ACTO TERCERO


Sale don BERNARDO
BERNARDO: Deja el agua el mar profundo y por venas diferentes echa rayos y echa fuentes. riega los campos del mundo; y al primero y al segundo de los años que camina torna el agua peregrina al mar de donde salió, porque este centro le dio la mano de Dios divina. Va, porque en el agua nace, con los rayos del sol sube, y en forma de parda nube sombras en los aires hace; el mismo sol la deshace y en agua torna su esfera. Tras de su edad placentera muere el hombre y se resuelve y a ser ceniza se vuelve que es su materia primera. No de otra suerte mi suerte en el mundo me ha traído. Nací pobre, rico he sido por valor y pecho fuerte; mas caminando a la muerte a mi pobreza he tornado, que el sol que me ha levantado ya me ha dejado caer porque es forzoso volver cualquiera cosa a su estado. Tal estoy, que de hambre muero; si éste es mi planeta, corra; al Rey de Navarra quiero escribir que me socorra. Aquí hay papel y tintero.
Siéntase a escribir y salen dos CONTADORES
CONTADOR 1: ¡Qué pobre casa ha elegido! CONTADOR 2: Cosas son del mundo vario. CONTADOR 1: Nadie en ella ha parecido. No hay yermo más solitario que la casa de un caído. ¿Cómo están estas paredes pobres, tristes y desnudas? ¡Ah, Fortuna! Mucho puedes. Todo lo truecas y mudas. Fueron humanas mercedes. Allí está escribiendo un hombre, pregúntale por Cabrera. CONTADOR 2: ¡Hola, buen hombre! ¡Buen hombre! BERNARDO: Si yo tan malo no fuera, respondiérate a ese nombre. CONTADOR 1: Don Bernardo, ¿dónde está? BERNARDO: (Tal es la mudanza mía, Aparte que no me conocen ya estos hombres que algún día me sirvieron). CONTADOR 2: Razón da de esto que te preguntamos. BERNARDO: ¿Así ponderas mi suerte? Todos trocados estamos. CONTADOR 2: No es mucho no conocerte si tan flaco te miramos. ¡Válgame Dios, qué mudanza! Señor, perdona, y no sientas tus desdichas. [... -anza BERNARDO: ............] ¿Hay más cuentas? ¿En qué, señores, me alcanza el Rey, mi señor? CONTADOR 1: En nada; antes es nuestra embajada que doscientos mil ducados que te han hallado sobrados de tu renta secrestada digas de qué han resultado. BERNARDO: De mil ducados que a alguno habré de limosna dado, y como Dios da por uno vida eterna y cien doblado doscientos mil sobrarán. CONTADOR 1: Esta respuesta daremos. BERNARDO: ¡Qué aprisa mis cosas van, llegadas a sus extremos! ¡Qué rigurosas que están mis desdichas!
Salen don LOPE y ROBERTO, con un escritorillo
LOPE: Muy culpado fuera yo en haber tardado tanto en veros, mi señor, si no fuera nuestro amor el no haberos visitado. ¿Cómo estáis? BERNARDO: Solo, inocente, desdichado, pobre y triste. Dame guerra el mal presente, mi paciencia la resiste, y así estoy perpetuamente. ¿Qué dicen allá de mí? ¿Qué sospechan? ¿Qué es la culpa que contra el Rey cometí? LOPE: Ninguno, señor, os culpa. Vario es el vulgo, y así [..... -osa] éste sospecha una cosa, aquél otra; pero todos os honran de muchos modos. Vuestra fama es la dichosa. No ha caído, y yo confío que vuestra adversa fortuna tendrá fin. BERNARDO: Y será el mío. Sale el hombre de la cuna como de la fuente el río; va creciendo y caminando hasta que en el mar se pierde. Cuál vez se va dilatando por un valle ameno y verde, y cuál se va despeñando. Así en nuestra humana vida, ya próspera, ya afligida, ya se rinde, ya está fuerte, hasta que llega la muerte, donde sus males olvida, y así tendrán fin mis males. LOPE: Risa pienso ver el llanto nuestro. BERNARDO: Penas son iguales a quien de silencio santo violó los sacros umbrales. Si en virtud de mi inocencia el Rey me diera licencia para volver a mi casa, fuera mi dicha no escasa y pródiga mi paciencia. LOPE: Para vivir en su casa le dará su majestad, y si en la vuestra se pasa, amigo, la necesidad, esto os da mi mano escasa. Aquellos seis mil ducados que me disteis, ¿quién dijera que habían de ser prestados Nunca la Fortuna hiciera balanza en nuestros estados. Hoy, a quien tantas mudanzas nos pesa, como crüel, alcancen mis esperanzas a ver, derecho en el fiel, igual nuestras balanzas. Lo que es vuestro os vengo a dar, paga la podéis llamar, y yo soy, queriéndoos bien, el primero hombre de bien que le pesa de pagar. BERNARDO: Ya, amigo, será locura que del mundo nos quejemos, porque dirán, si esto dura, que entre nosotros tenemos a medias nuestra ventura. Con ella el uno ha ganado para que el otro reciba su parte; pero el cuidado sólo se lleva el que priva y descansa el desdichado. Tratado es de compañía; que nuestra dicha parece sol, que en un polo es de día cuando en el otro anochece. Vuestra es la luz, ya no es mía. ¡Plegue a Dios que en noche oscura tenga mi ventura Dios! Si en no ser acerba y dura consiste en faltar en vos la luz de vuestra ventura. LOPE: Bien lo habéis encarecido. BERNARDO: Estoy muy agradecido en ver en vos tanta fe, cuando a Lázaro envïé a que vendiese un vestido que acaso me había quedado. ¡Tal necesidad tenía! LOPE: Mucho me habéis lastimado.
Sale LÁZARO con el vestido a cuestas
LÁZARO: Nuevo está, ¡por vida mía! El vestido es extremado. ¿Quién da más por el vestido? Tres blancas me dan por él y cincuenta escudos pido. La ropilla fue de Abel y las calzas de Cupido.
Las calzas sean atacadas
Sacarnos podrán de mengua y tienen más cuchilladas que un rufián da con la lengua. Digo que son extremadas [...... -engua]. ¿Quién las compra? Que su dueño con hambre las vende hoy. LOPE: Calle, necio. LÁZARO: No pequeño. [...... -oy] [.....] LOPE: Yo te empeño mi palabra que está loco. LÁZARO: Hanme dado por él poco, y en pregones le ha traído por si pujan [...-ido] [..... .] BERNARDO: Ya yo toco en toda suerte de afrenta y desdicha. LOPE: Alza, necio, este escritorio, y ten cuenta que hay en él joyas de precio. LÁZARO: ¡A fe que tiene pimienta! Muy bien pesa. LOPE: Ven después. Daráte un vestido a ti Roberto. LÁZARO: ¿Quién? ROBERTO: ¿No me ves? Yo mismo. LÁZARO: No es para mí [..... -és]. si por tu mano ha de ser. ¡Vive Dios!, que me ha de hacer el ver aqueste bellaco tan dichoso, que esté flaco y que deje de beber. LOPE: Amigo, el Rey se va a caza y he de prevenirle gente; dame licencia y abraza esta alma, que eternamente será tuya. BERNARDO: Si se enlaza con mis brazos ese pecho; que irá sin duda sospecho. LOPE: Adiós. BERNARDO Él vaya contigo y no te olvides, amigo, de aqueste barro deshecho.
Vanse don LOPE y ROBERTO y sale un villano
VILLANO: ¡Pardiez!, que no lo creyera si no estuviera mirando esta casa desdichada en que vive don Bernardo. Más arreada es la mía aunque de pobre villano, sin paramentos de seda, sin toldo, sin mayorazgo. ¡Esta es ya lástima grande! ¡Ah, señor, señor! BERNARDO: Hermano, ¿qué mandáis? VILLANO: ¿No me conoce? ¿No se acuerda que ha dos años que al Rey le pedí mercedes por dos hijos que finaron en la guerra, y una bolsa me dio para el entretanto? BERNARDO: De haberos visto me acuerdo, mas no de eso que os he dado. VILLANO: Olvidan luego los nobles lo que dan, y no olvidan lo que reciben; yo, al menos, en aquesto he sido hidalgo. A pagaros vengo, a fe, lo que vos me habéis honrado, no en dinero, en otra cosa que os ha de hacer más al caso; de negocios importantes vengo a avisaros del campo. Hablaré si estamos solos. BERNARDO: Hablad, que solos estamos. VILLANO: Al Rey quieren dar la muerte. BERNARDO: ¡Válganme los cielos santos! VILLANO: Oíd pues; que anoche estaban tres soldados de don Carlos, el Infante de Aragón, recostado en un prado, media legua de mi aldea, donde estaba descansando. Ellos, con la noche oscura, no me vieron, y trataron de matar al Rey en caza esta noche, disfrazados, junto al arroyo del monte, entre unos lentiscos altos que están cerca de la fuente. En hábito de villano se han de poner; y después los tres vestidos compraron en mi aldea a un labrador, y así he venido a buscaros que si dais al Rey la vida, os volverá a su palacio, donde os veréis como un tiempo, favorecido y honrado. BERNARDO: Mereciera tal lealtad una estatua de alabastro. Goces en paz largos días el fruto de tus ganados. Preso estoy en esta casa y, aunque obediente vasallo, por dar la vida a mi Rey he de romper su mandado. Yo, amigo, me voy contigo, que para esos tres bastamos. Yo, la verdad y justicia, y algunos de mis crïados en traje de labradores será bien que nos pongamos donde al Rey, mi señor, demos la vida que deseamos. VILLANO: Ya el Rey a caza partía cuando entraba yo. BERNARDO: Pues vamos, no peligre el Rey don Pedro que guarde Dios muchos años.
Vanse y salen don LOPE y la Infanta
LOPE: Si se halla la piedad donde nace la nobleza, mal puede haber en tu alteza rigor, enojo y crueldad. Remedia desdichas tales, si no por pedirlo yo, por el tiempo que adoró esos ojos celestiales. Si don Bernardo ha caído por desdicha o desamor del cielo de tu favor al infierno de tu olvido, ten, señora Infanta, de él piedad y lástima tierna. No ha de ser su caída eterna como fue la de Luzbel; que arrepentimiento cabe en tu pecho y humildad, aplaca a su majestad con medio blando y süave. Así tu hermosura viva una edad, un siglo entero, sin que del tiempo ligero algún agravio reciba. VIOLANTE: ¿Cómo me ruegas así y ajenas obras disculpas, habiendo en ti propio culpas no perdonadas por mí? ¿Ya, don Lope, has olvidado la subida a mi aposento? LOPE: De tan grave atrevimiento el Amor me ha disculpado. VIOLANTE: ¿Cómo te disculpa Amor? LOPE: Como de él ha procedido el engaño que he tenido de tanto precio y valor.
Sale DOROTEA
DOROTEA: (Don Lope está con la Infanta, Aparte y aunque ha días que no puedo hablarle, no pierdo el miedo y los recelos de amanta. De amor tratan, no quisiera que la Infanta le estimase. Porque adelante no pase, hablaré de esta manera.
Tose DOROTEA
Él hace que no me ve, en vano son mis desvelos. Él disimula y mis celos van creciendo con mi fe). Don Lope, el Príncipe llama. LOPE: Dame, señora, licencia.
Vase Don LOPE y le dice al pasar DOROTEA
DOROTEA: Nunca pruebes la paciencia de tu amigo ni tu dama; que es locura. VIOLANTE: ¿Qué decías de paciencia y dama? DOROTEA: ¿Yo? Ninguna cosa. VIOLANTE: Eso no; algo a don Lope reñías. Dime, dime lo que pasa. DOROTEA: Si va a decir la verdad, él me tiene voluntad y así conmigo se casa, queriendo el Rey, mi señor. VIOLANTE: (Digo, Amor, que eres injusto. Aparte ¡Oh, Amor! ¿De tan mal gusto me ibas inclinando amor? Porque ocupase el lugar que en el casto pecho mío dejó Cabrera vacío le ha ayudado a levantar. Hoy, don Lope, mis intentos es razón que se corrijan y que sujeto no elijan de tan bajos pensamientos). En efecto, ¿te ha servido? DOROTEA: Estimó las prendas mías aunque ya han pasado días que hablarle no he podido. VIOLANTE: Tu tercera pienso ser. El vuelve y te dejo a solas. (Las mujeres españolas Aparte son amigas de saber. Aquí tengo de escuchar).
Vuelve don LOPE y quédase escondida la Infanta
LOPE: El Príncipe no me llama. DOROTEA: Quien ha perdido la dama, ¿para qué vuelve a jugar? Traidor, la Infanta se fue; bien pienso que a su hermosura te ha inclinado tu locura faltando a mi amor y fe. ¿Cómo te vas descuidando de no verme a la ventana, donde la fresca mañana me suele hallar esperando? ¿Cómo tus dulces papeles son ya rudos para mí? Sola soy yo la que fui. ¿No amas ya como amar sueles? LOPE: Mucho estimas, Dorotea, poder reñir tus engaños si agora ha trescientos años eras linda o eras fea. Si tu gravedad anciana viste tocas y usa antojos, ¿por qué pusiste los ojos en mi juventud lozana? ¿Por qué a mi amor engañaste y ser la Infanta fingiste los días que me escribiste y las noches que me hablaste? Y ya que me has engañado a traición de esta manera, ¿por qué quieres que te quiera cuando estoy desengañado? Las veces que me engañabas la Infanta moraba en mí; tú eras su imagen y así su gloria representabas. En ti mi amor no paraba, porque mi fe no quería el sujeto que tenía, sino aquél que imaginaba. Porque de mí te has burlado te maldicen mis razones, y te doy más maldiciones porque me has desengañado. Nunca, ¡oh, falsa!, me engañaras en nombre de nuestro dueño, o ya que me vi en tal sueño nunca de él me despertaras. Que así estaba mi fortuna dichosa, y a tiempo vengo, que aquel mismo amor me tengo sin esperanza ninguna. Por desengañarte así de que no estaba engañado, entré una noche turbado y en su cámara me vi. Yo cometí tal error por tu causa, si escarmientas, trueca en ayunos y cuentas esos efectos de amor. DOROTEA: Escucha, espera. LOPE: Un trabuco quisiera esperar primero. DOROTEA: Has andado muy grosero. LOPE: Y tu seso muy caduco.
Vase don LOPE
DOROTEA: Que en desprecio y desdén para el amor que en éste vi.
Sale la Infanta
VIOLANTE: Si fue la fiesta por mí, pocas gracias a tu cara. ¡De manera que en mi nombre has amado! ¡Amor discreto, a no haber sido secreto, recatado y sabio el hombre! ¡Qué bueno andaba mi honor! ¿Hete dado yo poder para en mi nombre querer a ninguno? ¿Es pleito amor? DOROTEA: Pleito ha sido para mí, y con debida paciencia esperaré la sentencia, pues ya condenada fui. VIOLANTE: Caballero a quien yo he dado los brazos y me ha querido creyendo que suya he sido, nació bien afortunado. Señales son que desea Amor casarle conmigo, sólo te doy en castigo que le digas que me vea después y a su voluntad con el semblante propicio. DOROTEA: En eso me das oficio no de mucha autoridad.
Vanse DOROTEA y la Infanta y salen tres SOLDADOS
SOLDADO 1: Cuando sale a cazar el Rey don Pedro a aqueste monte, casi viene solo, y de noche se va, y así podemos con ánimo seguro y atrevido tirarle alguna lanza o [algún] dardo; que el conocer la tierra, estos vestidos y el ser la noche oscura facilita el poder escapar nuestras personas. SOLDADO 2: Heroica cosa será y agradecida del Infante, alzaráse con el reino y en premio nos dará títulos grandes. SOLDADO 1: El puesto que tenemos elegido entre aquesos lentiscos de ese arroyo me parece que está más a propósito porque descansa el Rey algunas veces a los márgenes verdes de las fuentes que cerca de ellos nacen. SOLDADO 3: Yo no siento en aquesta ocasión salud ni fuerza para poder huír. O lo dejemos para otro día o lo podéis vosotros emprender. SOLDADO 1: Una vez determinados, no perdamos la ocasión si es buena. SOLDADO 3: Que yo podré esperar en esa aldea. El suceso seguid de vuestra empresa. SOLDADO 2: El secreto, Fabricio, encomendamos. SOLDADO 3: Agravio es ése de mi noble pecho. (Del intento que tuve me arrepiento. Aparte Al Rey avisaré, porque se guarde del temerario caso que se emprende).
Vase el SOLDADO 3
SOLDADO 2: En efecto, los dos intentaremos esta muerte del Rey. SOLDADO 1: Agora temo el no querer Fabricio hallarse en ella. SOLDADO 2: No sea cosa de que avise al Rey. Por sí o por no, esta vez no se ejecute la atrevida intención de nuestros ánimos. SOLDADO 1: Bien dices.
Salen don BERNARDO, el VILLANO y LÁZARO, vestidos de labradores
VILLANO: Hoy, famoso don Bernardo, al Rey darás la vida y bueno fuera que trajeras más gente. BERNARDO: Vengo armado debajo del sayal. LÁZARO: Y yo aforrado con dos azumbres, que de pelo fuerte sirven contra la sed, que ésa es mi muerte. VILLANO: Esos que hablando están no son villanos, y sospecho que son los dos traidores que el puesto reconocen. BERNARDO: Los lentiscos del arroyuelo, ¿cuáles son? VILLANO: Aquéllos, y allí se han de poner junto a la fuente donde descansa el Rey algunas veces. BERNARDO: Un poco más arriba he de esconderme, que el Rey está cazando y anochece. A tus canas y edad no se permite ponerse en el peligro. Adiós te queda. LÁZARO: Di, señor, ¿no es mejor que al Rey se avise y que él se guarde? BERNARDO: No, que así no puedo obligarle tan bien como con esto, y así conoceré si está en peligro y a faltar el remedio avisaremos. VILLANO: Suceda todo bien.
Vase el VILLANO
BERNARDO: Quiéralo el cielo. SOLDADO 1: De Fabricio, en efecto, me recelo. SOLDADO 2: Volvámonos agora, que otro día mejor conoceremos nuestra empresa. SOLDADO 1: Buenos hombres, ¿el Rey está ya cerca? LÁZARO: Cazando está en la falda de este monte.
Vanse los dos SOLDADOS
BERNARDO: Sin duda que éstos son. Déme Fortuna la mano esta vez. Lázaro, entremos en los lentiscos. LÁZARO: Caminar no puedo, y a fe que es gran señal. BERNARDO: ¿De qué? LÁZARO: De miedo.
Vanse don BERNARDO y LÁZARO y salen el REY y el Conde de RIBAGORZA y ellos quédanse entre los ramos
RIBAGORZA: Honradamente derribaste al gamo. REY: A hurto le tiré. RIBAGORZA: Es sabroso tiro. ¿Piensa tu majestad pasar la noche en la casa del monte? REY: Sí, quisiera. Lleguemos a la fuente que aprisiona con lazos de cristal esos lentiscos, a pesar de los tiempos, siempre verdes, y allí esperar podremos los monteros.
Sale un MONTERO con una carta
MONTERO: A toda diligencia llegó un hombre de Navarra con ésta. REY: El Rey me escribe: "En vuestro reino está quien daros quiere, primo, la muerte. No salgáis a caza. El Rey". RIBAGORZA: ¡Breves razones! REY: ¡Y espantosas!
Sale el SOLDADO 3
SOLDADO 3: ¡Rey don Pedro, Rey don Pedro! Que guarde Dios muchos días el que llaman del Puñal, Rey de Valencia y Sicilia. No duermen tus enemigos cuando estás en montería. Si a la fuente llegas solo en peligro está tu vida. Entre esos verdes lentiscos están dos que solicitan. para el Infante don Carlos, ser traidores y homicidas, en hábito de villanos que el traje al ánimo imita. REY: ¿Quién eres, ángel u hombre? ¿Quién eres tú que me avisas? SOLDADO 3: Rey, en aquesta ocasión me importa que no lo diga. Toma esta banda y después lo sabrás cuando la pida. REY: Haréte entonces mercedes.
Vase el SOLDADO 3 y salen los MONTEROS
CONDE: Señor, por tu causa mira, que algún enemigo tienes que sirve a Carlos de espía. Los monteros han llegado, manda que todos embistan contra los dos que te aguardan. REY: Los que matarme querían están entre esos lentiscos; buscadlos luego, aunque el día se ausenta de todo punto. TODOS: ¡Mueran! RIBAGORZA: Tú has tenido dicha.
Acometen y salen don BERNARDO y LÁZARO
BERNARDO: Voces oigo y dicen "¡Mueran!" Estos son y el Rey peligra. Los cielos le favorezcan. TODOS: ¡Mueran! BERNARDO: Esta alevosía ha de ser en vuestro daño. No morirán si no quitan del pecho el alma a Cabrera. RIBAGORZA: ¡Dios me valga! ¿A quién no admira, gran señor, este suceso? ¿No es aquélla la voz misma de don Bernardo? REY: ¿Es Cabrera? BERNARDO: Sí, soy. REY: ¡Quitadle la vida! ¡Muera el traidor que desea mi muerte! LÁZARO: (Nueva desdicha Aparte pienso que ha de ser aquésta). REY: ¡Prendedle o muera! BERNARDO: Rendida tienes, gran señor, mi espada; pero advierte que quería... REY: ¡Calla, loco! ¿Osas hablar? No le prendáis si porfía a resistirse. ¡Matadle! BERNARDO: ¿Quién hay que a su Rey resista? MONTERO: Con el villano vestido armas encubre. REY: Venía prevenido el temerario. BERNARDO: Por tu bien. REY: ¡Calla! No digas en mi presencia palabra. Tu propia casa tenías por cárcel, y esto merece quien la pública te quita. Preso le llevad. BERNARDO: Señor,... REY: ¿Es posible que replicas? BERNARDO: Denme los cielos paciencia en tan profundas desdichas.
Llévanle
REY: ¿Quién creyera tal suceso? De suerte me maravilla que la amistad de Cabrera se me ha convertido en ira. Cuando aquéste me matara mi muerte era merecida, pues que yo no se la di cuando le escribió el traidor. Los dos mi muerte querían. Vencióme amor y callé. Ya da voces la justicia y si el Rey no castigara al delincuente, anima al poderoso. Tres Pedros crüeles desde hoy se digan.
Vanse el REY y el Conde de RIBAGORZA
LÁZARO: Ya se han ido a lo que entiendo pues que Lázaro respira. No revuelve los humores la purga de una botica tan aprisa como un miedo. ¡En batalla andan mis tripas! ¡Plegue a Dios no esté cazado como pájaro en la liga! Yo me escapé lindamente, pero escondíme en ortigas y así me han disciplinado cara y manos. ¿Qué desdichas quedan ya que sucedernos? Mil estrellas enemigas tiene Cabrera; sin duda que son las siete Cabrillas. ¡Bien ha librado mi amo! A librar al Rey venía y el Rey piensa que a matarle. Paréceme que repican. Guardar quiero mi pellejo, no me lo pesquen e hinchan de paja como a lagarto. ¡Más vale ser cuba viva!
Vase LÁZARO y salen don LOPE y DOROTEA
DOROTEA: La Infanta quiere hablarte esta noche y me mandó que te avisase. LOPE: Pues yo, crédito no quiero darte. Bástame ya, Dorotea, lo de las noches pasadas; tras de burlas tan pesadas, ¿quién ha de haber que te crea? ¡La Infanta de noche a mí! Bien sé que no puede ser. DOROTEA: Mira que te quiere ver. LOPE: ¿Díceslo de veras? DOROTEA: Sí. Considera que has vencido el mucho amor de mi pecho, pues que con celos deshecho visita ajena te pido. LOPE: Harás que te estime y quiera, que en el arpa del Amor a veces tienen valor igual la prima y tercera. Y así por hijo me ganas pues pareciera muy mal que yo, sin ser Anibal entre en batalla de canas. Que haré lo que mandas digo pues obedecerla es ley. DOROTEA: (Yo me vengaré, y al Rey Aparte porque me case contigo, le diré que eres mi amante. Pues me has llamado tercera, yo te ganaré a primera. Y a fe que ha de ser pasante).
Vase DOROTEA
LOPE: Dame, Ocasión, tu copete si así mi bien te desvelas. ¡Hola!
Sale ROBERTO
ROBERTO: ¿Señor? LOPE: Poned velas encima de aquel bufete.
Sáquelas y sale LEONORA
LEONORA: Don Lope, ilustre y gallardo, que hoy eres a tu pesar Almirante de la Mar porque lo que don Bernardo, movida a lástima estoy de ver cómo el Rey le impuna, de cuya adversa fortuna sospecho que parte soy. El Rey me casó con él y después, arrepentido, de modo le ha perseguido que le llaman "el crüel". Yo en aquella inclinación que le tuve persevero. Fue señor, es ya escudero y una es siempre mi afición. Dile que si ha menester mi hacienda, que me la pida, que le ofrezco honor y vida. LOPE: Eres varonil mujer.
Salen el REY, vestido de caza con una carta en las manos, el SECRETARIO, el Conde de RIBAGORZA, el Conde de TRASTAMARA y don RAMÓN
REY: Don Lope, un emperador, cuando colérico estaba, a un espejo se miraba para templar su rigor. Yo, que sin pasión alguna con justa razón me aíro, si a un espejo no me miro quiero mirarme en tu luna. El monte y la caza dejo, la causa saberla puedes; pero el hacerte mercedes hoy me servirá de espejo. De Alejandro se decía que al tiempo que sentenciaba a aquél que culpado estaba a otro mercedes hacía. Seguir quiero el orden suyo en favor de tu fortuna; Donde te hago de Luna, tu solar te restituyo. LOPE: Besaré tus reales pies por esta merced; mas temo, gran señor, que el otro extremo también en mi daño es. Las mercedes que me haces grandes son; mas viene junto mi mal, porque al mismo punto a don Bernardo deshaces. REY: Tu enemigo fue y calló el autor de tus hazañas. LOPE: Señor, si te desengañas, sabrás que lo quise yo; no le llames mi enemigo. REY: Eslo mío, y con razón, pues de su misma traición yo mismo he sido testigo. ¡Ah, don Urgel! SECRETARIO: ¿Señor? REY: Hoy notificas a Cabrera sus cargos, y luego muera: solas dos horas le doy. Determino que no es bien, viendo yo mismo sus culpas, ver descargos ni disculpas.
Dale el papel
LOPE: Señor, el brazo detén de tu rigor, considera que estos contrarios extremos son mi muerte, pues tenemos sola un alma yo y Cabrera. Trocarnos las manos puedes; pues uno somos. Advierte que puedes darme su muerte y a él hacerle mil mercedes. REY: (Haráse culpado). Aparte Calla, tal no pidas. LEONORA: Rey famoso, así vencedor dichoso salgas de cualquier batalla, que adviertas que me otorgaste casarme con él, y puedo pues que casi viuda quedo, suplicarte ya que baste tu rigor. REY: Leonor, marido tendrás de tal condición que dé reyes a Aragón: bien sabes si te he querido. Daros un ejemplo quiero, aunque me llamen por él mis enemigos crüel, mis amigos justiciero. Haz eso que te he mandado. LEONORA: ¡Gran señor! LOPE: ¡Señor, no muera! LEONORA: ¡Ah, desdichado Cabrera!
Vase doña LEONORA
LOPE: Di, don Lope desdichado. Muera yo, que es más razón, aunque ya mis ojos dan tantas lágrimas que están distilando el corazón. Yo di la muerte a Leonido, démela tu majestad. REY: (La fuerza de la amistad Aparte a decirlo le ha movido). SECRETARIO: Ya su vivir es violento y él mismo creo que viene a su muerte, como tiene por cárcel este aposento.
Sale don BERNARDO con una cadena al pie
BERNARDO: El que la prisión süave de las religiones deja, necio está cuando se queja de cadena y cárcel grave. SECRETARIO: ¡Ah, mi señor don Bernardo! BERNARDO: ¿Quién me llama? SECRETARIO: Don Urgel. BERNARDO: Allí el Rey, vos con papel, ¡qué malas nuevas aguardo! SECRETARIO: Yo, señor, en años largos dichoso os quisiera ver. BERNARDO: Presto venís a leer mi sentencia. SECRETARIO: Estos son cargos.
Cargos
Primeramente resulta estar culpado don Bernardo de Cabrera en no haber agradecido a su majestad el haberle hecho Conde de Val, Almirante de la Mar, con los demás títulos, ni el tenerle escogido para esposo de la serenísima Infanta, hermana suya. Item: se le hace cargo de la muerte de Leonido, músico de la cámara. Item: el no haber manifestado las hazañas de don Lope de Luna para que su majestad las premiase. Item: su gravísima culpa en haberse carteado con el Príncipe don Carlos, ofreciéndole haría lo que mandase y el haber salido de la prisión en que estaba a dar muerte al Rey, como de hecho lo hiciera si su majestad no estuviera avisado. Notifícasele que se le darán dos horas de término para vivir y confesar. BERNARDO: Juro al Rey más verdadero, dador de divina ley que muero sin culpa. Rey, mira que sin culpa muero. Ingrato jamás he sido, Rey, ni a don Lope encubrí hazañas, su amigo fui, ni di la muerte a Leonido.
Vase el REY
Matarle fuera locura pero muerto le hallé y a la iglesia le llevé para darle sepultura. Al Infante sí escribí pero escribí de manera
Vase el Conde de RIBAGROZA
que cuando mi Rey lo viera no se quejara de mí. De mi casa, estando preso, salí porque me decían que darte muerte querían y la quebrantó por eso mi conocida lealtad; y así a este proceso largo sólo esto doy por descargo. Ampare Dios mi verdad.
Vanse todos y haya un retrato del Rey sobre un bufete y tómalo en la mano y diga lo siguiente
Solo y triste me han dejado; mal me podré disculpar que nadie quiere escuchar las quejas de un desdichado. Pero vos a tanto mal estaréis atento un rato; quejarme quiero al retrato, pues huyó el original. Señor, mi causa no oída, no me deis la muerte vos y pareceréis a Dios que es el dador de la vida. Acordaos de la batalla en que a Génova vencí; mas ya me decís que sí, porque otorga aquel que calla. Pues sois luz, Rey español, ved mi inocencia con ella; pero el Rey es luz de estrella, sólo Dios es luz del sol. Si poca luz podéis dar en esta verdad oscura, siendo sombra la pintura, ¿cómo la podrá alumbrar? ¡Plegue al cielo que tan alta tengáis la dicha real que este vasallo leal nunca llegue a haceros falta! No deshagáis los privados porque hay culpas aparentes, enemistad en las gentes y desdicha en los privados. Mirad si soy desdichado, pues con el mal que hoy recibo, para el cargo os hallo vivo, para el descargo pintado. Cerca está el fin, aunque ausente de mis infelices casos, porque las honras son pasos que damos para la muerte. Y siendo así, en mi jornada pocos hay que darse puedan pues solos dos pasos quedan para entrar en la posada. ¡Yo, señor, vuestro homicida! ¡Yo traidor! ¿Cómo no veis que sólo porque queréis huelgo de daros mi vida? Y si ya dueño no soy de esta vida que quitáis, las dos horas que me dais para vivir, os las doy. Corten luego mi cabeza, ponedlas a vuestros días, que en eternas monarquías vivirá vuestra grandeza.
Sale don LOPE de negro
LOPE: ¡Oh, amigo! BERNARDO: ¡Luz y alma buena de este cuerpo y de esa Luna! ¿Quién duda que andas en pena y que mi adversa fortuna a ese eclipse te condena? Ya, amigo, ha llegado el día en que la desdicha mía tiene fin, y porque sientas como propias mis afrentas, que muero inocente fía. Hoy usa el Rey de Aragón de leonero la invención, que delante el león que ata castiga un perro y le mata para que tema el león. Tú eres, don Lope de Luna, león; yo, en miserias bajas, perro soy sin duda alguna, pues vivo de las migajas de tu próspera fortuna. En la lealtad perro fui; siempre amé, siempre seguí a mi dueño, y de esta suerte me matan porque mi muerte te sirva de ejemplo a ti. Teme, amigo, la grandeza, que son las honras violentas, y en los hados no hay firmeza; dichoso tú que escarmientas en una ajena cabeza. Sueño es la vida pasada; la fortuna imaginada; la presente no es segura y así el morir es ventura porque la vida no es nada. Sombra fue desvanecida mi ventura, y fue una flor marchita un tiempo, y cogida fue un relámpago, un vapor, y aquesto mismo es la vida. Mi padre y mi hijo, entiendo que vienen ya, descuidados del mal que estoy padeciendo. Tenlos por encomendados y a Dios el alma encomiendo. LOPE: ¡Oh, amigo!
Abrázanse
BERNARDO: No digas más, harto has dicho. LOPE: ¿Que a la muerte vas? BERNARDO: Que sin mí estarás. LOPE: ¿Que más no tengo de verte? BERNARDO: Que te dejo.
Vase don BERNARDO
LOPE: ¿Que te vas? Mis lágrimas al encuentro saldrán de tanta pasión, y si de sangre no son, no salgan, quédense dentro. Vida, si en esto que veis el sentimiento no os mata, diré que sois vida ingrata, villana vida seréis. Vos, corazón, si deshecho no estáis, muriendo Cabrera, diré que sois una fiera y os sacaré de mi pecho. Alma, si con mucha fe no sentís aqueste mal, no os llamaré racional, alma de bruto os diré. Ojos, que mirando estáis penas que ablandan los riscos, ojos sois de basiliscos pues llorando no cegáis. Aliento, yo sé deciros que os llamaré de león si en cada respiración no dais perpetuos suspiros. Y vos, seso, mucho o poco, si en esta ocasión no os pierdo, no podré llamaros cuerdo, que es locura el no estar loco. Sentid, pues, que vuestro oficio ya es perpetua confusión, alma, vida y corazón, ojos aliento y jüicio. Ya viene llorando el alba esta muerte de Cabrera; ya el sol, que el alba espera, con rayos hace la salva. Yo di la muerte a Leonido; yo merezco, gran señor, aquesta muerte mejor; justicia de mí te pido.
Vase don LOPE y sale el VILLANO
VILLANO: Los rayos del sol venidos dejan sus sueños süaves, cumbres, peces, sierras, aves, casa, cuevas, hojas, nidos. Con las lágrimas doradas del alba, en hierbas distintas, ya parecen verdes cintas del blanco aljófar bordadas. Del sol, que a vivir ayuda, los rayos se nos ofrecen que entre las nubes parecen madejas de seda cruda. Bien he hecho en madrugar por saber de qué manera don Bernardo de Cabrera su dueño pudo librar.
Salen don SANCHO, padre de don BERNARDO, y GARCÍA, su hijo
SANCHO: Esta que miras, García, es Zaragoza la bella; don Bernardo vive en ella, padre tuyo y alma mía. Días ha que me escribió que te trujese a gozar de la merced singular que siempre en el Rey halló. Yo hasta agora no he querido con mi edad y tu niñez ver la corte, que una vez su confusión he hüido. Pero ya que eres mayor y a nuestro Rey servir puedes, bien es que a tantas mercedes te ofrezcas lleno de amor. GARCÍA: Dígame, señor abuelo, ¿cómo ha días que no escribe mi padre ni nos recibe nadie en su nombre? SANCHO: Recelo que debe de sospechar que caminamos a espacio. GARCÍA: Vaya Ricardo a palacio. SANCHO: Por fuerza habré de avisar. GARCÍA: Voces oigo. SANCHO: Y mucha gente entre tantas voces llora. ¿Qué es esto? VILLANO: Sabráse agora, que vienen hacia la puente.
Salen el TAMBOR tocando y un VERDUGO trae en la mano una cabeza y en la otra mano un palo
TAMBOR: Este pago da la ley a la soberbia cabeza que por verse en mucha alteza quiso matar a su Rey. Ponerla de esta manera manda el Rey, nuestro señor. SANCHO: ¿Quién ha sido este traidor? TAMBOR: Don Bernardo de Cabrera. SANCHO: ¿Quién dices? TAMBOR: El Almirante que fue de la Mar. SANCHO: ¿Qué vida le queda a un alma afligida en desdicha semejante? ¡Ay, infelice de mí!
Desmáyase don SANCHO en los brazos del VILLANO
VILLANO: El viejo se ha desmayado. GARCÍA: ¡Padre, padre desdichado! ¿Cómo os vengo a ver así? Nunca pude presumir oyendo vuestra grandeza que sola vuestra cabeza nos saliera a recibir. El mundo famoso os llama y el cuerpo os ha dividido para que estéis extendido tanto como vuestra fama. Con sangre dicen que vio de enemigo suyo un ciego, dichoso seré si ciego con la de mi padre yo. Dejas que llegue a mis ojos la sangre que el ser me ha dado, pues que yo no la he llorado en tan funestos despojos. SANCHO: ¿Por qué fáciles desmayos, fuerte corazón, os vienen? Pero las desdichas tienen la calidad de los rayos. En el corazón más fuerte hace mayor impresión; ánimo, pues, corazón, que hay mayor mal que la muerte. Dadme ese cuello no enjuto pues soy tronco desdichado de ese ramo desgajado con el peso de su fruto. Ese tronco es mi regalo; tronco soy, viejo y deshecho, clavádmele en este pecho, yo estaré en lugar del palo. Cabeza, llegad a mí, que en mi sangre estáis teñida y quizá os daré la vida como otra vez os la di. Hijo, viendo tu grandeza, temí te habías de ver donde pudieses caer y quebrarte la cabeza. Mi consejo principal fue que no apetecieses estado que si cayeses no te hiciese mucho mal. No le tomaste, subiste, tu ventura se cansó, y así he venido a ser yo el centro donde volviste. Viéndote aprisa ensalzar, dijo un amigo que tuve, "¿Veis la prisa con que sube? Pues con más ha de bajar". Porque la privanza es coso, toro la envidia, el privado le corre, y le ha derribado muchas veces, que es furioso. ¡Cuánto mejor te estuviera contentarte con tu estado! Caballero eras honrado; sangre te di de Cabrera; pretendiste tu locura que fue subir y caer, y ya voy a pretender que el Rey te dé sepultura.
Vanse don SANCHO y GARCÍA
VILLANO: Su padre y su hijo son. ¡Qué espectáculo tan triste! Ninguna culpa tuviste, corona y pies de Aragón. Voces al Rey pienso dar, [..... -ente]; pues llora toda la gente. ¡Ojos, bien podéis llorar!
Vanse todos. Salen el REY, el conde de TRASTAMARA, la Infanta, doña LEONORA y el Conde de RIBAGORZA
RIBAGORZA: Prometo a tu majestad que dicen [ya] tantas lástimas los huérfanos en las calles y las viudas en sus casas, en hospital los enfermos y los pobres en las plazas, que a las entrañas más duras mueven a piedad y ablandan. Mucho, señor, se ha sentido de don Bernardo la falta, mucho su muerte se llora, mucho tu justicia espanta. REY: Yo mismo su muerte lloro. Quísele como a mi alma; fue el más famoso soldado que vieron Grecia e Italia. Del gran Trajano se dice que tiernamente lloraba cuando a alguno daba muerte, ¿qué mucho si esto me pasa? Pero fue justicia hacerlo. LEONORA: Y si crüel te llamaban, ya, ¿qué dirán? REY: Justiciero.
Sale el SECRETARIO con una carta
SECRETARIO: El Gobernador de Jaca tiene preso al secretario del Infante, que a Navarra iba de aquí disfrazado, y le ha quitado esta carta. REY: ¡Si es la que le vi escribir a don Bernardo! ¡Ella es! Basta que no ha llegado a sus manos. De su letra está firmada.
Léela
"De que me escribas así tan corrido estoy que helada está mi lengua de ver que mi gran lealtad infamas. Si sabes que bien reinó el Rey, mi señor, y es causa tan piadosa el perdonar volver procura a su gracia y entonces te serviré con la vida y con la espada. Hazlo, Infante, de esta suerte, y a fe que mucho te valga. Don Bernardo de Cabrera". ¡Éstas fueron las palabras que le oí! ¡Válgame Dios, cuántos engaños se hallan en el hombre!
Sale el SOLDADO 3
SOLDADO 3: Rey famoso, a pedir vengo una banda que anoche te di en el monte. REY: ¿Eres tú el que me avisabas que darme muerte querían? SOLDADO 3: Sí, señor. REY: ¿Quién procuraba, amigo, darme la muerte? SOLDADO 3: Dos soldados que envïaba tu hermano. REY: ¿No fue Cabrera? SOLDADO 3: No, señor. REY: ¡Qué gran desgracia! SOLDADO 3: Yo confieso que a lo mismo vine también de Navarra, diciéndoles que a lo propio por avisar a tu sacra majestad. REY: ¡Válgame el cielo! ¡Qué desdichas tan extrañas! VIOLANTE: Pues, ¿cómo pudo Cabrera, en el disfraz y las armas, hallarse allí en aquel punto? RIBAGORZA: ¡Qué confusión! TRASTAMARA: ¡Qué mudanza!
Salen don SANCHO, GARCÍA y el VILLANO
SANCHO: Invicto Rey de Aragón, a tus pies tienes postrada del desdichado Almirante la sucesión y la casa. Padre e hijo somos suyos, entre nosotros se halla la vida que le quitaste; ya murió, su honor ampara. Un testigo te traemos de su amor. Amigo, habla. Di lo que anoche pasó. VILLANO: Darte la muerte trazaban en el prado del arroyo, dos noches ha, tres que estaban descuidados de que yo los oía, y como amaba a don Bernardo, avisélo porque volviese a tu gracia. Tres vestidos de villanos le compraron a Menalca, un labrador de mi aldea y en efecto concertaban que junto a la clara fuente, cuando el Rey saliese a caza, le matarían. Cabrera, con mi sayo y con mis armas se metió entre los lentiscos. SOLDADO 3: Buenas señas da. Así pasa. REY: ¡Mal haya el rey que a las culpas crédito da sin mirarlas con atención y cuidado extraordinario! ¡Mal haya el que deshace su hechura fácilmente, pues se engañan los ojos del rey a veces, y hay informaciones falsas! Miren los reyes primero a quién favorecen y aman y después tengan firmeza. Sus hechuras no deshagan sin mucha causa. ¡Ay de mí! Llamen crüel a quien mata sus amigos de este modo. ¡Oh, tragedia desdichada!
Saquen dos SOLDADOS a LÁZARO atado
SOLDADO 1: Este es aquél que huyó cuando con Cabrera estaba anoche, y preso le traen los monteros de tu casa. REY: Suéltale de esas prisiones y las manos desenlaza, que sirvieron aquel ángel que lo ha sido de mi guarda. Lleguen, don Sancho y García, ¿cómo, cómo no me abrazan? Pero bien hacéis, hüid de persona tan ingrata. LÁZARO: Gran señor, ¿podréme ir? REY: No, que quiero que en mi casa viváis con honrado oficio. LÁZARO: ¡Ea! Es burla. REY: Bien te espantas de ver piadoso a un crüel. Don Sancho, mis reinos manda; los oficios de tu hijo te doy, hónrenme tus canas. Con grande pompa se entierre mi don Bernardo. Sean hachas y lámparas las estrellas; túmulo el cielo y basas los montes, luto la noche, llanto el mar con toda el agua. A García sus estados restituyo, y a la Fama la honra del mejor hombre que celebró con sus alas.
Sale don LOPE con un capuz de luto
LOPE: Gran señor, dame la muerte [más] en mí las culpas se hallan que en don Bernardo, mi amigo Yo di muerte, aunque con causa, a Leonido. Desmintióme. Testigo de esto es la Infanta; yo también, como atrevido, subí una noche a su cuadra; ella diga si merezco esta muerte. Ya me cansa la vida, muerto mi amigo. REY: Tienes nobles las entrañas, y si a Cabrera pensé Dar por esposo a mi hermana, a quien es otro Cabrera se la he de dar. Bella Infanta, con don Lope desposada, te doy en dote y arras a Segorbe. VIOLANTE: Haré tu gusto. LOPE: Que viva dos veces mandas. REY: Yo con Leonor me desposo. La casa de Trastamara reyes dará a Aragón. LEONORA: Con tanta merced honrada... TRASTAMARA: Viva un siglo tu persona. DOROTEA: Así se quedan burladas las que quieren ser Raqueles cuando son Lías y Saras. REY: Ya la inocente tragedia aquí, senado, se acaba y así Lisardo suplica perdonéis sus muchas faltas.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 26 Jun 2002