ACTO TERCERO


 
Sale GULÍN, de labrador, TORBISCO y GARBÓN, villanos
TORBISCO: Sea para bien, Gulín, el nuevo cargo y oficio. GULÍN: Aunque soy en él novicio, pues no soy del campo, en fin, yo mostraré en mi talento que soy persona de tomo. Hízome su mayordomo Nineucio, el rico avariento, que así le llama la gente, de esta granja, y pienso en ella mostrar que sé merecella por guardoso y diligente. GARBÓN: Qué es lo que moverle pudo a recibiros, un hombre tan miserable? GULÍN: Mi nombre. Entré en su casa desnudo, con el pródigo perdido, envïóle enhoramala, que así a los pobres regala, sin dalle un pobre vestido; y queriendo hacer de mí lo propio, me preguntó, "¿Quién sois vos?" Díjele yo, "Lacayo pródigo fui, y Gulín es mi apellido.¯" "Si de gula se deriva," dijo, "justo es que os reciba. En gracia me habéis caído. De la gula esclavo soy, y en fe de ello honraros quiero; mi mayordomo y quintero habéis de ser desde hoy." Dióme de vestir, y, en fin, su quintero me entitula, que siendo su dios la gula, fuerza es que medre Gulín. TORBISCO: No es poca vuestra ventura, que según el año pasa estéril todo, en su casa la vida estará segura. GARBÓN: Toda esta región perece de hambre. GULÍN: ¡Rigor extraño! TORBISCO: No ha crecido el Nilo hogaño, y con su olvido padece el campo, común sustento de los hombres y los brutos. GARBÓN: En Egipto, siempre enjutos los cielos, niegan al viento las preñeces de sus nubes, porque jamás en él llueve; al Nilo sólo se debe la vida. TORBISCO: ¿Por qué no subes como sueles, rey de ríos, y rompiendo tu prisión, gozas la jurisdicción que ensancha tus señoríos? GARBÓN: ¿Por qué los campos no riegas que el cielo fïarte quiso, si es tu padre el Paraíso, y a Ceres el censo niegas que tantos años le has dado? GULÍN: Como agora los señores son tan malos pagadores, los habrá el Nilo imitado. Por tasa ración nos dan, tasajos mal sazonados y pan tosco de salvados. TORBISCO: Para la hambre no hay mal pan. GULÍN: Cada cual cuidado tome de trabajar mientras pasa este año, que en esta casa quien no trabaja, no come. GARBÓN: Yo soy vaquero. TORBISCO: Yo guaro el ganado que se pierde a falta del pasto verde. GULÍN: Y yo con mi gabán pardo soy quintero y mayoral. TORBISCO: Murió el porquerizo ayer. GARBÓN: De pura hambre debió ser. TORBISCO: Y es la necesidad tal, que su oficio se pretende de muchos con la porfía que el cetro de Alejandría. GULÍN: La hambre todo lo vende, quien me diere más por él llevará su investidura. GARBÓN: Buen cargo. TORBISCO: ¿Por qué procura Nineucio, si de Israel es natural, y el hebreo no puede comer tocino, crïar lechones? GULÍN: El vino dispensa con él. TORBISCO: Ya veo la amistad que han profesado el dios vino y dios jamón; mas como a vuestra nación ese manjar se ha vedado, de que le coma, recibo, nuestro Nineucio, pesar. GULÍN: En lógica os he de dar la respuesta. Un relativo es imposible que esté sin correlativo. El vino es relación del tocino desde el tiempo de Noé. Nineucio, que a cangilones bebe, le come en efeto, porque estima el ser sujeto de aquellas dos relaciones. Y en lo que toca a pecar, no repara si hay comida, porque niega la otra vida, y en ésta quiere triunfar. TORBISCO: ¡Qué bárbaro parecer! GULÍN: Beba y coma hasta morir, que unos beben por vivir, pero él vive por beber. Y con esto, alto aquí. A trabajar, que ya es hora.
Sale LAURETA, pastora
LAURETA: Felicia, nuesa señora, está en la granja. Venid a recibirla. TORBISCO: ¿Nuesa ama? LAURETA: La mujer de nueso dueño. GULÍN: ¿Pues a qué vendrá? LAURETA: Del sueño y gula de quien no la ama se queja, y por consolarse, salir al campo ha querido. GULÍN: No suple el campo un marido. Pues quiso con él casarse, pena tiene merecida. Páguela. TORBISCO: También lo digo. GULÍN: Mas venid todos conmigo a darle la bienvenida.
Vanse todos. Sale LIBERIO, muy roto
LIBERIO: Árbol se llama al revés el hombre, y si en todos ellos son raíces sus cabellos, y son los ramos sus pies, árbol con propiedad es que más perfección encierra; mas--¡ay, de mí!--¡cuánto yerra quien por gustos de mentira, raíces que el cielo mira, quiere arraigar en la tierra! Por lo caduco, lo eterno desprecié; cuando árbol fui, hojas y flor me vestí de mi edad en mayo tierno; no se acuerda del invierno el árbol en los veranos. Despojáronme hortelanos o amigos, cuyos empleos al disfrutar son briareos, y al plantar no tienen manos, ¡Quien ve al hortelano astuto cavar con el azadón un tronco, porque en sazón cobre de sus ramos fruto! Con el estiércol enjuto le lisonjea, y después, en fe, que es todo interés, ejecutarle procura, que lo que le dio en basura, le roba en fruta después. ¿Qué fue lo que darme pudo el mundo, sino vilezas de vicios y de torpezas, que aun nombrar agora dudo? Ya despojado y desnudo soy árbol de su venganza; y aun menos, que en tal mudanza el árbol desnudo espera vestirse en la primavera, y yo ni aun tengo esperanza. Todo Egipto llora hambriento. Hasta en esto infeliz fui, pues en tiempo empobrecí que no hay quien me dé sustento. Ni tengo fuerzas ni aliento, ni de aquí puedo pasar. La mayor pena y azar que a sentir un pobre viene, es cuando pide al que tiene excusa para no dar. Granja es esta; ¿podré ir a pedir limosna? no, porque no hay para el que dió, afrenta como el pedir. No hay de servil a servir nada, si una letra mudo; servir quisiera, mas dudo aun dichoso en esto ser, porque ¿quién ha de querer a un pobre, hambriento y desnudo?
Sale GULÍN
GULÍN: Para comida de priesa bástale un pavo y capón. Haz que los asen, Garbón, y en el jardín pon la mesa, LIBERIO: (Este hombre debe ser Aparte el que administra esta hacienda. Temo que en verme se ofenda, que aun no estoy ya para ver.)
De rodillas
Señor, la necesidad, que tan adelante pasa... GULÍN: Hermano, en aquesta casa no hay limosna; perdonad. Tengo un amo comilón, de pobres tan enemigo, que si lo que manda sigo, y os llevo allá, es tan tragón, que os comerá, aunque le sobre la hacienda, porque ha sabido que todo pobre es manido, y quiere almorzarse un pobre. Idos, antes que un mastín os trinche una pierna. LIBERIO: (¡Cielo! Aparte ¿no es este Gulín?) GULÍN: Recelo que si en casa os ven... LIBERIO: Gulín, ¿no me conoces? GULÍN: ¿De "tú" a mí, un pobre? ¡Gatuperio! LIBERIO: ¿No conoces a Liberio? GULÍN: Conózcale Belcebú. ¿Quién es Liberio? LIBERIO: Quien fue dueño tuyo. GULÍN: Fue... pasó... No sé pretéritos yo; los presentes sólo sé. Dos linajes solamente en el mundo puede haber, que es tener y no tener, y un tiempo, que es el presente. Si no tenéis, y tuvisteis, y en ese andrajoso traje os pasáis a otro linaje, ya no sois el que fuisteis. Aun no sois vuestro retrato, que más diferencia aplico entre el pobre que fue rico, que entre el flamenco y mulato. LIBERIO: Tienes razón; no te pido que me des, que no podrás si con dueño avaro estás, ser liberal. Haslo sido conmigo; pero delante de quien sirves, y yo lejos, si crïados son espejos, imitarás su semblante, cual él serás avariento. Recíbeme en tu servicio para el más humilde oficio, y dame sólo el sustento. GULÍN: Puercos hay; ¿sabréis guardallos? LIBERIO: Sabré, por ser tan inmundo, pues quiere que sirva el mundo a mi mozo de caballos. GULÍN: Pues de ellos cuenta tened, que en esa zahurda están, y no imaginéis, galán, que os hago poca merced; que a fe que hay opositores muchos, como el año es caro. Mas, aunque os parezco avaro, las obras tengo mejores. Bellotas que les echéis os quiero dar. LIBERIO: (¡Qué de males Aparte experimento!) GULÍN: Gordales son; no las golosméis, y cenaréis a la noche. Dejad pensamientos tristes, que si en coches anduvístes, acá hay también coche-coche por la mañana y la tarde. LIBERIO: Quien en torpezas vivió bien merece como yo que brutos tan torpes guarde.
Vanse. Sale FELICIA, muy triste
FELICIA: Dióme a escoger Amor, nino vendado; de tres, el uno esposo--¡ay, suerte mía!-- creí que el interés escogería a medida del gusto depravado. Desprecié la virtud, razón de estado, de una errante deidad que al cielo guía; desdeñé juventud y gallardía por un monstruo, si bien de oro cargado. Como es desnudo Amor, desprecia cuerdo, galas--necia elección de quien sujeta el gusto al interés que le dirige-- y colijo del bien que ahora pierdo que la mujer más sabia es imperfeta, pues, presumida, lo peor elige.
Sale GULÍN, que habla desde dentro
GULÍN: Esos los lechones son, Aparte y las bellotas son esas; no porque os parezcan gruesas a la hambre deis ocasión, que os ha de costar cada una una cantidad de palos.
Sale LIBERIO, con una gamela de bellotas
LIBERIO: ¡Ay, deleites y regalos del mundo y de la Fortuna! ¡Con buen pago me acreditan vuestros torpes ejercicios! Sirvo, por servir mis vicios, los brutos que los imitan. FELICIA: ¡Todo es quejas cuanto escucho! En el campo pensé hallar alivio de mi pesar, y en él con más penas lucho. Quiero ver si me divierto en vos, cristal sucesivo. Creí casar con un vivo, y caséme con un muerto.
Vase FELICIA
LIBERIO: No lleva el mundo otros frutos que los que aquí manifiesto; bruto es torpe el deshonesto: cogido he manjar de brutos. En deleites disolutos, para que más me congoje, sembré vicios que recoge, mi merecido rigor, que en fin todo labrador del modo que siembra, coge. Buscando el bien aparente, torpezas apacenté, y es bien quien inmundo fue que inmundicias apaciente. ¡Ah, vil mundo! ¡Qué de gente llora tus promesas rotas! ¿Qué maravilla, si brotas engaños que paga Amán, dando a Dios piedras por pan, que me des a mí bellotas? Aun éstas me son vedadas, que entre los bienes que alistas, tus dichas son para vistas, pero no para tocadas. Aun menos son que pintadas, y pruébalo mi escarmiento, pues para mayor tormento de mis desengaños vanos, tengo el manjar en las manos, y no oso comerle hambriento. ¡Crüel, hambre me provoca! Ved la desdicha a que vengo, que lo que en las manos tengo, no oso llegar a la boca. Castigo es, juventud loca, de quien, siendo racional, la parte eligió brutal, despreciando de hombre el nombre, que come, en fe que no es hombre, bellotas como animal.
Salen LAURETA, GULÍN y GARBÓN, que acometen a LIBERIO y le quitan las bellotas y maltratan
LAURETA: ¡Hao! Que se engulle a puñados las bellotas que no masca el picarón. GULÍN: ¿Sois tarasca? Quítaselas. GARBÓN: ¡Bien medrados estuvieran los lechones con vos! LIBERIO: Sosegaos, amigos. LAURETA: Hermano, traga bodigos, en la corte hay bodegones. A buscar amo y alón, que no heis de estar más aquí. GULÍN: Quien bellotas traga así, hoy dará tras un lechón, y tras todos poco a poco hasta engulirle el berraco. GARBÓN: ¡Oh, comilón! LAURETA: ¡Oh, bellaco! ¡Con cáscaras! ¿estáis loco? GARBÓN: Lo que había menester nueso amo. GULÍN: Quien tan aprisa hasta a los cochinos sisa lo que les dan de comer, picar de aquí, que no quiero teneros en casa un día. ¡Las bellotas se comía! GARBÓN: ¡Oh, ladrón! LAURETA: ¡Oh, golosmiero!
Vanse los tres. Quédase LIBERIO. Sale FELICIA al paño
LIBERIO: Hasta en esto, avaro mundo, muestras quien eres; ¿siquiera por hombre no mereciera lo que un animal inmundo? Cuando mi sustento fundo en tal vileza ¿me afrenta tu ingratitud avarienta? ¡Siquiera no me pagaras en bellotas é igualaras con mis torpezas tu renta! ¿A Nabucodonosor como bruto apacentaste, y hasta eso a mi me negaste? ¡Mas debo de ser peor! ¡Que haya llegado el rigor del daño que vengo a ver a tanto, que por comer, envidie yo el vil estado del bruto más despreciado, y no lo merezca ser! Alma, del cielo enemiga, despertad, volved en vos, ya que con azotes, Dios, a fuer de esclava os castiga. Al villano no le obliga el bien, que es hijo de Adán. Trabajos virtud le dan. ¡Ay, Dios! ¡Cuántos jornaleros de mi padre, aunque groseros, andan sobrados de pan! ¡Y yo pereciendo aquí de hambre, suspiro en vano! ¡Mi Dios! Dadme vos la mano; levantadme, pues caí. Iré a pi padre--¡ay, de mí¡ Diréle, besando el suelo, "Padre, contra vos y el cielo pequé, no me llaméis hijo; el menor gañán elijo ser de vuestra casa." Apelo, mundo vil, de tu escasez a su abundancia y clemencia. Sabio soy por experiencia; de mi mismo seré juez. No he de servirte otra vez, mundo vil; desengañado salgo de ti y desmedrado; mas no me baldonarán que he comido, en fin, tu pan, que bellotas no me has dado.
Quiere irse y detiénele FELICIA
FELICIA: Aguarda, Liberio amado, si he sido de ti querida. Desde esta mata, escondida, tus desdichas he escuchado. No sé de los dos a quién persiga así la inclemencia; tú, en los males con paciencia, yo, impaciente en tanto bien. Aunque ya no son tus daños como los míos tan atroces, tus desengaños conoces, yo conozco mis engaños; mas, ¿qué importa conocellos, si cuando olvidarlos tratas, tú con tiempo te rescatas, yo quedo cautiva entre ellos? No es tu suerte tan crüel, pues no hay desventura igual como conocer el mal, y no poder salir de él. Tengo esposo que aborrezco, téngote presente a ti, como mujer elegí, y como elegí padezco. Cuando de todos querido, te aborreció mi interés, y ámote cuando te ves de todos aborrecido, mira los diversos modos del mujeril desvarío, que agora te llamo mío cuando te han dejado todos. Si por el amor presente el desdén pasado olvidas, restaura prendas perdidas. Repudios mi ley consiente; repudiaré un torpe dueño, avariento hasta ea amar, pues si suele comparar el sabio a la muerte el sueño, y él duerme en mi amor, ¿quién duda que ya para mí murió Nineucio, y que me dejó libre para amarte y viuda. Llévame, mi bien, contigo; rica soy, serás señor, de mi hacienda y de mi amor. LIBERIO: Eso no, mundo enemigo. Sirviéndote me despides desnudo, solo y hambriento, y ¿porque dejarte intento, el paso agora me impides? A sér tan mísero llegas, que ¿cuando estoy en tu casa, me tratas con tanta tasa que aun las bellotas me niegas? Y ya tan pródigo estás, que ¿lo que antes adoraba y a peso de oro compraba de balde agora me das? Ya te entiendo. La razón rompió a mis ojos la nube de lo que contigo estuve. Conozco tu condición, amigo reconciliado, no por mi bien el tornarme a casa, mas por robarme lo poco que me ha quedado. Quitarme tu engaño pudo la hacienda, la libertad, la virtud, la castidad, hasta dejarme desnudo; y como sobre mí he vuelto, ropósitos he adquirido de tu rigor despedido, y de mis engaños suelto, a robármelos se atreve tu lisonjera malicia, que le pesa a tu avaricia, aunque propósitos lleve. Desnudo voy, no te admires si de ti el cielo me escapa, que aun no me dejaste capa, como a José, de que tires. FELICIA: Ni a mí me queda paciencia que sufra tanto rigor.
Vase LIBERIO. Sale un CRIADO
CRIADO: Vuestro esposo, y mi señor, está sin vuestra presencia triste, señora, y me envía por vos. FELICIA: Iré a padecer. Escogí como mujer, la culpa y la pena es mía.
Vanse. Salen NÍNEUCIO y dos CRIADOS
NINEUCIO: En fin, ¿muere mucha gente de hambre? CRIADO 1: Está todo Egipto pereciendo. CRIADO 2: Gran señor, más mueren que quedan vivos. NINEUCIO: Pues tráiganme de comer, que no hay para mi apetito como ver a otros hambrientos, y sírvame de principio la necesidad de todos. ¿En qué se distingue el rico del pobre, si todos comen, los nobles y los mendigos? ¡Ojalá que no quedara vivo nadie en este siglo, para que gozara yo bienes tan mal repartidos!
Sale GULÍN
GULÍN: Dame, gran señor, los pies. NINEUCIO: ¡Oh, Gulín, seas bien venido. Bien por tu nombre te quiero; la gula fue tu padrino. ¿Llegó Felicia? GULÍN: Indispuesta; tanto, que al punto que vino, se echó en la cama. NINEUCIO: ¿Qué tiene? GULÍN: Dicen que antojos de un hijo. NINEUCIO: No apetezco yo herederos; quédese en mí mientras vivo, mas la hacienda que a su padre yo he de heredarme a mí mismo. En un día han de acabarse yo y mis bienes. GULÍN: ¡Buen alivio para quien enferma está por verte en su amor tan tibio! NINEUCIO: Muérase, porque me ahorre de los gastos excesivos con que todas las mujeres empobrecen sus maridos. Todo lo que en mí no empleo me llega al alma. ¿Han traído de comer? CRIADO 1: Ésta es la mesa.
Descúbrese una mesa muy espléndida. Siéntase, tocan chirimías, y sírvenle con majestad
NINEUCIO: Di el altar de mi apetito. ¿Hay deleite comparable de cuantos a los sentidos tributa naturaleza como el del gusto? ¿Hay paraíso como el distinguir sabores de manjares exquisitos, ostentando competencias, unos simples y otros mixtos? ¿Qué gloria hay como el comer? GULÍN: Yo por mayor he tenido la del beber, gran señor, puesto que a entrambas me inclino. El comer cuesta trabajo, y necesita ministros en la digestión primera, de dientes, muelas, colmillos, molineros de la boca, donde tal vez el peligro de una china descerraja un diente, que es más que un hijo. ¿No es trabajo que la lengua, cuchar del puchero vivo, de la boca haya de andar cocinando sin aliño, y revolviendo guisados, que entre dientes escondidos ofenden, si no los saca el alguacil de un palillo? El beber es caballero, pues sin tantos requisitos, sin necesidad de dientes, en mozos, viejos y niños, da los gustos sin pensión, colándose el blanco y tinto al són de aquel cla, cla, cla, apacible villancico. NINEUCIO: Hola; echadme de beber, confirmaré lo que ha dicho.
Bebe al són de chirimías, e híncanse de rodillas mientras bebe
No anduvo Naturaleza discreta en el artificio y organización humana, pues en tan corto distrito como es el cuello, cifró tan gran deleite. GULÍN: Mal hizo en no dilatar gaznates que imitasen pasadizos. Envidiaba Filoxeno el cuello largo y prolijo de la grulla por gozar más el sutil gargarismo.
Óyese dentro vocerío de pobres
VOCES: ¡Socorro, señor, sustento! Dentro UNO: Pues el cielo te hizo rico. Dentro TODOS: Favorece a los hambrientos. Dentro Socorro, que nos morimos. NINEUCIO: ¿Qué es esto? GULÍN: Necesitados que a tus puertas han venido, forzados de la miseria que padece todo Egipto. NINEUCIO: Dejadlos, pues, vocear, que al son de su hambre y gritos como yo con más deleite; mi salsa son sus gemidos. UNO: ¡Bárbaro! ¡crüel tirano! Aparte De los cielos seas maldito; tu crueldad castigue Dios. OTRO: De sed rabiosa afligido Aparte pidas una gota de agua, sin que nadie te dé alivio. UNO: ¡Maldígate Dios! Aparte TODOS: ¡Amén! GULÍN: ¡Qué devotos monacillos! CRIADO 1: A palos he de matarlos. NINEUCIO: Dejadlos. CRIADO 2: ¿Si los sufrimos maldecirte? NINEUCIO: Engordo yo así, que son para el rico medicinas cordïales maldiciones del mendigo. No hay música que recree de tal suerte mis oídos como las quejas y llantos del hambriento y afligido.
Sale LÁZARO muy llagado
LÁZARO: A las puertas de la muerte y a las tuyas han traído tu crueldad y mí miseria a morir a tu sobrino. Los bienes di a usura a Dios, que tú llamas desperdicios; no me he quedado con nada, pues la salud he vendido, De llagas estoy cubierto, de bocas soy un prodigio, ¿todas estas no bastan a moverte, aunque dan gritos? Dame a censo una limosna, que si en los cielos te libro seguridades eternas, ganarás logro infinito. Las migajas de tu mesa son los regalos que pido al despedírseme el alma, ya no por mí, por ti mismo; que aunque de tan poco precio, quisiera por ellas, tío, en el tribunal de Dios alegar por ti servicios. Así como así se pierden; ¿de qué provecho o servicio son migajas desechadas que imperceptibles codicio? Pues si lo que no aprovecha te compro yo, si me obligo por ellas a enriquecerte, si estimas tanto el ser rico, da lo que es fuerza arrojar, haz virtud lo que en ti es vicio, y en abono de esta deuda haré mis llagas testigos. NINEUCIO: ¿Qué me estás atormentando, ignorante persuasivo, con inmortales quimeras, que juzgo por desvaríos? ¿No sabes que no confieso más de esta vida, y que afirmo que como los brutos mueren cuerpo y alma a un tiempo mismo? ¿Pues de qué estima serán promesas que en desatinos a plazos del cielo ofreces, falsos como tú y fingidos? LÁZARO: ¡Ay, blasfemo! En la experiencia cuando padezcas abismos de penas, siempre inmortales, desengaños te apercibo. ¿La vida niegas al alma, imagen del ser divino, en el fin sin fin que espera, puesto que tuvo principio? ¿Nunca tu espíritu torpe en éxtasis suspensivos, Ya velando, ya durmiendo, pidió treguas a los grillos del cuerpo, breves instantes, pensamientos discursivos, remontando por los cielos y midiendo sus zafiros? ¿Con los brutos te comparas? Mas como ellos sumergido en torpezas, no me espanto, que en brutos transforma el vicio. Más racionales que tú son tus perros, que han lamido las llagas que tú maltratas, piadosas y compasivos. ¿Migajas niegas, avaro? Plega a Dios que en su jüicio no te niegue el cielo gotas cuando sediento des gritos. Yo me muero por vivir, pero tú con fin distinto morirás para más muerte mientras más mueras, más vivo.
Vase LÁZARO
NINEUCIO: Matalde, sacalde el alma; satisfacedme ofendido. GULÍN: Ya él por sí se está muriendo. NINEUCIO: ¡A mí, un llagado! ¡A mí, un mendigo! Arrojad aquesas mesas. El asco me ha conmovido las entrañas; muerto soy, ofúscanse mis sentidos. Desnudadme, que me abraso; llamas broto por suspiros; vengan los médicos todos que en más precio tiene Egipto. ¡Que me abraso, que me enciendo! ¡Agua, cielos!
Vase NINEUCIO
GULÍN: Dadle vino, y plegue a Dios que reviente si de luto ha de vestirnos que son galas del crïado. CRIADO 1: Al que muere avaro y rico, compara un sabio al lechón. GULÍN: Dice bien, porque el cochino aprovecha a todos muerto, como enfada a todos vivo.
Vanse todos. Sale CLEMENTE, viejo
CLEMENTE: La madre de Tobías imitan valles las desdichas mías. Como ellas, a cada instante salgo a buscar un hijo, que ignorante de vicios salteadores, causan su perdición y mis temores. Caminos, reducilde, si loco se ausentó, cuerdo y humilde; arroyos, detenelde, si se despeña contra Dios, rebelde. ¡Ay, prolijos enojos! si le vieran venir mis tristes ojos, diera a la vida plazos, y a su cuello amoroso tiernos brazos. Apenas se mueve hoja, cuando al alma, que viene se le antoja. Mas--¡ay, loco deseo!-- ¿quién es aquel que apresurado veo? Pasos que engendran sustos, y entre temores sobresaltan gustos, el aire, el movimiento es todo de mi hijo. ¡Ay, pensamiento!, salidvos al encuentro, del alma precursor, que está aquí dentro pintándome en sus lejos regocijos que admito, aunque en bosquejos, porque a pesar de enojos, más penetra su vista que mis ojos. Corriendo, al viento alcanza, y juzgo yo por siglos su tardanza.
Llama a voces
¡Liberio!--¡Ay, desvarío!-- ¡Hijo, Liberio!
LIBERIO responde como de muy lejos
¡Amado padre mío! CLEMENTE: (¡Ay, cielos! Padre, dijo. Aparte ¿Si el eco me engañó?) Querido hijo, ¿eres tú?
Más cerca
LIBERIO: Sí, mi padre. CLEMENTE: Él es. ¿Qué dicha habrá que no me cuadre? ¡Ay, pies! si os entorpece la edad, Amor, que es Dios, rejuvenece. Corred, que siempre el gozo, tiñendo al viejo canas, le hace mozo. ¡Mitad del alma mía, restituye con ella mi alegría!
Corre más cada vez. Llega a LIBERIO, que sale y se hinca de rodillas y él le abraza
¡Qué alegre que estuviera si en veros toda en brazos se volviera! Levántate del suelo. LIBERIO: Pequé contra ti, padre, y contra el cielo. CLEMENTE: No digas más disculpas; bastantes son arrepentidas culpas. Mi llanto y tus cuidados son cohechos de amor. ¡Hola, criados!
Salen dos CRIADOS
CRIADO 1: ¿Qué es, señor, lo que mandas? CLEMENTE: Púrpuras escoged, sacad holandas; día es hoy de mi boda; mi recámara abrid, robadla toda. Entapizad mis salas, y registrando majestuosas galas, haced elección de ellas vistiéndole a mi hijo las más bellas. Sus dedos le coronen anillos, que del sol giros blasonen; sean tales sus ornatos, que en diamantes se aneguen sus zapatos. Convidad mis amigos, que no hay contento donde no hay testigos. Matad una ternera escogida entre mil de esa ribera; tan pingüe, que la leche en vez de sangre por los poros eche. Instrumentos sonoros alegren danzas y ocasionen coros. Todo sea regocijo, pues muerto en vicios resucita un hijo. Perdióseme, y agora restitüido alegra, porque llora. CRIADO 2: Tan bien venido sea, que siglos largos de tus canas vea paternales ejemplos, para que erija a tu clemencia templos. LIBERIO: Ya, bárbatos engaños, mejoro con la vida torpes años. No sois ya, alma, cautiva. TODOS: ¡Viva tal padre! LIBERIO: ¡Más que todos viva!
Suena música de chirimías, y vanse todos, menos el CRIADO 1. Sale MODESTO, como de campo
MODESTO: ¿Qué músicas serán éstas tan nuevas en esta casa? ¿Qué huésped hay? ¿Quién se casa? ¿Por qué se hacen tantas fiestas? CRIADO: No admires el regocijo, señor, que juzgas por vano. Hoy has hallado un hermano y tu padre ha hallado un hijo. Vino Liberio, aunque roto, desengañado y confuso del mundo; a los pies se puso de su padre. Cumplió el voto, cual marinero que en medio del mar, naufragó perdido; porque en fin, su padre ha sido la imagen de su remedio. Recibióle con los brazos abiertos, porque es clemente; él pidió pies de obediente, y en vez de ellos halló abrazos. Tan regocijado está el viejo noble y piadoso, que con todos generoso, albricias y joyas da. Terneras de leche mata, a sus amigos convida, y remozando su vida, años y gustos dilata, tanto como esto ha podido, con ser tú su mayorazgo, de un hijo mozo el hallazgo, hoy hallado, ayer perdido. MODESTO: Eso sí; gaste con él la hacienda que a mí me toca; premie de su vida los vicios, y a mí, que fiel siempre estuve en su obediencia, trátame con escasez. ¡Efectos de su vejez, y prueba de mi paciencia!
Salen CLEMENTE y criados
CLEMENTE: Dame albricias, hijo mío, a para decir mejor, pídeselas a mi amor. Ya volvió a su madre el río que desatinado viste romper presas; ya tu hermano, obediente, humilde y llano, te espera. ¿De qué estás triste? Entra, y abrazos apresta. MODESTO: Desde que tuve de ti vida y ser, nunca salí de tu gusto, ni en molesta juventud quebré jamás las leyes que me pusiste, y nunca, padre, me diste lo que hoy a un perdido das. Aun un cabrito siquiera que comer con mis amigos te debo, sean testigos mis quejas, y una ternera, lo más gruesa de tus hatos, a un disipador previenes de sus virtudes y bienes y autor de sus desacatos. Si es bien hecho que autorices contra quien te obedeció, a quien su hacienda gastó en juegos y en meretrices, más me valiera haber sido como él, que obedecerte. CLEMENTE: Necio enojo te divierte. Mi mayorazgo querido eres, Modesto; mi hacienda es toda tuya ¿quién duda? El tiempo costumbres muda, la experiencia pone rienda. Ya reducido, te besa los pies; enséñale amor, y agraviarás tu valor si de su dicha te pesa.
Sale LIBERIO, que sale bizarramente vestido y se hinca a los pies de su hermano, y CRIADOS. Óyese música de chirimías
LIBERIO: Hermano y señor, yo he sido... MODESTO: (Las entrañas me enternece.) Aparte No me digas más; mil veces seas hermano, bien venido.
A CLEMENTE
Tu hijo es, a festejarle con los demás quiero ir, que más es el reducir un hijo, que el engendrarle.
Sale FELICIA de viuda
FELICIA: Si desengaños del mundo son padres del escarmiento, y de tus justos agravios alcanzo perdón, Liberio, viuda ya y desengañada, con el alma que te ofrezco, a darte cuenta he venido de lástimas y sucesos. Murió de una apoplegía Nineucio, el rico avariento, blasón que torpe ha ganado. LIBERIO: ¿Qué dices? ¡Válgame el cielo! FELICIA: Murió Lázaro también, los dos en la vida extremos de la rueda de Fortuna, y hasta en el morir diversos. A Lázaro, como a sobras del mundo, por pobre dieron sepulcro en un arenal, como sus entrañas seco. Al otro con aparatos costosos, cuanto soberbios, arrastrando largos lutos, galas de sus herederos, en prolija procesión le llevaron hasta un templo, donde de mármoles finos, de jaspes verdes y negros, piros que a la clave llegan del edificio supremo, grabadas de armas, de motes, y jeroglíficos griegos, en sus entrañas admiten el cadáver avariento, que vivo no abrió jamás piadosas puertas al pecho. Étas son las honras que hace el mundo en la muerte, y esto en lo que paran coronas y el fin que tienen imperios. Rica y libre restituyo a la voluntad el reino, que mi engañada elección entregó al interés necio. Mil veces yo venturosa, y muchas más si merezco en tálamos mejorados enmendar pasados yerros. CLEMENTE: Felicia, porque lo sea ya mi ganado Liberio, esposo vuestro será, y el amor, de entrambos dueño. La inmortalidad del alma negaba el torpe Nineucio; su felicidad ponía Lázaro en bienes del cielo. Mi Dios, para certidumbre de la vida que confieso en vuestro inmortal dominio y más seguro escarmiento de este pródigo enmendado, enseñadnos con qué premio premiáis los pobres humildes y castigáis los soberbios.
Salen LÁZARO, ABRAHÁN y NINEUCIO. Suena música arriba. En lo alto del tablado un paraíso, y LÁZARO de blanco y oro, en el regazo de ABRAHÁN. Abajo un infierno, y NINEUCIO sentado a una mesa abrasándose, muchos platos echando de los manjares llamas
NINEUCIO: Padre Abrahán, que me abraso en el alma y en el cuerpo, llamas de inmortalidad castigos de Dios eterno. La gula en que idolatré, manjares me da de fuego, hidrópica sed me abrasa; ten piedad de mis tormentos. Padre, a Lázaro me envía que moje el último extremo del dedo en agua un instante, y dé un breve refrigerio a mi lengua. ABRAHÁn: Acuérdate, hijo, del bien que viviendo recibiste en la otra vida, y Lázaro los desprecios y trabajos que tú sabes. No hay dos glorias, no hay dos cielos. Él recibe descansado de sus virtudes el premio; tú en tormentos perdurables pagas los males que has hecho. Mal te podrá socorrer desde lugar tan diverso al en que estás, que hay abismos de inmensa distancia en medio. NINEUCIO: Ruégote, pues, que le envíes, si desde aquí obligan ruegos, a la casa de mis padres, donde cinco hermanos tengo, para que los amoneste, porque a estas penas viniendo no acrecienten las que paso. Ten misericordia de ellos. ABRAHÁN: A Moisés y a los profetas tienen en libros, que llenos de amonestaciones santas predican y dan ejemplos. NINEUCIO: No, padre Abrahán, mejor los persuadirán los muertos. Si a Lázaro ven, no hay duda que ponga a sus vicios freno. ABRAHÁN: Quien los profetas no admite y tiene de bronce el pecho, ni a los que resucitaren creerá tampoco; esto es cierto. CLEMENTE: Hijo, a Lázaro imitando, y escarmentando en Nineucio, restaurarás lo perdido y excusarás tus tormentos. Vicioso pródigo fuiste, y aquél, mísero avariento; tanto en ti fue lo de más, como en él fue lo de menos. En medio está la virtud. Si son vicios los extremos, de Lázaro el medio escoge, y tendrás a Dios por premio.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 25 Jun 2002