ACTO TERCERO


Acompañamiento y el Rey FERNANDO por una puerta; por otra MOROS, don TELLO, AXA y Santa CASILDA, de mora
CASILDA: Déme vuestra majestad la mano. FERNANDO: Dé vuestra alteza parabienes a Castilla, pues ha merecido verla ennoblecer su corona desde hoy, con razón soberbia; pues usurpa el sol al Tajo trasladándola a sus sierras. Deudor quedaré a los baños desde hoy, puesto que no sepa el sitio que los oculta ni las virtudes que encierran. Pues merezco por su causa que la hermosura posea de vuestra alteza, Castilla, temerosa ya en perderla. Ojalá, Casilda hermosa, la fama que los celebra la salud os restituya que ofende vuestra belleza. Estimarélos yo en más que cuantas preciosas venas por los cuerpos de estos montes oro en vez de sangre engendran. CASILDA: No dudo yo, gran Fernando, que en provincia donde reina un príncipe tan afable salga la esperanza cierta que los cielos me aseguran; no en humanas experiencias estriba mi confïanza, pocas veces verdadera; impulsos más superiores me sacaron de mi tierra y al rey, mi padre, inclinaron el permitirme a la vuestra donde a vos su dueño os llaman; donde en la paz y en la guerra vive la seguridad, por ser vos quien la gobierna. ¿Quién duda que también viva la salud, si ya comienza a retirarse, con veros, la causa de mis tristezas? Ya yo por puntos mejoro. TELLO: Y yo, que en vuestra presencia, gran señor, patrocinado de la infanta tengo puestas todas mis felicidades en serviros, si licencia me dais, diré la embajada con que vengo. FERNANDO: Alzad de tierra; alzad, don Tello, decid. TELLO: El Rey Almenón, que intenta trocar en perpetuas paces con vos estas breves treguas, la mitad del alma os fía y con la Infanta os entrega el reino que el Tajo abraza y estima en poco sin ella. Lágrimas y persuasiones, que es la mayor elocuencia que en la mujer amor puso, le bastaron a hacer fuerza para dividir de sí el apoyo en que sustenta la duración de sus canas, que remozaba con verla. El príncipe Alí Petrán, que sucediendo en la herencia después de él de su corona es blasón de la nobleza, estaba ausente en Sevilla cuando el sentir que padezca su padre amoroso eclipse la luz de Casilda tierna, y que el abril de sus años malogre las flores frescas del más gallardo vergel que esmaltaron primaveras, al llanto permitió hechizos con que la infanta no deja hora ni instantes al ocio en que no le intime quejas amorosas por los baños que, de su salud profetas, dice que esconde Castilla, cifrando en ellos sus medras. Afirma que el cielo mismo con misteriosas promesas le pronosticó en sus aguas saludables evidencias; que es imposible cobrarla de otra suerte, y si desea su bien, será menos daño llorarla ausente que muerta. Convocó el rey los alcaides de Madrid y Talavera, Guadalajara y Ocaña, Alcalá, Yepes y Cuenca. Propúsoles este asunto, y aunque opiniones diversas ya afirman, ya contradicen, finalmente se sujetan al gusto de quien los manda, porque la lisonja lleva en todos los tribunales la razón tras la potencia. Concluyóse, en fin, la paz, gran señor, con vuestra alteza, pidiendo en esta jornada vuestra permisión, y de ella obligado y satisfecho su expedición me encomienda. Por su embajador me envía, con palabra de que vuelva brevemente a restaurarle la vida con la presencia del alma que se le aparta, de la luz que se le ausenta. Despidiéronse los dos y ella, que, toda clemencia, de los cautivos cristianos aliviaba las miserias, pidiendo su libertad al padre piadoso, deja despojadas las mazmorras, inútiles sus cadenas. Dos mil de Toledo saca, que ya en su patria se alegran, digna que tal redentora en anales permanezca. El rey de Toledo, en fin, gran Fernando, para muestras de la fe con que os obliga y la amistad que os profesa, os remite cien caballos que, con otras tantas yeguas, Córdoba al Betis usurpa, Toledo admiró en su vega; cien acémilas cargadas de los desvelos del Persa, de los esquilmos del Parto, de los tesoros de Grecia, de los metales monarcas, granas, alcatifas, telas, a vuestros pies reales postra; y porque en su estima venza las dádivas de Alejandro, pródigo os da en una prenda la mejor de su corona, la mayor de sus riquezas, el alma y vida en la infanta, que es cifra de sus grandezas. FERNANDO: Cuerdamente habéis sabido, don Tello, aplacar ofensas, pues servicios semejantes más obligan que destemplan. ¿Adónde está doña Blanca? TELLO: En la villa de Briviesca goza de dos libertades: la del cuerpo la primera a su patria reducida, y la del alma, que exenta de las pensiones de amor ya es señora de sí mesma. FERNAN. ¿No sois vos esposo suyo? TELLO: No, señor. FERNANDO: ¿Por qué? TELLO: No fuera lícito en provincia extraña, sin vuestro gusto y licencia. FERNANDO: Pues ¿cómo decís agora que, libre ya, su alma reina de sí misma, si es que os ama? TELLO: Mudanzas la dicha alteran del mar del primer amor. Como cansa la asistencia, y yo siempre la he servido, ya me olvida. FERNANDO: Su extrañeza, don Tello, ha de estaros mal; porque aquí la competencia de don Diego os ha de hacer mal tercio, que adora en ella. Yo os restituyo a mi gracia; y aunque a la suya quisiera, dudo que en jurisdicciones de amor poder un rey tenga. Notable ocasión perdiste; pues cuando las aprovecha todo solícito amante malograste las de ausencia. O servidla u olvidadla, que yo, sin haceros fuerza, neutral con don Diego y vos, y atento a las diligencias del que fuera más feliz, premiaré al uno con ella. Y vos, infanta y señora, sin extrañar diferencias de leyes y de regiones, juzgaos en la patria vuestra, que si allí fuisteis infanta, en Castilla seréis reina, dichoso todo mi estado en que serviros merezca. CASILDA: Segura yo de la fama que justamente celebra vuestro valor, me dispuse a experimentarla y verla. Ni a mi patria ni a mi padre echo menos, que ofendiera el favor que os reconozco si me juzgara en la ajena. Por mi padre os tengo yo y como tal me conceda licencia, que sólo busque estos Lagos, vuestra Alteza. Yo sé que impiden hallarlos ostentaciones soberbias de aplausos y compañías; el cielo me dio sus señas y él mismo inclina mis pasos para que mis diligencias sin presunciones humanas hallar su sitio merezcan. Esta merced os suplico. FERNANDO: Admire nuestra tibieza, infanta, vuestro fervor, y no se impida esta empresa; por mí, con vos Tello vaya, y como a mí os obedezcan cuantos lugares y villas gozaren vuestra presencia. Que si, como en Dios confío, vuestra fe saliese cierta y hallando el agua admirable que ignoramos, tengo nuevas de vuestra salud, mi corte os recibirá a la vuelta con triunfos que satisfagan mis deseos y sus fiestas. CASILDA: El cielo, invicto Fernando, la monarquía os conceda de España, que dividida en tantos reinos, tragedias del godo infelice llora, para que en vuestra cabeza totalmente restaurada a su antiguo esplendor vuelva.
Vanse el REY y los suyos
AXA: Solo un mes, prima mía, de plazo dio tu padre a la porfía con que aquí hallar esperas estos Lagos--mejor diré, quimeras-- pues que te descaminas por patrias y regiones peregrinas. Busquémoslos, si es cierto que esconde tal milagro este desierto. Que, ya, Infanta, en sus valles, ya en sus montes, remedio y salud halles, o ya, conforme creo, quimérico te engañe tu deseo, el término cumplido nos hemos de volver. CASILDA: Quien me ha traído hasta aquí sin recelo de tanto inconveniente, que es el cielo, nunca, prima, se estrecha en límites humanos; satisfecha estoy, aunque te asombres de hallar salud aquí, ya que en los hombres se muere mi esperanza; qué sabes tú si estriba en la tardanza que Dios tiene dispuesta mi salud? Lo difícil mucho cuesta. Ya un mes, un año aguarde el bien; si viene, nunca llega tarde; ojalá la fe mía, discurriera sin vuestra compañía por estas soledades, hallara en ellas yo felicidades que, por la vuestra ciega, me las dilata el cielo o me las niega. AXA: Ya estás, prima, entendida; ya yo la causa sé de tu venida; no en lagos mentirosos estriban tus deseos amorosos, que éstos imaginados encubridores son de tus cuidados. Lagos, sí, que de llamas ilícitas te encienden, pues que sé que amas a don Tello, de suerte, que el honor atropellas y la muerte. Celos de doña Blanca en Castilla te abrieron puerta franca, por ver que si venía con ella, y tu esperanza enflaquecía; con ilusiones vanas del rey tu padre enterneciste canas, y disfrazando engaños, hechizos diste a sus postreros años, para que permitiese que consigo don Tello te trajese. Doña Blanca, ofendida de ti, y don Tello que por ti la olvida, apenas de su tierra pisó la raya, cuando se destierra de agravios que a la vista ofenden más; don Tello, en fin, asista a tus ojos, que en ellos duplicarás por ser cristal los Tellos. TELLO: Axa atrevida, enfrena la lengua torpe de malicias llena. ¿Qué has visto en mí y la Infanta que pueda ocasionar blasfemia tanta? AXA: He visto que te adora, que olvida nuestra ley; que Blanca llora tu ingratitud y olvido; que a su padre y hermano, fementido, pagas el ampararte en su reino, y ahora asegurarte la patria, hacienda y vida en robarle la infanta que perdida por ti con torpe llama su ley, su sangre y su corona infama. CASILDA: Mi Dios, a Vos os toca mirar por mi opinión contra esta loca, que su malicia muestra; por mi causa volved, y por la vuestra.
Vuela la Santa CASILDA. Dentro dice una VOZ
VOZ: Sí haré, Casilda mía. No te merecen, ven, y en mí confía. TELLO: ¿Qué es esto, cielos santos? AXA: Hechizos tuyos son; serán encantos de tu ley que nos vende traiciones por milagros; ya se entiende el fin de tus cautelas. TELLO: Paloma pura que amorosa vuelas a la estación segura donde vive sin riesgos la ventura, ¿por qué crüel conmigo? Alas tiene mi amor, las tuyas sigo.
Vase don TELLO
AXA: ¿Su amor sigue su vuelo? Luego es ya certidumbre mi recelo; luego para gozarla con hechizos intenta remontarla. ¡Ay rabiosas sospechas! Al vuelo los matad, tiradlos flechas; mas ¿qué flechas mayores que celosas venganzas y rigores? Yo haré que en vez de espigas cubran los campos armas enemigas; despoblaré a Toledo por que a Castilla, al mundo, ponga miedo. Provocaré esta injuria al príncipe y al rey a tanta furia, que con su gente toda renueve el llanto a la tragedia goda. Marchemos a Toledo, que si con celos viva llegar puedo, verá Fernando presto el peligro mortal en que está puesto, y que, si en él se apoya, será Casilda Elena, Burgos Troya.
Vase AXA. Salen ALÍ Petrán y ABÉN Rogel, moros
ALÍ: No hay fïar en amistad de cristiano, pues sALÍó falsa la de Tello; no en prendas y calidad, de nobleza castellana. Engañóme fementido, Tello, desagradecido; llevóme el honor y hermana; que así paga beneficios quien respetos atropella. Amaba yo a Blanca bella, y por deslumbrar indicios de mi pena y no agraviarle, de suerte incendios reprimo que a que la ausente le animo, ¡qué mal hice en no matarle! Pues corriendo por su cuenta correspondencias de amigo, yo con su dama le obligo y él con mi hermana me afrenta. ABÉN: No injuries, príncipe, así la virtud más conocida que dio a la alabanza vida. Míralo bien, vuelve en ti. La infanta es toda pureza, su padre el rey, todo amor; Fernando, todo valor; don Tello, todo nobleza. Ciegamente satisfaces la fama de tu opinión. Con esa imaginación no quiebres, señor, las paces con Fernando establecidas, que si en su poder está la infanta, ocasión tendrá en que vengarse. ALÍ: No hay vidas en toda la cristiandad que puedan venganza darme. En vano intentas templarme con quimeras su amistad. Rompió don Tello conmigo, de la infanta enamorado; mi amistad ha profanado por llevársela consigo. Fingió lazos milagrosos que al rey mi padre engañaron; que me ausentase aguardaron, traidores y cavilosos. ¿Qué lagos, qué aguas divinas tiene Castilla excelentes que en mortales accidentes aseguran medicinas? ¿Son en Toledo distintos cristales de más virtud? Si hay aguas que den salud, fuentes tiene de jacintos Toledo, donde pudiera, cuando los venera España, la infanta que nos engaña cobrar la salud que espera. Más oro que peces cría nuestro Tajo en sus arenas, que para ALÍviar sus penas, curar su melancolía, si ella no fuese mudable, dieran remedio a su mal; que el Tajo, todo cristal, también es oro potable. Tello y Casilda me ofenden. En Cristo la infanta adora, ni el rey Fernando lo ignora ni es bien, aunque lo pretenden, que desmienta mi recelo mientras venganza no toma de todos tres. ¡Por Mahoma, que he de postrar por el suelo cuantas poblaciones dan a Fernando la obediencia! No se fíe en la clemencia Castilla de Alí Petrán. ¿Qué gente hemos cautivado? ABÉN: Trescientos, que a tus enojos sirven de tristes despojos, y la paz ha descuidado de Toledo con Castilla. ALÍ: Yo mismo tengo de ser su verdugo; yo verter su sangre, yo destruílla. Lavaré esta tarde en ellos mi injuria; al cielo pluguiera que tantos Tellos hubiera como hoy pienso segar cuellos, que con todos no apagara la sed que ocasión me da a su muerte. ABÉN: De aquí está no lejos Guadalajara; venderlos será mejor en ella, si pagar quieres tus moros, que hay cien mujeres y treinta niños. Señor, templa tu enojo, enriquece con la presa a tus soldados. ALÍ: Al paso que mis cuidados, la venganza de ellos crece. Atadlos todos, dejad que imagine en cada cuello una Castlda y un Tello, oprobio de la amistad. ABÉN: Véngate, pues, riguroso. Tu acero en su sangre baña si es digna tan torpe hazaña de un príncipe generoso.
Vase ABÉN Rogel. Quédese ALÍ Petrán y luego sale nuestra señora, Santa MARÍA
ALÍ: ¡Oh, cobarde! ¿tú también me injurias? Por Alá santo que tengo de ser espanto del bautismo en cuantos ven mis ojos. No me mitigues piedad hasta aquí afectada. Triunfe de ingratos mi espada.
Quiere entrarse ALÍ, la espada desnuda. Ábrese al paso una higuera, y entre las ramas se aparece nuestra señora Santa MARÍA. cáese ALÍ asombrado, e hinca la rodilla. Quédase con la espada como amenazando a la imagen
MARÍA: Petrán, ¿por qué me persigues? ALÍ: Todo el cielo sea conmigo. ¿Qué hielo es el que me abrasa? ¿Qué fuego en nieve traspasa el alma que en él mitigo? ¿Quién eres, luz milagrosa, formidable y apacible, süave cuando terrible, tierna cuando rigurosa? ¿Quién eres, que tal espanto has puesto en el alma mía que tiembla? MARÍA: Yo soy María, a quien tú persigues tanto. Contra estímulos del cielo vana resistencia haces. ALÍ: Saulo afirman que hizo paces con Cristo postrado al suelo cuando otro tanto le dijo, si es bien que crédito dé a ministros de su fe. MARÍA: Ése es Dios, y ése es mi Hijo. ALÍ: Ése por ti mi fe adora. ¿Qué quieres hacer de mí? MARÍA: Un Saulo segundo. ALÍ: En ti mi ventura se mejora. MARÍA: Cristiano quiero que seas, que a servirme te apercibas, que en esta soledad vivas, que el amor que en Blanca empleas lo mudes en mí. ALÍ: Favor digno de esa enano franca, vos sois pura, vos sois blanca, vos las medras de mi amor. Con vos, cándida Señora, la nieve que aurora pisa, comparada es etiopisa; la noche ella, vos la aurora. Soldados, alcaides, gentes, moros, venid a admirar un árbol que sabe dar por fruto el sol en su oriente. Estrellas lleva por flores que exhalan aromas samios, celebrad epitalamios, exagerad mis amores, alcaides, moros, cautivos. MARÍA: No te canses en llamarlos, mi vista pudo asombrarlos, pocos de ellos huyen vivos; libres mis cautivos gozan la patria que les negaste. ALÍ: Los rayos que fulminaste enamorando destrozan; causado han contrario efecto Señora, en ellos y en mí. MARÍA: Quiérote yo sólo a ti, que el firme amor es secreto; finezas son voluntades, y éstas méritos subliman; los que se aman más estiman que imperios las soledades. En ésta quiero que asistas. Tu hermana, de mi Hijo esposa, sierras habita amorosa. Hoy sale en ellas a vistas. Imítala tú oficioso, pues por mi prenda te elijo; ella esposa de mi Hijo y tú de su madre esposo. Aquí has de vivir, Petrán, para blasón del bautismo, conquistador de ti mismo, de mi imagen capellán. Yo propia he de bautizarte. ALÍ: ¡Hay tan inmortal favor! Ministro tendré mejor que el Hombre Dios si en tal parte la primer gracia me das que las almas eterniza, pues si a Cristo Juan bautiza a mí su madre, que es más. ¿Pero adónde hallar podremos agua que materia dé al principio de su fe si seco este valle vemos? MARÍA: Más puedo yo que Moisés, que soy de Jesé la vara. Fuente milagrosa y clara brotará el campo a tus pies. Vente á bautizar en ella. ALÍ: Esferas de eterno ornato, suplid hoy el aparato de mi bautismo; luz bella del sol, sírveme esta vez de vela sobre la fuente de tu globo transparente. Aurora, tu candidez de la pureza me vista que la gracia al alma da; lluevan los cielos maná en que el pan de amor asista, que es mazapán verdadero que al bautismo da eficacia; la paloma, toda gracia, será la sal y el salero. El manantial perenne del Uno y Tres, que ya adoro, será el aguamanil de oro pues de Él todo el bien nos viene. Serafines y querubes, de luz argentando el viento, honren mi acompañamiento sobre carrozas de nubes, que la mayor jerarquía bien puede venir por vos, donde es el padrino Dios y me bautiza María.
Música. De dos nubes bajan al tablado seis ÁNGELES, tres de cada una, con masapán, vela, salero, fuente, capillo y aguamanil. El mismo árbol baja hasta poner en el tablado a Santa MARÍA; éntranse en dos hileras, detrás ella y a su lado el príncipe ALÍ Petrán
MARÍA: Todos los que has convidado quiero yo que honra te den. ALÍ: Racimos de luz se ven que el Olimpo han despoblado. MARÍA: A quien es mi Capellán de esta suerte sé yo honralle; ven, y llámese este valle de tu nombre, Sopetrán.
Vanse los dos. Salen PASCUAL y CARRASCO, villanos
PASCUAL: ¿De aquí a ocho días? CARRASCO: Sin duda. PASCUAL: ¿Mari Pabros y Gilote? CARRASCO: Mari Pabros con su dote. PASCUAL: ¿Se me muda? CARRASCO: Se te muda. PASCUAL: ¿Y que se chere casar? CARRASCO: Herlo de semana espera. PASCUAL: ¿Hasta que el otro se muera? CARRASCO: Hasta llegarlo a enterrar. PASCUAL: ¿Con Gilote? CARRASCO: ¿Pues con quién? PASCUAL: ¿Mari Pabros? CARRASCO: Mari Pedros. PASCUAL: Verá el diabro con los medros que sale quien chere bien. Idvos, que me chero ahorcar. CARRASCO: ¿Cuándo? PASCUAL: ¿Qué diabrós sé yo? ¿Que se mudó? CARRASCO: ¡Se mudó! PASCUAL: ¿Mari Pabros? CARRASCO: ¡Pescudar! PASCUAL: Pues ya mi engaño quillotra la venganza más extraña que ha vido nuesa montaña. CARRASCO: ¿Cuál es? PASCUAL: Casarme con otra. CARRASCO: Si pudieses bien harías. PASCUAL: Pues ¿por qué no han de poder? Olalla es moza y mujer. Mas, en fin, ¿de aquí a ocho días se matrimeñan los dos? CARRASCO: Su tía lo ha concertado. PASCUAL: ¿La del ojo arremangado? CARRASc. Ésa. PASCUAL: Maldígala Dios.
Vase CARRASCO
Marica, pues te mudaste en medio año que tardé, a tu boda cantaré que no hay [otro aquí] quien baste.
Canta
"Contra la voluntad grande porfía de un Gil, de Mari Pabros y su tía."
Baja MARI Pablos las peñas hilando y canta
MARI: "De hoy en ocho días si le prace a Dios ¡hu, hu, hu, los dos, hu,hu, hu,los dos!" PASCUAL: ¿Los dos? Mal año y mal mes; sí, hilad, hilad: Bercehú vos hile; cantá el ¡hui ihu! que muy buena hillaza hacés. Echá tela para el dote y de mí no se vos liembre; hilad, que muy buen urdiembre haredes vos y Gilote. MARI: ¿Pascualillo? ¿Pascualejo? ¿Pascualote el mi llorado?
Baja
¡Que no estabas cativado! No me cabe en el pellejo el gozo: embracíjame. PASCUAL: Arredraos, la engilotada, que muy gentil ensalada habéis hecho, sí a la he. MARI: Si enfinito no te chero, si más por ti no he llorado que un andalubio ñublado, que todo un diciembre entero, que junto al hogar un bizco, que cuando cebollas topo, que en un entierro un guisopo, que un arroyo por un risco, mala landre... PASCUAL: En ocho días, si le prace, prace a Dios, ¡hu, hu, hu, hu, hu, hu, los dos! MARI: Endiviné que venías a la matrimoñadura, que por puntos aguardaba y cantando convidaba vecinos, alcalde y cura porque viniesen a honrarnos después que te lloré muerto. PASCUAL: Mari Pabros, ¿esto es cierto? MARI: Como el finar y enterrarnos. PASCUAL: ¿Que no tenes voluntá a Gilote el del hu, hu?, MARI: Verá: ¿yo a Gilote? ¡Pú! PASCUAL: Escopid la otra metá y escopiréis vueso nombre. MARI: Ea, desenójesé. No chero que murrio esté, que es garrido y gentil hombre. Él mi manso, él mi pachón encaja aquí. PASCUAL: Mari Pabros, estaos queda con los diabros, que me da el arremetón.
Salen el rey FERNANDO y doña BLANCA
BLANCA: Huyó de tu compañía la infanta mora y don Tello, tu Alteza puede sabello de los moros que traía. Si de tí su rey se fía y después su ofensa sabe peligro amenaza grave a tu reino y su opinión, mientras la satisfacción estas sospechas no lave. FERNANDO: Doña Blanca, si es verdad lo que afirmas, y no creo, caro lé saldrá el empleo de su torpe voluntad; Tello, en mi severidad, hallará justos castigos, y yo en Toledo testigos, cuando a su infanta les dé, que amistades guardar sé como vencer enemigos. No me los han de esconder cuantos riscos dificultan las sierras que los ocultan los valles que llego a ver. Mas primero he detener quien de esto me certifique, que mis enojos publique. PASCUAL: Mosca le dio a nueso reye. Huyamos, aho... MARI: Bien se veye. PASCUAL: Par Dios, que mos crucifique.
Vanse estos dos. Sale don TELLO
TELLO: Oye, Fernando invicto, novedades que ilustren, por divinas, tu memoria; desmentirán novelas sus verdades dando aplausos al cielo, a España historia; no en bronces, pero sí en eternidades, a Castilla blasón, a Burgos gloria, la fama envidia a nuestros siglos canta, ocasionada de Casilda santa. Ésta, que del blasfemo barbarismo del pseudo Cristo que idolatra Meca, fénix renace sólo de sí mismo, única y fresca flor de planta seca para triunfos eternos del bautismo; coronas pisa; por desiertos trueca del solio augusto aclamaciones reales, púrpuras ya en Casilda los sayales. Estorbaba deseos la malicia de su infiel compañía, cuando anhela retiros el afecto, y la noticia del amoroso ardor que la desvela; volvió por la inocencia la justicia, peregrina impresión regiones vuela, garza veloz que penetrando vientos aires engaña y vuela pensamientos. Siguiéronle mis ojos, mis suspiros, éstos se lleva y se remonta a aquéllos, diamante flor en prados de zafiros, del sol opositores sus cabellos. Registré soledades y retiros, voces y pasos aventuro entre ellos; mas ¿qué importa, si en vano, aunque veloces, desmaya pasos y enronquece voces? Pródigo de la vista, la dilato desde una elevación que, presumida, monarca es de diamante, cuyo ornato trono es del sol cuando amanece vida, lince de un valle el fin, a Flora grato, sobre un enano mar miro vestida del mismo sol que se incorpora en ella retratarse en sus vidrios una estrella. Yacen dos lagos en distancia breve al pie de esa apacible pesadumbre, néctar de Apolo que abrasado bebe cuando le causa sed su misma lumbre, y es su pechera en desatada nieve desde el verde coturno hasta la cumbre, la sierra su vecina que entre espumas aloja escamas y naufraga plumas. Casilda, pues, en la arenosa orilla, norte suyo la estrella precursora, falaces yo en los pies para seguilla, mis voces huye y de estación mejora; un césped se le acerca, maravilla que pasma al mismo tiempo que enamora, pues ya leve bajel sin vela y remo la traslada instantánea al otro extremo. Toca apenas cristales con la planta cuando su enfermedad huye vencida, santas sus aguas por Casilda santa pues ya ofrecen salud, ya voz de vida; su virgíneo contacto virtud tanta al lago comunica, que se olvida la sangre fugitiva o se restaña de quien llega mortal y en él se baña. Deja aquel valle, pues, y yo la sigo, juzgando por atajos los rodeos, hasta una cueva donde fui testigo de mártires victorias y trofeos. Vicente, desde el tiempo en que Rodrigo tan mala cuenta dió de sus empleos y el africano tiraniza a España, con sus reliquias honra esta montaña. En ella hallé a Casilda, en ella erige mausoleo a Vicente donde pueda su culto venerar que en ella elige la habitación con que su amor hospeda; convoca jornaleros y dirige cuanto oro, plata, joyas, perlas, seda, del poder de su padre son indicio para que abrevie el premio su edificio. Vuela la fama y los extremos toca de España, que escuchándola se admira multiplicada en lenguas, que una es poca, verdad toda esta vez, las más mentira. A ver este prodigio se convoca cuanta nobleza, cuanto vulgo mira desde sus atalayas la Bureva, sus valles población, corte su cueva. Éstos los Lagos son de San Vicente, incógnitos hasta hoy, ya medicina de toda enfermedad, todo accidente. Ángel la infanta ya de esta piscina, Magdalena segunda penitente, pero cándida virgen que encamina al cielo afectos que la den corona y España la venere por patrona. FERNANDO: Testigos falsos, Blanca, son los celos, enemigos sofísticos de casa. BLANCA: Dichosa la verdad que en sus desvelos el mal redime y a la envidia abrasa. FERNANDO: Vamos a ver prodigios de los cielos que, si como don Tello, afirma, pasa, pies de Casilda adorarán mis labios. BLANCA: ¡Ay celos de alquitrán, padres de agravios.
Vanse todos. Salen cuatro cuadrillas por entrambas puertas, cada una de por sí, todos los de la compañía cantando con pandero, sonajas, tamboril y gaita, vestidos de villanos
MÚSICO 1: "¡Ay que a las velas de Casilda santa Quintana de Bureva se lleva la gala!" MÚSICO 2: "¡Ay que a la vela de la ermita nueva Rojas y Galbarros la gala se llevan!" MÚSICO 3: "¡Ay que a la vela de los lagos nuesos a todos se la gana la gaita de Bueso!" MÚSICO 1: "Bueso." MÚSICO 2: "Quintana." MÚSICO 3: "Rojas y Galbarros." MÚSICO 4: "¡Vitor Quintana, cola todos cuatro!" CARRASCO: No tengamos carambola, si a velar venido habemos, son asentarse y callemos. MARI: ¡Vitor Bueso y todos cola! UNO: Si empezáis a daros, vaya, en pendencia acabaremos la fiesta. Amigos, bailemos todos juntos. CARRASCO: Vaya. MARI: Vaya.
Cantan
UNOS: "Que el pandero y la gaita de Ontoria táñela tú, que a mí no me toca."
Bailan
OTROS: "Quien tuviere flujo de sangre entre en los Lagos y en ellos se bañe." TODOS: "Tócala tú, que a mí no me atañe." OTROS: "La mujer que no es paridera lléguese al baño y tírele piedras." TODOS: "Tócala tú, que a mí me da pena, que el pandero y la gaita de Ontoria táñela tú, que a mí no me toca."
En lo alto de las peñas PASCUAL
PASCUAL: ¡Mari Pabros! ¡Ha de abajo! Serranos no os lo bailéis todo, aguardad. MARI: Hao, ¿qué heis? PASCUAL: Echar por esotro atajo. MARI: ¿Quién diabro os encaramó el mi Pascual? PASCUAL: Pide olores Casilda y cójola flores para el altar que labró a San Vicente en la cueva. MARI: ¿Y si dais de colodrillo? PASCUAL: Vo a cortar aquel tomillo que enrame la ermita nueva. MARI: Ojo con la mata, asilda, no haya enterrorio después.
Deslízase PASCUAL y cae quedándose asido de un tomillo todo el cuerpo en el aire
PASCUAL: Huéronseme dambos pies. ¡Válgasme Santa Casilda! CARRASCO: ¡San Vicente sea contigo! TODOS: ¡Jesús! PASCUAL: Todo me bazuco tomillo, a ser vos sahuco sino es que hué cabrahigo la remembranza de Judas representa Juan Pascual, Mari Pabros, sin dogal me ahorcan, las tocas viudas vos poned. MARI: ¡Triste soceso! CARRASCO: Hombre, encomiéndate a Dios. PASCUAL: Encomendaos por mi vos que yo no estó para eso. El mi tomillo salsero, vuélveteme mechinal, que de tu tomillo y sal componer mi nombre chero. Tomé de la Sal seré; mi mujer será Tomasa, Tomillos los de mi casa mi apóstol Santo Tomé. Santa mora ya cristiana, Casilda la ermitañesa, la amorosa, la infantesa la virgen, la toledana, doleos la santa de mí pues vine con vos del Tajo. Parece que va ancia bajo, dando el tomillo de sí. Descuélgome poco a poco.
Vase alargando el tomillo y él bajando
MARI: ¡Milagro! TODOS: ¡Milagro extrañol
Llega abajo
PASCUAL: Del mi suelo, año buen año; con los hocicos vos toco.
Besa el suelo
MARI: ¡El mi dueño, el mi carillo! Llega y embracíjamé. PASCUAL: Cuido que no os oleré Mari Pabros a tomillo. MARI: Bien haya quien en vos creye, Santa. PASCUAL: ¡Hao! ¿qué gente es ésta? CARRASCO: El rey que viene a la fiesta PASCUAL: No es mi algalia para el reye.
Salen rey FERNANDO y doña BLANCA
FERNANDO: Celos, doña Blanca hermosa, tienen ímpetus franceses, rigurosos al principio, después ni activos ni fuertes. Nieblas enlutan al sol, mas en humo las resuelve la eficacia de sus rayos que, aunque acometidos, vencen. Sol es la verdad, en fin, puesto que eclipsarla intenten nieblas del amor celosas, que cuando amenazan mueren. Vos habéis cuerda elegido prenda en don Tello a quien debe vuestro amor perseverancias dignas que con vos se premien. Don Diego ya no compite con él, antes interceden en su favor amistades que indignaron accidentes; daréisle en Burgos la mano. BLANCA: Sois vos, Fernando el clemente, el iris de nuestras paces, el espejo de los reyes.
Sale don TELLO
TELLO: Nuestra infanta, gran señor, tanto con los cielos puede que eslabonando milagros admiraciones suspende. A costa de sus tesoros templo fabrica solemne al César aragonés, al siempre invicto Vicente. Mas el común enemigo, envidioso de que herede Casilda a Dios los milagros con que esta tierra ennoblece, lo que labrara de día, de noche, torpe y aleve, por el suelo derribaba, porque el edificio cese. Pidió favor a su esposo, Casilda, y entre la ardiente suspensión de sus discursos, éxtasis toda celeste, inmóvil el cuerpo virgen, oye que Dios la promete su fábrica restaurarle sobre ese risco eminente. Juntáronse las rüinas y por sí solas se mueven los ángeles de este alcázar artífices solamente. Toda la fábrica vuela por las nubes, de la suerte que de Palestina a Italia lo que en el Oreto tiene asiento felices siglos. Tanto Casilda merece que ya las piedras son plumas, por ella lo grave es leve.
Música. Sube una ermita toda y en ella, abiertas las puertas, de rodillas la santa CASILDA elevada, y asiéntase el edificio sobre lo más enriscado de las peñas
FERNANDO: ¡Oh asombro de los milagros! ¡Oh virgen! Que porque vueles águila, al trono del sol, hasta su esfera te atreves. Patrón seré de tu casa. TELLO: Toledo envidie y celebre si venturoso el crïarte, lloroso y triste el perderte la patrona de Castilla. Los Lagos de San Vicente son estos. En la segunda, Tirso, su fin os promete.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 24 Jun 2002