JORNADA TERCERA


Sale PEDRO, como ermitaño, con tres o cuatro taleguillos de anjeo llenos de arena en las mangas
PEDRO: Ya está la casa vecina de aquella viuda dichosa, digo de aquella Marina Sánchez, que, por generosa, al cielo el alma encamina.
[Sale la VIUDA] Marina, a la ventana
Ya su marido, Vicente del Berrocal, fácilmente saldrá de la llama horrenda, en cuanto Marina entienda que yace en ella doliente; su hijo, Pedro Benito, amainará desde luego el alto espantoso grito con que se queja en el fuego que abrasa el negro distrito; dejará de estar mohíno Martinico, su sobrino, el del lunar en la cara, viendo que se le prepara de la gloria el real camino. VIUDA: Padre, espere, que ya abajo, y perdone si le doy en el esperar trabajo.
Quítase de la ventana y baja
PEDRO: Gracias a los cielos doy, que me luce si trabajo; gracias doy a quien me ha hecho entrar en aqueste estrecho, donde, sin temor de mengua, me ha de sacar esta lengua con honra, gusto y provecho. Memoria, no desfallezcas, ni por algún acidente silencio a la lengua ofrezcas; antes, con modo prudente, ya me alegres, ya entristezcas, en los semblantes me muda que con aquesta vïuda me acrediten, hasta tanto que la dejen, con espanto, contenta, pero desnuda.
[Sale] la VIUDA
VIUDA: Padre, déme aquesos pies. PEDRO: Tente, honrada labradora; no me toques. ¿Tú no ves que adonde la humildad mora pierde el honor su interés? Las almas que están en penas, de todo contento ajenas, aunque más las soliciten, las ceremonias no admiten de que están las cortes llenas. Más les importa una misa que cuatro mil besamanos, y esto tu padre te avisa, y esos tratos cortesanos tenlos por cosa de risa. Pero, en tanto que te doy cuenta, amiga, de quién soy, guárdame aqueste talego, y estotro del nudo ciego, con quien tan cargado voy. VIUDA: Ya, señor, tengo noticia de quién eres, y sé bien que tu voluntad codicia que en misericordia estén las almas y no en justicia. Sé la honrada comisión que tienes, y, en conclusión, te suplico que me cuentes cómo las de mis parientes tendrán descanso y perdón. PEDRO: Vicente del Berrocal, tu marido, con setenta escudos de principal ha de rematar la cuenta en mil bienes de su mal. PEDRO: Benito, tu hijo, saldrá de aquel escondrijo con cuarenta y seis no más, y con esto le darás un sin igual regocijo. Tu hija, Sancha Redonda, pide que a su voluntad tu larga mano responda: que es soga la caridad para aquella cueva honda. Cincuenta y dos amarillos pide, redondos, sencillos, o ya veinte y seis doblados, con que serán quebrantados de sus prisiones los grillos. Martín y Quiteria están, tus sobrinos, en un pozo, padeciendo estrecho afán, y desde allí con sollozo amargas voces te dan. Diez doblones de a dos caras piden que ofrezca en las aras de la devoción divina, pues que los tiene Marina entre sus cosas más caras. Sancho Manjón, tu buen tío, padece en una laguna mucha sed y mucho frío, y con llantos te importuna que des a su mal desvío. Solos catorce ducados pide, pero bien contados y en plata de cuño nuevo, y yo a llevarlos me atrevo sobre mis hombros cansados. VIUDA: ¿Vistes allá, por ventura, señor, a mi hermana Sancha? PEDRO: Vila en una sepultura cubierta con una plancha de bronce, que es cosa dura, y al pasarle por encima, dijo: "Si es que te lastima el dolor que aquí te llora, tú, que vas al mundo agora, a mi hermana y a mi prima dirás que en su voluntad está el salir destas nieblas a la inmensa claridad; que es luz de aquestas tinieblas la encendida caridad. Que apenas sabrá mi hermana mi pena, cuando esté llana a darme treinta florines, por poner ella sus fines en ser cuerda, y no de lana." Infinitos otros vi, tus parientes y crïados, que se encomiendan a ti, cuáles hay de a dos ducados, cuáles de a maravedí; y séte decir, en suma, que, reducidos con pluma y con tinta a buena cuenta, a docientos y cincuenta escudos llega la suma. No te azores, que ese saco que te di a guardar primero, si es que bien la cuenta saco, me le dio un bodegonero, grande imitador de Caco, no más de porque a su hija, que entre rescoldo de hornija yace en las hondas cavernas, en sus delicadas piernas el fuego menos la aflija. Un mozo de mulas fue quien me dio el saco segundo que en tus manos entregué, gran caminador del mundo, malo, mas de buena fe. De arenas de oro de Tíbar van llenos, con que el acíbar y amarguísimo trabajo de las almas de allá abajo se ha de volver en almíbar. ¡Ea, pues, mujer gigante, mujer fuerte, mujer buena; nada se os ponga delante para no aliviar la pena de toda ánima penante! Desechad de la garganta ese nudo que os quebranta, y decid con voz serena: "Haré, señor, cuanto ordena tu voz sonorosa y santa." Que, en entregando los numos en estas groseras manos, con gozos altos y sumos, sus fuegos más inhumanos verás convertir en humos. ¿Qué será ver a deshora que por la región del aire va un alma zapateadora bailando con gran donaire, de esclava hecha señora? ¡Qué de alabanzas oirás por delante y por detrás, ora vayas, ora estés, de toda ánima cortés a quien hoy libertad das!
Vuélvele los sacos
VIUDA: Tenga, y un poco me espere, que yo voy, y vuelvo luego con todo aquello que quiere.
[Vase] la VIUDA
PEDRO: En gusto, en paz y en sosiego tu vida el cielo prospere. Si bien en ello se advierte, aquésta es la mujer fuerte que se busca en la Escritura. Tengas, Marina, ventura en la vida y en la muerte. Belilla, gitana bella, todo el fruto deste embuste gozarás sin falta o mella, aunque tu gusto no guste de mi amorosa querella. Cuanto este dinero alcanza se ha de gastar en la danza y en tu adorno, porque quiero que por galas ni dinero no malogres tu esperanza.
Vuelve la VIUDA con un gato lleno, como que trae el dinero
VIUDA: Toma, venerable anciano, que ahí va lo que pediste, y aun a darte más me allano. PEDRO: Marina, el tuyo me diste con el proceder cristiano. En tra[s]poniendo esta loma, en un salto daré en Roma y en otro en el centro hondo; y, porque a quien soy respondo, mi buena bendición toma, que da salud a las muelas, preserva que no se engañe nadie con fraude y cautelas, ni que de mirar se extrañe las noturnas centinelas. Puede en las escuras salas tender sin temor las alas el más flaco corazón,
Bendícela
llevando la bendición del gran Pedro de Urdemalas.
[Vase] PEDRO
VIUDA: Comisario fidedino de las almas que en trabajo están penando contino, pues dicen que es cuesta abajo del purgatorio el camino, échate a rodar, y llega ligero a la escura vega o valle de llanto amargo, y aplícalas al descargo que mi largueza te entrega. En cada escudo que di llevas mi alma encerrada, y en cada maravedí, y como cosa encantada parece que quedo aquí. Ya yo soy otra alma en pena, después que me veo ajena del talego que entregué; pero en hombros de mi fe saldré a la región serena.
[Vase]. Sale la REINA, y trae en un pañizuelo unas joyas, y sale con ella MARCELO, caballero anciano
REINA: Marcelo, sin que os impida la guarda de algún secreto, porque no os pondrá en aprieto de perder fama ni vida, os ruego me respondáis a ciertas preguntas luego. MARCELO: Bien excusado es el ruego, señora, donde mandáis. Preguntad a vuestro gusto, porque mi honra y mi vida está a vuestros pies rendida, y es de lo que yo más gusto. REINA: Estas joyas de valor, ¿cúyas son o cúyas fueron? MARCELO: Un tiempo dueño tuvieron que siempre fue mi señor. REINA: Pues, ¿cómo se enajenaron? Porque me importa saber cómo aquesto vino a ser: si se dieron, o se hurtaron. MARCELO: Pues que ya la tierra cubre el delito y la deshonra, si es deshonra y si es delito el que amor honesto forja, quiero romper un silencio que no importa que le rompa ni a los muertos ni a los vivos; antes, a todos importa. La duquesa Félix Alba, que Dios acoja en su gloria, una noche, en luz escasa y en tinieblas abundosa, estando yo en el terrero, con esperanza dudosa de ver a la que me diste, gran señora, por esposa, con un turbado ceceo me llamó, y con voz ansiosa me dijo: "Así la ventura a tus deseos responda, señor, quienquiera que seas; que, en esta ocasión forzosa, mostrando pecho cristiano, a quien te llama socorras. Pon a recado esa prenda, más noble que venturosa; dale el agua del bautismo y el nombre que tú le escojas." Y en esto ya descolgaba de unas trenzas, que de soga sirvieron, una cestilla de blanca mimbre olorosa. No dijo más, y encerróse. Yo quedé en aquella hora cargado, suspenso y lleno de admiración y congoja, porque oí que una crïatura dentro de la cesta llora, así cual recién nacida. ¡Ved qué carga, y a qué hora! En fin, porque presto veas el de aquesta extraña historia, digo que al punto salí, con diligencia no poca, de la ciudad al aldea que está sobre aquella loma, por ser cerca. Pero el cielo, que infortunios acomoda, me deparó en el camino, al despuntar del aurora, un rancho de unos gitanos, de pocas y humildes chozas. Por dádivas y por ruegos, una gitana no moza me tomó la criatura y al punto desenvolvióla, y entre las fajas, envueltas en un lienzo, halló esas joyas, que yo conocí al momento, pues son de tu hermano todas. Dejéselas con la niña, que era una niñahermosa la que en la cesta venía, nacida de pocas horas; encarguéle su crïanza y el bautismo, y que, con ropas humildes, empero limpias, la criase. ¡Extraña cosa!: que, cuando deste suceso mi lengua a tu hermano informa, dijo: "Marcelo, la niña es mía, como las joyas. La duquesa Félix Alba es su madre, y ella es sola el blanco de mis deseos y de mis penas la gloria. Inmaturo ha sido el parto, mal prevenida la toma; pero no hay falta que llegue de su ingenio a la gran sobra." Estando en estas razones, en son tristísimo doblan las campanas, sin que quede monesterio ni p[a]rroquia. El son general y triste daba indicios ser persona principal la que a la tierra el común tributo torna. Hizo manifiesto el caso un paje que entró a deshora diciendo: "Muerta es, señor, Félix Alba, mi señora. De improviso murió anoche, y por ella, señor, forman este son tantas campanas, y tantas gentes que lloran." Con estas nuevas tu hermano quedó con el alma absorta, sin movimiento los ojos, inmovible la persona. Volvió en sí desde allí a un rato, y, sin decirme otra cosa sino: "Haz crïar la niña, y no le quites las joyas; como gitana se críe, sin hacerla sabidora, aunque crezca, de quién es, porque esto a mi gusto importa." Dos horas tardó en partirse a las fronteras, do apoca con su lanza la morisma, sus gustos con sus memorias. Siempre me escribe que vea a Belica, que llamóla así la gitana sabia que con mucho amor crióla. Yo no alcanzo su desinio, ni a qué aspira, ni en qué topa el no querer que se sepa tan rara y tan triste historia. Hanle dicho a la muchacha que un ladrón gitano hurtóla, y ella se imagina hija de alguna real persona. Yo la he visto muchas veces, y hacer y decir mil cosas, que parece que ya tiene en las sienes la corona. Murió la que la dio leche, y, con las joyas, dejóla en poder de otra su hija, si no tan bella, tan moza. Ésta, que es la que tenía esas joyas, no otra cosa sabe más de lo que supo su madre, y el hecho ignora de los padres de Isabel, tu sobrina, la hermosa, la señora, la garrida, la discreta y la briosa. Respondo esto a la pregunta si se dieron esas joyas, o se hurtaron: que me admira verlas donde están agora. [REINA]: La mitad he yo sabido desta peregrina historia, y una y otra relación, sin que discrepen, conforman. Mas dime: ¿conocerías, si acaso vieses, la hermosa gitana que dices? MARCELO: Sí; como a mí mismo, señora. REINA: Pues espérate aquí un poco.
[Vase] la REINA
MARCELO: ¿Quién trujo aquí aquestas joyas? ¡Cómo a los cielos y al tiempo por jamás se encubre cosa! ¿Si he hecho mal en descubrirme? Sí: que lengua presurosa no da lugar al discurso y más condena que abona.
Vuelven la REINA, BELICA [e] INÉS
REINA: ¿Es aquél el que venía a ver a tu hermana? INÉS: Sí; que con mi madre le vi comunicar más de un día. REINA: Con eso, y con el semblante, que al de mi hermano parece, ya veo que se me ofrece una sobrina delante. MARCELO: Así lo puedes creer: que ésa que traes de la mano es la prenda que tu hermano quiere y debe más querer. Si ilustre por el padre la ha hecho Dios en el suelo, no menos la hace el cielo extremada por la madre, y ella, por su hermosura, merece ser estimada.
[Salen] el REY y el CABALLERO
REY: Ello es cosa averiguada que no hay celos sin locura. REINA: Y sin amor, señor mío, dijérades muy mejor. REY: Celos son rabia, y amor siempre della está vacío; y de la causa que es buena mal efecto no procede. REINA: En mí al contrario sucede: siempre celos me dan pena, y siempre los ha engendrado el grande amor que yo os tengo. REY: Si hay venganza, yo me vengo con que os hayáis engañado, pues no podrán redundar de vuestras preguntas hechas tan vehementes sospechas que me puedan condenar, ni yo, si miráis en ello, soy de sangre tan liviana que a tan humilde gitana incline el altivo cuello. REINA: Mirad, señor, que es hermosa, y que la rara belleza se lleva tras sí la alteza y fuerza más poderosa. Por mis ojos, que lleguéis a mirar sus bellos ojos. REY: Si gustáis de darme enojos, o es buen medio el que ponéis. REINA: ¿Cómo? ¿Y que así os amohína el mirar a una doncella que, después de ser tan bella, aspira a ser mi sobrina? BELICA: ¿Qué ha de ser aquesto, Inés? Que me voy imaginando que se están de mí burlando. INÉS: Calla y sabráslo después. REINA: Miradla así, descuidado, y decidme a quién parece. REY: A los ojos se me ofrece de Rosamiro un traslado. REINA: No es mucho, porque es su hija y como a tal la estimad. CABALLERO: ¿Burla vuestra majestad? REINA: No es bien que eso se colija de verdad tan manifiesta. REY: Si no burláis, es razón que me cause admiración tal novedad como es ésta. REINA: Llegad al rey, Isabel, y decid que os dé la mano como a hija de mi hermano. BELICA: Como sierva llego a él. REY: Levantad, bella criatura, que de vuestro parecer muy bien se puede creer y esperar mayor ventura. Pero decidme, señora: ¿cómo sabéis esta historia? REINA: Aunque es breve y es notoria, no es para decilla agora. Vámonos a l[a] ciudad, que en el camino sabréis lo que luego creeréis como infalible verdad. REY: Vamos. MARCELO: No hay dudar, señor, en historia que es tan clara, pues su rostro la declara, y yo, que soy el a[u]tor.
Vanse entrando todos, y a la postre quedan INÉS y BELICA
INÉS: Belica, pues vas sobrina de la reina, por lo menos, esos tus ojos serenos a nuestra humildad inclina. Acuérdate de que hurtamos más de una vegada juntas, y que sin soberbia y puntas más de otras cinco bailamos; y que, aunque habemos andado muchas veces a las greñas, siempre en efeto y por señas te he temido y respetado. Haz algún bien, pues podrás, a nuestros gitanos pobres; así en venturosa sobres a cuantas lo fueron más. Responde a lo que se ve de tu ser tan principal. BELICA: Dame, Inés, un memorial, que yo le despacharé.
[Vanse]. Sale PEDRO de Urdemalas, con manteo y bonete, como estudiante
PEDRO: Dicen que la variación hace a la naturaleza colma de gusto y belleza, y está muy puesto en razón. Un manjar a la contina enfada, y un solo objeto a los ojos del discreto da disgusto y amohína. Un solo vestido cansa. En fin, con la variedad se muda la voluntad y el espíritu descansa. Bien logrado iré del mundo cuando Dios me lleve dél, pues podré decir que en él un Proteo fui segundo. ¡Válgame Dios, qué de trajes he mudado, y qué de oficios, qué de varios ejercicios, qué de exquisitos lenguajes! Y agora, como estudiante, de la reina voy huyendo, cien mil azares temiendo desta mi suerte inconstante. Pero yo, ¿por qué me cuento que llevo en mudable palma? Si ha de estar siempre nuestra alma en contino movimiento, Dios me arroje ya a las partes donde más fuere servido.
[Sale] un LABRADOR con dos gallinas
LABRADOR: Pues yo no las he vendido; bien parece que es hoy martes. PEDRO: Mostrad, hermano; llegad, llegad, mostrad. ¿Qué os turbáis? Ellas son de calidad, que en cada una mostráis vuestra grande caridad. Andad con Dios y dejaldas, y desde lejos miraldas, como a reliquias honraldas, para el culto dedica[l]das bucólico y adoraldas. LABRADOR: Como me las pague, haga altar o reliquias dellas, o lo que más satisfaga a su gusto. PEDRO: Sólo es dellas santa y justísima paga hacer dellas un empleo que satisfaga al deseo del más mirado cristiano. LABRADOR: Saldrá su disignio vano, señor zote, a lo que creo.
[Salen] dos REPRESENTANTES, que se señalan con números 1 y 2
PEDRO: Sois hipócrita y malino, pues no tenéis miramiento que os habla un hombre cetrino, hombre que vale por ciento para hacer un desatino; hombre que se determina, con una y otra gallina, sacar de Argel dos cautivos que están sanos y están vivos por la voluntad divina. REPRESENTANTE 1: Este cuento es de primor, y el sacristán, o lo que es, juega de hermano mayor. PEDRO: ¡Oh fuerzas del interés, llenas de envidia y rigor! ¿Que es posible que te esquives, por tan pocos arrequives, de sacar sendos cristianos de mano de los tiranos? ¡Cómante malos caribes! LABRADOR: Diga, señor papasal: ¿son, por ventura, mostrencas mis gallinas, ¡pesiatal!, para no hacerme de pencas de dar mi pobre caudal? Rescaten a esos cristianos los ricos, los cortesanos, los frailes, los limosneros: que yo no tengo dineros si no lo ganan mis manos. REPRESENTANTE 1: (Esforcemos este embuste. [Aparte] Sois un hombre mal mirado, de mala yacija y fuste, hombre que es tan desalmado, que no hay cosa de que guste.) PEDRO: La maldición de mi zorra, de mi bonete y mi gorra, caiga en ti y en tu ralea, y cautivo yo te vea en Fez en una mazmorra, para ver si te holgarás de que sea quien entonces, por dos gallinas no más... ¡Oh corazones de bronces, archivos de Satanás! ¡Oh miseria desta vida, a términos reducida, que vienen los cortesanos a rogar a los villanos, gente non santa y perdida! LABRADOR: ¡Pesia a mí! Denme mis aves, que yo no estoy para dar limosna. REPRESENTANTE 1: ¡Qué poco sabes de achaque de rescatar dos hombres gordos y graves! Yo los tengo señalados, corpulentos y barbados, de raro talle y presencia, que valen en mi conciencia más de trecientos ducados, y por estas dos gallinas, solamente, los rescato. ¡Ved qué entrañas tan molestas tiene este pobre pazguato, criado entre las encinas! ¡Ya la ruindad y malicia, la miseria y la codicia reina sólo entre esta gente! LABRADOR: Aun bien que hay aquí teniente, corregidor y justicia.
[Vase]
PEDRO: Y yo tengo lengua y pies. Esperen, y lo verán. REPRESENTANTE 1: Sois un traidor magancés, hombre de aquellos que dan mohatras de tres en tres. REPRESENTANTE 2: Déjele vuesa merced, que, pues ya dejó en la red las cobas, vaya en buen hora. REPRESENTANTE 1: Pues bien: ¿qué haremos agora? [PEDRO]: Lo que es vuestro gusto haced. Despójese de su pluma el rescate, y véase luego, en resolución y en suma, si hay algún rancho o bodego donde todo se consuma: que yo, a fe de compañero, desde agora me prefiero a dar todo el adherente. REPRESENTANTE 2: Hay un grande inconveniente: que hemos de ensayar primero. PEDRO: Pues díganme: ¿son farsantes? REPRESENTANTE 1: Por nuestros pecados, sí. PEDRO: Haz de mis dichas Adlantes, cerros de mi Potosí, de mi pequeñez gigantes; en vosotros se me ofrece todo aquello que apetece mi deseo en sumo grado. REPRESENTANTE 2: ¿Qué vendaval os ha dado, que así el seso os desvanece? PEDRO: Sin duda, he de ser farsante, y haré que estupendamente la fama mis hechos cante, y que los lleve y los cuente en Poniente y en Levante. Volarán los hechos míos hasta los reinos vacíos de Policea, y aún más, en nombre de Nicolás, y el sobrenombre de Ríos: que éste fue el nombre de aquel mago que a entender me dio quién era el mundo crüel, ciego que sin vista vio cuantos fraudes hay en él. En las chozas y en las salas, entre las jergas y galas será mi nombre estendido, aunque se ponga en olvido el de Pedro de Urdemalas. REPRESENTANTE 2: Enigma y algarabía es cuanto habláis, señor, para nosotros. PEDRO: Sería falta de ingenio y valor contaros la historia mía, a lo menos por agora. Vamos: que, si se mejora mi suerte con ser farsista, seréis testigos de vista del ingenio que en mí mora, principalmente en jugar las tretas de un entremés hasta do pueden llegar.
[Sale] otro farsante
REPRESENTANTE 3: ¿No advertirán que ya es hora y tiempo de ensayar? Porque pide el rey comedia, y el autor ha ya hora y media que espera. ¡Grande descuido! REPRESENTANTE 1: Pues con ir presto, yo cuido que ese daño se remedia. Venga, galán, que yo haré que hoy quede por recitante. PEDRO: Si lo quedo, mostraré que soy para autor bastante con lo menos que yo sé. Llegado ha ya la ocasión donde la adivinación que un hablante Malgesí echó un tiempo sobre mí, ..................[-ón]. Ya podré ser patriarca, pontífice y estudiante, emperador y monarca: que el oficio de farsante todos estados abarca; y, aunque es vida trabajosa, es, en efecto, curiosa, pues cosas curiosas trata, y nunca quien la maltrata le dará nombre de ociosa.
[Vanse] todos. Sale un AUTOR con unos papeles como comedia, y dos FARSANTES, que todos se señalan por número
AUTOR: Son muy anchos de conciencia vuesas mercedes, y creo, por las señales que veo, que me ha de faltar paciencia. ¡Cuerpo de mí! ¿En veinte días no se pudiera haber puesto esta comedia? ¿Qué es esto? Ellas son venturas mías. Póneme esto en confusión, y en un rancor importuno, que nunca falte ninguno al pedir de la ración, y al ensayo es menester que con perros y hurones los busquen, y aun a pregones, y no querrán parecer. PEDRO: ¿Quién un agudo embustero, ni un agudo hablador, sabrá hacerle mejor que yo, si es que hacerle quiero? AUTOR: Si no pica de arrogante el dómine, mucho sabe. PEDRO: Sé todo aquello que cabe en un general farsante; sé todos los requisitos que un farsante ha de tener para serlo, que han de ser tan raros como infinitos. De gran memoria, primero; segundo, de suelta lengua; y que no padezca mengua de galas es lo tercero. Buen talle no le perdono, si es que ha de hacer los galanes; no afectado en ademanes, ni ha de recitar con tono. Con descuido cuidadoso, grave anciano, joven presto, enamorado compuesto, con rabia si está celoso. Ha de recitar de modo, con tanta industria y cordura, que se vuelva en la figura que hace de todo en todo. A los versos ha de dar valor con su lengua experta, y a la fábula que es muerta ha de hacer resucitar. Ha de sacar con espanto las lágrimas de la risa, y hacer que vuelvan con [p]risa otra vez al triste llanto. Ha de hacer que aquel semblante que él mostrare, todo oyente le muestre, y será excelente si hace aquesto el recitante.
Entra el ALGUACIL de las comedias
ALGUACIL: ¿Ahora están tan despacio? Esperarles he a que acaben. Bien parece que no saben las nuevas que hay en palacio. Vengan, que ya me amohína la posma que en ellos reina, aguardando el rey o reina y la nueva su sobrina. AUTOR: ¿Qué sobrina? ALGUACIL: Una gitana, dicen, que es bella en extremo. PEDRO: Que sea Belica temo. ¿Y eso es verdad? ALGUACIL: Y tan llana, que yo no sé cuál se sea mayor verdad por agora. Y la reina, mi señora, hacerle fiestas desea. Venid, que allá lo sabréis todo como pasa al punto. PEDRO: Mucho bien me vendrá junto si por vuestro me queréis. AUTOR: Admitido estáis ya al gremio de nuestro alegre ejercicio, pues vuestro raro juïcio, mayor lauro pide en premio. Largo hablaremos después. Vamos, y haremos la prueba de vuestra gracia tan nueva, ensayando un entremés. PEDRO: No me hará ventaja alguno en eso, cual se verá. ALGUACIL: Señores, que es tarde ya. AUTOR: ¿Falta aquí alguno? REPRESENTANTE: Ninguno.
Vanse todos. Salen el REY y SILERIO
REY: En cualquier traje se muestra su belleza al descubierto: gitana, me tuvo muerto; dama, a matarme se adiestra. El parentesco no afloja mi deseo; antes, por él con ahínco más crüel toda el alma se congoja.
Suenan guitarras
Pero, ¿qué música es ésta? SILERIO: Los comediantes serán, que adonde se visten van. REY: Ya me entristece la fiesta; ya sólo con mi deseo quisiera avenirme a solas, y dar costado a las olas del mar de amor do me veo. Pero escucha, que mi historia parece que oigo cantar, y es señal que ha de durar luengos siglos su memoria.
[Salen] los MÚSICOS cantando este romance
MÚSICOS: Bailan las gitanas; míralas el rey; la reina, con celos, mándalas prender. Por Pascua de Reyes hicieron al rey un baile gitano Belica e Inés; turbada Belica, cayó junto al rey, y el rey la levanta de puro cortés; mas como es Belilla de tan linda tez, la reina, celosa, mándalas prender. SILERIO: Vienen tan embebecidos, que no nos echan de ver. REY: Cantan lo que debe ser suspensión de los sentidos. MÚSICO 1: El rey está aquí. ¡Chitón! Quizá no le agradará nuestra canción. MÚSICO 2: Sí hará, por ser nueva la canción, y no contiene otra cosa, fuera de que es dulce y grave, que decir lo que se sabe: que es la reina recelosa, y hechura de la mujer tener celos del marido. REY: ¡Qué bien que lo has entendido! Dételo el diablo a entender. Silerio, mi muerte y vida vienen juntas. ¿Qué haré? SILERIO: Mostrar a un tiempo la fe, aquí cierta, allí fingida.
[Salen] la REINA y BELICA, ya vestida de dama; INÉS, de gitana; MALDONADO, el AUTOR, Martín CRESPO, el alcalde, y PEDRO de Urdemalas
PEDRO: Famosa Isabel, que ya fuiste Belica primero; Pedro, el famoso embustero, postrado a tus pies está, tan hecho a hacer desvaríos, que, para cobrar renombre, el Pedro de Urde, su nombre, ya es Nicolás de los Ríos. Digo que tienes delante a tu Pedro conocido, de gitano convertido en un famoso farsante, para servirte en más obras que puedes imaginar, si no le quieres faltar con lo mucho en que a otros sobras. Tu presunción y la mía han llegado a conclusión: la mía sólo en ficción; la tuya, como debía. Hay suertes de mil maneras, que, entre donaires y burlas, hacen señores de burlas, como señores de veras. Yo, farsante, seré rey cuando le haya en la comedia, y tú, oyente, ya eres media reina por valor y ley. En burlas podré servirte, tú hacerme merced de veras, si tras las mañas ligeras del vulgo no quieres irte; en el cual, si alguno hubo o hay humilde en rica alteza, siempre queda la bajeza de aquel principio que tuvo. Pero tu ser y virtud me tienen bien satisfecho, que no llegará a tu pecho la sombra de ingratitud. Por aquesta buena fe, de la reina, ¡oh gran sobrina!, y por ver que a ti se inclina quien gitano por ti fue, que al rey pidas te suplico, andando el tiempo, una cosa más buena que provechosa, porque a mi gusto la aplico. REY: Desde luego la concedo; pide lo que es de tu gusto. PEDRO: Por ser lo que quiero justo, lo declararé sin miedo. Y es que, pues claro se entiende que el recitar es oficio que a enseñar, en su ejercicio, y a deleitar sólo atiende, y para esto es menester grandísima habilidad, trabajo y curiosidad, saber gastar y tener, que ninguno no le haga que las partes no tuviere que este ejercicio requiere, con que enseñe y satisfaga. Preceda examen primero, o muestra de compañía, y no por su fantasía se haga autor un pandero. Con esto pondrán la mira a esmerarse en su ejercicio: que tanto es bueno el oficio, cuanto es el fin a que aspira. BELICA: Yo haré que el rey, mi señor, vuestra petición conceda. REY: Y aun otras, si hay en qué pueda valerle vuestro favor. REINA: Con mejores ojos miro agora que la miréis; y en cuanto por ella hacéis, más me alegro que me admiro. Ya mi voluntad se inclina a acreditar a los dos; que entre mis celos y vos se ha puesto el ser mi sobrina. Vamos a oír la comedia con gusto, pues que los cielos no ordenaron que mis celos la volviesen en tragedia. Y avisaráse a mi hermano luego deste hallazgo bueno.
[Vase]
REY: Ya yo le tengo en el seno y le toco con la mano. ¡Oh imaginación, que alcanzas las cosas menos posibles, si alcanzan las imposibles de reyes las esperanzas! [SILERIO]: No te aflijas, que no es tanto el parentesco que impida hallar a tu mal salida. REY: Sí; mas moriré entretanto.
[Vanse] el REY y SILERIO
MALDONADO: Señora Belica, espere; mire que soy Maldonado, su conde. BELICA: Tengo otro estado que estar aquí no requiere. Maldonado, perdonadme, que yo os hablaré otro día. INÉS: ¡Hermana Belica mía! BELICA: La reina espera; dejadme.
[Vase] BELICA
INÉS: ¡Entróse! ¡Quién me dijera aquesto casi antiyer! No lo pudiera creer, si con los ojos lo viera. ¡Válame Dios, y qué ingrata mochacha, y qué sacudida! PEDRO: La mudanza de la vida mil firmezas desbarata, mil agravios comprehende, mil vivezas atesora, y olvida sólo en un hora lo que en mil siglos aprende. [CRESPO]: Pedro, ¿cómo estás aquí tan galán? ¿Qué te has hecho? PEDRO: Pudiérame haber deshecho, si no mirara por mí. Mudado he de oficio y nombre, y no es así comoquiera: hecho estoy una quimera. [CRESPO]: Siempre tú fuiste gran hombre. Yo por el premio venía de la danza que enseñaste, que en ella claro mostraste tu ingenio y tu bizarría; y si en el mundo no hubiera pajes, yo sé que durara su fama hasta que llegara la edad que ha de ser postrera. Clemente y Clemencia están muy buenos, sin ningún mal, y Benita con Pascual garrida vida se dan.
[Sale] UNO
UNO: Sus majestades aguardan; bien pueden ya comenzar. PEDRO: Después podremos hablar. UNO: Miren que dicen que tardan. PEDRO: Ya ven vuesas mercedes que los reyes aguardan allá dentro, y no es posible entrar todos a ver la gran comedia que mi autor representa, que alabardas y lancineques y frinfrón impiden la entrada a toda gente mosquetera. Mañana, en el teatro, se hará una, donde por poco precio verán todos desde principio al fin toda la traza, y verán que no acaba en casamiento, cosa común y vista cien mil veces, ni que parió la dama esta jornada, y en otra tiene el niño ya sus barbas, y es valiente y feroz, y mata y hiende, y venga de sus padres cierta injuria, y al fin viene a ser rey de un cierto reino que no hay cosmografía que le muestre. Destas impertinencias y otras tales ofreció la comedia libre y suelta, pues llena de artificio, industria y galas, se cela del gran Pedro de Urdemalas.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 26 Jun 2002