MARTA LA PIADOSA

Tirso de Molina

Este texto electrónico fue preparado por Vern Williamsen en 2002. Se basa en el texto de QUINTA PARTE DE COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA (Madrid: Imprenta Real, 1636) que ha sido cotejado con la edición de don Juan Eugenio Hartzenbusch(COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, BAE 5, 1858).

Personas que hablan en ella:

ACTO PRIMERO


Salen doña MARTA, y después doña LUCÍA, ambas de luto galán
MARTA: El tardo buey atado a la coyunda la noche espera y la cerviz levanta, y el que tiene el cuchillo a la garganta en alguna esperanza el vivir funda. Espera la bonanza aunque se hunda la nave que en el mar bate y quebranta; sálo el inferno causa pena tanta porque de él la esperanza no redunda. Es común este bien a los mortales, pues quien más ha alcanzado, mas espera y a veces el que espera, al fin alcanza. Mas a mí la esperanza de mis males de tal modo me aflige y desespera que no puedo esperar ni aun esperanza.
Sale doña LUCÍA, hablando para sí
LUCÍA: Que no puedo esperar ni aun esperanza me dice la Fortuna, aunque inconstante. Lloro un hermano muerto, y un amante de su vida homicida y mi confianza. Esperar vida a un muerto, ¿quién lo alcanza? Esperar que en la ausencia sea constante Amor, es esperanza de ignorante; que es huésped de la ausencia la mudanza. Al homieida de mi hermano adoro. ¡Ved si se iguala a mi tormento alguno, pues amo aborreciendo juntamente! Dos muertos, aunque el uno vive, lloro; que si la ausencia es muerte, todo es uno: un muerto hermano y un amante ausente. MARTA: ¿Quién da materia a tus quejas --que tantas formas--sin ver que sabe el temor poner a las paredes orejas? LUCÍA: ¿Y por quién las tuyas son, que de escuchar tus fatigas, a llorar las mías me obligas, hermana, a tu imitación? MARTA: ¿Fáltame causa? ¿Es en vano la pena que me ha afligido? ¿No he de llorar, si he perolido todo el bien con un hermano? LUCÍA: ¿Pues salgo del cuarto grado de ese parentesco yo? ¿O acaso no se murió para mí, que te ha pesado de que le llore mal muerto cuando bien le quise vivo? MARTA: ¡Qué diferente motivo da llanto a tu desconcierto! Todo, hermana, se me alcanza. No dan tus ojos tributo a muertos, ni son de luto lágrimas con esperanza; porque ellas mesmas publican, por más que lo has encubierto, que doblando por un muerto, por otro vivo repican. Ya sé por quién es el llanto. LUCÍA: Todos, sospecha el ladrón, que son de su condición. Ereslo tú; no me espanto que imagines disparates, que ha tanto pasan por ti. MARTA: ¿Tan boba te parecí, por más que encubrirte trates, que jamás eché de ver lo que a don Felipe quieres? Siempre somos las mujeres --si lo pretendes saber-- mucho más largas de vista que los hombres. Penetramos las almas cuando miramos sin que el cuerpo lo resista. A Eva crïó después Dios que Adán, y aunque postrera, fue en ver la fruta primera, de tan costoso interes. No pienses, doña Lucía, que has de poder esconder tu amor, porque soy mujer y veo mucho. LUCÍA: Hermana mía, ¿tiénesme por hombre a mí o miro con cataratas? ¡Que por lince te retratas, y a mí por topo! Si a ti te parece que penetras los corazones, también creo yo que mis ojos ven las más escondidas letras. No culpes, hermana, al muerto; pues solamente es deudor don Felipe, el matador, de ese llanto. MARTA: ¡Bien por cierto! ¿Luego quise yo jamás a don Felipe? LUCÍA: ¡Jesú! ¿Querer? ¡Bonita eres tú! Hasle aborrecido más que el tordo a las guindas. ¿Eso no es claro? ¿Eres tu mujer que a nadie había de querer? ¿Tú no eres de carne y hueso? MARTA: A lo menos fuera afrenta que amara yo a quien de ti es amado. LUCÍA: ¿Cómo así? MARTA: Porque no es hombre de cuenta en quien tú los ojos pones y. cuando tenga valor, sólo por tenerle amor tú, le pierde. LUCÍA: Mil razones te sobran. MARTA: Y en conclusión, ya sabes lo que perdiera si elección mi amor hiciera de quien tú haces elección; porque dijeran de mí, teniéndote--aun quien te precia y sirve--por fría y necia que me parecía a ti. LUCÍA: Soy yo la misma frialdad y eres tú el mismo calor. Andan perdidos de amor los hombres por tu beldad. Eres un sol en el talle y hasle parecido en todo de tal suerte que del modo que ninguno osa miralle porque ciega el resplandor que visten sus rayos rojos. Nadie pone en ti los ojos porque los ciegas de amor. Y así, aunque abrasa y admira tu hermosura de mil modos, como al sol te alaban todos pero ninguno te mira porque ninguno hasta agora hace de servirte caso. Yo, que ni quemo ni abraso ni soy sol, ni soy aurora, de tu discreción me río; pues con ser menos perfeta, no tan hermosa y discreta, por más que hielo y enfrío, tengo muchos pretendientes que, a pesar de tu beldad, estiman más mi frialdad que no tus rayos ardientes. MARTA: Serán amantes felpados de estos rubios moscateles; que, para que no los hieles, irán a verte aforrados porque como cada día truecan las cosas los cielos y ya se venden los hielos, estimaránte por fría. Mas que ¿dices que también don Felipe te adoraba y con tu nieve templaba su fuego? ¿Quísote bien? LUCÍA: Así le quisiera yo. MARTA: ¿Que no le quieres? LUCÍA: Ni es justo gastar el tiempo y el gusto qon quien sabes que mató a mi hermano. Antes deseo que la justicia castigue su crueldad, porque mitigue la pena que nunca creo ha de tener fin en mí. MARTA: ¿Qué? ¿Te holgaras, por tu vida, de ver muerto al homicida? LUCÍA: Digo mil veces que sí. MARTA: Rigores son excesivos. LUCÍA: Fuéronlo sus desconciertos. MARTA: Que perdone Dios los muertos y dé salud a los vivos. LUCÍA: No lo merece su exceso.
Fingiendo
MARTA: Pues si su muerte te da gusto, has de saber que está don Felipe, hermana, preso.
Alborotada
LUCÍA: ¿Donde? MARTA: En Sevilla le sigue su culpa. LUCÍA: (¡Ay! ¡Fiero tormento!) Aparte MARTA: Y mi padre tan contento de que su prisión mitigue su pena y larga tristeza que para que se anticipe tu venganza, a don Felipe hará cortar la cabeza antes de un mes. LUCÍA: (¡Ay de mí) Aparte MARTA: Mira si el cielo ha dispuesto tu venganza. LUCÍA: Que tan presto, hermana, ¿ha de morir? MARTA: Sí. ¿Lloras? LUCÍA: ¿Soy de bronce yo? MARTA: No, mas poco ha que afirmabas que su muerte deseabas porque a tu hermano mató. LUCÍA: Todo es doña Marta, así; pero no has dado en lo cierto. MARTA: ¿No deseas verle muerto? LUCÍA: Sí, hermana. Muerto. (Por mí. Aparte La verdad voy a saber de mi padre, y a llorar.)
Vase doña LUCÍA
MARTA: ¡Qué fácil es de engañar, cuando es boba, una mujer! Quise fingir su prisión para saber su amor, cielos, y al fin saqué a luz mis celos envueltos en su afición.
Sale don GÓMEZ, leyendo una carta, sin reparar en su hija
GÓMEZ: "Entre las muchas causas que me obligaron a dejar las Indias y volver a España, fue la principal el deseo de veros y convertir nuestra antigua amistad en parentesco. Dios [y] mis hazañas y buena diligencia han querido que en diez años de asistencia haya ganado cien mil pesos y más que para que os sirváis con ellos ofrezco en arras a mi señora doña Marta, hija vuestra, si con perdón de mis canas, trueco el nombre de vuestro amigo por el de yerno. En Illescas estoy que, como sabéis, es mi tierra; fiestas y toros hay. Si ellas os obligan y yo lo merezco, mi casa os aguarda, vacía de hijos--que nunca los he tenirdo--y llena e deseos que espero cumpliréis. El cielo os guarde, etc. --El capitán Urbina." Mil veces sea bien venido; que estas nuevas solamente poner límite han podido al llanto y pena presente por el hijo qne he perdido. La misma edad que yo tiene el capitán; mas, pues viene con mas de cien mil ducados, años que están tan dorados reverenciarlos conviene. Darále Marta la mano; que no es viejo el interés aunque el capitán es cano; y menos enfermo es el invierno que el verano. Invierno viejo es mi yerno; verano suele llamar la juventud a amor tierno; pero bien podrá pasar con tanta ropa este invierno mi hija; que de ella fío que ha de hacer el gusto mío y de el que escribe esta carta; que es viejo, y compra esta "marta" para remediar su frío. MARTA: Señor, ¿qué nuevo contento ha puesto fin a tu llanto? GÓMEZ: (Encubrirle el casamiento Aparte quiero.) Aunque es mi dolor tanto, iguala a su sentimiento, y aun sobrepuje, el placer que de estas nuevas consigo. Un hijo vine a perder y hoy, hija, cobro un amigo a quien luego he de ir a ver; que aunque el daño considero que de mi amado heredero hace la falta, colijo que puede igualarse a un hijo un amigo verdadero. Viene el capitán Urbina conforme me escribe aquí, tan galán, que de una mina sacó el alma al Potosí, y las telas a la China. Con mas de cien mil ducados pone en olvido cuidados. En Illescas, Marta, está, y que vaya a verle allá me escribe. En tiempos pasados fuimos los dos una vida y un alma. Con sus tesoros y su casa me convida. Dice que hay fiestas y toros mañana allí; y aunque impida la muerte de don Antonio ver fiestas, en testimonio de su amistad esta vez dispensará mi vejez y su rico patrimonio con vuestro luto y mi pena. A buscar un coche voy; que es fresca la tarde y buena y habemos de partir hoy. MARTA: Señor, los pasos refrena y vuelve a tener memoria de que quitaron la vida a mi hermano, y es notoria la culpa del homicida. GÓMEZ: Con una requisitoria en su seguimiento va un aguacil que dará lucida satisfación a mi pena y su traicón. MARTA: (¡Cielo! En Illescas está; Aparte que así me lo escribió ayer y, si las fiestas aguarda, qne mi padre intenta ver, nuevo temor me acobarda de que allí le han de prender.
Sale doña LUCÍA
LUCÍA: Ya me han contado el suceso que te ha alegrado, señor. GÓMEZ: ¡Oh Lucía! ¿Cómo es eso! LUCÍA: Dícenme que el matador tienes en Sevilla preso. GÓMEZ: ¡Válgame el cielo! Pues ¿Quién de esa nueva autor ha sido? LUCÍA: ¿Eso preguntas? ¡Qué bien! GÓMEZ: ¿Habrá el alguacil venido? Nobles albricias le den. La requisitoria ha hecho la diligencia debida en Sevilla. Satisfecho estoy; dárá el homicida justa venganza a mi pecho. De todo a informarme voy y porque partamos hoy a Illescas, voy a aprestar un coche en que caminar.
Vase don GÓMEZ
LUCÍA: Confusa y dudosa estoy. ¿Qué camino es éste, hermana? ¿Qué alguacil es el que viene y aquestas albricias gana? Si mi padre preso tiene a don Felipe, y es llana su venganza, ¿cómo se hace de nuevas? Mi confusión de tantas quimeras nace. MARTA: Ha sabido la afición con que a tu amor satisface don Felipe, hermana mía, mi padre; y por excusar tu pena y melancolía, no se atreve a declarar la causa de su alegría. Quiere ir a verle dar muerte a Sevilla; y porque advierte, --si sabes esto--la pena que te ha de causar, ordena, como ves, entretenerte en Illescas cuyas fiestas y toros suspenderán el llanto que manifiestas. LUCÍA: Fiestas ¿cómo enjugarán, Marta, lágrimas funestas? Mas, pues sé ya sus engaños, yo le diré que no intente con su muerte nuevos daños o su venganza inclemente verá malograr mis años. Si la ira no reporta, será mi vida tan corta como largo su rigor. MARTA: Por agora lo mejor será callar; que te importa llegue a Illescas donde está un amigo que ha venido de Indias y a verle va; que por las dos persuadido el enojo aplacará de mi padre, y de esta suerte remediaremos su muerte. LUCÍA: Buen remedio es ése. MARTA: Extraño. (¡Qué bien a esta boba engaño!) Aparte LUCÍA: Callar quiero, que ya advierte mi sospecha, hermana mía, que los celos que tenía de ti eran sin razón pues que con tanta afición me favoreces. MARTA: Lucía, los celos son el tributo que dan intenciones malas: ruín el árbol como él fruto. LUCÍA: Vamos, y aprestemos galas, las que permitiere el luto. (¡Cielos! Excusad su muerte.) Aparte
Vase doña LUCÍA
MARTA: Como no esté en él lugar, dichosa será mi suerte. ¿Quién dijera que pesar, Felipe, me diera el verte?
Vase doña MARTA. Salen, de camino, PASTRANA y don FELIPE
PASTRANA: A pie, a caballo, a jumento, a mula, a carro y a coche he caminado esta noche sólo por darte contento. FELIPE: ¡Ay Pastrana! En mis deagracias halla mi felicidad cierta ayuda en tu amistad, y pasatiempo en tus gracias. Respetos de bien nacido te han obligado a seguirme, y a alegrarme y divertirme tu humor siempre entretenido. Si mis desdichas recelas, sírvate en esta ocasión el símbolo del halcón con capirote y pigúelas; que alivia mi desventura el misterioso letrero donde dice, "Alegre espero tras las tinieblas luz pura." Ansí yo, si desterrado una muerte me hace andar, luz cual él puedo esperar después de tanto nublado. PASTRANA: Sí, mas ¿no fuera mejor, ausentándonos mas lejos, tomar los sabios consejos que al prudente da el temor y no hacer que tu amor sea cual la ciega mariposa que la llama peligrosa ronda, enamora y pasea hasta que a su luz sutil muere, cuyo ejemplo igualas, pues aguardas que las alas nos corte algún alguacil? FELIPE: Considera tú un león atado, cuando recuerda caminar cuanto la cuerda le permite en la prisión; que no extendiéndose a más, vuelve a otra parte y no puede. Lo mismo, pues, me sucede. Mal persuadirme podrás que de aquí, amigo, me parta, qunque vida y honra pierda porque no me dan mas cuerda memorias de doña Marta. PASTRANA: Según eso, a buena cuenta seremos en esta danza don Quijote y Sancho Panza parando de venta en venta. ¿No ves que estar en Illescas agora no es buen discurso que es la fiesta y el concurso de damos y damas frescas donde vendrá a darte enojo algún mercaoer de vidas cuyas varas son medidas y en mirando dan mal de ojo? Había ocasión agora a medida del deseo; pues toda la corte veo que se parte a la Mamora y con cualquier capitán pudieras ir disfrazado; que a un distraído soldado no le conoce Galván. FELIPE: ¿Piensas que no me da pena no hallarme en ocasión de gozar ésa? PASTRANA: Es razón, que para un mancebo es buena. FELIPE: ¡Valor natural de España! ¡Lealtad y obediencia grande! Pues sin que el rey se lo mande, la ocasión los desengaña y los que llenos de olores, de galas, fiestas y gustos, no tratan sino de injustos celos, prendas y favores si la ocasión los convida, salen tan bien enseñados como si fueran soldados de Flandes toda su vida. PASTRANA: El señor don Luis Fajardo viva mil años, que es gloria de España, y quede memoria de capitán tan gallardo y salga Jarife o Muza con la morisca galgada a probar lo que es su espada; que él los dará en caperuza.
Sale LÓPEZ
LÓPEZ: Así queda bien, que a todo sabe acudir Juan Florín. PASTRANA: Un hombre viene. El rüín teme pantanos sin lodo. No es sospechoso. Yo llego. Señor hidalgo, ¿es soldado de la Mamora? LÓPEZ: Crïado a lo menos de don Diego de Silva. PASTRANA: ¿Y a qué ha venido a Illescas? Deseo saber... LÓPEZ: He venido aquí a traer jaeces que le han pedido dos hidalgos a mi dueño y, aunque Juan Florín es hombre que su cuidado y su nombre florece--que no es pequeño-- he venido yo en su carro por no hacer falta a la fiesta que es mañana. PASTRANA: Y la respuesta es de ese ingenio bizarro. Pero ¿qué don Diego es ése; que no le he visto jamás? LÓPEZ: (Aun no le importunan más Aparte a un reo a que se confiese.) Digo que son dos hermanos nobles don Diego y don Juan, el uno y otro galán y entrambos buenos cristianos. FELIPE: ¿Son casados? LÓPEZ: Pretendientes de dos hermanas muy bellas que en sustancia son doncellas. Sabe Dios los accidentes. Llámanse Marta y Lucía con su "don" en cada una. Adios, que es cosa importuna preguntar tanto en un día. PASTRANA: Óigase. LÓPEZ: Voy a buscar posada, que han de venir las damas, y a prevenir mucho que hay que aderezar. FELIPE: ¿Pues vienen ellas con ellos? LÓPEZ: Ellas con su padre vienen, y ellos también--que previenen la Ocasión por los cabellos-- vienen delante, y desean verse juntos dos a dos. PASTRANA: Adiós. LÓPEZ: Adiós.
Vase LÓPEZ
FELIPE: ¡Plegue A Dios Que vengan y no las vean! PASTRANA: ¿Hay celambre? FELIPE: No, bien sé que entrambas a dos me miran con cuidado y que suspiran aunque a su hermano maté. Por mí--y quisiera, por Dios-- que algún galá conquistase a la una, y me dejase con la mayor de las dos. PASTRANA: Otros vienen. FELIPE: ¿Y quién son? PASTRANA: Dos viejos, un mozo, y más damas, y gente atrás. Vámonos; que es confusión. FELIPE: Mal irme de aquí podré, y más viniendo mi dama. PASTRANA: Descansa pues en la cama mientras viene. FELIPE: Así lo haré.
Vanse don FELIPE y PASTRANA. Salen don GÓMEZ, doña MARTA, doña LUCÍA, el capitán URBINA, y ALFÉREZ
GÓMEZ: ¡Señor capitán Urbina! URBINA: ¡Famoso don Gómez mío! Ya mi contento imagina que en mi pecho falta el brío para esta gloria divina. No cabe en mí tanto bien; repartidle en vuestro pecho aunque el vuestro es mío también; que ya quedo satisfecho y rico de ver tal bien. De Indias traigo ganados, caro amigo, cien mil pesos, que allá llaman ensayados, y para tales sucesos vendrán muy bien empleados. Todos los rindo a los pies vuestros y de vuestras prendas, pues de ellas su dueño es. GÓMEZ: Habla, hija, no suspendas su afición para después. MARTA: Por la parte que me alcanza de esa merced, mi señor, os pido, con la esperanza que se debe a tal favor, esas manos. URBINA: Alabanza sois de España. Permitir que vos me pidáis las manos no es bien si os he de servir. MARTA: (¡Cumplimientos cortesanos! Aparte ¡Qué bien que sabéis fingir!) GÓMEZ: Luego que supe de vos que aquí estábades de asiento, vine a veros con los dos ángeles con que contento vivo, agradecido a Dios.
Al capitín URBINA aparte
En Illescas donde estáis, por fin de las fiestas todas con que al fin nos festejáis celebraréis vuestras bodas con la que más deseáis. No he dicho nada a quien es obediente a mi deseo; basta avisarla después. ALFÉREZ: (Con gusto las miro y veo. Aparte Dichoso es el interés del oro, pues de mi tío estiman el casto amor en más que el juvenil mío. ¡Ay dinero encantador! ¡Qué grande es tu señorío!)
Aparte a su hermana
MARTA: ¡Ay Lucía! Esténse allí y hable el viejo con el viejo; que no sé qué siento en mí. Dame en tu amor un consejo. LUCÍA: Quisiérale para mí; que adoro en mi ausente preso. MARTA: (¡Ojalá que ausente esté!) Aparte LUCÍA: Si le da muerte este exceso, Marta, en mí ejecutaré la sentencia del proceso. URBINA: No es razón que desecanséis; que venía al tiempo crudo de las fiestas. Si queréis verlas, vamos. ALFÉREZ: (¡Ay, desnudo Amor! Vencido me habéis. Si es ésta doña Lucía, a su luz soy mariposa.
A doña MARTA
URBINA: ¿No venís, señora mía! MARTA: Sí, porque toros son cosa que dan gusto cada día. LUCÍA: (¡Ay mi idolatrado ausente!) Aparte MARTA: (¡Que en mí el amar y el temer, Aparte dn Felipe, me atormente tanto, que te desee ver y no tenerte presente!)
Vanse todos. Salen don FELIPE y PASTRANA
PASTRANA: Menos que en una ventana o en un tablado, no esperes verme en el coso. FELIPE: Pastrana, ése es sitio de mujeres o de hombres de agua y lana. Aguardemos una suerte aquí y cobrarás por fuerte nombre y blasones eternos. PASTRANA: No, hermano, que suerte en cuernos tiene la punta en la muerte. FELIPE: Deja aquesa impertinencia; que a no tener experiencia de tu humor y valentía, dijera que es cobardía ésa. PASTRANA: Yo te doy licencia que como quieras la nombres como no estémos aquí. FELIPE: Tú, que te comes los hombres, ¿temes una bestia? PASTRANA: Sí, por más que de eso te asombres, reñir con dos o con tres hombres muchas veces es honra y no temeridad porque con facilidad, por valiente o por cortés, se libra y más cuando alcanza la experiencia de las tretas con que nos dejó Carranza, líneas oblicuas y retas, dando ciencia a la venganza. Puede un hombre si acosado, riñendo, de otro se ve, decir, "Yo he experimentado que vive en vuestra mercé todo el valer abreviado. Por servirle y aplacalle, ni rondaré aquesta calle, ni hablaré a Doña Mencía; y si de la amistad mía gusta, vendré a acompañalle desde hoy." Y si es caballero, oblígale el buen habla; si es capeador, el dinero; si es valentón, el quedar por más valiente y más fiero. En fin, siempre hay esperanza, por más enojo y venganza que al más colerico obligue si es hombre que se mitigue con dineros o crïanza. ¡Pero un toro! Cuando deja la capa que despedaza, y a las espadas aqueja al dueño, dándole caza, llega tú, y dile a la oreja, "Señor toro, la nobleza ilustra la fortaleza; corte la cólera un poco; que es propio del necio y loco el dar siempre de cabeza." Y verás como repara si tu amistad le prometes y luego vuelves la cara abriéndote dos ojetes por detrás de a media vara. FELIPE: Cobardía es muy discreta. PASTRANA: No admito yo, aunque me brindas con tu inclinación inquieta, cólera, que en vez de guindas, se aplaca con guindaleta.
Mirando dentro don FELIPE
FELIPE: Escucha, que a aquel balcón sale hermosa bizarría. PASTRANA: ¡Fanfarrona ostentación! FELIPE: ¡Pastrana! Doña Lucía y mi doña Marta son. ¡Oh, sol con madejas de oro que de la noche el silencio rompes y enjugas mi lloro. desde aquí te reverencio y como el indio, te adoro! Desde aquí el alma te escribe de esta ausencia los enojos en que muere cuando vive. Estafetas son los ojos. La carta, Marta, recibe y responde el dulce sí que ml firme amor te ruega. Amigo Pastrana, di lo mucho que la amo. Llega. PASTRANA: ¿Desde dónde? FELIPE: Desde aquí. PASTRANA: ¿Estás borracho? FELIPE: Haz la salva que merece su hermosura, pues sale en su oriente el alba. Di mi amor y fe segara. PASTRANA: ¡Qué buena fe si se salva! FELIPE: ¿No le dirás algo? PASTRANA: Aparta. Marta, que perlas ensarta si se las compra el platero, Marta, martillo, o mortero, pues le ves, cócale, Marta.
Suena música dentro
¿Qué es aquesto? FELIPE: La señal de soltar toro. PASTRANA: Pues suelto las piernas. FELIPE: ¿Vaste? PASTRANA: ¡Y qué tal! FELIPE: Mal por tu opinión has vuelto. PASTRANA: Peor vuelve un animal cuando alcanza en la carrera. FELIPE: Segura está esta barrera. Rejón hay y también lanza. Espera. PASTRANA: Mala esperanza tiene el que en la muerte espera. FELIPE: ¿Quién es éste del rejón? PASTRANA: No le conozco. FELIPE: ¡Buen talle! PASTRANA: Y el toro ¿es barro? FELIPE: Un león parece. PASTRANA: ¡Mas que ha de dalle si le alcanza, topetón!
Voces dentro
VOCES: ¡Huchohó! PASTRANA: ¡Brava grita! ¡Que guste España de ver una fiesta tan maldita!
Voces dentro
VOCES: ¡Válgate Dios! PASTRANA: El correr vidas guarda y capas quita. FELIPE: ¡Ea, el del rejón se pone a punto. PASTRANA: Aunque más blasone, temo, sólo de mirallo, que ha de morir a caballo. FELIPE: ¡Buen aire! PASTRANA: Dios le perdone si le arrima medio cuerno porque el que muere, es notorio, aquí, por su mal gobierno, que sin ver el purgatorio se va derecho al infierno.
Suenan dentro cascabeles, como que corren caballos
FELIPE: Ya los dos están en frente, toro y caballo, y la gente se suspende por mirallo.
Voces dentro
VOCES: ¡Bravo golpe! FELIPE: Del caballo cayó.
Voces dentro
VOCES: ¡Jesús! ¡Hombre, tente! PASTRANA: ¡Que le mata! FELIPE: Aquí me llama una venturosa suerte. PASTRANA: ¿Suertes haces en Jarama? Morirás. FELIPE: ¿Qué mejor muerte que a los ojos de mi dama?
Vase con la capa revuelta al brazo y la espada desnuda
PASTRANA: ¿Vióse más desatinada temeridad? Con la espada desnuda la capa embraza y dando ojos a la plaza la bestia acomete airada. ¡Grande esfuerzo y gentileza! El toro cierra con él.
Voces dentro
VOCES: ¡Golpe extraño! PASTRANA: ¡Gran destreza! Digno es de español laurel. Cercenóle la cabeza y la bestia en el arena caída, de ella levanta al caballero, que ordena darle por ayuda tanta los brazos que ya encadena en su cuello.
Salen don FELIPE y el ALFÉREZ, a quien sale limpiando la capa
ALFÉREZ: Otras mil veces amigo, me vuelve a dar los brazos. FELIPE: ............[ -eces] .............¡Que en tal lugar y a tal ocasión pareces después de tan larga ausencia, Alférez, que he merecido gozar tu noble presencia! ALFÉREZ: El mar del Sur ha podido dar riendas a la paciencia como a la esperanza engaños para que al fin de diez años fuese, don Felipe amigo, deudor yo propio y testigo hoy de tus hechos extraños. FELIPE: ¿Qué tanto habrá, Alférez mío, qué estás aquí? ALFÉREZ: Aun no ha un mes. FELIPE: ¿Vive el capitán, tu tío? ALFÉREZ: La sangre del interés anima su cuerpo frío. Trae más de cien mil ducados y tan mozos los cuidados que, aunque a su vejez ofende como s su salud, pretende casarse. FELIPE: ¡Bien empleados dineros y años si son del matrimonio despojos! ALFÉREZ: Amigo, de aquel balcón me llaman, donde unos ojos me han robado el corazón. Subid conmigo, que allí la vida agradecerán que me habéis dado. FELIPE: (¡Ay de mí!) Aparte ALFÉREZ: Las dos hermanas que están en él ¿conocéislas? FELIPE: Sí. ALFÉREZ: Pues la mayor ha de ser hiedra de aquel tronco viejo; que ha merecido tener su lado, y con ser su espejo de acero, en él se ha de ver; y yo soy de la menor menor crïado, y mayor en amarla. FELIPE: (Yo soy muerto.) Aparte ¡Ay, Alférez! ¿Eso es cierto? ALFÉREZ: Tan cierto como mi amor. Esta noche se desposa con mi tío doña Marta. ¡Ved qué lirio con qué rosa! FELIPE: (Antes un rayo le parta Aparte y dé muerte rigurosa.) ALFÉREZ: Subid conmigo al balcón si saberlo deseas todo. FELIPE: (¡Ay, fiera confusión!) Aparte Antes, quiero que encubráis mi nombre. ALFÉREZ: ¿Por qué razón? FELIPE: Porque el andar encubierto me importa, hasta que me parta. ALFÉREZ: Pues ¿qué ha sucedido? FELIPE: He muerto de la hermosa doña Marta un hermano y sé por cierto que me buscan con cuidado. ALFÉREZ: ¿Dónde os partís? FELIPE: A Sevilla. ALFÉREZ: Si mi hacienda, y el sagrado que ofrece en aquesta villa, la imagen que el ser le ha dado, os importa, entre los dos cumplimientos lisonjeros seránlo sólo por vos. ¿Habéis menester dineros? FELIPE: No, andad, que os llaman. ALFÉREZ: Adiós.
Vase el ALFÉREZ
PASTRANA: Pues, matatoros, locura ha sido aquesta extremada. FELIPE: Si sientes mi desventura, mátame. Saca esa espada. PASTRANA: ¿Matar yo? ¿Soy calentura? ¿Hay ya casquera? ¿Qué pasa? FELIPE: Que doña Marta se casa. PASTRANA: Que se case en hora buena. ¡Bobazo! ¿Eso te da pena? FELIPE: Cuando la envidia me abrasa de los celos y me quejo como ves, ¿me hablas ansí? ¡Bien contigo me aconsejo! PASTRANA: ¿Cuándo es la boda? FELIPE: ¡Ay de mi! ¡Esta noche y con un viejo! PASTRANA: Tu venganza satisfizo quien tan mala elección hizo. Habrá barba betunada tos, catarro, orina, hijada y mucho diente postizo. Bien tu venganza acomodas. FELIPE: Mas así mi mal refrescas. PASTRANA: Será, con quien hace bodas, como las casas de Illescas que de viejas se caen todas. Anda acá, amigo, a Sevilla que una ausencia suele dar a Amor, que es niño, papilla. FELIPE: Aquesta noche he de estar... PASTRANA: ¿A ver tu sentencia? FELIPE: A oílla. PASTRANA: ¿Y si te prendan? FELIPE: Jamás me vio el avariento padre de doña Marta. PASTANA: Y tendrás en viéndola mal de madre y luego alborotarás la casa, y donde los oros triunfan, como eres valiente, habrá cristianos y moros. FELIPE: ¿Tienes temor? PASTRANA: No a la gente sino a los truenos y toros. FELIPE: Pues ven, que la fiesta toda tengo de abrasar, por Dios. PASTRANA: Si un alguacil no lo enloda haciéndonos a los dos las vacas de aquesta boda.
Vanse don FELIPE y PASTRANA. Salen don GÓMEZ, hablando con doña MARTA, doña LUCÍA, URBINA, y el ALFÉREZ
GÓMEZ: Querida hija, vuestra edad me obliga a daros rico y merecido esposo de cuyo largo amor el curso siga lo que pide su intento generoso. Excusado es que os pinte, Marta, y diga los méritos del dueño valeroso porque las prendas del señor Urbina muestran todo el valor que se imagina. MARTA: (¿Sus prendas dijo? Luego, prenda suya, Aparte es el sobrino.) ALFÉREZ: (Pienso que me mira, Aparte porque en sus ojos y en su lengua arguya que por mi edad y mi valor suspira. ¡Dichosa mi afición si fuera tuya, Lucía hermosa!) LUCÍA: (Temo que es mentira, Aparte y sueño lo que veo y no lo creo. Cásese Marta y cumpla mi deseo.) GÓMEZ: Viene el señor Urbina por extremo rico de Indias, hija, y sólo tiene el sobrino que ves. MARTA: (Mirarle temo, Aparte porque a su nuevo amor no me condene.) ALFÉREZ: (Ella me mira, y yo me abraso y quemo Aparte por mi Lucía, cuando no conviene que elija a doña Marta el gusto mío, siempre obediente al de mi viejo tío.)
Salen don JUAN y don DIEGO a una puerta de la sala, en traje de noche. Hablan aparte
JUAN: No me ha costado poca diligencia saber, don Diego, al punto que be venido de estas dos damas la primera ausencia que tan dañosa a mi esperanza ha sido. DIEGO: Casarlas quiere el padre con violencia. JUAN: No es en eso prudente, aunque atrevido que en este tiempo no parece justo casar las hijas contra el propio gusto. Mas ¿cásase también doña Lucía? DIEGO: Yo sospecho que sí. JUAN: Mucho me pesa; que si la una es vuestra, la otra mía --quiero decir, en la amorosa empresa. GÓMEZ: Así que, Marta cara, estima el día en que tan gran ventura se interesa que el señor capitán y prendas suyas quiere ser dueño amado de las tuyas.
Salen don FELIPE y PASTRANA, en hábito de noche a otra puerta de la sala y hablan aparte
FELIPE: Esto ha de ser. PASTRANA: Es mucho atrevimiento. FELIPE: Digo, Pastrana, que aunque muera al punto, tengo de estar presente al casamiento, pues ya me tiene su temor difunto. URBINA: Declarad, mi señora, el sentimiento de vuestro parecer, pues todo junto, mi esperanza, mi bien y mi desvelo en vuestro dulce "sí" le cifra el cielo. MARTA: Aunque el señor Alférez es un hombre de tantas partes, tal valor y fama que, como me decís, ganó renombre con los indios y al fin me estima y ama, y aunque el señor su tío con el nombre le ilustra, y a su herencia al fin le llama, y con tanto valor el suyo obliga, digo... GÓMEZ: ¿Qué? MARTA: Que no sé lo que me diga. URBINA: ¿Qué tiene que ver ser mi sobrino honrado y noble para ser el dueño de vuestro dulce amor si de él es dino mi crédito y valor, aunque pequeño? Yo soy el que casarme determino. MARTA: ¿Vos, mi señor? URBINA: Yo pues. MARTA: Parece sueño ea esperanza que entre verdes años viene llena de amor como de engaños. PASTRANA: ¿Que a una muchacha casenn con un viejo? ¡Maldiga Dios vejez tan seca y verde! DIEGO: No ha seguido su padre buen consejo. JUAN: Ella de pena la paciencia pierde. MARTA: Pues aunque yo pudiera, no me quejo de este rigor. FELIPE: (Cuando de mí se acuerde, Aparte no dará el "sí.") MARTA: (Cuando a Felipe adoro Aparte de mi amor vencedor como del toro, ¡En vez mi padre de su abril, me ofrece este caduco enero! ¡Buen empleo!) URBINA: Proseguid, mi señora, si merece un "sí" tan esperado mi deseo. MARTA: Vuestra hacienda y valor mucho merece...
Don FELIPE, embozado, llégase rápida- mente a doña MARTA
(Mas ¡ay de mí! que a don Felipe veo.) Aparte
Don FELIPE habla aparte a doña MARTA
FELIPE: Ah crüel, en buen riesgo mi amor pones.
Retírase adonde estaba
PASTRANA: (Si es potro el casamiento, nones, nones.) Aparte URBINA: ¿Qué decís, mi señora? MARTA: Sea testigo el que quisiere serlo y escucharme. El capitán Urbina es noble...y... digo que, con ser él quien es, no he de casarme. GÓMEZ: ¿Qué dices? MARTA: No mi gusto en esto sigo sino el del cielo solo, que obligarme puede a que no me case en esta empresa, si es digno de guardarle una promesa.
A PASTRANA
FELIPE: ¡Ella me ha visto ya! MARTA: (Yo soy perdida; Aparte mas conservando el alma la esperanza que tengo en don Felipe, no me pida mi padre y su interés hacer mudanza.) GÓMEZ: ¿Quién te ha podido hacer tan atrevida? Tu darás a mi cólera venganza o el "sí" debido al capitán, que es justo. ALFÉREZ: ¡Señor! GÓMEZ: ¡O morirá o hará mi gusto! MARTA: Espera, padre y señor, y escúchame como juez de mis palabras y voces la verdad, si es justa ley. Soy mujer de mi palabra; que la guardo, aunque mujer. Heredera de tu sangre y de tu hacienda también. Nací en Madrid, y sin madre desde niña me crié; pero con inclinación virtüosa como ves. Hasta agora no he mostrado la obligacion de mi fe que la edad no me obligaba ni tu amor o tu interés. Ágora mis confesores me mandan, señor, que dé razón de mi pensamiento. Oye, y responde después.
Aparte don FELIPE y PASTRANA
FELIPE: ¿Qué novedades son éstas? PASTRANA: Enredos deben de ser, Si no es que se vistió el alma esta mañana al revés. MARTA: Yo, señores, me casara, porque me estaba muy bien, con el señor capitán por su mucha hacienda y ser; que las mujeres discretas no habemos de pretender sino dinero, que amores no valen nada sin él; mas pluguiera a Dios pudiera que a no faltarme el poder, me casara dos mil veces si no bastara una vez. Pero los años pasados, que agora se cumplen seis, por librarme de un peligro que no declaro el que fue, [hice voto de doncella] y pienso que lo he de ser hasta que en la virgen tierra me entierren a la vejez. GÓMEZ: Hija, en negocios tan graves y que tocan a tu fe, yo no puedo resolverme sin que tome parecer. Démos a Madrid la vuelta; que hay teólogos en él que mi conciencia aseguren. MARTA: Permítamelo Dios, amén. JUAN: (¡Admirado voy!) Aparte
Don FELIPE habla aparte a doña MARTA que se halla inmediata a él
FELIPE: ¿Qué es esto?
Bajo a don FELIPE
MARTA: Yo te le diré después.
A don JUAN
DIEGO: Venid, don Juan, que en Madrid averiguaré lo que es. PASTRANA: (Todos vamos más confusos Aparte que la torre de Babel.) GÓMEZ: ¿Que castidad prometiste? MARTA: Sí, señor. (Yo sé con quién.) Aparte

FIN DEL ACTO PRIMERO

Marta la piadosa, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002