MUDARSE POR MEJORARSE

Juan Ruiz de Alarcón

Texto basado en la edición príncipe de MUDARSE POR MEJORARSE en PARTE PRIMERA DE LAS COMEDIAS DE DON JUAN RUIZ DE ALARCÓN (Madrid; Juan González, 1628).


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen don GARCÍA y don FÉLIX
FÉLIX: ¿Llegó la sobrina en fin? GARCÍA: En fin llegó la sobrina, llegó una mujer divina, un humano serafín. FÉLIX: ¿Mas que hay nuevos sentimientos? GARCÍA: Apenas, Félix, la vi, cuando posesión le di de todos mis pensamientos. FÉLIX: ¿Y la tía? ¿Qué? ¿Hay mudanza? GARCÍA: Su justo castigo tiene. Quien el daño no previene, acuse su confïanza. De sí mismo esté quejoso, cuando vierta sangre herido, quien la espada inadvertido puso en manos del furioso. Si ser amada procura Clara, si por mí se abrasa, ¿para qué trajo a su casa tan soberana hermosura? Si en la noche tenebrosa sola en el cielo Dïana sus cabellos tiende ufana, parece su luz hermosa; mas luego que resplandece del sol el claro arrebol, entre los rayos del sol sepultada se obscurece. Antes de ver a Leonor, confieso que de su tía daba luz al alma mía el divino resplandor; mas, Félix, después de vella, Clara me ha de perdonar; que era locura dejar tanto sol por una estrella. FÉLIX: ¿No es hermosa doña Clara? GARCÍA: ¿Nunca la vistes? FÉLIX: Jamás. GARCÍA: A no serlo Leonor más, el cetro sola gozará. FÉLIX: ¡Infamaremos después de mudables las mujeres! GARCÍA: El mudar los pareceres con causa, de sabios es. La mudanza es liviandad cuando, sin nuevo accidente, le da causa solamente la propia facilidad. FÉLIX: Y al fin, ¿en qué estado está el recién nacido amor? GARCÍA: Aun no le he dicho a Leonor el cuidado que me da; aunque si bastó el hablalla con las lenguas de los ojos, bien le dije mis enojos con el modo de miralla. Y si no es que me engañó la fuerza de mi deseo, según me miró, yo creo que mi cuidado entendió FÉLIX: Tarde remediar podréis ese fuego que os abrasa, puesto que dentro de casa el enemigo tenéis; que habiendo de estar al lado de doña Clara, Leonor, ¿cuándo podrá vuestro amor dalle a entender su cuidado? Y ya que para decir vuestra pena halléis lugar, ¿cómo la habéis de obligar? ¿Cuándo la habéis de servir? ¿No os ha de entender su tía la más oculta cautela, si enamorada recela, y si recelosa espía? GARCÍA: El ánimo no me quita la dificultad mayor; que un determinado amor imposibles facilita. ¡Ojalá Leonor me quiera! Que si mi afición la obliga la misma nuestra enemiga ha de ser nuestra tercera; que si Clara con su amor me da licencia de vella, será el visitarla a ella medio de ver a Leonor. Y es forzoso que suceda, o por arte o por fortuna, que de mil veces, alguna a solas hablarla pueda. Y vos me habéis de ayudar en una traza que intento. FÉLIX: Ley es vuestro pensamiento que me obligo a ejecutar. GARCÍA: A Clara habéis de servir. FÉLIX: ¿Para qué fin? GARCÍA: De mi amor con tan gran competidor la pretendo divertir; que repartida y atenta a diversas aficiones, me dará más ocasiones de hablar a quien me atormenta; que son ardides de Marte divertir y enflaquecer al contrarío, con hacer darle guerra de otra parte. FÉLIX: Sutil imaginación; mas poco importante agora, porque si Clara os adora, ¿qué sirve mi pretensión? GARCÍA: Félix, cuando no mudéis su pensamiento amoroso, por lo menos, ¿no es forzoso que a resistir la obliguéis? FÉLIX: Sí. GARCÍA: Pues mi intento consigo; porque puesta entre los dos, mientras riñere con vos, dejará de hablar conmigo, y yo entre tanto podré hablar a mi prenda cara. Demás de que viendo Clara que me guardáis poca fe, a trueco de que no advierta yo a lo que los dos habláis, mientras de amor la tratáis, se holgará que me divierta, hablando a doña Leonor. FÉLIX: Trocará un daño a otro daño. GARCÍA: Y para dar a este engaño mayor fuerza y más valor, fingiréis...
Hablan en secreto. Sale REDONDO y habla a don GARCÍA
REDONDO: Si la ocasión nunca vuelve que se pasa, señor, sola quede en casa el dueño de tu afición; que en este punto su tía en su coche sola fue. GARCÍA: Félix, después os veré. FÉLIX: Yo os buscaré, don García.
Vanse. Salen doña LEONOR y MENCÍA
LEONOR: Dime lo que te ha pasado con el crïado, Mencía. MENCÍA: Memorias de don García pienso que te dan cuidado. LEONOR: Si he de decirte verdad, este cuidado que ves, aún no determino si es amor o curiosidad; que es cuidado sólo sé. Di. ¿Qué te ha dicho, Mencía? MENCÍA: De su dueño y de tu tía toda la plática fue. Contóme que su señor, de tu tía enamorado... LEONOR: Detente; que mi cuidado ya conozco que es amor. MENCÍA: Pues ¿en qué? LEONOR: Apenas de ti escuché que de mi tía es amante don García, cuando en el alma sentí un envidioso dolor y una celosa fatiga. Y los celos son, amiga, humo del fuego de amor. MENCÍA: De esa suerte, el desengaño será provechoso agora, porque al principio, señora, mejor se remedia el daño. LEONOR: Prosigue pues. MENCÍA: Todo para, porque abrevie tu dolor, en que se tienen amor don García y doña Clara. LEONOR: ¡Mal haya!... MENCÍA: Señora mía, ¿es ésta tu condición? Tu indomable corazón, ¿es el mismo que solía? LEONOR: Déjame. MENCÍA: Todo se muda. En un punto te agradó, y otro en muchos años no. Más vale a quien Dios ayuda. Mas, señora, don García.
Salen don GARCÍA y REDONDO
GARCÍA: La crïada me entretén. REDONDO: ¡Ojalá estribe tu bien en deslumbrar a Mencía! GARCÍA: Si es cierto que el mal o el bien al rostro sale, señora, excusado será agora, cuando en vos mis ojos ven tanta hermosura, pediros que de decirme os sirváis ¿Cómo en la corte os halláis? LEONOR: Buena estoy para serviros. Mas, señor...
Don GARCÍA y doña LEONOR hablan aparte
REDONDO: Oye, Mencía. ¿Qué te parece Madrid? LEONOR: Perdonadme, y advertid que no está en casa mi tía. GARCÍA: Eso os debiera advertir la ocasión con que ha venido quien ha buscado advertido esta ocasión de venir. No ha sido, señora, acaso; que a buscar viene mi amor remedio en vuestro favor del volcán en que me abraso. LEONOR: (¡Qué desdicha! Con mi tía Aparte quiere que tercie por él.) Si doña Clara es crüel, yérralo por vida mía. Mas para seros tercera, ni soy vieja ni soy sabia. GARCÍA: La mayor belleza agravia quien no os ama por primera. ¿Luego pudístes, Leonor, pensar de mi tal locura, que viendo vuestra hermosura, solicitase otro amor? No, señora; no me dio sangre tan bárbaro pecho, ni el sol, tan lejos del techo, en que yo nací, pasó. Vuestro es el favor que pido. En vos vive mi cuidado, tan dulcemente abrasado, cuan justamente rendido; que naturaleza os hizo... LEONOR: Tened; que os vais atreviendo. Y si tercera me ofendo, primera me escandalizo. ¿Por ventura, don García. es uso en Madrid corriente enamorar juntamente a la sobrina y la tía? GARCÍA: Al menos, si tan divina sobrina viene al lugar como vos, uso es dejar la tía por la sobrina. LEONOR: Mal uso. GARCÍA: No ha de llamarse malo, si es tal la ocasión. LEONOR: ¿Cómo puede ser razón mudarse? GARCÍA: Por mejorarse. LEONOR: Pues la ley de la firmeza ¿a qué obliga o cuándo alcanza, si hace justa la mudanza el mejorar la belleza? Que ser firme, no es querer firme el más hermoso amor; que para amar lo mejor, ¿qué firmeza es menester? Firme es quien hace desprecio de otra ocasión más dichosa. GARCÍA: Confieso, Leonor hermosa, que ése es firme, pero es necio. LEONOR: ¿Luego en quien fuere discreto no hay que poner confïanza, si disculpa la mudanza el mejorar el sujeto? GARCÍA: Claro está. LEONOR: Pues siendo así, y que os tengo, don García, por cuerdo, y dejáis mi tía por mejoraros en mí, perdóneme vuestro amor; que a resistir me prevengo, hasta que sepa si tengo otra sobrina mejor.
Vanse LEONOR y MENCÍA
GARCÍA: ¿Cómo puede otra belleza a la que adoro exceder si en la vuestra su poder excedió naturaleza? Decid que es mi desventura y no temer mi mudanza; que siempre la confïanza es mayor que la hermosura. REDONDO: ¿A solas estás hablando? Mal te ha tratado Leonor, porque el picado, señor, siempre queda barajando. GARCÍA: No sé si perdí o gané; sólo sé que en su agudeza, también como en su belleza, prisiones del alma hallé; que es por un mismo nivel bella y sabia. REDONDO: ¡Linda cosa! Porque si es boba la hermosa, Es de teñido papel una bien formada flor, que de lejos vista agrada, y cerca no vale nada porque le falta el olor.
Vanse. Salen el MARQUÉS, OTAVIO y un CRIADO
MARQUÉS: ¿Es posible? ¿Vos, Otavio, en Madrid sin avisarme? o sé cómo podréis darme satisfacción de este agravio. OTAVIO: Prometo a vueseñoría, señor Marqués, que he venido tan intratable, que ha sido no avisarle, cortesía. MARQUÉS: ¿Tenéis algunos disgustos? OTAVIO: Y tales, que la pasión me enloquece. MARQUÉS: Agora son mis sentimientos más justos. Penas, Otavio, pasáis, ¡y no las partís conmigo! 0 vos no sois ya mi amigo, o que yo lo soy dudáis. OTAVIO: ¿Qué me faltaba, a poder aliviar mis penas vos? ¿Hemos de partir los dos el rigor de una mujer? MARQUÉS: Pensé que vuestro cuidado causaban cosas de honor. ¿En Madrid os tiene amor tan triste y desesperado? ¿Qué bien se ve que venís al uso de Andalucía, donde viven todavía las finezas de Amadís! Acá se ha visto mejor; más aprovecho se quiere; no sólo nadie no muere, pero ni enferma de amor. Aquí las fuentes hermosas vierten licor, que bebido, es el agua del olvido contra fiebres amorosas; y como hallan los dolientes de amor tan gran mejoría en ellas, va cada día Madrid haciendo más fuentes. No, Otavio, no quiera Dios que siendo un amigo vuestro en esta ciencia maestro, estéis ignorante vos. Haz, Leonardo, aderezar aposento para Otavío. OTAVIO: Señor... MARQUÉS: El mayor agravio que me hacéis es replicar. OTAVIO: Besaros quiero los pies. MARQUÉS: No penséis que me he olvidado, por años que hayan pasado y varios casos después, de que en Sevilla los dos fuimos un alma y un ser. Demás de esto, quiero ver si puedo, Otavio, con vos que os divertáis, con traeros a mi lado entretenido; que alguna vez han podido más que amor los consejeros. OTAVIO: Según serviros deseo, no lo dudo. Mas ¿quién es esta señora, Marqués, que sale de Atocha? MARQUÉS: Creo que es doña Clara de Luna. Sí. OTAVIO: ¡Buen talle y buena cara! MARQUÉS: Pues puede hacer doña Clara dichosa cualquier fortuna; que, además de lo que veis de hermosura y gallardía, es rica y paríénta mía. OTAVIO: Con eso la encarecéis. MARQUÉS: ¿Estáis soltero? OTAVIO: Señor, libre hasta agora viví, si puede decirlo así quien vive esclavo de amor. MARQUÉS: Pues advertid lo que os quiero. Mirad bien a mi parienta; que si la viuda os contenta, yo seré el casamentero.
Sale doña CLARA, en hábito de viuda, con manto; acompáñala FIGUEROA, y síguela don FÉLIX
FÉLIX: ¿Saber quién sois no merece quien sin saberlo, señora, lo que en vos conoce adora, y por lo que ve padece? CLARA: ¡Tanto amor tan brevemente! FÉLIX: Brevedad o dilación, señora, accidentes son según es la causa agente. Con sus templados ardores ¿hace el sol en un instante lo que Júpiter Tonante con sus rayos vengadores? ¿Acaba tan brevemente su largo curso la nave llevada de aura süave como de cierzo valiente? Del cielo precipitada, ¿llega en término tan breve al suelo una pluma breve como una piedra pesada? Pues si entre humanos sugetos sois vos milagro, mi bien, ¿por qué no han de ser también milagros vuestros efetos? CLARA: ¿Que en fin es cierto, señor, tanto amor? FÉLIX: No es más verdad tener el sol claridad, que ser inmenso mi amor. CLARA: Según eso, ¿por mí haréis, caballero, lo que os pida? FÉLIX: Aunque me pidáis la vida. CLARA: Pues yo os pido que os quedéis.
Vase con FIGUEROA
FÉLIX: Cogióme. ¿Qué puedo hacer? Inhumana ley me ha puesto. Seguiréla; que es en esto Fineza no obedecer.
Vase
MARQUÉS: ¿Qué decís? OTAVIO: De cerca mata, Marqués, si de lejos hiere. Olvidaré, si pudiere, con su hermosura, a mi ingrata. MARQUÉS: Siendo así, yo quiero ser de estas bodas el tercero. OTAVIO: Visitémosla primero, si os parece, para ver de las cosas el estado, porque el fin no me avergüence; que el que acomete y no vence queda feo y desairado. MARQUÉS: Bien decís. Quiero serviros. Conmigo a su casa iréis; que cuando no os concertéis, servirá de dívertiros.
Vanse. Salen doña LEONOR y MENCÍA
MENCÍA: Si él mismo vino a rogarte, cuando es tu mal tan crüel que tú has de buscarlo a él en dejando él de buscarte, ¿para qué es la dilación? ¿De qué sirve resistir a lo antiguo, sino asir del copete la Ocasión? LEONOR: Pues dime tú. ¿Hay diferencia de rogar una mujer con su favor, a no hacer al que ruega resistencia? La que su favor no niega al primer atrevimiento, muestra su liviano intento tan bien como la que ruega. Y más cuando no ignorar que ha tanto que don García trata amores con mi tía, más me obliga a recatar.
Salen doña CLARA y FIGUEROA
CLARA: ¿Al fin me perdió? FIGUEROA: De suerte, cuando en San Felipe entraste, en la gente te ocultaste, que fue forzoso perderte. Volvió a buscar el cochero; mas poco remedio halló; que también se le escapó. CLARA: Líbreme de un majadero.
Vase FIGUEROA
MENCÍA: Doña Clara. CLARA: Mi Leonor, ¿Cómo te sientes? ¿Estás descansada ya? ¿Querrás ver hoy la Calle Mayor? LEONOR: Cuando quieras; que el viaje sólo me pudo cansar lo que tardaba en llegar a tan dichoso hospedaje. Hoy veré la maravilla que celebras por otava. CLARA: Hoy en tu memoria acaba la Alameda de Sevilla. LEONOR: ¡Calle Mayor; ¿Tan grande es que iguala a su nombre y fama? CLARA: Diréte por qué se llama la Calle Mayor. LEONOR: Di pues. CLARA: Filipo es el rey mayor, Madrid su corte, y en ella la mayor y la más bella calle, la Calle Mayor. Luego ha sido justa ley la Calle Mayor llamar a la mayor del lugar que aposenta al mayor Rey. LEONOR: Bien probaste tu intención.
Sale REDONDO
REDONDO: Ya que a tal tiempo llegué, con tu licencia diré también mi interpretación. CLARA: Dila. REDONDO: La Calle Mayor pienso que se ha de llamar, porque en ella ha de callar del más pequeño al mayor; porque hay arpías rapantes, que apenas un hombre ha hablado, cuando ya lo han condenado a tocas, cintas y guantes; Y un texto antiguo se halla que dijo por esta calle, "Calle en que es bien que se calle; que no medra quien no calla." CLARA: ¡Buen disparate! REDONDO: Por tal lo he dicho yo. No lo ignoro, ni quiero pasar por oro lo que es humilde metal. Mas tu lenguaje condeno, y es justo que se retrate, porque si fue disparate, ¿cómo lo llamaste bueno? La mayor dicha consigo que algún quejoso ha alcanzado, pues llego a ver celebrado el disparate que digo. Desdichados y dichosos, no los hace merecer, pues hemos venido a ver disparates venturosos. Oye el ejemplo que pinto. Comedia vi yo, llamada de los sabios extremada y rendir la vida al quinto; y vi en otra, que a millares los disparates tenía, reñir al quinceno día con Jarava por lugares; y sus parciales, vencidos de la fuerza de razón, decir, "Disparates son; pero son entretenidos." Representante afamado has visto por sólo errar una sílaba, quedar a silbos mosqueteado; y luego acudir verías esta cuaresma pasada contenta y alborotada al corral cuarenta días Toda la corte, y estar muy quedos papando muecas, viendo bailar dos muñecas y oyendo un viejo graznar, y esto tuvo tal hechizo de ventura, que dio fin el cuitado volatín, que en vano milagros hizo. Y así el más cuerdo no trate por merecer, de alcanzar, pues nombre le ha visto dar de bueno a mi disparate. No lo dije por sutil; mas porque gloria me dieses, cuando a la risa rompieses las prisiones de marfil; que ésta es la paga mayor que quiero, por avisarte de que viene a visitarte don García, mi señor. CLARA: ¿De cuándo acá me envió a prevenir don García? REDONDO: No envió, señora mía; mas llegué delante yo, porque esta nueva te diese; que pues que yo siempre voy delante de él, quise que hoy de este provecho me fuese.
Salen don GARCÍA y don FÉLIX. Hablan los dos aparte
GARCÍA: Está el engaño mejor en fingir que me engañáis. FÉLIX: Difícil cargo me dais. GARCÍA: ¿Y cuál es? FÉLIX: Fingir amor. (Mas ¿no es ésta por quien muero? Aparte ¡Vive Dios que me ha traído a ser amante fingido de quien lo soy verdadero!) CLARA: (Este necio ¿qué porfía? Aparte ¿Tan poco me ha aprovechado el haberme hoy escapado de sus ojos?) GARCÍA: Clara mía... FÉLIX: (Mía dijo.) Aparte GARCÍA: No extrañéis que no me recate aquí; que la mitad es de mí el caballero que veis. Don Félix, mi caro amigo --que así con razón le llamo-- ha sido desde que os amo, de mis secretos testigo; y una precisa ocasión, que él mismo os dirá, señora, es causa de hacer agora lo que siempre fue razón. Escuchalde, y estimad los intentos que sabréis; que para que lo estiméis es lo menos mi amistad; Porque en diciendo quién es, no ha menester su opinión otra recomendación. FÉLIX: Nada me queda, después de decir que vuestro soy, con que pueda honrarme más. CLARA: Por las nuevas que me das, Mil gracias, señor, te doy; que es gran dicha una amistad de un tan noble caballero. (Con esto obligarle quiero Aparte a que le guarde lealtad.) GARCÍA: En secreto pues le oíd, mientras yo, Clara divina, pregunto a vuestra sobrina cómo se halla en Madrid. CLARA: No me privéis de la gloria de que vos presente estéis. GARCÍA: Del mismo caso veréis que así conviene a la historia. CLARA: Si él es engaño, es dicreto.
A los criados
Dejadnos solos. REDONDO: Mencía, Redondo te desafía para el corredor. MENCÍA: Aceto.
Vanse REDONDO y MENCÍA. Quedan don GARCÍA, hablando con LEONOR; y FÉLIX con doña CLARA
GARCÍA: Escuchad lo que ha sabido Amor trazar y fingir. FÉLIX: Hasta el fin me habéis de oír; sólo esta merced os pido. La casa de los Manriques, tan principal como antigua, me dio el nombre que me ilustra y la sangre que me anima. Tres mil ducados de renta en juros de buena finca, si no me dan altas pompas, me dan descansada vida. Hoy don García de Lara, mi amigo, me dio noticia de las soberanas partes de vuestra hermosa sobrina. Pedíle, pues que con vos él tan justamente priva, me trajese a visitarla, y de tercero me sirva para que en dulce himeneo gozándola yo, de envidia, si a las damas su hermosura, a los galanes mi dicha. Con vos me ha dejado solo para que esto solo os diga; y él se ha apartado a decir lo mismo a vuestra sobrina. Mas advertid, Clara hermosa, a lo que el amor obliga. Todo este intento es engaño, y este deseo mentira. La verdad es... ¡Ay, señora! no os enojéis que os diga que vos sois el blanco solo adonde mis ojos miran; que aunque os escondistes hoy, vuestras partes peregrinas, como sus rayos al sol, os descubren y publican. Y así he trazado por veros cómo el mismo don García, sin entender sus ofensas, encaminase mis dichas. CLARA: Callad. FÉLIX: Señora... CLARA: Callad. ¿Vois sois Manrique? Es mentira; que no cometen bajezas los que tienen sangre altiva. ¿A mí me tenéis amor, y amistad a don García? ¡Qué traidor! FÉLIX: ¡Qué enamorado! CLARA: ¡Qué locura! FÉLIX: ¡Qué desdicha! CLARA: Mudad, Félix, pensamiento de tan injusta conquista. Pase esta vez por locura vuestra intención atrevida. Y para disimularla...
Dale un papel
las partes de mi sobrina contiene ese memorial. Pasad por ellas la vista; porque yo, mientras leéis, me sosiegue, y las mejillas cobren la color que tienen con el enojo perdida. Y vos, por ventura hagáis cierta la intención fingida; que si os agrada, os prometo seros tercera en albricias.
Lee don FÉLIX el papel
LEONOR: ¿Qué decís? GARCÍA: Esto es verdad. sólo para divertirla de mi amor, hago a don Félix que la enamore y le diga que para engañarme a mí me finge que solicita ser tu esposo, y me ha pedido que de intercesor le sirva. Tanto puede tu hermosura, tanto mi amor imagina, por poder hablarte a solas sin que sus celos lo impidan. CLARA: (¡Bueno es esto! ¡Con qué veras, Aparte con qué entrañas tan sencillas está por quien más le ofende, terciando con mi sobrina!) GARCÍA: ¡Qué ingrata sois! ¿No merece un favor tan firme amor? LEONOR: Luego, ¿quien no da favor, es cierto que no agradece? GARCÍA: ¿No es claro? LEONOR: No; que es indicio de amar el favorecer, y se puede agradecer sin amar, el beneficio. Yo agradezco vuestro amor. Obligáisme, no lo niego; mas al agua pedís fuego, si a mí me pedís favor. GARCÍA: ¿Ni esperanza? LEONOR: La esperanza no os la puedo yo quitar. GARCÍA: No; mas podéismela dar. LEONOR: El que no espera no alcanza. No os la doy; mas ¿qué perdéis en tenerla? GARCÍA: Mucho gano. Mas ya, dueño soberano, que ni esperanza me deis, sólo una cosa, Leonor, os pido que por mí hagáis, y porque la prometáis, advierto que no es favor. LEONOR: Pues con esa condición, hablad. GARCÍA: Temiendo, señora, que no siempre como agora de hablaros tendré ocasión; y más si da en sospechar Clara mi nuevo dolor --que éste es discreto temor, pues no sabe amor callar-- quiero asentar, Leonor bella, una seña entre los dos, para entenderme con vos, hablando siempre con ella. LEONOR: ¿Y eso es no pedir favor? GARCÍA: Esto es pediros un medio, ya que no me dais remedio para alivíar mi dolor. LEONOR: Pues decidme, don García, ¿qué más favor que escuchar? GARCÍA: Favor, señora, es amar; y escuchar es cortesía. El nombre de ingrata os doy, si esta merced me negáis. LEONOR: Ahora, porque no digáis que en todo tirana soy, va de seña, don García. GARCÍA: Cuando hablare sin sombrero es que a ti decirte quiero lo que le digo a tu tía. y cubierto, hablo con ella. Y porque tú, sí gustares, me respondas; lo que hablares cubriendo esa boca bella con guante, abanico o toca, por ella decirlo quieres; y por ti lo que dijeres sin poner nada en la boca. LEONOR: Ya te entiendo. Descubrirte es señal que hablas conmigo; y cuando lo que yo digo por mí, quisíere decirte, descubrir la boca yo. GARCÍA: Sola esta regla llevamos. Descubiertos nos hablamos los dos, y cubiertos no. CLARA: ¿Qué os parece? FÉLIX: Que enamora la relación. CLARA: Emplead en ella la voluntad. FÉLIX: Lo dicho dicho, señora. CLARA: No me toquéis más en eso. Don García... GARCÍA: Clara hermosa... CLARA: Basta ya; que estar celosa de mi sobrina os confieso. GARCÍA: Bien pudiera la hermosura daros celos de Leonor, si ya la vuestra y mi amor no os tuvieran tan segura. Mi tardanza no os espante; que no pude en tiempo breve batir con balas de nieve un castillo de diamante. CLARA: Pues con tan justa demanda, Leonor ¿su gusto no mide? GARCÍA: Resiste aunque no despide, y escucha aunque no se ablanda; mas con el tiempo, y con ver que es firme y es verdadero quien la pretende, yo espero que mudará parecer. FÉLIX: Y más si interviene en ello quien merece lo que vos. GARCÍA: Yo moriré, vive Dios, Félix, o saldré con ello. CLARA: Esta sí que es amistad. LEONOR: (Bien con su intento conviene.) Aparte
Sale FIGUEROA
FIGUEROA: El Marqués tu primo viene A visitarte. CLARA: Crueldad es tener obligaciones, que han de interrumpir los gustos. GARCÍA: (¡Qué presto, celos injustos, Aparte dais a mí amor turbaciones!) La visita recebid; que yo... CLARA: No os vais, don García. GARCÍA: No estorbar es cortesía al Marqués; mas advertid a estas palabras que os digo
Quítase el sombrero
descubierta la cabeza, humilde a vuestra belleza. LEONOR: (Aquesto es hablar conmigo.) Aparte GARCÍA: Para que la mano os dé, falta sólo que queráis; si de pagarme dejáis por poner duda en mi fe, ya cesa con lo que os digo. no os pongan inconvenientes, dueño hermoso, los parientes, si habéis de vivir conmigo. CLARA: El ser yo vuestra, García, ¿cuándo ha quedado por mí? ¿De qué nace hablarme así?
Poniéndose el abanico en la boca
LEONOR: Yo sé muy bien que mi tía sólo ser vuestra concierta. GARCÍA: ¿Rebozada lo decís? ¿Mas que no lo repetís con la cara descubierta? LEONOR: (Ya se abrasa el alma mía.) Aparte
Quítase el abanico de la boca
Pues si en eso se repara, también sin cubrir la cara digo que os paga mi tía. GARCÍA: Eso sí. (Ya en mi favor Aparte se ha declarado.) FIGUEROA: El Marqués entra. GARCÍA: Adiós.
Vase
CLARA: Vedme después, y os satisfaré, señor. FÉLIX: Clara, adiós; y a mi cuidado os mostrad menos crüel.
Vase
CLARA: Vos os mostrad más fïel, y menos enamorado.
Vase FIGUEROA. Salen el MARQUÉS y OTAVIO
MARQUÉS: Hermosa Clara... CLARA: ¿Esos pies honran mi casa? ¿Qué es esto? Toquen a milagro presto; que vino a verme el Marqués. MARQUÉS: Que toquen podéis hacer a milagro cuando os veo; que quien llega a veros, creo que un milagro llega a ver. CLARA: ¿Lisonjas? Ved que me agravio. MARQUÉS: Verdades que merecéis os digo, y vos lo sabéis; pero conoced a Otavio, mi huésped, a parienta mía, que mi estrecho amigo fue desde que niño pisé los campos de Andalucía. OTAVIO: Un esclavo vuestro soy. CLARA: Yo veré que me estimáis, Otavio, sí me mandáis. MARQUÉS: Absorto mirando estoy este serafín humano. ¿Quién es mujer tan divina? CLARA: Doña Leonor, mí sobrina, hija de don Juan, mi hermano, que murió en Sevilla, y soy su albacea, y curadora de su hacienda. MARQUÉS: A vos, señora, el justo pésame doy de su muerte; mas al cielo mil gracias hago por ella, pues por ella, Leonor bella, os ve el cortesano suelo. Mi deuda sois. Bien podéis darme segura los brazos.
Abrázale
LEONOR: Vuestra soy. MARQUÉS: ¡Qué dulces lazos! OTAVIO: Si por deudo merecéis alcanzarlos, yo los pido también como vos, Marqués, pues ser de una patria es por parentesco tenido. Vos seáis muy bien venida. LEONOR: Para serviros. MARQUÉS: (¡Qué honesta! Aparte ¡Qué hermosa, grave y compuesta! A Venus miro vencida, miro a la naturaleza ufana de conocer su no igualado poder en tan desigual belleza.) CLARA: Divertido se ha el Marqués. LEONOR: (Mucho me mira.) Aparte OTAVIO: Es exceso, porque ni es señor en eso, ni suele ser descortés. LEONOR: (Algún pensamiento ha sido Aparte quien le arrebata.) CLARA: ¿Es enfado, señor Marqués, o cuidado, el que os tiene divertido? Ved que corriéndome voy de que nos tratéis así. MARQUÉS: ¿Que me he divertido? CLARA: Sí. MARQUÉS: (Pues enamorado estoy.) Aparte Perdonadme; que un cuidado me asaltó con tal violencia, que sin hallar resistencia, toda el alma me ha ocupado. Mas, señora, yo os prometo, si declararos pudiera la causa, que os pareciera pequeño el mayor efeto. CLARA: ¿Son de amor tales enojos?
Doña CLARA habla aparte al MARQUÉS
Que miráis mucho a Leonor. LEONOR: (Amor me tiene, si Amor Aparte hace lenguas de los ojos.) MARQUÉS: No es el Amor quien causó tales efectos en mí; negocios del honor sí. LEONOR: (Mi sospecha me engañó.) Aparte
Hablan aparte don OCTAVIO y el MARQUÉS
OTAVIO: Decid, Marqués, vuestras penas, y ved si son de provecho el corazón de mi pecho y la sangre de mis venas. ¿Cuidado tenéis de honor sin decírmelo? MARQUÉS: ¡Ay Otavio! Con arte disfraza el labio los sentimientos de amor. Leonor es quien me da enojos; y temiendo que su tía si entiende la pena mía me la quite de los ojos, y porque ignoro el estado de las cosas, lo negué. OTAVIO: Esa prevención más fue de cuerdo que enamorado. MARQUÉS: Despediréme, sin dar indicios de mi afición, hasta mejor ocasión. CLARA: ¿Quién pudiera remediar, Marqués, vuestro sentimiento? MARQUÉS: Imaginación tan fiera los pensamientos altera y turba el entendimiento; que he de partirme al instante, librando para otro día un negocio que venía a trataros, importante. CLARA: Siempre vos tratáis de honrarme. MARQUÉS: Vos seáis, bella Leonor, muy bien venida. LEONOR: Señor, a serviros. MARQUÉS: A mandarme, pues voy sin alma. OTAVIO: ¿Sois vos quien del amor se reía? MARQUÉS: ¡Ay Otavio! No creía hasta agora que era dios.
Vanse

FIN DEL PRIMER ACTO

Mudarse por mejorarse, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002