ACTO SEGUNDO


Sale el DUQUE, TELLO, MARCELO, FABIO y JULIO
DUQUE: ¿Que no harás esto por mi? FABIO: Señor, yo soy un peón que en la montaña nací. Tan caballerosa acción en mi vida la emprendí. Y pues del caballo infiero que se dice el caballero, Fernán Tello que lo es, y está ya rico, los pies vista de dorado acero. DUQUE: (Ésta es invidia.) Aparte Marcelo, yo me he de valer de ti. MARCELO: Si tú lo mandas, harélo; mas al camarero así causar envidia recelo, porque siempre al más privado empresa igual ha tocado; y a pensar le obligarás, si a mí ese cargo me das, que soy de ti mas amado. DUQUE: ¡Qué poco gusto sabéis darme, necios, enfadosos, cuando tan triste me veis! (Todos están envidiosos Aparte de Tello.) Presto veréis cuán bien empleo el favor en quien me sirve mejor. Tello... TELLO: Detente, y advierte si puedo yo de otra suerte festejar a tu Leonor. DUQUE: ¿Has de salir?... TELLO: No sabré. ¿Gustas de verme afrentado? Jamás gobernó mi pie más que el estribo quebrado de una mula de alquilé. Yo nací en puerto de mar, donde es sólo navegar lo que se pratica y sabe. El caballo de una nave sí me atrevo a gobernar, cuando en líquida región por pies lleva blancas velas, riendas las escotas son, el viento ministra espuelas y presta freno el timón; mas en públicos lugares no quieras, sin que repares en el riesgo en que me pones, que con no expertos talones hiera sentidos ijares, y en racional sujeción tenga de un bruto valiente la ignorada condición, y la incierta mano intente poner cierto el garrochón. DUQUE: Ágil y andaluz mancebo eres, Tello, y yo me atrevo a apostar que a dos liciones que te dé solas, te pones en los caballos de Febo. Y el que has de llevar es tal, tan presto, tan arriendado, tan cierto en acción igual, que de un bruto gobernado, obra como racional. Haz esto, Tello, por mí; que estando Leonora aquí desterrada y triste, es justo que su pena y su disgusto procure aliviar así, ya que yo tengo de estar encubierto, por seguir mi pensamiento, sin dar en Alcalá qué decir y en Madrid qué remediar. TELLO: Lo mismo fuera, señor, si le importase a tu amor, que yo en el coso probara solo y a pie, cara a cara, con el toro mi valor. Como lo ordenares sea. DUQUE: Por eso en ti mi afición tan justamente se emplea. TELLO: Mayor es la obligación que el alma pagar desea. Da por cumplido tu intento, como esta facción le importe. DUQUE: ¡Hola! JULIO: Señor... DUQUE: Al momento, causando afrentas al viento, parte a traer de la corte tantos diamantes, que el velo que de estrellas borda el cielo a Tello pueda envidiar.
Vase JULIO. FABIO habla aparte con MARCELO
FABIO: De esta vez han de vacar los dos oficios, Marcelo. MARCELO: Eso sí, coma las duras el que come las maduras: pues tiene con qué curarse, ruede; que así han de mezclarse con desdichas las venturas. DUQUE: En el rucio celebrado, de mi mano alicionado, Tello, en la plaza entrarás. FABIO: (¡Pobre caballo! Tú irás Aparte rucio y volverás rodado.)
Sale CELIA, con manto
DUQUE: ¡Celia amiga! ¿Por acá? CELIA: A avisarte que Leonora a gozar del campo va. DUQUE: Di que va a ser nueva Flora de los prados de Alcalá. Y, ¿adónde va? CELIA: Yo sospecho que hacia la parte que ha hecho fértil el undoso Henares. DUQUE: Porque rinda Manzanares desde agora humilde pecho, parto a seguirla al momento. ¡Ah, Celia, amiga fïel! Si alcanzo el fin de mi intento, pídeme en albricias de él cuanto pinte el pensamiento; y hoy, pues a verla y seguilla voy por ti, toma el diamante,
Dale una sortija
que el sol en sus rayos brilla. ¡Oh, Henares, presta a un amante feliz tálamo en tu orilla!
Vanse el DUQUE y los CRIADOS
CELIA: Vencerás, si puedo; que es un vivo despertador del ingenio el interés, y en diligencias de amor han de ser de oro los pies.
Vase CELIA. Salen el MARQUÉS, don ENRIQUE y TRISTÁN, poniéndose un sayo caperuza de labrador
MARQUÉS: La vida nos va, Tristán. TRISTÁN: ¡Pluguiese a Dios que en Turquia tuviese el Rey tal espía al lado de Solimán! Los gustos y los enojos, los desdenes y aficiones infiero por las razones, brujuleo por los ojos. MARQUÉS: Esto importa, que en sabiendo que el duque Alberto es amado, dejaré, desengañado, lo que engañado pretendo; que los indicios que veo mucho prueban en mi daño, y se entra ya el desengaño por los ojos al deseo; que haber el Duque seguido a Leonora me ha mostrado que no está desesperado, cuando no favorecido. ENRIQUE: No concluye ese argumento, supuesto que vos también, aunque os trata con desdén, venís en su seguimiento.
El MARQUÉS da un billete a TRISTÁN
MARQUÉS: Toma el papel, advertido que Belisa no ha de ver que lo das, ni ha de saber que tras Leonora he venido; porque no dudo que esté de parte del duque, y sea, si su vitoria desea, la que más guerra me dé; y mientras pretendo y sigo ocultamente a Leonor, ni aviso al competidor ni despierto al enemigo; antes, si se viene acaso a sospechar y sentir mi afición, he de fingir que por Belisa me abraso; y asi lo escribo a Leonor. ENRIQUE: Es cordura; que, en efeto, siempre el amante secreto es quien negocia mejor. MARQUÉS: Por eso sin firma mía va el billete. ENRIQUE: De esa suerte no hay peligro. MARQUÉS: Al darlo, advierte que le digas quién lo envía.
Pónese una cabellera TRISTÁN
ENRIQUE: ¿Que cabellera te pones? TRISTÁN: Ya las cabelleras bajan tanto, que se las encajan los pelados más pelones. Es disfraz acomodado para no ser conocido; que es un remedio aprendido en la corte, de un letrado.
Pónese TRISTÁN un parche en un ojo
MARQUÉS: ¿Qué es eso? TRISTÁN: Un parche, y por Dios que sé yo quien en su casa, para no ver lo que pasa, tiene puestos siempre dos; que sus poltrones resabios ponen, trocando despojos, la bigotera en los ojos, los antojos en los labios. ENRIQUE: ¡Qué bien disfrazado vas! TRISTÁN: Pues esto es cosa de risa. ENRIQUE: ¿Más falta? TRISTÁN: Porque Belisa me conoce, falta más.
Métese TRISTÁN un bodoque o bala en la boca
De esta suerte se asegura el disfraz. MARQUÉS: Es evidente que es el habla diferente, y el rostro se disfigura. TRISTÁN: Más falta; que me he de hacer, para descuidarlos más, del borracho. MARQUÉS: Bien harás. TRISTÁN: Pues a vino importa oler; que con eso irá del todo la invención acreditada. MARQUÉS: Dices bien. Toma.
Dale dínero
TRISTÁN: Animada cada invención de este modo, haré dos mil cada día. ENRIQUE: Vé presto, y advierte bien si tiene causa el desdén con que mi ingrata porfía; que no puedo persuadirme sino que de ajeno amor procede tanto rigor y resistencia tan firme. TRISTÁN: De vuestros bienes y daños hoy he de ser el Colón. ENRIQUE: Es cierto, porque Indias son en amor los desengaños; que no hay riqueza mayor. MARQUÉS: Antes, Don Enrique, anegue el mar mi vida, que llegue a tales Indias mi amor.
Vase el MARQUÉS
ENRIQUE: Tras ti vamos. TRISTÁN: Y no es yerro, porque ayudéis a Tristán, si le conocen y dan lo que llaman pan de perro.
Vanse todos. Sale el DUQUE, acabando de leer una carta, y TELLO, MARCELO, FABIO y otro CRIADO
DUQUE: Dice que sin dilación parta a Madrid; que han notado ya mi ausencia y comenzado a murmurar la ocasión.
Al CRIADO
Al punto ve a prevenir postas. ¡Hola! CRIADO: Voy, señor.
Vase el CRIADO
DUQUE: En hablando a mi Leonor, quiero a la corte partir. No haré más que parecer en los públicos lugares; que en postas parto de Henares, y en alas pienso volver. TELLO: Bien harás. DUQUE: Tú has de quedar, Tello, a asistir a Leonor, con poderes de mi amor para servir y guardar. Los engaños y traiciones la noche los ejecuta. Aun no de su triste gruta salga a ocupar las regiones, cuando ocupes tú la calle de Leonor. De ti me fío. Los átomos, Tello mio, a este sol has de contalle; las sospechas con que fidio me aclara. TELLO: Déjame hacer; que un Argos tengo de ser mejor que lo pinta Ovidio. FABIO: (Pues si os dormís--¡vive el cielo!-- Aparte que ha de ver vuestra privanza que no duerme mi venganza.)
Hablan aparte FABIO y MARCELO
Si tú me ayudas, Marcelo, quiero en esta coyuntura este valiente probar. MARCELO: Sí, bueno será quitar estorbos a la ventura. TELLO: Ya llega.
Salen LEONOR y BELISA, con mantos, y CASTRO, escudero
LEONOR: Apartad el coche, porque sin ser conocidas aguardemos divertidas entre estos olmos la noche.
Siéntanse las dos
BELISA: Aquí del famoso Henares el claro cristal gocemos, porque con él olvidemos la ausencia de Manzanares. DUQUE: Tello, entretén a Belisa. TELLO: Tiempo daré a tus amores.
Lléganse a las damas
DUQUE: Ya alegra el campo sus flores, ya el agua aumenta su risa. LEONOR: El duque.
Vase a levantar LEONOR, y tíenela el DUQUE
DUQUE: No os levantéis,
Arrodíllase el DUQUE
si no es que al dichoso suelo que habéis convertido en cielo, dar queja de mi queréis. LEONOR: Señor, no es razón que estéis de rodillas. DUQUE: ¡Ay, Leonor! Cuando no os duele mi amor, ¿del cuerpo tenéis piedad? Esa compasión guardad para el alma, que es mejor. El cuerpo, señora, que es de barro humilde formado, ¿reparáis en que de estrado sirva a vuestros blancos pies? Y el alma, a cuyo interés no se iguala precio humano, ¿dejáis que os adore en vano siempre a esos pies derribada, sin ser jamás levantada de vuestra dichosa mano? LEONOR: (¿Qué le puedo responder, Aparte si en una misma ocasión me enfrena mi obligación y me obliga su poder? Si se ausenta, no he de ver al que causa mi tormento; si favorecerle intento, su poder y mi favor darán licencia a su amor a un injusto atrevimiento.)
Sale TRISTÁN, con el disfraz
TRISTÁN: (Hablando están dos a dos, Aparte el duque a Leonor, y Tello a Belisa. Agora es ello. Embisto en nombre de Dios.)
Llega TRISTÁN haciendo del borracho
¡Ah, buen señor! ¿Quien sos vos? Y vos, que humilde os adora santa, ¿quién sos, mi señora? CASTRO: ¡Qué borracho tan perdido! ¡Aparta! TRISTÁN: Yo so Cupido, que bajo del cielo agora. TELLO: ¡Graciosa transformación! TRISTÁN: Señora, quiérale bien al señor; que a fe que tien bien abierto el camisón. DUQUE: Bien herido el corazón, dirás mejor. TRISTÁN: Cosa es crara, que es de morir esa cara. ¿No os quiere? DUQUE: No. TRISTÁN: ¡Voto a ños, que si yo fuera que vos!... DUQUE: ¿Qué hicieras? TRISTÁN: ¿Qué? La dejara.
TRISTÁN se deja caer junto a LEONOR y fíngese dormido
LEONOR: (¡Ojalá!) Aparte DUQUE: ¡Qué buen consejo! CASTRO: Durmióse. TRISTÁN: (¡Bien lo entendéis!) Aparte DUQUE: Cuando el alma me tenéis, ¿cómo viviré si os dejo? Con justa causa me quejo. TELLO: ¡Que habiendo el duque servido tanto a Leonor, haya sido tan constante en su crueldad! Belisa, a decir verdad, yo no fuera tan sufrido. BELISA: El que no espera no alcanza, y lo que yo te aseguro es que del duque procuro ver cumplida la esperanza. TELLO: Él tiene en ti confïanza.
Sale un CRIADO
CRIADO: Prevenidas están ya las postas. LEONOR: Pues, ¿de Alcalá os partís? (Ya no lo puedo Aparte encubrir: sin alma quedo si Tello también se va.) DUQUE: Agora mal negaréis efeto tan conocido. Mi partida habéis sentido. Claro está que amor tenéis. LEONOR: ¿Yo la siento? ¿En qué lo veis? DUQUE: No es vuestra pena muy poca, pues al corazón os toca. Mi bien, ¿qué color es ésa? Lo que la cara confiesa, ¿por qué lo niega la boca? A Madrid parto sin vida, Tello se queda a serviros; él podrá, Leonor, deciros la ocasión de mi partida. No es justo que me despida de vos, o por no creer que me aparto, o por saber que pues sus alas me ha puesto Amor, ha de ser tan presto como el partir el volver. LEONOR: No os fatiguéis. Lléveos Dios con bien, señor, a Madrid.
El DUQUE habla aparte a BELISA
DUQUE: Belisa, adiós y advertid que estriba mi dicha en vos. BELISA: Yo espero que de los dos esta fuerza combatida, al fin has de ver rendida. DUQUE: Tú sola puedes hacello.
Vanse el DUQUE y el CRIADO
LEONOR: (Como me dejes a Tello, Aparte no vuelvas acá en tu vida.) TELLO: Triste quedo. LEONOR: (¡Qué grosero! Aparte ¡Triste, quedando conmigo! ¡Mal haya!... Mas, ¿qué maldigo, si no sabe que le quiero?) Desta súbita partida me di la ocasión agora. TELLO: Escribiéronle, señora, de Madrid. CASTRO: No vi en mi vida peña más inanímada que este bruto. BELISA: ¿Quién le hiciera alguna burla que fuera más gustosa que pesada? TRISTÁN: (¡Bueno es esto!) Aparte CASTRO: Yo imagino que ninguna puede darle tanta pena como aguarle a un punto el sueño y el vino. BELISA: Bien dices. CASTRO: Por agua voy. BELISA: Henares la puede dar. CASTRO: Un vaso quiero buscar.
Vase CASTRO
BELISA: Y ven presto. TRISTÁN: (Oyendo estoy, Aparte traidores; mas proseguir la ficción importa agora, y lo que tratan Leonora y Tello a solas oír; que al bautizarme Belisa, con su agua misma procuro, por dejar mi vino puro, dejar aguda su risa.)
Sale don ENRIQUE
ENRIQUE: (Pues el duque se ha ausentado. Aparte ventura quiero probar; que Tello no ha de estorbar el remedio a mi cuidado.) Belisa hermosa... BELISA: ¿Qué es esto? ¿Es don Enrique? ENRIQUE: Señora, es quien la dicha que adora sigue, a su fortuna opuesto. BELISA: Tras de tantos desengaños, ¿qué pretendes? ¿Qué porfías? ENRIQUE: Crüel, las firmezas mías se alimentan de los daños. BELISA: Por eso de mí te vengas en mi honor; que en Alcalá y en Madrid, ¿qué se dirá de que siguiéndome vengas? Tú quieres verme perdida; que esto no es quererme bien. ENRIQUE: No culpes, señora, a quien viene buscando la vida. LEONOR: Vaya a Madrid; que es razón desmentir a las espías. (Insufribles ansias mías, Aparte aquí tenéis la ocasion, pues vuestra dicha es tan poca, acabad de reventar, por el pecho a matar, a dar vida por la boca. Ya del terrible dolor la paciencia está vencida; callar acaba la vida, hablar infama el valor. Mas bien es que mi cuidado por tales medios le diga, que parezca que me obliga más que amor, razón de estado. Con más decoro encamino mis intentos de este modo.) TRISTÁN: (Por Dios, que me duermo todo; Aparte de las suyas hace el vino.)
Duérmese TRISTÁN
LEONOR: De tu pecho principal confïada, Fernán Tello, si bien debajo del sello del secreto natural, comunicarte el archivo de mi corazón prevengo, las afliciones que tengo y remedios que apercibo, pues me da esta soledad ocasión tan deseada. TELLO: Hablar puedes confïada, señora, en mi voluntad. LEONOR: Don Bernardo de Luján y doña Isabel Mejía me dieron en su nobleza la ocasión de mis desdichas. Soy única sucesora de una casa no muy rica, pero tal, que a un noble esposo puede dar dichosa vida. Viome el duque tu señor en la Trinidad en misa una fiesta, que me ha dado de trabajo tantos días. Dio en mirarme, dio en seguirme, no sé si en amarme diga; que tiene a veces de amor apariencia la porfía. Ya mis amigas granjea, ya mis crïadas obliga, que siempre alcanzó el poder poderosas tercerías. Sus músicas las ventanas de noche me solicitan, y sus caballos la puerta me desempiedran de día. Al principio--esto confieso-- me tuvo desvanecida la grandeza del amante y la imprudencia de niña. Parecióme--¡oh, propio amor!-- que, ciego el duque, podría levantar a su excelencia por mi hermosura mi dicha; que mis locas esperanzas ejemplares me ponían, y disculpaban su exceso mis presunciones altivas. Estos engaños hicieron que su pensamiento admita, que su esperanza entretenga; siempre cauta, si no esquiva; que nunca de mí alcanzaron sus amorosas caricias más respuesta que escucharlas ni más favor que admitirlas. Mas como el tiempo y los casos en edad más entendida su injusto intento descubren, mi ciego engaño averiguan; contra su amor y poder, que mi perdición codician, defensas traza el temor, trazas el honor fabrica. Desdeñarle era irritar a una violencia sus iras; favorecerle era abrir las puertas a su osadía; y así entre los dos extremos mi resistencia camina, ni con favor que provoque, ni con desdén que despida. Tú, pues que su lado ocupas, que en su pensamiento privas, que su inclinación gobiernas y su voluntad inclinas; si piadosa alma te informa, si noble sangre te anima, si la razón te conmueve, y si una mujer te obliga, da sagrado a mis peligros, de suerte los casos guía, que ni al duque precipiten, ni honrado esposo me impidan. Por tus manos quiero el bien; en ellas me pongo; ¡mira cuánta obligación te pone quien tanto de ti confía! A tu valor se encomienda una mujer afligida. Ya corren por cuenta tuya mis desgracias o mis dichas. Y mira que puede ser que si con honra me libras de este naufragio, a la tuya venga a importar algún día. TELLO: Señora, aunque te agradezco que en tu defensa me elijas, ser contra mi dueño mismo me acobarda y desobliga; y no sé qué pueda más importar a la honra mía que guardar la fe al señor, naturalmente debida. LEONOR: (¡Qué torpe es quien no es amante!) Aparte Bien fácil lo entenderías si advirtieses lo que arguye, si vieses qué significa la que pone por tu cuenta su ventura o su desdicha. TELLO: ¡Espera!
LEONOR llama al cochera que está dentro
LEONOR: ¡Llega ese coche! TELLO: ¡Señora! LEONOR: ¡Tello, desvía! TELLO: ¡Díme...! LEONOR: Harto he dicho por hoy; no demos nota a Belisa. ¿No vienes, amiga? BELISA: Vamos.
Vase LEONOR
TELLO: (No creas lo que imaginas, Aparte alma incapaz de tal bien; no te mate la alegría.)
Reparando en don ENRIQUE que habla con BELISA
Mas, ¿no es don Enrique? Él es. No estorbarle es cortesía, darle tiempo es amistad. Hable a su adorada esquiva mientras veo si Leonor lo que he entendido confirma; que es tanto el bien, que aunque vea y escuche clara mi dicha, pensaré que me han mentido los oídos y la vista.
Vase TELLO
BELISA: Perdona, que es imposible; que el corazón no se inclina. ENRIQUE: Pues perdona; que es forzoso que aunque te canse te siga. BELISA: Piensa que sigues el viento con torpes pies; imagina que un rayo sigues; que sigues al sol en su esfera misma.
Vase BELISA
ENRIQUE: Bien sé yo que sigo el viento, el rayo, el sol, enemiga; porque todos tres se encierran en tu condición esquiva.
Vase ENRIQUE. Sale CASTRO, con un cántaro de agua
CASTRO: ¿Don Enrique en Alcalá? ¡Bueno a fe! Todos a guisa de caballeros andantes tras sus infantas caniman. Sin ver lograda la burla, se entra en el coche Belisa; mas pues yo pasé el trabajo, pase el cuero la mohina.
Al revolverse TRISTÁN durmiendo se le caen la caperuza, cabellera y parche
¿Qué es esto? Por Dios que trae la cabellera postiza. Mas, ¿no es Tristanillo? Él es. La cabellera me hacía desconocerlo. ¿Qué enredo tales disfraces maquinan? Un papel tiene en el pecho.
Sácale el papel
Él me dirá estas enigmas. Y con esto...
Échale el agua en la cara
Labrador, despertad; que viene el día.
Vase CASTRO. TRISTÁN se despierta y hace ademanes de nadar
TRISTÁN: ¡Que me ahogo, que me ahogo! ¡San Crispín! ¡Santa Lucía! ¡Qué terrible tempestad! ¡Echa un cabo! ¡Arriba, arriba!
Sake don ENRIQUE
ENRIQUE: ¡Buenos andan los disfraces, Tristán! TRISTÁN: ¿Quién? ¿Quién es? ENRIQUE: ¿Dormías? TRISTÁN: Y soñaba que la mar me zabucaba la vida; que Belisa y su escudero, creyendo lo que fingía, trataron de remojarme; oílo yo, y mientras iba él por agua, quiso el diablo hacer verdad la mentira; pues como el que duerme sueña lo que al dormirse imagina, y yo me dormí pensando en la burla prevenida, agua y mas agua soñaba, cuando un mar se precipita sobre mi boca y narices, con que de aliento me priva; y soñando que me ahogaba, nadaba y favor pedía. ENRIQUE: ¡Por Dios, gentil centinela! ¿En la vigilancia misma te duermes? TRISTÁN: Como bebí, y estuve haciendo la espía tendido tan grande rato, y ha tantas noches que sisan su acostumbrada porción al sueño vuestras vigilías; la ocasión me persüade, el verde campo me brinda, el manso viento me arrulla, la necesidad porfía, despacha el vino vapores al celebro y a la vista, y al fin sé rinde el cuidado a tan poderosa liga.
Sale el MARQUÉS
MARQUÉS: Tristán... TRISTÁN: Señor ... MARQUÉS: ¿Qué tenemos? TRISTÁN: No sé, por Dios, qué te diga. El duque encarece mucho de Leonor las tiranías; mas ella no le desdeña, supuesto que le resista. Él parte agora a Madrid, y en esta ausencia a servirla se queda Tello, que es ya quien más con el duque priva. ENRIQUE: Yo me huelgo. TRISTÁN: Todo el bien le debe a tu despedida. MARQUÉS: De saber que se va el duque te debo, Tristán, albricias. Mas después que él se ausentó, ¿qué trataban? ¿Qué decian Tello y Leonora? TRISTÁN: De ahí no pasó el Evangelista. MARQUÉS: ¿Cómo? TRISTÁN: Dormíme a ese punto. ENRIQUE: ¡Ved qué vigilante espía! TRISTÁN: Flaqueza humana. MARQUÉS: ¡Bien dieras mi billete! TRISTÁN: Ya verías que nunca tuve ocasión, pues has estado a la vista.
Buscándolo
Mas--¡por Dios!--que lo he perdido, si no es que mientras dormía me le sacaron del pecho.
ENRIQUE amenaza a TRISTÁN
ENRIQUE: ¿Hay tal descuido? ¡Por vida!... MARQUÉS: Enrique, tened. ¿Qué importa, supuesto que va sin firma? Vamos a trazar el modo con que Leonora y Belisa en esta ausencia del duque nos oigan menos esquivas. ENRIQUE: La diligencia conviene, pues que la ocasión convida, aunque ninguna lo es para quien ama sin dicha.
Vanse don ERIQUE y el MARQUÉS
TRISTÁN: ¡Válgaos Dios, amantes trasgos! Yo apostaré que hasta el día no se acuestan, y será mala noche y parir hija.
Vase TRISTÁN. Salen CASTRO y BELISA, con el papel
BELISA: ¿Que era Tristan? CASTRO: Sí, señora. BELISA: ¿Por qué se disfrazaría? CASTRO: En el papel que traía lo echarás de ver agora.
Lee
BELISA: "Bella Leonor, de la corte viene siguiendo un perdido en el mar de vuestro olvido, de vuestra hermosura el norte; recelo, desconfïanza, recato, duda y temor tienen oculto mi amor y cobarde mi esperanza; que como guardada os veo de otros vigilantes ojos, temiendo vuestros enojos, sufro los de mi deseo, hasta que el ver, Leonor mia, que pagáis mi voluntad, a mi amor dé libertad y a mi esperanza osadía. Mientras no, pienso igualar, sin que lo estorbe el morir, la fortaleza en sufrir a la firmeza en amar; y fingiendo otros intentos, amaré vuestros despojos, contento con que mis ojos os digan mis pensamientos." Acabóse. En lo postrero mi sospecha se confirma, porque un billete sin firma, ser Tristán el mensajero, haber, siguiendo a Leonor, venido a Alcalá, y decir que otro intento ha de fingir para proseguir su amor, probanza dan verdadera de que don Enrique ha sido quien lo escribe, y yo he servido a su intento de tercera. ¿Quién vio falsedad mayor? ¿Quién astucias más extrañas? ¿Vos sois Enrique? CASTRO: Las mañas del reloj tiene su amor. La campana es Leonor bella, tu eres la hora; y así apunta la mano a ti, y da los golpes en ella. BELISA: (¿No es bueno que me da pena? Aparte ¿No es bueno que estoy celosa? ¡Ah, condición codiciosa sólo de la dicha ajena! Huí cuando me seguía, desdeñando y ofendiendo, ¡y ya me da pena huyendo quien siguiendo me ofendía! Sí, no hay duda; yo lo siento. O causa Amor el dolor, o rabia de que mi amor sirva al suyo de instrumento. Pues no ha de pasar asi. ¿Una amada, otra ofendída? ¿A Leonor para querida, y para burlada a mí? No es razón.) Castro, al momento busca a Tello, y de mi parte le llama. CASTRO: Para agradarte igualaré al pensamiento. BELISA: (Don Enrique, bien podéis Aparte otros medios intentar; que impidiendo he de vengar lo que intentando ofendéis.)
Vase BELISA
CASTRO: La centella del papel gran incendio ha levantado, y no se le hubiera dado si tal entendiera de él.
Vase CASTRO. Sale TELLO, con una capa de color guarnecida
TELLO: Declaróse mi ventura, pues declarada, publica Leonora que sacrifica a mi humildad su hermosura; y en edad tan breve, Amor, no hay gigante ya que iguale tu grandeza.
Sale CASTRO
TELLO: (Un hombre sale Aparte de su casa. ¿Qué temor la empieza a culpar? ¿Será por dicha algún escudero suyo o de Belisa? Quiero certificarme.) ¿Quién va? ¿Es Herrera? ¿Es Castro? CASTRO: ¿Es Tello? TELLO: Sí, Tello soy. CASTRO: El vestido a la luna es tan lucido, que pude reconocello. ¿No es el que el Duque os ha dado? TELLO: Sí. CASTRO: Con salud lo rompáis. TELLO: Dios os guarde. ¿Dónde vais? CASTRO: Ya donde iba he llegado.
Habla en voz baja a TELLO. Salen el MARQUÉS y don ENRIQUE
ENRIQUE: Sin duda es él, pues la calle por el duque en esta ausencia guarda con tanta asistencia. MARQUÉS: ¿Qué haremos? ENRIQUE: Yo quiero hablalle a solas, y ver si puedo algún buen medio trazar, y en tanto habéis de buscar vos un crïado. MARQUÉS: ¿Qué enredo imagináis? ENRIQUE: Si obligalle a ayudar vuestro cuidado no puedo, con un recado falso haré que de la calle nos le lleve; que con eso se consigue la intención. MARQUÉS: Abreviar la ejecución es acertar el suceso.
Vase el MARQUÉS
TELLO: Di que la iré a obedecer en pudiendo. CASTRO: Harélo así.
Vase CASTRO
TELLO: (Un hombre viene; hacia mí Aparte se llega. ¿Quién puede ser?) ENRIQUE: ¿Es Tello? TELLO: ¿Quién es? ENRIQUE: Amigo, don Enrique soy. TELLO: Señor, tus pasos mueve el amor. ENRIQUE: ¿Qué he de hacer? Mi suerte sigo. De la tuya me he alegrado. TELLO: Conozco tu noble pecho. ENRIQUE: Grande rondador te has hecho. TELLO: No te espantes, soy mandado, y a gran cuidado se obliga el que sirve a gran señor, porque el descuido menor por gran delito castiga; y más cuando recibidas tengo dél mercedes tales, que no son gracias iguales arriesgar por él mil vidas. ENRIQUE: (Fuerte está por esta parte; Aparte tentemos otro camino.) Por eso mismo imagino que jamás has de olvidarte de que cuando pude fui amparo tuyo. TELLO: Jamás lo olvidaré. ENRIQUE: Pues, ¿no harás sola una cosa por mí? TELLO: Señor, en el alma siento que así dudes de mi fe. ENRIQUE: Pues negocia que me dé Belisa audiencia un momento. TELLO: Sabe que el duque mi dueño partió a la corte, y a mí me mandó velar aquí sin dar un instante al sueño; pues como está mi privanza tan tiernamente nacida, y es fuerza ser combatida de la envidia y la asechanza, temo que me han de espïar mis contrarios, con intento de abatirme, si un momento me aparto de este lugar; y esta ocasión me obligó a ponerme este vestido tan vistoso y conocido que el mismo duque me dio, porque puedan conocerme claramente las espías con la luna. ENRIQUE: Bien podias, si quieres, favorecerme usando de traza. TELLO: Di. ENRIQUE: Pues dices que es el vestido de todos tan conocido, troquemos capas, y así con la tuya engañaré las espías. TELLO: ¡Pensamiento extremado!
Truecan las capas
ENRIQUE: Si a mi intento no puedes hacer que dé con recatos de su honor Belisa a solas audiencia, haz que me escuche en presencia, Tello amigo, de Leonor, porque la murmuración así no pueda temer. TELLO: Hoy, don Enrique, has de ver si me debes afición.
Vase TELLO
ENRIQUE: Por dicha así con Leonora una ocasion hallaré en que le diga la fe con que mi primo la adora; que ya con Belisa doy mi esperanza por perdida.
Sale LEONOR, a la ventana
LEONOR: (El que da vida a mi vida Aparte es él que mirando estoy. Sí, no pueden engañarme las señas. ¿Qué guardas, di, la calle? Solo de ti tienes, Tello, que guardarme. Quiero hablarle.) Caballero de la capa guarnecida, guarda fïel de una vida que sólo por vuestra quiero, no es justo--¡así os guarde Dios!-- que en guardarme os desveléis; que bien guardada tenéis a quien se pierde por vos. ENRIQUE: (Por la capa se ha engañado, Aparte y ser yo el duque ha creído. No debe de haber sabido que el vestido a Tello ha dado; y piensa que o no ha partido a Madrid o ha vuelto ya.) LEONOR: ¿No me habláis? ENRIQUE: (Fuerza será, Aparte para no ser conocido, responder a su intención.)
Sale BELISA, a otra ventana
BELISA: (Tello me vino a rogar Aparte que a Enrique salga a escuchar. Pidió lo que el corazón deseaba, y no he querido declararle mi sospecha hasta estar más satisfecha; que me puede haber mentido. Aquél, conforme a las señas que Fernán Tello me ha dado, es Enrique.) ENRIQUE: Mi cuidado, Leonor, excede a las peñas en firmeza. LEONOR: A mi afición lo debes. BELISA: (¿Qué escucho, cielos? Aparte No me engañaron mis celos.)
Salen MARCELO y FABIO
MARCELO: Gocemos de la ocasión. FABIO: En el mismo sitio está en que le dejé. MARCELO: El vestido del Duque es tan conocido, que engañarnos no podrá. ENRIQUE: Gente viene. MARCELO: Muera aquí este dichoso. FABIO: Callar conviene y ejecutar.
Sacan las espadas
ENRIQUE: ¡Ah, traidores!
Al verse acometido, desenvaina y hace frente, y éntranse riñendo los tres
LEONOR: ¡Ay de mí! Crïados, ¡traición, traición! ¡Salid a la calle presto!
Quítase de la ventana
BELISA: Ved cómo la ha descompuesto con el temor la afición. ¡Qué rabia! No sé, traidor, lo que pida aquí a la suerte. Mis celos aman tu muerte, tu vida quiere mí amor.
Quitase de la ventana. Sale TELLO y luego salen don ENRIQUE, y MARCELO
TELLO: ¡Don Enrique! La cuestión sin duda con él ha sido. FABIO: ¡Muerto soy! Dentro
Vuelve MARCELO, retirándose de don ENRIQUE
MARCELO: (Nunca ha tenido Aparte dicha la mala intención.) TELLO: En cuanto bajé y salí sucedió. MARCELO: No hay quien aguarde su furor.
Huye MARCELO
ENRIQUE: ¿Huyes, cobarde? TELLO: Don Enrique...
Deteniénele
ENRIQUE: ¿Es Tello? TELLO: Sí. ENRIQUE: Sospecho que me han tenido por ti los que me intentaron dar la muerte; mas llevaron la pena que han merecido. Dame esa capa, y adiós; que herido también estoy,
Destruecan capas
TELLO: Pues a acompañarte voy. ENRIQUE: Si vamos juntos los dos en gran riesgo nos ponemos, Tello; que es muy conocida tu capa. Guarda tu vida; que mañana nos veremos.
Vase ENRIQUE
TELLO: ¡Ah, Dios! Que a tal coyuntura me quitase yo de aquí, para que hiriesen por mí a Enrique? Todo es ventura.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

Todo es ventura, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002