JORNADA TERCERA


Salen por un lado FRISO y por otro LICAS
FRISO: Bien va sucediendo todo. No hay en la corte quien haya entrado en malicia alguna de entender que Ninias falta. No en vano Naturaleza dejó una vez de ser varia para gran fin; que, en fin, es aun en los errores sabia. LICAS: Extrañóse el rey anoche conmigo, porque tirana Semíramis le avisó de no sé qué que no alcanza mi discurso, siendo Friso tercero de mi desgracia. Lo que le dijo no sé, porque aun de mí lo recata. ¿Qué será? FRISO: Oh Licas! LICAS: ¡Oh Friso! Quejoso estoy de que haya en ti para mí secreto, y más de tanta importancia. ¿Qué dijiste al rey anoche cuando entraste por la cuadra de Semíramis? Que temo que, de mí quejosa, traza descomponerme con él, según dijo su mudanza. FRISO: Los secretos de los reyes, Licas, tienen fuerza tanta, que el silencio los ignora, con ser él el que los guarda. Un secreto me fió Semíramis que llevara. Ya se me olvidó cuál era. Lo más que la confïanza puede permitir que diga, es decir que una palabra sola de ti no la dije, y esto que te digo basta. LICAS: Que se lo digas o no, poco, Friso, me acobarda, porque como yo obre bien, lo demás no importa nada. FRISO: Muchos obran bien, y son sus fortunas desdichadas. LICAS: La desgracia nunca es culpa. FRISO: Sí, pero siempre es desgracia. VOCES: ¡Plaza, plaza! Dentro LICAS: Ya el rey sale dando audiencia. VOCES: ¡Plaza, plaza! Dentro
Salen con memoriales un SOLDADO, CHATO, y otros, y luego SEMÍRAMIS, y detrás LISÍAS, y llegan hincando la rodilla
SEMÍRAMIS: (Mil gracias te doy, oh bella Aparte deidad, protectora mía, al ver cuánto en este día has mejorado mi estrella. Una y mil veces por ella mi vida a tu culto ofrezco; que pues que por ti merezco ver que aplauso tan altivo segunda vez le recibo, segunda vez le agradezco. Los que contra mí siguieron ayer el bando, son hoy los mismos de quien estoy idolatrada. Pues fueron tales mis dichas, que vieron estos aplausos, mudar con industria singular todos los puestos espero; que si no hago lo que quiero, ¿de qué me sirve reinar? UNO: Señor, un pobre soldado... SEMÍRAMIS: El memorial. Esto basta. OTRO: Crïado fui, señor, de Nino, a quien serví edades largas. SEMÍRAMIS: Está bien. OTRO: Ante vos pido justicia de quien me agravia. SEMÍRAMIS: Yo lo haré ver. (¡Cuánto, cielos, Aparte esta vanidad me agrada! ¡Oh, qué gran gusto es mirar tantas gentes a mis plantas! ) SOLDADO: Señor, vuestra majestad me hizo merced que gozara en tributos de Ascalón un sueldo por mis hazañas; Lisías, que está presente, en el despacho repara. SEMÍRAMIS: ¿Por qué, Lisías? LISÍAS: Señor. ¿ya no te dije la causa? SEMÍRAMIS: Sí; mas no me acuerdo bien, como acudo a cosas tantas. SOLDADO: Yo, señor, la diré. El día que por Babilonia entrabas, tu nombre aclamé el primero, repitiendo en voces altas: "¡Viva Ninias, nuestro rey!," y tomé por ti las armas. Por eso merced me hiciste. LISÍAS: Y yo, que no se la hagas estorbo a hombre sedicioso, y que pudo allí ser causa de perderse toda Siria, a no haber con tal constancia tomado tan grande acuerdo, como vivir retirada Semíramis. SEMÍRAMIS: ¿Tú, en fin, fuiste el primero que me aclama? SOLDADO: Sí, señor, y yo libré de la injusta, la tirana sujeción en que tenía Semíramis nuestra patria. SEMÍRAMIS: ¿Todo esto te debo? SOLDADO: Y diera por ti la vida. SEMÍRAMIS: ¡Qué rara lealtad! ¡Hola! TODOS: ¿Señor? SOLDADO: (Hoy Aparte grandes venturas me aguardan.) SEMÍRAMIS: Ese soldado llevad, y de la almena más alta le colgad, para escarmiento de cuantos en Siria hagan sediciones y alborotos. SOLDADO: Pues ayer, ¿no me premiabas? SEMÍRAMIS: Ayer premié, y hoy castigo; que si ayer una ignorancia hice, hoy no la he de hacer, diciendo una acción tan rara, que de lo que errare hoy, sabré enmendarme mañana. Llevadle. LISÍAS: Señor, advierte que de un extremo a otro pasas. SEMÍRAMIS: ¿Cómo he de obrar si a ti el premio ni el castigo no te agrada? LISÍAS: Con el medio. SEMÍRAMIS: Nunca fue capaz de medio esta instancia. 0 obró mal o bien; si obró bien ¿por qué el premio embarazas? Y si mal, ¿por qué el castigo? Y, en fin, atiende y repara que las públicas acciones del vulgo debe premiarlas o castigarlas el Rey; que en sólo ellas no hay templanza. LISÍAS: No conozco tus discursos. SEMÍRAMIS: Neciamente los extrañas; que ya no soy el que fuí; que el reinar da nueva alma. Y así, si piensas que soy quien piensas, Lisías, te engañas; porque ya no soy quien piensas, sino otra deidad más alta. LISÍAS: En todo te desconozco. FRISO: Bien claro ha dicho la causa. CHATO: (Muy bien despachado va; Aparte no le arriendo la ganancia. A mi libranza me atengo, merecida por mis canas.) Y mis canas a barrer me da, gran señor, tus plantas, puesto que barre y no besa quien tiene escoba por barba. SEMÍRAMIS: Chato, pues ¿cómo has dejado de ser de Lidoro guarda? CHATO: ¡Bueno es eso! Si tú mismo de la cadena le sacas, ¿cómo por él me preguntas? SEMÍRAMIS: Dices bien, no me acordaba. (En todo cuanto dejé Aparte yo dispuesto, hallo mudanza.) ¿Qué quieres? CHATO: Que me confirmes y firmes esta libranza. SEMÍRAMIS: ¿Qué libranza es ésta? CHATO: ¿Todo se te olvida? SEMÍRAMIS: ¿Qué te espanta? Tengo mucho que cuidar. CHATO: Pues yo te traeré mañana un poco de anacardina. Y ahora, ésta es la que mandas que cien escudos de renta se me sitúen, a causa del tiempo que como un perro a la reina serví en tantas fortunas; pues la serví siendo monstruo en las montañas, siendo dama en Ascalón, siendo en las selvas villana, siendo en palacio señora, y reina en Nínive. ¡Ah, cuánta mala condición sufrí en todas estas andanzas! SEMÍRAMIS: ¿No es mala? CHATO: Mucho. SEMÍRAMIS: Ya sé que esto te ofrecí. CHATO: A Dios gracias. SEMÍRAMIS: Pero de aquesta manera la firmo. CHATO: ¿Por qué la rasgas? SEMÍRAMIS: Por que estas mercedes son de los soldados que hayan servido en la guerra, no de los juglares que andan en los palacios medrando, hecho caudal la ignorancia. Toma.
Dale con los papeles
CHATO: ¿Así, cielos, se ofende a la nieve de estas canas? Para ver estos oprobios, caduca vejez cansada, ¿duraste tanto? Llorad, ojos, regando las blancas hebras que de lienzo sirven en los ojos, de mortaja en el pecho. ¡Oh rey lampiño! Como no entiendes de barbas, no las honras. A mis días no llegarás. SEMÍRAMIS: Calla, calla, villano, y esa malicia no se irá sin castigarla. Llevadle de aquí, y atadle a él, como Lidoro estaba. CHATO: Oigan. Pues ¿qué más hiciera Semíramis, si reinara? ¿Por qué me han de atar? SEMÍRAMIS: Por loco. CHATO: Pues si tú mismo me mandas que le suelte... SEMÍRAMIS: No hice tal. CHATO: Testigos hay en la sala de que miente vuestra alteza, aunque no me dé libranza.
Llévanle los soldados
LISÍAS: Todo eres rigores hoy. SEMÍRAMIS: No te admires, que aún te falta mucho que ver. Friso, ¿cómo en llegar a hablarme tardas? FRISO: Como ocupado, señor, en los despachos estabas. SEMÍRAMIS: Para ti, ¿qué ocupación puede haber? FRISO: ¿Cómo te hallas?
SEMÍRAMIS y FRISO hablan aparte
SEMÍRAMIS: Muy bien: que en efeto estoy servida y idolatrada de los mismos que quisieron verse sin mí. Sólo falta a mis grandezas el gusto de hacerte merced. FRISO: Tus plantas beso mil veces. SEMÍRAMIS: ¿Qué quieres? Pide. FRISO: Si de ti llegara a merecer una dicha, ella sola fuera paga de mis deseos. SEMÍRAMIS: ¿Qué es? Dilo. ¿De qué te acobardas? FRISO: Astrea, hija de Lísias, es la deidad que idolatra mi pecho. SEMÍRAMIS: Ya te he entendido, y presto verás con cuántas veras trato con Lisías que el desposorio se haga, y a ella misma la diré que es mi gusto. FRISO: Edades largas vivas.
LICAS y LISÍAS hablan aparte
LICAS: De aquestos secretos nacen mis desconfïanzas. LISÍAS: Y las mías; que no sé qué áspid entre los dos anda. SEMÍRAMIS: ¿Hablaba Licas contigo? FRISO: Sí, señora. SEMÍRAMIS: ¿De qué hablabais? FRISO: De temores y recelos, que el ver tu ceño le causa. SEMÍRAMIS: Hace muy bien en temer; que ninguno mi venganza primero examinará, supuesto que su ignorancia jamás entenderme supo. (¡Oh injusta, oh vana, oh tirana Aparte oh tirana pasión! Todavía estás en lo secreto del alma; pero yo te venceré con silencio.) LICAS: (Entre sí habla, Aparte mirándome, el rey.) SEMÍRAMIS: (Memoria, Aparte nada me acuerdes.) LICAS: (¡Mal haya Aparte quien quiere vivir atento al semblante de otra cara, veleta del corazón, sujeta a cualquier mudanza!) FRISO: ¿Diviértente otros empeños? SEMÍRAMIS: (De cuanto hoy he visto, nada Aparte mayor cuidado me ha dado que ver que Lidoro salga de su prisión. ¿Cómo, cielos, en esto hablaré, sin que haga novedad para informarme? Mas ¿qué me turba ni espanta? Las generales preguntas ni se advierten ni reparan.) Lisías, ¿qué hay de Lidoro? LISÍAS: Que como tú, señor, mandas, está en palacio, debajo del homenaje y palabra que te dio. SEMÍRAMIS: Ya yo sé eso; lo que pregunto es ¿qué trata? LISÍAS: Ha sabido cómo Irán, su hijo, a Babilonia marcha a ponerle en libertad, y al fin para hablarte aguarda la audiencia que le ofreciste. SEMÍRAMIS: Pues al instante le llama; que quiero saber qué intenta. LISÍAS: Sí haré, mas antes que vaya, una advertencia, señor, quisiera que me escucharas; que esta licencia me dan hoy mi edad y tu crïanza. SEMÍRAMIS: Di. LICAS: (¡Que no hable el rey conmigo Aparte ni una tan sola palabra!) LISÍAS: Señor, Lidoro está preso, y en Babilonia que haya es fuerza algún confidente que avisos le lleve y traiga. No sienta flaqueza en ti, sino con valor le habla, para que entre temoroso el ejército que aguarda. SEMÍRAMIS: Yo te agradezco el aviso, y verás, Lísias, con cuánta diferencia le hablo. Ve por él. LISÍAS: Aquí fuera estaba.
Vase LISÍAS
SEMÍRAMIS: ¿Hay cosa como decirme de Lisías la ignorancia a mí que muestre valor, Friso? FRISO: Ignora con quién habla. LICAS: (Pues por más que el Rey esté Aparte conmigo airado, la extraña aprensión de su temor hará que las paces haga, pues necesita de mí en esta guerra que aguarda.)
Salen LISÍAS y LIDORO
LIDORO: Dame, gran señor, tu mano. SEMÍRAMIS: Alza del suelo, levanta. LIDORO: Ayer, señor, me dijiste que te dijese la causa que me obligó a hacer la guerra; y aunque ésta sola bastaba para venir hoy a hablarte, otra novedad extraña, que ahora he sabido, me trae con más afecto a tus plantas. Que por tu padre y por ti aquella acción intentaba contra Semíramis, dije, y fue porque su tirana condición a un mismo tiempo a ti y tu padre quitaba el imperio. SEMÍRAMIS: Espera, espera. No digas más, calla, calla; que ya sé lo que me quieres decir, y es mucha arrogancia, muy sobrado atrevimiento el decirme cara a cara indignas malicias que el vulgo a su honor levanta. Semíramis es mi reina, mi señora y madre, y cuantas sospechas de ella se fingen, lo mismo a mí que a ella agravian; porque soy tan hijo yo de su deidad soberana, que somos los dos un mismo compuesto de cuerpo y alma. Tu ambición te hizo buscar proposiciones tan falsas. ¡Loco, bárbaro, atrevido, ahora sí que te trataba dignamente como a bruto, y aun era poca venganza! LIDORO: Señor, yo, si tú... SEMÍRAMIS: No más. A esotro discurso pasa, y éste a perpetuo silencio se condene. Di, y repara... LIDORO: ¿Qué? SEMÍRAMIS: ...que habla mal de mí quien mal de Semíramis habla. Di. LIDORO: Deja que cobre aliento; que airado, señor, espantas, más que aficionas afable. LISÍAS: (Bien el fingimiento entabla Aparte del valor que le advertí.)
FRISO habla aparte a LICAS
FRISO: ¡Qué prudencia! LICAS: ¡Y qué mudanza! LIDORO: Yo he sabido que mi hijo hacia Babilonia marcha. Si me das, señor, licencia de que al camino le salga, sus ejércitos haré que no toquen en la playa de Siria; que de volver a tu prisión la palabra doy, porque sólo pretendo pagarte la confïanza que has hecho de mi valor. SEMÍRAMIS: Con eso otra vez me agravias. ¡Bueno fuera que dijera, después, de Ninias la fama que se valió de tus medios para que no le llegara un rapaz a poner sito, o presentar la batalla! No sólo quiero valerme de conveniencias y trazas, pero porque no se diga que esta libertad que alcanzas es, por temor, complacerte, a otra prisión más extraña te he de reducir; y luego en esas almenas altas he de poner tu cabeza, porque vea la arrogancia de tu gente que la irrito y no respeto. Y el alba mañana apenas saldrá por troneras de oro y nácar, cuando en busca suya marche yo, y cuando tu hijo traiga animados los peñascos de Lidia, y en las campañas errantes ciudades sean sus tropas y sus escuadras, verás asustarse todos a un crujido de mis armas. LISÍAS: (¡Qué bien fingido valor!) Aparte LICAS: (¡Cielos! ¿Quién en Ninias habla?) Aparte FRISO: (¡Qué confusos están todos!) Aparte LIDORO: (¿Cobarde a este joven llaman? Aparte Temblando de verle estoy.) SEMÍRAMIS: ¿Lisías? LISÍAS: Señor, ¿qué mandas? SEMÍRAMIS: Que a Lidoro llevéis preso a la más escura estancia de esa torre de palacio. LIDORO: Mira, señor, cuánto agravias tu valor, pues no hay acción tan indigna, torpe y baja como dar para quitar. Libertad me diste. SEMÍRAMIS: En causas que sobrevienen de nuevo no hay contrato. LIDORO: Pues repara que si tú prisión me pones, del homenaje y palabra libre estoy, pues ya no estoy preso sobre confïanza. SEMÍRAMIS: Es verdad, pero ¿qué importa si te aseguran las guardas?
Llévanle a LIDORO
LISÍAS: Dame mil veces los brazos, que con la vida y el alma te agradezco los esfuerzos con que aquí a Lidoro hablas. SEMÍRAMIS: ¿He disimulado bien el temor que me acompaña? LISÍAS: Así no fuera fingido. SEMÍRAMIS: No te afliga esa ignorancia; que tan verdadero es como lo dirán mañana los militares estruendos de trompetas y de cajas. Ve tú a ver de su prisión la torre, y a asegurarla;
Vase LISÍAS
y tú, Friso, a enarbolar a las puertas del alcázar mi real estandarte, como general ya de mis armas. FRISO: Tu mano beso mil veces; ¿mas mi hermano? SEMÍRAMIS: ¿Qué reparas, si por complacerle a él, soy yo, Friso, a quien agravias? FRISO: Yo acepto el cargo; mas es mientras tus enojos pasan. SEMÍRAMIS: Pues ve a publicar el bando al punto.
FRISO habla aparte a LICAS
FRISO: No sientas nada estar de pérdida, Licas, pues estoy yo de ganancia.
Vase FRISO
LICAS: Hasta aquí, señor, callé, sin saber por qué me tratan tan severos tus rigores; mas oyendo lo que mandas, puesta la boca en tu mano, puesto el bastón a tus plantas, acosado el sufrimiento, es fuerza que al labio salga. ¿En qué, señor, te ofendí? El laurel de tu corona, ¿debe a ninguna persona más tu majestad que a mí? ¿El primer noble no fuí, señor, que hasta coronarte se declaró de tu parte, ayudando la razón? Luego, en tu coronación, ¿no levanté el estandarte? ¿Yo tu nombre no aclamé, no siguiendo ni ayudando de Semíramis el bando, cuya lealtad quizá fue retiro suyo, al ver que yo su parte no seguía? ¿No me honraste? Pues un día ¿qué desengaños te da? SEMÍRAMIS: De esos servicios quizá nace la indignación mía. LICAS: Enigmas son cuanto habláis. SEMÍRAMIS: Pues no discurráis en ellas, que es tarde para entendellas; sino idos; que me dais enojo cuanto aquí estáis. LICAS: Ya yo os obedezco; y pues tanta mi desdicha es, que os enoja mi presencia, en albricias de mi ausencia, me dejad besar los pies. De soldado os serviré en la guerra que esperáis sin que mi rostro veáis; y si vivo --que sí haré, que soy infeliz--, me iré donde no os dé más recelos. Sólo os suplicaré...(¡Cielos!, Aparte apure mi confusión si aquestas enigmas son por tener de Libia celos), ...que ya que me enviáis quejoso, me enviéis siquiera honrado. Quédese lo desdichado con algo de lo dichoso. Libia ha sido el dueño hermoso que he idolatrado rendido; Libia el rayo que ha podido, arpón de fuego, abrasarme; y así, para desposarme con ella, licencia os pido. SEMÍRAMIS: (¡Quién vio más nuevo rigor! Aparte ¿Qué es esto que escucho, cielos? No avives, cierzo de celos, cenizas de un muerto amor.) LICAS: (Sentido lo ha; mi temor. Aparte no fue en vano.) SEMÍRAMIS: (Ira crüel. ¿Tengo de ver que fïel a otra ame el que mereció un afecto mío, aunque no mereciese saber de él?) LICAS: Sólo este alivio prevengo el influjo de mi estrella. SEMÍRAMIS: (Equivocaré con ella los celos hoy que de él tengo, pues de esta manera vengo mis sentimientos.) LICAS: Señor, ¿qué me respondes? SEMÍRAMIS: Que error es que ese premio esperéis; que soy yo a quien ofendéis en tener a Libia amor. Decir que era vuestra culpa, Licas, no haberme entendido, amor fue, y celos han sido después de oída la disculpa; y pues uno y otro os culpa,, no tratéis de darme enojos, si no queréis ser despojos de mis iras, mis recelos; que hijo soy de quien, por celos, le sacó a Menón los ojos. LICAS: (¿Qué es esto, piadosos celos? No en vano, ¡ay de mí!, no en vano discurrí, al oir que no eran de Semíramis engaños los que con el rey pudieron facilitar mis agravios, que celos de Libia eran. Mas era argumento claro, que, pues son envidia, fuesen de la Fortuna contrarios.
Vase. Sale FRISO, y quédase al paño, a tiempo que salen por otra parte ASTREA y LIBIA
FRISO: Ya que el bando publiqué, vuelvo: pero Amor, oygamos, pues la reyna con Astrea habla, hasta donde mis hados llegan. SEMÍRAMIS: Friso me ha pedido, bella Astrea, que tu mano le conceda, premio digno con que sus meritos pago. ASTREA: ¿Cómo tan presto te olvidas, gran señor, de que te he dado mi voluntad, alma, y vida? Pero de nada me espanto, que no hay cosa mas mudable que amor con el nuevo estado. SEMÍRAMIS: (Sin duda, el Principe á Astrea, Aparte como juntos se crïaron, la festeja.) Ya advertido estoy de cuan resignado tu pecho está á mi obediencia: y así, con razon aguardo, que en esto me darás gusto. ASTREA: Otra vez, señor, extraño este precepto; y así, no porque te aya mudado de la corona el ascenso, de la majestad el fausto, quieras que viva muriendo, que es preciso, si me caso con Friso, un hombre á quien yo siempre he aborrecido tanto. SEMÍRAMIS: Sabiendo que éste es mi gusto, como podrás escusarlo? Mas, ¿qué es esto?
Tocan cajas. Sale LISÍAS
LISÍAS: Ya, señor, se descubren de los altos homenajes de esas torres los ejércitos formados de Lidia, que numerosos vienen compitiendo a rayos con las estrellas del cielo y con las flores del campo.
Abrázale
SEMÍRAMIS: Toma, en albricias, Lisías, por el gusto que me has dado con esa nueva, que está el corazón anhelando, hidrópico de victorias. A recebirlos salgamos; y si Semíramis hizo paréntesis el tocado de una victoria, hoy lo sea la plática que tratando estamos. Astrea y Libia, en vendiendo vuelvo a hablaros. Toca el arma, gima el bronce, suene el parche, los peñascos se estremezcan, el sol tiemble luz a luz y rayo a rayo.
Vase SEMÍRAMIS
LISÍAS: ¿Qué nuevo espíritu ha sido del que Ninias se ha informado?
Vase LISÍAS, quedan ASTREA y LIBIA, y por distintos lados salen FRISO y LICAS
LICAS: En decir que el Rey te quiere, A LIBIA di agora que yo te engaño. FRISO: Cuanto has respondido al rey A ASTREA escuché, dueño tirano. LIBIA: Pues, señor, mi bien, mi dueño, ¿qué culpa tienen mis hados? ASTREA: Yo lo estimo. Así, otra vez me escusas de confesarlo. LICAS: ¿Luego con esta disculpa bien de tus ojos me aparto? FRISO: Tú verás la estimación que hago de ese desengaño. LIBIA: Yo sabré morir sintiendo. LICAS: Vivir sabré yo olvidando. FRISO: Yo aborreciendo vivir. ASTREA: Y yo padecer amando. FRISO: ¿Licas? LICAS: ¿Friso? FRISO: ¿Amor es esto? A matar muriendo vamos. ASTREA: ¿Libia? LIBIA: ¿Astrea? ASTREA: ¿Esto es amor? Vamos a morir llorando.
Vanse todos. Tocan a marchar, y salen toda la gente que pudiere; después IRÁN, niño, con bastón de general, y ANTEO, viejo, con bastón
IRÁN: Babilonia, república eminente, que al orbe empinas de zafir la frente, siendo iónica y dórica coluna del cóncavo palacio de la luna, adonde colocados tus pensiles, al cielo se han llevado los abriles, y con sus flores bellas a rayos equivocan las estrellas, que venga a ser tu invicto rey no dudo; y así, haciéndote salva, te saludo como ya corte mía. ¡Salve, pues, oh confusa monarquía, herencia justa de mi muerta madre, y injusta cárcel de mi vivo padre! Que hoy, prevenido a bélicos combates, sobre el rápido curso del Eufrates, libertad le he de dar, y desengaños de que hay mucho valor en pocos años. ANTEO: Señor, esa admirable ciudad que ves, de gente innumerable capaz ha sido, o ya propria o ya extraña, y si dejas cubrirse la campaña de la gran hueste suya, es fuerza que tu ejército destruya. Si por asalto quieres intentarla, es razón que consideres cuánto estarán seguros en la grande eminencia de sus muros; y así, el mejor acuerdo, el mejor medio, sitiándola, es tomarla por asedio. Pues una vez cercados, el número de gentes y soldados más presto facilita sus castigos, pues ellos mismos son sus enemigos, cuando con tales modos, sin pelear ninguno, comen todos. IRÁN: En todo, ilustre Anteo, tu voto he de seguir. Pero ¿qué veo? ANTEO: Un hombre, desde aquella torre, por una claraboya de ella, escala haciendo, a lo que ya sospecho, las fáciles alhajas de su lecho, al campo se descuelga. IRÁN: El lino ya, que de la reja cuelga, al hombre va faltando, y se viene a la tierra despeñando. ANTEO: ¡Precipitado anhelo de desesperación! LIDORO: ¡Válgame el Cielo! ANTEO: Ya puesto en pie camina, haciendo desperdicio de la ruina. IRÁN: Hacia nosotros viene.
Sale LIDORO cayendo
ANTEO: Sin duda que rendido nos previene avisos, a pesar de alguna envidia. LIDORO: Decidme, moradores de la Lidia, ¿dónde, entre tropas tantas, vuestro príncipe está? IRÁN: Puesto a tus plantas, señor y padre mío, sin alma, sin acción, sin albedrío, porque absorto, confuso y elevado el verte de esta suerte me ha dejado. LIDORO: Una y mil veces sea felice, hijo, el día que te vea la Fortuna en mis brazos, lazos de amor. IRÁN: Di nudos, y no lazos, pues que la muerte, al verlos, no podrá desatarlos sin romperlos. ANTEO: A todos da tu mano. LIDORO: ¡Oh noble Anteo! ¡Oh amigos! IRÁN: ¿Es posible que te veo? LIDORO: En esta torre estaba preso. La gente vi que se acercaba al muro, y lima sorda de la reja fue, no sé si mi mano o si mi queja. Por ella me he arrojado, del homenaje ya desobligado, sólo para avisarte que, pues eres Adonis, no seas Marte. Libre estoy, que es el fin que has pretendido; no el ejército marche, que has traído, un paso más; que aunque ahora Ninias reina, temo que su prisión rompa la reina a esta ocasión, y es su belleza una deidad, que tiene imperio en la Fortuna.
Dale el bastón
IRÁN: Habiendo tú llegado, tú eres el general, yo tu soldado. Da la órdenes tú; que yo, al saberlas, sólo trataré ya de obedecerlas. LIDORO: Pues marche en buen concierto la vaga población de este desierto la vuelta de aquel muelle que allí cierra el paso con el río.
Dentro tocan cajas, y se da voces
VOCES: ¡Guerra, guerra! ANTEO Ya no es posible, porque ya ha salido de la ciudad la gente. LIDORO: Prevenido mi ejército le espere; mas no la embista, si embestir no quiere el suyo, pues que de la ofensiva guerra la acción se trueca en defensiva, al amparo esperando de esa sierra. UNOS: ¡Viva Ninias! Dentro OTROS: ¡Lidoro viva! Dentro TODOS: ¡Guerra!
Suenan cajas y clarines. Salen SEMÍRAMIS, LISÍAS, FRISO, LICAS y algunos SOLDADOS
SEMÍRAMIS: Príncipe joven, que a enterrarte vienes donde el sepulcro de tu padre tienes, ¿cómo, si darle intentas la libertad, sin dársela te ausentas? IRÁN: Como ya se la he dado, que para eso bastó el haber llegado; y como he conseguido el fin, ya que a tu patria me ha traído, volverme pretendía, porque desprecio del vencerte hacía. SEMÍRAMIS: ¿Cómo, si en esa torre en infelices prisiones yace, osadamente dices que libertad le has dado? Es barbarismo. IRÁN: ¿Quieres ver cómo? SEMÍRAMIS: Sí. IRÁN: Dígalo él mismo. LIDORO: Libre estoy, porque habiendo faltado el homenaje, bien entiendo que pudieron gloriosos mis blasones quebrantar de la torre las prisiones. SEMÍRAMIS: Yo me alegro de verte libre, para prenderte segunda vez, y para que mi brío tenga más que vencer, que, en fin, es mío. IRÁN: Pues si esto te provoca, embiste. SEMÍRAMIS: Toca al arma. LIDORO: Al arma toca. LICAS: Hoy verás el valor que desconfías. FRISO: Hoy verás el valor de quien te fías. SEMÍRAMIS: Yo haré que el tiempo esta vitoria escriba. VOCES: ¡Guerra! Dentro
éntranse todos, sacando la espada
UNOS: ¡Viva Lidoro! OTROS: ¡Nínias viva!
Dase la batalla con mucho estruendo, y sale CHATO
CHATO: A perro viejo no hay tus tus, dice allá un proverbio, y yo acá también lo digo, puesto que soy perro viejo. Sin ser pescador, apenas vi que andaba el río revuelto, cuando dije, "La ganancia es mía." ¿Qué hago? Tomo y vengo y rompo aquesta cadena, y de madre y hijo huyendo, que es tan malo uno como otro, pasarme a otra tierra quiero.
Suenan cajas
Trabada está la batalla, y en tanto que los encuentros se barajan, quiero yo echar a esta suerte el resto. Escondido entre estas peñas he de esperar el suceso. ¡Cuerpo de Apolo conmigo, y cuál anda allí el estruendo! Y aun aquí; que derramados los dos ejércitos veo no dejar parte ninguna que no ocupen. Pues no tengo dónde esconderme, la santa mortecina hacer intento; tiéndome de largo a largo. SEMÍRAMIS: ¡Ay de mí! Dentro CHATO: Ya no me tiendo, porque por aqueste monte bajar despeñado veo un hombre, y no es bien quitarle que él haga el papel del muerto. Cada uno a lo que toca acuda.
Sale SEMÍRAMIS, sangriento el rostro, y con flechas en el cuerpo, como cayendo
SEMÍRAMIS ¡Valedme, cielos! CHATO: Y así, acuda yo a esconderme, y él a morirse. SEMÍRAMIS: ¡Ah! ¡Qué presto has acabado, Fortuna, con mi vida y con mis hechos! CHATO: (La voz quiero conocer, Aparte aunque es verdad que no quiero. SEMÍRAMIS: En fin, Dïana, has podido más que la deidad de Venus, pues sólo me diste vida hasta cumplir los severos hados que me amenazaron con prodigios, con portentos, a ser tirana, crüel, homicida, y de soberbio espíritu, hasta morir despeñada de alto puesto. CHATO: (Tanto miedo tengo que aun Aparte para huir valor no tengo.
Tocan cajas y dicen dentro
TODOS: ¡Viva Lidia! LIDORO: La vitoria seguid, que hoy es el día nuestro. SEMÍRAMIS: ¿Qué es vivir? Aunque no es mucho que ella viva, si yo muero. Mas lo poco que me queda de vida, lograrlo pienso; que a costa de muchas muertes morir bien vengada intento. CHATO: (No tropiece con la mía.) Aparte
Suena la cadena de CHATO
SEMÍRAMIS: ¿Qué triste, ronco y funesto son de prisiones se mezcla con los marciales estruendos? CHATO: (Es la cadena de un galgo, Aparte que anda por aquesos cerros a caza de liebres, y es el galgo y la liebre a un tiempo. SEMÍRAMIS: ¿Qué quieres, Menón, de mí, de sangre el rostro cubierto? ¿Qué quieres, Nino, el semblante tan pálido y macilento? ¿Qué quieres, Ninias, que vienes a afligirme triste y preso? CHATO: Sin duda que ve fantasmas éste que se está muriendo. SEMÍRAMIS: Yo no te saqué los ojos. Yo no te di aquel veneno. Y si el reino te quité, ya te restituyo el reino. Dejadme, no me aflijáis. Vengados estáis, pues muero, pedazos del corazón arrancándome del pecho. Hija fui del aire, ya en él hoy me desvanezco.
Muere SEMÍRAMIS
VOCES: ¡Viva Lidoro! Dentro LIDORO: El alcance Dentro seguid, pues que van huyendo.
Salen FRISO, LICAS, LISÍAS, y SOLDADOS
LICAS: Hoy es para Babilonia infausto el día. FRISO: Los cielos conjurados se declaran contra nosotros, LISÍAS: No menos que juzgamos es la ruina, si en aquel pavés advierto. LICAS: ¡Qué desdicha! LISÍAS: ¡Qué tragedia! FRISO: Mayor es la que vemos, que este cadáver... (Mas ¡ay Aparte infeliz! No el sentimiento me haga decir que yo supe antes de ahora este secreto, pues sólo puede salvarme el sagrado del silencio.) LISÍAS: ¡Ay joven rey, cuánto fue trágico tu nacimiento!
Tocan y dice dentro LIDORO
LIDORO: Pues en la ciudad se entran, no paréis hasta entrar dentro. LICAS: Tan gran desdicha, Lisías, no tiene ya otro remedio sino que en el mauseolo a Ninias depositemos, y de su oculto retiro a Semíramis saquemos, pues sólo puede salvar, o su fortuna o su esfuerzo, nuestra patria de estas iras. LISÍAS: En los hombros le llevemos.
Llevan LICAS y LISÍAS en los brazos a SEMÍRAMIS
FRISO: Llevadle los dos, que yo ánimo y valor no tengo; pues aunque le pierden todos, soy yo sólo el que le pierdo.
Vase FRISO y salen ASTREA y LIBIA
ASTREA: Huyendo la gente vuelve a la ciudad. LIBIA: En no siendo Semíramis quien la anima, siempre esperé mal suceso.
Sale CHATO
CHATO: Tal es lo que pasa allá, que aquí a la prisión me vuelvo. ASTREA: Chato, ¿qué es esto? CHATO: ¿Queréis que lo diga todo, y presto? Pues es que todos, señoras, han lo que yo hiciera hecho. ASTREA: ¿Qué es? CHATO: Huir, y que en el campo queda... LIBIA: Dilo. CHATO: ...Ninias muerto. ASTREA: ¡Ay infelice de mí! Máteme mi sentimiento.
Dentro voces
UNOS: Grande Semíramis bella. OTROS: Sal de aquese oculto encierro a dar la vida a tu patria. OTROS: Felice reina, tus hechos nos rescaten de tan graves ruinas como padecemos.
Salen LISÍAS, LICAS, FRISO y SOLDADOS
LISÍAS: Entrad, y romped las puertas de su cuarto. LICAS: Vuelva el cetro a las manos de quien tuvo en ellas todo el imperio de la Fortuna. FRISO: (¡Ay de mí! Aparte Que ella ha sido la que ha muerto.) LISÍAS: Abrid la puerta.
Abren una puerta como a golpes y sale NINIAS
NINIAS: Tiranos, ¿no basta tenerme preso, sino también venir hoy a darme muerte? TODOS: ¿Qué es esto? NINIAS: Vuestro rey soy. Pues ¿por qué me quitáis la vida? ¿El reino no basta? ASTREA: ¡Cielos! ¿Qué oigo? Rendida tus plantas beso. LISÍAS: Vasallos, bien claro está de entender tan gran suceso, y que fue, pues Ninias vive, Semíramis la que ha muerto. LICAS: Su soberbia hizo, sin duda, la traición de aqueste trueco. LIDORO: (De Semíramis es éste Dentro el gran palacio. Entrad dentro, que en ella agora me falta de vengar aquel desprecio.
Salen LIDORO, IRÁN, ANTEO y los SOLDADOS
LISÍAS: No podrás en ella ya, poderoso Rey, supuesto que ella murió y Ninias vive. LIDORO: Pues sí vive a quien yo debo la libertad que me dio, y no fue quien me dio luego el la segunda prisión, vean que aquel favor le agradezco, y esta vitoria no sigo, pues que las armas suspendo. IRÁN: Yo también le reconozco los favores que te ha hecho. NINIAS: Yo, agradecido a los dos, pago a Astrea lo que debo, y perdono a quien estuvo culpado en tenerme preso, porque de la hija del aire la historia acabe con esto.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002