ACTO TERCERO


Salen LIRANO, MARBELIO y MAROTO
LIRANO: No fue nada; huyeron todos; y aunque han ido por más gente, cuando asaltarnos intente no nos han de faltar modos, si nos llevasen ventaja, para emboscarnos, que aquí todo es monte. MARBELIO: Es así; pero entre tanto que baja la aragonesa cuadrilla, de aqueste olivo colgad ese hombre. MAROTO: ¿Y que es verdad que a vista de nuesa villa me quieren ahorcar? LIRANO: De noche es, no hay que tener temor que os salgan a dar favor. MAROTO: Porque una mujer reproche y con ella no me caso, ¿es justo matarme así? LIRANO: Mándalo Laurencia. MAROTO: Aquí de un salto hasta el cielo paso. Pero, pues hemos llegado a hablar verdades, más quiero morir ahorcado, soltero, que estar vivo y ser casado. Olivo, de mi fortuna os doled, mirad mi daño, que no dais buen fruto hogaño ni Maroto es aceituna para que de vos colgado imitéis en tales dudas al saúco de do Judas dicen que estuvo ahorcado. MARBELIO: Atalde mientras que apresto el cordel. MAROTO: ¡Aquí del reye! Porque no me caso ¿es leye? ¿Es justicia? MARBELIO: Acabad presto; pero, escuchad, que parece que hay rüido de batalla.
Dentro
VOCES: ¡A ellos, mueran, que es canalla! OTRAS: ¡Mueran! LIRANO: El peligro crece. MARBELIO: Dejadle atado, y después volveremos a acabar lo empezado. LIRANO: Si el lugar no le libra. MARBELIO: Vamos, pues.
Vanse y dejan atado a MAROTO
MAROTO: ¡Madre de Dios, siempre he sido amigo y vueso devoto; porque no quiere Maroto ser de una loca marido, me matan, Madre de Dios! Toda boda es peligrosa, yo no quiero más esposa ni más amores que a vos; las demás que esposas son las manos y libertad atan, que al fin es verdad que toda esposa es prisión. Pero vos, que a los humanos desatáis libertadora, pues que sois mi esposa agora desatad mis pies y manos. Que porque no me maltrate quien mi muerte sentenció, si así una mujer me ató otra es bien que me desate.
Ábrese un olivo, y entre sus ramas está una imagen de la VIRGEN, Nuestra Señora de la Merced
VIRGEN: ¡Maroto! MAROTO: ¡Ay, Dios! ¿Quién me nombra? VIRGEN: Alza alegre la cabeza. MAROTO: ¿Quién sois, divina Señora? VIRGEN: Quien tu fe y devoción prueba. La Dama del Olivar ha de llamarme esta tierra, consagrándola mi nombre y honrándola mi presencia. El olivo significa misericordia, y la iglesia se alumbra con su licor. Misericordia es clemencia, la clemencia a nadie mata, siendo esta verdad tan cierta, necio es quien en este olivo darte muerte ciego intenta. Yo, que al fin soy la paloma que en el diluvio y tormenta, que en el mar de los pecados todos los hombres anega, desde el arca de Noé, de la ley de gracia nueva, el ramo de oliva traje que anuncia la pascua eterna. Aquel pimpollo admirable, ramo de la oliva inmensa, que siempre verde y florido el tronco del padre engendra. Aquel ramo que plantó el labrador que sustenta los cielos en mis entrañas, sin que humana obra se atreva a poner en su labor la mano, porque en vez de ella es el Espíritu Santo quien la planta y quien la riega. Aquel engerto divino, que de dos naturalezas en un supuesto da el fruto que sana el que comió Eva. En fin, yo la oliva soy que a Dios hombre cría y lleva, que es aceite derramado en el lugar de la iglesia. Yo, pues, que en ella quedé por legítima heredera, por ser hija, madre, esposa, de los tres que en uno reinan, he plantado un olivar, que puesto que agora empieza a crecer, se extenderá por el orbe de la tierra. Cuatro frutos dará al año, aunque de especies diversas, porque su fertilidad cause asombro a quien la vea. Será el primero sabroso por el voto de pobreza, que aunque la forzosa amarga, la voluntaria deleita. Pues no sin causa la oliva es amarga a quien la prueba verde, y después por sabrosa honra la más noble mesa. Tras este fruto se sigue el segundo de obediencia, mortificando sus gustos a la voluntad ajena; que por eso la aceituna, que es su símbolo, se quiebra, muele, parte y martiriza en el lagar y la prensa, de donde el aceite puro se saca, que a Dios recrea; que después de los trabajos ofrece luz la paciencia. El tercero es castidad, fruto que la palma lleva a todas cuantas virtudes a los santos hermosean. Que no sin causa el aceite, si con el agua le mezclan, a otro licor le juntan, por más que con él le envuelvan siempre está encima de todos; que siendo el cielo su esfera, como rey de las virtudes sobre todas triunfa y reina, El cuarto la caridad, emperatriz que gobierna los cielos y rige el mundo; fuego que abrasa y no quema; luz que alumbra a todo hombre; que, en fe de esto, en nuestra iglesia da luz de noche y de día y el fuego de amor sustenta. Redimirá aqueste fruto los cautivos que atormenta el blasfemo y torpe amor, para que con fama eterna, llamándose redentores, den sus vidas y su hacienda por sus hermanos, que oprimen las crueldades sarracenas. Darán para ellos sus vidas, quedándose en sus cadenas, porque ellos salgan seguros, virtud excelente y nueva. Pero, en fin, como la oliva, que toda a todos se entrega dejándose hacer pedazos, dando sus entrañas mesmas, llamaráse este olivar de la Merced, porque en ella la han de hallar sus oprimidos, blasón que ha de ennoblecerla... Y para que estimes más esta heredad, que comienza de esta tierra a florear con divinas influencias, un rey es su labrador para que más se ennoblezca. Mira cómo con sus armas la autoriza su nobleza. Don Jaime el conquistador, que entra triunfando en Valencia, le planta y le da principio, ¿qué maravilla que crezca? Del pecho piadoso nace de Pedro Nolasco, piedra fundamental, que promete en el valor y firmeza.
Con los santos y corona que refiere ha de estar adornado el árbol
Por primicias de ese fruto es la primer fruta nueva otro Pedro de Armengol, que de él, como oliva cuelga. Un Ramón es verde rama que mi olivar fertil echa, no nacido y milagroso que con un candado cierran, porque tal aceite y fruto en fe de lo que se precia, con candado ha de guardarse para dar luz a mi iglesia. Un Serapión es esotro, oliva sabrosa y tierna, que en el lugar del martirio descoyuntan y atormentan. La corona que remata este olivo, a todos muestra que es real, militar y noble, para que a todos exceda. Siendo, pues, de tal valor esta heredad, porque tenga lo necesario, he querido que aquí se labre una iglesia donde mi aceite se guarde, y con mi misma presencia se autorice en Aragón que a esta orden sirve y precia. Ve, pues, pastor, a Estercuel, su gente convoca, y llega a su señor, mi devoto, llama y diles que aquí vengan, y este sitio me dediquen con un templo, donde vean mi imagen, que en este olivo como en su trono se asienta, y dándole a la merced estimen la Merced nueva que les vengo a hacer propicia, y tú, por que goces de ella, pues por esposa me elijes, el ganado y campos deja, y sírveme en esta casa, pues el que me sirve reina.
Encúbrese
MAROTO: ¡Oh visión digna de espanto! Pues que me libras y sueltas y tengo en ti tal esposa, dete alabanzas mi lengua. A hacer voy lo que me mandas. Religión piadosa y tierna, yo os serviré desde hoy más. Olivar de fama eterna, desde hoy quedará memoria que celebre tu grandeza, la Dama del Olivar, de amor y de dichas prenda.
Vase. Sacan a don GUILLÉN los LABRADORES, y salen don GASTÓN y doña PETRONILA
NISO: Huyeron los bandoleros, y a dos encinas atados, para pagar sus pecados, aquestos dos lobos fieros de nuestras tiernas ovejas se dejaron. CORBATO: Permisión del cielo, pues ellos son la causa de nuestras quejas. GASTÓN: A mi poder, don Guillén, la Fortuna os ha traído, y aunque de vos ofendido querellas justas me den mis vasallos, y pudiera satisfacerla con vos, el valor que me dio Dios mi agravio no considera. Sin mi gusto a Montalbán os quemaron mis vasallos, que no pude refrenallos, porque ofendidos están. Que cuando la injuria es tal, las riendas del tiento pierde, y un perro con rabia muerde con ser tan fiel animal. Mostrara ser caballero agora, y libre os dejara, si en daño no resultara, como sabéis, de tercero. Pero haciéndolo, provoco todo el lugar de Estercuel, y ya sabéis cuán crüel es un pueblo y vulgo loco. Mientras Laurencia parece y se aplaca tanto exceso, será razón que estéis preso, y el alcaide que os ofrece mi nobleza, es a mi hermana, que en regalo y cortesía dará muestras que lo es mía. GUILLÉN: Libertad mi suerte gana con ser yo su prisionero; y aunque estimo este favor, sois caballero mayor y en Aragón el primero. Bien pudiérades mostrar vuestro poder por mil modos, que vuestros vasallos todos, son de bien y mal pasar y a vuestro gusto obedientes. Cuando libertad me deis han de aprobar lo que hacéis sin mirar inconvenientes; pero hacer podéis de mí vuestro gusto, pues estoy sujeto. GASTÓN: Su señor soy, mas el valor que adquirí quiere, por más que me amen si de bien y mal pasar son, que los de este lugar no de mal pasar se llamen. Mas solo de pasar bien, que cuando a regirlos vengo, los viejos por padres tengo y por hermanos también los mozos, porque es mejor, para poder gobernallos, hacer hijos de vasallos y convertir en amor el poder, que no han de dar como encina el fruto a palos, pues por fuerza saldrán malos vasallos de mal pasar. GUILLÉN: Enseñáisme, don Gastón, a vivir por vuestro preso, y obligado me confieso, puesto que si mi prisión goza de tal carcelera más parece libertad. PETRONILA: (¡Que tenga yo voluntad Aparte A quien no la considera! ¡Oh, fuerza de un dios tirano! Libraréle, que es rigor prender a quien tengo amor.)
Llévanle y vase doña PETRONILA
GASTÓN: Éste queda en vuestra mano. Como no le deis la muerte ni saquéis sangre, vengad en él vuestra voluntad para que a enmendarse acierte. NISO: Hacéisnos señor merced. ¡Yo os juro a San...! alcahuete, que heis de pagarlo. GALLARDO: Hoy promete, Gallardo, enmienda. Tened, lástima de este lacayo. CORBATO: Allá lo veréis, venid. ARDENIO: No le saquéis, advertid, sangre... NISO: Yo os voto a mi sayo que la afrenta de Laurencia nos la habéis hoy de pagar. ARDENIO: No le podréis azotar mientras no mos den licencia de sacarle sangre. NISO: Bueno; desnúdele yo una vez, que siendo como la pez dentro, y de fuera moreno, en él quebraré mi cinta sin miedo que se desangre, porque éste no tiene sangre, sino en lugar de ella, tinta.
Llévanle. Sale MAROTO
MAROTO: Señor: dad gracias al cielo y vuestra dicha estimad, en vuestra misma heredad para premiar vuestro celo, un tesoro hay encerrado que con él rico quedéis. .................... [ -éis]. NISO: ¿Tesoro? MAROTO: Un tesoro he hallado en el olivar. GASTÓN: Maroto, ¿qué decís? ¿estáis en vos? MAROTO: No hay cosa, después de Dios, que valga tanto. CORBATO: Remoto venís de vueso jüicio. ARDENIO: ¿Qué tesoro puede haber que tanto llegue a valer? MAROTO: Ni el sol, a quien sacrificio hicieron tantas naciones, ni del cielo el mejor santo, ni un serafín vale tanto. Si no creéis mis razones, venid, y sobre un olivo veréis la Fénix que es una, la Estrella del mar, la Luna, la que es Hija de Dios vivo, de Dios vivo Madre hermosa, de Dios vivo Esposa bella, porque se encierran en ella ser Hija, Madre y Esposa. Atado en él me dejaron los bandoleros crüeles, y rompiendo los cordeles mis tinieblas alumbraron sus rayos de luz divina. Mandóme que aquí viniese y que a todos os dijese, si servirla determina nueso dueño y Estercuel, que una casa la edifiquen y a la imagen la dediquen que es la flor y fruto de él, y a los Padres Redentores de la Merced se la den, porque su merced también nos ha de hacer mil favores. ¿Hay tesoro que sea igual? Venid conmigo y veréis la verdad que no creéis. CORBATO: No habéis vos bebido mal. ¡Ao, por santo se nos vende! Diz que la Virgen María del cielo ahablarle venía. ARDENIO: Sí, por cierto. NISO: Bien lo entiende. GALLARDO: Él, es verdad, que es buen hombre y devoto, mas no tanto que quiera hacérsenos santo y con milagros asombre. La imagen que España goza a su apóstol por lo menos mostró sus ojos serenos dando vida a Zaragoza y renombre a su Pilar; pero ¡a un pastor simple y tosco! MAROTO: Que soy pecador conozco; pero no habéis de mirar mi indigno ser y bajeza, que Dios desprecia tal vez de los hombres la altivez y antepone la pobreza. GASTÓN: Cosas de milagro son, Maroto, dificultosas, y al crédito peligrosas. Mirad que será ilusión del demonio, que ya sabe transformarle en una cruz y fingirse ángel de luz porque de perderse acabe el simple que es indiscreto. Vuelva vuestro seso en sí, que éste será frenesí o ilusión vana. MAROTO: En efeto que la dicha que os ofrezco ¿no creéis? NISO: Andad con Dios. GASTÓN: Ni hasta aquí sois santo vos, ni yo tanto bien merezco.
Vanse
MAROTO: En fin, no quieren dar fe, dulce esposa, a mis palabras, a mis ovejas y cabras corrido me volveré. Vos los podréis alumbrar con otro mejor testigo mientras yo adoro y bendigo la Dama del Olivar.
Vase. Salen los LABRADORES con GALLARDO, y sacan un vaso con una purga
NISO: Ea, ténganle los dos, que yo le he de dar tormento. GALLARDO: Señores míos, con tiento. CORBATO: Calle. GALLARDO: Por amor de Dios; ya saben que esto ha de ser sin sacar sangre. NISO: El humor queremos sacar, traidor, que bellaco os vino a hacer, y a todos nos alborota. Callad, y sufrí el castigo. GALLARDO: Sin sacar sangre les digo. ARDENIO: No os sacarán ni una gota. GALLARDO: Pues ¿qué ha de ser? NISO: Esta purga habéis de beber aquí. GALLARDO: ¿Purgarme en salud á mí? CORBATO: La bellaquería os hurga allá dentro, y es razón que quedéis limpio del todo. GALLARDO: No cumpliréis de ese modo lo que manda don Gastón. MONTANO: ¿Por qué? GALLARDO: ¿No dice que sea sin que sangre me saquéis? NISO: Sólo quiero que os purguéis, nadie sangraros desea. GALLARDO: Esas razones son vanas, pues mal me podréis purgar sin que sangre venga a echar, que estoy malo de almorranas. MONTANO: No se entienda el mandamiento de sangre que sin castigo sale por roín postigo. NISO: Tomad. GALLARDO: ¿Hay igual tormento? Que he de morirme es notorio. CORBATO: Purgad vuestro mal gobierno y pasaréis al infierno desde aqueste purgatorio. GALLARDO: Eso es fuera de razón; al que al purgatorio pasa el infierno no le abrasa. NISO: ¿Pues eso no es de pasión, que pasaporte os darán? ARDENIO: ¡Vaya de purga! GALLARDO: ¿No sabes que purgarse sin jarabes es mal hecho? NISO: En Montalbán os jaropeastes primero. GALLARDO: ¿Con qué? NISO: Con bellaquerías, jarabes todos los días tomabais alcabalero. GALLARDO: ¿Cuál es? NISO: Guindas serenadas con azúcar. GALLARDO: Yo, ¿qué es de ellas? NISO: ¿No son guindas las doncellas agridulces coloradas? ¿No las sacábades vos de noche por el sereno? ¿Decid, cacique moreno, y a la mañana los dos las echábades traviesos? GALLARDO: Si son guindas las que escucho, quien come guindas, no es mucho que arroje después los huesos. NISO: Jaropado estáis, purgar os falta agora. GALLARDO: ¿No sabes que la purga y los jarales siempre se han de confremar? Si doncellas serenadas me jaropan, ¡fuego en ellas! Los jarabes de doncellas piden purga de casadas. CORBATO: Bien rehusáis para vos. NISO: ¿Aún ahí vos las tenéis? Bebedla, si no queréis que el cincho me quite. GALLARDO: ¡Ay, Dios! ¿No hay vinagre o aceituna con que la tome? CORBATO: Esa cara toda es vinagre. GALLARDO: Repara... CORBATO: No hay reparación ninguna. Abra la boca le digo. GALLARDO: ¡Puf! NISO: ¿Pues qué? ¿No huele bien? GALLARDO: Huele a ruibarbo y a sen. NISO: ¡Ea! GALLARDO: ¡Dios vaya conmigo! CORBATO: Agora que esto está hecho venga y verá lo que falta. GALLARDO: El alma en las tripas salta. NISO: Calle, que es de gran provecho. GALLARDO: Señores, hagan su oficio, que si dónde no me dan, de mi cámara serán y estarán a mi servicio. NISO: Allá lo veréis, vení. GALLARDO: Ya la prisa me provoca, la purga tengo en la boca. ARDENIO: No ha de colar por ahí. GALLARDO: Déjenme, pues. MONTANO: ¡Bien, a fe! Aún no sabéis el soceso. GALLARDO: No importa llevarme preso, porque yo me soltaré.
Vanse. Sale MAROTO
MAROTO: Madre mía, esposa mía, yo llevé vueso recado, nadie crédito me ha dado, que juzgan a hipocresía mi buen celo. ¿Qué he de hacer? Pena notable recibo.
Aparécese Nuestra Señora, la VIRGEN
VIRGEN: Maroto. MAROTO: ¿Sobre el olivo os merezco otra vez ver? VIRGEN: Vuelve y dile a don Gastón que, estimando su ventura, venga, y si gozar procura tan celestial ocasión, que aquí me labre una casa y a la Merced se la dé. MAROTO: ¿Cómo si no me dan fe y es mi suerte tan escasa que burlan de mi simpleza? VIRGEN: Llégate, Maroto, acá; agora te creerá.
Vuelve la cabeza atrás y encúbrese
MAROTO: ¡Ay, Dios! ¿Qué es de mi cabeza? ¿Qué es de mi cara? No tiento si cogote y colodrillo, señora, si he de decillo, ¿con qué boca, con qué aliento? Pero a las espaldas tengo la cara que me torció el rostro, y acá le echó. Un hombre hecho revés vengo. Si Estercuel en mí repara, de verme tendrá temor, o creerá que soy traidor, pues llevo detrás la cara. No la puedo revolver, los carcañales me miro, no sin ocasión me admiro, ¿cómo tengo de comer? Adelante la barriga y a las espaldas la boca. ¿Qué es esto? Simpleza loca. ¿Quién de esta suerte os castiga? Mas, pues me manda que acuda la Virgen, así hecho un mostro, y echándome atrás el rostro en hombre al revés me muda, y es mi cuello de tornillo que alrededor se me anda, vo a decir lo que me manda y a hablar por el colodrillo, que con señal semejante me creerán, y de hoy más los pies irán hacia atrás para andar hacia delante.
Vase. Salen don GUILLÉN y doña PETRONILA
PETRONILA: Ya, don Guillén, que vuestra carcelera me hizo don Gastón, porque ha sabido serlo mío el amor y llama fiera que en fuego me abrasó, no agradecido porque os privéis de tanta gente fiera y pueblo que de vos se ve ofendido, y os quiere aquí abrasar de enojo ciego, siendo verdugo un fuego de otro fuego, si palabra me dais de ser mi esposo, puesto que en vos palabras viento sean, de aqueste trance, fiero y peligroso, sacaros quiero, porque todos vean que en mí el amor es noble y generoso, si el vuestro ingrato, y en piedad se emplean mis pensamientos, dando en lo que hoy hago a vuestra ingratitud diverso pago. GUILLÉN: Hermosa Petronila, arrepentido de tantas travesuras como he hecho, jamás han de borrar tiempo ni olvido favores nobles de ese hidalgo pecho; a vuestra voluntad estoy rendido y de amor tan notable satisfecho. Ya preso quede, ya me deis la vida, a vuestro amor desde hoy queda rendida. Si en mí tiene valor el juramento, por la cruz que ennoblece aqueste lado, a quien servir desde hoy humilde intento, si hasta aquí indignamente la he llevado, por el cielo y su hermoso firmamento, por esos ojos, en quien han hallado mis travesuras fin, mi amor reposo, de ser, agradecido, vuestro esposo. PETRONILA: Pues por este portillo, que secreto sale al campo y ninguno le ha sabido, podéis libre salir, y tenga efeto lo que me habéis jurado y prometido. GUILLÉN: Si en Montalbán me veo, yo os prometo de dar orden al punto, agradecido, al desposorio que a mi amor conviene. PETRONILA: Salid, pues; mas ¿qué es esto? Gente viene.
Sale GALLARDO
GALLARDO: Desátame aquestas manos, señor, por amor de Dios. Desatacadme los dos. ¡Lleve el diablo a los villanos! GUILLÉN: ¿Es tiempo éste de locuras? ¿Qué dices? GALLARDO: ¡Ay! GUILLÉN: ¿Qué es esto? GALLARDO: Desatadme presto, presto. GUILLÉN: ¿Qué hay, pues? GALLARDO: ¡Bravas apreturas Hay, que el ruibarbo me hurga las tripas. ¿Quién vio purgado, señor, jamás atacado? GUILLÉN: ¿Qué tienes? GALLARDO: Estoy de purga. Córtame estas agujetas, o sin ser juez--¡vive Dios!-- que me provea en los dos. GUILLÉN: ¿Qué te han hecho? GALLARDO: ¡Si me aprietas será fuerza que me afloje! PETRONILA: Ya sueltas las manos tienes. GUILLÉN: ¿Cómo de esa suerte vienes? GALLARDO: Cuando menos me congoje este mal, te lo diré. Más tienen de dos mil nudos aquestos lazos cornudos, mas, par Dios, que los corté. Aguarda, que luego vuelvo a contarte lo que pasa.
Vase
GUILLÉN: Agora que el sol abrasa en no salir me resuelvo. PETRONILA: De noche será mejor, no te sientan los villanos. GUILLÉN: Yo agradeceré a tus manos mi vida, ser y favor.
Sale GALLARDO
GALLARDO: Ya que aliviado me siento, cumpliendo en este discurso, señor, con el primer curso sin estudiar, va de cuento. Mandó a aquestos villanotes don Gastón que se vengasen en mí, sin que me sacasen sangre; libréme de azotes y toda mutilación; mas hallaron un tormento Mucho aprieta este argumento, voy a darle solución.
Vase
GUILLÉN: Si ha de sentir vuestro hermano que me libréis PETRONILA: Don Guillén: mi hermano me quiere bien, y es tan noble y cortesano, que si los dos nos casamos será extraño su contento.
Sale GALLARDO
GALLARDO: Pero hallaron un tormento, aquí pienso que quedamos, para mi daño y su risa, .................. [ -arme] y fue purgarme, atacarme... ¡Válgate el diablo por prisa!
Vase. Sale don GASTÓN
GASTÓN: A ver hermana del modo que vuestro preso guardáis he venido, y pues estáis con tal cuidado el día todo sin que le perdáis de vista, no por descuido se irá. PETRONILA: Preso, hermano mío, está, sin que se queje o resista. En la obligación que os tiene deseoso de pagar en cosa que os ha de dar gusto, y a mí me conviene. GUILLÉN: Vuestra hermana y mi señora, puesto que es mi carcelera, interceder por mí espera y ser mi procuradora. Y yo, si de este lenguaje usar con ella es razón, con el alma y corazón le pagaré el carcelaje. GASTÓN: Si yo os veo, don Guillén, con el sosiego que es justo, tendré en eso mucho gusto.
Sale MAROTO con la cabeza torcida
MAROTO: Cuantos me escuchan y ven se admiran de la postura de mi cabeza trocada. GASTÓN: ¿Qué es esto? MAROTO: Una cabezada que hoy me ha dado mi ventura. Como todos ponéis duda en mi grosera simpleza y habéis dado de cabeza, mi cabeza, cual veis, muda, la Dama del Olivar, para que tanto portento hoy os sirva de escarmiento y la vengáis a buscar. Asióme con ambas manos, y como es de barro el hombre, porque este caso os asombre y me deis fe más humanos, de una vuelta que me dio, cual si fuera de tornillo, acá me echó el colodrillo y acá la cara me echó. Dice que esto sea señal de que en el olivo hermoso os espera, y que un famoso convento, en fábrica real, la labréis allí en que viva, que su sagrario ha de ser el olivo, donde a ver vaya Aragón esta oliva; que a los padres Redentores se entregue la dicha casa, por ser gente que a Argel pasa y con divinos fervores como olivos frutifican en la casa de su Dios. Patrón habéis de ser vos si este templo la fabrican dejando el blasón aquí eternamente fundado del renombre que ha ganado la sangre de Bardají. GASTÓN: ¡Caso nuevo! PETRONILA: ¡Gran milagro! GASTÓN: ¡Virgen santa! Don Gastón os pide humilde perdón. Yo desde agora os consagro esa casa, que ha de ser honra de mi descendencia. No perdamos tal presencia. Venid don Guillén a ver esta nueva maravilla. Suelto estáis, que no es razón que nadie quede en prisión. si está la reina en mi villa. GUILLÉN: Debidas gracias os doy. GASTÓN: A la Virgen se las dad. GUILLÉN: Pagaré la libertad, Petronila hermosa, hoy con quedar de nuevo preso en el lazo y yugo santo vuestro, si merezco tanto. PETRONILA: Mi ventura estriba en eso.
Sale GALLARDO
GALLARDO: En fin, las manos atadas y la purga en la barriga... GASTÓN: ¿Qué es esto? GALLARDO: Es cierta fatiga de tripas alborotadas. GASTÓN: ¡Gallardo! Descolorido estáis. ¿Habraos maltratado esta gente? GALLARDO: Hanme sacado el alma a traición. GASTÓN: ¿Qué ha sido? GALLARDO: Escarmentar desde hoy más de alcahuetar a ninguno. GASTÓN: Pues ¿qué es? GALLARDO: Un mal importuno, mal de madre por detrás. Poeta, señor, me he vuelto, que en lugar de redondillas a pares las seguidillas echo, y mucho verso suelto. Que me declare, dirás, y así a lo pulido digo que vengo por más castigo con vómitos por detrás. GASTÓN: ¡Buen humor! GALLARDO: El bueno y malo he purgado, ¡vive Dios! GUILLÉN: Sueltos estamos los dos. GALLARDO: Para ti será regalo que, en fin, por tu vida has vuelto; mas yo que con tal pasión, sin cadenas ni prisión, cada momento me suelto. ¿Qué he de hacer? Pero ¿qué es esto? ¿Quién la cara os puso ansí? MAROTO: Vamos, señores, de aquí; así el cielo me la ha puesto. GALLARDO: En eso nos parecemos los dos, sin ser Galalón, que las caras a traición y la enfermadad tenemos. GASTÓN: Virgen, yo os haré una casa en que os sirva la Merced. ¡Vos a todos nos la haced! GUILLÉN: Desde hoy vuestro amor me abrasa, doña Petronila hermosa, y dejando travesuras he de fundar mis venturas en teneros por esposa. GALLARDO: Yo me holgara si tuviera la cara atrás como vos, que de esta suerte, par Dios, que lo que purgara viera.
Vanse. Salen los VILLANOS
NISO: ¿Mi Laurencia bandolera después de estar deshonrada? ¿Y no ha de ser castigada la torpeza infame y fiera de quien ha sido ocasión de tanto mal? ¿Esto es bien? Si no mata a don Guillén y me venga don Gastón tendré causa contra él justa. ARDENIO: Don Gastón de Bardají es noble y cuerdo, y así, pues de traiciones no gusta, cumplirá con vuestra queja como, en fin, nuestro señor. NISO: No hay satisfación de honor si vivo a don Guillén deja; pero, esperad, ¿qué tropel de gente es ésta que aquí sale? ¿No es don Gastón? CORBATO: Sí, y casi todo Estercuel le acompaña. NISO: ¿A qué vendrán? MONTANO: Quizá viene a dar castigo al crüel. CORBATO: También lo digo. ARDENIO: Si el señor de Montalbán muere, yo quedo contento. NISO: Y yo haré que mi Laurencia, alegre a nuesa presencia, trueque en gozo mi tormento.
Salen todos los que pudieren
MAROTO: Éste es el olivo santo donde vi la vez primera y la segunda a la Virgen que me torció la cabeza. Aquí la habemos de hallar. GASTÓN: Hinquemos todos en tierra las venturosas rodillas, y con oraciones tiernas la Salve todos digamos, porque obligada con ella nuestra ventura asegure mostrándonos su presencia. PETRONILA: Yo, pues, comienzo la Salve. Aurora del Sol divino que a alumbrar el mundo vino con sus rayos, Dios te salve. GASTÓN: Hija del eterno padre, reina de inmenso poder, en ti mereció tener nuestra dicha, reina y madre. GUILLÉN: A Dios pusiste en concordia con el hombre rebelado, porque en ti la espera ha hallado, Virgen de misericordia. MAROTO: Tú quitaste el amargura de la fruta triste de Eva, porque en tu amor goza y prueba el alma, vida y dulzura. PETRONILA: Aunque nuestra culpa muestra el castigo que temblamos, seguros contigo estamos, que eres esperanza nuestra. GASTÓN: Por patrona te nombramos; sin tu favor no podemos vivir; por luz te tenemos, madre nuestra, a ti clamamos. GUILLÉN: Pues de los cielos airados eres la llave maestra, haz como en la patria nuestra te gocen los desterrados. MAROTO: Y, pues eres madre nueva, de nuestra gracia y perdón hijos tuyos sólo son los que fueron hijos de Eva. Sin ti huérfanos estamos, y como el niño suspira cuando a su madre no mira, Señora, a ti suspiramos. GASTÓN: Si lágrimas derramando gana el cielo el que es más fuerte, tus hijos que están advierte, Madre, gimiendo y llorando. GUILLÉN: Sin ti, que de nuestro espanto eres remedio, ¿qué haremos los que afligidos nos vemos en este valle de llanto? MAROTO: Si nuestro consuelo muestra tu presencia, Virgen bella, muéstranos tu luz en ella, ea, pues, abogada nuestra. PETRONILA: Alivia nuestros enojos; si en tus ojos la paz vive, que nuestra vida recibe, muéstranos esos tus ojos. GASTÓN: Que si fueron rigurosos los de la ira de Dios, esos tus luceros dos serán misericordiosos. Alegrando nuestro luto tú que eres árbol de vida, nos darás con paz cumplida a Jesús, bendito fruto. MAROTO: Porque cuando nos encuentre el enemigo crüel, tendremos remedio en él por ser fruto de tu vientre. PETRONILA: ¡Oh palma, oh ciprés, oh rosa! Alegra nuestra esperanza, Luna llena sin mudanza, ¡oh clemente! ¡oh piadosa! GASTÓN: ¡Oh aurora de nuestro dia! ¡Oh arca del testamento! ¡Oh estrella del firmamento! ¡Oh dulce Virgen María! GUILLÉN: Con tus favores benignos y gracia, ruega por nos, sagrada Madre de Dios, para que seamos dignos. MAROTO: En el mar que el mundo ha visto, donde la culpa se embarca, pues de Noé eres arca de las promesas de Cristo.
Aparécese la VIRGEN, Nuestra Señora
VIRGEN: Hijos, el amor que siempre he tenido a vuestra tierra, pues en vida a Zaragoza ilustré con mi presencia, me obliga a que mi retrato os deje, en quien todos tengan refugio en sus afliciones y socorro en sus miserias. Labradme en este olivar un monasterio e iglesia que mis hijos Redentores dichosamente posean, y haciendo el altar mayor en esta parte, por prueba de que soy paloma pura que el ramo de oliva lleva, en este olivo tendré mi sagrario, sin que vean que sus hojas saludables eternamente estén secas. Sanarán enfermos tristes de enfermedades diversas con las hojas de este olivo poniendo mi gracia en ellas. Y el pastor que descubrió esta maravilla inmensa
Vuélvesele la cara adelante
y ya por mi favor tiene en su lugar la cabeza, sirviéndome en esta casa, trocará campos y ovejas por la oveja que dio al hombre el Agnus que Juan enseña. Hónrate de aquí adelante a los patrones que heredan esta villa y devoción con hazañas y nobleza. Hijos, mi imagen os dejo. Reverenciándome en ella, La Dama del Olivar ilustra la patria vuestra.
Encúbrese
GASTÓN: ¡Oh, hermosura del Carmelo! PETRONILA: ¡Oh, luz de nuestras tinieblas! GUILLÉN: ¡Oh, salud de nuestros males! MAROTO: ¡Oh, en fin, paz de nuestra guerra! GASTÓN: Yo emplearé en vuestro servicio aquí mi vida y hacienda, que buen mayorazgo en vos a mi sucesión le queda. MAROTO: ¡No sé cómo ya no tengo, señor, la cabeza tuerta! Desde hoy pastor de la Virgen he de ser, y mi esposa ella.
Sale LAURENCIA
LAURENCIA: ¿Qué luz es la que ha alumbrado mi alma, que loca y ciega en desatinos vivió? GASTÓN: ¿Qué es aquesto? NISO: Mi Laurencia. LAURENCIA: Una voz de este olivar, entre estas ocultas sierras donde el agravio, me hizo, de don Guillén, bandolera, me llamó, y viniendo aquí con la virginal presencia de esta señora divina, mis vicios dan hoy la vuelta. Yo os consagro, insigne imagen mi vida, y desde hoy ordena, si en pecados la imité en virtud ser Magdalena. GALLARDO: Yo vengo tan bien purgado, que ningún mal humor queda en mi cuerpo ni en mi alma. Gallardo, Virgen inmensa, será vuestro motilón; y si me dan la despensa, seré un santo despensero, si es posible que esto sea. GASTÓN: Partamos a Zaragoza, y al general que gobierna la Orden de la Merced, Pedro Nolasco, que es piedra divina de este edificio, convidaremos que venga a tomar la posesión de esta Virgen pura y bella; y labrándose al momento fábrica que permanezca en honra de nuestra sangre la piedad aragonesa tendrá un santuario más. GUILLÉN: Y yo, Petronila bella, siendo esposo vuestro, doy al cielo firmes promesas de enmendar mis travesuras. GASTÓN: La imagen divina es ésta y Dama del Olivar. Perdonad las faltas nuestras.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 22 Jun 2002