ACTO TERCERO


              Adentro suena un clarín y diga PEDRO 
 
PEDRO:         ¡Vuelva, canalla!  ¡Que vuela
            entre las espumas blancas 
            el enemigo bajel!      
 
Tocan otra vez y parece un esquife con ÁLVARO, FERNANDO y CLEMENCIA
FERNANDO: Ya nos viene dando caza el Cosario que nos sigue. Ya con fieras amenazas cobra soberbio dominio sobre el imperio del agua. Padre, ¿qué habemos de hacer? ÁLVARO: Si les pides a mis canas consejo, que no rindamos será el de más importancia. FERNANDO: Fue, si te pedí consejo, porque con él me animaras; que alientan dos pareceres la más cobarde esperanza. ¿Qué esperamos de rendirnos sino mayores infamias cuando es hermoso el morir entre las sangrientas armas? Si yo esperara victorias, ¿temiera ajenas ventajas? Mas para que honrado muera, es menester que las haya. La suerte echó la Fortuna; amor y honor son las causas para que el mar nos sepulte en monumentos de plata. Clemencia, el tálamo ilustre, asido a tus esperanzas, se trueca en túmulos negros sobre estas humildes tablas. ¡Llegue el bárbaro de Libia! ¡Deja el remo! ¡Amaina, amaina! Que suele dar el que espera, temor al que le amenaza. ¡No temáis, padre y esposa, que yo solo en la batalla seré el imán de sus flechas y la esfera de sus balas! CLEMENCIA: ¡Mira, señor, que se acercan y al fiero son de las cajas burlan tu inútil valor! Considera que te engañan laureles de fama incierta y que jamás los alcanza quien desesperado muere porque del vivir se agravia. Valiente es el que resiste atropelladas desgracias, y por cobarde se cuenta quien muere por excusarlas. Y ya que dar determinas por testigos a las aguas de tu muerte, basten ellas que vieron tragedias tantas. No esperes, siendo posible, que no sin aliento caiga sobre tu pálida frente de sangre propia manchada. Y, pues yo, Fernando, he sido el Jonas de esta borrasca, arrójame al mar soberbio. Tendrás segura bonanza. ¡Mira que llegan! FERNANDO: Si piensas que como sirena encantas, taparé, como otro Ulises, los oídos que te engañan si escuchan suspiros tiranos entre amorosas palabras. Y tú, noble padre mío, que excedes a las desgracias de Troya, pues cuando Eneas la miraba ardiendo en llamas, libró a su padre en los hombros, que eternos hace la fama; mas los enojados cielos multiplicando venganzas, cuando dan paso en el fuego nos le han cerrado en el agua. No hay donde escaparte puedas. No hay, como en Troya, montañas; que en montes de rica espuma sólo pensamientos pasan. Ya el cosario bergantín, que los cristales quebranta, con voces atemoriza y con remos nos alcanza. El bárbaro capitán desafía entre las armas al sol con nubes de plumas sobre montes de bengalas. ÁLVARO: ¿Qué intentas, Fernando? FERNANDO: Padre, si los nobles se acobardan, ¿qué dejas a los que tienen pecho humilde y sangre baja? ¡Yo he de morir como noble! PEDRO: Aborda! ¡No se nos vaya la presa!
Suena [un] clarín; parece el bergantín de los moros y PEDRO de moro con rodela y espada
FERNANDO: ¡Válgame el cielo! ¡La ilusión es fantasma que representa el temor! PEDRO: Perro cristiano, ¿qué aguardas? ¿Con qué poder te defiendes? ¿Con qué favores te amparas? ÁLVARO: Éste, ¿no es mi hijo? ¡Cielos! PEDRO: Mas, ¿cómo mi intento alcanzas? ¿Quieres por no ver tu afrenta rendir a mis pies el alma? Yo te cumpliré el deseo. FERNANDO: Bien te acuerdas que en las playas de Valencia, cuerpo a cuerpo, pude templar tu arrogancia y entonces eras cristiano. Mira, agora que te falta la luz del sol de justicia, si podré vencer tus armas. PEDRO: ¡El renegado Hamete desde hoy los hombres me llaman y el sol de Clemencia puede darme su luz soberana! Pelean [PEDRO y FERNANDO] ÁLVARO: ¡Hijo de mi vida, espera! Mira que un león se agravia si entre corderos humildes muestras las sangrientas garras. ¿Qué furia es la tuya, Pedro? Tu misma sangre derramas, que para empresas mayores por fuerza ha de hacerte falta. Y cuando mezclar pretendas la furia a las amenazas, vuelve a tu padre los ojos que besa humilde tus plantas. Acerca más el bajel; verás que los pies te bañan lágrimas de un padre humilde que duras peñas ablandan. Pero si el sol verdadero, eterna luz de las almas, deja en tinieblas la tuya, nieve y hielos te acompañan. ¡La dureza de tu pecho vence las sierras más altas que en las ausencias del sol las cercan nubes heladas! Vuelve a confesar a Cristo, que de laureles y palmas, desde la cruz donde muere, te está ofreciendo guirnaldas, y denme la muerte luego tus animosas escuadras; partirá mi alma contenta a la soberana patria. PEDRO: Si me soltó de su mano Cristo y sin fe ni esperanza le niego la reverencia, en vano piedad aguardas de mi furia. Niega a Dios mi lengua desesperada, ¿y no negará a mi padre? ¿Para qué hijo me llamas? ¡Moros, rompedle aquel pecho entre puntas de alabardas! Verá el mundo a lo que llega la colérica venganza de la ingratitud de un padre. ¡Con acciones inhumanas seré el hijo más crüel que vio el tiempo ni la fama! ¡Mas dejadles, esperad! Ya que a los hombres espanta mi crueldad, a las mazmorras de Argel pretendo que vayan. FERNANDO: ¡Primero, infame español, que ofensa a mi padre hagas, verás un monte de acero sobre esta pequeña barca! ÁLVARO: ¡No te defiendas, Fernando! CLEMENCIA: Esposo, el valor te engaña. Rinde el pecho a la Fortuna inconstante, ciega y varia. PEDRO: ¿Esposo en presencia mía a un hombre cobarde llamas? ¡Nuevas venganzas me animan! ¡Bárbaros celos me abrasan! ¡Echa el ferro! ¡Llega, aborda, que el fuego y celos del alma han de abrasar en un punto aguas, hombres, cielos y barcas! ÁLVARO: ¡Pedro! PEDRO: ¡Hamete es mi nombre, perros! FERNANDO: ¡Que tantas desgracias no tengan fin! PEDRO: ¡Hoy, Argel, será mi heroica venganza!
Aquí se juntan las barcas. Entra PEDRO en la barca de su padre y la vence. [Vanse. Salen el] REY y TRIGUEROS
REY: Zulema, estoy tan corrido que entre mi enojo y mi enfado, quisiera haberme engañado para no haberlo sentido. Pero de suerte vencí las dudas que se ofrecieron a los ojos, que sirvieron de mayor crédito en mí. Aquel muchacho cristiano... ¿sabes quién digo? TRIGUEROS: Ir delante. REY: Me dejó más ignorante del bien que pretendo en vano. TRIGUEROS: Pues, ¿qué querer preguntar, si cuando estar satisfecho, andar buscando el provecho y el pisadumbre boscar? Cuando engordar el cochino, tocino esperar después; y el cabar el vinas es para que agardamos vino. Perdonar si le traemos ejemplicos de cristianos; que cuando tener al manos, más que el mosqueto bebemos. E prosiguiendo, sonior, el resposta que querer del bien Zolema saber. REY: (Hace la pregunta Amor). Aparte Juzgué, con nuevos desvelos, mujer a Félix, de suerte que el sol, si a mirarlo advierte, me daba en los rayos celos. Habléle y me respondió como oráculo confuso, pero en las dudas que puso, mi fuego se declaró; que basta la aprehensión de que femenil belleza le ha dado naturaleza para aumentar mi pasión. ¡Qué ya con amor gentil mira que en tanto esperar se ha visto un mozo adorar a una imagen de marfil! Dime si es Félix mujer, si pretendes mi favor, para que pase mi amor del conquistar al vencer; porque el amor bien nacido no admite al alma arraigado ni en los desdenes enfado, ni en las ausencias olvido. Robáronle los cristianos, pero ya me le promete el valor del nuevo Hamete que surca esos mares canos. TRIGUEROS: Sonior, cozas que tener los créditos de openión, nunca dar bona razón; nunca él verdades saber. Decir el fama que ardendo Fénix dar volta a vivir; ser grande embuste e mentir, que nadie pode estar vendo. Hombre que alzar el segura e los estrellas mirar le hacer por le enganiar, ser openión mal segura. A Espania ver de mil modos; donde es como el frailesicos, Alá les ver de moricos, e ser emboste por todos; Al fin estar openión; mas lo que poder palpar, nunca es bono el preguntar. Necios el preguntas son. Cuando amores estar frescos, le podes satisfacer. REY: ¿Pues cómo lo puedo ver? TRIGUEROS: ¡Quetar el cinta al gregüescos! REY: ¡Ah, cristianos, cuando os doy la libertad que buscáis, mis ofensas procuráis! ¡Furioso y amante estoy! ¡Viva Alá, que si al mar salgo, que con amenazas solas envuelva en fuego las olas! TRIGUEROS: (¡Mucho me mira este galgo, Aparte y temo que si emperra, ha de echarme el diente a mí). REY: ¡Qué tan desdichado fui en ser tan corta la tierra; que si tardaran un día de hallar defensa en el mar, su muerte supiera dar venganza a la ofensa mía! TRIGUEROS: ¿Qué temer cuando ir Hamete en so bosca en bergantín más que el vento? REY: ¡Dulce fin a mi esperanza promete! El cielo le dé favor cuando a las manos llegare. TRIGUEROS: (¡Y plega a Dios que no pare Aparte hasta Madrid mi señor!) REY: ¿Qué dices? TRIGUEROS: Que vosancé sanar de pecho el postema. REY: Oye mi intento, Zulema. Salen la Infanta [CELAURA] y COSARIO COSARIO: ¿Ansí desprecias mi fe? ¿Ansí un amor tan valiente que entre abrasados desvelos vence penetrando cielos la esfera del sol ardiente? Tu ingrato desdén admiro si pueden ganarte el gusto diamantes del indio adusto entre púrpuras de Tiro; si los ópimos metales que Arabia en sus venas cría, perlas que del alba fría en nácares orientales, ¿cuánto más valor tendrán alma y corazón rendidos que metales sin sentidos que sin méritos te dan? CELAURA: Aunque por bajo interés juzgas mi real decoro, nácares, púrpuras y oro despreciados de mis pies les diera de mejor gana. Mira, ¿es mi amor lo que medras? ¡Mejor lugar a las piedras que a tu pretensión liviana! Cuando me hablas, me ofendes. Cánsasme cuando me miras, me hielas cuando suspiras, me enojas cuando pretendes; que lo que cielo parece, en llegándose a querer, viene luego a parecer infierno si se aborrece. TRIGUEROS: Consoltar el agoreros y saber si le encontramos [a] Hamete. REY: Bien dices, vamos. Sale un MORO MORO: Cuando volarán ligeros, por quebrantadas espumas, más que del sol los caballos bastará Hamete a alcanzallos haciendo los remos plumas. La presa en palacio tiene. REY ¿Tanta dicha merecí? TRIGUEROS: (¡Qué este perro baharí Aparte con estas nuevas nos viene!) CELAURA: Harto más bien granjearas mi amor, que sin fruto esperas, si por los cristianos fueras. COSARIO: Cuando tú lo imaginaras, fuera poco atravesar. CELAURA: No entiendo de atravesías. REY: ¡Dulces esperanzas mías que os he venido a lograr! Pídeme albricias. TRIGUEROS: ¿Querer que yo por ti le pedemos? MORO: Sí. TRIGUEROS: Pues peder que le demos milión de azotes por ver si romper saco el codicias. REY: Por tan agradables nuevas, muy poco ha de ser si llevas todo mi reino en albricias. Salen PEDRO, FERNANDO, CLEMENCIA y el padre [don ÁLVARO] FERNANDO: En nuestra adversa fortuna estimo más tu favor que la vida. CLEMENCIA: De mi amor no esperes mudanza alguna. PEDRO: Como el imperio quebrantas del mar que soberbios cría, hoy los esclavos te envía lisonjeros de tus platas, pues obediente y fïel tantos miedos les enseña que se les convierte en peña [los remos] de su bajel. Perdió la esperanza y brío, pues entre asombros y penas, fueron las otras cadenas hasta que llegase el mío; que aunque este valor profesa para que Marte se asombre, no le repetí tu nombre, por coger viva la presa. Déjeles hacer alarde de algún valor porque el mar se corriera de aguardar una lisonja cobarde; y si con obras te obligo, pido que de estos cristianos quede la presa en tres manos y en las mías el castigo; que aunque venzan en crueldades las tiranas monarquías, yo sé que en viendo las mías, serán las tuyas piedades. REY: Tan bien mi gusto dispones, que dejo a tu voluntad la clemencia y la crueldad. PEDRO: Ya moriréis en prisiones. ¡Llevadlos a donde sientan mi vengativo furor! ÁLVARO: Por ser de un hijo el rigor, no lastiman, sino afrentan las desdichas de mi hado. ¿Posible es que padre he sido de este monstruo? ¡Estoy corrido de ser yo quien le ha engendrado! TRIGUEROS: Sonior capetán, dejar a Zulema el presioneros. PEDRO: A ti te importa, Trigueros, no disgustarme. TRIGUEROS: Caliar e ver como obedecemos. Vejo, al mazmorra venir, que bronce no ha de sentir tan lastimosos extremos. (¡Juro a Dios que es un bellaco Aparte mi amo!) ÁLVARO: Félix, adiós. CLEMENCIA: Él vaya, padre, con vos. ÁLVARO: Mal mis lágrimas aplaco; ¿de qué bárbaros se cuenta que algún hijo hiciese tal? Mas, ¡ay de mí! que mi mal no es desdicha, sino afrenta. CLEMENCIA: ¡Fernando! FERNANDO: Clemencia mía, sólo temo tus mudanzas. CLEMENCIA: Si yo lograse esperanzas como firmezas podría, bien te quitara el recelo que de mi mudanza tienes. FERNANDO: Dichosamente previenes a mis penas el consuelo. Dios te guarde. CLEMENCIA: Y Él te anime. Llévales TRIGUEROS [a don ÁLVARO y FERNANDO] REY: Félix, escucha. CLEMENCIA: Señor, ¿qué mandas? CELAURA: Este favor, ¿quién habrá que no lo estime? Ansí, ¿cuánto, capitán, queda el premio que merece tu valor? (¡Mi fuego crece!) Aparte REY: ¿Pues disfavores se dan a un rey? CLEMENCIA: Por disculpa honrada se puede admitir, señor. CELAURA: (¿Cómo le diré mi amor?) Aparte PEDRO: (El alma tengo turbada; Aparte que mira el rey a Clemencia con cuidados de mujer). CELAURA: Déjala favorecer cuando estimo tu presencia; y advierte que has granjeado prendas de amor en mi pecho. COSARIO: Mayores daños sospecho si el alma no se ha engañado).
Han de estar en este punto en hilera. Primero CLEMENCIA y luego el REY y luego PEDRO; después la Infanta [CELAURA] y a su lado el COSARIO
CELAURA: (Con el muchacho cautivo Aparte fingiré tiernos amores. ¡Tenga aparentes favores Félix!) REY: (Mi gloria apercibo Aparte si le descubro a la infanta quién es, porque una mujer sabrá templar y vencer tal rigor, dureza tanta). Ya, Celaura, tuyo es Félix, regálale mucho, y la ocasión... PEDRO: (¿Esto escucho?) Aparte REY: ...yo te la diré después; que merece este favor. CELAURA: Y a mí me ayudan los cielos. (¡Abrasarle tengo en celos Aparte del cautivo!) PEDRO: (Ya el furor Aparte me ciega. De mi presencia el bien me quiere quitar). Señor, dejadme hablar a Félix. CELAURA: Ya no hay licencia. (Celos del cautivo tiene; Aparte obrando está mi desdén). Vámonos, Félix. REY: (¡Qué bien Aparte con mis intentos conviene! Parece que ha conocido su femenil rostro hermoso). COSARIO: (Ya vivo menos celoso Aparte y estoy más arrepentido. Engañéme, que antes veo que la infanta le desprecia). Vanse el REY y COSARIO CELAURA: (Hoy a su arrogancia necia Aparte ha de vengar mi deseo). Félix, mira que has de ser secretario de mi pecho. PEDRO: (Que le está hablando sospecho Aparte por el rey). Fiera mujer, mira que al cielo le quitas la luz, la fuerza al amor. ¿Quién te ha enseñado el rigor con que a las fieras imitas? (Tercera es del rey. ¡Ah, cielos! Aparte ¿Cómo ansí me atropelláis? CELAURA: Ansí os haré que sepáis lo que lastiman los celos. PEDRO: (Pierdo el alma por ganar Aparte una adorada mujer, y sintiéndola perder, no he de saberla cobrar. Si nunca el Amor guardó decoro al mayor estado, siendo yo el interesado, ¿por qué he de guardarlo yo? ¡Muera el rey que a mi furor le dan, si pesa a los cielos, desesperación los celos y atrevimientos Amor!) Vase [PEDRO] CELAURA: Félix, si tu dueño soy, mandarte puedo de veras. Yo te mando que me quieras. CLEMENCIA: Palabra, infanta, te doy de obedecerte y ansí ya te he empezado a querer. CELAURA: (¡Oh, si nos pudiera ver Aparte aquel ingrato! ¡Ay de mí, que con arte y con engaños solicito el ser querida!) Vuelve a la puerta [PEDRO] PEDRO: (Clemencia es ya conocida. Aparte ¿Qué busco? ¿Más desengaños? ¿Para qué quiero escuchar lo que en mi daño ha de ser?) CELAURA: Mi Félix, ¿me has de querer? CLEMENCIA: No querer, pero adorar. CELAURA: ¿Y si Hamete lo escuchase? (Mas allí le he visto. ¡Cielos, Aparte caiga un rayo de estos celos que le deshaga y abrase!) Mi Félix, yo te confieso que quise a Hamete; mas ya sólo tu beldad me da dulce amor. Sólo profeso darte gusto y adorarte. ¿Serás mío? CLEMENCIA: Eternamente. CELAURA: (¡Dichosa yo si lo siente!) Aparte PEDRO: (Amor, no debo culparte. Aparte La infanta no solicita a Clemencia por el rey). CELAURA: Tendrás amor. ¿Tendrás ley si la tengo yo? CLEMENCIA: Infinita. PEDRO: (Ella pensando que es hombre, Aparte o como a Félix la adora, o finge que la enamora por darme celos). CELAURA: ¡Asombre tanto amor mares y cielos! CLEMENCIA: (¡Y asómbrelos mi desdicha!) Aparte CELAURA: (Él nos oye; haga mi dicha Aparte que nazca amor de estos celos). PEDRO: (Ella quiere amartelarme; Aparte y para dar a entender que no es Clemencia mujer, celos finjo). CELAURA: ¿Quieres darme un abrazo, Félix mío? CLEMENCIA: (Disimulando, que soy Aparte mujer, los brazos le doy). Sí, daré y en ti confío. Abrázanse [y sale] PEDRO con la daga en la mano PEDRO: ¡Falsa, ingrata! ¿De esta suerte se corresponde a mi amor? ¡Los celos son un furor! ¡Estoy por darte la muerte! Y tú, Félix, vil cautivo, ¿los brazos osaste dar a la gloria singular por quien muero y por quien vivo? CELAURA: (¡Obró el veneno celoso! Aparte Ansí, ansí, sabed de amores). PEDRO: ¿Estos eran los favores de tu pecho generoso? CELAURA: Alá sabe a quien adoro. CLEMENCIA: (A Dios con lágrimas llamo). Aparte CELAURA: (Ay, español, yo te amo). Aparte PEDRO: (Ay, Clemencia, yo te adoro). Aparte
Vanse [PEDRO, CLEMENCIA y la Infanta CELAURA. Salen don ÁLVARO] y FERNANDO con cadenas, y TRIGUEROS
ÁLVARO: Si a Dios tu señor dejó, ¿qué podemos presumir de ti? FERNANDO: ¿Puédese encubrir lo que tu lengua mostró? ÁLVARO: Claro está que al torpe sueño de la culpa el alma has dado, que se conoce el crïado por las costumbres del dueño. ¡Hijo de padres cristianos quedado en tan ciego abismo! Mas, ¿qué digo, si yo mismo tengo el ejemplo en las manos? Cristiano y noble nací y un hijo perdido lloro. TRIGUEROS: Ya he dicho que no soy moro; la lengua sola fingí. FERNANDO: ¿Luego has fingido de miedo? ¿Qué no te ha faltado luz? TRIGUEROS: Sí, juro a Dios y esta cruz y a las palabras del credo. ÁLVARO: Temo que engañarme quieras. TRIGUEROS: ¿Hay más terrible apurar? Pues, ¿qué quieren apostar que he de renegar de veras? Llamaron gallego a un loco en Madrid y dijo luego, "Antes moro que gallego," y dicen que dijo poco; pero el que es gallego dino, dirá con justo decoro; "Antes gallego que moro," no por Dios, mas por el vino. Por excusar la mazmorra y la paliza lo he hecho, y porque saco provecho de vivir metiendo gorra. Regálanme lindamente, y yo que no soy muy lerdo, entre lo bellaco y cuerdo, le como un lado a esta gente. Tengo el ejemplo delante del que se obligó a los daños si no enseñaba en diez años a hablar [a] un elefante; que diciendo otro cautivo "¿Cómo te puedes librar si en efecto ha de llegar el término ejecutivo?" Risueño le respondió: "En diez años claro está que alguno se morirá, el rey, elefante o yo." Y ansí el negocio has mirado, cristiano soy como un roble, que aunque gallego, soy noble. Sale un MORO y escucha MORO: (¡Si con ellos se ha burlado! Aparte ¡Qué es cristiano está diciendo!) ÁLVARO: No me pudiera mi hijo causar mayor regocijo. ¡Al cielo estoy bendiciendo! TRIGUEROS: ¡Cristiano mil veces soy, que Mahoma es un bergante! MORO: (¿Tal dice un perro ignorante? Aparte A llamar la guarda voy; que por el santo profeta que ha de morir el villano). Vase [el MORO] TRIGUEROS: En el alma soy cristiano y moro en la gabaneta. FERNANDO: ¿Y si descubriendo van lo que agora el alma encubre? TRIGUEROS: Si el busiles se descubre, moriré como un Roldán. Sale el MORO con el COSARIO COSARIO: No es posible si nació en Marruecos. MORO: Yo le oí confesar a Cristo aquí. COSARIO: Por ventura se burló. MORO: Presto le verás. COSARIO: ¡Zulema! TRIGUEROS: ¡Vive Dios, que me han cogido! Mas no estoy arrepentido que en más mi valor se extrema. COSARIO: ¿Ansí guardas el decoro al profeta soberano? Dícenme que eres cristiano. TRIGUEROS: ¿Pues cuándo he sido yo moro? COSARIO: Advierte que el renegado de nuestra ley tiene pena que a la muerte le condena. TRIGUEROS: Nunca mi ley he negado. COSARIO: Mira tu notorio engaño. TRIGUEROS: (¡Oh, qué de espacio lo toma!) Aparte COSARIO: ¡Sabes tú quién es Mahoma? TRIGUEROS: Un arriero picaño, juro a Cristo. ÁLVARO: Capitán, Trigueros nació cristiano. MORO: ¡Hasta en el nombre es villano! TRIGUEROS: Pues, ¿es mejor Solimán? ¡Diga el galgo! MORO: En vano aplaco la furia que el pecho enciende que ansí este perro me ofende. TRIGUEROS: Él miente y es un bellaco. COSARIO: Llevadle al rey y él verá lo que arrepentirse importa. ÁLVARO: Trigueros, la vida es corta. TRIGUEROS: ¡Oh, qué moderno que está! ¿Era yo de Boceguillas que mi ley he de negar? COSARIO: Advierte... TRIGUEROS: No hay que tratar; bien pueden hacerme astillas. Salga PEDRO PEDRO: ¿Qué hacéis? ¿Qué aguardáis con él? FERNANDO: Esfuerzo tiene bizarro. TRIGUEROS: Ser mártir gallego en barro. ¡Mártir me fecit! ÁLVARO: Crüel, ¿reniegas? TRIGUEROS: Siempre reniego de Mahoma; a Cristo adoro y piadosamente lloro mis culpas. PEDRO: Vives; mas ciego. TRIGUEROS: Tú eres el que ciego estás, pues a Cristo puesto en [cruz] niegas perdiendo la luz. FERNANDO: No vi tal valor jamás. PEDRO: ¿Qué aguardáis con él? ¡Llevadle! TRIGUEROS: Si es por lo que agora os hablo, mirad qué dice San Pablo a los coritos. COSARIO: ¡Matadle! TRIGUEROS: Moros, ad corintos, digo aunque me hagáis tajados. ÁLVARO: ¡Quien siguiera tus cuidados! Mas con el alma los digo. ¿No te avergüenzas de oír que un hombre humilde y crïado, hijo, haya confesado a Cristo y vaya a morir? Pero sin fruto te advierto y con la luz te apercibo de un claro ejemplo tan vivo estando en la fe tan muerto. Vanse [todos menos PEDRO] PEDRO: ¿Qué es esto Dios? Un crïado humildemente nacido, ¿esta constancia ha tenido? Y yo que más obligado os estoy, ¿os he negado? ¿Leyes dulces y süaves se truecan por culpas graves? ¡Ah, mi Dios! ¡No se entienda que el hombre sólo os ofenda cuando os bendicen las aves! Yo, que era Pedro en Madrid, Hamete soy en Argel; el nombre dulce y fïel, de aquel segundo David, del que es verdadera vid, de Jesús blanca paloma, troqué por el de Mahoma. ¡Rasguen las nubes sus senos! ¡Produzcan rayos sin truenos! ¡Salga un león que me coma! ¡Tiemble la tierra por mí! ¡Brame el mar y gime el viento! ¡Caiga el alto firmamento! ¡Ábrase el infierno aquí! Hamete soy; Pedro fui negando a Cristo. Y ya hallo que en todo es bien imitallo. El alma a Cristo desea y la voz de un crïado sea para mí la voz de un gallo. Pues el generoso azor, rompiendo el aire lozano, sabe volver a la mano del dueño y del cazador. Sepa agora un pecador volver con alma piadosa a la mano generosa, que alas y plumas le dio con que a su muerte voló como ciega mariposa. La luz del sol me socorre, ojos, pues tiempo tenemos, tantas lágrimas lloremos que mi pecado se borre; el alma misma se corre y me avergüenzo y confundo al mirarme. Sepa el mundo que noble Ramírez fui y que en la corte nací del gran Felipe segundo. Va desnudándose, arrojando el vestido Un furor, una venganza y una locura ha podido despeñarme. ¡Vil vestido, decid mi grande mudanza! No tengamos semejanza con los que no tienen fe; que si yo a Cristo negué, que me sustenta y me rige, no supe lo que me dije pero agora bien lo sé. Salgan por las dos puertas [don ÁLVARO] y FERNANDO Señor padre, amigo hermano, si ansí os merece llamar quien a Dios supo negar, dad la muerte a este tirano. Dios me dejó de su mano y ya otra vez me la dio. Déjame, padre, que yo humilde te desengañe y con mis lágrimas bañe los pies del que me engendró. Romper quiero las cadenas que mi ignorancia te puso. ÁLVARO: Alegre estoy y confuso en mis prisiones y penas. ¡Mi Dios, que el remedio ordenas de este hijo, dame aliento, no me mate este contento! PEDRO: Perdóname, mi Fernando. FERNANDO: Suspenso te estoy mirando. PEDRO: Y yo volviendo a la fe, tantas lágrimas daré que me vayan anegando. Pedro soy; cristiano soy. Los que moro me habéis visto, sabed que mi Dios es Cristo; reverencia a Cristo doy. Sus rayos me alumbran hoy. Su ley sola es la perfeta. ¡Moros, dejad vuestra seta! Salen el REY, [la] infanta [CELAURA] y moros REY: ¿Qué es esto Hamete? ¿Qué dices? PEDRO: Que sois todos infelices creyendo a un falso profeta; que sólo Cristo es verdad y Él es el Dios de los cielos. CELAURA: Loco le tienen los celos. PEDRO: Poderosa es su deidad, dulce Amor. Moros, dejad la infame ley que tenéis y si salvaros queréis, adorad a Jesucristo. REY: ¿Cómo mi furia resisto? ¡Oye, Hamete! PEDRO: No llaméis a quien es Pedro, Hamete. ¡Cristo es mi Dios. En Él creo! CELAURA: (Volverle el seso deseo). Aparte ¡Oye, mi bien! PEDRO: ¡Perra, vete; que tu ley no me promete sino llamas, pena y hielos! CELAURA: ¡Tuya soy; no tengas celos! PEDRO: Bien dices, que celos son de mi santa religión, que es camino de los cielos. REY: ¿Burlas de Mahoma? PEDRO: ¡Sí! Su infame nombre blasfemo, ni le estimo ni le temo. REY: Habrás de temerme a mí. PEDRO: Noble y cristiano nací. Un furor, una locura me trujo a tan desventura. Negué a Dios y ya le confieso. REY: ¡Denle la muerte! PEDRO: Por eso tendré vida más segura. REY: ¡Pues, denle la misma muerte que a [Cristo]! PEDRO: ¡Dichoso yo! CELAURA: De nuestra ley se burló y de mi amor se divierte, ¡muera de la propia muerte que Cristo, crucificado! REY: En esa puerta enclavado esté. ÁLVARO: ¡Hijo, persevera! PEDRO: Mi fe creció de manera que se iguala a mi pecado. Déjame, Rey, que yo haga en la puerta una señal de aquella [cruz] inmortal donde [Cristo] mi Dios paga por mis culpas. REY: Satisfaga a su Dios de esa manera. PEDRO: Arco de paz verdadera, señal de serenidad, muera yo por tu verdad. ÁLVARO: Hijo mío, persevera. PEDRO: Piadosamente ha tratado mi causa. Yo te agradezco mi muerte y la vida ofrezco al martirio deseado, pero si [cruz] me ha faltado cruz formaré con el dedo porque en la mortal pelea, cuando al enemigo vea, pueda batallar sin miedo. Señale con el dedo una cruz y fórmela Árbol santo, cuya flor a su hermosura convida, cuyo fruto fue la vida, cuyas hojas son amor, cayado de aquel pastor que murió por su ganado, vara del Moisés sagrado que milagros multiplica, a tu pie se purifica la boca que te ha negado. Cúbrenle [a PEDRO] REY: Cruz parece milagrosa la que su mano formó. CELAURA: ¿Cuándo al cristiano faltó la mágica fabulosa? REY: Con sentencia más piadosa quisiera haberle tratado, que era valiente soldado y pudo ser frenesí. CELAURA: Bien es que padezca ansí el que ansí me ha despreciado. El desprecio de mi amor ha de llorar esta vez. Sale el COSARIO con moros y TRIGUEROS COSARIO: A que seas recto jüez hemos venido, señor. Este moro sin temor de Mahoma, lo maldice. De él reniega. TRIGUEROS: Muy bien dice, pero en que soy moro miente. Por vivir entre tu gente cómodamente lo hice. Cristiana mi madre fue y en el vientre de mi madre, como lo dirá mi padre, de Mahoma renegué. Nunca yo tu ley dejé, porque jamás la seguí. Dentro en Galicia nací entre chorizos al humo, y de los moros presumo que no los comen aquí. REY: Por fingirse que nació moro no merece muerte; sólo la pena se advierte en el que la ley dejó después que la profesó. TRIGUEROS: Luego, ¿por libre me das? REY: No siendo moro, lo estás. TRIGUEROS: Beso tus reales juanetes por el bien que me prometes. COSARIO: Hecho esclavo quedarás. CELAURA: Templarás el alegría viendo muerto a tu señor. Descubren a PEDRO crucificado en la puerta por la frente TRIGUEROS: ¡Válgame San Amador! ¿Hay más lastimoso día? COSARIO: Creció la esperanza mía entre su mortal tormento. Sale CLEMENCIA CLEMENCIA: Venceré en la prisa al viento aunque no pueda a la fama, que de su muerte me llama. FERNANDO: ¡Oh, milagroso portento! Mi hermano muere por Cristo y para imitarlo en [cruz tocó en sus ojos la luz con que sus culpas ha visto. CLEMENCIA: En vano el llanto resisto con piadosa compasión. PEDRO: Pocos mis tormentos son para quien llega a imitaros. No queráis, Señor, alzaros con los de vuestra pasión. Cruz divina, imagen fïel del instrumento que hicieron, tanto que al fin le rompieron las cuerdas tocando en él, cuando al pueblo de Israel entre tormentos tiranos tocó puntos soberanos conque el sol suspenso estuvo, pues más de tres horas tuvo las clavijas en las manos. Muriendo en cruz, mi Dios, por culpa mía, hicieron sentimiento los mortales; las luces se eclipsaron celestiales, montes extremeció la tierra fría. Rasgóse el velo santo, y a porfía se quebraron los duros pedernales; sucedan en mí mismo estas señales cuando yo muera en cruz antes del día. Quebrántese la piedra de este pecho a vuestro amor divino endurecida, y mis ojos se eclipsen con el llanto. Mi corazón se rasgue y ya deshecho, extremézcase el alma al dar la vida, temiendo el tribunal de Dios tan santo. REY: ¿Estarás ya arrepentido cuando sin remedio estás? PEDRO: Antes no tuve jamás, señor, placer tan crecido y estoy tan agradecido al tormento, aunque tan fuerte, que quisiera que mi muerte se detuviera en llegar para poderte pagar las albricias de mi muerte. Mas, pues, te precias de humano, de clemente y generoso, rogarte será forzoso por mi padre y por mi hermano; y pues se disfraza en vano Clemencia, por cuyo amor al cielo perdí el temor con pensamiento infïel, halle en mi muerte crüel tu generoso favor. ¡Mi Dios, mi Bien, Luz hermosa que en la piedad resplandeces, pues soy tu imagen dos veces, dame sentencia piadosa! Cúbrenle [a PEDRO] REY: Esa virtud generosa ha de ver el mundo en mí, porque otro Alejandro fui de otra más bella mujer, que si ayer pudo vencer, hoy pudo vencerme a mí. Dale, cristiano, la mano a tu esposa y todos tres, sin rescate ni interés, cortad el mar africano. FERNANDO: Por favor tan soberano, te dé laureles oriente para coronar tu frente. ÁLVARO: Ya entre su penosa calma le dio a quien adora el alma. CLEMENCIA: Él murió dichosamente. COSARIO: Pues, cuando tan general con los favores te muestras, ¿no darás conmigo muestras de tu pecho liberal? En la sangre soy tu igual. Si ves lo que te he servido, por premio a la infanta pido de mi glorioso tratamiento. REY: Si ella gusta, soy contento; que ganará un noble marido. CELAURA: Como la causa murió que en templar mi desdén conozco que me está bien ...... [ -ó]. Tu esposa soy. COSARIO: Ya llegó el clavo a tener la rueda. TRIGUEROS: Y ya no es razón que pueda acercarme hacia Madrid. REY: Todos de Argel os partid, que nadie el pasaje os veda. Y también licencia os doy que el cuerpo podáis llevar. TRIGUEROS: Pues, vámonos a embarcar. ÁLVARO: Tan agradecido voy que siempre tu esclavo soy. Vivirá en mí la memoria de tu fama y de tu gloria. REY: Guárdeos el cielo; partid. FERNANDO: Y del mártir de Madrid da fin la dichosa historia.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 01 Jul 2002