LA SANTA JUANA, SEGUNDA PARTE

Tirso de Molina
(Gabriel Téllez)

Esta edición electrónica de LA SANTA JUANA, SEGUNDA PARTE fue preparada por Vern Williamsen en 2000 para incluirse en esta colección. El texto que tomamos como base para fijar nuestro texto es el del autógrafo de la Biblioteca Nacional en Madrid, cotejado con la edición príncipe en la QUINTA PARTE DE COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA (Madrid: Imprenta Real, 1636)


Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


MÚSICA, y salen la SANTA y el ÁNGEL arriba, que va bajando hasta la mitad del tablado, y la SANTA subiendo de él al mismo tiempo, hasta emparejar los dos, y entonces cesa la música
ÁNGEL: Esposa cara del Monarca eterno, contra cuyo poder no prevalecen las puertas tristes del Tartáreo infierno; las entrañas de Dios que se enternecen con el agua sabrosa de tu llanto remedio al mundo por tu ruego ofrecen. Delante de su altar, tálamo santo, llorando estabas el estrago horrible que al mundo anuncia confusión y espanto por la ponzoña del dragón terrible de las siete cabezas que en Sajonia niega la ley católica infalible. Llorabas que con falsa ceremonia y hipócrita apariencia, el vil Lutero imitase a Nembrot en Babilonia, y que el rebaño del Pastor cordero, este lobo, en oveja disfrazado, despedazase con estrago fiero. Llorabas que se hubiese dilatado su blásfema y pestífera dotrina por Alemania y su imperial estado, y que, cual de la máquina divina, derribó la tercer parte de estrellas la angélica soberbia serpentina, este Anticristo austral, las leyes bellas de la alemana iglesia derribase, asolando la mies de Dios con ellas. Lloras el ver que tanto cáncer pase tan adelante y su infernal blasfemia que lo mejor de vuestra Europa abrase. El católico reino de Bohemia la verdadera ley de Dios destierra, y al apóstata falso sirve y premia. Flandes le sigue ya, e Ingalaterra sus desatinos tiene por ganancia, desamparando a Dios su gente y tierra, Polonia, Hungría y la cristiana Francia frenéticas aprueban los errores que el vicio trajo al mundo y la ignorancia; por esto lloras, y es razón que llores pérdida tan notable. SANTA: ¡Ay, Ángel mío! Comprando Dios a costa de dolores ........................... [-ío] ............................. [ -anto] ............................. [ -ío] .......................... [ -anto] las almas con su sangre redimidas, ¿tantas se han de perder costando tanto? De tres partes del mundo están perdidas las dos, porque Asia y África no adoran sino de Agar las leyes pervertidas; los más la luz de la verdad ignoran, y perdido el camino verdadero, al despeñarse sin remedio lloran, pues si agora el apóstata Lutero este rincón de nuestra Europa abrasa con la doctrina falsa y el acero; si a Europa, que es columna firme y basa de nuestra militante Monarquía, los límites que Dios la puso pasa, ¿quién duda que la bárbara herejía de mar a mar ensanchará el imperio que tuvo antes la ciega idolatría? No permita mi Dios que en cautiverio tenga a su pueblo el condenado Egipto ni pase la verdad tal vituperio. Bien sé que este rigor es por delito de mis culpas, que son merecedoras de un castigo inmortal, Ángel bendito; pero páguelo yo. ÁNGEL: Por ver que lloras con tanto afecto, Dios, por el estado de la iglesia y su ley que humilde adoras, desde aquí, Juana Santa, me ha mandado que te venga a enseñar el fértil fruto que en las Indias España al cielo ha dado.
Van subiendo los dos hasta el un ángulo superior, y descúbrese en un nicho de él una estatua de don Hernando Cortés, viejo, armado a la antigua, con bastón y un mundo a los pies
Si un pequeño rincón paga tributo en Europa a Lutero, pervertido por la ambición, que le hace disoluto, un nuevo mundo rico y extendido ha descubierto la romana barca que al yugo de la Cruz está rendido. Mira al pesar del bárbaro heresiarca este nuevo Alejandro que conquista el orbe indiano al español monarca. Don Hernando Cortés, con cuya vista se alegra el Mar del Norte, es éste, Juana, digno de que sea yo su coronista. Por él se extiende nuestra ley cristiana por infinitas leguas, y al bautismo regiones inauditas vence y gana. Éste es quien pasa el fluctuoso abismo que márgenes de plata y oro baña, y para eternizar su nombre mismo a vuestra España da otra Nueva España, muerte a la idolatría, almas al cielo, y a su linaje una inmortal hazaña. SANTA: Ya, soberano Ángel me consuelo viendo lo que la ley de Dios se extiende y que le adora tan remoto suelo. ¡Oh, ilustre capitán! Si el tiempo ofende la memoria de hazañas infinitas, defienda Dios la tuya, pues defiende su ley tu brazo y las colunas quitas del estrecho de Cádiz, por ponellas en tierras y naciones inauditas. Esculpa el mundo tu renombre en ellas, pues a la iglesia das el occidente y el cielo pueblas otra vez de estrellas.
(Pasan los dos por el aire al otro ángulo del tablado y en él enséñale una estatua de don Alonso de Alburquerque, viejo, a lo portugués antiguo, con otro mundo a los pies, y bastón
ÁNGEL: Vuelve agora los ojos al oriente y verás la nación del griego Luso y las hazañas de su ilustre gente. Este fiel capitán las quinas puso desde el Atlante monte al mar Bermejo, a pesar del idólatra confuso. Mira en aquellas canas el consejo y el valor de la fe en aquella espada, que en uno y otro fue español espejo. Por él ha vuelto nuestra ley sagrada, a hacer que en Asia el bárbaro se asombre viendo en ella su iglesia restaurada. SANTA: Ángel, ¿quién es tan milagroso hombre? ÁNGEL: Alonso de Alburquerque, lusitano, que de magno ganó fama y renombre. Éste, venciendo al moro y al pagano, al etíope torpe, al ciego persa, la cruz dilata con valor cristiano. Si gente, pues, tan bárbara y diversa en América y Asia a Dios adora, ¿qué importa que la herética perversa contra el cielo publique guerra agora, si por una provincia sola gana dos mundos cuyas almas atesora? SANTA: ¡Oh nobleza católica y cristiana de Portugal! ¡Oh célebre Castilla! ¡Viva la ley de Cristo soberana! Alegre estoy de ver tal maravilla. ÁNGEL: Aunque el rey don Manuel dichoso tiene la lusitana y invencible silla, ya el tiempo deseado a España viene en que se junten los castillos de oro con las sagradas quinas; ya conviene que dando al cielo un Sebastián el moro, goce en España el Salomón segundo con Portugal un orbe lleno de oro.
Bajan un poco y en la mitad del teatro descúbrese otra estatua de Filipo segundo, viejo, con dos mundos a sus pies
Ya el césar Carlos quinto ha dado al mundo un Filipo primero, que el primero de quien nació Alejandro, aunque es segundo. Su ilustre imagen enseñarte quiero del modo que en edad grave y madura en oro ha de volver la edad de acero. Aquí la cristiandad está segura; la justicia en su punto y la prudencia. SANTA: Su gravedad deleita y compostura, respeto pone su real presencia. ÁNGEL: Dos mundos a sus pies sujeta el cielo; y cada cual su nombre reverencia; enjuga, pues, el llanto y desconsuelo, pues que tan dilatada, Juana, has visto la ley divina que respeta el cielo, que si el sajón, apóstata anticristo, la potestad del cielo a Roma niega, y a quien es en su silla vice-Cristo, y con malicia y pertinacia ciega las indulgencias de las cuentas santas contradice y blasfemias loco alega, por eso Dios ha dado gracias tantas a las sagradas cuentas que su hijo te dió, con que su ceguedad quebrantas; para contradecirle las bendijo. Y en fe de que el rosario santo aprueba que el sacrílego fiero contradijo, un árbol ha nacido y planta nueva en la isla de Irlanda en este instante que en vez de fruta mil rosarios lleva. Jamás el mundo vio su semejante; nació y creció en un punto, convenciendo al pueblo pervertido e ignorante; de sus ramas las cuentas están viendo, que como de las parras los racimos, en fe de la fe santa están pendiendo.
Descúbrese un árbol lleno de rosarios arriba
Aquéste el árbol es. SANTA: ¡Qué merecimos en nuestros tiempos ver, rosarios santos, el árbol de quien sois frutos opimos! Celebre el cielo con alegres cantos hazaña tan ilustre y portentosa, pues tal consuelo dais a nuestros llantos. ÁNGEL: De esta suerte la mano poderosa de Dios castiga, y de esta suerte sana.
Bajan volando al tablado
SANTA: ¿Qué merecí, señor, ser vuestra esposa? ÁNGEL: Carlos quinto ha venido a verte, Juana. SANTA: ¿Adónde, pues, se va Vuestra Hermosura? ÁNGEL: Contigo quedo. ¡Oh vista soberana, gran consuelo, gran suerte, gran ventura!
Sale volando el ÁNGEL, todo se encubre. Salen el emperador CARLOS Quinto y acompañamiento, y don JORGE, del hábito de Santiago, y LILLO
SANTA: Señor, ¿otra vez honráis ésta vuestra humilde casa? CARLOS: Si vos, madre, en ella estáis, ¿quién por vuestras puertas pasa sin que vos le bendigáis? Soy yo muy devoto vuestro, y así lo que os quiero muestro. SANTA: A lo menos sois, señor, de la cristiandad favor, y por eso lo sois nuestro. CARLOS: La guerra, madre, publico contra el hereje que ampara el duque Juan Federico de Sajonia y se declara contra el imperio. Es muy rico y poderoso, y también quiere el Lanzgrave de Hesén defender las falsedades de Lutero y cien ciudades rebeldes; pero aunque estén tan poderosos, entiendo de la verdad que defiendo que el áspid he de pisar y el basilisco, y quitar del mundo este monstruo horrendo. Por esto antes de partirme, madre, en tan ardua ocasión, de vos vengo a despedirme, por que vuestra bendición nuestras victorias confirme. SANTA: Id, columna de la fe, gloria del nombre español, que, porque vitoria os dé, haréis que detenga el sol su curso cual Josué. El rebelado alemán y el flamenco os labrarán estatuas de bronce y oro, vencido en Túnez el moro como en Buda Solimán. De vuestra parte tenéis a Dios, pues, por varios modos, por que más fama cobréis, en Yuste vencidos todos, a vos mismo os venceréis. El cielo os dé su favor, pues que sois su defensor y de estos reinos espejo. CARLOS: Con grande cuidado dejo, madre, ya al gobernador de España ya encomendada esta casa. SANTA: Siempre ha sido de su valor amparada. CARLOS: Yo estoy muy agradecido por veros siempre ocupada en encomendarme a Dios, pues, ayudándome vos, bien a España regiré, y muy seguro podré partirme. Adiós, madre, adiós; y advertid también que queda don Jorge muy encargado que os acuda en cuanto pueda. Aquesta villa le he dado, con otras muchas que hereda, y con tan noble vecino, que enriquecerá imagino esta casa y posesión, que es don Jorge de Aragón, madre Juana, mi sobrino. JORGE: Soy tu hechura. CARLOS: Hacer alarde del valor que vive en vos, y vamos de aquí, que es tarde. Madre, encomendadme a Dios. SANTA: Él os dé vitoria y guarde.
Vase la SANTA por una puerta. Al irse por la otra acompañando al emperador CARLOS Quinto, don JORGE se vuelve a él y le dice
CARLOS: ¿Dónde vais? JORGE: A acompañar a vuestra Majestad voy. CARLOS: Quedaos, don Jorge, a tomar de los lugares que os doy la posesión y a gozar el nuevo y alegre estado; que estáis recien desposado. Mas sírvaos el casamiento de más sosiego y asiento que hasta ahora habéis mostrado, que habéis sido muy travieso; y pues ya tenéis edad, si con ella viene el seso, pasen con la mocedad las locuras. JORGE: Tus pies beso y serte otro te prometo. CARLOS: Quedaos, pues, y sed discreto. JORGE: Prospere tu vida Dios. CARLOS: Enojaréme con vos, don Jorge, si andais inquieto.
Vanse el emperador CARLOS Quinto y su acompañamiento
LILLO: Dile que dónde predica mañana su majestad. JORGE: En vano a la voluntad desbocada el freno aplica porque no corra veloz. LILLO: ¿Al gato pone maneotas? Dile que las tiene rotas, y si llega dale coz. ¡Par Dios, que es linda la flema! A un Fray Guarín te redujo. JORGE: Malo soy para cartujo y loco en seguir mi tema. Verdad es que estoy casado; pero ¿por eso he de estar privado de otro manjar? LILLO: Cocido come y asado quien tiene caudal, señor, y también puede un marido, si el matrimonio es cocido, dar vueltas al asador y alcanzar de una perdiz las dos pechugas. JORGE: Bien dices. LILLO: Son las villanas, perdices que no ofenden la nariz, porque huelen a tomillo, y el tercero es el trinchante que se las pone delante. JORGE: Pues mi trinchante eres, Lillo, caza y parte. LILLO: ¡Bueno es eso! Lo mejor te comerás, y dándome lo demás dirás, "Róete ese hueso." JORGE: Hermosas labradorcillas hay en Cubas. LILLO: Encubarlas si te agradan, o alcanzarlas. JORGE: Lillo, hermosuras sencillas entre tosca frisa y paño son las que busco y codicio, que siempre del artificio dicen que se hizo el engaño. Da al diablo tanto tocado, tanta seda y guarnición, gigantes que en procesión son paja y visten brocado. LILLO: Nunca de esas hago cuenta, porque ya es cosa sabida que carne que está sentida la disfrazan con pimienta. Enfádame la mujer que gasta galas sin suma, porque ave de mucha pluma tiene poco que comer. Llega, que si te regala el donaire labrador, siendo de Cubas señor cobrar pueden alcabala, sin cortesanos trabajos, de sus ninfas tus deseos, pues si damas son rodeos labradoras son atajos. JORGE: A medida vino a hallarte mi amor de su gusto. LILLO: Fui hurón un tiempo o neblí. JORGE: ¿De quién? LILLO: De Francisco Loarte en Illescas, que perdido por esta santa mujer que agora acabas de ver pretendió ser su marido; pero como se acogió a fidelium, de su tierra se fué a Flandes a la guerra y sin amo me dejó; mas entrándote a servir todo en ti lo vine a hallar. JORGE: ¿Qué fiesta es ésta? LILLO: El lugar que te sale a recibir.
Salen CRESPO y MINGO, alcaldes; BERRUECO, MARI Pascuala, MENGA, MÚSICOS labradores
Cantan
MÚSICOS: "El comendador, bendiga vos Dios." MÚSICO 1: "La Virgen de Illescas..." MÚSICO 2: "Señor San Antón..." TODOS: "Pues venís a Cubas..." MÚSICO 2: "El Comendador..." MÚSICO 1: "A ser nuevo dueño..." MÚSICO 2: "Bendiga vos Dios." MÚSICO 1: "La Virgen de Illescas..." MÚSICO 2: "Vos dé bendición..." MÚSICO 1: "El cirio pascual..." MÚSICO 2: "Señor San Antón..." TODOS: "El Comendador..." MÚSICO 1: "La vuesa esposica..." MÚSICO 2: "Os para un garzón..." MÚSICO 1: "Como un Holofernes..." MÚSICO 2: "Como un Salomón..." MÚSICO 1: "Que vaya a la guerra..." MÚSICO 2: "Y de dos en dos..." MÚSICO 1: "Prenda los moricos..." MÚSICO 2: "Que en Sansueña son..." TODOS: "El Comendador." BERRUECO: Agora habéis de llegar y helle una remenencia. MINGO: Dios mantenga a su cubencia. BERRUECO: ¿Cubencia? MINGO: ¿No ha de mandar a Cubas? BERRUECO: Sí. MINGO: Pues bien puede llamarse Cubencia. CRESPO: Sí. MINGO: Los dos venimos aquí ambos a dos, sin que quede de todos cuatro costados quien no venga con los dos, porque, en fin, los dos, par Dios, somos hogaño empalados. Venimos a recebillo por nueso dueño a compás, y porque no es para más guarde os Dios. Porte un cuartillo. JORGE: ¡Gracioso recibimiento! MINGO: Llegad vos. CRESPO: ¿Llegaré? MINGO: Sí. CRESPO: A Mingo Pulgar y a mí nos cupo el embazamiento de hogaño, y Martín Berrueco, hijo de Gil Porquerizo, Bras Moreno y Sancho Erizo, Pero Antón y Agustín Seco, el cura y el herrador, y el barbero Herrán Bermejo, entramos hoy en concejo a tomaros por señor, y pues tomado os habemos, en volviendo a entrar los dos pero, ¿qué os importa a vos de que entremos o no entremos? A ser nueso dueño entráis, y por ahorrar escritura, tal os dé Dios la ventura como nos la deseáis. TODOS: Amén. JORGE: Sois muy elocuente; dado me habéis gran contento; bien habláis. CRESPO: Yo só un jumento no quitando lo presente. JORGE: ¿Es vuestra hija esta zagala? CRESPO: (¡Qué presto que la atisbó!) Aparte BERRUECO: Yo só su padre. JORGE: ¿Vos? BERRUECO: Yo. JORGE: ¡Buena cara! CRESPO: No era mala para vuesa señoría si podiera ser su igual. JORGE: ¿Llamáisos? MARI: Mari Pascual. JORGE: Mucho me agradáis, María. MARI: Por muchos años y buenos. JORGE: Vamos. LILLO: ¿Agrádate? JORGE: Sí. LILLO: Echóla calza. JORGE: Vení. la de los ojos morenos.
Vanse don JORGE y MARI Pascuala
MINGO: Golosmero me paresce el comendador, alcalde. Si se os pegare, ojealde de la moza. CRESPO: Si en sus trece se está, en casa hay sana amores que del alma los arranca, porque entre otras habrá tranca para los comendadores.
Vanse todos. Salen la VICARIA, sor EVANGELISTA y otra MONJA
VICARIA: Madres, bien puede ser santa, pero no lo he de creer; privarla tengo de hacer del oficio. EVANGELISTA: ¡Que sea tanta su pasión! ¿No considera los milagros que Dios hace por ella? VICARIA: Todo eso nace, madres, de que es hechicera Soror Juana de la Cruz. EVANGELISTA: No diga tal cosa, acabe. VICARIA: Venir el demonio sabe en forma de ángel de luz, y él es quien habla por ella tantas lenguas; no hay que hablar; al provincial he de dar cuenta de que está por ella destrüida nuestra casa. EVANGELISTA: ¿Destrüida? Pues ¿tuviera qué comer si ella no fuera ................... [ -asa] su prelada? VICARIA: Si el beneficio que el arzobispo nos dio de Cubas ya le impetró otro por Roma, ¿es buen juicio meterse una religiosa en pleitos, y que defienda a costa de tanta hacienda tan impertinente cosa? ¿Qué nos importa un curato? EVANGELISTA: ¿Qué? La honra y el sustento de todo nuestro convento. VICARIA: ¿Y hanos salido barato, si para el pleito ha vendido hasta los cálices? EVANGELISTA: Sí. VICARIA: El provincial vendrá aquí y sabrá que ha destrüido nuestra hacienda. EVANGELISTA: Venga acá. ¿Qué hacienda en la cruz halló Soror Juana cuando entró a gobernarla? Dirá que nueve reales de renta solamente. Pues de pan, por su ocasión, ¿no nos dan cada año ciento y cincuenta fanegas, y de dinero casi docientos ducados con que tiene remediados nuestros trabajos? Si quiero contarla los beneficios que la debe nuestra casa, ¿no sabe que son sin tasa? ¿Qué celdas o qué edificios tenía, si no labrara este cuarto y aposentos? ¿No nos ha dado ornamentos? Sin ella, ¿quién la habitara? ¿Quién nos da reputación? Mas hala puesto a los ojos la envidia vil sus antojos y así no ve la razón. VICARIA: Predíqueme por su vida la hipócrita, idiota, necia, que ya yo sé que se precia de la santidad fingida de su abadesa. Igual fuera que acabara de aprender la mentecata a leer para que rezar supiera sin venirme a predicar. EVANGELISTA: Tiene infinitas razones, daréla mil ocasiones. Los pies la quiero besar. VICARIA: Todo el convento ha caído en la cuenta de quién es Juana de la Cruz después que con embustes ha sido por santa reverenciada; todos saben mi caudal, y así harán al provincial que me elija por prelada, y entonces verán las dos si con hechizos y encantos hacen milagros los santos.
Vase
EVANGELISTA: Madre, espere, aguarde. ¡Ay Dios! ¡Qué gran tropel de trabajos contra mi madre querida se levantan! Mas la vida llega por estos atajos a la ciudad soberana donde reina un Dios cordero; mas presto ir a avisar quiero de todo a mi madre Juana.
Vanse. Salen la SANTA y el ÁNGEL llorando
SANTA: ¿Vos llorando, Ángel bendito? ¿Vos con tanto desconsuelo? Nunca el llanto entró en el cielo, porque nunca entró el delito. Todo es contento infinito, que de la presencia viene de aquella fuente perenne que eternamente gozáis. ¿Cómo, pues, Ángel, lloráis, si el cielo llantos no tiene? No haya más, mi San Laurel, mi custodio, mi ventura. Enjugue Vuestra Hermosura ese sol, pues me veo en él. ¿Qué daño o qué mal crüel es bastante a que os desvele, ángel mío? ¿O cuándo suele suceder lo que hoy se ve, que un ángel llorando esté y una mujer le consuele? Mas ¡ay de mi! Ya he caído en la cuenta de ese llanto; algún pecado, Ángel santo, contra Dios he cometido. Mil veces he merecido por mis culpas el infierno; ¿es acaso el llanto tierno porque condenada estoy que bien sé cuán digna soy del fuego y castigo eterno? ÁNGEL: Segura está tu conciencia, Juana; nunca has cometido culpa mortal. Siempre has sido monja vieja en la inocencia. Aunque lloro en la apariencia no lloro por propiedad, que los que ven la deidad infinita y soberana jamás pueden llorar, Juana, ni sentir penalidad. Hete parecido ansí en muestras y testimonio de que ha pedido el demonio licencia a Dios contra ti; si te regaló hasta aquí, como a Job probarte intenta, y el común contrario inventa un tropel de tempestades, trabajos, enfermedades, desprecio, agravio y afrenta. Dios los trabajos amó ................... [ -erte] en el mundo, de tal suerte; jamás, Juana los dejó. ¿Qué santo no los pasó? Ninguno; que son favores de Cristo, y en sus amores son su escogida librea, y quien amarle desea justo es traiga sus colores. SANTA: Pues ¿por eso es la tristeza? Trocad vuestro llanto en risa; lluevan trabajos a prisa pues vos me dais fortaleza. Bien sabe vuestra belleza lo que ha que yo pido a Dios que, pues que somos los dos esposos, nos parezcamos en que los dos padezcamos. Si ya lo alcanzo por vos, vengan penas y castigos que del cielo son atajos, pues, dicen, que en los trabajos se echan de ver los amigos; que si amó a los enemigos, porque en ellos halló el bien de las penas, yo también sigo sus plantas divinas, pues entre zarzas y espinas Dios se apareció a Moisén.
Aparécese CRISTO con la cruz a cuestas, arriba, coronado de espinas, y a su lado una silla de brocado y sobre ella una corona de oro
CRISTO: Juana, varón de dolores me llamo yo en la Escritura; quien imitarme procura busque espinas, deje flores. El que goza mis favores pasar por trabajos trata, y aunque el mundo más le abata, con los trabajos se esfuerza, que el cielo padece fuerza y el violento le arrebata. Para llegar a esta silla tienes de entrar por la puerta de esta cruz, que no está abierta sino para el que se humilla. Procura, esposa, adquirilla, y si a los premios te inclinas del cielo, adonde caminas, lleva, Juana, en la memoria que esta corona de gloria cuesta corona de espinas.
Encúbrese
SANTA: ¡Oh! espinas, rico caudal de la celestial grandeza, Dios os pone en su cabeza como provisión real. Si premio tan inmortal da por trabajos el cielo, persígame todo el suelo. Ya me apresto a la conquista, Ángel, que con vuestra vista todo me dará consuelo.
Vanse. Salen MARI Pascuala con un cántaro de agua, como que viene de la fuente, y don JORGE
MARI: Déjeme, que vó de prisa. ¡Qué importuno es su mercé! JORGE: María: escúchame un poco. MARI: Dado le ave, apártese que me aguarda mi marido. JORGE: Aquí os aguarda también, aguadora de mis ojos, un alma muerta de sed. MARI: Pues ¿qué quiere el alma agora? JORGE: ¿Qué? que la deis de beber. Dadme solamente un trago. Mitigaráse con él mi fuego. MARI: Allí está la huente; si no, yo le llevaré al pilón, donde se harte. JORGE: Ea, no seáis crüel. MARI: ¿Bebe el alma? JORGE: Por los ojos bebe el veneno que ven. MARI: No se llegue, que en mi alma... JORGE: ¿Qué? MARI: Que le remojaré. JORGE: Negar el agua es crueldad. MARI: Sí; ¿agua sola quería él? ¡Quien no se las entendiese! JORGE: Como esas manos me den de beber, iré contento. MARI: Pues ¿no dice su mercé que se está quemando? JORGE: Sí. MARI: Estará sudando, pues, y beber agua sudando, matarále. JORGE: Comeré el blanco terrón de azúcar de esas manos. MARI: ¡Oxte! Iré buena yo a casa sin manos habiéndolas menester. JORGE: ¿Para qué? MARI: ¡Linda pescuda! ¡Para fregar y barrer! JORGE: ¿Del agua sois avarienta? MARI: Sí, porque le mataré. JORGE: Muera Marta, y muera harta. MARI: Que me aguardan, déjeme. JORGE: ¡Agua, Dios...! MARI: Que ruin se moja. JORGE: Tomaréla. MARI: Pues a fe si llega y digo "agua va..." JORGE: ¿Qué? MARI: Que le remojaré. JORGE: Ved que os quiero bien, María. MARI: ¿Por qué no me heis de querer? ¿Heos hecho yo algún mal? JORGE: Sí. MARI: ¿Qué mal? JORGE: Muértome. MARI: ¿De qué? JORGE: De ojo. MARI: ¡Chico es el niño! JORGE: Es verdad. Niño Amor es. MARI: ¿Quiere una cuenta de azogue, o una higa para él? JORGE: ¿Qué mas cuenta que el perderla, qué más higa que un desdén, qué más ojo que el miraros, qué más mal que el querer bien? MARI: ¿Qué bien quiere? JORGE: Estoy perdido. MARI: ¿De qué se perdió? JORGE: Jugué. MARI: ¿Qué juego? JORGE: A la gana pierde. MARI: ¿Cómo? JORGE: Perdiendo gané. MARI: ¿Qué ganó? JORGE: Esta coyuntura. MARI: ¿Y qué perdió? JORGE: Todo el bien. MARI: ¿De qué? JORGE: De la voluntad. MARI: ¿Qué es amor? JORGE: Un no sé qué. MARI: ¿No sabe qué? JORGE: No, María. MARI: ¡Bueno! JORGE: ¿Queréislo saber? MARI: Sí. JORGE: Escuchad. MARI: No se me acerque, porque le remojaré.
Tómala una mano
JORGE: ¿Hay tal mano? ¿hay tal blancura MARI: Agarrómela, pardiéz. JORGE: Déjamela dar mil besos. MARI: Bese presto y váyase. JORGE: ¿Quiéresme bien? MARI: Un poquillo. JORGE: Paga mi amor. MARI: No hay con qué. JORGE: ¿Qué te falta? MARI: No ser mía. JORGE: Pues ¿cúya? MARI: De un Locifer que hasta los pasos me cuenta. JORGE: ¿Los pasos cuenta? MARI: Sí, a fe. JORGE: Lo contado como el lobo; cuando quiere una mujer, no hay llaves, puertas ni muros; quiéreme tú, que yo haré fáciles los imposibles. MARI: Vedme mañana otra vez, que soy agora madrina de un bateo y pienso que es tarde y me esperan en casa. JORGE: Pues yo el padrino seré. MARI: No, señor; que es el barbero. JORGE: Por verte a ti le iré a ver. MARI: Aquí en la Cruz se bautiza, y es hijo del sacristén. JORGE: ¿Al fin me quieres? MARI: El diabro en esos ojos tenéis que me reconcome el alma desde el punto que os miré.
Sale LILLO
LILLO: Señores: el espantajo ha venido. MARI: ¡Ay Dios! ¿Qué haré? JORGE: Adiós. MARI: Adiós. JORGE: Mucha os quiero, María. MARI: Yo a vos también.
Vanse don JORGE y LILLO. Sale CRESPO
CRESPO: (¿"Yo á vos también," al partirse Aparte don Jorge de mi mujer? No anda bueno el reportorio; pero yo le enmendaré.) MARI: ¡Crespo mío! CRESPO: ¿Qué os quería don Jorge? MARI: Aquí le encontré y mandóme que os pidiese que hoy el galgo le prestéis. CRESPO: Pedidle a Crespo, que os ama, el galgo, y yo a vos también. No viene bien la respuesta, ni la excusa vino bien. Ea, ea, a casa, María, que cuando el bateo esté acabado, dos liciones os daré de responder. MARI: Pues ¿qué tenemos? CRESPO: No, nada; ratoneras sé yo her donde los golosos cojo. (Jorgito, yo os cazaré.) Aparte No es esta agua toda limpia; vaciadla y venid. ¿Qué hacéis? MARI: (Si el miedo llevan que yo Aparte todas las que quieren bien, ¡huego de Dios en el bien querer! Amén, amén.)
Vanse. Salen el ÁNGEL y la SANTA
ÁNGEL: Juana, Dios manda que tu misma historia y los milagros que contigo ha hecho escribas, porque todo sea en gloria de su eterno poder y en tu provecho. SANTA: ¡Ay, Ángel santo! Y si la vanagloria que tantas buenas obras ha deshecho, asalta el alma y mi humildad derriba, ¿qué servirá que yo mi historia escriba? ÁNGEL: Dios, que lo manda, te dará su ayuda. SANTA: Ángel, ¿yo he de escribir en mi alabanza? ¿No sabéis vos que la virtud es muda? ¿No sabéis vos que la ambición se alcanza con la propia jactancia y que se muda la humildad en soberbia? ÁNGEL: No hay mudanza que a las virtudes haga resistencia si en la humildad fabrica la obediencia, cuanto y más que escribiendo maravillas de Dios, tu Esposo, su poder levantas y a ti te abate más con escribillas, por ser indigna de mercedes tantas. SANTA: Nunca yo he merecido recibillas; pero, Ángel santo, tú que siempre cantas en la presencia de mi Esposo eterno, de el "Sancto, Sancto, Sancto," el himno tierno, suplícote me alcances de él licencia para que no sea yo mi coronista ni quiebre la virtud de la obediencia, que la alabanza a la virtud conquista. ÁNGEL: Eso y más te concede su clemencia; mas manda que María EVANGELista, cuya lengua su eterno poder toca, tu vida escriba de tu misma boca. SANTA: Si no sabe leer ni escribir sabe, ¿cómo ha de sér? ÁNGEL: La omnipotencia suma no hay cosa que no pueda y que no acabe; ella es quien rige ya su mano y pluma. SANTA: Su nombre santo el cielo y tierra alabe; pues Él lo manda, no es razón presuma resistir su divino mandamiento. Su esclava soy, su voluntad consiento. ÁNGEL: Ya se te acerca, Juana, el fiero trance de los trabajos con que Dios permite que tu paciencia tu corona alcance. SANTA: Regalos son que mi obediencia admite; mucho espero medrar en este lance. ÁNGEL: Toda la casa pide que te quite el oficio que tienes de abadesa. SANTA: Con gran razón mi indignidad confiesa. ÁNGEL: Gran torbellino contra ti levanta el demonio; de afrentas perseguida de todos has de ser. SANTA: Nada me espanta, si Dios me da favor. ÁNGEL: A que le pida a Dios, la reina de la corte santa me parto al cielo. Adiós, Juana querida.
Vase
SANTA: Al arma toca el mundo. cuerpo bajo, vamos a ejercitarnos al trabajo. Antes que entremos, Juana, en la batalla hagamos militares ejercicios. ¿No tengo yo una cota hecha de malla? A vestírmela voy contra los vicios. Corona tiene Dios; para alcanzalla no son malas escalas los cilicios; por espinas da Dios sillas divinas. Al arma, Juana, pues; buscad espinas.
Vase. Sale sor María EVANGELISTA
EVANGELISTA: Madre Abadesa, amada madre Juana, ¡gran milagro! Que sé leer y escribo. De la mano de Cristo soberana por su ocasión esta merced recibo. ¡Oh qué letora soy! ¡Oh qué escribana! No tendrá la vicaria más motivo de afrentarme de torpe y de ignorante. Leer y escribir supe en un instante. ¿Dónde está, madre nuestra?
Aparécese la SANTA en una cruz, coronada de espinas, con una soga al cuello y una túnica de zayo, y bájase de ella cuando la llama sor EVANGELISTA
SANTA: ¿Quién me llama? EVANGELISTA: ¡Ay, cielos, qué crueldad! Madre amorosa, ¿qué hace de esa suerte? SANTA: En esta cama, aunque áspera a la vista, amor reposa. EVANGELISTA: Espinas flores son para quien ama, y en ellas estáis bien, porque sois rosa. SANTA: En las sillas celestes y divinas dan coronas de gloria por espinas. De aqueste modo voy apercibida a pelear, que estoy desafïada de mil persecuciones. EVANGELISTA: Perseguida crece más la virtud y es celebrada. Dios me manda escribir su santa vida. SANTA: Ya sé que su divino amor se agrada de que el mundo su eterno nombre alabe. De ese modo ya sé que escribir sabe. Sabrán todos que soy gran pecadora, pues con tantas mercedes no soy santa. Para mi confusión es. EVANGELISTA: ¿Por qué llora? SANTA: Por ver tanto favor, clemencia tanta en tantas culpas. ¡Ay de mí! En la hora de dar la cuenta al Juez, ¿quién no se espanta? ¿Quién no tiembla? EVANGELISTA: La gente del aldea, madre, su santa bendición desea. Vienen a bautizar una criatura y de su mano esperan justamente la bendición del niño y la ventura. Vamos, por que no espere tanta gente. SANTA: Yo lo consultaré con Su Hermosura; que no es razón sin San Laurel, que intente cosa ninguna. EVANGELISTA: ¡Oh, sagra toledana! sagrada estás, pues te consagra Juana.
Vanse. Salen los LABRADORES todos con música y bateo. Cantan
TODOS: "Trébole danle al niño, trébole. ¡Ay Jesús, qué olor!" LABRADOR 1: "Trébole y poleo." TODOS: "Trébole." LABRADOR 1: "Alegre él bateo." TODOS: "Trébole." LABRADOR 1: "Rosas y junquillos." TODOS: "Trébole." LABRADOR 1: "Para los padrinos." TODOS: "Trébole." LABRADOR 1: "Espadaña y juncia..." TODOS: "Trébole." LABRADOR 1: "Para el señor cura." TODOS: "Trébole." LABRADOR 1: "Lirios de los valles..." TODOS: "Trébole." LABRADOR 1: "Para el padre y madre." TODOS: "Trébole." LABRADOR1: "Y para el alcalde la hierba del sol." TODOS: "Trébole, denle trébole al niño, trébole. ¡Ay Jesús, qué olor!" CRESPO: Entre en la igreja el bateo, y mientras que le bautizan bailen los que solenizan la fiesta. MINGO: Ya lo deseo. BERRUECO: Par Dios que ha parido Gila un hijo como un becerro. CRESPO: ¡Qué tieso, oh hi de puta, perro! ¿Mas que se mea en la pila?
Salen don JORGE y LILLO
JORGE: ¡Oh buena gente! BERRUECO: ¡Oh señor!
Don JORGE habla aparte a LILLO
JORGE: Haz lo que tengo ordenado. LILLO: Voy, pues.
Vase LILLO
JORGE: Sin ser convidado me vengo. CRESPO: Es mucho favor. MINGO: En este poyo se siente su señoría. JORGE: Sí, haré.
Siéntase
¡Hermosa madrina, a fe! CRESPO: (Yo os la quitaré de enfrente Aparte y os haré trampa en que caya vueso amor.) Dejaldo estar. ¿No se comienza a bailar? MINGO: Ea, salgan. MENGO: Vaya. TODOS: Vaya.
Cantan y bailan
"Envidiosa Gila en Cubas del hijo que sin sazón parió Marina en Orgaz, un muchacho rempujó. ¡Oh, qué lindo y grande que es! Bendígale la Ascensión! Su padre le vea barbero, sacristán o tundidor. Ya le van a bautizar, ya le llaman Perantón, ya le vuelven a su casa, ya sacan la colación. Si merendares, comadres, si merendares, llamadme. Si merendáredes nuégados y garbanzos tostados, pues somos convidados, al repartirlo avisadme. Si merendáredes, comadres, si merendares, llamadme. Ya el muchacho se gorjea; ya sabe decir "ajó"; ya le han sacado los brazos, ya le han puesto un correón, ya le hacen hacer pinitos y le dicen a una voz, `Anda, niño, anda, que Dios te lo manda y Santa María que andes en un día.' Señor San Andrés que andes en un mes; señor San Bernardo que andes en un año sin hacerte daño en esta demanda. Anda, niño, anda, que Dios te lo manda y Santa María que andes en un día. Ya ha crecido y va a la escuela, ya en el Cristo da lición, ya sabe jugar al toro, ya corren de dos en dos, a `la trapa, la trapa, la trapa, en mi caballito de caña.' Ya quieren que vaya al campo y aprenda a ser labrador; ya le visten de sayal el capote y el calzón. Caperuza cuarteada su señor padre le dió, y probándosela todos ansí le dicen a un son, `Que la caperuzita de padre póntela tú, que á mí no me cabe.'"
Salen LILLO y otros, y llévanse a MARI Pascuala
JORGE: Llega, Lillo, que ahora es tiempo. MARI: ¿Qué es esto? ¡Ay cielos, traición! LILLO: Ninguno el paso me impida. CRESPO: ¡Oh infame! ¿Cómo que no, si es mi esposa la que llevas? JORGE: ¿Por qué no? CRESPO: ¡Muera el traidor! JORGE: Ninguno pase de aquí, si no pasaréle yo. CRESPO: ¡Par Dios, que es linda la flema! Que es Mari Pascual, señor. JORGE: Segura va, sosegaos. CRESPO: ¿Con quién? JORGE: Con vuestro señor. CRESPO: ¿Con vos? JORGE: Conmigo. CRESPO: ¿A qué va? JORGE: Eso adivinadlo vos. CRESPO: ¿Y mi honra? JORGE: ¿Qué más honra que amarla el comendador? CRESPO: ¿Ésa es justicia? JORGE: Villanos: no me enojéis, que yo soy señor de Cubas, y ansí todo es mío.
Vanse MARI Pascuala, don JORGE, LILLO y CRIADOS
CRESPO: ¿Ésa es razón? ¿Esto consentís, cobardes? ¡Matalde! MINGO: Mátele Dios que le hizo. CRESPO: ¿Tal injuria consentís? ¿Tan gran traición? MINGO: A quien le duele la muela que se la saque. Andad vos, si os atrevéis sin tenazas, y sacadle ese raigón. BERRUECO: ¡Ah, cielos! MINGO: Que no la quiere sino por un día o dos, y luego os la volverá. CRESPO: A estar el emperador en España... MINGO: ¡Buena flema! Guarde el cielo mi rincón. BERRUECO: ¿Estas mañas tenéis, Jorge? Yo me vengaré de vos.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

La santa Juana, Segunda Parte, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 25 Jun 2002