ACTO TERCERO


Salen doña MARTA, don GÓMEZ, el capitán URBINA, y el ALFÉREZ
URBINA: Ea amor que os tengo es tal, ya no humano, mas divino, que por seros liberal daros luego determino para ayuda al hospital que hacéis ocho mil ducados que en vos son bien empleados. MARTA: Por uno os dé el cielo ciento para que con tal aumento los gocéis todos doblados. URBINA: Escritura os he de hacer irrevocable, inter vivos. MARTA: ¿Hoy? URBINA: Vendrá a ser, con tan cristianos motivos, infinito mi placer. Con doce mil que yo tengo de dote, si a juntar vengo vuestros ocho mil que son todos veinte, a Salomón nuevo edificio prevengo. ¡Grande hospital! Buena renta dejar en él imagino. URBINA: Y pues que casarse intenta el Alférez ml sobrino, que a su amor llamas aumenta, con doña Lucía hermosa, en premio de tal esposa, otros ocho mil le doy. MARTA: A Alejandro excedéis hoy. ALFÉREZ: Haga tu vejez dichosa el cielo y venzas las vidas que el mundo vio más cumplidas hasta que el siglo dorado vuelvas a ver y, cansado de vivir, tu muerte pidas. ¡Hermosa doña Lucía! ¡Que has de ser esposa mía! GÓMEZ: ¿Y de peregrinos quieres que sea? MARTA: Hombres y mujeres que a la corte cada día vienen pobres, sin tener adonde hospedarse puedan mis huéspedes han de ser pues ellos mi hacienda heredan, y yo, aunque sin merecer tal bien, seré tan dichosa que gaste mi vida entera en esta vida amorosa. GÓMEZ: Tu virtud es de manera que eres Marta la Piadosa. Toda la corte te da este nombre que has ganado. MARTA: (¡Ay Dios! ¡Qué engañada está!) Aparte Hacia la la entrada del Prado me parece que estará bien el sitio.
Sale don FELIPE, con un arte de gramática en la mano
FELIPE: ¿A dar lición no venís? MARTA: Sí. GÓMEZ: En conclusión, ¿habéis dado en aprender gramática? MARTA: Por saber lengua de tal perfección y que a dómine Berrío me enseña tan facilmente, esto de mi ingenio fío. FELIPE: Declina divinamente a hic, haec, hoc, señor mío. GÓMEZ: Huélgome de ver en ti tal virtud e ingenio. ¿Agora has de darla lición? FELIPE: Sí. URBINA: ¿Y de qué ha de ser? FELIPE: Decora compuestos de quis, vel qui. GÓMEZ: Pues en mi presencia quiero que decline algo primero. FELIPE: Yo sé que os ha de espantar.
Aparte con don FELIPE
MARTA: Mi bien, ¡mas que hemos de echar la soga tras el caldero! ¿Qué es declinar? FELIPE: Disimula y ve conmigo. GÓMEZ: Comienza. MARTA: La turbación me atribula. GÓMEZ: ¿No dices? MARTA: Tengo vergüenza. (Más latín sabe una mula. Aparte Marañas de amor astutas, ¿quién me ha metido en disputas? GÓMEZ: Dadla algún nominativo. FELIPE: Decline este relativo. MARTA: Vaya. FELIPE: ¿Quis putas? ¿Quae putas? MARTA: ¡Ay que me ha escandalizado! ¡Jesús! No quiero aprender gamática, licenciado. FELIPE: ¿Pues por qué? MARTA: Por no saber latín tan desvergonzado. Quite, quite, que es lascivo qquese arte, y no concierta con la vida que yo vivo. Llame a alguno que convierta tan torpe nomnativo. ¿En la boca he de tomar tal cosa? GÓMEZ: No hay que receles. MARTA: ¿No? Nominativos donceles sepa que me ha de dar si tengo de declinar. FELIPE: ¿Quis putas? quiere decir ¿Quién piensas? MARTA: Pensadlo vos, que yo no pienso admitir tal cosa. ¡Jesús, mi Dios! No hay hablar, no hay persuadir. GÓMEZ: ¿Eso te da pesadumbre? Si la latina costumbre lo usa, ¿por qué refutas el declinar a quis putas? MARTA: ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Ni por lumbre! URBINA: Es muy honesta y, en fin, el sonido la convida a tenerle por rüín. MARTA: No más latín en mi vida. ¡Jesus! ¿Esto era latín?
Sale doña INÉS
INÉS: Señor, aquel sevillano por cuya orden y mano has despachado el proceso a Sevilla de aquel preso, te busca. GÓMEZ: No viene en vano. Nuevas debe de traer con que alegre mi esperanza. Vamos, si queréis saber principios de la venganza que en Sevilla pienso ver. URBINA: Vamos. MARTA: Tu rigor me espanta. ¿Posible es, padre, que así te ciegue venganza tanta? Yo no he de salir de aquí. GÓMEZ: Pues quédate. URBINA: Es una santa.
Vanse don GÓMEZ, Doña INÉS y URBINA
MARTA: Mi perlático de perlas, Mi estudiante en afición, mi maestro en dar lición de industrias para saberlas... FELIPE: Mi hipócrita enamorada, mi escrupulosa fingida, mi melindrosa querida, mi socarrona taimada, Dame esos brazos.
Abrázame y sale doña LUCÍA, retirada
LUCÍA: (Enojos Aparte de penas que me atormentan, cuando mis sospechas mientan no pueden mentir mis ojos. Don Felipe es quien en casa con su fingida cautela, cuando entre celos me hiela con fuego de amor me abrasa y mi hermana con su trato fingido, goza su amor; que no hay engaño mayor que el engaño a lo beato. Pero aquí los dos están. No son mis recelos vanos. ¡Qué divinos tan humanos! ¡Cielos! ¡Los brazos se dan! Daré voces; pero no; mejor es ver escondida esta devoción fingida. ¡Miren si lo dije yo!) MARTA: Estarás, mi bien, cansado de tanto disfraz grosero; que es Amor muy caballero y quiere andar bien tratado. Querrás que en el traje y brío tu nobleza participe adornos de don Felipe, no sotanas de Berrio. Ya te debe de cansar mi fingido encerramiento. FELIPE: Como acabas, Marta, en "miento," mientes llegando a pensar que donde está tu hermosura, no es libertad vivir preso. Como adorarte profeso, por ti profeso clausura. No echo menos las galas; que si ellas sirven de medios para amorosos remedios y, a merecerte, me igualas. Esto me entalla mejor que galas y joyas bellas; que Amor no se hizo para ellas, sino ellas para el Amor. Mas precio mi perlersía que las perlas de Ceylán. LUCÍA: (¡Oh qué devotos que están! Aparte ¡Bien rezan, por vida mía!) MARTA: ¡Ay dulce dómine mío! FELIPE: ¡Ay mi hipócrita amorosa! LUCÍA: (¿Ésta es Marta la Piadosa y éste el dómine Berrío? Con tales dominaciones también me seré yo buena; mas, Amor, ¿con tanta pena treguas en mis celos pones? No hay sufrirlo.)
Adelántase
Marta. MARTA: ¿Hermana? LUCÍA: Mi padre te está aguardando. ¿No vas? MARTA: Sí, Lucía, en dando lición. LUCÍA: ¡Qué buena cristiana! Mi padre no ha de esperar. MARTA: Dómine, ponga aquí el dedo.
Dale el Arte
En el vocativo quedo. ¡Que siempre me han de estorbar!
Vase doña MARTA
LUCÍA: ¿Conjugabais los dos? FELIPE: Sí a amor amoris LUCÍA: Traidor, ya yo he visto vuestro amor, y casos suyos oí. Ya, Felipe cauteloso, disfrazado en la sotana, los melindres de mi hermana y tu embeleco amoroso he conocido. Ya sé que de mi amor olvidado porque de ella te has pagado, no quieres pagar mi fe. Pero pues que desconoces mi amor, ingrato, homicida, porque te quite la vida mi padre, yo daré voces; que pues de mí no haces caso tu muerte es justa.
Gritando
¡Ah señor! ¡Aquí está el vil matador de mi hermano! ¡Ah padre! FELIPE: Paso. (Yo soy perdido.) Aparte ¡Ah bien mío! LUCÍA: ¿Yo tu bien? ¡Qué linda cosa! Ve a mi hermana que piadosa te ha convertido en Berrío. ¡Ah señor, ven! FELIPE: ¡Qué porfías! LUCÍA: ¡Ven, verás una maldad que con capa de piedad encubre bellaquerias! FELIPE: Lucía, luz de mis ojos, vive Dios que la ocasión de tanta trasformación y escolásticos despojos sólo ha sido par tenella de hablar contigo y gozar, dándome dicha y lugar, de tu amor la ocasión bella. Conocióme Marta luego que, como ves, vine aquí; y que la amaba fingí Para apaciguar el fuego que contra mi triste vida a emprenderse comenzaba si quién era declaraba viendo que no la quería. Si esta firmeza merece tan inhumana crueldad, da voces. LUCÍA: ¿Eso es verdad? FELIPE: Mi bien, sí. LUCÍA: No lo parece. Mas para obligarme a mí basta, ingrato, que me quieras de burlas, y no de veras. FELIPE: ¿Estás enojada? LUCÍA: Sí. FELIPE: Desenójate, o escojo un lazo... LUCÍA: Dejemos lazos; que si me quieres, a abrazos derriba el Amor su enojo.
Abrázanse y sale doña MARTA, a la puerta
MARTA: (Voces oí de mi hermana. Aparte ¡Válgame Dios! ¿Qué será? Mas con don Felipe está. Cesó mi esperanza vana. Quiero escuchar lo que tratan escondida desde aquí. LUCÍA: ¿Que por mí es el disfraz? FELIPE: Sí. LUCÍA: ¿Que mis amores te matan? Pues este cuello corona otra vez, Felipe amado.
Vuelven a abrazarse
MARTA: (¡Bueno está el encadenado!) Aparte FELIPE: Pues ¿por una hipocritona, engañabobos, ¿querías que me disfrazase yo? Sólo tu amor animó, mi bien, las industrias mías. MARTA: (Celos, si en tales ensayos sois nublados del Amor, ¿qué aguarda vuestro rigor? ¡Lloved fuego, arrojad rayos!) LUCÍA: Yo sé que la quieres bien; no finjas nuevos engaños. FELIPE: Mala Pascua y malos años la dé Dios a Marta. LUCÍA: Amén. MARTA: (Para el cara y sacristán.) Aparte LUCÍA: ¿No dicen que estabas preso en Sevilla? ¿Y tu proceso, no le ha llevado don Juan que con diligencia vana quiere que muerte te den? FELIPE: Todo eso ha sido, mi bien, embelecos de tu hernmana, que no goza, para ti; y así a tu padre asegura y, sin saberlo, procura que seas mi esposa. MARTA: (¿Así? Aparte Pues yo desharé la trama, y arrimando el fingimiento me pagará en escarmiento mi hermano muerto y su dama que no gozará, si puedo.) FELIPE: No darte por entendida, Lucía, importa a mi vida. Concede con el enredo y finge no conocerme; que el embeleco que ha ardido la hipócrita loca ha sido... LUCÍA: ¿Qué? FELIPE: Despertar a quien duerme. Presto nos verá a los dos juntos, burlándose a sí. LUCÍA: ¿En fin soy tu esposa? FELIPE: Sí. LUCÍA: ¿Yo? FELIPE: Tú sola. LUCÍA: Adiós. FELIPE: Adiós.
Vase doña LUCÍA. Sale doña MARTA
MARTA: Engañoso burlador, perrillo de muchas bodas, danzante que baila en todas, hombre, en fin y más, traidor, ¿es ésta paga debida al amor que te he cobrado? De un hermano no vengado, de una fineza encendida? ¿De haberte a casa traído y de encubrirte de esta suerte? ¿De impedir tu justa muerte? ¿De haber tu prisión mentido, ¿Por sola doña Lucía ha sido el disfraz, villano? ¿Para ella alegre y sano? ¿Para mí con perlesía? Pues no lograrás, traidor, tu ingratitud.
Grita
¡Hola! ¡Gente! Llevad preso a este insolente de mi hermano matador. ¡Padre! ¡Alférez! ¡Capitán! FELIPE: Mi bien oye, que te engañas. ¿Hay quimeras más extrañas? Aquí la muerte me dan. MARTA: ¡Hola! Prended a este ingrato. FELIPE: Mi bien, por los soles dos que adoro, por ti, por Dios, que ve la verdad que trato, que engañé a doña Lucía porque oyó cuanto contigo hablé temiendo el castigo que si quien era decía. Me amenazaba. MARTA: Otro tanto la has dicho en este lagar traidor. No pienses matar dos pájaros con un canto. Ya sé que la quieres bien. FELIPE: Que todos fueron engaños. MARTA: "Mala Pascua y malos años le dé Dios a Marta, amén." ¿Fue éste engaño? FELIPE: Asegurarla por ese camino fue. MARTA: Que te den la muerte haré. No pienses, traidor, gozarla. FELIPE: ¿Que no te obligo a creerme? MARTA: "Si el embeleco que ha urdido la hipócrita loca, ha sido... ¿Qué? Despertar a quien duerme." Antes que de aquí me parta, en venganza de los dos te han de matar, ¡vive Dios!
Salen don GÓMEZ, el capitán URBINA y el ALFÉREZ, que al oír a doña MARTA se quedan a la puerta sin ser vistos
GÓMEZ: "¡Vive Dios!" ¡Jurando Marta dando voces! ¿Qué es esto? URBINA: ¿Así una doncella jura? ALFÉREZ: No es en virtud muy segura.
Don FELIPE habla bajo a doña MARTA
FELIPE: ¡Ah, crüel! Véngate presto; que aquí están los viejos dos y te han oído jurar. Ea, acaba, hazme matar. MARTA: Disimula.
En voz alta
¿"Vive Dios," ha de jurar un cristiano y el mandamiento segundo quebrantar que adora el mundo? ¡El nombre de Dios en vano! ¡Oh licenciado traidor! ¿Voz jurador? ¿Eso pasa? No hay que hablar, salid de casa. Salid, falso jurador, o besad luego la tierra por tan grande desvarío. ¿Vos érades el Berrío? ¿Esto vuestro pecho encierra? De enojo y ira me abraso. ¿"Vive Dios," osáis jurar? Ea, o salir o besar. FELIPE: Dómina, dómina, paso que alborotaré a Madrid. Vive Dios no es juramento grande, si juro y no miento; y que he estudiado advertid y, si yo he jurado, ha sido con verdad. GÓMEZ: ¡Le reprehende porque a Dios jurando ofende! URBINA: ¡Qué virtud! FELIPE: Yo me despido. GÓMEZ: ¿Vióse perfecció mayor? MARTA: ¿Que os despedís, enemigo? Pues, de esta suerte castigo al hombre que es jurador.
Golpéale
FELIPE: Pasito, dómina mía. MARTA: ¿Vos jurar a Dios en vano?
Hablan bajo don FELIPE y doña MARTA
FELIPE: Ya va de veras. MARTA: Tlrano, los celos son de Lucía.
Llegan don GÓMEZ con el capitán URBINA y el ALFÉREZ a su hija
GÓMEZ: Hija, paso. ¿De esa suerte te descompones? MARTA: Juró "Vive Dios," y mereció el atrevido la muerte; que, aunque yo soy pecadora, nadie ha de tener licencia de jurar en mi presencia; que es gran pecado. URBINA: ¡Ay que llora! GÓMEZ: Basta, Marta, que habéis dado muestras de vuestra piedad. Si ha jurado con verdad, no ha sido tan gran pecado. FELIPE: Dióme muy grande motivo. Mal su condición conoces. GÓMEZ: ¿De qué suerte? FELIPE: Quiso a voces decir el acusativo de zelos, zeli, y juntarle a amor, amoris. No son de una declinación, y ella, acusativo, y darle, y declinar a los dos. Yo, llegándome a enojar, dije, "No ha de declinar esos nombres, vive Dios." Y, porque aquesto juré, ya veis los dos lo que pasa. Pues no he de estar más en casa. MARTA: Es verdad, por eso fue. FELIPE: Pues adiós, que es mucho brío para quien en virtud da. MARTA: ¿Vase? Vaya, vuelva acá, vuelva, dómine Berrío. FELIPE: No hay volver; aunque mi madre fuera, no le consintiera que en mí las manos pusiera. Voyme. Adiós. MARTA: Téngale, padre. GÓMEZ: Váyase. MARTA" ¿Que ansí le envía? ¿No ve que enojado va? GÓMEZ: ¿Qué importa? MARTA: ¿Mas que le da, si se va, la perlesía? ¡Ay Dios! Su desdicha lloro. FELIPE: Déjenme en mi libertad. MARTA: Apláquenle, que en verdad que es bonito como un oro. Reciba yo ésta merced. Señores, ¿será razón despedir por mi ocasión a nadie? GÓMEZ: Hermano, volved. URBINA: No haya más. FELIPE: ¡En mi persona las manos! ¡A un licenciado en gramática, ordenado de grados y de corona! MARTA: ¿Ordenado estaba, hermano? ¿Ignorélo. Ya me pesa. Perdóneme. FELIPE: Si me besa de rodillas esta mano. MARTA: Mortificaréme en eso.
Arrodíllase
URBINA: ¡Qué nunca vista humildad! MARTA: (Si ello va a decir verdad, Aparte a la miel me supo el beso.)
Sale doña INÉS, y habla a don GÓMEZ
INÉS: El sevillano está aqui, señor, que a buscarte vuelve. GÓMEZ: Vamos, pues que se resuelve que me parta. ¡Vienes? MARTA: Sí.
Hablan bajo don FELIPE y doña MARTA
FELIPE: ¿Somos ya amigos? MARTA: No es cosa tan de prisa. FELIPE: ¡Ay, amor mío! MARTA: ¡Ay mi dómine Berrío! FELIPE: ¡Ay mi Marta la Piadosa!
Vanse don GÓMEZ, doña MARTA, doña INÉS y el capitán URBINA
ALFÉREZ: Esperad, dómine, un poco. FELIPE: ¿Qué es, señor, lo que queréis? ALFÉREZ: Que una duda me quitéis. FELIPE: ¿Y es? ALFÉREZ: Que yo estoy ciego o loco o sois don Felipe vos, con traje y con nombre nuevo, a quien desde Illescas debo la vida después de Dios y habéis hecho agravio extraño a mi mucha voluntad de encubrir a mi amistad quién sois, con tan nuevo engaño.
Turbado
FELIPE: Sí... yo... ALFÉREZ: Sin razón buscáis modo de encubrir de mí la verdad. Ya sé que aquí por doña Marta trocáis las galas cn la sotana. Ya sé el peligro en que amor ha puesto vuestro valor. También yo adoro a su hermana y soy tan amigo vuestro que cuando a doña Lucía quisiésedes, dejaría por vos el amor que muestro. FELIPE: No quiero, Alférez amigo, si la vida me debéis, sino que hoy en pago uséis de vuestro valor conmigo. Que, siendo vos tan discreto, no tendréis a mucha culpa el encubrirme, en disculpa de que era mi amor secreto y más estando mi vida tan a riesgo. Disfrazado, como veis, he conquistado esta devota fingida con quien desposarme espero si alentáis la dicha mía. Amad a doña Lucia; que no os seré mal tercero aunque el desdén que os enseña he visto. ALFÉREZ: El alma la adora; y tanto más me enamora cuanto me mira zahareña. Estad seguro de mí, del secreto, y de que os ama mi vida y fe. FELIPE: Vuestra dama es ésta que viene aquí. Dejadme hablarla y veréis cómo os la vuelvo de cera. ALFÉREZ: Esa elocuencia hechicera, decid, dónde la aprendéis?
Sale doña LUCÍA
LUCÍA: Dómine, ¿estáis solo?
Don FELIPE habla aparte con doña LUCÍA
FELIPE: No. Quien ama, nunca lo está. El Alférez sabe ya quién soy, él me conoció y diciéndole que a Marta quiero, y que por su ocasión hice esta trasformación los celos del alma aparta que formó de mí, y me ruega que le sirva de tercero. Engaña a este majadero que cual mariposa llega, Lucía, a tu luz hermosa. Di que serás su mujer. LUCÍA: Yo? FELIPE: Tú, que de no lo hacer, mi muerte será forzosa. LUCÍA: Felipe, si perlesía finges tú por mi deseo, a mí me da cuando veo tu Alférez, alferecía. FELIPE: Pues si no lo haces, dirá que es Don Felipe Berrío. LUCÍA: ¿Qué no haré por ti, bien mío? FELIPE: Alférez, llegáos acá... ALFÉREZ: ¡Que el nombre merecí de vuestro amante y ver la luz, Lucía, que lucía desde que os vio mi alma el primer día más que el sol en su esfera radiante! LUCÍA: El que por dueño adoro está delante. Es el rey de la esperanza mía. FELIPE: Yo adoro la discreta hipocresía de una mujer, con ser mujer, constante.
Hablan aparte don FELIPE y doña LUCÍA
LUCÍA: ¿Y a mí no? FELIPE: Tú eres sólo el gusto mío. LUCÍA: ¡Ay, mi bien! ALFÉREZ: ¿Yo tu bien? ¡Que tal escucho! Jamás el alma de tu luz se parta. FELIPE: (De tus enredos, ciego Amor, me río.) Aparte ALFÉREZ: Alma, amad mocho pues os aman mucho. LUCÍA: (¡Ay Felipe!) Aparte
Vase doña LUCÍA
ALFÉREZ: ¡Ay Lucía!
Vase el ALFÉREZ
FELIPE: ¡Ay bella Marta!
Salen doña MARTA y PASTRANA
MARTA: A los acentos salí de mi nombre. PASTRANA: Tal reclamo te llama. FELIPE: No estoy en mí sin ti, y por eso te llamo. PASTRANA: Chicoleáos, eso sí. Loco estoy de admiración de ver el confuso abismo de tu engaño y discreción porque me engaña a mí mismo tu fingida devoción. De discreta el premio lleves; hagas en el mundo raya pues tan de veras me mueves que be de asirte de la saya pues que no te me eleves. MARTA: Pues yo quisiera, bien mío, por no mostrarme tirana de tu gusto y mi albedrío, vestirme una vez galana e irnos a cenar al río. PASTRANA: ¿Qué río? MARTA: El de Manzanares. PASTRANA: Ríome del río yo. MARTA: Antes quiero que repares que es río de quien nació el rey de todos los mares: río de Madrid, que es mar, que esas letras tiene en sí. FELIPE: Eso es quererle alabar. PASTRANA: Yo que del río aprendí, no sé más que murmurar. Pero sea lo que fuere, no has de ir al río. MARTA: No sea si no es donde os pareciere. PASTRANA: Irémos donde se vea lo que el gusto nos pidiere. La Huerta del Duque, al Prado. es la casa y el jardín, del paraíso traslado, donde cualqpier querubín estará bien empleado. FELIPE: Pienso que hacemos la cuenta sin la huéspeda. MARTA: ¿Pues cómo? ¿Hay huéspeda que la sienta? PASTRANA: ¿Hay celérin! MARTA: Celos tomo. PASTRANA: Pues sosiegue la pimienta; que lo dijo su galán, no por descuido de amor, sino aludiendo al refrán; que es la huéspeda en rigor tu padre y el capitán FELIPE: Es el capitán Urbina un lince y tu padre un argos que en nuestro amor predomina con más ojos y más largos que soplo de culebrina, y la huéspeda se entiende tu hermana doña Lucía que también cansa y pretende. No hay otra, por vida mía. MARTA: ¡Ay, cómo miente y me vende! Mas respondiendo a la duda, digo que hoy hace buen día y el mismo sol nos ayuda. Mi hermana doña Lucía, aunque es muy celosa, es ruda. Yo la llevaré engañada, que trazas hay para todo. Los viejos no sabrán nada y yo he de salir de modo, contigo disimulada, que con la reputación que tengo y todos me dan, creyendo mi inclinación, no me conozca Galván ni lo sepa Galalón. PASTRANA: Esta fiesta se ha de hacer y no ha de ser solamente fiesta en casa de placer sino casarse esta gente y acabar ya de temer. Yo tengo traza pensada --que mi entendimiento es pesebre de un alma honrada-- para que quede después esta máquina acabada. Lo primero, he dado modo con que echemos de Madrid los viejos; y lo acomodo mejor, porque en este ardid consiste el despacho todo. Heles de decir... mas siento que vienen. MARTA: Y a qué mal punto que me ibas dando contento. PASTRANA: Yo haré el engaño, que junto le tengo en mi entendimiento.
Salen don GÓMEZ, doña LUCÍA, el capitán URBINA, y el ALFÉREZ
GÓMEZ: Sea vuesa merced muy bien hallado, señor don Juan. PASTRANA: Aquí, señor, espero vuestra venida con mayor cuidado. Hoy tuve de Sevilla un mensajero con nuevas de que han dado la sentencia a don Felipe. GÓMEZ: Porque muera, muero. PASTRANA: Como han puesto tan grande diligencia dineros y favor, le han condenado a merecida muerte en el audiencia. URBINA: ¿Qué sentencia? PASTRANA: Que muera degollado y su hacienda la herede el padre viejo del caballero a quien la muerte ha dado. GÓMEZ: Dadme los brazos, noble y claro espejo de industria y discreción, que en vuestra mano ni justo agravio y su venganza dejo.
Hablan aparte don FELIPE y doña MARTA
MARTA: ¿Qué pretende Pastrana? FELIPE: Lo es en vano; que aunque vuela a otra parte, es hacer punta. El volverá a la garza, y lo hará llano. LUCÍA: (La máquina de engaños que se junta, Aparte fuera de mí me tiene y más me admiran sus enredos.)
A doña LUCÍA
ALFÉREZ: Escucha a quien pregunta. Los viejos y Pastrana se retiran, alegres con la nueva mentirosa. Hablen las lenguas pues los ojos miran.
PATRANA, don GÓMEZ y URBINA se apartan a hablar a un lado
PASTRANA: Partiendo hoy a Sevilla, es fácil cosa hallarse a la tragedia de su muerte, y estar presente a la venganza honrosa. Vuesa merced ordene hoy y concierte la jornada a Sevilla porque vea con sus osos su gusto y buena suerte, para que luego que difunto sea don Felipe, su hacienda se le entregue que doña Marta son salud posea. URBINA: Digo que os está buen, sin que os lo ruegue este señor, y importa la jornada, pues no hay inconveniente que la niegue; que el ver una venganza tan honrada es gran contento, y más juntar la hacienda, que estará en otras manos mal lograda. ............................ ............................. [ -igo] .............................. GÓMEZ: Todos me aconsejáis; de todos sigo el gusto y parecer; y así mañana será muy cierta mi partida. Amigo, no iréis conmigo ves? PASTRANA: De buena gana fuera yo a ver dar muerte a aquese reo por lo que mi amistad en ello gana; mas no podré--si bien mucho deseo el volver a Sevilla--acompañaros por mil negocios que a mi cuenta veo. Yo picaré después hasta alcanzaros en Córdoba o Carmona por la posta dando de quien yo soy indicios claros, porque en mi casa--puesto que sea angosta para tan grande huésped--es forzoso que os haga el aposento y aun la costa. GÓMEZ: Estimo ese favor tan generoso, y le recibiré cuanto a la casa por ser el hospedaje tan costoso.
Hablan aparte don FELIPE y doña MARTA
FELIPE: ¡Oh qué adornada de mentira pasa la quimera de hoy! MARTA: ¡Y mi deseo la prisa que me da cuando me abrasa! URBINA: Yo iré hasta Illescas, que imagiuo y creo que me han de remitir desde Sevilla algunos bienes, que en el mar poseo. Allí os esperaré; que en esa villa --como es al fin mi patria--tengo agora más hacienda y negocios que en Castilla. GÓMEZ: No halle yo en mi casa, hija, mudanza. MARTA: Hasta que vuelvas, la ventana y calle Se acaban para mí. Lleva esperanza de que la ociosidad purta no halle porque en tu ausencia la tendré cerrada. PASTRANA: (¡Oh socarrona! ¡Qué haces de engañalle!) Aparte URRINA: La obra que tenéis tan bien trazada del hospital, señora, se comience porque cuando yo vuelva esté empezada. FELIPE: (Fácilmente se engaña y se convence Aparte una buena intención.) GÓMEZ: Pues, prenda mía, adiós.
Vanse don GÓMEZ, el capitán URBINA, y el ALFÉREZ
PASTRANA: Venció mi ardid. MARTA: Viva quien vence. PASTRANA: Metan todos en casa este buen día. MARTA: Quedemos los de la danza, que la habemos de ensayar. LUCÍA: ¿Entro yo en ella? MARTA: No sé. LUCÍA: Pues voyme. MARTA: Esperad, no os vais. Diréis, hermana Lucía, que no entendáis ni aicanzáis qué es esto y que hablar yo así parece gran novedad. Pensaréis que fue fingida mi mesura artificial y engañosa en la apariencia como en rosa el alacrán. No, hermana; pero el que es bueno, con su virtud natural licencia tiene unos días para poderse alegrar. Yo quiero, pues que es razón, cumplir vuestra voluntad y que os dé el "sí" don Felipe con quien pretendéis casar. Porque no pusiese estorbo mi padre--que es el que da por vos palabra al Alférez-- para que me agradezcáis lo que os quiero, por mi industria a Guadalquivir se va y en Sevilla busca aquel que dentro en su casa está. Casaros pienso esta tardé; pero pues se queda acá el Alférez, cuyo amor es menester engañar, conviene que ser su esposa en lo público finjáis porque celoso no quiebre la tela que urdida va. LUCÍA: Harélo de mil amores. MARTA: Si lo hacéis así, tendrá su pago, y yo le echaré en los ojos el agraz. Yo quiero ser la madrina y así me daréis lugar para que a mis joyas vuelva, que poco en mí durarán. Esto, hermana de mi vida, lo hago yo porque entendáis que no encubro a don Felipe por amor o vanidad, sino porque os quiero bien y porque quise trazar cómo casaros a entrambos, que muchos años viváis. LUCÍA: ¡Ay hermana de mis ojos! Los pies o brazos me da; que tus virtudes me dicen tu condición liberal. Voy a vestirme de boda. Esposo mío, ¿no habláis? MARTA: Yo hablo por él lo que basta; que los novios no han de hablar. LUCÍA: Adiós, mi bien. Venid luego.
Vase doña LUCÍA
PASTRANA: ¡Oh qué engañada que vais! FELIPE: Linda boba. MARTA: Linda traza. PASTRANA: Ven, que allá se lo dirán. MARTA: Agora falta el Alférez. PASTRANA: Pues yo le voy a buscar. MARTA: A mi prima doña Inés llevaré. PASTRANA: Yo sé que irá, que me tiene por discreto y por rico otro que tal. FELIPE: El Alférez y Lucía se tienen hoy de casar y Pastrana y doña Inés. MARTA: Y yo y vos. FELIPE: Pues claro está. PASTRANA: Pues en saliendo los viejos, iremos de par en par. FELIPE: ¡Ay, mi bien! PASTRANA: Cócale, Marta. MARTA: Marta soy, y cocos hay.
Vanse don FELIPE, doña MARTA y PASTRANA. Salen don JUAN y don DIEGO
DIEGO: ¿Yo basta rogarlo yo? De vos con razón me quejo. JUAN: Fácil cosa es dar consejo pero recibirle no. DIEGO: ¿Quise bien a Marta? JUAN: Sí pues DIEGO: ¿No la dejé de amar cuando la vi reunciar al mundo? JUAN: Convino así. DIEGO: Luego ya supe vencer celos, amor y cuidado. JUAN: Sí, pero fuiste forzado y nadie os pudo ofender; pero si doña Lucía me quiere a mí, no es razón que otra ninguna afición pretenda vencer la mía; y más afición humana de un alférez que a lo bravo pretende llevar al cabo su pretensión loca y vana. Aquí en el Prado le espero. Idos, don Diego, por Dios; no se asombre de los dos. DIEGO: Ánimo tengo y acero. Pero ¿qué culpa ha tenido el pobre que no os conoce --cuando de su dama goce favores--sí es preferido y sé yo cierto que, a vos no os ha querido aun mirar? ¿Por qué os habéis de enojar con él? ¡No es razón por Dios! Vamos a reñir con ella, que no os quiere, y no con él, pues, si ella le quiere a él, quien tiene la culpa es ella. JUAN: ¿Burláisos? DIEGO: Hemos venido a una edad muy diferente; que el ser un hombre valiente es peligro conocido. Alguaciles y escribanos son los Hécules después; que aquéllos matan por pies y estotros vencen por manos; y entrambos--porque se dé la batalla a su contrario-- previenen, si es necesariom la pluma, el pico y el pie.
Salen el ALFÉREZ sin ver a los dos, y luego PASTRANA
ALFÉREZ: Fuése mi tío, y no quise ir con él, que sin Lucía, iba sin luz, y sin día. No es bien que desdichas pise. JUAN: Aquél es. ¡Muera!
Don JUAN va a acometer al ALFÉREZ y le detiene don DIEGO
DIEGO: ¿Qué os hizo? JUAN: Don Diego, hele de matar. DIEGO: ¿Sois vos médico? JUAN: ¡Oh pesar! DIEGO: Mátele Dios que le hizo.
Sale PASTRANA
PASTRANA: ¿Es el alférez? ALFÉREZ: Yo soy. PASTRANA: ¡Válgame Dios! ¿Es posible que os hallo? ¿Sois invisible? Buscándoos ando todo hoy. ALFÉREZ: ¿Qué hay? PASTRANA: Sabed que hoy es día en el cual por mi amistad seréis rey de la beldad de vuestra doña Lucía. Pero entremos en la Huerta del Duque. ALFÉREZ: Más vale así. ¿Y qué? ¿Hoy la alcanzaré? PASTRANA: Sí.
Vanse PASTRANA y el ALFÉREZ
DIEGO: Entróse y cerró la puerta. JUAN: ¡Que así se fuesen los dos! DIEGO: No se van, que se pasean y volverán si desean la pendencia. JUAN: ¡Bien, por Dios! DIEGO: Dadle vos prisa a la noche, que lo demás cierto está. JUAN: Oíd, que viene hacia acá derecho y aprisa un coche. DIEGO: ¿Un coche en Madrid espanta? JUAN: No, pero de prisa sí. Ya llega y para allí. DIEGO: ¿Qué es esto? ¿Quién os encanta? JUAN: No sé qué es; que me ha turbado este coche. ¿Qué será? DIEGO: El duque, que se vendrá a su huerta retirado, corridas las cortinas sin crïados, como suele. JUAN: Algo tiene que me duele este coche. DIEGO: ¿Qué imaginas?
Salen doña MARTA y doña LUCÍA, muy bizarras; don FELIPE, de galán; doña INÉS, el ALFÉREZ, y PASTRANA
JUAN: Dos dama salieron de él. Aquélla es doña Lucía. Conocíla. ¡Ay, prenda mía! DIEGO: ¡Bueno anda el cascabel! No llegues; que me parece que viene también con ella una dama moza y bella. JUAN: ¿Tambien a ti te enternece? DIEGO: ¡Ay don Juan! Espera, aparta. JUAN: ¿Quieres tirar? DIEGO: Las dos son. JUAN: Tu misma imaginación tengo. Aquella es doña Marta. Mas ¿cómo en traje galán Marta, con extremos tantos? DIEGO: ¿Agora sabes que hay santos de holanda y de gorgorán? JUAN: Sabré de doña Lucía la causa. DIEGO: ¿Osarásla hablar? JUAN: No sé. Podremos llegar.
Habla bajo con doña LUCÍA
Desdeñosa prenda mía .................[ -esa] ................... ................... LUCÍA: No, que es ésta la condesa. JUAN: ¿Que no es doña Marta? LUCÍA: No. JUAN: Parécela por extremo.
Hablan aparte doña MARTA y doña INÉS
MARTA: ¡Ay, doña Inés, que me quemo. INÉS: Alguno te conoció. LUCÍA: Adiós, don Juan, que a tal hora la visita es excusada.
Se encaminan a la Huerta
DIEGO: ¡Qué condesa tan callada! JUAN: Es grave, y al fin señora. DIEGO: Digo que es Marta. JUAN: No es, que su traje la asegura y ella estará por ventura lavando a pobres los pies --que es mucha su devoción-- si no es que cuentas ensarta. DIEGO: Vive Dios, que es doña Marta que no miente el corazón. Yo tengo de averiguallo.
A PASTRANA
¡Ah, hidalgo! Saber espero quién es este caballero.
Señalando a don FELIPE
PASTRANA: ¿Isto? O conde. DIEGO: Ahora callo. JUAN: Por Dios, que habla portugués. ¿Y la dama? PASTRANA: E la condesa.
Vase PASTRANA
JUAN: ¿Veis como es locura aquésa? DIEGO: ¿Locura? ¡Embeleco es!
Vanse don JUAN y don DIEGO. Salen don GÓMEZ y el capitán URBINA, de camino. Poco después salen paseándose, doña MARTA, doña LUCÍA, doña INÉS, don FELIPE, PASTRANA y el ALFÉREZ; detrás de ellos don JUAN y don DIEGO
URBINA: Refrenad, señor don Gómez, el enojo con las canas, asiento de la prudencia. GÓMEZ: Ya la prudencia no basta. ¡Jesús! Apénas llegué a la Puente Toledana para seguir de Sevilla la mentirosa jornada, cuando me alcanzó un amigo y dijo, "¿Cómo os engaña, siendo viejo, un hombre mozo y una hipócrita taimada? El preso por quién partís a Sevilla, y la venganza en su muerte os gasta el seso, está preso en vuestra casa. Don Felipe, el matador de vuestro hijo, dio esta traza y se trasforma en Berrío. Don Juan Hurtado es Pastrana, un su amigo socarrón, que os persüade y encanta a que salgáis de Madrid porque tienen dada traza, en partiéndoos, de casarse trocando anascote en galas. Hoy en la Huerta del Duque yo he sabido lo que pasa de su alcaide, que es mi primo." URBINA: ¿Qué me dais cuenta tan larga si estuve presente a todo? GÓMEZ: Así mi pena descansa. Pero ¿no son éstos? URBINA: Sí. GÓMEZ: ¡No se volviera en espada este junco, flaco arrimo de mi vejez afrentada!
Viendo salir a sus hijas acompaños de don FELIPE, el ALFÉREZ y PASTRANA
¡Ah traidores embusteros! PASTRANAl (El lobo ha dado en la trampa.) Aparte No hay, Marta, sino quitarte la máscara de la cara. GÓMEZ: Déjame darle la muerte.
Deteniéndole don JUAN
JUAN: Paso, que es aquesta dama una condesa extranjera. GÓMEZ: ¿Condesa... qué? URBINA: ¿Otra maraña? GÓMEZ: No es sino Marta, mi hija. FELIPE: Y don Felipe de Ayala yo, que si un hijo os maté, aunque no es igual la paga, por hijo vuestro me ofrezco. GÓMEZ: Alférez, dadme esa espada. JUAN: ¿Vos, señor, sois don Felipe? ¡Jesús! Fuera de mí estaba pues, viéndoos, no os conocí. En Valladolid os guarda vuestra madre, por ser muerto don Pedro Gómez de Ayala, diez mil ducados de renta. FELIPE: ¿Qué decís? JUAN: Por esta carta sabréis la verdad de todo. FELIPE: Pues renta, ser, vida y alma, padre y señor, a esos pies rindo; que no quiero nada si vos no me dais perdón. URBINA: No es de nobles la venganza. Perdonadlos; que yo quiero, pues su industria ha sido tanta que los ocho mil ducados que para el hospital daba, se queden para su dote. LUCÍA: ¿Qué es eso? ¿Luego mi hermana ha de ser de don Felipe? Eso no. PASTRANA: Ya es excusada Vuestra pretensión, Lucía, porque manos y palabras pararon en obras. LUCÍA: ¿Cómo? PASTRANA: Esposos los dos se llaman en faz de la madre Iglesia. Yo, testigo. LUCÍA: Si así pasa, el Alférez es mi esposo. ALFÉREZ: Con la mano os rindo el alma. GÓMEZ: Y yo, pues tantos me ruegan por vosotros, mi venganza trueco en amor. FELIPE: Esos pies... GÓMEZ: Los brazos son tuyos. Alza. PASTRANA: Doña Inés y yo queremos hacer una tiritaña de su tinta y de su nieve. INÉS: Pues hoy es de bodas, vaya. FELIPE: Don Juan y Don Diego, amigos, pues tuvieron mis desgracias tan buen fin, vuestra asistencia esta vez ha de aumentarlas. Nuestros padrinos seréis. JUAN: Alto, pues mi amor no alcanza ser esposo, sea padrino. Yo lo aceto. DIEGO: Y yo, aunque estaba por reñir con vos. FELIPE: ¿Por qué? PASTRANA: Porque dije que la dama era condesa sebosa. DIEGO: ¡Buena burla, aunque pesada! PASTRANA: ¿Qué hacemos aquí, señores? GÓMEZ: No más dómines en casa; que en las hijas predominan en vez de latinizarlas. ¿Cómo va de perlesía? FELIPE: Con la comedia se acaba de mi Marta la piadosa mi mal, mas no nuestras faltas.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

Volver a la lista de textos

Association for Hispanic Classical Theater, Inc.


Actualización más reciente: 24 Jun 2002