JORNADA SEGUNDA


Salen don EGAS Muñiz y don GONZALO
GONZALO: Nuestro conde infante es santo, porque no es inconveniente ser religioso y valiente. EGAS: Séalo, pero no tanto que le lleven a su coro los canónigos seglares y las armas militares, que son espanto del moro, cubra la sobrepelliz cada noche en los maitines. GONZALO: Ansí consigue sus fines dichosos, Egas Muñiz. La espada y la disciplina hacen una consonancia de milagrosa importancia. David era en Palestina el más bélico monarca, y entre sus triunfos diversos cantaba salmos y versos danzando delante el arca. La Efod que se vestía era lo mismo que ahora la sobrepelliz. No ignora, quien sabe su valentía que él mismo, hablando con Dios, dice que se levantaba a media noche, y cantaba sus loores. Juzgad vos si es bien, cuando este interés nos postra rendido al moro, que Alfonso en el campo y coro sea David portugués. EGAS: Basta haberle edificado al cielo tanto convento para obligarle que atento su vida ampare y estado. El célebre monasterio de Santa Cruz de Coimbra, cuando conquistó a Cecimbra, y del africano imperio sacó a Elvas, al Francoso Serpa, Corbele, Alanquer y otros mil que en su poder hacen su nombre famoso, fundó rico con las rentas que a sus canónigos dio cuando a Santarén cercó; haciendo con su Dios cuentas, ofreció por su conquista al santo de Claraval para un monasterio real, cuanto alcanzare la vista desde una cuesta eminente, los campos y posesiones, siendo sus ojos mojones de esta fábrica excelente. Mil monjes ahora encierra este edificio gallardo. Obligado San Bernardo a patrocinar su guerra y a alcanzarle sus victorias, desde Francia, donde vive, le comunica y escribe: materia dé a las historias nuestro Alfonso con la espada, y los monjes del Cistel recen y canten por él; allá María elevada, y Marta acá solicite con las manos el acero.
Sale don ALFONSO Enríquez y trae puesto sobre las armas un roquete, y don PEDRO
ALFONSO: Egas Muñiz, lo primero, porque amparo os facilite, es Dios, que lición nos da de que su reino busquemos y por él conseguiremos lo demás, porque será desdoro de un rey, que esfuerza con oraciones su celo, conquistar primero el cielo si el cielo parece fuerza. No se proporcionan mal ni el tiempo se desperdicia con la terrestre milicia la milicia celestial, ni del valor portugués será acción menos feliz con Dios la sobrepelliz que con el moro el arnés. Lo uno y otro al cielo agrada alentando el corazón, con Moisés en la oración. y Josué con la espada, porque ésta sola promete ......................... [ -oto] poca dicha. Éste es mi voto y quitarme este roquete, que desde el coro dirige el cielo mejor mi estado. EGAS: Yo hablé, en fin, como soldado, sin saber lo que me dije. Pelead--¡cuerpo de Dios!-- y rezad también, Alfonso, con la espada y un responso huirá el morisco de vos. Comunicad serafines entre monjes en el coro, y acobardaráse el moro mientras vos cantáis maitines, que yo desde ahora os juro seguir siempre vuestro lado engerto en fraile y soldado. ALFONSO: Y yo el premio os aseguro. Pero ¿qué es esto?
Tocan un clarín y sale poco a poco ISMAEL sobre un alazán, con adarga y lanza, y en el extremo de ella, en lugar de banderola, el guante de doña LEONOR
PEDRO: La vega mide un moro airoso y fiero sobre un alazán ligero. EGAS: Hacia nuestros muros llega. ALFONSO: ¡Bizarro alarde! EGAS: ¡Infelice! a lo menos, si me aguarda. ALFONSO: ¡Presencia ostenta gallarda! Veamos lo que nos dice. ISMAEL: Conde Alfonso lusitano, que del árbol borgoñón blasonas ser rama ilustre; pimpollo de aquella flor que pone Francia en sus armas, nieto de Alfonso, león que, conquistando a Toledo, se intitula emperador; a Santarén me ganaste, no de valor a valor, precediendo desafíos y partiendo el campo el sol, sino hurtando a las tinieblas la enlutada confusión de noche, más que soldado, codicioso escalador. Préciate de la conquista que su descuido te dio, pues huye siempre las luces el pirata y salteador; que yo, no con los engaños del silencio obscuro, no cohechando al sueño perezas, tapando al bronce la voz, sino en la mitad del día, solo, si es que solo estoy cuando cuantos héroes viven me llanian su comprehensión, a vista de esos cobardes, tímido y breve escuadrón que de Ulises descendiente sus ardides le heredó, digo que asaltar murallas de noche, sin prevención, es infamia, es cobardía. ¡No es hazaña, no es valor! Ismael, me tiembla el orbe; rey me llama Badajoz, su príncipe Extremadura; la Vandalia su señor. Sólo domina en mi pecho hermosa constelación, una beldad portuguesa, feliz, pues su esclavo soy; doña Leonor es, Cautiño, porque sola tal Leonor por lo que de leona tiene, amansara tal león. Conde, suyo es este guante, del muro se le cayó, en mi fe de más estima que de Asia la posesión. El castillo de Palmela, con las llamas de mi amor conquisté, dando a su alcaide honras por matarle yo. Llevéme a Leonor conmigo imperiosa su prisión, pues, cautiva, la obedezco pues me vence vencedor. Yo he jurado a su hermosura, si en vosotros hay valor, por cada dedo del guante un portugués, el mejor. De esta prenda y de su dueño será la restauración el que a vencerme se obligue, uno a uno o dos a dos. Al extremo de esta lanza sirve de airoso pendón. Rescatadle, portugneses que salvoconduto os doy para los campos de Obrique, donde Marte convocó cinco ejércitos alarbes de quien rey unico soy. Doscientos mil africanos enjambres inmensos son que al Tejo el cristal agotan, al valle y monte la flor. Cobardes, alli os espera Ismael, Marte español. Parca que os hiela las vidas, rayo que Arabia forjó, segundo A1á, otro Mahoma de Alcides competidor, pestilencia del bautismo, de su iglesia contagión, cuchillo de portugueses, Atila, azote de Dios y Ismael, que vale más que el cielo, que Alá, que el sol.
Vuelve a tocar el clarín. Vase ISMAEL
EGAS: Frenético, espera, arguarda. ALFONSO: Dejad que al cielo Nebrot quimerice Babilonias, llorará su confusión. Las manos y no las lenguas, amigos, en la ocasión precisa consiguen triunfos y dan asiento al valor; de lengua es forma la espada, vocinglero el vil temor; espere en su muchedumbre que yo solo espero en Dios. Trece mil soldados tengo, cada cual un Cipión, un portugués Viriato un Hércules vengador; doscientos mil los infieles --¡numerosa ostentación!-- ceros que por sí con nada, mosquitos de Faraón. Lusitanos, ¡alto, a Obrique! Que cuanto fuese mayor la suma de los contrarios tanta más ganancia os doy de su despojo y riquezas. La cruz es nuestro blasón, armas que dio a Portugal mi excelso progenitor; con su señal Constantlno los tiranos debeló; su mesmo celo me guía, yo conde, él emperador; la victoria tenéis cierta. GONZALO: ¡Oh, gloria de tu nación! Al arma, gue la fortuna de César llevamos hoy.
Tocan alarma. Vanse, si no es don EGAS
EGAS: ¿Cautiva mi Leonor? ¡Cielos! ¿Presa la beldad que adoro, usurpador suyo un moro, y ya africanos mis celos? Eso no, mientras yo viva, que es oprobio portugués. Yo haré que postre a los pies de mi adorada cautiva la alarbe y torpe cerviz el sacrílego arrogante. Yo haré finezas de amante y hazañas de Egas Muñiz. Salvoconducto me da, mas quien torpe desatina sin guardar la ley divina mal la humana guardará; juntemos la industria, pues, al valor para librarla; hoy tengo de restaurarla, o no seré portugués. El artificlo me ofrece un discreto estratagema.
Sale BRITO
BRITO: Estése el perro en su tema; que yo me estaré en mis trece. Yo le juro a non de tal que si el guante le quitó el galguicuzcuz, que yo desagravie a Portugal. EGAS: ¿Qué es eso, Brito? BRITO: Sentir que un morillo desafíe a nueso conde, y que críe humos, que le han de salir en el alma, si yo puedo. EGAS: ¿Viste al bárbaro Ismael? BRITO: Vi que en su lanza la piel o el guante, por cada dedo a su fembra ha prometido una cholla portuguesa, y ¡voto al sol que me pesa que se nos haya escorrido! ¿Cinco cabezas barbadas? Pues, con ellas, ¿qué ha de her la Leonor? Debe querer madurarla a cabezadas. Yo quedé tan golosmero después que a lidiar aprendí por vos, que no estaré en mí hasta her un matadero, do por arseldes se pese carne mora. EGAS: ¡Desatino! BRITO: Mas huyendo del tocino Barrabás que la comiese. EGAS: ¡Atreveráste tú a hacer conmigo una honrosa empresa? BRITO: Si es la Leonor portuguesa y bondara ser mujer; ¿qué aguardamos vos y yo que no la descautivamos? EGAS: ¡Oh, Brito animoso! Vamos. BRITO: Desque el conde se quitó, al encontrarle en la sierra sin cochillo, ni ganzúa, lo que llamáis guante o lúa, piel en paz, malla en la guerra, cuidando yo que la mano entonces se desollaba, mal con los guantes estaba; mas agora que este alano Ismarrel tanto le estima que mos desafía por él, desollándole la piel que trae el mastín encima, la he de convertir en guantes. EGAS: Arábigo sé escribir y en hábito hemos de ir de moros. BRITO: Haya turbantes, almalafas, alquiceles, y déjame a mí con él. EGAS: ¿Te atreverás a Ismael? BRITO: Y a una recua de Ismarreles. EGAS: Pues sígueme, que si engañas su atención, en mis venturas probarás que sin locuras nunca el amor logró hazañas. De moro te vestiré. BRITO: Con tal que haya sopa en vino, porque sin él y tocino desde aquí desmórome.
Vanse los dos. Sale doña LEONOR llorando, e ISMAEL saca el guante de doña LEONOR
ISMAEL: Tu conde me vio en su vega hacer de esta prenda alarde, y a su ejército cobarde, no sólo el combate niega, mas, multiplicando miedos, las caras descoloridas tiemblan de ver que sus vidas. tu guante les mida a dedos. Si estas finezas merecen en tu cielo algún agrado, serenándose el nublado que sus rayos entristecen, alcance yo sin enojos, sin desdenes, sin agravios, una razón de tus labios, un resplandor de tus ojos. Y advierte, Leonora mía, que si con rigor pretendes helar mi fuego, le enciendes con más rebelde porfía. Finge de burlas favores, podrá ser que de esta suerte más tibio llegue a quererte que duplicando rigores, porque en la amorosa escuela, la que por sus cursos pasa, con hielos dicen que abrasa, con llamas dicen que hiela. LEONOR: ¿Posible es, torpe homicida, que tu ciego frenesí ose a amar a quien por ti llora a su padre sin vida? Dame sepulcro con él; rasga, tirano, este pecho y habrás a mis ruegos hecho una finesa crüel, una piedad rigurosa, y si mis súplicas sigues, una acción con que me obligues en la otra vida. ISMAEL: ¡Qué hermosa! La aurora de tu semblante vierte perlas. Si enloqueces cuando llorando amaneces cada aljófar un diamante, ¿qué hicieras perdido el ceño con que eclipsas su arrebol amaneciéndome el sol en dos orientes risueños? Tu padre murió a mis manos, mas sírvate de consuelo que he de conquistar el cielo vencidos los lusitanos. Mi valor a cargo toma, si su pavimento piso, que goce a Alá en su paraíso a la diestra de Mahoma; yo haré que con él dispense el haber cristiano sido.
Salen de moros don EGAS, y BRITO a lo gracioso
BRITO: Héteme aquí convertido en morabito de Orense, engerto un gallego en moro. EGAS: Ya sabes lo que has de hacer; no te turbes. BRITO: La mujer que buscas es como un oro; con el mastín perrenquea. EGAS: A buena ocasión llegamos; si mis ardides logramos. BRITO: Ojalá orégano sea. ISMAEL: ¿Quién, sin avisar primero, se atreve a entrar donde estoy? BRITO: Señor, estafeta soy morisca, mas no arriero, ni en toda mi casta le hubo, ni quiera Dios, cuando venga con cartas, que oflcio tenga que el señor don Mahoma tuvo. ISMAEL: ¿Cartas traes? Dime de quién. EGAS: (Este necio lo ha de echar Aparte a perder; quiero llegar.)
LLégase a él
El rey de Murcia y Jaén y el de Córdoba te escriben. BRITO: Sí, señor; juntos están con el rey de Cordobán murciélagos, porque viven de comer uvas jaenes, y son tres reyes de bien el murciélago, el Jaén y el cordobán. ISMAEL: ¡Loco vienes! EGAS: Hase, gran señor, turbado y gasta siempre este humor. BRITO: Humor gasto; sí, señor; de una huente que han mandado que en aqueste brazo me abra; gracias a santa Locía, que casi casi no veía por un hartazgo de cabra que éste y yo nos dimos solos, y aun es dicha si lo alcanzo, métome, en vez de garbanzo toda una bola de bolos, y en lugar de hoja de hiedra traigo una resma de estraza, con que, aunque algo me embaraza, puedo tirar una piedra, y her que la salud asista en los ojos, aunque creyo que cuando a su merced veyo, tengo muy bellaca vista.
Aparte a BRITO
EGAS: Necio, mira lo que dices. ISMAEL: ¡Salada es vuestra razón! BRITO: Tengo la sal de un jamón, y cómolos con perdices. ISMAEL: ¿Las cartas? BRITO: Helas aquí.
Dáselas
ISMAEL: ¡Donoso talle mostráis! BRITO: Sí, señor ISMAEL: ¿Cómo os llamáis? BRITO: El moro Zaquizamí. ISMAEL: ¿Tan alto? BRITO: En caramanchones empleo todo mi trato, y vuelto de perro en gato ando a caza de ratones. Lea vuestra morería para que me vuelva luego. ISMAEL: ¿No esperaréis que a este pliego. responda? BRITO: Sí, morería. ISMAEL: ¿Es Córdoba gran ciudad? BRITO: Sí morería. ISMAEL: Y su rey, ¿no se llama Alí Muley? BRITO: Sí, morería. ISMAEL: Esperad.
Leyendo para sí
¿Qué tiene, que está en la cama conforme me avisa aquí? BRITO: Sí, morería. ISMAEL: Decí, ¿qué mal tiene? BRITO: Se derrama todo en mantas y en colchones. EGAS: (¿Hay disparate como éste?) Aparte BRITO: Y diz que es ramo de peste la sarna con sabañones, y el reye se rasca mucho. ISMAEL: (Éste debe de ser loco.) Aparte
Aparte a BRITO
EGAS: Necio, vete poco a poco. en hablar. BRITO: Yo no estoy ducho en esto de enfermedades; su morería perdone. EGAS: (Como Brito me ocasione Aparte mientras teje necedades a que hable a mi Leonor, que aún no me ha echado de ver, comenzaré a disponer los ardides de mi amor.
Aparte a BRITO
Entreténmele, y advierte que en el ínterin hablamos mi Leonor y yo. BRITO: A eso vamos.
Abre el moro ISMAEL otra carta
ISMAEL: Dice Muley de esta suerte,
Lee
"El compañero del que ésta lleva es el moro más sabio en las ciencias de astrología, magia y futuros contingentes que conoce Egipto; envíosele a vuestra alteza para que, sirviéndose de sus habilidades, venza con ellas lo que dudo de sus armas, porque el conde de Portugal tiene de su parte el valor de sus antecesores y la fortuna de los hados. Guarde Alá a vuestra alteza, etc. Muley, Rey de Córdoba." ¡Válgame Mahoma! BRITO: Y lleve por siempre jamás amén.
Mirando el, moro ISMAEL muy atento a don EGAS
ISMAEL: Ven acá. BRITO: Obedezco al ven. ISMAEL: Habla veras. BRITO: Pues sea breve, porque en hablando en joicio, luego me da torozón.
Hablan en secreto LEONOR y don EGAS
ISMAEL: ¿Quién es éste? BRITO: Es un varón milagro del reino egipcio: No sabe tanto el diMúño; cuantos diabros el infierno ahucha en su huego eterno todos los tiene en el puño. ISMAEL: ¿Qué dices? BRITO: Que si le pruebas, tien tales encantaciones que hará llover naterones, albaricoques y brevas. ISMAEL: Si él me supiera ablandar el rigor de una mujer que me obliga a enloquecer, yo le llegara a adorar. BRITO: Si de sus artes se fía, déla por blanda. ¿Es aquélla? ISMAEL: La mlsma. BRITO: Ya habla con ella, porque sus cuitas sabía; verá cuál se la madura.
Hablan don EGAS y doña LEONOR aparte
LEONOR: ¡Ay, mi don Egas Muñiz! moriré más infeliz si inventas esa locura; no arriesgues vida, que estimo lo que mi temor recela. BRITO: ¿No ve cómo se le enmiela? EGAS: Leonor, en balde reprimo la paciencia ni el acero. Yo he de sacarte de aquí. ISMAEL: ¡Vive Alá! ¡Que conseguí toda la dicha que espero! Tan domesticada está con él como si los dos fueran hermanos. BRITO: ¡Par Dios! por no decir por Alá, que obrigue a una peña fría a que eche llamas, señor. ISMAEL: ¿Que hará que me tenga amor Leonor? BRITO: Sí, morería. ISMAEL: Toma este anillo y cadena.
Dáselos
BRITO: Sí, morería, sí tomo. ¿Es el engaste de promo, que pesa más que ell arena? EGAS: Esto tenemos trazado LEONOR: ¡Qué buena suerte la mía! ISMAEL: ¿Riyóse? BRITO: Sí, morería; los colmillos ha mostrado. EGAS: Disimula con el moro hasta que te libre de él.
Esto lo dice recio
LEONOR: Merece mucho Ismael. ISMAEL: ¿Qué dijo? BRITO: Que es como un oro su merced en la gallardía. ISMAEL: Que mucho Ismael merece le escuché. BRITO: Ansí me parece. ISMAEL: ¡Gran suerte! BRITO: Sí, morería. ISMAEL: ¡Qué apacible y que en sazón habla, pregunta y propone! BRITO: Él verá que se la pone más tierna que un requesón. EGAS: ¿Oyes lo que al moro pasa con aquel loco? LEONOR: Donoso e igualmente provechoso. EGAS: De placer es esta casa, en lo despoblado está. Para que te saque de ella fíngele amor, Leonor bella.
Llégase LEONOR al rey ISAMEL muy afable
LEONOR: ¡Mi rey! ISMAEL: ¡Soberano Alá, que a oír tal he merecido al sol que el alma ofrecí! BRITO: ¿Mi "re" dijo? Hétele el "mí." soberano Alá te he oído. Hétele también el "la." "Sol" la llamaste después. Hétele a amor portugués con su "re, mi, fa, sol, la." EGAS: Señor, yo que por mis ciencias de tu amorosa fatiga, supe el incendio que obliga a apacibles impaciencias, vine a servirte de modo que ya es tuya Leonor bella; pero si a solas con ella nos dejas, para que en todo se te rinda este diamante, tu esperanza lograrás, en especial si me das por sola una hora su guante, que impide por él el hado lo que el arte facilita, porque sus efectos quita cualquier favor violentado. ISMAEL: Toma el guante, el alma toma.
Dásele
BRITO: (Tened, el perm, por cierto Aparte que vos damos perro muerto.) ISMAEL: Tú serías mi Mahoma, mi Alá, si me consintiese que una mano la besase. EGAS: Hasta que el término pase, no es posible. BRITO: En seco bese, chero decir, desde ahí, que según unum modernum, non besabis in aerternum. ISMAEL: No lo entiendo. BRITO: Hablan ansí nigromantes motilones. ISMAEL: Luego ¿tú nigromancía estudias? BRITO: Sí, morería. Mire, do hay pares hay nones, chero decir, que preñada una mujer, o se muere o habrá pares; si pariere, y habrá nones que es nonada para vuesa morería, como no tempre pesáres aguardándose dos pares de horas, hasta el mediodía, que es cuando cesan los nones, y toca a nona el donado; mas habiendo los dos dado, que en todos los ésquilones cuando dan dos dan un par, cesan entonces azares, porque, en fin, los dos pares, si no llegan a parar, ¿cómo tienen de parir el efecto del planeta, ni comprirse la receta de su amor? ¿Chérelo oír? Pues venga a her. Esta mujer, ¿no es nones? Sí, porque es una, y con pares no hay ninguna hasta que llega a parir; él, aqueste moro y yo somos tres, no somos nones; en esto no hay opiniones, pues si el nones engendró la nonada, oiga estos puntos, hasta que lleguen a estar hombre y mujer hendo un par, y no todos cuatro juntos, si no le ama sí se queje; pero vuélvase después que nones quedamos tres, y como a los tres mos deje, después de la nona dada, si vuelve a sus aficiones ya se habrán ido los nones y parará el par en nada. Esto enseña la escretura, que entre sus negros Macías mordió el gigante Golías, Galeno y Nuño Rasura. ISMAEL: Los principios de una ciencia son obscuros de saber; no te he podido entender. EGAS: Pues, señor, es evidencia todo cuanto te ha explicado, mas como son rudimentos, de nuestros encantamentos, está su estilo intrincado. Vuelve aquí dentro un hora, lograréis gustos los dos. LEONOR: Querido Ismael, adiós. ISMAEL: Adiós. ¿Volveráste mora? BRITO: Conforme huere el moral. ISMAEL: Adiós, luz de mi esperanza.
Vase ISMAEL
BRITO: Si mora dice tardanza, vendrá a ser mora, y qué tal. EGAS: A caballo. BRITO: No hay si dos... EGAS: Vendrá en mi gropa; yo Jove, Leonor mi Europa. BRITO: Pues galguimorisco, adiós.
Vanse. Suben desde el tablado a caballo los tres, ella a las ancas del de don EGAS y salen a las voces del moro ISMAEL y otros, y puédalos seguir a caballo y escaramuzar. Habla BRITO adentro
BRITO: Aprisa, que mos espía un perro, y temo que lluevan virotazos. ISMAEL: ¡Que nos llevan a Leonor! BRITO: Sí, morería. ISMAEL: Seguidlos, vasallos míos; volad, cual vuelan mis celos. ¿Sufriréis, ingratos cielos, tal burla? BRITO: Sí, moreríos. ISMAEL: Corred, que queda abrasada el alma entre mis pasiones. BRITO: Acá corremos los nones, y allá vos cupo nonada. ISMAEL: ¡Tocad al arma, africanos!
Tocan al arma
¡Mis ejércitos juntad! ¡Por Alá eterna deidad que he de hacer en los cristianos tal destrozo, que no quede memoria de su bautismo. De incendios soy un abismo, sufrirme el mundo no puede; abrase la llama mía cuanto el sol con rayos doma. BRITO: Perrazos, ¡cola Mahoma! ISMAEL: ¿Hay más mal? BRITO: ¡Sí, morería!

FIN DE LA SEGUNDA JORNADA

Las quinas de Portugal, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002