JORNADA TERCERA


Salen SEMÍRAMIS en hábito de reina, Zameis NINIAS en hábito de príncipe, JANTO, CREÓN, TROILO, ORISTENES, ZELABO, DIARCO, PUEBLO
SEMÍRAMIS: Ya el tiempo con su buelo acostumbrado ha traído a tal punto mis deseos que libre, sin ficciones ni rodeos muestre mi corazón fuerte y osado. El capitán y rey tan señalado, que con tan grandes triunfos y trofeos de persas, medos, libios, nabateos y de otros mil sus templos ha adornado, no ha sido Ninias, como habéis creído. ¡oh mis vassallos fuertes y leales, sino su madre, puesta en su vestido! Yo he sido el capitán de los reales, y mi querido hijo es quien ha sido virgen entre las vírgines vestales. Para deciros esto aquí he venido. ya cual me veis, como mujer vestida, y traigo a Ninias de hombre ya vestido. Él, Semíramis, es la recogida, en rostro y traje nada diferente a mí, que he sido rey, por él tenido. Ya llegó al punto mi deseo ardiente de que el mundo por mí en su punto viese una mujer heroica y excelente; una mujer que en guerra y paz rigiese fuertes legiones, pueblos ordenados, y que en todo a mil reyes excediese. Después que al cielo los divinos hados a mi Nino llevaron, que ha seis años, ya visto habéis, varones estimados, por cuántas furias he rompido y daños, cuántos bravos peligros he allanado y qué rigores he vencido extraños; y con vuestro valor, por mí ordenado, los difíciles casos que he emprendido, los altísimos hechos que he osado, cuán a mi honra de ellos he salido, y mi famosa Babilonia cuánto he con trofeos mil enriquecido. No hay reino en cuantos son del mundo espanto, que no tiemble de Asiría y se le rinda oyendo sólo de su fama el canto; pues si está Babilonia fuerte y linda con muros, fosos, torres, templos, puentes, bien claro con la vista se deslinda: todos, al fin, los que me estáis presentes sabéis aquestas y otras maravillas, que espantarán las venideras gentes, y así será escusado referillas, sino sólo rogaros que se admita Ninias, mi hijo, a las reales sillas, pues que mi voluntad ya le habilita y con la reclusión y mongil traje otra cualquier dificultad le quita; vuestro aplauso será fiel homenaje, que de vasallos, de hombres tan leales no quiero más señal ni mayor gaje. Partíos, y con pregones generales se divulgue el suceso de este día, haciéndose por él fiestas reales, y el contento y el gozo y la alegría sea respuesta de este parlamento, y entone vuestro aplauso su armonía. Idos, pues, ya, y este común contento, sientan luego de Asiría los confines. JANTO: ¡Vaya tu vida y nombre en largo aumento! PUEBLO: ¡Vaya tu vida y nombre en largo aumento! ZELABO: ¡Toquen las cajas, suenen los clarínes!
Vanse todos, quedando solos SEMÍRAMIS y Zameis NINIAS
NINIAS: Pasmado queda el pueblo del engaño, en que tan dulcemente le has traído, con mi nombre Y mi rostro Y mi vestidO, en mil guerras un año Y otro año. Y alegre del presente desengaño cada cual de los dos reconocido con general aplauso y alarido te alaba nuestro pueblo y el extraño. Y yo asimismo loo tu grandeza y encarezco tu espíritu elevado, y admiro tu prudencia y fortaleza. Y ser tu hijo y ser de ti estimado, tengo por mayor suerte y mas riqueza que si del alto Amón fuera engendrado. SEMÍRAMIS: (Eso me causa a mí mortal tristeza, Aparte eso me quita a mí todo el contento que puede dar tu celestial belleza; mas, ¿qué furioso disparate intento? ¿Adónde me despeñan mis deseos? ¿Dónde vuela mi vano pensamiento?) NINIAS: ¿Qué hablas entre ti? SEMÍRAMIS: Mil devaneos. NINIAS: Pues, ¿qué pasión los causa? SEMÍRAMIS: Mil pasiones. NINIAS: ¿No puedo yo saberlas? SEMÍRAMIS: Por rodeos. NINIAS: No entiendo, amada madre, tus razones. SEMÍRAMIS: (¡Qué dulce nombre, amada, y cuán acedo Aparte es el de madre, que con ése pones! Tan grande es mi passión, que ya no puedo disimularla más ni resistirla. Ya, ya me rindo; ya rendida quedo; ya no puedo mi pena diferirla; mas ¿cómo la diré? ¿Qué voz, qué aliento, qué palabras tendré para dezirla? Inmenso es mi dolor y mi tormento; helada estoy y en medio estoy de un fuego, todo por...) NINIAS: ¿Dónde vas? SEMÍRAMIS: A mi aposento.
Vase SEMÍRAMIS
NINIAS: Bien fuera torpe yo, bien fuera ciego si la maldita causa no entendiera que de razón te priva y de sosiego. Juzgar mejor tu plática pudiera si tu desenfrenada y torpe vida tan bien como la sé no la supiera. ¡Oh, mujer sin vergüenza y atrevida, las viles torpezas sensuales del todo avasallada ya y rendida; al fin llegáis a ser las que sois tales en seguir sin vergüenza el apetito, peores que los brutos animales! Yo, yo tengo la culpa, que permito que reine una mujer engañadora. Pues muera yo si el reino no le quito. ¿Pensabas, madre pérfida y traidora, hazer de mí lo que de mil has hecho desde que de mi reino eres señora? ¡Oh fiero corazón! ¡Oh enorme pecho! ¡Si yo quisiera un tiempo me gozaras en tu lascivo, infame y sucio lecho; después, como a los otros me mataras por encubrir estas maldades fieras, que el cielo las descubre y hace claras! No son sospechas éstas ni quimeras. Cuando del templo me sacó Sintabo, me lo dijo con pruebas verdaderas. Tu condición desde el principio al cabo me dijo; y aunque entonces le creía, mejor agora de creerle acabo; la muerte de mi padre me decía, la cual con pena dolorosa y fuerte amargamente yo llorando oía. ¡Oh padre amado, permitid que acierte a vengar vuestra muerte lastimosa, si puedo yo a mi madre dar la muerte! Si por vengaros no es injusta cosa matar a quien me trajo en sus entrañas, yo mataré a mi madre rigurosa. Daré fin con su muerte a sus marañas, acabarán sus vicios y maldades, sus diabólicas artes y sus mañas; evitaré sus fieras crüeldades, cortaréle en agraz su vil deseo, gozaré yo mis reinos y ciudades. Por el eterno Dios que adoro y creo, que si segunda vez osa tratarme de su lascivo pensamiento y feo... Mas ¿dónde del enojo veo llevarme? ¿A qué la justa ira me convida? ¿Cómo? ¿Por qué, y de quién quiero vengarme? ¿Quién dará muerte a quien le dió la vida?
Sale SEMÍRAMIS
SEMÍRAMIS: ¿Dónde me podré acoger para que pueda, valerme? ¿Quién me podrá socorrer si junta para ofenderme Amor todo su poder? Ninias, si de mi pasión conoces la furia loca, no quieras, pues no es razón, que la descubra la boca, pues la muestra el corazón. Humíllate a mis querellas y repara en mis tormentos, pues bastan ellos y ellas para detener los vientos y derribar las estrellas. No desprecies el dolor que muestran mis ojos tiernos, mira que le causa Amor, que en cielos, tierra y infiernos es universal señor. Si en el alma y cuerpo y faz te juzga toda la tierra por ángel del cielo, haz que tenga ya fin mi guerra, pues es de ángeles dar paz. Duélate mi pena fuerte y mi passión dolorida; trueca mi contraria suerte, preserva mi triste vida, evita mi fiera muerte. NINIAS: Que vienes fuera de ti sin alguna duda creo. SEMÍRAMIS: Bien puedes creerlo así, pues el mal con que peleo a mí me saca de mí. NINIAS: Para fin de esto y remate dos cosas mi alma me inspira metida en este combate y ardiendo en saña y en ira: o que te deje, o te mate; mas aunque tal seais vos, el dejaros e irme elijo de estos pensamientos dos, así por ser vuestro hijo, como por temer a Dios.
Vase Zameis NINIAS
SEMÍRAMIS: Mayor dolor que la muerte me causará el alejarte, que mi tormento más fuerte será no poder mirarte, pues mi mayor gloria es verte. Muera y sea en tu presencia, que muerte será gustosa y no viva yo en ausencia, que es muerte más rigurosa y más áspera sentencia. No puedo sin ti pasar, no puedo sin ti vivir; por fuerza te he de buscar, por fuerza te he de seguir, por fuerza te he de alcanzar. No puedes huír de mí, que he de correr mucho yo, pues quiere que sea así el crüel que me hirió dejándote sano a ti.
Sale ZELABO
ZELABO: Reina y señora, si es justo que quien de veras desea tu contentamiento y gusto sepa claramente y vea tu descontento y disgusto, la causa di del que muestra tu rostro triste y turbado, y confía de mi diestra como siempre has confïado en la suerte adversa y diestra. De verte turbada así importante causa arguyo, no me la encubras a mí. SEMÍRAMIS: Si me tardo, me destruyo; después sabrás más de mí.
Vase SEMÍRAMIS
ZELABO: Alguna de sus máquinas fabrica esta mujer, más que el demonio astuta, algún nuevo edificio ya edifica con su fuerza tirana y absoluta. Eres mujer de condición inicua, y crüel y tirana y resoluta; eres mujer, al fin, brava y temida, no me espanto que seas atrevida; y el ver que cuanto emprende le sucede según su pretensión, hará que emprenda cualquiera empresa, pues la dicha excede a la virtud y a cualquier otra prenda, y, quien dichoso se conoce, puede soltar en todo a su placer la rienda, lo que no, aunque más sea, el desdichado que está con su desdicha acobardado. Aunque ésta, ni por ser dichosa osa, ni por ser valerosa o avisada, sino por ser soberbia y ambiciosa y verse en real silla entronizada; por ser mujer, por verse poderosa, por tener la crüel tiranizada esta infelice y grande Monarquía, que estar en mano varonil debría. Si aunque se sirva al hombre más preciado y de más ser que pueda acá ofrecerse es el servir un yugo tan pesado que no hay con él quien pueda revolverse, quien es de una mujer avasallado ¿de que miseria no podrán dolerse? ¡Oh, triste Asiria, a una muger rendida! ¡Oh, servitud amarga y dolorida! ¡Oh, triste servitud, tormento eterno de este engañoso y miserable suelo! ¡Oh, alegre libertad, regalo tierno del amoroso favorable cielo! ¡Oh, servitud en este mundo, infierno lleno de horror, de rabia y desconsuelo! ¡Oh, libertad dulcísima y querida! ¡Oh, servitud amarga y dolorida! Yo lo puedo afirmar, que he padecido lo que puede ofrecer Fortuna en esto, y en un profundo golfo sumergido me he visto, y en las nubes tal vez puesto; mas en la cumbre del favor subido, o sin él, desvalido y descompuesto, siempre la libertad deseo y lloro, la libertad, que es el mayor tesoro. Y si es miseria estar generalmente sujeto el hombre como está el vasallo, quien en particular lo está, ¿qué siente? Yo pudiera decillo, pero callo, callo que es el dejarme impertinente, pues con esto no puedo remediallo. Sirvo en la guerra y en la corte, donde la fiel lealtad corrida el rostro esconde. La fiel lealtad que de la infiel tirana simulación el rostro esconde y huye, la cual de luz sofisticada y vana vestida, sus bellezas se atribuye, y tendadora hipócrita inhumana paz y quietud, vida y honor destruye, y ambiciosa, insolente y temeraria es de virtud, sacrílega falsaria. La infiel simulación que es bravo un lobo disfrazado en un manso corderillo, que en leales amigos hace un robo que posible no le es restituíllo, la infiel simulación, inmenso un globo imposible a cuadrarlo ni a medillo, que a su circunferencia es diferente el centro oculto, inexplicablemente. ¡0h, traidor! ¿ Al amigo que obligado con obras de lealtad te tiene, vendes? Infiel, por ofender quien te ha enojado, ¿al fiel que nunca te dió enojo ofendes? ¿Si queda el inocente así engañado, por dicha al cielo así engañar pretendes? Hipócrita, crüel, ¿desa manera viertes, envuelta en miel, ponzoña fiera? ¡Que entre soldados, cuyos fieles pechos, tienen en igualdad del mundo el peso, haya quien pague tan infames pechos, a la tración, tan sin jüicio y seso, que por satisfacer viles despechos de guerra den por contraseño el beso a quien de paz, cual es, le da y recibe y ni traición ni culpa en sí concibe! ¡Bien es, merroria, que me representes estas miserias, por quien yo me veo verter del corazón amargas fuentes, aunque en pasarlas con valor me empleo, traidores, envidiosos, insolentes usáis en la traición de tal rodeo, envolviendo mentiras con verdades, que no hay averiguaros las maldades! Mas, ¡oh, cielo, a quien todas son más claras que el sol, más claro del sereno día! Tú al de estos perseguido al fin amparas si él los perdona y sólo en ti confía, si a tus templos acude, si a tus aras ofrece el alma limpiamente y pia, si obediente a su príncipe en el mundo ama al del cielo y terne al del profundo! ¡0h, guerra, ¿quién en ti esperanza pone? ¿Quién de ti fía? ¿Quién de ti no huye? ¿Quién a dejarte ya no se dispone? ¿Quién contigo sus cuentas no concluye? ¡Oh, corte, cuyo caos se compone de todo cuanto la quietud destruye! Quien siente tus traiciones y mentiras, ¿qué espera de tus furias y tus iras? Que ya, si no es doblado y fementido, si no es disimulado y cauteloso, si no es falso, sagaz y entremetido, si no es adulador, si no es chismoso, si a más el hombre se verá valido por más que sea discreto y valeroso, que al valor el favor no le acompaña si va desnudo de artificio y maña. Si no tiene de víbora la lengua que veneno mortal vierta, si tienes el ser malsín y el ser traidor a mengua, si con virtud o con razón te avienes, si tu lengua no trueca o si no amengua con falsos males verdaderos bienes, ya casi ni en la guerra ni en la corte cosa tendrás a tu medida y corte. ¡Que envidia ya los ánimos confunde y de suerte los ojos encandila que no hay ver cosa que en su bien redunde si el ajeno no abate y le aniquila; ella todo el metal de vicios funde, ella todo el licor de ellos distila, en toclo tiempo, en toda parte lidia contra virtud, venciendo siempre envidia! Con solo un instrumento, el más ligero y el más pesado que formó Natura, este monstruo infernal, horrendo y fiero el bien del mundo destruir procura, instrumento de carne carnicero, lengua de envidia vil, lengua perjura, de cuán heroicas máquinas maquinas y pones en efeto las ruinas. Lengua pesada, leve más que pluma; lengua leve, pesada más que plomo, no hay cosa que en el mundo ser presuma cual eres tú de más y menos tomo; eres mi vida, eres mi muerte, en suma, según uso de ti, según te tomo, pero infiel levantando testimonios eres ministro fiel de los demonios. ¡Oh, fiera, oh brava envidia entronizada en alto trono de ignorancia horrenda, con dosel de mentira autorizada que a verdad y virtud la luz defienda del fiero corazón alimentada, que no alcanza de bien sola una prenda, del que mil tiene, mísero tormento, infierno de ése que te da alimento. ¡Oh, maldiciente, mísero y cuitado, mira con qué te paga y te contenta ése tu mentiroso y vil bocado que de vanas palabras te sustenta! ¡Que un dicho malicioso trasnochado tienes en tanto precio y tanta cuenta que a trueco, dices, que por bueno quede un amigo por él perderse puede! Piérdele, charlador, y nadie quiera no sólo ser amigo tuyo; pero ni dar oídos a tu lengua fiera, harto castigo a tu pecado fiero; harto castigo, pero el justo fuera, ejecutado con rigor severo a tu lengua, envidioso maldiciente, cortártela y clavártela en la frente. ¡De qué daños es causa y qué maldades de qué penas, angustias y passiones; de qué miserias y calamidades, de qué infortunios y persecuciones, de qué atroces insultos y crueldades, de qué injustas afrentas y prisiones, cuando la envidia o la malicia mueve la lengua infame y a mentir se atreve! Si es el decir verdad, en daño siendo de tu prójimo, di, pecado grande, ¡cuánto mayor será, traidor, mintiendo, y sólo porque envidia te lo mande! Vicio infernal, atroz, pecado horrendo, merecedor que Dios te lo demande, ser por tu lengua vil honras y vidas con maliciosos chismes afligidas. En decir bien, en causar bien, en cuanto bien puede desear procurar debe mover la lengua el hombre siempre, y tanto gusto en esto tendrá, cuando le pruebe, que como en cielo de deleite santo hará que en gustos mil el alma cebe, gozando en ella en abundante copia el premio de virtud, que es ella propia.
Sale DIARCO
DIARCO: ¿Quién con rebelde corazón e infame sigue, aunque se interese el bien del mundo estos tiranos bárbaros crüeles, que el cielo, para fuerte azote nuestro, por nuestras graves culpas, les da el mando, el poder y el gobierno de la tierra? ¡0h, poderoso Dios! ¿qué ha de ser esto? ¿En qué podemos parar los hombres si somos ya más fieros que las fieras? ¿Qué castigo podrá darnos tu mano que iguale a nuestras culpas y maldades? Poco será si envía otro diluvio si no es de fuego eterno y riguroso. ZELABO: ¿Qué congoja, qué lástima, qué duelo, Diarco, a tal exclamación te obliga? ¿Hay novedad alguna? ¿Hay algún caso que te refresque agora esa miseria? DIARCO: ¡Oh, Zelabo, Zelabo! Escucha, atiende, sabrás el caso más enorme y fiero, la maldad más atroz, crüel y horrible que puede cometer un hombre aleve. Saliendo agora del real retrete y llegando a la puerta de la cuadra que sale al aposento de la reina, sintiendo voces acerqué los ojos al agujero de la cerradura por ver quién era el que en aquella parte tan sin respeto se descomponía, y vi, oh Zelabo, una visión horrible, un terrible espetáculo espantoso; a Semíramis vi bañada en sangre asirse de las manos de su hijo y echarle al cuello los hermosos brazos, diciéndole con rostro que moviera a compasión leones y serpientes, palabras cuyo son confusamente oía yo, aunque jamás alguna compreender distintamente pude, bien que en sus ojos, bien que en sus afectos, mostrava claramente que pedía al crüel hijo, al hijo enorme y fiero, merced, la desdichada, de la vida, la cual el áspid sordo, el tigre bravo, le quitó luego con su infame espada, dándole dos heridas en los pechos que cada cual pasaba a las espaldas. ¡Oh, triste; oh, fiero; oh, detestable caso! Cayó la triste en tierra, y en cayendo Niñias se fué por el retrete suyo tras sí cerrando tres o cuatro puertas. Yo quedé siempe viendo a la cuitada, a la triste Semíramis, que vuelta con mortal ansia en su sentido, dando dos altos y tristísimos gemidos en tierra puso el codo y la mejilla sobre la palma, y con voz triste y alta, como rabiando, de esta suerte dijo, "¡Hijo crüel, ingrato, sacrílego, inhumano, enemigo perverso, mal nacido! ¿Tan fiero desacato, tan atrevida mano, en la que te ha engendrado y te ha parido? ¡Oh, mundo ya perdido! ¿de quién podrá fïar el hombre triste si a mí mi hijo amado por ser de mí adorado me da la muerte? Pero no naciste tú de mí, fiera horrible, que es imposible, pues que tal hiziste. Crüel, fiero, inhumano, ¿Yo te traje en mi vientre? ¿Yo en mis tiernas entrañas te he engendrado? No, no; en el suelo hircano, o en el egipcio, entre las fieras más crüeles te has crïado, de ellas alimentado, de ellas nacido y engendrado has sido. Las amas te trocaron y al que parí mataron, que no es posible ser de mí nacido un monstruo tan disforme tan enorme mal ha cometido. Los fieros animales respetan las entrañas donde tomaron ser y se engendraron; ¿qué furias infernales con sus crüeles sañas a ti, perverso hijo, te crïaron? ¿Cómo, di, te incitaron a dar la muerte a quien te dio la vida, y a quien la propia suya a la voluntad tuya con un inmenso amor tuvo rendida? ¿Es este amargo trago el justo pago de tu fe debida?" Diciendo así, con un furor rabioso dio tres o cuatro vueltas por el suelo, queriendo levantarse, y asentada volvió a decir con la ansia de la muerte, "¿Que ansí debo morirme? ¿Que no busco remedio? ¿Que no hay reparo a mi enemiga suerte? ¿Que no hay quien quiera oírme? ¿Que ya no hay ningún medio para evitar tan miserable muerte? ¡Oh, trago amargo y fuerte! ¡Oh, muerte repentina, acelerada, como ladrón salida a robarme la vida en medio de mi próspera jornada; agora acometiste cuando me viste andar más descuidada! ¿Es ésta mi esperanza? ¿Son éstos mis contentos? ¿Es éste el triunfo y gloria de mis glorias? ¿Dónde está mi pujanza? ¿Qué son de mis intentos? ¿Qué de mis grandes hechos y vitorias? ¿Son éstas sus memorias? Mi bien un breve sueño ha sido apena; mis años y mis días, mis gozos y alegrías así han pasado como larga vena de agua corriente y viva que el curso aviva a la marina arena." Y luego echada en tierra, agonizando, con los ojos clavados en el cielo, con ronca voz quebrada en mil sollozos, nombrando siempre el nombre de su hijo la triste alma salió, dejando el cuerpo anegado en la sangre de sus venas. Esto acabo de ver, ésta es la causa de mi congoja, de mi duelo y lástima. ZELABO: Dïarco, no te admire ni te asombres, que son justicias del eterno cielo, porque esa miserable y fiera hembra, a quien dices que el hijo ha dado muerte mató al marido por quitarle el reino, y mientras de él ha sido reina, ha muerto a más de mil mancebos con quien ella ha dado fin a su apetito ciego, gozando a cada cual sola una noche, o solo un día en su lasciva cama y ella luego después les daba muerte por no ser descubierta por alguno mientras anduvo de varón vestida, entre los cuales mozos mal logrados por sus manos, murió aquel buen Zopiro después de haber gozado de él un tiempo. ¡Al fin mostraste bien, mujer perversa, ser nacida de madre infame y torpe! DIARCO: ¿Cómo que fué de infame madre hija? ZELAB0: Sí, que tú, como todos, aún no sabes lo que yo sé del nacimiento de ésta. No fue su padre Sima el ganadero, como pensó Menón el desdichado y todos los demás tienen creído; un hombre vil y bajo fue su padre; su madre fue Derceta, una ramera, la cual al lago de Ascalón llegando la tomó el parto allí, y allí dio al mundo esa hija, y allí dió el alma ella, dejando la reciente crïatura entre matas y peñas, al arbitrio de la crüel Fortuna, que tan próspera y tan amiga le fue entonces, cuanto le ha sido agora falsa y enemiga. Proveyó que unas aves la crïasen llamadas Semirámides, de donde el nombre le pusieron los pastores que vieron aquel caso, y la llevaron a Sima, el mayoral de los ganados, que después la crió cual hija propia hasta que se casó Menón con ella. De este solar, de este linaje viene esta mujer crüel, torpe y soberbia. DIARCO: Extrañas cosas son las que me dices, pero también, Zelabo, considera la maldad que es matar su madre un hombre, y demás de esto, acuérdate del fuerte, del bravo y alto corazón y espíritu de esta cuitada y miserable reina. No te olvides, pues eres buen testigo, de cuando armada de esde el pie a la frente sobre veloz cavallo fiero y alto la veías entrar entre la gente armada de Egipto y Persia y Libia y Etiopía, y no te olvides, que es injusta cosa, de cuando sobre el alto y ancho Indo puso dos mil bajeles, reforzados de admirables pertrechos nunca vistos, de máquinas fortísimas y nuevas, de marineros pláticos y diestros, de municiones y de bastimentos, de chusma, palamenta, jarcias y armas, los cuales se llevaron hasta el río sobre carros tirados de camellos, allanando en mil partes altos montes, levantando en mil partes hondos valles, a cuya famosísima jornada íbamos dos míllones de personas, y la tercera parte de a cavallo. Acuérdate, Zelabo; ten memoria de la naval batalla, del conflito fiero, crüel, horrendo y espantoso, en que mostró la reina tanto esfuerzo, mandando que embistiesen sus baxeles con los del poderoso Escaurobates, re de las grandes Indias Orientales, y entre las aguas, fuegos, flechas, piedras, dardos, lanzas, espadas de las fieras, inumerables gentes del rey indio; ya te acuerdas, Zelabo, la braveza, el inmenso valor y gallardía, la fortaleza y varonil prudencia que la reina mostró, principalmente cuando llegó a embestir su fuerte fusta la real capitana del contrario, que en lugar de aterrarse el tierno pecho de una tierna mujer y delicada la volvieron más fuerte y animosa los altos estampidos del encuentro bravo, terrible, horrendo y temeroso, los bravos truenos, las enormes muertes de los crüeles golpes del acero, de las ardientes llamas de los fuegos, de las corrientes de las altas aguas, y al fin de las horribles furias sueltas entre la gente inumerable y brava, y el ver que el fuego entre las aguas queme soldados, marineros, chusma, ropa, mástiles, jarcias, remos, pavesadas, batallolas, filares, filaretes, ballesteros, crujía, popa, proa, y aun con las obras muertas la rajola, las costillas, la quilla y todo el vaso, no la espantaba, antes la encendía en valor, en braveza, esfuerzo y ánimo, tanto, que su baxel rindió al contrario y de más de otros mil tuvo vitoria. ZELABO: Bien tengo en la memoria, bien me acuerdo, Dïarco, de las grandes maravillas que esta mujer ha hecho en estos años que en hábito de hombre disfrazada ha sido rey y capitán famoso, alcanazndo vitorias y trofeos de todos sus contrarios, sino solo de aquellos que consigo el hombre trae, que son los viles apetitos ciegos, de quien ha sido siempre avasallada. DIARCO: Pues ¿qué diré de su gobierno grande, que en la paz comenzava ya a mostrarse, y de las grandes obras y edificios que ha levantado!.................. Esta ciudad nos sea testimonio; dilo tú, Babilonia ilustre y noble, dígalo tu soberbio y fuerte muro de ladrillo cozido, fabricado con hierro y con y con betún del Is asido, alto docientos pies y ancho cincuenta y que rueda diez leguas puesto en cuadro, y que abraza el gran Eúfrates enmedio, de cien puertas fortísimas cerrado, y que tiene trescientas altas torres. ¿Qué diré de los huertos milagrosos? ¿Qué de la grande copa o pila de oro? ¿Qué del retrato suyo y de cien damas hechos de un monte? ¿Y qué de aquel retrato que la mitad tranzada del cabello y suelta la mitad muestra, mostrando que estando en punto tal, le vino aviso que Babilonia se le rebelaba, y cual estaba así acudió volando a dar remedio al daño urgente, y diólo, antes de dar las trenzas que esperaba el dorado cabello al viento suelto, notable ejemplo de inmortal memoria para remedio de alterados pueblos, súbita, rigurosa medicina a súbita, pestífera dolencia? ¿Qué diré, pues, del célebre obelisco, qué de la puente, qué del alto templo qué de los otros dos lienzos de muro que madre son en la ciudad al río? ¿Qué del orden, gobierno y policía de esta grande república admirable, obra todo y hechura del ingenio del corazón, del ánimo invencible de esta fuerte mujer? ¡Qué inútil peso hace en la tierra fría, fría tierra! ¡Oh vanos pensamientos de los hombres! ¿Para qué tanto amáis las vanidades? ¡Mirá cuán poco dura el bien del suelo, cuán cierto en el mayor contento y gozo es el afán, la pena y desventura! Mirad la que alcanzó el mayor renombre que jamás hasta ella nadie tuvo, pues fué la gran Semíramis llamada. Mirad cuál yace, ¡oh fiero caso!, muerta a manos de su hijo amado y único. ZELABO: Dïarco, escucha, ¿qué rüido suena? A Ninias oigo. DIARCO: Él es, sin duda; él viene. ZELABO: Esperemos aquí, sea lo que fuere. DIARCO: Eledo asoma, y juntamente vienen los consejeros en su compañía.
Salen Zameis NINIAS, JANTO, CREÓN, TROILO, ORISTENES
NINIAS: Después que con tal gozo y alegría os partistes de aquí, mi madre amada, que según yo sospecho, ya sabía que su postrera hora era llegada, mil cosas admirables me decía en amorosas lágrimas bañada, y en medio de su plática süave le vi mudado el rostro y cuerpo en ave. DIARCO: (¡Ha cosa igual! ¿No adviertes la mentira Aparte que de la muerte de su madre ordena? ZELABO: (Sí advierto, y veo que parece en eso, Aparte como en el rostro, a su atrevida madre.) NINIAS: Dos ojos pequeñuelos, encendidos, sus dos claras estrellas se tornaron; las mejillas perdió, frente y oídos; la boca y la nariz pico formaron; dos alas los dos brazos extendidos; piernas y pies en garras se trocaron; pechos, espaldas, cuello y cuerpo, en suma todo se le cubrió de blanca pluma. En una hermosísima paloma al fin vi convertida la difunta, la cual, mirando al cielo, el vuelo toma hacia el Oriente con una alta punta; en esto veo que en el cielo asoma una a mis ojos agradable junta: a Nino y Juno y al potente Belo entonces asomados vi en el cielo. En una blanca nuve perfilada de rubís, perlas y oro relumbrante, la real compañía vi asomada por los claros balcones de levante, adonde la paloma ya llegada fue con amorosísimo semblante de aquellas tres personas recibida y en su divino alcázar acogida. Hirió nuestros oídos, en el punto que llegó la paloma al cielo santo, un tan süave y dulce contrapunto, un tan sonoro y regalado canto, que allá me arrebató con ellos junto con gloria tal, con gusto y gozo tanto, que por gozarle eternamente diera mil vidas, si mil vidas poseyera. Esto es sucintamente lo que pasa y lo que de mi madre amada vimos. ¡Oh, Fortuna crüel, corta y escasa! ¿En qué hijo y vasallos te ofendimos? JANTO: Fuera en nosotros el llorar sin tasa si no quedara en ti lo que perdimos, y el llanto fuera justo en ti si el cielo no te diera, señor, tanto consuelo. Pero pues el eterno Dios piadoso, que en bien del hombre eternamente vela por ese medio extraño y milagroso de la visión, tu espíritu consuela, y a nosotros y al pueblo venturoso en tu herencia mil bienes nos revela, tú enfrena del dolor esos extremos, y nosotros contigo nos gozemos. CREÓN: Conviene, oh sabio príncipe dichoso, que la divina voluntad se haga. TROILO: Y más, viendo que siempre Dios piadoso junta la medicina con la llaga. ORISTENES: Y viendo que el ingrato y desdeñoso la paciencia de Dios gasta y estraga, que es juntamente Dios fuerte y süave, clemente, justiciero, afable y grave. DIARCO: (¡Qué prisa que se dan a consolarle!) Aparte ZELABO: (¡Esos son los engaños de los hombres! Aparte NINIAS: Todo lo entiendo, pero no es posible que pueda tanto la mortal flaqueza que resista del todo un mal terrible, aunque no falte al alma fortaleza, siendo esta llaga en parte tan sensible, dándomela el dolor con tal presteza, es imposible no sentir tormento y enfrenar el primero movimiento. ZELABO: (¡Qué fingir tan astuto y engañoso! Aparte DIARCO: (En cuerpo y alma todo es cual su madre.) Aparte NINIAS: Pero ya reportado, amigos, digo que es gran razón que en vez de desconsuelo con vosotros me goce yo, y conmigo que vosotros tengáis gozo i consuelo, pues como debo en hacer esto sigo la voluntad del hacedor del cielo, cuya mano, que pone y quita leyes, tiene los corazones de los reyes. Y así conforme a esto me resuelvo en que se vuelva el llanto en regocijo, pues contra el cielo, sin razón me buelvo, si de lo que él se alegra yo me aflijo, ya de esta suerte sobre mí revuelvo y lo mejor al bien común elijo, al bien de todos, que es lo que el rey justo ha de mirar primero que a su gusto. Mañana con pregones se publique este fin de mi madre milagroso, y de mi corazón se notifique haciéndose aparato suntüoso, y justo es que esta hora ya se aplique al corporal descanso y el reposo; partíos, pues, ¡oh, fieles consejeros, en mi reino y mi alma los primeros! JANTO: El poderoso Dios contigo quede. CREÓN: El cielo guarde tu real persona. TROILO: Dios, señor, te prospere como puede. ORISTENES: Dios engrandezca tu real corona.
Vanse los cuatro consejeros
NINIAS: Felizmente la muerte me sucede de esta tigre crüel, de esta leona, la cual, amigos, muy contraria ha sido, de lo que habéis agora de mí oído. Tomá esta llave, abrí esa puerta, y fío de los dos esto. ¡Y fïara mi vida! Ese sangriento cuerpo muerto y frío es mi madre, no en ave convertida. Y de este caso y del intento mío yo os haré relación larga y cumplida. Agora vamos con presteza luego dar ese lacivo cuerpo al fuego.
Sale la TRAGEDIA
TRAGEDIA: De valor, de bondad, de cortesía, de engaño, de maldad y de malicia, de discreción, de amor, de valentía, de pasión, de rencor y de codicia, de vicio, de crueldad, de tirañía, de gobierno, de paz y de milicia, ilustre ejemplo doy al alma ilustre con que su lustre, como debe, ilustre.

FIN DE LA TRAGEDIA DE LA GRAN SEMÍRAMIS


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002