ACTO TERCERO


 
[Salón de palacio.] Salen RAMÓN y FLORES
FLORES: Pues de Nápoles llegaste en día de tanta fiesta, Ramón, todas esas voces que has escuchado celebran victorias de don Fadrique; mantener en una tela quiso una justa, y mandó, caprichosa, la duquesa que torneo de a caballo fuese y no justa. RAMON: ¿Qué intenta la duquesa en tal rigor? ¿Quiso que a peligro vieran sus vidas los caballeros que la sirven y festejan? FLORES: Por averiguar cuál es más valiente. Es una tema en que ha dado esta mujer aunque locura parezca: que ha de ser quien es su amante valiente por excelencia, ya que en otras calidades los ha probado. RAMON: No cuentan semejante condición de mujer ninguna. FLORES: Es bella y fantástica. Diez días ha que encubre la grandeza fingiéndose Porcia, y pueden su cuidado y diligencia disimular y fingir sin que esos duques lo sepan. Ella sale, Ramón, vete y no te vea su alteza.
Vase RAMÓN y sale SERAFINA
SERAFINA: ¿Qué hay, Roquillo? FLORES: ¿Qué ha de haber? ¡Mucho pesar y tristeza de que ese español soberbio a mis tres amigos venza! ¡Que no quiera la Fortuna derribar tanta soberbia española! ¡Que no hubiese un gigante de gran fuerza, desatado de algún libro de caballerías necias que descomunal y bravo su pan de perro le diera! ¿Habéis visto algún cohete andar cruzando la tierra aquí y allí sin para hasta que cruje o revienta? Así andaba aquel marrano de uno en otro con presteza dando golpes que era ver --¡Ah, Porcia, cuánto me pesa!-- cuatrocientas herrerías. ¡Un juego de bolos era! El español los birlaba pues también birló al que llega.
Vase [FLORES] y sale URBINO
URBINO: ¡Oh, Porcia! ¡Oh, señora mía! En hora dichosa y buena te veo donde podré suplicar que favorezcas mi pretensión. Porcia ilustre, seis mil ducados de renta ofrezco para tu dote si dispones que yo sea duque de Mantua y esposo de aquella ingrata belleza de Serafina. SERAFINA: Señor, haré por vos cuanto pueda.
Sale escuchando don FADRIQUE
URBINO: Desde el punto que te vi, Porcia hermosa, dije: "Aquésta ilustre sangre contiene y parece hermosa piedra engastada en metal pobre". ¿Quién, mi señora, te viera que no conociera luego el ánimo y la grandeza de tu pecho generoso? No quiero que me agradezcas lo que ofrezco y lo que digo. Al sí que me has dado es fuerza que, alegre y agradecido, tu esclavo perpetuo sea. [Primero, cuando de tí, luego conocí quién eras;] que mal pueden encubrirse, cuando pulsan las estrellas sus visos y resplandores. SERAFINA: Vete, duque, norabuena; que tu dama será tuya. URBINO: Tuya mi vida y hacienda.
Vase URBINO
FADRIQUE: (Fortuna adversa, ¿qué es esto? Aparte "Luego conocí quién eras; que mal pueden encubrirse cuando pulsan las estrellas sus visos y resplandores." Amor, ¡o muerte o paciencia!) SERAFINA: Don Fadrique, ¿estáis cansado del torneo? FADRIQUE: (Que no muera Aparte quien oyó tales razones! "Al sí que me has dado es fuerza que, alegre y agradecido, tu esclavo perpetuo sea." Serafina elige al duque, ella le dijo quién era; mi desengaño ha llegado, pero mi muerte no llega. ¿Por qué, si el morir es dicha, la vida ha de ser eterna?) SERAFINA: Don Fadrique de Aragón, ¿qué suspensión es aquésta? FADRIQUE: (Y, "Tu dama será tuya" Aparte "Tuya mi vida y hacienda". Yo lo vi, yo lo escuché. Amor, ¡o muerte o paciencia!) SERAFINA: Ya parece frenesí. ¡Despierta, español, despierta! FADRIQUE: Bien has dicho, si fue sueño mi esperanza lisonjera. SERAFINA: ¿Qué te divierte? FADRIQUE: El oírte. SERAFINA: ¿Qué te suspende? FADRIQUE: Mis quejas. SERAFINA: ¿Qué has oído? FADRIQUE: Mis desdichas. SERAFINA: ¿Qué tienes? FADRIQUE: No sé qué tenga. SERAFINA: ¿Qué te aflije? FADRIQUE: ¿Qué? La vida. SERAFINA: ¿Y qué sientes? FADRIQUE: No querella. SERAFINA: ¿Qué dices? FADRIQUE: No sé qué digo. SERAFINA: No te entiendo. FADRIQUE: Ni me entiendas. Por eso pido al Amor que me dé muerte o paciencia. SERAFINA: Yo no asistí en el torneo; en él estuvo su alteza tras de verdes celosías, pero yo he estado indispuesta. FADRIQUE: ¿Aun eso más? ¿Eso falta? ¿Sabes que ha sido en defensa de tus méritos? SERAFINA: Sí, sé. FADRIQUE: ¿Sabes, --di-- cómo sustenta este brazo que yo sirvo la más celestial belleza de este mundo? SERAFINA: Así lo has dicho en el cartel. FADRIQUE: Pues si es ésta la causa de este torneo, no honralle con tu presencia, ¿no fue crüel tiranía? Y si lo vistes y lo niegas, ¿no es sequedad más crüel? SERAFINA: Cuenta, don Fadrique, cuenta el suceso del torneo, para que yo te agradezca el mantenello y contallo. FADRIQUE: (Disimularé mi pena Aparte hasta mayor ocasión). Escucha, y es bien adviertas que la cólera me obliga a contallo sin modestia. Llegó el día del torneo y un cartel... SERAFINA: Detente, espera, pues, ¿qué cólera es la tuya? FADRIQUE: ¿No quieres tú que la tenga si veo que diste un "sí" al duque de Urbino? SERAFINA: Es necia esa presunción, Fadrique, y a palabras tan groseras no doy yo satisfacción.
[Hace que se va]
FADRIQUE: Espera, señora, espera. SERAFINA: Vuelvo, por sólo esperar esta relación. Empieza. FADRIQUE: (Yo no entiendo esta mujer). Aparte SERAFINA: Refiere o voyme. FADRIQUE: Está atenta. Murmuraron de mí porque servía dama de la duquesa, y yo, enojado, respondí que en beldad y bizarría ninguno de este mundo la ha igualado; y que tanta beldad defendería, y con valor, en campaña o en poblado. A la plaza salí, gallardo y fiero, con nombre de Dudoso Caballero, y cuando... SERAFINA: Esperad un poco; primero es razón que sepa por qué os llamáis el Dudoso. FADRIQUE: Pues, ¿hay más dudas que tenga un amante desdichado? Siempre confuso me dejas, con acciones a dos visos: ya me dad de amar licencia, ya matas mi confïanza, ya la licencia me niegas, ya me dejas con un guante; enojos en los labios muestras, piedad en los ojos tienes, y en la banda me desprecias, ya la admites, ya la rompes, ya te quedas con la media. Eres, en fin, parecida a la que llaman hïena, animal tan enemigo del hombre que con cautela con tener el rostro humano nuestra voz finge y se queja. [Al] hombre llama escondida. El caminante que piensa que es afligida mujer sigue la voz de la fiera, da en sus garras, halla muerte; y ella, furiosa y sedienta, vase a una fuente a beber; y al ver su rostro se acuerda que mató su semejanza, y allí con lágrimas tiernas llora el mismo que mató; de donde dijo un poeta de aquellos que las auroras tienen a sus musas gratas; "Si me quieres matar, ¿por qué me lloras? Y si me has de llorar, ¿por qué me matas?" SERAFINA: El ignorante halla dudas donde no las hay; no creas que has tenido viso alguno de favor. Bien claras muestras te di siempre de no amar; y pues en vano te quejas, quédate contigo mismo. (¡Qué crüel estoy!) Aparte FADRIQUE: Espera. Ya me matas. (¡Oh, que Circe!) Aparte SERAFINA: Refiere o voyme. FADRIQUE: Está atenta. De la batalla o fiesta llegó el día; era cada balcón florido mayo. Vieron primero la persona mía, sobre los hombros de un hermoso bayo. Pisó el circo gentil con bizarría aquel hijo del Betis y de un rayo, haciendo, como diestro en los torneos, corvetas una y otra escarceos. Caminando a la tienda de campaña no cesaban las cajas y clarines; la damas repitieron: "Viva España" y aun me vertieron cándidos jazmines. Una sirena, cuya voz engaña, llevada sobre el mar de dos delfines, mi empresa fue. La letra: "En esta calma me lleva Amor para enajenarme el alma." Pero si me abraso en celos y mi corazón revienta con agravios declarados, ¿cómo desata la lengua palabras disimuladas? "Sí" dijiste al duque, fiera que no te ves en la fuente por no convertir en cera. La impiedad queda contigo que con una crüel te quedas; que yo no puedo contar, cuando agravios me atormentan, acciones que no agradeces; tú me matas. SERAFINA: Oye, espera. El duque me dijo aquí que por él intercediera con la duquesa, y que hiciese por su amor la diligencia. Sí, le dije, y este "sí" escuchaste. FADRIQUE: No, no pretendas dar color a mis recelos. SERAFINA: Engáñaste; y si supiera que de mí se imaginara la más mínima sospecha, no diera satisfacción a palabras tan groseras. FADRIQUE: ¿Lloras? Temo no me mates. Calla, señora. SERAFINA: Pues, cuenta. FADRIQUE: No hay quien te entienda, mujer. Prosigo de esta manera. Salió a la plaza Urbino, fue el primero; una selva de plumas ha sacado de color verde y blanca en el cimero; cuando el viento sutil las ha ondeado, ya parecen abril, ya son enero; un árbol pareció que está nevado. Ondas eran del mar las varias plumas, pues mezcladas se ven olas y espumas. Con señas a batalla me provoca, un duelo de dos tigres se dibuja, ya para el curso la trompeta toca. ya sacamos las lanzas de la cuja, ya acometemos, cada cual fuenroca; no hay hasta que no rompa y que no cruja; tocaron los pedazos las regiones del fuego, descendiendo hecho carbones. Los brazos a la espada el duelo fían; tantos los yelmos combatieron ellas que fraguas de Vulcano parecían, y relámpagos eran las centellas; como nocturnas sombras no se veían el vulgo se admiró de ver estrellas. Mi contrario quedó tan sin sentido que ni bien era muerto ni dormido. Ya esperaba en el puesto el de Ferrara, que el iris vistió de su librea; corrimos, y el caballo le arrojara si al arzón no se asiera; titubea, ya cae, ya no cae, ya sí, no para el caballo, y él libre se pasea, pues su dueño perdió sentido y freno cuando mi lanza fue rayo sin trueno. Aquí el de Parma me provoca al duelo; la fuer[te] lanza puesta ya en el ristre, exhalaciones fuimos, que en el cielo no hay vista perspicaz que no registre. Su caballo se vio correr en pelo sin silla, y sin señor que le administre, porque en tierra cayó, y medir pudiera lo que habrá menester cuando se muera. Entrando van después aventureros por mostrar su valor mostrando fama ya con las lanzas, ya con los aceros, aquéste me acomete, aquél me llama; yo, invocando el favor de los luceros que son los bellos ojos de mi dama, feroz en los estribos me levanto, matando unos de herida, otros de espanto. Todo es aplauso, todo alegres voces, crece la admiración, la noche llega, aquéllos con valor, éstos feroces, todos me embisten, invención fue griega; corren ligeros, sombras son veloces, aquél repara, el otro no sosiega, discurro sin pensar, cólera tengo, muchos me cercan, el agravio vengo. Las damas dicen: "Paz". El sol se puso. Suena "España" una voz, otra "Victoria". Pasmó lo noble, el vulgo va confuso, salgo sin mí, tú estás en mi memoria; dichas prevengo, de feliz me aviso, hallóme mi pesar, perdí mi gloria; tuyo en efeto soy, y mis deseos servirán a tus plantas de trofeos. SERAFINA: Debo estar agradecida. FADRIQUE: Y, ¿cuándo lo mostrarás, si hoy un favor no me das? SERAFINA: Basta no estar ofendida. FADRIQUE: ¿De qué? SERAFINA: De que me han contado que un guante rompiste mío. FADRIQUE: Dueño fue de mi albedrío, mirad si está bien guardado; pero si éste se cayó favor no es vuestro, señora; dadme algún favor agora en que veo claro yo, sin los visos de engañado, que dais premio a tanta fe. SERAFINA: Hoy un favor os daré. FADRIQUE: ¿Aún no estoy examinado de todo punto? Yo sí que me pudiera quejar de vos, de ver olvidar la media banda que os di. SERAFINA: Si es ésta, ¿qué pretendéis de favores lisonjeros? FADRIQUE: Vivir, para agradeceros que esa banda no olvidéis. SERAFINA: No, no me juzguéis amante. FADRIQUE: ¿Qué queréis con tantos fieros? SERAFINA: Vivir para agradeceros que no olvidéis ese guante.
Vanse y salen FLORES y RAMÓN. [Decoración de jardín]
FLORES: Licencia esta noche ha dado su alteza de hacer terrero a cualquier caballero. RAMON: ¿Don Fadrique está avisado? FLORES: Ve tú y avísale presto; que yo me quiero quedar ocupando este lugar porque nadie llegue al puesto.
Salen a lo alto PORCIA y ELISA
PORCIA: Elisa, por tu consejo hago esfuerzos, y me inclino desde hoy al duque de Urbino; la española afición dejo. Para olvidarle, ¿qué haré cuando su amor me detiene? ELISA: Piensa, ¿qué defectos tiene? Di males de él. PORCIA: Sí, diré. ELISA: ¡Oh, si te viese duquesa! PORCIA: Con esperanzas estoy, y aunque fingida lo soy, de serlo así no me pesa. Canta alguna cosa, amiga. ELISA: ¿Qué letra quieres que cante? PORCIA: Una que mi mal espante, una que engaños me diga.
Canta [ELISA]
ELISA: "Esperanzas lisonjeras, ¡que sólo tormento dais, mientras vivís y pasáis como verdes primaveras!"
SERAFINA en lo alto
SERAFINA: Porcia, ¿música sin mí? PORCIA: ¿Qué no es vuestro, mi señora? ELISA: A cantar empecé agora. SERAFINA: ¿Ha venido alguno? FLORES: Sí. SERAFINA: ¿Qué caballero ha llegado? ELISA: ¿Quién mi música oyó? FLORES: Yo. ELISA: ¿Mas tu voz no sonó? FLORES: No; porque yo canto endiablado. El duque de Urbino vino. Si halla en su clamor amor, será el disfavor favor, y tu desatino tino; que enamorado estoy hoy. ELISA: ¡Qué lenguaje barbarismo! FLORES: Soy el eco de mí mismo. Ya he dicho que Urbino soy; no me han de ocupar el puesto tres de duques, como de ases. PORCIA: Hoy temí que te cansases; galán saliste y dispuesto, y aún estábamos las dos en las rejas de estas salas alabando tantas galas con gusto. FLORES: Mas, juro a Dios... PORCIA: Bien la empresa no se veía; decídnosla. FLORES: Fue extremada. Una pandorga pintada y así la letra decía; "Amor no quiere pandorgas; mas, ¿qué se nos da a los dos si yo no soy el pandorgo, ni sois la pandorga vos?" PORCIA: ¡Qué mal mote! FLORES: Es misterioso. ........................ ........................ .................... [ -oso]. PORCIA: La empresa del de Ferrara quisiera saber. FLORES: Admira: Un hombre pintó que mira si es la noche oscura o clara; la ventana erró, y por eso las alacenas abría y así la letra decía: "Oscuro está y huele a queso". ELISA: ¿Corría buen temporal? FLORES: Para ratones, señora.
Sale don FADRIQUE
FADRIQUE: (Pensaba yo que no es hora Aparte y tardé, pensando mal. Ocupado está el terrero. Flores es quien le ocupó. Pero aunque [ya me avisó], escucharéle primero). SERAFINA: La del español queremos. FLORES: Entre sus plumas y galas, pintó un Fénix con sus alas quemándose los extremos. PORCIA: ¿La letra? FLORES: "Bruto amó a Porcia, pero yo, español astuto, amo a Porcia y no soy bruto". ...................... [ -orcia]. PORCIA: Aún las mejores son esas. FLORES: Tal es el españolete. FADRIQUE: (Sin duda es él). Aparte Flores, vete. FLORES: Fáltanme dos mil empresas. Otro en la empresa ha pintado un doctor con su orinal, y un mercader que el caudal en bayetas ha empleado; era el mercader poeta, y la letra es de primor: "Ando tras este doctor para vender mi bayeta". FADRIQUE: Vete, loco. FLORES: Ya me voy.
Vase y salen los tres duques
FERRARA: El lugar nos han tomado. URBINO: Pena de quien ha tardado. ..................... [ -oy]. ..................... ........................ ........................ PARMA: Breve será si es dichoso. FERRARA: ¿Quién es? FADRIQUE: ¿Quién lo pregunta? FERRARA: Es el duque de Ferrara. FADRIQUE: Don Fadrique, el que está aquí. FERRARA: Si nos permiten la entrada a esos jardines, adonde cae la luz de esa ventana porque en debido respeto hablar podemos las damas, no seréis cortés si veis, cuando la duques aguarda, que hable Porcia y no su alteza. SERAFINA: Escuchemos lo que pasa. ....................... FADRIQUE: No ha mucho que en la estacada, ya he dicho, ya he sustentado en esta pública plaza, que a la dama que yo sirvo ninguna del mundo iguala; y querer que deje el puesto es volver a la demanda. URBINO: Luego, ¿vos imagináis que el salir de fiesta y gala a la calle en un caballo y correr dos o tres lanzas es una gran valentía, y que el reñir en campaña de veras será lo propio? FADRIQUE: Sé que puse aquí las plantas para no volver atrás. PORCIA: Sin duda que le maltratan si tú no bajas, señora. SERAFINA: Mira, Porcia, que te engañas. ELISA: No engaña, señora mía; que no es vencer en campaña ser más diestro torneante. SERAFINA: ¿Tú tienes desconfïanza de don Fadrique? PORCIA: Sí, tengo, porque son verdades claras las que esos señores dicen. SERAFINA: Ya me tenéis despechada las dos, y los tres cobardes que allá blasonan me agravian; sea locura o capricho, yo os veré desengañadas. Caballeros... ¿A quién digo?... Del que ese lienzo nos traiga.
Arroja un lienzo
la duquesa o yo seremos. PORCIA: Eso es beber sangre humana; entrañas tienes de tigre. PARMA: Será del duque de Parma. URBINO: Será del duque de Urbino. FERRARA: Decid que es del de Ferrara. FADRIQUE: ¿A quién digo? ¿Ah, caballeros? Determinen ya quien gana esa victoria del lienzo, porque después de ganada me le dé quien le tuviere. URBINO: ¡Qué soberbia! FERRARA: ¡Qué arrogancia! SERAFINA: Con la rabia que me dieron vuestras villanas palabras, no supe lo que me hice. PORCIA: Baja a remediallo, vaya.
Vanse las damas
FADRIQUE: Con modestia lo pedía, pero si soberbia llaman pedirlo del uno, agora a todos es la demanda. Denme el lienzo, caballeros. URBINO: Ya no son esas palabras nacidas de bizarría, sino de soberbia y tanta que a ser cobarde llega; y aun es acción temeraria. Reñir con uno no quiere cuando a tres juntos agravia, si es forzoso que los tres ni riñamos con ventaja. FADRIQUE: ¡Buen remedio! Si los dos dan el lienzo al uno, llana queda la cuestión conmigo. PARMA: Por castigar tu arrogancia con el lienzo te dejamos. URBINO: Español, ¿qué confïanza te alienta a tanta soberbia? FADRIQUE: Ésta es, que "español" me llamas. [URBINO: Bien está advertido. Agora, español, que solo hablas conmigo que el lienzo tengo...] FERRARA: ¡Arrogancia temeraria! Escucha, duque de Urbino, ¿no adviertes y no reparas que si es Porcia quien le echó, es prenda de una crïada, y no te toca el tenerla? Y si ha ofrecido ser dama de quien le lleve, ¿qué importa si don Fadrique le gana? ......................... URBINO: Bien está advertido. ¡Basta! quiero darte aqueste gusto; si esta prenda es de tu dama, tómala, alienta con ello, cobra nueva vida, alcanza ese favor que deseas; porque sea más hazaña matarte yo, y ese lienzo te servirá de mortaja. FADRIQUE: ¿El lienzo, al fin, me entregaste? URBINO: Si, porque es de una crïada y no es prenda de mi dueño. .......................... De la duquesa no es prenda digna de mi mano, y bastan ya tus réplicas. FADRIQUE: El lienzo que a ti temor te causaba... ........................... El lienzo que te acobarda, me da a mí tanto valor; que es reñir con gran ventaja el reñir sólo con uno, y así con los tres se iguala. Ya estamos tantos a tantos. Desocupen la campaña.
Acuchíllense. Vanse y salen PORCIA y SERAFINA
PORCIA: ¡Baste, baste caballeros! ¿En mis jardines espadas? SERAFINA: Es un rayo don Fadrique. Dueño mis ojos le llaman, ya mi desdén se acabó, la corriente de mis ansias se ha desatado. ¡Ay de mí! Él es dueño de mi alma.
Sale don FADRIQUE con la espada desnuda y el lienzo en la mano
FADRIQUE: Si este lienzo es el favor que me tenéis ofrecido, de vos no le he recibido que le ganó mi valor. Si venda fue del Amor, ya Amor verá que es despecho haber de mis riesgos hecho vuestros livianos antojos; si hay piedad en estos ojos, ¿cómo hay tigres en el pecho? Cuatro vidas arriesgáis. Mal, señora, me querréis. Costosa experiencia hacéis, pues así me aventuráis. Tomad el favor que dais; llamarle favor no es bien, desdén sí, y rigor también; y así, aunque el lienzo he ganado, vengo a ser el desdichado pues gozo vuestro desdén. En Castilla sucedió que una dama arrojó un guante en presencia de su amante a unos leones. Entró el galán y le sacó y luego a su dama infiel le dio en el rostro con él. Agravios no haré tan raros, pero tengo de imitaros en ser conmigo crüel. Quedad, señora, con Dios, que yo me voy ofendido de mí, por agradecido, por ser ingrata, de vos. Mal estaremos los dos en dos extremos tan raros. Quiero ausentarme y dejaros. Perderme quiero y perderos. Quiero morir de no veros cuando vivo de adoraros. El alma en vos divertida goza con dichosa suerte, vida que parece muerte, muerte que parece vida. Y si es la gloria fingida y es la pena verdadera, más vale que ausente muera donde el morir es morir. Sin duda que no es vivir el vivir de esta manera.
Hace que se va
SERAFINA: Don Fadrique, espera, aguarda. Yo te confieso mi error. No fue no tenerte amor, esperanza no gallarda de que tu espada te aguarda. Cuando la ocasión te di, victoria me prometí. Nunca recelé tu muerte, porque vide que el perderte era más perderme a mí. Si a la dama castellana dio su amante un bofetón, tienes la misma razón. Borre tu mano la grana de mi rostro, y si villana tu mano parecería, defendiéndome este día amante tan soberano, señor, no te falte mano. Aquí tienes ésta mía.
Salen los tres duques
Aunque a los tres descontente, mi capricho logro así, pues un amante elegí galán, discreto y valiente. Amor niño finge y miente. Yo, duques, soy Serafina, que así mi amor determina quien me quiere o aborrece.
A FADRIQUE
Mantua a vuestros pies se ofrece. FADRIQUE: Más quiero esa luz divina. FERRARA: ¡Vive Dios! Que merecéis por este agravio esta injuria, que a Mantua abrase mi furia. Hoy mi cólera veréis. URBINO: Ferrara, no os enojéis de lo que a mí me tocó. FADRIQUE: ¿Qué bárbaro se atrevió así delante su alteza arriesgando su cabeza? FERRARA: ¿Quién dará ese riesgo? FADRIQUE: Yo.
Sale FLORES
FLORES: Y yo el cuchillo daré agora que hay ocasiones de dejar estos girones quien loco en su seso fue. No me pregunten por qué. Juana Flores fue mi madre. No hay locura que me cuadre; confieso que cuerdo estoy, mientras no digo que soy el rey, el papa, o Dios padre. URBINO: Yo adoré; no me ha pesado. SERAFINA: Yo tengo dueño, en efeto, galán, valiente y discreto. PARMA: Yo el premio de enamorado. FADRIQUE: Yo el pago de mi cuidado. URBINO: Yo he sido siempre engañado. FERRARA: Yo, aunque en Mantua más blasonen, hallo partes que me abonen. SERAFINA: Yo la dichosa fui. FLORES: La comedia acaba aquí; vuestras mercedes perdonen.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 28 Jun 2002