JORNADA TERCERA


Salen por una parte DANTE y por otra LIDORO
LIDORO: (¡Que nunca tenga ocasión Aparte mi venganza de lograrse!) DANTE: (¡Que nunca le deba darse Aparte a partido mi pasión!) LIDORO: (Mas cuando yo la tuviera, Aparte aun no sé si la lograra...) DANTE: (Pero cuando me llegara, Aparte aun no sé si la admitiera...) LIDORO: (...porque, si de mi venganza Aparte se me ha de seguir mi ausencia...) DANTE: (...porque, si de su violencia Aparte se alimenta mi esperanza...) LIDORO: (...¿cómo ausentarme podré Aparte sin llevar conmigo a Irene...?) DANTE: (...¿cómo sin Irene tiene Aparte tan vil afecto mi fe...?) LIDORO: (...¿y cómo podré vivir Aparte ausente de Aminta bella...?) DANTE: (...¿y cómo podrá mi estrella Aparte del amor de Aminta huir...?) LIDORO: (...¿y más cuando ya informado Aparte estoy que a Dante ha querido?) DANTE: (...¿y más cuando aborrecido Aparte lo siento menos que amado?) LIDORO: (Cuando más causa no hubiera, Aparte por mis celos le matara.) DANTE: (Cuando dos causas no hallara, Aparte con una sola muriera.) LIDORO: (Amor, celos y venganza Aparte de imposibles me mantienen.) DANTE: (¡En qué confusión me tienen Aparte amor, desdén y esperanza!) ¡Celio! LIDORO: ¿Señor? DANTE: A ventura tengo el hallaros aquí. LIDORO: Siempre será para mí la mejor y más segura el estar a vuestros pies. DANTE: Confieso que un forastero, a quien el hado severo a tierra arrojó, después que echó su hacienda en el mar, fuera de su patria y pobre, no hay razón que no le sobre para vivir con pesar. Pero, advirtiendo también que a quien la vida le queda no hay fortuna que no pueda vencer viviendo, y más quien tiene las partes que vos, siento veros afligido siempre y siempre suspendido. Habladme claro, por Dios, ¿qué habéis menester? ¿Queréis a vuestra patria volveros? Que embarcación y dineros todo de mí lo tendréis. ¿Queréis quedaros aquí? Pues sabed que en este día de ese puerto la alcaidía vacó y que me toca a mí su provisión, y he querido, pues hoy en mi cargo estoy por vos, que sepáis que os doy premisas de agradecido. Si la admitís, bien con ella lo podréis aquí pasar, y con tiempo al tiempo dar vado a vuestra injusta estrella. Advertid, si os está bien, que ando, cierto, deseoso de que viváis más gustoso de lo que parece. LIDORO: ¿Quién satisfaceros podrá ese afecto, esa merced, sino callando? DANTE: Creed que es cuidado el que me da vuestra persona. Y pasando al cargo, ¿qué respondéis? LIDORO: Digo, señor, que me hacéis notables favores cuando, siendo extranjero, fiáis de mí de la corte el puerto. Yo le acepto; y estad cierto de que servido seáis en él de la atención mía. (Bueno es darme la ocasión Aparte envuelta en la obligación.)
Sale MALANDRÍN
MALANDRÍN: ¡Señor! DANTE: ¿Qué hay, loco? MALANDRÍN: ¡Gran día! DANTE: ¿Qué ha sucedido? MALANDRÍN: Sintiendo el rey la extraña tristeza que padece la belleza de su hermana, y pretendiendo aliviarla, ya has sabido las diligencias que ha hecho. Y, aunque no son de provecho las más de ellas, ha querido que aquesos jardines bellos sean teatros del día, y de música y poesía haya un gran festín en ellos. DANTE: ¿Y eso te alegra? MALANDRÍN: Pues ¿no? Si los premios han de dar las damas, ¿no he de lograr el mejor de todos yo? DANTE: ¿Por qué? MALANDRÍN: Porque, aunque discretas, nunca yerran su elección, y sabe su discreción que de todos los poetas ninguno de mejor gana las sirve. DANTE: ¿Es memorial? MALANDRÍN: Ya se ve, y más hoy, que quizá las he menester mañana. DANTE: Calla, loco.--Acudid vos por los despachos después; que ahora forzoso es asistir al rey. (Si en dos Aparte afectos mi vida tiene hoy lo que olvida y desea, ¿qué importa que a Aminta vea, a precio de ver a Irene?) LIDORO: (¿Quién --¡ay infeliz!-- creerá Aparte de mi confusa pasión que me quita la ocasión cuando la ocasión me da?) MALANDRÍN: ¿Por qué despachos habéis de acudir, Celio? LIDORO: Hame hecho, de mi lealtad satisfecho, del puerto alcaide. MALANDRÍN: Gocéis tan gran merced. ¡Que sea cierta cosa que, en siendo extranjero, ha de hallar uno portero, y puerto, portada y puerta! ¡Y que, habiéndome portado yo en mi porte bien, por cierto, no aporte a puerta ni a puerto que no le encuentre cerrado! Pero aquesto no es de aquí. Ya el rey a la alegre vista del jardín baja, con toda la gala y la bizarría de la corte.
Dentro instrumentos
LIDORO: Retirado será forzoso que asista; que, aunque soy quien soy, no tengo lugar. DANTE: Deidades divinas, acabad de declararos por Irene o por Aminta.
Salen la MÚSICA con instrumentos, el REY, AURELIO, AMINTA, IRENE, NISE, FLORA, LAURA y CLORI
AURELIO: (Aquí está Dante. Perdí Aparte la esperanza que traía de lucir, porque me tiene siempre ganada la dicha.) REY: No hay cosa que no imaginen por ti las finezas mías, ni cosa que sienta tanto como tu melancolía. AMINTA: Ya, señor, con experiencias siempre amantes, siempre finas, sé que de galán y hermano te debo entrambas caricias. REY: ¿Es posible que no sepa yo lo que te da alegría? AMINTA: Nada, pues de mis pesares tus cariños no me alivian. IRENE: Desde que de aquella fiera y aquel incendio en un día padeció los sustos, no es mucho, señor, la aflija de ellos la memoria. AMINTA: Es verdad, que a los dos rendida, se apoderaron de suerte del corazón ambas iras que hasta ahora dudando estoy si fue muerte o si fue vida la que, crüel o piadoso, me dio el que de ellos me libra. REY: Dante, dueño de esa acción, lo dirá. DANTE: ¿Yo, qué hay que diga, sino que en doblados riesgos fueron dobladas las dichas? AMINTA: Ya sé que fueron dobladas, pues también a Irene obligan. IRENE: Eso es querer que a mi parte me muestre yo agradecida. AMINTA: No es, porque una dama, Irene, públicamente servida, como tú lo estás de Dante, [b]asta que el servicio admita sin que lo agradezca. AURELIO: (¡Cielos, Aparte muriéndome estoy de envidia!) LIDORO: (Sufra este desaire el alma, Aparte pues es fuerza quien soy finja.)
Siéntanse el REY en medio, a su mano derecha AMINTA, y a la otra IRENE, FLORA y LAURA al izquierdo suyo, y NISE y CLORI donde AMINTA; AURELIO y DANTE apartados, la MÚSICA al paño
REY: Ponga la música paz a vuestras cortesanías. CLORI: ¿Por qué tono empezaremos? FLORA: Sea el de aquella letrilla que, por grave o triste, suele ser de más agrado a Aminta. MÚSICA: "¿Cuál más infelice estado de amor y desdén ha sido; amar, siendo aborrecido, o aborrecer, siendo amado?" REY: La música da ocasión, pues que pregunta entendida para responder; y así volvamos todos a oírla. MÚSICA: "¿Cuál más infelice estado de amor y desdén ha sido; amar, siendo aborrecido, o aborrecer, siendo amado?"
Dentro un clarín
REY: Esperad; ¿qué salva es ésta?
Sale un CRIADO
CRIADO: Un bajel, que a nuestra isla de paz llega a tomar puerto. REY: Pues salga quien le reciba, y sepa de dónde viene, qué gente y qué mercancía trae. DANTE: Id, Celio, pues os toca hacer de todo pesquisa. REY: ¿Por qué a Celio? DANTE: Porque yo, atento al favor de Aminta más que al mío, con licencia tuya, le di el alcaidía del puerto y su atarazana. REY: Ha sido elección muy digna. LIDORO: Beso tus pies. IRENE: (¿Quién creyera Aparte que a esto Lidoro venía?) AMINTA: Ésta es la primera acción que os debo de agradecida. REY: Id, pues, y con la respuesta volved; y en tanto repita la letra la duda, puesto que da ocasión a argüirla.
Vanse LIDORO y el CRIADO
MÚSICA: "¿Cuál más infeliz estado de amor y desdén ha sido, amar siendo aborrecido, o aborrecer siendo amado?" REY: Diga la primera Irene. IRENE: Aunque excusarme podía de cuestiones amorosas mi inclinación, más bien vista que del ocio de la paz del furor de la milicia, con todo eso la cuestión tanto se me facilita que me atrevo a entrar en ella; y digo que es la desdicha mayor, el más infeliz estado en su monarquía aborrecer siendo amado. REY: ¿Y tú qué dices, Aminta? AMINTA: Yo no sé de amor tampoco; pero, a saberlo, diría que amar siendo aborrecido es la mayor tiranía de sus imperios. REY: ¿Tú, Flora? FLORA: La opinión de Irene tira mi afecto al aborrecer. REY: ¿Nise? NISE: Al ser aborrecido. REY: ¿Tú, Laura? LAURA: Yo sigo a Irene. REY: ¿Tú, Clori? CLORI: Yo sigo a Aminta. MALANDRÍN: (¡Gran cosa es ser rey de Chipre! Aparte ¡Con qué llaneza platica las cosas de amor y celos, casero con su familia!) REY: ¿Y tú, Aurelio, qué eligieras? AURELIO: Siendo forzoso que elija, amar siendo aborrecido, dijo su alteza, y sería, sabiendo yo su opinión, poca atención no seguirla. REY: ¿Y tú, Dante? DANTE: En el ingenio nunca la atención peligra; y así, con aquesta salva, no importa que la otra siga; aborrecer siendo amado, no hay cosa que tanto aflija. MALANDRÍN: Pues a hombres de placer ningún lugar se les priva, esperad, que mi humor falta decir a lo que se inclina. Aborrecer siendo amado es una ruindad indigna; amar siendo aborrecido, grandísima bobería. Y así es mi opinión, guardando a toda dama justicia, que se aborrezca y se ame, tratándolas cada día, a la fea como a fea, y a la linda como a linda. AURELIO: ¡Quita, loco! DANTE: ¡Aparta, necio! REY: Para la cuestión repitan la copla toda, y estén los coros siempre a la mira, para que a las opiniones las glosas a un tiempo sigan. M&Uaccute;SICA: "¿Cuál más infeliz estado de amor y desdén ha sido, amar siendo aborrecido, o aborrecer siendo amado?" IRENE: Entre amar y aborrecer no hay comparado ejemplar, pues trae dentro de su ser, quien aborrece, al pesar; pero quien ama, al placer; luego, si el que ama está hallado, y el que aborrece penado, bien de ambos, no sólo infiero cuál sea el estado, pero cuál más infeliz estado. MÚSICA: "Desdichado del que aborrece, si infiero, no sólo a otro comparado, cuál sea el estado, pero cuál más infeliz estado." AMINTA: Quien, siendo amado, aborrece ya el ser amado le aplace; mas quien ama y no merece de amor la persona es que hace, del desdén la que padece; luego, si aquél ha tenido un mal, el aborrecido dos, pues sin despique siente, y maltratado igualmente de amor y desdén ha sido. MÚSICA: "¡Ay del perdido que sin dicha alguna siente verse postrado y rendido, y maltratado igualmente de amor y desdén ha sido!""Afligido viva entre desdén y amor el que aborrece querido, pues le estuviera mejor amar siendo aborrecido." AURELIO: Supuesto que el deber no es culpa, en que desmerece mi amor, y mi amor faltó, siéntalo quien lo padece, que no he de sentirlo yo; y pues es rigor del hado aborrecer obligado, digo que es mejor partido, entre amar aborrecido o aborrecer siendo amado. MÚSICA: "Culpe al hado quien infelice ha nacido y se ve en el peor estado entre amar aborrecido o aborrecer siendo amado." AMINTA: "¡Culpe al hado quien infelice ha nacido y se ve en el peor estado entre amar aborrecido o aborrecer siendo amado."
Levántase AMINTA, como furiosa
REY: ¿Qué es esto, Aminta? AMINTA: No sé. En mis penas divertida, me arrebató un sentimiento, una pasión, una ira. Dejad, dejad las canciones; que si a divertirme miran, más me matan que divierten. REY: ¡Hermana! TODOS: ¡Señora! IRENE: ¡Aminta! AMINTA: Dejadme todos, dejadme; nadie --¡ay infeliz!-- me siga; mejor estoy a mi solas, pues mi mejor compañía sólo puede ser mi pena. REY: Seguidla todos, seguidla. ¿Qué mortal pasión, Irene, es ésta? IRENE: No sé qué diga, si no es que a quien está triste poco la música alivia, pues antes dicen que aumenta más la pasión. REY: Por su vida no sé, Irene, lo que diera.
Sale LIDORO
LIDORO: Bien puedo pedirte albricias. REY: ¿De qué? LIDORO: De que ese bajel, nao marchante de la India oriental, cargado viene de plata, oro y piedras ricas, a hacer empleo en los frutos que esta tierra fertilizan, con que ha de exceder tu reino a las comarcanas islas. REY: Yo las albricias te mando, que llega a ocasión que es dicha, pues puedo hacer, con su empleo, que a la de Egnido se siga la guerra; que he de morir o acabar de destruirla.
Vase
LIDORO: (¡Qué al contrario ha de salirle Aparte el empleo que imagina!) AURELIO: Aunque de paso, no puedo dejar, Irene divina, de decir que mi esperanza aun vive. IRENE: Mucho me admira que aun para decirme eso al rey le perdáis de vista. Id tras él, que importa más que mi amor. AURELIO: Bien me castigas.
Vase
IRENE: No mucho, pues que te dejo aquesa esperanza viva. (Allí Lidoro ha quedado. Aparte ¡Oh, si las ferias del día diesen ocasión de hablarle!) LIDORO: (Allí quedó Irene. Dicha Aparte fuera que hablarla pudiera, porque pudiera decirla de dónde la nao viene. MALANDRÍN: ¿Ves estas penas de Aminta? Pues tú, señor... DANTE: Ya lo sé, ya lo sé, no me lo digas; que pues nada me remedia, no es bien que todo me aflija. ¿Ves aquel afecto? ¿Ves aquella pasión que obliga a sentimiento a las piedras? Pues menos tras sí me tira que aquel helado desdén; tanto que, en una acción misma, quiero oír más aquí rigores que allí ponderar caricias-- Bellísima Irene, ¿cuándo, cuándo, apacible homicida, has de acabar de pagar con una muerte dos vidas? ¿Cuándo podrá el rendimiento de un triste...? IRENE: No, no prosigas; que para saber que nunca han de ser menos mis iras no es menester que me tome más tiempo en que te lo diga. DANTE: ¿Es posible que no puedan hallar tantas ansias mías lugar en tu pecho? IRENE: No. DANTE: Pues ¿qué haré yo en que te sirva? IRENE: Irte, sin decirme nada.
Hace DANTE una reverencia y se va a hablar con LIDORO
MALANDRÍN: (¡Qué obediencia tan rendida! Aparte No hiciera un novicio más.) DANTE: ¡Celio! LIDORO: ¿Qué me mandas? DANTE: Mira, amigos somos los dos, tus fortunas me lastiman, lastímente mis fortunas. A esa fiera, a esa enemiga, a esa esfinge, a esa sirena, áspid de esta nueva Libia, ya que me cierra los labios, la dirás de parte mía que no me agradezca tanto el mirarse obedecida, a vista de su desdén, cuanto del amor de Aminta.
Vase
MALANDRÍN: Y yo ¿puedo decir algo? IRENE: Menos vos; idos aprisa.
Hace MALANDRÍN una reverencia y se va hacia LIDORO
MALANDRÍN: Decid a aquesa señora, Celio, tan desvanecida, que eso se merece quien en el bosque y en la quinta no la dejó en fiera y fuego ser vianda o ser ceniza.
Vase
LIDORO: Grande dicha ha sido, Irene, que los cielos me permitan lugar de hablarte. IRENE: Mía es, si es que es de alguno, la dicha, para que pueda también en ti aprovechar mis iras. LIDORO: ¿Iras? IRENE: Sí. LIDORO: Pues ¿con qué causa conmigo también te indignas? IRENE: Dijísteme que a este puerto hecho mercader venías de joyas y de pinturas, unas bellas, si otras ricas, a fin de reconocer, siendo tú propio tu espía, el modo de mi prisión, para ver cómo podrías, con el valor o la industria, o conquistarla o abrirla. Añadiste a esto que a Dante, autor de nuestras desdichas, venías a dar la muerte. Dejo aparte aquella ruina del bajel, dejo que fuese él quien te ampare y te asista, dejo que le hayas pagado el favor con más altiva fineza, cuanto va a ser generosa una, otra pía; y voy a que, si ya en paz te han puesto sus hidalguías con él, y queda el rencor airoso, ¿cómo no aspiras a vengarte, cómo, en vez de darle muerte, te humillas a recibir beneficios? ¿Tú alcaide suyo? LIDORO: Oye, mira; que si el poco tiempo que hay en quejas le desperdicias, hará falta a lo que importa. Sabe, Irene, sabe, prima, que ese bajel que ha llegado es tu padre el que le envía. Por cabo dél viene Libio, con aquella intención misma que traje yo; que sabiendo mi pérdida, solicita el rey, que me juzga muerto, que otro en mi lugar te asista. Preñado caballo griego de máquinas exquisitas de fuego, es Etna del mar que, afectado por encima de la nieve del contrato, encubre dentro la mina que ha de reventar en Chipre pasmo, horror, asombro y grima, si ya no vence la industria antes que las armas. Mira ahora si te está mal que yo las llaves admita del puerto, y...
AMINTA dentro
AMINTA: Dejadme todos; no me siga nadie. LIDORO: Aminta viene allí. IRENE: No poder siento responder agradecida a la nueva y, pues el mar con los jardines confina del palacio, y tú en él tienes dominio, a que no resistan las guardas, aquesta noche en un esquife a su orilla ven; que yo te esperaré, como acaso divertida en ellos, donde tratemos, antes que de la conquista, de la fuga. Y sea la seña que te doy, porque podría ser que otras damas estén en los jardines... LIDORO: ¿Qué? Dila. IRENE: Porque sea más callada, y de la noche más vista, tener un lienzo en la mano; y así, la que a la marina más se acercare con él soy yo.
Sale AMINTA al paño
LIDORO: Ya llega. IRENE: Imagina, atrevido forastero, que el no quitarte la vida por mis manos es porque no es tu bárbara osadía capaz de tan gran castigo, de tan noble muerte digna. AMINTA: ¿Qué es esto? IRENE: Nada, señora. AMINTA: Yo he de saber qué te obliga a dar esas voces. IRENE: Oye, si saberlo solicitas. Dile a quien tan atrevido ese recado me envía que procure su intención lograrla, mas no decirla; porque no la logrará, habiendo de ella noticia.
Vase
AMINTA: Menos lo he entendido ahora. LIDORO: Pues no está obscura la cifra. Crïado de Dante soy, con sus favores me obliga a que de su parte a Irene --no sé dónde voy-- la diga que intención es al rey para su esposa pedirla, si ella da licencia. A que me respondió enfurecida que procure su intención lograrla, mas no decirla; porque no la logrará, habiendo de ella noticia. AMINTA: Dice bien, porque soy yo fiadora de que ofendida no ha de ser de esa violencia, cuando mi hermano la admita. Así lo decid a Dante, y añadid de parte mía que hace bien en pretender con otros medios, si mira cuán poco los rendimientos a un ingrato pecho obligan. LIDORO: Yo lo diré, aunque no sé, señora, cómo lo diga. AMINTA: ¿Por qué? LIDORO: Tampoco lo sé. AMINTA: Pues ¿vos me habláis con enigma? LIDORO: Si lo es mi vida, ¿qué mucho que de lo que es mío me sirva? AMINTA: No os entiendo. LIDORO: Yo tampoco. AMINTA: Hablad más claro. LIDORO: Otro día. AMINTA: ¿Por qué no ahora? LIDORO: Porque soy extraño en estas islas. AMINTA: ¿Para hablar importa? LIDORO: Sí. AMINTA: ¿Cómo? LIDORO: Como el fin peligra de quien ignorado habla; que la razón más bien dicha, por entendida que sea, se halla sin ser entendida.
Vase
AMINTA: ¡Extraño estilo! No sé qué presume, qué imagina el corazón, que parece que con recelos me avisa que aqueste extranjero es, si atiendo a la bizarría de su acción primera, y luego a la de amistad tan fina, más de lo que dice. Pero que lo sea o no, ¿qué quita ni qué pone a mi dolor?
Sale DANTE
DANTE: (Fuése Irene y quedó Aminta. Aparte Mas si ambas son mis estrellas, ¿qué me espanta, qué me admira que la feliz sea la errante y la no feliz la fija?) AMINTA: Dante, ¿cómo a este jardín, cuando ya la sombra pisa la falda a la luz, entráis? DANTE: Como la luz de tu vista desmiente tanto la noche que aun pienso que todo es día. AMINTA: Del academia debió de sobrar esa poesía, y como cosa sobrada la gastáis conmigo. DANTE: Indigna presunción de un rendimiento... AMINTA: ...que casarse solicita todavía con Irene, a cuyo efecto la envía a tomar de ella licencia, para que el rey se la pida. DANTE: Hartas causas de quejaros os han dado mis desdichas. ¿Para qué, si las hay ciertas, os valéis de las fingidas? Tal licencia no he pedido. AMINTA: Luego ¿causa hay que la finja entre Irene y Celio? DANTE: No os entiendo. AMINTA: No me admira; que yo tampoco me entiendo. Mas para cuando él os diga lo que yo le dije a él, ved que en confïanza mía está Irene, y que palabra la he dado de que yo impida que el rey sin gusto la case; y no juzguéis, por mi vida, --¡mal juramento!-- que son mis celos los que me obligan, sino la estimación vuestra; que es mi voluntad tan fina, tan hidalgo mi dolor, tan noble la pena mía, que, porque ella no os desprecie tan cara a cara a mi vista, quiero yo que de mejor aire su desdén se vista, y no obligue una violencia a lo que un amor no obliga.
Vase
DANTE: Sin duda que convino a la gran providencia de los dioses hacer en mí experiencia de cuánto el alto Júpiter previno extender los imperios del destino, pues con aqueste amor presagios tales me hizo objeto de bienes y de males; sin que puedan jamás males ni bienes lograr favores ni decir desdenes. ¡Oh tú, estrella divina, oh tú, sagrada estrella, primavera que en campos del sol huella la esfera cristalina, en cuyo influjo Venus predomina! ¡Oh tú, trémula hermana del sol, oh imagen ya de la fortuna, que en el cóncavo espacio de tu luna incluyes soberana el no pisado alcázar de Dïana! Hoy con vuestras centellas, en quien el sol parece que ha quedado a pedazos quebrado, pues vuestras lumbres bellas nunca son más que un sol quebrado a estrellas; decidme cada una, o todas me decid, si a todas toca, ¿cuál es aquella --¡ay triste!-- que provoca, siempre infiel, siempre vil, siempre importuna, el ceño contra mí de mi fortuna? No quiero que enemiga deje de ser; no quiero que favorable contra el hado fiero se muestre; sólo quiero que me diga por qué un amor a aborrecer me obliga. ¿Por qué un desdén me obliga a que le adore? Mas ¡ay! que aun ella es fuerza que lo ignore; que aun a amantes querellas nunca razón han dado las estrellas. Salir del jardín quiero. ¿Qué es lo que miro? En otra duda muero, si no tan rigurosa, no ya menos penosa, si el riesgo en que me miro considero. ¡Ay de mí! El jardinero la puerta me ha cerrado; que, creyendo que nadie sin el día aquí estar osaría, su misma confianza le ha engañado; igual es el escándalo al cuidado. Si a propósito un hombre dispusiera esta ocasión, ¿pudiera llegar nunca a logralla? No; que sólo se halla lo más dificultoso a cada paso dispuesto en los descuidos de un acaso. Si llamo, inconveniente es; si no llamo...Pero allí anda gente, aun para discurrir tiempo me falta, y mi sombra --¡ay de mí!-- me sobresalta. Fuerza es que recatado espere a ver lo que dispuso el hado.
Salen IRENE, AMINTA, CLORI, FLORA, NISE y LAURA
IRENE: ¿A estas horas al jardín vuelves, Aminta? AMINTA: El silencio de la noche me convida, de las hojas y los vientos, a cuyo compás el mar, tranquilamente sereno, responde en blandos embates la media razón del eco. Parece que divertida a las lisonjas del fresco entre las flores y el agua me tienen mis sentimientos. IRENE: (¡Oh, plegue a Dios que Lidoro Aparte no venga --¡ay de mí!-- tan presto!) DANTE: (Aminta, Irene y las damas Aparte son. Recáteme el recelo de ser sentido, y que piensen que ha sido el acaso intento.) FLORA: Pues ya que de aqueste sitio te agrada el divertimiento, quieres que cantemos? AMINTA: No; que en la música no tengo alivio alguno; antes, Flora, de mi tristeza el extremo se aumenta con la dulzura de sus cláusulas. IRENE: Lo mesmo de las cláusulas del agua dicen los que ese secreto observaron; y así harás bien en retirarte presto, pues la experiencia es la misma. AMINTA: Yo por contraria la tengo, pues aquélla me entristece, y ésta me divierte. IRENE: (¡Cielos, Aparte sola esta noche la han dado el mar y el jardín contento!) NISE: Pues ya que aquí de la noche aliviada estás, ¿qué haremos para divertirte? AMINTA: Una cosa no más apetezco. FLORA: Di, ¿qué es? AMINTA: Que me dejéis sola; porque si llorar pretendo y suspirar, para el llanto y para el suspiro es cierto que el mar y el viento me bastan, pues son de mis sentimientos el mejor amigo el mar, la mejor lisonja el viento. IRENE: No quedas bien aquí sola. AMINTA: Nunca yo sola me quedo; mis penas quedan conmigo. IRENE: Yo a dejarte no me atrevo; (y es verdad, por no dejarte Aparte en las manos de mi riesgo) que sola, triste y de noche, es dar al dolor esfuerzo. AMINTA: Pues quédate tú conmigo. LAURA: Nosotras nos retiremos, ya que gusta de eso Aminta.
Vanse CLORI, FLORA, LAURA y NISE
DANTE: (Aminta e Irene --¡cielos!-- Aparte solas han quedado, y yo testigo de sus afectos.) AMINTA: Ya que has gustado quedarte conmigo, darte pretendo cuenta de mi mal; que, aunque tú no lo ignoras, sospecho que comunicado pueda aliviar mi sentimiento.
Saca AMINTA un lienzo, como llorosa
IRENE: ¿Lloras? AMINTA: Sí, por que lo digan, Irene mía, primero mis lágrimas que mis voces. IRENE: Quita, por Dios, quita el lienzo de los ojos, ni en la mano le tengas por instrumento de esa flaqueza. (¡Ay de mí! Aparte Que si viniera a este tiempo Lidoro, y viera la seña, todo estaba descubierto.) AMINTA: No hay cosa, Irene, que más alivie a un rendido pecho que el llanto; y, pues has quedado a servirme de consuelo, no del consuelo me prives. Pero bien haces, si advierto que eres tú de mis pesares la causa... IRENE: Mucho lo siento; pero no sé en qué, porque, si es Dante acaso el objeto de tus tristezas, segura puedes de mí estar, supuesto que sabes que no le estimo. AMINTA: Y aun ése es mi sentimiento, ver que lo que estimo yo nadie trate con desprecio. ¿Hay quien merezca tu amor mejor que él? IRENE: Nunca vi celos que se abatiesen a ser... AMINTA: Irás a decir "terceros de su agravio." No lo digas; porque no lo son, supuesto que el sentir yo su desaire es nobleza de mi afecto. IRENE: Pues habrás de perdonarme, que, aunque lo sientas, no puedo dejar de decir que a Dante con vida y alma aborrezco. DANTE: (¿Que digan que mi albedrío Aparte es mío y usar dél puedo, cuando no puedo pagar este amor ni aquel desprecio?) AMINTA: No digo yo que le quieras, pero --¡ay de mí!-- que no tengo aliento para decirlo.
Pónese el lienzo en los ojos
IRENE: ¿Otra vez al llanto has vuelto? AMINTA: No, que nunca le he dejado.
Salen LIDORO y LIBIO
LIDORO: ¡Silencio, Libio! LIBIO: Al silencio de la noche se lo di; que yo piso con tal tiento que los pasos del valor parece que los da el miedo. LIDORO: Con el esquife a la orilla solo te queda, y los remos fuera del agua, porque no hagamos ruido con ellos, en tanto que yo por esta playa en los jardines entro, a ver qué dispone Irene, de quien ya la seña tengo. LIBIO: En la orilla, dado cabo a mi misma mano, espero, porque no pueda el esquife apartarse. LIDORO: Hacia allí veo dos bultos y, si diviso a los trémulos reflejos de la escasa luz la seña, Irene es, pues con el lienzo parece que está llamando. IRENE: (Que venga Lidoro temo, Aparte y con la seña se engañe.) LIDORO: ¿Qué, para llegar, recelo? Que el estar acompañada, puesto que la seña ha hecho, será de alguien que se fía.-- No dirás que tarde vengo; pero ¿qué mucho... AMINTA: ¡Ay de mí! IRENE: ¡Y de mí también! LIDORO: ...si el viento me trajo de mis suspiros? AMINTA: (¡Apenas a hablar acierto!) Aparte ¿Qué es esto, Irene? IRENE: Pues yo, señora, ¿qué sé? AMINTA: (¡El aliento Aparte me falta!) DANTE: (Un hombre salir Aparte del mar a la playa veo.) AMINTA: Hombre, ¿quién eres? ¿O cómo aquí has entrado? ¿Qué es esto? IRENE: (No sé cómo --¡ay de mí!-- pueda Aparte poner a este mal remedio.) LIDORO: ¿De qué, Irene, tan turbada me recibes, cuando llego llamado de ti? AMINTA: No soy Irene y, pues que ya advierto que hay aquí más intención, cobre mi desdicha aliento. Hombre, ¿quién eres? LIDORO: No sé. (¡Aminta es, viven los cielos, Aparte la que con la seña estaba!) DANTE: (A salir no me resuelvo, Aparte hasta averiguar mejor de todo el lance el empeño.) AMINTA: ¡Traición, traición! ¡Flora, Nise, Laura, Clori! IRENE: A tus acentos pon silencio, si no quieres perder la vida a este acero. -- Lidoro, ya declarados estamos y descubiertos. DANTE: (¿Lidoro dijo? ¿Qué escucho?) Aparte IRENE: No hay sino que el valor nuestro, a pesar de la fortuna, apele al último esfuerzo, y lo que ha de ser mañana, mejor será que sea luego. Y pues el esquife está en la playa, y en el puerto el bajel, no hay que esperar, sino dar la vela al viento. LIDORO: Dices bien; y porque nada los dos por hacer dejemos, Aminta ha de ir con nosotros. AMINTA: ¿No hay quien me socorra, cielos? DANTE: Sí; que aquí está quien defienda tantos traidores intentos. LIDORO: ¿De dónde, Dante, has salido a estorbar mi dicha? DANTE: El centro de la tierra me ha arrojado para ser castigo vuestro.
Sale LIBIO
LIBIO: Fiado el esquife a la arena, a hallarme a tu lado vengo. LIDORO: Entre tú e Irene, Libio, mientras yo el paso defiendo a Dante, llevad a Aminta al esquife. AMINTA: ¡Piedad, cielos! IRENE: Ven, ingrata; que has de ser mi prisionera otro tiempo. AMINTA: ¡Flora, Nise, Clori, Laura! IRENE: Pondréte en la boca el lienzo que te pusiste en los ojos; sirva de algo en mi provecho, pues tanto sirvió en mi daño.
Llevan IRENE y LIBIO a AMINTA
DANTE: Hoy verás, Lidoro o Celio, castigadas tus traiciones.
Riñen los dos. Dentro dicen
IRENE y AMINTA: ¡Piedad, dioses! LIDORO: ¿Qué es aquello?
Sale LIBIO
LIBIO: Que el esquife, desasido del cabo que le di a tiento, se ha alejado de la orilla, e Irene y Aminta dentro solas, corriendo fortuna, fluctúan sin vela y remo.
Dentro
IRENE y AMINTA: ¡Socorro, dioses! UNOS: ¡Traición! OTROS: ¡Acudid, acudid presto! DANTE: ¿Cómo a socorrer sus vidas yo no me arrojo, supuesto que, donde ellas son lo más, todo lo demás es menos?
A LIDORO
No huyo de tu riesgo, pues voy a buscar mayor riesgo.
Vase. Salen el REY, AURELIO, CLORI, NISE, LAURA, FLORA y criados con hachas
LIBIO: Al mar se arroja. LIDORO: Tras él me echaré. LIBIO: Tente. REY: ¿Qué es esto? LIDORO: No lo sé, señor; que yo, al ruido también saliendo a correr las centinelas del balüarte del puerto, hasta aquí llegué, y lo más que haber terminado puedo es que Aminta, Irene y Dante en un esquife pequeño se han echado al mar. AURELIO: Yo de estas embarcaciones me atrevo a tomar una y seguirlos.
Vase
LIDORO: Yo también haré lo mesmo. Ven, Libio; que si una vez el bajel cobro, y del puerto salgo, cobraré el esquife.
Vanse LIDORO y LIBIO
REY: No en vano, no en vano, cielos, en sus estatuas me dijo el oráculo de Venus que vendría a ser Irene escándalo de mis reinos. Ya lo vi, pues que ya vi fieras, diluvios e incendios contra Aminta conjurados, y ahora los elementos;
Ruido de tempestad
pues, embravecido el mar, reconociéndola dentro, el cielo a escalar se atreve, montes sobre montes puestos. ¿Qué es esto, hermosas deidades? ¿Hermosas luces, qué es esto?
Hablan en lo alto DIANA y VENUS
DIANA y VENUS: Nada las dos experiencias dijeron de tierra y fuego, y queremos ver si dicen más las del agua y del viento. REY: Ecos --¡ay cielo!-- en el aire oigo; y pues no los entiendo, los sacrificios alcancen qué quiere decirme el cielo; que pues nada la experiencia ha dicho de tierra y fuego, solicito que me diga más la del agua y del viento.
Vanse. Descúbrese un bajel, y en él IRENE, AMINTA y DANTE
IRENE: ¡Piedad, dioses soberanos! AMINTA: ¡Socorro, dioses inmensos! IRENE: ¡Que, embravecidos los aires... AMINTA: ¡Que, sañudo el mar soberbio... IRENE: ...de este mísero bajel... AMINTA: ...de este errado frágil leño... IRENE: ...la quilla toca a la arena! AMINTA: ...y la gavia al firmamento! DANTE: Sola esta vez vino bien encarecido el proverbio, puesto que por las dos anda el que anda el mar por los cielos. Ni por ti pude hacer más, Irene, ni por ti menos, Aminta, que despechado arrojarme a socorreros. Y pues al borde del barco llegué --¡ay infelice!-- a tiempo que, amotinadas las ondas, una es nube y otra es centro, ya que no puedo vencer, ya que contrastar no puedo ni los embates del mar ni las ráfagas del viento, con morir entre las dos habrá cumplido mi afecto. IRENE: Por más, Dante, que te mueva en mi favor ese aliento, y, a pesar de mis traiciones, tu fineza haga ese esfuerzo, no has de obligarme; y no tanto de esta tormenta me alegro porque amenaza mi vida, que más que a ti la aborrezco, cuanto porque sé que, ya que muero a su desdén, muero no dejándote a ti vivo. AMINTA: Yo, Dante, al contrario siento, pues el riesgo de mi vida ni le estimo ni le temo. ¡Pluguiera al cielo que en mí quebrara la suerte el ceño y vivieras tú, por quien gustosa mi vida ofrezco en humano sacrificio a la gran deidad de Venus. IRENE: Yo a la deidad de Diana, porque muramos a un tiempo, y sea el mar de mí y de Dante sacrílego monumento. AMINTA: ¡Piedad, dioses! IRENE: ¡Iras, dioses! AMINTA: ¡Piedad, cielos! IRENE: ¡Iras, cielos!
Suenan instrumentos y terremoto
DANTE: Iras pedís y piedades, y a ambas parece que oyeron dioses y cielos, pues, cuando brama el mar y gime el viento, dulces instrumentos suenan. ¿Quién vio en un instante mesmo cláusulas tan desiguales como dulzura y lamento? MÚSICA: "Dante, si quieres que el mar mitigue el furor soberbio, una de aquesas dos vidas has de arrojar a su centro. Resuélvete, y sea presto, para que el mar serene y calme el viento." DANTE: Voz que, entre tormenta y calma, oráculo eres tan nuevo que nunca se vio de dos contrariedades compuesto, si de humano sacrificio está Neptuno sediento, y ha de ser víctima humana su culto, la mía te ofrezco. Viva Irene y viva Aminta; muera yo, que librar pienso a la una porque me quiere, a la otra porque la quiero. MÚSICA: "Una ha de ser de las dos la que elijas, por decreto de los hados destinada." DANTE: ¿No hay remedio? MÚSICA: "No hay remedio. Resuélvete, y sea presto, para que el mar serene y calme el viento." DANTE: ¡Ay infelice de mí! ¡En qué confusión me veo, entre aquel desdén que adoro y aquel amor que aborrezco! IRENE: ¿En qué confusión te ves, si es tan fácil la elección, cuando de mi inclinación sabes el afecto? Y, pues tanto te aborrezco que es quererte dolor más fuerte que la muerte, dame muerte y cúmplase en mí el destino, porque no te quiero fino a trueco de no quererte. AMINTA: ¿En qué confusión estás, si la elección facilitas cuando ves que en mí te quitas lo que tú aborreces más? Dame a mí muerte y verás que, cuando me mates, trato quererte, sin que el contrato altere mi amor; pues fiel ¿qué hará en querete cruel la que te ha querido ingrato? DANTE: De dos afectos [no] infiero, cielo, cuál a cuál prefiere. Dar muerte a la que me quiere es un desaire grosero; pues dar muerte a la que quiero es un tirano rigor. ¿Qué harán mi amor y mi honor cuando en tal duda se ven? Dilo, amor. MÚSICA: Viva el desdén. DANTE: Dilo, honor. MÚSICA: Viva el amor. IRENE: Darme a mí la vida es tan baja y tan vil acción como ver la obligación al lado del interés. El tuyo es mi vida, pues la quieres y, siendo así, nada recibo de ti, aunque la vida reciba, pues el querer que yo viva no es hacer nada por mí. AMINTA: ¿Quién, cuando pudo obligar de lo que quiso el rigor, tuvo en su mano el amor y echó su amor en el mar? Decir que te pude dar nota de infamia en tu fama es error; porque a quien ama todos airoso le ven, pues sólo está airoso quien está airoso con su dama. DANTE: En dos mitades partido siempre el corazón ha estado, de un desdén enamorado, de un amor agradecido; mas nunca --¡ay de mí!-- ha tenido las dudas en que hoy le ven los hados. ¿Quién, cielos, quién me dirá, en tanto rigor, qué elija...? MÚSICA: "Viva el amor." DANTE: ¿...qué escoja? MÚSICA: "Viva el desdén." IRENE: Si es que a obligarme te mueves, ¿quieres templar mi fineza? AMINTA: ¿Quieres con una fineza pagarme lo que me debes? DANTE: Sí. IRENE: Pues, en discursos breves, dame la muerte. DANTE: Eso no; que amor tu ira me debió. AMINTA: Dámela a mí, si a ella quieres. DANTE: Eso no; porque tú eres a quien se le debo yo. IRENE: Poco en mí vas a lograr. AMINTA: Nada en mí vas a perder. IRENE: Siempre te he de aborrecer. AMINTA: Nunca yo te he de olvidar. IRENE: Tu honor se ofende en dudar. AMINTA: En dudar tu amor también. IRENE: Muerte tus ansias me den. AMINTA: Muerte me dé tu rigor. Muera yo, y viva el amor. IRENE: Muera yo, y viva el desdén. AMINTA e IRENE: "Y para que estén cielo y tierra suspensos..." AMINTA, IRENE y MÚSICA: "Resuélvete, y sea presto, para que el mar serene y calme el viento." DANTE: ¿A qué me he de resolver, partido entre dos extremos, si la que más razón tiene, la que tiene más derecho, es la postrera que escucho y la primera que veo? ¿Puedo yo arrojar a Irene, que es la vida en quien aliento? No. Perdona, Aminta hermosa. Mas no perdones tan presto; que, aunque resuelvo ser fino, ser ingrato no resuelvo. ¿Puedo yo arrojar a Aminta, a quien tantas ansias cuesto? No. Perdona, Irene bella. Pero tú tampoco --¡ay cielos!-- me perdones; que, por ser cortés, no he de ser sangriento. Perder a Irene es venganza; perder a Aminta es desprecio. Amor, desdén, de una vida os doled, dadme consejo. MÚSICA: "Resuélvete, y sea presto, para que el mar serene y calme el viento." IRENE: ¿Qué esperas, Dante? AMINTA: ¿Qué aguardas? IRENE: Si estás notando... AMINTA: ....estás viendo... AMINTA e IRENE: ...que, porque una no se pierda, pierdes a las dos a un tiempo. DANTE: Pues, ya que he de resolverme, aquí piadoso, allí fiero, muera yo de enamorado y no viva de grosero. Perdóname, Irene; que antes es mi honor que mi tormento. IRENE: ¿Esto es lo que me has querido?
Llora
DANTE: ¿Tú no me aconsejas esto? IRENE: Sí; pero hay consejos que no los dan los sentimientos para que se tomen; y una cosa es, contingente el riesgo, aconsejar yo, y es otra que tú tomes el consejo. DANTE: Ésta es la primera vez que vi terneza en tu pecho. ¿Llorar sabes? Mucho sabes, pues lo guardaste a este tiempo. Perdona, Aminta, que llora Irene. AMINTA: Yo te agradezco que, aun para matarme, vuelvas a mí. Y pues no me arrepiento del consejo que te he dado, échame al mar; que más quiero morir alegre que ver a Irene triste, supuesto que tú has de sentir su llanto. DANTE: ¿Quién vio tan trocado afecto como ver, en un instante pasando de extremo a extremo, quien por mí riyó llorando, quien por mí lloró riyendo? Mucho supo la hermosura que supo llorar a tiempo, y aun la que supo reír, a fe que no supo menos. De amado y aborrecido las dos pasiones padezco. Aborrecido de muchas puedo ser, ¿quién duda? Pero pocas hallaré que me amen. Y así al amor me resuelvo a coronar, no al desdén; y digan de mí los tiempos que falté a mi conveniencia, mas no a mi agradecimiento. Admite, pues, en tu espuma, o sacra deidad de Venus, la ingrata víctima humana de Irene; sepulte el centro en ella la ingratitud, porque no haya humano pecho que juzque a mejor vivir amando que aborreciendo.
Al ir a arrojarla, salen VENUS y DIANA en lo alto
VENUS: ¡Oye! DIANA: ¡Aguarda! VENUS: ¡Escucha! DIANA: ¡Espera! DANTE: ¿Qué quiere decirme el viento? MÚSICA: "¡Victoria por el amor! ¡Viva la deidad de Venus!" VENUS: Como no ha querido más de nuestra cuestión el duelo que llegar a la experiencia de si es el más noble afecto de una hermosura el amor, pues que es suyo el vencimiento. Y así, serenado el mar, vuelve al abrigo del puerto, donde mi oráculo ya ha prevenido el suceso, para que, en vez de castigo, el rey, al perdón atento, de Aminta esposo te haga festivos recibimientos, que ya desde aquí se escuchan, diciendo a voces el eco: MÚSICA: "¡Victoria por el amor! ¡Viva la deidad de Venus!" DANTE: Felice mil veces yo, que no solamente veo tranquilo el mar, de su espuma bellísima deidad, pero el mar de mis confusiones también tranquilo y sereno. AMINTA: La felicidad es mía. IRENE: Y mío sólo el tormento. DANTE: ¡A tierra, a tierra! Y digamos todos con la voz a un tiempo: MÚSICA: "¡Victoria por el amor! ¡Viva la deidad de Venus!"
Ocúltase el bajel con los tres y descienden de lo alto VENUS y DIANA
DIANA: Confieso que me has vencido; pero no, Venus, confieso de una errada elección la razón del vencimiento. Y para que no imagines que por desaire lo tengo, yo la primera he de ser que guíe de estos festejos, con que el rey recibe a Dante, la máscara que han dispuesto para las bodas de Aminta las damas, mientras prevengo otra experiencia, en que quede victoriosa. VENUS: Yo te acepto la lisonja ahora, y después la competencia; y, supuesto que ayudar quieres, empieza con la música diciendo:
Salen dos damas con máscara y hachas, tómanlas también VENUS y DIANA, y mientras danzan y cantan la copla que se sigue, salen por una parte el REY, AURELIO, MALANDRÍN, LIDORO y LIBIO, y por otra IRENE, AMINTA Y DANTE
MÚSICA: "¡Victoria por el amor! ¡Viva la deidad de Venus! Aves, fuentes, plantas, flores, decidme en los ecos de vuestros amores, para triunfar más segura una divina hermosura ¿qué afecto será mejor? Amor; pues él es el superior y el que al fin le está más bien. ¡Viva el amor y muera el desdén; muera el desdén y viva el amor!" DANTE: A tus plantas... REY: No me digas nada; ya de todo tengo noticia, favorecido del oráculo de Venus; y pues ella favorable te es, ya en mí es fuerza el serlo. A Aminta le da la mano. AMINTA: Logró mi fineza el cielo. DANTE: Dichoso yo. MALANDRÍN: ¿Que ésa es dicha? ¿Casar con quien quieres menos? DANTE: Sí; que para dama es buena, Malandrín, la que yo quiero; para esposa, la que a mí me quiere.
A IRENE
REY: Y tú, hermoso bello prodigio de ingratitud, con quien, prisionera, tengo la paz de Egnido segura, pues ves que de tus intentos las traiciones no consigues, y Lidoro, a mis pies puesto, impedido de la diosa, no pudo salir del puerto, A Aurelio le da la mano; que has de vivir en mi reino siempre prisionera. IRENE: ¿A quien tuvo mi favor en menos que su fortuna he de dar la mano? Pero ¿qué temo, si quien a desprecios mata, es bien que muera a desprecios? LIDORO: Malogré de mi intención y de mi amor el efecto. DIANA: Pues para que se prosigan las músicas y los versos, a que de embozo asistimos, a aplazarte otra lid vuelvo de ingratitud y de amor. VENUS: Venceréte también. Pero ¿dónde ha de ser? DIANA: En la Arcadia. VENUS: ¿Quién ha de ser el sujeto? DIANA: Amarilis, ninfa mía. VENUS: ¿Adónde? DIANA: A este sitio mesmo. VENUS: ¿Juez? DIANA: Este mismo auditorio. VENUS: ¿Pluma? DIANA: La de tres ingenios. VENUS: Pues yo acepto el desafío, fïada en que también tengo en Arcadia un Pastor Fido que ha de dar nombre a ese ejemplo. DIANA: Pues en tanto que se llega de aquella experiencia el tiempo, pidamos perdón ahora, con la música diciendo: MÚSICA: "¡Victoria por el amor! ¡Viva la deidad de Venus!"

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 27 Dec 2002