LA ELECCIÓN POR LA VIRTUD

Tirso de Molina (Gabriel Téllez)

Este texto electrónico fue preparado por Vern Williamsen en 1998. Se basa en el texto de PARTE TERCERA DE LAS COMEDIAS DEL MAESTRO TIRSO DE MOLINA, (Tortosa: Francisco Martorell, 1634) que ha sido cotejado con la edición de don Emilio Cotarelo y Mori (COMEDIAS DE TIRSO DE MOLINA, tomo I, NBAE 4, 1906).


Personas que hablan en ella:

JORNADA PRIMERA


Sale SEXTO de labrador pobremente vestido; saca a su padre muy viejo, vestido de labrador, con un gabán viejo, y sácale casi en brazos, con báculo grosero. Llámase PERETO, el viejo
SIXTO: Ya es, padre, hora de almorzar. Aquí hace buen sol. Sabina, saca un banco en que sentar nuestro padre. PERETO: ¡Peregrina virtud! ¡Piedad singular! Hijo, aunque viejo y cansado, no tanto que si arrimado a un palo los pies provoco, no pueda andar poco a poco. Soy ya viejo, estoy pesado; ya de mis carnes molestas la carga grave contemplo. Suelta, si ya no me aprestas de la cigüeña el ejemplo, que lleva a su padre a cuestas; no te canse, por tu vida, pues, la cosa más querida de mi vejez... SIXTO: Quien os lleva, padre, en el alma que aprueba esta obligación debida a quien el ser que me anima me dió, que sois, padre, vos, es razón que os lleve encima; que el padre, después de Dios, la joya es demás estima. Y si el padre es el segundo después de Dios en el mundo, no es bien que os parezca nuevo si en el hombro, padre, os llevo; que en buena razón me fundo, aunque os espanto y asombro; pues, según naturaleza, he de llevar cuando os nombro, padre, a Dios en la cabeza, y luego al padre en el hombro, que es el segundo lugar donde se puede asentar la piedad en que me fundo, pues sois, en fin, el segundo que he de obedecer y amar. PERETO: Ya sé que has de vencer, hijo, en razones; mas eso conmigo no ha de valer, que no es para tanto peso tu cuello, ni ha de traer cosa que le canse. SIXTO: ¿Cómo? Eso por agravio tomo. ¿Causa al noble cuello pena el oro que en la cadena tiene por liviano el plomo? ¿Cansa el honroso blasón con que el ilustre alemán adorna con el tusón el pecho, cuando le dan las insignias al sajón? ¿No honra el francés decoro con el San Miguel de oro? ¿Qué? ¿Con la cruz de San Juan al español no le dan, con la encomienda un tesoro? Y quedando satisfechos, ganan honras y provechos, sin que el peso les oprima, y llevan cruces encima de los cuellos y los pechos. Pues si en sus mayores fiestas son sus insignias aquéstas, ¿parecieran mejor ellos con sus cruces a los cuellos que yo con mi padre a cuestas? PERETO: Como en mi casa pajiza descubierta a la inclemencia del cielo, cuando graniza, su soberana influencia el invierno fertiliza, con que, entre el tosco sayal, eres vela al natural, que en la linterna encubierta a su luz abre la puerta por viriles de cristal, mil cosas me pronosticas. Quieran los cielos que cobres, hijo, lo que signiflcas, y que estas montañas pobres tu dicha las vuelva ricas. Mas sí harán, que ya han mirado el amor que me has cobrado; y honra siempre su clemencia la paternal obediencia.
Sacan CAMILA Y SABINA, de labradoras, una mesilla con manteles, jarro y vaso y pan y un torrezno, y un banco y una silla de costillas
SABINA: Ea, padre, ya está asado un torrezno de pernil, verdugo del hambre vil, para que la vuesa impida. PERETO: ¡Ay, mi sobrina querida! Mi vejez ve en ti su abril. CAMILA: Entre esas dos rebanadas viene que alienta su olor. SABINA: Comedlas, que están pringadas, porque desde el asador en las diversas jornadas que al plato la lonja hacía, que las cumpliesen decía las lágrimas que lloraba y cada vez que llegaba, y enjugárselas quería, como en toalla de lino descansaban sus enojos, y lloraban, imagino, los dos, dando el pan los ojos, las lágrimas el tocino. PERETO: ¡Qué gracia! Camila amada, parte. SABINA: Comé si os agrada, aunque está salado a fe. PERETO: Por muy salado que esté, hija, estáis vos más salada. Félix, siéntate aquí. Ea, ¿no os sentáis las dos?
De rodillas
SIXTO: Padre, ya sabéis de mí que siempre que coméis vos, gusto yo de estar ansí. PERETO: Ahora quiero que me des este gusto. SIXTO: Si lo es vuestro, alto, enhorabuena.
Siéntanse todos
PERETO: Almorzad, que hasta la cena no habéis de comer los tres. CAMILA: ¿Qué os dice, padre, la lonja? PERETO: Que si mirara de espacio la ambición y la lisonja del adulador palacio que al rico sirve de esponja, el que es de tu gusto esclavo estimara más que el pavo, el francolín y el faisán, pobre mesa y negro pan, añejo jamón, y al cabo dos cascos de una cebolla, que en la labradora mesa siempre que anda el hambre en folla son, en vez de la camuesa, mondadientes de la olla. Porque aquí, todos sentados, no hay menos ni más honrados. Todos comemos al fin, sin que nos esté el rüín contándonos los bocados, como en el palacio están. CAMILA: Echáos esta vez de vino, que cuidados, pena os dan. PERETO: Sí, que sin él, el tocino es cura sin sacristán.
A SIXTO
¿E iréis hoy a Fermo? SIXTO: Suelo ir. PERETO: Ya que es tarde recelo. SABINA: Dad gracias, padre. PERETO: ¡Pues no! Quien aquí nos sustentó nos bendiga allá en el cielo. TODOS: Amén.
Álzanse la mesa y levántanse
PERETO: ¿Quién ha de ir contigo? SIXTO: Siempre va Sabina.
Vase SIXTO
PERETO: Vaya;
A CAMILA
que tú quedarás conmigo. SABINA: Sí, siempre ha de ser la maya, Camila. CAMILA: También lo digo; mas yo sé que no te pesa, en levantando la mesa, de ir allá cada mañana; porque con cuerpos de grana y patena rabitiesa te vean los escolares. ¿Pará qué muestras pesares? SABINA: Hago bien, ¿qué quieres tú? PERETO: ¿Y qué llevas? SABINA: Alajú, turrón de almendro; dos pares de cantarillas de arrope, transparente como el ascua, donde el hombre el pan ensope; castañas, fruta de Pascua, que cuando el hambre las tope de la gente escolaniega, yo apostaré que se pega a comprarlas como moscas y aun miel, nueces y roscas llevamos; y apenas llega al mercado la borrica, cuando como tordos vienen escolares, a quien pica el hambre, que se entretienen, como alguna es gente rica, en comprarme en un instante cuanto les pongo delante, y nos dan aquestos riscos. Ello más de dos pelliscos me paso; aunque un estudiante harto garrido me aguarda, que, mientras vende la leña mi hermano, que a veces tarda, me defiende y aun me enseña voluntad. PERETO: De ellos te guarda; que es mala gente. SABINA: ¡Si soy muy boba yo cuando voy! Si llega al brazo desnudo, con el palo le saludo y le digo, "¿Haste de ir hoy?" Tienme miedo.
Sale SIXTO
SIXTO: Aparejadas están las jumentas; ea, vamos. CAMILA: ¿Están ya cargadas? SIXTO: Sí, hermana. CAMILA: Cosa que sea que las calzas coloradas se os olviden, como ayer, y no las traigáis. SIXTO: Por ver la gracia con que te enojas no las traje. CAMILA: Excusas frojas son ésas; no han de valer. SIXTO: Ea, las alforjas pon. Echadme la bendición como soléis, padre mío. PERETO: ¡Ay, hijo! del cielo fío que ha de darte el galardón que tu obediencia merece ................... [ -ece]. La bendición que a Esaú Jacob hurtó, y pides tú, mi amor, Félix, te la ofrece. Ruego al cielo que, pues él mudó el nombre en Israel, lo mudes tú, aunque es locura, en papa.
Bendícele y levántanse
SABINA: Barbero o cura tomara yo que fuera él. SIXTO: Ea, vamos.
Aparte a SIXTO
CAMILA: ¡Buena cholla tiene el viejo, cuando escapa del torrezno o de la olla! SIXTO: Pues, ¿qué? ¿No puedo ser papa? SABINA: ¿Quién, tú? SIXTO: Yo. SABINA: ¡Papateolla!
A su padre
SIXTO: Al sol os dejo. La mano me dad, y adiós.
Besa la mano
PERETO: Él te guarde. Mira que vuelvas temprano. SIXTO: No hay volver hasta la tarde. CAMILA: Las calzas de grana, hermano.
Vanse SIXTO y SABINA
PERETO: Hija, mi bien pronostico, pues que de Félix espero las venturas que publico. CAMILA: Disputa con el barbero. Es dimuño. Cuando chico llevaba el calendario al cura, y el incensario, y él mismo le dijo un día que si estudiaba sería sacristán y boticario.
Sale CHAMOSO, pastor
CHAMOSO: Pereto, Dios os mantenga. PERETO: ¡Oh, Chamoso! ¿Por acá? CHAMOSO: ¿Dó está Félix? Porque venga conmigo; quizá será rey, que no hay quien convenga los zagales de Montalto. PERETO: ¿Cómo? CHAMOSO: Todos pican alto quitando y poniendo leyes. Como es la Pascua de Reyes, cada cual, de seso falto, quiere esta Navidad ser rey. PERETO: Ya sé la costumbre que aquí se suele tener cada año. CHAMOSO: Esta pesadumbre no la puede deshacer, sino vuestro hijo, Pereto, que es muy meolludo y discreto. PERETO: A Fermo a venderme va leña; mas vamos, que allá apaciguarlos prometo. CAMILA: ¿Dó vais, padre? Dejaos de eso. PERETO: Camila, mi amor travieso hace moza mi vejez, y si veo rey esta vez a Félix, saldré de seso.
Vanse todos. Salen CÉSARO, de estudiante, y DECIO, su criado de galán
DECIO: ¿Sólo un mes de ausencia puede hacerte que a Laura olvides? CÉSARO: ¿Al viento firmeza pides? DECIO: ¿Viento, amor? CÉSARO: Sí, y aun le excede. DECIO: Diversas definiciones he visto suyas, señor. Unos le llaman furor, y a sus efectos, pasiones; otros dicen que es locura o accidente que maltrata; otros calidad innata que al hombre inclinar procura que ame de cierta edad a quien tiene inclinación; quien tal llama imperfección, quien locura y liviandad. El médico dice que es cierto humor o destemplanza de la sangre; semejanza, el filósofo; interés, la dama, y el desvarío del astrólogo adivina que es fuerza de astros que inclina a amar al libre albedrío. Fuego le llamaron ciento, pues que abrasa al que enamora, y agua le llama el que ignora mas nadie le llama viento. CÉSARO: Pues nadie, Decio, le da el nombre que le conviene. Quien amor tiene, no tiene sino viento. DECIO: Bien está. CÉSARO: Y así aguarda; quien ama y al yugo de amor suspira, ¿no es porque primero mira la belleza de su dama? DECIO: Es verdad. De lo exterior comienza amor su conquista. ¿Qué infieres? CÉSARO: Verás tu error. En fin, que cualquier amor tiene principia en la vista, y el obieto que se ve es lo amado. DECIO: Vé al efeto. CÉSARO: Sí haré. Si la dama es el objeto, para que en la vista esté de quien la ha de amar, no envía sujeto bastante copia, sujeto sí, que ella propia mal en los ojos cabría. Fuera de que es circunstancia, como muestra la experiencia, que entre el objeto y potencia haya debida distancia. DECIO: Vengamos al fundamento. Las especies que a los ojos representan los despojos de la dama ¿no son viento? Sí, que para verte a ti, desde el lugar donde estás, especies al viento das las cuales llegan a mí y me enseñan tu retrato. DECIO: Todo lo concedo. CÉSARO: Pues, claro está que lo que ves es el viento, mentecato. Luego si ama el pensamiento la hermosura que miré, y ésta sólo viento fue, el amor no es más que viento. DECIO: Bien tu opinión has probado. Conforme a aqueso, señor, nadie tendrá más amor que un cuero cuando está hinchado, porque es todo viento. CÉSARO: Quiero dejarte para importuno. DECIO: Ahora sé que es todo uno viento, amor, amante y cuero. ¡Pobre de Laura, que en vano llora, Césaro, por ti! CÉSARO: Decio, desde que salí de nuestra patria, Fabriano, y vine a Fermo a estudiar, de Laura olvidé el amor. ¿Débole más que el favor que una dama suele dar a quien comienza a servilla; una ventana, un semblante risueño, una mano, un guante, y cuando mucho, una silla en su casa? DECIO: ¡Aqueso es bueno! ¿Pues amor que había llegado, señor, a verse ensillado sabe tan poco de freno? Es imposible. CÉSARO: Yo sé que el príncipe de Fabriano, mi padre, y Julio, mi hermano, tienen de holgarse en que esté tan libre que a Laura olvide, porque lo llevaban mal. DECIO: Laura es mujer principal. CÉSARO: Más prendas mi sangre pide, que, aunque soy hijo menor, en Italia ni en Sicilia no hay más ilustre familia que la Ursina. DECIO: Es la mejor; mas no mirabas en eso habrá un mes cuando adorabas a Laura y palabra dabas de ser su esposo. CÉSARO: El exceso de amor disparates fragua como esos. ¿Qué no dirá Decio, el que hidrópico está por echarse un golpe de agua? De Laura no hay calentura, y ya la sed acabó. DECIO: La causa bien la sé yo. CÉSARO: Dirás alguna locura. DECIO: Diré que la villaneja que cada día al mercado viene, ese clavo ha sacado. CÉSARO: Necio, disparates deja. DECIO: Niégamelo, por tu vida, que estoy yo ciego, señor. Yo sé que en tu pecho, amor, juega a "salga la parida," y que a Laura ha rempujado. CÉSARO: ¿Por qué? DECIO: Porque te desvelas mucho, Y más que las escuelas cursas la plaza y mercado de Fermo. Si las más veces vienes, y en viéndola aquí sin más crïados que a mí, con ser quien eres, te ofreces hablar con ella, de modo que das nota a quien te ve; y si quieres que te dé razón que lo diga todo, ¿por qué me mandas comprar cuanto aquí trae a vender? ¿Para qué puedes querer lino tú, pues no has de hilar? ¿No me hiciste el otro día que me ensuciase la ropa con una carga de estopa que trujo? CÉSARO: Harás que me ría. DECIO: ¿De qué sirven tus cautelas? ¿Qué puede significar hacerme ansí ayer comprar una espuerta de pajuelas que trujo? Dos aposentos tengo llenos de despojos, semejantes, de manojos de cebollas, de pimientos, de tomillo, de romero, de espliego... CÉSARO: No digas más. DECIO: ¿Tú espliego?, ¡Y me negarás que es amor! O ¿eres barbero? CÉSARO: Decio, la mayor venganza que Laura tendrá de mí, es que una villana ansí me obligue a hacer tal mudanza. Conflésote que la adoro. DECIO: Fáciles muros contrastas. CÉSARO: Ni perlas en conchas bastas, ni en sayal guarnición de oro, ni el sol que por la mañana por nubes tienda el cabello, sale más bizarro y bello que la graciosa villana entre el grosero vestido, donde la naturaleza, sin el arte, a su belleza su poder todo ha rendido. Si vieres la sal que tiene cuando habla, aunque el lenguaje corresponde con el traje; si el donaire con que viene a vender vieras despacio, yo sé que me disculparas y su aldea ventajaras a la corte y el palacio. Ocho días ha que salgo a verla, y después de vella quedo más muerto por ella. DECIO: Pues di, ¿hasla dicho algo? CÉSARO: Sí, mas diéronla los riscos su aspereza. DECIO: Todas son gatos en camaranchón. ¡Do al diablo gatos ariscos! CÉSARO: No tanto que no me avisa tal vez con los ojos bellos que espere mi amor en ellos lo que me ofrece su risa. Y aunque con lengua grosera, responde de cuando en cuando, risueño el semblante y blando, y en el mercado me espera, porque mis deseos entiende. DECIO: Mas porque ve el interés que saca de ti después, que a precio de oro te vende sus rústicas mercancías. CÉSARO: Antes juzgas como necio; porque sólo el justo precio toma, sin que mis porfías la hayan podido obligar a que un anillo reciba. DECIO: Una condición esquiva ansí suele comenzar. Ella se ablandará cuando al interés no resista, que no hay mejor tomista que la que empieza en "Durando." Pero. ¿aguárdasla hoy? CÉSARO: Ahora vamos, que ya habrá venido. DECIO: ¡Pobre Laura! ¡Que ha podido una grosera pastora quitarte la posesión, que el sayal quieres que tome! Mas ¿qué mucho? Si hay quien come vaca mejor que un capón.
Vanse CÉSARO y DECIO. Salen SABINA, con alforjas, y SIXTO
SABINA: Estas paredes son, hermano, el sitio donde sueles vestirte. Los jumentos dejo paciendo en unas verdes mielgas. Cerca estamos de Fermo; ¿has de mudarte de escolar, como sueles? SIXTO: ¿Pues no, hermana? SABINA: Saco, pues, el manteo y la sotana. SIXTO: El cielo mis intentos favorece. Cuatro años ha que estudio; y que tu vendes las rústicas alhajas que te compran, mientras estudio yo. La causa de esto, aunque no te la he dicho hasta este punto, es ésta; que a tu amor será mal hecho no revelarte cuanto esconde el pecho.
Saca de las alforjas todo el vestido de estudiante y un vademeco, y vase vistiendo
Un día que, como otros, en la plaza de esta universidad vendía contigo los miserables frutos que la sierra a quien cultiva su aspereza ofrece, se llegó un estudiante, que con otros entre una carga de cabritos tiernos estaban escogiendo los más gordos; y reparando, con notables veras, en las facciones de mi rostro un rato, y advirtiéndome ser el que regía la cátedra sútil de Matemática, me pidió que le diese larga cuenta de mi edad, patria y nombre, en qué mes y en qué día salí al mundo, porque miraba en mi fisonomía pronósticos notables de ventura, correspondiendo con su pensamiento la dicha de mi humilde nacimiento. Reíme, imaginando que eran tretas de estudiantes fisgones, y dejéle; pero de suerte a persuadirme vino a que hablaba de veras, que obligado a escucharle por ver en su persona partes dignas de darle honrado crédito, lo mejor que yo supe satisfice a sus preguntas, advirtiendo que era de humildes padres, y mi pobre patria las grutas toscas de Castel Montalto; que un miércoles nací, que era a catorce de diciembre, según solía mi madre, que Dios haya, decirme, y ser el año en que al mundo salí mil y quinientos y veinte y uno; Félix solamente en el nombre de pila, e infelice en todo lo demás; pues no hay ventura adonde siempre la pobreza dura. Quedó suspenso, y arqueando después las cejas, dando un grande grito, "Félix," dijo, "las obras corresponden con el nombre, de modo que tu dicha tres coronas ofrece a tu cabeza; si tomas una, con que serán cuatro. En una religión estudia y deja el rústico ejercicio, que las letras prometen ensalzar tu nombre y fama. En estrella naciste venturosa. Ten cuenta con el miércoles, que es día en que has de ser dichoso, sin que tengas felicidad que en él no te suceda. Tu ingenio fertiliza el cielo pio; sigue las letras y el consejo mío." Fuese. ¡Qué de suspenso volví a casa! Y, cavando en aqueste pensamiento, dispúseme, a pesar de la pobreza, estribo vil de inclinaciones nobles, a seguir del astrólogo el consejo. Volví a buscarle, y hallé que era ya muerto; pero no desmayé por eso un punto; antes vendiendo mis humildes ropas a los serranos de mi pobre sierra y llegando también algún dinero de lo que iba vendiendo cada día, compré secretamente a un estudiante este vestido, y de tu amor fïado, ha ya cuatro años, con ayuda tuya, cual ves, que en estudiante me transformo. Bien es verdad que en nuestro pueblo el cura a leer y escribir me enseñó un tiempo y un poco de gramática, y con ella aprovecho de modo en los estudios que todos me celebran y respetan; mas no porque ninguno hasta este punto sepa quien soy; adonde vivo; adonde me escondo, cuando salgo de sus cursos; porque como me esperas aquí, y luego me vuelvo a mis groseras antiparas, de modo los deslumbro y causo espanto que hay quien piensa que es todo por encanto. Éste, Sabina mía, es el suceso de mi historia. SABINA: Y a fe que es agradable.
Mete el vestido de labrador en las alforjas
SIXTO: Yo espero en Dios que presto he de pagarte lo mucho que te debo. SABINA: Estudia, hermano; que no será pequeña tu ventura si fueres sacristán del pueblo o cura. SIXTO: Dame esos brazos, mi Sabina cara. SABINA: ¡Qué bien te está el vestido! Ser mereces calóndrigo, y pardiez que lo pareces. SIXTO: Ves a vender la leña. SABINA: No repares en eso. Adiós, que vienen escolares.
Vase SABINA
SIXTO: Si Cleantes de noche agua sacaba para vender, por estudiar de día, y en la atahona donde el pan molía nombre a sus letras y virtudes daba; si Plauto, por ser sabio mendigaba, y a un pastelero mísero servía; si Euménides en hüesos escribía a falta de papel que no alcanzaba, si ha habido quien en el imperio altivo por el cetro trocando el aguijada a célebres historias dio motivo; si a Pedro pescador Roma agradaba, no será mucho, aunque pobre vivo, por letras venga a ser... VOZ: O papa, o nada. Dentro SIXTO: Precedióme a la razón una voz cuyo sentido me ha dejado suspendido; y si pronósticos son señal de algún bien futuro muchas veces para un hombre, y siendo Félix mi nombre, serlo en las obras procuro, ya he visto pronosticada mi felicidad aquí. El cielo dijo por mí que he de ser o papa o nada.
Salen MARCO Antonio y POMPEYO, de camino
MARCO: O papa o nada pretenda Dentrro ser el cardenal Colona, pues tan digna es su persona de la tiara. POMPEYO: No entienda Roma que de su elección poca gloria ha de tener; mas temo que le ha de hacer notable contradicción, entre otros, el cardenal Carrafa. MARCO: El senado grave del conclave, primo, sabe que no hay sujeto papal más digno de la elección que mi tío. POMPEYO: Quiera el cielo asegurarme el recelo con que estoy. SIXTO: (Estos dos son Aparte Colonas. La Vicaría de Cristo debe estar vaca. MARCO: Si el cónclave no le saca ahora en vano porfía mi tío. SIXTO: Informarme quiero de lo que es.
Sale FABIO, criado de POMPEYO
FABIO: Ya están aquí los pastores. POMPEYO: Primo, vení.
Vanse los dos POMPEYO y MARCO Antonio
SIXTO: ¿Qué es esto? FABIO: Paulo Tercero es muerto. SIXTO: ¡Válgame Dios! FABIO: Es el cardenal Colona. pretendiente. SIXTO: Su persona lo merece. FABIO: Son los dos sobrinos y a Roma van para ver de este suceso el fin. SIXTO: Las manos os beso.
Vase FABIO
SIXTO: Nuevos alientos me dan mis deseos. A buen punto mis palabras atajaron cuando me pronosticaron el bien que he de gozar junto. El astrólogo me dijo que si en religión entraba, tres coronas me guardaba mi dicha. El hábito elijo en San Francisco, después que de doctor gradüado pueda tomar otro estado, que éste mi deseo es. La ciencia es mi enamorada, por letras he de valer. ¡Alto! a escuelas, que he de ser, aunque pobre, papa o nada.
Vase SIXTO. Salen SABINA con un jumento cargado de leña y fruta, y un palo en la mano, y CÉSARO, estudiante galán
SABINA: ¡Jo, parda! Verá el dimuño cual va. ¡Jó, burra! ¡Qué aguda! Porque el hijo deja en casa quiere volverse. ¡Jo, burra! CÉSARO: Serrana bella, escuchadme, hablad siquiera. SABINA: So muda. CÉSARO: ¿Muda o mudable? SABINA: Eso no. CÉSARO: ¿Pues nunca os mudaréis? SABINA: Nunca. CÉSARO: ¿Luego nunca imagináis quererme? SABINA: Quiérale Judas. CÉSARO: ¡Ay, quién os diera un abrazo aquí! SABINA: ¡Arre, que se burla! CÉSARO: Escuchad, serrana bella. SABINA: Juegue limpio, que soy dura, y tenga quedas las manos que sé poquito de burlas.
Dale con el palo
CÉSARO: Todo esto es amor. SABINA: Amor quiere que se le sacuda. Llegue, que el amor y el polvo dicen que a palos se curan. CÉSARO: No sé qué tengo en este ojo, ¿queréis soplármele? SABINA: Acuda a los fuelles del herrero. CÉSARO: Soplad. SABINA: ¡Arre, que se burla! CÉSARO: ¡Qué sal! SABINA: ¡Oh! soy muy salada. CÉSARO: Mi tormento os lo asegura, porque me matáis de sed. SABINA: Habrá comido aceitunas. CÉSARO: Oíd. SABINA: Señor escolar, vaya con Dios, que son muchas tantas burlas y chufetas; y en mi vida comí chufas. Déme el dinero si quiere de mi leña y de mi fruta, que anochece y vivo lejos, y tiene la bolsa dura. CÉSARO: Siempre dilato el pagaros, porque teme mi ventura que os vais luego y me dejáis, serrana del alma, a oscuras. SABINA: ¿Pues soy yo candil? CÉSARO: Sois sol que mis tinieblas alumbra. SABINA: ¿No ve las uñas que tengo? ¿Por qué quiere sol con uñas? CÉSARO: Porque me aso como el fénix en él. SABINA: ¿Que se asa? CÉSARO: Sin duda. SABINA: Pues aun no está bien asado su mercé. CÉSARO: ¿Por qué? SABINA: Aun no suda. CÉSARO: ¡Pluguiera a Dios que sudara; y fuera señal segura que de la fiebre de amor declinaba ya la furia! SABINA: ¿Luego está calenturiento? CÉSARO: De mi amor las llamas puras me abrasan; tened el pulso, poned mi tormento en cura. SABINA: ¡Mas arre! CÉSARO: Acabad, tomadle; ¡ea! SABINA: Désele a mi burra, que nació cas del albéitar y sabe de calenturas. CÉSARO: Yo sé que habéis de quererme. SABINA: Poco sabe si no estudia más. CÉSARO: Llegad, dadme una mano; ¿queréis? SABINA: ¡Arre, que se burla! CÉSARO: ¿Saben en vuestro lugar lo que es amor? SABINA: ¡Ya pescuda! ¿pues no lo habían de saber? Desde el porcarizo del cura, ellos deben de pensar que no rompe caperuzas amor, si brocado y seda nada escupe. CÉSARO: Pues, escucha. ¿Qué es amor? SABINA: Debe de seer erizo que pica y punza el alma, o mango de sastre cargado de sus agujas. CÉSARO: ¿Has amado? SABINA: Tanto cuanto. CÉSARO: ¿Gustas de amar? SABINA: ¿Quién no gusta? CÉSARO: ¿Quítate el sueño? SABINA: No, duermo. CÉSARO: ¿Pues cáusate pena? SABINA: Alguna. CÉSARO: ¿Ha mucho le quieres? SABINA: No. CÉSARO: Pues dilo. SABINA: Es desenvoltura. CÉSARO: ¿No es tu igual? SABINA: Es mucho más. CÉSARO: ¿Será tu esposo? SABINA: Estó en duda. CÉSARO: ¿Ámate? SABINA: Dice él que sí. CÉSARO: Pues basta. SABINA: No estoy segura. CÉSARO: Dime quién es. SABINA: ¿Para qué? CÉSARO: Mataréle. SABINA: ¿Por qué injuria? CÉSARO: Porque te ama. SABINA: ¡Arre que se burla! CÉSARO: ¡Ay de mí! SABINA: ¿Siéntelo? CÉSARO: Mucho. SABINA: ¿Tanto me quiere? CÉSARO: Es locura. SABINA: Pues, júrelo. CÉSARO: ¡Por tus ojos! SABINA: ¿No más? CÉSARO: Y por tu hermosura. SABINA: ¿Es muy noble? CÉSARO: Soy Ursino. SABINA: Y yo villana. CÉSARO: ¿Amor no ajusta desiguales muchas veces? SABINA: Cuando su llama asegura. CÉSARO: Luego iguales los dos somos. SABINA: No hay amor en parte alguna. CÉSARO: ¿Pues qué es aquéste? SABINA: Engaño. CÉSARO: Mucho sabes. SABINA: So muchacha. CÉSARO: ¿Es galán tu amante? SABINA: Lindo. CÉSARO: ¿Muy alto? SABINA: Como una grulla. CÉSARO: ¿Gentilhombre? SABINA: Como un Mayo. CÉSARO: ¿Muy discreto? SABINA: Más que un cura. CÉSARO: ¿Qué talle? SABINA: De aquese talle. CÉSARO: ¿Qué cara? SABINA: Como la suya. CÉSARO: ¿Soy yo acaso? SABINA: ¿Querrá él sello? CÉSARO: ¡Pues no! SABINA: ¡Arre, que se burla! (¡Valga el diablo el escolar! Aparte Quillotrada estoy sin duda, o es amor el que me come, o son cosquillas o pulgas.) CÉSARO: ¿Que no me crees? SABINA: No lo creo. CÉSARO: ¿Pues qué haré? SABINA: Comer las truchas de aquí, que diz que se pescan, señor, a manos enjutas. ¿Para qué quiere sardinas del aldea, que aunque hay muchas son muy groseras y caras? CÉSARO: Sobre gustos no hay disputa. Dame esa mano. SABINA: ¿A qué fin? CÉSARO: Diré mi buena ventura a la tuya. SABINA: ¿Sois gitano? CÉSARO: ¿Qué no es amor? SABINA: ¡Ah, hi de pucha, qué bien sabes quillotrar! ¡A fe que sois mala cuca!
Dale la mano a CÉSARO
CÉSARO: ¡Qué blanca! SABINA: Como carbón. CÉSARO: Dime, pues, la patria tuya. SABINA: Ya no os puedo negar nada. Castel Montalto y sus grutas es mi patria humilde y pobre; y tan baja mi fortuna que mi padre y tres hermanos heredamos de la cuna una casa sin tejado, treinta ovejas y dos burras. Pereto a mi padre llaman, mi nombre es Sabina, y una hermana que me dió el cielo, más fresca que las lechugas, se llama Camila; Félix es mi hermano, que procura el regalo de mi padre, con tal piedad y cordura, que espero en Dios le ha de hacer mil mercedes. Si es que gustas, señor, de muesa pobreza y muesas peñas incultas, esto sólo soy y tuya, que es lo más que tener puedo, si como noble procuras que la joya de mi honor ni se rompa ni destruya; que la guardo por ser sólo lo que debo a la Fortuna. CÉSARO: Sabina sabia, ya entiendo tus palabras. La hermosura de esos ojos vale más que cuanto mi sangre ilustra. Fía de mí, que soy noble, y que las palabras tuyas por ser tan castas y honradas el oro de mi fe apuran. Yo iré a tu lugar mañana fingiendo que en la espesura de sus montes ando a caza. Ocasión de vernos busca. Verás cuanto puede Amor. Aquesta cadena es tuya y aquestos brazos tras ella. SABINA: Lo postrero no, que es mucha licencia. Esotro recibo por su amor y por mi fruta. CÉSARO: En fin, ¿me quieres? SABINA: No sé. CÉSARO: ¿Serás mía? SABINA: Seré suya. CÉSARO: ¿Cuándo? SABINA: El tiempo lo dirá. CÉSARO: ¿Quién lo puede hacer? SABINA: El cura. CÉSARO: Dame en señal una mano. SABINA: Luego. ¡Arre, que se burla!
Vanse los dos. Llega CÉSARO a abrazarla, y vase sin abrazarla. Salen dos ESTUDIANTES
ESTUDIANTE 1: Ya descubrí el estudiante que a Fermo y comarca asombra. ESTUDIANTE 2: ¿De veras? ESTUDIANTE 1: Félix se nombra. Cosa os diré que os espante. Desde el cuello le seguí por saber si por los vientos con alas de encantamentos volaba; y fuera de aquí, tras una casa caída, vi que una hermosa villana, a quien dio nombre de hermana, con su tardanza afligida, a desnudarle acudió la sotana y el manteo. ESTUDIANTE 2: ¿Qué dices? ESTUDIANTE 1: Aún no lo creo. ESTUDIANTE 2: Y, ¿pues? ESTUDIANTE 1: De un costal sacó un traje rústico y vil, y vestido en un instante fue pastor nuestro estudiante. ESTUDIANTE 2: ¡Hay enredo más sutil! ESTUDIANTE 1: Metió en el saco al momento el escolástico traje, y vuelto al tosco lenguaje, cada cual en un jumento subió; y la hermosa villana dijo, "Félix, aguijemos, que anochece, y aún tenemos seis millas que andar." "Hermana," respondió, "yo sé que falto a mi padre, que me espera; no puedo más; yo quisiera estar ya en Castel Montalto. Mas caminemos, que presto liegaremos." Y picando se fueron los dos, quedando suspenso yo. ESTUDIANTE 2: Habéisme puesto en admiración extraña. ¡Castel Montalto es su tierra! ESTUDIANTE 1: ¿Las peñas de aquesa sierra y el rigor de una montaña tal ingenio crïar puede? ESTUDIANTE 2: Mañana ha de venir; pues, a fe, que he de decir quién es, y sin que lo vede su poco nombre y estima, con todos hemos de hacer que a Fermo le haga oponer a la cátedra de prima. ESTUDIANTE 1: Eso será lo mejor. ESTUDIANTE 2: No vi cosa semejante. ESTUDIANTE 1: En un punto fue estudiante el que en otro fue pastor.
Vanse los ESTUDIANTES. Salen SIXT0, de villano, y SABINA
SIXTO: Aún no ha, hermana, anochecido, y estamos en casa ya. SABINA: Bueno, ni anochecerá en esta hora. SIXTO: Hemos venido todo el camino corriendo. SABINA: (¡Ay, escolar robador! Aparte Si esto que tengo es amor de amores me estoy muriendo.) SIXTO: (Mi imaginación honrada Aparte me está consumiendo en mí desde el instante que oí la voz del ser papa ó nada.
Voces de fiesta dentro
SABINA: Félix, ¿qué voces son éstas? SIXTO: Llégase la Pascua ya, y alguna fiesta será. SABINA: No está el alma para fiestas.
Salen PASTORES con MÚSICA, PERETO y CAMILA. Cantan
MÚSICA: "Viva Félix felice, de los mozos rey; que la Pascua de Reyes ya de flores es." UNO: "Su rey los serranos le acaban de her; Dios le haga de veras lo que en juego es obispo ó barbero, papa o sacristén. Denle la obediencia con el parabién los que haciendo fiestas le vienen a ver." TODOS: "Viva Félix felice, de los mozos rey, que la Pascua de Reyes ya de flores es." CAMILA: Hermana, dame esos brazos. PERETO: Enojado te esperaba el amor que mi vejez tiene con tu tardanza.
De rodillas
SIXTO: No he podido, padre, más. Dadme esa mano. CAMILA: ¿Y mis calzas? SIXTO: Dentro las alforjas vienen con una patena y sarta. CAMILA: ¡Vivas mil años! ¿No ves cómo los de la comarca te han hecho rey esta tarde para holgarse aquesta Pascua? CHAMOSO: Pardiez, que no faltó voto. PASTOR 3: Señal que a nadie le falta el amor que todos muestran. SIXTO: El que les tengo me pagan. CHAMOSO: ¡Viva Félix, nueso rey! TODOS: ¡Félix viva! PASTOR 2: ¡Hola! Saca una silla de costillas.
Sácanla y siéntanle
Dejéislo por una vara de alcalde de muesa aldea. SIXTO: Vayan por colación. PERETO: Vayan. Traigan tostones y peros, pan, turrón, vino y castañas. PASTOR 2: ¿Adónde está la corona? CHAMOSO: Quedóse, pardiobre, en casa. PASTOR 2: Ve por ella. CHAMOSO: Vivo lejos. PASTOR 2: ¿Pues qué hemos de her? CHAMOSO: Aguarda, entraré dentro en la igreja, y una corona dorada quitaré que puesta tiene San Luis, el rey de Francia. PASTOR 1: No te vengan lamparones si los santos desacatas. CHAMOSO: No desacato, antes quiero que a Félix merced le haga.
Habla CAMILA a su hermana
CAMILA: ¿De qué estás melenconiosa? SABINA: Tengo quillotrada el alma. CAMILA: ¿Quillotrada cómo? SABINA: ¡Ay, Dios!
Saca CHAMOSO una tiara de tres coronas y pónesela en la cabeza a SIXTO
CHAMOSO: Veisle aquí ya coronado. PASTOR 1: ¡Ao! ¡La corona de Papa que tien puesta San Gregorio, le puso! PERETO: ¿Qué has hecho? PASTOR 2: Estaba un poco oscura la igreja, y pensando que quitaba la del rey, quitéle estotra; pero buena pro le haga. SIXTO: (¿Qué es esto, piadosos cielos, Aparte tantos pronósticos? Bastan los que he visto, que me inquietan los pensamientos y el alma. Bien viene aqueste presagio ya con las propias palabras del astrólogo y la voz que tanta inquietud me causan. ¿Qué aguardo que no ejecuto el principio que me manda el cielo para este fin? Francisco, vuestra orden sacra me ha de recibir por hijo. A Escuti me iré mañana donde los claustrales tienen una noble e insigne casa; el hábito he de pedirles que ya es cierta mi esperanza, y ha de salir victoriosa, pues hoy los cielos la amparan.) PERETO: Bien te dice la corona. CAMILA: Chamoso, ¿no tien la cara buena para papa? CHAMOSO: Buena. PERETO: A serlo, ¿qué no faltaba> PASTOR 1: Que de menos le hizo Dios. CHAMOSO: Es verdad, y boqueaba. CAMILA: La colación nos espera. CHAMOSO: No te quitéis la tïara. Será rey pontifical. SIXTO: (¡Qué inquieta llevo el alma!) Aparte CHAMOSO: Venga en brazos. PASTOR 1: Bien has dicho. TODOS: ¡Viva Félix! CHAMOSO: Silvio, canta. SIXTO: (Pontífice soy de burlas; Aparte pues Pedro de vuestra barca he de regir el timón, porque he de ser papa o nada.)

FIN DE LA PRIMERA JORNADA

La elección por la virtud, Jornada II


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002