de proseguir, pues todo el cielo lo llueve. BODIGO: Esto de ser santo debe de pegarse sin sentir. ROSA: ¿No sientes dentro de ti de la virtud el calor? BODIGO: Es virtud de resplandor, que anda alrededor de mí. ROSA: ¡Ay, Jesús, que ya el dolor ha venido, y tan crüel que para quejarme de él, no da licencia el amor! ¡Ay de mí! BODIGO: ¿Qué tienes, Rosa? Todo el color has perdido. ROSA: No le está bien al sentido esta congoja amorosa. ¡Ay, qué dulce padecer! BODIGO: ¿Pues qué sientes? ROSA: Un dolor, que no puede ser mayor, y no le quiero perder. ¡Ay, que en el pecho amoroso me revienta el corazón! BODIGO: ¿Tienes alguna aflicción? ROSA: No, sino un dolor sabroso. BODIGO: Pues eso sólo acontece al que llega a encarnizarse con la sarna, que al rascarse sabe bien, y luego escuece. ROSA: Este dolor te consagro, mas si no es para morir, no le he de poder sufrir. BODIGO: Pues hagamos un milagro para la propia persona. ROSA: No le haré yo para mí. BODIGO: ¿Pues hemos de ser aquí santos de llave capona? ROSA: ¡Ay, Bodigo, que ya está el sufrimiento apurado! BODIGO: Pues tu padre ha despertado, y a tus voces sale ya.
Sale GASPAR de Flores
GASPAR: Hija Rosa. ROSA: Padre mío. GASPAR: ¿Qué tienes? ROSA: Padre, un dolor, que agradezco su rigor, y en sufrirle desconfío, yo a tanta violencia cedo. Socórrame tu favor, Custodio, en tanto dolor, que ya resistir no puedo. GASPAR: Hija, no tan mal se trate tu rigor. Por algún medio, tendrá ese dolor remedio. ROSA: Un poco de chocolate tomara yo. BODIGO: Es cosa rica, y su más hidalgo apodo, es que es un sánalo todo, y no le hay en la botica. Tráiganle luego esa ofrenda. GASPAR: ¿Dónde se ha de hallar agora, que en casa no le hay, ni es hora de hallar abierta la tienda? BODIGO: Yo solo le sabré hallar. GASPAR: Pues ve, Bodigo, por ello. ROSA: No tenéis que cuidar de ello, que ya lo han ido a buscar quien lo hará con más cuidado, y no tardará en venir. GASPAR: ¿Pues quién ha podido ir, hija, si aquí nadie ha entrado? ROSA: Quien fue por él, aquí estaba, y presto con él vendrá. GASPAR: Rosa tu flaqueza ya tu discurso menoscaba. ¿Cómo piensas de repente un tan frío disparate? BODIGO: Si ella trae el chocolate, no vendrá sino caliente. GASPAR: Yo quien le traiga no espero. BODIGO: Yo le espero, si tú no. GASPAR: ¿Quién ha de traerle? BODIGO: Yo, que soy santo jicarero, y sa es virtud de almohadillas, y milagro de mujer. GASPAR: ¿Qué dices? BODIGO: Lo puede hacer qualquiera que hace vainillas. ¿Quieres verlo? GASPAR: Y percibirlo. BODIGO: Ya est el agua a calentar, ya el recado van a echar, ya baten el molinillo, ya lo traen hacia acá, para que a Rosa consuele. Ya llega a casa, y ya huele, mira que tan cerca está. Ya entra, para que le den las gracias de lo que pasa.
Sale un CRIADO con una chocolatera
CRIADO: Sea Dios en esta casa. BODIGO: Y el chocolate también. CRIADO: Don Gonzalo mi señor envía este chocolate, con que Rosa se rescate de tan prolijo dolor. BODIGO: Jesús, mi virtud convoca testigos de mi poder, aquesto es saber hacer milagro a pedir de boca. GASPAR: ¿Pues quién dijo allá que Rosa estaba con este afán? CRIADO: Un mancebo muy galán, que en casa dice que posa. ROSA: De casa es quien fue por ello, aunque tu amor no le trate. BODIGO: Tomemos el chocolate, y luego hablaremos de ello. GASPAR: El cielo, de tu consuelo, hija, ha querido cuidar.
Dale BODIGO el chocolate
BODIGO: ¿Pues puede nadie dudar que ésta es bebida del cielo? Vengan jícaras, que ya está la espuma saltando. CRIADO: Aquí están. BODIGO: Vamos tomando. ¡Jesús, el olor que da! No tienen que ver perdices cuando están puestas a asar. Esto sí, que sin pesar sabe dar humo a narices. Toma, Rosa, y poco a poco sorbe esa jícara bella, que en bebiéndola, con ella perderés el miedo al coco. ROSA: Poco basta. BODIGO: A ella arremete, que va de consolación, que jícara, y Ocasión han de tener buen copete. ROSA: Solo puede esta bebida quebrantarme este dolor. BODIGO: Si eso hace, en perpetuo honor la tendré toda mi vida, a todos es oportuno. ¿Hay cosa como un licor tal, que quebranta un dolor, y no quebranta el ayuno? ROSA: Su virtud es conocida, que ya el dolor se ha quitado. BODIGO: ¡Jesús! También me ha sanado a mi una muela podrida. Su crédito de esta vez adelanta mucho el paso, tómale tú, por si acaso te sana de la vejez. GASPAR: No le quiero. BODIGO: ¿A tal dislate? GASPAR: Tómale tú. BODIGO: No hay que hablar. ROSA: ¿Qué hace, [Bodigo]? BODIGO: Empapar el Bodigo en chocolate. GASPAR: Pues buena te llego a ver, quédate a Dios, hija mía.
Vase
BODIGO: Esté mala cada día, si chocolate ha de haber. ROSA: Adiós padre, y el favor que me hacéis, os satisfaga. BODIGO: Sí haré, que Dios siempre paga muy bien, aunque es tan Señor. ROSA: Pues hemos quedado solos, razón será que la deuda que nos ha hecho Dios, pagarla con alguna recompensa, de aquestas fragantes flores, pebetes que al Sol se queman, y en holocaustos al cielo olor süave le inciensan. Una guirnalda tejamos, para que a mi Esposo pueda coronar, que aunque de espinas se la puso la inclemencia, de nuestras ingratitudes, estima tanto la enmienda Dios de cualquier pecador, que si arrepentirse llega, sabe convertir en Rosas las espina de la ofensa De esos rosales, Bodigo, coja flores. BODIGO: Si cogerlas quiere, en mí la hallará. ROSA: ¿Tiene flores? BODIGO: Y muy buenas. ROSA: ¿Cuáles son? BODIGO: Las del fullero, y las del berro. ROSA: No pierda el tiempo con sus malicias, mediré con advertencia en las flores, que son astros de esta monarquía excelsa. Rey de este vulgo de flores este clavel representa en la púrpura que viste con majestad, y grandeza, de los mártires gloriosos, la jerarquía suprema, pues con sangre la corona se labró su fortaleza. De las vírgenes sagradas esta cándida azucena es símbolo, pues haciendo claustro de sus hojas mesmas, encierra en su castidad el oro de su pureza. BODIGO: Con ser castas, da el olor quebraderos de cabeza. ROSA: Ejemplo es de penitentes este lirio, pues apenas rompe el morado capullo, cuando inclina hacia la tierra las puntas que le coronan, enseñando su advertencia, que para subir al cielo se ha de buscar la aspereza. La rosa, reina del prado, es insignia verdadera de los doctores sagrados, cortada verás que ostenta más fragancia, y más olor que como morir espera más presto, en sus perfecciones y ellos en su muerte hicieron aprovecha en sus exequias, que alumbrase más su ciencia. BODIGO: Como tienen tanto pico las rosas, son muy discretas. ROSA: La brevedad de la vida estas maravillas muestran, pues sombras son las que ayer fueron en el suelo estrellas. BODIGO: Por eso está el Noviciado de las Maravillas cerca. ¿Y a los romeros, que en forma de cruz los hace que crezcan con su virtud milagrosa, no dice nada? ROSA: No sea necio, que en mí no es virtud lo que en Dios es providencia. Y pues las flores tenemos tejamos esta diadema. BODIGO: En hacerlas ramilletes es mejor que se entretenga, que en Santa Cruz a ocho cuartos los venden las jardineras. ROSA: ¿Pero qué rumor es éste de cajas, y de trompetas? BODIGO: ¿Qué ha de ser? Serán las bulas, como viene la cuaresma. ROSA: Ya el estruendo crece, y tocan las campanas a gran priesa a rebato. BODIGO: Y Don Gonzalo y tu padre ya acá llegan asustados.
Salen don GONZALO, y GASPAR de Flores
GONZALO: ¡Gran desdicha! GASPAR: Rosa mía. ROSA: ¿Qué os molesta? ¿Qué tenéis? ¿Qué ruido es éste? GONZALO: Rosa, los cielos ordenan para más crédito tuyo el peligro que nos cerca. Conjurada la herejía, en una armada soberbia llegó a Lima, y ha tomado un puerto nuestro, y ya entra en la ciudad, que de llantos, y de dolor está llena. BODIGO: Hay más que en gracia de Dios ser hereje. ¿Qué os da pena? GASPAR: ¿Cómo podemos librarnos de su furia? GONZALO: Sin defensa, ¿cómo el riesgo venceremos? ROSA: Queriendo Dios, y con estas flores podemos vencer su furia. GASPAR: ¿De qué manera? ROSA: Arrojándolas al aire, porque en defensa se vuelvan.
Fórmase una cruz de las rosas, quedando pendientes de un alambre delgado
GASPAR: Mas, cielos, ¿qué es lo que miro? Una cruz se formó de ellas. GONZALO: ¡Qué admiración! GASPAR: ¡Qué prodigio! BODIGO: Que lo es es cosa cierta, pues las flores se hacen cruces, y aun se han quedado suspensas. ROSA: Pues militando valientes debajo de esa bandera, que tremolada en el aire, de la fe es insignia excelsa, podremos de sus errores heréticos y violencias, constantes en nuestra fe, triunfar, muriendo en defensa de Dios, pues murió piadoso por redimirnos en ella. Y así no teméis sus iras, que yo seré la primera, que católica amazona, valiente, cuanto resuelta, irá al templo sacrosanto, y pues en su entrada misma, siendo espada mi valor, y escudo mi fortaleza, antes que profane el culto sacrílega su inclemencia, recibiré de su saña tantas heridas, que pueda en el golfo de mi sangre anegarse su soberbia. Y así, pues que del martirio estamos en la palestra, no al peligro se acobarde nuestra natural flaqueza. Prevéngase nuestra fe a esta militar contienda, sea el corazón la plaza de armas donde en hileras se formen los batallones de propósitos, y enmiendas. Ponga el deseo las armas, las municiones la lengua, pidiendo al cielo socorro. La muralla el pecho sea, foso las lágrimas hagan, y rumor dulce la queja. Muriendo triunfe el valor, porque en las lides sangrientas del martirio, sólo vence el que muere en la pelea. Pero, amantísimo Esposo, dulce Jesús, no consientas, que de tu sagrada imagen se falte a la reverencia. Hermosísima María, tu misericordia sea, quien en tan grande peligro por tus hijos interceda. No permitas que la furia de aquesta gente perversa, enemigos de la fe con la ponzñosa soberbia de sus ritos, inficionen esta católica tierra, ensangrentando sus iras en sus cuellos, pues se arriesga, que temerosos sacudan de la coyunda halagueña los yugos de nuestra ley temiendo la muerte fiera. Y pues por vencer los fueros de tu cándida pureza, hollaste de ese dragón la amotinada cabeza, haciéndole que a tus plantas confesase su blasfemia. De este monstruo racional, hidra de sectas diversas, haz que la cabeza falte destroncada, porque puedan de los miembros que le asisten desmayar las viles fuerzas. ¿Mas qué dulce paraninfo cruza la región eterna? GONZALO: ¿Qué arco de paz es aquéste? GASPAR: ¿Qué luz celestial es ésta?
Descúbrese un ÁNGEL, por lo alto del teatro, y baja extendiendo un iris, y habiendo atravesado todo el distrito de él, en acabando de cantar, se cubre el ÁNGEL, y el iris por los dos extremos, y se juntan haciéndose una nube al pie de la cruz, y se la lleva a lo alto. Canta el ÁNGEL
ÁNGEL: "Rosa, por tu intercesión Dios quiere que no padezca Lima la invasión de tantos enemigos de su iglesia. Muriendo su general, se retira su soberbia, dando a la fuga rendidos, mas que a las naves las velas. Alienta, alienta, Lima, pues en Rosa tienes tal defensa." ROSA: Gracias te doy, Señor mío, por mercedes tan inmensas. GONZALO: ¡Qué portento! GASPAR: ¡Qué prodigio! BODIGO: Sus maravillas son ciertas, mas ésta es de las armadas.
Dentro
UNA VOZ: Rosa, de esta infiel tormenta nos libra, que el arco de iris sobre su casa se muestra. GONZALO: Rosa, a tu virtud debemos, que el riesgo se desvanezca. GASPAR: Por ti libertad y vida toda Lima a cobrar llega.
Dentro
VOCES: Las gracias le demos todos. ROSA: A la suma providencia de Dios le demos las gracias. Vamos todos a la Iglesia, adonde nuestra humildad el amparo le agradezca. GONZALO: Vamos.
Dentro
VOCES: ¡Viva nuestra Santa! BODIGO: Y viva Bodigo, y beba.
Vanse. Sale el DEMONIO
DEMONIO: ¡Que una flaca muger con tal desvelo de tal manera favorezca el cielo! ¡Que de mi astucia triunfe, y mis enojos, etnas respiro, y incendios por los ojos, pues habiendo inducido aquí una armada de mi engaño movida, y conjurada, porque a Lima abrasasen, y sus templos sagrados profanasen, por ser patria feliz de esta enemiga, que a tanta pena a mi furor obliga. ¡Que el cielo por su ruego me frustrase, que en ella la venganza ejecutase en su casa, y en tanta gente, que la publica ya por santa, creyendo que por ella --y no es engaño-- libres se advierten del temido daño? ¡Que en don Juan de Toledo, aquese ciego, amante suyo, se templase el fuego, que encendía mis cautas intenciones, pasándose a respeto sus pasiones! ¡Y que esté arrepentido de haber con sus deseos ofendido de su honesta belleza la ilustre castidad de su pureza! ¡Y que Dios la ofreciese --suerte mucha-- que última lucha sería --aquí me irrito-- en que tentar la ose mi apetito! ¿Pero cómo desmaya el poder mío? ¿Cámo de mis engaños desconfío? Vive mi ardiente fuego, en cuya hoguera arde inmortal mi envidia sin que muera, que no ha de haber pesar ni sentimiento, dolor, susto, congoja ni tormento con que no la maltrate, no la aje, la aflija, y la atormente mi coraje. A su padre, la muerte haré que dé don Juan, que de esta suerte lograré con mi engaño en su padre inocente el fiero daño, en ella el sentimiento y destemplanza, en don Juan el delito; y mi venganza haciéndole creer siempre engañoso el que Gaspar de Flores cauteloso la muerte intenta darle airado, y fiero. Pero el suceso que lo diga espero, y pues ese blandón del claro día va agonizando con la noche fría, espíritus nocivos, e infernales, pues sois origen siempre de los males, a este hombre embestid, pero advertidos en lo que os tengo a todos prevenidos.
Sale don JUAN, y al mismo tiempo por el otro lado salen cuatro HOMBRES enmascarados
JUAN: A Gaspar de Flores vengo a buscar, por ver si sabe de mi osadía amorosa el delito para darle rendido satisfacción, de que mi error intentase, violar de Rosa divina los candores celestiales. Tan confuso estoy, después que vi el prodigio admirable con que el cielo defendió su castidad, de mi amante ardor, víbora la pena, me atormenta, sin que baste a satisfacer la culpa mi arrepentimiento grande; Mas gente hacia mi se acerca. ¿Quién va? HOMBRE 1: Quien sabrá matarte, y castigar de tu afecto tantos arrojos amantes. JUAN: Pues que todos me embestís, sin duda que sois cobardes. HOMBRE 2: Ahora lo verás. JUAN: Bien riñen. DEMONIO: De esta suerte he de incitarle a la venganza que espero. JUAN: No huyáis. DEMONIO: Esto es importante para lograrse mi astucia. HOMBRE 1: Caí. JUAN: Muere. HOMBRE 1: No me mates, y te diré quién intenta tu muerte. JUAN: Porque declares quién es mi enemigo, dejo de hacerte pedazos. HOMBRE 1: Sabe que Gaspar de Flores... JUAN: ¿Quién? HOMBRE 1: Gaspar de Flores matarte nos mandó, porque atrevido el sagrado profanaste de su casa. Y si esta vez pudo tu valor librarte, de otra traición alevosa, que lo corrijas no es fácil.
Vase
JUAN: Aguarda. HOMBRE 1: En vano me sigues. JUAN: ¿Cómo no? Pero en el aire sombra se desvaneció sin acabar de apurarle. ¿Si será verdad que intenta esta alevosía el padre de Rosa? Mas no es posible, que en su virtud, y su sangre quepa tal traición.
Al oído a don JUAN
DEMONIO: Ahora es mi cautela importante si puede, porque su honor le obliga. JUAN: No siendo grave la ofensa, satisfacerse se procura, y no vengarse. DEMONIO: Del que es poderoso, el pobre juzga su agravio más grande, y venga como ofendido lo que en su deshonra cabe. JUAN: Nunca con traición se vengan aquellos que nobles nacen. DEMONIO: Es verdad, mas en su edad aunque las cenizas guarden de la ira algún calor, no es el incendio bastante a tomar satisfacción. JUAN: ¿Quién mi impulso persüade con tal poder? DEMONIO: La razón que hay en ti de castigarle el arrojo de atreverse a un caballero tan grande como tú. JUAN: Verdad es ésta. DEMONIO: (Vencí, porque no hay más ágil Aparte demonio, que el pundonor para las atrocidades.) JUAN: ¿Y qué he de hacer ofendido de su desprecio? DEMONIO: Matarle. JUAN: ¿Matarle? DEMONIO: Sí, pues te agravia. JUAN: ¿Pues sus canas venerables ha de ultrajar mi osadía? DEMONIO: Sí, pues obra como infame. JUAN: ¿Y de Rosa, a quien venero, cómo de he verter la sangre? DEMONIO: Primero que tu pasión es tu vida, y arriesgarse a otra traición, es error. JUAN: Dice bien, muera el cobarde, mas él viene. DEMONIO: ¡Qué a buen tiempo ha venido! Llega a darle la muerte.
Sale GASPAR de Flores, y atraviesa el tablado mientras dice estos versos
GASPAR: Sin ver a Rosa no puedo estar un instante ya, si es que en el huerto está. Entro por aquesta parte a mi casa. DEMONIO: Llega, acaba.
Saca don JUAN la daga, y va tras él para darle, y se detiene; GASPAR se entra
JUAN: Muera; pero al acercarse mi ira la retrocede. DEMONIO: ¿Qué es lo que haces? --¡Ah, pese a mi indignación!-- Por él no lograste amante a Rosa. JUAN: Sólo esta ofensa me basta para matarle. DEMONIO: Entra tras él. JUAN: Ya le sigo. DEMONIO: Llegó mi industria a lograrse. JUAN: ¡Muera!
Al entrar don JUAN, le sale ROSA al encuentro con una cruz muy grande al hombro, y al ir don JUAN a ejecutar el golpe, cae ROSA hincando una rodilla en el suelo
ROSA: Teneos, ¿dónde vais? ¡Mas caí! JUAN: ¿Qué es lo que hacéis? ROSA: Caer con la Cruz que veis, para que vos no caigáis en un error sin disculpa, porque si Cristo cayó con ella, fue porque no cayésemos en la culpa. DEMONIO: ¿Qué esto sufran mis enojos, que triunfe de mi poder? Por no oír esta mujer, huyendo iré de sus ojos.
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ROSA: En ella, don Juan, por vos perdonó a sus enemigos. Perdonad vos los amigos, pues el ejemplo os da Dios. Ilusión fue lo que piensa vuestro enojo, y así sabio, no por vengar un agravio, le hagáis a Dios una ofensa. Formas aparentes fueron los que a vos os engañaron, y de la luz os privaron con las sombras que os fingieron. Templad, pues, las impaciencias, que al padre de la mentira para incitar vuestra ira, le sobran las apariencias. JUAN: Prodigio, o mujer, en quien es la santidad tan grande, que te desmienten de humana, tantas divinas señales, cuya virtud penitente, resplandece tan constante, que de mis torpes errores, alumbran las ceguedades. Yo te confieso mi culpa, y arrepentido enmendarme ofrezco, a las persuasiones con que enseñas eficaces. Y porque estas no merezco viéndome reo, delante de tu presencia, me voy a disponer dónde acabe mi vida, dejando luego del mundo las vanidades. ROSA: Dios el camino te enseñe para que puedas salvarte. JUAN: Sí haré, si tu intercesión la pusieres de mi parte. ROSA: Yo te la ofrezco, Juan. JUAN: Adiós, y yo volveré antes que ejecute mis intentos, el desengaño a estimarte.
Vase
ROSA: Reconocida, Dios mío, estoy a tantas piedades, pero en vano, dulce Esposo, pueden mis hombros atlantes de tantas penas, el peso sustentar sobre esta frágil naturaleza, y pues vos para llevar inefable este sagrado madero de la cruz, necesitasteis de ayuda, ayudadme vos de esta carga incontrastable, desatando de la humana cárcel, en que preso yace el espíritu, que os consagro, para que con vos descanse.
Sale el ÁNGEL custodio
ÁNGEL: Rosa. ROSA: Custodio divino. ÁNGEL: Dios por tus ruegos afable te ha otorgado lo que pides, y en sus orbes celestiales te espera, donde premiar quiere tu afecto constante. Presto te verás con él, pero prevente al combate de padecer por su amor muchos dolores y males. Queda en paz. ROSA: Custodio mío, no te ausentes, no me faltes. ÁNGEL: Aunque me ausento de ti, nunca me aparto un instante.
Vase
ROSA: Dulce Jesús, si por mí, siendo divino, tomastes forma humana, y padeciste del pueblo tantas crueldades, padecer por vos espero cuántos dolores mortales puede inventar el rigor, y pues vos, Señor, llevasteis este sagrado madero sobre los hombros triunfante de la casa de Pilatos al Calvario, en que se sabe hay pasos mil y ochocientos y sesenta y dos cabales. También caminar con él espero los mismos, antes que el espíritu en oblación os sacrifique constante, para lograr vuestra gloria, que aunque mis culpas son grandes, es vuestra misericordia mayor para perdonarme.
Vase. Sale BODIGO
BODIGO: El juicio tengo perdido desde que me aplauden tanto. ¿Que para ser uno santo, haya de andar aturdido? En mí no es gran fortaleza ser virtuoso a fe mía. Yo di en bueno, como había de dar en otra flaqueza. Milagros sin más, ni más hago. Ayer a un corcovado sané de un mal muy pesado, que le venía de atrás. A un capón en conclusión, hombre le hice, y muy de bien, y este milagro hallé en la Botica del Capón. Yo estoy muy bien regalado, y el que buscarme procura, aunque me tiene por cura, me deja beneficiado.
Saca una bota
Esta bota con despejo me dio un hombre, a quien sané. Muy caro el milagro fue, pues le dejé sin pellejo.
Saca una caja
De alcorzas me dio muy terco esta caja un tal señor. Yo la tomara mejor si fuera de pies de puerco. A cada alcorza un traguito puedo echar, y pez con pez dejarla. ¿Mas si otra vez me engañara aquel maldito?
Sale el DEMONIO
DEMONIO: Ya me venció el cielo, y ya de Dios la recta justicia mi loca ambición, aun en el abismo castiga, pues a una débil mujer la da tanta valentía, que estando al último vale de su prodigiosa vida, más penitente, y más santa se ve, sin que la fatiga de los dolores con que mi rencor la mortifica, ninguna impaciencia en ella la ocasionen, ni la aflijan, antes los padece todos por Dios con tanta caricia, que en ella es merecimiento lo que en mi pecho es envidia. BODIGO: Veinte y cuatro alcorzas hay, las formas son bien distintas, unas son conchas, y otras castañas, y otras tablicas. ¿Si las alcorzas castañas se me volvieran morcillas? DEMONIO: En este infame donado se han de desquitar mis iras. BODIGO: Por si el dulce me empalaga, darme intento muy aprisa, si se me seca la llaga, con aquesta pelotilla.
Al comer las alcorzas, las arroja, que han de ser de yeso
DEMONIO: Tú probarás mis engaños. BODIGO: ¿Qué es esto? Abarimatías me valga, que aquesto es yeso amasado con cal viva. Que me abrasó los cuajares, ah, bota del alma mía, apaga este fuego tú, sé San Antón de mis tripas.
Sopla al tiempo que bebe, y se llena la cara de ceniza, que ha de estar dentro de ella
Pero ceniza se ha vuelto el vino, que era lejía, y los ojos me ha cegado, sin duda que anda Patillas por aquí. Cata la cruz, infame. DEMONIO: Tu hipocresía no te ha de valer, villano.
Dale empellones, y arrástrale
BODIGO: Que me matan, que me tiran, que me llevan los demonios, líbrame, Rosa bendita, del diablo. DEMONIO: En vano la llamas. BODIGO: Si de las alcorzas mías quedo en ayunas, ¿por qué te me mueles la comida? DEMONIO: Por embustero. BODIGO: ¡Ay mi cuerpo! ¿Rosa, a Bodigo no libras, que le llevan los demonios?
Sale don GONZALO
GONZALO: Hermano, ¿qué le lastima? ¿Qué tiene? ¿Qué ruido es éste tan descompuesto? ¿No mira que Rosa de sus dolores padeciendo las fatigas en el tránsito postrero está? ¡Fénix de su vida, pues muriendo para el mundo, para el cielo resucita! BODIGO: Pues si ella se iba con Dios, yo con el diablo me iba. GONZALO: ¿Qué dice? BODIGO: Que me llevaba. GONZALO: ¿Dónde? BODIGO: A una taberna misma de la plaza de Madrid. GONZALO: ¿A una taberna? Él delira. BODIGO: Al infierno, que es lo mismo. GONZALO: ¿Pues por qué? ¿Qué es lo que hacía? BODIGO: Meditar sólo. GONZALO: ¿En qué? BODIGO: En el paso de la Borriquita. GONZALO: ¿Y esta bota qué hace aquí? BODIGO: Se le cayó sin sentirla a un fariseo bermejo, que en el propio paso iba. GONZALO: Él es simple. Vaya, y llame a don Juan a toda prisa. BODIGO: Ya voy. Míreme a la cara. GONZALO: ¿A quién la jura? BODIGO: A Patillas.
Vase BODIGO
GONZALO: Yo a Gaspar de Flores voy a consolar, que aunque mira, que Dios por premiar de Rosa, la virtud esclarecida, la penitencia, y trabajos, la da su gloria infinita, la falta que le ha de hacer, se desconsuela en su dicha.
Vase don GONZALO
DEMONIO: Por no oír las alabanzas de esta mujer peregrina, huyendo al abismo voy.
Sale el ÁNGEL custodio
ÁNGEL: Aguarda, bestia maligna, que Dios quiere, para más tormento tuyo, que asistas a ver cómo Rosa triunfa de tus traiciones, y envidias. DEMONIO: Sí haré, pues hasta morir mi poder no desconfía, cuando puede en un instante perder la gracia divina. ÁNGEL: No la perderá, pues Dios la asiste, y ella le obliga con el amor que padece los males que la fatigan, porque Él padeció por ella, pues con tal fervor imita de su sagrada pasión aquellas angustias mismas, que apenas de su mansión le dio mi aviso noticias, cuando cargando en sus hombros pesada una cruz, camina los propios pasos que Dios anduvo con ella misma, con tanto llanto, y tal pena, que con las lágrimas iba regando la tierra, al paso que sus dolores crecían, y desdeñando después de la Rosa casta, y limpia de su cuerpo aquellas hojas, que la visten, y la aliñan, más de cinco mil azotes se dio. Sustentando fina, pelícano racional con la sangre que vertía de su pasión amorosa los hijos de su caricia. Luego una áspera corona se puso, cuyas espinas, las que más la coronaban, eran las que más la herían. Después estampando cruel con su mano en la mejilla cinco rayos, la dejó tan de púrpura teñida, que del color de la afrenta aun el nácar se corría. Y viendo que ya tocaba su desaliento la línea última de lo mortal, dejó el lecho, y de rodillas para expirar en la cruz, salió al huerto enternecida, que es monte, y calvario, tres romeros que fructifica, en forma de cruz, en quien se une con tal caricia, que los brazos extendiendo cuanto pudo, parecía, que de más cruz deseosa, alcanzarla solicita. Y padeciendo constante penas, y ansias excesivas, aun de padecer más, tuvo sed, y por templarla fina, de sus dolores amargos bebió la hiel, y la acíbar. Y porque le sirva más de rencor a tu malicia, mírala diciendo himnos, a quien con dulce armonía los ángeles acompañan. DEMONIO: Rabio de enojo, y de envidia.
Córrese un bastidor, y se verá a tres romeros puestos en forma de cruz, en que está la Santa ROSA puesta de rodillas, y a un tiempo bajan dos ángeles en dos apariencias por los lados, y se quedan cantando en el medio del vestuario por lo alto
ROSA: Salve, dulcísimo Esposo, manso Cordero en quien miran ser tus validos aquellos que la humildad califica. Escucha, Señor, mis voces, que aunque parecen indignas de tu cielo, ya en el fuego de mi amor se purifican.
Cantando el ÁNGEL primero
ÁNGEL 1: "Ya Dios oye tus voces, Rosa, que la armonía más dulce para el cielo, tus lágrimas son mismas." ROSA: Rompa, Señor, mi costado, mi contrición compasiva, pues la fuerza del dolor basta a romperme la herida.
Cantando el ÁNGEL segundo
ÁNGEL 2: "La llaga del costado ya impresa en ti se mira, pon tú el dolor, pues puso Dios su sangre infinita." ROSA: Los clavos, Señor, me faltan, y pues mis yerros publican mi culpa, sean mis yerros quien rigurosos me aflijan.
Cantando el ÁNGEL primero
ÁNGEL 1: "Quien sus yerros confiesa, y a Cristo se dedica, en su esclavitud pone los hierros que codicia." DEMONIO: Ya no me queda esperanza viendo tantas maravillas en esta mujer. ÁNGEL: Dragón infernal y aleve, mira si en la lid de tus cautelas venciste, como decías, pues de su pureza ya la lámpara que encendida conservó su castidad, fallece en lo que respira. DEMONIO: A pesar de mi rencor te lo confiesan mis iras. ROSA: Mas ya el aliento me falta, ya caduca, y se arruina de este edificio viviente la fábrica, ya agoniza en parasismos mortales esta antorcha de la vida. Agora, Señor, agora de tu favor necesita mi flaqueza. Ahora, Virgen del Rosario, y Madre mía me has de valer, y tú Santa, y gloriosa Catalina me has de amparar.
Bajan en tres apariencias un NIÑO JESÚS, la VIRGEN, que hace una niña, y Santa CATALINA; el NIÑO JESÚS se queda sobre la Santa ROSA elevado en el aire, y la VIRGEN sobre el romero de la mano derecha, y en el de la mano izquierda, Santa CATALINA
NIÑO JESÚS: Ya mi amor te asiste, esposa querida. VIRGEN: Y yo también, Rosa amada. CATALINA: Y mi amor, que la divina clemencia de Dios lo ordena así. ROSA: ¡Qué grande es mi dicha! DEMONIO: Tan grande como mi rabia, y pues mi ultraje publica mi furor, en sus cavernas el infierno me reciba.
Húndese el DEMONIO
ÁNGEL: Dios murió entre ladrones, mas Rosa peregrina feliz en cruz fallece con mejor compañía.
Salen GASPAR de Flores, don JUAN, don GONZALO, y BODIGO
JUAN: Entremos todos a ver expirar el mismo día. GONZALO: ¡Qué luces tan celestiales! GASPAR: ¿Mas qué süave armonía es ésta! BODIGO: Pues de los cielos cantan, será su capilla. JUAN: ¡Qué asombro tan prodigioso! GONZALO: En cruz está, y de rodillas. ROSA: Señor, mi espíritu encomiendo en tus manos. JUAN: Y ya expira. GONZALO: ¡Qué santidad! JUAN: ¡Qué portento! GASPAR: Eclipsóse mi alegría.
Mientras están cantando, se suben a lo alto los tres romeros como están, y el NIÑO JESÚS siempre sobre la Santa ROSA, y el ÁNGEL custodio arrimado a la Santa de rodillas, y canta el ÁNGEL segundo
ÁNGEL 2: Dios para sí se lleva del Rosa de la vida la Rosa del Perú, el asombro de Lima. GONZALO: No sintáis, señor, su muerte, pues para Dios resucita. JUAN: Y para que algún consuelo tengáis, mi hacienda os dedica mi fe, que yo religioso en la orden dominica me he de entrar. BODIGO: Y yo luego. JUAN: Y aquí, senado, la vida de la Rosa del Perú da fin a sus maravillas.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002