ACTO SEGUNDO


Salen HERO y SILENA, su criada
HERO: Noche de sombras vestida de silencio y confusión, madre del sueño, ladrón de la mitad de la vida, haz que a Leandro no impida el paso ese mar profundo; porque es mi amor sin segundo, inmenso de tal manera que con sus alas pudiera hacer sombra a todo el mundo. Venus, bella cual pavón, que de noche haces la rueda porque el mundo admirar pueda tus ojos, que estrellas son, da alivio a tanta pasión; sirve a mi amante de guía. Bien sabrás que al alma mía las horas son siglos largos; pues eres de noche un Argos, y un Polifemo de día. Silena, ¿has puesto en la torre una luz? SILENA: Señora, sí. HERO: Resplandor hurte al rubí del cielo. ¿Qué viento corre? SILENA: ¿Soy piloto o soy veleta? ¿Que sepa de vientos quieres? Acaso tú misma que eres medio astrólogo y poeta... HERO: No sé, Silena, de vientos; ni sé, como dices, tanto; sólo sé de fuego y llanto. Ignoro otros elementos. Esta torre en que vivimos, a quien las olas no ofenden porque casi en ellas prenden los escollos a racimos; esta torre que amagar sabe estrellas en la playa, y es linterna o atalaya de las ondas de ese mar de reflejos de diamante, sirve de polo y de norte; porque ese piélago corte prósperamente mi amante. SILENA: ¿Sabes tú que viene? HERO: Sí; versos escribí, aunque rudos, y los caracteres mudos le habrán hablado por mí. SILENA: Remos oigo, que rompiendo vienen las pardas espumas. HERO: No son remos sino plumas con que me está respondiendo. SILENA: A la ribera llegó agora un barco pequeño. HERO: ¿Si fue esfera de mi dueño? SILENA: ¿Abriré si es él? HERO: ¿Pues no? SILENA: Señora, bien es temer si acaso tu hermano viene; que aquesta cuadra no tiene dónde poderse esconder. HERO: Acá no entrará mi hermano. SILENA: También otra cosa ignoro. HERO: ¿Cuál? SILENA: Si guardará el decoro de respeto soberano que a tu hermosura se debe. HERO: Te echara de ese balcón porque hubiera Faetón despeñado sobre nieve, si tu ignorancia no viera. Necia, un amante cortés con amor honesto, es ampo que al sol reverbera. SILENA: ¿Es Leandro? LEANDRO: Sí, señora. SILENA: Entre pues.
Salen LEANDRO y FLORO, de marineros
LEANDRO: Yo voy temblando. Quédate, Floro, guardando el barco. FLORO: ¿Qué tiempo? LEANDRO: Una hora.
Vase FLORO
SILENA: Una silla llego.
Vase SILENA
HERO: Espera. Antes que palabra habléis, jurar dos cosas tenéis: el secreto es la primera. LEANDRO: ¡por los dioses inmortales, que eternamente mis labios no se abrirán en agravios de esos ojos celestiales! Si declarare mi amor a mortal hombre nacido, caiga en sombras de tu olvido --que es el tormento mayor-- excepto un solo crïado de quien mis secretos fío, por ser un retrato mío en lo fiel y en lo callado. Los dos venimos remando por no dar cuenta a un barquero. HERO: La segunda cosa, espero: es tener respeto. LEANDRO: ¿Cuándo, mirando a la águila grave, no se abate a las arenas el pajarillo, que apenas osa presumir que es ave? ¿Qué arroyuelo humilde y pobre no está encogido en sí mismo temblando, si ve ese abismo y ese piélago salobre? ¿Qué mortal, si ve una diosa entre resplandor inmenso, no está en éxtasis suspenso con el alma temerosa? ¿Cuál fiera ve sin temores esa fábrica estrellada, que es campaña turquesada de diamantes y de flores? ¿Cómo yo, siendo una fuente, pájaro, mortal y fiera, no detendré la carrera, no pararé la corriente, no abatiré el alto vuelo, no dejaré de temblar, si eres águila, eres mar, eres deidad y eres cielo? HERO: A tal encarecimiento, que casi son maravillas, no hay replicar. Llega sillas. Honrad, señor, este asiento.
Siéntanse
¿Cómo venís? LEANDRO: Como amando, adorando, agradeciendo, imaginando, temiendo, preponiendo y confïando. HERO: ¿Cómo queda aquella dama? LEANDRO: Vióme muerto, voces dio; y como vivo me halló la gente, loca la llama, y al templo de Venus viene a que sane su locura. HERO: Cuidado da su hermosura. LEANDRO: Una sombra es Mitilene. Daba en ella tu luz pura reflejos cuando la vio, y hermosa te pareció. Faltaste tú y quedó oscura. ¿Qué luz trémula, qué estrella, que es un nocturno farol, si no mendiga del sol los rayos, podrá ser bella? ¿Cuál lirio, que tenebrosa nube parece, morada, con rayos de oro listada, no fue sombra de la rosa, que entre flores peregrinas la reina de todas es, pues la guardan a sus pies tantos arqueros de espinas? ¿Y, tomando aves por flores, el pequeño jilguerillo, que es envolador ovillo de seda de mil colores, átomo se ha de decir con el pavón comparado, que cien ojos ha ostentado de esmeralda y de zafir? HERO: Suelen decir que no hay mucha retórica en el amar.
Tocan un instrumento
LEANDRO: ¿Músicas hay en el mar? HERO: Barcos son de Sesto. LEANDRO: Escucha. MÚSICOS: "Hero gallarda, despierta. Vuelve los divinos ojos a ver el incendio grave del pecho de Polidoro". LEANDRO: Ya escuché para mi mal. Quien tu nombre ha repetido licencia tuya ha tenido. HERO: Señor, no imagines tal. Un Polidoro desea conquistar mi fe y mi mano, y con gusto de mi hermano me festeja y galantea. Nunca más en noche oscura sus mortales voces suenen pues que de sirena tienen la muerte, y no dulzura. Sean en esa corriente cisnes cándidos y bellos; canten sus obsequios ellos aunque mueren dulcemente. (Con un sentimiento extraño Aparte mi misma impaciencia lucha). Escuchemos más, Escucha, quizá oirás el desengaño. MÚSICOS: "Aguila soy que contemplo la luz de tu sol hermoso, y esperanzas me dan vida cuando sabes que te adoro". LEANDRO: ¡"Esperanzas me dan vida"! ¡Ay de mí! Favores tiene quien espera. HERO: Siempre viene entre el placer escondida la tristeza, y hubo llanto entre los gustos mayores, como el áspid en las flores y en la música el encanto. Por no mostrarles que oí sus importunas canciones, no arrojé por los balcones el veneno que hay en mí. Trastornarse mire yo leño en que música han dado, porque un barco trastornado queda tumba, barca no. Amor, ¿qué misterio encierra tanto gemir y anhelar? Que es la borrasca en la mar, y me anego yo en la tierra. Desmayo deja, y temores. Alba tal vez me has llamado; y ¿qué aurora no ha quitado los desmayos a las flores? ¡Ea, vuelve en ti! Confía. Las canciones oye; que ellas harán vanas tus querellas, dirán la fineza mía. MÚSICOS: "Hero ingrata, Hero crüel, áspid a mis quejas sordo, ¿cuándo nacerá un favor de tu pecho riguroso?" LEANDRO: Y así la flor encogida debe alentar los desmayos; agora sí que los rayos de la aurora me dan vida. HERO: Y agora sí que mis ojos su luz deben retirar, eclipsados de pesar y oscurecidos de enojos. Ingrato desconfïado, ¿sospechas tienes y celos? Si al rosicler de los cielos mi honesto amor ha igualado, obligación es mayor la que una mujer alcanza de que tengan confïanza que de que tengan amor. ¿Qué importa que tú me adores si tan fácil desconfías? LEANDRO: Ingratitudes son mías. Basten, basten los rigores.
Sale SILENA alborotada
SILENA: ¡Mi señora, acá subió con Polidoro Elïano! HERO: ¿Pues a qué sube mi hermano? LEANDRO: ¿No hay dónde esconderme? HERO: No; que no haya bien que no sea víspera cierta del mal. LEANDRO: En la desdicha fatal bien muere quien bien pelea. Morir quiero y defenderte, o en hombros te sacaré, y caminos abriré por los filos de la muerte. HERO: ¡Animo! Que no me postro al temor de este suceso. Alza el tapiz y en el yeso de esa pared tiñe el rostro, que yo apararé tu vida. LEANDRO: Temo el riesgo de tu honor. HERO: Con ingenio y con amor, ¿qué mujer no fue atrevida? Mi invención escucharás y te dejaré advertido.
Salen POLIDORO y ELIANO
ELIANO: La música habrás oído, Hero, pues despierta estás. Deseo que esposa seas de Polidoro, y conquisto tu voluntad. HERO: Quien ha visto sombras mortales y feas no oye músicas süaves. ¡Todo es tristeza y llanto; todo es horrores y espanto! Músicas me dan las aves nocturnas con sus graznidos. Yerto y erizado el pelo, me ocupe el ánimo un hielo que suspende mis sentidos. Entre ilusiones y antojos y verdades manifiestas, pálidas sombras funestas son las que miran mis ojos. Aquel hombre que maté se me ha aparecido en pena; y con estar con Silena, nunca Silena le ve. Dice que anda en esta playa por mí en tormento crüel, que ruegue a Venus por él porque a los Elíseos vaya. ELIANO: Es fantástica ilusión; alguna melancolía perturba tu fantasía. POLIDORO: E ilusiones son.
Vanse a entrar y sale LEANDRO por donde se entró, la cara dada de albayalde y la daga en la mano
LEANDRO: ¡No son! Los tres me disteis la muerte y así el cielo ha permitido que hayáis aquí concurrido para verme de esta suerte. Atravesásteme el pecho con este aleve puñal, y hoy ves la imagen mortal del que cadáver me has hecho. De mi sepulcro salí de las sombras y el horror. No tengas, Hero, temor; que esto padezco por ti.
Viniéndose despacio a la puerta
Por ti gimo, por ti lloro, por ti solamente muero; de ti sola el bien espero y así con razón te adoro. HERO: Alma que en esta agonía por mí estás, si te persigo, con razón y alma te digo, podré decirte "alma mía". Vete en paz, ve sin recelos; que aunque con miedo me dejas, en vano de mí te quejas; que me cuestas mil desvelos. Leandro, ve confïado que tendré de ti memoria. Ten esperanza de gloria; mal te quise, ya te he amado. Vosotros no le ofendáis; que será ofenderme a mí, pues que yo le he puesto así. A los dioses injuriáis en este muerto los dos. LEANDRO: Permite que a verte venga cuando yo más dicha tenga. HERO: Ven, amigo. LEANDRO: Adiós. HERO: Adiós.
Vase LEANDRO
Por el miedo que me da hablo apacible con él. ELIANO: Haz sacrificio por él a la diosa. HERO: ¡Claro está! ELIANO: El cabello me erizó; un difunto un horror es. SILENA: ¡Qué le hayan visto los tres y que no le viese yo! ELIANO: Vímosle los tres culpados. Recógete sin temor. HERO: Nadie me trate de amor mientras en pena y cuidados ande este hombre.
Vanse las dos [HERO y SILENA]
ELIANO: Polidoro, ¿suspenso has quedado? POLIDORO: Sí; que tan desdichado fui, tanto a mi enemiga adoro, tanto me afligen los cielos, y estoy de amor tan perdido, que esto que ves no es creído, y aun de un muerto tengo celos. ¡Que no probásemos hoy a ver si mi espada corta un espíritu. ELIANO: Reporta tu locura. POLIDORO: Loco estoy. Como incrédulo nací, dudo lo mismo que veo, y un infinito deseo viene a ser un frenesí.
Vanse. Salen LEANDRO y FLORO
FLORO: ¿Nos vamos? LEANDRO: Quiero saber el fin de aqueste suceso. ¿Has guardado la linterna? FLORO: Sí, mi señor. ¿a qué efecto déjasme como un escollo al agua, al aire, al sereno, y quieres que guarde un barco? No guardo los mandamientos de Júpiter, ¿guardaré un barco? Llévame dentro, por si hay alguna lacaya con quien tenga regodeo. LEANDRO: Sí hay. FLORO: ¿Y cómo se llama? LEANDRO: Silena o Filena. FLORO: ¡Bueno! ¡O ballena o berenjena! Eso parece a un letrero que uno puso en un sepulcro y decía en cinco versos: "Aquí yace Ludovico, o Federico, o Enrico. No me acuerdo el nombre que tuvo el muerto, mas bien sé que acababa el nombre en -ico". LEANDRO: Otra vez sabré su nombre. FLORO: La condición por lo menos importaba. Mas, ¿no sabes cómo sátiras te han hecho aquí en Sesto, al arrojarte a ese Helesponto? LEANDRO: Pues de eso ¿quién la noticia te ha dado? FLORO: Muchachos las van diciendo por las calles. De dos coplas que acaso escuché, me acuerdo: "Arrojóse el mancebito al charco de los atunes, como si fuera el estrecho poco más de media azumbre. Ya se va dejando atrás las pedorreras azules con que enamoró en Abido mil mozuelas agridulces". ¿Con qué conciencia levantan, yendo vestido de negro, que azules calzas llevabas? Yo he de responder a esto. LEANDRO: Que el que a sátiras responde más los publica que el tiempo, y hacer poco caso de ellas las sepulta. No seas necio, Floro. Mientras yo procuro hablar a esta reja, quiero que estés arrimado a este árbol, sin apartarte un momento; porque la noche es oscura, y no nos perdamos. FLORO: ¿Debo más que estar como un reloj y sin hacer movimiento? LEANDRO: Mira que importa que aquí te halle yo. FLORO: En aqueste puesto seré vigilante grulla. LEANDRO: Pues yo a las ventanas llego. FLORO: Yo soy muy hombre de bien, pero esta vez tengo miedo, que un bulto viene hacia mí.
Vase saliendo POLIDORO, y vase hacia el árbol donde está FLORO
POLIDORO: Parad, parad, pensamientos; no queráis subir tan altos; o ya que subís, teneos. Imaginaciones tristes, sospechas, agravios, celos, desdenes y desfavores, no apuréis mi sufrimiento. FLORO: Éste me viene arrimando al árbol; escurrir quiero yo la bola por aquí.
Vase FLORO
POLIDORO: Desmayos y devaneos sin sueño me traen cansado. Dadme alivio, verde fresno.
Sale HERO en una ventana
HERO: ¿Es Leandro? LEANDRO: Sí, señora; porque el cuidado que tengo no me ha dejado embarcar. HERO: En efecto lo creyeron. Y yo, acaso, estaba agora escribiendo este soneto; allá le verás despacio. Pero tómalo con tiento; no se borre, que olvidé echar los polvos. LEANDRO: Deseo los rayos del alba ya para admirarlo. HERO: Yo vuelvo a ver si duerme mi hermano; no te vayas.
Vase HERO
LEANDRO: Aquí espero. ¡Oh, qué gusto! ¡Oh, qué placer! Más alegres, más contentos no están los dioses que yo. Floro, amigo, mis secretos sabes ya que de ti fío.
Llégase POLIDORO y toma el papel
Lindamente lo creyeron; por difunto me han tenido. Hero la discreta, ha hecho este soneto al engaño; guárdalo, que viene fresco; no se borre, échale tierra; mas no, que átomos del cielo los polvos habían de ser. Espera aquí, que aquí vuelvo.
Vuélvese a la ventana
POLIDORO: Quien adivina su mal siempre sale verdadero, y más, siendo desdichado. Pero me queda un consuelo: que éste es el último mal, y desengañado muero. Matarélo, ¡vive Dios! Pero a mi enemiga ofendo en el honor, si a su puerta hallan a Leandro muerto,. ¿Qué he de hacer? ¿No ser tan fino y matarle?
A la ventana
HERO: Amigo y dueño, dormido queda mi hermano. Dúrele siglos eternos. En efecto habrá ocasión, y muchas noches podemos vernos aquí; que una luz te ha de servir de lucero en esta torre, y agora sirva de velas al viento esta banda. LEANDRO: Tus favores con tal efecto agradezco, que me faltan las palabras. HERO: Que mi hermano llama pienso. Aun hay noche. Espera un poco.
Vase HERO
LEANDRO: Monte soy sin movimiento. Plata tiene y resplandece con la oscuridad. No quiero ser visto. Así yo la doblo; mas no, que arrugarla puedo. Floro, guárdame esta banda.
Dásela a POLIDORO
para que me sirva luego de vela en el barco, y norte por ser línea de mi cielo. POLIDORO: (O necio o cobarde soy Aparte en no matarle. Mas veo inconvenientes en todo. Apartado del terreno tiempo habrá para vengarme).
Sale FLORO
FLORO: Arrimado está en el puesto todavía mi señor. Ha de conocer mi miedo; quiero fingir que soy muchos. ¡Hola Florante, Riselo!
Muda la voz
¿Qué queréis? ¡Vayan los cuatro! Por aquí yo iré con ellos. Vayan con los tres, Argante. ¿Y yo matarle no puedo? ¡Ocho somos para uno! ¡Oye, Argante! ¡Qué soberbio y colérico está! Pues mueran todos los de Sesto. Encendemos las linternas.
Vase FLORO
POLIDORO: Pienso que están en concierto los que a Leandro acompañan. Desengaño y prendas tengo con que poderme vengar. Otra noche en este puesto le cogeré apercibido.
Va saliendo FLORO con cuatro linternas en la espada y una en la mano y otra en el sombrero
Muchas luces van saliendo; mucha gente trae consigo; retirarme será bueno. Cuatro luces he contado... ya son cuatro por lo menos. ¡Ah, ingrata! ¡Ah, falsa! ¡Ah, crüel!
Vase POLIDORO
FLORO: La invención fue mi remedio; él sale. Las luces mato, y a guardar mi tronco vuelvo.
A la ventana
HERO: Amanecer quiere ya; vete Leandro. LEANDRO: No pienso llamar a la aurora día sin oscuridad e infierno, muerte y fin de mi esperanza, término de mis deseos. Queda en paz. HERO: Vuelve con ella.
Vase HERO
LEANDRO: ¿Qué más dicha dan los cielos a los mortales jamás? ¡Floro! FLORO: Señor, creo el puesto guardado como los ojos. LEANDRO: Vamos de aquí. FLORO: Vamos luego. LEANDRO: A embarcar, Floro. FLORO: A embarcar. LEANDRO: Dame la banda y soneto. FLORO: ¿Soné... qué? LEANDRO: Papel y banda. FLORO: ¿Vienes loco? LEANDRO: ¿Tú estás, necio, gracejando como siempre? FLORO: ¡Vive Dios, que no gracejo sino que el árbol erraste y a otro le diste. LEANDRO: ¿Qué es esto? Fortuna, ¿estás envidiosa de mis alegres sucesos? ¿No te di un papel? FLORO: ¿A mí? LEANDRO: ¿No te di una banda? FLORO: ¿Has hecho archivo en mí de favores? LEANDRO: Igual es ya mi tormento a la gloria que tenía; alma, ser y vida pierdo. FLORO: Mira que amanece ya. LEANDRO: ¡Ah, traidor! Tu infame miedo te apartó del árbol. FLORO: ¡Oigan! ¿No me hallaste en él? LEANDRO: Ya muerto. El triste caso me tiene sin saber de mí yo mesmo. Muerte me di de improviso. ¡Piedad y lástima, cielos! Pues perdí tantos favores, piérdase también mi seso.
Vanse [LEANDRO y FLORO]. Salen MITILENE y LEONARDO
LEONARDO: Hija, ya en el templo estamos, adonde te has de quedar. Venus salud te ha de dar; todos en ella esperamos.
Vase LEONARDO
MITILENE: ¡Que venga yo, consintiendo en que me tengan por loca, sin osar abrir la boca para quejarme, muriendo! Una celosa pasión hace mi pecho alevoso, ¿disculpa tiene un celoso si comete una traición? Amores de Leandro y Hero tengo sabidos, y así con envidia vengo aquí, con celosa rabia muero. Vengarme en ti confío, Venus, que me has de ayudar por ser mi amor singular. ¡Préstame valor y brío! Hero viene. Engaño embiste para que, vengada, viva. Fingiréme pensativa; mi locura ha de ser triste.
Salen HERO y SILENA, más TIDORA
HERO: Ya está mi competidora en el templo que ha venido con el alba, porque ha sido como la risa de Aurora en las campañas de Flora. Bien este nombre merece. Mi temor, viéndola, crece. ¡Qué melancólica está! Con los celos que me da más hermosa me parece. Aunque en Leandro confío, no hay dicha en amor segura, y más con tanta hermosura. ¡Ay de mí, un escollo frío ha quedado el pecho mío! Que el ánimo más valiente, viendo a su contrario, siente o recelos o pavor; y sospechas que da amor se vencen difícilmente. MITILENE: (Hero escucharme procura. Aparte Empiece mi alevosía). ¡Afuera, melancolía! Que ha de cantar mi locura.
Canta
"La que de amor enloquece bien merece de Venus algún favor, si la locura no crece con el amor". Agora nadie me ve, y de nadie soy oída; esta locura fingida por un rato dejaré. ¡Dios ayuda a mi intención! Si tu deidad me acompaña, emprender pienso una hazaña que dé al mundo admiración. Celeste impulso movió pecho que se atreve y osa. HERO: (Hablando está con la diosa Aparte con tal afecto que yo puedo escuchar lo que dice). MITILENE: Venus, loca me fingí sólo por quererte a ti; en amor soy infelice. Leandro y yo habemos sido, y seremos, dos amantes los más firmes y constantes que en Europa y Asia ha habido. A los dos nos has dispuesto sin duda la voluntad. Mejor está tu deidad allá en Abido que en Sesto. Pues engaña, pues desprecia, Leandro a Hero, ¿es razón que tenga su religión sacerdotisa tan necia? HERO: (En lo que pude escuchar Aparte hay traiciones). ¡Ay, Silena! ¡Ah, Tidora! MITILENE: Gente suena. Conviene disimular.
Canta
"La que de amor enloquece bien merece de Venus algún favor, si la locura no crece con el amor". HERO: Asid las dos a esa loca. ¡Por Júpiter soberano, que ha de sacarle mi mano la lengua vil de la boca! Y este venablo felice, porque ha sido de Dïana, sacará arroyos de grana de ese pecho, si no dice lo que ha venido a intentar en este templo sagrado. SILENA: Dos alanos tiene al lado; no se nos podrá escapar. MITILENE: "La que de amor enloquece bien merece de Venus algún favor si la locura no crece con el amor". HERO: No se finja loca. Cuente el engaño que trae hecho o los cristales del pecho haré pedazos. MITILENE: Detente. Prométeme tu hermosura que volveré sin agravios, y publicará mis labios el secreto. HERO: Está segura. MITILENE: Sabe, pues, que Leandro y yo nos amamos y queremos, con tan ardientes extremos que aun Amor nos envidió. En Abido nos llamamos Píramo y Tisbe dichosos; y por hacernos famosos un día nos concertamos que él fingiese mucho amor a Hero, y que sin temores publicase sus favores para deslustrar su honor; y yo, fingiendo locura, hurtase la imagen bella de Venus, porque con ella diese a mi patria ventura, publicando que la diosa de su voluntad huyó, como disfamada vio su sacerdotisa hermosa. HERO: Cielo, ¿este engaño consientes? ¡Calla! Ya los labios no abras. Víboras son las palabras del envidioso. Tú mientes. Con celosos accidentes, con amorosos desvelos estás frenética. ¡Ay, cielos! Si dirán verdad sus labios, no me matéis con agravios. Mas vale morir de celos. ¡Qué conflicto tan crüel! Creo y dudo; estoy sin mí. TIDORA: Un papel he visto aquí. HERO: Dame, Tidora, el papel; veré desdichas en él.
Lee
"Prima, roba con cuidado la imagen, que ya he logrado yo mis fingidos amores, y publiqué los favores. Tu Leandro".
Sale POLIDORO
POLIDORO: Un desdichado ni sosiega ni recibe esperanza ni consuelo de los hombres y del cielo; con eternas quejas vivo. HERO: (Yo me quedé embelesada y suspendida al mirar, cómo aquél que va a picar una serpiente enroscada, que el pie levantado tiene y, como turbado está, ni atrás ni adelante va. Lleno de serpientes viene el papel; áspides son las letras. Mi muerte lloro). POLIDORO: Hero, escucha a Polidoro. HERO: (Éste aumenta mi pasión). POLIDORO: Ya con desengaños, anda bien libre mi voluntad. HERO: ¿Quién te dio la libertad? POLIDORO: ¿No lo has mirado? Esta banda que ayer fue tuya. HERO: (¡Ay de mí! Leandro rompió el secreto). POLIDORO: Versos diré de un soneto. (Mis agravios vengo así). "Cuando eclipsada vi la luz que adoro, aunque el eclipse y muerte fue fingida,..." HERO: (Cierto es mi mal; ya no hay vida. Versos sabe Polidoro del soneto que escribí). ¿Qué habla tu lengua atrevida? POLIDORO: "Tembló del sobresalto una vida;..." HERO: ¿A qué propósito? Di. POLIDORO: "Que aun los amagos de la muerte lloro". ............. ............. .............. [-oro]. HERO: (Mis versos sabe; yo muero. ¿Verdad dijo mi enemiga? La fe que le di me obliga; darle la muerte no quiero). Vete de aquí, Mitilene. Vete, también Polidoro. Si no, doy voces y lloro. (He de morir; que el que tiene reprimidos voz y llanto suele a veces reventar. Exhalemos el pesar alma, no callemos tanto). MITILENE: (Obró el veneno). Yo voy agradecida a tu fe.
Vase MITILENE
POLIDORO: (Y yo tras ella me iré, que el alma libre la doy, y ella da luz a los días). Por nueva beldad te dejo. Hero, toma mi consejo, mira bien de quién te fías.
Vase POLIDORO
HERO: Vete, Tidora. Silena solamente no se vaya.
Vase TIDORA
Loca estoy. Por esta playa a voces diré mi pena. SILENA: No estés sola. HERO: ¡Agora, agora podéis embestir, pesares! Venga piélagos de mares de lágrimas; mas quien llora en sus ansias se mejora, porque exhalado el dolor, a manera de vapor, queda el pecho sin enojos. Siendo así, no lloréis, ojos. Será el tormento mayor. SILENA: Señora, un barco llamemos y entrémonos en el mar; aliviarás tu pesar.
Salen LEANDRO y FLORO de pescadores
LEANDRO: Seguramente podemos llegar como pescadores. Vara el barco en el arena. FLORO: Yo he de tratar con Silena primero de mis amores. LEANDRO: ¿Primero? FLORO: Pues, ¿qué crïado no hace sus negocios antes que los de su amor, amantes? ¿A tal tiempo no han llegado? Hero del templo ha salido y en la playa se pasea; y ¡Silena no es muy fea! LEANDRO: Dichosos hemos sido. SILENA: Al mar queremos entrar. Pescadores, llega el barco. FLORO: De buena gana, señora, y seremos en entrando pescadores de sirenas, o si no, de un bacalao y una sirena. LEANDRO: Este leño ser quisiera nave de Argos, para poner en su popa el vellocino dorado; pero Amor será el piloto, de timón servirá el arco, las flechas serán los remos, la venda de lino blanco será la vela, y sus alas harán los céfiros mansos, para que un bajel de fuego rompa globos de alabastro. HERO: ¡Ulises, el fementido, cuya risa, cuyo llanto ni son placer ni tristeza, sino mortales engaños, parto del caballo griego, voz de esfinge, dulce halago de Circes y de Medeas, veneno en vaso dorado! ¡Bien has hecho en venir hoy como pescador villano, para que el ánimo vea en el traje su retrato! Hurta el oficio de aquél que trata enredos y lazos para engañar pececillos, que en marítimos peñascos tan mudos que aun no respiran fueren del silencio santo que tú aborreces imagen. No sé cómo mis agravios no han suspendido mi lengua, porque hay en el alma tantos que se atropellan saliendo, aunque han entrado despacio. ¿Qué te ha hecho una inocente para que, siendo un tirano en los imperios de amor, quieras ser el más ingrato de los amantes del mundo? Fue culpa quererte, falso, pero si delito ha sido querer a un hombre tan mal, ¿ser quieres tú y Mitilene famosos y eternizados con delitos tan inmensos? ¿Qué más hiciera Erostrato, que mandó el templo a Dïana, con ser el quinto milagro? ¿Qué más hiciera Teseo cuando dejó en esos campos la hermosura de Arïadna, dándole voces en vano? ¿Robar la diosa del templo, dejar mi honor desfamado, ser perjuro del secreto hacen famoso y bizarro un espíritu valiente? Mas, ¿qué estoy preguntando? ¿Eres fiera? No me admiro, ¿Eres hombre? No me espanto. Cuando a engañarme venías, pretendiendo mis abrazos para publicar mi mengua, viéndote aleve obligado, ¿no hicieras lo que el león, que en desiertos africanos sacudiendo la melena, va a la presa denodado y, hallando mujer que llora, encoge piadoso y manso las garras con que pensaba hacer la presa pedazos? ¡Oh, más que fiera crüel! ¡Más indomable que el hado! ¡Más que Parca inexorable! ¡Más que la muerte contrario a lo dulce de la vida! Pues en cada aliento y paso pone acechanzas y viene entre la taza y el labio, ¿quién dijera que yo misma vivía siempre anhelando por ver mi propia desdicha? Así el arroyuelo claro va corriendo sin saber que en su curso está su daño, pues da prisa por llegar al mar, sepulcro salado. Así ciega mariposa en una vela que amagos da de estrella, con su muerte, anda siempre retocando. Si me alegro o no me alegro, si me abraso o no me abraso, vete, bárbaro, de aquí y advierte si no te mato que es porque tu misma vida dará venganza a mi agravio; que la vida de un traidor no fue dicha, no es regalo, sino correr hacia atrás para dar mayor el salto en las peñas de la muerte. Vete, pues, y espera el pago en la misma Mitilene; que los dioses soberanos matan por los mismos hilos. En los basiliscos pardos se ve que mirados mueren porque mataban mirando. Vete, pues, y plega al cielo que ese bajel, que ese barco, sobre montañas de espumas se encarame y suba tanto, que parezcas pescador de los peces argentados del signo del firmamento. Y entre vaivenes y rasgos de la Fortuna te abatan a calar los senos varios de ese Helesponto; que así verás subiendo y bajando los sobresaltos que tengo, y las mudanzas que paso. La memoria te atormente, proponiéndote el descanso que mi amor te prometía en mi apacible regazo; que llorar un bien perdido por no saber estimarlo es castigo de dichosos, no es pena de desdichados. Cuando oyeres mis papeles repetidos en los labios de mis enemigos, sean escarmiento y desengaño de tu mucha ingratitud; y si te acuerdas acaso de los versos que escribí con amor, que Amor es sabio, sea para ti un hechizo, sea para ti un encanto, sea para ti un veneno, sea para ti un letargo. Pávido mires el cielo sin su color turquesado y, siendo a todos zafir, sea para ti topacio; porque no es digno de ver cielos hermosos y claros quien ha ofendido la fe debida a amor tan extraño. No mires los campos verdes, que son las galas de mayo; y los lutos de diciembre traigan por ti todo el año; que no es digno de mirar lo florido de los prados quien marchita la esperanza de mi pecho amante y casto. Por las montañas de Abido te arrastre traidor caballo. Mitilene te aborrezca; oféndante amigos falsos. Pero no; ese mar te dé paz serena, alegre paso, tus memorias te den vida. Fortuna te den los astros, alegres los cielos veas, verdor te muestran los campos, quiérate bien Mitilene, no tengas amigo ingrato, mi voz no te culpe, el sol te dé sus hermosos rayos, leal caballo gobiernes, dicha te dé el cielo santo siquiera por lo que amé, ya que no por lo que he amado. LEANDRO: ¡Oye, espera! HERO: No puedo.
Vase HERO
LEANDRO: ¡Qué amores tan desdichados! A fe que no olvide el mundo la historia de Hero y Leandro.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

Hero y Leandro, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 30 Jun 2002