LA PROSPERA FORTUNA DE 
DON ÁLVARO DE LUNA

Antonio Mira de Amescua

Texto basado en un manuscrito, no autógrafo (Biblioteca Nacional, Madrid, #17.701) y en la edición príncipe, Segunda parte de las comedias del maestro Tirso de Molina (Madrid: Imprenta Real, 1635). Una edición crítica del texto fue publicada por Nellie Sánchez Arce (México: Jus, 1965). El texto presentado aquí fue preparado por Vern Williamsen en el año 1976. Luego fue editado en forma electrónica en el año 1986.


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Sale RUY López, Juan GARCÍA y HERRERA, vistiéndole, y un PAJE
RUY: ¿Qué hora es? GARCÍA: Señor, las nueve. RUY: A la vejez cualquiera mal se atreve. Tarde me he levantado. Mis continuos achaques lo han causado. Hijos, vestidme aprisa, porque antes que a palacio, vaya a misa. Herrera, Juan García, mucho huelgo de veros, a fe mía. GARCÍA: Tu vida el cielo aumente.
Gritan los pobres diciendo "limosna"
RUY: Amigos, ¿qué se debe a aquesa gente que he sentido allá fuera? HERRERA: Nada, señor, son pobres. RUY: Pues, Herrera, ¿no es deuda y muy debida la limosna que piden, por mi vida? Que nunca el pobre aguarde; la limosna deshace el darla tarde. Dadme capa y espada; que sale alegre el día, y si le agrada salir al campo agora al Rey, nuestro señor, pienso que es hora de verle; que ha tres días que no le vi por las dolencias mías. PAJE: Este papel te envía el Marqués de Villena. RUY: El que solía tener tan gran estado, y agora, con sus libros, retirado, contempla las estrellas adivinando lo futuro en ellas. Sal y cierra esa puerta. Aunque no nos predice cosa cierta la docta astrología, a Enrique consulté la dicha mía, y en éste me responde el fin que a mi vejez el cielo esconde, de varios astros lleno. "A don Ruy López de Avalos el Bueno". Mejor es que lo fuera, y que el mundo este nombre no me diera.
Lee
"Cuando lea vueseñoría este papel, estará con dos criados suyos, los que más quiere (Es verdad); el uno será espejo de la lealtad, y el otro de la traición; el uno causará su ruina y el otro será restaurador de su honra. De ahí a pocos días, entrará en su casa quien le ha de suceder en sus estados y vueseñoría será feliz en sucesión, si desdichado en sus últimos días. Don Enrique" RUY: ¿Qué decís de esto los dos? HERRERA: Que el prudente predomina los astros de luz divina, y sobre todos es Dios. Si voy siguiendo tus huellas, y tus ejemplos seguí, claro está, señor, que en mí han mentido las estrellas. GARCÍA: Si fe al papel se debiera, como a precepto de Dios, me pesara a mí por vos, Álvaro Núñez de Herrera; pues hallándome fïel con Ruy López, mi señor, o vos seréis el traidor, o ha mentido ese papel. HERRERA: Córdoba, mi patria, sabe que jamás agravio he hecho, y el hábito de mi pecho nos dice que en él no cabe semejante deslealtad; y así, es consecuencia mía que el traidor es Juan García, si el papel dice verdad. RUY: Basta, hijos, que señales vencen virtud y prudencia, que esa honrosa competencia os da a los dos por leales.
Sale el PAJE
PAJE: ¡Señor, señor...! RUY: ¡Con qué susto entras! Prosigue. ¿Qué pasa? PAJE: Su majestad entra en casa. RUY: ¡Grande amor y gran disgusto! Buenas albricias mereces; mas no es nuevo para mí que reyes entren aquí; su padre entró muchas veces, aunque ésta me maravilla. A recibirle saldré.
Sale el REY y acompañamiento
REY: Ya no tenéis para qué, Gobernador de Castilla. Condestable, amigo, así se han de visitar los hombres como vos. RUY: Dente renombres de Alejandro, César... REY: Di de Enrique, mi padre, pues a su nombre se es debido más honor. REY: (Gracia ha tenido). Aparte Fue agudeza y verdad es. Hónrame el besar tu mano. REY: Los brazos, padre, te debo. RUY: Otro honor es ése nuevo, nombre es ése soberano. REY: Mi padre, cuando murió, por ser tú el mejor vasallo que en todos mis reinos hallo mi niñez te encomendó. Como a hijo me has crïado, y pues que mi padre has sido y mi ayo, este apellido justamente te ha cuadrado. RUY: Tanto estimo que me cuadre el de súbdito, que aún hallo en el nombre de vasallo más honor que en el de padre.
Habrá un dosel con silla
Sentaos, señor, y reciba honras despacio esta casa; y no es nuevo lo que pasa en ella, que así yo viva, que vuestro padre la honró tres veces, y en esta silla ningún señor de Castilla después acá se sentó. Vuelta ha estado a la pared en señal honrosa y bella, que el Rey se sentaba en ella haciéndome a mí merced. REY: En mí vive el mismo amor. Oíd aparte. RUY: Despejad; que quiere su majestad quedar solo. HERRERA: ¡Gran favor!
Vanse
REY: ¿Cómo no os cubrís? RUY: No pasa esa honra a mi cabeza; porque es tanta la grandeza del estar vos en mi casa, Rey y monarca español, que me deslumbro con ella, y cualquier merced estrella será delante del sol. REY: Cubríos, dadme contento. RUY: No he de ser grande este día. REY: Acabad. ¡Por vida mía! RUY: Obligóme el juramento. REY: Mi padre, a quien llamó el mundo el Enfermo don Enrique, murió cuando daba yo los primeros pasos libres de la vida, dando al reino su muerte lágrimas tristes. Quedé yo muy niño entonces, y mi padre me prohibe que pueda gozar el reino hasta que quince años libres goce, y a vos, Condestable, Gobernador os elige, con otros grandes, mas pues el cielo santo permite que para los quince años medio me falta, suplidle, Ruy López, para que yo estos reinos administre. Hoy a los grandes y al reino esta petición humilde les proponed, Condestable, si en algo queréis servirme, pues a vuestra casa, amigo, sólo a este negocio vine. RUY: A estar, señor, en mi mano, que siempre experiencias hice de vuestra capacidad no fuera hacerlos difícil. ¡Oh, qué bien, qué sabiamente, ya severo, ya apacible, hizo temerse y amarse vuestro padre don Enrique! Acuérdome que una vez cazaba por divertirse en las riberas de Arlanza palomas y codornices, y como todas sus rentas se gastaban en las lides con los moros, pobre estaba, pero no por eso triste. Llega al Rey su despensero, y con turbación le dice que no tiene qué yantar ni crédito con que fíen el bastimento a su alteza. Oblígale a que se quite un balandrán que tenía para que le empeñe y guise algo que coma. Empeñóle; no compraron francolines, una espalda de carnero. ¡Qué pobreza tan insigne! ¡Qué riqueza tan gloriosa! ¡Qué modestia tan felice! Acuérdome que le escucho muchas veces que repite esta sentencia discreta: "Más temo yo, más me afligen las maldiciones del pueblo, que con mucho amor me sirve, que las armas de los moros". Sentencia de rey sublime. Llevósele Dios temprano, porque Dios que nos redime para sí quiere los buenos; perdonad, que bien le quise. Débole el ser, y así el alma por los ojos se derrite en lágrimas si me acuerdo del Enfermo Rey Enrique. Sus memorias me enternecen y estas lágrimas me piden como legítima deuda. ¡Llorad, ojos infelices! REY: Condestable, si en el cielo agora mi padre vive, el mismo amor hallaréis en mis años juveniles. RUY: Así, señor, lo he sentido; mas son afectos gentiles del alma tales efectos y así suelen convertirse en lágrimas. Perdonad. <
Sale el INFANTE de Aragón
INFANTE: Siguiendo los pasos vine de tu majestad. REY: ¡Oh, primo! ¿Qué hay de nuevo? ¿A qué viniste? INFANTE: Una novedad extraña le traigo a tu majestad. REY: Infante, ¿qué novedad? INFANTE: Que está en los reinos de España el Pontífice romano, porque juntándose van a Concilio en Perpiñán con un hijo de su hermano. Ésta escribe para ti. REY: Yo lo agradezco y estimo. Abrid vos la carta, primo. INFANTE: Su santidad dice así:
Lee
"A nuestro muy caro y amado hijo, el Rey de Castilla, don Juan el Segundo. Los cuidados y diferencias en que está la Iglesia romana por la elección de tres Papas, me han traído a España a hacer concilio para unirla y concertarla. De todo doy aviso a vuestra majestad, a quien envío a don Álvaro de Luna, mi sobrino, para que le sirva. De nuestro palacio. Benedicto Décimotercero" REY: ¿Qué os parece, Condestable? RUY: Que en vuestro palacio viva ese mancebo y reciba con rostro alegre y afable vuestra majestad, porque es hijo de un gran caballero. REY: Hacer vuestro gusto quiero. RUY: Mil veces beso los pies de tu majestad, señor. Siendo del Papa sobrino, lisonja os hizo si vino buscando vuestro favor. REY: Entre don Álvaro.
Salen don ÁLVARO y PABLILLOS
PABLILLOS: Luna, tu norte he de ser; ya sigo tu luz. ÁLVARO: Entre Dios conmigo.
Santíguase
PABLILLOS: Entre tu buena fortuna, y no hagas por desdichas reverencias con corcovos; encomiéndate a los bobos que son dueños de las dichas. INFANTE: Álvaro, besad la mano a su majestad. ÁLVARO: Los pies besaré al Príncipe que es más ilustre y soberano. REY: Levantad. ¿Cómo ha venido el Papa? ÁLVARO: A España ha llegado con salud y con cuidado. Esta cisma le ha traído REY: En la suya me da aviso de vuestra virtud, y aquí quiere que os valgáis de mí. ÁLVARO: Sí, señor, y bien me quiso. REY: ¿Cómo le dejáis? ÁLVARO: Por ser crïado vuestro; que así seré más de lo que fui. REY: Ya os tengo que agradecer. ÁLVARO: Natural inclinación es pretender vuestro aumento. No pido agradecimiento. REY: ¿Cómo, siendo de Aragón vuestro padre, habéis dejado vuestra patria? ÁLVARO: Fue copero del Rey Enrique el Tercero y cuatro villas le ha dado, porque mi abuelo sirvió con la hacienda de importancia cuando Enrique pasó a Francia y en Aragón le venció el Rey don Pedro. REY: Vos dais muy buena cuenta de todo y por vuestro honrado modo deseo que me sirváis; y creo que acertaréis porque ya se han confrontado nuestras sangres y he pensado que buen vasallo seréis. ÁLVARO: Felicidad será mía el saberos agradar, que no se puede alcanzar si no es con dicha. PABLILLOS: ¿Qué día podré yo besar la mano de tu majestad, señor? REY: ¿Quién es? ÁLVARO: Un loco. PABLILLOS: ¡Qué error! ÁLVARO: ¡Qué necio! PABLILLOS: Muy cortesano estáis; muy introducido os veo. ¡Gentil desprecio! Fui vuestro ayo, y ya soy necio. Caí como habéis subido. REY: ¡Qué ingenio tiene! PABLILLOS: Ya el modo de mi ingenio te prevengo. Estos arbitrios que tengo son el remedio de todo:
Saca papeles y lee
"Arbitrio para que el Rey de Castilla sea Rey de Granada, de Aragón, de Navarra y de Portugal, de los antípodas y nuevos mundos. "Arbitrio para que Manzanarillos compita en corriente con el río Nilo, horror de cocodrilos. "Arbitrio para que no se halle un necio por un ojo de la cara aunque sea menester para una medicina. "Arbitrio para que en España no haya pecados, ni falta de dineros, sino que todos sirvamos a Dios y estén ricos. ¡Hay grandes arbitrios! REY: Alguno de ellos, amigo, será forzoso saber. PABLILLOS: Como el premio llegue a ver, a declararlos me obligo.
Vanse don ÁLVARO y PABLILLOS, y dice el REY, yéndose
REY: No os olvidéis, Condestable, de lo que os pido. RUY: Señor, serviros debe mi amor. REY: ¿No es, primo, muy agradable don Álvaro? INFANTE: Y ha de ser hombre prudente y sagaz. RUY: (Mas, ¡si fuese este rapaz Aparte el que me ha de suceder!)
Vanse y salen la INFANTA y doña ELVIRA
ELVIRA: El Infante de Aragón hoy me ha escrito este papel. INFANTA: No habrá finezas en él sino loca presunción. Inquietos príncipes son mis primos. Pues, ¡qué te escribe? ELVIRA: Dirá que amándote vive. INFANTA: Luego, ¿tú no le has leído? ELVIRA: Agora le he recibido. INFANTE: ¿Qué mujer cuerda recibe papel del Infante; que es quien me enfada cada día? ELVIRA: Temí la descortesía. INFANTA: Hazle pedazos, no des crédito a antojos. ELVIRA: Después, ¿qué responderé al Infante? INFANTA: Que deje de ser amante,
Rasga el papel
o que aprenda urbanidad; que es libre mi voluntad y es su término arrogante. ELVIRA: ¿Cómo rompes impaciente papel que no es para ti? INFANTA: Pues, si fuera para mí rompiérale solamente sin que la mano insolente que le escribió se rompiera.
Sale el INFANTE
INFANTE: Tan atrevido no fuera, ni tan dichoso contigo, que mereciera en castigo lo que por favor tuviera.
Salen el REY, don ÁLVARO, RUY López y gente
REY: ¿Dónde, Infanta? INFANTA: Al cuarto voy de la Reina, mi señora. REY: Conoced, hermana, agora, a don Álvaro, a quien hoy su tío, el Papa, ha envïado a servirme, y yo deseo honrarle mucho, que creo que ha de ser bien empleado. Miradle bien, que me hallo tan inclinado a su amor que no le tendrá mayor ningún rey a su vasallo.
Vanse el REY y RUY López
ELVIRA: (Quiero mirar muy atenta Aparte esto que el Rey encarece. Buen talle tiene, y parece que majestad representa su aspecto con bizarría. Con dicha en palacio entró, pues que con el Rey halló siglos de amor en un día). INFANTA: Huelgo que el Rey, mi señor, se sirva de vos y espero que como buen caballero mereceréis su favor.
Vase la INFANTA
ELVIRA: Luna sois, palacio os vea siempre con luz no eclipsada. Feliz ha sido la entrada, así la salida sea.
Vase ELVIRA
INFANTE: Don Álvaro. ÁLVARO: Mi señor, ¿qué me manda vuestra alteza? INFANTE: Ampare la sutileza tu ingenio del grande amor que tengo a la Infanta. Creo que has de ser favorecido tanto del Rey que excedido halles tu mismo deseo. Si haces mis partes desde hoy, con prudencia y con recato, de que nunca seré ingrato palabra y mano te doy. Yo te prometo, yo juro de ser tuyo si encamina esto tu industria. ÁLVARO: ¿Adivina vuestra alteza lo futuro, o burla de mí? ¿Qué fuente en los abismos del mar no ve morir y atajar el cristal de su corriente? ¿Qué luz de breve farol o qué centella atrevida tiene aliento, tiene vida, si está delante del sol? Yo, fuente, ¿puedo tratar misterios del oceano? Yo, centella, ¿al sol humano podré nunca aconsejar? INFANTE: Vanas retóricas son las de la modestia, amigo. Sí, podrás, y yo me obligo de nuevo a tu pretensión. Tú podrás lo que deseas: vencerás humanas suertes.
Vase el INFANTE
ÁLVARO: Plega a Dios que en eso aciertes aunque tú ingrato me seas.
Sale el REY
REY: Álvaro, poco me quieres, pues sin mí puedes estar cuando te vengo a buscar. ÁLVARO: Mi propio ser, mi Rey, eres, y poder estar sin ti es querer que el sol esté sin la luz que en él se ve. REY: Pues, ¿cómo huyes de mí? ÁLVARO: Humildad, no desamor me detiene. REY: ¿Y osadía no te da la amistad mía? ÁLVARO: Mucho alienta tu favor. REY: Como tienes poca edad, como yo, fuerza es tener tu amistad. ÁLVARO: ¿Favorecer a un crïado es amistad? No, señor, no dé tal nombre tu majestad al favor. REY: La amistad nace de amor. ÁLVARO: Siendo desigual el hombre que el favor recibe, es llano que no es amistad, y así... REY: En fin, yo te quiero a ti, y tu pensamiento es vano. Siéntate y dime qué damas viste más bellas. ÁLVARO: Señor, sentarme será favor desproporcionado. REY: ¿Llamas desproporción el hacerte yo favor? Siéntate aquí. ÁLVARO: ¿Qué dirá, señor, de mí quien me viere de esta suerte? REY: Nadie nos ve, y así digo que no es ajeno de ley que por ser un hombre rey tener no pueda un amigo. Siéntate. ÁLVARO: Obedezco, pues, y digo que sólo agora con la Infanta, mi señora, vi una dama. REY: Elvira es Portocarrero, y es hija del señor de Moguer. ÁLVARO: Ella, ya nacido de mi estrella, o para que yo cobija mi arrogancia, si desea, altivez demasïada, me dijo, "Feliz entrada; así la salida sea". REY: ¡Donosa bachillería! Si tú en mi gracia has entrado, no temas que pueda el hado quitarte la gracia mía. Préciase Elvira de ser quien todo amante acobarda. ¿Qué te pareció? ÁLVARO: Gallarda. REY: Es muy hermosa mujer.
Sale RUY López y túrbase de verlos
RUY: (Hablando está el Rey don Juan Aparte con don Álvaro de Luna, que a sus pies está sentado; privará con él, sin duda. La juventud de los dos sus nobles ánimos junta, que no siempre la razón contradice la Fortuna. Niño el Rey, Álvaro joven, que sobre el labio las puntas del vello de oro se muestran, aunque en la barba se encubran, claro está que han de tener amistad. Siempre son unas nuestras acciones humanas, aunque con la edad se ocultan. Lo mismo pasó por mí. Muchas veces fueron, muchas, las que yo estuve sentado entre las alfombras turcas de la cámara de Enrique a sus pies, que sus hechuras tiene cada rey, y quiere parecer a Dios, y gusta de hacer de nuevo los hombres a su imagen. Las profundas y cristalinas corrientes de los ríos, que procuran llegar con ansias al mar y una vez montes inundan otras valles, otros prados, pero siempre el agua es una. Varios climas va ilustrando el sol, con sus trenzas rubias diversas cosas lumina, nuevos hemisferios busca, y siempre es una su luz. De esta suerte es la Fortuna: siempre corre, siempre vuela, siempre adelante, atrás nunca; nuevos campos fertiliza, nuevos caminos procura, nuevas hechuras levanta que son imágenes suyas agua y sol. Quiero escuchar lo que dicen). REY: La más pura fe y amistad que los libros en sus historias ocultan, Álvaro, ha de ser la nuestra; y en reinando, te asegura mayores honras mi pecho, como lo verás. ÁLVARO: Quien usa de ese favor que le has dado, harto ha merecido. REY: Injurias, Álvaro, mi grande amor. Si tú fueras, por ventura, rey, ¿qué me dieras a mí a quererme? ÁLVARO: Fuera tuya mi potestad, fueras rey; yo fuera una estatua muda a tu voluntad. Mi ser al tuyo pasara y juntas nuestras dos naturalezas, parecieran ambas una; y así, no te diera nada porque fueras la absoluta potestad del reino y mía. REY: Que así de darme te excusas... ÁLVARO: Hiciérate Condestable de Castilla, fueran tuyas Arcos, Arjona, Ladrada, Ribadeo y Villaescusa, Aillón, Betanzos, Vivero, Montalbán y Villarrubia; fueras conde, marqués, duque. RUY: (Amagos son estas burlas Aparte de los sucesos del tiempo; sin malicia y sin industria le ha dado rapaz mi hacienda. ¡Ay, del pobre que lo escucha si hubiera de ser verdad! Las puertas estaban juntas; hacer quiero que las abro). ÁLVARO: ¿Quién entró agora? REY: ¿Te turbas? ¿Qué tienes? ÁLVARO: Me vio sentado Ruy López. REY: Pues disimula. ÁLVARO: Digo, señor, que el halcón con sus engañosas puntas de la garza se remonta. RUY: (¡Qué bien la plática muda!) Aparte Señor, ya traté en las cortes que los seis meses se suplan y que reines luego. REY: Y pues, ¿qué fue la respuesta suya? RUY: Parece al reino, señor, que siendo una ley tan justa la que dispone la edad, que reprimas y que sufras los deseos de reinar, pues falta poco. REY: ¿Quién duda que por mandarlo vos todo me ponéis tales excusas? Sois Gobernador del reino, y haráseos de mal, y es mucha esa ambición, Condestable, en una vejez caduca. RUY: ¡Vive Dios que no he podido hacerlo porque se juzga a liviandad el intento! Rey don Juan, ¿cómo me culpas, cómo dudas de mi amor? (Moriscas escaramuzas Aparte no temí como a este niño. Alguna deidad oculta vive en los reyes). ÁLVARO: Señor, siempre en los ayos se culpa la severidad; mas ellos el bien del público buscan. REY: ¿Quién os mete a vos en esto? Mucho sus cosas me injurian. RUY: ¡Señor...! REY: ¡Basta, Condestable! ÁLVARO: (La lengua suspendo muda; Aparte quédome sin ir con él). REY: ¡Álvaro! ÁLVARO: ¿Señor? REY: Escucha.
Vase el REY
ÁLVARO: Yo le quitaré el enojo. Condestable, con industria. RUY: Obrar bien es lo que importa, don Álvaro; no me turban accidentes, que Dios tiene en su mano la Fortuna.

FIN DEL PRIMER ACTO

La próspera fortuna de don Álvaro de Luna, Jornada II  


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002