LA VENGANZA DE TAMAR

Tirso de Molina (Gabriel Téllez)

Este texto electrónico fue preparada por Vern Williamsen en 1998. Se basa en el texto de PARTE TERCERA DE LAS COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA (Tortosa: Francisco Martorell, 1634) que ha sido cotejado con la edición de don Emilio Cotarelo y Mori (COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, tomo I, NBAE 4, 1906).


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen AMÓN, de camino, ELIAZER y JONADAB, hebreos
AMÓN: Quitadme aquestas espuelas y descalzadme estas botas. ELIAZER: Ya de ver murallas rotas, por cuyas escalas vuelas, debes de venir cansado. AMÓN: Es mí padre pertinaz; ni viejo admite la paz, ni mozo quita del lado el acero que desciño. JONADAB: De eso, señor, no te espantes quien descabezó gigantes y comenzó a vencer niño, si es otra naturaleza la poderosa costumbre, viejo, tendrá pesadumbre con la paz. ELIAZER: A la grandeza del reino que le corona por sus hazañas subió. AMÓN: No soy tan soldado yo cual de él la fama pregona. De los amonitas cerque David su idólatra corte; máquinas la industria corte con que a sus muros se acerque; que si en eso se halla bien porque sus reinos mejora, más quiero, Eliazer, una hora de nuestra Jerusalén, que cuantas victorias dan a su nombre eterna fama. ELIAZER: Si fueras de alguna dama alambicado galán, no me espanto que la ausencia te hiciera la guerra odiosa; que, amor que en la paz reposa, pierde armado la paciencia. Mas, no amando, aborrecer las armas, que de pesadas suelen ser desamoradas, cosa es nueva. AMÓN: Sí, Eliazer; nueva es, por eso la apruebo; en todo soy singular; que no es digno de estimar el que no inventa algo nuevo.
Salen ABSALÓN, ADONÍAS y otros, de camino
ABSALÓN: No gozaremos las treguas que el rey da al contrario bien, no estando en Jerusalén. ADONÍAS: Corrido habemos las leguas que hay de Rabata hasta aquí, volando. ABSALÓN: ¡Qué bien pensó quien las postas inventó! ELIAZER: No, a lo menos para mí. Doylas a la maldición que, batanando jornadas, me han puesto las dos lunadas como ruedas de salmón. ABSALÓN: ¡Oh, Eliazer! ¿También tú gozas treguas acá? ELIAZER: ¿Qué querías? AMÓN: ¡Oh, mi Absalón, mi Adonías! ¿Aquí? ABSALÓN: Travesuras mozas nunca, hermano, están despacio; troquemos en nuestra tierra por las tiendas de la guerra los salones de palacio. Diez días que han de durar las treguas que al Amonita David da, el Amor permita sus murallas escalar. AMÓN: ¿Murallas de Amor? ABSALÓN: Bien puedes permitirles este nombre. Amando de noche un hombre, ¿no asalta también paredes? ¿Ventanas altas no escala? ¿No ronda? ¿El nombre no da? ¿Trazando ardides no está? Luego Amor, a Marte iguala. AMÓN: No te quiero replicar; ya sé que tiene gran parte Amor, que es hijo de Marte, y lo que hay de Marte a amar. ABSALÓN: En ti, príncipe, infinito; pues, con ser tan gran soldado, nunca fuiste enamorado. AMÓN: Poco sus llamas permito. No sé ser tan conversable como mi hermano Absalón. ABSALÓN: La hermosura es perfección, y lo perfecto es amable. Hízome hermoso mi suerte y a todas me comunico. AMÓN: Estás de cabellos rico y así puedes atreverte; que, a guedeja que les des las que muertas, por las tiendas te porfían que los vendas, tendrán en ti su interés; pues, si no miente la fama, tanto tu cabeza vale, que me afirman que te sale a cabello cada dama. ELIAZER: Si así sus defectos salvas ¿qué mucho te quieran bien, pues toda Jerusalén te llama Socorre-calvas? Y las muchas que compones debiéndote sus bellezas, hacen que haya en las cabezas infinitos Absalones. Ristros puedes hacer de ellas. ABSALÓN: Eliazer, conceptos bajos dices. ELIAZER: Fueran ristros de ajos, si no es por ti, las más bellas. ABSALÓN: En fin, ¿el príncipe da en no querer a ninguna? AMÓN: Hasta encontrar con alguna perfecta, no me verá en su minuta el Amor. ABSALÓN: Elisabet, ¿no es hermosa? AMÓN: De cerca no, que es ojosa. ADONÍAS: ¿Y Ester? AMÓN: Tiene buen color, pero mala dentadura. ELIAZER: ¿Delvora? AMÓN: Es grande de boca. JONADAB: ¿Atalía? AMÓN: Ésa es muy loca, y pequeña de estatura. ABSALÓN: No tiene falta María. AMÓN: ¿Ser melindrosa no es falta? ADONÍAS: ¿Dina? AMÓN: Enfádame por alta. ELIAZER: ¿Rut? AMÓN: Es negra. JONADAB: ¿Raquel? AMÓN: Fría. ABSALÓN: ¿Aristóbola? AMÓN: Es común; habla con ciento en un año. ABSALÓN: ¿Judit? AMÓN: Tiene mucho paño, y huele siempre a betún. ADONÍAS: ¿Marta? AMÓN: Encubre muchos granos. ELIAZER: ¿Alejandra? AMÓN: Es algo espesa. JONADAB: ¿Jezabel? AMÓN: Dícenme que ésa trae juanetes en las manos. ABSALÓN: ¿Zilene? AMÓN: Rostro bizarro, mas, flaca e impertinente. ELIAZER: Pues no hallas quien te contente, haz una dama de barro. ABSALÓN: ¡Válgate Dios por Amón! ¡Qué satírico que estás! AMÓN: No has de verme amar jamás; tengo mala condición. ADONÍAS: ¿Luego no querrás mañana en la noche, ir a la fiesta y boda que a Elisa apresta la mocedad cortesana? AMÓN: ¿Con quién se casa? ADONÍAS: ¿Eso ignoras? Con Josefo de Isacar. AMÓN: Bella mujer le han de dar. ABSALÓN: Tú que nunca te enamoras, no la tendrás por muy bella. ¿Piensas ir allá? AMÓN: No sé. ADONÍAS: Hay bravo sarao. AMÓN: Iré a danzar, más que no a vella. Pero ha de ser disfrazado si es que máscaras se admiten. ADONÍAS: En los saraos se permiten. AMÓN: ¡Lástima tengo al casado con una mujer a cuestas! ELIAZER: Poco en eso te pareces a tu padre. AMÓN: Muchas veces de ese modo me molestas. Ya sé que a David, mi padre, no le han parecido mal, testigo la de Nabal y Bersabé, hermosa madre del risueño Salomón. ADONÍAS: Y las muchas concubinas, cuyas bellezas divinas milagro del mundo son. ABSALÓN: Gana he tenido de verlas AMÓN: Guárdalas el rey, de suerte que aun no ha de poder la muerte hallar por donde vencerlas. ABSALÓN: El recato de palacio y poca seguridad de la femenil beldad no las deja ver despacio. Mas, por Dios, que ha pocos días que a una muchacha que vi entre ellas, Amón, le di toda el alma. AMÓN: Oye, Adonías, del modo que está Absalón. ¿A la mujer de tu padre? ABSALÓN: Sólo perdono a mi madre. Tengo tal inclinación, que con quien celebra bodas, envidiando su vejez, me enamoro, y habrá vez en que he de gozarlas todas. AMÓN: La belleza y la locura son hermanas. Eres bello y estás loco. ADONÍAS: A tu cabello atribuye tu ventura y no digas desatinos. Ya es de noche, ¿qué has de hacer? ABSALÓN: Cierta dama he de ir a ver, en durmiendo sus vecinos. ADONÍAS: Yo me pierdo por jugar. AMÓN: Yo que ni adoro ni juego leeré versos. ABSALÓN: Buen sosiego. AMÓN: En esto quiero imitar a David, pues no le imito en amar, ni quiero tanto. ABSALÓN: Serás poeta a lo santo. AMÓN: Los psalmos en verso ha escrito; que es Dios la musa perfeta, que en él influyendo está. ADONÍAS: Misterios escribirá, que es guerrero y es profeta.
Vanse ABSALÓN y ADONÍAS
ELIAZER: ¿Qué habemos de hacer agora? AMÓN: No sé qué se me ha antojado. ELIAZER: ¿Mas si estuvieres preñado? AMÓN: Tanta mujer que enamora a mi padre, ausente y viejo, ¿qué puede hacer encerrada? pues, es cosa averiguada que la que es de honor espejo en la lealtad y opinión, en fin, es frágil sujeto Y un animal imperfeto. JONADAB: Si toda la privación es del apetito madre, deseará su liviandad el hombre, que es su mitad; y no estando ya tu padre para fiestas, ya lo ves... ELIAZER: Iráseles en deseos todo el tiempo, sin empleos de su gusto. JONADAB: Rigor es digno de mirar despacio. AMÓN: Bien filosofáis los dos. ELIAZER: Lástima tengo, por Dios, a las damas de palacio encerradas como en hucha. AMÓN: El tiempo está algo pesado, y con la noche y nublado la oscuridad que hace, es mucha. ¿Quién duda que en el jardín pedirán limosna al fresco las damas? Lo que apetezco he de ejecutar, en fin. Curioso tengo hoy de ser. ELIAZER: ¿Pues qué intentas? AMÓN: ¿Qué? Saltar aqueste muro y entrar dentro del parque, Eliazer, y ver qué conversación a las damas entretiene de palacio. ELIAZER: Si el rey viene a saberlo, no es razón que le enojes; pues no ignoras que al que aquí dentro cogiese, por más principal que fuese viviría pocas horas; que las casas de los reyes gozan de la inmunidad de los templos. AMÓN: Es verdad; mas no se entienden las leyes con el príncipe heredero. Príncipe soy de Israel, el calor que hace es crüel, y así divertirme quiero. En dando yo en una cosa, ya sabes que he de salir con ella. JONADAB: Empieza a subir; mas siendo tan peligrosa y de tan poco provecho no me parece que es justo. AMÓN: Provecho es hacer mi gusto. ELIAZER: ¿Y después que le hayas hecho? AMÓN: Esto ha de ser, ¡vive Dios! Vamos los tres a buscar por donde poder entrar. ELIAZER: ¿Entrar, quién? AMÓN: Yo, que los dos fuera me esperaréis. ELIAZER: Alto. AMÓN: Hacia allí he visto unas hiedras, que abrazadas a sus piedras, aunque el muro está bien alto, de escala me servirán. ELIAZER: Vamos, y a subir empieza. En dándole en la cabeza una cosa, no podrán persuadirle a lo contrario catorce predicadores. JONADAB: ¡Qué extraños son los señores! ELIAZER: Y el nuestro, ¡qué temerario!
Vanse todos. Salen DINA con guitarra, y TAMAR
TAMAR: ¿Viste jamás tal calor? Aunque tú mejor lo pasas que yo. DINA: ¿Pues por qué mejor? TAMAR: Porque no juntas las brasas del tiempo, al fuego de amor. Mas yo, que no puedo más; y a mi amor junto el bochorno que hace. DINA: ¡Donosa estás! TAMAR: ¿Qué seré? DINA: Serás un horno, en que a Joab cocerás pan de tiernos pensamientos, a sustentarle bastantes contra recelos violentos. TAMAR: Sí, que en eso a los amantes paga Amor en alimentos. DINA: ¡Notable calma! No mueve una hoja el viento siquiera. TAMAR: Si aquesta fuente se atreve a aplacar su furia fiera que en la taza de oro bebe de su arena aqueste prado, dénos su margen asiento. DINA: En cojines de brocado sus flores de ciento en ciento te ofrecen su real estrado; que, en fin, como eres infanta no te contentas con menos. TAMAR: Pues traes instrumentos, canta; que en los jardines amenos así Amor su mal espanta. DINA: Yo no tengo que espantar, que no estoy enamorada; ni al viento puedes llamar; pues siendo tan celebrada en la música Tamar como en la belleza, a oírte correrá el céfiro manso, alegre por divertirte. TAMAR: ¿Lisonjéasme? DINA: Descanso si amores llego a decirte.
Sale AMÓN, sin ser visto por ellas
AMÓN: La mocedad no repara en cuanto intenta y procura; la noche mi gusto ampara, cuanto me entristece oscura me alegra esta fuente clara. Como no sé dónde estoy, en cuanto topo tropiezo. .................... [-oy] DINA: Cuando yo a cantar empiezo, treguas a mis penas doy. TAMAR: Dame, pues, ese instrumento. AMÓN: Mi deseo se cumplió. Aquí hablar mujeres siento. TAMAR: La música se inventó en alivio del tormento. AMÓN: Cantar quieren; no pudiera venir a tiempo mejor. TAMAR: ¡Ay si mi amante me oyera! AMÓN: No hay parte en que no entre amor. Hasta aquí llegó su esfera.
Canta
TAMAR: "Ligero pensamiento, del amor, pájaro alegre, que viste la esperanza de plumas y alas verdes; si fuente de tus gustos es mi querido ausente, donde amoroso asistes, donde sediento bebes, tu vuelta no dilates cuando a su vista llegues, que me darán tus dichas envidia si no vuelves. Pajarito que vas a la fuente, bebe y vente. Correo de mis quejas serás cuando le lleves en pliegos de suspiros sospechas impacientes Con tu amoroso pico; si en mi memoria duerme, del sueño de su olvido es bien que le despiertes; castígale descuidos, amores le agradece, preséntale firmezas, favores le promete. Pajarito que vas a la fuente, bebe y vente." AMÓN: ¡Qué voz tan apacible! ¡Qué quejas tan ardientes! ¡Qué acentos tan süaves! ¡Ay, Dios! ¿Qué hechizo es éste? A su meliflüo canto, corrido el viento vuelve, que en fe que se detuvo, muy bicn puede correrse; y por acompañar su voz, la hace que temple los tiples de estas hojas, los bajos de estas fuentes, Amor, no sé qué os diga, si vuestro rigor viene a oscuras y de noche porque los ojos cierre, como a la voz iguale la belleza que suele ser ángel en acentos y en rostro ser serpiente ¡Triunfad, niño absoluto, de un corazón rebelde, si rústico, ya noble, si libre, ya obediente! DINA: Vuelve a cantar, señora, que por oírte y verte el sol, músico ilustre, anticiparse quiere. AMÓN: Si por verla y oirla sus rayos amanecen, ¿quién duda que es hermosa? ¿Quién duda que conviene su cara con su canto? ¡Ay, Dios, quién mereciese atestiguar de vista lo que de oídos siente! TAMAR: ¡Qué he de cantar, si lloro! AMÓN: Entrad, celos crüeles; servid de rudimentos con que mi amor comience. ¿Mujer ausente y firme? ¿Celoso yo y presente? ¿Sin ver enamorado? ¿Hoy libre y hoy con leyes? ¡Oh, milagrosa fuerza de un ciego dios que vence, sin ojos y con alas, cuanto desnudo, fuerte! DINA: Así tu amante goces, y de tus años cuentes los lustros a millares en primavera siempre, que, prosiguiendo, alivies el calor que suspendes y olvidas con oírte. TAMAR: Va, pues que tú lo quieres.
Canta
"¡Ay, pensarniento mío, cuanto allá te detienes! ¡Qué leve que te partes! ¡Con qué pereza vuelves! ¡Celosa estoy que goces de mi adorado ausente la vista con que aplacas la ardiente sed de verle! Si acaso de sus labios el dulce néctar bebes, que labran sus palabras y hurtarle algunas puedes. Pajarito que vas a la fuente, bebe y vente." AMÓN: ¿Hay más apacible rato? ¡Espíritus celestiales, si entre músicas mortales, ver queréis vuestro retrato, venid conmigo! Acercarme quiero un poco; mas caí.
Cae
TAMAR: ¡Ay, cielos! ¿Quién está ahí? AMÓN: Ya es imposible ocultarme, aunque la noche es de suerte que mentir mi nombre puedo; pues con su oscuridad quedo seguro que nadie acierte y vea el traje en que estoy. TAMAR: ¿Qué es esto? AMÓN: Déme la mano; hijo soy del hortelano, que he caído. Al diablo doy la música, que ella hué ocasión que tropezase en un tronco y me quebrase la espinilla, ¿no me ve? DINA: ¿No veis vos por dónde andáis, y os hemos de ver nosotras? AMÓN: ¡Pardios, damas o quillotras, lindamente lo cantáis! Oyéraos yo doce días sin dormir. TAMAR: ¿Haos contentado? AMÓN: ¡Pardiós, que lo habéis cantado como un gigante Golías! Dadme la mano, que peso un monte. [(Se la tomé. Aparte Juro que cuando besé]
Bésasela
que a la miel me supo el beso.) TAMAR: Atrevido sois, villano. AMÓN: ¿Qué quiere? Siempre se vido, ser dichoso el atrevido. TAMAR: Al fin, ¿sois el hortelano? AMÓN: ¡Sí, pardiez, e inficionado a músicas! DINA: ¡Buen modorro! AMÓN: ¡Pardios, vos tenéis buen chorro! Si en la cara os ha ayudado como en la voz la ventura, con todo os podéis alzar; aunque no se suele hallar con buena voz la hermosura. TAMAR: Tosco pensamiento es ése. AMÓN: ¿No suele, aunque esto os espanta, decirse a la que bien canta, "quién te oyese y no te viese?" TAMAR: Cumpliráos ese deseo la oscuridad que hace agora. AMÓN: Antes me aburro, señora, pues ya que os oí no os veo. TAMAR: Pues, ¿no me habéis conocido? AMÓN: Sois tantas las que aquí estáis, y de día y noche andáis pasando el jardín florido, que como no me expliquéis vueso nombre, no me espanto que no os conozca en el canto; porque aunque tal vez lleguéis a retozarme, y me quejo de más de un pellizco y dos que me dais, quizá--¡pardiós!-- porque el rey, que ya está viejo, os cumple mal de josticia, tiniendo tanta mujer, soy rudo en el conocer. TAMAR: ¡Qué villano! DINA: ¡Y qué malicia! TAMAR: ¡Fïad burlas de esta gente! AMÓN: ¿Quiere decirme quién es y llevaréla después de flor y fruta un presente? TAMAR: Sois muy hablador. AMÓN: (El guante Aparte de la mano le quité
Quítale el guante de la mano
cuando a besarla llegué.) TAMAR: Vamos. AMÓN: No se vaya, cante; ¡Así le remoce el cielo a David, si es su marido! TAMAR: Mi guante se me ha caído. AMÓN: Debe de estar en el suelo. Halléle--¡pardiós!--que gano en hallazgos mucho ya. TAMAR: ¿Qué es de él? AMÓN: Tome. TAMAR: Dadle acá. AMÓN: (Beséla otra vez la mano.) Aparte
Bésasela
TAMAR: ¿Quién tanta licencia os dió? Villano. AMÓN: Mi dicha sola. TAMAR: Dadme acá el guante. AMÓN: Mamóla.
Vásele a dar y búrlala
TAMAR: ¿Luego no le hallaste? AMÓN: No. TAMAR: ¿No gustas de lo que pasa? DINA: Buen jardinero. AMÓN: (De Amor) Aparte ¿Que pensáis todo esto es flor? TAMAR: Yo haré que os echen de casa. ¡Vamos! DINA: ¿Has de ver mañana la boda de Elisa? TAMAR: Sí. DINA: ¿Qué vestido? TAMAR: Carmesí. AMÓN: Seréis un clavel de grana. (De aquí mis venturas saco.) Aparte Qué, ¿sin cantar más se van? ¿Sus nombres no me dirán? DINA: No, que sois un gran bellaco.
Vanse
AMÓN: Agora, noche, sí que a oscuras quedo, pues un sol hasta aquí tuve delante; libre de amor entré, ya salgo amante; reíame antes de él, ya llorar puedo. ¡Ay, amorosa voz, oscuro enredo! ¡Cifrad vuestra ventura en solo un guante, que si iguala a su música el semblante victorioso quedáis, yo os lo concedo! ¡Cuando más descuidado, más rendido! Sin saber a quien quiero, enamorado; asaltando murallas y vencido! Mas dichoso, rapaz, vuestro cuidado, si sacando quién es por el vestido, la suerte echáis no en blanco, en encarnado.
Vase. Salen ABSALÓN, ADONÍAS, ABIGAÍL, reina, y BERSABÉ
ABIGAÍL: ¿Quedaba el rey, mi señor, bueno? ABSALÓN: Alegre salud goza; que en el bélico furor parece que se remoza y le da sangre el valor. ABIGAÍL: Quitarále la memoria de nosotras, el deseo del triunfo de esa victoria. ADONÍAS: Amaros es su trofeo; conservaros es su gloria. ABSALÓN: Poca ocasión habrá dado a que su olvido os espante; pues no sé que se haya hallado, ni en guerra, más firme amante, ni en paz, más diestro soldado. En la más ardua victoria es vuestro amor buen testigo que tiene, en fe de su gloria, la espada en el enemigo y en vosotras la memoria. ADONÍAS: Bien sabe eso Bersabé y Abigail no lo ignora. ABIGAÍL: Que estoy triste sin él, sé. BERSABÉ: Y yo que en su ausencia llora quien vive cuando le ve. ABIGAÍL: ¿Pensáis volveros tan presto al cerco? ADONÍAS: Las treguas son tan breves, que el rey ha puesto que no sufran dilación. ABSALÓN: Yo, mañana, estoy dispuesto a partirme. ADONÍAS: Y yo también. ABIGAÍL: Escribiré con los dos al rey, que si quiere bien dedique psalmos a Dios, seguro en Jerusalén, y en la guerra no consuma la plata que peina helada, que, aunque en su esfuerzo presuma, el viejo cuelga la espada y el sabio juega la pluma. ABSALÓN: A ambas cosas se acomoda mi padre. BERSABÉ: Galán venís, Absalón. ABSALÓN: Soy hoy de boda. BERSABÉ: Y vos, infante, salís para que la corte toda se vaya tras vos perdida. ADONÍAS: Autorizamos la fiesta que es la novia conocida.
Salen AMÓN, muy triste, y JONADAB y ELIAZER
ELIAZER: ¿Qué novedad será ésta, señor? AMÓN: Es mudar de vida. JONADAB: ¿Qué te sucedió que así desde que el jardín entraste, ni duermes, ni estás en ti? ELIAZER: ¿Qué viste cuando llegaste? AMÓN: Triste estoy porque no vi. Dejadme, que de opinión y vida, mudar pretendo; no quiero conversación, porque va, con quien me entiendo sólo es mi imaginación. (¡Ay, encarnado vestido, Aparte si a verme salieses ya! ABSALÓN: ¡Oh, príncipe! ABIGAÍL: ¡Amón querido! AMÓN: Las treguas que David da a veros nos han traído. ADONÍAS: Y agora el casarse Elisa, nuevas fiestas ocasiona que dan a las galas prisa. AMÓN: Merécelo su persona. ABSALÓN: Para vos cosa de risa son casamientos y amores. AMÓN: No sé lo que en eso os diga.
Sale un CRIADO
CRIADO: Josefo espera, señores, que le honréis. ADONÍAS: Y él nos obliga a que le hagamos favores. ABSALÓN: ¿Venís, príncipe? AMÓN: Después, que tengo qué hacer agora. ABSALÓN: Adonías, vamos pues.
Vanse todos menos AMÓN
AMÓN: Salid ya, encarnada aurora, prostraréme a vuestros pies, salid, celeste armonía que en la voz enamoráis, vea vuestro sol mi día, y sepa yo si igualáis la cara a la melodía. ¿Si mudará parecer? ¿Si trocará la color que mi remedio ha de ser? ¿Si querrá vengarse Amor de mi libre proceder? No lo permitáis, dios ciego; sepa yo, pues que me abraso, quién es la que enciende el fuego; no hagáis de arrogancias caso, pues las armas os entrego. Ya salen acompañando a los desposados, todos.
Salen la MÚSICA y toda la compañía de dos en dos muy bizarros; y saca TAMAR un vestido rico de carmesí, y los novios detrás; dan una vuelta y éntranse
Dudo, alegre, terno amando; ¡ay, Amor! ¡Por qué de modos almas estáis abrasando! Quiero, escondido, de aquí, ver sin ser visto, si pasa quien me tiraniza así. ¡Ay Dios, ya el fuego me abrasa de un vestido carmesí! ¿No es ésta de lo encarnado mi hermana? ¿No es ésta, cielos, Tamar? ¡Buena suerte he echado! ¡Ay, imposibles desvelos! ¿De mi hermana enamorado? ¡Malhaya el jardín, amén; la noche triste y oscura, mi vuelta a Jerusalén; malhaya, amén, mi locura, que para mal de mi bien, libre me obligó a saltar los muros de Amor tirano! ¡Alma, morir y callar, que siendo amante y hermano lo mejor es olvidar! Más vale, cielos, que muera dentro mi pecho esta llama sin que salga el fuego afuera; ausente, olvida quien ama, amor es pasión ligera. Al cerco quiero partirme, que a los principios se aplaca la pasión que no es tan firme. ¡Eliazer!
Salen ELIAZER y JONADAB
ELIAZER: Gran señor. AMÓN: Saca... ELIAZER: ¿Qué quieres? AMÓN: Quiero vestirme de camino y al campo ir. Preven tus botas y espuelas. JONADAB: Postas voy a prevenir. AMÓN: Pero ciego y con pigüelas, ¿cómo podrá el sacre huír? Deja eso; dame un vaquero de tela, sácame un rostro,
Vanse ELIAZER y JONADAB
que hallarme en el sarao quiero. De imposibles soy un mostro; esperando desespero. Ame el delfín al cantor, al plátano el persa adore a la estatua tenga amor el otro, el bruto enamore la asiria de más valor; que de mi locura vana el tormento es más atroz y la pasión más tirana, pues me enamoró una voz y adoro a mi misma hermana.
Salen ELIAZER y JONADAB
JONADAB: Aquí están rostro y difraz. AMÓN: Vístemé, pues; pero quita que este rigor pertinaz con la razón precipita de mi sosiego la paz ¡Dejadme solo! ¿No os vais? ELIAZER: (¿Qué le habrá dado a este loco? Aparte
Vanse ELIAZER y JONADAB
AMÓN: Penas, si esto amor llamáis, en distancia y tiempo poco su infierno experimentáis. No quiera Dios que un deseo desatinado y crüel venza con amor tan feo a un príncipe de Israel. Morir es noble trofeo. Incurable es mi dolor; pues ya soy vuestro vasallo ciego dios, dadme favor por que adorar y callallo son imposibles de amor.
Vase. Salen todos los de la boda, y TAMAR con ellos, y siéntanse
TAMAR: Gocéis, Josefo, el estado con Elisa, años prolijos, con la vejez coronado de nobles y hermosos hijos, fruto de amor sazonado. JOSEFO: Si vuestra alteza nos da tan felices parabienes ¿quién duda que gozará nuestra ventura los bienes que nos prometemos ya? ELISA: A lo menos descaremos toda esa dicha, señora, porque con ella paguemos lo mucho que desde agora a vuestra alteza debemos.
Sale un CRIADO
CRIADO: Máscaras quieren danzar. TAMAR: Dése principio a la fiesta.
Sale AMÓN de máscara
JOSEFO: El cielo pintó en Tamar con una hermosura honesta un donaire singular.
Danzan y entretanto AMÓN, de máscara, hinca la rodilla al lado de TAMAR
AMÓN: (¿De qué sirve entre los dos Aparte mi rebelde resistencia, Amor, si en fuerzas sois Dios y tiráis con tal violencia que al fin me lleváis tras vos? Desocupado está el puesto de mi imposible tirana; deudor os soy solo en esto. ¡Qué de estorbos, crüel hermana, en mi amor el cielo ha puesto!)
Habla a TAMAR
Por gozar tal coyuntura bien me holgara yo, señora, que casara mi ventura una dama cada hora; puesto que la noche oscura también voluntades casa, hecho tálamo un jardín, donde, cuando el tiempo abrasa, con voces de un serafin hizo cielo vuestra casa. .................. [-ín]. Yo sé quien, antes de veros, enamorado de oíros, los árboles lisonjeros movió anoche con suspiros y a vos no pudo moveros. Yo sé quien besó una mano dos veces--¡fueran dos mil!-- yo sé... TAMAR: Fingido hortelano, para vuestro mal sutil y para mi honor villano; ya el engaño he colegido, que en fe de su oscuridad, os hizo anoche atrevido. La sagrada inmunidad del palacio habéis rompido; pero, agradeced que intento no dar a esta fiesta fin que lastime su contento; que hoy os sirviera el jardin de castigo y escarmiento. AMÓN: De castigo, cosa es clara, que vuestro gusto cumplió mi fortuna siempre avara, pero de escarmiento no. ¡Ojalá que escarmentara yo en mí mismo! Más no temo castigos, que el cielo me hizo sin temor, con tanto extremo que yo mismo el fuego atizo y brasas en que me quemo. TAMAR: ¿Quién sois vos, que habláis ansí? AMÓN: Un compuesto de contrarios, que desde el punto que os vi, me atormentan, temerarios, y todos son contra mí. Una quimera encantada; soy una esfinge en quien lucho, un volcán en nieve helada, y, en fin, por ser con vos mucho, no vengo, infanta, a ser nada. TAMAR: ¿Vióse loco semejante? AMÓN: Yo sé que anoche perdistes, porque yo ganase, un guante; la mano que a un pastor distes dadla agora a un firme amante. TAMAR: Máscara descomedida, levantáos luego de aquí, que haré quitaros la vida. AMÓN: Esa anoche la perdí; tarde vendrá quien la pida. Mas, pues no es bien que un villano más favor de noche hagáis que a un ilustre cortesano, que queráis o no queráis os he de besar la mano.
Bésala y vase
TAMAR: ¡Ola, matadme ese hombre!
Levántanse todos
¡Dejad la fiesta, seguidle! JOSEFO: ¿Qué tienes? ¿Qué hay que te asombre? TAMAR: ¡No me repliquéis, heridle. ¡Dadle muerte o dadme nombre de desdichada! ELIAZER: Dejemos el sarao, que hacer es justo lo que manda. JOSEFO: Siempre vemos que del más cumplido gusto son pesares los extremos.

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

La venganza de Tamar, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 25 Jun 2002