JORNADA TERCERA


 
Sale RACIMO con un papel
RACIMO: ¡Cielos, que tenga yo un amo de tan extraño caletre, que siendo único Señor de Tebas, adonde tiene tabernas y bodegones adonde a sus anchos puede comer a qué quieres boca, beber a tente bonete, a Creta se haya venido a campar de pretendiente, y con el vino y amor ande obligando a que piensen, viéndole Baco y amante, que asomado está dos veces! Y ahora, porque Lidoro le ha causado celos, quiere que este maldito papel de desafío le lleve al dicho príncipe yo; pero mi miedo, que tiene su poco de zahorí, sin haber nacido en viernes, temiendo que el tal Lidoro quiera, por el porte, hacerme merced de ensayar conmigo la pendencia, me parece que es mejor buscar algún paje que el papel le lleve, y antes que él me dé los tajos, darle yo con los reveses.
Sale ATÚN
ATÚN: A darle un recado a Fedra vengo, y temo que me encuentre alguno; pero no importa, pues conocerme no puede alguno, porque en palacio es la cosa mas corriente que se están viendo las caras y no pueden conocerse. Y si acaso me preguntan, fácil será responderles que soy uno de los que son entrantes y salientes, sin que sepan ellos mismos por qué van ni por qué vienen; a los cuales, un autor de chistes y de sainetes, no halló más definición, que llamarles mequetrefes. RACIMO: Hacia acá viene un lacayo. ¡Oh, quiera el cielo que acierte a urdir bien esta tramoya! ¿Oye, hidalgo? ATÚN: ¿Qué me quiere? RACIMO: ¿Quién es? ATÚN: Mequetrefe soy. RACIMO: ¿Y a quién sirve? ATÚN: A Mequetrefe. RACIMO: ¿Quién es Mequetrefe? ATÚN: Yo. RACIMO: Miente. ATÚN: No miento. RACIMO: Sí miente. ATÚN: ¿Qué haces, hombre? Mira que ofendes a mucha gente; porque es muy largo el linaje de los Meques y los Trefes. RACIMO: Yo sé que sirve a Lidoro. (Así le obligo a que lleve Aparte el papel.) ATÚN: Así es verdad, que le sirvo; no se altere. (¿Qué mal puede estarme Aparte a mí que aquéste me Lidoree?) RACIMO: En fin, ¿le sirve a Lidoro? ATÚN: Como cuatro y tres son siete. RACIMO: Pues llévele este papel; que yo sé que por él lleve unas famosas albricias. ATÚN: ¿Albricias? Pues que me tuesten, si éste no es de alguna infanta. RACIMO: (Inclinación de alcahuete Aparte tiene.) Claro está, y no menos que de Fedra. (Así, al pobrete Aparte le obligo a la diligencia.) Adiós.
Vase RACIMO
ATÚN: Adiós. Lindamente me ha sucedido este caso; mas ¿qué fuera que me diese cualque cadena o diamante, por el porte del billete? Que a los príncipes de Epiro, alguno quitar no puede que, al uso de los de España, ensortijen y encadenen. Voy a buscar a Lidoro.
Sale TESEO
TESEO: Atún, ¿ qué papel es ése? ¿Viste a Fedra? ¿Es suyo acaso? ATÚN: (Es del diablo, que me lleve, Aparte pues tan desgraciado soy. Mas, puesto que ya no tiene remedio, diré que sí, y que escrito para él viene. TESEO: ¿De qué te turbas, Atún? ATÚN: Estoy pensando si tienes alguna joya que darme de albricias, que las merece el papel. TESEO: Dame. La nema está tan fresca, que puede abrirse el billete, sin que llegue el papel a ofenderse.
Lee
"Príncipe, descubiertos ya los engaños, con que sirviendo a las dos Infantas me ofendéis, con la una en el gusto y con la otra en el pundonor, no me queda a qué apelar, sino a la venganza. En el parque os espero. Baco." ¿Qué es esto que escucho? ¿Pues así, infame, tú te atreves a burlarme?
Dale
ATÚN: ¡Ay de mis cascos! Espera, Señor, advierte que soy Atún y no pulpo, que con golpes se enternece. ¿Aquéstas son las albricias? TESEO: Las que tu traición merece son, villano. Pero, ¿cómo mi cólera se detiene, que no voy a castigar al que atrevido me ofende?
Vase TESEO
ATÚN: Allá vas, y nunca tornes. ¿A quién, cielos, le sucede buscar vueltas de cadena y encontrarlas de puñetes? Pues sin duda alguna, Fedra expresaba claramente, en él, de Lidoro el nombre, y con favores corteses le trataba; por lo cual mi amo, vuelto una sierpe, quiere que le pague yo lo que Lidoro le debe. Pero el papel está aqui, que al querer darme impaciente, se le debió de caer. ¡Oh quién ahora supiese leer, para saber todas las locuras que contiene! Pero pues él a Lidoro se escribió, y está de suerte que puede otra vez cerrarse sin que llegue a conocerse, ¡vive Dios! que he de llevarlo a Lidoro, que no siempre tengo de ser desgraciado; que bien puede sucederme que, pues del pan y del palo todos participar suelen, y aquí encontré con el palo, allá con el pan encuentre.
Vase ATÚN. Salen BACO y el rey MINOS
BACO: ¿Qué es, Señor, lo que mandáis? MINOS: Conozco vuestra prudencia, y un cuidado fiaros quiero. BACO: (¡Cielos, que ahora me venga Aparte el Rey a estorbar que vaya donde Lidoro me espera!) ¿Qué manda Tu Majestad? Pues sabe que es la respuesta de la voz de su precepto, el eco de mi obediencia. (¡Quién pudiera despedirse!) Aparte MINOS: Sabed, Príncipe, que apenas tuve el gusto de pensar que quedaba satisfecha, en la muerte de Teseo, con mi venganza, mi ofensa, cuando un confidente mío que tengo dentro de Atenas, me avisa que así que supo de su príncipe la nueva, se alteró el reino, de modo que no hubo persona exenta que no se alistase, haciendo homenajes y promesas de no volver a la patria sin dejar antes a Creta, o convertida en cenizas o reducida a pavesas. Y en fin, que embarcados todos en una armada tan gruesa que quedando el mar poblado, queda desierta la tierra, navegan ya; pero yo prevenirme, de manera que la prevención, cordura y no recelo parezca, quisiera, porque los míos, viéndome temer, no entiendan que ya empieza a ser vencido quien a recelarse empieza. Mas venid, veréis las cartas, para que mejor con ellas confiramos lo que hacerse debe, que aquestas materias se han de resolver despacio, y ejecutarse de priesa. BACO: Vamos. (¿Qué dirá Lidoro Aparte de mi tardanza? Mas fuerza es seguir al Rey ahora; pues aunque quede mal puesta mi opinión, sabrá después volver mi valor por ella.)
Vanse el rey MINOS y BACO. Sale TESEO
TESEO: Cansado estoy de esperar a que venga mi enemigo, que de esperar me fatigo aun más que de pelear. ¡Válgame Dios! ¿Quién diría a Baco cuanto pasó; que Arïadna me libró y que Fedra me quería? Pues... Pero acá un caballero, si no me engaño, llegar veo; justo es aguardar, por si no fuere el que espero.
Sale LIDORO con un papel
LIDORO: Agora, de recibir acabo aqueste papel, y a dar la respuesta de él quiere mi valor salir. Porque sin duda, pretende Baco mi juicio trocar, pues me llega a mí a acusar de lo mismo en que él me ofende; porque cuando él inconstante, con Fedra ofende mi amor, me acusa de que, traidor, de Arïadna soy amante. Sin duda, su engaño piensa, fingiendo que le compito, hacer común el delito por hacer menor la ofensa. Mas pues yo no se la hice, y él a mí sí, morirá por la causa que me da, y no por la que me dice. Pero mi vista previene hacia allí un bulto. TESEO: ¿Quién va? LIDORO: Sin duda es Baco el que está. TESEO: Sin duda es Baco el que viene. LIDORO: Príncipe. TESEO: ¡Acabad, por Dios, de llegar! Reñir podéis, que en ver que quien soy sabéis, conozco yo quien sois vos.
Riñen los dos
LIDORO: ¡Qué valor! TESEO: ¡Destreza rara! LIDORO: Valiente sois. TESEO: Tengo honor. LIDORO: A no tener mi valor, pienso que el vuestro envidiara. TESEO: No tenéis que envidiar, cierto; que un Hércules en vos veo. LIDORO: Cumplir con quien soy deseo. Mas, ¡ay de mí!, que me has muerto.
Cae
TESEO: ¡Cielos, mi peligro es fuerte si hallan que fui su homicida, pues sobre deber mi vida, he cometido otra muerte! pienso que el mejor modo de enmendarlo, es apartarme; pues con sólo retirarme queda remediado todo.
Vase TESEO. Sale BACO
BACO: ¡Qué cansado ha estado el Rey! No sé cómo lo he sufrido; porque, como eran tan otros sus cuidados de los míos por más que me consultaba sus políticos designios, no pasaban sus razones de aquel exterior rüido que no pasa a la atención aunque llega a los oídos. ¿Pero qué quietud es ésta? A nadie en el Parque miro. ¿Qué fuera que de cansado de esperarme, se haya ido Lidoro? Pero ¿qué es esto? A los rayos mal distintos de la luna, miro un hombre que en mortales paroxismos, da entre las muestras de muerto, escasas señas de vivo. ¿Quién será? ¡Válgame el Cielo!
Dentro, una voz
VOZ: Hacia el Parque fue el rüido.
Salen TEBANDRO y GUARDAS
TEBANDRO: Hacia aquí dicen las voces; y no mal, cuando distingo un hombre embozado, y otro a sus pies, muerto o herido. Llegad a reconocerlos. TODOS: Daos a prisión. BACO: Mal reprimo la cólera.
Descúbrese
Ved, Tebandro, que soy yo, y que a aqueste sitio llegué apenas, cuando en él vi lo que vos habéis visto. TEBANDRO: Que vos lo digáis, Señor, me basta; pero es preciso reconocerlo. BACO: Llegad. TEBANDRO: ¿Qué es esto, cielos divinos? ¿Qué es lo que miran mis ojos? ¿No es el príncipe de Epiro Lidoro, el que casi ya en los últimos suspiros, está haciendo de su sangre infelices desperdicios? BACO: Cielos, ¿cómo pudo ser? TEBANDRO: Señor, pues cuando vos mismo habéis sido el agresor, ¿os admiráis? BACO: Pues me admiro, claro está que no fui yo; que mal pudiera mi brío querer, con negar la culpa, hacer bajeza el delito. TEBANDRO: Ved, Príncipe, que en palacio estaban ya muy sabidos los disgustos de los dos, por causas que no averiguo. Y a un hombre como Lidoro, ¿quién hubiera que, atrevido, osara darle la muerte, sino vos?
Llega uno de los guardas con el papel
GUARDA: Allí caído estaba aqueste papel, que es factible que haya sido de Lidoro, y que por él saques algo. TEBANDRO: Bien has dicho. Quiero ver lo que contiene. Llega la luz. GUARDA: Ya te sirvo.
Lee
"Príncipe, descubiertos ya los engaños, con que sirviendo a las dos Infantas me ofendéis, con la una en el gusto y con la otra en el pundonor, no me queda a qué apelar, sino a la venganza. En el parque os espero. Baco." TEBANDRO: Veis, Príncipe, cómo para sustanciar este delito, ya sobran las evidencias si faltaban los indicios. Mas, supuesto que no soy aquí yo más que un ministro, que en vos no puedo tener jurisdicción ni dominio, sólo me toca dar cuenta al Rey de lo sucedido, y si por vos me pregunta, decirle que no os he visto; aun bien, que vos no sois hombre que puede estar escondido. Vosotros ese cadáver llevad.
Vanse y queda BACO
BACO: ¿Habrá sucedido a alguno tal confusión, como hallarse de improviso, sin haber tenido culpa, convencido de un delito? El papel que yo a Lidoro escribí del desafío, es el que más me condena. ¿Quién creerá, cielos divinos, que la culpa no es verdad y que es verdad el indicio? ¿Hase visto igual aprieto como estar a un tiempo mismo, por una parte inocente, por otra parte convicto del delito que no tengo? Decir que yo vengativo le di la muerte, demás de dar fuerzas al peligro, es mentira y es bajeza; y es de mi valor indigno, que una bajeza cometa por complacer un delirio. Si digo que no, el papel es tan terrible testigo, que aunque yo escribirlo pude, nunca podré desmentirlo. Demás de que no he de haceme tanto desaire yo mismo, como decir la verdad donde no he de ser creído. Pues ya que no tengo medio, ni puede hallar el jüicio, ni pruebas para negarlo ni razón para decirlo, irme de Creta es mejor, puesto que tengo navíos en que poder embarcarme, antes que corra peligro en reino extraño mi vida, o sabiendo los de Epiro de su Príncipe la muerte, hallando desprevenidos a mis estados, en ellos se venguen. Adiós, hechizo de Creta, que en este Alcázar no hay un solo Laberinto.
Vase. Salen ARIADNA y ATÚN
ATÚN: Lo que te digo ha pasado, Señora, y tengo por cierto, que Lidoro queda muerto y el palacio alborotado. ARIADNA: ¿Y es Teseo quien le ha dado la muerte? ATÚN: No hay que dudar, porque yo al verle bajar al parque, armado y crüel, bajé escondido tras él y se lo vide matar. Demás, que él ahora ha entrado mostrando indicios no escasos con apresurados pasos y con aliento turbado, el acero ensangrentado, el rostro pálido y fiero, el labio mudo, parlero, el color tal, que pensara cualquiera, que de la cara se fue la sangre al acero; que de esta manera ahora allá dentro lo dejé. ARIADNA: ¿Y sabes tú, por qué fue la pendencia? ATÚN: No, Señora. ARIADNA: ¡Ay de aquélla que le adora, y una vida que advertida guardó, ve casi perdida! Pues si le prenden, no queda hilo ya con que se pueda restaurar el de su vida. Temo le prendan; porqué entonces el duro filo cortará a su vida el hilo que yo con otro anudé; y porque mi industria fue Laquesis, en mal tan fuerte, ¿qué razón hay, si se advierte, que al mirarla combatida, la Laquesis de su vida sea Atropos de su muerte? Cuánto es mejor el crüel lance huir, pues con huír, a él lo libro de morir, y a mí de morir con él; de manera, que fiel a los dos soy este día, pues de su nobleza fía mi amor, que me restituya, viendo que libro la suya, en él la suya y la mía. Parte, Atún, y dí a Teseo que venga a verme al momento. ATÚN: Será con mi movimiento un tullido tu deseo; pues sólo tu ingenio, creo, que nos podrá dar favor, sacando de tu labor vida que darnos, y agudo darla en un dedal, quien pudo darla en un devanador. Pero si acaso ha salido mi amo fuera, ¿qué haré? ARIADNA: Díle que no entre, porqué puede de lo sucedido resultar algún rüido, y en todo caso será bien que esté fuera; pues ya no es segura la prisión, que yo estaré en el balcón, que al parque cae. ATÚN: Bien está.
Vase ATÚN
ARIADNA: Amo a Teseo, y temo de manera su muerte, que me fuera más ligero tormento si, muriendo yo primero, los riesgos de su vida no temiera. Mil veces mi temor lo considera blandido sobre el cuello el duro acero, y tantas veces yo del susto muero cuantas presumo que él morir pudiera. Y no es el mayor daño, si se advierte, estar de tantos riesgos combatida, que otro mal tengo que temer más fuerte; que es pensar que con alma fementida, en algún tiempo puede darme muerte, a quien yo tantas veces doy la vida.
Vase ARIADNA. Salen TESEO y FEDRA
FEDRA: ¿Qué dices? ¿La muerte a Baco le diste tú? TESEO: Sí, Señora, que lo que atestigua el brazo, mal lo negará la boca. Recibí un billete suyo, en que su pasión celosa brevemente se explicaba, por querer presuntüosa remitir la explicación de su cólera a las obras; bien, que expresaba que yo, por gusto o por vanagloria, a las dos os sirvo, y que le ofendo en entrambas cosas; en la opinión con la una, y en el gusto con la otra. El cómo llegar pudiese él a saber nuestra historia, no me toca averiguarlo, aunque sentirlo me toca. Salí, en fin, al desafío, fue mi espada más dichosa, di la muerte; ya lo sabes todo. Pues escucha ahora a lo que vengo. Bien sabes, adorada Fedra hermosa, que desde el primer instante que te vi, te entregué toda el alma, tan sin reservas, que aun mis ansias amorosas no fueron mías, ni pude merecer en las congojas; porque a ninguno le pueden dar mérito ajenas obras, y siendo tuyas las mías pareciera acción impropia si quisiera mi cariño que te obligaras de cosa que era tuya; de manera, que incapaz la vanagloria quedó de poder servirte, pues reducida a una sola acción, la mayor fineza fue no poder hacer otra. También sabes que Arïadna, o por noble o por piadosa, hizo empeño de librarme con finezas tan heroicas, con industrias tan agudas y acciones tan generosas, que a hallarme con alma, fuera darle el alma paga corta; pues cuando tan soberanas son las prendas que la adornan, obró tan fina conmigo como si no fuera hermosa; pues bien sabes que en los duelos, que allá disputáis vosotras, ofende a su punto quien con finezas enamora. Y aun juzgo que ésta es la causa porque de ingratas blasonan todas las hermosas, dando a entender presuntüosas, que a quien la beldad no falta, todo lo demás le sobra. Y siendo... Pero, ¿qué es esto, que parece que te enojas porque alabo su hermosura? La desatención perdona, y no tengas por delito, cuando el alma le es deudora, que pues no puede en afectos, en aprecios corresponda; que muy bien puede un amante que en esta duda zozobra, ser fino con la que quiere, sin ser grosero con otra. Y si todo esto no basta, baste el ver que vengo agora a rogarte que, supuesto que ya la traza ingeniosa que conservaba mi vida se acabó, pues tú no ignoras que quien se lo dijo a Baco se lo dirá a otras personas, y añadiéndose a este riesgo el que es muy factible cosa que sepan que fui yo quien le maté, con que se dobla el riesgo; pues quien le dio a él de mis acciones todas cuenta, no es mucho que de él supiese que con celosa resolución me retó, y de aquí infiera con poca dificultad el suceso, sin quedar a mis congojas, ni consuelo que las temple ni asilo que las socorra. Y no pienses que es el riesgo de mi vida quien me asombra, pues me llamara feliz a peligrar ella sola; pero bien ves que Arïadna y tú, en las inquietas olas zozobráis de los peligros de la vida y de la honra; y por evitar tan grande riesgo, discurro, Señora, que sólo puede la fuga libertar nuestras personas. Si es verdad, hermosa Fedra, el amor de que blasonas, si no te ofenden mis ruegos, si te mueven mis congojas, vamos a Atenas, que allá puestos, no es dificultosa empresa alcanzar perdón de tu padre, que aunque agora se muestra tan enemigo, si una vez las armas toma mi valor, yo sé que es fácil conseguirlo; porque hay cosas que se niegan en la paz y que en la guerra se otorgan. Pues yéndote tú conmigo, pensarán que tú, amorosa, me diste la libertad, y con eso de la sombra de la sospecha Arïadna queda libre, y la corona ceñirá a solas de Creta, y tú, de Atenas Señora serás, y del alma, que es posesión más generosa. ¿Qué dices? FEDRA: Digo, Teseo, que mi vergüenza deudora te queda de la atención; pues cuando son tan notorias las razones que me obligan a que la fuga disponga, y que casi me forzaran a decírtelo animosa, con de irlo tú me excusas el que yo te lo proponga; porque no sé qué se tiene el disponer amorosas resoluciones, que suena siempre mejor en la boca del galán que de la dama, pues para ostentar heroica de amante, conceder basta, porque proponer es cosa en que se aja la hermosura o el respeto se abandona. Y la que a su amante ruega, aunque sepa que él la adora, sí no queda desairada no quedará muy airosa; que el decoro de las damas tiene tantas ceremonias, que para cumplir con ellas sin agraviarse a sí propia, ha menester una dama, aun cuando amante se nombra, dar a entender que se vence, mas no mostrar que se postra. Esto supuesto, dispón de mi vida y mi persona, que a quien dice que te quiere, todo lo demás le sobra. TESEO: Dulce imán de mis sentidos, deja que a tus plantas ponga mis labios. FEDRA: Alza del suelo que no es razón, cuando gozas todo el dominio del alma, que así estés. TESEO: Si generosa doblas los favores tú, ¿por qué te admira si dobla la recompensa mi amor? Adiós, mi bien, que ya es hora de disponerme. FEDRA: Ven luego que alguna nave dispongas, en que nos podamos ir, supuesto que hay tanta copia en el puerto siempre de ellas, y no dudo que entre todas, haya alguna de tu reino, la cual podrás con mis joyas fletar; pues con el disfraz no es fácil que te conozcan. TESEO: Pues yo voy. FEDRA: Y cuando vuelvas no entres, que yo cuidadosa te esperaré en esa puerta del parque, que así se logra mejor el no ser sentido. TESEO: Pues adiós, mi prenda hermosa; y pues eres deidad, manda que se anticipen las horas que voy a estar sin tu vista. FEDRA: Diligencia fuera ociosa, a poder ser, pues sin ti, aunque a un solo instante todas se redujesen, sería eternidad de congojas.
Vanse TESEO y FEDRA. Sale BACO embozado
BACO: ¡Que cuando de un delito convencido me miro, sin haberío cometido, y cuando en la desdicha de Lidoro la muerte sé y el agresor ignoro que en el parque matándolo primero, impidió la venganza de mi acero, y cuando por librarme del riesgo, deterrnino el ausentarme de Creta, a cuyo efecto prevenida dejo una nave en que salvar mi vida, pueda tanto el amor de aquesta ingrata que con desdenes y belleza mata, que cuando a más no verla me resuelvo segunda vez a su palacio vuelvo, a despedirme de sus duras rejas, que quizá más piadosas a mis quejas, sus hierros dar podrán, enternecidos, a yerros de mi amor gratos oídos!
Sale ARIADNA abriendo un balcón
ARIADNA: Mientras más tarda Teseo, más en mí crece la angustia; que si esperar sólo, mata, ¿qué hará quien espera y duda? Mas si la vista no miente o me engaña la confusa sombra, hacia acá viene un hombre, BACO: Hacia allí han abierto una ventana, llegarme quiero. ARIADNA: Pues se llega, él es sin duda. ¿Sois vos, Señor? BACO: (Fingir quiero Aparte que soy por el que preguntan.) Yo soy. ARIADNA: ¿Pues cómo tan tarde venís, Señor, cuando turban tantos temores mi pecho, después que supe la injusta muerte que a Lidoro disteis? BACO: (¡Cielos! ¿Qué es esto que escuchan Aparte mis oídos? La que habla me conoce, pues pronuncia esto. ¿Quién será? ARIADNA: Y aunqué no sé la causa, quién duda que por el amor de Fedra mi hermana, cuya hermosura, en agravio de mi amor, solicitáis, y en injuria de mi fe. BACO: (Viven los cielos, Aparte que es Ariadna, y me acusa de falso, porque quizá supo aquella necia industria de solicitar a Fedra. Mas ¿cómo cuando sañuda, por la muerte de su amante Lidoro, mi amor la juzga, sin lamentar su desdicha, celosamente me culpa?) ARIADNA: Mas supuesto que no es tiempo de celosas conjeturas, sino sólo del remedio de los riesgos que me asustan --pues veis que muerto Lidoro, ninguna industria asegura vuestra vida ni mi honor, que ondas de riesgos fluctúa-- hurtémonos a este riesgo, huyamos aquesta furia, y lo que el valor no puede salvar, sálvelo la fuga. Naves hay siempre en el puerto; prevenid, Príncipe, alguna, en que nos podamos ir. BACO: (Cielos, ¿tan grande ventura Aparte es posible que yo tenga? ¿Ariadna, que tan dura fue, se muestra tan amante que a seguirme se aventura? ¿Pues yo de su misma boca no escuché que amaba--¡Oh, nunca me acordara!--a mi enemigo? ¿Pues cómo agora asegura, que me tiene amor a mí? ¿Mas qué es lo que dificulta mi dolor? ¿A los principios no me trató con blandura, y aun dio indicios de quererme? ¿Pues no puede ser que alguna ocasión la motivase a lo que vi; pues hay muchas, que en el crisol de los celos, el oro de amor apuran? Y en fin, aunque esto no sea, ¿qué indicio quedó de culpa que darle, a quien a seguirme se resuelve? Y aunque turba mi corazón el pensar que lo quiso, es conjetura necia; pues aunque así sea, galanterías tan justas desazonan, mas no ofenden, lastiman, mas no deslustran. Yo me resuelvo a llevar todo el cielo en su hermosura; pues que ya muerto Lidoro, ningún recelo me asusta.) ARIADNA: ¿Qué piensas, que no respondes? BACO: Señora, en el puerto hay surtas naves--la que yo previne servirá--la coyuntura logremos, que prevenirla no es menester, que antes muchas quieren ya hacerse a la vela; y si tú ahora aventuras el poder salir, después se puede ofrecer alguna dificultad. ARIADNA: Pues espera, que ya bajo. ¡Noche oscura, ampara mi amor, pues siempre empeños de amor ayudas!
Vase ARIADNA y BACO se llega a la puerta por donde sale FEDRA
FEDRA: ¡Válgame Dios, qué resuelto y valiente es el Amor, pues a una mujer obliga a tan temeraria acción, como que deje a su patria y que abandone su honor por seguir a un hombre! Pero ya imagino que llegó Teseo, pues hacia acá se llega un hombre. ¿Sois vos, Señor? BACO: Pues quién puede ser sino aquel que girasol tan fino es de vuestros rayos, que aun cuando su resplandor con las sombras se disfraza, conoce en la noche al sol. FEDRA: Pues vamos, antes que sepa mi padre que fuisteis vos el autor del homicidio. BACO: Seguidme, pues.
Vanse apartando y sale TESEO, llegándose a la puerta
TESEO: Ya quedó en el puerto prevenida la nave, porque el Amor es agente tan activo que no sufre dilación. En esta puerta me dijo Fedra que esperaba; yo quiero llegar.
Sale ARIADNA por la misma puerta que salió FEDRÁ
ARIADNA: ¡Qué turbados pasos da mi confusión! ¡Qué mucho, si va en mi culpa tropezando mi temor! Pero acá se acerca un bulto, si no me engaña el horror de la noche; hablarle quiero. ¡Mas, ay, que la turbación me ha dejado el sobresalto, y se ha llevado la voz! TESEO: (¡Vive Dios, que está esperando Aparte a la puerta! ¿Qué valor al suyo iguala?) Señora. ARIADNA: ¿Quién es? ¡Ay de mí! TESEO: Yo soy el que soy porque soy vuestro, porque mi ser, de mi amor depende, y a no ser vuestro, pienso que no fuera yo. ARIADNA: Pues vamos, porque he sentido en el palacio rumor, y dudo qué pueda ser. TESEO: Vamos.
Sale ATÚN
ATÚN: La respiración me falta ya de cansado de buscar a mi señor, aqueste príncipe duende, que cuando lo buscan no parece, y cuando se enfadan se aparece cual visión. Avisaré del suceso a Arïadna, que al balcón puesta está al sereno; pienso que por templar el calor que él le causa. Pero allí va un hombre; no, sino dos, y muy cabales por cierto, pues por ir con perfección, cada uno de su costilla lleva la transformación. BACO: Hacia nosotros dos bultos vienen, señora; mejor es retirarnos aquí mientras pasan. FEDRA: Sin mí voy.
Lléganse a un lado BACO y FÉDRA, y pasan por delante de ellos ARIADNA y TESEO, y llégase ATÚN a TESEO
ARIADNA: Camina aprisa, Teseo. ATÚN: (Teseo dijo esta voz. Aparte ¿Mas si éste fuese mi amo, que llegando antes que yo haya sacado a la infanta? Que como la descarnó ya de su padre, no es mucho que sirva de sacador. Quiero llegarme con tiento.) ¿Oyes? ¿Eres tú, Señor? TESEO: Éste es Atún. ¿Qué me quieres? ATÚN: Di si eres tú, que el temor, hasta ver si tú eres tú, no dirá si yo soy yo. TESEO: Teseo soy. ¿Quieres más? FEDRA: (Teseo dijo. ¿Pues no Aparte es Teseo quien me lleva? ATÚN: Pues díme Señor, por Dios, dónde has estado esta noche, que Arïadna me envió a buscarte, y no te hallé. BACO: (¿Quién a Arïadna nombró?) Aparte TESEO: A solicitar si había alguna navegación a Atenas, al puerto fui; porque deje mi valor a Creta en tinieblas, pues en Fedra le llevo el sol. ATÚN: ¿Luego es Fedra y no Arïadna la que llevas? ARIADNA: (¡Ah, traidor! Aparte ¿Así te equivocas? Bien se ve que en el corazón tiene a Fedra, pues a mí me dice Fedra. ¡Ah, rigor! ¡Qué presto empiezo a pagar mi ciega resolución!) BACO: (Que si es Fedra, y no Arïadna Aparte preguntan. ¡Qué confusión!) FEDRA: (Si es Fedra o es Arïadna Aparte la que llevan, preguntó. ¿Quién será quien esto dice?) ARIADNA: Vamos, antes que el rigor del Rey mi padre nos busque. TESEO: Ven, hermosa Fedra. ARIADNA: Yo Arïadna soy, no Fedra. No segunda vez tu voz mi nombre equivoque ingrato. BACO: (¿Qué es esto, Cielos? Ya no Aparte puedo dejar de saberlo. Tú, Ariadna, mientras voy a reconocer quién pasa espera. TESEO: Válgame Dios, ¿cómo puede aqueso ser? ¿Que no eres Fedra? ARIADNA: No soy, sino Arïadna. BACO: (¿Qué escucho? Aparte ¡Válgame el Cielo!) FEDRA: (Ni yo Aparte Arïadna, sino Fedra, y pues engañada voy con éste, que no sé quién es, y con el mismo error lleva Teseo a mi hermana, déle voces mi dolor.) ¡Teseo, Señor, esposo, mira que aqueste traidor robada te lleva a Fedra! TESEO: Pues, ¿qué espera mi valor? ¡Muere, atrevido, a mis manos! BACO: Muere tú, pues escuchó mi honor, que engañada llevas a Arïadna. ARIADNA: (¡Qué rigor Aparte de mi estrella es éste!) FEDRA: (Pues Aparte aquél es Teseo, yo quiero ponerme a su lado.) ARIADNA: (¡Ay de mí! Con el horror Aparte de la noche, no se cuál es Teseo de los dos.)
Truécanse las damas y sale RACIMO huyendo
RACIMO: ¿Adónde podré esconderme? Que por crïado de Baco corre esta vez el Racimo peligro de ser colgado.
Salen TEBANDRO y SOLDADOS
TEBANDRO: Matadlo si se resiste, que esta orden el Rey ha dado. RACIMO: ¿Quién dice que es resistirse el correr más que de paso? TEBANDRO: Pero ¿qué es esto? En el parque, resueltos y temerarios dos hombres están riñendo. ¿Quién sois vosotros que, osados, os atrevéis de este sitio a quebrantar el sagrado? Daos a prisión. TESEO: Mal conoces mi valor. BACO: Qué mal mis manos conocéis. TEBANDRO: Pues mueran luego. ¿Qué esperáis? TESEO: Si aquí alentado no me resisto, la vida y a Fedra pierdo. BACO: Si osado no me defiendo, a Arïadna pierdo, y la vida.
Riñen
FEDRA: Tirano cielo, acaba, con mi muerte, vida que te ofende tanto. ARIADNA: Si blanco infeliz mi vida es de tus tiros airados, y es el blanco el que te ofende, acaba de herir el blanco. SOLDADO 1: ¿Resistencia a la justicia?
Sale el rey MINOS y acompañamiento
MINOS: ¿Qué es esto? ¿En todo el palacio, sólo se escuchan pendencias; sólo se miran estragos? TEBANDRO: Señor, aquestos dos hombres son, que intentan obstinados resistirse a la justicia. MINOS: Pues prendedlos o matadlos. TEBANDRO: Con estas damas, por quien se estaban acuchillando, según juzgo. MINOS: ¿Por mujeres? Prendedlas. TESEO: Ya es el librarnos imposible; pues nos vemos por todas partes cercados. MINOS: Descubrid esas mujeres. ARIADNA: ¡Cielos, hoy la vida acabo! FEDRA: ¡Adiós, infelice vida!
Descúbrelas TEBANDRO
MINOS: ¿Qué es esto que estoy mirando? ¿Mis hijas? Mas no lo son, pues obran--¡todo me abraso!-- tan bajamente. Pues, ¿cómo... ¡Volcanes del pecho exhalo! ¡Oh, si al pronunciar mi afrenta! ¡Oh, si al decir dolor tanto, lo articularan los ojos y lo ignoraran los labios! Pues, ¿cómo, vuelvo a decir, aleves monstruos, ingratos instrumentos de mi afrenta, imágenes de mi agravio, en tal sitio--¡qué tormento!-- a las dos--¡qué desacato!-- disfrazadas--¡qué indecencia!-- solas con dos hombres hallo? Hablad. ¿No me-respondéis? Decid, ¿quién son los villanos que dejándome la vida todo el honor me han robado? Hablad, aleves; no os sirva la vergüenza de embarazo, que a quien le faltó al hacerlo, no ha de tenerla al contarlo. ARIADNA: Señor...(El temor, de hielo Aparte me ha vuelto). FEDRA: Señor... (En mármol Aparte me ha transformado el temor.) ARIADNA: Si por mi culpa... BACO: (¿Qué aguardo, Aparte que no me descubro, viendo a Arïadna en riesgo tanto?)
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Señor, justo es que castigues sólo al que hallares culpado, que soy yo; pues Arïadna, vencida de mis halagos, convencida de mis ruegos y obligada de mi llanto, me sigue. ARIADNA: (¿Qué es lo que escucho? Aparte ¿Yo, divinos cielos, cuándo a Baco seguí? Mas quiero callar, por si en riesgo tanto su industria salvarme puede.) TESEO: (¿Qué es esto? ¿Cómo está Baco Aparte vivo, si yo le di muerte?) FEDRA: De verle vivo me espanto. MINOS: Luego, príncipe, juzgué que tú eras el inhumano autor de la ofensa mía; ¿pues quién se atreviera osado a mi honor, sino tú sólo, que de lo grande ha buscado, para volar bajamente, las alas de sér tan alto? Mas yo dejaré, en tu muerte, ejemplo a los temerarios, vengando al muerto Lidoro, y mi honor desagraviando. TESEO: (Cuando a la muerte se entrega Aparte él por su dama, arrojado, no será bien que se piense de mi ardimiento bizarro, que cuando él se llega al riesgo, yo del peligro me aparto.)
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Señor, si por Arïadna se entrega a la muerte Baco, no será bien que Teseo no haga por Fedra otro tanto. FEDRA: ¡Ay de mí! ¿Qué es lo que has hecho? ARIADNA: (¿Qué miro? ¿Por Fedra osado Aparte se entrega a la muerte? Muera, que mi amor desengañado de su ingratitud, convierte en odio todo el agrado.) BACO: ¡Cielos! ¿Con vida Teseo, y de Fedra amante, cuando le juzgué muerto? Sin duda es ella quien lo ha librado. TEBANDRO: ¿Es sueño lo que estoy viendo? ATÚN: (Todos se han quedado helados, Aparte y más que pudiera muerto, espanta resucitado.) RACIMO: ¿Qué fuera que con Lidoro nos sucediera otro tanto, y tuviéramos en Creta el Día de los Finados? MINOS: De suerte me ha suspendido caso tan inopinado, que me usurpa lo admirado las acciones de ofendido. ¿Que estás con vida? ¿Que ha habido tan villana compasión que libertó tu traición? En vano el pecho respira, si cuando busco la ira, topo con la admiración. Hidra que mi enojo incitas, pues cuando mi enojo piensa matar contigo una ofensa, con tantas me resucitas. ¿Por qué mi cólera irritas? ¿No te bastaba, traidor, para agravar mi dolor cuando tu industria me engaña, haber burlado mi saña, sin haber muerto mi honor? ¿Qué más agravios intentas a la sangre hacer, que infamas, si en Atenas la derramas, y en Creta osado la afrentas? ¿Qué engaños nuevos inventas para dejarla agraviada, pues llevándola robada, a tu intención homicida no bastó verla vertida, hasta mirarla afrentada? Mas a todos el castigo les dará mi enojo grave, que como contigo acabe, ¿qué importa acabar conmigo? Y sea el mundo testigo de que con mi sangre lava mi honor su afrenta, y que acaba con los que agraviarle intentan, y mueran las que me afrentan, pues ya murió el que me honraba. Todos perderéis la vida, y hasta Baco, que traidor, de Arïadna fue raptor y de Lidoro homicida. Una es la culpa atrevida que vuestras vidas condena y así, que muráis ordena el enojo a que me incito; y pues tenéis un delito, llevad una misma pena. Llevadlos. BACO: ¡Fiero rigor! TESEO: ¡Con qué pena el alma lucha! ARIADNA: Nada su crueldad escucha. FEDRA: Nada atiende su rigor. MINOS: ¡Mueran, y viva mi honor, pues lo han querido agraviar! TESEO: ¡Que aquesto llego a escuchar! RACIMO: ¡Que esta pena llego a oír! ARIADNA: ¡Penas, callar y morir! FEDRA: ¡Amor, morir y callar!
(Tocan cajas y salen asustadas CINTIA y LAURA y dos SOLDADOS
SOLDADO l: Señor, ¿cómo tan despacio te estás, cuando la rüina de toda Creta, al cercano peligro tuyo te avisa? SOLDADO 2: Ocupado tu Palacio todo está ya de enemigas escuadras, que por la parte que cae hacia la marina, tuvieron disposición de entrarse sin ser sentidas; porque Atenas, de la muerte de su príncipe ofendida, viene brotando venganzas. Mas, Señor, salva la vida, que ya llegan. MINOS: ¡Ay de mí! ¿Quién ha visto--¡suerte esquiva!-- que yo pague las ofensas, y las ofensas reciba? LAURA: El alboroto y el susto amenaza mucha ruina. CINTIA: Siendo tan libre, sintiera esta vez verme cautiva.
Salen LICAS, de general, y SOLDADOS atenienses
LICAS: Hasta hallar al mismo rey, no se sosiegan mis iras, para vengar con su muerte la sangrienta tiranía de la muerte de Teseo. TEBANDRO: ¡Cielos, notable desdicha! Ya es imposible la fuga. LICAS: ¿Mas no es el rey el que miran mis ojos? ¡Muere a mis manos! FEDRA: ¡Teseo! TESEO: Nada me digas, que no es bien que por tu ruego, deje la acción de ser mía. MINOS: ¿No hay nadie que me socorra? TESEO: Sí hay, gran Señor. Tente, Licas, que no hay que vengar mi muerte, cuando me encuentras con vida. Teseo soy, ¿no lo ves? Vivo estoy. LICAS: ¡Tan grande dicha llego a ver, Señor! ¿Pues cómo te hallo vivo? TESEO: Compasivas me libraron las infantas. (No es bien que Arïadna diga Aparte sola, mi voz, porque es dar sospecha, y no es acción digna, cuando no puedo pagarlas, blasonar de sus caricias.) LICAS: Luego ¿no fue el rey el que te perdonó? TESEO: Fue su hija, que es lo mismo, pues él dio el sér a quien me dio vida, y cuando aquesta razón no me moviera, la misma acción hiciera, por dar a entender mi bizarría, que tiene más valor quien perdona, que quien castiga. Y así, haz, Licas, recoger la gente. MINOS: ¿Qué agradecida, te podrá el alma ofrecer, Teseo, cuando cautiva de tu razón mi venganza, aun no acierta, de corrida, a mirarte? TESEO: Aunque era justo darse por desentendida mi altivez del beneficio, hay razón que no permita ese garbo a mi valor y así la galantería perdone, que hay ocasiones en que es justa la codicia. MINOS: ¿Pues qué aguardas? Pide todo el reino. TESEO: Cosa más rica pido, Señor, que es a Fedra cuya hermosura divina es sólo el premio que quiero. MINOS: Por mí ya está concedida. ARIADNA: (¿Con Fedra se casa? ¡Ah, ingrato! Aparte Murió la esperanza mía. Mas pues no tiene remedio, pagar de Baco la fina atención quiero.) Señor, pues mitigadas, tus iras han perdonado a mi hermana, también yo a tus pies rendida pido perdón, y te aviso de que no fue el homicida Baco, de Lidoro, sino Teseo. MINOS: ¿No ves que implica, siendo de Baco el papel? ARIADNA: Quien lo vio, Señor, lo afirma. - Dílo Atún. ATÚN: Aquí entro yo. (¡Gracias a Santa Lucía, Aparte que tengo lugar de hablar!) Sí, Señor, que mi codicia, pensando que era de Fedra, le llevó el papel. RACIMO: No digas más, que también entro yo, que urdí toda la mentira de miedo. y se lo entregué a éste. ATÚN: Y yo por las albricias, a Lidoro lo llevaba, cuando la desdicha mía con mi amo me encontró, que leyendo a toda prisa el papel, no pude oír qué era lo que contenía; y viendo que estaba fresca la nema, y que bien podía cerrarse, volví a cerrarlo, y a Lidoro con la misma ignorancia lo entregué; el cual, luego, echando chispas bajó al Parque; y con mi amo, que también fue... MINOS: No prosigas. Déle la mano, Arïadna a Baco. Y tú, agradecida, a Teseo. FEDRA: Ésta es mi mano, príncipe. TESEO: Ya a recibirla, el alma, que es vuestra, sale. ARIADNA: Y aquésta, Baco, la mía. BACO: En ella me dais, Señora, todo el premio de mis dichas. RACIMO: Cintia, ya ves que no ha habido lugar de galanterías de lacayos y fregonas; pero, si quieres ser mía, dispensando de galán las amantes baratijas, aquí estoy. CINTIA: Y yo te admito, porque fuera bobería perder aquesta ocasión. ATÚN: Laura, no es bien que la envidia nos quede a nosotros. LAURA: Tienes razón; no es bien que baldía, cuando se casan los otros, quede persona tan digna como yo; y así, mi mano es ésta. TEBANDRO: Y perdón, rendida, os pide la pluma que, contra el genio que la anima, por serviros escribió, sin saber lo que escribía.

FIN DE LA COMEDIA


Texto electrónico por Vern G. Williamsen y J T Abraham
Formateo adicional por Matthew D. Stroud
 

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Actualización más reciente: 26 Jun 2002