ACTO TERCERO


Salen SEVERO y MARCELA
SEVERO: Declárate. MARCELA: (Pues no alcanza Aparte remedio al mal que padece mi amor, la venganza empiece donde acaba la esperanza.) Digo que mires, señor, con cuidado por Dïana. SEVERO: ¡Ah, dioses! ¿Pues es liviana? MARCELA: Licurgo le tiene amor. Mira, pues, si es de temer que un hombre que tanto sabe, aunque de honesta se alabe, la llegue al fin a vencer. SEVERO: ¿Sábeslo bien? MARCELA: Lo que digo he visto, no imaginado. SEVERO: A agradecerte el cuidado que mi honor te da, me obligo; mas con recato, Marcela, me avisa de todo. MARCELA: Fía que tu causa, como mía, justamente me desvela. (O vengada me he de ver, Licurgo, o perder la vida; que es una tigre ofendida, despreciada la mujer.)
Vase MARCELA
SEVERO: ¿Que medio más acertado, si el rey me obliga a vivir celoso, para eximir mi pecho de este cuidado, que al espartano valor darle a Dïana? Él pondrá al rey freno, y correrá por cuenta suya su honor. Diréle mi pensamiento, sin darme por entendido de que su amor he sabido, hasta descubrir su intento.
Sale un ESCUDERO
ESCUDERO: Licurgo viene, señor, a visitarte.
Vase el ESCUDERO
SEVERO: Ya veo efetos de su deseo.
Sale LICURGO
¡Oh, gran Licurgo! Mi amor queréis sin duda pagar, pues a tan graves cuidados como os están encargados, el tiempo hurtáis, para honrar esta casa. LICURGO: Graves son; mas ninguno puede ser más importante que hacer lo que es tanta obligación. SEVERO: Cuando llegastes partía yo a lo mismo. LICURGO: Haber llegado a tiempo que ese cuidado os excuse, es dicha mía. SEVERO: ¿Qué hay de Esparta? LICURGO: Lo que ya de mí estaba prevenido. Al rey de Creta ha pedido mi persona. SEVERO: Claro está que el rey no ha de concederlo. LICURGO: Cortésmente respondió, y en mil razones fundó el excusarse de hacerlo. Pero decidme, Severo, si os obligaba a buscarme tener algo que mandarme. SEVERO: Trataros, Licurgo, quiero un negocio que a los dos por dicha será importante. LICURGO: Para importarme, es bastante sólo importaros a vos. SEVERO: Supuesto, pues, que sabéis mi estado y mi calidad, y que la honesta beldad de Dïana visto habéis, tengo, Licurgo, por llano que nada nos puede estar mejor a los dos que honrar la suya con vuestra mano. A mí, por el gran aumento que en ello a mi casa dais, y a vos, porque aseguráis vuestro principal intento de que no pueda cobraros jamás Esparta, supuesto que a Creta ponéis con esto precisa ley de ampararos; que os tendrá, el que es principal, como a deudo, obligación, y los que plebeyos son, amor como a natural; y de otra suerte no espero, si Esparta nos hace guerra, que sacrifique esta tierra sus vidas a un extranjero. LICURGO: De vuestros merecimientos y de mis obligaciones ofensas son las razones y agravios los argumentos. ¿Qué causa más poderosa, qué efeto más soberano, que gozar la blanca mano de vuestra Dïana hermosa? Dejad que el suelo que toca vuestra heroica planta bese, para que en él os confiese el bien que gano, mi boca SEVERO: ¡Tened, Licurgo! No hagáis tal extremo. LICURGO: Estoy tan loco, que daros el alma es poco por la mano que me dais. SEVERO: Nuestro contento es igual; pero con tal ha de ser, que en el pecho os he de ver antes la efigie real que de Dïana gocéis; porque el no haberla aceptado, a sospechar ha obligado que en el honor padecéis algún defeto; y no quiero que a mis deudos ofendamos con lo mismo que intentamos para obligarlos. LICURGO: Severo, Eso es justo. (¿Qué he de hacer? Aparte ¡Oh, fuerte contradición! Si antes doy muerte a Teón, a su hermana he de perder; pues si recibir intenta mi pecho antes de vengarme la efigie, será arriesgarme a que, sabida mi afrenta antes que tenga ocasión mi venganza, de ese modo la pierda, y lo pierda todo. ¿Quién vio mayor confusión? Mas un remedio me ofrece el Amor.) SEVERO: ¿Qué os suspendéis? Decidme, ¿qué resolvéis? LICURGO: La gloria que no merece, teme perder mi cuidado; y así, porque aseguremos los dos lo que pretendemos, un medio justo he pensado, y es que la mano me dé luego mi Diana hermosa; mas la posesión dichosa no alcance yo hasta que esté en mi pecho la real insignia. SEVERO: Así me aseguro. Esponsales de futuro y pacto condicional han de ser. LICURGO: Así se alcanza todo, pues ni mi afición sin cumplir la condición puede lograr su esperanza, ni cumpliéndola perdella. SEVERO: Pues hablar quiero a Diana; que aunque tanto en ello gana, es bien tratarlo con ella. LICURGO: Y yo, porque en mi favor la sentencia consigáis, voy a hacer, mientras la hablais, sacrificio al dios de amor.
Vase. Sale DIANA
DIANA: (Mal sosiega un agraviado. Aparte Prometió no amarla el rey, mas la palabra no es ley en un firme enamorado. Si lo es, él prometió antes no olvidarme a mí; pues, ¿como él, mudable así, quebranta la que me dio?) SEVERO: Hija... DIANA: Señor... SEVERO: Pues te veo siempre a mi tan obediente, sin que prólogos intente has de saber mi deseo. Dueño ha de ser de tu mano Licurgo, pues no llegó a efeto lo que trató en Licia Teón, tu hermano. DIANA: ¿Que dices? SEVERO: Que yo le he dado el sí de tu casamiento, obligado de tu aumento, y en tu obediencia fiado. DIANA: (¡Ay de mí!) Aparte SEVERO: Pues, ¿no te agrada? DIANA: (Pero si el rey me desprecia, Aparte ya soy de constante necia, y necia de porfïada; que si mi mal inhumano remedio no ha de alcanzar, resuelto ya el rey a dar a la de Atenas la mano; pues sin esperanza peno, ¿qué agravio de su mudanza me dará mayor venganza que verme en poder ajeno?) SEVERO: ¿Qué dices? DIANA: Pues es forzoso que te saque de ese empeño, Licurgo será mi dueño. SEVERO: No hay padre mas venturoso. Al punto voy a pedir licencia al rey.
Vase SEVERO
DIANA: Si la da, mudado del todo está, y no tengo que sentir, y al menos hará a su olvido un recuerdo así mi amor; que no hay más despertador que celos, de amor dormido.
Sale MARCELA
MARCELA: (El recelo me desvela, Aparte y me atormenta el cuidado.) Prima mía, ¿qué has tratado con tu padre? DIANA: ¡Ay, mi Marcela! Mi muerte y la tuya ha sido. A Licurgo me mandó dar la mano. MARCELA: ¡Triste yo! ¿Qué dices? DIANA: Que no he podido excusarle. La mudanza del rey me pudo obligar; que ya, ¿qué puede esperar quien perdió tal esperanza?
Vase DIANA
MARCELA: ¡Ay de mí! Donde busqué el remedio, le perdí; mas del ingrato y de ti, si puedo, me vengaré.
Vase MARCELA. Salen el REY y PALANTE
PALANTE: La pena que te fatiga has remediado con dar licencia para casar con Licurgo a tu enemiga. Cobra esperanza; que puesto que, abrasada en tu afición, te niega la posesión sólo por su estado honesto, casada tendrá, señor, libertad más atrevida para arrojarse, vencida de tu firmeza y su amor. REY: Es verdad; mas ofender a Licurgo también siento. PALANTE: El remediar un tormento que te da muerte, ha de ser lo primero en ti, señor. REY: La resistencia que he hecho sabes tú; mas es mi pecho humano, y es dios Amor. Mas él viene.
Sale LICURGO
LICURGO: Vuestra Alteza me dé los pies. REY: Levantad, Licurgo amigo, y gozad por mil siglos la belleza de Dïana. LICURGO: Para ser vasallo más natural de esta corona real, le doy la mano. REY: El poder de Creta habéis aumentado. ¿Cuándo se hará el casamiento? LICURGO: Severo partió al momento a su quinta, con cuidado de disponer lo que importe; que allí se han de efetüar las bodas, por evitar la ostentación de la corte. REY: Es prevención importante. ¿Tenéis qué comunicar? LICURGO: A solas os quiero hablar. REY: Déjanos solos, Palante.
Vase PALANTE
LICURGO: De las leyes que he pensado que al buen gobierno convienen de este reino, algunas vienen, señor, en este traslado. REY: ¿Queréis luego publicarlas? LICURGO: Consultar las voluntades del pueblo en las novedades es el modo de acertarlas; porque el vulgo interesado, que tiene el caso presente, descubre el inconveniente que el superior no ha alcanzado; y el que emprende novedad de importancia, antes de hacer esta experiencia, a perder se arriesga la autoridad; que revocar brevemente lo que ha mandado, es mostrar que es liviano en revocar, o fue en mandar imprudente. REY: Bien decís. LICURGO: Esta razón me ha obligado a divulgarlas antes que mandéis guardarlas. REY: Decidlas, pues. LICURGO: Éstas son.
Lee
"Que los plebeyos, en llegando a edad de diez y ocho años, den cuenta del oficio que tienen para sustentarse, y hallándolos ociosos, sean condenados a las obras públicas." REY: Rigor y dificultad tiene esa ley. LICURGO: Nadie ignora que es de los vicios autora, gran señor, la ociosidad. Principio es de la pobreza del reino, y lo que destruye los miembros, le disminuye el poder a la cabeza. Y siendo este mal tan grave, la ley no os parezca dura; que un gran daño no se cura con medicina süave. REY: Adelante.
Lee
LICURGO: "Que los nobles que en llegando a veinte y cuatro años de edad no hubieren servido tres en la guerra, no gocen las exenciones hasta servirlos." Esto es fundado en razón. Reconozca la nobleza, puesto que de Marte empieza, su original profesión. Allí se aumenta el valor, se aprende el trabajo, y hecho a peligros, pierde el pecho a la Fortuna el temor. Y así, cuando más dormida esté en la paz vuestra tierra estará para la guerra ensayada y prevenida. REY: Proseguid.
Lee
LICURGO: "Que muriendo el rico casado sin hijos, deje a su consorte, sí fuere pobre, la congrua sustentación por lo menos hasta las segundas bodas." REY: Eso es justo. LICURGO: Es caso fuerte que el que fallece no impida el deshonor de la vida que más ha de honrar su muerte. Y que obligue de este modo a que del todo empobrezca su esposa, porque enriquezca algun extraño del todo; y una breve cantidad negar en sus bienes quiera a quien quiso que tuviera en sus hijos la mitad. REY: Está bien.
Lee
LICURGO: "Que los extranjeros que quisíeren avecindarse en este reino, gocen desde luego de las preeminencías de vecinos y naturales." REY: ¿Cuál es el fin de esa ley? LICURGO: Que vuestras fuerzas aumente; que la copia de la gente hace poderoso al rey. REY: De la gente amiga y propria se entiende; que de la extraña, antes sospecho que daña y es peligrosa la copia. LICURGO: La extraña, señor, se hace tan propria por la amistad, el trato y la vecindad, como la que en Creta nace; porque a darle el tiempo viene hijos y caudal en ella; y no hay más patria que aquella donde tales prendas tiene. REY: Proseguid.
Lee
LICURGO: "Que los oficios de justicia no tengan situado en la real hacienda estipendio cierto, sino que a cada ministro se le señale según la calidad y necesidad del oficio y la persona." Éste es, señor, provechoso arbitrio a mi parecer; que el rico no ha menester más premio que el cargo honroso; y el pobre, a quien congruente sustento señalaréis, si enriqueciere, sabréis que ha sido lícitamente. Ni por esto es de temer que quien sirva ha de faltar; que es poderoso el mandar, y es hechicero el poder. REY: Proseguid.
Lee
LICURGO: "Que los afrentados por delitos dañosos a la república no sean desterrados del lugar en que los afrentaron, antes obligados a vivir en él." REY: No entiendo vuestra intención. LICURGO: Demos que en Creta se afrente alguno por maldiciente, por embustero o ladrón. El desterrarlo es hacer, en lugar de castigarlo, su negocio, y envïarlo a otro lugar a ejercer con más daño su maldad; pues el ignorar su trato quita a la gente el recato, y a él le da libertad. Luego donde fue afrentado hará el ser ya conocido al pueblo más prevenido, y a él mas escarmentado. REY: Basta por hoy. Las demás veré, Licurgo, otro día. (¿Cuándo, ardiente pena mía, Aparte el rigor mitigarás?
Hablan dentro CORIDÓN y un CRIADO
CORIDÓN: Hemos de hablarle. CRIADO: Serranos, tened respeto, aguardad. CORIDÓN: Óiganos su majestad.
Sale PALANTE
PALANTE: Una turba de villanos que a Teón y sus crïados hasta palacio han traído presos, romper han querido las puertas, alborotados, por hablarte. REY: Entren. PALANTE: Serranos, entrad.
Salen CORIDÓN y VILLANOS que traen atados a TEÓN y sus CRIADOS, y TELAMÓN
CORIDÓN: Señor prepotente, este mancebo insolente por los pueblos comarcanos muchas hermosas doncellas y casadas esforzó, y a muchos hirió y mató que quisieron defendellas. A remediar este mal nos juntamos, y dormiendo le agarramos; mas sabiendo que es persona principal, castigar su gran malicia muesos alcaldes no osaron, y a vos mismo nos mandaron que pidiésemos josticia. VILLANOS: ¡Josticia, señor! REY: Los pechos, labradores, sosegad. Yo haré justicia; fïad que iréis todos satisfechos. TEÓN: ¿Dónde está mi padre, amigo? PALANTE: A su quinta se partió. TEÓN: Haz avisarle; que yo, como prendieron conmigo mis criados, he llegado antes que la nueva aquí. PALANTE: Harélo al punto; que a mí también tu afrenta ha tocado.
Vase PALANTE
REY: (Aunque es la hermosa Dïana Aparte a mis penas tan crüel, ni he de castigarlo a él, por no ofender a su hermana, ni, si acaso su malicia merece pena, es razón que con injusto perdón dé quejas de mi justicia. A Licurgo encargaré su causa; que él, por mostrar más rectitud, ha de usar más rigor; y así daré a mi Dïana ocasión de aborrecerle). Escuchad los villanos, y juzgad vos la causa de Teón, Licurgo. LICURGO: ¿De un deudo mío queréis hacerme jüez? REY: Sí; que pretendo esta vez conocer de quién me fío. LICURGO: A obedeceros me obligo... (Que el tiempo me enseñará Aparte lo que he de hacer.)
Vase el REY. Hablan aparte LICURGO y TELAMÓN
TELAMÓN: Puesto está en tus manos tu enemigo. LICURGO: Disimular nos conviene; no nos conozca Teón. CORIDÓN: (¡Cielos! ¿No es éste Lacón? Aparte ¡Ved la braguedad que tiene!) Lacón. TEÓN: ¿Qué escucho? TELAMÓN: (¡Ah, villano!) Aparte CORIDÓN: ¡Oh! Luego pierde el joïcio el roïn puesto en oficio. ¡Qué presomido y que vano está ya el que en una venta paja y cebada ha medido!
A TELEMÓN
LICURGO: Coridón me ha conocido, y ha de publicar la afrenta que de Teón recibí. Remédialo, Telamón. TELAMÓN: Ya has hablado, Coridón; no tienes qué hacer aqui. ¡Sal fuera! CORIDÓN: Escochadme. TELAMÓN: ¡Cierra los labios, o te echaré a palos! CORIDÓN: No; que ya sé que es Palos bellaca tierra.
Vase CORIDÓN
TEÓN: (¡Ah, dioses. Yo soy perdido; Aparte que es Licurgo al que mi mano en el traje de villano injustamente ha ofendido.) Advertid que soy Teón, hijo del noble Severo. LICURGO: Yo mismo llevaros quiero, pues lo sois, a la prisión; que el decoro he de guardar a vuestra sangre debido. TEÓN: Que antes me escuchéis os pido; que a solas os quiero hablar. LICURGO: Dejadnos solos. TELAMÓN: Serranos, despejad! VILLANO 1: Él le dirá mil enredos.
Vase el VILLANO 1
VILlANO 2: O querrá por dicha untarle las manos.
Vanse los VILLANOS, y TELAMÓN se lleva a los críados de TEÓN
LICURGO: Ya estamos solos; hablar podéis. TEÓN: Licurgo; no hay cosa de la sangre generosa mas digna, que perdonar. No por haber merecido el gobierno y la privanza, hagáis injusta venganza en un preso y oprimido, pues a mi padre debéis el poder y la opinión que de un villano Lacón os levantó donde os veis. LICURGO: Mi poder teméis en vano que mi afrenta vengue aquí. Si cuando la recebí era Lacón un villano, ya soy Licurgo, Teón, y no es cordura pensar que Licurgo ha de vengar las injurias de Lacón. Antes ninguno pudiera juzgaros, esto fïad de mí, que a la libertad más presto que yo os volviera. TEÓN: Con esto iré a la prisión seguro de mi ventura. LICURGO: En Licurgo, está segura; pero guardáos de Lacón.
Vanse los dos. Salen CORIDÓN, DORISTO y VILLANOS
DORISTO: Coridón, ¿de qué estás triste? ¿Es por Menga? CORIDÓN: No, Doristo; Que de enviudar y heredar ninguno se ha entristecido. DORISTO: ¿Es porque dicen que vienen de Esparta los enemigos a darnos guerra? CORIDÓN: Tampoco. DORISTO: Pues di, ¿qué te ha socedido? CORIDÓN: Estó a matar con Licurgo. ¡Que haya mandado que el vino se venda sólo en boticas! Yo he de perder el joïcio. DORISTO: ¿El vino en boticas? CORIDÓN: Sí. ¿Quién vio mayor desatino? Diz que dicen los dotores que es dañoso, y han querido que a quien ellos ordenaren, lo den a gotas. DORISTO: ¿El vino a gotas? CORIDÓN: Sí, el vino a gotas, y el agua nos dan a ríos. ¡Pobre vino! ¿Que será verlo encerrado en un vidrio entre las aguas infames de Lonfrancos y Colillos? Pues no ha de pasar así. Rebelémonos, Doristo; demos guerra a las boticas, demos libertad al vino; que para esto yo hallaré mil mosqueteros amigos. DORISTO: ¡Viva el vino y muera el agua! Pero la fuente del Pino es ésta, donde Licurgo nos mandó aguardar. CORIDÓN: ¡Que quiso que para aguardarle fuese una fuente de agua el sitio! ¡Puh! ¡Mal hayas, enemiga del gusto, licor maldito, que el cielo te echa de si, y por la tierra corrido, arrastrado y despeñado, llegas al mar fugitivo!
Salen LICURGO y TELAMÓN, de villanos
LICURGO: Aqui estan ya los villanos. CORIDÓN: ¿No sabéis lo que imagino? Que es gran borracho Licurgo, y con esta traza quiso tener modo de poder hartarse él solo de vino. TELAMÓN: De ti murmuran. LICURGO: Pensión es del buen gobierno. Amigos, los dioses os acompañen. CORIDÓN: ¡Oh, Lacón! ¿Nos has oído? LICURGO: No. CORIDÓN: ¡Mal año, si lo oyeras! LICURGO: ¿Qué fuera? CORIDÓN: Lo dicho, dicho. LICURGO: ¡Bueno a fe! CORIDÓN: Lacón, decid, ¿cómo estáis tan presomido en siendo Licurgo? LICURGO: Es ésa obligación del oficio. CORIDÓN: Pues sos agora Lacón, remediad esto del vino. LICURGO: Después trataremos de eso. Agora entre estos alisos os esconded, y callando, que importa a un intento mío, seguid el orden que os diere Telamón. CORIDÓN: Esto del vino...
Vanse los VILLANOS
LICURGO: Retirémonos; que siento pasos.
Salen un ALCAIDE y TEÓN
ALCAIDE: Ya estáis en el sitio donde aguardarle os mandó vuestro padre. TEÓN: Alcaide amigo, vuestro esclavo soy. ALCAIDE: Adiós, que yo me vuelvo a mi oficio.
Vase el ALCAIDE
LICURGO: Ya Teón está en el puesto. TELAMÓN: Declárame tus designios. LICURGO: Del alcaide confié este engaño y he traído esos víllanos a ser de mi venganza testigos, pues lo fueron de mi afrenta; y aunque puede el ofendido tomar la justa venganza con ventaja, el valor mío quiere matar cuerpo a cuerpo en el campo a mi enemigo. Tú con esos labradores atiende al marcial conflicto, sin moveros hasta verme, o vencedor o vencido; y si acaso fuere yo el muerto, este papel mío
Dale dos papeles
darás al rey; que por él le perdono este delito; y éste a mi esposa Dïana, cuya mano he merecido, y es para la posesión esta venganza el camino. TELAMÓN: Pues ya le diste la mano, dar muerte a su hermano mismo es gran crueldad. LICURGO: Esto es ser honrado, no vengativo. Calla y vete. TELAMÓN: Yo obedezco, y que has de vencer confío; que el valor y la razón y el amor llevas contigo.
Vase TELAMÓN
TEÓN: Gente viene. ¿Si es mi padre? Mas, ¿no es Licurgo el que miro? ¡Oh, hermano! LICURGO: ¡Ten! Que no soy sino Lacón, tu enemigo. El villano que agraviaste soy yo; Licurgo es marido de tu hermana; él dio palabra de librarte; ya lo hizo; mas, "guárdate de Lacón," Licurgo también te dijo. Ni de él te puedes quejar, pues te dio tan cuerdo aviso, ni de Lacón, que agraviado, cuerpo a cuerpo en desafío toma tan justa venganza. TEÓN: Presto verás que mis bríos de tan loca bizarria te dejan arrepentido.
Acuchíllanse
LICURGO: Cuanto más es tu valor, mayor fama dara al mío.
Vanse combatiendo. Vuelven los VILLANOS y TELAMÓN; CORIDÓN, con piedras, y DORISTO
CORIDÓN: ¡Pese a tal, y con qué furia se dan los dos enemigos! ¡Por Júpiter, que semejan a dos celosos novillos! TELAMÓN: No os mováis. CORIDÓN: Deja siquiera que arroje este mendruguillo al bellaco de Teón; mas ya en el suelo rendido, ha dado a todos venganza. TELAMÓN: Ya tiene justo castigo. CORIDÓN: ¡Que tenga tanto valor quien es contrario del vino!
Sale LICURGO
LICURGO: Ya, serranos, que mi afrenta vistes, también habeis visto mi venganza, y ya os he hecho justicia de sus delitos. CORIDÓN: Y--¡voto al sol!--como honrado. LICURGO: Oye, Telamón, amigo.
Habla aparte a TELEMÓN
En la más profunda sima oculta el cadáver frío, y antes que el caso publiquen, lleva a mi casa contigo estos villanos, y en ella estén presos y escondidos; que hasta que mi esposa goce, no ha de saberse que he sido homicida de su hermano; antes fingiré que vivo y libre está por mi industria. TELAMÓN: Bien haces. LICURGO: Seguid, amigos, a Telamón, y guardad secreto en lo que habéis visto hasta que os avise. CORIDÓN: Vamos; mas puesto que es vuestro oficio deshacer agravios, otro deshaced. LICURGO: ¿Cuál? CORIDÓN: El del vino.
Vanse. Sale el REY, leyendo una carta, y PALANTE
REY: ¡Ah, Fortuna vil! Ya veo que sólo mi mal ordenas; Ya la princesa de Atenas habita al campo Leteo, Palante. PALANTE: ¿Hay nueva más triste? ¿La princesa es muerta? REY: Sí; su padre lo escribe así. PALANTE: Tu cara esposa perdiste, y en ella el reino de Atenas. El cielo te es enemigo. REY: Pues esa pérdida, amigo, no es la ocasión de mis penas, sino el haberlo sabido cuando ya Licurgo alcanza lo que pierde mi esperanza; orden de mi suerte ha sido. Dïana fuera mi esposa, si yo esta nueva tuviera antes que a Licurgo hiciera digno de su mano hermosa. Pues, difunta ya la hija del de Atenas, no le queda otra que impedirme pueda que dueño a mi gusto elija. PALANTE: Pues se perdió esa ocasión, ya lo que importa es buscar remedio para aplacar tu ardiente y ciega pasión; que en esto tan de tu parte está Marcela, que creo que has de cumplir tu deseo, pues ella se ofrece a darte en su cuarto mismo entrada; y a Licurgo facilmente puedes hacer que se ausente. REY: ¿Cómo? Di. PALANTE: Pues publicada la enemistad, el de Esparta viene talando tu tierra, por general de esta guerra le nombra, y haz que se parta a impedirle el paso. REY: Amor me ciega; disculpa tengo. PALANTE: El remedio te prevengo, como quien ve tu dolor. REY: No en vano en mi corazón el lugar primero tiene tu amistad. PALANTE: Licurgo viene. REY: Daréle luego el bastón.
Salen LICURGO y TELAMÓN
LICURGO: Ya que servicios he hecho, señor, en Creta, y cumplido con la ley, que ilustre os pido la efigie real mi pecho. REY: Siempre vos en mi opinión la tuvistes merecida. LICURGO: Siglos cuente vuestra vida. REY: La medalla y el bastón saquen luego. PALANTE: Voy, señor.
Vase PALANTE
REY: Del espartano poder sólo os podrá defender, Licurgo, vuestro valor; y así os hago de esta guerra general, porque partáis a encontrarlo, y le impidáis hacer mas daño en mi tierra. LICURGO: Vuestra voluntad real es ley.
Vuelve PALANTE con una medalla y un bastón
PALANTE: Ya está aquí el bastón y efigie. REY: La obligacion en que esta heroica señal os pone, vuelvo a explicaros; ser leal, y en mi defensa morir, no sufrir ofensa de vuestro honor sin vengaros. LICURGO: Por los dioses celestiales juro cumplirlo. REY: Tomad la medalla, pues, y honrad los comílites reales.
Pónesela al cuello
LICURGO: Dadme esos pies soberanos por tal merced. REY: Recebid el bastón, y hoy os partid a enfrenar los espartanos. LICURGO: ¿Hoy, señor? REY: Para marchar mi gente esta prevenida; Creta es por vos oprimida, y vos la habéis de librar.
Vanse el REY y PALANTE
LICURGO: Nunca la Fortuna airada dio ventura sin pensión. Hoy tu dulce posesión alcanzo, esposa adorada, y es hoy partirme forzoso. ¡Qué noche tan diferente que esperaba, tendré ausente de tu tálamo dichoso! TELAMÓN: No te aflijas. ¿Qué jornada puede el ejército hacer hoy, que no puedas volver a gozar tu esposa amada esta noche facilmente? Para que no sepa el rey que has quebrantado la ley, desamparando su gente, podrás ausentarte della cuando el sueño la sepulte, y volver cuando se oculte en el mar la última estrella. LICURGO: Bien has dicho; pero acá importa la prevención y el secreto, Telamón: a cuyo efeto será el quedarte tú forzoso, para que tengas la puerta al punto que llegue, abierta; porque ni mi dueño hermoso lo ha de saber hasta hallarme en sus brazos. TELAMÓN: Quede así. LICURGO: Telamón, sólo de ti pudiera en esto fiarme.
Vanse los dos. Sale MARCELA
MARCELA: De celosa pasión locos desvelos, ¿que excesos, que delitos no han causado? De amor y celos y desdén forzado, dejó su luz hermosa el dios de Delos. La misma Juno, que en los altos cielos trono ocupa de estrellas fabricado, ¿qué yerros, qué locuras no ha intentado con la furia de amor, desdén y celos? ¿Que mucho--ay triste!--si pasiones tales tienen tanto poder en quien alcanza el cetro de los dioses celestiales, que humana yo, perdida la esperanza, intente, para alivio de mis males, con amor, celos y desdén, venganza?
Sale DIANA
DIANA: Marcela, ¿quién me podrá igualar en desventura? MARCELA: Es pensión de la hermosura. DIANA: Partióse mi esposo ya a la guerra, y la crüel suerte que al rey me ha quitado, aun quiere darme penado el bien que me dio por él. MARCELA: (¿Quejas das al ofendido?) Aparte Presto volverá a gozarte con mil despojos de Marte. DIANA: ¡Ay prima! Que ha sucedido uno y otro mal agüero; que cuando al partir me dio los brazos, se le cayó del lado el bruñido acero; y al instante que salía por la sala, del ingrato rey mi enemigo el retrato, que sobre el umbral pendía, sobre sus hombros cayó; y al poner en el estribo el pie, furioso y esquivo el caballo resistió. MARCELA: Agüeros son evidentes de un gran mal. (Dé mi venganza Aparte temores a tu esperanza.) Con justa causa lo sientes. Tus penas alivie el cielo; que yo te quiero dejar, porque al triste suele dar la soledad mas consuelo. DIANA: No puede en males tan fieros. MARCELA: (Hoy me vengo: yo he de abrir Aparte al rey la puerta, y cumplir esta noche los agüeros.
Vase MARCELA
DIANA: Dioses, si vuestra deidad de mí se venga ofendida, dar fin a mi triste vida será piadosa crueldad; pero si no os ofendí, pues de justos os preciáis, dadme el bien que me dais, volvedme el que perdí.
Vase DIANA. Salen el REY y PALANTE, de noche
PALANTE: Tu gloria verás cumplida esta noche, pues Marcela en servirte se desvela. REY: O mi tormento o mi vida tengan fin. PALANTE: La seña haré. REY: ¡Ay, amigo! ¡Loco estoy!
Asómase MARCELA a una ventana
MARCELA: ¿Es Palante? PALANTE: Sí. MARCELA: Ya voy.
Vase MARCELA
REY: O venceré o moriré. PALANTE: Otra ocasión no te queda, si ésta no sabes gozar. REY: Por fuerza pienso alcanzar lo que por amor no pueda. Piérdase el reino, Palante, y el mundo, pues yo me pierdo; que es imposible ser cuerdo el que es verdadero amante. PALANTE: Ya está a la puerta Marcela.
Sale MARCELA
MARCELA: Entrad. REY: Marcela querida, tuyo es mi reino y mi vida. MARCELA: (¿Qué no hará quien ama y cela?) Aparte Seguidme.
Vanse todos por una puerta y vuelven por otra
REY: Porque a mi intento ayude la soledad, solo los dos me dejad en llegando a su aposento. MARCELA: Bien dices; que con testigos nunca una mujer honesta se atreve. Su puerta es ésta. REY: Pues dejadme solo, amigos. MARCELA: Por si lo sintiere acaso Severo, será importante que, o para avisar, Palante, o para impedirle el paso, estemos en centinela en su cuarto. PALANTE: Ya te sigo. MARCELA: (Éste es, Licurgo, el castigo Aparte de no estimar a Marcela.)
Vanse MARCELA y PALANTE. Corren una cortína; parece DIANA sentada a un bufete con luces, y la pluma caída de la mano, como que se ha quedado dormida
REY: Escribiendo está mi dueño, como divino, inhumano. Parece que de la mano le quitó la pluma el sueño. Favor a un engaño pido, pues la ocasión me convida.
Mata las luces y llégase a ella
DIANA: ¿Quién es? REY: Esposa querida, tu esposo soy, que he venido a verte secretamente. DIANA: ¡Hola! ¡Una luz! REY: ¡Calla, calla! Que antes, mi bien, el matalla fue prevención conveniente por no ser sentido así; que es contra ley ausentarme del campo, y sólo fïarme pudiera en esto de ti.
Salen LICURGO y TELAMÓN, de noche, a oscuras
LICURGO: ¡Dioses! ¿Qué escucho? TELAMÓN: ¿No digo que la puerta sentí abrir? DIANA: Pues habiendo de venir, Licurgo, a verte conmigo, ¿no me avisaras? REY: No fuera tan dichoso aquí mi amor; que aquél es gusto mayor, esposa, que no se espera. LICURGO: Aquí hay engaño y traición. ¡Presto, una luz! TELAMÓN: Voy por ella.
Vase TELAMÓN
REY: Cojamos, esposa bella, el copete a la Ocasión; que son breves los momentos que mis dichas te merecen. DIANA: (¡Ay de mí! No me parecen Aparte de Licurgo estos acentos.) Deja primero, señor, que una luz vaya a traer. REY: A riesgo quieres poner mi gusto, vida y honor; porque despertar podrás a quien publique mi exceso. DIANA: (Mucho resiste, y con eso Aparte crece mi sospecha más.) REY: Ven, esposa. DIANA: (El rey parece.) Aparte LICURGO: (¡Lo que tarda Telamón!) Aparte REY: No se pase la ocasión que breve instante me ofrece. DIANA: (Él es sin duda.) Aparte ¿Qué intenta tu engañoso y falso amor?
Sale TELAMÓN, con luz
REY: ¿Qué es esto? LICURGO: ¡Muera el traidor
Saca la espada
que se ha atrevido a mi afrenta! REY: ¡Detente; que soy el rey! LICURGO: ¿El rey?
Detíénese
REY: ¡El rey! LICURGO: ¿Quién pudiera atreverse, sino un rey, a hacer a Licurgo ofensa? Esa puerta, Telamon, cierra al momento; no venga quien la más heroica hazaña me impida que historias cuentan. REY: ¿Matarme quieres, traidor? ¿Que al fin fueron las estrellas en un sabio poderosas, y en su pronóstico ciertas? DIANA: (¡Ay de mí! ¡Qué confusión!) Aparte LICURGO: Rey, lo que pudieron ellas es darme ocasión tan fuerte con mi valor y tu ofensa, pero no a la ejecución obligarme; y porque veas que el sabio, aunque más le inclinen, es dueño de las estrellas, oye, y verás brevemente que con una hazaña mesma las venzo y cobro mi honor, aunque imposible parezca. Ni es razón, pues ya he besado tu mano real, que mueva a darte muerte el acero, aunque vida y honor pierda; ni es razón que tú me mates por gozar mi esposa bella, ni que tirano conquistes con tal crueldad tal afrenta; ni que yo afrentado viva es razón; que aunque mi ofensa fue intentada sin efeto, no ha de examinar quien sepa que con mi esposa te hallé, mi disculpa; y lo que intentan los reyes, ejecutado el vulgo lo considera; ni es razón, ni yo lo espero, que tus gentes ya, en defensa de un extranjero afrentado, sufran de Esparta la guerra; ni es razon que yo a mi patria por su mismo daño vuelva, si en no derogar mis leyes consiste su paz eterna. Pues para que ni te mate, ni me mates, ni consienta vivo mi infamia, ni Esparta me cobre, ni oprima a Creta, yo mismo dare a mi vida fin honroso y fama eterna, porque me llamen los siglos el dueño de las estrellas.
Arrójase sobre su espada y cae muerto
DIANA: ¡Detente, esposo! REY: ¡Licurgo, detente! ¡Llamad apriesa quien la injusta ejecución impida a la muerte fiera! DIANA: Ya no hay remedio. ¡Ay de mí, viuda, cuando esposa apenas!
Salen SEVERO, PALANTE y MARCELA
SEVERO: ¿Qué es esto, dioses? REY: La hazaña mayor que el mundo celebra. Él mismo se dio la muerte, de su lealtad y mi ofensa forzado. Licurgo amigo, Dïana, si así consuelas tu muerte, será mi esposa; que no hay otra recompensa de esta hazaña. SEVERO: Ya expiró. REY: Dïana, porque no seas un punto viuda por mí, tuyo soy, mi mano es ésta. SEVERO: En vos resplandecen juntas la justicia y la clemencia. Dale la mano, Dïana. DIANA: Que a ti y al rey obedezca es forzoso. TELAMÓN: Ya lo es también, Severo, que sepas que Licurgo dio a Teón, en venganza de una afrenta que del recibió, la muerte. SEVERO: ¿Qué es lo que dices? REY: No es ésta, Severo, cuando mis bodas celebro, ocasión de quejas. Háganse luego a Licurgo las funerales obsequias, y un epitafio en su mármol diga, "Aquí a su fama eterna dio principio, y tuvo fin el dueño de las estrellas."

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002