ACTO TERCERO


 
Salen el REY y SOLDADOS portugueses. Tocan dentro cajas
REY: Cuando se tratan paces con Castilla, ¿tiene el de Monterey atrevimiento de amparar forajidos en su villa, sin reparar mi justo sentimiento, a la marquesa y conde, que a mi silla aspiraban, y fueron fundamento de justos, aunque trágicos castigos? ¿El Conde a mis mayores enemigos? Cesen las paces pues; vuelva la guerra. Experimente el conde indignaciones de un rey airado. Poblaré su tierra segunda vez de armados escuadrones. Cercaré a Monterey que los encierra; y si es traición favorecer traiciones, a imitacion de Troya al destruilla, mañana será llamas, si hoy es villa. SOLDADO 1: La justa indignación, señor, que alegas a la venganza solicita manos. Limia es el valle donde armado llegas, y faldas de esas sierras estos llanos. A asegurar el paso fue Don Egas; que aunque sus moradores son villanos, ánimo sus fronteras les han puesto. REY: Vencerálos don Egas...mas ¿qué es esto!
Sale MARI-HERNÁNDEZ que sale con un mallo peleando con don EGAS, y algunos SOLDADOES portugueses con broqueles
SOLDADO 2: Rayo o mujer ¿qué nos quieres? ¿Háy valor mas prodigioso? MARÍA: No me ha de quedar seboso a vida. REY: ¡Tales mujeres tiene Galicia, Silveira! Dejadla. No le hagáis mal. MARÍA: ¡Qué! ¿Cuidaba Portugal que era sola su forneira? Pues a fe de Dios, si torno a enojarme, aunque aquí os hallo, que estimedes más mi mallo que la pala de su forno. Con éste al segar las mieses, limpia el trigo nuesa tierra, y las fembras de la sierra despachurran portugueses. No huyáis si queréis proballo. Aguarde el que no lo crey. SOLDADO 1: Detente, que está aquí el rey. MARÍA: ¿El rey? Pues arrojo el mallo. REY: ¿Con portugueses, serrana, tal furia? MARÍA: De un tiempo acá, si va a decir la verdá, los mato de buena gala. REY: ¿Por qué? MARÍA: Un portugués mancebo se hizo en mi casa mandón, y en gozando la ocasión, se deshizo como sebo. Pero venga acá. ¿No es él el rey? REY: Sí. MARÍA: ¿Y hará justicia de un portugues que a Galicia vino, diz que huyendo de él, y entrando que parecía la gata de Mari-Ramos, robó la hacienda a sus amos, y el corazón a María? REY: ¿Llamáisos vos así? MARÍA: ¡Y cómo! Nunca yo en Limia le viera. Entró blando como cera, salió duro como plomo. ¿Conoce él a un don Alváro, y a cierta doña Beatriz, pintada como perdiz, que pidiéndomos amparo, almas y caballos pica con celos y con espuelas? REY: Sus alevosas cautelas mi enojo te certifica. Por su causa hago esta guerra al conde de Monterey. MARÍA: No guarda el ingrato ley. Mala gente hay en su tierra. Hechizóme a lo serrano; burlóme a lo portugués; huése a Monterey después. Tarde lloro; creí temprano. ¡Ay! ¡Qué le contara yo si no tuviera vergüenza! Mire, ya que amor comienza a informarle. Anocheció, y yo despierta, a cierra ojos, y entre dos luces dormida, el alma en el embebida, la voluntad con antojos, y a escuras el aposento, pisando huevos entró; y entónces... ¿Qué me sé yo? ¡Ay Dios! ¿Cómo se lo cuento? Tanto supo acariciar, tanto vino a prometer... Era hombre, en fin, yo mujer; en algo había de parar. No resiste quien desea; y como me mostró amor, llegó...y pregue a Dios, señor. REY: ¿En fin...? MARÍA: Que orégano sea. Mas esto fue con promesa que había de ser mi marido. Hase el traidor acogido con la Beatriz portuguesa; y hanme dicho que los dos, según el amor se enseñan, dentro un mes se matrimeñan. ¡Que mala pro les dé Dios! REY: No harán mientras yo viviere; ni permitirán los cielos tu menosprecio y mis celos. MARÍA: Mire, si él cogerlos quiere, y me promete casar con él sin hacerle daño. La mujer todo es engaño, y más cuando viene a amar. Yo sabré, si a Monterey voy, herle que huera salga; de los ardides se valga, que en la guerra diz que es ley. Haga que aguarde en secreto a la puerta alguna gente; prenderále de repente a la noche; y en efeto, antes de ir a Portugal, hará que mi dueño sea; que aunque me dejó, no crea que ell hombre me quiera mal. REY: Si eso, donosa María, cumpliésedes vos, mis celos darán fin a mis desvelos. Buscaba yo alguna espía, que yendo allá me avisase la defensa de esa villa, porque para combatilla diligente me industriase; pero si están sobre aviso, ¿cómo podréis entrar vos, y salir? MARÍA: ¡Válgame Dios! Nunca halló estorbo quien quiso. REY: Muestras de vuestro valor acabo ahora de ver. ¿Qué no intenta una mujer, que tiene celos y amor? Cumplid como prornetéis; que si de Monterey sale, mi fe os doy... MARÍA: ¿Perdonarále? REY: Como el amor estorbéis, con que han hecho resistencia a mi voluntad los dos, siendo esposa suya vos, no dudéis de mi clemencia. MARÍA: Es caballero, y dirá que no soy yo caballera. REY: Aunque mi sangre tuviera, el rey calidades da. Noble y marquesa os haré, antes de ir a Portugal. MARÍA: ¿Jure? REY: Mi palabra real es la mas segura fe. MARÍA: ¿Y la gente? REY: Yo en persona, en secreto, he de aguardarle. MARÍA: ¡Mal año! Querrá matarle. REY: Mi fe y palabra me abona. MARÍA: Mire que no ha de herle mal. REY: No haré. MARÍA: Ni a la portuguosa. REY: No goce él a la marquesa, y pídeme a Portugal.
Vanse todos. Salen el CONDE, don ÁLVARO y un CRIADO
CONDE: Aplacaráse el furor con que el rey portugués viene y conocerá que tiene en mí un grande servidor. No es mal trato el amparar amigos que de traidores huyen y piden favores, pudiéndoselo yo dar, pues aun no están concluídas con nuestros reyes las paces que se tratan. ÁLVARO: Satisfaces con tu valor a dos vidas que sólo estriban en ti; pero si por mi ocasión de mi rey la indignación tu estado destruye así, mejor será retirarme a Castilla, y dar lugar al tiempo. CONDE: Con amparar vuestra vida ha de ilustrarme. Orden de mis reyes tengo, miéntras que se ven los dos, de que a la Marquesa y vos os tenga aquí. Ya prevengo modo con que al rey don Juan desengañe, y si os persigue, clemente el furor mitigue.
Al CRAIDO
¿Cuántas leguas estarán De aquí? CRIADO 1: En Limia han hecho alto, y a la vista de Portela, nuestra montaña recela que o la sitie o la de asalto. CONDE: ¿Trae mucha gente? CRIADO 1: Serán diez mil, cada cual Viriato portugués. CONDE: Si no es por trato, no teme del rey don Juan mi Portela sitio largo, aunque su poder la cerque. A nuestra villa se acerque; que de aplacarle me encargo.
Sale otro CRIADO
CRIADO 2: Cierto fidalgo que pasa a Santiago, esta aquí. CONDE: ¿De Galicia? CRIADO 2: Señor, sí, y deudo de vuestra casa. No prosigue su camino, receloso de esta guerra, y así en Monterey se encierra. CONDE: Entre el deudo, ya que vino.
Vanse los CRIADOS. Sale MARÍA, de gallego honrado, y DOMINGA
MARÍA: Déime a besar os pes, señor, vossa señoría, porque muito dezejaba conocer a rama antega do tronco de quem descendo. CONDE: Álcese, hidalgo, que estima nuestra casa a los parientes. ¿De dónde es? MARÍA: Meu pai dicía ser fidalgo de Betanzos; casouse con a mai miña, hidalga de Calabazos. Depois os dous se aveciñan, pertiño de Santïago, em huma feligresía que tem por nome Morrazos, donde víndose parida, me pus o nome que teño. CONDE: ¿Y es su nombre? MARÍA: Juan García de Morrazos. CONDE: ¡Blasón nuevo! Yo hasta ahora no sabía tener parientes Morrazos. MARÍA: ¿Pois non basta que eu o diga? CONDE: Sí; mas con todo esto quiero informarme por qué línea emparentamos los dos. MARÍA: Teña maon sua señoría. O meu pai foi cociñeiro de vosso pai muitos días, porque de nossa nobreza Foi o solar sua cociña. Sendo cociñeiro, pois, e probando a comida que guisaba, craro está que o mesmo manjar comía o meu que o vosso pai. Isto ¿he verdade? CONDE: Prosiga; que es su humor más sazonado que los manjares que guisa. MARÍA: Das comidas, ¿non se faz o sangue con que se crían os corpos? CONDE: ¿Quién duda de eso? MARÍA: Pois si a comer ambos viñan día e noite d'hum manjar, craro está que ambos dois tiñan Hum sangue mismo em dols corpos. Sendo ansí, bem se averigua que dccendernos d'hum sangue eu e vossa señoría e que sendo seu parente, me ha de facer cortesía. CONDE: No puedo negar el deudo; que es la prueba peregrina bastante a ejecutoriarse en cualquier chancillería.
Aparte con don ÁLVARO
¿Qué juzgáis, conde, de aquesto? ÁLVARO: Que ocasionando la risa, viene un cocinero a ser el mas noble de Castilla. CONDE: Pues bien, ¿qué es lo que ahora quiere en mi casa el buen García de Morrazos? MARÍA: Os parentes facéndosos em Galicia, a escudeiros do seu sangue, cuando son pobres se obrigan de mante-los em seu honor, e sustentar sua familia. CONDE: ¿Luego quiere estar conmigo? MARÍA: Queiro. CONDE: Pues desde este día le asigno gajes. MARÍA: Os pes me dai, non porque vos sirva, --que non sirven os Morrazos-- mais porque desde hoje viva a vossa custa em descanso.
Aparte con don ÁLVARO
CONDE: A la infanta de Castilla pienso, conde, presentarle. ÁLVARO: Su donaire es tal, que cifra en sí todos los gracejos. ¡Donoso humor! CONDE: Pieza es rica.
Sale un CRIADO
CRIADO 1: Con cartas, señor, del rey llega a este punto Padilla de la corte. CONDE: Voy a verlas;
Vase el CRIADO
que no dudo de que escriban por vos y por la marquesa a vuestro rey. ÁLVARO: Si apadrinan sus favores mis desgracias, resucitarán mis dichas, siendo vos mi protector.
A MARÍA
CONDE: Esperadme aquí.
Vanse el CONDE y don ÁLVARO
DOMINGA: María, ¿en qué dibujos me metes? MARÍA: Hoy tienes de ver, Dominga, milagros de amor y celos. DOMINGA: ¡Pregue al cielo! MARÍA: Calla y mira. DOMINGA: ¿No es pecado levantar testimonios y mentiras a don Álvaro? MARÍA: ¿Yo en qué? DOMINGA: En que al rey don Juan le digas que te gozó. MARÍA: La mujer que de un hombre fue querida, ya es gozada en el deseo, y la afrenta si la olvida. DOMINGA: ¿Y piensas sacarle al campo? MARÍA: Mis celos le desafían. DOMINGA: ¿Y si el rey don Juan le mata? MARÍA: Su palabra real es firma de resguardo. DOMINGA: ¡Pregue a Dios! Al mi Caldeira querría ver, y engañarle también; que estó en su ausencia perdida. Pero hétele donde viene con el tu Conde. En su vista se me emboba toda ell alma, que aunque socarrón, hechiza.
Salen don ÁLVARO y CALDEIRA, leyendo
ÁLVARO: "Esta noche, en fin, quisiera veros; que os tengo que hablar muchas cosas..." CALDEIRA: "Si a casar....
Habla
¡Oh! ¿Carta casamentera? ¡Mal año! Nones me llamo.
Lee
"...te determinas conmigo..." ÁLVARO: "que amor, constante testigo..." CALDEIRA: ...haré que hablen a tu amo..."
A CALDEIRA
ÁLVARO: ¿Qué es eso? CALDEIRA: Nos empapelan. Si la marquesa te escribe después que encerrada vive, también por mí se desvelan damas fregonas. ÁLVARO: ¿Por ti? CALDEIRA: Hechiza mi parecer. ÁLVARO: Anda, salte allá a leer. CALDEIRA: Bien acierto a leer aquí.
Leen ambos
ÁLVARO: "...que amor, constante testigo, y tan poco firme en vos..." CALDEIRA: "Casarémonos los dos, si a tu señor se lo digo." ÁLVARO: "...teme segundos desprecios." CALDEIRA: "Mondonga soy de palacio..."
A CALDEIRA
ÁLVARO: ¡Hola! CALDEIRA: "Míralo despacio..." ÁLVARO: ¡Ah necio! CALDEIRA: "..que hay condes necios." ÁLVARO: Enviaréte noramala... CALDEIRA: "Para ti, señor, he hallado favor en casa..." ÁLVARO: Él ha dado en bufón. Sal de la sala, majadero... CALDEIRA: "Sois, amigo..."
A su amo
¿No lees tú? También yo leo. ÁLVARO: Si me enojo... CALDEIRA: "...que aunque feo rabio por casar contigo."
A su amo
Ya yo acabé mi paulina; la tuya puedes leer si es paulina la mujer que casarse determina, aunque no se llame Paula. ÁLVARO: A no mirar que eres loco, te hubiera... CALDEIRA: No lo soy poco, aunque no estoy en la jaula; mas ¿qué seré si me caso? ¿Archiorate? ¿Protonuncio? ¡Malos años! Abernuncio. Lee; no hagas de mí caso.
Lee
ÁLVARO: "Teme segundos desprecios; que aunque ausente de la sierra, su memoria os hará guerra, los celos pecan de necios. Olvidad vos sus serranas, y aseguradme despacio esta noche, que en palacio hay terreros y hay ventanas.
Habla
No quiere Beatriz perder los privilegios de dama. A que la ronde me llama; su galan tengo de ser, mientras no fuere su esposo. Preverme capa y rodela. CALDEIRA: La mondonga me desvela. Acompañarte es forzoso; que aunque a la Dominga mía rendir el alma propongo, el sábado es de mondongo, y el domingo es otro día. Con la mondonga, me avisa el sábado mondongar, y con Dominga, mudar cada domingo camisa.
Vanse don ÁLVARO y CALDEIRA. Salen MARI- HERNÁNDEZ y DOMINGA
MARÍA: Dominga, ¿qué dices de esto? DOMINGA: ¿Qué diabros quieres que diga? ¡Ay guillote! ¿Ansí os obriga el amor que en vos he puesto? Pues para ésta, farfullero, que yo me sepa vengar. MARÍA: ¡Que esta noche se han de hablar a las rejas del terrero! Pues esta noche también, cuando estéis más descuidado, mi amor, de vos olvidado, vengarse de entrambos tien. Yo le daré entrada al rey, si, como dice, me espera a la puerta.
Sale el CONDE
CONDE: Razón fuera, pues estáis en Monterey, García, haber visitado a la condesa. MARÍA: He verdade faré-lo de boa vontade. Non fincaba desmembrado; mais visitar as mulleres sem lisenza dos maridos, dam celeiras e molidos. non sei derramar praceres, nem veño a dar embarazos mas pois me mandáis ansí, decede-la que está aquí Joan García dos Morrazos.
Vase MARI-HERNÁNDEZ
CONDE: ¿Sois vos también del lugar de vuestro amo? DOMINGA: Y su vecino. CONDE: ¿Y sabéis a lo que vino? DOMINGA: Creo que se viene a casar. CONDE: ¿Aquí? DOMINGA: ¿Pues dónde? CONDE: ¿Con quién? DOMINGA: Sélo; mas para callarlo. CONDE: ¿Cómo os llamáis? DOMINGA: Gil Carvallo. CONDE: Hombre parecéis de bien. DOMINGA: Por su virtú. CONDE: ¿Los zapatos a la cintura colgáis, y descalzo camináis? DOMINGA: No valen allá baratos. Dime ayer un tropezón, que aunque un dedo me quebré, por ir ansí me ahorré un cuartillo de un tacón. CONDE: ¡Extraño modo de ahorro! DOMINGA: Allá cuando caminamos, a la cinta los llevamos; porque, aunque descalzo, corro por los tojos, que dirán que soy un gamo, o caballo. CONDE: ¿Y qué lleváis, Carballo, en ese palo? DOMINGA: Es el pan, y aquéesta es la calabaza. CONDE: ¿Pan tan grande? DOMINGA: Es de centeno, y en Galicia, aunque moreno, más alivia que embaraza. CONDE: A medida de su humor vuestro amo os supo escoger; la condesa os ha de ver también a vos. DOMINGA: No, señor. CONDE: Venid. DOMINGA: Deje que me ponga los zapatos. CONDEL: Bien estáis.
Aparte al retirarse DOMINGA
DOMINGA: (¡Traidor! yo haré que escupáis Aparte las tripas con la mondonga.
Vanse. Salen don EGAS, VASCO y un SOLDADO
EGAS: Media legua de aquí a emboscarse viene aquesta noche el rey, por si le engaña la animosa serrana, donde tiene mil hombres, cada cual blason de España. Que asalten el descuido les previene del castellano conde que acompaña y defiende a don Álvaro Ataíde, y a la marquesa que mi dicha impide. Envíame a que aguarde la promesa que la valiente rústica le ha hecho, y prenda al conde. ¡Venturosa empresa si llega a ejecución! Pero sospecho que arrepentida, como amor profesa, quien le entregó las llaves de su pecho, le habrá dicho la traza prevenida, saliendo en nuestro daño esta venida. Y cuando tenga efeto, y le prendamos, si el rey, como ha ofrecido, le perdona, restituyendo al conde, ¿qué esperamos los dos, traidores a su real corona? VASCO: Mejor será, si en Monterey entramos, ya que el cielo de estrellas se corona, dar la muerte a don Álvaro, y con esto, evitar el peligro en que te ha puesto. EGAS: ¿Cómo habemos de entrar? VASCO: Yo sé por donde. Como el cueducto quiebres de una fuente, que en la villa a la plaza corresponde puedas salir y entrar seguramente. EGAS: Ejecutarlo pues; que muerto el conde, no queda en Portugal quien darme intente, temor ni contradiga mi privanza, feliz mil veces, si a Beatriz alcanza.
Vanse don EGAS y VASCO. Sale doña BEATRIZ, a una ventana
BEATRIZ: ¡Qué caro, rapaz, avaro, Vendes los gustos que das! Mas por esto valen más; que, en fin, lo barato es caro. Si el que debajo tu amparo, cuando en tu esfera se abrasa, más trabajos por ti pasa, más contigo, Amor, privó. Ya somos el conde y yo los mayores de tu casa.
Salen don ÁLVARO y CALDEIRA, como de noche
CALDEIRA: Mejor fuera dar dos sorbos con los ojos, castañetas del sueño, que rondar daifas. ÁLVARO: Gusta de esto la marquesa. No se asegura de mí, después que tiene sospechas de la serrana de Limia, y vengo a satisfacerla. CALDEIRA: Vaya con Dios, si es su gusto. ÁLVARO: Tira una china a esas rejas. CALDEIRA: Allá va una china calva, que si en la corte estuviera, ya se hubiera puesto moño, o adoptiva cabellera. ÁLVARO: ¿Es mi Beatriz? BEATRIZ: ¿Es el conde? ÁLVARO: Yo soy; que a vuestra obediencia el resistir es delito. CALDEIRA: (Si mi mondonga quisiera Aparte asomarse a este albañal, pues sin salir de su esfera, sale por los albañales lo que los mondongos echan, comiéramos hoy grosura.)
Recuéstase CALDEIRA en una pared. Salen MARÍ-HERNÁNDEZ y DOMINGA, como de noche. Habla aparte con Dominga
MARÍA: Tras sí mis celos me llevan. Déjame escuchar, Dominga, sus regalos y ternezas; que los celos siempre nacen sin ojos y sin orejas. DOMINGA: Quien escucha, su mal oye. MARÍA: Es la verdad, mas recela. Ignorando lo que sabe, busca lo que no desea. Pero escucha; que ya están los dos hablando. DOMINGA: Pues llega; que yo seré tu lacaya. Plega a Dios que no me duerma. CALDEIRA: (Gigantes vienen a pares, Aparte y me dicen que esta tierra es tan fértil en dar brujas, como nabos. Dios me tenga de su mano, o de su pie.) BEATRIZ: Dudo de vuestra firmcza, conde, y pienso que os entibian memorias, que siendo ajenas, os tiranizau las propias. ÁLVARO: No ofendáis, mi bien, las vuestras pues sabéis que sólo estriban mis esperanzas en ellas. BEATRIZ: Acuérdome yo que un tiempo desvelaba vuestras penas ofreciéndome constante un alma, entonces entera, y ahora partida en dos. ÁLVARO: ¿Pues hay, Beatriz, quién merezca entrar con vos a la parte? BEATRIZ: Y aun no poco feliz fuera si ya que la dividís, siendo dueño de la media, no me la usurparan toda los donaires de la sierra. ÁLVARO: No fue amor, venganza sí de imaginadas ofensas, la que pudo divertirme, mi bien, de vuestra belleza. Amor es conformidad de dos voluntades tiernas; y mal podrán conformarse rusticidad y nobleza. Gustos en vos empleados, alma amante en vuestra escuela, deseos nobles por vos, esperanza en vos perfeta. ¿Os persuadís vos, señora, que salir jamás pudiera de suerte desazonada, que serranas apetezca? Si desde el punto que os vi, eternizando finezas y huyendo violencias reales, satisfacer mis sospechas, no la he borrado del alma. Si más me he acordado de ella, si no os adoro, en los brazos de quien aborrezco os vea.
Hablan aparte MARI-HERNÁNDEZ y DOMINGA
MARÍA: ¡Qué esto escuche una mujer, y pueda tener paciencia para no morir matando! ¡Ah celos! Soltad la rienda a venganzas y suspiros. ¡Ah enemiga! ¡Quién tuviera alas con cuyo favor pudiera volar! DOMINGA: ¿Pateas? MARÍA: Estoy tan llena de celos, que hasta las plantas me llegan. ¡Vive el cielo, conde ingrato...! DOMINGA: Esto va de espacio. Piedras, a vuestro arrimo me amparo; cama dé vuestra paciencia.
Va a recostarse y tropieza en CALDEIRA
¿Que es esto? En blando topé. CALDEIRA: Demonio es, pues que me tienta, si hay demonios rondadores. DOMINGA: (Éste debe ser Caldeira, Aparte Que aguardaba a su mondongo. Vengaráse mi celera de la suerte que pudiere, sin hablarle. No nos sientan los que nos tienen aquí.) CALDEIRA: ¡Yo me aparto, y él se acerca! DOMINGA: (Aqueste alfiler de a blanca le meto hasta la cabeza.) CALDEIRA: ¡Ay! ÁLVARO: ¿Qué es esto? CALDEIRA: Mataduras de una bruja sin espuelas, pues me pica sin jugar. ÁLVARO: Anda, borracho, que sueñas. CALDEIRA: Tales sueños te dé Dios. ÁLVARO: ¿De qué sirve, mi marquesa, gastar el tiempo en pesares, que sin provecho atormentan? Vos habéis de ser mi esposa; confïad en las promesas del conde de Monterey, en mi lealtad e inocencia, en los reyes de Castilla que al nuestro escriben y ruegan por nuestra restitucián, y ya sus paces conciertan. Espero en Dios que cansada la Fortuna, y dando vuelta el tiempo, hasta aquí enemigo, siendo vos mi esposa bella, nos tienen de dar los cielos, al paso que las tormentas, las bonanzas, a pesar de traiciones y soberbias. Si engañado de mis celos, procuraba en vuestra ausencia divertir memorias tristes en serranas rustiquezas, ya olvidado, arrepentido. Sólo, si me acuerdo de ella, es para que amándoos más, mis locuras reprehenda. ¿Cómo os puede a vos dar celos una pastora grosera, ignorante en facultades de amor, que estima agudezas? ¿Qué hermosura ha de tener una tosca montañesa que adornan sayales pobres y soles y aires afeitan? ¿Tan mal gusto tengo yo que permita competencias de una villana, vos noble de una simple, vos discreta?
MARI-HERNÁNDEZ se pone delante de don ÁLVARO
MARÍA: ¡Mentís! ÁLVARO: ¿Qué es esto? MARÍA: Mentís, mal hablado; que en ausencia de mujeres que engañastes, no es bien hecho hablar mal de ellas vos sí que el villano sois, pues que por no pagar deudas de quien de esposa os dio mano, ponéis en su honor la lengua. BEATRIZ: ¿Mano de esposa? ¡Ay de mí! ¿Qué es esto, conde? ¡Ay certezas de injurias y desengaños!
Sale un CRIADO, dentro del palacio
CRIADO 1: Señora, nuestra condesa os llama. BEATRIZ: ¿Mano de esposa? ¡Cielos! CRIADO 1: Mirad que os espera. ALYARO: Hombre bárbaro, ¿qué dices? ¡Beatriz! ¡Mi bien !Ah, marquesa! BEATRIZ: A averiguaciones tales, ¿qué hay que esperar? A sospechas, ya en verdades convertidas, a comprobadas ofensas, no hay remedio sino olvidos. Aquí, ingrato conde, tengan fin de empleos mal pagados, villanas correspondencias. Cerca el rey don Juan está, y mi venganza tan cerca que si te quita la vida, daré la mano a don Egas.
Retírase de la ventana
ÁLVARO: Oye, señora, mi bien...
A MARI-HERNÁNDEZ
Bárbaro, que a eclipsar llegas Con nublados de mentiras la luz que mi alma espera, ¿quién eres? ¿A qué veniste? ¿Qué furia infernal intenta, para que me desespere, incorporarse en tu lengua? CALDEIRA: Enjambres andan de brujas, que si no chupan, enredan. Unas pican, y otras mienten.
A DOMINGA que le acosa a alfilerazos
¡Ay pulga o chinche gallega! ¿De que sirve taladrarme las chatas circunferencias? ¡Ay! Juega limpio, picona. ¡Válgate el diablo por tierra! ¡Bercebú, que pare aquí! ¡Bruja tábana, está queda! ¡Vive Dios que me acribilla! ¡Ay! Una anca llevo abierta.
Huye, y DOMINGA le va siguiendo
ÁLVARO: ¿Quién eres, hombre engañoso? MARÍA: Quien sacándote la lengua, piensa hacer a su venganza hoy un convite con ella. Yo soy quien como a su vida, antes que a Limia vinieras, amorosa regalaba Mari-Hernández la gallega. Olvidóme por quererte; Mas ¿qué mucho, si a sí mesma olvidó, por darte el alma, que mudable menosprecias? A darte la muerte vine, guiado de mis ofensas, movido de tus traiciones, y ciego de mis sospechas. Pero escuchando que injurias a quien celebrar debieras por amorosa, por firme, ya, traidor, que no por bella, olvidando mis agravios, quiere la razón que vuelva por los suyos, y que así estime más mi firmeza. Tu patria traidor te llama, tus engaños lo comprueban, tu rey airado te busca, y a quien te dé muerte premia. A todos eres odioso. ¿Quién duda que me agradezcan todos juntos su venganza, cuando tantos la desean? Saca la espada cobarde, si ya no tiene vergüenza, ofendida como todos, de salir a tu defensa. ÁLVARO: ¡Oh bárbaro descortés! Vive Dios, que antes que pueda ver mis agravios el sol, tu muerte he de hacer que vea.
Desnudan ambos las espadas. Salen don EGAS y VASCO, hablando recatadamente en el fondo
EGAS: Éste, Vasco, es el palacio del conde, y éstas las cercas que le defienden y adornan. Para que ejecución tenga mi venganza, es necesario saber si el conde está fuera, o la parte donde habita. Aguardemos. Mas espera; que aquí parece que hay gente. VASCO: Pues informémonos de ella de don Álvaro; que importa matarle antes que amanezca. MARÍA: Mal, Álvaro ingrato y fácil, sabes el valor y fuerza de celos y agravios.
Riñen MARI-HERNÁNDEZ y don ÁLVARO
EGAS: Vasco, su amparo el cielo nos muestra. Éste es mi enemigo. VASCO: Ponte al lado de quien desea darle muerte; y todos tres tu venganza haremos cierta.
Empuñan don EGAS y VASCO
EGAS: Hidalgo, a daros ayuda nos obliga la destreza de vuestro brazo, y las culpas del traidor que os hace ofensa. MARÍA: ¿Traidor? Villanos, mentís; que ese nombre no hay quien pueda dársele, si quien le adora y agravios de su amor venga. Quien dice injurias amando, más se enamora con ellas. Yo se las puedo decir, no vosotros. ¡Conde, mueran!
Pásase al lado de don ÁLVARO, y hiere a don EGAS
EGAS: Fenecieron mis traiciones y m¡ vida a un tiempo. ¡Ay ciega Fortuna!
Vase don EGAS retirándose herido. MARI- HERNÁNDEZ le sigue
VASCO: (¡Los pies me amparen!) Aparte
Vase VASCO. Habla dentro MARI- HERNÁNDEZ
MARÍA: ¿Quién eres? EGAS: Yo soy don Egas. Llévenme donde declare traiciones, que ya confiesa entre mis labios el alma. ÁLVARO: ¿Hay confusiones como éstas? El mismo que a darme muerte viene, defenderme intenta. Traidor me llama, y la vida quita a quien así me afrenta. ¿Qué es esto, desdichas mias?
Sale MARI-HERNÁNDEZ
MARÍA: Ya a palacio al traidor llevan, donde declare verdades, que han perseguido inocencias. ÁLVARO: Si agraviaron tus palabras, o tú, cualquiera que seas, con las obras cautivaste an alma a tus plantas puesta. ¿Quién eres, hombre animoso, que das vida cuando afrentas, que defiendes cuando injurias, que cuando agravias, consuela? MARÍA: Saca la espada otra vez, mudable, y no me agradezcas cortesías obligadas del natural que me esfuerza. Sólo a darte muerte vine, y no quiero yo que tengan parte en mis venganzas otros que así menos nobles fueran. Traidores he conservado; mudables ahora intenta castigar mi justo enojo. Saca la espada. ¿Qué esperas? ÁLVARO: Obligada ya por tí, justamente se corriera, si vida que has defendido, a tus pies no se rindiera. ¿Qué importan tus vituperios, ai lo que dice tu lengua han contradicho tus manos, dgnas de alabanza eterna? MARÍA: ¡Vive Dios, si no la sacas, que haciendo alguna vileza, te dé muerte; aunque después mis llantos hagan obsequias! ÁLVARO: ¿Luego muerto has de llorarme? MARÍA: ¿Pues qué cólera hay tan ciega, que después que se ha vengado, no dé muestras que le pesa? ÁLVARO: Pues a trueco de obligarte a que esta lástima tengas de mi, doy mi muerte ya por bien dada; pero sea con condición que me digas quién eres. MARÍA: Si yo quisiera dártela, a ser noble tú, te matara de vergüenza solamente con decirte mi nombre; mas considera quién hay, si no es un celoso que amó a un tiempo y aborrezca.
Vase MARI-HERNÁNDEZ
ÁLVARO: ¡Hombre con amor, y celos por mí! Confusas quimeras, en lugar de averiguaros, más mi desdicha os enreda. ¿Amor y aborrecimiento? Vive el cielo, que dijera, a persuadirme imposibles, que era la serrana bella la autora de estos milagros. Su voz confirma sospechas, su valor las contradice, y uno y otro me atormentan. Sabré quién es este enigma, por los cielos, si me cuesta la vida que defendió. ¡Oh noche de engaños llena!
Vase don ÁLVARO. Sale DOMINGA, acuchillando a CALDEIRA
CALDEIRA: Basta, fantasma, o lo que eres; tengamos las manos quedas, o riñamos de palabra, como hacen las verduleras. ¡Callas, y das el porrazo, que si no matas, derriengas! ¿Por qué me tratas así? ¿En qué te ofendió Caldeira? ¡Darle, y callar! ¿Quién te agravia? Di una palabra siquiera. DOMINGA: La mondonga. CALDEIRA: ¿Son celuchos? ¿Mas quién duda que lo sean? Si otra vez la hablare más, si diere causa a tu ofensa, plegue a Dios que siendo calvo, traiga postizas guedejas; en humo tome el tabaco; sílbenme, siendo poeta; en comedias de tramoyas, salgan mal las apariencias. Yo me caparé, si gustas; yo comeré, si deseas que aborrezca a las mondongas, los sábados de cuaresma. ¿Puedo yo prometer mas? DOMINGA: La mondonga. CALDEIRA: ¡Extraña tema! DOMINGA: La mondonga. CALDEIRA: Amondongada ruego a Dios que el alma tengas.
Tocan las campanas dentro
Pero ¿qué es esto? A rebato toca la villa.
Dentro
VOCES: ¡Arma! ¡Guerra! ¡Que el portugués nos combate, y escala ya nuestras cercas! CALDEIRA: (Aun peor está que estaba, Aparte Si el airado rey nos entra; pues según nos quiere mal, ha de pringarme. DOMINGA: Agradezca que sale gente, el guillote.
Vase DOMINGA
CALDEIRA: Salga muy enhorabuena; que según me mondongabas, ya con el alma hacia cuenta.
Vase. Salen el CONDE y SOLDADOS castellanos
SOLDADO 1: Manda acudir a los muros; salga gente, si no intentas que por Portugal tremolen sus quinas en tus almenas. CONDE: Si el rey en persona viene, abridle todas las puertas. Suyo es cuanto yo poseo; mis cortesías le venzan. Abrid, ¿qué esperais? Abridle.
Salen el REY y SOLDADOS portugueses. El REY habla a los suyos
REY: Si el conde a los dos me niega, meted a saco el lugar. CONDE: A vuestros reales pies llega quien por huésped os recibe, no por enemigo. Abiertas las puertas del corazón, como de esta villa, esperan yo y sus vecinos a un rey, cuyo príncipe concierta, casando con nuestra infanta, convertir en paz su guerra. REY: Conde, alzad, alzad del suelo; que mi enojo os manifiesta cuán justamente ofendido de vos, a vengarse llega. Mientras diéredes favor al conde y a la marquesa, no hay pensar que cortesías han de moverme a clemencia. CONDE: Ellos y yo a vuestros pies rendiremos las cabezas, no obligados de las armas, sino de la lealtad nuestra. REY: ¿Leales son los traidores? CONDE: No los llama así don Egas, que hiriéndole en nuestra villa, no sé si su traición mesma, confiesa insultos que espantan. Él engañó a vuestra alteza con firmas que contrahizo contra toda la nobleza de Portugal, por quien lloran Berganza, Estremoz, la reina, los nobles y los plebeyos. REY: ¿Qué decís, conde? CONDE: A su lengua remito aquestas verdades. REY: Si eso averiguo, experiencias tendrá el mundo del castigo que ya mi justicia apresta.
Sale don ÁLVARO
ÁLVARO: (No he podido descubrirle. Aparte ¿Hay confusiones como éstas?) CONDE: Llegad, conde, y a los pies de vuestro invicto rey, sepa la verdad volver por sí, y ampáreos vuestra inocencia. ÁLVARO: Mi enemigo, gran señor, satisfaga a vuestra alteza, escuchando de su boca las traiciones que confiesa. Esta noche a darme muerte entró, y los cielos ordenan que sin conocer por quién, acudiese en mi defensa un hombre que no conozco, si no es ya, señor, que, sea algun ángel, que invisible volvió por la causa nuestra.
Sale doña BEATRIZ
BEATRIZ: Ya puedo llegar segura a estos reales pies que besa mi lealtad, si hasta hoy dudosa, ya, gracias al cielo, cierta. Don Egas, señor invicto, sabiendo que vuestra alteza está aquí, al rendir el alma, desea en vuestra presencia confesar traiciones suyas, y pedirle perdón de ellas.
Sale MARI-HERNÁNDEZ
MARÍA: ¡Vala-me Deos! ¡Os mormullos esta noite non me deijam pegar os ollos! ¿Qué he isto? ¿Com quem temos rifa e guerra? CONDE: García, paso; que el rey don Juan honra nuestra tierra. MARÍA: ¿O Rey? Pois os pes lle pido, pois fidalgos se os bejam. Si eu, gran señor, lle entregase a quem den morte a Don Egas, ¿Qué lle fará? REY: Premiaréle tanto, que envidia le tengan. MARÍA: ¿Que non lle fará enforcar? REY: No es digna hazaña tan nueva de tal paga. Mas ¿quién es? MARÍA: Mari-Hernandez la gallega. REY: ¿La serrana? MARÍA: Sí, señor. REY: Llamalda. MARÍA: Catai por ela. REY: ¿Adónde? MARÍA: Em aquesta cara, que do conde os faz entrega ora cumpri-me a palabra de que ele meu dono seda, e diga ele o que me debe, pois vive por mí. ÁLVARO: ¿Hay fineza de amor semejante? REY: Conde, vasallo que en competencias anda con su rey, es causa de adversidades como ésta. Mi palabra real he dado de que será esposa vuestra esta serrana. Cumplidla; que si le falta nobleza, yo se la doy desde aquí, y de Barcelos condesa la nombro. BEATRIZ: Invicto señor... REY: Beatriz, con el de Olivenza os habéis vos de casar; pues ya que yo no os merezca, no será razón que os goce mi competidor. MARÍA: Pois veña a maon; que si sois fidalgo, e sendo eu cristiana vella, non perderám mossos fillos, si lles derem encomendas.
Salen DOMINGA y CALDEIRA
CALDEIRA: Dominguita de mis ojos, conocíte. Celos deja, y casémonos los dos. DOMINGA: Non queiro, traidor. CALDEIRA: ¿Non queira? ÁLVARO: Caldeira, que está aquí el rey MARÍA: Dominga, ya soy condesa, y don Álvaro mi esposo. DOMINGA: Pues si tú te casas, venga esa mano, picarón. MARÍA: Mari-Hernándes la gallega he sido en aquesta historia, senado, y Tirso el poeta.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002