ACTO SEGUNDO


Sale ASCANIO
ASCANIO: Amor, vuestro absoluto y real respeto de conde de Monreal, me ha trasformado en secretario: de señor, crïado. Vuestro fuego es la causa, yo el efeto. En la contemplacion de tal objeto, secretario me hiciera mi cuidado de mí mismo, si no hubieran llegado a profanar los cielos mi secreto. Mira Narcisa apasionadamente a don Rodrigo, para darme enojos, y en vano, siendo así, callar presumo Es mina Amor, y es fuerza que reviente cuando no por la boca, por los ojos, él convertido en fuego, ellos en humo.
Salen AURORA y NARCISA, hablando con su hermana sin ver a ASCANIO
NARCISA: Anda, hermana; que estás ya demasïada. AURORA: Yo digo la verdad. NARCISA: Si don Rodrigo a mi amor materia da, ¿qué pierdo en quererlo? AURORA: Mucho. ASCANIO: (Basta, que vienen las dos Aparte tratando del ciego dios. ¿Esto veo? ¿Aquesto escucho? Desiguales competencias, Narcisa se ha declarado. El español es amado; no hay que hacer más experiencias. Caballero es don Rodrigo. Voy a probar su valor, y si puede en él amor más que la lealtad de amigo.)
Vase ASCANIO
NARCISA: Don Rodrigo es principal, y es Girón, que le engrandece. Ya sabes tú que ennoblece su casa con sangre real. ¿Qué defeto hallas en él, sabiendo que quiso, hermana, su esposo hacerle Dïana, condesa de Oberisel? AURORA: Es extranjero. NARCISA: ¿Qué importa? Nunca las personas reales se casan con naturales. AURORA: De ejemplos, Narcisa, acorta; que esposo te dan los cielos de más valor e importancia. Yo intento casarme en Francia, y has de imitarme. NARCISA: ¿Son celos, por tu vida? AURORA: ¿Yo? ¿De quién? NARCISA: Del español que procuras desacreditar. AURORA: ¡Locuras! NARCISA: Yo sé que le quieres bien. AURORA: Desterrarle he de mi estado, si con tan bajas quimeras, en ese error perseveras. NARCISA: ¿Luego al conde has olvidado de Borgoña, mayordomo de tu casa y voluntad? AURORA: Hombre de más calidad ha de ser mi esposo. NARCISA: ¿Cómo? AURORA: Pretende monsiur de Guisa darme el alma con la mano, y Federico, su hermano, intenta también, Narcisa, ser tu esposo. Porque veas cuán diversos pensamientos solicitan tus intentos, las cartas quiero que leas que los dos nos han escrito en orden a esto. NARCISA: (Envidiosa Aparte de la suerte venturosa con que mi amor solicito con don Rodrigo, pretende divertirme de él Aurora; pero engañaréla agora.) AURORA: ¿Qué respondes? NARCISA: Que me ofende tu mudable condición; ¿A Carlos no te inclinabas, cuando vino, y ponderabas su buen talle y discreción? Pues ¿quién te mudó tan presto, que el de Guisa te aficiona? AURORA: La fama que lo pregona, en tal opinión ha puesto al duque de Guisa, hermana, que le quiero bien. Duquesa vengo a ser, si soy marquesa. Ya ves lo mucho que gana nuestra casa, y el valor que a su sangre corresponde, lo que va de un duque a un conde y cuál me estará mejor. NARCISA: ¿Al conde olvidas? AURORA: Pues bien, ¿qué quieres decir en eso? NARCISA: Pues la verdad te confieso, si ya no le quieres bien. ¡Cuánto mejor te estará, si eres duquesa de Guisa, el ver condesa a Narcisa de Borgoña! AURORA: ¿Cómo? NARCISA: Ya puedo declarar contigo mis amorosos desvelos. Por no dar causa a tus celos fingí amar a don Rodrigo, siendo el conde de Borgoña quien mi amor tiranizó, desde que el alma bebió por los ojos su ponzoña; mas pues este estorbo cesa, según tu elección me avisa, y casándote tú en Guisa, me puedes hacer condesa, déjame a Carlos, Aurora, y deberéte este estado; que yo he visto en su cuidado que te olvida y que me adora. AURORA: Si yo a quien soy no mirara, te cerrara, necia, loca, con un candado la boca, y la lengua te cortara. ¿Tú tienes atrevimiento tan soberbio y licencioso, que a quien me da por esposo de mi padre el testamento, oses mirar? NARCISA: ¿Ya me alegas testamentos? Buena estás si al duque elegido has, y a su amor el alma entregas, no sé por dónde ni cómo de mí puedas agraviarte. AURORA: ¿Tú conmigo has de igualarte? NARCISA: ¿Es mucho que a un mayordomo pretenda, cuando tú cobras a un duque? AURORA: No lo verás. NARCISA: Si como a menor me das alimentos de tus sobras, ¿en qué te igualo? ¿No dejas a Carlos? AURORA: ¿Yo? NARCISA: Ahora acabas de afirmar que al duque amabas, y que olvide me aconsejas por su hermano a don Rodrigo. AURORA: Mis sospechas lo fingieron, porque en tus intentos vieron la traición que usas conmigo; que ni el de Guisa me ha escrito, ni otra sino yo ha de ser del conde Carlos mujer. NARCISA: Pues ya, hermana, no compito contigo. Satisfacerte de mi buen gusto podrás, si a don Rodrigo me das, pues quedo de aquesta suerte yo casada y tú contenta, y a España me partiré. AURORA: Los ojos te sacaré primero que tal consienta. NARCISA: Si no hay Federico ya, y tú al conde Carlos quieres, cuando al español me dieres, ¿qué hay perdido? AURORA: No tendrá tan mal gusto don Rodrigo, si a Dïana quiso bien que satisfechos estén sus pensamientos contigo. NARCISA: Si no estriba más que en eso la causa de tus enojos, ya me han dicho a mí sus ojos que mi amor le quita el seso. AURORA: ¿Tú a don Rodrigo? NARCISA: Trinchando, en verme se divirtió hoy, y un dedo se cortó, y aun yo le oí suspirando decir entre llanto y risa, baja la voz y compuesta, "Amor que sangre me cuesta compasión dará a Narcisa." Yo entonces tomé la presa que tanto mal vino a hacer, y un lienzo dejé caer a sus pies junto a la mesa, que creyendo ser Brïanda suyo, en viéndole, le alzó; y dándosele, esmaltó su noble sangre en mi holanda. Mira en esto lo que infieres y si el ser mi esposo es llano, pues yendo el lienzo a su mano, me he casado por poderes. AURORA: Cortaréte yo la tuya, y saldrá tu industria vana. NARCISA: Pues acabemos, hermana, y este pleito se concluya, que estás terrible conmigo, y tengas gusto o pesar, yo me tengo de casar con Carlos, o don Rodrigo.
Vase NARCISA
AURORA: ¿Qué mudanzas, decid, envidia mía, son éstas, que a mi amor hacen Proteo? ¿Cuándo os pensáis quietar, loco deseo, que amáis, no la eleccián, mas la porfía? Al conde quiero ya que aborrecía; porque Narclsa pone en él su empleo, al español me inclino porque veo que en ella amor, y celos en mí cría. Sombra soy de ml hermana. A cualquier parte que va su voluntad, doy en seguilla; y sin amar, amor me da desvelos. Mas si su hacienda entre las dos reparte mi padre aun hasta aquí, ¿qué maravilla que ella herede el amor y yo los celos?
Sale don RODRIGO, con un lienzo atado de la mano izquierda
RODRIGO: ¿Qué manda vuestra excelencia? AURORA: Mucho debéis, don Rodrigo, pues no hago en vos un castigo ejemplar, a mi paciencia. Agradeced a mi prima y al amor que os ha tenido... RODRIGO: No sé en qué os haya ofendido. AURORA: Que a no saber en la estima que con ella habéis estado, no excusara la ocasión que dais a mi indignación. RODRIGO: Pues yo ¿en qué..! AURORA: ¿No os he avisado que las damas de mi casa las pretensiones no admiten que los palacios permiten, cuando el uso por ley pasa? RODRIGO: Pues ¿en qué, señora, excedo a lo que vos me mandastes? AURORA: ¡Lindamente os enmendastes! Agradecéroslo puedo. Basta, que contra la fama que en esta casa ofendéis, dais en galán y tenéis dentro en mi palacio dama. RODRIGO: ¿Dama yo? AURORA: Pues os escribe y os correspondéis los dos, siendo cortesano vos, ¿quién duda que no recibe de sus papeles respuesta? RODRIGO: [De quien puede ser, no sé.] El que aquella tarde hallé, que haciendo en el parque fiesta a vuestras damas, la nieve me tiraron, y leí; mas ni al dueño conocí, ni habrá quien contra mí pruebe que después que vuexcelencia sin culpa me reprendió, haya pretendido yo con alguna diligencia saber quién la dama ha sido; de que estoy tan ignorante, cuan libre de ser su amante. AURORA: Buena excusa habéis fingido, pues si acabo de cogella este segundo papel, ¿podéis excusar en él el aviso de la pella? RODRIGO: ¡Segundo papel a mí, gran señora! AURORA: Tomad, vedle. Si no me creéis, leedle, que agora se le cogí; y si con él no os convenzo, y responder no podéis, pues que cortado os habéis, la mano, enviadla el lienzo. Mas bien podréis; que no ha sido la derecha la cortada; que ésa estará reservada, para ser agradecido. RODRIGO: Si conozco a esa mujer, si la he visto, si la he hablado, un traidor disimulado me mate, y no llegue a ver mi patria; de mí murmure el que más mi amigo fuere; los estudios que escribiere un idiota los conjure; el que anduviere conmigo, cuando esté ausente, me ofenda; pleitee, sirva, pretenda... AURORA: Leed, leed, don Rodrigo. RODRIGO: Pues vos me lo mandáis, leo; puesto que a creer me incita que vive en la ley escrita quien me escribe y nunca veo.
Lee
"Don Rodrigo, Amor os llama `para poco,' pues no os mueve un papel que envuelto en nieve, disfrazó en ella su llama. Buscad curioso la dama que, descuidado o cobarde, os busea y manda que aguarde Amor, niño invencionero, a una reja del terrero esta noche. El cielo os guarde." De aquí puede colegir, señora, vuestra excelencia mi descuido y negligencia, y si he intentado salir del límite que me puso en el primero papel. AURORA: La que os muestra amor en él y agora os tiene confuso, es mi sangre, tan hermosa, que no es mucho si la veis, que la condesa olvidéis por ella. Ha de ser esposa de un ilustre potentado, con quien casarla pretendo; y así del amor me ofendo que os muestra y he castigado. Cuando la cogí el papel. de tal suerte la reñí, que temerosa de mí, os quisiera dar en él veneno. Hame prometido de olvidar vuestra afición, y por aquesta ocasión, a mostrárosla he venido. No vais, Rodrigo, al terrero esta noche, ni ofendáis su secreto, si os preciáis de leal y caballero; porque si os ve diligente en averiguar quién es, será difícil después lo que agora fácilmente se remediará en los dos. RODRIGO: Digo que sea así, madama. AURORA: Lo que no se ve, no se ama. Yo sé que si la veis vos, no ha de ser después posible el dejarla de querer. RODRIGO: (¡Válgate Dios por mujer, Aparte cuanto alabada, invisible!) AURORA: Dadme ese lienzo que es suyo. RODRIGO: Está sangriento, señora. AURORA: Haréle quemar agora; que así principios destruyo que puedan dar ocasión a que yo viva ofendida. Mostrad. ¿Es algo la herida? RODRIGO: No, señora. AURORA: Este listón, en vez del lienzo os atad.
Dale uno
RODRIGO: ¡Tanto favor! AURORA: No es favor ocasionado de amor, sino de necesidad. Mirad que me prometéis de no salir al terrero esta noche. RODRIGO: Solo quiero daros gusto. AURORA: Acertaréis. RODRIGO: No intento más que serviros. AURORA: (¡Ay sangre, que poco a poco me abrasáis! Pues que ya os toco, ¿quién bastará a resistiros? Ni ¿cómo tendré sosiego, si cuando el alma os conserve, la sangre sin fuego hierve, y hoy venís a sangre y fuego?)
Vase AURORA. sale CHINCHILLA
CHINCHILLA: ¿Esta casa está encantada? Vive Dios, que es en Saluzo de casta, Amor, de lechuzo. RODRIGO: ¿Qué es eso? CHINCHILLA: ¡Oh, señor! No es nada. Acá nos lo habemos yo y una dama piamontés, que al conde Partinuplés a escuras encantusó. RODRIGO: ¿Díceslo por mí? CHINCHILLA: Y por todos los pecadores, amén. Amante soy yo también. Los mismos pasos y modos de tus confusiones sigo, porque de una misma traza vayan la mona y la maza. RODRIGO: ¿Estás loco? CHINCHILLA: Verdad digo. Sin ti, y entre cuatro dueñas... ¡Mira con quién y sin quién! ...y tres doncellas también... digo doncellas por señas que en lo demás no me meto, ...en la antecámara estaba, y con ellas conversaba, más compuesto que un soneto... Mira si en amar te imito. RODRIGO: ¡Ay Chinchilla, si supieras mi confusión! CHINCHILLA: ¿Hay quimeras nuevas? RODRIGO: Otra vez me ha escrito mi encubierta dama. CHINCHILLA: ¿Agora? RODRIGO: Y me espera en el terrero esta noche. CHINCHILLA: ¿Por febrero? Gatuno es tu amor. RODRIGO: Aurora le cogió el papel, y airada, leyéndole, me obligó a no amarla. CHINCHILLA: ¿Cómo no? RODRIGO: Dice que está concertada con un potentado. CHINCHILLA: ¡Bien! ¿Y descubrióte quién era? RODRIGO: ¡Dichoso yo, si eso hiciera! Hame mandado también que ni saber solicite quién es y, aunque viva en duda, ni que aquesta noche acuda al terrero. CHINCHILLA: A tal emvite, nada harás en no querer. RODRIGO: Mandómela tan hermosa y dice es difícil cosa oyéndola, no la querer. ¡Si está con ella celosa, según me lo afirmó aquí! CHINCHILLA: Celosa de ella o de ti? RODRIGO: Es cosa dificultosa; que no la vea me avisa. CHINCHILLA: ¡Válgame Dios! ¿Quién será? RODRIGO: Por las señas que me da yo sospecho que es Nareisa. CHINCHILLA: De esa estoy yo sospechoso.
Sale ASCANIO
ASCANIO: Don Rodrigo, de vos vengo muy sentido, y sé que tengo ocasión de estar quejoso. RODRIGO: Declarad aquesa enigma; que todos habláis aquí misterios. ASCANIO: Desde que os vi, os he tenido en la estima que vuestro valor merece. RODRIGO: Y yo obligado os estoy. ASCANIO: Pero el no saber quién soy, justa disculpa os ofrece. Oíd aparte.
Sepáranse de CHINCHILLA, ASCANIO y don RODRIGO
Monreal por su conde me respeta; y Amor, que cetros sujeta y al oro iguala el sayal, le enamoró de Narcisa de la suerte que sabéis, pues en su casa me veis sirviendo.
Llegándose a los dos CHINCHILLA
CHINCHILLA: Cuéntelo aprisa; que es ya de noche, y tenemos mucho que hacer.
Retírase
ASCANIO: Competencias que entre nuestras acendencias pasaron a los extremos de bandos y enemistades, me han quitado la esperanza con que el matrimonio alcanza dulce unión de voluntades. Amor, por esta razón, manda que en su casa viva secretario, donde escriba sus tormentos mi pasión, y como los celos ven cosas que les dan enojos, daisme a entender en los ojos que Narcisa os quiere bien. Aquesto es verdad, por Dios. RODRIGO: ¿Qué es lo que decís? ASCANIO: Yo digo lo que he visto, don Rodrigo. No ha media hora que a las dos, digo a Aurora con su hermana, vi riñendo, y que decía que de vuestra gallardía, digna elección de Dïana, vuestro valor y nobleza, tan enamorada estaba, que haceros dueño intentaba del oro de su belleza. RODRIGO: (¡Gracias a Dios, que he sacado Aparte en limpio este borrador!) ASCANIO: ¡Mirad qué tal es su amor, y si me habéis agraviado sin culpa, aunque desde agora podré quejarme de vos! RODRIGO: Ni yo la he hablado, por Dios, hasta aquí, ni de señora madama entendí jamás, que Narcisa se mudara; mas pues así se declara fïad, conde, desde hoy más, que no halléis en mí ocasión de sospecha ni de celos. ASCANIO: Han guarnecido los cielos, amigo, vuestro Girón del oro mas acendrado que apuró la cortesía. Ya sabéis la historia mía; y en esa fe confïado, fío mi dicha de vos. Sois generoso y discreto; no agraviéis mi secreto, ni nuestra amistad. Adios.
Vase ASCANIO
CHINCHILLA: ¿Qué tenemos? RODRIGO: De hoy comience mi dicha con claridad; que en cosas de voluntad, lo cierto es, viva quien vence. CHINCHILLA: ¿No me dirás lo que ha habido? RODRIGO: Lo cierto es que soy amado de Narcisa, y que el cuidado de mi amor pagado ha sido. No me preguntes más. CHINCHILLA: Quiero, como tú contento estés, y no lloremos después. ¿Habemos de ir al terrero? RODRIGO: ¿Eso dudas? CHINCHILLA: Noche es ya. RODRIGO: Prevenme espada y rodela. CHINCHILLA: Yo seré tu centinela; pero Aurora ¿qué dirá? RODRIGO: Lo que quisiere, y también Ascanio, si me condena; que por pretensión ajena no he de dejar a mi bien.
Vanse los dos. Sale AURORA a una ventana
AURORA: Si siempre la privación fue aumento del apetito, y que aquí venga limito a don Rodrigo Giron, no perderá la ocasión, que con los estorbos crece e imposibles apetece; pues con Amor, donde anima, lo difícil tiene estima, y lo fácil desmerece. Ya, envidia, os habéis trocado por otro afecto mayor. Envidia, ya sois amor verdadero y declarado. Harto caro os ha costado, pues sabéis, alma rendida, que él dio sangre, y vos la herida; mas pues sangre le costáis, nadie diga que no vais, por lo menos, bien vendida.
Salen RODRIGO y CHINCHILLA
CHINCHILLA: ¡Cuerpo de Dios con la noche! RODRIGO: ¡Brava oscuridad, Chinchilla! CHINCHILLA: Para ensartar abalorios, o afeitar barbas, es linda. RODRIGO: ¿Si habrá venido al terrero esta nuestra dama en cifra, por quien ando más confuso que un poeta academista? AURORA: Ce, ¿es don Rodrigo? CHINCHILLA: Con "ce" desde aquellas celosías te llama una dama trasgo; celos temo que te pida. AURORA: ¿Sois vos español? RODRIGO: No sé si soy yo, señora mía, o si mi amor encantado me ha trasformado en vos misma. ¡Qué de ello que me costáis! AURORA: Pues yo ¡qué os cuesto? RODRIGO: Dos riñas de Aurora, sin conoceros. AURORA: Lo más caro, en más se estima. ¿Estáis muy enamorado? RODRIGO: Puesto que lo estoy de oídas, si la que imagino sois, el alma os tengo rendida; aunque si de los favores que me hacéis, es bien colija sus efectos mi esperanza, todas paran en desdichas. AURORA: ¿Por qué? RODRIGO: El primero es de nieve juzgad, cuando amor se cría entre llamas, si será posible que helado viva. AURORA: Con amor, la nieve abrasa, y sin él, el fuego enfría. No amáis, si la nieve os hiela. RODRIGO: Todo aqueso es tropelía. Escribísme que queréis saber si os miente el que os pinta tan hermosa. y que yo sea jüez que el pleito difina y sabiendo que ha de ser el proceso vuestra vista, no os viendo, ¿de qué manera os he de guardar justicia? AURORA: Hay tantos impedimentos en casa, y puede la envidia, que de vos algunos tienen, tanto... RODRIGO: ¿De mí? AURORA: Que me obliga a que de vos me recate. RODRIGO: ¿De qué suerte? AURORA: Me castigan porque ayer os escribí otro papel. RODRIGO: ¿Quién podía por eso a vos castigaros? AURORA: Quien os recela, y os mira con pasión, y es poderosa. RODRIGO: ¿Es la marquesa? AURORA: ¿Y no es digna de vuestro amor la marquesa? RODRIGO: Es su hermosura divina; mas dicen que adora a Carlos. AURORA: No sé en eso lo que os diga; pero sé de que le pesa que os pretenda y que os escriba. RODRIGO: Y vos proseguís, señora, estos amores tan tibia, que cuando con imposibles de verdaderos se animan, juráis de olvidarme. AURORA: ¿Yo? RODRIGO: La marquesa así lo afirma. AURORA: ¿Y no mienten las marquesas? RODRIGO: No ignoro yo que hay mentiras en las cortes, tituladas, mercedes y señorías; mas de Aurora no lo creo.
Sale ASCANIO, sin ver a nadie
ASCANIO: Celos, como sois espías, al desengaño esta noche servid de postas perdidas.
Salen CARLOS, sin ver a nadie, y TEODORO
CARLOS: Yo he de averiguar agora lo que no puede día, y saber si a la marquesa otro amante desatina. TEODORO: ¿No te asegura su hermana? CARLOS: Mis recelos imaginan que en otra parte se abrasa quien conmigo está remisa. CHINCHILLA: (De dos en dos van viniendo Aparte o rondantes o estantiguas de palacio. Haceos allá o hacedme lugar, esquina.) RODRIGO: En fin vos me queréis bien; pero mi amor no os obliga a que me digáis quién sois. AURORA: Recelo, cuando os lo diga, que me aborrezcáis por fea. RODRIGO: Eso no; que os apadrina de la marquesa el abono, pues de suerte os acredita en discreción y belleza, gracia, sazón, bizarría, que tiene por imposible que la libertad no os rinda si os veo.
CARLOS habla aparte con TEODORO
CARLOS: ¿Qué te parece, Teodoro? ¡Si se confirman mis sospechas, con la noche, tercera de estas visitas! Agora importa saber quién son los que solicitan hipócritas voluntades, disimuladas de día. TEODORO: No es la marquesa, a lo menos. CARLOS: Mucho de una mujer fías, ocasionada por moza, y peligrosa por rica. ASCANIO: (Un hombre habla en el terrero, Aparte y una dama desde arriba. Acrecentando sospechas mi esperanza desanima. ¡Válgame Dios! ¿Quién será?) RODRIGO: Por más que el recato finja con que de mi os encubrís, ¡por Dios, que estáis conocida! AURORA: ¿Pues quién soy? RODRIGO: Si me juráis, como la verdad os diga, no negarla, os lo diré. AURORA: Confesarélo, por vida de la cosa que mas quiero. RODRIGO: Pues digo que sois Narcisa. ASCANIO: (¡Ay cielo! ¿Qué es lo que escucho? Aparte ¡Ay, alma, siempre adivina!) AURORA: ¡Jesús! ¡Qué lejos que dais del blanco! RODRIGO: Es ciego el que tira; pero yo sé que lo acierto. AURORA: ¿Pues qué ocasión os, obliga a creer tal disparate? RODRIGO: Amor, cuya monarquía mis cortos merecimientos a vuestro valor sublima. AURORA: Pues ¿quiéreos Narcisa a vos? RODRIGO: Y de suerte, que ofendida la marquesa, o envidiosa de que papeles me escriba, hoy ha reñido con ella. Acabad, señora mía, que quien oyó la pendencia lo que me quiere me avisa. ASCANIO: (Esto es hecho; el español Aparte es éste. Lo que temía, averigüé. ¡Qué indiscreto es quien de estranjeros fía!) RODRIGO: Confesadme que sois vos. AURORA: ¿He de confesar mentiras? RODRIGO: Vuestra vida habéis jurado. AURORA: No lo soy, por vida mía; que Narcisa quiere al conde. RODRIGO: ¿Qué conde es éste? AURORA:. Aquí habita cierto conde disfrazado, a quien amorosa mira la dama que os desvanece. ASCANIO: (Yo soy ése. No hay quien viva Aparte conde en casa, sino yo.)
CARLOS habla aparte a TEODORO
CARLOS: ¿Mas si me amase Narcisa, viendo que estoy en su casa, Teodoro, como éste afirma? RODRIGO: Díjome que érades vos su sangre. AURORA: ¿Pues no podía, en fe de aquesa verdad, ser yo la marquesa misma? CARLOS: Teodoro, ¿no escuchas esto? TEODORO: Bien puede ser que se finja la que no es. Escucha y calla. RODRIGO: La marquesa es prenda digna del amor del conde Carlos. AURORA: ¿Y si fuese yo la misma, pesáraos de que os amara? RODRIGO: No es mi estrella tan benigna que tal ventura merezca; puesto que yo a una cinta, que coronando esperanzas, dio salud a cierta herida. AURORA: Pues tampoco soy Aurora, porque ésa a Carlos dedica la libertad, que a su fama ha tanto que está ofrecida. CARLOS: ¡Eso sí, locos deseos! TEODORO: ¡Cuál estabas ya! CARLOS: Sin vida, sin seso, sin esperanza. RODRIGO: ¿Quién sois, pues? AURORA: Soy de dos primas que en palacio tiene, una. Entre Sirena y Arminda, ¿cuál os parece mejor? RODRIGO: ¿Qué sé yo? ASCANIO: (Si no es Narcisa Aparte la misma que estoy oyendo, y las esperanzas mías saben que es de un conde amante, disfrazado por servirla, ¿qué tengo más que esperar? Si mi ventura averigua su seguridad mañana, yo, Amor, os prometo albricias.
Vase ASCANIO
CARLOS: Teodoro, yo he de saber, primero que se despidan, quien son los que me atormentan, aunque me cueste la vida. Ven y calla. TEODORO: Callo y voy.
Vanse CARLOS y TEODORO
RODRIGO: Pues ni ruegos ni porfías bastan con vos, vive el cielo, que he de volverme a Castilla. Adiós, oscura señora. AURORA: Escuchad. RODRIGO: Vamos, Chinchilla. AURORA: Esperad un poco. CHINCHILLA: Esperen los judíos su mesías. RODRIGO: Si no me decís quién sois, perdonad; que martirizan tantas tinieblas a un alma. AURORA: Esperad, pues, que os lo diga. RODRIGO: Ya espero. AURORA: La que mañana cuando Aurora salga a misa con sus damas, como suele, al entrar de mi capilla tropezase, yendo vos a tenerla, y con fingida industria os dejare un guante, ésa es la que os desatina. Y con esto, adiós.
Retírase AURORA de la ventana
CHINCHILLA: Metióse. RODRIGO: Alto; ello va por enigmas. ¡Paciencia! ¿Qué dices de esto? CHINCHILLA: ¿Qué diablos quieres que diga? RODRIGO: ¿Tienes ganas de acostarte? CHINCHILLA: No será con las gallinas; mas con los mochuelos sí. RODRIGO: ¡Oh si el sol se diese prisa para echar ya confusiones a una parte! CHINCHILLA: ¡Oh si una silla te echase Amor, con su freno! RODRIGO: Anda, necio.
Vase don RODRIGO, y por una reja baja se asoma BRIANDA y coge de la capa a CHINCHILLA
BRIANDA: ¡Ce, ah Chinchilla! CHINCHILLA: ¿Ah Chinchilla, y a estas horas? BRIANDA: No te vayas. CHINCHILLA: ¿Quién me tira? BRIANDA: Quien te adora. CHINCHILLA: ¿A mi adorar? ¿Estoy en la platería? BRIANDA: Sosiégate. CHINCHILLA: ¿Pues quién eres, alma o cuerpo? BRIANDA: ¿Ya te olvidas de la dama que esta noche te ofreció a escuras la vida, y te tomó de la mano? CHINCHILLA: Di lo que quieres, aprisa. BRIANDA: Que me quieras. CHINCHILLA: ¿Eres dueña, o doncella? ¿Vieja o niña? ¿Blanca, negra, moza o ama. hija, madre, grande o chica? BRIANDA: Soy tamaña, que pudieran traerme al cuello por higa si el cristal fuera azabache. CHINCHILLA: Serás dama cristalina. ¿Llámaste? BRIANDA: Con "bri" comienza mi nombre, y su "don" encima. CHINCHILLA: ¿"Don" con "bri"? Doña Bribona, si ya no eres doña Brizna, doña Brígida. BRIANDA: Tampoco. CHINCHILLA: ¿Estás en la letanía, o en el libera nos, Domine? BRIANDA: No hay saberlo, aunque porfías mientras no me prometieres ser mi marido. CHINCHILLA: (¡A tu tía!) Aparte ¿Al matrimonio te acoges? ¿No son primero las vistas? BRIANDA: Yo sé que no te arrepientas. CHINCHILLA: Ahora bien, para que diga de sí o no, dame esa mano. BRIANDA: De esposa os la doy. CHINCHILLA: ¡Qué fría! ¡Qué flaca, y qué floja está! Y en fin, para ser Francisca, ¡qué de nudos de cordón traen los dedos por sortijas! ¡Vive el cielo, que parecen manojo de disciplinas o espárragos de Portillo, si no son de cañafístola! BRIANDA: No hagas caso de las manos; que aunque me desacreditan, lo demás es de manteca. Toca la fisonomía. CHINCHILLA: Cariredonda pareces. BRIANDA: ¿Pues es malo? CHINCHILLA: En redondillas me enamoras, vive Dios.
Le tienta los anteojos
¡Ay! BRIANDA: ¿Qué ha sido? CHINCHILLA: ¡Antojadiza! BRIANDA: Tráigolos, por el sereno, de noche. CHINCHILLA: ¿Y te melindrizas? ¡Bueno! ¿Son negros, o zarcos? BRIANDA: Negros. CHINCHILLA: ¿Mucho? BRIANDA: Como endrinas. CHINCHILLA: Pues serán espadas negras; que por ser amor esgrima, se ha puesto, por no lisiarme, antojos por zapatillas. BRIANDA: ¿Qué buscas? CHINCHILLA: Lo que no hallo, la narigación. BRIANDA: ¿No atinas con ellas? CHINCHILLA: No. BRIANDA: Aquéstas son. CHINCHILLA: ¿Éstas romas? BRIANDA: ¿Qué querías? CHINCHILLA: Si roma me voy por todo, ¡por Dios, si te arromadiza! Roma dama que no topes que tirar, sino es con pinzas, ¿mona hay que las trae mayor? BRIANDA: ¿Pensabas que era judía? CHINCHILLA: No; mas redonda y sin ellas, cara tienes de boñiga. Sutiles jinetes son los antojos, pues encima pueden tenerse, aunque vayan a la gineta o la brida. ¿Hay tal esterilidad de narices en las Indias? Puedes pretender, por chata, una plaza de cacica. ¡Válgate el diablo por roma! BRIANDA: Si él me viera, no diría tantas faltas.
Salen CARLOS y TEODORO, con ACOMPAÑAMIENTO, y dos CRIADOS con hachas. Vase BRIANDA en el momento que CHINCHILLA la ve a favor de la luz
CARLOS: Alumbrad. CHINCHILLA: (¡Jesús! ¡Ánimas benditas! Aparte ¿Qué he visto?) CARLOS: ¿Quién sois? Teneos. CHINCHILLA: (¿Hay tal visión, tal harpía, Aparte cigüeña blanca y negra, tal urraca o golondrina? Yo me muero pues vi al diablo, a la muerte, a Celestina, y a una dueña, que es peor. ¡Válgate el diablo por niña!) CARLOS: ¿Qué hacéis a tal hora aquí? CHINCHILLA: Pecados, señor, hacía, los más chatos y asquerosos que la inquisición castiga. CARLOS: ¿Hónrase bien el palacio de la marquesa, Chinchilla, hablando agora a sus damas? CHINCHILLA: ¿Damas? ¡Blasfemia! ¡Herejía! CARLOS: ¿Quién hablaba aquí con vos? CHINCHILLA: Una rapaza, que tía dicen que fue de Adán y Eva. CARLOS: Y vuestro señor, ¿sería el presumido galán, que de noche solicita las damas que no conoce? ¿Quién era ella? CHINCHILLA: Si a la mía se parece, la tarasca del Corpus Cristi sería. CARLOS: Decid quién es, y advertid que la marquesa me envía a averiguar la verdad. CHINCHILLA: Pues vuestra merced la diga, que yo estoy espiritado, es una visión o estantigua que agora de ver acabo; que me echen agua bendita, conjurándome, y después sabrá que la que venía a tentarme, empieza en "bri," y tiene su "don" encima. TEODORO: Ésa fue doña Brianda. CHINCHILLA: Doña avestruza sería. CARLOS: ¿Y la que habló a don Rodrigo? CHINCHILLA: Vuesas mercedes me sigan, y sabránlo si me alcanzan. ¡Dueñas! El cielo os maldiga.
CARLOS habla aparte con TEODORO
CARLOS: ¡Celos de este español llevo. TEODORO: ¿De qué, si él ama a Narcisa, como a ti las dos hermanas? CARLOS: No tengo yo tanta dicha.

FIN DEL ACTO SEGUNDO

Quien calla ortorga, Jornada III


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002