EL HIJO DEL SERAFÍN, SAN PEDRO DE ALCÁNTARA

Juan Pérez de Montalbán

Texto basado en el texto del PRIMER TOMO DE LAS COMEDIAS DEL DO[C]TOR JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN (Valencia: Claudio Macé, 1652). Este texto fue editado en forma electrónica por Fulgencio Castañar Ramos y él, con gran generosidad, lo ha enviado para ser incluido en la presente colección. Luego este text fue editado y pasado al HTML por Vern Williamsen en 1998. Véanse también las notas al texto .


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Salen DOROTEA y GILA, con tocas y sombreros de camino
DOROTEA: ¡O mal haya mi ventura y mal haya la pollina, que tan despacio camina! GILA: Tu cólera y tu hermosura pudieran correr parejas. DOROTEA: Con cólera no hay mujer hermosa, ni puede ser, porque el enojo, las quejas, el enfado y la pasión descomponen el semblante. GILA: Ponte un espejo delante, verás que tengo razon. DOROTEA: Dices bien, porque el reflejo del espejo me templara. GILA: Y agora para esa cara dónde has hallado espejo? DOROTEA: Volviendo pues a mi cuento, porque bien habrá lugar de aquí al lugar de contar locuras de un pensamiento. Oye mi justa mohina, y si es posible callando, ten cuenta de cuando en cuando con la alfombra, y la pollina. En ese monte, de tomillo armado, verde gigante, que al abril retrata, tan soberbio, que al sol que le a crïado escalas pone de torcida plata. Y cuando necesita de agua el prado, de la primera nube la arrebata, nuestra aldea mira tan pequeña que parece lunar de alguna peña. Allí nací, pluguiera a Dios la cuna tomara a mi mortaja la medida; porque quien nace, Gila, sin fortuna, como cosa de sobra trae la vida, La vida estriba en esperanza alguna; quien no llega a esperar de sí se olvida, quien se olvida de sí muerte quiere, y quien quiere morir, viviendo muere. Estando pues--así la edad provoca-- en la feria de Alcántara una fiesta, rebozada una toca hasta la boca, por dar licencia a alguna risa honesta, la gala mucha, la ocasión no poca, la cara y el andar de fiesta, y el pie de apretado se desmaya asomado al ribete de la saya. Vi, por mi mal, un estudiante--¡ay cielos!-- tan recatado de ojos, que en la feria para poder dezirle mis desvelos aun con mirarme, no me dió materia. Corrió la noche sus obscuros velos, huyó la luz de la Región de Iberia, cesó la feria, fuyme, y acostéme, quise dormir, no pude, y levantéme. Supe otro dia, que este mozo era hijo de un bachiller, o de un letrado, necio sin duda, pus no le altera de mis inquietos ojos el cuydado. Que quien viéndose amar de esta manera y siendo mozo, rico y alentado habla del bien querer con tal desprecio, o pica en santo, o se consulta en necio. Amé, pené, sufrí su tiranía, canté, lloré, temí su rigor fiero, hablé, cansé, seguí su compañía, llegué, culpé, reñi su amor grosero, dudé , temblé, sentí su demasía, juré, busqué, pedí su blanco azero, huyó, calló, dejó mi amor constante. ¡Qué vívora! ¡Qué fiera! ¡Qué diamante! No me quedó para ablandar su pecho humana diligencia que no hiciera, que a ser capaz el alma de cohecho, con oro le comprara que me viera. Mas temí que su amor mal satisfecho acusara la paga de grosera; que comprar el amor, siendo infinito, es hacer simonía el apetito. En efeto colérica, afligida, con ansias, con amores, con desvelos, sin ser, sin alma, sin razón, sin vida, brasa mi amor, carámbano mis celos, suelta la pena, la pasión prendida, al monte, al sol; al aire, y a los cielos; me voy quejando, y vivo de esta suerte colgada de la vida y de la muerte. GILA: Lastima tengo de ti, si bien la razón me advierte, que el tratarte de esta suerte produce... ¿Dirélo? DOROTEA: Si. GILA: De querer en otra parte. DOROTEA: No Gila, que si eso fuera, si no amar, fingir supiera, o con industria, o con arte. Él no tiene voluntad a mujeres, esto es cierto. GILA: Este hombre estará muerto. DOROTEA: Estálo su voluntad, pero tente; que alli viene para que me pierda más.
Sale fray PEDRO, y ESPESO, de estudiantes estudiando en un libro
PEDRO: Si no estudias, no sabrás. GILA: Gallarda presencia tiene. ESPESO: Yo he estudiado esta lición un mes como un descosido y al cabo no la he sabido. PEDRO: ¿Y es ésa buena razón? ESPESO: Yo no puedo decorar. PEDRO: Remedio habrá para eso. ESPESO: Mi nacardina es el queso, y débeme de matar. GILA: ¿Que te apartas y retiras? DOROTEA: Amo y temo.
Mírelas ESPESO a lo pícaro
ESPESO: ¡Jesu Cristo qué gloria! PEDRO: ¿Qué es lo que has visto? ESPESO: Andares. PEDRO: ¿Qué es lo que miras? ESPESO: ¡Por Dios! Que la de esta mano. que pisa de gerigonza que es de lo de a mil la onza. PEDRO: No te diviertas en vano, estudia o me enojaré. ESPESO: Esotra también es rayo, y me da por el soslayo un poco de mucho pie, ¡Jesús que pies! Guarda Pablo, ella anda en dos baúles. Si tuviera ojos azules pudiera meterse a diablo. PEDRO: Espeso, si algún achaque te dan tus ojos de antojos, sácate luego los ojos. ESPESO: El turco que se los saque, toma para ti el remedio, que yo los quiero muy bien. DOROTEA: Yo llego. En buena hora estén. PEDRO: Aquí poner tierra en medio importa. ESPESO: No la respondes? PEDRO: ¿Queréis algo labradora? DOROTEA: Mucho quiere quien te adora. ESPESO: ¿De qué huyes? ¿Qué te escondes? Advierte que es Dorotea, aquella que sabéis ya, que salpimentada está.
Sin mirarla ha de hablar PEDRO
PEDRO: Señora el alma desea serviros, mas perdonad, que no soy mío...(Dios mio, Aparte dadme fuerzas, dadme brío. GILA: ¿Hay tal hielo? ¿Hay tal frialdad? DOROTEA: Pues vuelve, Pedro, si quiera a mirarme, porque yo templa mi fuego. PEDRO: Eso no, que mirarte me perdiera. Es arcabuz la ocasión armado, que tiene dentro plomo y pólvora en el centro. Los ojos la llave son, el pedernal que da lumbre, es la vil naturaleza, la pólvora la flaqueza de nuestra misma costumbre; y así como el alma sabe el peligro en que me veo cierra la puerta al deseo, porque si aprieta la llave, y da lumbre el arcabuz, aunque el alma se resista por la boca de la vista saldrá la muerte, y la luz. ESPESO: Yo que soy mas material digo Gila que te estimo. GILA: Advierte que tengo un primo. ESPESO: Primo? GILA: Primo. ESPESO: ¿Y es carnal? GILA: Es lo que Dios es servido. ESPESO: Tal puede ser el suceso que no se sirva con eso; y yo por Gila estoy perdido por ser solo, y por no ver cosa que altere mi humor. GILA: ¡Oh, qué malo era el señor para mula de alquiler! ESPESO: ¿Por qué? GILA: Porque me pareces espantadizo a la fe. ESPESO: Tú eres peor. GILA: Yo, ¿por qué? ESPESO: Porque te echas muchas veces. PEDRO: Espeso, ¿qué es lo que haces? ESPESO: Querer aumentar el mundo. PEDRO: Necio, loco, vagabundo, bien a tu ser satisfaces, vete, villano, de aquí. GILA: ¿Qué receló el estudiante? DOROTEA: Escucha, escucha un instante, o iréme, Pedro, tras ti. PEDRO: Déjame vil cocodrilo, que aunque el alma te escuchó, no soy pasajero yo, ni es esta campaña el Nilo. DOROTEA: ¿De una mujer huyes? PEDRO: Sí, que no se puede vencer sino huyendo la mujer, mas pues no puedo por mí templar de tu liviandad el ardir desatinado, en este cristal helado, en esta unida frialdad, y en este estanque que el cielo, por reboltoso prendió, y grillos de plata echó sobre lazadas de hielo, me he de arrojar a tus ojos, para que en su centro frío se temple tu ardor, y el mío. ESPESO: Señor, ¿dónde vas? PEDRO: Despojos he de ser de su frialdad.
Vase PEDRO
ESPESO: Tú vas a lindo brasero, mira que estás en enero. GILA: Arrojóse. DOROTEA: ¿Qué impiedad!
Vase ESPESO
PEDRO: ¡Válgame nuestra Señora! Dentro GILA: ¿Hay tan extraño prodigio? PEDRO: Dorotea, Dorotea, Dentro mira en este centro frío el vil sujeto que adoras. GILA: Hasta el cuello sumergido temblando yace de hielo, como entre la nieve el lirio. Vamos a ayudarle. DOROTEA: Tente, que mi pecho endurecido en fiera se ha transformado, déjale morir, pues quiso, por no mirarme a la cara, probar tan necio martirio. Mátele el agua mil veces, y en su helado domicilio desdichadamente acabe, siéndole mortaja el río, aunque no, no morir, que si se arroja atrevido al agua, debe de ser, porque sabe de sí mismo que es todo hielo y nieve, y dos hielos en un vidro, darán mas frialdad al vaso, pero no se harán perjuicio. ESPESO: ¡Favor aquí, que se ahoga! GILA: Mi corazón compasivo no puede más, Dorotea; porque pienso que te sirvo, a ayudarle voy, adiós.
Vase GILA
DOROTEA: Vete, y al cielo suplico, que le halles cuando llegues tan helado, y descaído, que en la cama de cristal, donde muere por esquivo, ánimo aun le falte al alma, para el postrero suspiro. Plegue a Dios le halles muerto, que aunque sé que en esto pido mi muerte, porque en efeto vivo con mirarle vivo, mas quiero que de una vez caiga el golpe que resisto, que no tener un verdugo, que a desprecios y a desvíos eternamente me acabe. Pero, ¿qué es aquello que miro? En los brazos de los dos, aun no mojado el vestido, libre, y sin peligro sale. Sombras que el obscuro abismo habitáis en voraz fuego, pues los cielos no han querido matarle, porque yo muera, dadme industria, dadme arbitrio, dadme poder, dadme modo, dadme fuerza, y dadme hechizos para obligar a mi amor, o ya honesto, o ya lascivo, a esta peña, a este diamante, a esta nieve, a este granizo y, pues que tiene el demonio mando, poder, y dominio en cualquier causa segunda, haced que venga atrevido a favorecer mi amor; que tan perdida me miro, que como venga a lograrle, cualquier medio por nocivo, y por extraño que sea, abrasará mi apetito, aunque le trace el infierno, o alguno de sus ministros. Pero, ¿qué es esto?
Sale el DEMONIO, muy galán
DEMONIO: Ya vengo de tus lágrimas movido a ayudarte. ¿Qué te turbas? DOROTEA: Hombre, ¿quién eres? DEMONIO: El mismo que estabas llamando agora. Sosiega el pecho afligido. DOROTEA: Erizados los cabellos y pasmados los sentidos, apenas acierto a hablar. DEMONIO: Yo soy la estrella que quiso quitarle la silla al Sol al instante que me hizo, porque en ese mismo instante miré en el Verbo Divino que Dios había de ser Hombre, y que mi espiritu altivo, con los demás de mi esquadra con cánticos y con himnos le habíamos de adorar, siendo barro su principio, y por no adorar a un hombre, aunque el Hombre fuera Cristo, perdí la gracia del Padre, con la enemistad del Hijo. Yo, pues viendo desde el centro, donde obscuramente habito que triunfa de ti y de mí este mozuelo atrevido, te vengo a ayudar, escucha de mi poder los prodigios. Cuantas ciencias, cuantas artes, mapas, papeles, y escritos tiene el mundo, ya en madera, ya en caracteres, ya en libros, he visto en un solo instante. Por la virtud de los signos en lo porvenir rastreo, conjeturo y pronostico los futuros contingentes. Y de lo passado digo cuanto ha sido, sin que pueda la distancia, o el olvido, ni equivocarme dudoso, ni suspenderme encogido. Yo obscurezco al Sol si quiero y en la ciudad de zafiros varias impresiones formo, haciendo que en pardos giros se precipiten las nubes dando por el aire gritos. Yo altero el mar si me importa, y a tanto furor le incito que subiendo por el aire hecho cometa de vidrio, se carea con el cielo, y sus peces cristalinos con los dos que estan allá tal vez nadando se han visto. Esto supuesto, yo vengo, por ser tu interes y mío, a ver si quieres que haga inclinando su albedrío, que ese Pedro, que se niega a tus brazos, y a tus silbos, te adore, sirva y regale. DOROTEA: Mucho en eso poco has dicho, ¡notable caso! DEMONIO: ¿Qué dudas siendo yo quien te lo digo? Si con el valiera acaso el oro, en vasos de Egipto a tus pies lo arrojaré, castigado del martillo, cuanto el Eufrates reserva, y quanto sepulta el Nilo. Y si hallare en él deseos de verse honrado y servido, dueño de un reino le haré, donde en varios sacrificios rendimientos le da el vulgo que a Dios sólo sean debidos. Y por remate de todo, y fin de su precipicio idolatra de tus ojos, haré que en gustos lascivos, del carmesi de tu boca beba el cándido rocío. Más amigo de Dios era David, pues le llama amigo, y allá en los ultimos tercios de su vida, por mi arbitrio fue adúltero y homicida. A un Dios de metal fingido, a un pedazo de marfil, y a un poco de oro macizo. Humo de incienso ofreció, en altares de jacintos Salomón a persuasión de mi mañoso incentivo, y de trescientas mujeres que en halagos repartidos bárbaramente gozaba, corriendo la posta al viento, mató por Dina a Sichem. A Sodoma, y al antiguo mundo rendidos, y presos tuve con tan fuertes grillos, que de Dios vino a estregarse la paciencia, y vengativo hizo que los elementos profanasen lo que el hizo. Pues si de raros estragos, tantas culpas y delitos, tantas infamias y afrentas, yo solo la culpa he sido, claro está que venceré, si con mi poder le embisto, ese mozo, que a tu honor le cuesta tantos suspiros. Y así disponte si quisieres, que aunque revuelva los signos, y los ejes del infierno haga crugir con bramidos, he de hacer que en torpe lucha más caricioso que tibio, Pedro te goce mil vezes, porque de los cielos mismos traigo decreto y licencia, para hacer en él castigos tales, que del fuerte Job resuciten el martirio; que Dios a quien quiere más trata con menos cariño. Ánimo, pues, Dorotea, que viniendo tú conmigo cierta tienes la victoria, aunque fuese otro Francisco y aunque Dios le hubiera hecho larga promesa de auxilios, que soy rayo cuando quiero, y agora estoy ofendido. DOROTEA: A mujer determinada excusado desvarío es decirla que se anime, que como Pedro sea mío al infierno bajaré. DEMONIO: Pues en premio del servicio que pienso hacer a tu amor, sola una cosa te pido. DOROTEA: Dila presto. DEMONIO: Que después que le goces en el siglo seas mía. DOROTEA: Desde agora, si este imposible consigo el alma te ofrezco. DEMONIO: Basta. Tocad al arma ministros, ¡guerra contra Pedro! ¡Guerra voy delante! DOROTEA: Yo te sigo.
Toquen cajas, vanse y salen PEDRO y ESPESO
ESPESO: No me harto de tocarte. PEDRO: ¿Qué miras? No estoy mojado. ESPESO: Por ensalmo te han secado, yo te vi de parte aparte pasar con mil estocadas de agua y hielo mal deshecho. PEDRO: Pues tiéntame agora el pecho. ESPESO: Ni aun las medias traes mojadas. PEDRO: Mira Espeso, quien intenta con fe y amor una cosa, aunque muy dificultosa, como es Dios quien la sustenta, y nuestro riesgo previene, de suerte la facilita con su piedad infinita, que ablanda el rigor que tiene; y así, en cualquiera ocasión, como el cielo te la ofrezca, aunque imposible parezca, con valiente corazón entra en ella que si el cielo de tu parte, Espeso, está, ni el agua te tocará, ni podrá ofenderte el hielo. ESPESO: Hará Dios ese favor a su amigo o su privado, mas yo soy tan desgraciado y tan grande pecador, que si en una laguna entrara aunque un sorbo de agua fuera, de palomino saliera, y cuando muy bien medrara después de varios tormentos de helarme y de refriarme, no bastaran enjugarme cien gavillas de sarmientos. Entra tú, señor, que tienes horca y cuchillo en el agua. PEDRO: Dices bien, mi pecho es fragua. Vos, Señor, de vuestros bienes, y Vuestros rayos divinos le llenáis, y le abrasais. Gracias a vos que me honráis por tan diversos caminos. ESPESO: (Mi amo se ha divertido Aparte y detrás de aquel repecho me espera Gila. Esto es hecho. Si puedo sin ser sentido por aquí me he de arrugar. Ya estoy el pie en el estribo.
Vase entrando ESPESO
PEDRO: ¡Espeso.! ESPESO: (Cogióme vivo.) Aparte PEDRO: ¿Dónde vas? ESPESO: A decorar. PEDRO: Pues teniendo el libro yo, ¿de qué libro has de aprender? ESPESO: No me hace menester ese libro. PEDRO: ¿Cómo no? ESPESO: Que traigo otro conmigo. PEDRO: ¿Adónde? ESPESO: En el pecho. PEDRO: A ver. ESPESO: Bien me lo puedes creer, que no soy hombre que digo uno por otro.
Desabotónale
PEDRO: Aquí hay bulto. ESPESO: ¿Ves como no te he mentido? (Si el le topa estoy perdido.) Aparte PEDRO: ¿Pues, cómo está tan oculto? ESPESO: Soy hombre muy recatado. PEDRO: Eso es lo que quiero ver.
Saca unos naipes y caense en el suelo
¿Qué es aquesto? ESPESO: ¿Qué ha de ser? El libro desencuadernado. PEDRO: ¡Buen libro por vida mía! No dejarás de estudiar muy bien, si das en andar con tan buena compañía. ¡Muy buen Diurnal has traido para hablar con Dios un rato! ¿Es éste todo el recato? alza, recoge atrevido esos caracteres viles, porque no tope con ellos, otro que se pierde en ellos y sus engaños sutiles.
Valos alzando
Llévalos a esa laguna, que yo haré que te castigue el Maestro. ESPESO: Quien te sigue no espere mejor fortuna. (De esta hecha me trasquila.) Aparte PEDRO: ¿No te vas? ESPESO: Ya los alcé. (Lindo sermón me papé; Aparte mas escúrrome con Gila.)
Vase ESPESO
PEDRO: Agora que estoy--¡ay Dios!-- más solo y más retirado, quiero, mi Jesús amado, entrar en cuentas con vos. Vos me distes albedrío, y yo por poder pagaros lo que me dais vuelvo a daros por no tener nada mío. Y pues que de mis cuidados, tan estrecha cuenta os doy, que ya vuestro esclavo soy con yerros de mis pecados. Decidme, Señor divino, ¿para gozar vuestros brazos sin peligros ni embarazos, cuál es el mejor camino? Yo seré, si vos queréis, sacerdote en mi lugar, mas no debéis de gustar pues que no me respondéis. Disponed, Señor, de mí pues ya me dispongo yo. ¿Quedaré en el mundo?
Dentro la MÚSICA
MÚSICA: "No." PEDRO: ¿Seré religioso? MÚSICA: "Sí." PEDRO: Pues para subir al risco de vuestra gracia, Señor, ¿qué he de hacer? MÚSICA: "Ir al amor." PEDRO: ¿Dónde le hallaré? MÚSICA: "En Francisco." PEDRO: Parece del cielo--¡ay Dios!-- la voz que acabo de oír, que no es nuevo recibir tales regalos de vos; pero, ¿qué es esto, mi bien, que ilumina todo el suelo? ¿Es embajada del cielo?
Suena música y sale el ÁNGEL de la Guarda con un hábito de San Francisco en las manos
ÁNGEL: Pedro sí. PEDRO: ¡Qué mayor bien! ÁNGEL: Pedro, el cielo te escuchó y agradecido a tu celo, rompiendo el muro de hielo, que te traiga me mandó, el hábito que te aguarda. Hjo de Francisco eres. PEDRO: ¡Qué soberanos placeres siento en mí! ÁNGEL: ¿Qué te acobarda? PEDRO: Verme sin merecimiento para gozar favor tanto. ÁNGEL: Recibe el hábito santo.
Dásele
Yo te amparo, yo te aliento. Dios me ha hecho de tu guarda, no temas. PEDRO: Custodio mio, en vuestro favor confío. ÁNGEL: Con resolucion gallarda habla a tus padres primero, pues todo el amor lo allana, y en la Custodia mañana de Extremadura te espero.
Vuelve a irse el ÁNGEL, con música
PEDRO:            Hermano Pedro, decid,
               con el presente favor
               ¿cómo os va?  Diréis que bien,
               y tendréis mucha razón.
               Amor, hagamos locuras;
               pues estáis de buen humor,
               salte el alma de plazer,
               descompóngase la voz.
               Vamos por la calle en cuerpo,
               y juntemos los muchachos,
               que no será nuevo, no,
               supuesto que Dios es Rey,
               tener sus truhanes Dios.
               Vos me llamáis, Señor mío,
               y así a obedeceros voy,
               que con vos decir y hacer
               es la respuesta mejor.
               Dexaré padres y deudos,
               hacienda, mundo y honor,
               que harta riqueza me queda
               pues conmigo quedáis vos.
               Amor, bien debo este afecto
               a un Dios que por mi murió
               como muy hombre de bien
               pues a tantos esperó.
               ¡Ay, hábito santo mío!
               ¡Ay, soberano cordón!
               ¡Ay, tela del cielo en fin,
               pues el cielo la tejió,
               mil abrazos quiero daros,
               y en el mismo corazón
               aposentaros quisiera,
               que no tiene el hombre, no,
               mejor sala que ofrecer
               aunque venga el mismo Dios!
               Mundo, hasta aquí fui cautivo.
               La divina redención
               de Francisco me rescata.
               Suyo soy, alla me voy.
               Otra vez vuelvo a besaros,
               y con esto mundo adiós,
               porque me espera Francisco
               en su santa religión,
               y mas vale su zapato
               mil veces que todo voz.

Vase besando y abrazando el hábito y salen DOROTEA y el DEMONIO
DOROTEA: Por aqueste desierto de solo fieras y peñascos broncos habitado y cubierto, ¿dónde me llevas con suspiros roncos? DEMONIO: A lograr tu deseo. DOROTEA: Tan lejos estoy de el, que no le veo. Si con Pedro he de verme, como por tus palabras me aseguras, ¿de qué sirve traerme por este incierto campo? DEMONIO: Si procuras remedio a tu tormento, oye y verás lo que por él intento. Yo supe ayer que hablando Pedro estuvo con Dios y Dios le puso el corazon tan blando, que juntamente le obligó y dispuso a que el mundo dejase, y de Francisco el hábito tomase. Agora, agora pide a su padres con lágrimas licencia. Agora se despide, y a sus deudos haciendo resistencia; no llora, que no llora quien ve que en lo que deja se mejora. A pie con un crïado, ya de la villa se despide y parte sólo a un palo arrimado, porque sustenta Dios la mayor parte, mas mi engaño por eso hará doblar de su virtud el peso. Por aquesta vereda ha de pasar para pasar el río, y yo, porque no pueda pasarle sin hacer un desvarío, la barca hice pedazos. Rompí las tablas, y corté los lazos. Mira como ya llueve ya las nubes parece que la tierra todo el agua les bebe. Mira cubierta de temor la sierra, el viento alborotado, cobarde el sol, y enternecido el prado. Todo aquesto que he hecho es porque Pedro que tras nosotros viene, donde en viendo deshecho ese animado leño que va y viene, con los dos hará venta, y pagará del gusto la pimienta. En aquella cabaña, ancho palacio a unos pastores, metiendo yo cizaña, se dexará llevar de tus amores, que en la ocasión no hay santo; que aunque lo sea lo parezca tanto. La noche, la hermosura, la soledad, el frío, y el regalo trocarán su cordura. que el bueno en la ocasión tal vez es malo, pues para errar el hombre trae la soga arrastrado con el nombre. Enamorosos quiebros al son cantados de las aguas mudas te infundiré requiebros que basten a ablandar las peñas duras. Ambar pondré en tu boca, si es que a la lujuria el buen olor provoca. Mas, tente; que ya llega, DOROTEA: Agora sí tus verdades creo. DEMONIO: Ya baja, ya se ciega con el ayre, y el agua. DOROTEA: Ya le veo. DEMONIO: Hoy cumplirás tu gusto que con mujer no hay hombre que sea justo.
Salen PEDRO y ESPESO de camino, con alpargatas y palos en las manos, ESPESO muy mojado y PEDRO, no
ESPESO: El demonio me engañó. Buen camino hemos traído, dos horas nos ha llovido. PEDRO: Dios que el trabajo embió, el remedio nos dará. ESPESO: Miren, ¿qué bota de vino, o qué jamón de tocino? ¿Hay tal flema? PEDRO: Bien está. ESPESO: No está; que es mucho ademán habiendo en casa seis machos, venir como los muchachos cuando por novillos van. PEDRO: Quien ha de ser religioso... ESPESO: No es serlo quererlo ser. PEDRO: Yo hago lo que he de hacer. ESPESO: Tú tienes lindo reposo; mas allegate acá.
Tiéntele todo
PEDRO: ¿Qué miras? ESPESO: Si es de seda aqueste flueco. (¡Vive Cristo, que está seco!) Aparte PEDRO: ¿Qué me tientas y te admiras? ESPESO: Agora te lo dir&e acute;. Tú, señor, en confianza, de que el agua no te alcanza ni aun a la planta del pie. Entras por ella, y de mí, aunque en los charcos me pierdas ni te dueles ni te acuerdas, pero no ha de ser así. Agora suelta la capa.
Quitale la capa y el sombrero
PEDRO: ¿Qué haces, Espeso amigo? ESPESO: Trocar vestido contigo, que si por tuyo se escapa de este elemento arrogante. Poniéndote mi vestido, el cielo comedido te secará al instante, y estando muy bien seco de aquel pasado rocío bolveré a ponerme el mío, y desharemos el trueco. PEDRO: Eso de muy buena gana, que porque tú vayas bien iré yo mal. ESPESO: Está bien
Vale quitando la sotana, y luego pónele la suya
mojada ropa. ¡Fuera de sotana! DEMONIO: Salgamos que ya estoy loco. ESPESO: Parece que te refresca. PEDRO: Y ésa? ESPESO: Está como una yesca. PEDRO: ¿Quieres más? ESPESO: Que poco a poco te vayas desatacando que me he de poner los grigüescos porque estos vienen muy frescos. DOROTEA: Como que vamos andando, nos llegaremos. PEDRO: Espera, que hacia allí siento pisadas,
Lleguen rebozados DOROTEA y el DEMONIO
DEMONIO: Buenas noches camaradas. ESPESO: Buenas cenas también fuera buen modo de saludar. PEDRO: Nuestro Señor sea bendito, DEMONIO: (También a no estar precito, Aparte le supiera yo alabar.) DOROTEA: Vengan en hora buena, que si aquí quieren quedarse, por descansar y enjugarse, habrá cama, lumbre y cena. ESPESO: Yo ya me doy por quedado. PEDRO: Antes quisiera llegar, a ser posible al lugar. DEMONIO: Venis desesperado, pues con tal noche queréis pasar estando el camino tan malo. ESPESO: ¡Qué desatino! DOROTEA: Aquí descansar podéis, no faltará vino y pan con su pedazo de queso. ESPESO: Será esto para Espeso: una gallina, un faisán. ¡Oh, divinos valedores, de cansados pasajeros, abrazaros tengo y veros. Señor, aquestos señores nos hacen tanto favor, que es necedad no aceptar. PEDRO: En fin, te quieres quedar. ESPESO: Fuera lo demás error. PEDRO: Alto pues, por ti me quedo.
A DOROTEA
DEMONIO: Llega agora, que ya está mas blando.
Llega DOROTEA
DOROTEA: Luego se hará la cama y verá que puedo servir al rey de la tierra; que sois vos regalo mío. PEDRO: (Señor, contra el albedrío Aparte el espíritu hace guerra.) DOROTEA: ¿Conoces esta hermosura? PEDRO: No quiere Dios que la vea. DOROTEA: Mira que soy Dorotea. PEDRO: ¿Quién? DOROTEA: Quien servirte procura.
Retírase el santo PEDRO
PEDRO: ¡Válgame Dios! DOROTEA: ¿Qué te espantas? Dorotea soy que vengo, pues más remedio no tengo, siguiendo, Pedro tus plantas. Si con tu talle me encantas, con tu tibieza me enciendes. PEDRO: Pues ya de mí, ¿qué pretendes? DOROTEA: Quejarme de tu rigor, pues porque te tengo amor bárbaramente te ofendes. PEDRO: Yo me ofendo porque sé que no hay amor tan honesto que no llegue a descompuesto si se trata y si se ve; que aunque Dios conmigo esté, si yo la ocasión que veo no la huyo y la rodeo, moriré muerte civil; porque siempre fue sutil el ingenio del deseo.
A DOROTEA
DEMONIO: Déjale entrar y después hará la ocasión su oficio. DOROTEA: Pues ya que tienes por vicio el amor, aunque cortes, entra a cenar. PEDRO: Pues, ¿no ves que te debo yo estorbar el pecar, y que en entrar, aunque yo me libre a mí, peco, porque doy así ocasión para pecar? DEMONIO: No es pecar cenar aquí habiéndote de quedar. PEDRO: Irme puedo sin cenar. ESPESO: ¡Ay, descenado de mí! DOROTEA: ¿Es posible que de ti no confías algo? PEDRO: No, que un Pedro mejor que yo, sólo por llegarse a ver en ocasión de mujer, a su mismo Dios negó. Estando delante de él fervoroso y impaciente sacó el acero valiente, y a Malco ofendió con el, y en apartándose de él, de una mujercilla al grito negó su nombre infinito aun antes de dar las doce, porque nadie a Dios conoce delante de su apetito. De la ocasión todo nace, y así, quien en ella entra, y con su muerte no encuentra, ese tal milagro hace, y así decidle que trace de dar vida a un cadáver yerto; que entrar a riesgo cierto, y salir libre después, mucho más milagro es que resucitar un muerto. DOROTEA: Pues aquesta noche, ingrato, aunque te pese has de hacer milagros, y una mujer ha de vencer tu recato. PEDRO: Pues, ¿no será más barato dejarte yo? DOROTEA: No será, porque el río en medio está. PEDRO: También hay barca en el río. DEMONIO: (Logróse el intento mío.) Aparte Allegad todos acá. Aquella leña vacía que está de este tronco enfrente era el estribo valiente de la barca que aquí había. Aqui se ataba y torcía la cuerda; pero denantes un viento, con arrogantes impetus, la arrebató, y casi con ella dio en los celestes diamantes. ESPESO: Buen pulso tuvo ese viento. PEDRO: ¡Válgame Dios! ¡Qué desgracia!
Tómele las manos DOROTEA
DOROTEA: ¿Qué desgracia, si en mi gracia hallas tal acogimiento? PEDRO: Señor, de mi pensamiento me librad. DEMONIO: Si Dios quisiera librarte, no permitiera que la barca se quebrara. PEDRO: También otra me emviara, si mi fe lo mereciera; pero no importa, traidor, que ya sé quién puedes ser; que antes de mucho has de ver vencido tu loco error.
A ESPESO
Ven tu conmigo. ESPESO: Señor, ¿adónde vas? PEDRO: A pasar. ESPESO: ¿Cómo si no sé nadar? PEDRO: No importa, amigo, que Dios sabrá pasar a los dos sin nadar y y sin pasar. Sígueme. ESPESO: Vete sin mi, que yo bien estoy acá.
Al irse a entrar sale Cristo en forma de NIÑO Jesús
NIÑO: Pedro, barca tienes ya, tu fe me ha traído aqui. Venid los dos. DEMONIO: ¡Ay de mí! PEDRO: Siempre, Señor, me honráis vos. ESPESO: ¡Tamañino estoy por Dios! NIÑO: Dame la mano. ESPESO: ¡Qué dicha!
Vanse el NIÑO, PEDRO, y ESPESO
DEMONIO: ¡Oh, pesia con mi desdicha! Abrazados van los dos. DOROTEA: Pedro, Pedro. DEMONIO: ¿Qué le llamas, si le lleva Dios al lado. DOROTEA: Ya en la barca se han entrado DEMONIO: Y yo quedo en vivas llamas. DOROTEA: Ya las olas, y las lamas rompe el esquife brillante. DEMONIO: Y yo por no estar delante al infierno voy a huír. DOROTEA: Y yo a tratar de morir desesperada y amante.
Vanse entrambos cada uno por su puerta, y al son de las chirimias se descubre una barca muy linda, el ÁNGEL de la Guarda por barquero, el NIÑO, PEDRO y ESPESO
NIÑO: Ya, Pedro, en la barca estás, que si el demonio rompió una, mi amor fabricó otra que es en la que vas. PEDRO: Mirad, Señor, que haceis más de lo que mi amor pedía. NIÑO: El barquero que te guía es la guarda que te di. ÁNGEL: Señor, partiremos? NIÑO: Sí. ESPESO: ¡Qué música! ¡Qué alegria!
Vuelven a tocar chirimías y parte de una parte a otra la barca y luego se cubre con una cortina

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

El hijo del serafín, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002