ACTO SEGUNDO


Salen don DIEGO y TABACO
DIEGO: En fin, ¿que su padre fue quien a Madrid le envió? TABACO: Y también dicen partió a Nápoles, o quedó en esta insigne ciudad, que es octava maravilla y a quien el orbe se humilla en grandeza y majestad. ¿Cómo vienes de salud? DIEGO: Gracias a Dios, salud tengo; mas con un disgusto vengo que causa al alma inquietud. TABACO: ¿No saliste con el pleito? DIEGO: Sentencia tengo en favor. TABACO: Huye de un pleito el rigor, que yo en la paz me deleito. Más que por los tribunales dejando aparte el dinero de uno en otro consejero presentando memoriales. DIEGO: Mas esto aparte dejando, ¿cómo está doña María? TABACO: Gentil pregunta, a fe mía, aunque la estaba aguardando. DIEGO: ¿Podré verla? TABACO: Lindo cuento. No tiene la religión monja con tal perfección. Es blasón de su convento. En dos años que de ausencia has hecho de esta ciudad, hallarás tal novedad tal mudanza y diferencia que te admires y te espantes. DIEGO: ¿Qué dices? TABACO: Es una santa. Da ejemplo que al mundo espanta. DIEGO: Huélgome que te adelantes en contar un imposible para aumentar mi deseo. TABACO: ¿No lo crees? DIEGO: Si lo creo aunque parece increíble. TABACO: Y a tanto con Dios se aplica que ven, y es negocio llano, como al Serafín Humano sus llagas le comunica en manos, costado y pies, y están impresas de suerte que sólo podrá la muerte borrarlas. DIEGO: De que me des tales nuevas no me pesa aunque en el siglo me holgara hallarla. TABACO: Eso es cosa clara. DIEGO: Servirla mi amor profesa. TABACO: ¿Qué dices? DIEGO: No fuera amor a no emprender imposibles. TABACO: Son pensamientos terribles. Mira qué intentas, señor. DIEGO: ¿Y Teresa? TABACO: ¡Pesia a tal, y qué tecla que has tocado! Es mi amor, es mi cuidado, y pienso será inmortal en mi memoria aunque tiene el hábito y profesó. Que esto es lo que siento yo. DIEGO: Pues a los dos nos conviene, si eres Ulises astuto, para logar nuestro intento que hoy entres en el convento. TABACO: ¿Estás loco? ¡Guarda puto! No prosigas, vive Dios, que aunque perdidos estamos de amor, si tal intentamos que estamos ciegos los dos porque está tan recogida que pienso el sol no la ve. Mira tú, ¿si yo podré, aunque nuestro amor lo pida, hacer tal temeridad? Porque es tal su fama y loa que no ha quedado en Lisboa persona de calidad, ni en Portugal que por verla diligencias no haya hecho y son todas sin provecho. DIEGO: Pues yo no pienso perderla. TABACO: Es admiración del mundo. DIEGO: ¿Que en tanta opinión está? TABACO: A verla dicen vendrá el gran Filipo segundo y el gran duque de Medina Sidonia, general Marte, viene con el estandarte que ya por guión camina de esta Armada y con razón pues todos han dicho ya que buen suceso tendrá si lleva su bendición. Mas, aunque disimulando estoy mi amor, y te confiesa que me muero por Teresa, y estoy aquí suspirando... DIEGO: Pues si llevas un papel y con la respuesta vienes, cincuenta ducados tienes. TABACO: Iré volando con él. Digo que seré Sinón. En todo te serviré, y por tu gusto entraré en Troya el Paladión. DIEGO: Ya sabes que da la huerta del convento con mi casa. TABACO: Ya lo sé. DIEGO: Si amor te abrasa demás que la entrada es cierta verás a Teresa. TABACO: Aplaco con su nombre mi penar. Así la hiciese tomar un polvito de tabaco.
Vanse y salen doña MARÍA, doña JUANA y TERESA, de monjas dominicanas
JUANA: Écheme su bendición, señora doña María, pues vemos que el cielo envía por su amor y perfección tanto bien a este convento y con donde le regala. MARÍA: No hay en él cosa tan mala, esto digo y esto siento. Vuestra merced se levante. No esté delante de mí de esta suerte. TERESA: (No entendí Aparte que esto pasara adelante. Sin pensar he profesado. Mi libertad cautivé. Ya, pobre de mí, ¿qué haré? ¿Qué demonio me ha engañado? Yo, que en aquesta ciudad era la mayor buscona, y no dejaba persona de estado ni calidad que no estafaba y pedía hasta el paje y el cochero, escudero y despensero, y cuando a casa venía las mangas y faltriqueras las traía reventando, y agora, ¿me estén mandando estas urracas parleras? Pues, ¿qué diré de un crüel, ingrato, inconsiderado que aun al torno no ha llegado a recibir un papel? Pero ya tendrá Tabaco por allá otra tabaquera. ¡Ay de la que desespera entre el ayuno y el saco)! JUANA: Mil gracias doy al Señor por ver tan alto milagro. MARÍA: Alma y vida le consagro por tan inmenso favor. JUANA: Quiero, por lo que interesa mi amor, que hicieses agora... MARÍA: Diga, señora Prïora; que no me mande me pesa. JUANA: Doña Margarita, hermana de don Pedro, mi cuñado, en un papel un recado me ha enviado esta mañana diciendo este lienzo llegue al pecho en que está la llaga. MARÍA: Razón es que satisfaga su petición. JUANA: No me niegue tanto bien, que está a la muerte y con don tan singular tendrá por cierto el sanar. TERESA: (¿Quién no mira, quién no advierte Aparte en maravilla tan grande? Todo el lienzo ensangrentado le ha sacado del costado.) MARÍA: Tome y gustaré me mande en cuanto fuere servida. JUANA: ¡Oh, inmenso Dios, que así pagas a tus criaturas! Las llagas nos dan señal conocida que al hermano Serafín igualas. ¡Oh Gran Señor, en la caridad y amor porque ese rojo carmín y ese encendido clavel, que tenéis en pies y manos son testigos soberanos de que divino vergel os hizo, pues lo ha sembrado flores de oro tan precioso vuestro amante, vuestro esposo rendido y enamorado. MARÍA: Gustaré que sola un rato me deje vuesa merced, que tengo que orar. JUANA: Creed que de vuestro gusto trato. Rogadle a Dios que me haga sierva tuya. MARÍA: Yo lo haré pues que tenemos por fe que del corazón se paga. JUANA: Vámonos de aquí, Teresa, pues la ocasión nos obliga. TERESA: De que a la calle no diga sabe Dios lo que me pesa. JUANA: ¿Posible es que no te inclines a la virtud? TERESA: ¡Gentil cuenta! ¿Cómo tengo de ir contenta sin cenar a los maitines?
Vanse
MARÍA: ¿Con qué desvanecido pensamiento un imposible intento? ¿Qué atrevimiento altivo es éste? Pues con él a escuras vivo, ¿en qué me fundo? ¿Cómo tan errado camino y senda tomo? Que fluctúe en el mar veloz nave. ¿Qué mucho? Pues se sabe que impelida del viento levanta crespa espuma al movimiento, y camina ligera la artificiosa estancia de madera. El avecilla simple se sustenta del campo y se alimenta en la región del viento, y se puede decir tiene su asiento, La fiera el monte habita que vidas roba y esperanzas quita. La concha nacarada perlas cría, la mina el oro envía, si bien rústicamente. El sol cada mañana en el oriente nos muestra su luz pura, desterrando la noche triste, oscura. Todo tiene principio, origen tuvo, mas no sé dónde hubo intento como el mío ni tan desatinado desvarío pues quiero en el convento me den de santa venerado asiento. Santa pretendo parecer a todos por diabólicos modos. La vanagloria ha sido quien me venció y está tan recibido que del ocaso a oriente ha pasado la voz de gente en gente. Con un rojo barniz las llagas pinto. ¡Oh, extraño laberinto! Y pico mi cabeza con un hierro sutil cuya agudeza me forma la corona propia de espinas que mi frente abona. Y cuando comunico del costado la sangre --¡vil cuidado!-- la tengo en una esponja. ¡Faltando santa cuando sobro monja! ¡Qué intentos temerarios! ¿Dónde caminan mis discursos varios?
Sale LUZBEL
LUZBEL: Aquí de mi saber no se arrepienta con los discursos que en su mente alienta. No pierda la victoria que de ella me alcanzó mi vanagloria. Invisible la asisto. MARÍA: Un imposible conseguir conquisto.
Al oído
LUZBEL: ¿De qué este sentimiento es de provecho si en pies, manos y pecho las llagas te acreditan, de suerte tal que las sospechas quitan al más sutil sentido? MARÍA: No sé qué aliento mi consuelo ha sido. Venció la vanidad, que hay en mí tanta que ofendo a Dios porque me llamen santa. LUZBEL: Desde el septentrïón al mediodía, y de la Scitia fría al Etïope adusto tu fama ha de volar. MARÍA: ¡Qué inmenso gusto regala a mi memoria con el recuerdo de su vanagloria! Parece que en lo dulce de su estruendo el sueño los sentidos va [...iendo]. Descanse un rato del afán penoso que inquieta la virtud con el reposo. Que después en mis llagas cautelosas pondré las superficies mentirosas.
Recuéstase a dormir en unas almohadas
LUZBEL: Entre varias ideas batallando y en las llagas pensando se ha quedado dormida. Hállese, pues, de mi amistad servida; que así su intento loco satisfago y después le daré su justo pago. Venid presto, pintores, las llagas le poned con sus colores. Ven tú con los pinceles, Vanagloria, que de eterna memoria dé este prodigio al mundo suceso a los mortales sin segundo. Adulación, Lisonja, parezca santa esta engañosa monja. Respétela el convento y tú, Deleite, saca el instrumento.
Salen la VANAGLORIA, la LISONJA, la ADULACIÓN, y el DELEITE, demonios galanes, con tablas y pinceles, y el DELEITE trae una vihuela
VANAGLORIA: Aquí a tu gusto nos tienes. Mira, príncipe, qué mandas. LUZBEL: Que a esta falsa religiosa pongáis de nuevo las llagas, pues cuando ella se las pone de vosotros se acompaña, pues os tiene en su memoria invisibles su arrogancia. VANAGLORIA: Aquí traigo la color que la refina y realza la sangre que vertió Amor en el convite. LUZBEL: Es bizarra. Yo estaba en la mesa entonces. LISONJA: La que yo traigo es de tanta que vertieron en Siquén los hijos de Jacob. LUZBEL: Basta. A Dina incité y creyóme. VANAGLORIA: Y mi tabla es de las tablas que Moisés rompió en el monte, viendo desvergüenza tanta por adorar el Becerro. LUZBEL: Fuertemente se enojaba el tartamudo, pues siendo de piedra, sobre las tablas del Sinaí, piezas las hizo. Deleite, ¿cómo no cantas? Di alguna cosa de gusto. DELEITE: Vaya por el tuyo. LUZBEL: ¡Vaya! Y vosotros entre tanto haced que pintáis las llagas.
Canta el DELEITE
DELEITE: "Quien no se estima en el mundo no le estima el mundo en nada, y el humilde nunca deja que pueda decir la fama". LUZBEL: No prosigas, que ya vienen a mi pesar, de dar gracias al que a mí me las quitó, las religiosas. LISONJA: Pintadas están ya como mandaste.
Salen doña JUANA y TERESA con linterna
JUANA: No sé qué recela el alma de esta religiosa y vengo maliciosa a examinarla. TERESA: También yo a lo mismo vengo. JUANA: Siempre de quedarse trata sola, pero ahora la puerta sin cerrar dejó olvidada. LUZBEL: A examinar su virtud han venido doña Juana y Teresa. Mi cautela quedará así acreditada. Suspenderéla en el aire formando algunas palabras que en sus oídos parezcan que son de ella pronunciadas, con que creerán su virtud.
En las almohadas, como está dormida, se levanta a una elevación y habla como en sueños
MARÍA: ¡Oh, grandeza soberana! JUANA: Hablando está y no podemos ver con quién es. TERESA: ¿Qué más clara su santidad se ha de ver? ¿No la ve que está elevada en el cielo? JUANA: ¡Oh, maravillas de su piedad sacrosanta! De mi intento arrepentida pediré a sus pies postrada perdón. LUZBEL: Pues ya se ha logrado mi intento, a tierra bajadla, porque despierte y su engaño acredite mi esperanza.
Va bajando
JUANA: Inmenso Dios, a tu poder alabe cuanto hay crïado: el ave con rústica armonía y simple solfa, cuando salga el día, os consagre alabanzas pues que vieron el fin mis esperanzas.
En acabando de bajar, despierta y salen las monjas al tablado
MARÍA: ¡Qué dulce rato! ¡Qué apacible sueño de mi memoria ha sido feliz dueño! JUANA: Dichosa he visto cuanto con Dios gana vuestra merced. MARÍA: Señora doña Juana, ¿ya han salido del coro? Soy una pecadora, no lo ignoro, si por poco cuidado esta noche maitines no he rezado. JUANA: ¿Qué maitines, señora, si en el cielo por vuestro amor y celo estáis con Dios hablando? MARÍA: Ya sé que me reñís con pecho blando mi mucha insuficiencia. TERESA: (Yo no creyera tal en mi conciencia). Aparte MARÍA: Descuido grande ha sido, mas que me perdonéis humilde os pido. JUANA: Callemos las grandezas que hemos visto pues ella disimula. TERESA: (Mal resisto Aparte el placer que en el pecho apenas caber puede). JUANA: Yo sospecho que el duque habrá llegado. MARÍA: Yo también le esperaba con cuidado. Señora doña Juana, pienso es hora de ir a rezar al coro. JUANA: Sí, señora, bien es volver al templo. ¡Tal santidad no he visto y tal ejemplo!
Vanse
LUZBEL: Aun burlando me mata. ¡Que trate de virtudes esta ingrata! VANAGLORIA: ¡Notablemente la tienes a esta religiosa falsa, príncipe, en prisión por ser vanagloriosa y liviana! LUZBEL: Yo daré presto con ella, si puedo, en eternas llamas. LISONJA: Todo te es posible a ti. Sólo te faltó la gracia.
Sale por arriba TABACO arrebozado con una manta
TABACO: Como gato por enero que por los tejados anda, vengo sin saber por dónde. LUZBEL: Ya está Tabaco en la trampa. TABACO: ¿Quién Tabaco ha nombrado? ¡Válgame Santa Pelagia, pues de su vida sabemos fue también enamorada! Quiero descolgarme agora. No me hará daño la manta que junto a la noria hallé. Aquí abajo quiero echarla porque no dé el golpe en duro, que podrá ser que de manta aquesta noche me sirva. LUZBEL: ¡Qué contento el necio baja! TABACO: ¡Ah, Teresa, en qué me pones! LUZBEL: ¡Ea, dadle en las espaldas, ministros, la colación por el desacato! TODOS: ¡Vaya!
Danle
TABACO: ¡Válgame Dios! ¿Qué es aquesto? ¡Un Flor Santo [a mí me] valga! No quiero andar por menudo con los santos y las santas. LUZBEL: Dadle otra vez.
Danle
TABACO: ¿Qué es aquesto? Si Dios de aquesta me saca, ¡nunca más! Pero al molino como dicen. ¿Quién me manda por una monja gallega que pienso tiene dos varas de cintura, a verme en esto? ¡Oh, hazaña desatinada! No sé donde pongo el pie. ¡Oscuridad tan extraña pienso que no vi en mi vida! Parece que curan sarna aquí porque huele a azufre. ¡Ah, licor de Ribadavia, quién agora se estuviera metiéndote en sus entrañas! LUZBEL: Haced lo que os he mandado. TABACO: ¡Válgame el cielo! ¿Quién habla que me ve y yo no le veo? ¡Tirando están de la manta! Díganme quién son, señores, si una cortesía hidalga algo puede. LUZBEL: Los demonios. TABACO: ¡Justicia, guarda la gamba! LUZBEL: Por tener atrevimiento de haber escalado casa adonde el culto divino se celebra y le dan gracias a su dueño, os castigamos. TABACO: Señor diablo, ya que es tanta mi desdicha, que no sé quién está aquí, ni quién habla, enséñeme alguna puerta o algún postigo que salga a la calle o campo. LUZBEL: ¡Bueno! Conozco que tiene gana, mas yo no. TABACO: ¿Por qué, señor? LUZBEL: Porque lleve lo que falta. TABACO: ¿Qué falta? LUZBEL: No se apresure. TABACO: ¡De los dos brazos me agarran, y tienden como sarmiento! LUZBEL: ¡Ea, salid! TABACO: ¿A quién llama, señor demonio de bien? ¡Así la Virgen me valga! ¡Que se apïade de mí! LUZBEL: ¡A compás! TABACO: ¿Qué es compás? TODOS: ¡Vaya! TABACO: ¿Vaya? ¿Qué es aquesto? ¡Ay triste! En los aires me levantan. Mantear a un hombre honrado, ¡vive Cristo!, que es infamia. Señores diablos, ¡por Dios!, les suplico que me hagan merced que [ya] descansemos. LUZBEL: Aquí cantando descansan. Dejadle. TABACO: ¡Sí, por su vida! Siendo Tabaco, me para de esta suerte. ¿Y [está] con éstas tan recibido en España? LUZBEL: Estálo en gente perdida de la her[ej]ía y de ignorancia, añadiendo vicio al vicio y disimulando faltas. Váyase, que ya es de día, que aunque está oscura esta cuadra, el sol esos montes dora. TABACO: ¿Por dónde? LUZBEL: Esa es puerta falsa. Tome su manta y camine. TABACO: Sobre esta manta una albarda merezco yo por querer a la monja o la pintada.
Vase
LUZBEL: Él va como ha merecido. VANAGLORIA: Las religiosas aguardan con el estandarte al duque, César décimo en la fama. LUZBEL: Esta armada es contra mí. Yo defenderé mi causa inquietando el mar de suerte que al cielo toquen sus aguas. Derrotaré los bajeles. No quedará vela o jarcia que malograda no vean entre las espumas canas. Verán cerúleos olimpos. Haré a Neptuno que salga de entre sus pálidas ovas de su marítimo alcázar.
Vanse, tocando música de chirimías o clarines y salen por un palenque el DUQUE de Medina [Sidonia], el de VISEO y el de BERGANZA. El [DUQUE] de Medina armado con una estandarte en que vaya pintado un Cristo y las armas reales. Por encima del tablado en una capilla las monjas y abajo un altar con dos velas ardiendo
BERGANZA: A vueselencia, señor, aumente el cielo la vida para ejemplo y para amparo de la cristiana milicia pues vemos en tal sujeto un animoso Leonidas, un Alejandro guerrero, un Julio César, que a Amiclas dijo en la barca, "No temas, aunque en las estrellas frisan las olas, que va contigo mi fortuna." Y dando envidia al orbe, asunto a la fama, la heroica empresa lo diga cuando el buen Alonso Pérez de Guzmán al moro envía el puñal para su hijo desde el muro de Tarifa, hazaña que dando ejemplo en bronce ha quedado escrita. DUQUE: Señor duque de Berganza, no he deseado en mi vida si no es hoy, culto lenguaje. La ignorancia desanima. Y así vuestras alabanzas dejo que el tiempo las diga y la fama en lo futuro, de ser eternas tan dignas. Que vuestros méritos viendo, blasones que inmortalizan, estirpe tan generosa y que a los reyes se arrima. Hable el alma, no la lengua porque se siente encogida de turbada, no el deseo, pues el corazón le anima. VISEO: En todo vueselencia como tan copiosa mina da valor, y honras promete; pues ven que las aguas mismas de la Barra de Sanlúcar con sus lenguas lo acreditan. DUQUE: Señor duque de Viseo, como se ven tan propicias en vos todas las virtudes, ¿qué sirve que yo las diga? No digo más de que viene hoy el Duque de Medina a decir que le mandéis. BERGANZA: ¡Gran señor! VISEO: ¡Mil años vivas! TABACO: Ya la reverenda monja que era ayer doña María, ha quitado el velo al rostro escaseando la vista. DUQUE: Santa mujer, que en el cielo estás, y con Dios habitas por obras, que es imposible que humana lengua las diga, el católico Filipo, Salomón segundo, aspira a la extirpación y muerte de la proterva herejía. Piadoso celo le mueve, cristiano celo le inspira, santo fervor le alimenta, católico ser le incita. La proterva Ingalaterra, con otras rebeldes islas que están al septentrión y el norte en sus hielos mira, con gran parte de Alemania, con fines de Escocia y Frisia, siguen al demonio, dando sacrificios y primicias. Parado cual ha juntado una armada cuya vista causa con horror amor a quien piadoso la mira. Querer aquí referir la religiosa milicia, los bajeles que en el mar tiene el contrario a la vista, cuyas alentadas proas y bien alentadas quillas abren surco donde siembre el grano la fe divina, era contar las estrellas que en el firmamento habitan, olas y arenas del mar, cuando entraran las de Libia. Y así este santo estandarte aquesta devota insignia sobre aqueste altar le pongo a intento que le bendigas. Tu bendición le acompaña que, si con él camina, felice suceso espero y buen fin le pronostican. MARÍA: Dios le haga venturoso. DUQUE: Con eso llevo la dicha segura. BERGANZA: La gente vaya marchando hacia la marina. DUQUE: Ya empiezan a disparar las naves la artillería.
Disparan. Tocan música y vanse
TERESA: Óyeme, señor hidalgo. TABACO: ¿Quién llama? TERESA: La humildad mía, y la que ha dejado el siglo por la ausencia de esa vista. TABACO: ¿Es mi señora Teresa? TERESA: Dijera que era la misma a no estar tan macilenta del ayuno y disciplina. Ya soy en este convento una santa, una bendita. No como si no lo masco. TABACO: ¡Válgame Santa Cecilia! ¡Y qué lástima tan grande! TERESA: Óigame una cosa. TABACO: Diga. TERESA: ¿Es verdad que va a la guerra? TABACO: Pues si soy la valentía misma, ¿tengo de quedarme? TERESA: ¿Por motín se precipita? ¡Jesús, y qué necio es! En poco el vivir estima. ¿Qué me ha de traer de allá? TABACO: ¿El pedir no se le olvida, siendo santa? TERESA: Siendo monja, ¿cómo puedo? TABACO: Santa mía, si Dios a España me vuelve, la traeré cosa de risa: dos franceses empanados, tres ingleses en cecina. Y, porque alentado vaya, écheme una banda o cifra. TERESA: Daréle dos bofetadas, que amor también se confirma. TABACO: Si con tal pieza de leva a Ingalaterra me envías, quédate para fregona. TERESA: Vete, lacayo. TABACO: Adiós, piltra.
Vanse. Sale doña MARÍA con una bujía encendida y unas Horas en la mano
MARÍA: ¿Qué me quieres, pensamiento, si de efecto no ha de ser? ¿De qué te sirve querer hacer en el alma asiento? Bien es verdad que el contento me falta, mas el quejarme ya es en balde, y consolarme imposible. ¿Dónde voy con Horas? Que aun tal estoy que no acierto a persignarme. ¿Toscos y negros chapines he de romper y sufrir, y a media noche acudir desvelada a los maitines? Cuando telas y espolines a la vista el siglo enseña, ¿estoy en celda pequeña, pobre, y en la religión mis mayores galas son dos túnicas de estameña? ¿Quién aquí me cautivó en tan miserable vida? Sea monja una impedida no una mujer como yo. Ya es sin duda que llegó el justo conocimiento. Quiero dejar el convento. Mis años quiero gozar; que es imposible pasar tal disgusto y tal tormento. ¡Oh, si aquel don Juan, mi amante, a quien por seguirle yo este despecho causó, supiese mi amor constante! ¡Que en desdicha semejante me haya entregado al olvido quien fue de mí tan querido!
Sale LUZBEL y mata la luz
Mas ya la luz se me ha muerto. No rezaré aunque no acierto ya por estar sin sentido. Parece que pasos siento. ¿Quién ha entrado aquí? LUZBEL: Yo soy don Juan, que contigo estoy oyendo tu sentimiento. MARÍA: ¡Válgame Dios, qué portento! ¿Es ilusión tu venida? LUZBEL: No hay cosa que a amor impida, pues solamente por verte puse en brazos de la muerte la esperanza de la vida. Cuanto ha pasado he sabido desde que en mi busca fuiste. Y del modo que saliste del mar fiero y atrevido. Mis industrias han podido facilitar este intento. Las paredes del convento salté. A tu celda llegué, donde dichoso escuché tu amoroso pensamiento. MARÍA: Con mi temor--¡ay de mí!-- lucha a un tiempo mi recato. LUZBEL: Sólo de servirte trato. No receles. Si de aquí te quieres salir, en mí hallarás favor, que estoy rendido a ti. MARÍA: Ya te doy crédito. Mira qué quieres. Llévame donde quisieres pues sabes que tuya soy. LUZBEL: A Italia, Francia o Flandes te llevaré por tu gusto. Tenle en todo que no es justo que entre miserias tan grandes estés. MARÍA: Digo que me mandes. LUZBEL: [................. -ura]. Determinarte procura. Desecha todo el pesar que ninguna he de igualar a tus galas y hermosura. MARÍA: Ya de Amor en la cadena estoy rendida y amante. LUZBEL: Y ya en mí el amor constante de mí mismo me enajena. MARÍA: De mi voluntad ordena. LUZBEL: ¡Ay de mí! Que por mi daño, aunque de la luz extraño como jamás la deseo, rompiendo los aires veo con su luz al Desengaño. ¿A darla luz viene, cuando la tengo yo en mi prisión? MARÍA: ¡Cielos! ¿Qué hermosa ilusión viene mi celda ilustrando?
Baja el DESENGAÑO con una hacha encendida de lo alto
LUZBEL: Mira que te estás cansando y en balde tu luz porfía. ¡Y Él que con ella te envía! Di, ¿qué propósito tienes? Vuélvete por donde vienes pues ves que esta prenda es mía. DESENGAÑO: Mujer, huye las tinieblas. Mira que te está llamando para tu bien, dando voces con su luz el Desengaño. Mira que un soplo es la vida y es quien procura tu engaño el demonio, que los vicios te han puesto en tan triste estado. ¡Hola! ¡Hau! Ave perdida, mira que te está llamando el divino cazador como le costaste tanto. Pasará la primavera de tus juveniles años y luego con su rigor vendrá el invierno agostado. No aguardes a que el cabello que iguala del sol los rayos en blanca nieve le veas. MARÍA: ¡Válgame el cielo! Temblando estoy, que éste es el demonio! ¡Jesús! LUZBEL: Es cansarte en vano que la tengo en mi poder. DESENGAÑO: Mientes, soberbio tirano, que yo la daré mi luz, pues para aqueso la traigo. Vuelve en ti, mujer, no aguardes que el transparente alabastro de esa frente apetecida se convierta en nogal pardo. El nácar de estas mejillas, bellos ojos, cerca en arco, no aguardes que en verde gualda las vuelva el tiempo volando. Las perlas de aquesos dientes, el clavel de aquesos labios, se ha de acabar, que esta vida es un sueño momentáneo.
MARÍA esté llorando
Verás en ébano triste el marfil de aquesas manos si a las de Dios no te acoges que te está su amor llamando. Cuando en gustos y deleites goces fiestas y saraos, tocará la muerte al arma que es poderoso contrario. LUZBEL: Vete y déjala. DESENGAÑO: No quiero, que en esto mi oficio hago; pues Dios me ha dado esta empresa y está acabarla a mi cargo. MARÍA: ¡Clemencia, mi Dios, clemencia! LUZBEL: ¡No la verás! DESENGAÑO: Pues, dejando aquí mi luz, la ha de ver.
Hinca el hacha en el tablado y sube el apariencia con el DESENGAÑO
LUZBEL: Fuése, y su luz la ha dejado. Perdido soy. Ya reniego de cuanto en el estrellado globo asiste. MARÍA: A esta luz veo cuán feo que es el pecado. ¡Valedme, Jesús! LUZBEL: Ya es tarde. El cielo te ha condenado. Faltó la misericordia de esperarte. MARÍA: Llorando lágrimas el corazón, pido, Señor, vuestro amparo. Señor, pequé. LUZBEL: ¡Pesia al cielo, el inventor de los psalmos con otro tanto alcanzó perdón de injustos agravios! MARÍA: Déjame tomar la luz, que pues Dios me quiere tanto, quiero serle agradecida. LUZBEL: ¡No has de llegar! MARÍA: ¡Suelta, falso! LUZBEL: ¿Cómo ya de mí te olvidas? MARÍA: Fui engañada con tus lazos y llegó el conocimiento con la luz del Desengaño.
Coge MARÍA el hacha. Éntrase MARÍA por una puerta, y el demonio por otra y dase fin a la segunda jornada

FIN DEL SEGUNDO ACTO

La vida y muerte de la monja de Portugal, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002